Camgirl - La trilogía completa y otros relatos eróticos - LUST authors - E-Book

Camgirl - La trilogía completa y otros relatos eróticos E-Book

LUST authors

0,0

  • Herausgeber: LUST
  • Kategorie: Erotik
  • Sprache: Spanisch
  • Veröffentlichungsjahr: 2022
Beschreibung

«Esto está muy mal, piensa mientras explora su propio cuerpo con sus dedos. Muy mal, pero increíble. Por un momento se olvida de que cientos de ojos la observan. Lo único que importa en el mundo es el sonido de su respiración jadeante y la sensación de sus dedos que se deslizan hacia su ropa interior».Elisa necesita dinero con desesperación. Por eso decide hacer algo que, bajo otras circunstancias, no hubiera hecho jamás; algo que está muy mal. Cierra las persianas, enciende su laptop y deja caer sus ropas al piso, prenda a prenda. Se desnuda por completo y aunque sabe que lo que está haciendo está mal, nunca se sintió tan bien.Camgirl es una serie de tres relatos sobre una joven sin experiencia que se explora a sí misma y su sexualidad.Esta colección contiene:CamgirlShow girlSugar girlLa chica de la sección de lenceríaEl apartamento de arribaLos deseos secretos de JulieLa velada libertinaUn preciado tesoroLa niñeraEl acomodadorEl oficial atrevido-

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 327

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Camgirl – La trilogía completa y otros relatos eróticas

Translator: LUST translators Copyright © 2022, 2022 LUST authors and LUST, an imprint of SAGA Egmont, Copenhagen All rights reserved ISBN: 9788728182239

1. E-book edition, 2022 Format: EPUB 3.0

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

Lisa Vild

Camgirl

Los amigos y familia de Elisa la describirían como una mujer inteligente, responsable y madura. Ella quiere creerles y nunca le da a nadie motivos para cuestionar esa etiqueta, sólo a ella misma. El asunto es que, una persona responsable y madura hubiera sido capaz de planificar a futuro para resolver su tema laboral y conseguir un trabajo de verano. Una persona inteligente nunca hubiera terminado en la situación actual de Elisa: estudiante desempleada, al final del semestre, con muy poco dinero en el banco y con el verano aproximándose con la velocidad de una ola del mar. Necesita dinero y lo necesita ya.

—¿Vienes a almorzar? ¡Tenemos que celebrar! —La sonrisa de Josephine es tan amplia que sus dientes sobresalen a sus labios pulposos. Es el último día del semestre de primavera y la universidad pronto quedará vacía. Los estudiantes corren hacia el calor del verano, felices de ser libres finalmente. Elisa ocupa su tiempo recogiendo bolígrafos y papeles dispersos sobre su escritorio. Por un lado, sólo quiere salir a almorzar con Josephine y el resto del grupo. O a un café. O al pub. Quiere ir con ellos y olvidarse de la ansiedad que crece dentro de ella. Por otro lado, su ansiedad es justamente lo que la detiene. Tiene muchos motivos para estar nerviosa. No puede pagar ninguna de esas cosas; ni siquiera puede pagar su renta.

—No, lo siento, no puedo hoy tampoco —responde.

—Ya no haces nada —protesta Josephine y pone cara de amargada. Aunque los ojos de Josephine sonríen, algo dentro de Elisa duele cuando escucha la queja de su amiga. No, ya no puede socializar, no si significa gastar dinero. ¿Cómo le dices a tus amigos una cosa como esa evitando el bochorno?

—Lo siento, tengo... —comienza Elisa, pero nota que Josephine ya no le presta atención, sino al resto de sus amigos— ... una cosa. Los ve irse del salón y antes de que se pueda dar cuenta, es la única que queda. Por unos segundos, el tiempo parece detenido. Puede sentir el sonido de la risa y voces desvaneciéndose y de pronto se siente más sola que nunca. Rápidamente recoge el resto de los papeles y los mete dentro de su mochila verde militar.

—¡Espera! —Elisa corre por la puerta hacia las escaleras de mármol oscuro. Sus zapatos de tacón bajo hacen eco mientras corre escaleras abajo. Al llegar al pie de la escalera, Josephine, Anna, Joel y Maria giran sorprendidos. Todos sonríen cuando notan que Elisa corre hacia ellos—. Voy, el lavado de ropa puede esperar.

Más tarde esa noche, cuando llega a su pequeño departamento, se sienta y llora. Ola tras ola de ansiedad brutal la golpea mientras piensa en el dinero que gastó, dinero que no tiene. Su teléfono vibra en el bolsillo y espera que se silencie antes de mirar la pantalla. Tiene otra llamada perdida de su madre. La tercera del día. Sus ojos se llenan de lágrimas nuevamente. Mañana tendrá que llamarla y explicarle que no ha conseguido un trabajo, que su cuenta de ahorros está vacía y que no puede quedarse en el departamento porque no lo puede pagar. Tendrá que mudarse de vuelta a lo de sus padres. Será el mayor fracaso de su familia.

El sentimiento de desasosiego es reemplazado por el de rabia y se lanza sobre la cama y abre su portátil. Escribe con rabia cómo hacer dinero fácil en el buscador de Google. Por una hora, explora varias páginas y artículos, pero ninguno de los consejos que encuentra pagarán su renta. Recorre los resultados uno a uno, pero no encuentra nada interesante. Está a punto de rendirse, tomar su teléfono y llamar a su madre, cuando ve que algo se mueve en el margen de su explorador. Es una propaganda con una hermosa mujer que se desnuda mientras se toca. Las palabras Compra un show privado titila sobre la imagen. Elisa frunce el ceño y mira la imagen. La realidad la golpea. Cierra todas las ventanas que tenía abiertas y comienza una nueva búsqueda. Googlea cómo convertirse en una camgirl e inmediatamente encuentra miles de foros en línea donde se discute sobre el fenómeno de las camgirl. Luego de un rato, encuentra un foro donde una mujer dice que ha hecho mucho dinero como camgirl.

La discusión es larga y llena de trolls, pero hay algo de la historia de esta mujer que le interesa. Lee todos los comentarios y absorbe la información. Luego de otra hora leyendo, deja la pantalla y mira por la ventana hacia la cansada ciudad estudiantil que nunca había estado tan vacía. La mayoría de sus compañeros de clase ya se fueron a casa por el verano. Algunos de ellos trabajan y otros visitan a sus padres para descansar para el próximo semestre. La ciudad le devuelve la mirada y ella intenta imaginar lo que ve. ¿Desasosiego? ¿Fracaso? Al menos eso es lo que ella ve en sí misma.

Mira la pantalla y lee el comentario de la mujer otra vez. Suena tan simple según lo que ella cuenta. «¡De hecho es divertido de verdad! Llego al orgasmo al mismo tiempo que hago dinero. Es como mezclar negocios con placer. Algunas veces ni siquiera tengo que sacarme la ropa, muchos de ellos sólo buscan compañía y están dispuestos a pagar por ella. ¡Adelante, chicas! No se arrepentirán».Elisa mira a la nada e intenta recordar la última vez que tuvo un orgasmo. No recuerda ni si alguna vez estuvo cerca, o si siquiera lo intentó. La masturbación no va con Elisa, simplemente no es importante para ella. Su cuerpo está inexplorado y si fuera por ella, permanecería así. Intenta imaginar cómo sería desvestirse frente a extraños y el solo pensamiento la hace estremecer. Ni siquiera puede verse a ella ni a su cuerpo como sensual, como algo que podría brindar placer.

La mujer del foro incluyó un par de enlaces a diferentes salas de chateo donde ha sido activa y Elisa apunta con el mouse a uno de ellos y se detiene. Lo hace más que nada como diversión. Al menos para empezar con algo. Luego se da cuenta de que realmente no tiene otra opción. Sus opciones son volver a la casa de sus padres con el rabo entre las patas o morder la bala. Todo lo que tiene que hacer es iniciar su Mac, loguearse en la sala de chateo un par de días a la semana y sacarse la ropa, una a una, frente a ojos hambrientos. Tiene que desvestirse de todos modos y no es que sea una virgen. El solo pensamiento la hace sonrojar. Se pasa la lengua por los labios y traga saliva.

Han pasado tres meses desde que Víctor la dejó luego de seis años juntos. Él había sido su primer y única pareja sexual. Ella estaba segura de que estarían juntos para siempre, y ese pensamiento la había hecho sentir bien y segura. Por eso, había sido un shock cuando una noche le dijo que había conocido a alguien más. Cuando le preguntó por qué, él respondió que no se sentía amado, que no se sentía sexy y que no se sentía satisfecho. Le dijo que ella ya no quería tener sexo. Cuando ella intentó discutir, él se limitó a sacudir la cabeza y decir:

—¿Sabes cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que lo hicimos? ¿O cuándo fue la última vez que me tocaste? Esto no funciona, Elisa.

Tenía razón, no funcionaba. A ella ni siquiera le gustaba el sexo. Cada vez que él la había tocado o intentado besar durante el último tiempo que estuvieron juntos, ella se había escapado rápidamente y excusado con dolores de cabeza o cansancio. El sexo no significaba nada para ella: es algo que tienes que soportar en ocasiones especiales o cumpleaños porque es algo esperado, es una obligación molesta.

Elisa sacude su cabeza como intentando ahuyentar la sensación punzante en sus ojos y su garganta. Sería dinero fácil. Se acostumbraría y nadie tendría que enterarse de su fracaso para conseguir un trabajo de verano, o de cómo todos sus ahorros se habían esfumado en fiestas salvajes de estudiantes e incontables tazas de café en la cafetería de la universidad. Tendría que trabajar durante un mes para hacer la misma cantidad de dinero que haría con un par de noches como camgirl y, si lo hiciera, sus padres no tendrían que enviarle dinero o mensajes de preocupación. Es una mujer adulta, razonable, fuerte e independiente y quiere que todos vean —o al menos piensen— que puede cuidarse a sí misma. Así que, cuando la noche se apodera de la ciudad, decide darle una oportunidad a esta idea y hace clic en el enlace para crear su perfil.

La primera vez fue atemorizante. Se sintió completamente mal; estaba mal. Cuando se vistió esa mañana, no tenía idea de que, más tarde esa noche, se desvestiría frente a todo el mundo. Llevaba puesto unos jeans negros ajustados, una camiseta gastada con un par de manchas de algo poco saludable que se había puesto en la cara más temprano. Sus ropas se ajustaban a su cuerpo delgado y acentuaban sus caderas. Sus pechos son demasiado chicos para necesitar un sostén y sus suaves pezones se endurecen todo el tiempo bajo su camiseta cuando la tela frota contra su piel pecosa.

Pasó la mañana buscando alguna máscara que cubriera su cara. Había leído que muchas de las chicas cubren sus rostros para permanecer anónimas. Elisa pensaba que era muy importante que no la reconocieran. Los rumores corren rápidamente en una pequeña ciudad universitaria y ¿qué pasaría si los rumores llegasen a sus amigos o familia? Buscó la máscara correcta por horas hasta que finalmente encontró una negra de cartón. Era como de un gato. La máscara cubría la mitad de su cara, desde la parte superior de su cabeza hasta su nariz, y tenía agujeros para los ojos y las narinas. Sus labios y su barbilla puntiaguda quedaban visibles. Sería perfecta. Cuando estaba a punto de pagar, el hombre en la caja le sonrió y le preguntó si iba a una fiesta de disfraces. Elisa asintió rápidamente y dejó la tienda sonrojada y mirando al piso.

Cuando inicia su computadora esa noche y cierra las persianas, lo hace con el corazón en la garganta. Se recuerda que tiene el control para borrar los miles de temores que rondan su cabeza. Al menos eso es lo que quiere pensar. Todo lo que tiene que hacer es iniciar la computadora, loguearse y comenzar  El resto lo verá después, sobre la marcha. Piensa en lo que podría tener que hacer y se le estruja el estómago. ¿Qué pasa si no puede hacerlo? En ese caso, al menos lo habrá intentado, piensa. Respira hondo y hace clic en el botón.

Cada vez más personas se unen a su espectáculo de webcam en vivo y el hecho de que alguien esté sentado al otro lado, mirándola, despierta un inesperado estremecimiento dentro de ella. Ha colocado su portátil a los pies de la cama. Está sobre sus rodillas sobre la cama y observa la imagen de sí misma. Es la misma Elisa de siempre, pero al mismo tiempo, todo es diferente. Sus ropas son las mismas y su cuerpo también, pero su cabello pelirrojo largo, que normalmente está suelto y despeinado, ahora está prolijamente atado en una cola de caballo. Su cara pecosa está escondida tras la máscara negra de gato y su boca sonríe nerviosa. En la ventana del chat comienzan a aparecer comentarios de lo lindo y sexy que es su cuerpo junto con otros pedidos. Un hombre le pide que se ponga en cuatro patas. Lee el comentario y cumple su pedido conteniendo la respiración. Allí está, en cuatro patas sobre su colcha, un tanto extraño, y salta una notificación en la pantalla que le informa que se han transferido 50 dólares a su cuenta de PayPal de BigGuy85. A la notificación le sigue el mensaje, «Buena chica», en la ventana del chat. Cuando se da cuenta que lo que acaba de recibir en segundos por lo que serían dos horas de trabajo normal, se imagina yendo a comer con sus amigos al día siguiente. Esto no está tan mal, piensa. Sólo para probar, acerca una mano a su boca y la lame, tal como lo haría un gato que se estuviera aseando. Se ríe por lo bajo cuando piensa en lo tonto que era todo. «Me gusta tu risa, gatita»,escribió alguien en el chat. Elisa se da cuenta que pueden verla Y escucharla, y se pone tensa.

MmmDarkness escribe: «Sácate eso jeans ajustados, parecen incómodos». Elisa asiente y comienza a desabrocharlo. Se los baja lentamente pasando por su trasero firme y parece como si todo el mundo estuviera conteniendo la respiración. Es una experiencia extracorporal. Todo es tan nuevo, tan extraño. Aún así, está excitada y se siente curiosa. Cada vez que escucha un ping de su computadora, se agrega más dinero a su cuenta lo que la hace relajarse. De hecho, puede hacerlo. Hasta ahora, no es para nada lo que esperaba. Su confianza normalmente es bastante baja, pero todos los comentarios positivos sobre su cuerpo la hacen sentir excelente. Su sonrisa nerviosa lentamente es suplantada por una gran sonrisa genuina.

Elisa está allí sentada con su ropa interior de algodón color negro y piensa en qué hacer a continuación. ¿Cuál es el siguiente paso? Está deliberando sobre si debiera tomar la iniciativa o si debiera esperar un nuevo pedido. Apenas puede creerlo cuando se oye decir:

—Me sacaré la camiseta por 60. Unos segundos después, una mujer y dos hombres transfieren 60 cada uno a su cuenta PayPal.

—Ups —dice Elisa en voz alta. ¿Tendrá que sacarse la ropa interior también? Cada vez más personas sintonizan su espectáculo. Alguien escribe: «Ahora, sácate la camiseta y tócate». Ella se saca la camiseta y la deja caer al piso mientras se acomoda la máscara. Se deja la ropa interior puesta. Aún no está lista para sacársela. La habitación fría le da piel de gallina y sus pezones se endurecen. Las manos le tiemblan un poco cuando envuelve sus pequeños y firmes pechos. Comienza a masajearlos con movimientos suaves. Puede sentir la dureza de los pezones en la palma de su mano y la fricción comienza a provocarle algo. Puede sentir que algo pulsa allí abajo, en su interior. Nunca antes se había tocado así.

Sus manos dejan sus pechos y acarician su estómago; el constante sonido de su computadora le hace saber que el dinero continúa llegando. La sensación de sus manos contra su piel fresca envía descargas de calor hacia su entrepierna y la excitación la deja sin aliento. Esto está muy mal, piensa mientras explora su propio cuerpo con sus dedos. Muy mal, pero increíble. Por un momento se olvida de que cientos de ojos la observan. Lo único que importa en el mundo es el sonido de su respiración jadeante y la sensación de sus dedos que se deslizan hacia su ropa interior. Sólo se ha tocado ahí abajo en la ducha y para bañarse. Esto es completamente diferente. Puede sentir lo mojada que está a través de su ropa interior. Este es otro tipo de humedad diferente a la de la ducha, otro tipo de humedad diferente al agua. Una humedad que nunca había experimentado con su novio. Abre los ojos, mira el chat lleno de comentarios y se muerde el labio para contener una sonrisa. Frota el algodón mojado despacio con su dedo índice. Su ropa interior se pega a su piel. DaddyDom escribe: «Sácate las bragas ahora mismo».Elisa ni siquiera lo duda esta vez. Por la primera vez en su vida, está caliente. Ha estado escondiendo su deseo por años y ahora, cuando lo ha encontrado, deja de lado todas las inhibiciones. Separa las piernas frente a cientos de ojos a los que les permite ver cuando se toca cada parte del cuerpo.

Luego de media hora está a punto de cerrar la noche cuando Anonymous le escribe un mensaje en el chat: «Te quiero ver coger con un vibrador». Elisa se queda sin aliento. ¿Qué carajo está escribiendo esa persona? Se sonroja y por primera vez en la noche se siente avergonzada. Responde:

—No tengo juguetes sexuales.

Aunque tiene veintiséis años, se siente infantil. ¿Es raro que ni siquiera se haya tocado hasta hoy? Por un segundo, permanece en cuatro patas sobre la cama, sintiéndose pérdida. Oye otro ping de la computadora. Elisa mira la pequeña imagen de su cuerpo desnudo en la pantalla y ve una pantalla emergente: 600 dólares acaban de ser transferidos a su cuenta por Anonymous. Un mensaje llega a continuación de la notificación: «No te preocupes, gatita.Cómprate un consolador, un tapón anal y un vibrador para mañana. Quiero verte darte placer a ti misma».

A la mañana siguiente, Elisa se pone los jeans negros y una sudadera con capucha aunque hace calor afuera. Quiere cubrirse tanto como sea posible, como si eso pudiera contrarrestar lo que hizo la noche anterior. Como si pudiera borrar las marcas invisibles de sus propios dedos sobre su piel y los cientos de ojos que siguieron cada uno de sus movimientos.  Pero la razón principal de por qué se viste como alguien que intenta esconderse es porque va camino al sex shop. Si se cruza con un compañero de clases o algún amigo de la familia, quiere poder ponerse la capucha para que no la noten y para no tener que charlar con ellos sobre el clima o mentir sobre los planes para el verano.

Elisa no puede evitarlo, mientras camina por la ciudad tranquila, su mente viaja hacia la noche anterior y vuelve a sorprenderse de ella misma. La noche anterior, cuando su espectáculo en vivo terminó, no podía dormir. Eufórica por la experiencia que acababa de tener, fue como si su cuerpo finalmente se hubiera despertado de una larga siesta. El menor movimiento llenó su vagina de calor vibrante. El acolchado se sentía agradable y duro contra sus pezones endurecidos. Se moviera hacia donde se moviera, no podía deshacerse de esa sensación. Pensó en todas las personas que habían visto su cuerpo, todas las personas que se habían masturbado con ella al otro lado de la pantalla. Elisa estaba allí, sin aliento, respirando con la boca abierta. Con su mente fija en la audiencia anónima, su mano vagando hacia su ropa interior húmeda y tibia. Allí, deslizó dos dedos hacia afuera y adentro de su humedad. Con la otra mano, jugó con sus pezones erectos color rosa pálido.

Luego movió sus dedos hacia el clítoris. Con movimientos lentos, se tocó hasta que casi perdió el control. Gimió sobre la almohada y frotó su clítoris más rápido y fuerte. Su vagina estaba hinchada después de horas de excitación y por la primera vez en la vida Elisa pudo sentir algo creciendo dentro de ella. Continuó frotándose, acariciándose y masajeando hasta que sintió que no podía soportarlo más y se dejó ir. Ahogó un grito en la almohada y sus piernas temblaron mientras que sentía su vagina palpitar contra su mano. Por la primera vez en su vida, Elisa había provocado su propio orgasmo.

Lentamente la ciudad se despierta y ya hace calor afuera. Elisa cruza la calle con el descuido típico de los estudiantes de una pequeña ciudad, sin prestar atención a los autos. La caminata hasta la tienda es de veinte minutos. El día anterior, Elisa apenas podía pagar su renta y ahora lleva cientos de dólares camino a comprarse juguetes sexuales. Se siente irreal y, aunque Elisa no lo quiere admitir, es excitante. Cuando llega a la tienda, se queda afuera por unos minutos y camina por allí juntando el coraje necesario para entrar. Entra. La atiende una mujer de unos cuarenta y cinco años.

—¿Qué puedo hacer por ti hoy? —La mujer sonríe con toda la cara e irradia bienestar y confianza.

—Estoy buscando un par de cosas... —dice Elisa un poco nerviosa y sube el cierre de su sudadera—, pero creo que voy a mirar un poco antes.

La mujer sonríe y asiente antes de darse vuelta y caminar de regreso hacia el mostrador donde comienza a desempacar algún tipo de aceite de grandes cajas.

Es una tienda pequeña, pero la selección es enorme, con todo tipo de juguetes sexuales de diferentes colores y formas. Elisa se siente inexperta al caminar por el lugar intentando descifrar qué es todo eso y cómo se supone que debe usarse. De pronto, siente que regresa la sensación de hormigueo de la noche anterior y con ella vienen los pensamientos: ¿Qué escribirían sus seguidores anónimos si deslizara ese consolador en su interior? ¿Cuántos de ellos llegarían al orgasmo si se inclinara con su falda y expusiera su trasero redondo y el tapón anal decorado con un diamante? Elisa se muerde el labio mientras recorre la tienda.

Apenas se reconoce. La tímida, asexuada muchacha de antes ha sido reemplazada por alguien que tiene orgasmos, que se desnuda frente a completos extraños y a quien le gusta todo eso, porque a Elisa realmente le gustaba. Le gustaba el pensamiento de que alguien más tuviera placer por verla. Eso no era todo, también se daba cuenta de lo que se había perdido todos esos años antes de animarse a tocarse y provocar su propio orgasmo por primera vez. Era como si se hubiera acercado a ella misma, como si se conociera mejor ahora y como si se hubiera transformado en su mejor amiga y pareja. Su impaciencia crece. Puede sentir cómo la mujer de la tienda la mira con curiosidad cuando elige el conejo rosado. Consolador y vibrador combinados. Se pregunta si la mujer de la tienda puede darse cuenta de que estuvo desnuda frente a una webcam tan sólo unas horas antes. Se sonroja y los dedos se tornan pegajosos al contacto con una caja de plástico. Elisa cambia la atención hacia los tapones anales y escoge uno pequeño de metal brillante con un diamante falso en la base. El paquete es pesado; siente mariposas en el estómago al imaginar el peso dentro de ella, ahí atrás. El pensamiento la confunde. No se reconoce.

Cuando comienza su espectáculo en vivo por segunda vez consecutiva, posee una autoridad que no tenía la noche anterior. Hoy hasta puso mayor empeño que la noche anterior en la ropa. Tan pronto como llegó a casa esa tarde, escogió una minifalda negra y una blusa blanca manga corta. Hoy tiene más confianza. Sus nuevos juguetes sexuales están alineados sobre su mesa de noche junto a un lubricante que le dio la mujer de la tienda «para un mejor desempeño en el trasero». Cuando Elisa regresó de la tienda a casa, se excitó tanto que tuvo que probar su nuevo vibrador de conejo. Se le cruzó por la mente que quizás debería empezar un espectáculo en vivo ahí y en ese momento, pero decidió que quería probar el juguete en privado antes de la hora del show frente a su audiencia. Lo probó cuatro veces ese día. Nunca era suficiente y seguía hasta que estaba tan hinchada que el menor movimiento la llevaba al límite. Cuando por fin llegó la noche, su cuerpo estaba relajadamente cansado y su clítoris aún hinchado por todos los orgasmos que el pequeño conejo le había provocado. Tan sólo el pensamiento de volver a transmitir trajo de vuelta la sensación de hormigueo. No tenía idea de que se podía mojar tanto sólo por pensamientos sensuales.

Lo primero que ve cuando comienza a transmitir es a Anonymous que pregunta: «¿Compraste las cosas que te dije ayer, gatita?»Elisa sonríe tras la máscara de gato.

—Sí —responde.

«Bien.¿Puedo ver?»Elisa se voltea y gatea sobre la cama, con la clara intención de que Anonymous y todos los otros pudieran ver su trasero bajo la minifalda. Bajo la falda, llevaba ropa interior de encaje blanco diminuta. Se toma su tiempo cuando se estira para agarrar el consolador y el pequeño, pero pesado tapón anal. Puede escuchar el sonido familiar del dinero llegando a su cuenta. Ping. Le recuerda a las películas americanas donde la gente en la audiencia pone billetes de un dólar en las tangas de las strippers. Voltea su cara hacia la pantalla y muestra los juguetes.

—Aquí están —le dice a Anonymous y a todos los otros en el chat que envían cumplidos y pedidos.

«Ese tapón se vería genial en tu pequeño trasero apretado», escribe Anonymous. Algunos otros concuerdan con él. Elisa traga saliva. Aunque ya está extremadamente encendida, sigue nerviosa. Nunca usó un tapón anal; nunca tuvo nada ahí atrás. Mientras que aún sentada piensa en qué hacer a continuación, comienza a sacarse la tanga. Lentamente. Luego gira hacia la cámara.

—¿Qué obtengo si hago esto?

Luego de unos segundos lee: «Prueba y verás».Motivada por Anonymous, deja el consolador y se voltea.

Levanta su trasero hacia la cámara. Esta vez se acerca mucho más que antes y está desnuda bajo la falda. En esa posición, su audiencia puede verlo todo. Oye constantes pings de la computadora, pero ni siquiera se molesta en mirar. No le importa cuánta plata está haciendo o lo que escriben sobre su culo o su vagina. Con la mano izquierda, aprieta el pomo del lubricante y toma un poco en su dedo índice. Lleva el dedo hacia el ano y despacio lo refriega con el frío y húmedo lubricante. Luego embadurna el tapón. El metal frío casi quema sus dedos calientes. Respira hondo y lleva el tapón hacia su parte trasera. Lo coloca en la abertura de su ano y siente la resistencia al ejercer presión.

El frío es intenso allí atrás y la hace estremecerse. Gime por lo bajo. Despacio, agrega un poco de presión y siente cómo su ano comienza a relajarse, cómo su cuerpo se rinde y recibe el tapón anal. Milímetro a milímetro. Lo empuja con más fuerza y se queja porque arde bastante. Rápidamente lo deja ir. Despacio, comienza a empujar nuevamente. Empuja y lo deja seguir hasta que siente que el tapón se desliza más adentro por sí solo. El movimiento le recuerda la noche anterior cuando se masturbó y deslizó sus dedos adentro y afuera de su vagina. La respiración es pesada y puede sentir cómo su cuerpo se abre, listo para ser tomado. Elisa inhala profundo y empuja el tapón hasta que se desliza por completo. Puede sentir cómo la parte más ancha presiona contra su ano apretado y cómo se hace más angosto en la punta. Su ano abraza fuerte el tapón. Un gemido de placer se oye en todo el departamento. El metal frío comienza a calentarse y el calor se irradia por todo su cuerpo.

Las olas continúan llegando y cada movimiento que hace le da ganas de soltarse al placer; puede sentir cómo todo crece en su interior. Piensa en todas las personas que pueden verla en ese instante, en ese preciso momento, y todos los músculos de su cuerpo se tensan. Ya está gimiendo fuerte y sus piernas comienzan a temblar. Una sensación cálida palpitante crece entre las piernas y se muerde el labio al sentir cómo los músculos de su ano aprietan el tapón anal. Se siente como si el tapón comenzara a salirse, así que coloca sus dedos sobre el pequeño diamante. La sensación la hace gritar de placer. Sostiene el tapón con el dedo índice y el mayor; se viene con fuerza con la cara presionada sobre las suaves sábanas y su trasero en el aire. No puede evitar mover sus caderas hacia adelante y atrás mientras ola tras ola del orgasmo la atraviesan.

Un poco después, ya sobre sus piernas y brazos firmes, voltea hacia la computadora. Tiene la boca abierta y respira jadeante. Puede sentir cómo sus fluidos resbalan de su vagina hacia sus muslos internos. «Eres tan hermosa»; «Mmm, adoraría saborear tu vagina»; «Me la pones dura, bebé». El chat se llena con cientos de mensajes. Mira directo hacia la cámara con sus ojos azul hielo. Su voz es ronca cuando, entre jadeos, dice:

—Entonces, ¿qué recibo por esto?

Al siguiente ping lo sigue una notificación. Elisa mira la suma en la pantalla con los ojos grandes y se queda sin aliento. Mil dólares. Por el mejor orgasmo de su vida.

A la mañana siguiente, la despierta el sonido del teléfono. Sin mirar quién es, lo toma y responde con voz dormida.

—Hola.

—Hola Elisa, es mamá. ¿Cómo estás? —dice su madre al otro lado del teléfono. Elisa se incorpora en la cama—. No te desperté, ¿o sí?

—No, para nada, me estaba levantando ya. Tengo que salir para el trabajo —responde Elisa.

—Ah, qué bueno, conseguiste trabajo. Papá y yo estábamos tan preocupados por ti. Sabes que siempre te ayudaremos si lo necesitas, ¿verdad? —sigue su madre—. Y bien, ¿qué haces?

—Es en la industria hotelera, pero mamá, creo que tengo que ir a vestirme ya —miente Elisa.

Terminan la conversación y Elisa se recuesta nuevamente en la cama con un gran suspiro. Nunca podrá contarles a sus padres la verdad sobre este verano. No soporta decepcionarlos. Si no hubiera conseguido un trabajo este verano —que de hecho es lo que había ocurrido— sabía que hubieran querido ayudarla, pero también sabía que se sentirían defraudados. Y se sentirían muy desilusionados si les contara que pagaba la renta siendo una camgirl. Nunca entenderían, nunca querrían entender. Todos saldrían beneficiados por su mentira, todos menos ella. Sus pensamientos cambiaron al pensar en todo el dinero que había hecho en las últimas dos noches. Hoy llamará a Josephine y finalmente podrá sugerir un plan para hacer algo juntas.

Mayo acaba de transformarse en junio. Hace mucho calor afuera con una temperatura de unos 30 grados. Elisa y Josephine pasaron el día en la playa y ahora beben un vino rosé al atardecer. Todavía hace calor afuera, pero ellas sienten fresco debido a la cantidad de baños de mar que se dieron. Durante todo el día Elisa ha meditado si contarle a Josephine sobre su trabajo de verano.Su miga tiene un amplio criterio y ha probado la mayoría de las cosas; es muy abierta sobre el sexo y la libertad de disfrutarlo incluso con personas que apenas conoces, y probablemente sería la última persona en juzgarla. Elisa tuvo muchas oportunidades para contarle. Hubiera sido perfecto sacar el tema cuando le contó sobre su último encuentro con alguien de Tinder o cuando le describió una de sus tantas citas en la que se había embarcado.

Aun así, algo hace que Elisa no le cuente. De cierta manera, le gusta que sea su pequeño secreto. Todavía es una principiante con tanto por explorar y descubrir, y quiere hacerlo en privado. O al menos en la privacidad compartida con cientos de admiradores anónimos. Si le cuenta a Josephine o a alguien más, teme que la magia se pierda. Por lo tanto, Elisa abraza a Josephine para despedirse sin decirle nada y con la promesa de mantenerse en contacto. Más tarde esa noche, cuando Elisa inicia su tercera transmisión en vivo, algo cambia. Cierra las persianas e inicia la transmisión como si fuera a ver una película en Netflix mientras se prepara sobre la cama, como si fuera algo completamente normal. Sin embargo, en lugar de leer comentarios o esperar a que alguien le pidiera que hiciera algo, sabe exactamente qué quiere hacer. Esa noche es su noche.

Elisa se arrodilla sobre la cama. Le da la espalda a la computadora que transmite su imagen a cientos de pantallas en el mundo. Tiene la piel un poco enrojecida por las horas al sol. Sus diez dedos blancos sobresalen bajo su trasero blanco. Está completamente desnuda pero, sobre sus pies y entre sus nalgas, algo brilla. Su tapón anal descansa allí como si fuera una pieza de joyería fina. De pronto abre las piernas, aún con las rodillas apoyadas. Mira la pantalla para asegurarse de que esté en vivo. Deja que una de sus manos baje hasta su entrepierna. Se toca el clítoris con el dedo índice derecho. Hacia arriba y hacia abajo. Se concentra en cómo se siente cuando explora cada pequeño pliegue. Cierra los ojos y lee su cuerpo con los dedos, como lo haría un ciego leyendo braille. La otra mano sube por su cuerpo y los dedos encuentran sus pezones endurecidos. Toma uno con firmeza y deja escapar un suspiro de placer cuando lo suelta. Elisa puede sentir cómo su ano se aprieta y relaja en torno al tapón.

Algo late dentro de ella. Se siente tan bien que la sensación por sí sola la hace mojarse en dos segundos. Pero también están sus dedos. Con su dedo índice mojado dibuja círculos sobre el clítoris por unos minutos antes de deslizarse dentro de su vagina. Se frota contra su propia mano y contra sus dedos que empujan cada vez más adentro de ella. Todo el tiempo, piensa en todas las personas que la pueden ver hacerse el amor a ella misma, todos los que pueden ver su placer y que lo comparten. El pensamiento de ser observada la calienta más. No tiene idea de quiénes son, ellos no tienen idea de quién es ella, pero han visto más de ella que ninguna otra persona.  Han visto más de ella de lo que ella misma vio. Comparte algo muy especial con estos hombres y mujeres.

Elisa toma el consolador con el vibrador incluido. Separa sus piernas más aún y lo coloca debajo de ella. Aún le da la espalda a la cámara. Con una mano sostiene el consolador en su lugar para pasar sobre él con su vagina hinchada y húmeda. El volumen de su laptop está en silencio, pero Elisa está segura de que si tuviera sonido, hubiera escuchado un ping detrás del otro notificándole las transferencias y propinas que llegaban. Especialmente ahora que baja hacia el consolador y lo hace desaparecer dentro de su cuerpo. Su vagina apretada lo exprime y mientras la penetra, puede sentir el tapón anal moverse en el otro lado de su cuerpo. Baja hasta la base del consolador, hace una pausa de unos segundos para respirar entre gemidos, y vuelve a subir. Un sonido húmedo se escucha cuando el consolador sale de ella. Hilos de sus fluidos une al consolador rosado con su vagina. Lame sus dedos y desciende una vez más, esta vez más rápido. Duro. Puede sentir cómo el consolador la llena, cómo envía descargas de placer hacia todo su cuerpo. Lo monta cada vez más rápido. Mantiene los ojos cerrados. En su cabeza imagina que el consolador es el pene duro de alguien y que ella lo está montando frente a la audiencia. Jadea muy fuerte. Está llena en ambos lados y adora la sensación. Enciende el vibrador y las dos pequeñas orejas de conejo comienzan a estimularle el clítoris. Cada vez que se desliza arriba y abajo, siente el vibrador.

Elisa sabe que está cerca del orgasmo. Lo siente crecer. Comienza profundo en su interior, una sensación cálida que se expande por su estómago y hacia sus piernas. Se tensa. Flexiona los abdominales y se pueden ver todos sus músculos contraídos. El cuello se hace más largo al empujar la barbilla hacia afuera, casi como si estuviera tomando una bocanada de aire antes de desaparecer bajo la superficie del mar. Su boca está muy abierta en forma de O. Sus caderas se balancean y bailan contra el consolador. Empuja cada vez más adentro mientras el vibrador continúa estimulando lo puntos correctos. Su cara se transforma en un gesto de casi derrota. Luego se entrega. Deja de resistirse. Su boca cambia una larga exhalación por un gemido profundo y vibrante que dura hasta que inhala nuevamente. Su vagina mojada late con fuerza. Se frota contra el vibrador. En cada oleada de placer que arrastra todo su cuerpo, empuja sus caderas hacia él. Puede sentir que el tapón anal quiere salirse, pero su trasero está demasiado apretado para que pueda hacerlo por sí solo. Continúa gimiendo hasta que paulatinamente los jadeos se van desvaneciendo. Como el vibrador sigue estimulándola, se sacude incontrolablemente hasta el punto de casi tener que lanzarse fuera de él. Colapsa sobre la cama y por primera vez en su vida entiende por qué lo llaman «la pequeña muerte».

Luego de un par de minutos para recuperarse, voltea hacia el computador y ve cómo está llegando el dinero. Lee los comentarios con una gran sonrisa sobre su cara. DaddyDom, uno de sus más fervientes seguidores, escribe: «y ahora lo haces de nuevo, de frente».Una sensación de cosquilleo recorre el estómago de Elisa. Aún gotea, está tan mojada. No tiene que pensarlo dos veces para responder.

—Bien —dice casi con excitación infantil antes de recomenzar.

La siguiente noche se la toma libre. Se da cuenta de que no tiene la necesidad de transmitir por un par de días. Quizás ni por una semana. En tres noches, Elisa ha hecho dinero suficiente para cubrir su renta y comida y aún así le queda dinero extra para disfrutar el resto de junio. Está a punto de ir a ver a Josephine y el resto del grupo, fuera del bar a la vuelta de la esquina, cuando echa una mirada a su laptop. Todavía está en la silla al final de la cama con el tapón anal y el consolador a su lado. La máscara de gato está sobre la cama junto a la silla. Elisa sonríe y piensa en la primera noche. Recuerda que estaba tan nerviosa que casi temblaba, que no había podido tener un orgasmo hasta después de terminar la transmisión y lo avergonzada que se había sentido al día siguiente. En ese momento, todo le parecía tan mal y tan prohibido. Echa una mirada al reloj de pared. Son las siete y cuarenta y cinco de la tarde. Tiene quince minutos antes de salir.

Al calor de la noche de verano, cierra las persianas, enciende su laptop y deja caer sus ropas al piso, prenda a prenda. Se desnuda por completo y aunque sabe que lo que está haciendo está mal, nunca se sintió tan bien.

Lisa Vild

Show girl

—¡Brindemos por Elisa! —Su padre le sonríe. Su mirada, su postura y su tono de voz lo delatan: está muy orgulloso. Los amigos y la familia de Elisa están reunidos en el jardín, deseándole éxito y suerte. Elisa está sentada en medio de la fiesta, mientras sonríe y ruega mentalmente que la tierra se la trague.