Camino Espiritual A La Maestría Personal, El - Oscar Anzorena - E-Book

Camino Espiritual A La Maestría Personal, El E-Book

Oscar Anzorena

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El concepto de "espiritualidad" se ha utilizado desde diferentes miradas y desde muy diversas perspectivas. El presente libro plantea la espiritualidad como una filosofía de vida, a partir de una mirada trascendente del ser humano, que orienta el existir hacia la conquista de nuestra propia Maestría Personal. Esta mirada parte de la convicción de que podemos ser y hacer mucho más de los que estamos siendo y haciendo. Que tenemos la posibilidad de desarrollarnos, de expandir nuestro ser y nuestro hacer, y de utilizar al máximo nuestros recursos. Que nuestra autorrealización es un proceso evolutivo de ir siendo la mejor versión de uno mismo. Oscar Anzorena posee una extensa trayectoria en los ámbitos de la comunicación, el liderazgo y el coaching profesional. En esta obra brinda al lector poderosas herramientas de desarrollo personal, llevando a la realidad cotidiana las enseñanzas de las antiguas tradiciones de sabiduría.

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Seitenzahl: 308

Veröffentlichungsjahr: 2025

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El concepto de “espiritualidad” se ha utilizado desde diferentes miradas y desde muy diversas perspectivas. El presente libro plantea la espiritualidad como una filosofía de vida, a partir de una mirada trascendente del ser humano, que orienta el existir hacia la conquista de nuestra propia Maestría Personal.

Esta mirada parte de la convicción de que los seres humanos podemos ser y hacer mucho más de los que estamos siendo y haciendo. Que tenemos la posibilidad de desarrollarnos, de expandir nuestro ser y nuestro hacer, y de utilizar al máximo nuestros recursos. Que nuestra autorrealización es un proceso evolutivo de ir siendo la mejor versión de uno mismo.

Al concebir la espiritualidad como un arte de vivir, el libro aborda temas como la búsqueda del propósito de vida que le provea sentido a nuestra existencia, el desafío de seguir nuestro camino con corazón e ir tras la conquista de nuestros sueños, el significado de la manifestación de nuestra verdadera naturaleza, la idea de asumir la vida como un proceso de aprendizaje y el desarrollo de nuestro Poder Personal.

Oscar Anzorena posee una extensa trayectoria en los ámbitos de la comunicación, el liderazgo y el coaching profesional. En esta obra brinda al lector poderosas herramientas de desarrollo personal, llevando a la realidad cotidiana las enseñanzas de las antiguas tradiciones de sabiduría.

Índice

Cubierta

Sobre este libro

Ediciones Granica

Créditos

Introducción

Capítulo 1. Espiritualidad y Filosofía Perenne

Espiritualidad y religión

Las tradiciones espirituales

Occidente: el devenir del pensamiento “racional”

El inesperado encuentro entre sabios y científicos

Psicología y espiritualidad

Espiritualidad, evolución y transformación

Capítulo 2. Todos somos uno

Un orden invisible

La unidad esencial

Esencia y existencia

La ética de la espiritualidad

Capítulo 3. El nivel existencial y esencial del ser humano

La doble dimensión del ser humano

El “yo individual” y el “Yo Superior”

Personalidad y ego

La mirada de la conciencia

El dilema vital: ¿Ser o tener?

Trascender el ego, el camino del Ser

Capítulo 4. La realización de nuestro potencial

El devenir humano

Devenir y potencialidad

La pulsión vital: devenir en lo que somos

Sanar nuestras emociones para liberar nuestro potencial

Liderazgo y potencial

El potencial de la humanidad

Capítulo 5. La voz interior

El camino del ego

La voz de nuestro “Yo Superior”

Camino con corazón

Escuchar nuestra voz interior

La universal voz del Alma

Capítulo 6. El propósito de la vida

La búsqueda del sentido de la vida

Sentido de misión

Trabajar con propósito

Talentos y propósito

Vacío existencial

En sintonía con el universo

Compromiso y sincronicidad

El propósito del servicio

Capítulo 7. Seguir los sueños, construir el futuro

La fuerza de la visión

La construcción del futuro

Observar desde la visión

Actuar envisionados

Capítulo 8. La vida como camino de aprendizaje

Múltiples aprendizajes

Aprendizaje y cambio de comportamiento

Aprendizaje y cambio de observación

Aprendizaje transformacional y evolución personal

Autoconocimiento, el aprendizaje de uno mismo

La emocionalidad en los procesos de aprendizaje

Actitudes de aprendizaje

Capítulo 9. Vivir con intensidad y plenitud

La conciencia del aquí y ahora

Tener presencia y conciencia plena

La intención y la atención

Del miedo a morir, al temor a no vivir

Honrar la vida

Capítulo 10. Aceptar no es resignar

La frontera entre lo posible y lo imposible

Reconocer lo posible y aceptar lo inevitable

Aceptación: la diferencia entre dolor y sufrimiento

Capítulo 11. La adversidad como oportunidad

Transformar el “veneno en medicina”

Las crisis y la búsqueda de sentido

Resiliencia: salir fortalecido

Crisis esencial

Capítulo 12. La sabiduría de perdonar

Los obstáculos del perdón

Resignificar el perdón

Qué no implica el perdón

Perdonarse a uno mismo

Capítulo 13. Hacia nuestra Maestría Personal

Poder personal

El poder externo

Poder personal y poder externo

El sendero del poder

La libertad interior

El camino hacia uno mismo

Hacerse cargo: asumir poder y responsabilidad

Carta póstuma de Albert Einstein a su hija Lieserl

Bibliografía

Acerca del autor

Sobre Oscar Anzorena

Hitos

Tabla de contenidos

Ediciones Granica

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Anzorena, Oscar

Camino espiritual a la Maestría Personal / Oscar Anzorena. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Granica, 2025.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-631-6693-00-6

1. Autoayuda. 2. Superación Personal. I. Título.

CDD 158.1

Fecha de catalogación: abril de 2025

© 2025 by Ediciones Granica S.A.

Diseño de cubierta: Juan Pablo Olivieri

Conversión a eBook:Numerikes

ISBN 978-631-6693-00-6

www.granicaeditor.com

Reservados todos los derechos, incluso el de reproducción en todo o en parte, y en cualquier forma.

En Ediciones Granica estamos comprometidos con la protección de la propiedad intelectual, porque estimula la creatividad, cuida la diversidad del conocimiento y las ideas, y promueve la libre expresión, imprescindibles para fomentar una cultura dinámica y enriquecedora. Tu decisión de adquirir una edición legítima de este libro, y de respetar las leyes de propiedad intelectual, apoya a los autores y contribuye a que Ediciones Granica pueda seguir publicando libros. No se puede reproducir, escanear o distribuir parcial o totalmente esta obra sin autorización previa del editor. En especial, queda estrictamente prohibido el uso de cualquier parte de este libro para el entrenamiento de tecnologías o sistemas de inteligencia artificial.

GRANICA es una marca registrada

OSCAR ANZORENA

El camino espiritual a la Maestría Personal

ARGENTINA - ESPAÑA - MÉXICO - CHILE - URUGUAY

Introducción

No somos seres meramente dotados de un cuerpo, una mente y emociones.

También somos seres espirituales.

El espíritu es inmanente y trascendente.

JULIO OLALLA

Este libro aborda diversos aspectos inherentes al desarrollo personal y a la evolución de las personas desde una mirada trascendente del ser humano. El mismo se enmarca en la emergencia de un proceso colectivo en donde cada vez más personas transitan el sendero de la búsqueda de una mirada espiritual de la vida, que se exprese en el quehacer cotidiano y les aporte en la construcción de una existencia con propósito, plenitud y paz interior.

Esto que el filósofo alemán Dürckheim llamó “la rebelión del alma”, que se manifiesta en una creciente búsqueda de caminos espirituales por fuera de las estructuras religiosas, en un contexto social que ha ignorado la dimensión más profunda y trascendente del ser humano.

En consonancia con el planteo de Pierre Teilhard de Chardin, en el sentido de que “no somos seres humanos viviendo una experiencia espiritual, sino que somos seres espirituales viviendo una experiencia humana”, entendemos que la espiritualidad no es solo una respuesta teórica frente a los misterios de la vida y tampoco se circunscribe a una práctica de meditación o contemplación, sino que la concebimos como una filosofía de vida que significa un aporte relevante a los desafíos de nuestras vivencias habituales.

No se trata de tener alguna “experiencia espiritual”, sino de imprimirle una dimensión espiritual a nuestra vida cotidiana. Desde esta perspectiva, la espiritualidad nos propone el encuentro profundo con uno mismo, la trascendencia de nuestro existir y la noción de que somos parte de la Conciencia Universal. Nos invita a asumir nuestro paso por la vida como un camino de despliegue de nuestro potencial que nos posibilite evolucionar y llegar a ser lo que esencialmente somos. Esto implica vivir con pasión, encontrando un sentido a nuestro existir y llevando lo sagrado a lo cotidiano.

Asumir la espiritualidad como un modo de vida es, sin duda, una de las experiencias más disruptivas y transformadoras que le puede suceder a cualquier ser humano. La verdadera espiritualidad no puede teorizarse ni explicarse, tan solo puede vivenciarse y experimentarse. Por eso, a lo que aspira este libro es a inspirar para que cada cual la viva por sí mismo y a su manera.

El libro plantea la espiritualidad como filosofía de vida y también como arte de vivir y, como tal, aborda temas como la búsqueda del propósito de nuestra vida, el significado de la manifestación de nuestra verdadera naturaleza, el desafío de seguir nuestro camino con corazón e ir tras la conquista de nuestros sueños, la idea de asumir la vida como un camino de aprendizaje, la sabiduría de perdonar y el desarrollo de nuestro poder personal y nuestra propia maestría.

Estimado lector, este es un libro de “sabiduría práctica”, que plantea una forma de ser y estar en el mundo. Si has alcanzado cierto éxito en tu vida, si has conseguido los objetivos que te propusiste lograr, si obtuviste las cosas que creías que te iban a proporcionar felicidad y aun así sigues en una búsqueda personal y hay momentos en que sientes un inconformismo interior y te asalta la ansiedad y el sinsentido… este libro es para ti.

OSCAR ANZORENA

Buenos Aires, julio de 2024

Capítulo 1 Espiritualidad y Filosofía Perenne

La espiritualidad es un sentido interno de algo más grande que uno mismo, un reconocimiento de un sentido de la existencia que trasciende las propias circunstancias inmediatas.

STELLA MARIS MARUSO

La espiritualidad como filosofía de vida implica asumir una concepción trascendente del ser humano, que conlleva una manera de pararse en la vida desde un conjunto de valores y convicciones que guían nuestro hacer cotidiano.

Partiendo de la base de que el significado que cada uno le asigna a la noción de espiritualidad puede ser muy diverso y que se ha utilizado este concepto desde miradas diferentes e incluso contradictorias, considero conveniente comenzar por aclarar desde qué perspectiva vamos a introducirnos en el ámbito de la espiritualidad.

Espiritualidad y religión

La nueva espiritualidad, la transformación de la conciencia, comienza a surgir en gran medida por fuera de las estructuras de las religiones institucionalizadas.

ECKHART TOLLE

En primer lugar, es fundamental establecer una clara diferencia entre religión y espiritualidad. La Real Academia Española define la religión como un “Conjunto de creencias o dogmas acerca de la divinidad, de sentimientos de veneración y temor hacia ella, de normas morales para la conducta individual y de prácticas rituales para darle culto”.

Existen religiones de las más diversas orientaciones, pero todas ellas tienen en común estas características descriptas en la definición precedente: son instituciones que sostienen determinadas creencias con relación a Dios y que para pertenecer a ellas es necesario “creer” irrestrictamente en dichos dogmas de fe (es por esto que a los religiosos se los llama “creyentes”) y cumplir los ritos establecidos.

Las religiones son hoy un fenómeno político social, más que espiritual. Todas ellas se estructuran a través de una doctrina, un credo, un conjunto de rituales y una estructura organizacional. Algunas de estas estructuras son más verticales y jerárquicas (por ejemplo, la Iglesia católica: Papa, cardenal, arzobispo, obispo, sacerdote), y otras son más horizontales y se articulan en red (por ejemplo, las Iglesias evangelistas y protestantes). Todas tienen una mayor o menor incidencia en las políticas públicas, en los subsidios del Estado y en las decisiones del gobierno, variando según las épocas y los países. Muchas de ellas apoyan campañas electorales y tratan de colocar a sus miembros más prominentes en puestos de poder.

Hay también otra característica esencial que establece una génesis común de todas las religiones. Para entender cuál es la lógica que existe detrás de la propuesta de cualquier religión, cuál es el “servicio” que ofrecen a sus fieles, hay que ir a la etimología de la palabra “religión”: re-ligare, que en latín significa unir o religar dos cosas que están separadas.

Toda religión parte de la base de concebir a un Dios separado de los seres humanos. La mitología cristiana muestra a un Dios que crea al hombre y a la mujer (Adán y Eva) y que luego, enojado por sus acciones, los expulsa para siempre del paraíso. En función de este relato crea un dogma de fe en donde se establece que todos los seres humanos nacemos con el “pecado original”, que es el estigma que representa la separación del hombre de Dios.

En esta supuesta separación de los seres humanos de la divinidad es donde se legitima la existencia de toda religión, ya que ellas se postulan como la única posibilidad de religar a las personas con Dios. La propuesta básica de cualquier religión es que, a través de adoptar un conjunto de creencias y dogmas, actos de fe y rituales religiosos, se logra la conexión con Dios y la “salvación eterna”.

Pensemos por ejemplo en la oración, que es el ritual más importante de toda religión. Los fieles del catolicismo, sintiéndose pecadores en la tierra, le rezan a un Dios que está fuera y por encima de ellos: al “Padre nuestro que estás en los cielos”.

A diferencia de este planteo, las tradiciones espirituales de todos los tiempos y lugares del planeta coinciden en concebir un espíritu universal que habita y late en todo ser viviente. Desde esta perspectiva no hay nada que haya que unir o volver a ligar, ya que nunca estuvo separado, siempre fue Uno con todo lo existente.

El psicólogo y filósofo Ken Wilber1 lo explica de esta manera: “El espíritu está dentro de ti, hay todo un universo en tu interior. El asombroso mensaje de los místicos es que, en el centro mismo de tu ser, tú vives la divinidad (…) eres uno con todo lo manifestado, uno con el universo y que, en realidad, no te vuelves uno con Dios y el Todo, sino que tomas conciencia de que eternamente has sido esa unidad sin haberte percatado antes de ello”.

Diferentes tradiciones espirituales hablan de “despertar” como el hecho de tomar conciencia de esta unidad de los seres humanos con la divinidad, y que a Dios no hace falta buscarlo en la iglesia, el templo o la mezquita, ya que habita dentro de nosotros. Los seres humanos somos parte de este espíritu universal.

Lucio Séneca, filósofo estoico coetáneo de Jesús, plantea este tema de la siguiente manera: “¿Qué es Dios? El espíritu del universo. ¿Qué es Dios? Todo lo que ves y todo lo que no ves (…) ¿Cuál es, pues, la diferencia entre la naturaleza de Dios y la nuestra? Que la mejor parte que hay en nosotros es el espíritu y en él no hay ninguna otra cosa que espíritu”.

La espiritualidad implica una concepción trascendente del ser humano que no necesita dogmas ni rituales preestablecidos, sino tomar conciencia de nuestra dimensión espiritual como camino hacia la expansión de nuestro potencial. La espiritualidad no promueve que adoremos a un Dios que está fuera de nosotros, sino que nos conectemos y experimentemos la divinidad que habita en nuestro ser.

Es por esto que no es necesario “creer” en algo, sino vivenciar en forma directa nuestra espiritualidad. Ninguna tradición de sabiduría sugiere que debamos tener fe en algo, que seamos creyentes o que nos sometamos a algún tipo de dogma. Muy por el contrario, sostienen que es esencial cuestionárselo todo y probar empíricamente las enseñanzas recibidas mediante la vivencia personal. Alientan a que cada uno realice su propia experiencia y que vivencie a través de diferentes prácticas su unión con la divinidad, con el alma del universo.

Como ejemplo de esto podemos citar a Carl Jung, quien fuera discípulo de Sigmund Freud y que luego tomara un camino que lo introdujo en el estudio y en las prácticas de las tradiciones de sabiduría; cuando en una entrevista le preguntaron si creía en Dios, contestó: “Yo no creo, yo conozco”.

Considero necesario señalar que no estamos contraponiendo religión con espiritualidad, sino que estamos distinguiendo dos paradigmas distintos, con concepciones y prácticas diferentes. Se puede ser religioso y tener o no una vida espiritual, y se puede llevar una vida espiritual y tener o no una pertenencia religiosa. Jesús no fue cristiano y Buda no fue budista y, sin embargo, ambos son ejemplos inequívocos de una vida espiritual.

Más allá del respeto a toda religión, desde estas páginas proponemos un camino espiritual que no implica la necesidad de ningún dogma de fe, ni el cumplimiento de ningún ritual religioso para conectar con la dimensión espiritual de la vida o para tener una experiencia directa con lo sagrado. Tenemos la convicción, como Mahatma Gandhi, de que “Dios no tiene religión”.

Por lo tanto, vamos a plantear la espiritualidad como una filosofía de vida que propone el encuentro profundo con uno mismo, la trascendencia de nuestro existir y la noción de que somos parte de la Conciencia Universal. La espiritualidad como un camino de evolución personal y de despliegue de nuestro potencial, que nos conecta con nuestro propósito de vida, llevando lo sagrado a nuestra vida cotidiana.

Las tradiciones espirituales

Todas las tradiciones espirituales de la “era axial” ampliaron las fronteras de la conciencia humana y descubrieron una dimensión trascendental en lo más hondo de su ser.

KAREN ARMSTRONG

En función de abordar con profundidad la temática de la espiritualidad vamos a recurrir a las enseñanzas de las tradiciones de sabiduría y de los grandes maestros espirituales de los últimos 2.500 años. Más allá de todas las diferencias que existen entre ellas a lo largo de la historia y en las diversas etnias y culturas del planeta, hay algunos conceptos en los que todos coinciden y que se han mantenido inalterables a través del tiempo. A este conjunto de intuiciones universales y de ideas esenciales se las conoce con el nombre de “Filosofía Perenne”. Según Ken Wilber2, se trata de “verdades de naturaleza universal que constituyen el legado de la experiencia del conjunto de la humanidad, que en todo tiempo y lugar ha llegado a un acuerdo sobre ciertas profundas verdades referidas a la condición humana y sobre cómo acceder a lo trascendente”.

El origen de este movimiento de sabiduría sapiencial se encuentra entre los siglos VI y III antes de Cristo, cuando en distintas partes del mundo surgen filósofos, sabios y místicos que, sin ningún tipo de conexión entre ellos, plantean ideas similares acerca del universo y del encuentro humano con lo divino. Este período de la historia, en donde se inician la mayoría de las tradiciones ancestrales de sabiduría, fue nombrada por el filósofo Karl Jasper3 como la “era axial”.

Es así como, de una manera sorprendentemente coincidente, surgen en la antigua Grecia los filósofos Heráclito y Sócrates, en China Lao Tsé y Confucio, en la India vive y predica Mahavira y Siddhartha Gautama (el Buda), en Persia el sabio Zaratustra y en Egipto Hermes Trimegisto, creador de las leyes herméticas expresadas en el Kybalion.

La mayor intuición universal que pusieron en movimiento estos sabios y filósofos, y que ha perdurado a lo largo de los siglos, es la conciencia de la unidad e interrelación que existe entre todas las cosas y sucesos. La idea de que todos los fenómenos que tienen lugar en el mundo son manifestaciones de una unidad indivisible de la Conciencia Universal, que se manifiesta en todo lo existente y de la que los seres humanos formamos parte.

Este espíritu universal en el que todas las sabidurías sapienciales coinciden, recibió muy variados nombres: en el hinduismo se lo llama Brahman, en el budismo Dharauzkaya, en el taoísmo Tao y también se lo ha denominado Dios, Mente, Conciencia, el Uno, el Vacío, la Fuente, la Vida.

Esta idea de unidad que subyace en la pluralidad y diversidad de todo lo existente, este concepto de divinidad inmanente a todo lo creado, rompe la idea de un Dios separado de los seres humanos y nos señala que cada uno de nosotros encarna una porción del Todo, de lo sagrado. Que Dios habita en nosotros.

Las tradiciones espirituales también nos advierten que, a pesar de esta unión de todos los seres humanos a través de su naturaleza divina, la mayor parte de nosotros vivimos en un mundo de ignorancia, separación y dualidad, en donde nos percibimos como seres aislados unos de otros y no nos percatamos de nuestra esencia espiritual. Estas enseñanzas nos alientan a ser conscientes de la unidad y la mutua interrelación de todas las cosas, trascendiendo la noción de una existencia como individuos aislados.

Otro concepto central de las tradiciones de sabiduría es la naturaleza intrínsecamente dinámica del universo. Es la idea de que, si bien en la esencia de todo lo existente reside el espíritu universal de carácter inmutable, en su manifestación externa todo está en un permanente cambio y transformación.

En Grecia, Heráclito fue el primero en señalar que todo en el mundo está en perpetuo cambio, en un eterno “devenir”. Planteó que todo ser no es, sino que deviene en lo que es y, por lo tanto, siempre está dejando y llegando a ser, en un continuo proceso de transformación, ya que el cambio y la evolución son características inherentes al proceso vital.

Por su parte, Buda sostuvo la idea de que todo cuanto existe a nuestro alrededor es impermanente y transitorio, afirmando que “Todas las cosas aparecen y se desvanecen”. También los taoístas esbozaron el concepto de que la mutación y el cambio son rasgos esenciales de los seres humanos y de la naturaleza en general. Chuang-Tzu, uno de los principales referentes del taoísmo, nos señala que “En la transformación y el crecimiento de todas las cosas, cada brote y cada característica tiene su propia forma. En ella está implícita su gradual maduración y su decadencia; el flujo constante de la transformación y el cambio”.

Esta idea de la impermanencia y el cambio constante es una particularidad de todas las sabidurías orientales y se manifiesta con claridad en el libro taoísta del I Ching o Libro de las Mutaciones, en donde está puesto el énfasis en el aspecto dinámico de todos los fenómenos y en la incesante transformación de las cosas y situaciones.

Pasado el período de la era axial muchas de estas ideas fueron retomadas y desarrolladas por diferentes pensadores y filósofos. En las últimas décadas la psicología transpersonal y numerosos referentes de la “nueva ciencia” ampliaron y enriquecieron estos conceptos. Todos ellos también serán fuente de inspiración para nuestro abordaje conceptual.

Occidente: el devenir del pensamiento “racional”

El espíritu del universo entero es una esencia invisible y sutil. Esa es la realidad.

Eso es atman. Tú eres eso.

CHANDOGYA UPANISHAD

Las tradiciones espirituales surgidas en la era axial tuvieron diferente devenir en oriente y occidente. En el mundo oriental las enseñanzas de los grandes maestros lograron un profundo anclaje social y fueron creciendo y expandiéndose en distintas prácticas espirituales y religiosas, con particulares características en cada país o zona geográfica. Por ejemplo, el budismo practicado en la India o en China, o el budismo Zen en Japón tienen diferentes improntas expresadas en sus respectivas ceremonias, pero todos ellos conservan los pilares conceptuales de las antiguas tradiciones espirituales, fundamentalmente la idea de que el alma del universo habita en todos los seres humanos y que es inmanente y trascendente a todo lo que existe.

Muy diferente fue la deriva de las enseñanzas de los filósofos presocráticos de la antigua Grecia. A la idea del eterno devenir de Heráclito se le contrapuso la concepción del “ser inmutable” planteada por Parménides, que consideraba que el cambio es imposible y que las modificaciones que creemos observar en el mundo son motivadas por las ilusiones de nuestros sentidos. Los desarrollos posteriores de la filosofía griega fueron tomando distancia de las enseñanzas de la sabiduría perenne y construyeron las bases de la concepción del universo que predominó en el mundo occidental.

El nacimiento de la ciencia moderna a partir del siglo XVI fue acompañado por la evolución de este pensamiento filosófico, que profundizó en la concepción dualista del mundo. Su mayor expresión la alcanzó con René Descartes, quien desarrolló su teoría basándose en la idea de una división fundamental entre la mente y la materia. Esta concepción cartesiana dio sustento a que la ciencia tratara la materia como algo inerte y sin vida, y considerara el mundo material como una multitud de objetos diferentes y acontecimientos separados, que se ensamblan como una gran máquina.

El paradigma mecanicista del universo fue tomado y desarrollado por Isaac Newton para construir los cimientos de la física clásica y sobre ellos se desarrolló el pensamiento científico de manera excluyente hasta principios del siglo XX. Esta concepción dualista y mecanicista del mundo, que sigue siendo hoy el paradigma predominante del pensamiento occidental, trajo consecuencias benéficas y perjudiciales para la humanidad.

Dentro de los beneficios se puede contabilizar que fue el basamento conceptual que hizo posible el inmenso desarrollo de la ciencia y la tecnología. Como contrapartida podemos señalar algunos efectos perjudiciales de esta mirada de la realidad, en donde los seres humanos nos percibimos apartados entre sí y diferenciados de la naturaleza y el planeta.

Este sentido de la individualidad y de la separación del mundo que nos rodea ha generado la idea de que estamos autorizados a conquistar y a explotar la naturaleza a nuestro exclusivo beneficio. Al haber perdido la sensación de ser uno con el universo y no considerarnos parte integrante de un planeta vivo y en constante devenir, tal cual lo consideraban las antiguas tradiciones, pasamos a pensar la naturaleza como un territorio inanimado, un “recurso” que podemos utilizar de la manera que nos produzca el mayor beneficio. Al no concebirnos como parte de la vitalidad y la sacralidad del mundo natural, no sentimos respeto por él, ni tampoco la responsabilidad de cuidarlo.

Este vínculo de los seres humanos con el mundo natural fue expresado con la mayor brutalidad por el filósofo Francis Bacon en el siglo XVII, quien alentó a “que el ser humano recobre su imperio sobre la naturaleza, que por don divino le pertenece”, y sentenció que el deber del científico con la naturaleza es “torturarla hasta que revele sus secretos”.

EI enorme éxito logrado por el modelo mecanicista en los ámbitos de la ciencia y la tecnología, instaló la creencia generalizada de que el universo es un gigantesco sistema mecánico que funciona según las leyes newtonianas del movimiento. Sin embargo, los descubrimientos científicos realizados en las primeras décadas del siglo XX transformaron definitivamente el panorama de la física clásica. La teoría de la relatividad y la física cuántica derribaron todos los principios de la concepción newtoniana del mundo: la noción del espacio y el tiempo absolutos, la idea de que la materia está compuesta de partículas elementales sólidas e indestructibles, el determinismo de considerar la gigantesca maquinaria cósmica como inalterable y gobernada por leyes inmutables, y el ideal de una descripción objetiva de la realidad.

El inesperado encuentro entre sabios y científicos

La filosofía de las tradiciones místicas, también conocida como Filosofía Perenne, constituye una base filosófica muy consistente para nuestras teorías científicas modernas.

FRITJOF CAPRA

La visión mecanicista del mundo está basada en la existencia de cuerpos sólidos que habitan y se mueven en el espacio vacío. Este concepto todavía es válido en el ámbito de nuestra experiencia diaria, donde la física clásica continúa siendo una teoría útil. Estas ideas están profundamente arraigadas en nuestros hábitos de pensamiento y nos resulta extremadamente difícil imaginar una realidad diferente. Sin embargo, la apertura de la ciencia al mundo subatómico derrumbó estas certezas y nos reveló un mundo inimaginable y profundamente diferente que aún hoy nos cuesta entender.

La física cuántica demostró que los átomos, en lugar de ser partículas duras y sólidas están constituidos de espacio vacío en el cual los electrones se mueven alrededor del núcleo, encadenados a él por medio de fuerzas eléctricas. El átomo es extremadamente pequeño, pero es enorme comparado con el núcleo que tiene en su centro. Según lo explica el físico Fritjof Capra4: “Para poder ver el núcleo, tendríamos que aumentar el átomo hasta el tamaño de la cúpula de la catedral de San Pedro en Roma. En un átomo de ese tamaño, el núcleo vendría a ser como un grano de sal. Un grano de sal flotando en medio de la cúpula de la catedral de San Pedro y motas de polvo girando a su alrededor. Así es como podríamos representar al núcleo y los electrones de un átomo”.

La física cuántica nos introdujo así a la extraña e inesperada realidad de la dimensión subatómica, demostrando que los átomos que conforman la materia sólida son energía en movimiento. En lugar de ser partículas de materia indivisible e inanimada, están casi en su totalidad formados por un espacio vacío en donde los electrones se mueven a extrema velocidad. El núcleo es unas cien mil veces más pequeño que la totalidad del átomo y, sin embargo, contiene casi toda la masa del átomo.

La teoría cuántica vino así a demoler el principio básico newtoniano de que la materia es el elemento primario del universo y demostró que, más allá de nuestra percepción, toda materia es esencialmente energía. En tal sentido, el neurobiólogo Francisco Varela5 afirma que “Toda la materia está en perpetuo movimiento y es insustancial. La imagen de que una roca, una tabla o un ser humano son materia sólida no se corresponde con la realidad”.

La física cuántica nos demuestra que los objetos que nos rodean y nosotros mismos somos energía, y desafía la idea clásica de la materia como pasiva e inactiva, retomando la concepción de Heráclito y de todas las tradiciones místicas con relación al cambio permanente y al continuo devenir. Este carácter dinámico y de fluir en permanente cambio no solo es propiedad intrínseca de la materia, sino de todo el universo. Uno de los descubrimientos más importantes de la astronomía moderna al estudiar el universo con sus miles de galaxias, ha sido revelar que el cosmos no es estático, sino que se está expandiendo en forma continua.

También queda desestimada la idea mecanicista de separar el mundo en partes, o concebir al universo como objetos y sucesos diferenciados sin vínculos entre sí. La teoría cuántica implica una interconexión esencial subyacente en toda la naturaleza, de relaciones intrínsecamente dinámicas. Al decir de Fritjof Capra6: “A medida que estudiamos los diversos modelos de la física subatómica vemos que expresan la misma percepción: que los componentes de la materia y los fenómenos básicos que la envuelven están todos interconectados, interrelacionados y son interdependientes, que no pueden entenderse como entidades aisladas, sino solo como partes integrantes del todo (…) La unidad del universo no solo constituye el rasgo central de la experiencia mística, sino también ha resultado ser una de las más importantes revelaciones de la física moderna”.

Esta idea de percibir el universo como una unidad en constante flujo y movimiento, en donde todo está relacionado de una manera misteriosa, es similar a la que siempre sostuvieron las tradiciones espirituales. Resulta interesante ver cómo la ciencia, que tuvo su origen en la división cartesiana y en el concepto de un mundo mecanicista, a partir de la física cuántica supera esa fragmentación y vuelve a la idea de unidad, tal como es expresada por las distintas vertientes de la Filosofía Perenne.

No es de extrañar, entonces, que las ideas sostenidas por las tradiciones espirituales cobren un nuevo vigor y una inesperada vigencia, cuando de los descubrimientos que dieron origen a la teoría cuántica y de la relatividad surge una visión del mundo equivalente a la planteada por los sabios místicos de todas las épocas.

El ser humano es parte del todo que llamamos universo, una parte limitada en el tiempo y en el espacio.

Se percibe a sí mismo, sus pensamientos y sus sentimientos como algo separado de los demás, una especie de ilusión óptica de su conciencia.

Esa ilusión es una cárcel para nosotros, nos limita a nuestros deseos personales y a sentir afecto por los pocos que tenemos más cerca.

Nuestra tarea tiene que ser liberarnos de esa cárcel, ampliando nuestro círculo de compasión, para abarcar a todos los seres vivos y a la naturaleza en su conjunto.

ALBERT EINSTEIN

Las tradiciones místicas produjeron intuiciones sobre la dimensión trascendente del ser humano, sobre la Conciencia Universal que da sentido a toda la existencia y que habita en la conciencia individual de cada uno de nosotros. Estas percepciones de la sabiduría perenne, sorprendentemente se ven verificadas por los descubrimientos de la ciencia moderna.

Después de 2.500 años, de manera imprevista, converge la intuición mística con la rigurosidad científica. Dos caminos diferentes que confluyen en un mismo lugar. La ciencia trabajando con el objetivo de explicar los misterios de la vida y el misticismo con el fin de experimentarlos. La ciencia basada en el empirismo externo y la experiencia mística en el empirismo interno.

Tal como lo expresó Julius Oppenheimer, uno de los principales referentes de la física cuántica: “Las ideas generales sobre el entendimiento humano […] ilustradas por los descubrimientos ocurridos en la física atómica, no constituyen cosas del todo desconocidas de las que jamás se oyera hablar, ni tampoco nuevas. Incluso en nuestra propia cultura tienen su historia y en el pensamiento budista e hindú ocupan un lugar muy importante y central. Lo que hallaremos es un ejemplo, un desarrollo y un refinamiento de la sabiduría antigua”.

Psicología y espiritualidad

La concepción espiritual de la vida y sus manifestaciones, lejos de ser teórica y no práctica, es eminentemente revolucionaria, dinámica y creativa.

ROBERTO ASSAGLIOLI

También el ámbito de la psicología recorrió un proceso de evolución que implicó un inevitable tránsito de varias de sus vertientes hacia la incorporación de la dimensión espiritual y trascendente del ser humano. Para poner en contexto este proceso podemos decir que la psicología nace como una rama de la medicina a los efectos de abordar problemas de enfermedad mental y patologías del comportamiento humano. Durante décadas este fue el enfoque exclusivo de las psicoterapias, siendo el psicoanálisis y el conductismo las dos orientaciones principales y casi excluyentes.

A fines de la década de los 50 del siglo XX surge un movimiento que se plantea ampliar el ámbito de incumbencia de la disciplina más allá de la problemática de la enfermedad y la patología, y propone una “psicología de la salud”. Plantea un abordaje del ser humano desde un punto de vista no patologizante y un quehacer terapéutico que ayude al individuo a desplegar su potencial en un proceso de autorrealización.

Este movimiento, iniciado y liderado por Abraham Maslow, se conoció como psicología humanista y recibió una importante influencia de la filosofía existencial. Le abrió un nuevo horizonte de posibilidad a la psicología y alumbró el surgimiento de diferentes enfoques terapéuticos cuyos referentes más destacados fueron Carl Rogers (psicoterapia centrada en la persona), Eric Berne (análisis transaccional), Alexander Lowen (bioenergética), Jacob Levy Moreno (psicodrama), Fritz Perls (terapia gestáltica) y Rollo May (psicoterapia existencial).

No pasó mucho tiempo para que surgiera un nuevo movimiento que planteara la posibilidad de alcanzar un estado del ser más allá de la autorrealización, incluyendo la dimensión trascendente y las potencialidades evolutivas de la conciencia humana. En función de la importancia y trascendencia que fue adquiriendo la propuesta de la psicología transpersonal, a fines de la década de 1960 Abraham Maslow escribe:

Debo confesar que considero la psicología humanista como algo transitorio; como un allanamiento del camino hacia una psicología aún “más elevada”, una psicología transpersonal que trascienda la naturaleza del hombre, su identidad y autorrealización. (…) Dicha psicología promete desembocar en una filosofía de vida, un sustituto de la religión, con una escala de valores y un programa vital que las personas echan de menos. Sin lo trascendente y transpersonal nos volvemos enfermos, violentos y nihilistas, y quizás también desesperanzados y apáticos.

Si la psicología humanista abrevó en los desarrollos conceptuales de la filosofía existencial, la psicología transpersonal establece sus principales pilares teóricos en los postulados de la Filosofía Perenne y en las enseñanzas de las tradiciones de sabiduría de oriente. Se plantea una indagación sobre la naturaleza esencial del ser, las experiencias místicas, la trascendencia del sí mismo y los estados no ordinarios de conciencia.

Carl Jung surge como el primer gran referente de la mirada transpersonal, y son diversos los enfoques psicoterapéuticos que incorporan la dimensión espiritual del ser humano: Viktor Frankl (logoterapia), Roberto Assaglioli (psicosíntesis), Stan Grof (respiración holotrópica) y Ken Wilber (psicología integral). Estos y otros autores han realizado importantes investigaciones y aportes teóricos que nutren nuestro enfoque conceptual.

Espiritualidad, evolución y transformación

Solo el conocimiento profundo de uno mismo, arraigado en el conocimiento de nuestro lugar en el cosmos, puede ser fuente de plenitud y de verdadera y permanente transformación.

MÓNICA CAVALLÉ

Una de las características centrales de las tradiciones de sabiduría es que no desarrollan sus enseñanzas como un mero planteo teórico, como un conocimiento intelectual sin arraigo en la realidad cotidiana, sino como una filosofía de vida que, al adoptarla y llevarla a la práctica nos transforma, posibilitándonos evolucionar como personas.

Una persona afligida acude a su maestro en busca de ayuda y este le pregunta:

–¿Deseas realmente sanarte?

–¿Habría acudido a ti si no lo deseara? –responde.

–¿Por qué no? –dice el maestro–. La mayoría lo hace.

–Entonces, ¿para qué vienen? –pregunta la persona afligida.

El maestro responde:

–No vienen buscando la sanación, sino alivio al síntoma.

El maestro dijo a sus discípulos:

–Las personas que desean sanarse sin involucrarse ni transformarse en el proceso, son como aquellos que desean aprender y progresar sin que esto suponga para ellos cambio alguno.

Planteamos anteriormente que existen enfoques que abordan el tema de la espiritualidad de muy diferentes maneras y esto ha llevado muchas veces a desvirtuar este concepto. Como todo tema que logra determinada notoriedad y produce un creciente interés en un importante sector de la población, genera el surgimiento de diversas propuestas light que transitan por los márgenes y muchas veces pierden la esencia del tema en cuestión, generando una trivialización de lo profundo.