Cacicazgos en las Américas -  - E-Book

Cacicazgos en las Américas E-Book

0,0

Beschreibung

La presente obra es un reconocimiento al aporte que Robert D. Drennan ha hecho en diferentes ámbitos de la arqueología en las Américas, no solo a  través de sus investigaciones y publicaciones sino también como tutor de un considerable número de arqueólogos formados en el programa de  doctorado de la Universidad de Pittsburgh, EUA. Los once artículos que se incluyen en este volumen abordan diversos tópicos relacionados con las trayectorias de cambio de distintas sociedades complejas prehispánicas en Latinoamérica, especialmente los denominados cacicazgos.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 546

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Cacicazgos en las Américas

Estudios en homenaje aRobert D. Drennan

Cacicazgos en las Américas. Estudios en homenaje a Robert D. Drennan / Chiefdoms in the Americas. Studies honoring Robert D. Drennan / Argüello García, Pedro María; Vargas Ruiz Juan Carlos; Langebaek Rueda, Carl Henrik (Editores). Tunja-Santa Marta: Editorial UPTC-Editorial UNIMAGDALENA 2023. 288 p.

ISBN (impreso) 978-958-746-600-3

ISBN (ePub) 978-958-746-602-7

Incluye referencias bibliográficas

1. Cacicazgos. 2. Arqueología. 3. Arqueología-Métodos. 4. Prehistoria de América. 5. Robert D. Drennan. 6. Arqueología-Sociedades Complejas.

(Dewey 930.1) (Thema Historia y Arqueología)

Primera Edición, 2023

200 ejemplares (impresos)

Cacicazgos en las Américas. Estudios en homenaje a Robert D. Drennan.

Chiefdoms in the Americas. Studies honoring Robert D. Drennan.

ISBN (impreso) 978-958-746-600-3

ISBN (ePub) 978-958-746-602-7

ISBN (PDF) 978-958-746-601-0

Colección Investigación UPTC N.º 263

Proceso de arbitraje doble ciego

Recepción: 05- 2022

Aprobación: 08- 2022

© Los autores, 2023

© Universidad Pedagógica y Tecnológica de

Colombia, 2023

© Universidad del Magdalena, 2023

Corrección de Estilo

Adán Alberto Ramírez

Diagramación formato digital

Andrés A. López Ramírez

[email protected]

Imprenta

Xpress Estudio Gráfico y Digital S.A.S

Editorial UPTC

Edificio Administrativo – Piso 4

La Colina, Bloque 7, Casa 5

Avenida Central del Norte 39-115, Tunja, Boyacá

[email protected]

www.uptc.edu.co

Rector, UPTC

Enrique Vera López

Editor en Jefe

Ph. D. Witton Becerra Mayorga

Coordinadora Editorial

Mg. Andrea María Numpaque Acosta

Editorial Unimagdalena

Carrera 32 No. 22-08

Edificio de Innovación y Emprendimiento

(57 - 605) 4381000 Ext. 1888

Santa Marta D.T.C.H. - Colombia

[email protected]

https://editorial.unimagdalena.edu.co/

Rector, UNIMAG

Pablo Vera Salazar

Vicerrector de Investigación

Jorge Enrique Elías-Caro

Libro financiado por la Vicerrectoría de Investigación y Extensión - Dirección de Investigaciones de la UPTC y la Vicerrectoría de Investigaciones de la Universidad del Magdalena. Se permite la reproducción parcial o total, con la autorización expresa de los titulares del derecho de autor. Este libro es registrado en Depósito Legal, según lo establecido en la Ley 44 de 1993, el Decreto 460 de 16 de marzo de 1995, el Decreto 2150 de 1995 y el Decreto 358 de 2000.

Impreso y hecho en Colombia - Printed and made in Colombia

Libro de investigación

Citar este libro / Cite this book

Argüello, P., Vargas, J., Langebaek, C. (Editores) (2023). Cacicazgos en las Américas. Estudios en homenaje a Robert D. Drennan. Editorial UPTC-Editorial UNIMAG

doi: https://doi.org/10.21676/9789587466003

Cacicazgos en las Américas

Estudios en homenaje aRobert D. Drennan

Editado por:

Pedro María Argüello García

Juan Carlos Vargas Ruiz

Carl Henrik Langebaek Rueda

Resumen

La presente obra es un reconocimiento al aporte que Robert D. Drennan ha hecho en diferentes ámbitos de la arqueología en las Américas, no solo a través de sus investigaciones y publicaciones sino también como tutor de un considerable número de arqueólogos formados en el programa de doctorado de la Universidad de Pittsburgh, EUA. Los once artículos que se incluyen en este volumen abordan diversos tópicos relacionados con las trayectorias de cambio de distintas sociedades complejas prehispánicas en Latinoamérica, especialmente los denominados cacicazgos.

Palabras clave: 1. Cacicazgos. 2. Arqueología. 3. Arqueología-Métodos. 4. Prehistoria de América. 5. Robert D. Drennan. 6. Arqueología-Sociedades Complejas.

Abstract

This book recognize the contribution that Robert D. Drennan has made in different fields of archeology in the Americas, not only through his research and publications but also as tutor of a considerable number of archaeologists trained in the doctoral program at the University of Pittsburgh, USA. The eleven articles included in this volume address issues related to the trajectories of change of different complex societies in pre-Hispanic Latin America, especially the so-called chiefdoms.

Keywords: 1. Chiefdoms. 2. Archaeology. 3.Arqueology - Methods. 4. America - Prehistory.5. Robert D. Drennan. 6. Archaeology – Complex Societies.

Tabla de Contenido

Presentación.

Pedro María Argüello García, Juan Carlos Vargas Ruiz y Carl Henrik Langebaek Rueda

Capítulo 1.El tamaño de la población en Costa Rica durante el último periodo precolombino. Una aproximación desde la arqueología.

Ricardo Felipe Sol Castillo y Mauricio Murillo Herrera

Capítulo 2. The Rise of the Cubitá Chiefdoms: A Multiscalar Perspective from the Parita River Valley, Panamá.

Mikael J. Haller.

Capítulo 3. Patrones de asentamiento prehispánicos y uso de modelos de idoneidad en la evaluación de la guerra en la Sierra Nevada de Santa Marta.

Juan Carlos Vargas Ruiz, Isabel Romero Patiño, Luis Miguel Soto y Rafael Galindo Cruz.

Capítulo 4. Patrones de asentamiento regional en el valle de Samacá, Colombia. Una comparación de metodologías.

Pedro María Argüello García.

Capítulo 5. El centro político del cacicazgo de Bogotá en el siglo XVI. Sabana de Bogotá, Colombia.

Ana María Boada Rivas.

Capítulo 6. “Escalando” las sociedades cacicales en Colombia. Una aproximación entre muiscas y quimbayas.

Luis Gonzalo Jaramillo E.

Capítulo 7. El desarrollo social prehispánico en el Alto Magdalena. Integración política cacical y resistencia.

Carlos Augusto Sánchez.

Capítulo 8. La trayectoria histórica de las sociedades prehispánicas del Cauca.

Hernando Javier Giraldo Tenorio.

Capítulo 9. The Village People.

Scott D. Palumbo y William A. Locascio.

Capítulo 10. Domestic Space, Architecture, and Demography in the Tairona Area, Colombia: Estimating the size and centrality of communities in the Tairona Chiefdoms.

Alejandro Dever.

Capítulo 11. Violencia prehispánica. El caso muisca de Colombia visto desde Tibanica.

María Antonieta Corcione y Carl Henrik Langebaek Rueda.

Presentación

Pedro María Argüello García1

Juan Carlos Vargas Ruiz2

Carl Henrik Langebaek Rueda3

La presente obra es un reconocimiento al aporte que Robert D. Drennan ha hecho en diferentes ámbitos de la arqueología en las Américas, no solo a través de sus investigaciones y publicaciones sino también como tutor de un considerable número de arqueólogos formados en el programa de doctorado de la Universidad de Pittsburgh, EUA.

Robert Drennan fue formado en la Universidad de Michigan en los años 70 del siglo XX, justo en la época en la que aparecía en la escena la denominada Nueva Arqueología o Arqueología Procesual. Esta corriente reclamaba que la arqueología debería ser ante todo antropología (Binford 1962) y que el aporte que esta hiciera a la disciplina antropológica debía basarse en la implementación de metodologías rigurosas de carácter científico. La Arqueología Procesual dio origen a diferentes campos de estudio. En Michigan se constituirá una tradición investigativa enfocada en el estudio de los procesos de complejización social mediante el análisis de los patrones de asentamiento (Sanders et al. 1979) y el uso de métodos cuantitativos (Flannery 1976).

En sus inicios, los trabajos de Drennan hicieron parte de la investigación de carácter regional que se conducía en valle de Oaxaca en México, tiempo durante el cual realizó aportes en el estudio de la organización económica y el intercambio (Drennan 1984), la producción cerámica (Drennan 1976), el intercambio y los patrones de asentamiento (Drennan 1988). Los resultados de estas investigaciones condujeron a Drennan a interesarse por aquellas sociedades que en la literatura arqueológica se conocen como cacicazgos (chiefdoms en inglés), y que para la década de los 1980 cautivaban la atención de un grupo importante de arqueólogos en Norteamérica, quienes veían esta forma de organización social como el precursor del Estado. Aun a pesar de la literatura disponible para la época (Fried 1967; Service 1962), en realidad era muy poco lo que se sabía de esta forma de organización sociopolítica en términos arqueológicos. La llamada Área Intermedia captaba especialmente la atención de los arqueólogos interesados en la investigación cacical ya que en este momento parte de los criterios para definirla fueron justamente la presencia de sociedades cacicales y la ausencia de las estatales.

Justo en esta década Drennan inicia su investigación en Colombia, en la región del valle de la Plata, muy cerca de San Agustín, una de las áreas arqueológicas más conocidas del país. Para la década de los 80 del siglo XX, la práctica de la arqueología en Colombia, como en general en toda Latinoamérica, estaba profundamente dominada por la agenda investigativa propia del paradigma histórico-cultural (Politis 2003). La mayoría de arqueólogos latinoamericanos excavaban sitios con el fin de comprender la cronología de la ocupación y la dispersión espacial de los diferentes estilos artefactuales (cerámica, líticos, orfebrería, estatuaria, etc.) con el propósito de delimitar áreas culturales. Se pensaba que este ejercicio necesario y acumulativo permitiría el conocimiento del proceso de poblamiento del territorio, la expansión de las poblaciones hacia nuevas áreas geográficas y el refinamiento de las secuencias culturales en aquellas tradicionalmente conocidas gracias a la magnificencia de su registro arqueológico.

La publicación del primer volumen sobre el estudio arqueológico de Drennan en el valle de la Plata (Drennan 1985) marcó un hito en la arqueología colombiana e inauguró una nueva época caracterizada por el estudio de las sociedades cacicales mediante el análisis a escala regional. Una década después, en los años 90, la propuesta hecha por Drennan respecto a la metodología del reconocimiento regional sistemático era familiar para los arqueólogos en Colombia, y el concepto de cacicazgo tema obligatorio de los debates en torno a las sociedades que habían habitado el territorio nacional antes de la invasión de los europeos entre los siglos XV y XVI (i.e. Langebaek y Cárdenas 1996).

Independiente de la aceptación u oposición, de la empatía o antagonismo teórico y metodológico que despertaran las propuestas de Drennan, es innegable el impacto que su investigación ha tenido en las reflexiones y la práctica, inicialmente de la arqueología colombiana y posteriormente de la arqueología latinoamericana. En las últimas décadas el interés por la investigación sobre las sociedades cacicales se ha consolidado como parte de la agenda de la arqueología latinoamericana y en parte dicho posicionamiento se debe a la influencia de Drennan. Decenas de proyectos ejecutados a lo largo y ancho de la denominada Área Intermedia han utilizado metodologías derivadas de aquella inicialmente formulada en el valle de la Plata. También se cuentan por decenas la cantidad de estudiantes latinoamericanos cuya formación doctoral ha sido dirigida por Drennan o que por lo menos han tomado sus cursos sobre patrones de asentamiento, análisis de datos en arqueología y, por supuesto, cacicazgos. Como consecuencia, es ya parte del paisaje académico que algún egresado de Pitt sea profesor en alguna de las más importantes universidades latinoamericanas o se desempeñe como investigador en algún instituto gubernamental. El Centro para la Arqueología Comparada de la Universidad de Pittsburgh, creado bajo la dirección de Drennan4, contiene una gran parte de las investigaciones adelantadas en nuestros países, y es una buena evidencia de la afirmación anterior. Más recientemente, la investigación adelantada por el profesor Drennan se ha extendido al continente asiático en países como China y Rusia que cuentan con arqueólogos también formados bajo su tutela. Todo lo anterior se traduce en una verdadera tradición investigativa que se centra en el estudio de las sociedades complejas, la comparación de sus trayectorias evolutivas y la aplicación de metodologías a escala regional centradas en análisis cuantitativos.

Es necesario indicar que si bien el nombre de Drennan se asocia de forma preponderante a la metodología de reconocimiento regional sistemático, sus aportes también incluyen análisis comparativos a diferentes escalas y de distintos tipos de evidencia arqueológica. El análisis comparativo se nutre de sus propios trabajos en México y China, además de Colombia, y de la construcción de bases de datos derivadas de información secundaria. Dentro de sus investigaciones se incluyen propuestas metodológicas de estudios a escala de sitio y de la comunidad que permiten a su vez comprender diferentes dimensiones en las que se expresa la variabilidad social (mortuoria, doméstica, monumental) y de las distintas trayectorias de cambio de las sociedades complejas (Berrey et al. 2021; Drennan 1995, 2000a; Drennan et al. 2010; Drennan et al. 2017).

Hace un par de años nos enteramos de la decisión de retirarse de quien ha sido nuestro mentor y decidimos que tal vez la mejor forma de agradecer y rendir un homenaje a su legado era a través de un libro en el que sus estudiantes presentaran avances de investigación, los cuales demostraran la diversidad de enfoques derivados de los elementos conceptuales y metodológicos planteados por Drennan. Si bien en las últimas cuatro décadas cientos de arqueólogos de diferentes partes del mundo han tomado clases con Drennan y usado sus aportes para sus trabajos de grado, para este volumen decidimos extender la invitación a aquellos que habían sido dirigidos y tutoriados por él y que realizaron sus tesis doctorales en Latinoamérica para que escribieran un artículo como homenaje. Por cuestiones de tiempo y agenda, no todos los que hubiesen querido participar pudieron ajustarse a los tiempos editoriales.

Los artículos que se incluyen en este volumen abordan diversos tópicos relacionados con las trayectorias de cambio de distintas sociedades complejas prehispánicas en Latinoamérica. Es posible en todos ellos reconocer los aportes conceptuales y metodológicos de Drennan. También es factible leerlos desde perspectivas variadas, a la luz de los problemas que abordan y los métodos de análisis.

Los casos presentados por Juan Carlos Vargas y otros, María Antonieta Corcione y Carl Langebaek, y Carlos Sánchez, exploran el papel de la guerra y el conflicto en las transformaciones políticas de algunas sociedades prehispánicas. Vargas y otros, evalúan la hipótesis de la guerra entre los cacicazgos de la Sierra Nevada de Santa Marta mediante la implementación de modelación SIG. Sus conclusiones sugieren que hay algunos indicios de que en efecto pudo existir conflicto en la región, sin embargo, los patrones de asentamiento de estas poblaciones también estuvieron relacionados con variables medioambientales. En el caso de Corcione y Langebaek se analiza evidencia ósea recolectada a escala de la comunidad proveniente del sitio arqueológico Tibanica localizado en la parte sur del altiplano, para evaluar el papel que la guerra y la violencia pudo desempeñar en las dinámicas de los cacicazgos muiscas del altiplano llegando a la conclusión que este fenómeno no fue generalizado. Para Sánchez, con base en un estudio de patrones de asentamiento adelantado en la región de Timana en el suroccidente colombiano el conflicto violento y la guerra son resultado de las dinámicas económicas establecidas entre las distintas poblaciones, y permitió inicialmente el surgimiento de liderazgos centralizados en esta región; sin embargo, con el paso del tiempo la inestabilidad de los liderazgos políticos trajo como consecuencia la desintegración de las unidades políticas, como consecuencia de las poblaciones locales a la imposición de tributo por parte de las elites locales y regionales.

Sin duda alguna, uno de los desarrollos más importantes de la arqueología en las últimas décadas lo constituyen los estudios a escala regional. Derivados del trabajo pionero de Sanders y otros en el valle de México (Sanders et al. 1979), la inspección sistemática de grandes extensiones del territorio ha permitido de forma congruente reconstruir los patrones de asentamiento y sus transformaciones. Uno de los aportes fundamentales de Drennan a la arqueología justamente constituye el desarrollo y refinamiento de diferentes metodologías que permiten la aplicación de esta técnica de campo a contextos tan disímiles como Colombia y China. Algunos artículos incluidos en este texto muestran que la aplicación de reconocimientos sistemáticos permite el abordaje de diferentes problemáticas a escala regional y, como lo muestra Pedro Argüello, se constituyen en herramientas mucho más eficientes si se les compara con otras formas de prospección. Los artículos de Sol y Murillo, Haller, Vargas y otros, Dever, Jaramillo, Argüello, Sánchez, Boada y Giraldo abordan diferentes problemáticas desde la escala regional y son entonces una muestra del tipo de cuestiones que se pueden estudiar cuando se cuenta con información detallada como la obtenida en los respectivos reconocimientos regionales conducidos por ellos.

Un aspecto que llama la atención de la propuesta de Drennan es el que tiene que ver con los modos de crecimiento social, lo cual refiere al análisis de distintas trayectorias de cambio en diferentes regiones del mundo para comprender las dinámicas que generan patrones de variación entre ellas (Peterson y Drennan 2012). Esta propuesta plantea que las trayectorias hacia la complejidad varían de acuerdo con las condiciones demográficas de cada sociedad a través del tiempo, de forma tal que es posible que en algunos casos las sociedades pueden experimentar un crecimiento demográfico acelerado desde el inicio de la sedentarización mientras que en otros pueden permanecer sin experimentar cambios dramáticos por bastante tiempo y en algún momento de su trayectoria experimentar un crecimiento acelerado. Para poder estudiar estos fenómenos con algún nivel de detalle y rigurosidad es necesario llevar a cabo estimados demográficos, a saber, uno de los campos de la arqueología que siempre es mirado con sospecha. Es indudable que el análisis de la paleodemografía es una de las más importantes contribuciones metodológicas que ha hecho Drennan al estudio de las sociedades complejas (Drennan et al. 2015). Si bien es cierto que el crecimiento poblacional o la presión de la población sobre recursos no se consideran como variables que por sí solas explican el surgimiento de la diferenciación social, también es cierto que comprender las dinámicas poblacionales es fundamental para el entendimiento de los procesos de interacción social en los que se enmarcan transformaciones de orden sociopolítico.

Para Felipe Sol y Mauricio Murillo, las reconstrucciones paleodemográficas de las poblaciones prehispánicas en Costa Rica son importantes para establecer cómo se organizaron las sociedades en el pasado. En su artículo contrastan la información etnohistórica existente con la proveniente de reconocimientos sistemáticos y regionales. Alejandro Dever, por su parte, también presenta una propuesta de estimación de población para el área Tairona en la Sierra Nevada de Santa Marta basada en el análisis de información recolectada mediante la metodología del reconocimiento regional, contrastando información etnográfica con índices de densidad artefactual por área, metodología diseñada por Drennan y colaboradores (Drennan 2006; Drennan et al. 2015; Drennan y Peterson 2011; Peterson y Drennan 2005). Este autor plantea, con base en las proyecciones demográficas, que quizá estas poblaciones fueron bastante densas si se compara con la media poblacional del área intermedia. Javier Giraldo, por su parte, expone diferentes trayectorias históricas de la región de Cauca, sur de Colombia, y realiza comparaciones demográficas y de las diferencias en los tamaños de los asentamientos.

Otro tópico desarrollado por Drennan tiene que ver con la relación entre la interacción social y los patrones de asentamiento. Uno de los rasgos que caracterizan las sociedades complejas es la centralización demográfica, que resulta de las fuerzas centrípetas que implica el surgimiento del liderazgo a escala regional. La propuesta de Drennan de analizar los patrones de distribución poblacional a escala de la región ha mostrado que la centralización puede asumir distintas configuraciones, que van desde aldeas nucleadas hasta comunidades compuestas por unidades domésticas dispersas (Drennan y Peterson 2006; Peterson y Drennan 2012). Esta observación también destaca la variabilidad en los patrones de organización de las sociedades cacicales. Ana María Boada en su artículo aborda esta cuestión y desde una posición crítica cuestiona la noción clásica de que uno de los rasgos de los cacicazgos es la jerarquía de asentamientos y la existencia de lugares centrales en los que reside la élite, esto con información proveniente del área muisca en Colombia. Esta autora plantea que en el caso muisca al parecer el centro de poder era móvil y se desplazaba hacia los distintos asentamientos que conformaba la unidad política, una noción que cuestiona el presupuesto de que en los asentamientos grandes y centrales residen las élites administrativas. En contraste, Michael Haller plantea que los resultados del reconocimiento regional conducido en el valle de Parita en Panamá, apoyan la idea de la aparición de una jerarquía de asentamiento encabezada por un lugar central desde el cual las élites regionales ejercían su poder y control político a través de la producción artesanal especializada. Un caso similar observa Sánchez en Timana en donde el estudio de los patrones de asentamiento sugiere la consolidación de un centro político que controló el valle de Timaná y su periferia, pero que con el paso del tiempo y la dinámica de violencia y conflicto terminó por perder su dominio. Dever también plantea la existencia de lugares centrales en la Sierra Nevada de Santa Marta y la agregación de altas densidades de población en aldeas y sitios de menor tamaño, lo que indica la existencia de una jerarquía de asentamientos. Pedro Argüello a través del reconocimiento sistemático del valle de Samacá en el norte del altiplano Cundiboyacense cuestiona la idea de lugares centrales y jerarquías de asentamientos aunque considera que hubo centralización demográfica regional. Estos casos demuestran la variabilidad en las distintas formas de organización de las sociedades prehispánicas, la cual se manifiesta en las distintas configuraciones espaciales y poblacionales de los casos de estudio incluidos en este texto.

La recolección de información de forma estandarizada permite realizar comparaciones productivas entre diferentes áreas geográficas (o zonas dentro de ellas) con miras a tener una mejor resolución de las trayectorias de cambio. En los últimos años, Drennan se ha dedicado a colectar y sistematizar información de diferentes lugares del mundo con miras a observar los patrones y diferencias que pueden ser observados en distintas trayectorias de cambio social. Los resultados de estas comparaciones controladas permiten comprender los procesos de complejización en forma balanceada: de una parte, descartan aquellas teorías monocausales que pretendían soportar en una sola causa todas las transformaciones que conducían al surgimiento de la desigualdad social (i.e. cambios medioambientales), pero sin llegar, de otra parte, al singularismo inocuo que pretende demostrar que cada sociedad es única (Drennan 1996; Drennan et al. 2010). Quizá esta es la principal enseñanza de Drennan: a pesar de la variabilidad en las distintas trayectorias de evolución social, es posible identificar a través del estudio sistemático del registro arqueológico en distintas escalas espaciales, patrones y semejanzas, entre ellos el surgimiento de la desigualdad social que fue básico para la aparición de esas sociedades complejas que los arqueólogos llamamos cacicazgos.

Varios artículos de este libro ofrecen comparaciones entre regiones, a veces muy distantes unas de otras. Luis Gonzalo Jaramillo compara las regiones muisca y quimbaya en los Andes colombianos para argumentar que unidades políticas relativamente complejas y densas no necesariamente ocupan grandes áreas y que por tanto una de las condiciones de los reconocimientos sistemáticos regionales, que es la de cubrir una gran extensión en área, habitualmente más de 100 km², no siempre es requerida para tener resultados relevantes en términos del análisis de su organización social y trayectoria de cambio. Los artículos de Haller, Sol y Murillo y Giraldo igualmente ofrecen comparaciones entre diferentes regiones más o menos apartadas unas de otras.

Como lo ha demostrado Drennan en diferentes publicaciones, tan productivo como comparar diferentes regiones lo es comparar información a diferentes escalas (véase un ejemplo en: Drennan 2000b). Los artículos de Haller y Giraldo son buena muestra de lo que se denomina el enfoque multiescalar en arqueología. Haller expone el desarrollo prehispánico del centro de Panamá utilizando y comparando información regional, comunal y de unidades domésticas. El estudio a diferentes escalas, le permite estudiar la forma en que las relaciones sociales y el control sobre la economía pudieron estar involucrados en el surgimiento de la desigualdad social. Giraldo, por su parte recopila información proveniente de reconocimientos sistemáticos regionales, e información arqueológica no-sistemática colectada a escala de la comunidad para reconstruir aspectos demográficos de las poblaciones prehispánicas en el departamento del Cauca, suroccidente colombiano. Este autor plantea como conclusión que en el suroccidente las evidencias de diferenciación social aumentan en la medida que la densidad demográfica local y regional también lo hace, una observación que concuerda con lo planteado por Drennan en relación a los modos de crecimiento social (Drennan y Peterson 2012).

De forma creciente se ha introducido en la arqueología una escala intermedia entre el sitio arqueológico y la región, escala que aquí llamaremos de la comunidad. Como bien apunta Haller en su artículo, situar los aportes de Drennan exclusivamente en el ámbito de los estudios a escala regional no hace justicia a sus aportes en los análisis a escala de la comunidad e incluso de los estudios sobre unidades domésticas en México, Colombia y China. El texto de Scott Palumbo y William Locascio hace un balance de diferentes estudios a escala de la comunidad, realizados en diferentes regiones del Área Intermedia y muestra cómo, gracias a la influencia de Drennan, ha tenido lugar un importante avance en la comprensión de las sociedades prehispánicas en lo referente al origen y funcionamiento de lo que ellos denominan “the village people”. El estudio de Corcione y Langebaek, por su parte, también puede ser situado en esta escala de análisis.

Una nota final respecto al título de este libro. En 1987 Robert Drennan, junto con Carlos Alberto Uribe, publicaron el libro Chiefdoms in the Americas. En cierta medida, dicho libro constituye un punto de partida en la investigación rigurosa y sistemática sobre los cacicazgos de esta región del mundo. Algunos de los artículos de Chiefdoms in the Americas son basados en información histórica o etnohistórica, lo que muestra que la arqueología aún tenía dificultades para aportar al tema por dicha época. 36 años después es posible discutir sobre Cacicazgos en las Américas con base en información arqueológica. Esperamos que el presente volumen, que ha sido inspirado en homenaje a la importante contribución de nuestro mentor, motive a las nuevas generaciones de colegas a continuar profundizando en los problemas de investigación que Drennan ha planteado como alternativa para la investigación arqueológica de las sociedades complejas.

Agradecimientos. A los autores de los capítulos por acoger este proyecto y su disposición. A la Universidad del Magdalena y la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia por la financiación de esta publicación. A dos evaluadores anónimos quienes dieron viabilidad al proyecto. Adam Berrey leyó y revisó los capítulos en inglés. Melissa Pratt prestó asistencia en la revisión de la bibliografía. Y obviamente a Dick, para quien simplemente nunca existirán suficientes palabras ni gestos de agradecimiento y cariño.

Bibliografía

Berrey, Adam, Robert Drennan, y Chistian Peterson

2021 Local Economies and Household Spacing in Early Chiefdom Communities. PloS ONE 16(5):1-32.

Binford, Lewis

1962 Archaeology as Anthropology. American Antiquity28(2): 217-225.

Drennan, Robert

1976 Fabrica San Jose and Middle Formative Society in the Valley of Oaxaca. Memoirs of the Museum of Anthropology, University of Michigan, No. 8. University of Michigan, Ann Arbor.

1984 Long-Distance Transport Costs in Pre-Hispanic Mesoamerica. American Anthropologist 86(1): 105-112.

1985 Arqueología regional en el Valle de la Plata, Colombia: informe preliminar sobre la temporada de 1984 del Proyecto Arqueológico Valle de la Plata. Memoirs of the Museum of Anthropology, University of Michigan, Technical Reports No. 16. University of Michigan, Ann Arbor.

1988 Household Location and Compact Versus Dispersed Settlement in Prehispanic Mesoamerica. En Household and Community in the Mesoamerican Past, editado por Richard Wilk, y Wendy Ashmore, pp. 273-293. University of New Mexico Press, Albuquerque.

1995 Mortuary Practices in the Alto Magdalena: The Social Context of “San Agustin Culture”. En Tombs for the Living:Andean Mortuary Practices, editado por Tom D. Dillehay, pp. 79-110. Dumbarton Oaks Research Library and Collection, Washington, D.C.

1996 One for All and All for One: Accounting for Variability without Losing Sight of Regularities En the Development of Complex Societies. En Emergent Complexity: the Evolution of Intermediate Societies, editado por Jeanne Arnold, pp. 25-34. International Monographs in Prehistory, Ann Arbor.

2000a Games, Players, Rules, and Circumstances: Looking for Understandings of Social Change at Different Levels. En Cultural Evolution. Contemporary Viewpoints, editado por Gary Feinman y Linda Manzanilla, pp. 177-196. Kluwer Academic/Plenum Publishers, New York.

2000b Las sociedades prehispánicas del Alto Magdalena. Instituto Colombiano de Antropología e Historia, Bogotá.

2006 Field Methods and Data Base. En Prehispanic Chiefdoms in the Valle de la Plata. Regional Settlement Patterns, Vol 5, editado por Robert Drennan, pp. 13-27. University of Pittsburgh, Universidad de los Andes, Pittsburgh, Bogotá.

Drennan, Robert, Adam Berrey, y Christian Peterson

2015 Regional Settlement Demography in Archaeology. Eliot Werner Publications, New York.

Drennan, Robert, y Christian Peterson

2006 Patterned Variation En Prehistoric Chiefdoms. Proceedings of the National Academy of Sciences (103):3960-3967.

2011 Methods for Regional Demographic Analysis. In Settlement Patterns in the Chifeng Region, editado por Chifeng International Collaborative Archaeological Research, pp. 57-79. University of Pittsburgh Center for Comparative Archaeology, Pittsburgh.

Drennan, Robert, Christian Peterson, y Jhon Fox

2010 Degrees and Kinds of Inequality. En Pathways to Power. Archaeological Perspectives on Inequality, Dominance, and Explanation, editado por D. Price y G. Feinman, pp. 45-76. Springer, New York.

Drennan, Robert, Christian Peterson, Xueming Lu, y Tao Li

2017 Hongshan Households and Communities in Neolithic Northeastern China. Journal of Anthropological Archaeology (47):50-71.

Drennan, Robert, y Carlos Uribe (editores)

1987 Chiefdoms in the Americas. University Press of America, Lanham.

Flannery, Kent (editor)

1976 The Early Mesoamerican Village. Academic Press, New York.

Fried, Morton

1967 The Evolution of Political Society: An Essay in Political Anthropology. Random House, New York.

Langebaek, Carl, y Felipe Cárdenas (editores)

1996 Caciques, intercambio y poder: interacción regional en el área intermedia de las Américas. Universidad de los Andes, Bogotá.

Peterson, Chistian, y Robert Drennan

2012 Patterned Variation in Regional Trajectories of Community Growth. En The Comparative Archaeology of Complex Societies,editado por Michael Smith, pp. 88-137. Cambridge University Press, Cambridge.

Peterson, Christian, y Robert Drennan

2005 Communities, Settlements, Sites, and Surveys: Regional Scale Analysis of Prehistoric Human Interaction. American Antiquity 70(1): 5-30.

Politis, Gustavo

2003 The Theoretical LansdCape and the Methodological Development of Archaeology in Latin America. Latin American Antiquity 14(2): 115-142.

Sanders, William , Jeffrey Parsons, y Robert Santley

1979 The Basin of Mexico: Ecological Processes in the Evolution of a Civilization. Academic Press, New York.

Service, Elman

1962 Primitive Social Organization: An Evolutionary Perspective. Studies in anthropology. Random House, New York.

1 Escuela de Ciencias Sociales, Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia. [email protected]

2 Departamento de Antropología, Universidad del Magdalena. [email protected]

3 Departamento de Antropología, Universidad de los Andes. [email protected]

4https://www.comparch.pitt.edu/

1

El tamaño de la población en Costa Rica durante el último periodo precolombino. Una aproximación desde la arqueología

Ricardo Felipe Sol Castillo1

Mauricio Murillo Herrera2

El interés por conocer el tamaño de la población en el territorio de lo que hoy es Costa Rica durante el último periodo precolombino (1.000-1.550 dC) (cf. Lange y Stone 1984:7) está presente desde hace ya más de cien años (Thiel 1902). Aun cuando este es un tema que originalmente tuvo el interés de una mera curiosidad histórica nacional y ha sido abordado por parte de los historiadores y antropólogos (Cook 1981; Crosby 1967; Dobyns 1966; Dobyns y Swagerty 1983; Ibarra 1985, 1998; Ramenofsky 1987; Smith 1987; Solórzano 1992, 2013), consideramos que existen otras importantes razones para contar con cálculos demográficos del territorio correspondiente a Costa Rica en tiempos precolombinos. Primero, la información demográfica es esencial para determinar las formas de organización social que tuvieron lugar en el pasado prehistórico (Blanton et al. 1982; Drennan et al. 2015; Sanders et al. 1979). Segundo, resulta relevante contribuir al importante debate acerca del tamaño real de las poblaciones indígenas en el continente americano al momento de la conquista europea (Contreras 2020; Cook y Borah 1960; Denevan 1992; Dobyns 1976; Lovell y Lutz 1995; Ramenofsky et al. 2003; Ubelaker 1992). Tercero, el tema resulta de interés para discusiones antropológicas y ecológicas, como el impacto de las epidemias sobre las poblaciones locales y la relación entre tamaño de población y medioambiente, asuntos que han incluso alcanzado gran difusión popular (Diamond 1997, 2005). Cuarto, estimaciones de tamaños de población a partir de información arqueológica son necesarias para la evaluación de las propuestas de tamaño de población generadas a partir de las fuentes de los siglos XVI y XVII (Pérez 1997; Solórzano 2017; Thiel 1902). Para el caso de todo el territorio costarricense, las cifras acerca del tamaño de la población indígena durante la época precolombina se han hecho a partir de los datos históricos de la colonia, como lo ha señalado Solórzano Fonseca (2017:333): “A falta de investigaciones arqueológicas solo queda conjeturar sobre la evolución de las poblaciones indígenas de Costa Rica en el siglo previo al ingreso de los españoles”.

Aunque los límites territoriales de las naciones actuales no tienen relación con límites políticos o fenómenos culturales de la época precolombina, consideramos que este ejercicio es relevante para referirse a propuestas académicas previas de historiadores y arqueólogos. Eventualmente, los datos deberán segregarse en regiones geográficas más pequeñas para hacer preguntas relacionadas con aspectos ambientales o culturales específicos.

Consideraciones metodológicas

Históricamente, el cálculo de poblaciones antiguas en América se ha hecho principalmente a través de tres tipos de información: datos históricos (Cook 1981; Cook y Borah 1960; Simpson 1950), cálculos de capacidad de carga (Denevan 1992) y datos arqueológicos (Drennan et al. 2003; Ramenofsky 1987; Sanders et al. 1979). Las proyecciones de la población precolombina a partir de datos históricos adolecen de falta de información para medir el impacto que sobre las poblaciones locales produjeron las epidemias, conflictos armados y migraciones forzadas producto del proceso de conquista. Además, para el caso de Costa Rica en particular, la información de la época de la conquista es muy limitada (Pérez 1997), pues la región era muy periférica para los intereses del Imperio español.

Otra estrategia ha pretendido estimar las poblaciones precolombinas a través de la capacidad de carga de los territorios. Efectivamente, determinados sistemas de producción requieren o se ven favorecidos por factores ambientales y geográficos particulares. En otras palabras, la capacidad de carga de un territorio depende de ciertas características geográficas asociadas a determinadas formas de producción, y estas influyen en la ubicación y potencial de crecimiento de las poblaciones. Siguiendo esta lógica, reconocer qué zonas tienen recursos atractivos para un determinado sistema económico podría permitir “predecir” cuáles son las zonas más pobladas. Por ejemplo, zonas con suelos fértiles y agua fresca permitirían mayor densidad de poblaciones agricultoras. Sin embargo, hay dos tipos de problemas significativos a la hora de realizar cualquier cálculo de capacidad de carga. Primero, están los problemas relacionados con la posibilidad de medir los recursos potenciales de una zona medioambiental, los cuales han sido ampliamente señalados y comentados por otros autores (Brush 1975; Hayden 1975; Little y Morren 1976; Street 1969). Segundo, están los problemas asociados a la variabilidad sincrónica y diacrónica sociocultural; por ejemplo, existen distintos sistemas para mejorar los suelos y en gran medida avances en la tecnología agrícola pueden hacer o no atractivas diferentes zonas. Más aún, distintos tipos de organización social podrían no requerir una intensificación de la producción. Estas consideraciones y variaciones culturales limitan significativamente la confianza que podamos tener en calcular la densidad de población a partir de la capacidad de carga de una determinada zona medioambiental.

Debido a los problemas inherentes a estas dos estrategias para Costa Rica, consideramos que realizar una estimación de la población precolombina para el último periodo precolombino a partir de datos arqueológicos puede ayudar de forma notable a aclarar este tema. Aun reconociendo que estimar población a partir de cultura material implica rangos de error muy amplios, por ahora los datos arqueológicos son los únicos que pueden brindar información directamente relacionada con las poblaciones antes del impacto de la conquista y colonia. El estimar la población a partir de datos arqueológicos tiene una historia bastante antigua en la disciplina y se ha logrado a través de diversos métodos, relacionando el número, tamaño y densidad de restos cerámicos en los asentamientos, o a partir de conteos de enterramientos o área de rasgos domésticos (Chamberlain 2006; Drennan et al. 2015; Hassan 1981).

El presente ejercicio ofrece una aproximación al número de habitantes en el territorio que hoy se conoce como Costa Rica durante el último periodo precolombino a partir de la información demográfica resultante de las prospecciones arqueológicas, sistemáticas y regionales, que se han llevado a cabo en distintas zonas de dicho territorio. Por lo tanto, nos enfrentamos con al menos dos retos metodológicos mayores, siendo el primero el de pasar de datos arqueológicos a datos demográficos, y el segundo el de estimar la densidad de población de zonas de las que tenemos datos arqueológicos muy parciales o poco relevantes para reconstrucciones demográficas o incluso algunas para las que no tenemos datos, lo que implica proponer una serie de razonamientos que se sostengan por sí solos.

A simple vista, el ejercicio aquí propuesto parecería estar enmarcado en la línea de los denominados modelos predictivos en arqueología (Kamermans 2010; Kohler 1988; Kvamme 2005; Mehrer y Wescott 2005; Verhagen 2007; Warren y Asch 2000); no obstante, estos modelos intentan predecir, como mínimo, la ubicación de sitios o materiales arqueológicos en una región, basándose en una muestra de esa región o en nociones fundamentales sobre el comportamiento humano (Kohler y Parker 1986: 400). Ciertamente, nuestro ejercicio comparte con los modelos de locación predictiva los mismos retos y problemas asociados a todo tipo de extrapolación social: el de la validez del proceso inductivo de trasladar inferencias hechas a partir de muestras muy pequeñas a universos mucho mayores, y el de la gran cantidad de variables que afectan los patrones de asentamiento humano. Aunque nuestro objetivo no es el de predecir la ubicación de asentamientos, se podría señalar que —para realizar una proyección de tamaño de población en una zona a partir de la extrapolación de información de otra— lo de “predecir” se requiere en algún sentido. Reconocemos que nuestra propuesta es solo una aproximación, y aspiramos a que en el futuro más regiones del país lleguen a ser cubiertas por prospecciones sistemáticas completas y, de esta manera, se minimice la necesidad de hacer ejercicios de extrapolación y se tenga información directa de aspectos políticos y sociales no predecibles por modelos ambientales.

Solo algunas regiones del país cuentan con estudios arqueológicos detallados y las metodologías utilizadas tienen diferentes limitaciones para lograr una estimación de la población precolombina. Actualmente, los estudios con información a escala regional sistemática, de prospecciones totales y con información tanto del área, la densidad, como el periodo de ocupación son San Ramón (Murillo 2011) y la cuenca alta del río General (Sol 2013). Además, existen datos bastante detallados de extensión de los sitios en Bahía Culebra (Lange et al. 1986), el delta del Diquís (Baudez et al. 1996) y dos regiones de la cuenca media del río Reventazón (Hurtado y Naranjo 2015; Vázquez 2014). En otras partes del país existen registros sistemáticos, pero sin área de ocupación, y asistemáticos como resultado de la acumulación de distintos tipos de trabajos, ambos con limitaciones para los objetivos de este estudio, pues no reflejan de manera sistemática la densidad de ocupación regional.

Historiadores y geógrafos han utilizado durante décadas la extrapolación de datos de regiones bien estudiadas y con abundante información para hacer reconstrucciones demográficas de otras zonas que carecen de dicha información (Denevan 1992; Lovell y Lutz 1995; Pérez 1997); así que los arqueólogos no estamos solos frente a la necesidad de recurrir a este tipo de ejercicio con el fin de elaborar reconstrucciones de procesos sociales que tuvieron lugar en el pasado. En cualquier ejercicio de extrapolación de datos se corre el riesgo de hacer inducciones sin bases empíricas sólidas, no obstante, y a pesar de todos estos riesgos y obstáculos, creemos que el ejercicio vale la pena. La otra alternativa sería guardar silencio y no decir nada acerca del tamaño de la población indígena en Costa Rica previo a la conquista española, opción ante la cual no estamos dispuestos a sucumbir. Sabemos que los márgenes de error serán muy elevados, pero apuntamos a ofrecer la mejor estimación posible con los datos disponibles actualmente. Con el fin de aminorar los problemas antes señalados solo podemos intentar ser lo más cautelosos, claros y sofisticados que sea posible a la hora de proceder a realizar este tipo de cálculos.

El tamaño de la población en el territorio que hoy se denomina Costa Rica entre 1492 y 1569

Como veremos a continuación, varios historiadores, demógrafos y un etnólogo han hecho múltiples intentos de proyectar el tamaño de la población en lo que hoy es el territorio costarricense al momento de la conquista española, con resultados muy dispares entre sí (Solórzano 2017). La escasísima información recabada por los conquistadores de la actual Costa Rica acerca de la población local, en comparación con otras partes de América, ha resultado en que las reconstrucciones demográficas para el siglo XVI en esta parte del continente se consideren, cuanto menos, problemáticas. Como señala el historiador y demógrafo Héctor Pérez Brignoli (1997:25-26) para el caso de la población indígena en América Central: “Toda estimación sobre la población indígena en vísperas de la conquista no es más que una conjetura basada en ciertos supuestos. Esto es así por la falta de datos básicos [...]”, y agrega que Costa Rica tiene una de las estimaciones de población menos elaboradas para el siglo XVI.

La primera proyección la realizó el obispo alemán Bernardo Augusto Thiel (1902:13), quien utilizó algunas de las crónicas de los conquistadores para calcular 27.200 pobladores para el año 1522, pero descartó otras por considerar que las cifras que aportaban eran exageradamente altas (Thiel 1902:14-15). Adicionalmente consideró que el tamaño de la población indígena venía en declive previo a la conquista debido principalmente a los conflictos entre ellos, pero también debido a los “sacrificios humanos” (Thiel 1902: 22); es así como Thiel propuso que, cuando inicia la conquista, ya el número de pobladores locales había disminuido significativamente. Esta cifra de Thiel se ha encontrado con detractores y defensores. Así, por ejemplo, de acuerdo con Pérez Brignoli (1976: 366) no es sino a partir del siglo XVIII que existen fuentes suficientemente abundantes como para componer una historia demográfica de Costa Rica; Carolyn Hall (1984:62) consideró que esa cifra provenía de una exploración muy incompleta de las fuentes, mientras que, recientemente, Solórzano Fonseca (2017) formuló una defensa de la cifra de Thiel a partir de un extenso análisis de fuentes documentales.

En 1949, el etnólogo Julian Steward (1949:64) realizó una estimación de 119.400 personas para 1492. Respecto al método general utilizado, Steward (1949:658; trad. nuestra) explicó que:

[...] [Se] utilizan los datos más antiguos que parecen ser confiables —en algunos casos informes de misioneros o administradores, en otros, relatos de viajeros— y se extiende la densidad calculada para la tribu en cuestión a otros que tenían culturas similares y vivían en áreas similares. Dado que, en general, las tribus parecen haber disminuido algo en el momento en que se hicieron estas estimaciones, es probable que las densidades calculadas a partir de ellas, incluso teniendo en cuenta las exageraciones, sean demasiado pequeñas en lugar de demasiado grandes.

[...] Las estimaciones actuales son meras aproximaciones y deben considerarse preliminares. [...] En general, esto ofrece una imagen bastante coherente, de modo que el margen de error para ciertas áreas probablemente no supere del diez al veinte por ciento. En algunas áreas, el error puede llegar al cien por ciento, pero incluso reducir el error es un gran logro comparando con estimaciones anteriores.

Para el caso de América Central y Costa Rica, Steward (1949:660-661; trad. nuestra) señaló que:

América Central [...] requiere estimaciones basadas en los primeros cronistas. [...] Las pocas crónicas tempranas sugieren que la población era muy densa en el este de Panamá, 300 personas por 100 km², pero disminuyó hacia el oeste. Costa Rica, El Salvador y el altiplano sur de Guatemala tuvieron una mayor densidad (200) que Nicaragua o el norte de Honduras (40).

Steward utilizó la cifra de 200 personas por cada 100 km² para Costa Rica, debido a que “probablemente era la misma densidad del oeste de Panamá” y multiplicó esa cifra por 597 para arribar a la cifra de 119.400 habitantes indígenas para el momento de la conquista española. El número 597 corresponde al total de unidades de 100 km² del tamaño del territorio costarricense. Se infiere que este último cálculo lo realizó con base en un tamaño del territorio terrestre costarricense de 59.700 km². No sabemos de dónde Steward tomó esa cifra; sin embargo, un número cercano (59.570 km²) circuló en varias publicaciones geográficas hasta alrededor de 1892 debido a que, en ese entonces, la región de Bocas del Toro y Chiriquí formaban parte del territorio costarricense”. (Calvo 1887:13; Ministerio de Fomento 1885:9; Montero 1892:11). La estimación en la actualidad del tamaño del territorio terrestre costarricense es de cerca de 51.100 km² (Bergoeing 1998:21).

Una de las cifras más comúnmente citadas por los historiadores es la propuesta en 1976 por William M. Denevan, de 400.000 habitantes para el año 1492, en lo que hoy es Costa Rica. El autor señala que esa cifra es “una estimación basada en cifras incompletas provenientes de documentos, en otras formas de evidencia y en comparaciones con regiones comparables que cuentan con mejor información” (1992:291; trad. nuestra). Para proyectar la población en el año 1563, Murdo J. MacLeod (1973:Tabla 32) utilizó las cartas de Juan Vázquez de Coronado para estimar 20.000 tributarios, cifra que usó como base para calcular un total de 80.000 habitantes para la provincia de Costa Rica. Se infiere de la lectura del texto de MacLeod que su procedimiento fue el de multiplicar por cuatro el cálculo de cantidad de tributarios para proyectar el número de habitantes.

Aparte de la estimación de MacLeod, otras dos estimaciones se han hecho para la segunda mitad del siglo XVI. Ovidio García Regueiro (1987:161-162) utilizó los datos del primer repartimiento hecho por Perafán de Ribera para estimar 127.800 habitantes en el año 1569, cifra a la que llegó multiplicando su estimación de 31.950 indígenas tributantes por cuatro, tal como lo había hecho MacLeod. El autor justificó el uso de ese multiplicador porque fue utilizado por Leslie Byrd Simpson (1950:162) y por otros historiadores para hacer conversiones de tributarios a número de habitantes en México y Guatemala durante las décadas de 1560 y 1570. García Regueiro desestimó el relato del obispo de Nicaragua y Costa Rica, fray Antonio de Zayas (1883:558), quien indicó en 1578 que cuarenta años atrás (en 1538) la provincia de Costa Rica tenía 300.000 habitantes, por considerar que esa cifra era “tan hipotética e incomprobada como las tendenciosas cifras que para otras zonas del área ístmica habían sido aportadas por Las Casas” (García 1987:164). Por último, Héctor Pérez Brignoli brindó una estimación “muy tentativa” de 123.300 personas (120.000 para la provincia de Costa Rica y 3.300 para Nicoya) para el año 1550, con base en “una interpolación entre la cifra de la población al momento de la conquista y la estimación disponible para 1569 cuando Perafán de Rivera realizó el primer repartimiento de indios” (1997:27-28). La cifra que utiliza Pérez para el momento de la conquista es la de Denevan de 400.000 habitantes, la cual separa en 62.692 para Nicoya, con base en la cifra estimada por Linda A. Newson (1987:Tabla 1), y 337.308 para el resto del territorio (Tabla 1).

Tabla 1. Población nativa de Costa Rica estimada por varios autores para finales del siglo XV o inicios del XVI.

Autor

Año de publicación

Fecha de la estimación

Población estimada

personas x 100 km²

Fray Antonio de Zayas

1883

1538

300000

586

Bernardo Augusto Thiel

1902

1522

27200

53

Julian H. Steward

1949

1492

119400

233

William M. Denevan

1976

1492

400000

782

Murdo J. MacLeod

1973

1563

80000

156

Ovidio García

1987

1569

127800

250

Héctor Pérez Brignoli

1997

1550

123300

241

Prospecciones sistemáticas regionales en suelo costarricense

Como veremos a continuación, en el territorio costarricense se han llevado a cabo apenas un puñado de prospecciones arqueológicas regionales que pretendieran cubrir toda el área de estudio, utilizando una metodología estandarizada. El tamaño del área cubierta por estas prospecciones está en el límite inferior de lo que se puede denominar prospecciones regionales (Drennan et al. 2015:6). Entre las pocas incursiones en esta dirección hay un amplio rango de variación en cuanto a los métodos utilizados y, por lo tanto, de las posibilidades reales de generar estimaciones demográficas regionales. Aquí reseñamos la información metodológica sobre las cuatro prospecciones más completas y que constituyeron la base para las estimaciones que realizamos a escala nacional (Figura 1).

Región norte

En Bahía Culebra se realizaron, entre 1971 y 1977, reconocimientos de distintos sectores y, en 1978, se llevó a cabo una prospección intensiva en superficie y se utilizó el concepto de sitio como unidad mínima de análisis (Lange et al. 1980, 1986). La información disponible acerca de la metodología de prospección indica que el objetivo fue cubrir la totalidad de la región originalmente delimitada con el fin de localizar todos los sitios, tanto los grandes como los pequeños, así como definir sus tamaños y sus límites (Lange et al. 1980:14-15, 1986:28). La prospección se realizó principalmente a pie, con grupos de tres a cuatro personas, pero también se utilizaron vehículos para acceder y cubrir algunos de los sectores. No hay mayor detalle publicado respecto a los procedimientos seguidos en el campo, no obstante, por recuentos testimoniales (Silvia Salgado: comunicación personal), quienes prospectaban debían de delimitar la extensión de los sitios y recoger aquellos tiestos que tuvieran características que facilitaran la identificación de temporalidad (“material diagnóstico”). Si bien en lo publicado no se menciona la extensión del área cubierta por la prospección, a partir del mapa se puede calcular que fue de alrededor de 108 km². Para Bahía Culebra se publicaron mapas que muestran el tamaño y la forma de los asentamientos (Lange et al. 1986:34-36).

Figura 1. Principales prospecciones a las que se hace referencia para hacer las estimaciones demográficas. 1. Bahía Culebra; 2. San Ramón; 3. cuenca media del Reventazón; 4. valle de Turrialba; 5.cuenca alta del río Térraba.

En la región norte se han realizado otras prospecciones en el valle de San Dimas (Lange 1971; Lange y Murray 1972), en Bahía Salinas (Lange 1971, 1986) y a una escala mucho mayor, en la cuenca del lago Arenal (Sheets y McKee 1994; Mueller 1994). Sin embargo, estas prospecciones han definido las localizaciones de material arqueológico solo con un punto central, lo que impide hacer cálculos adecuados de población, especialmente en regiones con una ocupación dispersa y sin aldeas bien delimitadas.

Región central

En San Ramón, Alajuela, al oeste del Valle Central, se realizó una prospección en superficie, sistemática y completa en un área de 110 km² (Murillo 2011). La presencia de material arqueológico fue registrada en unidades de recolección y análisis denominadas lotes, de un máximo de 1 ha. En cada lote se recolectó material ya sea de manera sistemática o general, dependiendo de su densidad y no se utilizó el concepto de “material diagnóstico”. A partir de la estimación de un índice de área-densidad para cada lote y para cada fase (Drennan et al. 2003), fue posible modelar la ocupación regional de manera relativa, para cada periodo precolombino. Esta información, en conjunto con datos demográficos en aldeas indígenas del siglo XVI y cálculos del área de piso en asentamientos prehispánicos, hizo posible generar estimaciones absolutas de población.

Ricardo Vázquez realizó una prospección en superficie en la región del valle de Turrialba, en un área de 120 km², aunque “el reconocimiento efectivo de superficie se estima en 70 % de los 120 km² del área de estudio” (Vázquez 2014:102). En esta prospección se utilizó el concepto de sitio como unidad mínima de análisis. Se dibujó cada uno en forma de polígonos y su criterio de definición fue “la continuidad sobre el terreno de los restos culturales”. Los límites de los sitios se definieron “con base en la disminución del material arqueológico a aproximadamente un resto cerámico o lítico por cada 25 m² de terreno” (Vázquez 2014:103). Respecto a la recolección de material, Vázquez (2014:104) informó que:

Se muestreó 4 % y en algunos casos hasta 9 % de la superficie de cada sitio. Por lo tanto, la distribución de las unidades de muestreo se definió después de que el sitio respectivo había sido deslindado y cartografiado. La numeración de las balizas posibilitó el procedimiento de selección al azar [...] Dos cuadros de 20 x 20 m fueron seleccionados por cada hectárea con la idea de dispersar las unidades de muestreo en los diferentes sectores de cada sitio de manera regular [...] Se recuperaron todos los restos culturales visibles dentro de cada unidad.

Trabajos posteriores en la cuenca media del Reventazón siguieron una metodología similar para la prospección y la definición de los límites de los sitios en un área de aproximadamente 60 km2 (Hurtado de Mendoza y Naranjo 2015).

El mayor reto para utilizar los datos de estas dos últimas prospecciones es que la mayoría de los sitios son multicomponentes y el perímetro estimado de área corresponde a la suma de la distribución de material para todos los periodos. Por esta razón, la información se utilizó principalmente de forma cualitativa y no haciendo cálculos específicos de densidad poblacional.

Región Pacífico sur

En la cuenca alta del río Térraba, se realizó una prospección sistemática y completa en un área de 85 km2 (Sol 2013). La unidad mínima de análisis fue el lote, con un tamaño máximo de 0,5 ha. Para cada lote se realizaron recolecciones sistemáticas del material en superficie y, cuando la visibilidad en superficie era pobre o nula, se utilizaron pozos de pala para detectar la presencia de material y obtener muestras. Al igual que el caso de San Ramón, se calculó el índice de área-densidad para generar modelos de densidad relativa regional para cada periodo. Con el fin de generar estimaciones absolutas de población, se utilizó el índice de Naroll en conjunto con información arqueológica de múltiples aldeas excavadas en la región.

Cálculos de población absoluta

El primer paso en la metodología utilizada para calcular el tamaño de la población precolombina durante su último periodo consistió en calcular la población de las aldeas nucleadas para las que contamos con planos relativamente completos de los rasgos habitacionales. La población de estos sectores se estimó utilizando el área de piso cubierta por estructuras habitacionales. A partir de evidencia de estudios comparativos interculturales se ha propuesto que el área techada corresponde, aproximadamente, a 10 m2 por persona (Naroll 1962:588). Adicionalmente, aunque hay poca información disponible, los datos propuestos por Naroll coinciden con lo reportado por los cronistas para las poblaciones indígenas de Costa Rica en el siglo XVI (Murillo 2011:40).

Para este artículo se recopilaron y calcularon datos de ocupación de siete asentamientos del periodo 900-1550 dC, cuatro sitios en la Región central: Guayabo, Barranca, Cenada, Cutris, y tres sitios en la región sur: Rivas, Murciélago y Grijalba-2 (Tabla 2). Para estimar el área techada para uso doméstico, solo se calculó el área de los rasgos circulares más evidentes, dejando de lado los patios, las áreas pavimentadas con piedras, y rasgos rectangulares (generalmente se sabe que estas tenían otras funciones sociales, rituales o de espacio de trabajo).

Tabla 2. Asentamientos tardíos considerados en el análisis para calcular la densidad poblacional a partir de evidencia arqueológica.

Guayabo

Barranca

Cenada

Cutris

Murcielago

Rivas

Grijalba-2

Número de rasgos

35

22

8

32

22

21

9

Área mínima

2

8

7

9

18

4

10

Área máxima

61

72

27

121

71

66

31

Mediana

7

12.5

11.5

38.5

31

22

13

Media aritmética

11.1

15.8

13.6

43.7

35.9

27.5

14.7

Media truncada (10% bilateral)

8

12.7

12

40.8

32.6

24.9

13

No. de obser recortadas

8

6

2

8

6

6

2

Población

335

306

142

1175

1112

523

134

Población -1/4

251

230

107

881

834

392

101

Área dispersión cerámica (ha)

4.5

3.8

3

11.9

15.2

6.2

2.5

Personas por hectárea

56

60

36

74

55

63

40

Como lo hemos señalado en otro lado (Murillo y Sol 2023), una práctica común en la arqueología practicada en Costa Rica es que a muchos de los sitios arqueológicos con arquitectura de montículos se les denomina “cementerios”, lo cual se debe a un énfasis en el interés en los rasgos funerarios en menoscabo del estudio de los espacios habitacionales. Sin embargo, es claro que, en la gran mayoría de sitios con arquitectura de montículos, las actividades funerarias no son su función principal, sino que más bien se trata de asentamientos de larga duración, con un amplio espectro de actividades. Por ejemplo, comúnmente presentan cuantiosa evidencia de actividades domésticas en la forma de fogones, áreas de trabajo, restos de pisos o bahareque de paredes derruidas y deshechos de cerámica con diversas funciones de cocción, almacenamiento y servicio. No debe resultar extraño que las aldeas incluyan abundantes rasgos funerarios y que estos se encuentren dentro de las casas, práctica común en muchas culturas alrededor del mundo y documentada etnográficamente para algunas poblaciones de la región (Castillo 2011:81).

Es importante destacar que, para la generalidad de los sitios analizados, la población calculada no corresponde al asentamiento completo, sino a los sectores de los que se tiene información suficiente. Por ejemplo, del sitio Murciélago no se consideraron los Sectores 3, 4c y 5, pues su información es escasa, al igual que gran parte de la periferia de Guayabo, que no ha sido estudiada, aunque sí se ha reportado la presencia de estructuras.

Para los cálculos demográficos, la población total se redujo un cuarto para considerar abandono y variación en la ocupación de los rasgos, una estimación arbitraria pero conservadora. Es importante destacar que en todos los sitios considerados para los que se cuenta con información estratigráfica y fechamientos de radiocarbono se ha registrado una ocupación continua y prolongada por varios siglos.

El siguiente paso fue el cálculo de las densidades y áreas de dispersión de materiales arqueológicos asociadas con estas aldeas. Cuando no se contaba con el área total del sitio o había sectores de estructuras sin mapear, se consideró un área de captación de 40 m a partir de las estructuras. Este dato se basó en la observación de los patrones de dispersión de basura en sitios para los que contamos con estos datos: Murciélago, Rivas y Barranca, datos que coincidieron bien con los reportados en otros trabajos utilizando diferentes fuentes de información (De la Cruz 1986; Drolet 1983; Sol 2013).

Distintos estudios arqueológicos y etnoarqueológicos apoyan y aportan detalles a estas observaciones. Por ejemplo, Drennan (2006:70-81) se basa en estudios en poblaciones rurales modernas de Boyacá, Colombia, para determinar que los materiales pesados se dispersan en promedio hasta 25 m de las casas, así mismo señala que hay una correlación entre duración de la ocupación y dispersión de los materiales. Drennan (2006:81) también considera datos arqueológicos de la comunidad de Mesitas del Clásico Regional en la zona de San Agustín, brindando un rango de 1,4-1,8 unidades domésticas por hectárea ocupada. En conjunto con los datos etnoarqueológicos, se estima que una o dos casas ocupadas por tiempo prolongado generarían una dispersión de alrededor de una hectárea. Estudios de Drolet (1983) y De la Cruz (1986) confirman estos patrones de dispersión de material para el sur de Costa Rica. En la población rural de Sierra de los Tuxtlas, Veracruz, México, se reportan depósitos de materiales duros hasta a 20 m de las casas (Arnold 1990:918). Sin embargo, no se puede olvidar que existen importantes variaciones; por ejemplo, poblaciones amazónicas frecuentemente descartan materiales en el río (Barreto s. f.:16), mientras que en Chan Nòohol, del periodo Clásico Maya, las personas solían depositar la basura a más de 20 m, pero en los montículos de clase alta se tiraba la basura cerca de la casa (Robin 2002:257-259).

Cálculos regionales

A partir de los datos de ocupación de los asentamientos nucleados con arquitectura se realizaron cálculos demográficos para las zonas de San Ramón y la cuenca alta del río Térraba. Para estas dos regiones el detalle de la prospección permitió tomar en cuenta tanto el área de distribución como la densidad de los restos precolombinos. Las densidades de fragmentos detectadas en Rivas y Barranca fueron relacionadas con las densidades de población observadas, obteniendo para ambas regiones un factor de relación entre densidad de fragmentos y población bastante similares (Tabla 3). De esta forma se pudo calcular una población de entre 1.300 y 1.800 personas en los 85 km² prospectados en la cuenca alta del río Térraba, y 3.000 a 4.000 personas en los 110 km² prospectados en San Ramón (Figura 2).

Debido a que en la región Pacífico norte no existen planos de aldeas con registros suficientemente completos de pisos domésticos, se tomó como referencia la propuesta de Sanders et al. (1979) para calcular la población a partir del área de sitio. Debido a la cantidad y calidad de la información (la cual incluye abundantes fuentes documentales del siglo XVI, así como estudios de poblados rurales), a la que echaron mano los investigadores, su propuesta de equivalencia entre densidad en superficie y número de personas sigue siendo muy útil como referencia para regiones que carecen aún de datos de este tipo. La densidad de tiestos en los sitios Sapoa-Ometepe de Bahía Culebra es equivalente a lo que en Sanders et al. (1979:38-39) se ha sido descrito como “ocupación leve a moderada” (una distribución continua de fragmentos cada 20 o 30 cm, con zonas de hasta 100-200 fragmentos por metro cuadrado). En Mesoamérica, dichas descripciones de densidades se traducen a 10 a 25 personas por hectárea (Sanders et al. 1979:39), o un poblado compacto de baja densidad. Estas características coinciden bien con lo que se sabe de los sitios habitacionales más estudiados para este periodo, como Nacascolo, Puerto Culebra, Papagayo o Jícaro. Para estos sitios, los trabajos de evaluación han permitido actualizar los límites de la distribución de materiales, haciendo ajustes a los mapas de la prospección original de Lange (Figura 2). Estos análisis permitieron determinar una población de aproximadamente 2.850 personas y una densidad de 22 personas por kilómetro cuadrado (Tabla 3). Lamentablemente, los asentamientos más grandes de la región, ubicados en la margen derecha del río Tempisque, no han sido objeto de trabajos detallados, por lo que es difícil estimar si se caracterizan por el mismo grado de nucleación y densidad. Estudios posteriores deberán resolver estas dudas.

Tabla 3: Índices de población relativa y absoluta en las regiones consideradas.

Región

Térraba

San Ramón

Bahía Culebra

Período

Chiriquí

Cartago

Sapoa-Ometepe

Número de lotes

496

485

Número de tiestos

8258

8674

Área de ocupación (ha)

143

335