Caminatas a la Cola de la Ballena - Patricia De Biase - E-Book

Caminatas a la Cola de la Ballena E-Book

Patricia De Biase

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Beschreibung

Al partir Sol, mi tristeza era infinita. De pronto, de la nada, de la profundidad del dolor o del vacío mismo surgió una paz inmensa. Sentí su voz que me decía: "Ma, disfrutá cada día que te queda por delante, mirá a tu alrededor. Tenés mucho para agradecer". En ese instante todo se transformó. Este libro son diálogos de amor con mi hija Sol y el acompañamiento incondicional que fui recibiendo para vivir con humildad y coraje los cambios que se fueron produciendo en la familia. Anhelo que estas palabras resuenen dentro de cada uno y anime a quienes tienen seres que partieron a establecer con ellos una comunicación en amor. Que ayude a dar paz a sus almas y alivie el dolor de la pérdida.

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PATRICIA DE BIASE

Caminatas a la Cola de la Ballena

Diálogos con mi hija Sol que murió de cáncer

De Biase, Patricia Caminatas a la cola de la ballena : diálogos con mi hija Sol que murió de cáncer / Patricia De Biase. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2023.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-4676-0

1. Autoayuda. I. Título. CDD 158.1

EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

Agradezco a mi hija Sol los 39 años que compartimos, sus enseñanzas y su entrega.

El amor nos une por siempre.

Dedico este libro a mi hijo y a mis dos nietos.

A todos los que me ayudaron a concretarlo

y al poder sanador de la escritura.

Tabla de Contenidos

PALABRAS DE LA AUTORA

PALABRAS DE LA EDITORA

AGOSTO

SEPTIEMBRE

OCTUBRE

NOVIEMBRE

DICIEMBRE

MARZO

SOL

EL TRATAMIENTO

ÚLTIMOS DÍAS EN LA CASITA

MARZOSegunda parte

ABRIL

APRENDIZAJES

PALABRAS DE LA AUTORA

Es tan extraña la vida, me dio y me quitó tanto...

Y con todo lo vivido, allí, en lo más profundo de mi alma estoy en paz, y agradezco haber amado más allá de los límites que jamás imaginé.

Desde el momento en que sentí a ese ser pequeñito gestándose dentro de mí, nació una conexión íntima de amor incondicional como nunca antes había tenido. Supe con certeza que la ayudaría a crecer, facilitándole todo lo que estuviera a mi alcance y que estaría a su lado siempre que me necesitara.

Jamás pensé que sería hasta el momento en que dejara el cuerpo físico.

La muerte del papá, mi marido, compañero y amante por 23 años, fue muy difícil de asimilar. Un cáncer fulminante tomó todo su cuerpo en apenas tres meses.

Quedé suspendida y perdida en el tiempo. No podía comprender lo que estaba ocurriendo. Me había enamorado a los 19 años e imaginé que compartiríamos nuestras vidas hasta que la muerte nos separe a una edad avanzada.

A partir de esa pérdida, nació con mis dos hijos, Mateo y Sol, un vínculo de amor y entrega incondicional estando presentes el uno para el otro en cualquier momento y circunstancia que estuviéramos viviendo. Vivíamos en países distintos y nos visitábamos con frecuencia. Cada encuentro era una fiesta para el alma.

Al quedar Sol embarazada de su primer hijo, sentí una emoción muy profunda, la vida me invitaba a algo nuevo: ser abuela. No dudé en aceptar la propuesta de acompañarla en esta etapa y me mudé a Costa Rica.

Un sueño estaba por hacerse realidad: “vivir frente a la playa, en un clima tropical, con un mar amigable para nadar”.

Alquilé una cabaña en el Caribe de Costa Rica. Cada vez que Sol me visitaba, y mientras su panza crecía, salíamos a caminar por la orilla. Nos bañábamos en las pozas de agua cristalina que se forman entre las rocas y buceábamos descubriendo un mundo nuevo bajo el agua.

Cuando el bebé nació, me mudé para estar más cerca, a una casita con vista a la montaña. Algo mágico se estaba manifestando . Costa Rica es uno de los países más bellos que conozco. La naturaleza, el clima, la gente.

Luego vinieron cambios. Lucas, el marido de Sol, comenzó el desarrollo de una ecovilla trayendo al mundo una manera nueva de vivir, con criterios de sostenibilidad, permacultura y cuidado del medio ambiente.

Sol participaba aportando ideas al desarrollo con un exquisito sentido de armonía y originalidad, mientras diseñaba su nueva casa dentro de la comunidad y gestaba a su segundo hijo.

Su nivel de exigencia con respecto a la construcción la llevó a un nivel de estrés como nunca había tenido.

De pronto una noche me llamó diciendo que se había encontrado un bulto en el pecho y allí comenzó una historia llena de amor y dolor.

El diagnóstico fue algo totalmente inesperado. Siempre había tenido muy buena salud, no tomaba medicamentos y desde su nacimiento la atendía un médico que practicaba la homeopatía y antroposofía. Vivía rodeada de naturaleza y consumía alimentos orgánicos. Se había casado con un hombre del que estaba enamorada y tenía dos niños bellísimos. Pero la vida tiene esos reveses incomprensibles que hacen que de un día para el otro todo cambie.

Fueron seis años de innumerables tratamientos de la medicina ortodoxa y alternativa en los que Sol transitaba por períodos en los que todo parecía estable, y otros que la llevaban a estados de profundo dolor e incapacidad, convirtiéndose en un bebé a quien cuidaba con infinito amor, dándole de comer en la boca o ayudándola a caminar.

En el transcurso de la enfermedad, a medida que su cuerpo empeoraba, Sol fue atravesando etapas de entrega e iluminación convirtiéndose sin proponérselo, en maestra de todos los que la rodeábamos. Sus palabras eran de un amor y sabiduría que no conocía.

Con cada recaída, Sol recibía un golpe inesperado, y una parte mía iba muriendo con ella. Nada tenía sentido, pedía una y mil veces hacer un trueque de vidas. Confieso que, en los brindis, cuando todos piden un deseo, el mío era que Sol se cure y morir antes que ella. Pero parece que no hay nadie allí afuera que escuche y lo haga posible.

Quería estar cerca y ayudarla en lo que necesitara. Así que alquilé una cabaña frente al Parque Nacional Marino Ballena a metros del mar y la buscaba con frecuencia para compartir unos días en la playa. Pero ya nada era lo mismo. Mis ojos no percibían esa maravilla de kilómetros de playa rodeada de palmeras y bandadas de pelícanos planeando en el cielo.

Era muy poco el tiempo que podíamos pasar sin vernos y constantemente volvía a visitarla hasta que me mudé a la casa de huéspedes, a escasos metros de la suya.

Allí compartimos, con tantísima intensidad y amor, el último año de su vida.

Al partir Sol, mi dolor era tan grande que me costaba levantarme por las mañanas. Con Mateo nos vinimos a mi nueva casa. La habíamos diseñado con la idea de que Sol y los chicos me visitaran los fines de semana, pero nunca pudo ser.

Recordaba las caminatas diarias que hacíamos a orillas del mar. Las charlas, los momentos lindos que pasamos riéndonos y nunca faltaba nuestro baño, nadando por largos trechos hasta La Cola de la Ballena.

Una mañana la tristeza se hizo presente con una intensidad que pocas veces me había dejado sentir. Y digo dejado porque en ocasiones cuando la siento venir, respiro, me conecto con algo más profundo dentro mío y con Sol en una dimensión más allá de la física y todo se convierte en una comunión sagrada en la que ella y yo somos una en un amor eterno.

Pero esa vez, a un año y cuatro meses de su partida, la tristeza me tomó completamente. Si se pudiera medir o pesar sería imposible creer que un cuerpo tan pequeño pudiera sostener tanto dolor. Un llanto que por momentos se convertía en el gemido de un animal salvaje agonizando.

Llegué a lo más profundo de mi capacidad para sostener tristeza.

De pronto, de la nada, de la profundidad de la tristeza o del vacío mismo surgió una paz inmensa y profunda. Y allí estaba yo, como la calma luego de una gran tormenta, inmersa en una sensación de amor y comunión con la vida, con mi vida y con Sol.

Sentí su voz que me decía: “Ma, disfrutá cada día de la vida que te queda por delante, mirá a tu alrededor. Tenés mucho para agradecer”.

En un instante todo se transformó. Los colores tomaron brillo, escuchaba el sonido que venía del mar y mi cuerpo emanaba algo inusual.

Agradeciendo cada pequeña cosa, salí al jardín –que era un lote aún vacío– y me imaginé un lugar lleno de flores. Tomé mi carretilla y tijera de podar y comencé a recolectar plantas de vecinos, amigos o del mismo monte. Fui encontrando variedades tropicales que no conocía; orquídeas, platanillas, bananitos enanos y flores de colores muy intensos. Cada uno de esos brotes fue creciendo dando lugar a un bellísimo jardín en homenaje a Sol.

Con sus palabras presentes decidí reanudar mis caminatas por la playa y casi sin darme cuenta me encontré hablando con ella. Hacía preguntas y me respondía.

Lo compartí con una amiga que, asombrada por las respuestas, me sugirió abrir un WhatsApp y grabar nuestros diálogos.

Este libro es la desgrabación de los diálogos que por 8 meses mantuvimos a orillas del mar, en las caminatas a La Cola de la Ballena, en el Parque Nacional Marino Ballena, uno de los más bellos de Costa Rica, con atardeceres mágicos donde el sol se sumerge en el horizonte dentro del mar.

Son diálogos entre una madre y una hija, y el acompañamiento incondicional que fui recibiendo para poder vivir con humildad y coraje los cambios que se fueron produciendo en la familia.

Es mi deseo ofrecer al mundo este mensaje de amor que compartimos con Sol por 39 años y que hoy sigue vivo.

Espero que habilite a quienes tienen seres que partieron a establecer con ellos una comunicación sagrada, que tal vez ayude a dar cierta paz a sus almas y alivie el dolor de la pérdida.

Anhelo que lo que aprendí en estos años sea útil para quienes están atravesando momentos difíciles de acompañamiento a seres queridos que están dejando el cuerpo físico.

Transitar por el dolor más profundo, me permitió llegar al mismísimo fondo y transformar ese sentir en belleza, en amor, donde lo que prevalece es el agradecimiento.

Agradezco los 39 años que compartimos con Sol con tanta intensidad y conciencia. El profundo reconocimiento de mi entrega incondicional y la capacidad de amar, contener, cuidar y dar.

Me percibo como una mujer privilegiada. La vida me ha dado mucho. Los 23 años que compartimos con Francisco, el cuidado y entrega que nos dimos hasta su última exhalación, tomados de la mano y unidos en nuestros corazones.

Por primera vez puedo percibir que esa misma tristeza es proporcional al amor que siento.

En mi vida mis grandes amores fueron mis dos hijos y su padre.

Acompañar y ver partir a dos de ellos es la entrega más impensable, una invitación al desprendimiento y al desapego.

Dedico este libro a mis hijos, a mis nietos y a los lectores, con el deseo que pueda llegar a ellos el inmenso amor que compartieron con seres queridos que partieron y que aún hoy está presente.

Patricia De Biase

PALABRAS DE LA EDITORA

No conocía a Patricia cuando me contactó. Por ese entonces, el suyo iba a ser un proyecto editorial más para mí.

Al escuchar su historia, obviamente me conmovió, pero tenía dudas respecto de aceptar el trabajo. Sabía que era coreógrafa y que nunca había escrito –ella fue siempre muy honesta respecto de sus limitaciones– pero al ver lo que estaba haciendo con esa experiencia tan dolorosa, me emocioné enormemente, y decidí tomar el proyecto.

Trabajar en sus conversaciones, me ayudó a conocer a Sol y a respetar a Patricia como madre y como creadora.

Escribiendo transitó, masticó y lloró su dolor. Se transformó en escritora y descubrió una manera de ayudar al universo.

Sin red, guiada por su corazón y las palabras de Sol, se tiró a la ardua tarea de escribir y de conectar, no solo con las palabras de su hija, sino con el lector.

Trabajar en el proyecto que concluye con este libro fue transformador para ella, pero también para mí y agradezco que haya llegado a mi vida. Las cosas llegan por algún motivo y creo definitivamente que la historia de Patricia y Sol con sus atardeceres en la playa me conmovieron profundamente y me hicieron revisar no solo la literatura del yo, sino mi propia alma.

Silvina Scheiner

AGOSTO

14 de agosto
P

¡Hola Sol! Me siento muy entusiasmada con la idea que me dio mi amiga Alicia, de abrir un WhatsApp para ir guardando nuestras charlas durante las caminatas a La Cola de la Ballena. El grupo en realidad somos vos, yo, y todo el universo, porque entrar en contacto con vos es entrar en contacto con el todo y al mismo tiempo con la nada, con el vacío mismo, de donde surgen todas las cosas.

Ahí estás, en el mar, en las nubes, en el cielo, en las rocas que están en el fondo, y en el monte, la palmeras, los árboles... estás en todo.

Siempre te voy a agradecer por haberme traído a Costa Rica. A vos te trajo Lucas y aquí está con tus hijos. Luego vino tu hermano, Mateo, lo que sería ya toda nuestra familia. Fuiste la primera en llegar y la primera en irte.

La pregunta que te hago una y otra vez es: ¿Cómo estás?

Hago una respiración profunda para conectarme con vos y siento que estás ahí... y no escucho “estoy bien” o “estoy mal”. Siento una respuesta de presencia. Como si fuera una presencia absoluta. Simplemente estar.

En esta dimensión no sabemos lo que es estar. Siempre estamos haciendo algo o pensando que vamos a hacer algo en una casi frenética actividad. También te pregunto una y otra vez si esta conversación está impidiendo que sigas tu camino.

Al prestarte mi voz, me contestás: “Ma, este es mi camino. En este momento mi camino es estar aquí y acompañarte, con tantísimo amor. Una presencia y un amor como el que me tuviste y me cuidaste mientras estaba allí y vos a mi lado. Y de la misma manera que estás agradecida de que te haya llevado a Costa Rica, estoy agradecida por todo lo que me ayudaste para poder hacer la transición desde ese mundo a este. Estuviste presente en cada instante y me amaste incondicionalmente. Como te decía cuando estaba allí, no podrías haber sido una mamá mejor”.

Y vuelvo a mí.

Te agradezco lo que me decís, Sol. Lo siento tan real. Aunque alguien viniera y me dijera que estoy inventando este diálogo no me importaría nada porque para mí es real. Y si bien no tenés voz, no tenés palabras, me lo estás transmitiendo.

Te llamaba princesa. Pero ahora no me nace decirte así, porque al no tener cuerpo no siento que seas una princesa. Sos mucho más, sos todo. Todo y una con la naturaleza. Te pregunto entonces, nuevamente: ¿Qué hacés ahí? ¿Cómo es la vida sin cuerpo?

S

Es una presencia eterna, es un estar, es una vibración. Es nada, y es todo. Es estar un poquito más cerca de esa nada y ese todo. Y en vez de hablar de un camino por transitar te podría decir que hay estados por transitar. Son estados de conciencia. Estoy muy recién llegada.

P

¿Hay algo en lo que desde acá pueda ayudarte, haciendo o dejando de hacer sin detenerte en tu camino?

S

Que estés bien, ma, que vos estés bien. La presencia mía, acá a tu lado, al lado de mis hijos, Camal y Nino, de mi marido Lucas y de Mateo, mi hermano, es mi tarea en este momento. La mismísima presencia en ustedes. Que puedan percibirse y percibirme. Que puedan percibir que la vida es inmensamente más vasta, más inmensa de lo que ustedes imaginan. En la medida en que te vas sintiendo mejor, tomando todo lo que la vida te da, que es muchísimo, tenés la posibilidad a la vez de dar. De amar a los chicos, a Mateo, a la pareja que vaya a tener, a sus hijos, a estar con él y acompañarlo. Él te necesita, necesita saber que estás bien. Los dos se necesitan. Y en la medida que puedas vibrar con la vida, todo a tu alrededor mejora y vibra.

Y cuando estás mal, te comprendo porque es inevitable. Haber perdido a papá y luego a mí, no es fácil. Pero lo estás haciendo con conciencia y amor, así como me decías cuando yo era chiquita: “Sol, lo estás haciendo bien”.

Y todo lo que va ocurriendo está entrelazado, interrelacionado, conectado de una manera perfecta, tan increíblemente perfecta, que nada de lo que es podría ser de otra manera. Y nada de lo que fue podría haber sido de otra manera. Porque absolutamente todo convergió para que así fuera.

15 de agosto
P

Estoy en Bahía, a orillas del mar en la playa donde tantas veces veníamos a caminar. En este mismo mar, hace ya más de un año, entregué tus cenizas. Es increíble pensar que lo que quedaba de tu cuerpo era cenizas. Ahora siento que sos muchísimo más que eso. Más incluso de lo bella que eras.

Y es que te quise tanto, tanto, tanto... que no se puede medir ni explicar en palabras.

Justo acá era donde te gustaba venir a ver La Cola de la Ballena, donde cuando la marea comienza a crecer, el mar de Playa Uvita y de Playa Hermosa se unen y se hace un mismo mar... Recuerdo que te dabas vuelta y nos quedábamos las dos observando la playa, su inmensidad y belleza.

Me gustaría saber si te afecta que yo esté mal o que esté triste, que sienta tanto dolor. Lo que más quiero es que estés bien.

S

No es a mí a quien afecta, es a vos misma. Cuando estás bien, dichosa, agradecida, vibrando en paz con lo que te rodea y te mantenés en esa frecuencia, más cerca de mí podés estar. Y cuando estás en un estado de tristeza, depresión o de dolor, más te alejás del estado en el que estoy.

P

Estoy tomando conciencia de que es una paradoja esto de creer que no estás, porque no te puedo tocar ni ver, o porque no estás caminando a mi lado físicamente y entonces me siento triste y como habito en ese estado de tristeza, menos puedo sentirte cuando en realidad estás.

En cambio, cuando más me siento agradecida, con dicha y en una comunión con el mar, el cielo y la montaña, más te siento como parte de toda esa dicha. Y comienzo a percibir tu presencia de paz, de unión con la naturaleza, con el todo, con la vida.

Pero me pregunto ¿sentir eso es voluntario?

Estar bien, en resonancia con la vida, con la naturaleza, con el agradecimiento, ¿es voluntario o es algo que va y viene arbitrariamente por gracia divina o, no sé, por los astros?, ¿por dónde?

Porque cuando estoy triste no es que voluntariamente vaya a ese estado. Me ocurre, me encuentro con esa tristeza, siento que comienza y me va tomando. A veces me toma totalmente, otras, la freno con la respiración o mirando la naturaleza. Pero por momentos es tan fuerte que no puedo pararla. Que lo único que me queda es transitarla. Y recién cuando llego al fondo, a esa inmensidad de tristeza, hay algo que me rescata. No sé quién, si sos vos o...

Cuando murió papá, bueno, tu papá, sentía que cuando estaba en esos estados él me rescataba. Ahora no sé si soy yo misma, vos o una parte mía más sana, que puede llegar hasta el fondo de la tristeza, habitarla, y desde allí salir.

Creo que cada persona resuena con ciertas emociones más que con otras. Algunos con la tristeza; otros con la alegría, la angustia, los celos, la envidia. Pero que eso se puede ejercitar. Se puede practicar salir de esa emoción, observarla y tomar conciencia de ella.

Y también puedo entregarme y llegar hasta el fondo de una emoción. Hasta experimentarla en su máxima expresión y dejar que algo nuevo aparezca. Como el Ave Fénix que, consumido en sus cenizas, renace.

¿Y qué es lo que renace luego de vivir hasta el fondo esa emoción y que la tristeza me consuma como me pasó esta semana? El fruto es este: el WhatsApp que abrí para comunicarnos.

Es maravilloso estar acá hablando, mirando el mar, el cielo, caminando en tu presencia.

Gracias, y gracias a esa parte mía que me permite descubrir todo esto.

16 de agosto
P

Al entrar a tu casa siento un frío intenso que atraviesa mi cuerpo. Los estantes de tu vestidor están vacíos. Ya no queda nada tuyo en el baño. Ni la flor que te gustaba tener en la mesita de noche. Me pregunto cómo se sentirá Lucas. Cada uno vive las pérdidas de manera distinta.

¿Cómo lo ves? Lo que más quiero es estar cerca de los chicos y que tengamos un vínculo en armonía.

S

Lucas está en el “mundo del nunca jamás”. Tomalo así como es.

P

No sé qué me querés decir. ¿Qué es el “mundo del nunca jamás”?

S

Es el mundo en el que no voy a estar ya nunca más. Le cuesta entrar en contacto conmigo, escucharme. Sentir que estoy. Es demasiado grande el dolor. Y no puedo hacer nada para que me perciba. Es todo tan reciente. Vivimos 19 años de mucha intensidad y amor. Ahora se encuentra solo, buscando la mejor manera de organizar la casa, con dos hijos pequeños que ama profundamente y quiere ayudarlos a seguir adelante.

17 de agosto
P

Estoy caminando por la playa de Uvita. Y si bien es la misma playa, el mismo mar, el mismo cielo y el mismo monte, siempre es nueva, cada día es distinta.

Y me siento distinta cada día. En cada instante todo cambia dentro mío.

Anoche dormí 10 horas. Veo que desde que comencé a grabar, estoy muy movilizada; siento un mayor contacto con vos y elijo permanecer en este estado de comunión. Mi cuerpo, emocional y físico, resuenan al unísono. Están totalmente conectados. Cuando tengo una sacudida emocional repercute muy fuertemente en mi cuerpo físico y a la noche estoy agotada. Creo que mi inconsciente necesita procesar.

Sol, te pregunto por los chicos. ¿Hay algo que te gustaría que les diga a Camal y Nino? ¿Algo que quisieras que haga, con ellos, por ellos, o para ellos?

S

Quererlos. Quererlos mucho. Para ellos sos mi mamá. Y si bien para mí en este momento sos un ser mucho más grande que lo que fue mi mamá en la Tierra, para ellos lo seguís siendo y es muy importante tu presencia. También la de Mateo y Lucas. Lo están haciendo bien. Y aunque como papá a veces lo ves confundido, está haciendo lo mejor que puede. No es fácil para él.

19 de agosto
P

Estoy caminando por la orilla. Son las dos de la tarde, y siento algo raro, no es una sensación nueva pero tal vez podés decirme algo. Es una especie de burbujeo en la boca del estómago, como si fuera una emoción que repercute en el cuerpo de esta manera. Algo está pasando y no me doy cuenta qué es. No sé si es tristeza o tal vez temor de dejar la casa, pues para festejar mi cumpleaños voy a encontrarme con Mateo, los chicos y Lucas y la alquilé por unos días. ¿Podrías decirme algo?

A los pocos días de la partida de Sol, me mudé a mi nueva casa. La habíamos diseñado con la idea de que me visitara con la familia los fines de semana. Pero no pudo ser.De pronto, me encontré sola, en una casa con tres habitaciones vacías y una piscina a 300 metros del Parque Nacional Marino Ballena, uno de los más bellos de Costa Rica. Es una playa frecuentada por turistas y locales, con atardeceres mágicos en los que el cielo se transforma en un espectáculo de múltiples colores mientras el sol se sumerge en el horizonte dentro del mar. Visitaba a los chicos y a Mateo con frecuencia por lo que decidí alquilarla cada vez que viajaba.

S

Ma, la casa para vos es algo muy importante. Allí te sentís protegida. Es como tu cueva. Si bien es mucho más grande que otras, la percibís como una cueva. Y cada vez que salís, te sentís muy vulnerable. Tal vez podría compararlo con lo que le ocurre a los conejos que les compraste a los chicos. Ellos siempre tienen que ver la posibilidad de estar escondiéndose en algún sitio porque son animales de presa que viven en madrigueras. Se esconden para no ser comidos o atacados, para no convertirse en alimento de otros animales. Y vos te sentís así.

En realidad sos mucho más fuerte de lo que creés. Sentís que si salís de tu “cueva” estás tan vulnerable que te desintegrás. Y sin embargo, atravesaste cosas tan intensas como la enfermedad y muerte de papá, y luego la mía. Tenés una gran fortaleza y una capacidad enorme para confrontar situaciones extremadamente difíciles. Pero aun así seguís sintiéndote muy vulnerable. Y es bueno que veas tu vulnerabilidad e hipersensibilidad, pero sé consciente de que vos podés. Te da temor ser devorada por el entorno.

No hay nadie ahí afuera que esté esperando que salgas para atacarte y comerte. En los conejos es real; cualquier animal más fuerte los va a cazar.

P

Qué bueno lo que me estás diciendo, Sol. Muchas veces la gente me dice “qué fuerte debes ser’’. Y me quedo mirándolos, no les creo. No me creo nada. Por un lado, me siento una mujer fuerte, pero por otro necesito regresar a la cueva, como la llamás vos.

Es importante que me dé cuenta de que no existe ese peligro. Y que si viene alguna situación peligrosa o más difícil tengo con qué llevarla adelante.

Sol, te siento respondiendo con una asertividad y con una simpleza que en algunos momentos te conocí acá en la Tierra, pero que ahora es mayor. Hablás con pocas palabras. Yo uso muchas para traducir lo que me estás diciendo; en realidad lo decís mucho más sintético. Gracias.

Desde que comencé hace unos días estos diálogos, mi cabeza se serenó muchísimo. Y creo que salí de habitar en la tristeza. Digo creo porque, bueno, por ahora son pocos días. Espero poder seguir así.

De pronto me encontré narrando un cuento. En un principio, me sorprendí.

¿Quién está hablando dentro mío? –me pregunté– y dejé que las palabras fluyeran.

S

Había una vez una reina muy amada por todos sus súbditos. Cuidaba a su pueblo y estaba siempre atenta a sus necesidades.

Un día, contrajo una enfermedad. Era una reina muy valiente y fuerte. Pero la enfermedad comenzó a avanzar y entonces, decidió reunir a todos en la plaza para contarles que estaba enferma. Les dijo que tenía que confrontarlos con la verdad y que a lo mejor iba a morir.

El pueblo reaccionó de manera inmediata. Algunos lloraban, otros decían “¡No puede ser! ¡Oraremos por ti y te sanarás! ¡Te daremos todo lo que sea necesario y te pondrás bien!”.

Desde los primeros días, los habitantes del reino comenzaron a llevarle ofrendas. Unos le preparaban comidas exquisitas, con ingredientes curativos; otros le tejían vestidos con texturas suaves para aliviar el dolor. O plantaban flores en sus jardines y le llevaban ofrendas para embellecer su habitación o la sala. Estaban los que escribían canciones y versos de agradecimiento. Iban a la puerta del palacio y le cantaban serenatas. También escribían sobre sus emociones, sobre el amor y la devoción que tenían por ella. Los niños le pintaban dibujos y le hacían collares y pulseras.

Así cada uno fue desarrollando diferentes habilidades. La reina recibía esos regalos como gestos de amor de su pueblo y decidió reunirlos nuevamente en la plaza para decirles que estaba muy agradecida con todo lo que estaba recibiendo, pero que aun así su enfermedad seguía avanzando.

Conmocionados y atemorizados por la noticia algunos le preguntaban “¿Qué haremos sin ti? ¿Quién cuidará de nosotros? ¿Quién va a proteger nuestros derechos?”.

Y la reina respondía una y otra vez: “Quedaos tranquilos. Ustedes podrán, confíen. Se acordarán de mis palabras si acaso muero”.

Transcurrió el tiempo y cada vez más y más gente del pueblo iba despertando habilidades.

Un día, la reina, ya muy débil, los convocó nuevamente a la plaza y les dijo que creía que ya nada se podía hacer. Que parecía que algo más fuerte que ella la llamaba, y que tendría que dejar su cuerpo, pero que seguiría estando con ellos aun sin cuerpo físico. Que confiaran en que cada uno iba a poder cuidarse.

A la mañana siguiente, recibieron el anuncio de que la reina había muerto. Hubo un gran velorio y todos acudieron a despedirla. Algunos lloraban o cantaban. No faltaban los que muy agobiados se preguntaban qué pasaría ahora, sin ella.

En los días subsiguientes, comenzaron a darse cuenta de que con la enfermedad de la reina habían aprendido una infinidad de oficios. Ahora sabían sembrar flores y decorar hermosos ramilletes, cocinar o tejer. Y así, gracias a esos nuevos oficios podían trabajar y vender sus mercancías, embellecer la ciudad y vivir tranquilos y seguros.

Mientras organizaban las tareas que habían descubierto, comenzaron a sentir a la reina dentro de ellos y con profundo agradecimiento la llevaban en sus corazones.

P

Al finalizar la narración, me di cuenta que venía de Sol y que sería algo para transmitir a los chicos, así que le pregunté y ella asintió.

20 de agosto
P

¡Hola Sol! Tengo tantas ganas de encontrarme con vos en estos diálogos. Me siento súper contenta de estar acá compartiendo nuestra caminata. Y bueno, para quienes nos escuchen y para todo el universo, les comparto que tengo una dicha enorme de sentir que estás. Que te percibo con paz, y a medida que respiro voy asimilando esa paz. Es un descubrimiento nuevo: entrar al mar y sentirte tan presente, con tanto amor.

Y hay algo muy puntual que me gustaría preguntarte hoy con respecto a Lucas. ¿Cómo lo ves?

S

Para Lucas es un momento muy difícil de caos, de desequilibrio, de desarmonía. Pero lo más valioso, ma, es que con los chicos está presente y los quiere. Los protege y a su manera está haciendo lo mejor que puede. Sus hijos son lo más importante para él, daría todo lo que tiene y lo que no tiene lo conseguiría. Sacrificaría hasta su propia vida por ellos.

La que mantenía la armonía y orden en la casa era yo, y no solamente en lo estético –si bien siempre me gustó tener una casa linda y decorarla a mi manera–, hablo de una armonía familiar, de la limpieza, de los horarios, de la comida... Eso a Lucas siempre le costó. Es un momento de reacomodación de todo, hasta que encuentre un equilibrio entre su necesidad de salir para sentirse bien, la casa y los chicos.

Los dos conejitos que les compraste para que los cuiden y acaricien les hacen bien. Lo ideal hubiera sido un perro, pero Lucas no quiere. Siente que tiene demasiadas responsabilidades y es bueno que asuma su límite.

Es llamativo, estos dos animalitos manifiestan lo que está ocurriendo. No se sabe por qué, uno quedó ciego y perdió el equilibrio. Cuando camina o corre se cae para un costado. Muchas veces las mascotas revelan emociones y desnudan verdades ocultas.

Lo que te puedo decir es que confíes que de este caos y desequilibrio va a ir surgiendo un nuevo orden, que a lo mejor tampoco va a ser permanente o el que te gustaría, pero es el que Lucas va encontrando para su nueva situación familiar.

Te invito a no verlo ni bien ni mal, simplemente son experiencias que está teniendo, queriendo estar bien y transitando el no tenerme a su lado de la mejor manera que puede. Es una manera distinta a la tuya.

P