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Hoy te invito a detener tu tiempo…, a conectarte con este presente, a ser consciente de tu pasado, a valorar lo que tienes y preparar tu viaje en el disfrute completo desde lo que tus sentidos te ofrecen, pero principalmente, a escuchar en el silencio, tu alma que te susurra quién eres y por qué estás aquí. Me llamo Marta pero todos los que me conocen de pequeña saben que soy Luna. Hoy quiero acercarte un pedacito de mi camino de vida con la intención de que al contarte mi historia puedas encontrarte también con la tuya. Todos nos enfrentamos con dificultades en el transitar de nuestro camino, nuestra capacidad de reinventarnos nos dará la posibilidad de tener una vida plena. El cuerpo, la mente y el alma nos piden ir más despacio, las emociones y los sentimientos necesitan ese compás de espera, para poder expresarse, salir afuera, hacerse ver. Muchas veces no nos permitimos saborear la vida, transcurrimos sin darnos cuenta que nuestros sentidos se pierden en esta carrera. El vértigo, la velocidad, la tecnología sin tregua, las jornadas extensas de trabajo, nos privan del verdadero disfrute y nos van acercando al vacío de nuestra esencia, se escurre el tiempo en el reloj de la vida. Te propongo, "Caminar lento… cuando el tiempo corre" saborear el premio de una vida vivida al revés, para aprender a vivir lo que resta.
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Seitenzahl: 145
Veröffentlichungsjahr: 2024
Marta Centineo (Luna)
Marta Centineo-Luna Caminar lento... cuando el tiempo corre / Marta Centineo-Luna. - 1a ed - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2024.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-87-5599-1
1. Autoayuda. I. Título. CDD 158.1
EDITORIAL AUTORES DE [email protected]
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AGRADECIMIENTOS
PROPÓSITO DE ESTA PUBLICACIÓN
UN POCO DE MI PROPIA HISTORIA
REGISTRO DEL TIEMPO
¿El tiempo dejó de correr, o nosotros nos quedamos quietos?
Caminar lento cuando el tiempo corre…
CAPÍTULO 1 - ACEPTAR LA QUIETUD EN LA ETAPA DEL MOVIMIENTO
Una enfermedad compleja en la niñez es un aprendizaje para toda la vida
La escolaridad y la dualidad: ¿Normal o especial?
Mi Maestra Inolvidable
CAPÍTULO 2 - ACELERAR PARECE SER LA CLAVE DEL DISFRUTE
El tiempo parece hacer ese juego de correr y detenerse
La amistad, ese sentimiento tan difícil de definir…
Correr en las rutinas de todos los días
Breve relato de una realidad vivida
El tiempo… esa variable que condiciona nuestra vida
Huyendo del multitasking
CAPÍTULO 3 - RELATOS DE VIDA… DISFRUTE DEL TIEMPO
La magia de correr…
Cuando el amor gana la carrera
Las emociones y la salud
Los obstáculos como señales para aprender a cuidarnos
Entre las necesidades de los demás y nuestros deseos
Gestionar nuestra salud, un compromiso con uno mismo
Cuidarnos es nuestra responsabilidad
Todo es cuestión de mirarse un poquito hacia adentro
CAPÍTULO 4 - CAMINANDO LA HISTORIA
NUESTRO VÍNCULO CON EL TIEMPO
Viajar la mejor inversión del tiempo
Flexibilidad ante los cambios, la clave para seguir adelante
Colores para llenar de vida
¿Qué significa disfrutar de lo cotidiano?
CAPÍTULO 5 - RECUPERANDO EL EQUILIBRIO PERDIDO, EL DISFRUTE DE DESACELERAR
VOLVER A TROTAR
CUANDO NO MIRAMOS EL RELOJ, EL TIEMPO PARECE DETENERSE
No todo es descartable, hay cosas que pueden repararse
“Alégrate porque todo lugar es aquí y todo momento es ahora”
Aquellos sabores de otras épocas
Mi abuela Adelina
Ventajas de caminar lento con los sentidos despiertos
Hay cosas que no tienen precio
La resiliencia una amiga invisible que nos ayuda a continuar el camino
Tecnología versus contacto directo
EXTRAÑO LOS ABRAZOS
CAPÍTULO 6 - CAMINA LENTO CUANDO EL TIEMPO CORRE
Llegar a la vejez con cuanto hayas ganado en el camino
PALABRAS FINALES
“La vida es un viaje que merece la pena, de cada etapa vital hay que aprender a sacar el lado positivo”
Dr Mario Alonso Puig
Este libro está dedicado a mi compañero de vida, quién ha caminado conmigo 35 años, respetando mi andar y llenando de amor cada instante, para vos Daniel Dobal y para nuestros hijos Luna y Raúl, nuestro mayor regalo en esta vida.
- A mis padres Marta y Raúl, por darme valores sólidos en donde apoyarme y saber soltarme para hacerme fuerte para la vida.
- A mis hermanos Carlos, Ernesto y Ana porque fueron, y siguen siendo, cada uno a su manera, compañeros de este transitar del camino.
- A mis abuelos y abuelas cobijo de infancia, recuerdos eternos de lecciones de vida únicas e irrepetibles
- A la amistad… en la forma manifiesta de amigos y amigas de toda mi vida por estar cerca siempre.
- A quienes estuvieron, están y seguirán estando acompañando desde cada uno de los lugares por los que transité y sigo transitando: especialmente compañeras y compañeros docentes, también colegas de mi actividad como guía de turismo.
- A la familia en el sentido más amplio: ellos son protagonistas de varios relatos donde sus nombres dan riqueza y sentido a las historias.
- A la infancia reflejada en cada uno de los niños y niñas que formaron parte de mi recorrido como maestra, infinitas gracias por enseñarme que en lo más simple y en lo más puro reside el verdadero valor de la vida.
- A la Editorial Autores de Argentina por interpretar y acompañar con tanto respeto, dedicación y amor el maravilloso proceso que implica hacer cumplir el sueño de publicar un libro.
- A quienes siempre dieron y siguen dando sentido a cada uno de mis días: por lo vivido, lo que estamos viviendo y lo que el futuro depare para mi nido pequeño, mi hogar: Daniel, Luna y Raúl Dobal, mis amores.
No me atrevo a querer denominar como libro algo que realmente no nació como tal.
Considero que es un sustantivo demasiado importante para estos escritos que nacieron del alma y de la necesidad de expresar, canalizar y recuperar recuerdos y emociones.
Sólo es mi deseo que, estas palabras que en este tiempo de espera y aprendizaje, tuve la dicha de poder escribir, sean de utilidad para quienes deseen leerlas.
El cuerpo es la casita en la que habita el alma, igual que con la vivienda que ocupamos en nuestro andar por esta vida, debemos repararla, cuidarla, sanar las grietas y las imperfecciones que el tiempo va dejando a su paso.
Muchas veces, miramos para otro lado, no queremos revocar, colocar aberturas, reparar las grietas, decorar, pintar, todo implica esfuerzo, sacrificio, dejar otras cosas, para poder ocuparnos de estas.
Nuestro cuerpo también necesita repararse cuando se enferma, la mente exige ir más despacio, el cuerpo también, las emociones y los sentimientos necesitan ese compás de espera, para poder expresarse, salir afuera, hacerse ver.
El alma grita cuando no la escuchamos, a tal punto de dejarnos sordos, ciegos, a tientas, tratando de tocar los límites para no perdernos.
Muchas veces no nos permitimos saborear la vida, las fragancias no llegan a detenernos para deleitarnos. Transcurrimos sin darnos cuenta, nuestros sentidos se pierden en esta carrera.
Hoy quiero decir estas cosas, de una manera simple, contando pequeñas historias de vida, de la mía pero que puede ser la de cualquiera de ustedes.
Considero que de este modo puedo llegar a mucha gente que no puedo tener cerca.
También, el escribir, garantiza de algún modo, permanecer en el tiempo aun, cuando hayamos cambiado de envase, dejemos nuestra casa, nuestro cuerpo, cuando mutemos de esta vida.
Debemos hacer todo lo que podemos mientras tenemos posibilidad: caminar, bailar, correr, saltar, observar, escuchar, percibir con nuestros sentidos toda la magia que nos regala la naturaleza.
La consigna es disfrutar, en todo el sentido de la palabra y especialmente de aquellas cosas que se nos regalan solo por el hecho de estar vivos.
Todos los días ocurren muchas cosas por las que debemos estar agradecidos, el observarlas con detenimiento será la clave para estar en presencia y ser felices.
Mirar, a nuestro alrededor y a los ojos de quienes nos acompañan, o se cruzan en nuestro camino.
Abrazar, amar, dar las manos en todo el sentido de la palabra.
Hay muchas personas que por distintos motivos no pueden hablar, caminar, ver, escuchar… Sin embargo buscan un propósito para vivir y dar vida a los demás.
No esperemos a que nos falten cosas para ofrecernos, se escurre el tiempo en el reloj de la vida, no se trata de cronometrar emociones, sólo hay que sentirlas.
De cosas inexplicables está repleta mi vida, en este momento me dispongo a disfrutar, aprender, reflexionar, compartir. Me permito en este tramo del recorrido: caminar lento, cuando el tiempo corre…
Los invito a detener la marcha y compartir algunos relatos de vida que hoy pongo en sus manos. Espero los disfruten tanto como yo al escribirlos.
Luna Centineo.
En mi historia personal considero varios momentos en los que el cuerpo detuvo su marcha para llamar mi atención y alertarme.
De pequeña, con solo 6 años una dermatomiositis me dejaba sin tono muscular en todo el cuerpo.
Aún mi memoria, que tiene varias nubes en el medio, me trae el recuerdo de ese pasado lejano, ya que distan más de 50 años de aquel momento.
El recuerdo de la labor de la kinesióloga está tan presente como si lo hubiera realizado ayer. Hay dolores que son difíciles de olvidar, pero fortalecen, no me puedo quejar, he tenido una vida maravillosa, principalmente teniendo en cuenta el pronóstico inicial de esta enfermedad, marcaba un mes de vida como el tiempo que se me había destinado y la imposibilidad de autovalerme.
A los 10 años una fractura de la tibia de mi pierna derecha me dejaba en un tiempo de observación y quietud ante los juegos infantiles y las actividades de educación física.
A los 12 años me dieron el alta de esta enfermedad que prácticamente no dejó secuelas.
A los 36 años 3 hernias de disco condicionaban mi movilidad y los dolores no me permitían ni descansar.
A los 42 me diagnostican hipotiroidismo e hipocalcemia, comenzando con medicación y llegando al año a presentar tetanización de los músculos de las manos y de la mitad de mi rostro, debiendo pasar por estudios que llegaron a pensar en una lesión cerebral.
A los 45 años, o antes sin darme cuenta, la depresión golpeó mi puerta, creo que para recordarme que no era imprescindible, y que debía andar más lentamente, también descansar.
A los 47 años una fractura de tobillo, de tibia y peroné que involucró cirugías y prótesis para su armado me inmovilizó y puso freno para que entendiera que debía reducir la velocidad.
A los 48 me diagnostican hipertensión arterial por estrés.
Estos desequilibrios varios que en realidad fueron superados con medicación, acompañamiento de profesionales, la familia, los afectos y mucha fuerza de voluntad hoy me muestran que la mayor parte de ellos fueron provocados por el exceso de velocidad que le quise poner a mi propia vida.
En realidad no se trataba de ser veloz, en sentido literal, ya que nunca tuve esa condición especialmente si se piensa en correr una carrera, pero realizaba una serie interminable de acciones en la vida cotidiana sin medir esfuerzos, responsabilidades y presencia.
Esta situación sostenida en el tiempo fue la que considero, exceptuando la dermatomiositis inicial, fueron en gran medida las que contribuyeron a las distintas enfermedades que hoy tengo la dicha de haber superado y controlado, disfrutando de un presente en plenitud.
Hace un tiempo, valga la redundancia del término, quise comenzar a escribir, con la intención de publicar, alguna vez, estos relatos de vida, de la mía y de las que me han acompañado durante estos más de 50 años.
Comencé a realizarlo en el 2013, cuando un problema de salud, detuvo mi marcha y entonces me volví más observadora.
Después de 7 años, que volaron a una velocidad increíble por el ritmo de mi cotidianeidad, y con una cuarentena obligada por la pandemia del Coronavirus, me comprometí a sentarme y darle forma a esta publicación que irá dirigida a quienes puedan y quieran encontrarse con mi forma más sutil, aquella que sólo algunos conocen de mí, como así también para los que quieran detener su marcha y sentirse a gusto al andar más despacio y disfrutar de esta propuesta:
Este, que es el título de esta publicación, lo elegí hace tiempo, cuando comencé a registrar que mi vida iba demasiado rápido y que yo ansiaba detener los momentos que sabía que se escurrían de mis manos y de mi mente sin poder evitarlo, cuando sentía que necesitaba apurar mi marcha para poder cumplir con todas mis obligaciones, las que realmente tenía y las que me fabricaba.
Además, con la autoexigencia de hacerlo de la mejor manera, sin poner límites a mi cansancio, con tal de darme por completo hacia las actividades que ejecutaba con excesos de responsabilidad.
El hipotiroidismo, desequilibrio que me acompaña hace más de 10 años, y lo llamo así porque considero que te indica que en algún área de tu vida no utilizas tu voluntad para crear lo que realmente deseas y sientes que tu vida se paraliza, te impide llegar a tiempo, me marcó no sólo físicamente, sino emocionalmente.
Desde el momento en que apareció la enfermedad dejé de expresar mis deseos en la mayor parte de las áreas de mi vida, nunca utilizaba el “yo quiero”, siempre el “yo debo”, imponiéndome una serie interminable de obligaciones, hoy a la distancia no puedo entender como realicé tantas cosas juntas y siento que es un milagro no haberme dañado más o haberme recuperado tan bien.
Otra elección del nombre del libro surge de mi historia personal, y me remonta a mi niñez y una enfermedad que me acompañó durante 6 años de mi vida: dermatomiositis, una enfermedad inflamatoria de los músculos que en los años setenta (1974) prácticamente no se conocía o se sabía muy poco, aún se desconoce su causa y es poco frecuente (3 casos en un millón aproximadamente).
Esta enfermedad cuando yo contaba con 6 años me dejó con debilidad muscular, sin poder moverme por mis propios medios, cuando faltaba muy poco para iniciar mi escolaridad primaria.
No pretendo detenerme en ella, sino explicar por qué la menciono en la elección del título de este libro.
Caminar lento fue lo que hice durante mucho tiempo de mi vida, me dediqué a observar como los niños jugaban y corrían a mi alrededor no pudiendo hacerlo, y viendo el tiempo pasar…
También esta enfermedad dejó su marca, no física, salvo mi baja altura y mi fragilidad en los dientes porque justo me acompañó en el momento del reemplazo dentario de los de leche a los definitivos, pero si emocional, ya que me fortaleció en entendimiento y aceptación al no poder realizar lo que los demás hacían y me dejó en compás de espera para poder concretarlo.
Me acostumbré a esperar, a ser última en los juegos, a que no me eligieran porque era sabido que el grupo que me tenía entre ellos, era el que perdía.
Aprendí a aceptar mi condición fortaleciendo mi autoestima.
Ya, sobre este presente, con otras situaciones de vida que luego contaré, la afirmación caminar lento cuando el tiempo corre,se convierte en un enunciado que me repito preparándome para una vejez madura, responsable, repensando mi porvenir en la mayor plenitud posible.
La ventaja de una vida al revés para aprender a vivir lo que resta, significa haber tenido la posibilidad de convivir con enfermedades desde pequeña, enfrentar momentos de discapacidad temporal, y entender que sin fuerza de voluntad y actitud perseverante, no existe la posibilidad de hacer frente a los desafíos que la vida te presenta.
Estamos acostumbrados en general a creer que sólo la vejez nos puede dejar con necesidad de ayuda o sin independencia necesaria para poder realizar lo que casi todos hacemos en piloto automático cuando nos acostumbramos a que nuestro cuerpo nos acompañe cual máquina todo terreno.
Es tan grande, muchas veces, nuestra soberbia, que pretendemos que cada día funcione mejor, que nunca nos duela nada, que siempre luzcamos perfectos y bajo ningún concepto demostrar que el paso del tiempo nos está volviendo más lentos, menos eficaces, con necesidad de recurrir a lentes, audífonos, bastones…
La sociedad actual premia los modelos de belleza, estereotipos inalcanzables, sometiendo muchas veces al desprecio o la discriminación a los que no entran en los parámetros considerados normales.
Así la mayoría pasamos a formar parte de los anormales, o aquellos que se los deja fuera de determinados grupos por no cumplir con ellos.
No quiero ponerme estricta ni que se piense que uno habla desde el haber sentido esa emoción en alguna oportunidad, pero el transitar determinadas situaciones te hace sentir empatía por aquellos que se encuentran en situaciones similares.
El culto a la belleza exterior, a la eficacia como rapidez, celeridad y óptimos resultados, nos lleva a pensar que todos aquellos que por una u otra razón eligen otro modo no llegan a ser exitosos, entendiendo por éxito el camino a la felicidad que no está garantizada con el tener, sino con la capacidad de SER.
Es verdad que la edad, las experiencias de vida, el reducir la velocidad no sólo porque el cuerpo lo va marcando, sino también porque la mente hace su juego y comienza a pensar, reflexionar, medir, observar e intentar cometer menos errores, son los que necesariamente nos llevan a realizar cambios de vida para protegernos.
En nuestro transitar tratamos de no tropezar varias veces con la misma piedra, aunque en mi caso, o el camino era entre las sierras, que también dejaron sus huellas, o el adoquinado estaba imperfecto, porque tropecé más de una vez y me caí para aprender de esas situaciones.
No me quejo, soy una agradecida a la VIDA, y lo escribo con mayúsculas porque realmente es así, celebro cada día, y más especialmente después de haber pasado ya hace varios años los 50,
Esta edad a la que todos los que tenemos la dicha de llegar hacemos un “clic”, y no de las fotos porque ahora no se sacan con cámaras con rollo, sino por el giro que tratamos de ponerle a nuestras acciones, aprendiendo a disfrutar del presente, como un verdadero regalo.
También es cierto que de no hacer ese clic, como cambio, puede convertirse en crack, el sonido de nuestros huesos cuando nos alertan sobre la necesidad de modificar acciones que realizábamos sin pensar hasta los 40 y pico y de repente, si las hacemos con la misma intensidad, seguro al día siguiente el cuerpo nos pasará la factura.
Caminar lento cuando el tiempo corre, no supone limitarse a realizar lo que nos da felicidad y plenitud, sino todo lo contrario, es una invitación a detener el tiempo en un constante presente, llevando la conciencia a cada una de las acciones que realizamos a diario.