Cara a cara - Jaime Fernández Garrido - E-Book

Cara a cara E-Book

Jaime Fernández Garrido

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Beschreibung

La adoración en el mundo cristiano de hoy se ha desvirtuado, dividida entre las experiencias puramente emocionales y la fría liturgia. Casi postergada en exclusiva a la música y la alabanza, en muchas ocasiones se ha acabado convirtiendo en un mero trámite, a veces un motivo de disputas, un pálido reflejo de una iglesia sin calor, sin vida, centrada en el hombre y no en Dios. Pero eso no es lo que la Biblia nos enseña. La Biblia habla de la adoración a Dios como algo constante y contagioso en nuestras vidas. Habla de una adoración en lo íntimo de nuestros corazones que rebosa y se vive en comunidad en la iglesia. Desde Génesis hasta los profetas, desde las palabras de Jesús hasta el Apocalipsis, pasando por las cartas de Pablo, Dios nos revela en cada rincón de su Palabra que nos creó para adorarle. Jaime Fernández y Dan Hollingsworth nos llevan de la mano en este paseo por la historia de la revelación de Dios y nos invitan a ponernos en el lugar que nos corresponde, Cara a cara frente al Creador.

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DEDICATORIA

Dedicado a nuestra hija pequeña Mel que, con dieciséis años, canta, ora, y confía en el Señor de una manera entrañable y divertida. Mel no solo vive apasionada con Jesús, sino que nos hace disfrutar a toda la familia. Orar y adorar juntos con ella, con sus hermanas Iami y Kenia, y con Miriam, es el mayor regalo que Dios me ha dado.

A todos los miembros de la Iglesia Evangélica en Ourense (C/Bonhome 49), con los que crecí celebrando y disfrutando con el Señor siempre. Cualquier cosa que hacíamos para él: cantar, orar, hablar del Señor y ayudar a otros, etc. se convirtieron en momentos inolvidables que vivimos “cara a cara” con él. En ese sentido, el ejemplo de mis padres, Carmiña y Jaime ha sido trascendental no solo en la vida de mi familia, sino en la de muchos otros, buscando siempre honrar al Señor Jesús en todo lo que hacemos.

A Lorelei Tarón, Radamel Falcao y toda su familia, por su ejemplo de adoración y servicio al Señor Jesús en sus vidas. Vuestro amor y ayuda para la Iglesia de Dios y para los más desfavorecidos son admirables ¡Estáis siempre en nuestro corazón!

A todos los que desean adorar al Señor con todo su ser. A todos aquellos a quienes Dios ha llamado como siervos suyos que buscan vivir de acuerdo a la voluntad de Dios y que nos han enseñado tantas veces a reflejar el carácter de Jesús en nuestra vida. Nuestro deseo es que todos sepamos, con nuestras formas diferentes, amar al Señor sobre todas las cosas; adorándole sin condiciones y viviendo lo más cerca posible de su corazón.

Jaime Fernández Garrido

Dedicado a los verdaderos adoradores de Dios, que por su entrega y pasión por quedarse cara a cara con Jesús me han dado un ejemplo de seguir y el ánimo de quedarme pegado a Jesús sin desviarme por las distracciones de esta vida. Entre ellos destaco a dos:

Mi padre, Owen, que vivía con el deseo de no hacer nada más que ver a Jesús cara a cara. Tanto fue su corazón de adorador que ni la muerte de mi madre, ni los desafíos del ministerio y la vida cotidiana, ni los últimos años de sufrimiento físico fueron capaces de robarle el gozo profundo que abraza a los que adoran al Señor. Después de cuatro años de no poder ni decir una palabra a consecuencia de un cáncer cerebral, y a pocos días de ir al cielo abrió su boca y comenzó a cantar himnos, afinando perfectamente en el tono de su voz de tenor. Ni siquiera la muerte pudo impedir que su corazón revelara su amor por su Señor.

Y a mi mujer, Lynne, el amor de mi vida desde que nos conocíamos en la universidad. La belleza de su corazón brilla reflejando el rostro de Jesús en todo. Ese reflejo es más potente que cualquier palabra, llevándome vez tras vez de nuevo al “amor leal” de Dios.

Dan Hollingsworth

ÍNDICE

Portada

Hoja de rostro

Dedicatoria

Prólogo

Introducción

La adoración hace llorar a Dios

Hablando de amor

Adoración: una definición bíblica

PARTE I:

LA BASE BÍBLICA DE LA ADORACIÓN

1. La Trinidad: fuente y fin de la adoración

¿Adoración pagana, humanista o bíblica?

La adoración teocéntrica coloca a Dios en el centro

¡Aleluya! Un mandamiento a la adoración teocéntrica

La adoración teocéntrica incluye la totalidad de la Trinidad de Dios

¿Qué quiere Dios de nosotros?

2. El primer mandamiento, amar a Dios

El Gran Mandamiento y una pregunta tendenciosa

Un llamamiento único, una respuesta correcta

Adultos frente a niños

Adoración: una relación para adultos

Deuteronomio 6: lo que Dios quiere realmente

La revelación: YHVH es nuestro Dios

La expectativa: «¡Ámame!»

El matrimonio como ejemplo

¿Qué hago ahora?

3. El Señor Jesús, principio y final de la adoración

El Señor Jesús certificó la trascendencia de la alabanza

Todos hemos sido creados para adorar al Señor

Los mismos problemas de siempre

¡Ten piedad de nosotros!

¿Cómo llegar al corazón de Dios?

Anexo: Las siete características de la adoración

4. Ana: ¿dónde está tu corazón?

Una humilde mujer cambio la historia del mundo

A Dios se le hace difícil dejar de oír nuestra oración

La invitación de Dios llena de significado nuestra vida

Solo hay una respuesta valida al amor de Dios

Dios busca gente leal

Por favor, recuerda

5. Isaías: tremenda religión, triste relación

Cuando no todo es como parece

Dios revelado: Santo, Santo, Santo

Bendiciones prometidas

Quitando la mascara

La adoración desnuda el corazón

La solución está en esperar en el Señor

Es tiempo de examen

Confesar y confiar: resumen

6. Job: adoración con el cuerpo

¡Muérete!

Las lagrimas son las mejores partituras para las obras maestras de la adoración

El cuerpo de Cristo: ¿un ejemplo bueno o malo?

Lo que Dios espera de nosotros

7. Pablo: sirviendo a Dios con todas las fuerzas

El rostro de Esteban

La gratitud debe ser nuestra respuesta natural al contemplar el rostro de Jesús

El contraste más grande, lo que algunos ofrecen: «Un poco más de basura, por favor»

Unidos en el fragor de la batalla

La razón de la vida de Pablo

8. David y los Salmos: consecuencias de la adoración

El corazón de David

La mente de David

El cuerpo de David

Las fuerzas de David

Dios contesta la adoración

Anexo 1: Las formas de alabar a Dios

Anexo 2: El esquema de los salmos

9. El Espíritu Santo, el impulsor de la adoración

El Espíritu traduce el deseo de nuestro corazón

En la adoración, Dios comunica su gloria a través del Espíritu

Ser llenos del Espíritu Santo trae consecuencias

Ser llenos del Espíritu trae poder

Ser llenos del Espíritu trae fruto

10. La permanencia de la adoración

La adoración a Dios debe ser coexistente con nuestra vida

La relación con Dios es la clave de todo

El ejemplo de Caín y Abel

«Yo soy el que soy»

Dios se revela usando la música

El fuego del altar no debe apagarse

Dios pide alabanza y la adoración de su pueblo, no es una opción

El libro de los Salmos

La trascendencia espiritual de las canciones

La vida futura

El tiempo de la canción ha llegado (Cantares 2:12)

Anexo: Música y alabanza en la historia del cristianismo

11. Hesed: amor leal y de misericordia

La definición

El uso

Hesed como pacto de amor

Lo que Dios quiere

Rut, una historia de amor

12. Adoración y naturaleza

Adorar con alegría

La redención de Dios alegra a la naturaleza

13. El diablo, el anti-adorador

El diablo imita

¿Como actúa el maligno?

¿Qué efecto puede tener el diablo sobre mi vida como creyente?

14. Términos relativos a la adoración

Antiguo Testamento

Denominadores comunes a todos los términos previos del Antiguo Testamento

¿Deberíamos tratar de imitar la adoración hebrea?

Nuevo Testamento

Términos utilizados en el NT para describir un adorador

Observaciones acerca de los usos en el Nuevo Testamento

PARTE II:

LA PRÁCTICA DE LA ADORACIÓN

15. El desafío bíblico: verdaderos adoradores (Juan 4:23-24 ) .

Se necesitan personas que sepan adorar en espíritu y verdad

¿A quien debería adorar?

¿Cómo deberíamos adorar?

La vocación a la que Dios nos llama

Dios busca iglesias llenas de verdaderos adoradores

16. La filosofía bíblica

Principios bíblicos eternos

17. La secuencia normal de la adoración

Salmo 111, una secuencia normal

Primer paso: adoración personal

Aplicando los principios a mi vida personal

Segundo paso: adoración familiar

Un lugar seguro donde aprender y crecer

El hogar como base de la iglesia

Tercer paso: adoración colectiva

La adoración bíblica es un cambio de vida

18. Adoración y misión: evangelismo

Una iglesia equilibrada

La adoración es el objetivo de la misión

La adoración es la chispa de la misión

19. La música en la Biblia

La música en sí misma

Músicos y guías de adoración

Instrumentos musicales

Composiciones

Tipos de canciones

Diferentes estilos

Ejemplos de adoración y alabanza

Un esquema de adoración

20. Peligros y obstáculos en la adoración

En el corazón

En la mente

Contra el cuerpo

En las fuerzas

Epílogo

Creditos

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Landmarks

Cover

Title Page

Dedication

Table of Contents

Copyright Page

PRÓLOGO

No hay tarea más noble ni actividad más provechosa que adorar al único Dios vivo y verdadero. Adorar a Dios produce un enriquecimiento perdurable y un fortalecimiento interior generados por una relación íntima y armoniosa con el Creador. Pero, ¿qué es adorar? Solamente la Biblia establece las pautas para una definición correcta de la adoración. Rendir homenaje, alabanza, reconocimiento, culto y exaltación al Dios soberano. Adorar no es una ceremonia litúrgica sino un acto del ser interior. Los vocablos adorar y adoración son de uso común entre los cristianos, pero la comprensión de ellos no está del todo clara. Muchos confunden adorar con ciertos espectáculos religiosos donde se desbordan las emociones. Otros lo identifican con cultos repetitivos y sistemáticos, pero vacíos y sin dinamismo. En el libro que tiene en sus manos el autor define desde una perspectiva bíblica, teológica y práctica la naturaleza de la verdadera adoración.

Jaime Fernández Garrido, autor de Cara a cara, es un joven que ha dedicado su vida al servicio de Dios. Es director del programa evangélico Nacer de novo que se transmite por la radio y la televisión de Galicia. Es autor de otros libros, como Cambia de ritmo y Con la música a otra parte. Jaime es evangelista y consejero de jóvenes. Ha dedicado mucho tiempo a la evangelización de deportistas. Además, posee un corazón de pastor. Tiene un profundo interés en el desarrollo y el crecimiento de la iglesia local y, por supuesto, en la adoración tanto a nivel personal como colectiva.

En este libro el autor profundiza en un tema muy importante para el mundo cristiano de hoy en día. A veces se ha confundido la naturaleza de la adoración. Por un lado, se ha identificado adorar con actividades místicas y con experiencias emocionales, aunque es cierto que hay emoción en la adoración. Por otro lado, se ha dado por sentado que adorar tiene que ver con una liturgia fría, monótona y pedante. Jaime Fernández Garrido y Dan Hollingsworth llaman la atención sobre el hecho de que la enseñanza clara respecto a la verdadera adoración se encuentra en la Biblia: el centro de la adoración es Dios. La comunión, la alabanza y la relación íntima con el Señor Dios Soberano constituyen la esencia de la adoración. La Palabra de Dios enseña que adorar al Eterno es una cuestión íntima del corazón. Tiene que ver con la relación entre el ser interior del individuo y el Dios Santo con quien tener comunión. Eso es adorar: entrar en comunión íntima con Dios sin que importe el lugar ni las circunstancias en las que el adorador se encuentre.

El autor deja bien claro que el propósito de su libro es sentar las bases bíblicas para recuperar una vida de adoración, tanto en el hogar como en la iglesia, no cabe duda de que ese prepósito queda plenamente cumplido de una manera amena, clara y ordenada, pero sobre todo en conformidad con la Palabra de Dios.

Esta obra expone la necesidad de tener una filosofía clara de la verdadera adoración. Enfoca el hecho sencillo y singular de que Dios hoy, al igual que en tiempos pasados, sigue buscando verdaderos adoradores que le adoren en espíritu y en verdad. Adorar a Dios no es la ejecución de un ritmo litúrgico sino una realidad de íntima comunión con él. El hombre fue creado con el propósito primordial de rendir un homenaje único, eterno y sabio a Dios en conformidad con la verdad que él mismo ha revelado en su Palabra. Esa adoración debe ser tanto personal como familiar y colectiva, pero siempre debe hacerse de manera que le agrade a él.

La Biblia enseña tanto la unidad de Dios como su esencia tripersonal. Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo en cuanto a personas, pero es una sola esencia divina. La fe cristiana es fundamentalmente trinitaria. El cristiano que sabe adorar se acerca a Dios Padre por medio del Hijo y en el Espíritu Santo. De este modo puede adorar a Dios plenamente. Jaime Fernández Garrido y Dan Hollingsworth señalan con toda claridad la importancia de adorar a Dios trino en espíritu y en verdad.

La realidad del pecado en la experiencia humana imposibilita que el hombre pueda acercarse a Dios por sus propios méritos. El ser humano no es capaz de buscar a Dios porque el pecado se lo impide. Dios, sin embargo, se ha acercado al hombre. Lo ha hecho de manera personal mediante la encarnación de Dios el Hijo. Además, Dios ha revelado al hombre su voluntad en las Escrituras. La Biblia enseña que Dios exige adoración exclusiva porque él es el único digno de ser adorado.

Jaime Fernández Garrido y Dan Hollingsworth señalan con nitidez que Dios ha establecido las pautas para la adoración. El hombre no puede adorar a Dios «a su manera». Tiene que hacerlo como él mismo lo establece en su Palabra. De la misma manera que el músico sigue al director de la orquesta para que la sinfonía suene armoniosa, el adorador debe seguir las pautas establecidas por Dios en su Palabra. Él se agrada cuando se le adora como lo ha establecido en la Biblia, y le desagrada cuando el hombre inventa su propia filosofía de la adoración.

Aunque hay una unidad total en el libro, cada capítulo en sí tiene su propia individualidad. Además, el autor ha sabido escoger los mejores ejemplos tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento para constituir un argumento coherente tocante a la necesidad de practicar la clase de adoración que se ajusta a las normas divinas. Los hombres y mujeres de la Biblia que aprendieron a adorar a Dios en espíritu y en verdad eran personas normales con los mismos problemas, inquietudes y frustraciones que pesan sobre las personas hoy día. El secreto (si se le puede llamar así) es que aprendieron a depender de Dios y dieron prioridad a la comunión con el Señor.

Ana, la madre de Samuel, era una mujer estéril, algo humillante para una mujer de aquellos tiempos. No dejó de adorar a Dios. Se postró delante del Todopoderoso, derramó lágrimas e hizo su petición de manera humilde. El Señor contestó la oración de Ana. El corazón de aquella mujer quedó plenamente al descubierto delante de Dios. No hubo espacio vedado a Dios en la vida de Ana. Jaime Fernández Garrido capta también de manera magistral el ejemplo de David como genuino adorador de Dios. Con sus defectos y sus caídas, David constituye un ejemplo de creyente que anhela estar en la presencia de Dios. Basta con leer el Segundo Libro de Samuel y muchos de los Salmos para entender algo de la vida del rey David: tanto sus virtudes como sus defectos constituyen una lección provechosa para quien anhele ser un verdadero adorador de Dios. Tal vez más reveladora aún sea la experiencia de Job. Aquel hombre justo fue probado en gran extremo. Dios permitió que Satanás lo afligiera. No obstante, en medio de los terribles sufrimientos, Job adoró a Dios de todo corazón. La gran lección es que los verdaderos adoradores alzan sus ojos al Todopoderoso, dependen de él en todo tiempo y dan gracias no solamente cuando reciben lo bueno, sino también durante las pruebas más difíciles.

El Nuevo Testamento también registra los ejemplos de un número considerable de verdaderos adoradores. Mujeres como María de Betania, María Magdalena o Dorcas. Hombres humildes como el leproso samaritano quien fue el único de los diez sanados que regresó para dar las gracias y adorar al que los sanó. Por supuesto que después de la resurrección del Señor los apóstoles aprendieron a adorarlo con corazón puro y públicamente dieron testimonio de su fe, incluso arriesgando sus vidas. Quizá el ejemplo de Pablo se destaca entre los demás apóstoles. Jaime Fernández Garrido correctamente subraya el hecho de que Pablo no solamente fue un verdadero adorador, sino que también contribuyó tremendamente a que otros lo fuesen. Pablo demostró su actitud de verdadero adorador por medio de su fe probada en momentos difíciles, su gratitud, su compasión y su celo por el evangelio. Pero, por encima de todo, lo demostró mediante su constante deseo de ser semejante a Cristo cada día.

Aunque no hay desperdicios en este libro, podría decirse sin temor a equivocarse que el capítulo culminante es el que presenta al Señor Jesús como el mejor ejemplo de adorador. Jesucristo es Dios manifestado en carne. Vino al mundo para revelar a Dios entre los hombres. Vivió en todo sentido la clase de vida que agrada al Padre. Siendo Dios, «no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse». Jesucristo enseñó a los hombres cómo adorar al único Dios vivo y verdadero. Si alguien tiene dudas de lo que significa ser un verdadero adorador, que mire a Jesucristo y aprenda de él. Jaime destaca esa verdad con una belleza admirable. El Señor enseñó a sus discípulos a adorar al Padre en espíritu y en verdad, pero no debe olvidarse que el Hijo es digno del mismo honor y de la misma adoración que el Padre.

Los autores dejan también un espacio importante para considerar la participación del Espíritu Santo en la adoración de Dios. Tal como el Hijo vino a revelar el Padre a los hombres, el Espíritu Santo ha venido para revelar y glorificar a Dios en el Hijo. La importancia del Espíritu Santo en la adoración es incuestionable. Su presencia a través de toda la Biblia se relaciona con la alabanza otorgada al Dios soberano, aunque también efectúa otros ministerios. Los autores de Cara a cara incorporan los textos bíblicos más sobresalientes tocantes a la relación del Espíritu en la adoración. Los textos son explicados con sencillez, claridad y aplicación a la vida del creyente.

Mientras que Dios Hijo y Dios Espíritu Santo promueven la alabanza y la adoración a Dios Padre, hay una criatura que promueve la adoración de sí mismo. Esa criatura es Satanás. Fue creado para que dirigiese la alabanza y la adoración del único Dios vivo y verdadero, pero su corazón se llenó de orgullo, soberbia y envidia. El autor de esta obra trata con corrección el papel que Satanás ha tenido y sigue teniendo en la confusión que existe respecto de la naturaleza de la verdadera adoración.

En resumen, en su obra Cara a cara Jaime Fernández y Dan Hollingsworth han hecho una gran contribución a la iglesia de habla castellana en el mundo, tan necesitada de entender el significado y la naturaleza de la verdadera adoración. El tema ha sido presentado desde un punto estrictamente bíblico y está teológicamente equilibrado. Al mismo tiempo, los autores han procurado enfocar la discusión desde un punto de vista práctico. Al repasar la historia de la iglesia, el autor destaca el hecho de que distintos sectores de la cristiandad han tomado derroteros diferentes en cuanto a la práctica de la adoración. Jaime destaca que la adoración es un acto tanto personal como colectivo. Es tanto una celebración como una meditación, pero siempre es una respuesta a la exposición de la Palabra de Dios y al ministerio del Espíritu Santo.

Este libro debe ser leído y estudiado por todo cristiano, en particular por pastores, ancianos, maestros, jóvenes y adultos. Por su contenido y seriedad bíblica, esta obra debe ser releída hasta que sus conceptos y las verdades expresadas en el calen profundamente tanto en la vida del lector como en la de la congregación donde adora a Dios. Nuestra enhorabuena a los autores por su gran contribución a la literatura cristiana. Cara a cara contribuirá grandemente al crecimiento espiritual de la iglesia de hoy. Quiera Dios bendecir tanto a esta obra como a sus autores.

Dr. E. L. CarballosaCan Miret, España, 7 de septiembre de 2000

INTRODUCCIÓN

¡Imposible!

José se definía como un ateo, jamás pisaba una iglesia. Y mucho más que esto, no permitía que ninguno de sus amigos le hablase de Dios. Era el perfecto ejemplo de lo que un padre jamás hubiera querido ver en su hijo. En clase, sus compañeros creyentes eran el objeto de sus burlas. Ahora es muy fácil encontrarlo con sus amigos hablando del fruto del Espíritu.

Luis. Durante muchos años escuchó a los mejores enseñadores, evangelistas y teólogos de nuestro país. Sus padres eran personas que siempre habían amado al Señor… pero jamás se comprometió con el evangelio. Nadie pudo llegar a su corazón. En pocos meses ha ganado más almas para Cristo que toda la iglesia en conjunto.

Carlos. El mayor ejemplo de agnóstico de toda la ciudad. Sus palabras hirientes y blasfemas hacían época. Cuando le obligaban a ir a la iglesia lo único que permanecía en aquel lugar era su cuerpo. Jamás quiso entender una sola palabra del evangelio. Si lo encuentras ahora, lo primero que te contará es lo que ha aprendido en el último estudio bíblico.

Cuando hablabas de estas personas con dirigentes y pastores de iglesias, todos decían que su salvación era prácticamente imposible. ¿Qué ocurrió? ¿Quién hizo el milagro?

Enrique y Tomás. Dos de los siervos escogidos de Dios, frente a frente, chillando, acusando, ¡casi pegándose! El inusitado ring era una iglesia: una iglesia muy buena, sólida, predicadora de la Palabra. ¡Los dos eran ancianos! El tema era el estilo de música presente en el culto de adoración de la mañana. Justamente acababan de salir de expresar su amor al Señor y alabar juntos Su nombre, y ahora se gritaban llenos de odio. Dos meses después, Enrique confesó tener una amante; más tarde, Tomás se marchó de la iglesia con grandes raíces de amargura.

María tenía una voz preciosa que llegaba al corazón. Podía conducir a multitudes enteras a la presencia de Dios. Al salir de la iglesia aquella mañana se paró para saludarme. Sin embargo, en vez de un saludo agradable, lanzó una descarga de insultos. La acusación se basaba en el hecho de que no le gustaba ningún tipo de organización en el culto de comunión. Como pastor yo estaba estorbando al Espíritu Santo al imponer a la congregación mi esquema organizativo. Yo no tenía ningún derecho a dictar la forma en que el pueblo de Dios debía adorar. Aparentemente, se trataba de un problema espiritual, pero la cuestión real era que yo le había limitado el tiempo que iba a hablar antes de cantar un solo, para facilitar la progresión del culto. En su opinión, la verdadera adoración no podía tener lugar dentro de límites o restricciones impuestas. Hoy está bajo tratamiento psiquiátrico.

Antonio se levantó lentamente de su asiento. Nuestro tiempo de adoración había sido especial aquella mañana y yo estaba deseando tomar el pan y el vino en la presencia del Señor. Él era un hermano querido, santo, amado y respetado, pero estaba envejeciendo. Comenzó su disertación con un pasaje bíblico poco claro y sacado de su contexto. Saltó de los versículos a un monólogo condenando todos los problemas que ha conocido el mundo desde su creación. Antes de que acabase, todos habíamos comprendido cada faceta de sus propias tendencias y opiniones. Concluyó con la bendición acostumbrada: «Que el Señor bendiga su Santa Palabra». La congregación susurró su respuesta tradicional: «Amén». Nos sentíamos absolutamente felices porque, ¡por fin!, había terminado.

Aunque parezca mentira, todos estos ejemplos tienen que ver con la adoración. Hemos cambiado los nombres para que nadie pueda identificar los hechos con un lugar concreto, pero son historias reales. El milagro que hizo cambiar la vida de los tres primeros fue algo tan sencillo como encontrarse en la presencia de Dios cantando y orando. Luis lo definió perfectamente cuando dijo: «Es la primera vez que puedo hablar con Dios en toda mi vida». Así es la adoración bíblica, algo tan íntimo y especial que nos lleva a la presencia del Señor, cara a cara con nuestro Creador.

¿Y los otros ejemplos? Muchos tienen el deseo sincero de trabajar para Dios, pero su visión queda reducida a formas y costumbres.

¿Qué le ha sucedido a la adoración? Tenemos más libros y seminarios acerca del tema que nunca antes. Podemos encontrar grandes iglesias con coros, solistas excepcionales y toda una industria mercantil de discos y DVD de adoración. ¿Por qué seguimos peleándonos cuando hablamos del tema?

¿Por qué el culto de adoración es un punto de conflicto en lugar de un momento de enfocarnos juntos es tan difícil y controvertida?

LA ADORACIÓN HACE LLORAR A DIOS

Las lágrimas de Dios fluyen como una cascada por sus mejillas. Parece ser la excusa ideal en cualquier objetivo de la iglesia: evangelismo, ayuda social, comunión, crecimiento…

¡La adoración se ha vuelto tan complicada! Dios suspira y derrama otra lágrima.

El problema de la adoración no es nuevo. En realidad, los problemas con los que tropezamos hoy son tan antiguos como la Biblia misma. La advertencia de Dios no ha cambiado en absoluto con el paso del tiempo:

Oíd la palabra del Señor, gobernantes de Sodoma; escuchad la instrucción de nuestro Dios, pueblo de Gomorra: ¿Qué es para mí la abundancia de vuestros sacrificios?, dice el Señor. Harto estoy de holocaustos de carneros, y de sebo de ganado cebado; la sangre de los novillos, corderos y machos cabríos no me complace. Cuando venís a presentaros delante de mi, ¿quién demanda esto de vosotros, de que pisoteéis mis atrios?

No traigáis más vanas ofrendas, el incienso me es abominación. Luna nueva y día de reposo, el convocar asambleas: ¡no tolero iniquidad y asamblea solemne! Vuestras lunas nuevas y vuestras fiestas señaladas las aborrece mi alma; se han vuelto una carga para mí, estoy cansado de soportarlas. Y cuando extendáis vuestras manos, esconderé mis ojos de vosotros; sí, aunque multipliquéis las oraciones, no escucharé. Vuestras manos están llenas de sangre.

Lavaos, limpiaos, quitad la maldad de vuestras obras de delante de mis ojos, cesad de hacer el mal, aprended a hacer el bien,buscad la justicia, reprended al opresor, defended al huérfano, abogad por la viuda.(Isaías 1:10-17)

Dios odia la adoración: aquella en la que solo hay formas y tradiciones muertas. Dios sigue aborreciendo el hecho de que tomemos la adoración como un juego y que su Palabra no signifique nada en nuestra vida diaria. Dios odia que nuestro corazón esté completamente frío en su presencia y después nos presentemos ante los demás como piadosos y verdaderos adoradores. Dios odia nuestra adoración. Él llama adulterio espiritual a nuestras formas y tradiciones sin vida, ¡pecado!

Venid ahora, y razonemos —dice el Señor— aunque vuestros pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; aunque rojos como el carmesí, como blanca lana se quedarán. Si queréis y obedecéis, comeréis lo mejor de la tierra; pero si rehusáis y os rebeláis, por la espada seréis devorados. Ciertamente, la boca del Señor ha hablado…(Isaías 1:18-20)

Sin embargo, Dios busca adoradores que le adoren. Las Escrituras describen a Dios como nuestro novio y esposo: alguien que nos ama ardientemente. Nosotros adoramos a Dios porque estamos locamente enamorados de él. No lo podemos remediar. Se nos escapa de la boca en cada conversación, lo tenemos en nuestro corazón en cada uno de nuestros pensamientos. Dios ama oír el sonido de adoradores que expresan su amor. Para él, los sonidos surgidos del corazón de un verdadero adorador son un incienso aromático, un sacrificio de alabanza (Hebreos 13:10).

HABLANDO DE AMOR

¿Recuerdas la primera vez que te enamoraste? Te sentías raro. Tenías un nudo en el estómago. Incluso comenzabas a sudar cada vez que pensabas en esa persona tan especial. No podías quitártela de la mente ni de tu corazón. Y cuando entraba por la puerta, ¡ah! No importaba lo que estuvieras haciendo o diciendo. Esa persona era tan querida que no existía absolutamente nada más en el mundo en ese preciso momento.

Cuando amamos a alguien parecemos realmente «tontos». Suspiramos, se nos pone la cara lánguida y comenzamos a hacer tonterías. Escribimos poemas y perdemos horas y horas simplemente pensando, contemplando y disfrutando de la presencia de nuestro ser querido. ¿Y por qué será que adultos maduros, que creen que saben más que nadie, observan con tanta nostalgia a esas parejas ridículas (para ellos) que expresan su amor? ¿Por qué muchas parejas mayores, serias, miran de reojo a dos jóvenes amantes que se abrazan?

¿Por qué? Porque Dios nos ha hecho para expresar amor. Esto es una parte inherente de su imagen implantada en nosotros (cf. el capítulo 11). ¡Amamos amar! Nos encanta soñar con la expresión del amor, sentir amor y beber de su belleza. Eso es Dios en nuestro interior.

Nosotros amamos, porque Él nos amo primero.(1 Juan 4:19)

La imagen de Dios dentro de nosotros incluye la capacidad y el deseo de recibir y expresar amor hacia otro. Dios nos creó para usar nuestras emociones, nuestras mentes, nuestros corazones y, ¡claro que sí!, incluso nuestros cuerpos para expresar amor hacia otra persona.

¿Recuerdas la primera vez que fuiste rechazado en serio? Abriste tu corazón a otra persona, compartiste todo tu ser, y te dieron la espalda. Aunque el amor de Dios hacia nosotros es mucho más profundo que el mero amor humano, podemos comprender su decepción cuando su propia creación, ¡nosotros!, rehusamos corresponder a su amor. Dios lo dio todo para que pudiéramos vivir eternamente con él. ¡Cuán a menudo pecamos contra él, sencillamente ignorando la íntima relación de amor a la que Dios nos ha llamado!

Pero Dios demuestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.(Romanos 5:8)

Dios hizo todo lo posible para mostrarnos su amor. Demostró lo que sentía por nosotros cuando voluntariamente murió en nuestro lugar. ¡Qué expresión de amor! Comprometió todo su ser, ofreciéndose a sí mismo como sacrificio por nosotros.

Ahora, ¿qué quiere Dios de nosotros a cambio? ¡Amor! Una respuesta de sumisión amorosa al Creador y Proveedor de todo cuanto somos y necesitamos. Eso es verdadera adoración: nosotros le amamos a él porque él nos amó primero.

¿Necesita Dios nuestro amor? No. Pero lo quiere.

¿Por qué? Porque somos su creación. Porque hemos llegado a ser sus hijos. Porque Dios nos hizo para expresar amor y quiere recibir de nosotros lo mejor que tenemos. Él es padre, creador, marido, amigo y tantas otras cosas que nos faltaría tiempo siquiera para imaginarlas. ¡Y se enorgullece de serlo! Cuando no adoramos a Dios, decepcionamos a aquel que es el amor absoluto, y perdemos el sentido más profundo de nuestra vida.

ADORACIÓN: UNA DEFINICIÓN BÍBLICA

Cuando a Cristo se le preguntó por la más simple y pura definición de lo que Dios desea de nosotros, él respondió:

El Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con toda tu fuerza.(Marcos 12:29-30)

Esto es adoración: el uso de todo mi ser para expresar mi más profundo amor por otro.

Sea que esté expresando amor por mi esposa, mis niños, o mi Señor, no he adorado verdaderamente hasta que haya involucrado todo mi ser, todo mi cuerpo (todo de todo) en una encarnación de mi profundo amor. Solo puedo conocer lo que significa adorar a Dios cuando mi corazón está apegado a su corazón. Cuando amo lo que él ama. Cuando pienso como él piensa. Cuando todo mi ser está totalmente fundido en el ser de Dios.

Dios no quiere más cultos, nuevos métodos, ni ideas creativas. El Señor no ha pedido más teólogos. Dios nos quiere a nosotros. Dios desea que sus hijos expresemos nuestro amor por él.

Este mandamiento sobrepasa a todos los demás. Escucha cómo han sintetizado hombres piadosos lo que debe ser nuestra adoración, de acuerdo con lo que se ve en el versículo:

«Dios nos ha dado una mente para conocerle, un corazón para amarle, y una voluntad para obedecerle y un espíritu para adorarle». (John Benham)

«La adoración es la respuesta del creyente en su totalidad —la mente, las emociones, la voluntad, y el cuerpo— a la totalidad de lo que Dios es, dice y hace». (A. W. Tozer)

«Adorar es avivar la conciencia mediante la santidad de Dios, alimentar la mente con la verdad de Dios, purgar la imaginación con la belleza de Dios, abrir el corazón al amor de Dios, dedicar la voluntad al propósito de Dios». (William Temple)

Querido Padre,

Quiero expresar mi más profunda gratitud por cuán desinteresadamente te diste a ti mismo para que yo pudiera vivir.

Me amaste en grado sumo, antes incluso de que yo te conociera, aun cuando te estaba rechazando.

Gracias por tu amor.

Lléname de tu Espíritu para que se puedan abrir mis ojos.

Dirígeme de nuevo a tu Palabra para que pueda andar en tu presencia cada día, en íntima comunión contigo cara a cara, y aprender a expresar mi amor por ti con todo mi corazón, toda mi alma, toda mi mente y todas mis fuerzas.

En el nombre de Jesucristo que me dio acceso a tu presencia.

Amén.

PARTE 1

LA BASE BÍBLICA DE LA ADORACIÓN

1

LA TRINIDAD: FUENTE Y FIN DE LA ADORACIÓN

Escucha, Israel, Yahvé es nuestro Elohim. Yahvé único es.(Deuteronomio 6:4)

«Una iglesia que sabe cómo alabar públicamente a Dios es una iglesia sana». «Se puede reconocer el auténtico carácter de una iglesia observando cómo alza su voz en adoración a Dios». «Si la gente anda con cara larga, seria, inexpresiva, y ve la alabanza simplemente como un preludio para la predicación, la iglesia tiene una infección que se extiende profundamente en su interior».

¿Has oído o leído alguna vez tales frases? En realidad, aunque no forman parte del texto inspirado de la Escritura, nosotros sostenemos que, en su esencia, son verdaderas y se basan en el supuesto de que una iglesia que adora es una iglesia sana.

La adoración comienza y termina con Dios. Él es la fuente y el fin de ella. Para empezar a recuperar un espíritu de amor al Señor, debemos revisar el fundamento, el quid de la cuestión: ¿Qué lugar ocupa Dios en nuestra adoración?

Esto puede parecer demasiado simplista, pero en realidad llega al propio meollo de todos los debates actuales. ¿Cuántos libros se han escrito en nuestra generación intentando explicar cómo llevar a cabo la adoración en la iglesia, en el hogar, con tus hijos; cómo levantar equipos y cultos de adoración, cómo «adorar realmente», cómo evangelizar usando la adoración, etc.? Nos hemos alejado muchísimo de la afirmación básica de la Escritura: ¡la adoración es nuestra expresión exterior de un amor interior hacia Dios! Debe tener su fundamento en lo más profundo del corazón, en el deseo sincero de amar y glorificar al Creador.

De ahí podrá pasar a su expresión pública natural, al reconocimiento público de lo que Dios es y hace.

Escucha, Israel: Yahvé nuestro Dios, Yahvé uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas.(Deuteronomio 6:4-5)

La adoración debe ser teocéntrica para ser bíblica. Por «teocéntrica» queremos decir que, para ser auténtica adoración, el Señor debe ser siempre el principio y el final de todo. Cualquier otra cosa es solo una invención humana, una imitación barata de algo real.

Aunque Dios quiere que el hombre le ame con todo su corazón, alma y mente (adoración), primero va a declarar quién es él exactamente, «Yahvé, nuestro Dios».1 Es decir, Dios mismo va delante de los deseos y necesidades humanas. Dios tiene que ser el asunto central (la fuente y el fin) en la adoración, y es ahí donde debe empezar cualquier discusión sobre el tema.

¿ADORACIÓN PAGANA, HUMANISTA O BÍBLICA?

Quizá para entender cuán lejos nos hemos desviado de esta verdad básica necesitemos comprender la diferencia entre adoración teocéntrica y las alternativas: adoración pagana y adoración centrada en el hombre.

La adoración pagana emplea la imagen de una divinidad fuerte, poderosa. Esta divinidad impone a quienes se le someten todo lo que considera necesario, importante y oportuno para su propio beneficio. El bien del que está sometido (el adorador) no se plantea: a la divinidad le interesa solo su propia adulación egoísta. Los sujetos son exactamente eso: sujetos esclavizados a la voluntad del poderoso. No tienen elección, ni derechos, ni acceso personal. La divinidad les usa como le da la gana, sin preocuparse por sus dificultades, sus necesidades o sus deseos.

Siempre tiene que existir un intermediario privilegiado y único con acceso al ser superior, ya que un mero individuo sometido jamás podría, por sus propios méritos, aproximarse a una gran «divinidad». Todos los individuos deben pasar por este intermediario y nunca se les permite tener un contacto personal con Dios. Esto, por supuesto, describe a prácticamente todas las religiones del mundo, incluyendo algunas que reivindican la Biblia como su autoridad pero que de alguna manera han retorcido las Escrituras para privar a la gente de su libre elección y acceso al Creador, a la vez que elevan la dignidad y el honor de un intermediario humano.

Este modelo incluso puede describir el deseo primordial de Satán de ser la fuerza omnipotente en las vidas de la gente, y es también la adoración establecida por el Anticristo en los últimos tiempos.

La adoración humanista comienza y termina con el hombre (antropocentrismo). La iglesia está más influenciada por esta filosofía de lo que quisiera admitir. El modelo es este: yo le digo a Dios lo que quiero que él sea y haga por mí, en lugar de decírmelo Dios a mí. En este caso el hombre y su razón se convierten en la autoridad. Aunque normalmente hay reconocimiento de Dios y quizá incluso confesión de la supremacía de Dios y la Biblia, la adoración humanista dejará a un lado a Dios y su Palabra siempre que discrepe con las tensiones y/o necesidades sociales o humanas del momento.

La iglesia evangélica en esta generación ha visto una gran desviación hacia la adoración centrada en el hombre, como lo ilustran la redefinición de las posiciones bíblicas de ciertas iglesias en cuestiones sociales tales como la homosexualidad, la relación de la iglesia con el mundo, la política, el servicio y otros asuntos candentes. Algunas iglesias deben incluso admitir que han caído en la trampa del «antropocentrismo» en nombre de la adoración o el evangelismo y otros ministerios cuando prescinden de la Escritura de cara a «relacionarse» con los no salvos.

El otro extremo es igualmente peligroso. La adoración humanista puede también describir a iglesias que han colocado la tradición o normas legalistas por delante de la intimidad con Dios. Cuando el hombre está más interesado en sí mismo (su propia persona, costumbres, leyes, religión, relaciones, creencias, emociones, etc.) que en Dios, ha cruzado la línea y ha perdido su perspectiva bíblica.

En verdad, la línea divisoria entre la adoración humanista y la bíblica es muy fina. Sin embargo, el tema aquí no son las formas. No estamos hablando sobre nuestra obligación de ser sensibles a las necesidades. El tema es el punto del que partimos: ¿nuestro enfoque está en el hombre tomando la iniciativa para acercarse a Dios, o es Dios quien da siempre el primer paso para revelarse a sí mismo al hombre? ¿Con quién comienza la adoración, con mis necesidades o con el carácter de Dios? ¿Dios o el hombre?

Solo Dios es fuente y fin de la adoración bíblica. Todo comienza con una revelación divina y termina en una respuesta de amor. Dios el Padre se revela a sí mismo a través de su Palabra. Su Palabra está a la vez viva en la persona de Jesucristo y escrita en lo que conocemos como la Biblia. Al hombre se le permite conocer a la Divinidad por la Palabra, la naturaleza, etc., pero esa revelación muestra la impotencia total del hombre y su perdida condición frente a un Dios santo y todopoderoso. Sin embargo, envuelta en la revelación está también la provisión de acceso a través de la persona de Jesucristo.

De este modo, aunque el hombre recibe conocimiento de Dios y su voluntad a través de la Palabra, es también a través de la Palabra que, a cambio, puede responder desde su libre albedrío y entrar a una relación única con Dios el Padre. En el proceso del establecimiento de esta relación es imprescindible la obra del Espíritu Santo, la otra persona de la Trinidad, porque él abre los ojos humanos a la verdad.

Una relación bíblica con Dios puede ser resumida con las palabras de Jeremías:

Vosotros seréis mi pueblo, y yo seré vuestro Dios.(Jeremías 30:22)

Dios quiere que seamos su pueblo y así ha provisto los medios para que entremos en una relación personal con él. Sin embargo, él no nos forzará a ello. Somos libres para elegir. Su provisión en Cristo nos dio el derecho de ser sus hijos adoptados. Pero sigue siendo una elección nuestra:

A todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hechos hijos de Dios.(Juan 1:12)

La adoración bíblica es simplemente la expresión de esta relación entre Dios y el hombre. Dios, motivado por su amor incondicional hacia el hombre, se reveló a sí mismo. El hombre le respondió con amor. Dios, a cambio, fue satisfecho por esta respuesta y así acepta cualquier expresión de amor que una persona le ofrezca como un «sacrificio de olor fragante». Esto es auténtica adoración: dos personas expresando hacia fuera la realidad de un amor profundo, interior. Pero tenlo en cuenta, todo comienza en Dios, no en el hombre y sus necesidades. Por consiguiente, el hombre ya tiene total y completo acceso al Padre (Efesios 1:3-14, 2:17-18) y puede disfrutar su hijo. Es libre para responder a su acto de amor.

LA ADORACIÓN TEOCÉNTRICA COLOCA A DIOS EN EL CENTRO

Si la adoración empieza y termina con Dios, si es «teocéntrica», ¿qué piensa Dios acerca de ella? ¿Cuáles son sus prioridades? La Biblia dice que adorar al Señor debe ser la base de todo. Lo que Dios quiere son auténticos adoradores: hombres y mujeres tan enamorados de él que sus corazones rebosen de gritos y llantos, risas y canción, oración y meditación, danza y servicio. Solo cuando el pueblo de Dios le ama de esta manera puede comprender plenamente sus estudios bíblicos, o llevar a cabo un evangelismo efectivo, o realmente obedecer. Todas nuestras actividades ministeriales han de ser consecuencia de nuestro amor profundo por el Señor, puesto que esa es la verdadera meta final. La Biblia coloca la adoración en primer lugar porque sabe que alguien que está adorando de corazón está de hecho leyendo la Palabra, reuniéndose con otros creyentes para aprender y crecer y recibir ánimo, y no puede parar de hablar del Señor con los no conversos.

Estas cosas, el estudio, la comunión, la evangelización, el servicio, etc., deben llevarnos a adorar a Dios si son realmente bíblicas. No pueden ser un fin en sí mismas. No podemos leer la Biblia por conocer más de la Biblia. No es correcto servir solo porque lo tomemos como una disciplina espiritual. No demuestra en absoluto nuestro amor al Señor evangelizar para que nuestra iglesia este llena. Responder al amor de Dios es el centro de la cuestión. ¡El centro y la motivación para todo!

Por lo tanto, necesitamos considerar la prioridad de la adoración desde la perspectiva de Dios.

DIOS PROYECTÓ LA ADORACIÓN

Cuando Dios creó el mundo y todo lo que en él hay, incluyó un diseño que hace imprescindible la adoración, un plan que utiliza a toda la creación para pedir una respuesta de amor y acción de gracias por parte de la humanidad.

Porque lo que de Dios se conoce es evidente entre ellos, pues Dios hizo que fuese evidente. Porque lo invisible de él —su eterno poder y deidad— se deja ver desde la creación del mundo, siendo entendido en las cosas creadas; de modo que no tienen excusa. Porque habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios nile dieron gracias; más bien, se hicieron vanos en sus razonamientos, y su insensato corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios se hicieron fatuos, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por una imagen a la semejanza de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles.(Romanos 1:19-23)

La creación fue pensada para traer adoración a Dios. En cambio, a causa de su pecaminosidad, el hombre ahora mira a la creación y decide adorarla a ella en lugar de adorar al Creador. Esto es «adoración centrada en el hombre» de la peor especie. La creación se convierte en un dios al que yo puedo manipular, del que puedo esconderme, al que puedo controlar o incluso eliminar. Por lo tanto, olvido que Dios estructuró el mundo para que todo el mundo le adorara a él, no a algo hecho por él.

Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos.(Salmo 19:1)

La creación tiene una responsabilidad: declarar la gloria de Dios para que el hombre pueda responder en una declaración similar dirigida hacia Dios: la adoración. En los primeros seis versículos de este conocido salmo, David muestra cómo Dios usa la creación con este fin. Entonces en el versículo siete cambia y comienza a describir su revelación a través de las Escrituras.

La ley del Señor es perfecta, que restaura el alma ;el testimonio del Señor es seguro, que hace sabio al sencillo.

Los preceptos del Señor son rectos, que alegran el corazón; el mandamiento del Señor es puro, que alumbra los ojos.

El temor del Señor es limpio, que permanece para siempre; los juicios del Señor son verdaderos, todos ellos justos; deseables más que el oro; sí, más que mucho oro fino, más dulces que la miel y que el destilar del panal.(Salmo 19:7-10)

Ron Allen ha resumido acertadamente este cambio: «Mayor que en toda la creación es la revelación de la gloria de Dios en su Palabra».2 Esto no quiere decir que la creación no sea importante. Más bien, en la creación, y aún más en la Palabra, Dios ha proyectado todo para mostrar su gloria. De nuevo, ¿por qué se tomaría tanto cuidado en revelarse a sí mismo? Fíjate en el final de este gran salmo:

Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, oh Jehová, roca mía y redentor mío.(Salmo 19:14)

Dios se revela a sí mismo para permitirnos ser «aceptables» a sus ojos y libres de adorarle con las palabras de nuestra boca y las meditaciones de nuestro corazón. Aquí está la conexión con la adoración: Dios diseñó toda la creación —naturaleza, hombre, incluso la Biblia— para declarar su gloria, con el propósito de motivar la adoración. ¡La creación existe para la adoración!

Más aún, este mismo diseño para revelarse a sí mismo con el propósito de motivar a la adoración no solo tuvo lugar en el pasado con la creación, o en el presente con su Palabra, sino que también forma parte de su plan futuro.

Por lo cual también Dios lo exaltó hasta lo sumo y le otorgó el nombre que es sobre todo nombre; para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, en la tierra y debajo de la tierra; y toda lengua confiese para gloria de Dios Padre que Jesucristo es el Señor.(Filipenses 2:9-11)

Los cuatro seres vivientes decían «¡Amén!». Y los veinticuatro ancianos se postraron y adoraron.(Apocalipsis 5:14)

Viene el día en que el mundo entero se postrará en adoración a Dios: la gran diferencia está en que, mientras los creyentes se inclinarán en reverencia y amor hacia el Padre, el resto del mundo lo hará lleno de miedo. ¡Todos confesarán que Jesucristo es Dios! La adoración forma parte del plan eterno de Dios y es su deseo último para nosotros.

En pocas palabras: el hombre, la naturaleza, la Biblia y los eventos futuros están en su totalidad planeados para inspirar y motivar la adoración al Todopoderoso y amante Dios del universo.

EL MISMO DIOS DESEA Y PARTICIPA EN LA ADORACIÓN

Esta frase puede sonar un poco extraña, pero es verdad. Dios no solo planeó la adoración, sino que también participa en ella porque es una prioridad y un deseo suyo.

Quizá la referencia más significativa se halle en la decisión por parte de Dios de incluso morar entre los hombres. En el Antiguo Testamento determinó situar su presencia en el Tabernáculo (Éxodo 40:34) y, más tarde, en el Templo (en los dos casos, el lugar de la adoración colectiva para Israel). Cuando vino a la Tierra como un niño, el Templo («la casa de mi Padre», como dijo Jesús) fue central en su actividad.

Considera el concepto de la «morada» de Dios entre los hombres (Mateo 1:23) en la persona de Jesús.

Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y contemplamos su gloria, como la gloria del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.(Juan 1:14)

La palabra «habitar» en este versículo se refiere a «vivir en una tienda, un hogar temporal». Es una «tienda» levantada entre la gente con el propósito de revelar al Padre y su gloria. En el contexto de este versículo queda claro que Juan está haciendo una comparación entre la morada de Cristo como hombre y la morada de la presencia de Dios en el Tabernáculo del Antiguo Testamento. Jesús vino para habitar entre los hombres a fin de que Dios pudiera ser visto y ellos a cambio pudieran adorarle. Juan deja claro que esta morada iba a ser equiparada con la morada de la presencia de Dios en el Templo y el Tabernáculo. Cuando Cristo vino a morar en la tierra, lo hizo para revelar la gloria de Dios y atraer a los hombres a una relación con él por medio de la cual les liberaría para adorarle. La presencia de Dios con el hombre tenía el propósito final de permitir y motivar la adoración personal y colectiva, el amor hacia el Creador, de cada uno en particular y de todos juntos.

El espacio no nos permite más ampliaciones de este tema, pero al considerar las prioridades de la Divinidad para la humanidad, uno no solo debe estudiar el significado del concepto de

Dios habitando entre los hombres en términos de provisión de salvación, sino también el significado de dónde y cómo escogió Dios habitar.

La presencia de Dios, incluyendo la persona de Jesucristo, siempre iba conectada a un lugar, a un tiempo, a un llamado, e incluso su presencia se manifestaba en medio de la adoración del pueblo. Él vino a relacionarse con el hombre, a sentarse con él cara a cara y esperar de él, además de su intimidad, su adoración profunda. Estaba en un lugar específico porque quería y deseaba participar con el hombre en glorificar a su Padre.

La participación y deseo de Dios en la adoración puede hallarse también a través de los salmos y otros textos tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. Sofonías 3:17 es un pequeño recordatorio de esta participación, escondida en las promesas futuras para gentiles (3:9-10) y judíos (3:11-20).

Yahvé tu Dios está en medio de ti: ¡Es poderoso; él salvará! Con alegría se regocijará por causa de ti. Te renovará en su amor; por causa de ti se regocijará con cánticos.(Sofonías 3:17)

El versículo comienza con la realidad de la morada de la presencia de Dios entre su pueblo. Expresa una proclamación con respecto a la persona de Dios: es poderoso; es salvador. Toma nota de la propia respuesta de adoración de Dios a su presencia y su persona: «Con alegría se regocijará… te renovará en su amor… se regocijará con cánticos». Este versículo describe a Dios enorgulleciéndose entusiasmado de su propia creación. El Padre mismo está adorando.

DIOS EXIGE ADORACIÓN

La adoración no es opcional para el creyente. Es obligatoria, demandada y esperada. Una vez que tomamos la libre decisión de entrar en una relación con Dios a través de Jesucristo, la adoración a Dios viene a ser parte de nuestra naturaleza espiritual y una constante expectativa de él en cuanto a nosotros. Él espera que le adoremos con nuestros corazones (relación personal) y juntamente con otros (adoración corporal, en la iglesia). Este es nuestro compromiso hacia el Señor, y lo cumplimos con gozo, como una joven novia responde a su novio. Dios demanda y espera adoración como cualquier enamorado. La relación es seria, eterna, basada en el amor y abierta a las más íntimas expresiones de adoración mutua.

La adoración implica muchas cosas: alabar a Dios, orar, meditar en su palabra, darle gracias por todo lo que él ha hecho. En un primer capítulo es imposible ocuparse de señalar cada apartado en el que Dios obliga a su pueblo a dar una respuesta que involucre cada aspecto de su relación con él. Sin embargo, utilizaremos la alabanza como ejemplo de lo que Dios espera en nuestra adoración para que sea posible contemplar cuáles son sus expectativas respecto a nosotros.

Como director de orquestas y coros, existe un imperativo que nunca puede ser violado: el grupo debe obedecer siempre a la batuta. No es opcional. Incluso el solista profesional debe inclinarse ante la batuta del director. Cuando doy la entrada para comenzar una pieza, espero que todos los cantantes e instrumentistas con una nota en el primer compás respondan inmediatamente con música. Esto no es opcional. El optar por desobedecer a la batuta es traer disonancia y caos a la que, de otro modo, será una hermosa obra maestra. Los mejores músicos del mundo pueden tocar la peor clase de ruido si se niegan a obedecer. Obedecer a la batuta produce los acordes relajantes, agradables, o incluso poderosos del intrincado diseño del compositor. El director exige obediencia.

Pero su motivación es el deseo de oír un sonido o respuesta bello, encantador. Así, aunque obligatorio, es un compromiso de amor.

La alabanza es la batuta de Dios. Él levanta su brazo y espera oír los acordes exquisitos, vibrantes, de su obra de arte planeada eternamente y orquestada con autoridad. Él lo ordena, lo exige, no es opcional. Es una demanda de amor. Más aún, no puede ser opcional en ningún momento. Debemos alabar a Dios en lo malo y en lo bueno. He dirigido orquestas y coros durante muchos años. No es raro que a menudo los músicos tengan que tocar estando muy enfermos o enfrentándose a circunstancias impresionantes. He dirigido a músicos que hacía solo un poco habían visto morir a alguien a quien amaban. He dirigido a solistas que, horas antes del evento, habían tenido que firmar los papeles de divorcio forzados por cónyuges infieles. He llorado con cantantes cuyas vidas estaban tan rotas que tenían los ojos cerrados, hinchados por las lágrimas, pero que aún así se levantaron para cantar una canción de alabanza. Las exigencias de una serie de conciertos no pueden ser reprogramadas solo porque el tuba tenga catarro o el solista un poco de carraspera o la vida se haya terminado aparentemente. El concierto debe seguir. Todo músico de cierto calibre aprende a cantar o tocar aunque esté lastimado. Las circunstancias no dictan la expresión ni la interpretación.

Así sucede con la alabanza a Dios. Aunque no estamos hablando de una «actuación», la alabanza es la expresión que debe tener lugar en todo tiempo y en toda circunstancia. La alabanza a Dios no es algo accesorio; es la respuesta fundamental en todo tiempo y para todos los creyentes. ¿Qué nos dice Pablo en Tesalonicenses? «¡Estad siempre gozosos!».