Bibliotecas y escuelas - Elisa Bonilla - E-Book

Bibliotecas y escuelas E-Book

Elisa Bonilla

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Beschreibung

Una obra de referencia para cualquier persona interesada en elevar la calidad de la educación. En los últimos años se ha insistido en la importancia de las bibliotecas escolares como un instrumento renovador de las prácticas pedagógicas. De manera paralela, el poder de las bibliotecas, su función y misión están seriamente cuestionadas por los avances en las nuevas tecnologías. Este libro colectivo analiza la importancia de la biblioteca y los bibliotecarios en una sociedad que requiere cada vez más ser educado para discernir y localizar información.

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Presentación

¿Por qué publicar un libro sobre bibliotecas y escuelas? El tema de este libro pone sobre la mesa cuestiones tan importantes para nuestros países como la educación universal, la democratización, la igualación de oportunidades, el acceso a la información o el estado de derecho. Sin embargo, en nuestro idioma ha sido poco y muy superficialmente discutido –y aun menos investigado– el papel que juegan en la actualidad las bibliotecas en la formación de una ciudadanía plena y democrática. Tal vez sea porque la mayoría de estas cuestiones son tareas pendientes en nuestros países.

No es que hayan faltado en nuestro idioma grandes defensores de la centralidad de las bibliotecas en la educación. Basta recordar a Giner de los Ríos, a Sarmiento, a Vasconcelos o a José Gaos, quienes las concibieron como escuelas en sí mismas. Pero en contraste con sus posturas han prosperado otras que, sin rechazarlas frontalmente, relegan la centralidad o importancia de las bibliotecas y las conciben más como “una tarea a cumplir cuando se disponga de más recursos y haya necesidades menos apremiantes” que como un elemento sustantivo de una educación de calidad.

En los años en que la prioridad de la educación era la alfabetización universal se decía que antes había que enseñar a leer, crear aulas o incluso cubrir las necesidades alimenticias de los alumnos. Cuando se comprobó que la mera alfabetización no asegura la formación de lectores competentes y que la falta de competencia lectora incrementa la deserción escolar, surgieron con nuevo ímpetu proyectos de dotación de acervos impulsados por gobiernos, organismos internacionales y, en un nivel más pequeño, por las propias escuelas. Para quienes los impulsaron era evidente que nadie puede aprender a leer sino leyendo textos “reales”, es decir algo más que planas y manuales escolares. Era importante abrir la puerta de las escuelas a libros que sólo circulaban en librerías, lejos del alcance de la mayoría.

Ahora, aunque todavía la alfabetización universal no se ha cumplido y aún hay una inmensa cantidad de niños y jóvenes que cursan sus estudios sin haber tenido en su poder libros, falazmente se presenta el dilema como la oposición libros vs nuevas tecnologías. Es común que en la defensa de cada uno prime la confianza en los objetos (libros, computadoras) más que en las prácticas que se dan a través de éstos. Y, por consiguiente, que tanto en la discusión como en la formulación de programas, se soslaye los diferentes elementos que dan o restan valor a esos objetos culturales en el proceso educativo. Una consecuencia funesta de este olvido es el desaprovechamiento de esfuerzos e inversiones que se realizan para acercar a niños y jóvenes lo mismo a los libros que a las nuevas tecnologías.

Los vaivenes y oscilaciones en los programas, la contradicción entre la aceptación teórica y la indisponibilidad de recursos, o incluso la aparente oposición entre libros impresos en papel y nuevas tecnologías, son prueba de la necesidad de replantear la cuestión desde una perspectiva más amplia y compleja, en la que se retorne a las cuestiones esenciales y de manera simultánea se aborden las formas de operación. Regresar a las preguntas básicas es la mejor guía para orientarse en las disyuntivas que enfrentamos.

¿A qué debemos llamar hoy una biblioteca?

En la práctica hay por lo menos tres definiciones. Es un acervo de obras, un recinto donde se resguardan los libros o bien es un sistema que pone en circulación información y textos de diversa índole para responder a (o descubrir) necesidades de saber y esparcimiento de una comunidad.

¿Para qué sirve una biblioteca? ¿Cuál es o debería ser su función? O incluso, ¿qué función deben desempeñar las instituciones educativas en una sociedad donde abunda la información y escasea el conocimiento?

Ninguna de estas y otras preguntas fundamentales admite una sola respuesta. Pero, sin plantearlas, no se pueden resolver cuestiones aparentemente prácticas como la conformación de los acervos, el perfil del personal, las atribuciones y responsabilidades de los bibliotecarios, la interrelación entre éstos y el resto de los integrantes de la comunidad educativa, como son los profesores, directivos, estudiantes o maestros.

Los que coordinamos este libro estamos convencidos de la importancia de las bibliotecas (escolares, de aula e incluso públicas) en la educación, y de su papel fundamental en países lacerados por la desigualdad, en los que es insuficiente asegurar la ampliación de la cobertura escolar o incrementar los niveles de escolaridad para lograr una “educación de calidad con equidad”. Frase cada vez más vacía de sentido porque abunda más en el discurso y la retórica que en las acciones concretas.

Creemos también que las bibliotecas escolares y sus bibliotecarios tienen mucho que aportar para que la escuela forme ciudadanos de la cultura escrita (es decir personas que puedan comprender diversos tipos de textos, localizar y discernir información, cotejarla, participar en una discusión, producir textos en diferentes medios), que participen activamente en un mundo complejo. Por ello, insistimos en que más allá de un espacio y una colección de documentos, la biblioteca significa servicios, y éstos exigen un personal. A su vez, una biblioteca posibilita otro tipo de relación con el conocimiento. Nuestra convicción es que un espacio así es necesario para consolidar los esfuerzos e inversiones realizados y para incrementar sus beneficios.

También consideramos que las nuevas tecnologías brindan formidables oportunidades de alcanzar esta formación, por ello no deben oponerse a los libros sino integrarse plenamente a las bibliotecas.

Sobra decir que reconocemos que por sí solas las bibliotecas no logran nada, pero que sin acervos –diversos, bien surtidos, de calidad– y sin personas que conozcan dichos acervos y los ofrezcan adecuadamente a la comunidad del centro educativo al que pertenecen, tampoco es posible educar en el sentido que exige el mundo de hoy y la sociedad del conocimiento. Bibliotecas escolares que, sin seguir un modelo único, cumplan una serie de condiciones de espacio, servicios y personal.

Por todo lo anterior nos propusimos armar este libro.

Lo hemos concebido como una caja de herramientas para los diferentes actores involucrados en la educación, maestros, bibliotecarios, padres, autoridades. En esta caja, hay textos que permiten ver realidades concretas, datos y voces del terreno. Hay también reflexiones (algunas más otras menos académicas) sobre las maneras de acceder a la información, de producirla y diseminarla. Hay aportaciones novedosas e ideas que no por mucho repetirse han perdido su vigencia.

En este sentido nuestro libro nació para acompañar la labor de tantas personas convencidas de que la biblioteca escolar puede ser una poderosa herramienta educativa. Pero también pretende llegar a los que dudan al presentarles evidencia empírica de la importancia de las bibliotecas escolares para el logro académico de los alumnos.

Este libro también se concibió como una invitación al diálogo. Los países de lengua española padecemos muchos problemas similares y tenemos un idioma y valores culturales comunes que debemos potenciar. Hemos apostado por ese intercambio: Conjuntar en un solo volumen autores de América Latina y España que tienen experiencias y reflexiones que contar, desde la diversidad de ángulos que requieren ser abordados para comprender la complejidad del binomio bibliotecas y escuelas. En ese sentido, el libro también pretendía ofrecer un mapa de la situación de la biblioteca escolar en estos países, y el que ahora brinda es incompleto. Signo de que en nuestra región la situación de la biblioteca escolar es frágil. Si bien en las últimas dos décadas ha habido iniciativas importantes, su característica común es la falta de continuidad en el tiempo.

Queremos saludar los grandes programas de dotación de libros y otros documentos a las aulas y escuelas. Y buscamos su multiplicación. En el contexto latinoamericano, caracterizado por sus fuertes desigualdades sociales, estos programas nunca dejan de ser benéficos. Pero no se pueden quedar ahí. Este libro busca avanzar en la discusión y mejoramiento de los programas (de dotación de libros, de formación de lectores, de instalación de bibliotecas…) desde una perspectiva más amplia, que tome en cuenta los propósitos generales de la educación y que analice el papel de la biblioteca escolar para alcanzarlos. No se trata de defender la biblioteca escolar per se sino el derecho de todos los niños y jóvenes a recibir una buena educación, y en ese sentido transparentar el papel que juegan las bibliotecas.

En los países más desarrollados y tecnificados, en los que se obtienen los más altos logros educativos se siguen manteniendo, desarrollando, explorando nuevas posibilidades de la biblioteca escolar. En muchos de ellos sus bibliotecas escolares trabajan en colaboración con las bibliotecas públicas de la localidad. Se las vincula con las bibliotecas públicas. Sus autoridades no levantan el dedo del renglón. Conciben a sus bibliotecas escolares como gimnasios para el desarrollo de unas destrezas de trabajo intelectual, como lugares para desarrollar comportamientos lectores (en todos los soportes y en todos los lenguajes). Y, por tanto, destinan los recursos necesarios para su buen funcionamiento.

Este libro está dirigido a públicos diversos en situaciones muy diferentes; somos conscientes de que en cada contexto hay circunstancias y necesidades particulares. Pese a pretender plantear una visión global, no hemos intentado agotar el tema, sino abrir la discusión, y dar elementos para que ésta se sustente en investigaciones, en el análisis de casos, en la reflexión histórica y prospectiva. No buscamos dar recetas, es demasiado complejo el panorama para hacer valer una fórmula, pero sí abonar a la discusión para que puedan producirse cambios significativos en la educación de nuestros países. En suma, nuestro propósito ha sido fortalecer el debate y contribuir a que se tomen decisiones bien fundamentadas.

El libro está dividido en cuatro secciones

En primer lugar se ofrece una cartografía inconclusa de la realidad de las bibliotecas escolares y de aula en algunos países de América Latina y España, elaborada por Beatriz Helena Robledo y, como se dijo antes, muestra la fragilidad de esta infraestructura en nuestra región. Es un texto de claroscuros que refleja tanto los avatares para crearla como la indolencia y el abandono.

La segunda sección reúne seis textos que abordan la razón de ser de las bibliotecas escolares. Se parte de establecer la diversidad de modelos o “conjugaciones” que pueden adoptar las bibliotecas escolares, para luego explorar su contribución al logro académico, su potencial para compensar desigualdades, su interacción con las familias, las necesidades e intereses de los niños y jóvenes del siglo XXI y la relaciones entre usuarios jóvenes de la biblioteca y los bibliotecarios que pueden hacer la diferencia.

La tercera sección aborda las posibilidades didácticas de la biblioteca y la necesidad de transformar la cultura docente. Comienza analizando el papel del libro de texto y la importancia de contar con una diversidad de textos en diversos soportes para alcanzar los objetivos educativos, para luego adentrarse en la contribución de las bibliotecas escolares al desarrollo de habilidades para la plena participación en la cultura escrita; los libros y la lectura en la primera infancia; el papel de las bibliotecas de aula; los retos de la era digital para las escuelas y las bibliotecas escolares; y las particularidades de la biblioteca escolar en los centros de educación secundaria.

La cuarta sección versa sobre los temas organizativos. La primera contribución se refiere a la formación inicial y en servicio del personal que atiende las bibliotecas escolares. Después la reflexión se centra en los acervos, especialmente en los aspectos para su selección; en la relación que existe entre las bibliotecas escolares y las públicas, y las ventajas de propiciar esta vinculación. Por último se analiza la distancia que hay entre el diseño de la política y su implantación en el terreno. No bastan los buenos deseos, hace falta hacerlos realidad.

En la parte final del libro hay algunas conclusiones tendientes a elaborar una agenda pública sobre este tema, que involucre tanto a entidades del Estado como a las personas. Nuestro interés no es cerrar sino centrar una discusión que tiene que ver con las prioridades de gasto, con las inversiones y con los esfuerzos, tanto de particulares como de autoridades. Es un asunto demasiado complejo para hacerse en solitario, sin el consenso, pero demasiado importante como para dejarse en manos de las autoridades gubernamentales, a su libre arbitrio o voluntad.

Se trata de una obra que puede ser leída toda o por partes, de acuerdo con intereses particulares, que puede ser discutida, estudiada. Como todos los libros, los editores hemos concebido una forma de leerlo, pero sin duda cada lector hará la suya.

Una cartografía inconclusa:

la realidad de las bibliotecas escolares

en nuestros países

BEATRIZ HELENA ROBLEDO B.

HABLAR DE BIBLIOTECAS ESCOLARES es hablar de contradicciones entre la teoría y la práctica, hablar de deseos y utopías frente a realidades difíciles. Los estudios sobre la formación de lectores en la escuela se refieren, cada vez más, a la necesidad de posibilitar el acceso a materiales de lectura diversos y de calidad a través de la biblioteca escolar o de las bibliotecas de aula. De igual manera se insiste en la formación del bibliotecario, en su conocimiento sobre el campo específico pero con competencias pedagógicas suficientes como para acompañar los procesos de enseñanza y aprendizaje propios de la escuela, y que sea capaz de trabajar en asocio con los docentes en el tejido curricular, el proyecto educativo institucional y por supuesto en la formación de lectores.

Sin embargo, al intentar conocer la realidad de las bibliotecas escolares en Iberoamérica, nos enfrentamos con muchas dificultades. La primera de ellas es la consecución de una información consolidada, confiable y sobre todo actualizada. En muy pocos países existen programas nacionales de bibliotecas escolares que permitan construir directrices comunes y mucho menos políticas al respecto. Hace casi una década, de esta situación dio cuenta el Seminario Internacional de Bibliotecas Escolares realizado en Santiago de Chile en 1999 (CERLALC-UNESCO, 2007), con la participación de veinticuatro países latinoamericanos y europeos. En esos años prevalecía un concepto de biblioteca escolar como centro de recursos para el aprendizaje y se promovía la incorporación de diversidad de materiales. Este modelo se implementaba desde el nivel central. Hoy en día, Chile es uno de los pocos países que conserva este modelo de biblioteca como centro de recursos para el aprendizaje y en ese sentido ha impulsado su desarrollo. Otros países tienden más a concebir la biblioteca como espacio que posibilita escenarios para incorporar en la escuela las prácticas sociales y culturales de la lectura, como es el caso de Argentina y México.

En los últimos años, con los procesos de descentralización que viven nuestros países, la responsabilidad de crear bibliotecas escolares fue delegada en algunos de ellos a las administraciones locales, lo cual generó una disminución en los esfuerzos por implementar proyectos en este sentido, ya sea por falta de recursos o por falta de conocimiento y de conciencia acerca de la importancia que tiene facilitar el acceso a materiales de lectura pertinentes y de calidad a los niños y jóvenes. Esta situación hace difícil obtener una información sistematizada, de tal manera que se pueda ver el mapa completo de la realidad de las bibliotecas escolares.

La intención inicial de este texto fue precisamente ésa: hacer un levantamiento de la información sobre los aspectos que se consideran básicos cuando nos referimos a este campo y luego un texto que analizara esta información. Allí surgió lo que se puede considerar un primer indicador de la situación: pocos datos, pocos estudios, casi ningún diagnóstico, ausencia de interlocutores en los ministerios de educación que pudieran dar cuenta del estado de las bibliotecas en sus países.

Nuestras primeras preguntas fueron: en qué países existen bibliotecas escolares y desde cuándo. Con una ambición un poco desmedida frente a la realidad del asunto, pretendíamos obtener esta información por ciclos escolares: preescolar, primaria y secundaria. Queríamos además saber si existen en todas las escuelas o sólo en una parte. Recurrimos a los organismos internacionales especializados en el tema de la educación o de la lectura, a las páginas electrónicas de los ministerios de educación, a la solicitud directa a los funcionarios supuestamente responsables de estas dependencias en algunos países y surgió el primer agujero negro en el mapa. Pudimos saber a ciencia cierta y con datos estadísticos que países como Chile, México, Brasil, Argentina y España tienen programas de bibliotecas escolares, algunos nacionales, otros mixtos en asocio con las administraciones locales o programa de dotación de libros a las escuelas. En otros países existió un programa nacional en décadas anteriores como producto de proyectos multinacionales apoyados por dineros de cooperación como fue el caso del Proyecto Multinacional de Bibliotecas Escolares, en los años ochenta, impulsado por la Organización de Estados Americanos OEA, y en el cual participaron Colombia, Costa Rica, Perú y Venezuela. Hoy en día Costa Rica conserva aún parte de los logros de ese esfuerzo como es la preparación del personal bibliotecario y algunos decretos reglamentarios, pero sin la inversión necesaria para generar impactos reales sobre las instituciones educativas. De otros países sabemos que tienen bibliotecas escolares pero no hay información asequible: Cuba, Venezuela, Perú, Panamá. Los demás cayeron en el agujero negro de la desinformación.

Luego nos preguntamos por la legislación. ¿Existe alguna ley de educación que obligue a la creación e implementación de bibliotecas escolares? Encontramos decretos que hacen parte de leyes educativas más amplias que reglamentan aspectos como los espacios, las colecciones y el cargo profesional. Es el caso de Chile que regulariza estos tres aspectos: en el decreto referente a las colecciones, se establece el material didáctico del cual deben disponer los establecimientos educativos en los diferentes niveles; en cuanto al cargo profesional, se establece la necesidad de fortalecer el trabajo técnico pedagógico de los CRA (Centros de Recursos para el Aprendizaje) recurriendo al trabajo de un profesor que haga las veces de coordinador de la biblioteca y se determina que sus funciones sean pedagógicas y no administrativas. Y en cuanto al espacio se dan unas características básicas para construir una biblioteca escolar.

Son pocos los países que vinculan directamente los programas de bibliotecas escolares con los planes nacionales de lectura. Esto se debe en parte a que la mayoría de planes nacionales de lectura son liderados por los ministerios de cultura, y la participación de los ministerios de educación, cuando la hay, resulta a veces tangencial. En otros casos resulta difícil la articulación entre los dos sistemas administrativos.

En México, a diferencia de la mayoría de países, la responsabilidad de la coordinación del Plan Nacional de Lectura (PNL) está a cargo de la Dirección General de Materiales Educativos (DGME) de la Subsecretaría de Educación Básica.

“La mayor parte de la operación del PNL se ha emprendido desde dicha dirección: tanto el desarrollo de iniciativas nuevas –que es el caso de la universalización de las bibliotecas escolares y de aula–, como el perfeccionamiento y mantenimiento de iniciativas más institucionalizadas, además de la dotación regular de libros de texto gratuitos” (Reimers, 2006).

En la Ley de fomento para la lectura y el libro, el artículo 10 describe las funciones que le corresponden a la Secretaría de Educación Pública. El numeral 2 de dicho artículo dice: “Garantizar la distribución oportuna, completa y eficiente de los libros de texto gratuitos, así como de los acervos para bibliotecas escolares y de aula y otros materiales educativos indispensables en la formación de lectores en las escuelas de educación básica y normal, en coordinación con las autoridades educativas locales”.

La ley más un marco político favorable han permitido no sólo una continuidad en los programas de dotación de materiales de lectura en las instituciones públicas del país, sino la articulación con programas de formación de lectores autónomos y críticos y con los programas que le apuestan a una pedagogía de la lectura más avanzada.

En Colombia, por el contrario, el Plan Nacional de Lectura es liderado por el Ministerio de Cultura, incentivando el desarrollo de las bibliotecas públicas y su articulación con el sistema educativo. A través del programa Mil maneras de leer, el Ministerio de Educación Nacional se vincula al PNL y se impulsa el uso de las colecciones y servicios de las bibliotecas públicas por parte de las instituciones educativas. La legislación vigente en el marco de la descentralización le ha asignado a los municipios competencias y recursos para el desarrollo de las bibliotecas escolares. Las Secretarías de Educación son las encargadas del diseño e implementación de programas y proyectos relacionados con estas bibliotecas.

Por su parte España, en la reforma que hizo a la Ley orgánica de educación en 2005, en su artículo 113 se hace explícita la obligatoriedad de las bibliotecas escolares en sus objetivos esenciales y en su ámbito de actuación. Asimismo, muchas comunidades autónomas disponen de normas propias que complementan lo anterior y que igualmente hacen explícita esta obligatoriedad y aunque está lejos el hecho de que estas normativas se cumplan a cabalidad, hay una tendencia generalizada en las diferentes comunidades autónomas a emprender acciones destinadas al desarrollo de las bibliotecas escolares: encuestas de situación, creación de asesorías específicas, planes de lectura que otorgan a la biblioteca escolar un papel fundamental, establecimiento de diversas fórmulas de dotación de recursos humanos para atenderlas, creación de programas de formación, además de importantes inversiones económicas para mejora de infraestructuras y dotaciones de fondos. De igual manera la aprobación de la Ley de la lectura, del libro y las bibliotecas en 2007, se convierte en un marco legal y político que apoya indirectamente el desarrollo de las bibliotecas escolares, en la medida en que impulsa la cooperación bibliotecaria entre las bibliotecas y los sistemas bibliotecarios dependientes de las diferentes administraciones públicas y de todo tipo de entidades privadas, para intercambiar información, ideas, servicios, conocimientos especializados y medios con la finalidad de optimizar los recursos y desarrollar los servicios bibliotecarios.

En Argentina, el artículo 91 de la Ley de Educación dice: “El Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología, en acuerdo con el Consejo Federal de Educación, fortalecerá las bibliotecas escolares existentes y asegurará su creación y adecuado funcionamiento en aquellos establecimientos que carezcan de las mismas. Asimismo, implementará planes y programas permanentes de promoción del libro y la lectura”. Por otra parte el Programa BERA de la Biblioteca Nacional de Maestros surge para dar respuesta a las necesidades y demandas de los bibliotecarios del país en relación con la normalización y automatización de los procedimientos bibliotecológicos, a las exigencias de los distintos escenarios escolares y a los avances a escala internacional en el campo de la bibliotecología. Su objetivo primordial es la construcción de un sistema federal de bibliotecas escolares y especializadas en el contexto del sistema educativo nacional, sustentado teóricamente en la gestión del conocimiento y la información. El programa se desarrolla a través de la sistematización de objetivos, metas y acciones en consenso con los equipos político-técnicos de cada jurisdicción, en función de sus necesidades y prioridades.

Enfoque de lectura

y concepto de biblioteca escolar

Quizás detrás de esta geografía inconclusa y desigual subyace una falta de claridad, por parte de los gestores de políticas y demás personas que inciden en los rumbos de las inversiones estatales, sobre lo que significan la lectura y la escritura hoy en día, y la concepción sobre la biblioteca escolar y su papel fundamental dentro de la institución educativa. Si se sigue concibiendo la lectura dentro del sistema educativo como un acto de decodificación y desciframiento, ¿para qué bibliotecas escolares? Lo que la realidad nos está mostrando es un alarmante desconocimiento por parte de los poderes políticos, de los avances de las investigaciones que demuestran que para formar lectores autónomos y críticos, usuarios plenos de la cultura escrita, se requiere garantizar el acceso a una diversidad de materiales que permita apropiar no sólo las diferencias estructurales, sino también los diversos usos y modos sociales y culturales de la lectura y la escritura. Al revisar las concepciones sobre lectura y escritura que subyacen en los programas de bibliotecas escolares que pudimos analizar, encontramos una relación directa entre inversión y consolidación de éstas y actualización conceptual. Es el caso de México, Chile y España.

También es importante revisar el concepto de biblioteca escolar y su articulación esencial con el sistema educativo. Esta falta de claridad de la función específica que tienen las bibliotecas escolares y su diferencia frente a la biblioteca pública está produciendo una tendencia a suplir una por otra. Es decir, se tiende a disminuir las inversiones en dotación e implementación de las bibliotecas escolares para aprovechar la dotación y los servicios de las bibliotecas públicas, cuando de lo que se trata es de articular acciones y generar apoyos mutuos, pero no de reemplazar.

Sobre los materiales

Un aspecto relevante en cualquier programa de bibliotecas escolares es la conformación de los materiales de lectura. ¿Qué tipo de materiales? ¿Sólo libros? ¿Con qué otros recursos debe contar una biblioteca escolar? ¿Quién selecciona estos materiales? ¿Qué tanta participación tienen los diferentes agentes educativos en la selección de este material?, ¿quiénes usan este material y cómo lo usan?, en fin, no es un tema menor, pues de su calidad y diversidad no sólo depende el buen uso de la biblioteca, sino el impacto real en la formación de lectores y la articulación de la biblioteca con el programa educativo institucional y el desarrollo curricular.

En Chile, el conjunto de recursos educativos que componen la colección del CRA incluye materiales impresos (enciclopedias, diccionarios, libros, diarios y revistas), audiovisuales (videos, casetes, mapas), instrumentales (juegos didácticos) y digitales. La colección que se le entrega a cada escuela cuenta con mil materiales, de los cuales los libros corresponden aproximadamente a ochenta por ciento. Estos materiales considerados básicos son seleccionados desde el nivel central y financiados con recursos del nivel central. Las administraciones locales deben garantizar la sostenibilidad y renovación de materiales. Para la adquisición de publicaciones periódicas, los liceos y escuelas reciben anualmente un fondo que permite suscribirse a un promedio de cinco o seis diarios y revistas de interés. Cada establecimiento define las publicaciones que requiere.

La suscripción a diarios y revistas ha facilitado un acercamiento periódico a la biblioteca, por parte de los jóvenes y de los profesores, ya sea en busca de entretenimiento o de información de actualidad.

Por su parte, México, con la puesta en marcha del Programa Nacional de Lectura en el 2002, lo que hizo fue dar continuidad a algunas acciones que se venían realizando de años anteriores y que habían sido exitosas, y ampliar nuevas líneas de trabajo. Apuntala la política –ya consolidada en el país– de dotación universal de libros de texto, le da continuidad a otros esfuerzos anteriores como fueron el Programa Rincones de Lectura y el Programa Nacional de Fortalecimiento de la Lectura y la Escritura (Pronalees).

El Programa, así, ofrece dos tipos de colecciones: bibliotecas escolares y bibliotecas de aula. Éstas se definen tomando en cuenta una variedad de parámetros: calidad, niveles lectores, temáticas, géneros, entre otros. Las bibliotecas escolares están conformadas por trescientos títulos iniciales promedio para cada nivel educativo y tienen carácter nacional, es decir, cuentan con los mismos libros en todo el país. Por su parte las bibliotecas de aula están conformadas por cien títulos por salón de clase. La selección la hace cada estado a partir de la oferta preseleccionada y presentada en un catálogo nacional.

En Argentina no existe una política sostenida de dotación de materiales. En general se compran libros en los programas compensatorios donde predomina el libro de texto y algunos otros materiales. El Plan Nacional de Lectura 2003-2007, puso el acento en la lectura de literatura y de divulgación pero las coberturas no alcanzaron a ser universales.

Por su parte en España, la dotación de materiales corresponde a las autonomías y según el estudio realizado por la Fundación Germán Sánchez Ruipérez, la renovación de fondos es escasa en frecuencia y cantidad, situación que se debe principalmente a limitaciones presupuestales. Más de la mitad (57 por ciento) no elimina o retira de forma periódica documentos obsoletos o defectuosos. Aunque en los últimos años con el impulso que se le ha dado a la promoción de la lectura en algunas comunidades autónomas, se han realizado dotaciones destinadas a las bibliotecas escolares. Los libros son el componente fundamental de las colecciones, entre ochenta y cien por ciento, en la inmensa mayoría de las bibliotecas escolares.

Sobre los bibliotecarios

Quizás uno de los escollos mayores que presentan las bibliotecas escolares es el referente al personal que las atiende. Las recomendaciones hechas por los investigadores de la educación y la lectura, y por las directrices de la IFLA-UNESCO, insisten en la necesidad de que los bibliotecarios escolares tengan conocimientos pedagógicos, además de los conocimientos básicos de bibliotecología, con el fin de que la biblioteca pueda articular su trabajo con los docentes y con el proyecto pedagógico de la institución. Contar con un número adecuado de bibliotecarios escolares formados como profesionales de la bibliotecología para cubrir la demanda de las escuelas es prácticamente imposible en nuestros países, debido a que no hay el suficiente personal preparado y es difícil competir con otras plazas de trabajo mejor remuneradas que las de las escuelas. De allí que los pocos países que se han preocupado por garantizar la presencia de un bibliotecario escolar por biblioteca han optado por colocar a un docente y ofrecerle capacitación. Es el caso de Chile, que ubica a un profesor que se desempeña como Coordinador Pedagógico del CRA de tiempo completo, cuya labor principal es promover y fortalecer los vínculos entre los recursos de la colección y las variadas actividades curriculares, además de establecer redes de trabajo, utilizarlas y ponerlas a disposición de los usuarios. Este profesor recibe un curso a distancia con una duración de ciento veinte horas pedagógicas de e-learning, a través del cual conoce los conceptos básicos para poder desarrollar su trabajo en el CRA. Es parte además de un equipo conformado por personal docente o administrativo, que asume funciones relacionadas con el procesamiento técnico de la colección y circulación de los materiales, personal voluntario, integrado por estudiantes y otros funcionarios de la escuela o liceo, que colaboren en las tareas de circulación de los materiales, guiados por el coordinador pedagógico o el encargado administrativo del CRA, y profesores del establecimiento educativo, quienes trabajan con el coordinador del CRA en el diseño e implementación de un programa de uso de los recursos de la colección, actividades de extensión y planificación curricular, proveyendo éste último la información necesaria sobre los recursos disponibles.

En México, la formación de los bibliotecarios escolares está enmarcada en la Política Nacional para el desarrollo profesional de los maestros y directivos del sistema educativo nacional. A partir del año 2005, la Dirección General de Materiales educativos y la Dirección General de Formación Continua, entregaron a los equipos estatales los lineamientos para la construcción colaborativa de un proyecto estatal de formación continua en materia de competencias comunicativas y bibliotecas escolares. Estos lineamientos se acompañan de indicaciones sobre los materiales –impresos, videos, audios– disponibles para entregar a los maestros o para su consulta en las coordinaciones estatales. Los lineamientos privilegian el trabajo de planeación en materia de formación continua en temas relacionados con la biblioteca escolar y la formación de lectores, tales como gestión, organización y funcionamiento de la biblioteca escolar, disponibilidad y uso de los acervos en la escuela secundaria, desarrollo de habilidades para interactuar con una variedad de libros, prácticas de lectura y desarrollo de la oralidad, entre otros (Reimers, 2006, 227).

En Argentina, el programa BERA ofrece un programa de capacitación para avanzar en la implementación del proyecto “Desarrollo y actualización del sistema de gestión de la información en bibliotecas del sistema educativo”. Cada jurisdicción elabora un proyecto de capacitación a partir de un diagnóstico de la situación de las bibliotecas de su competencia el cual es presentado a la Biblioteca Nacional de Maestros. En este programa se definen localidades a impactar, establecimientos que participan, cronograma, y se designa un referente político, uno bibliotecológico y uno informático. Esta capacitación se hace a través de la modalidad e-learning por lo que las jurisdicciones deben asignar espacios adecuados con computadoras con lector de CD y conexión a Internet. Esta capacitación tiene varias modalidades: para capacitadores de bibliotecarios, para bibliotecarios de base, capacitación por proyectos, entre otras.

En España, la responsabilidad del funcionamiento de la biblioteca recae, de manera mayoritaria, en alguno de los profesores del centro educativo. En alrededor de ochenta por ciento de casos, el responsable de la biblioteca escolar es un profesor.

La formación dirigida al responsable de la biblioteca escolar presenta modalidades diferentes (a distancia y presencial) y combina contenidos técnicos con otros relativos a la dinamización de la biblioteca. El Ministerio de Educación ha diseñado un curso de formación a distancia sobre bibliotecas escolares, que la totalidad de las comunidades autónomas ha incluido, en una o más ocasiones, dentro de sus planes oficiales de formación.

Distintas instituciones públicas y privadas organizan acciones formativas bajo formatos diversos (cursos, talleres, jornadas profesionales) cuyos contenidos incluyen temas relacionados con las materias asociadas al funcionamiento de las bibliotecas (estrategias de animación a la lectura, formación de usuarios, organización de la biblioteca, panorama de literatura infantil y juvenil, mediatecas…), aunque son escasas las que están específicamente diseñadas y dirigidas al entorno de la biblioteca escolar.

Con relación a los servicios y programas que ofrecen las bibliotecas escolares resulta aun más difícil obtener información porque en todos los países éstos dependen de cada institución educativa y entrar a observar este aspecto es prácticamente imposible. Lo que sí hay por lo general son unas directrices desde los niveles centrales que sirven de orientación a nivel local, pero lograr que los servicios vayan más allá de la consulta en sala o el préstamo domiciliario depende en gran medida de la concepción y consolidación de las bibliotecas y de su articulación con los programas institucionales de lectura y escritura.

En casi todos los países consultados, se prestan los servicios básicos como los de préstamo dentro de la sala, préstamo de materiales para la casa y préstamo interbibliotecario, y se evidencia una desarticulación entre los programas de la biblioteca escolar y el trabajo pedagógico en el aula. Asimismo, son pocos los programas de promoción de lectura diseñados desde la biblioteca escolar.

El caso de Chile es muy específico, en la medida en que es el único país que ha diseñado un programa de uso de la biblioteca que se puso en marcha a partir del 2006: el BiblioCRA escolar. Éste es un programa de uso de la Biblioteca/CRA, conformado por un conjunto de 360 lecciones que se dividen en los nueve niveles de Enseñanza Básica, generando actividades de trabajo en forma individual y grupal, considerando una hora semanal por curso. Cada una de ellas tiene incorporadas implícita o explícitamente los contenidos curriculares de los programas educativos.

En México, la utilización de los libros refleja un énfasis en promover la lectura de textos diversos. En una encuesta aplicada por la Secretaría de Educación Pública en 2006, se hizo evidente que los maestros leen libros a los estudiantes en voz alta, les hacen preguntas sobre lo leído, conversan sobre lo leído y les cuentan historias.

Quizás el último punto de nuestro cuestionario –la evaluación de los programas– nos sirva para cerrar este inconcluso panorama. Son pocos los programas de bibliotecas escolares que han sido evaluados y menos aun los que han hecho uso de estos resultados para observar fortalezas, dificultades, debilidades, que permitan reorientar los programas y sobre todo para observar el impacto que éstos han generado en la formación de lectores. Y quizás aquí haya otro aspecto problemático: qué se espera de la evaluación, cómo conectar la evaluación de los programas y sus resultados con la formación de los niños y jóvenes lectores de una manera acorde con el concepto de lector que se maneja. Las pruebas masivas sobre comprensión de lectura o sobre competencias lectoras están estructuradas generalmente sobre concepciones de lectura que a nivel teórico han sido revaluadas en los últimos años y que no se corresponden a los esfuerzos hechos por los programas. De igual manera, las evaluaciones casi nunca contemplan otros factores diferentes a los procesos cognitivos de los lectores, como el contexto cultural y social, la disponibilidad y el acceso de materiales de lectura en otros ámbitos diferentes a la escuela como son el hogar y los espacios culturales, los índices de pobreza, entre otros.

En términos generales nuestro mapa inconcluso nos muestra la necesidad de generar políticas educativas en los países de la región, que contemplen la creación de bibliotecas escolares como el medio más adecuado para garantizar el acceso a la cultura escrita de las nuevas generaciones.

Bibliografía

Fundación Germán Sánchez Ruipérez. Estudio de Campo de las Bibliotecas Escolares en España, [en línea, disponible en www.fundaciongsr.es/pdfs/bibliotecas_escolares.pdf].

Ministerio de Educación, Argentina. Ley de Educación Nacional 26. 206, [en línea, disponible en www.me.gov.ar/doc_pdf/ley_de_educ_nac.pdf].

Ministerio de Educación de Chile. Centro de Recursos para el Aprendizaje [www.bibliotecas-cra.cl/].

Ministerio de Educación y Ciencia. Gobierno de España [www.mec.es].

Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (CERLALC) (2007), Por las bibliotecas escolares de Iberoamérica, Bogotá, Cerlalc-Unesco.

Reimers, F. (Coord.) (2006), Aprender más y mejor. Política, programas y oportunidades de aprendizaje en la educación básica de México, México, Fondo de Cultura Económica.

Razón de ser

de las bibliotecas escolares

Introducción

EN LAS SIGUIENTES PÁGINAS diversos especialistas, desde distintos ángulos, plantean la razón de ser de la biblioteca escolar hoy, es decir, su por qué y para qué. El ejercicio no es banal cuando la irrupción de nuevas tecnologías de la información y comunicación plantea la obsolescencia de las bibliotecas, en no pocos administradores escolares, que nunca conocieron efectivas bibliotecas escolares en su formación educativa.

Bajo el enunciado biblioteca escolar se ampara una diversidad de situaciones: las colecciones de libros no escolares en las aulas, la biblioteca central de la escuela, las bibliotecas que acompañan el quehacer educativo desde el maternal hasta los cursos preuniversitarios, bibliotecas atendidas por personal calificado y bibliotecas que han recaído sobre una persona que no sabe por dónde comenzar, bibliotecas que trabajan en red y tejen relaciones con las bibliotecas públicas del entorno y bibliotecas que no encuentran amparo. Sistemas educativos con innovadoras bibliotecas y otros muchos sistemas donde siempre existe un asunto más prioritario que el de la biblioteca donde poner la atención (y los presupuestos). Bibliotecas que van a ser concebidas para proponer a la comunidad educativa otro tipo de relación con el conocimiento, y bibliotecas que en nada van a modificar el anquilosado discurrir de la escuela. Ramón Salaberria, en La biblioteca escolar y sus conjugaciones, recorre estas distintas situaciones de la biblioteca escolar y constata que la desigualdad que refleja la situación de las bibliotecas escolares en los países más desarrollados bibliotecariamente y los que menos, no deja de agigantarse. Obvia pero no por ello menos dramática constatación.

Pero el origen de esta desigualdad no está sólo en el ámbito de los recursos económicos sino también en la falta de información y, por tanto de convencimiento, de las autoridades encargadas de distribuir el presupuesto educativo acerca de la forma en que las bibliotecas inciden de manera directa en el logro académico de los alumnos. Por ello, Elisa Bonilla en Logro académico y bibliotecas escolares rastrea en las investigaciones cuantitativas y cualitativas realizadas en Estados Unidos (un país que suele someter a examen de rentabilidad sus inversiones públicas) desde principios de los años sesenta por tres corrientes de investigación, independientes pero complementarias, que comparten un objetivo de estudio común y que han profundizado en aspectos distintos y desarrollado metodologías específicas: el impacto de las bibliotecas escolares en el aprendizaje. Este texto también es una demostración fehaciente de la importancia de contar con investigación empírica para responder a los problemas, algo que desgraciadamente suele escasear en nuestros países, más proclives a la creación e instrumentación de programas sin mecanismos de evaluación y rendición de cuentas.

En un contexto como el nuestro que se caracteriza por la alta deserción y fracaso escolar, ¿qué papel puede desempeñar la biblioteca escolar? Esa es la pregunta que busca responder Guillermo Castán, en La biblioteca escolary la igualación de oportunidades. Basándose en la experiencia de la biblioteca de su instituto de enseñanza secundaria en Salamanca (España), nos presenta a la biblioteca escolar como “espacio de la posibilidad” para combatir la desigualdad, el fracaso escolar y la exclusión, tan ligados al origen social y herencia sociocultural del alumnado. La universalización de servicios de alta calidad y la promoción del acceso a los mismos, parece ser clave.

Otra perspectiva, complementaria y también esencial, es la que plantean Elisa Bonilla y Daniel Goldin en Librosde la escuela al hogar, quienes analizan la influencia del ámbito familiar en la conformación de la conducta lectora. A partir del análisis de dos encuestas de lectura, los autores demuestran cómo el incremento de la escolaridad no se traduce forzosamente en una transformación de la conducta lectora, y la manera en que la disponibilidad y acceso de otros materiales de lectura a la escuela puede transformar positivamente no sólo la conducta lectora de los niños y jóvenes sino la del entorno familiar. En otras palabras, se argumenta a favor de la biblioteca escolar como un arma para combatir la reproducción social de la marginación y convertir en realidad el precepto de la igualación de oportunidades asociado a la educación universal.

En Los adolescentes e Internet la investigadora en comunicación y culturas juveniles, Roxana Morduchowicz, pasa revista sobre la manera en que han influido en las nuevas generaciones las nuevas tecnologías y especialmente Internet. En su colaboración analiza las características (fragmentación, inmediatez, utilización simultánea de los medios…) y usos de Internet que los adolescentes realizan en ámbitos extraescolares (en sus casas, en locutorios y cybercafés) y los desafíos que estas prácticas plantean a la escuela (fortalecer el análisis, la comprensión y la participación activa de los estudiantes en sus prácticas con las tecnologías). En vez de mirar a las nuevas tecnologías como un enemigo a vencer, hace hincapié en la importancia de que los profesores sean conscientes de las diversas experiencias de lectura y escritura de los niños y jóvenes fuera de la escuela, para resignificarlas y ampliarlas. Así como los niños comienzan su aprendizaje lector antes de ingresar a la escuela, la escuela es la institución que tiene la encomienda de formarlos como lectores y escritores, en consecuencia la escuela debería asumir el desafío de de “alfabetizar digitalmente”.

Michèle Petit en Un espacio de encuentros singulares realiza el trabajo de un buhonero. De sus investigaciones, de sus conversaciones con jóvenes y bibliotecarios de España, México, Argentina, Colombia, Brasil, de barrios periféricos de ciudades francesas, nos trae las voces de personas que, a través de su relación con las bibliotecas escolares y públicas, han podido ser más dueños de sus vidas, adquirir un margen de maniobra que les permita enfrentar los determinismos sociales y familiares de los que eran objeto. Se trata de voces de personas que, en ámbitos muy diversos, se han encontrado con bibliotecas que les permiten otra posibilidad de relación, más autónoma, con el conocimiento y la cultura escrita. Voces que testimonian que la biblioteca se pueda convertir en el espacio privilegiado de un encuentro singular de un intercambio individual con un adulto, mientras que el aula favorece siempre la sociabilidad, la integración al grupo. De ahí que afirme Petit, que “la biblioteca es una de las instituciones más generosas, más hospitalarias, que han inventado los humanos”.

La biblioteca escolar

y sus conjugaciones

RAMÓN SALABERRIA

UN INSPECTOR DE BIBLIOTECAS DE LA ESPAÑA republicana (1931-1939) se acerca a un pueblito, menos de tres mil habitantes, enclavado en medio de una barranca magnífica: San Esteban del Valle. Casas de piedra y pizarra con grandes balcones de madera. Bosques frondosos, castaños y frutales. El inspector Juan Vicens recorrió más de cien pueblos en año y medio, visitando sus bibliotecas municipales. Visitó la de San Esteban del Valle en dos ocasiones. Pensaba que era una de las mejores:

La biblioteca unida a una de Misiones Pedagógicas y a otra que ya poseía la escuela, está instalada en un magnífico grupo escolar. El director de éste, maestro joven y culto, ha constituido la biblioteca en el centro del trabajo escolar; piensa que con enseñar cuatro cosas a los niños para que luego las olviden, se consigue poco; hay que dejarles para siempre inculcado el hábito de aprender por sí mismos. Los muchachos revuelven la biblioteca, se buscan allí ellos mismos el material de clase, investigan, se documentan, saben estudiar. Es un caso verdaderamente ejemplar; con muchos casos como éste, pronto el nivel cultural de España subiría de modo considerable.

Los mismos niños organizan la biblioteca, distribuyen los libros, los registran, etcétera. Además de los niños acuden adultos en gran número. Los niños, pasada la edad escolar, no saben arrancarse de allí; siguen yendo, estudiando, leyendo, cooperando a la buena marcha de la biblioteca”(Vicens, 2002).

Muestra de que una biblioteca escolar o pública puede ser temida es lo que sucedió precisamente en San Esteban del Valle. En el informe que tras su segunda inspección redactó Vicens, leemos: “Económicamente la vida de la Biblioteca ha empeorado, por culpa de una cierta hostilidad sorda (no abierta) por parte del nuevo Ayuntamiento, el cual ha cesado de dar subvención alguna para la vida de la Biblioteca”. Apenas cuatro años después Vicens informaría a sus lectores que ese magnífico maestro, José Vicente Quadrado, había sido fusilado por los seguidores de Franco.

La biblioteca escolar en singular y plural

La biblioteca escolar se conjuga en pasado, presente y futuro. En singular y plural: es necesario que sean múltiples en su tipología, en su manera de ser. Bajo un mismo término se esconden diversas realidades. Si en un lugar han sido calificadas como el corazón de la escuela, en otro, y quizás por lo mismo, han sido objeto de expurgo de sus colecciones y eliminación de sus responsables por el Tribunal de la Represión contra la Masonería y el Comunismo. En muchos lugares les ha faltado el apoyo presupuestario y político de las autoridades educativas. Las bibliotecas escolares han visto con frecuencia que a la escuela llegaba el profesor de gimnasia, el de música, el logopeda y muchos otros, pero rara vez han visto que cruzara su umbral un profesional para atenderlas y alentarlas.

En muchas ocasiones la biblioteca escolar ha sido el artefacto concebido por grupos de renovación pedagógica para dinamitar las esclerotizadas normas y lógicas del sistema educativo. En otras, la biblioteca escolar ha sido un equipamiento banal que en nada ha servido para transformar la escuela, ni ha propuesto otro tipo de relación con el conocimiento.

En estos momentos, cuando muchos responsables educativos que nunca se educaron con bibliotecas sentencian a muerte a las bibliotecas escolares, por obsoletas, caducas, anticuadas, la sociedad las necesita más que nunca: para contribuir a reducir las desigualdades sociales y de acceso al conocimiento; para entrenar a los estudiantes en una lectura que ya no se presenta sólo en un soporte impreso; para proponer a todos los que pasen por la escuela un gimnasio donde ejercitar habilidades fundamentales que son fuente real de desigualdades: explorar, seleccionar y clasificar por orden de pertinencia la masa de información disponible en la Red. Para que todos partamos de una situación más pareja.

La biblioteca en primaria, caballo de Troya

A principios de 1993 tuve la oportunidad de entrevistar a la bibliotecaria francesa Geneviève Patte para la revista Educación y Biblioteca. Hablamos de la Biblioteca-Centro Documental (BCD), nombre con el que se designan las bibliotecas centrales de las escuelas de enseñanza primaria en Francia. Me decía que se habían creado BCD sin medios económicos y, señalaba como gran drama, sin formación de sus responsables. Como que todavía persistía esa especie de pensamiento mágico de que con abrir una biblioteca ya es suficiente para que la gente acuda: se abre, alumnos acuden y en la escuela todo sigue igual que la víspera de su inauguración: “contentos porque eso no había transformado nada. Y todos los que han creado las BCD, en sus primeros momentos, era precisamente para cambiar y transformar la pedagogía en el interior de la escuela”.

Efectivamente, en torno a 1968 se crean asociaciones para el desarrollo de la literatura infantil y juvenil. Se funda la primera feria francesa del libro infantil en Montreuil, barrio obrero de París. Estos grupos, formados por profesores de la Escuela Normal de Maestros, bibliotecarios, editores, maestros, algunos libreros…, van a movilizarse por la modernización de la escuela. Son los que inventan el concepto de Biblioteca-Centro Documental, que en sus inicios va a concebirse como una especie de bomba dentro de la escuela para hacer saltar por los aires las estructuras del centro educativo. No se retomaba el Centro de Documentación e Información que ya existía en algunos lugares a nivel de secundaria, aunque, en esa época, sin la vitalidad que ha desarrollado después.

La BCD nacía con otra sangre. Incluso arquitectónicamente, a imitación de las fábricas que habían concebido su espacio sin muros y tabiques, se pensaba que la biblioteca fuera el núcleo central de la escuela donde acudir a estudiar con documentos de todo tipo. Pedagógicamente se retomaban los principios de la pedagogía activa y los postulados de Célestin Freinet, que sitúan al alumno en el centro de la fabricación del saber, y se tomaba el modelo de la biblioteca pública como herramienta educativa. La BCD nacía y se pensaba para modernizar las estructuras escolares.

En Estados Unidos, en el ámbito de los primeros cursos universitarios, también hubo experiencias de hacer de la biblioteca la propia escuela. No había clases magistrales sino una biblioteca y tutores. No prosperó el modelo, pero quizás vuelva.

Bibliotecas en paracaídas

Muchos bibliotecarios hemos sido tentados para colaborar en programas gubernamentales de llevar bibliotecas a cientos o miles de centros educativos. Se tiene tanto deseo de que las bibliotecas escolares se creen que se presenta la tentación de ofrecer bibliotecas-llave en mano (una colección documental modelo, el mobiliario básico apropiado…) a escuelas donde no ha existido un trabajo previo, una reflexión sobre su necesidad. Especialmente en los países en vías de desarrollo bibliotecario, el riesgo de la hipercentralización está presente. Germen para la propagación de responsables de bibliotecas extremadamente pasivos porque todo está ya decidido desde los ministerios, nunca han tenido la oportunidad de seleccionar un libro.

Es cierto también que es sumamente difícil la transición de la innovación a la generalización. Cuando la labor de una biblioteca escolar recae en un equipo motivado, en profesionales que quieren renovar y transformar la pedagogía, entonces los resultados son positivos. El intento de generalización, obviamente, presentará grandes dificultades. Fundamentalmente se topará, todavía, con una enseñanza basada en gran parte en el discurso del profesor y en el uso extensivo (casi exclusivo) de libros de texto: tradiciones educativas que se remontan al medioevo y que siguen gozando de gran salud. En numerosas escuelas la biblioteca no va a enmarcarse en un proyecto pedagógico, no va a ser recibida como una herramienta destinada a acompañar a otra manera de enseñar y aprender. Será vista como un equipamiento suplementario, sí, como un enriquecimiento material, pero la inmensa mayoría de los profesores no ha sido entrenada para trabajar con una biblioteca. La pregunta sería, ¿para qué bibliotecas en un contexto donde un único canal emisor de información (llámese profesor o libro de texto) cumple su función y el receptor se vale de sus técnicas (toma de apuntes y memorización) para reproducir en un momento concreto (los exámenes) aquello que se le solicita (la información suministrada en su día por el profesor o libro de texto)?

La biblioteca escolar en el camino

Desde hace una veintena de años numerosas reformas educativas se instauran enunciando, explícitamente, la importancia de los recursos documentales, la necesidad de diversificar las fuentes de información, de aprender a aprender. Pero también es verdad que enseñantes, directores, autoridades educativas y, en ocasiones, hasta el propio bibliotecario, no vinculan “aprender a aprender” y la utilización de la biblioteca para saber manejar la información.

Los años sesenta y setenta fueron de oro para las bibliotecas escolares en algunos lugares del planeta. En Estados Unidos y Canadá supusieron un movimiento fuerte, experiencias innovadoras, dinero y la publicación de importantes normas (en 1960 se publica un texto clave en la historia de las bibliotecas escolares estadounidenses: Standards for School Library Programs). En Gran Bretaña, la Library Association publicó en 1970 las normas School Library Resource Centers. Las bibliotecas escolares escandinavas siguieron dando un gran avance. Sólo un dato: las bibliotecas escolares suecas (curso 1986-1987), con una población escolar de 1 800 000 alumnos, hacían tantos préstamos anuales (22 millones de documentos) como el conjunto de las bibliotecas públicas españolas (en 1994), con una población de cuarenta millones de habitantes. Años fundamentales, como hemos visto, también en Francia, donde las bibliotecas de primaria irrumpirán y se asentarán las de secundaria. En 1971 se crea la Asociación Internacional de Biblioteconomía Escolar (IASL, por sus siglas en inglés) y en 1977 la Sección de Bibliotecas Escolares de la Federación Internacional de Asociaciones de Bibliotecarios y Bibliotecas (IFLA).

Ese ímpetu decayó en buena parte en los años ochenta. Las bibliotecas escolares suelen ser las primeras víctimas de recesiones económicas y políticas públicas de gobernantes como Ronald Reagan y Margaret Thatcher.

Posteriormente, con el desarrollo tecnológico ligado a los ámbitos de la información y comunicación, la biblioteca escolar regresa pero ya no con la biblioteca como punto central, incluso ya ni en el nombre, sino con la noción de información. Cuando en 1988 la Asociación Americana de Bibliotecas Escolares y la Asociación para las Tecnologías y Comunicaciones Educativas publican nuevas líneas directrices, ya no normas, para las bibliotecas escolares, lo hacen bajo el título de Information power (ALA, 1988, 1998). La Sección de Bibliotecas Escolares de IFLA pasará a denominarse Sección de Bibliotecas y Centros de Recursos Escolares. Los matices son importantes. Se pretende que el nombre cobije el abanico completo de recursos disponibles (ficción y documentación, impreso y electrónico, localizados in situ o a distancia) y nuevas prácticas lectoras: la lectura de un videoclip, de un scrolling en Internet, de un mapa meteorológico, de una gráfica estadística…

No queda de otra: los textos han saltado a las pantallas, es la revolución del texto electrónico que, como ha señalado repetidamente Roger Chartier, es a la vez una revolución de la técnica de producción, transmisión y reproducción de los textos y una revolución de las prácticas de lectura (se modifica radicalmente la noción de contexto y el mismo proceso de construcción de significado; se modifica el sistema de percepción y manejo de los textos).

La biblioteca escolar, ¿un lugar o una manera de?

¿La documentación en la escuela o el centro educativo preuniversitario ha de recaer exclusivamente en el responsable de su biblioteca? La respuesta parece ser afirmativa si observamos el devenir de las bibliotecas escolares. Pero probablemente haya que ir más lejos, a que cada profesor en su materia tenga nociones de documentación, ya que eso se ha convertido en algo indispensable para que los alumnos adquieran su propia autonomía de aprendizaje y utilicen las bibliotecas. En un centro educativo con un bibliotecario formado para tal labor el peligro es que el resto del profesorado descargue sus responsabilidades documentales en él. Pero parecería mejor opción que cada profesor se implicase en las tareas documentales, que la documentación sea integrada en cada disciplina, no que sea un elemento externo.

En este sentido los centros de formación del profesorado tienen ante sí un gran reto. Tienen que conseguir que penetre mejor la idea pedagógica de documentación. Para eso sería necesario que contaran con especialistas de documentación en cada disciplina, de sus métodos de investigación, de sus herramientas documentales: bibliografías, bases de datos… Cada disciplina tiene su propio método, poco tiene que ver la documentación en química con la de historia.

Porque, en última instancia, el objetivo de la escuela, ¿no sería formar refinados autodidactas con un buen entrenamiento para la búsqueda de información, para jerarquizar las preguntas que se planteen, para localizar las fuentes de información, para utilizar herramientas documentales, para saber extractar y resumir la información pertinente?… En fin, lo que pretendía el maestro de San Esteban del Valle.

A la biblioteca le ha perjudicado su concepción marcadamente patrimonial. Para analizarla se pone más énfasis en sus instalaciones (metros cuadrados, puestos de lectura) y colecciones (número de documentos) que en lo que en ella ocurre. Pero, la biblioteca escolar, en concreto, qué significa: ¿un lugar o una manera de? Ahora, por la cada vez mayor deslocalización del documento, de las colecciones, por la instantaneidad en su acceso, cobra mayor relevancia la biblioteca como gimnasio donde entrenar y ejercitar en una serie de destrezas y nuevas alfabetizaciones. Pero también es previsible que por una amplia serie de inercias y factores (por ejemplo, la presión ejercida por los grandes emporios de las tecnologías de información y comunicación) acabemos midiendo el nivel de alfabetización digital en función del número de ordenadores por alumno y con el número de conexiones a Internet. Un déjà vu.

En este sentido probablemente no salga sobrando un extracto de la conferencia que Ivan Illich pronunció ante la Asamblea General de la Sociedad para el Desarrollo Internacional, en Colombo, Sri Lanka, en 1979:

En Trivandrum (sur de la India) vi una de las alternativas mejor logradas a un tipo especial de dependencia comercial: la instrucción y la certificación de estudios como formas de un aprendizaje privilegiado. Mil setecientas aldeas han instalado bibliotecas, cada una con unos mil títulos; éste es el equipo mínimo que requieren para ser miembros de Kerala Shastra Sahitya Parishad1 y pueden seguir siéndolo mientras presten cuando menos tres mil volúmenes por año. Me sentí muy alentado al ver que, siquiera en el sur de la India, cuando son construidas y financiadas por los municipios, las escuelas se han convertido en alas de las bibliotecas, mientras que en otros sitios –en estos últimos diez años– han llegado a ser simples almacenes de materiales de enseñanza utilizados bajo la supervisión de maestros (Illich, 1988).

Alfabetizaciones para el ciudadano de hoy

A finales de 1988 el Ministerio de Educación francés creó una comisión de reflexión sobre los contenidos de la enseñanza, presidida por el sociólogo Pierre Bourdieu y el biólogo François Gros, que recibió el encargo de proceder a una revisión de los saberes enseñados, velando por reforzar la coherencia y la unidad de estos saberes. Durante la primera fase del trabajo, los miembros de la comisión se fijaron la tarea de formular los principios que debían regirlo. Se formularon siete principios y transcribimos aquí un extracto del segundo principio:

Finalmente habría que velar por colocar en un lugar importante a todo un conjunto de técnicas que, si bien tácitamente son exigidas por todas las enseñanzas, rara vez son objeto de una transmisión metódica: la utilización del diccionario, el uso de abreviaturas, la retórica de la comunicación, la organización de un fichero, la creación de un índice, la utilización de un registro descriptivo o de una base de datos, la preparación de un manuscrito, la investigación documental, el uso de los instrumentos informáticos, la lectura de tablas numéricas y de gráficas, etc. Ofrecer a todos los alumnos esta tecnología del trabajo intelectual y, de manera más general, inculcarles métodos racionales de trabajo (como el arte de escoger entre las tareas impuestas o de distribuirlas en el tiempo) sería una manera de contribuir a reducir las desigualdades ligadas a la herencia cultural (Bourdieu y Gros, 1990).

Quizás por eso dice Umberto Eco que la computadora es el triunfo de la palabra escrita (que no es lo mismo que la palabra impresa, especialmente ahora). Quizás porque vivimos con modelos docentes de hace cien años, de la época del telégrafo. Quizás porque en un contexto escolar es más fácil comprar computadoras que aprovecharlas. El caso es que estudios recientes muestran que el tipo de habilidades sugeridas en el informe de Bourdieu y Gros siguen siendo fundamentales incluso en contextos hipertecnologizados de hoy día.

En Estados Unidos la mayor parte de la población entre doce y diecisiete años es usuaria de MySpace (que recibió más de ciento catorce millones de visitas sólo en junio de 2007). Lo mismo sucede en España, según estudios dados a conocer en 2008, donde ochenta y tres por ciento de los españoles entre catorce y veintidos años tiene una cuenta en algunas de las redes sociales como Fotolog, MySpace o Tuenti. Por cierto, para noventa y seis por ciento de esos jóvenes españoles Google es el único buscador que conocen. Si desde 2004 se han creado en el mundo cincuenta millones de blogs personales, la mayoría de ellos se debe a estudiantes de secundaria y preuniversitarios. Facebook