Calibrando la brújula interior - Alejandra Retamal S. - E-Book

Calibrando la brújula interior E-Book

Alejandra Retamal S.

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Beschreibung

Calibrando la brújula interior es una obra escrita como instrumento para que reconozcamos aquellas piezas que faltan, sobran, están rotas o causan dudas en nuestro puzle interior. "Mi deseo es que con esta herramienta puedas analizar aquello que habita en tu ser y te sirva para buscar ayuda si lo necesitas, a buscar respuestas a tus interrogantes y a liberar tus cadenas si el tormento no te permite levantarte", dice Alejandra Retamal. De esta manera, la autora nos acompaña en un viaje hacia la aceptación, el amor propio y a conocer la realidad que nos ayudará a comprender el largo camino que hemos recorrido para ser nosotros. Sostenidos por su ternura y seguridad, nos ayudará a entender y abrazar con amor todos los obstáculos que nos han permitido sobrevivir a nuestra infancia y realidad.

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CALIBRANDO LA BRÚJULA INTERIOR

Alejandra Retamal S.

PRIMERA EDICIÓN Septiembre 2023

Editado por Aguja LiterariaNoruega 6655, dpto 132 Las Condes - Santiago - Chile Fono fijo: +56 227896753 E-Mail: [email protected] Sitio web: www.agujaliteraria.com Facebook: Aguja Literaria Instagram: @agujaliteraria

ISBN: 9789564090986

DERECHOS RESERVADOSNº inscripción: 2022-A-9341Alejandra Retamal S.Calibrando la brújula interior

Queda rigurosamente prohibida sin la autorización escrita del autor, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento informático

Los contenidos de los textos editados por Aguja Literaria son de la exclusiva responsabilidad de sus autores y no necesariamente representan el pensamiento de la Agencia 

TAPAS 

Dorián Jiménez Figueroa

AGRADECIMIENTOS

A mi madre que, a su manera de amar, siempre ha estado para mí.

A mi esposo, que ha creído en mí más que yo misma.

A mi Ale C., querida mentora y amiga, sin ti esto no sería posible.

A mi amado hijo, sin él no habría comenzado mi camino de sanación.

A cada uno de mis pacientes, en sus historias he encontrado mi propio reflejo y oscuridad. Juntos hemos encontrado nuestra luz…

Índice

Agradecimientos

Prólogo

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo10

Epílogo

Prólogo

El inicio del viaje al interior
Durante mi vida he leído muchísimos libros de autoayuda y participado de forma activa en diversas terapias, tanto psicológicas como complementarias a la medicina tradicional. He explorado mi camino por montones de lugares, sin embargo, más de una vez me ha servido solo para caer en una oscuridad todavía más profunda. Con frecuencia vivía esta búsqueda como castigo o tragedia, pero con el tiempo he ido aprendiendo que aquellas oscuridades en nosotros a veces son inevitables. Aunque de manera indirecta, también pueden llevarnos a la luz y terminar siendo sumamente satisfactorias.

¿Por qué la oscuridad podría ser satisfactoria? Porque no se puede sanar desde la luz. Es necesario que alguien entre a buscarte con una gran linterna a esa oscuridad, en lo más profundo de tu pozo, y te tienda la mano con una sonrisa bondadosa para ayudarte a salir. Cuando logras ver esa mano salvadora que te invita a levantar la mirada, olvidas el terror y te das cuenta de que la luz no te encandila, no te duele; tienes la curiosidad de querer avanzar. Pero el camino no es fácil, porque para caminar por la oscuridad y llegar a tu luz interior necesitas valentía, coraje y determinación.

La persona que entra debe tener la valentía suficiente para no perderse contigo en la desesperación de esas oscuras aguas negras, debe ser alguien que ya pasó por ese lugar y que, desde el faro, te guíe con su luz. A veces nos sentimos náufragos en el medio del océano…

Recordé una definición de felicidad que me gusta. El ser humano vive como una barca dentro del océano que, cuando no es consciente de su felicidad, ante cualquier obstáculo se puede volcar. Ni que hablar de una tormenta, esa la hunde; la destroza y las astillas van a parar al fondo del mar. Sin embargo, cuando decides ser feliz, ni la tormenta más terrible puede destruir tu barca, porque has aceptado que es parte de la vida y estás preparado para enfrentarla sin huir.

¿Significa eso que te gusta vivir bajo tormentas? No. Significa que comprendes que es un estado pasajero, que las nubes van a cerrar el cielo igual que tus pensamientos, que va a caer agua copiosa o torrencial tal como el llanto de tus ojos, que los truenos van a partir el cielo como la angustia tu pecho, y que el frío te va a helar los huesos como el dolor emocional te genera desesperación; mirarás la tormenta hacia el cielo tal como la mente busca soluciones y, luego de gritarle que pare, llegará la calma a tu vida para darte cuenta de que ha vuelto la paz. Las tormentas son situaciones pasajeras cuando decides ser feliz, en cambio, cuando decides no serlo, vives en tormenta culpando al cielo por la lluvia, el viento, los rayos y el oleaje del mar, sin buscar la forma de resguardarte de ella.

Creo que la vida es lo suficientemente difícil por sí misma como para agregarle más obstáculos. Es como un malabarista que se para arriba de una tabla, sobre un barril que está encima de una tarima. Se pone zapatos de tacón y un florero en la cabeza mientras en el suelo hay esparcido vidrio roto. Me pregunto si será necesario agregar dificultad a algunas situaciones. ¿Tan dormidos estamos que necesitamos estar al filo de la desesperación para poder despertar, sentir y reaccionar? Espero que no.

A veces pienso que estamos tan perdidos en nuestro dolor que precisamos de cosas extremas para reaccionar. Consideramos necesaria una vida intensa, con constantes altos y bajos emocionales, una montaña rusa de sensaciones y situaciones inestables, porque se supone que la monotonía —palabra manoseada hasta el cansancio— destruye las relaciones y la vida. Y es aquí donde debemos hacer otra diferencia; tener una relación tranquila, donde puedes conversar, dormir abrazados, donde no te falta nada para vivir —aunque no puedas viajar, salir y conocer—, no la hace monótona. La monotonía más bien tiene que ver con perdonar el abandono, la indiferencia, que te ignoren, que te dejen toda la responsabilidad, permitir que situaciones tóxicas se repitan una y otra vez, y que nada hagas por salir de ahí. Para eso no solo necesitas de valentía para enfrentarte a tu miedo de estar solo, sino ver dentro de ti y lograr entender por qué creías merecer y querer eso. Solo así es posible salir de esa monotonía mental y emocional que cree que eso es seguridad y amor; también de la monotonía física que te hace sentir que necesitas golpes adrenalínicos para sentirte vivo.

A veces nos alejamos de personas buenas, situaciones buenas, trabajos buenos, familias buenas, emociones buenas que nos dan paz, porque nuestra mente llena de necesidades de autosaboteo nos lleva a confundir la tranquilidad con monotonía. El sentirte tranquilo sin los sobresaltos del corazón, el sentirte estable sin querer quemarlo todo, el dormir en la noche con una sonrisa en los labios, nos hace empezar a hablar de monotonía; entonces el cerebro empieza a crear realidades alternas en base a supuestas necesidades y a nuestro dolor.

En estas palabras que continúan, podrán ver una realidad distinta, un punto de vista diferente, una visión que trato de expresar de la manera más objetiva posible. No solo para mí, que llevo años trabajando con pacientes en base a estas teorías que aparecen frente a mí como una realidad certera, sino como algo que de verdad podría ayudar a otros a entender su realidad y la de los demás.

Puede que a veces se sientan perdidos, otras dolidos o entendidos. Otras veces quizás agarren el libro y lo tiren lejos para luego mirarlo con ternura, volver a tomarlo, seguir en el capítulo siguiente y, tal vez, más adelante retomar aquel episodio que les dolió en un principio.

En este libro hago una recopilación de lo que he visto, de lo que he trabajado, de lo que he entendido y aprendido, pero sobre todo vivido. Todo lo que van a leer es una parte de mi propio camino. Una desde el lado del protagonista, otra de un humilde espectador, pero siempre ahí, mirando el dolor de frente y diciendo: “bueno, ¡qué tanto!, ¡ya dime lo que tienes guardado en tu interior!”. No trato de hacerme la valiente, porque muchas veces he caído de rodillas doblada por el dolor, pero esa voz interior que cada día se me hace más presente, me dice: “ya, arriba, vomita lo que tengas dentro, expulsa de tu ser todo aquello que tienes atorado en tu garganta, solo respira, recuerda que estás viva; sé que esto es doloroso, pero no te hagas más daño…”. Entonces, aparece mi pequeña de tres años para recordarme que ya ha sido suficiente.

Acompáñame en este recorrido por nuestro interior, tal vez en el camino te des cuenta de que dentro tuyo hay una brújula rota a la que solo le falta el imán o las agujas. Quizás no encuentras la brújula, pero no desesperes, ahí está, solo que a veces se esconde para cuidarte. Cuando nuestro timón está sin rumbo ni sentido, nuestra brújula dice: “ya, me voy”, y se esconde para que no sigamos perdiendo el rumbo. Es ahí cuando nos sentimos varados en medio del océano; pero la vamos a encontrar… yo te acompaño.  

Capítulo 1

El Cuadro: Como entender la empatía y la realidad
Desde pequeña siempre tuve una cosmovisión relacionada a cómo vemos la vida. Imaginemos que todos los seres humanos estamos dentro de una sala de arte, donde se expone un solo cuadro que todos estamos obligados a mirar.  Algo interesante para analizar es que, si bien todos observamos el mismo cuadro, cada uno se fija en un lugar distinto de este y, de acuerdo con eso, defiende su realidad, punto de vista y decisiones.

Dos personas están mirando el marco, uno lo ve dorado, brillante y perfecto. La otra justo se detuvo donde le falta un trocito a la pintura, a pocos centímetros, y discrepa; señala que está roto, que le faltan pedazos, que está sucio y se ve mal. De acuerdo con esa percepción van a defender su punto de vista.  Al final, la realidad no la vemos como es, sino como somos y desde el lugar en que nos encontramos.

Eso significa que absorbemos la vida de acuerdo con las experiencias que tenemos. Nacemos con nuestro lienzo en blanco y nuestro entorno va repartiendo encima diversos colores que irán formando una trama particular. Ninguna persona tendrá esa misma combinación de pintura, porque está compuesta de colores particulares que hemos heredado de nuestros padres, quienes a su vez absorbieron la realidad de una forma particular de nuestros abuelos, y así sucesivamente en todo nuestro árbol genealógico.

A eso hay que agregarle todos los matices que recibimos del colegio, compañeros, vecinos, amigos, profesores y entorno social. Es verdad que muchos tendrán en su pintura colores similares, pero nadie tendrá los mismos con exactitud; hasta los hermanos nacidos del mismo vientre, a minutos de diferencia, tendrán lienzos distintos, aunque su realidad se pueda parecer.

Dentro de una familia de varios hermanos, suele suceder que algunos que se parezcan más entre sí. A veces aparece uno muy disidente de los estándares familiares, al que suelen apodar como la oveja negra, por ser rupturista y cuestionador. Este puede revelar situaciones incómodas de la familia, sociedad o personales. Muchas veces esto sucede porque los padres, creyendo que siguen siendo las mismas personas durante su desarrollo, no se dan cuenta de que todos cambiamos un poco cada día; por lo tanto, no se debe criar a todos los hijos de la misma forma, y tampoco todos suelen absorber por igual la pintura de sus padres.

Es normal escuchar dentro de esas dinámicas familiares cómo los padres y la familia cuestionan a aquellos que son tan distintos, a pesar de proceder de la misma línea sanguínea. Pareciera que no corresponden a ese lugar, pero ¿qué sucedió? Nada. O tal vez todo; absorbió un porcentaje mayor del cuadro. Quizás no solo está viendo el marco y alcanza, además, a visualizar la esquina del cuadro, donde observa que hay nubes de color blanco. Incluso en eso puede que se acerque a su familia; ellos también ven nubes, pero son grises, oscuras o en tormenta.

También, puede ocurrir que ese hijo no quiera ver el mismo cuadro y busque la manera de ver una realidad expandida, o investigar de dónde surge la de sus padres; averiguar quién fue el pintor. Pero la verdad es que el cuadro no es más que una proyección del inconsciente de todos, de los que vinieron antes de ti y de los que vendrán. Estos seguirán perpetuándolo, generando algunos cambios superficiales en la pintura, el marco o los personajes; sin embargo, solo un cambio real en el inconsciente colectivo, que busque la sanación total, podrá romper ese cuadro para generar uno nuevo, con trazos limpios y más parejos para todos… Creo que todavía falta para eso, todavía hay personas que necesitan darse un par de vueltas más por la galería de arte o buscar más detalles dentro de ese lienzo.

Vivimos en el centro de un huracán constante, en medio de un ojo que tiene toda la calma, pero a nuestro alrededor está todo girando, muchas veces de forma rápida, vertiginosa, acelerada y destructiva. Desde ese centro desequilibrado, tratamos de captar, aprender, razonar, entender y avanzar. Suele ser más complejo de lo que quisiéramos, a veces se escapa una silla del huracán que hace una maniobra de lucha libre sobre nuestra espalda, o una vaca que nos deja embarrados de fecas. Todo pasa tan rápido, fugaz y acelerado, que no alcanzamos a ver lo que pasó ni qué fue lo que nos golpeó. Solo sentimos el dolor en el cuerpo o el olor en el ambiente.

En base al cuadro, una vez alguien me preguntó: ¿qué visión de este cuadro tendría un maestro espiritual, con sabiduría mayor o inteligencia pura? Pues la visión del cuadro completo y las cabezas de todos aquellos que están encima tratando de defender su visión de la realidad.

¿Cómo puedo comprender la visión total del cuadro sin tener que estar defendiendo mi propia posición todo el tiempo? No es necesario que la defiendas ni que ataques la de otro. Ambos tienen la razón desde su punto de vista, desde la luz y sombra frente a las que están sometidos. Va a depender de la educación (también artística), valores (colores), costumbres (textura), cultura (entendimiento del arte), sexo (sentimientos que emana el cuadro), etnia (que expresa la pintura), clase social (cómo pronuncio el nombre del artista). Porque todo dentro de ese cuadro puede tener una analogía con el entendimiento humano; con cómo nos presentamos ante una realidad con todas nuestras experiencias, aprendizajes, costumbres, conocimientos, cultura, entorno social y, obvio, traumas de infancia… Dentro del cuadro, eso sería lo que el pintor ha querido expresar en los trazos, los sentimientos que emana. Al final de cuentas, estos siguen siendo subjetivos y van a depender de quién esté mirando desde dónde.

Estableciendo que no tienes por qué defender lo que estás mirando o cómo lo haces, ni atacar lo que el otro percibe, ¿cómo logras ver más trozos de ese cuadro? Con aceptación y empatía. En muchas partes se dice que la empatía es sentir lo mismo que el otro o ponerse su lugar, pero es más que eso, es dejar tus experiencias de lado, tu visión, tus costumbres. No es ponerte en el lugar del otro desde tu experiencia personal, sino que de verdad ser capaz de entender las nubes negras que ve ese otro o los patitos que ve nadando en la laguna en una esquina del cuadro; es observar desde su luz y sus sombras, es salirte de ti para mirar dentro del otro, apreciar la realidad de ese otro en base a sus propias experiencias sin juzgar, despojándote de todos tus prejuicios y dolores personales. Todo para poder sentir en carne propia aquello por lo que el otro pasa día a día.

Antes de lograr la capacidad de ponerte en el lugar del otro —que puede responder más a una necesidad personal que de un impulso altruista— debes ser empático y aceptarte a ti.