Bien tarde en el día - Claire Keegan - E-Book

Bien tarde en el día E-Book

Claire Keegan

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Beschreibung

Un cajón exclusivo en el armario. La copia de una llave. Un te amo dicho a tiempo. Un mensaje agradeciendo una cena. Gestos de amor y muestras de interés que construyen los cimientos de cualquier pareja. Aunque muchas veces todo esto queda relegado por un muro que no puede atravesarse. El egoísmo, el hastío, la pereza e incluso el maltrato se entrometen en la relación y el desenlace final se vuelve inevitable, si es que antes no clausuraron la posibilidad de un verdadero comienzo. Claire Keegan observa y escribe con la sensibilidad justa para convertir la típica historia de amor en un relato tan conmovedor como atrapante, y avanza sobre zonas incómodas de la intimidad de una pareja como la falta de generosidad o incluso el desamor. Bien tarde en el día confirma la agudeza de su estilo y se vuelve un reflejo de la imposibilidad del amor en los tiempos que corren, aunque también una vía de escape. En pocas palabras, Claire Keegan es una de las mejores escritoras de ficción del mundo. George Saunders

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BIEN TARDE EN EL DÍA

CLAIRE KEEGAN

En circunstancias normales, habría sacado el celular para chequear los mensajes, pero le pareció que no estaba preparado, y luego se preguntó si alguien alguna vez estaba preparado para lo que era difícil o doloroso.

Un cajón exclusivo en el armario. La copia de una llave. Un te amo dicho a tiempo. Un mensaje agradeciendo una cena. Gestos de amor y muestras de interés que construyen los cimientos de cualquier pareja. Aunque muchas veces todo esto queda relegado por un muro que no puede atravesarse. El egoísmo, el hastío, la pereza e incluso el maltrato se entrometen en la relación y el desenlace final se vuelve inevitable, si es que antes no clausuraron la posibilidad de un verdadero comienzo.

Claire Keegan observa y escribe con la sensibilidad justa para convertir la típica historia de amor en un relato tan conmovedor como atrapante, y avanza sobre zonas incómodas de la intimidad de una pareja como la falta de generosidad o incluso el desamor. Bien tarde en el día confirma la agudeza de su estilo y se vuelve un reflejo de la imposibilidad del amor en los tiempos que corren, aunque también una vía de escape.

En pocas palabras, Claire Keegan es una de las mejores escritoras de ficción del mundo.

GEORGE SAUNDERS

Le chat aux poissons rouges (1914), de Henri Matisse.

Bien tarde en el día

CLAIRE KEEGAN

Traducción de Jorge Fondebrider

Para Loretta Kinsella

 

 

 

 

Es tan plano como un armario, lo que sabemos siempre

lo hemos sabido, sabemos que no podemos escapar,

pero no podemos aceptarlo. Una parte tendrá que irse.

 

“Alborada”, PHILIP LARKIN

I

 

 

 

 

El viernes, 29 de julio, Dublín tuvo el clima que había sido pronosticado. Toda la mañana, un sol descarado brilló a lo largo de Merrion Square, alcanzando el escritorio de Cathal, donde él estaba sentado junto a la ventana abierta. Entraba un relente a pasto cortado y, de vez en cuando, una brisa cercana agitaba la hiedra de la cornisa. Miró hacia afuera porque se cruzó una sombra, un sobresalto de golondrinas que peleaban fraternas, en lo alto. Abajo, en la grama, algunos tomaban sol y había niños, y canteros repletos de flores; buena parte de la vida transcurría sin problemas, a pesar de los muchos trastornos humanos y de saber cómo todo debe terminar.

El día ya parecía largo. Cuando volvió a mirar, en la parte superior de la pantalla, decía nuevamente 14:27. Ahora deseaba haber salido a la hora del almuerzo y haber caminado hasta el canal. Habría podido sentarse un rato en uno de los bancos a observar cómo los cisnes taciturnos y sus polluelos devoraban los pedazos de pan y los restos de otras cosas que la gente arrojaba allí, al agua. Sin querer, cerró sin salvar el archivo de distribución del presupuesto en el que había estado trabajando. Entonces lo invadió un destello de algo parecido al desprecio, se levantó y caminó por el pasillo hasta el baño de hombres, donde no había nadie, y se metió en un cubículo. Se quedó un rato sentado sobre la tapa, mirando la parte posterior de la puerta, en la que no había nada escrito ni garabateado, hasta que se sintió un poco más estable. Luego se acercó al lavabo, se echó agua en la cara y se secó lentamente cara y manos con la toalla de papel que salía automáticamente del aparato.

De regreso a su escritorio, se detuvo a tomar un café, presionó la opción americano en la máquina y esperó a que el líquido se vertiera en la taza.

Ya casi estaba listo cuando Cynthia, la mujer de cuentas, vestida de colores brillantes, se apareció, con el celular, riéndose. Hizo una pausa cuando lo vio y enseguida cortó.

–¿Estás bien, Cathal?

–Excelente –dijo–. Excelente. ¿Tú?

–Excelente –sonrió ella–. Gracias por preguntar.

Se llevó el café antes de ponerle azúcar, antes de que ella pudiera decir algo más.

Al regresar a su escritorio, miró la parte superior de la pantalla, eran las 14:54. Estaba volviendo a abrir el archivo y leyendo cómo había quedado, y, cuando estaba a punto de redactar nuevamente algunos de los cambios que iba a tener que hacer, pasó el jefe.

El jefe era del norte, unos diez años más joven que él, vestía trajes de marca y jugaba al squash los fines de semana.

–Bueno, Cathal, ¿cómo anda todo?

–Bien –dijo Cathal–. Gracias.