Aureliano y yo - Leandro Zacarías V. - E-Book

Aureliano y yo E-Book

Leandro Zacarías V.

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Beschreibung

Andrés se encuentra sumergido en una profunda crisis vital. En en un intento por escapar de aquello, emprende un viaje en el que un fallo mecánico en su motocicleta lo lleva a conocer a Aureliano, un sabio anciano que cambiará su vida para siempre. Juntos emprenden un viaje autentico y emocional donde cada conversación es una lección, y cada pausa una revelación. En este recorrido introspectivo, se abordan las grandes preguntas de la vida con una mirada repleta de calidez y humanidad. Aureliano y yo es una novela que invita a repensar nuestra existencia, a escuchar nuestro corazón y a descubrir que el mayor viaje es hacia uno mismo.

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Seitenzahl: 74

Veröffentlichungsjahr: 2025

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LEANDRO ZACARÍAS V.

Aureliano y yo

Zacarías V., Leandro Aureliano y yo / Leandro Zacarías V.. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2025.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-6467-2

1. Novelas. I. Título. CDD A860

EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

Tabla de contenido

PRÓLOGO

Aureliano y yo

Capítulo 1 - Felicidad

Capítulo 2 - Propósito y pasión

Capítulo 3 - Dinero

Capítulo 4 - Amor

Capítulo 5 - Vida

Capítulo 6 Dios

Epílogo - El verdadero inicio del viaje

A Lorenzo y Bautista:

Sueñen despiertos, pregunten sin miedo,

caminen con el corazón abierto.

Elijan su propia ruta, el camino es de ustedes, de nadie más.

PRÓLOGO

Andrés atravesaba una crisis existencial, en la cual, preguntas sin respuestas aparecían cada vez con más frecuencia.

Su vida se sentía vacía de contenido, sus días se asemejaban a la de un robot mecanizado, cuyos movimientos automáticos dominaban su rutina, desde el amanecer hasta que se volvía a apagar el día. Tenía la sensación de naufragar en su propia existencia, de decisiones tomadas por inercia.

No sentía haber encontrado un propósito en su vida. Las cosas que lo ilusionaban durante su adolescencia o en sus primeros años de juventud parecían haberse desvanecido. Ahora, ya en su adultez, comenzaban a inquietarle ciertos aspectos de su realidad.

No era tristeza exactamente lo que sentía, era un gran vacío en su ser.

Esa no podía ser su vida por el resto de sus días, sentía fuertemente que debía haber algo más, que lo llene, que lo ilusione, que lo haga sentir vivo, que lo haga levantar de la cama con entusiasmo, con ilusión.

De ninguna manera podía admitir, ni mucho menos permitir que todo se redujera a esto, que de esto se tratara la vida.

Fue en ese intento por despertar, que se cruzó en su camino, de casualidad (o no), con un viejo sabio, cuya sabiduría infinita haría despertar la llama eterna en Andrés.

Aureliano y yo

“Un viaje de mil millas,

comienza dando

el primer paso”.

Lao Tsé

El inicio del viaje

El sol se escondía detrás de las nubes, la tormenta empezaba a asomarse. La motocicleta totalmente averiada, se negaba a encender. Andrés buscó un refugio para descansar y cubrirse de la lluvia, encontrando un viejo árbol que con sus ramas y hojas armaba un generoso techo. Al menos era algo, pensó el joven.

Se sentó a esperar que pasara algún auto, pero sin muchas esperanzas, ya que aquel camino no era muy transitado.

Pasó más de una hora cuando a los lejos, por fin, visualiza una vieja camioneta, color roja en su cabina y maderas desgastadas que hacían una especie de baranda en la caja de atrás.

Andrés le hizo señas, enseguida el vehículo salvador se detuvo, un hombre mayor, con pelo blanco y barba en misma sintonía, bajó la ventanilla y preguntó:

—Buenas tardes, ¿qué le ha pasado?

—Mi motocicleta se averió, no puedo encenderla, supongo que se trata de algún desperfecto en el motor.

—Menuda suerte la suya donde le viene a pasar. Por esta carretera pasan tres o cuatro vehículos al día, pero no se preocupe, la subiremos atrás, en la caja, y lo llevaré al pueblo más cercano, donde voy yo, que está a tres o cuatro horas de distancia, siempre y cuando la tormenta no nos frene, sino vamos a tener una larga estadía acá dentro. Dijo el viejo sonriendo.

Entre los dos pudieron subir la moto a la camioneta, se ubicaron en la cabina, y emprendieron el viaje.

El viejo, Aureliano, irradiaba paz, tranquilidad, sabiduría, poseía una mirada profunda, cálida, y su añejo rostro siempre portaba el dibujo de una sonrisa.

Por el contrario, el joven Andrés, mostraba signos de ansiedad, preocupación, enojo, seriedad, disconformidad, y su mirada parecía siempre encontrarse en un lugar diferente al que se posaban sus ojos.

Uno, se asemejaba a la sabiduría infinita. El otro, parecía el perfecto reflejo de la sociedad actual.

Capítulo 1

Felicidad

La vieja y noble camioneta rodaba por el asfalto de aquella desolada ruta. Árboles añejos, campos de maíz y unos pocos molinos enmarcaban el paisaje. Las nubes amenazaban con llorar, y el viento cada tanto hacía pasear rollos de fardo por la carretera.

Luego de un rato de silencio, y preguntarse sus nombres, el viejo conductor comenzó el diálogo:

—Dime una cosa, que haces por estos lugares, ¿eres de por aquí? ¿Estás en viaje de vacaciones, por algún trabajo, o huyendo de la policía? —concluyó Aureliano con una sonrisa en su rostro.

—Ninguna de todas esas, me fui de mi ciudad, ya no tenía nada que hacer allí, no tenía motivación alguna. Mi trabajo no me llenaba, no me hacía feliz, tampoco ganaba tanto dinero, no tengo pareja, mi familia tiene cada uno su propia vida, por lo que tampoco nos veíamos a diario, mis amigos lo mismo, nada me ataba ni nada me retenía. En fin, sentía un gran vacío en mi vida y nada por lo que levantarme contento cada mañana. Así que un día decidí partir.

Aureliano lo miró con cierto asombro, y le preguntó:

—¿Hacia dónde vas?

—¿A dónde voy? No lo sé. No tengo destino, ni lugar, ni nadie que me espere, lo único que tengo claro es que voy en búsqueda de la felicidad. Ni más ni menos que eso.

—Interesante. ¿Y qué sería buscar la felicidad? ¿Qué esperas encontrar?

—Algo que cada mañana me haga despertar con ganas de vivir el día, algo con lo que disfrutar cada momento o por lo menos el mayor momento del día, algo con lo que al acostarme a la noche sienta que viví el día.

—Entiendo. —Dijo Aureliano, mientras pensaba y miraba al joven. De pronto le preguntó.

—¿Y eso sería encontrar qué? ¿Dinero? ¿Amor? ¿Amistades? ¿Un trabajo placentero?

Andrés que se empezaba a impacientar con las preguntas, tuvo la intención de no responder, pero la generosidad del señor, de ayudarlo y trasladarlo a un pueblo cercano, lo hizo sentir obligado a tener que dar una respuesta:

—No lo sé, capaz que todo eso junto sería la felicidad, ¿o no? —lanzó, con la esperanza de que eso terminara con el cuestionario.

Sin embargo, Aureliano, tenía ganas de hablar, por lo cual repreguntó.

—No lo sé. Por eso te pregunto, has dicho que solo sabes que buscas la felicidad, y para encontrar algo, tenemos que saber qué buscamos, ¿no?

—Qué difícil me lo haces. Solo busco ser feliz, nada más. No sé qué es la felicidad pero sé que quiero ser feliz y encontrarla. Y tú, dime ¿encontraste la felicidad? ¿Eres feliz?

—Claro que sí.

—¿Y cómo lo has logrado?

—No he logrado nada, ni tú tampoco tienes que lograr nada.

La respuesta de Aureliano despertó el interés de Andrés por lo que quiso profundizar en eso.

—¿A qué te refieres?

—Me refiero a que el ser humano la mayoría del tiempo debería ser feliz, y las veces que no, tener el convencimiento de que es pasajero y que pronto volverá a sentirlo. Creo que la felicidad es el estado natural y normal, lo cual no obsta a que extraordinariamente no se sienta ese estado por determinadas situaciones.

—Explícate mejor.

—Ejemplo, una piedra naturalmente está sobre el suelo o sobre algún lugar apoyada, lo cual no quita que uno la agarre y la lance al aire, pero inexorablemente, por su peso y la ley de gravedad va a terminar cayendo y apoyándose nuevamente sobre el piso, la tierra, o algún objeto, ¿no es así? Su naturaleza es caer y apoyarse sobre algo. Lo mismo debería ser la relación entre una persona y la felicidad. Su naturaleza es ser feliz, como cuando se es niño, y accidentalmente ese estado se les perturba, pero tiempo después, naturalmente se les vuelve la alegría, independientemente de las circunstancias que rodean a su vida.

Aureliano siguió su monólogo, mientras Andrés se limitaba a escucharlo.

—Si se piensa de la manera correcta, ese momento de no felicidad, de tristeza, angustia, ira, bronca, rabia, amargura, indefectiblemente pasará (como la piedra cuando está en el aire), y volverá a su estado natural. Es decir, la naturaleza es la felicidad, la no felicidad es la anormalidad.

Pero cada uno elige si apoyarse en la felicidad o sentirse en el aire de la infelicidad indefinidamente.

—Entonces, según tu teoría, ¿yo siempre fui feliz pero estoy tan poco cuerdo que elijo no serlo?

—Algo así.

—Si fuera tan fácil, todos seríamos felices Aureliano, no habría infelicidad en el mundo, no diga tonterías hombre.