Arrastrados por la venganza - Sara Wood - E-Book

Arrastrados por la venganza E-Book

Sara Wood

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Beschreibung

El padre de Julio había perdido su fortuna y su reputación, y este hacía responsables de ello a la familia de Taz Laker. Decidido a vengarse, Julio había planeado casarse con Belinda, la madrastra de Taz. Taz y Julio habían sido amantes, y la feroz atracción sexual que había existido entre ellos no había desaparecido. La joven estaba decidida a impedir ese matrimonio. Si Julio se casaba con alguien, tenía que ser con ella... y por amor.

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra. www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2000 Sara Wood

© 2021 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Arrastrados por la venganza, n.º 1170- junio 2021

Título original: A Spanish Revenge

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Julia y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises

Limited. Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 978-84-1375-578-6

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Prólogo

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Si te ha gustado este libro…

Prólogo

 

 

 

 

 

JULIO caminaba amargamente por el patio interior de La Quinta, sin hacer caso de las lujuriosas plantas y el refrescante ruido de la fuente.

Era un hombre con un propósito, que solo pretendía una cosa: justicia.

Llevaba todo un mes sin hacer nada más que preocuparse, comiendo y durmiendo al lado de la cama de su padre, primero en el hospital general de Marbella y luego allí en su casa, en la finca de sus antepasados más allá de la Sierra.

Todas sus emociones se habían visto centradas por necesidad en su padre, quien lo había amado y cuidado devotamente durante los últimos doce años, desde que su madre muriera cuando él tenía apenas catorce años. Su furia hacia David Laker, el hombre que había causado la apoplejía de su padre, había sido puesta a un lado temporalmente, lo mismo que la sorpresa que le había producido que su hija, Taz, se hubiera introducido en su corazón y en su cama, siguiendo las instrucciones de su padre.

Por un momento, sintió una especie de dolor físico que lo pilló por sorpresa.

Se frotó los ojos para tratar sin éxito de eliminar su imagen, la de una mujer alta, esbelta y desnuda, con una piel suave y unos ojos oscuros que lo tentaban a abrazarla con la promesa de la más erótica forma de hacer el amor que hubiera experimentado en toda su vida.

Pero ella no era buena. Era la marioneta de su padre. No tenía nada de moral. Debería alegrarse de no tener ya nada más que ver con ella, aunque su cuerpo cobrara vida propia cuando la recordaba. La lujuria era algo natural, ella era una mujer muy atractiva y él llevaba célibe desde hacía tres meses.

Sintiéndose avergonzado de haber apartado los pensamientos de su propósito, siguió adelante. Fuera de la puerta de la suite de Mateo, se detuvo y se preparó para lo que iba a ver. Luego llamó y entró. El corazón se le encogía cada vez que veía a su padre.

Antes, Mateo estaba lleno de vida y alegría, iluminando las vidas de los demás. Pero ya no. La pálida figura que había sobre la cama estaba muy quieta.

Julio tragó saliva. Ese hombre había sido engañado y Laker y su hija debían pagar por ello.

Se acercó a él con cuidado y sonriendo.

El problema había empezado tres meses antes, cuando Laker negó que su padre había sido el principal inversionista en el hospital privado Laker. Dándose cuenta de que había algo raro, Mateo Cordero había pedido inmediatamente una investigación privada de los asuntos económicos del hospital.

Lo que ocurrió después fue completamente inesperado. Solo dos meses después, la investigación había confirmado que no había nada registrado de dicha inversión. Laker fue encontrado inocente y el padre de Julio había sido llamado mentiroso y estafador.

Julio había estado con él cuando su padre recibió la noticia y había sufrido el ataque. Fue un momento que no olvidaría en toda su vida. Y ahora estaba decidido a descubrir cómo Laker había engañado tan completamente a los investigadores.

—¡Padre!

Mateo lo miró. Fue lo único que pudo hacer y ese pequeño gesto le rompió el corazón a Julio. Su padre estaba pasando por un infierno, con su mente inteligente y activa atrapada en una terrible prisión.

Julio lo abrazó con cuidado. Esos hombros habían sido poderosos hacía no mucho tiempo, ese pecho ancho y musculoso. La ira se apoderó de él.

—Voy a encontrar a Laker —le dijo—. Voy a descubrir cómo te engañó y por qué. Te doy mi palabra.

Su padre parpadeó, incapaz de hablar. Julio le tomó la mano y deseó poder leer el mensaje de sus ojos.

—Te llamaré más tarde. Carmen ha venido a leerte algo.

Julio logró sonreír, le dio un beso en la mejilla a su padre y lo dejó con la anciana doncella.

Tomó la carretera a Marbella y se dirigió a Puerto Banús.

—¡Laker! —le gritó imperiosamente a la doncella que le abrió la puerta del apartamento.

—No está —respondió ella alarmada.

Y entonces, la vio a ella. Taz estaba en lo alto de las escaleras, con el cabello revuelto y los ojos rojos e hinchados. Julio se quedó helado, mirándola.

Habían pasado tres meses y dos días desde la última vez que la vio. En ese tiempo ella había cambiado mucho. La mujer esbelta y hermosa que había conquistado su corazón estaba ahora muy pálida, con la cara hinchada y llevaba unas ropas desagradables y sin forma.

Taz se encogió sin querer. Sabía que tenía un aspecto espantoso, pero él le había hecho eso. Desde que él le había anunciado fríamente que lo suyo se había acabado, se había pasado los días comiendo y llorando y ahora se odiaba a sí misma por haber permitido que él le arruinara la vida. Pero lo había amado mucho. ¡Muchísimo!

Fue bajando las escaleras despacio, agarrándose a la barandilla para no caerse. Luego, se dirigió al salón y Julio la siguió. Se volvió y lo miró. Sus ojos oscuros brillaban con tanta fiereza que se quedó helada.

—¡Fuera de aquí! —le dijo con voz agitada—. Vete antes de que llame a la policía.

—¿Dónde está? —siseó él.

—¡Fuera! ¡Fuera del país!

Julio maldijo en voz baja y apretó los puños, frustrado.

—Entonces es un cobarde. Debió imaginar que iba a venir a por él.

—Te has tomado tu tiempo. Ha pasado un mes desde la investigación. No iba a quedarse esperando aquí a que tú aparecieras para airear tus quejas.

—¿Quejas? —rugió Julio—. ¿Tienes idea de lo que le ha pasado a mi padre?

—¡No lo sé y no me importa!

—No, me imagino que no.

Por supuesto que a ella le importaba. Le había tenido cariño a Mateo. Pero había tratado de manchar el nombre de su padre y nunca lo podría perdonar por eso.

—Si tu padre ha sido culpado, lo siento, pero nunca debió decir que había financiado el hospital de mi padre. ¡Fue algo muy deshonesto!

—¡Te equivocas! ¡Ya hemos pasado por esto!

Taz pensó que ambos confiaban en sus padres. Ella sabía que el suyo había dicho la verdad cuando afirmó que no sabía nada de la supuesta inversión de Mateo Cordero. Y los hechos habían confirmado esa creencia.

Lo que decía Julio era ridículo. ¿Por qué insistía en defender lo indefendible?

Insistir en creer a su padre contra toda evidencia lo había llevado a ese estado. Tenía un aspecto horrible, delgado y agotado. Parecía como si llevara mucho tiempo sin dormir bien.

El corazón le dolió por él y supo que aún lo amaba. Pero el que él la hubiera cortejado no había sido más que una farsa, un medio de conocer cosas acerca del hospital para que su padre pudiera hacer que su historia pareciera cierta. ¿Por qué no podía él admitir eso?

—Julio —dijo—, ya sé que el honor de la familia es importante para ti y admiro tu apoyo a tu padre, pero…

—David Laker ha estafado y mentido y ahora la vida de mi padre es una ruina —insistió él—. Tal vez se me haya escapado de momento, pero no descansaré hasta que lo haya hecho pagar por lo que habéis hecho los dos.

—¿Yo? ¡Yo no tengo nada que ver con todo esto!

Julio explotó entonces.

—¡De eso nada! No puedes negar que tú fuiste la trampa que sirvió para animar a mi padre para que invirtiera. ¡Dios! ¿Cómo pudo él hacer eso con su propia hija? ¡Tu padre prácticamente te desnudó y te puso delante mía!

Taz se quedó boquiabierta por la sorpresa y la ira.

—¿Qué? ¿Yo una trampa?

—Ahórrame las protestas. Tú no hablabas de casi nada más que del hospital. Me lo vendiste y yo, como un idiota, le contagié tu entusiasmo a mi padre, que puso la mayor parte de su fortuna en ello, porque le pareció que merecía la pena. ¡Que merecía la pena! ¡Algo que lo iba a llevar un charlatán y ladrón! ¡Os merecéis arder en el infierno! ¡Voy a limpiar el nombre de mi padre aunque me vaya la vida en ello!

—¡Esto es estúpido! No hay ninguna evidencia…

—Tengo la palabra de mi padre y esa es toda la evidencia que necesito! Él es un hombre de honor e integridad. Tu padre no es nada más que un tramposo barato con ideas de grandeza…

—¿Cómo te atreves? Es algo maravilloso que él quiera usar su fortuna en construir una clínica especializada…

—En lavar dinero, ¿no? Él no tiene nada de noble. ¡Incluso se ha dicho que se vino a España huyendo de la ley!

—¿Qué? ¡No voy a permitir que insultes a mi padre! ¡Sal de aquí, mentiroso! —le gritó ella.

Como si todas las energías hubieran abandonado su cuerpo, se dejó caer en un sofá.

—Lo haré enseguida. Pero esto no termina aquí.

—Por ti mismo, Julio, debes aceptar que el notario se ha negado a aceptar que esa fuera la firma de tu padre. No hay constancia de ninguna transferencia de fondos a la cuenta del hospital.

Fueron a una empresa aparte…

—¡Que no existe! —gritó ella—. Hay rumores de que tu padre ha estado ocultando las pérdidas de negocios que le habían fallado y que es por eso por lo que está arruinado, no porque hubiera arriesgado todo su dinero en la idea de mi padre.

—El único negocio que le fue mal fue en el que se metió con David Laker —dijo él fríamente—. Te lo demostraré. ¡No voy a olvidar esto, no me importa lo que tarde, pero tendré mi venganza! ¡Tienes mi palabra!

Capítulo 1

 

 

 

 

 

Seis años más tarde.

 

 

EQUILIBRÁNDOSE precariamente sobre una pierna y agarrándose la herida espinilla, Taz soltó un gemido de dolor y miró el lío que tenía delante.

Una mesa de café había caído boca abajo, desparramando todo lo que tenía encima, un florero, ahora roto, las flores, una taza igual de rota y una bolsa de dulces, que estaban empapados con lo que quedaba de su café.

¡Tornado Taz golpeaba de nuevo! ¿Cómo le pasaban esas cosas? Nadie más tenía brazos y piernas que se comportaban como molinos cuando se encontraba bajo un estrés extremo.

Esperó a que se le pasaran las náuseas, indiferente al ruido de voces que salía del teléfono. Era solo entonces cuando su cuerpo se transformaba en un arma mortal y la gente a su alrededor corría para ponerse a cubierto. Cuando sus emociones estaban normales, su cuerpo se comportaba de una forma completamente normal.

Pero lo cierto era que ahora tenía una buena razón para esa torpeza. Aparte de que solo habían pasado cuatro meses desde la muerte de su padre, ella iba a dejar pronto su apartamento en Madrid, su querido trabajo de enfermera y a todos sus amigos, para irse a vivir con su madrastra Belinda a Marbella. Pero sobre todo eso, Belinda le había contado algo sorprendente por teléfono.

—¿Sabes una cosa? —le había dicho trémula—. ¡Tengo un amante, Taz!

En ese momento, Taz había estado cerca de un florero que, misteriosamente, había salido volando por los aires. Al tratar de recogerlo, se había golpeado en la espinilla con la mesa de café y todo había quedado desparramado.

Sin darse cuenta de lo que pasaba, su madrastra seguía hablando.

—¡Querida, es muy atractivo! Carismático, inteligente, sexy…

Taz contuvo el dolor y se frotó la espinilla.

—Un momento —le dijo—. ¿Me has dicho que tienes un amante, Belinda?

—¡Eso mismo! ¡Uno joven y que sabe divertirse!

—¿Tan bueno? —dijo Taz sintiendo un destello de envidia.

—Un cielo, querida. ¡Está lleno de vida!

Taz hizo una mueca. Eso le sonaba a una crítica velada a cómo había sido su padre últimamente, y era muy típico en su madrastra semejante falta de tacto. Pobre Belinda. Debió ser duro para ella cuando su padre mostró su edad en las últimas semanas de antes de su muerte.

¿Pero un amante? Frunció el ceño, no muy segura de lo que debía sentir por eso. Parecía un poco pronto para que su madrastra se pusiera a jugar a la viuda alegre. Después de tres años de matrimonio, ¿no habría sido más razonable un período más largo de luto?

Se arrepintió inmediatamente de ese pensamiento. ¡Era horriblemente conservador! Estaba actuando como una vieja solterona. de todas formas, no estaría mal que mantuviera vigilada a Bel amigablemente, por su bien. ¡Aunque ella no fuera mucho mejor juzgando caracteres!

Su error más espectacular había sido creer en Julio Cordero. Su padre le había dicho a menudo que ella estaba demasiado ansiosa siempre por ver el lado bueno de las personas, y cuando Julio resultó ser una rata de cloaca en vez de el amante con que había soñado toda su vida, se dio cuenta de que él había tenido razón.

Todavía sufriendo las consecuencias de ese fracaso, Taz había dejado el hogar del tercer matrimonio de su padre y se había ido a vivir a Madrid, para pasar sola las vacaciones en el lujoso apartamento de su padre. Decidida a ser independiente, había vivido de su trabajo como enfermera. El apartamento de su padre estaba en Puerto Banús, la conocida Milla de Oro de Marbella, un lugar con el mayor índice de renta per cápita de toda Europa.

Naturalmente, la zona atraía a aventureros y cazafortunas de toda índole como moscas a la miel. Como viuda de David Laker, Belinda había heredado la mitad de su fortuna y Taz la otra mitad, así que, de repente, su hermosa madrastra se había transformado en un blanco apetecible para cualquier hombre ambicioso.

Y el premio gordo podía ser el hospital de su padre, algo que podía dar prestigio y aceptación social a cualquier advenedizo.

—¿Desde hace cuánto que lo conoces? —le preguntó suspicazmente.

—Seis semanas. Me sentía sola y empecé a ir de fiestas de nuevo. Y allí estaba él, con ese pedazo de yate.

—Y con ojos solo para ti, ¿no?

—Er… sí.

—Debería haber ido a verte más a menudo —dijo Taz.

—Tú tenías que ocuparte de tu trabajo.

Taz no pensó en sus pacientes en la unidad de neurología del hospital y siguió sintiendo remordimientos por no haberlo hecho.

—No te he hecho mucho caso. Debería haber roto mi contrato y haberme ido contigo nada más morir papá.

Pero Belinda no la estaba escuchando y seguía hablando sin parar de las virtudes de su amante.

—Nunca pensé que fuera a encontrar de nuevo a alguien a mi edad…

—¡A tu edad! —exclamó Taz—. ¡Tienes treinta y dos años, no noventa!

—Pues lo parezco. Tengo arrugas.

—Eres preciosa, Bel. Además, ¡yo también las tengo y soy ocho años menor que tú! De todas formas, aún es pronto —le dijo a su madrastra. Tómate con calma esta relación.

—¡Estás de broma! Él es una dinamo. No paro. Todo el mundo piensa que es fabuloso. Es una especie de… Pierce Brosnan. Camina como un rey y baila como un sueño. ¡Y le encanta ir de compras, si eso es lo que quiero hacer!

Taz se sintió alarmada. Ese hombre se parecía enormemente a un gigoló de una película de los años treinta.

Belinda era muy vulnerable y Marbella estaba llena de «buitres» en busca de mujeres ricas en las que clavar sus garras.

—¡Bailar e ir de compras! ¡Suena muy europeo!

—Porque es español. Es de tipo atlético. Macho, fuerte y muy rico.

Con eso Taz se relajó un poco. Comprendía que su madrastra tuviera miedo de volver a ser pobre y necesitaba la seguridad del dinero tanto como la dependencia emocional de un hombre.

—Es el sueño de cualquier mujer. ¿A qué se dedica? —le preguntó.

—A gastar dinero conmigo, querida.

—Bel, sé sincera conmigo…

—¡Y lo soy! Preguntas, preguntas. Estoy cansada, Taz. Estamos yendo a tantas fiestas que apenas veo las mañanas. ¡Qué hombre! Y no te vas a creer la gente con la que se relaciona…

—No tengo tiempo. Tengo que colgar —la interrumpió Taz—. Hoy tengo turno de noche.

—¡Y yo también, querida!

Para su sorpresa, a Taz no le gustaron nada esas palabras, pero no sabía por qué, Belinda tenía todo el derecho a tener una vida sexual.

—¡Suerte! —le dijo sin convicción—. Pero ahora no puedo seguir hablando. Ya me lo contarás todo cuando llegue. Termino el trabajo mañana por la noche y me van a dar una fiesta de despedida pasado mañana. Después, me iré directa al aeropuerto. ¿Me dijiste que ibas a dejar allí tu coche?

—Bueno, no voy a dejar que me avergüences llegando en un coche alquilado. Yo no necesito el mío. Solo he de chasquear los dedos y tengo listo a mi propio y atractivo conductor. Él te dejará las llaves del coche en el mostrador de información. Yo estaré fuera cuando llegues, así que considérate en tu casa.

—Oh. Yo creía que estarías en casa. Será mi primera noche allí, Bel. El comienzo de mi nueva vida.

—Ya lo sé, querida, pero lo podemos celebrar en cualquier otro momento. Julio me ha prometido una cena romántica en su yate.

Ese nombre la dejó helada. Estupefacta, se tuvo que sentar repentinamente. Sintió ganas de vomitar.

—¿Julio? —preguntó, diciéndose a sí misma que seguramente sería una casualidad.

¡No podía ser que Julio estuviera con Belinda!

Se mordió el labio inferior y el corazón se le aceleró mientras su madrastra seguía hablando sin parar.

—Sí, se llama Julio Amador Cordero. ¿No es como música para los oídos?

Taz si que se sintió entonces seriamente alarmada por el bienestar de su madrastra. ¡Aquello era terrible! ¡Debía advertirla inmediatamente!

Abrió la boca para hacerlo, pero entonces algo menos noble trató de salirle por la boca. De repente, de lo más profundo de su ser salió una oleada de celos que la hizo desear gritarle a Belinda que mantuviera las manos apartadas de él, pero por otras razones bien distintas.

Una imagen de los dos tumbados desnudos en la cama se le apareció en la mente y se atragantó.

No se lo podía creer, pero al parecer, después de todo ese tiempo seguía ansiándolo.