Blancanieve - José Pedro Bellán - E-Book

Blancanieve E-Book

José Pedro Bellán

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Beschreibung

«Blancanieve» es una obra de teatro de José Pedro Bellán en tres actos y doce cuadros. Se trata de una adaptación dramática del famoso cuento de los hermanos Grimm que narra la trágica historia de la princesa Blancanieves. La reina Margarita, madrastra de Blancanieves, descubre gracias a su espejo mágico que ya no es la más bella del reino.

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Seitenzahl: 108

Veröffentlichungsjahr: 2022

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José Pedro Bellán

Blancanieve

Un prólogo y tres actos en doce cuadros.

Saga

Blancanieve

 

Copyright © 1929, 2022 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726682281

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

BLANCANIEVE

Esta obra fué estrenada en Montevideo, el 3 de Agosto de 1928, por la Compañía Oficial de “La Casa del Arte.”

Personajes

Blancanieve. La Reina, madre de Bancanieve. La Reina, madrastra de Blancanieve. Dama de confianza de la Madrastra. El Aya de Blancanieve La viejuca de los cien años. Una madre con el niño. La pastorcilla. Cuatro brujas. Cuatro damas, compañía de la Reina madre. La niña Isabel. Muchacha del balcón. Acompañantes de la Reina Madrastra. El Rey. Los Siente Enanos. El Montero. El Príncipe. Oficial 1ero. Oficial 2do. Maese Pedro. Ricardo Leopoldo. Caballero 1ero. Caballero 2do. Cuatro Cabreros. El Mago. Diablillo. Compañeros del Príncipe. Soldados, pastores, gente del pueblo.

PROLOGO

ESCENOGRAFIA:

Parque secular. Hacia el foro, en último término, un espacio abierto entre los árboles ha de permitir ver el muro de un edificio de la Edad Media. En el centro del muro, una ventana cerrada practicable trás la cual se advierte a la reina ocupada en una labor de aguja. Algunas damas distraen sus oclos, bordando. Conversan y ríen. En un ambiente apacible, la nievo empieza a caer.

ESCENA I

La Reína y sus damas. Después de un pequeño intervalo se oírá por la izquierda la grita bulliciosa de los niños que se van acercando al lugar.

 

Voces — Desde adentro — Al lobo, al lobo. Persigamos al lobo . . .

Voz — Atajen! . . .

Voz — Al lobo, al lobo. Atajen! . . .

Voz — El lobo está hambriento!

Voz — Matemos al lobo! . . .

ESCENA II

Rícardo aparecerá por la izquierda. Viene huyendo, jadeante, el pelo en desorden. Se detiene un instante y volviéndose hacía la izquierda, aullará imitando al lobo. Luego, después de una corta vacilación, seguirá corríendo, huyendo por la derecha. La algarabía de los perseguídores se acentúa. Por la izquierda aparecen en tropel, veinte o treinta niños de ambos sexos, vestidos de blanco, armados con palos y ramas. El grupo pasa algo desperdigado.

Luis — Que hace como de jefe. Al entrar—Al lobo! No le demos tregua. Allá va. Mirad, allá va.

Otros — Al lobo, al lobo. Matemos el lobo.

Niña — Ya no se ve. Se ha escondido.

Voces — Al lobo, al lobo! . . . —Todos pasan la escena corriendo, sin detenerse. Algo separada del grupo, llega Isabel. Viene llorosa, cojeando.

Isabel — Esperad. Me he clavado una espina, me he clavado una espina. — Se detiene un instante y se sienta en un tronco, con el ánimo de quitarse el calzado. En este momento la sorprende la llegada de Maese Pedro, que se supone viene por la izquierda. Atemorizada y saltando sobre una pierna huye por la derecha, gritando —Ahí viene Maese Pedro, Maese Pedro! . . .

ESCENA III

La escena quedará sola un instante. Aparece por la izquierda Maese Pedro, un viejuco encorvado, que amenaza iracundo con un garrote al grupo que huye.

 

M. Pedro — Grullas, más que grullas. ¿Cómo habéis pasado el seto? ¿Quién os ha dado permiso? Ahora veréis. Avanza trabajosamente, tratando de correr. Hace mutis por la derecha. En este instante se abre la ventana y aparece en ella una de las damas que mira curiosamente hacia la derecha —

Reina — Desde adentro. — ¿Qué ocurre? ¿qué es esa alegría?

Dama — Riendo — Oh! . . . señora. Son los niños, una nueva invasión. — Entra en la pieza cerrando la puerta. Después de una breve pausa, se oirá hacia la derecha rumor confuso de voces. Llora una niña.

ESCENA IV

Maese Pedro entra por la derecha trayendo de una oreja a la niña que rengueaba. Tras ellos todos los niños menos el que hacía de lobo. Entrarán con timidez, de-demostrando arrepentimiento y sumisión. El corro se detíene a alguna distancia de Maese Pedro y de la niña.

 

Pedro — Ríete ahora, ríete ahora. Te he pescado . . .

Niña — Llorando — No lo haré más, ay, ay! . . . no lo haré más, ay! . . .

Pedro — Siempre decís lo mismo. Creisteis que el viejo no os alcanzaría, eh? Pues vaya un chasco. Je, je! . . .

Una Voz — Perdónela, Maese Pedro.

Una Voz — Nosotros también tenemos la culpa.

M. Pedro — Pues a todos os encerraré con los puercos. Avanza un paso hacia ellos, pero el grupo escapa alborozado. Maese Pedro se detiene — Ah! . . . escapáis? No importa: me llevo a esta. El grupo vuelve sobre sus pasos y se detiene a una distancia prudencial.

U. Niña — Maese Pedro: si la soltáis os traeré una paloma de mi palomar. La niña prisionera gime debilmente.

U. Niño — Nos dieron permiso para correr por la granja.

U. Niña — Soltadla si no queréis que lo diga a mi papá.

U. Niña — Y al mio que os hará pagar caro.

U. Niño — Esta vez no corrimos por el sembrado.

M. Pedro — Abusaís porque no puedo seguiros. Os echaré los perros.

U. Niño — Los perros nos conocen y juegan con nosotros.

M. Pedro — Callaos, insolentes, callaos! — Mientras con una mano retiene a la niña, con la otra amenaza con un garrote —¿No tenéis otros sitios, desalmados . . . Pero ya veréis. Buena os espera con la bruja del barranco — Asustando — De noche, cuando estéis durmiendo, ha de ir, casa por casa. Cuando oigáis que arañan la puerta, es ella que llega. Los niños escuchan ansiosamente. —

u. niño — Papá me dijo que no hay brujas.

u. niña — Asustada y lloriqueando — Abuelita dice que sí. Me contó que una noche la vió bajar por la chimenea.

M. Pedro — Por la chimenea, por el agujero de la cerradura. . Para por cualquier rendija, se acerca a la cama de los niños malos y se los lleva al barranco.

u. niño — ¿Y qué hace con ellos?

M. Pedro — Se los come. — Exclamaciones de miedo por parte de los niños.

u. niña — Ay! . . qué miedo.

La Niña — La que está prisionera — Rompiendo a llorar — Ay. ay! . . perdóneme, Maese Pedro. Nunca más volveremos a pasar por el seto. Ay ay! . .

M. Pedro — No, no . . . La bruja os comerá, la bruja os comerá.

U. Niño — Llorando — No lo haremos más, no lo haremos más. — Un silencio —

Ricardo — Desde adentro, imitando al lobo— . . . Ahú, ahú! . . .

M. Pedro — Por Ricardo — Ah! . . . estáis ahí . . . Luego gritarás mejor.

Ricardo — . . . ahú, ahú! . . .

M. Pedro — Os tocará la mejor parte.

Ricardo — Ahú, ahú! . . . — Algunos niños se tientan y ríen. Las niñas dejan de llorar. Todos ríen.

U. Niña — Rompiendo a reír — Oh!. . mirad. Maese Pedro, mirad!. . Señala un lugar fuera de escena —está oculto detrás aquel roble.—El viejo da algunos pasos en la dirección indicada, llevando siempre, prisionera a la niña. El corro se aparta prudentemente. Uno de los niños empuja a otro hacía el viejo. El empujado espaca volviendo al corro, En este momento, Ricardo aparece por un rompíente de la derecha. Al imitar al lobo se encuentra ínesperadamente junto a Maese Pedro, que sín soltar a la niña, le tira un manotón sin lograr cogerlo. Una carcajada general. Todos gritan y saltan de alborozo. Ricardo corre hacia la izquierda.

M. Pedro — Iracundo — La habréis de pagar caras. Sois un hato de pillos. En este momento se abre la ventana y aparece la Reina y tras ella varias damas.

 

Escena — V— Dichos, Ricardo, la Reina y damas.

 

Reina — Sonriente — ¿Qué ocurre? Maese Pedro. — Maese Pedro suelta a la niña, se quita el sombrero y hace una tosca reverencia. Todos los niños se vuelven hacia la ventana.

U. Niño — ¡Es la reina!. .

U. Niña — La Reina estaba en la granja!

U. Niño — Qué hermosa.

U. Niño — Qué blanca.

M. Pedro — Son estos niños, Magestad. Cuando echan a correr, no respetan nada. Os habéis dignado dar permiso para que jueguen en el Pinar, pero ellos lo quieren todo, saltan los setos, pisan los sembrados. No hay modo de hacerles obedecer.

U. Niña — La Prisionera — Nos ha amenazado con la bruja. — La nieve continúa cayendo —

M. Pedro — A la niña—Y no os escaparéis. La niña llora, chillando para llamar la atención de la Reina —

L. Reina — Maese Pedro tiene razón. — Un silencio — ¿Es que es pequeño el Pinar?. . ¿No tenéis la alameda de la fuente, para correr? — Un silencio — Contestad . . .

Ricardo — Maese Pedro no nos deja llegar hasta la fuente.

L. Reina — Ah!” también queréis la fuente? Y por qué?

U. Niño — Nunca fuimos.

U. Niño — Queremos verla. — Todos se acercan a la ventana. —

L. Reina — Bien: dejadles en libertad, Maese Pedro. — A los niños — Podréis ir hasta la fuente. Pero primero, quiero vuestra promesa de que seréis juiciosos y obedientes.

Todos — Sí, sí. .

U. Niña — Os traeré rosas.

U. Niña — Y yo azucenas.

U. Niña — Y yo una planta de geranio. — La Reina y damas ríen—

L. Reina — ¿Cuándo?

U. Niña — Mañana. .

U. Niña — Ahora. .

L. Reina — No. Ahora quiero que una de vosotras me dé un beso.

Todas — Yo, yo. . A mí, a mí . . . Yo . . . — Todas se abalanzan al balcón. Los varones atrás. Quieren besar a la Reina, porfían por el sitio de preferencia, levantan los brazos y gritan pidiendo besar. —

L. Reina — A una niña — A ver, tú, morenita . . . Sube . . . — La niña se encarama por el balcón. La Reina inclina el busto y se besan. A otra niña — Ahora tú . . . — El mismo juego — Y tú . . . — Los niños se atropellan, prendidos del balcón, esperando turno, mientras continúan diciendo — Amí, a mí . . . Ahora yo . . . — La Reina tiene para cada uno de ellos ‚un halago. Después del beso, díce — Ay! . . . qué hermosa . . . Qué boquita más dulce — Algunos no pueden contenerse y la abrasan al besarla. Todo esto debe ser rápido: niñas que se atropellan, suben al balcón y bajan después de besar. De pronto la Reina se dirige a un varón, uno de los más pequeños, que está algo retirado del grupo — ¿Y tú, tontuelo . . . no quieres darme un beso? — Los niños lo llevan y como no puede subir al balcón, ellos lo levantan en sus brazos y la Reina lo besa. Después de besarlo — ¿Cómo te llamas? . . .

E. Niño — Leopoldo.

L. Reina — Bravo, hermoso, Leopoldo. Ve a jugar. — Los niños lo bajan — A Ricardo — Y tú . . . ¿cómo te llamas? . . .

Ricardo — Ricardo.

L. Reina — ¿Y qué te gustaría ser?

Ricardo — Montero mayor de la Reina. — Reina y damas ríen. —

L. Reina — Ojalá algún día lo seas.

U. Niño — Y yo quisiera ser pintor.

U. Niño — Y yo capitán.

U. Niña — Yo hermana franciscana.

Leopoldo — Y yo tahonero . . .

L. Reina — ¿Y para qué quieres ser tahonero?

Leopoldo — Para poder jugar con la masa. — La Reina, damas y niños ríen por la ocurrencia.

M. Pedro — A si mismo — Pobrecito mío: entonces no jugarías.

L. Reina — Quiero que hagáis la rueda que hicisteis la otra tarde. Después iréis a la fuente.

Ricardo — Hagamos la rueda.

Niños — La rueda, la rueda. — Todos se toman de las manos y cierran el círculo, dentro del cual debe quedar Maese Pedro. Bailan una ronda. La nieve continúa cayendo. Al terminarse la ronda, la rueda se rompe en un solo punto, hacia los practicables de la derecha y los niños desaparecen, siempre unidos de las manos, formando el conjunto una línea ondulada. Todos gritan: — A la fuente, a la fuente. Viva la Reina. A la fuente . . .

M. Pedro — Saliendo trás ellos — Vuelan . . . vuelan . . .

ESCENA VI

Dichos menos los niños y M. Pedro — La Reina quedará de pie, atenta a los niños que se van. La alegría de su rostro desaparce. Tiene en una de sus manos su aguja de trabajo y en la otra la tela que estaba bordando. Las damas observan en la misma dirección de la Reina. Un silencio. Nieva con más intensidad.

Dama 1a. — Señora, no es prudente que permanezcáis en este sitio.

Dama 2a. — Considerad, señora, que aun estáis delicada. Este aire no puede haceros bien.

L. Reina — Siempre mirando a los niños que se supone van lejos. Lentitud y amargura — Oh!. . dejadme, dejadme . . . Qué importa el frío!. . Fría es mi vida. Mirad allá . . . Corren y corren . . . — Breve pausa