Breve historia de la guerra de los Balcanes - Eladio Romero - E-Book

Breve historia de la guerra de los Balcanes E-Book

Eladio Romero

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Beschreibung

Conozca los antecedentes históricos y el desarrollo de todos los conflictos que surgieron en la república socialista de Yugoslavia a partir de 1991, así como sus consecuencias y la situación actual de los distintos países nacidos tras su disolución: Eslovenia, Croacia, Bosnia y Herzegovina, Serbia, Montenegro y Macedonia. Gracias a Breve historia de las guerras de los Balcanes se acercará a unos conflictos, extremadamente crueles, que se caracterizaron por la práctica masiva de las torturas, los asesinatos, las violaciones, los encarcelamientos en campos de prisioneros y la limpieza étnica para eliminar a los miembros de las etnias contrarias, en episodios demasiado frecuentes que no se habían vivido en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. De la mano de Eladio Romero e Iván Romero, grandes expertos en el tema, descubrirá en una lectura amena y rigurosa, por qué una serie de comunidades con diferencias religiosas y culturales muy marcadas habían logrado convivir pacíficamente durante cuarenta y cinco años, y en cuestión de dos o tres años acabaron enfrentándose en una serie de crueles guerras, buscando convertirse en entidades políticas soberanas y étnicamente puras.

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BREVE HISTORIA DE LA GUERRA DE LOS BALCANES

BREVE HISTORIA DE LA GUERRA DE LOS BALCANES

Eladio Romero e Iván Romero

Colección:Breve Historia

www.brevehistoria.com

Título:Breve historia de la guerra de los Balcanes

Autor:© Eladio Romero García, © Iván Romero Catalán

Copyright de la presente edición:© 2016 Ediciones Nowtilus, S.L.

Doña Juana I de Castilla, 44, 3º C, 28027 Madrid

www.nowtilus.com

Elaboración de textos:Santos Rodríguez

Diseño y realización de cubierta:Universo Cultura y Ocio

Imagen de portada: Arkan y sus Tigres.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjasea CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com;91 702 19 70 / 93 272 04 47).

ISBN edición digital:978-84-9967-807-8

Fecha de edición:Noviembre 2016

Depósito legal:M-33109-2016

A Pirrito

Índice
Introducción
1. Antecedentes históricos
Yugoslavia, o la definición de un estado fallido
Eslovenia
Croacia
Serbia
Voivodina
Kosovo y Metohija
Montenegro
Bosnia y Herzegovina
Macedonia
El Reino de los serbios, croatas y eslovenos
El reino de Yugoslavia: la dictadura monárquica
La Segunda Guerra Mundial
La república socialista yugoslava
2. Los orígenes de la confrontación
Primeros problemas nacionalistas
Tras la muerte de Tito, el caos
Slobodan Milošević, o el nacionalismo oportunista serbio
Los apuros de Eslovenia
Las elecciones democráticas de 1990
La llamada de las armas
3. La guerra de Eslovenia
Las declaraciones de independencia de Eslovenia y Croacia
Los primeros movimientos militares
Guerra abierta
Interviene la diplomacia
Los momentos finales
El acuerdo de paz
4. La guerra de Croacia. Derrota croata (1991)
Preparativos de guerra en Croacia
El violento verano de 1991: lucha en Banovina
Ataque a Kijevo
Asedio, agonía y conquista de Vukovar
Batalla de Osijek
Combates en Eslavonia occidental: batalla de Kusonje
Combates en el centro del país. La batalla de Gospić
Batalla por los cuarteles
Batalla de Šibenik
Batalla de Zadar
Asedio de Dubrovnik
Otras operaciones militares, ataques y matanzas
Negociaciones para un alto el fuego
5. Bosnia y Herzegovina. La agresión serbia y la limpieza étnica (1992-1993)
Planes para una nueva guerra
La Operación Presa
La situación de Bosnia entre 1991 y 1992 y el camino a la independencia
El arranque de la guerra
Facciones en liza
El asedio de Sarajevo: los inicios
Primeras ofensivas y masacres serbias
Las masacres de Višegrad y Foča
El ataque en la frontera septentrional (la Operación Corredor 92)
Operación Vrbas 92
Banja Luka y Prijedor
El enclave de Bihać
Avances serbios en Herzegovina
Refugiados y situación internacional en 1992
El comienzo de la guerra bosnio-croata
La guerra entre serbios y bosnios en 1993 y la intervención de la ONU
Planes de paz de 1993
Recrudecimiento de la guerra bosnio-croata en 1993
Sitio de Mostar y Operación Neretva 92
Secesión en Bihać
6. Bosnia y Herzegovina. La implicación internacional y el retroceso de los serbios (1994-1995)
Fin de la guerra bosnio-croata
Mayor implicación de la ONU y la OTAN
El nuevo plan de paz del Grupo de Contacto y sus efectos
Operación Tigre
Batalla de Kupres y Operación Invierno 94
Sarajevo bajo las bombas
Las últimas ofensivas y contraofensivas de 1995
Srebrenica
Žepa, Goražde, Bihać
Operación Fuerza Deliberada
Operación Verano 95
Las últimas ofensivas de septiembre y octubre
7. La guerra de Croacia. Victorias croatas (1992-1995)
El despliegue de UNPROFOR
1992, guerra intermitente
Los limitados avances militares croatas de 1993 y el estancamiento de 1994
1995: Preparativos para el final de la guerra
Operación Relámpago
Operación Tormenta y fin de la guerra
8. Los acuerdos de Dayton y su aplicación posterior
Los acuerdos de Dayton
La IFOR
Reintegración de territorios a Croacia
La actuación del Tribunal Penal Internacional para la ex-Yugoslavia
9. Kosovo y valle de Preševo
La represión serbia y la lucha de los albanokosovares por su independencia (1990-1998)
La guerra del UÇK (1998)
La intervención de la comunidad internacional
La Conferencia de Rambouillet
La guerra de la OTAN
Guerra terrestre, limpieza étnica y catástrofe humanitaria
Kosovo después de la guerra
El conflicto del valle de Preševo
10. Epílogo en Macedonia (2001-2015)
Antecedentes
Primeras acciones violentas (enero-febrero de 2001)
Guerra de baja intensidad en torno a Tetovo (marzo de 2001)
Reanudación de las hostilidades (abril-junio de 2001)
Intervencion de la OTAN y acuerdo general de alto el fuego (junio-julio de 2001)
Nuevos enfrentamientos (julio-agosto de 2001)
El acuerdo de Ohrid y las consecuencias de la guerra del 2001
Reanudación del conflicto (2014-2015)
Bibliografía, documentales y webs
Libros
Documentales
Textos en la Red

Introducción

¿Por qué un serbio, a partir de 1986 aproximadamente, empezó a odiar a sus vecinos croatas, musulmanes o albanokosovares, y viceversa? ¿Y por qué ese odio provocó la guerra más cruel vivida en Europa después de la Segunda Guerra Mundial?

Ambas preguntas tienen múltiples respuestas, todas ellas sin duda complementarias, aunque dichas respuestas dependerían de quienes las dieran. Sin embargo, aunque muy amplias, hay dos respuestas que ofrecen una perspectiva más o menos objetiva de la cuestión. Las causas de esos odios hay que buscarlas en el nacionalismo radical propiciado por los políticos y los medios de comunicación del momento, y la propia historia de aquellos territorios, siempre colmada de enfrentamientos.

Digamos que las guerras yugoslavas constituyeron una serie de conflictos desarrollados en el territorio de la antigua Yugoslavia, que se sucedieron entre 1991 y 2001, y que aún hoy día ofrecen algunos episodios, como el sucedido en Macedonia en mayo de 2015. Comprendieron dos grupos de guerras sucesivas que afectaron a las seis exrepúblicas yugoslavas. Términos alternativos en uso incluyen la guerra de los Balcanes, la guerra en la ex-Yugoslavia, las guerras yugoslavas de Secesión o, raramente, la Tercera Guerra Balcánica, aludiendo a las guerras de los Balcanes acaecidas entre 1912 y 1913.

Estas guerras se caracterizaron por los conflictos étnicos existentes entre los pueblos de la ex-Yugoslavia, principalmente entre los serbios por un lado y los croatas, bosnios y albaneses por el otro. Aunque también los hubo en un principio entre bosnios y croatas en Bosnia-Herzegovina. El conflicto obedeció a causas políticas, económicas y culturales, así como a la histórica tensión religiosa y étnica.

Las guerras yugoslavas terminaron con gran parte de la ex-Yugoslavia reducida a la pobreza, con desorganización económica masiva e inestabilidad persistente en los territorios donde ocurrieron los combates más intensos. Como hemos dicho ya, estas guerras fueron los conflictos más sangrientos habidos en suelo europeo desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, provocando poco menos de ciento cincuenta mil muertos según las estimaciones más optimistas, y al menos cuatro millones de desplazados. Fueron también los primeros conflictos desde la Segunda Guerra Mundial en los que algunos de sus causantes fueron formalmente juzgados por genocidas y criminales de guerra, al igual que muchos de los participantes de menor rango.

Este libro pretende recorrer todos estos conflictos, desde sus antecedentes históricos hasta los últimos episodios de violencia vividos aún en 2015.

1

Antecedentes históricos

YUGOSLAVIA, O LA DEFINICIÓN DE UN ESTADO FALLIDO

Yugoslavia fue, junto con la URSS y Checoslovaquia, uno de los estados europeos fallidos del siglo XX. Acabaría desintegrándose de una forma extremadamente traumática mediante una serie de guerras que comenzaron en 1991.

Oficialmente, el nombre de Yugoslavia fue acuñado en 1929. La palabra, en serbio, significa ‘Eslavia del sur’, o ‘tierra de los eslavos del sur’. Un estado que desapareció en dos ocasiones. La primera, de facto, en 1941, con la invasión alemana del país. Restaurado en 1945, el nombre de Yugoslavia volvería a desaparecer en 2003 tras varias guerras internas que lo desintegraron. En la primera ocasión, la que va de 1929 a 1941, la jefatura del estado la detentaba un monarca hereditario. En la segunda, un presidente de república federal de corte comunista.

Mapa de Yugoslavia en 1991.

El espacio geográfico que ocupó dicho estado corresponde a la zona meridional de Europa situada entre el mar Adriático (límite occidental) y la cordillera de los Balcanes (límite nororiental). Sin embargo, los límites de la primera Yugoslavia, la monárquica, no corresponden a los de la segunda, la republicana federal y socialista. Una circunstancia que abunda un poco más en el hecho de que aquel estado siempre tuvo mucho de artificial, aunque pretendiera constituir la unión de una serie de pueblos eslavos situados en el sudeste de Europa, bajo el amparo de las ideas propiciadas por los vencedores al finalizar la Primera Guerra Mundial, encaminadas a favorecer los intereses nacionalistas de los distintos pueblos europeos.

Hoy día, el territorio que formaba la antigua Yugoslavia se lo reparten seis estados soberanos, más un séptimo, Kosovo, cuya independencia no está todavía reconocida oficialmente por la ONU. Dichos estados son las repúblicas de Eslovenia, Croacia, Bosnia y Herzegovina (un estado federal a su vez dividido en dos entidades, la federación de Bosnia y Herzegovina y la República Srpska), Serbia, Montenegro y Macedonia. Seis territorios que ya estaban reconocidos como repúblicas en el estado federal yugoslavo nacido tras la Segunda Guerra Mundial. A ellas se añade la mencionada república de Kosovo, antigua provincia autónoma de Serbia.

¿Qué es lo que falló para que una serie de territorios con mayoría de población eslava y un idioma común (durante mucho tiempo llamado serbocroata) acabaran enfrentándose militarmente en varias guerras denominadas de independencia, en las que intervinieron organismos internacionales como la ONU y la OTAN? Quizá un breve análisis histórico de los distintos pueblos que configuraron la primera Yugoslavia nos permita arrojar luz sobre lo ocurrido posteriormente.

ESLOVENIA

El primer pueblo con nombre conocido de la actual Eslovenia fue el de los ilirios, del grupo indoeuropeo, que ocuparon esencialmente la región de Dolenjska, al sudeste del país. Hacia el 400 a. C., un nuevo pueblo indoeuropeo, los celtas, descendió desde Francia y Alemania para mezclarse con las poblaciones anteriores. Esta fusión llegó a manifestar su vitalidad con la creación del reino Nórico.

Los romanos fundaron en el 181 a. C. la colonia de Aquilea (en Italia), sobre el golfo de Trieste, destinada a defender Italia de los invasores galos. Casi dos siglos después iniciaron la ocupación de Nórico (h. 16-15 a. C.), la península de Istria y las tierras eslovenas, creándose sucesivamente las provincias de Nórico (Austria meridional y este de Eslovenia), Alta y Baja Panonia (Eslovenia central).

Los siglos IV y V vieron llegar las invasiones bárbaras sobre el territorio imperial romano. Paralelamente a la entrada de los lombardos en Italia (s. VI), pueblos eslavos procedentes de los Cárpatos descendieron hacia la llanura panonia hasta Constantinopla, aprovechando los valles del Danubio, el Sava y el Drava. Uno de estos grupos eslavos, los eslovenos, se asentarían en el actual territorio de Eslovenia junto a otros situados más al norte de esta región. Y aunque al principio no crearon organizaciones políticas estables, ante la presión de los ávaros constituyeron en la primera mitad del siglo VII el ducado de Carantania, que incluía tierras de la actual Hungría y cuyo centro se encontraba en territorio austriaco (zona de Klagenfurt).

Desde mediados del siglo VIII, dos pueblos germánicos, los bávaros primero y posteriormente los francos, se adueñaron del ducado de Carantania, denominada ahora Carintia, con la excusa de acabar con los ávaros. A partir de entonces el cristianismo, predicado por monjes irlandeses, se fue convirtiendo en la nueva religión de los paganos eslovenos bajo la dirección de las diócesis de Salzburgo y Aquilea. Por otro lado, con la desaparición del Imperio carolingio a mediados del siglo IX, la Eslovenia de entonces quedó primero independiente bajo un efímero reino local creado por el príncipe carintio Kocelj (869-874), que permitió la llegada de monjes orientales; luego, en torno al 900, fue asolada por los húngaros, y posteriormente, unos cincuenta años después, se incorporó al Imperio germánico de Otón I. En definitiva, los campesinos eslovenos quedaron sometidos a un duro régimen de servidumbre feudal bajo los duques de Carintia. La región fue dividida en marcas con los nombres de Carniola y Estiria. En el siglo XIII, el rey Otakar II de Bohemia dominó brevemente la región, hasta que a su muerte en el 1278 pasó a manos de la familia austriaca de los Habsburgo. En la costa de Istria, fue la República de Venecia la que en el siglo XIII pasó a dominar diversas poblaciones portuarias: Koper, Piran e Izola serán posesiones venecianas hasta el Congreso de Viena de 1815, momento en que pasaron a los austriacos.

El pueblo esloveno conservó, no obstante, su identidad cultural gracias a la labor educativa de dirigentes intelectuales, en su mayoría monjes y religiosos católicos que usaban la lengua local. Los diversos monasterios fundados en la región influyeron mucho en este sentido.

En el siglo XIV, la mencionada casa austriaca de los Habsburgo se convirtió, hasta 1804, en la dinastía gobernante del Sacro Imperio Romano Germánico. Entre mediados del siglo XIV y mediados del XV, frenaron su poderío los condes locales de Celje, aunque pronto sus posesiones pasarían al dominio austriaco tras el asesinato del último conde Ulrico II en Belgrado (1456).

Otro problema surgido a mediados del siglo XV fue el de los sucesivos ataques turcos sobre tierras eslovenas –Liubliana será asediada en 1472–, lo que provocó la construcción de murallas en casi todas las poblaciones y aldeas. Entre los siglos XV y XVII, los eslovenos protagonizaron rebeliones en el campo, sobre todo en 1478, 1515 y 1573, en este último año unidos a los croatas, en parte exasperados por las cada vez más cruentas incursiones de los turcos. Paralelamente, la Reforma luterana se fue extendiendo entre la aristocracia local y la incipiente clase media, publicándose obras relacionadas con el tema en lengua eslovena.

No obstante, a partir de 1580 el nuevo credo comenzó a perder fuerza en la región ante la represiva actuación de los tribunales católicos. En 1597 llegan a estas tierras los jesuitas, que conducen una labor de reeducación religiosa pro-católica cuyo éxito se vio fomentado por la labor represora.

La Ilustración dieciochesca que se impuso en Austria con José II de Habsburgo influyó notablemente en las tierras eslovenas. La servidumbre feudal quedó abolida y la actividad económica cobró auge al aumentar las exportaciones en el puerto de Trieste. La educación local fue fomentada, y en 1797 apareció el primer periódico en lengua eslovena (un dialecto eslavo meridional), el Lublanske Novize.

Las victorias de los ejércitos franceses sobre los austriacos permitieron en 1809 a Napoleón crear un dominio en la región. Seis provincias llamadas «ilirias», que ocupaban territorios de las actuales Eslovenia y Croacia, pasaron a depender del Imperio napoleónico estableciendo su capital en Liubliana. La igualdad de los ciudadanos ante la ley y el aprendizaje de la lengua eslovena (lengua eslava meridional con notables diferencias respecto al serbocroata) cada día en la escuela fueron las medidas más populares que se tomaron durante este período.

No obstante, las derrotas francesas hicieron que aquellos territorios retornaran a Austria en 1815, añadiéndose la costa eslovena de la península de Istria.

La vuelta a la dependencia de Austria no impidió el florecimiento de las ideas nacionalistas, especialmente en el mundo literario. Fue por aquel entonces que se escogió como bandera nacional la actual tricolor.

En la década de 1890 fueron creados los partidos del Pueblo Esloveno (católico), Progresista (liberal) y Socialista. Miembros del clero católico promovieron asimismo la organización de los campesinos y artesanos en amplios movimientos de cooperación. Por otra parte, las ideas que fomentaban la unión de los eslavos del sur en un solo pueblo estaban cada vez más extendidas en los Balcanes occidentales.

Vista de Liubliana, capital de Eslovenia.

Los representantes eslovenos, observando las derrotas de las potencias centrales durante la Primera Guerra Mundial, nuevamente plantearon ya en 1917 ante el Parlamento austriaco la necesidad de crear un ente eslavo autónomo y unido dentro de los dominios de los Habsburgo. El inmediato fin del conflicto y la previsible disolución del Imperio austrohúngaro radicalizarían las posturas, hasta el punto de que en octubre de 1918 se formó una Junta Nacional liderada por el esloveno monseñor Anton Korošec, la cual, reunida en Zagreb (capital croata), se transformaría en el gobierno provisional de un estado integrado por eslovenos, croatas y serbios. Dicha Junta acabaría decidiendo, en noviembre, la creación de un reino unido de los serbios, croatas y eslovenos bajo la dinastía de los Karađorđević, que ya gobernaba Serbia. Estados Unidos sería el primer país en reconocerlo (febrero de 1919).

CROACIA

Al igual que en Eslovenia, el primer pueblo histórico de la actual Croacia fue el ilirio, grupo indoeuropeo originario de Europa central que se instaló en los Balcanes sobre las poblaciones prehistóricas precedentes en torno al 1200 a. C., especialmente entre la península de Istria y Albania. Mientras tanto, entre el 750 y el 550 a. C., las islas y costas adriáticas recibieron con frecuencia la visita de los colonizadores griegos, que fundaron factorías comerciales dedicadas a traficar con los ilirios.

En el año 229 a. C., Roma atacó la costa dálmata ante la petición de ayuda de los griegos de Issa, presionados por los ilirios. Las acciones de piratería de este pueblo contra los navegantes itálicos tampoco fueron ajenas a la ofensiva romana. Esta primera guerra iliria significó la incorporación de la península de Istria a la república romana y el inicio del su protectorado sobre la ciudades griegas de la región.

En el 33 a. C., tras una nueva campaña lanzada por Octavio César Augusto, toda Iliria se encuentra ya sometida a Roma. La nueva provincia se denominó Illyricum. Durante el Imperio, esta región se convirtió en una valiosa reserva militar, y de hecho, el gran emperador reformador Diocleciano era de origen ilirio y nació en Solin (cerca de Split).

Posteriormente, en el 395, Teodosio dividió el Imperio en dos partes: la zona situada al noroeste del río Drina (norte de Albania), con Dalmacia (es decir, la zona costera, tal como la denominaban los romanos), quedó asignada a occidente; la situada al sureste de dicho río quedó para oriente.

Los eslavos croatas emigraron en el siglo VI desde Ucrania, sin que a ciencia cierta conozcamos su anterior origen. Después de establecerse en las provincias de Panonia (zona interior de Iliria) y Dalmacia, los croatas se liberaron de los ávaros y comenzaron su desarrollo independiente. Incluso fueron llamados por el emperador oriental Heraclio I para luchar contra esos mismo ávaros (626). En el siglo VII, vasallos de los bizantinos, los croatas se convirtieron al cristianismo, estableciéndose una diócesis en la región de Nin (costa dálmata, al norte de Zadar). Poco después, obtuvieron el derecho a usar la lengua croata en los servicios religiosos.

En el siglo VIII, las tribus croatas se vieron presionadas ante la presencia de los francos, enfrentados a los bizantinos. Por la paz del 812 entre ambas potencias, la región de Panonia quedó subordinada al Imperio carolingio, mientras que Dalmacia continuaría dependiendo de los bizantinos. No obstante, los habitantes de Panonia y de la costa, dirigidos por príncipes locales autotitulados duques (Višeslav, Trpimir, Branimir, etc.) se fueron liberando a lo largo del siglo IX, y a comienzos de la centuria siguiente lograron formar un reino croata independiente. El primer monarca fue el legendario Tomislav (910-929), señor de Nin, coronado en el 925.

Tomislav y sus herederos se enfrentaron al Imperio búlgaro en Panonia y a la expansión véneta en la costa. Petar Krešimir IV (1058-1074) rompió con Bizancio y fortaleció los vínculos con el papado. En este período, Croacia alcanzó su máximo poder y expansión territorial al anexionarse las ciudades dálmatas. La capital del reino era Zara Vieja (actual Biograd na Moru), aunque posteriormente, en época del rey Zvonimir, se trasladó a Nin.

Sin embargo, durante el gobierno de Krešimir el país quedó dividido entre un grupo latino favorable al monarca y otro nacional opositor, que disfrutaba del apoyo popular. Cuando Dimitrije Zvonimir, invitado por el pontífice, intentó involucrar al reino en una guerra contra los turcos selyúcidas, la oposición le acusó de ser un vasallo del papado y lo asesinó en el 1089. La guerra civil desatada marcó el declive del reino.

Bizancio recuperó entonces Dalmacia. A su vez, Ladislao I de Hungría conquistó Panonia en el 1091 y reivindicó la corona croata. Este monarca fundó una diócesis en Zagreb tres años después, que se convertiría en un gran centro de poder eclesiástico. El noble croata Petar Svačić fue coronado por los dálmatas, pero el papa lo consideró rebelde y llamó a Koloman de Hungría para derrocarlo. Koloman invadió el país y Svačić murió durante la campaña en el 1097. Sería el último rey de sangre croata.

Después de una prolongada guerra, Koloman firmó el Pacta Conventa con los representantes croatas, que podrían disponer de parlamento propio (el llamado Sabor). La unión con Hungría, llevada a cabo en el 1102, siempre se consideró un acto voluntario que no debía hacer perder a Croacia su condición jurídica de reino. Desde entonces, y durante ocho siglos, Croacia se mantuvo vinculada a Hungría. A su vez, casi toda Dalmacia quedó durante un largo tiempo en disputa entre húngaros y venecianos, provocando más de veinte guerras entre los siglos XII y XV. La cuestión fue resuelta entre 1409 y 1420, años en los que Venecia estableció varios pactos con el rey húngaro Segismundo, pactos que implicarían la incorporación a sus posesiones de casi todas las plazas dálmatas tras pagar una fuerte suma. Por otro lado, la presencia turca en la región desde mediados del siglo XIV no hizo más que complicar la situación política de la región.

En todo este proceso debemos mencionar el caso peculiar de Dubrovnik, ciudad entonces llamada Ragusa. Durante la Edad Media, perteneció primero a los bizantinos, luego a los venecianos, que en el siglo XI instalaron un gobernador; obtuvo después una amplísima autonomía y en 1205 se entregó de nuevo a los venecianos para preservarse de otras amenazas. A fines del siglo XV, la ciudad se sometió a los turcos mediante el pago de un tributo, aunque gozando de una práctica independencia. Gobernada como la república aristocrática de Venecia, mantuvo una importante flota que le permitiría una gran prosperidad comercial. Pero un terremoto acaecido el 6 de abril de 1667 dañó sensiblemente sus edificios y provocó una elevada mortandad, por lo que hubo de ser reconstruida tal y como hoy la podemos contemplar. En 1806 se entregó a las tropas napoleónicas, y dos años después el mariscal Marmont, nombrado duque de Ragusa, disolvió su senado antes de incorporarla posteriormente a las Provincias Ilirias. Al terminar la era napoleónica, la ciudad fue anexionada a Austria por decisión del Congreso de Viena (1815). Durante el Renacimiento, Ragusa se convirtió en un centro de difusión humanista en lengua eslava, aunque bajo la influencia del pensamiento italiano.

Tras la derrota de las fuerzas croatas y húngaras en la batalla de Krbavsko Polje (1493) y en Mohács (1526), la mayor parte de Panonia y Hungría cayeron en manos turcas. Al morir el rey húngaro Luis II en Mohács, las coronas magiar y croata pasaron a manos de los emperadores Habsburgo, que se hicieron dueños del norte de Dalmacia y de la Croacia interior al ser elegidos monarcas por la nobleza local.

La dominación otomana en Bosnia y en parte de la costa e interior croatas modificó sustancialmente la composición étnica de estas zonas, sobre todo en la antigua Panonia. Muchos croatas emigraron hacia el norte, instalándose incluso en tierras austriacas. A su vez, los turcos asentaron a germanos y húngaros, y permitieron a los serbios que huían de los Balcanes quedarse en aquella región. Los Habsburgo, que ya dominaban la ciudad de Rijeka y parte de la península de Istria, crearon a su vez en 1578 una Frontera Militar (Vojna Krajina), destinada a defenderse de los otomanos en las actuales Eslavonia y Krajina (noreste y este de Croacia respectivamente). En la Croacia no limítrofe, la llamada Croacia Civil (Banus Croatia), sus habitantes, a pesar de estar gobernados generalmente por un noble húngaro (el ban o virrey), mantenían todavía sus peculiaridades gracias al mantenimiento del Sabor o consejo territorial integrado por croatas. Los venecianos poseían también una serie de fortalezas en Istria y Dalmacia que les permitían controlar la navegación adriática. Koper (en la actual Eslovenia) y Pula, ambas en Istria, junto a Zadar, Šibenik, Trogir o Split y las islas de Hvar, Korčula o Vis, constituían sus puntos más destacados.

Cuando los turcos retrocedieron en el siglo XVII, Austria quiso limitar los derechos estatales de Hungría y Croacia para convertirlas en simples provincias integradas en su Imperio. Las noblezas de ambos territorios, unidas, se resistieron primero y conspiraron después para organizar un movimiento independentista (1664-1674), aunque el intento fracasó.

A finales del siglo XVIII, Hungría, que buscaba cada vez más una amplia autonomía frente a los Habsburgo, procuró sin lograrlo imponer su lengua y sus leyes en Croacia, provocando las consecuentes quejas de sus habitantes.

Napoleón, que había derrotado a los austriacos en el norte de Italia, acabó con la república de Venecia y se incorporó sus posesiones en 1797. Al principio, y de acuerdo con el tratado de Campo Formio firmado entre franceses y austriacos, la Dalmacia véneta pasó a depender de los segundos. Más tarde, el ya emperador Bonaparte decretó la anexión de Dalmacia y Panonia a su imperio francés (1805), constituyendo las llamadas Provincias Ilirias (1809). De esta forma se estimulaba el nacionalismo eslavo en la región. Precisamente, tras la caída de Napoleón, las relaciones entre Hungría y Croacia se harían cada vez más tensas.

Desterrado Napoleón, la Istria y Dalmacia venecianas, junto con Dubrovnik, se incorporaron al Imperio austriaco, que se convirtió de nuevo en la potencia dominante en la región.

Hacia 1830, los croatas fueron desarrollando una cada vez mayor identidad eslava frente a austriacos y magiares, creándose un movimiento ilirio de autoafirmación liderado por Ljudevit Gaj, estudioso de la lengua croata. Zagreb se convertirá en la capital de este llamado Renacimiento Nacional Croata.

Ante las peticiones cada vez más exigentes de los croatas, relativas sobre todo al uso oficial de su lengua y al fin de la magiarización administrativa, en abril de 1848 el Parlamento húngaro adoptó severas limitaciones de su autonomía. El Sabor del pueblo croata declaró entonces la separación de Hungría, abolió la servidumbre, proclamó la igualdad de todos los ciudadanos y eligió como virrey al coronel croata Josip Jelačić. Este llevó a cabo la invasión de Hungría, debilitando a las fuerzas de la revolución húngara dirigida por Lajos Kossuth, lo que permitió a los Habsburgo recuperar su poder en aquel país. Poco después, el emperador austriaco lograría imponer durante un tiempo un sistema de gobierno centralista tanto en Hungría como en Croacia.

El Sabor croata fue disuelto en 1861, y dos años después, con la división de la corona imperial en el llamado Imperio austrohúngaro o monarquía dual, germanos y magiares quedaron como naciones dominantes en la nueva entidad estatal. En 1868, Hungría aceptó la existencia de la Croacia panonia o interior como unidad política autónoma con lengua propia (el serbocroata) dentro de la corona, pero Austria siguió mandando directamente en Dalmacia, Istria y la Frontera Militar.

En Croacia, las corrientes políticas estaban divididas. Desde 1848 existía un paneslavismo tendente a la unificación nacional de los pueblos eslavos meridionales, cuyo principal representante era Josip Juraj Strossmayer (1815-1905), obispo católico de Djakovo. Los impulsores de esta propuesta paneslavista eran en su mayoría miembros de la burguesía liberal, del clero católico y de los círculos intelectuales. Pero por otro lado estaban los pancroatas del Partido del Derecho apoyados por la pequeña burguesía. Su ideario se basaba en el proyecto de una Croacia libre y fuerte, que incluyera todas las tierras de Bosnia y se mantuviera separada de los serbios.

Porque desde fines del siglo XVII, muchos serbios se habían instalado en las fronteras militares croatas al objeto de no caer bajo el yugo turco. Se prefería antes el dominio cristiano de los austriacos que la opresión musulmana. En 1867, tras el acuerdo austrohúngaro que integraba a la Croacia interior en zona de dominación magiar, los serbios supieron llevarse bien con los indeseables señores húngaros, lo que les granjeó la antipatía de los propios croatas. No obstante, dentro del Sabor regional ya restaurado de Croacia surgiría una tendencia paneslavista que fue muy fuerte entre 1905 y 1914.

También repercutió de forma contradictoria, en la relación entre ambos pueblos, la incorporación oficial de Bosnia-Herzegovina a los territorios austriacos en 1908 (aunque la dominación real se remontaba ya a 1878). Por una parte, se veía con desagrado que los serbios reclamaran para sí una región en la que vivía una importante minoría croata. Por otra, se anhelaba esa unidad paneslava que permitiera la creación de un estado yugoslavo.

Fue esta última la tendencia que acabó imponiéndose durante la Primera Guerra Mundial, a pesar de que numerosos croatas defendían la monarquía de los Habsburgo luchando en el frente italiano. La guerra significó para muchos una lucha entre hermanos serbios (independientes de los turcos desde hacía ya bastante tiempo) y croatas (que tuvieron que mostrarse teóricamente aliados de Turquía por pertenecer a las potencias centrales).

La Declaración de Corfú, firmada el 20 de julio de 1917 por eslovenos, croatas y serbios exiliados en Italia (donde se había creado un comité yugoslavo) constituiría uno de los elementos clave para la creación del nuevo reino paneslavo. El otro fue la derrota de las potencias centrales y la desintegración del Imperio austrohúngaro. El intento de unión con los eslovenos y los serbios en un solo estado libre (Declaración de Zagreb del 29 de octubre de 1918) no llegaría a durar dos meses, pues los tres pueblos acabarían integrándose en una monarquía que no era más que una Gran Serbia encubierta liderada por la dinastía de los Karađorđević de Belgrado. Además, la península de Istria, el puerto de Zadar y las islas de Cres, Lastovo y Lošinj, de población mayoritariamente eslava, quedarían incorporadas a Italia por el tratado de Rapallo (noviembre de 1920). La ciudad de Rijeka (Fiume, en italiano) se convirtió en motivo de controversia, pues en septiembre de 1919 fue ocupada por un grupo de nacionalistas italianos dirigidos por el poeta Gabriele D’Annunzio. El mencionado tratado de Rapallo la convirtió en estado libre y los escuadristas italianos tuvieron que retirarse. Definitivamente, la Italia fascista se anexionaría la localidad en 1924 tras un nuevo acuerdo firmado en Roma con el gobierno yugoslavo.

SERBIA

Durante el I milenio a. C., encontramos en territorio serbio diversos pueblos con nombres conocidos gracias a los escritores griegos y latinos. Destacamos los tracios tribalios, que dominaron Serbia hasta la penetración iliria por el sur, así como los dacios y los moesios. En el siglo III a. C. se consolidará en la región el estado de los celtas escordiscos (considerados mezcla de tracios e ilirios), a quienes se les atribuye la fundación de muchas ciudades modernas en Serbia y la construcción de fortalezas como el actual Kalemegdan (fortaleza y barrio de Belgrado). Los romanos refundarían esta con el nombre de Singidunum.

Los griegos llegaron también, en su expansión, al sur de la Serbia moderna hacia el siglo IV a. C., alcanzando el punto más septentrional del Imperio de Alejandro Magno. A mediados del siglo II a. C., las tribus de la región combatían ya para evitar la conquista romana, aunque en las décadas posteriores tendrían que combatir no sólo contra Roma, sino contra sus vecinos los dacios, de forma que hacia el 15 a. C. eran ya considerados súbditos de los romanos. El Danubio se convertirá en una frontera militar muy defendida frente a los pueblos no dominados del norte.

La Serbia contemporánea comprende (en total o en parte) las provincias clásicas romanas de Moesia, Panonia, Praevalitana, Dalmacia, Dacia y Macedonia. Fueron varios los emperadores romanos que nacieron en lo que ahora es Serbia, destacando sobre todo Constantino, originario de Niš (la antigua Naissus).

El pueblo eslavo de los serbios se asentó en el siglo VII en las áreas ahora conocidas como Bosnia, Kosovo y Montenegro, a caballo entre la línea que desde el año 395 había dividido a la mitad oriental y occidental del Imperio romano.

El origen de los serbios, al igual que el de los croatas, ha provocado diversos debates entre los historiadores, aunque parece que existe consenso en situarlo como mezcla entre sármato-iranios que habrían asimilado tribus eslavas, para luego emigrar juntos al centro de Europa (zona de Sajonia). Desde allí, se trasladarían a los Balcanes en torno al año 626, llamados por el emperador bizantino Heraclio, necesitado de tropas para combatir a ávaros y persas.

Una vez en el área balcánica, los distintos clanes serbios organizaron varios principados, ocasionalmente separados o unidos, gobernados por dirigentes conocidos como župan. Tanto el Imperio bizantino como los reyes búlgaros trataron de conquistarlos, dando lugar a diversos enfrentamientos.

Los primeros príncipes serbios registrados fueron Višeslav (contemporáneo de Carlomagno, gobernó entre el 768 y el 814), su hijo Radoslav, Prosigoj (hijo de Radoslav) y Vlastimir, hijo del anterior. En ese tiempo, el país había aceptado totalmente el cristianismo, en sus dos versiones, católica y ortodoxa.

Vlastimir es considerado el principal príncipe de la dinastía Vlastimirović. Gobernó entre el 836 y el 851 sin depender de los bizantinos. En los años siguientes, la dinastía Vlastimirović se vio envuelta en guerras internas por el control del poder, en las que intervinieron búlgaros y bizantinos. De todos estos enfrentamientos salió reforzado el príncipe Časlav Klonimirović, señor de los serbios entre el 933 y el 960 aproximadamente. Unificó diversas tribus eslavas, aunque a su muerte se produjo una nueva desintegración de sus territorios, divididos entre diversos clanes nobiliarios. Búlgaros y bizantinos continuaron ejerciendo presión sobre la zona.

El príncipe Stefan Nemanja, después de luchar por el trono con sus hermanos, se hizo con el poder en Raška (uno de los principados de la zona) en 1166. Bien con el patrocinio de Bizancio, bien luchando contra este Imperio, Stefan amplió su estado conquistando territorios en el este y el sur, anexionándose el litoral y la región de Zeta (Montenegro). Junto a sus tareas de gobierno, el príncipe dedicó esfuerzos a la construcción de monasterios.

Nemanja fue sucedido por su segundo hijo Stefan Nemanjić, mientras que el primogénito, Vukan, se tituló rey de Doclea y Dalmacia. El hijo menor, Rastko, se hizo monje y tomó el nombre de Sava (luego santificado como san Sava), poniendo todos sus esfuerzos en extender la religión entre su gente. Puesto que la curia pontificia ya tenía ambiciones para extender su influencia en los Balcanes, Stefan usó estas circunstancias propicias para obtener su corona del papa. De esta forma, el propio Sava lo coronaría en 1217 como el primer rey propiamente serbio. A su vez logró asegurar la posición autocéfala para la iglesia serbia, convirtiéndose en el primer arzobispo ortodoxo serbio. Con ello, el reino de Serbia lograba ambas formas de independencia: la temporal y la religiosa.

La dinastía Nemanjić reinó durante casi doscientos años en Serbia. Fueron tiempos en ocasiones de prestigio y en ocasiones de estancamiento, con combates y una mayor o menor dependencia de los reinos vecinos de Bulgaria y Hungría, y del Imperio bizantino.

En este tiempo, se fundaron monasterios y la iglesia ortodoxa local alcanzó un gran prestigio e influencia.

A la muerte sin sucesión de Stefan Uroš V (1371), le sucedió como rey serbio un príncipe regional llamado Lazar Hrebeljanović, casado con una princesa Nemajić llamada Milica. Lazar tuvo que enfrentarse con las tropas del sultán turco Murad I en la batalla de Kosovo Polje (15 de junio de 1389, día de Vidovdan; para los que usen calendario gregoriano, el 28 de junio, día de San Vito). Ambos gobernantes murieron, pero los turcos convirtieron el estado serbio en vasallo suyo.

La batalla de Kosovo definió el destino de Serbia, porque tras la derrota no tuvo ningún ejército capaz de enfrentarse a los turcos, que tomaron finalmente todo territorio de Serbia en 1459, quedando como únicos territorios serbios libres algunas zonas de Bosnia y Zeta (Montenegro). Tras la caída del reino de Bosnia en 1496, el Imperio otomano gobernó Serbia durante casi cuatro siglos.

Ante la invasión turca, muchos fueron los serbios que huyeron al norte, a la región llamada hoy Voivodina, entonces dominio del rey de Hungría. Contratados por dichos monarcas, sirvieron como guardias y soldados de frontera, eslavizando de esta forma la zona. Por lo tanto, la población serbia de esta región aumentó muchísimo.

Durante la lucha entre el Imperio otomano y Hungría, esta población serbia intentó la restauración de su reino, pero todas sus esperanzas quedaron frustradas en la ya mencionada batalla de Mohács (29 de agosto de 1526). Aquí, el rey húngaro Luis II Jagellón fue derrotado por los otomanos, falleciendo en el enfrentamiento. Hungría pasó también entonces a formar parte del dominio turco.

Los territorios serbios quedaron en medio de dos grandes potencias enemigas de la zona: el imperio de los Habsburgo austriacos, cristiano, y el Imperio otomano, musulmán, de forma que se vieron envueltos en numerosos conflictos. Los serbios, siempre en continúa rebeldía, aprovecharon estas guerras para sublevarse contra sus señores turcos.

Así, durante la guerra austro-turca de 1593 a 1606, los serbios se rebelaron en el banato a partir de 1594, lo que provocó que el sultán Murad III, en venganza, ordenara quemar en Belgrado las reliquias de san Sava. Durante la guerra entre el Imperio otomano y la Liga Santa creada con el patrocinio del papa Inocencio XI (1683–1690), y que incluía a Austria, Polonia, Rusia y Venecia, los delegados cristianos incitaron a los serbios a rebelarse contra las autoridades turcas, y pronto las sublevaciones y las guerrillas se extendieron por diversas zonas de los Balcanes occidentales, desde Montenegro y la costa dálmata hasta la cuenca del Danubio y la Vieja Serbia (Macedonia, Raška, Kosovo y Metohija). Cuando los austriacos abandonaron estas zonas, invitaron al pueblo serbio a seguirles hacia el norte. Teniendo que elegir entre la represalia otomana y vivir en un estado cristiano, los serbios prefirieron la segunda opción dirigidos por el patriarca Arsenije III Čarnojević. Se calcula que con él cruzaron el Danubio unas cuarenta mil familias, muchas de ellas procedentes de Kosovo, instaladas ahora en Voivodina.

A comienzos del siglo XIX, los serbios seguían sublevándose contra los turcos, quienes acabaron por concederles la autonomía en 1829 como consecuencia de los dos grandes levantamientos de 1804 (protagonizado por un humilde personaje llamado Đorđe Petrović, más conocido Karađorđe o Jorge el Negro) y 1815, aunque tropas otomanas continuarían de guarnición en Belgrado hasta 1867. El nuevo príncipe serbio fue Miloš Obrenović, promotor de la segunda sublevación y fundador de una dinastía, cuyos hombres asesinaron a Karađorđe. En 1835, el mismo Obrenović dotó en Kragujevac a sus súbditos de una constitución.

Una nueva guerra contra los turcos, en la que participó Rusia, condujo a la independencia definitiva para Serbia, así como a grandes ganancias territoriales hacia el sudeste incluyendo la ciudad de Niš. Todo ello quedó reconocido internacionalmente en el tratado de Berlín de 1878.

En 1882 se proclamó el reino serbio con Milan Obrenović I, un descendiente de Miloš. En ese momento, millones de serbios vivían no obstante fuera del reino, bien en el ahora denominado Imperio austrohúngaro (Bosnia, Croacia, Voivodina y el Sandžak, un antiguo distrito otomano con capital en Novi Pazar) y en el Imperio otomano (Serbia del sur, Kosovo, Macedonia). El nuevo país, como la mayor parte de las tierras balcánicas, dependía económicamente de la agricultura, con poco de industria o infraestructura moderna. La población había pasado de un millón hacia 1800 a cerca de dos millones y medio un siglo después. La política interna giró en gran parte en torno a la rivalidad dinástica entre las familias Obrenović y Karađorđević, descendientes respectivamente de Miloš Obrenović (reconocido como príncipe heredero en 1829) y Karađorđe Petrović. Los Obrenović dirigieron el estado emergente entre 1817 y 1842 y de nuevo entre 1858 y 1903, mientras que los Karađorđević lo hicieron entre 1842 y 1858, y después de 1903.

En este último año, Alejandro I Obrenović fue brutalmente asesinado junto a su esposa en su palacio de Belgrado, siendo sustituido por Pedro I Karađorđević.

La oposición serbia a la anexión por el Imperio austrohúngaro de Bosnia-Herzegovina (donde abundaba la población serbia y eslava en general) en octubre de 1908 trajo una grave crisis europea. La presión alemana y austrohúngara forzó a Rusia para obligar a Serbia (31 de marzo de 1909) a aceptar la anexión, aunque comprometiéndose a defenderla de cualquier amenaza futura a su independencia.

A comienzos del siglo XX se produjeron en los Balcanes diversos acontecimientos de tinte nacionalista que aprovechaban la decadencia del Imperio otomano. Bulgaria se independizó de forma oficial en octubre de 1908, mientras que en agosto del año siguiente tenía lugar en Grecia un movimiento exitoso de oficiales que propició un gobierno militarista-reformista. Con esta coyuntura favorable, Serbia se unió a estos dos países y al vecino reino de Montenegro, poblado por serbios, para formar la Liga Balcánica e invadir Macedonia en octubre de 1912, reduciendo la Turquía europea a una pequeña región alrededor de Estambul. Fue la llamada Primera Guerra Balcánica, concluida en mayo de 1913. Aparte de aumentar los territorios de Serbia, tras esta guerra se reconoció la independencia de Albania, aunque una parte importante de población albanesa quedaría en Kosovo, provincia que quedó en manos de los serbios, por considerarla estos un espacio histórico propio.

Bulgaria se mostró disconforme a la hora de repartir las conquistas, y en el verano de 1913 estalló una breve Segunda Guerra Balcánica que enfrentó a dicho reino contra sus antiguos aliados de la Liga Balcánica, a los que se unieron Rumanía y el Imperio otomano. Lógicamente, Bulgaria salió derrotada, y tanto Serbia como Rumanía aprovecharon la circunstancia para consolidar la anexión de nuevos territorios. El envalentonado reino serbio adquiría así buena parte de la Macedonia septentrional, convirtiéndose junto con el rumano en las dos potencias más expansivas de la zona. Ya sólo restaba encontrar la excusa para luchar contra el Imperio austrohúngaro y unir, de esta forma, a todos los eslavos meridionales en un solo estado bajo dominio serbio.

Prisioneros serbios ejecutados por los austrohúngaros en 1917.

El 28 de junio de 1914, el asesinato del príncipe heredero austrohúngaro Francisco Fernando de Austria y su esposa Sofía Chotek en Sarajevo, sirvió como un pretexto para la declaración de guerra austrohúngara a Serbia, hecho que marca el principio de la Primera Guerra Mundial, a pesar de la aceptación del gobierno serbio (el 25 de julio) de casi todas las demandas de Austria-Hungría. El asesino, un serbobosnio llamado Gavrilo Princip, había sido adiestrado en Belgrado por un grupo de oficiales serbios que integraban la organización nacionalista llamada Mano Negra.

El ejército serbio al mando del mariscal Radomir Putnik defendió el país y ganó varias batallas, pero acabó derrotado por las fuerzas de los imperios alemán y austrohúngaro, unidas a las de Bulgaria. Las tropas serbias se vieron obligadas a retirarse del territorio nacional, marchando a través de las montañas albanesas hasta el mar Adriático.

Habiéndose recuperado en la isla de Corfú, el ejército serbio volvió al combate en el frente de Tesalónica junto con otras fuerzas de la Entente. En la Primera Guerra Mundial, Serbia tuvo 1.264.000 bajas, un veintiocho por ciento de su población, que a su vez representaba el cincuenta y ocho por ciento de los varones.

La victoria de la Entente propició la creación el 1 de diciembre de 1918 del Reino de los serbios, croatas y eslovenos, estado que representaba virtualmente una ampliación de Serbia con territorios eslavos antes pertenecientes al Imperio austrohúngaro (incluidas Bosnia y Herzegovina), más el viejo reino de Montenegro. El monarca siguió siendo Pedro I Karađorđević, sucedido en agosto de 1921 por su hijo Alejandro I. Y la capital, Belgrado.

VOIVODINA

La Voivodina, junto con Kosovo, constituyeron dos provincias autónomas de la república de Serbia integrada en la federación socialista yugoslava. El nombre deriva del protoeslavo voevoda, que significa más o menos ducado.

Antes de la llegada de los romanos estuvo habitada por la mezcla de tracios e ilirios llamada escordiscos (al sur), y también por los dacios, siendo el Danubio la frontera natural entre ambas entidades. La ciudad norteña de Sirmium (actual Sremska Mitrovica, al oeste de Belgrado), posición ilirio-celta ya importante cuando los romanos la conquistaron hacia el 14 a. C., se convertiría en una de las capitales del Imperio romano durante la tetrarquía (fin. s. III d. C.).

A comienzos de la Edad Media, se disputaron la región búlgaros, bizantinos y magiares, siendo estos últimos los que acabarían dominándola a partir del siglo XI. Y con ellos, se impondría la religión católica, aunque también debemos saber que desde el siglo VI se habían instalado en la zona diversos grupos eslavos emparentados o directamente relacionados con los serbios, que acabarían adoptando la religión cristiana en su variante ortodoxa.

Fortaleza de Petrovaradin, junto a Novi Sad.

A finales de la Edad Media la Voivodina septentrional dependía de los húngaros, y la meridional de los distintos déspotas serbios que se habían impuesto para frenar el avance otomano. La fortaleza de Petrovaradin, en la actual Novi Sad, situada sobre el Danubio, pertenecería por aquel entonces a los monarcas húngaros.

La dominación otomana en la región comenzaría en 1526 y se alargaría hasta finales del siglo XVII, cuando el territorio pasó a manos de los Habsburgo. Entonces, la administración austriaca repobló el territorio con alemanes, eslovacos, rusos y otras minorías. Tras la Primera Guerra Mundial, todo el territorio se integró en el reino yugoslavo, aunque manteniendo (al igual que en la actualidad), una importante población de origen magiar.

KOSOVO Y METOHIJA

Kosovo, la provincia autónoma serbia del sur durante la Yugoslavia comunista, estaba constituida en realidad por dos territorios, Kosovo propiamente dicho (al este), nombre que en serbio significa ‘Mirlo’, y Metohija (al oeste), que en serbio significa ‘Tierra de los monasterios’.

Antes de la conquista romana, la zona formaba parte del reino de Dardania citado por fuentes griegas, un estado esencialmente ilirio, y que se extendía por el sur de Grecia y parte de Macedonia. De hecho, el pueblo ilirio se considera el antepasado directo de los albaneses, cuya lengua posiblemente influyó en la evolución del idioma albanés actual. Los romanos completarían la conquista de la zona en el 28 a. C. y la integrarían en la provincia de la Moesia Superior.

Colonizada lentamente por los eslavos a partir de los siglos VI-VII, la región vivió una mezcla étnica e incluso lingüística, y a mediados del siglo IX quedó incorporada al Imperio búlgaro, momento en que se produjo la cristianización de Kosovo y la aparición de los primeros monasterios. A Io largo del siglo XI, las tierras de Kosovo fueron disputadas por búlgaros y bizantinos. De hecho, el futuro rey serbio Konstantin Bodin sería coronado emperador de los búlgaros en 1072 en la localidad de Prizren (Metohija).

Entre finales del siglo XII y comienzos del siglo XIII, durante el reinado del monarca serbio Stefan Nemanjić, Kosovo sería incorporado al reino de Serbia, se levantaron nuevos monasterios ortodoxos y el territorio sufrió una nueva etapa de eslavización. Un proceso que se truncaría el 28 de junio de 1389 (15 de junio en el calendario ortodoxo), día sagrado de Vidovdan (o de San Vito), en el que las tropas serbobosnias serían derrotadas por los turcos en la ya mencionada batalla de Kosovo Polje (Campo de los Mirlos, la llanura kosovar). En ella fallecieron tanto el rey serbio Lazar Hrebeljanović como el sultán Murad I, y lo que para los otomanos significó la ocupación de buena parte de la región, para los serbios se convirtió en una día trágico que alimentaría durante los siglos posteriores toda su retórica nacionalista. Pocos años después, en 1459, todo Kosovo quedaba definitivamente en manos turcas. Muchos serbios emigrarían a lo largo de los siglos de dominación otomana, mientras que la población no eslava, a la que podemos calificar ya como albanesa (entre la que se encontraban montañeses llegados de la actual Albania reinstalados por los turcos), se islamizó en masa, siendo utilizada en muchos casos por los nuevos señores como fuerza militar.

Durante las guerras de independencia decimonónicas, serbios y albaneses competirían por combatir a los señores turcos y lograr la independencia de sus territorios. Durante la guerra ruso-turca de 1877-1878, tropas serbias entrarían en la provincia y obligarían a 160.000 albaneses a abandonar sus poblaciones. La población albanesa, aunque muy islamizada, deseaba la independencia tanto como los serbios, pero al tener menos apoyos internacionales, encontraría numerosos problemas para lograr mantenerse unida en un único estado-nación.

Sin embargo, el conflicto independentista albanés se solapa con la Primera Guerra Balcánica de 1912, que enfrenta a serbios y sus aliados contra los turcos. El ejército serbomontenegrino penetra en territorio albanés en ese mismo año, ocupando en octubre el puerto de Durrës. Kosovo y Metohija quedan a su vez en manos de esos mismos invasores, y entre veinte y veinticinco mil albaneses son masacrados. La intervención del Imperio austrohúngaro logró preservar la independencia de una pequeña Albania, aunque una parte importante de la población albanesa quedó repartida en territorios de Serbia, Montenegro y de la actual república de Macedonia. Las fronteras del nuevo estado serían definidas en 1913, quedando Kosovo y Metohija en manos del reino serbio, con excepción del territorio de Peć, que se integró en el reino de Montenegro. El gobierno serbio desarrollaría inmediatamente una política de limpieza étnica, provocando mediante duras medidas de represión la huida de numerosos albaneses y de los restos de población turca.

Durante el invierno de 1915-1916, en plena Primera Guerra Mundial, los ejércitos austrohúngaro y búlgaro ocuparon Kosovo, recibiendo incluso la colaboración de muchos albaneses. Sin embargo, el retorno del ejército serbio en 1918 a la provincia resultó trágico, con nuevas matanzas y acciones de limpieza étnica.

MONTENEGRO

Dejando de lado la Prehistoria, puede afirmarse que la región oriental del Adriático fue ocupada en la Antigüedad por el pueblo indoeuropeo de los ilirios. A su vez, desde el siglo IV a. C. la costa fue colonizada por los griegos. En el siglo III a. C., existía en la zona un reino ilirio en constante conflicto, primero con las colonias griegas costeras y, posteriormente, con los romanos.

Roma se anexionó la región en el siglo II a. C., vinculándola a la provincia de Dalmacia. Justiniano, en el siglo VI, incorporó toda la región al Imperio bizantino, y poco más tarde llegaron los pueblos eslavos, que se mezclaron con los ávaros (un pueblo nómada euroasiático también asentado en la región durante la segunda mitad del siglo VI), ilirios y latinos y procedieron a una lenta cristianización (ss. VII-IX). Hasta el siglo X se denominaría Doclea (Duklja en eslavo), un período del que no poseemos demasiados datos, aunque sabemos de ataques árabes a las localidades costeras (s. IX) y de la presencia de los búlgaro-macedonios del zar Samuil en el 997. A finales del siglo X aparecen dirigentes locales tributarios de los bizantinos, como Jovan Vladimir (990-1016), Stefan Vojislav (1035-1051) o Mihailo Vojislavljević. Vojislav se sublevó contra los bizantinos, los derrotó en Bar en 1042 y logró así una virtual independencia. Su hijo Mihailo, que gobernó a partir del 1051, aumentó sus posesiones y en 1077 recibió del papa Gregorio VI el título de rey, concediendo además el título de archidiócesis a la actual ciudad montenegrina de Bar.

Posteriormente, el principado se desestabilizaría a causa de las luchas internas. Por todo ello, en 1186 fue conquistado por Stefan Nemanja, príncipe de Serbia (estado entonces conocido como Raška). Fue en este momento cuando la población de la zona pasó a obedecer a la iglesia ortodoxa autocéfala serbia, separada de la bizantina, y en la que su hijo menor Rastko, llamado san Sava (h. 1175-h.1236), sería su santo más importante. El territorio montenegrino fue entonces conocido con el nombre de Zeta. Mientras, la región costera empezó a quedar en manos de los venecianos, que la dominaron hasta 1797 formando parte de su provincia de Dalmacia, aunque denominándola Albania veneciana (en contraposición a la Albania otomana). Cuando en 1355 murió el cruel rey serbio Dušan Nemanjić (conocido como Uroš IV), comenzaron a manifestarse tendencias secesionistas en las provincias periféricas (es decir, Zeta y Bosnia). Así, al año siguiente, Zeta quedó prácticamente independiente bajo el gobierno de Balša I, un aristócrata católico al parecer de origen albanés o italiano, que instauró la dinastía Balšić.

En 1389, el nuevo príncipe serbio, Lazar I Hrebeljanović, se enfrenta a los otomanos al frente de una coalición de serbios, bosnios, albaneses y valacos en la batalla de Kosovo. Murió en el enfrentamiento, y su señorío acabó convirtiéndose en una provincia vasalla de los turcos. Zeta, no obstante, continuará independiente a causa del desinterés que por aquel entonces mostraron los turcos hacia ella. Incluso se produce en el país un cambio de dinastía. En 1421, el último gobernante de la dinastía, Balša III, deja su trono a su tío antes de morir, el déspota serbio Stefan Lazarević (un tiempo vasallo de los otomanos, pero liberado de dicha dependencia desde 1402), aunque los montenegrinos preferirán mantenerse bajo el dominio de una noble familia local, los Crnojević (los Negros). No obstante, en 1496 los turcos, que habían dominado definitivamente el estado serbio, acabaron obligando a los gobernantes montenegrinos a aceptar también su dominio anexionándose parte del país. El área de la ciudad de Cetinje y sus alrededores mantendrán, sin embargo, una amplia autonomía, aunque sustituyendo al dirigente civil por un eclesiástico, representado en la persona del metropolitano local. Este peculiar gobernante tomará el nombre de vladika (príncipe) y será elegido por asambleas locales de eclesiásticos, notables y fieles. La nueva teocracia será tutelada, pasando de tíos a sobrinos (a causa del obligado celibato exigido a los obispos), por las familias Petrović y Njegoš. La iglesia local ortodoxa pasa a ser una iglesia autocéfala, en la práctica independiente de la serbia, absorbida por los turcos. Desde el siglo XVIII, los dirigentes montenegrinos vivirán en un estado de guerra permanente con los otomanos.

Uno de estos dirigentes fue Danilo, quien gobernó entre 1696 y 1735. En 1702 organizó una matanza de musulmanes y logró de Rusia, su aliada desde 1711, el reconocimiento de la independencia de su tierra en 1715.

Con Pedro I (1782-1830) se estableció un código legal consuetudinario (1798) y se amplió el territorio del país, que se ceñía a las tierras montañosas situadas alrededor de Cetinje, aprovechando la guerra ruso-turca del momento.

Otro destacado gobernante fue Pedro II Njegoš (1830-1851), vladika y afamado poeta (escribió una epopeya titulada La guirnalda de las montañas), sucesor de su tío abuelo Pedro I (al que canonizó como san Pedro de Cetinje) y considerado persona de autoridad moral incontestable entre su pueblo. Como poeta, Pedro II supo combinar la literatura oral autóctona con las corrientes románticas del momento. El poema La guirnalda de las montañas (primera edición en Viena en 1847) merece una mención especial, pues es considerado por algunos estudiosos como el primer precedente literario de lo que, durante los años noventa del siglo XX, los serbios denominaron limpieza étnica para hablar de su política de eliminación de croatas y musulmanes bosnios. Se trata de un conjunto de escenas campesinas basadas en la poesía oral tradicional, inspiradas en la épica aniquilación, por parte del vladika Danilo, de los musulmanes montenegrinos durante las Navidades de 1702. Especialmente celebrados fueron los versos dedicados a los que mantuvieron el credo cristiano frente aquellos que se convirtieron al islamismo, merecedores de ser exterminados sin compasión. Entre otras lindezas, podemos leer: «Incendiaremos las casas turcas / para que nuestra tierra no acoja / ninguna traza de infieles servidores del diablo». Precisamente en 1990, vísperas de las guerras yugoslavas, se publicó en Belgrado una cuidada edición del citado poema. Pese a ser obra de un gobernante montenegrino, La guirnalda de las montañas se considera el emblema de la identidad serbia.

Junto al Montenegro eslavo, convivió entonces la Albania veneciana. Con este nombre fue conocido durante la Edad Moderna el conjunto de territorios costeros situados al sudeste de la Dalmacia véneta y de la república de Ragusa (actual Dubrovnik), ubicados en torno a la bahía de Kotor (Cattaro en italiano). En 1420 pasaron definitivamente a Venecia, que los mantuvo hasta 1797, año en que dicha república sería conquistada por Napoleón. Precisamente fueron los venecianos los que comenzaron a denominar Montenegro a la vecina (y montuosa) región interior.

Cuando Venecia quedó en manos napoleónicas (1797), la región sería cedida al Imperio austriaco y luego se integraría en el napoleónico hasta 1813, año en que sus habitantes, en colaboración con los montenegrinos y la flota inglesa, acabaron con el dominio francés. Provisionalmente, la zona se unió al principado de Montenegro, aunque al año siguiente pasaría al Imperio austriaco hasta el fin de la Primera Guerra Mundial, momento en que se integró al reino yugoslavo. En 1941, en plena Segunda Guerra Mundial, pasó a Italia, y posteriormente a la república de Yugoslavia.

Volviendo a los vladikas montenegrinos, Danilo I, sucesor de Pedro II, tomó ese nombre aunque ya antes hubiera habido otro Danilo ya citado. Abolió el título de príncipe-obispo y adoptó el de gospodar (príncipe a secas), resaltando así la primacía civil sobre la religiosa; creó además un ejército local (la Garda), y dio a su pueblo un código civil de 95 artículos. Inmerso en un desesperado conflicto contra los turcos, logró derrotarlos en la batalla de Grahovo (1858). Dos años después sería asesinado por Todor Kadić en un acto de venganza motivado al parecer por una afrenta recibida anteriormente, aunque en su momento se habló de cierta colaboración austriaca en el crimen. El trono pasó entonces a su sobrino Nicolás I Petrović, ya que las nuevas leyes del país establecían la transmisión del gobierno por línea masculina, y Danilo no había dejado ningún descendiente varón.

Nicolás I gobernó oficialmente entre 1860 y 1918, siendo considerado el padre del moderno estado montenegrino. En el exterior, su política se caracterizó por un acercamiento a Serbia y un enfrentamiento constante contra los turcos. Cuando Serbia declaró la guerra a los turcos (30 de junio de 1876), inmediatamente (2 de julio) Nicolás I se puso de su lado, pero ambos fueron derrotados. Sin embargo, la diplomacia de las grandes potencias (Gran Bretaña, Imperio austrohúngaro e Imperio alemán) y la guerra que los rusos declararon a los otomanos en abril de 1877 salvaron la situación. Al año siguiente se celebró el Congreso de Berlín, por el que los turcos reconocían nuevamente la independencia de Serbia y también la de Montenegro (13 de julio de 1878), que incluso vio aumentado su territorio hasta los 9.476 kilómetros cuadrados.

Soldados montenegrinos en Cetinje, vieja capital del reino, antes de la Primera Guerra Mundial.

Así las cosas, Nicolás I concedió en 1905 una constitución a su país. Unos años después, Montenegro se vio envuelto en las llamadas guerras balcánicas, previas a la Primera Guerra Mundial. Aunque no estaba unido por ninguna alianza o tratado con los demás países balcánicos, cuando Bulgaria y Serbia empezaron a movilizar sus ejércitos con la intención de lanzar la guerra a Turquía, el nuevo reino no sólo se propuso apoyarles (de hecho, ya fomentaba la revuelta de los albaneses), sino que incluso la declaró formalmente antes que nadie el 8 de octubre de 1912. El conflicto estallaría diez días después y terminaría con la victoria de la coalición eslava, en la que también se integró Grecia. No obstante, Serbia no logró la anhelada salida al mar, pues la diplomacia internacional creó el nuevo Estado de Albania, y Montenegro, pese a su fidelidad a los serbios, no estaba dispuesta a ceder ningún territorio propio. De hecho, su extensión era ahora de 14.443 kilómetros cuadrados.

Cuando dos años después se produjo el asesinato en Sarajevo del archiduque austrohúngaro Francisco Fernando de Habsburgo, Montenegro no estaba involucrada en las artimañas expansionistas serbias. Sin embargo, su vinculación a este pueblo le empujó de nuevo a la guerra contra las potencias centrales. El 28 de julio de 1914 el Imperio austrohúngaro declaraba la guerra a Serbia por haber instigado aquel asesinato, y el 5 de agosto Montenegro daba a conocer su declaración a los austrohúngaros. Un día después, Serbia hacia lo propio con Alemania, aliada del Imperio de los Habsburgo; el 8, Montenegro se sumaba a esta misma iniciativa.