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Un ensayo que pone luz sobre uno de los años más determinantes de la historia. Con motivo del 80 aniversario de la liberación de Auschwitz en enero de 1945, Alexandre Bande, doctor en historia e investigador especialista en la articulación entre la historia y la memoria de los conflictos y genocidios contemporáneos, nos revela en este breve ensayo cuál fue la visión que tuvieron los soldados del Ejército Rojo al acceder por primera vez al que fue el mayor campo de concentración y el más mortífero centro de exterminio nazi. ¿Qué fue lo que encontraron los rusos al llegar? ¿Cuánto habían podido borrar los Nazis? ¿Qué sucedió con los deportados recién liberados? Estas son algunas de las preguntas que aborda Bande en un intento por aportar otro grano de arena a la memoria de las víctimas y con la intención de recordar los crímenes del pasado y prevenir que nuevos actos similares se produzcan en el futuro. "La historiografía del Holocausto ha experimentado una importante revisión en los últimos años y los conocimientos siguen aumentando, yo quería aportar mi grano de arena en memoria de las víctimas, para recordar los crímenes del pasado y prevenir actos de genocidio en el futuro". Alexandre Bande
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Seitenzahl: 166
Veröffentlichungsjahr: 2025
Índice
Introducción
1. 27 De enero de 1945: primeros contactos
2. La ciudad y el complejo de Auschwitz a comienzos del año 1945
3. Abandonar Auschwitz
4. Auschwitz después de Auschwitz
Epílogo
Agradecimientos
Notas
Titulo original francés: Auschwitz 1945.
Alexandre Bande.
© Passés composés / Humensis, 2025. © de la traducción: Manuel Martí Viudes, 2025.
© de esta edición: RBA Libros y Publicaciones, S. L. U., 2025.
Avda. Diagonal, 189 - 08018 Barcelona.
www.rbalibros.com
Primera edición: junio de 2025.
REF.: OBDO502
ISBN: 978-84-1098-360-1
Composición digital: www.acatia.es
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El paisaje no existe en sí mismo, es una mirada particular a un fragmento de la realidad geográfica, una invención artística y cultural.1
PHILIPPE Y GENEVIÈVE PINCHEMEL,
La face de la terre. Eléments de géographie
30 DE OCTUBRE, BIRKENAU
Enfrente del claro situado un poco más allá de las ruinas del Búnker II, Lisette Jovignot (nacida Chasklowicz en 1935),2 se reúne con un pequeño grupo de amigos en el mismo lugar donde buena parte de los judíos deportados desde Francia en 1942 y a comienzos de 1943 fueron gaseados. Este paraje, situado en el extremo oeste del campo de Birkenau, hoy en día recibe muchas visitas; pero solo aquellos que conocen su emplazamiento exacto y que son conscientes de su importancia simbólica, se dirigen a ese punto tan específico, cuando resulta accesible. La calidez del sol, el cielo azul y los colores tan particulares de las hojas en otoño no logran perturbar la solemnidad del momento.3 En pie, con la mirada fija en ese claro donde fueron enterrados los cuerpos y más tarde arrojadas las cenizas de las víctimas de las cámaras de gas, en el silencio de Birkenau, Lisette hace gala de una fuerza moral impresionante. Ochenta años después de que acaecieran los hechos, ella, que ha elegido como punto de encuentro el lugar donde su madre, Rachel, y su hermanastra, Margot, hallaron la muerte durante el verano de 1942, y donde Joseph, su padre, también fue asesinado a principios de 1943, contiene su emoción y recita, junto con algunos miembros del pequeño grupo que formamos, el kaddish. Durante toda la jornada, Lisette ha tratado de reconstruir la trayectoria de los miembros de su familia. Y ha sido consciente, entre la emoción y el alivio, de que al final de este viaje, fruto de un proceso que se ha estado gestando durante décadas, ha logrado su objetivo. El orgullo de haber compartido este día con Lisette, de haber podido responder a sus numerosas preguntas y de haber contribuido a que llevase a cabo este proyecto tan importante para ella, sigue habitando en mi corazón aún hoy en día.
Tras decenas de desplazamientos, de visitas y de muchos momentos de reflexión y de recogimiento que me ha proporcionado este lugar, me he distanciado de mi papel de «guía»4 y de historiador, y he «sentido» Birkenau, me he imbuido de la carga moral que tan pesada resulta cuando se deambula por estos terrenos sombríos. Sin embargo, y aunque tengo muy claro que «los lugares donde está tan presente la memoria de la Shoah, ante todo deben ser considerados lugares históricos»,5 yo, que soy agnóstico, me he sentido embargado por la fuerza de este espacio.
Ahora que los actos conmemorativos del 80.º aniversario de la entrada del Ejército Rojo en Auschwitz, el 27 de enero de 1945, están a la vuelta de la esquina y que no cesan de desaparecer, lógica e inexorablemente, los supervivientes del que fue el más importante campo de concentración y el más mortífero centro de exterminio nazi, abordar la historia de este lugar emblemático desde el punto de vista de los acontecimientos acaecidos en 1945 no solo me ha parecido juicioso, sino también necesario. Mientras que durante muchos años la historiografía relativa a la Shoah ha sido profundamente renovada6 y siguen aportándose nuevas informaciones acerca de la realidad de los crímenes masivos perpetrados sobre todo en Europa del Este,7 y existen diversas obras de referencia dedicadas a Auschwitz;8 en cambio, no existía ninguna reflexión en francés sobre la situación del complejo en la ciudad de Auschwitz durante 1945.9
Auschwitz ocupa un lugar especial en la cronología del descubrimiento y la liberación de los campos nazis. Así como en el oeste los estadounidenses descubrieron el campo de Natzweiler-Struthof, situado a unos cincuenta kilómetros de Estrasburgo, el 25 de noviembre de 1944, los campos de concentración alemanes y austriacos no fueron liberados hasta la primavera siguiente. Entretanto, el Ejército Rojo, al tiempo que avanzaba y hacía retroceder a la Wehrmacht en el este de Europa, había descubierto numerosos centros de exterminio como Treblinka, Sobibor o Belzec, sin que llegaran a difundirse tales hallazgos.10 El descubrimiento de Auschwitz por esas mismas tropas el 27 de enero de 1945 posee una especial relevancia por la amplitud del complejo, el papel que desempeñaba en el sistema de campos de concentración nazis y la excepcional importancia que tenía en el proceso de exterminio de los judíos europeos, puesto que allí fueron exterminadas cerca de un millón y medio de personas. Sin embargo, semejante descubrimiento fue casi un «no suceso» para sus contemporáneos. Si bien pudiera parecer lógico que la realidad de aquellos hechos fuera ignorada en su momento, y que nadie era consciente de la magnitud del número de víctimas, lo que sí resulta del todo sorprendente es que la información relativa a este hecho se topara con dificultades a la hora de ser difundida. El 6 de febrero de 1945, a través de un despacho, la AFP emite el siguiente comunicado: «La agencia Tass anuncia que el Ejército Rojo ha liberado a 4.000 deportados políticos franceses, belgas y holandeses, confinados por los alemanes en el campo de concentración de Oświęcim». Esta noticia, que aparece el 7 de febrero en el periódico Le Figaro,11 apenas resulta publicitada debido a la falta de información por parte de los rusos durante los días que siguen a su descubrimiento. Sin embargo, a medida que regresan decenas de miles (unos cuantos miles de ellos franceses) de supervivientes, los primeros testimonios de lo que fue realmente Auschwitz se imponen. Lenta, inexorablemente, la historia del complejo de campos de concentración y la realidad de los crímenes que allí se cometieron se va confirmando. En la actualidad, Auschwitz es reconocido como uno de los mayores eslabones en el genocidio que padecieron los judíos durante la Segunda Guerra Mundial. El 27 de febrero se ha ido convirtiendo progresivamente en una fecha simbólica; el 18 de octubre de 2002, los ministros europeos de Educación adoptaron una resolución en la que se proclamaba una jornada en memoria de la Shoah y en prevención de futuros crímenes contra la humanidad. La fecha de esta celebración podía escogerla cada país. Francia y Alemania eligieron «el 27 de enero, día de la liberación del campo de exterminio nazi de Auschwitz, día internacional en memoria de las víctimas del Holocausto, para recordar los crímenes del pasado y prevenir los actos genocidas en el futuro».12 Convertida en una fecha emblemática, el 27 de enero de 1945 cambió la vida y el destino de miles de supervivientes de Auschwitz. Sin embargo, los acontecimientos que se produjeron aquel día, y durante las semanas, incluso los meses que le siguieron, no son muy conocidos ni han suscitado demasiado interés, sobre todo por la trascendencia de todo cuanto sucedió durante el resto de aquel convulso año 1945, tanto en Europa como en el resto del mundo.
Ahora bien, la entrada de los soldados del Ejército Rojo en el complejo de Auschwitz plantea serios interrogantes acerca de lo que realmente descubrieron durante las primeras horas que siguieron a su llegada. En una región anexionada por el Reich desde finales de 1939, y considerada por los dirigentes nazis como una avanzadilla de la colonización alemana, a finales del mes de enero de 1945 la ciudad de Auschwitz ofrece una imagen particular que desvela los efectos de varios años de ocupación alemana. Ese día, las autoridades soviéticas tienen ante su vista las huellas del complejo de campos de concentración de Auschwitz, las pruebas del sufrimiento y la mortalidad de los deportados, así como del exterminio de los judíos de Europa. La ausencia de la inmensa mayoría de los deportados que aún seguían con vida a mediados de enero en los distintos campos y subcampos plantea la cuestión de su destino y la de las «marchas de la muerte» que debieron afrontar. Y, finalmente, cabría preguntarse por las medidas puestas en práctica por los soviéticos y las poblaciones locales para ayudar, cuidar y acompañar a los supervivientes en el proceso de retorno, así como por las primeras investigaciones que se realizan in situ para poder registrar de la manera más fidedigna los terribles acontecimientos que tuvieron lugar allí desde 1940. Si bien la historia del complejo de Auschwitz termina el 27 de enero de 1945, las imágenes que difunden los soviéticos a lo largo de los meses ofrecen una visión parcialmente truncada que obliga a la reflexión.
El 27 vi la primera patrulla rusa penetrando en la ciudad, seguida de un grupo de soldados en formación cerrada. Me embargó un único sentimiento. Completamente, egoístamente, imperiosamente. No estoy muerto. Me cuento entre los que han sobrevivido y pueden dar testimonio. Estoy vivo, vivo, vivo...1
Jacques Greif, un deportado francés que aún seguía en Auschwitz, describía en estos términos la llegada de los primeros soldados soviéticos el 27 de enero de 1945 a los límites del campo, en la misma ciudad de Oświęcim (nombre polaco de la ciudad que los alemanes germanizaron a partir de septiembre de 1939) donde se había refugiado. Primo Levi, que se encontraba en la enfermería del campo de Monowitz (Auschwitz III) porque su estado de salud no le permitió unirse a la marcha forzada que se vieron obligados a emprender la mayoría de los deportados que aún seguían con vida, relató de un modo similar, en La tregua,2 su primer contacto visual con los cuatro soldados a caballo de la primera patrulla soviética que llegó a Auschwitz. Este descubrimiento se inscribe dentro del desarrollo de la ofensiva Vístula-Oder, lanzada por el Ejército Rojo en el frente del Este a partir del 12 de enero de 1945. El comienzo de ese año, al igual que el final del año precedente, está marcado, tanto en el oeste como en el este, por el empuje de las tropas aliadas contra las fuerzas del Eje. Pese a verse ralentizado por el invierno y por la contraofensiva alemana en las Ardenas, la ofensiva es retomada en el frente occidental, mientras que las tropas soviéticas, que han partido de las orillas del Vístula, progresan hacia el Vístula y el Neisse, acaban de dejar atrás Cracovia (tomada el 18 de enero) y entran en la Alta Silesia. Desde julio y agosto de 1944, unidades del Ejército Rojo han alcanzado la línea Vístula-Wisloka. Desde la región de Sandomierz hasta Auschwitz apenas hay que recorrer 200 kilómetros de distancia,3 pero, por aquellas fechas, el complejo de campos de concentración y el centro de exterminación no son objetivos de guerra preferentes. Los objetivos soviéticos, al igual que los de los aliados occidentales, son de carácter militar. Por lo demás, el alto mando soviético parece no saber nada, o casi nada, de la existencia del campo. El general Petrenko, uno de los oficiales al mando de la ofensiva, afirma: «Mis colegas que comandan las divisiones cercanas han tenido noticia, al igual que yo, de la existencia del campo de concentración de Auschwitz justo un día antes de su liberación».4 Según el general y los archivos del Estado Mayor Soviético, la liberación de Auschwitz no era un objetivo de guerra en ningún momento.5 Si ciertamente las autoridades soviéticas eran conscientes de la existencia de un asesinato en masa perpetrado contra los judíos en su propia tierra, y si circulaban ciertas informaciones sobre el proceso de exterminación llevado a cabo en Auschwitz,6 en ningún momento movilizaron tropas para ponerle fin. Existe el informe Vrba-Wetzler, que lleva el nombre de los dos deportados judíos eslovacos que lograron huir de Birkenau el 10 de abril de 1944, donde se describe la realidad del genocidio y al que tienen acceso los aliados occidentales en junio de ese mismo año. Sin embargo, es poco probable que el contenido de ese documento llegara hasta Stalin y fuera informado de la existencia de un campo en Auschwitz, según un informe del NKVD de Ucrania, presentado en la cumbre del partido en agosto de 1944, al parecer los oficiales al mando de las tropas no sabían nada del caso.
La mañana del 27 de enero, el 60.º ejército del primer frente ucraniano7 entra en contacto con las estructuras del complejo de campos de concentración y exterminación de Auschwitz. En combinación con los otros ejércitos soviéticos, «tenía que rodear esta región y forzar al ejército alemán a abandonar dichos territorios».8 La operación moviliza cuatro divisiones de infantería (100.ª, 107.ª, 148.ª, y 322.ª): la primera cruza el Vístula el 26 de enero. La mañana del sábado 27, los primeros exploradores de la división llegan al este de Auschwitz y descubren el campo de Monowitz, erigido por las SS cerca del inmenso complejo industrial de la «Buna».9 Por la tarde, llegan al campo principal (campo madre) de Auschwitz I y avanzan hacia Birkenau (Auschwitz II), según numerosos testimonios, se entablan duros combates, los soldados soviéticos se topan con una feroz resistencia por parte de las tropas alemanas. En su relato de los hechos, Albert Grinholtz10 deja entrever el modo en que algunos deportados del campo principal perciben los combates. «El 27 de enero el combate se libra junto al Soła,11 en la orilla que bordea el campo —escribe—. El cañón hace vibrar los bloques, el ruido se amplifica hasta el extremo». Hacia las 15 horas se escuchan ruidos de granadas que impactan en los muros del campo. A través de la brecha que han logrado abrir, los deportados ven entrar a los primeros soldados soviéticos empuñando sus armas; son “tropas de Asia”», recuerda él. Aunque al parecer la mayoría de las SS han abandonado el campo I,12 la violencia de los enfrentamientos y su proximidad no pueden ser más reales. Caen unos doscientos treinta soldados soviéticos y un número indeterminado de soldados alemanes. Antes de la guerra, Auschwitz (Oświęcim en polaco, Oshpitsin en yiddish) era una ciudad de unos 14.000 habitantes, cerca de un 60 % de los cuales eran judíos. Situada en la Galicia occidental, a unos sesenta kilómetros de Cracovia, la ciudad, anexionada al imperio austriaco en 1772 después de haber pertenecido a Polonia, se convirtió en un importante nudo ferroviario en el límite de la Alta Silesia, una región industrial y minera adscrita, tras el plebiscito de marzo de 1921, a la joven república de Polonia, nacida en 1918. Anexionada al Reich por la Wehrmacht tras la conquista de la parte occidental de Polonia a comienzos del mes de septiembre de 1939, se consolidó como uno de los destinos de población alemana que los nazis trataron de asentar en los confines orientales del Reich. En efecto, situadas en el Warthegau, que así se llamaba la parte de Polonia anexionada por el Reich alemán, Auschwitz y su periferia debían prestar obediencia a las leyes del Reich, y además eran consideradas parte integrante del espacio vital más apreciado por los nazis. Siguiendo la lógica de la Lebensraum vaticinada por sus teóricos, este espacio vital proporcionaría al pueblo alemán un territorio a la altura de sus pretensiones,13 y la anexión de Auschwitz al Reich favoreció la repoblación de colonos alemanes en las cercanías de un campo que empezó a desplegarse poco después de la llegada del invasor. Efectivamente, a principios de 1940, bajo el impulso de Himmler, se abre un campo de concentración en un antiguo cuartel de artillería polaco. En cuestión de pocos años el campo principal se amplía, el número de deportados crece a gran velocidad (en la primavera de 1942 ya son 42.000)14 y se despliega un imponente complejo de campos de concentración, entre ellos el de Birkenau, que se convierte en el centro de exterminio más mortífero de todos.15 Cuando el Ejército Rojo llegó a la ciudad, casi la totalidad de sus habitantes la habían abandonado, los judíos de Auschwitz habían sido deportados y la mayoría exterminados. Solo permanecieron en la ciudad algunos habitantes «útiles» a los ojos de la SS, es decir, los «activos» polacos empleados en las empresas alemanas que se habían instalado en el corazón del complejo.16
¿UN DESCUBRIMIENTO?
Cuando entraron en los distintos campos que componían el imponente complejo de Auschwitz, los soldados del Ejército Rojo descubrieron alrededor de entre 7.000 y 8.000 supervivientes, aunque el número exacto era difícil de verificar y las fuentes varían a este respecto.17 Este contacto con los campos de concentración, y sobre todo con los centros de exterminio donde fueron aniquilados los judíos europeos y los gitanos, no es algo del todo desconocido para los soviéticos. Desde la segunda mitad del año 1942, a medida que avanzan sus tropas, las autoridades soviéticas van adquiriendo conciencia de la magnitud, la violencia y la extrema mortandad de los fusilamientos masivos que tienen lugar en el frente occidental de la URSS a partir del mes de junio de 1941.18 «En un opúsculo publicado en 1941 por la editora del Gobierno soviético, la Gospolitizdat, con el título “La crueldad de los fascistas alemanes” aparecían informaciones sobre el asesinato de miles de personas en Lvov, Brest-Litovsk, Minks y en otros lugares».19 En noviembre de 1942, las autoridades soviéticas establecen una comisión de Estado especial para investigar los crímenes de guerra cometidos por «los ocupantes fascistas alemanes» en los territorios soviéticos ocupados (llamada «comisión especial»).20 La comisión aborda tres cuestiones mayores: los estragos causados a la economía soviética y los daños materiales, la explotación de la mano de obra soviética por los trabajos forzados y el terror contra la población soviética, que incluye el asesinato de judíos. Esta comisión tiene por objeto recabar pruebas incriminatorias y perseguir a los responsables del terror. De forma inexorable, la liberación de los territorios ocupados por los nazis revela la magnitud de las matanzas de las cuales los judíos fueron víctimas.21 En la primavera de ese mismo año 1942, Stalin promueve la creación de un comité antifascista judío cuyo objetivo sería denunciar las violencias sufridas por los judíos, y, sobre todo, recabar el apoyo de sus correligionarios occidentales. Este comité, que contaba con un periódico en yiddish llamado La Unidad, en el que se relataban las atrocidades perpetradas por los invasores y se lanzaban proclamas en favor del esfuerzo bélico, cuenta con miembros eminentes de la comunidad judía de la URSS, tales como el cineasta Serguéi Eisenstein y los escritores Iliá Ehrenburg y Vasili Grossman. Estos últimos siguen al Ejército Rojo por Ucrania y Polonia, al ritmo de su inexorable avance a través de Europa oriental y central, a medida que este repele a las fuerzas del Eje. Así, a lo largo de los meses, se dedicarán a recopilar numerosos testimonios y a constatar con sus propios ojos, las dimensiones del crimen, en particular a medida que entran en contacto con las poblaciones donde ha habido fusilamientos masivos y con los centros de exterminio.22