Bendito estrés - Andrés Martín Asuero - E-Book

Bendito estrés E-Book

Andrés Martín Asuero

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Beschreibung

Hace veinte años, Con rumbo propio trajo a España la revolución del mindfulness a través del programa MBSR de reducción de estrés con evidencias científicas, un entrenamiento que, con el paso del tiempo, se ha convertido en la referencia mundial de cómo un programa de mindfulness puede cambiarte la vida. Con la experiencia de estos años, avalada por más de diez mil personas que han completado con éxito el programa, más de una docena de estudios científicos publicados y más de mil profesionales formados en España, Andrés Martín Asuero hace ahora una rigurosa puesta al día de su metodología. Así, Bendito estrés integra los últimos descubrimientos de la neurociencia, las ventajas de las terapias psicológicas de tercera generación y su conexión con las prácticas contemplativas budistas. Respetando el método del doctor Jon Kabat-Zinn, del Centro Médico de la Universidad de Massachusetts, con quien se formó el autor, este libro es una guía práctica y amena para convertir el estrés en una oportunidad, en un motor de cambio personal que te ayude a desplegar tu mejor versión. Bendito estrés aborda la reducción de estrés desde una perspectiva accesible y experimental, y ofrece ejemplos y aplicaciones para la vida cotidiana, además de explicaciones, causas y consecuencias de este problema tan extendido. Con este entrenamiento podrás reducir la reactividad, responder mejor a los acontecimientos y así crear la vida que te gustaría vivir.

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Bendito estrés

Transformando tu malestar en oportunidades

Dr. Andrés Martín Asuero

Trigesimosegunda edición en esta colección: mayo de 2024

© Andrés Martín Asuero, 2024

© de la presente edición: Plataforma Editorial, 2024

Plataforma Editorial

c/ Muntaner, 269, entlo. 1ª – 08021 Barcelona

Tel.: (+34) 93 494 79 99

www.plataformaeditorial.com

[email protected]

ISBN: 978-84-10079-86-1

Diseño de cubierta: Pilar Eme

Fotocomposición: Grafime

Reservados todos los derechos. Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos. Si necesita fotocopiar o reproducir algún fragmento de esta obra, diríjase al editor o a CEDRO (www.cedro.org).

Solo tienes derecho al acto y no a sus frutos.

Nunca consideres que eres la causa

de los frutos de tu acción, ni caigas en la inacción.

Bhagavad Gita

A mis padres, que me han dado tantas oportunidades.

A mis hijos, Ander y Toya, que me enseñan lo que es importante en la vida.

Índice

Nota del editorNota del autorPresentación1. Bendito estrés. Cómo transformar el malestar en una oportunidad que te cambie la vida2. La conciencia plena y la reducción de estrés3. Las percepciones y la realidad4. Emociones en acción5. El estrés y el sufrimiento humano6. Reaccionar o responder al estrés7. Previniendo daños colaterales I8. Previniendo daños colaterales II9. La gestión del tiempo y los objetivos en la vida10. Plan de acción: del síndrome de sacrificio al ciclo de renovaciónEpílogo. La extraordinaria decisión de sir GawainApéndice 1. No pain, no gain, cómo cultivar la actitud correctaApéndice 2. Meditaciones guiadas con este libroApéndice 3. Tu plan de entrenamiento de mindfulnessApéndice 4. Seis razones para hacer un retiro de mindfulness en silencioApéndice 5. Evidencias científicasApéndice 6. Economía y conciencia: el poder del mindfulness aplicado al dineroApéndice 7. Mindfulness en las transiciones de la vidaApéndice 8. Mindfulness en las empresas, desmontando nueve mitosApéndice 9. ¿Funciona el mindfulness online?Apéndice 10. Cursos y recursos para inspirarse o seguir aprendiendoAgradecimientos

Nota del editor

En el verano de 2007, Plataforma apenas tenía unos meses de existencia. Toda la editorial consistía en un despacho alquilado, una mesa, dos sillas y mucha hambre de crear futuro. Una mañana calurosa de julio, la recuerdo muy bien, recibí allí a Andrés Martín Asuero, a quien un amigo me había sugerido que contactara. Lo único que sabía de él era que había estudiado un nuevo campo de conocimiento llamado mindfulness, algo muy poco conocido en nuestro país.

Era un momento en el que el futuro de mi empresa estaba aún por revelarse (todos los comienzos son así), y yo abordaba cada proyecto con cautela e ilusión a partes iguales. Triunfaban las ganas de descubrir conocimiento valioso.

Esa mañana me bastaron unos minutos de conversación con él para saber que estaba ante alguien que sabía algo valioso y que merecía ser mejor conocido. Había dejado atrás su carrera y se había ido a Estados Unidos para descubrir las técnicas de atención plena de la mano de Jon Kabat-Zinn, el fundador de lo que hoy conocemos como mindfulness, y había regresado a España para divulgar la disciplina aquí y en Latinoamérica.

Le pregunté, entre muchas otras cosas de nuestra conversación y mutuo descubrimiento: «¿Cuáles son tus próximos pasos?».

Me respondió que quería escribir su tesis doctoral sobre el tema. Le sugerí que, además de escribir su tesis doctoral, por qué no concedía a sus posibles nuevos seguidores futuros unos meses de su vida —antes de escribir la tesis— y escribía un libro con el que podría llegar a miles de lectores.

Así sucedió. Hoy, Con rumbo propio va por su 31.ª edición y millares de ejemplares vendidos e ilumina el camino a Bendito estrés, este nuevo volumen que amplía, completa y actualiza el mensaje que aquel nos brindaba. Con rumbo propio era un libro de espíritu terapéutico, pensado como respuesta ante problemas puntuales de estrés y malestar. El título que tienes en las manos, por el contrario, nos propone cambiar la forma en que vemos la vida y nuestro modo de transitarla. Nos invita nada menos que a un cambio vital.

Cuando miro atrás, me doy cuenta de que esa mañana de julio supimos, creo que ambos, que el destino de ese libro y el de mi editorial estaban ligados. Aquel encuentro fue un momento bonito en las dos trayectorias que, voluntariamente, convergían. Para Andrés, Plataforma se convirtió en el altavoz con el que pudo dar a conocer el mindfulness en nuestro país; para Plataforma, señaló un rumbo que intentamos seguir con cada libro de nuestro catálogo. Cuidar a la sociedad, cuidar a las personas que forman parte de ella, es quizá la única forma de ennoblecer aún más el oficio de hacer libros. Y si eres un editor con suerte, encuentras en tu camino compañeros de viaje como Andrés Martín Asuero para hacerlo posible.

Me alegra que siga en nuestro catálogo.

JORDI NADAL Editor y fundador de Plataforma Editorial

Nota del autor

Aquella tarde del verano de 2007, yo llegué al despacho de Plataforma desde Mallorca, donde residía y hacía mis pinitos en mindfulness. Era la primera vez que conocía a un editor, gracias a que otro autor, Rafael Santandreu, ahora famoso escritor y también amigo, le había hablado de mí. Yo estaba en mi particular reconversión profesional de directivo a facilitador de entrenamientos de mindfulness, algo desconocido entonces. Intentaba salir adelante con todos mis recursos y pensaba que el camino pasaba por un reconocimiento académico. Jordi me propuso el libro y me volví a Mallorca pensando cuánta gente tenía un libro y no encontraba editorial, mientras que yo, sin buscarlo, podía publicar, pero no sabía si podría hacer un libro.

Me pregunté: ¿con que intención debía escribir un libro? Me pareció que, si lo escribía, el programa MBSR de reducción de estrés podría estar disponible de esta manera para mucha gente. Pero me volví a hacer la pregunta, y esa segunda vez se me ocurrió que, además, el libro sería una forma de agradecer a todas las personas que me habían facilitado esta nueva ocupación. Me imaginé regalándoles un libro dedicado como muestra de aprecio. Inmediatamente, estaba escribiendo la página de agradecimientos y me emocioné. Pero luego no me pareció suficiente, el miedo volvió a tomarme y me pregunté: ¿qué autoridad tengo yo para escribir un libro sobre estrés? No era psicólogo ni profesor. Entonces advertí que sí tenía una experiencia vital suficiente: había sufrido estrés y lo había gestionado, y pensé que eso valía y recogí mi testimonio como introducción. Me pareció que estaba listo para el desafío. En un par de días monté la estructura del libro siguiendo el programa MBSR y le mandé a Jordi esta muestra, la introducción, el índice y los agradecimientos. Me respondió simplemente con un contrato y aquí estamos, quince años después, celebrando este encuentro. Nunca pensé que el libro tendría tanta vida ni que sería tan importante para mí.

Gracias, Jordi, de verdad, por la confianza.

Presentación

Quién soy yo para hablar de esto

Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente, enfrentarme solo a los hechos esenciales de la vida y ver si podía aprender lo que la vida tenía que enseñar, para no descubrir, cuando tuviera que morir, que no había vivido.

No quería vivir lo que no fuera la vida, pues vivir es caro, ni quería practicar la resignación a menos que fuera completamente necesario.

HENRY D. THOREAU1

Hay momentos en los que te das cuenta de que tu vida está dando un vuelco y que se desvía irreversiblemente del plan previsto. Notas una fuerza arrolladora, como un remolino que te arrastra sin saber bien hacia dónde te llevará. A mí me ocurrió en una tarde de noviembre en Madrid, hace ya más de veinte años. No se me olvidará fácilmente porque me acababan de despedir de la empresa que dirigía. Salí del prestigioso despacho de abogados completamente solo, esta vez nadie me acompañó a la puerta. Bajé a la calle y la soledad se empapó de la lluvia que caía. Hacía frío y no había gente en la calle. Estaba un poco aturdido y no tenía adónde ir a esa hora. Me refugié en una cafetería, donde tampoco había nadie. Todo tenía un aire irreal, como de un sueño, las cosas poseían una presencia diferente.

El tiempo fluía con dificultad, no pasaba nada fuera mientras en mi cabeza todo bullía. Era como si estuviera metido en una película, donde yo representaba mi papel, pero queriendo creer que lo que estaba ocurriendo no era cierto. Mi mente volvía a rebobinar, proyectando una y otra vez toda la historia, hasta pararse bruscamente en ese momento. Luchaba en vano por encontrar el lugar donde estaba el error, cuándo se perdió todo, e intentaba pensar cómo reparar el daño. Mi mente, tan habituada a proyectar escenarios futuros con beneficios, se veía ahora incapaz de imaginar el futuro, no había ningún beneficio, era una pérdida.

Mi carrera había sido rápida. Mientras estudiaba biología, busqué mejorar mis posibilidades de empleo trabajando en verano y sin sueldo en una piscifactoría. Resultó que las truchas que allí criaban sufrían una epidemia y querían probar una vacuna importada para acabar con la mortandad, algo innovador en España. Me encargaron supervisar el proyecto y fui testigo de cómo, a las pocas semanas, los peces se curaron. Me pareció una experiencia fascinante, la ciencia demostraba allí todo su valor. De vuelta a la universidad compartí mi vivencia con uno de mis profesores más admirados, quien me animó a intentar desarrollar una vacuna similar. Siguiendo sus instrucciones, mejoramos la versión comercial estadounidense, y patentamos la nueva fórmula. Era la primera vacuna de peces producida en España y podía competir en precio y servicio con las importaciones. No era un gran negocio, claro, el mercado era minúsculo, pero para un joven emprendedor era un sueño. Empecé a fabricar la vacuna en el laboratorio con la ayuda de un buen amigo. Esta innovación atrajo el interés de una multinacional fabricante de alimentos para peces, que me ofreció un contrato antes de que me dieran las notas del último curso. Dejé la producción de vacunas a mi amigo y me centré en la nutrición de peces: empezaba mi carrera profesional.

Comencé a trabajar como técnico nutrólogo, que a los dos años se amplió con la dirección comercial. Después, mi jefe sueco decidió que quería volver a casa para jubilarse. Para facilitar su camino me matriculó en un MBA y me preparó para dejarme a cargo de la empresa sin haber cumplido veintiocho años. La empresa marchaba bien y con una renovación en la central, en Estocolmo, me premiaron con un puesto en el comité ejecutivo de la multinacional, que compaginé con mis responsabilidades en España. En los ocho años siguientes la ilusión y el cariño que pusimos en el proyecto nos permitió tener un gran crecimiento y pudimos levantar una fábrica nueva. Ello nos dio muchas satisfacciones y recibimos dos veces la medalla de oro de la cámara de comercio local.

No todo era de color de rosa, claro. Alternamos años muy rentables con otros no tanto, pues al fin y al cabo nuestro negocio era cíclico. Sin embargo, por un cambio de estrategia, la empresa se vendió y yo pasé a depender de un grupo holandés. No me encontré tan a gusto con los nuevos dueños, así que después de cumplir con mi compromiso de asegurar la transición, decidí moverme.

Buscando un cambio de vida radical, pasé a dirigir la más prestigiosa empresa de cultivos marinos de España, filial de otra multinacional, esta vez noruega. Los conocía bien porque eran uno de nuestros mejores clientes. Tenían una organización poco clara, pero solidez financiera, tecnología puntera y muy buen ambiente. Mi misión consistía en organizar una expansión rápida en España para consolidar cinco filiales. Yo llevaba casi tres años trabajando con ellos cuando me rescindieron el contrato, a pesar de que los resultados habían sido mejores de lo previsto. La razón fue una crisis en una de las filiales donde no seguí las órdenes de mi jefe, que iban contra mis principios, lo que se sumó a algunas resistencias internas a mi estilo de trabajo, que fraguaron el fin de mi carrera.

Mi trabajo me apasionaba, pero sufría estrés, aunque entonces no lo sabía y probablemente lo hubiera negado, claro. Cómo iba a reconocer esa debilidad, cuando todo parecía ir tan bien. Es como si uno no fuera capaz de soportar la presión; una presión, por cierto, que muchas veces yo mismo generaba, como descubrí más tarde. También había otras razones, viajaba mucho, pasaba una semana de viaje de cada dos y tenía que gestionar multitud de problemas, muchos de ellos crónicos, que nunca se resolvían del todo. Pero, así y todo, no era nada extraordinario para un puesto de responsabilidad como el mío. No obstante, a pesar de tener el trabajo que todo biólogo hubiera deseado tener, mi cuerpo acusaba la tensión. Dormía mal cuando estaba de viaje, estaba muy delgado, mis digestiones eran difíciles y mis intestinos protestaban a menudo. Notaba un dolor frecuente en la zona lumbar que no se curaba con gimnasia y necesitaba algunos masajes. Tenía el colesterol alto a pesar de no tomar muchas grasas y mis esfuerzos para corregirlo con la dieta no funcionaban. Mentalmente estaba siempre enganchado al trabajo, no desconectaba fácilmente y enseguida aprovechaba ratos de espera en aeropuertos o en mi tiempo libre para trabajar. Mi mente se deslizaba constantemente en territorios del futuro planificando, presupuestando, ideando, proyectando. La verdad es que mi trabajo me gustaba, pero ahora sé que resultaba demasiado absorbente y que me perdía muchos momentos dulces de la vida.

Todo eso se había terminado mientras bebía una tónica en la soledad de la cafetería en esa tarde oscura, sin trabajo por primera vez en mi carrera. Ya no pensaba en nada de esto. Estaba en estado de shock. ¿Qué puedes hacer cuando la vida vuelca de repente?

Llamé a mi mejor amigo en la empresa, que me dio su apoyo, pero naturalmente se alarmó mucho. Decidí no llamar a nadie más. Mis padres se preocuparían —tenía dos hijos que mantener—, de modo que se lo diría en su presencia. Me sentía injustamente tratado y, a la vez, avergonzado. Creía que mis decisiones habían sido adecuadas, aunque quizá no las había explicado bien. Pero ¿mis éxitos no superaban con creces mis errores? La respuesta del presidente era desproporcionada, pensaba, pero había sido amable y estaba en su derecho. Afortunadamente, tenía un contrato que me indemnizaba, era un consuelo y una oportunidad, una lucecita que marcaba una dirección hacia donde orientar mis energías.

Desde el punto de vista de reducción de estrés, esa noche tomé algunas decisiones acertadas. No fui a un hotel, sino a casa de un primo, buscando calor humano. No le dije nada para evitar hablar más del problema y aumentar mi ansiedad. Me centré en sus asuntos y hablamos de la familia. No dormí casi nada esa noche, pero al día siguiente conseguí empezar a ver la oportunidad que se me presentaba. Decidí firmemente que utilizaría dos años que tenía de margen para explorar una nueva profesión donde pudiera integrar mejor mis intereses personales. Hacer algo donde poner todo mi corazón y dejar que la remuneración fuera un resultado natural de mi contribución. Tenía que encontrar una ocupación mejor de la que había perdido: ese era el desafío. Aún no tenía cuarenta años, podía reinventarme, podía volver a empezar. Así empecé a sentirme mejor.

Tres meses después, cuando acabé con mis obligaciones laborales y cobré el cheque, fui a la India como ritual de paso a una nueva vida. Marché solo e ilusionado con la idea de hacer un curso de meditación Vipassana de diez días con un famoso maestro en régimen de retiro. Era una técnica que practicaba desde hacía años y se había vuelto un pilar fundamental para dar equilibrio a mi vida. Sin embargo, el viaje no resultó un paso hacia la paz mental ni un baño de santidad como hubiera querido, sino que se pareció más bien a una visita al infierno.

Al comenzar el curso, noté unas manchas rojas e hinchazón en los genitales, que atribuí a algún tipo de picadura de insecto. Pero poco a poco las ronchas se fueron extendiendo por el cuerpo y la cara, con abundantes picores. Yo pensaba que quizás era alguna reacción psicosomática y que mi piel estaba acusando el estrés de los meses anteriores. No obstante, como la situación empeoraba, al cuarto día pedí ayuda al médico del centro y me recetó una pomada contra la alergia. El sistema inmune está relacionado con el estrés y hay ciertas enfermedades en la piel de tipo alérgico con esta causa; pensé que tenía que tranquilizarme. Sin embargo, la pomada aumentó la hinchazón y dos días después tenía la cara deformada y casi no podía dormir. Me cambiaron la medicación. Empezaba a tener mal aspecto, comía poco y me encontraba abatido, triste y solo. Estar en silencio no ayudaba nada. No conocía a nadie en el retiro y no me atrevía a salir del centro porque estaba muy débil. Empecé a preocuparme: quizá tenía una enfermedad rara; consideré la posibilidad de que mi vida podía acabarse allí.

Me arrepentí de muchas cosas que había hecho y, en concreto, pensé que tenía que mejorar la relación con mis hijos preadolescentes, darles más cariño y exigirles menos. Pedir perdón y perdonarme me tranquilizó bastante, pero mi cuerpo seguía sin reaccionar. Como me sentía cada vez mejor conmigo mismo, a pesar del empeoramiento de mi salud, empecé a pensar que no podía ser un problema psicosomático. Al noveno día pedí la consulta de otro médico, que indicó que quizá fuera sarna, pero que era poco probable, y me dio antibióticos por si tenía una infección de la piel. Estaba preocupado porque había probado ya cinco medicinas distintas, sin éxito.

Lo de la sarna me sonó a Edad Media, cuando se sufría de esos parásitos que excavan galerías por la piel, pero no tenía referencias de nadie que los tuviera. No obstante, esa noche, en un momento de sueño entre ratos de intensos picores, se me apareció una ilustración de uno de mis libros de biología con la sarna. Me desperté convencido de que esa era la respuesta. Me ilusionó saber que un bicho, y no una enfermedad extraña, era la causa de mis males. A la mañana siguiente concentré mis pocas energías en curarme la sarna con un tratamiento local y en hervir la ropa que necesitaba para volver. Después inicié el viaje de vuelta, con tantas ganas como con las que había partido.

De vuelta a casa, después de recuperarme, tomé contacto con la realidad de un parado. No me llamaba nadie, no había mensajes electrónicos; en realidad, no tenía ninguna función en la sociedad, no era productivo y no sabía muy bien cómo iba a volver a serlo. Estaba en paro, sentado en el banquillo de la vida viendo como otros «jugaban el partido». Me preocupaba mi futuro. Sabía lo que no quería hacer, pero no tenía claro en qué podía trabajar de forma remunerada. Buscando inspiración, asistía a conferencias sobre asuntos sociales y espirituales.

En una de esas charlas oí a una profesora de la universidad que me impresionó, le pedí una cita y le expuse mis intenciones. Ella me propuso ir a Massachusetts para estudiar reducción de estrés con Jon Kabat-Zinn. Ir a estudiar a Estados Unidos había sido uno de mis sueños, era un país que conocía y que apreciaba. Kabat-Zinn era biólogo y enseñaba una técnica de meditación que yo conocía bien de mi reciente e intenso viaje a la India, donde trabajé a fondo esa misma técnica. Pensé que estaba hecho a mi medida, solo tenía que ir y probarlo.

Así, me fui a Massachusetts, donde la clínica de reducción de estrés resultó ser un lugar excepcional por el tipo de gente que allí trabajaba, mostrando simpatía y cariño a las personas. Volví con suficiente material y método para empezar, además de la bendición de mis profesores, que me animaron a tomar esta carrera profesional. Ya tenía una herramienta y una gran ilusión, pero estaba por ver si esa técnica funcionaría en Mallorca, donde entonces vivía.

Sin tener que peregrinar por muchos despachos, un médico me ofreció la oportunidad de hacer un curso con su equipo, en la unidad de cuidados paliativos, lo que nos permitió replicar los resultados de Estados Unidos. Con estos datos presentamos un póster en un congreso de medicina y en otro de riesgos laborales. La técnica funcionaba. Ahora quedaba por ver si podía ganarme la vida con ello.

Vender formación no reglada, como independiente y empezando de cero no es fácil. El mundo de la salud donde intentaba introducirme estaba muy protegido, y como biólogo autónomo es casi inaccesible. Intenté en muchos sitios y el asunto se movía muy despacio. Un año después de volver de Estados Unidos, a pesar de poner mis mejores esfuerzos, no veía una estabilidad laboral y mi subsidio de desempleo se estaba acabando.

Poco después, las cosas empezaron a cambiar. Un equipo de surf profesional me contrató y la experiencia salió en una revista con preciosas fotos; luego, un curso en San Sebastián con buena cobertura mediática se llenó. Más tarde una consultora en Madrid me propuso asociarme con ellos. Después me contrataron para entrenar al Desafío Español para la Copa América de vela, lo que me dio cierta fama. Así, poco a poco, se llenó mi agenda y mis ingresos se estabilizaron. Mi cuerpo también respondió. Mis descansos mejoraron, el dolor lumbar se desvaneció, las digestiones cambiaron, el intestino funcionaba como un reloj, las manchas blancas de las uñas desaparecieron y sin darme cuenta gané diez kilos y el colesterol bajó. Estaba encantado con mi nueva ocupación y mi cuerpo rebosaba salud. Disfrutaba más de la vida porque no pensaba siempre en el trabajo, ni en proyectos. Ahora valoraba cosas sencillas: el sol, el monte, el mar, el placer de estar donde quieres estar, el momento presente. Me di cuenta de que mi vida había cambiado.

Me he tomado la licencia de contar aquí mi historia para presentarme; no soy gurú ni erudito, solo pretendo aportar algo desde mi experiencia personal. También sirve de ejemplo para ilustrar cómo actúa el estrés en momentos de crisis y cómo el cambio es posible. Cuando la vida da un vuelco, puede estar indicándote el camino hacia algo mejor, como ha sido en mi caso.

Esta es mi aventura en «la gran catástrofe de la vida», como dice Kabat-Zinn en su libro.2 Es cierto que estos cambios no son fáciles ni agradables, pero al final del recorrido, cuando puedes conectar los puntos, te das cuenta de que ese camino te estaba esperando y que ha merecido la pena.

Aclarado este punto, no hablaré mucho más de mi vida. Las siguientes páginas son una idea fundamental: el estrés en sí no es malo, es la reacción natural del cuerpo y de la mente a una amenaza. Podemos convertir el estrés en algo bueno si atendemos esta señal y damos un cambio de rumbo a la vida. De eso va este libro: cómo dejar de reaccionar al estrés y empezar a responder de forma eficaz, con sabiduría.

En las siguientes paginas veremos cómo hacer del estrés algo bueno en tu vida con ayuda de una metodología, la del curso MBSR, que son las siglas de Reducción de Estrés Basada en Mindfulness. Un programa de entrenamiento desarrollado en el Centro Médico de la Universidad de Massachusetts hace más de cuarenta años y que tiene amplia evidencia científica. El MBSR es un entrenamiento del cuerpo y la mente que se puede aplicar fácilmente a la vida cotidiana y que espero que te resulte inspirador.

Mindfulness es un término inglés, popularizado en España. Aquí usaré también conciencia plena, presencia plena o atención plena como sinónimos. Espero así poder explicarme mejor.

Estructura del libro y los entrenamientos de mindfulness

En la edición de Con rumbo propio mi intención era ofrecer una posibilidad de hacer el entrenamiento MBSR a quienes no pudieran venir a mis cursos presenciales. Estábamos en 2007 y entonces ¡no había cursos de mindfulness online en el mundo! Ese libro ofreció a miles de personas la oportunidad de introducirse en la práctica de mindfulness. Ahora hay multitud de recursos en línea, pero creo que un libro sigue siendo una forma tremendamente eficaz de aprender algo y así lo ha demostrado Con rumbo propio en sus más de treinta ediciones, a lo largo de quince años.

En esta edición hemos incluido varias mejoras como son las meditaciones guiadas. Ahora puedes descargarte diez audios de unos veinte minutos cada uno, algunos son solo meditaciones y otros son también explicaciones complementarias. Las verás en el apéndice 2 y es un curso de resiliencia en sí mismo que complementa y enriquece el libro. Lo puedes hacer durante su lectura o después.

Además del libro hemos incluido un 40 % de material nuevo en forma de apéndices, que no estaba en Con rumbo propio. En esta parte te ofrecemos aspectos monográficos del mindfulness, aplicaciones o herramientas. Estos temas los puedes abordar a tu gusto, para hacer «tu itinerario personalizado de aprendizaje».

Con todo ello, esta edición de Bendito estrés te ofrece dos posibilidades de lectura. Puedes leer primero el libro y después lo conviertes en un plan de entrenamiento. La otra opción es hacer que la lectura ya sea un entrenamiento con uno de estos tres niveles de compromiso con la práctica:

Nivel interesado - Puedes leer capítulo a capítulo, a tu ritmo, y al final de cada uno verás unas ideas para practicar complementarias al contenido y que siguen el itinerario del programa MBSR. Luego escuchas los audios de resiliencia del apéndice 2.

Nivel practicante - Debes leer capítulo a capítulo, pero siguiendo un ritmo semanal, y lo complementas con las prácticas al final del capítulo y las meditaciones guiadas del apéndice 2, siguiendo el esquema del apéndice 3, donde dice «Entrenamiento bendito estrés».

Nivel MBSR - Debes leer capítulo a capítulo, siguiendo un ritmo semanal y haciendo las prácticas al final del capítulo y las meditaciones guiadas del MBSR, siguiendo el esquema del apéndice 3, donde dice «Entrenamiento MBSR».

El siguiente capítulo te explica por qué el estrés no es tan malo como pensabas, y aunque sea desagradable y haya sido un problema para ti hasta ahora, no te preocupes, vamos a darle un valor. En las siguientes páginas, verás cómo cultivar una mente sana, bella y eficaz con la que desplegar la mejor versión que hay de ti mismo. Recuerda el dicho:

No puedes volver atrás y hacer un nuevo comienzo.

Pero sí puedes hacer un nuevo final.

1.Bendito estrés. Cómo transformar el malestar en una oportunidad que te cambie la vida

Una de las mayores fuentes de estrés en la vida es intentar ser alguien diferente a quien eres, o vivir la vida que otros esperan de ti. Yo mismo, si miro a mi época de mayor estrés, me reconozco viviendo una vida fragmentada. En el MBSR las personas reconectan con quien realmente son y exploran qué vida les gustaría vivir. Por eso no es exagerado decir que los cursos MBSR de reducción de estrés cambian la vida de las personas. Sus testimonios son conmovedores y hay un patrón emergente que es este: cuando una persona se da cuenta de lo que le ocurre y decide afrontarlo con honestidad y disciplina, se encuentra que tiene más recursos de los que creía y que hay un camino para el bienestar. No es fácil, ni es rápido, pero funciona bastante bien y en cuatro o cinco semanas de entrenamiento se empiezan a ver cambios que notan las personas de su entorno.

Una matización previa. Es cierto que cuando una persona se enfrenta a una tarea desafiante como una fecha límite justa, un cierto nivel de estrés puede aumentar el enfoque, la atención y la productividad. En ocasiones, las personas se crecen con las dificultades y la adrenalina les empuja a trabajar más duro y esforzarse por obtener mejores resultados. Pero esto no ocurre siempre, en otras ocasiones el estrés deja de ser un mecanismo que actúa en tu beneficio para terminar por desgastarte sin conseguir el resultado esperado.

Cuando hablo de estrés, me refiero a la experiencia de sentirse abrumado/a o sobrecargada/o, un agobio que dificulta la concentración y el enfoque en las tareas cotidianas. Afecta a la salud y al talento en el trabajo. Frecuentemente implica irritabilidad, impaciencia o desconexión social. También genera otros efectos, como tener dificultades para conciliar el sueño o comer en exceso, o, por el contrario, perder el apetito. A la larga, puede llevar a cuadros de ansiedad o diversas enfermedades crónicas. En fin, una situación muy desagradable, que se va instalando poco a poco y que parece una situación inevitable, resultado de acontecimientos externos. ¿Te resuena?

Entonces, si el estrés es tan desagradable, ¿dónde está la bendición?

El estrés no ocurre por azar, sino que es el resultado de una serie de causas, algunas aleatorias, junto con circunstancias personales que a su vez se convierten en fuentes de estrés. Por ejemplo, un matrimonio se va desconectando porque los intereses de la vida cambian, eso es natural, cuando te casas no puedes predecir cómo evolucionarán los intereses personales de cada uno con el tiempo. Ante este hecho (causa), la pareja en vez de hablarlo y adaptarse, se distrae con otras cosas como el trabajo o el ocio, sin afrontar el problema (circunstancia personal). La distancia entre ambos crece y el tema se complica, quizá con infidelidades o mal ambiente, lucha de poderes y desacuerdos constantes. Es verdad que el pasado fue feliz, pero el presente es estresante y el futuro preocupante. La situación se puede alagar mientras ninguno sea consciente de que en la relación se comportan como zombis, dirigidos por un estrés crónico, que hace más daño que bien.

Es entonces cuando, como Neo en la película Matrix, se puede seguir en la negación, anestesiado (con alcohol, adicciones, televisión, ficción, etc.) o incluso cultivar el pensamiento mágico de que la situación se arreglará sola. Por el contrario, siguiendo el ejemplo del film, una persona puede tomar la pastilla roja como hace Neo y reconectar con la vida real. Hace falta coraje y un esfuerzo importante y sincero, no exento de riesgos. Si el tema matrimonial no te resuena, puedes adaptar el ejemplo al estrés laboral, o al estrés financiero…, o investigar tus causas y verás que la vida te está pidiendo que dejes de hacer unas cosas y empieces a orientarte hacia otras.