Última Llamada - Jaime Fernández Garrido - E-Book

Última Llamada E-Book

Jaime Fernández Garrido

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Beschreibung

Última llamada es un libro pensado para compartir el amor de Dios con todos aquellos que aún no lo conocen. Con una edición de lujo, a todo color en el interior, es un regalo ideal para todas aquellas personas que buscan (aún sin saberlo) a Dios. El libro consiste en 90 historias del mundo del arte, la música, el cine y el deporte en el que el autor nos habla a través de esos ejemplos sobre el inmenso amor de Dios hacia todas sus criaturas. Un libro de profundas lecciones, pero ameno. Directo, pero amable. Conciso, pero claro. Cada historia viene ilustrada por una imagen a todo color. Y aún y su edición a tapa acolchada y a todo color, los editores han querido que su precio fuera muy bajo, para poder ser repartido masivamente a todos nuestros amigos, conocidos, familiares que necesitan a Dios en sus vidas...

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Índice de contenido

Portada

Hoja de rostro

“Atrévete a disfrutar”

“¡Rebajas!”

“Retirado por dios”

“¡Hay que decidirse!”

“La vida no es un ensayo”

“¿Me comprendes?”

“La interpretación más difícil en la vida”

“Piensa por ti mismo”

“¡Queda mucho por hacer todavía!”

“Besar la vida”

“Las flores, antes del funeral”

“Éxito y fracaso”

“Desencantados”

“¡Tierra, trágame!”

“Razones de sobra”

“Admirar o desilusionarse”

“Los días huyen”

“Nadie es inútil”

“Miedo a tener miedo”

“Desesperados”

“La vida es un regalo”

“Lo que importa es lo de dentro”

“No me gusta el fútbol”

“Necesito un abrazo”

“Imposible olvidarse de dios”

“La gota que colmó el vaso”

“Hablar con el corazón”

“¡Atrévete a ser diferente!”

“Una obra de arte”

“¡Hay que trabajar!”

“Miedo al sufrimiento”

“El día en el que la música murió”

“Vivir la vida”

“Si pudiera…”

“Amar, todo un arte”

“Sinceridad ante todo”

“Atrévete a llorar”

“El tiempo que nos queda”

“Felices jugando”

“Seguramente dios sí existe”

“Pasen y vean”

“Necesito algo…”

“Un poco de basura…”

“¡Libre!”

“A cualquier precio”

“Todo bajo control”

“Las huellas de mis lágrimas”

“Esto es un infierno”

“Rebeldes sin causa”

“¡Me aburro!”

“Tierras de penumbra”

“Cuando perdemos el rumbo”

“Cuando estamos callados”

“Todos viajando juntos”

“¡No te desesperes!”

“A mi manera”

“Solo soy yo a veces…”

“Conversando…”

“Dios ayuda a todos”

“Los deseos del corazón”

“Lo difícil es no creer”

“¿Quién eres?”

“Felices en el día a día”

“Las heridas del alma”

“Un buen día”

“No tengo prisa”

“¿Quién soy?”

“Ser como dios”

“Un traje sin bolsillos”

“Llega el sol”

“Esto es todo, amigos”

“La carga del mundo”

“Obra maestra”

“Cara a cara con la muerte”

“¡Qué suerte tengo!”

“Uno de nosotros”

“Volver a reír”

“Llegar a casa”

“No me llames iluso”

“¡No te quedes en el infierno!”

“Vencer los malos momentos”

“Desafinado”

“Una conversación con dios”

“Hay un genio controlando todo”

“¡Ni se te ocurra pisarme!”

“¿Qué clase de rey eres?”

“Nada importa”

“Una gran fiesta”

“Desafío a creer”

“Para los que buscan algo más”

Creditos

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Hitos

Portada

Página de título

Todas las Navidades, y en casi todas las televisiones de los países del llamado primer Mundo se emite en algún momento la película ¡Qué bello es vivir!». Considerada como uno de los mejores títulos de la historia del cine, hay un momento en la película en el que un ángel se le aparece al protagonista (George) y le enseña cómo sería la vida en la ciudad en la que vive si él no hubiese nacido. «La vida de cada hombre afecta a muchas vidas, y si él no está deja un terrible hueco», le dice el ángel, y George comienza a ver su propia vida de otra manera (¡y a disfrutarla!) al darse cuenta de la influencia positiva que tiene en su familia y en otras personas.

Es curioso que siempre pensamos que la vida será mejor un poco más adelante, cuando tengamos algunas cosas que no tenemos ahora. Nos convencemos a nosotros mismos de que la vida será mejor después de terminar nuestra carrera o después de conseguir un trabajo; después de casarnos o de tener un hijo, o cuando se cumpla el siguiente objetivo…

Más tarde nos frustramos porque nuestros hijos no son lo suficientemente grandes y no podemos hacer algunas cosas, y pensamos que seremos felices cuando crezcan y dejen de ser niños; después nos desesperamos porque son adolescentes y no los entendemos; pensamos que seremos más felices cuando salgan de esa etapa, luego decidimos que nuestra vida será completa cuando a nuestra pareja le vaya mejor, cuando tengamos un mejor coche, o podamos ir de vacaciones, cuando tengamos más dinero, o cuando nos retiremos, y nunca aprendemos que no hay mejor momento para ser feliz que ahora mismo.

Nuestra vida siempre estará llena de después, de nuevos retos y de situaciones que quizás puedan hacer que algunas cosas sean mejor más adelante, pero es mejor disfrutar ahora que esperar a mañana. Disfrutar de cada momento, de cada cosa que hacemos. Nuestro mayor tesoro es el momento que estamos viviendo ahora, el mayor regalo que nos han hecho es la vida que tenemos.

Comienza a compartir esa vida con alguien, con tu familia, con tus amigos, con tu propio corazón… Deja de esperar a que termines tu carrera, o a enamorarte, o a casarte, o a tener una casa, o a tener hijos, o a que llegue el fin de semana, o a tener un trabajo mejor, o a encontrarte de vacaciones. Disfruta hoy; es mucho más tarde de lo que crees. El momento para ser feliz es ahora.

Ama como si nunca te hubieran herido, baila como si nadie te estuviera viendo. Haz las cosas bien y no te preocupes si te van a pagar mucho o poco. La felicidad no es un destino, es el trayecto de cada día.

“Mientras esperamos la felicidad que va a llegar, dejamos de disfrutar el momento que vivimos ahora”

Es una historia conocida por muchos, y que aparentemente tuvo lugar en unos grandes almacenes de los Estados Unidos. Unos ladrones entraron en un almacén solo para cambiar los precios de las cosas y no robaron nada. A la mañana siguiente eran los primeros esperando que los almacenes abriesen, para comprar todo lo de máximo valor por muy poco precio. La gente de la tienda no se dio cuenta hasta que era demasiado tarde.

No creas que es solo una historia curiosa, eso es lo que nuestra sociedad hace muchas veces. El mundo cambia la importancia de las cosas, y nos hace pensar que aquellas que tienen mucho valor no sirven de nada, mientras pagamos nuestra vida por conseguir cosas que no tienen casi ningún valor. El problema es que nos ocurre lo mismo que en los grandes almacenes, cuando nos damos cuenta ya es tarde, los mejores años de la vida se han ido.

Cosas importantes. Piensa el precio que tendrían...

Una amistad sincera

Un amanecer

Un día de descanso

Una palabra de ánimo

Una madre que te ama

Una hora jugando con tus hijos/ hermanos/amigos, etc.

Una sonrisa

Un abrazo cuando estás triste

Una buena conversación con tu padre o tu madre

Escuchar música que te gusta

Un paseo por la naturaleza

Un momento a solas con Dios…

Puedes añadir lo que quieras a tu lista, solo hay una condición: que sean situaciones o cosas por las que no puedes pagar nada. Son regalos. Ni con millones de euros podrías conseguirlas... Mientras esto ocurre, estamos tirando nuestro tiempo y nuestro dinero en cosas que no nos sirven para nada, que se estropean y que solo añaden amargura a nuestra vida cuando las perdemos o nos las roban.

Si quieres un buen consejo, dedícale tiempo a lo que vale la pena. Olvídate de modas, redes sociales, gustos, modernidades y aparatos electrónicos, para empezar a disfrutar de las relaciones y el cariño de personas que ni siquiera te habías dado cuenta que estaban ahí. Empezando por tu Creador, Dios mismo, sin ir más lejos.

“Lo más valioso en la vida no tiene precio, ¡es gratis!”.

No sé si sabes que muchas de las personas relacionadas con el cine en los Estados Unidos, cuando fallecen, son enterradas en el Hollywood memorial park. Es interesante leer las lápidas con las frases que actores, directores, guionistas, etc., dejan escritas para que los recuerden en el futuro. Por ejemplo, un conocido editor hizo poner en su lápida «Retirado por Dios».

Un día nuestra vida se termina. Por fin encontramos un lugar casi definitivo para nuestro cuerpo, pero normalmente esa casa no nos gusta en absoluto. Nadie quiere llegar a ese lugar, por muy bonito que sea, por muchas flores que tengamos, o aunque nos rodee gente querida y nos coloquen «frases ocurrentes». Lo complicado es que muy pocos tienen un momento lúcido para saber que su vida se termina. Sus más o menos setenta años llegan a su fin.

¿Sabes lo que hemos estado haciendo durante esos años? Piénsalo por un momento:

Vida típica de una persona de 70 años:

Dormir: 23 años

Trabajo: 16 años

Televisión e internet: 8 años

Comer: 6 años

Viajes: 6 años

Diversión: 4 años

Vestirse, arreglarse, etc.: 2 años

Religión: 1 año

Otros: el tiempo que queda

Puesto así, algunas cifras nos tienen que hacer pensar. Y tomar decisiones…

Decidir que debemos dedicarnos a las cosas que merecen la pena, antes de que nos «retiren». Decidir que la rutina de cada día puede ser preciosa cuando aprendemos a hacer las cosas con entusiasmo, y disfrutando de cada situación. Decidir que pocas cosas hay tan importantes como estar con los que nos quieren y decirles que les amamos. Decidir que necesitamos vivir sin prisas, que las buenas palabras llegan a nuestro corazón y al de los demás, que hay muchas cosas más importantes que ganar dinero o tener siempre la razón.

Hoy es el día para imaginar cada momento, para abrazar, para correr y mirar al cielo. Este es el momento para dedicarse a lo que no se termina, a lo que no tiene fecha de caducidad.

“Debemos aprender a dedicar nuestro tiempo a lo que no tiene fecha de caducidad”

Todos corremos el riesgo de querer vivir en el pasado. Tengamos la edad que tengamos, siempre recordamos momentos que eran mejores, amigos que eran mejores y situaciones que eran mejores para nosotros. Personalmente creo que es una equivocación. No se puede vivir en el pasado; algunas cosas siempre cambian.

Por ejemplo, los Óscar se entregaron por primera vez en el año 1929 y la primera película que se llevó el premio fue Alas, una película muda como todas las que se presentaban. Había incluso un Óscar al mejor autor de grafismo... Cuando leemos algo así, pensamos que estamos hablando casi de la prehistoria.

Algunas cosas siempre cambian.

Muchas otras cosas ¡deberían cambiar! Lo sabemos, incluso lo necesitamos, pero muchas veces no somos capaces de hacerlo. ¿Sabes la razón? Nuestra comodidad. Nos asusta tener que cambiar nuestras costumbres. Le tenemos miedo siempre a las decisiones que implican que algo vaya a ser diferente.

¿Sabes? En todo cambio, el paso más difícil es el primero... Si quieres ser un mejor amigo y decides pagar el precio, lo más complicado, siempre, es comenzar a hacerlo.

Si quieres vencer un mal hábito y has decidido no caer más en la trampa, el paso más difícil es decir «no», el paso más difícil es el primero.

Si quieres vivir de otra manera y decides abandonar la preocupación y la ansiedad, el paso más difícil es no dejar que tu mente vuelva a recordar lo malo e intente vencerte. El paso más difícil es el primero.

En la mayor parte de las decisiones que merecen la pena, lo más difícil no es saber lo que tenemos que hacer, sino estar dispuestos a pagar el precio. Tomar la decisión de dar el primer paso. Merece la pena que nuestra vida sea mejor, merece la pena arriesgarse y no seguir la corriente, ¡merece la pena llevar una vida diferente a lo que muchos quieren imponernos!

Recuerda siempre que el que no está ocupado en nacer, está ocupado en morir. El que no se preocupa en crear, está perdiendo su propia vida poco a poco. Si no luchamos por renovar nuestras fuerzas y confiar en Quien no nos puede ni quiere defraudar, cada día que pase vamos a sentirnos más incomprendidos.

Este es el momento de dar el primer paso. El momento de decidir que no todo puede seguir como siempre, que hay cosas que tenemos que dejar, y otras que están ahí para que las construyamos. Es el momento de abandonar la comodidad y no ser arrastrados por los que intentan gobernarnos la vida, enseñarnos que las relaciones no tienen importancia o imponernos alguna «mercancía imprescindible» para nuestra existencia. Es el momento de dejar las ansiedades del pasado y comenzar a mirar hacia delante.

¡Merece la pena llevar una vida diferente a lo que muchos quieren imponernos!”

A muchos les encanta bailar, pero... ¿Sabes? Lo difícil no es bailar, sino hacerlo con el ritmo que tú quieres, no con la música que otros han decidido.

Algunas melodías que la gente canta no quiero bailarlas... Puede que parezcan muy de ahora, pero mis pies se niegan a moverse, mi cuerpo reacciona con la indiferencia del aburrimiento, y mi corazón se llena de «miedo escénico» cuando las escucha. Dime si no, ¿te gustaría bailar con ellos?...

Algunos tratan a la gente como a sus

kleenex

. Los usan y los tiran después.

Otros miden lo que hacen por los demás de la misma manera que abren sus pequeños sobres de azúcar, café, té, etc. Solo se comprometen en una medida pequeña, exacta, políticamente correcta. Jamás se exceden en lo más mínimo.

Muchos otros se han tomado al píe de la letra las monerías de Darwin y piensan que solo los más poderosos tienen derecho a subsistir. Su estilo de baile preferido es competir y arrasar con todo y con todos. Hay que evolucionar.

No faltan los que viven de una manera

light

y tienen amigos

light

: sin calorías, sin esfuerzo, sin nada que merezca la pena. Te abandonan en cuanto huelen el sacrificio.

Otros viven permanentemente con la filosofía de los

cubiertos desechables:

nada se lava, todo se tira. Nada se perdona, todo se llena de basura. Jamás piden perdón por nada y no son capaces de perdonar a nadie.

Recuerda también a los que no pueden vivir un solo momento sin sus maquillajes, sus colonias, sus cremas y miles de cosas parecidas. Se morirían si alguien descubriese cómo son realmente. La transparencia y la sinceridad jamás aparecen en su diccionario.

Mucho peor son aquellos que son incapaces de divertirse solos o en compañía: necesitan a un tercero disfrazado de modernidad, pero con un corazón de sustancia mortal, para quedarse para siempre «colocados» en su jaula de dosis que esclavizan.

No quiero seguir ensayando este tipo de canciones. Prefiero bailar otras cosas:

Mi Creador cambió todos mis lamentos en un baile sin fin,* libre, gracioso, solidario, amigable, profundo, alegre sin medida... Un baile lleno de ganas de comprometerme, de ayudar, de sacrificarme por mis amigos, de perdonar y ser perdonado... Si te gusta bailar, atrévete a seguir Su música.

* (Salmo 30:11)

¡Atrévete a seguir su música!

Charles Chaplin no solo interpretaba sus películas, también era el director, el guionista, el productor, componía la música, y muchas cosas más. El chico (1921), Luces en la ciudad (1923), Tiempos modernos (1936), fueron algunos de sus filmes más famosos. Lo que pocos saben es que el conocido Charlot era un defensor del cine mudo, decía que el cine moderno, a veces, destruía la belleza del silencio.

No sé lo que Sir Charles diría hoy si viese nuestro mundo: el silencio parece ser el enemigo de muchos. En la calle todo son sonidos estridentes, en los grandes almacenes ponen música y anuncios para que compres más cosas; muchos en sus casas tienen la televisión encendida para no sentirse «solos»… Mientras todo esto sucede, perdemos la belleza de la comprensión, de la meditación, del interesarse por lo que otra persona puede estar pensando o sintiendo sin decir nada. Muchas veces cuando estoy con Miriam o mis hijas y estamos hablando, cuando se hace el silencio tarde o temprano alguno de nosotros hace la célebre pregunta en nuestra familia: «¿En qué estás pensando?» Nos interesa mucho comprendernos unos a otros.

No sé si has pensado alguna vez en lo que estás leyendo: nuestra vida sería diferente si la gente nos comprendiese más y si nosotros hiciéramos un esfuerzo por comprender más a los que nos rodean. Porque podemos no entender a alguien, pero siempre merece la pena hacer un esfuerzo por comprenderlo.

No, no es un juego de palabras, una cosa es entender algo y otra muy diferente comprenderlo. Entender es saber la razón de las cosas, encontrar en nuestra mente los motivos o decisiones por las que se hace algo, o alguien hace algo. Entender es algo racional, mental. Algo bueno, pero frío en sí mismo, porque lo racional no entiende de emociones.

Comprender es algo muy diferente. Comprehender (el origen etimológico de la palabra) literalmente es abrazar. La misma lengua nos dice que no puedes comprender a alguien si no lo abrazas. No solo de una manera figurada, sino real. Puedes entender la razón por la que alguien hace algo, pero no comprenderlo en absoluto. De la misma manera puedes comprender a alguien aunque no estés de acuerdo con él o con ella, es decir aunque no lo entiendas.

Siempre debemos comprender a nuestros amigos, aunque a veces no los entendamos. Siempre debemos comprender a nuestra familia, a nuestros padres, hijos, hermanos, aunque a veces no podamos entender lo que hacen.

Comprender es abrazar, prestar atención, escuchar con los ojos, ponerse en el lugar del otro. Comprender es hacer un esfuerzo para no solamente entender lo que nos están diciendo, sino abrazar a la otra persona. O es así, o no es nada. Muchas veces entendemos a alguien, pero no llegamos a comprenderlo. Sabemos sus razones, pero no somos capaces de ponernos en su lugar. Es un esfuerzo que merece la pena, sobre todo en nuestra propia familia.

Puede que a veces no entendamos a alguien, pero siempre podemos abrazarle.

Cuando sucedió muchos dijeron que se había cumplido un «cuento de hadas»; una de las mejores actrices de los años sesenta, Grace Kelly, abandonó su carrera cinematográfica para casarse con el rey de Mónaco, Rainiero. Se cumplía así el sueño de su vida, ¡el mismo que podían tener muchas personas!, llegar a la casa real de un país. Pero no todo fue de color de «rosa» como ocurre en los cuentos o en las películas. Todos recordamos momentos difíciles en su vida: los divorcios de sus hijas, las situaciones sin resolver, la presión de mucha gente… Incluso su final fue triste, dado que murió en un accidente de coche cuando regresaba a casa con su hija Estefanía. Muy pocas semanas antes había dicho en una entrevista «Mi papel más difícil es el de madre».

Hace años, un profesor de universidad se puso al frente de la clase y sin decir una palabra llenó un bote de cristal con piedras de unos dos centímetros de diámetro. Les preguntó a sus alumnos si el bote estaba lleno, y todos dijeron que sí. Entonces, el profesor tomó una caja con piedras mucho más pequeñas y empezó a agitar el bote de manera que las piedras iban dejando espacio a las más pequeñas hasta que se llenó del todo.

Nuevamente preguntó a sus alumnos: «¿Está lleno ahora?».

Todos volvieron a decir que sí, pero en ese momento el profesor tomó una caja de arena y la arena fue llenando los espacios que quedaban entre las piedras del bote de vidrio.

El profesor comenzó a hablar de nuevo: «Quiero que entendáis que esto simboliza nuestra propia vida. Las piedras son las cosas importantes: la familia, los amigos, la salud, los hijos, el sentido de nuestra vida, las cosas que dan significado a lo que hacemos. Las piedras más pequeñas son cosas menos importantes, como el empleo, la casa, el lugar donde vivimos, etc. La arena representa todo lo demás, la apariencia de la vida, lo temporal, lo que no tiene valor, las cosas menos importantes. Si colocáis la arena primero, no habrá más espacio para el resto. Lo mismo ocurre en nuestra vida».

Si le damos importancia a la apariencia, al trabajo, al dinero, a las diversiones, a las posesiones, al coche, etc., no tendremos espacio para lo que realmente importa en la vida. Cuida las cosas que merecen la pena, establece bien las prioridades. Preocúpate de las relaciones personales, de tu familia, de tus amigos, de la gente que te necesita. Piensa en el objetivo de tu vida y en el sentido de las cosas que haces. Dedica tiempo a considerar qué es lo más importante.

¡El resto solo es arena que se llevará el viento!

“La grandeza es dedicar tiempo a lo que es realmente importante”

La productora norteamericana Dream Works comenzó a realizar en los años noventa varias películas muy importantes de animación por ordenador. Una de las más famosas fue Hormiga Z. En el transcurso del filme, una de las hormigas soldado, llamada Barbatus le dice a la hormiga Zeta justo antes de morir: «No cometas mi error, no sigas órdenes toda tu vida, piensa por ti mismo».

Hacer siempre lo que otros dicen puede llevarnos a la mayor catástrofe de nuestra vida. La mayoría de la gente no siempre tiene razón. Es más, muchas veces son los que más se equivocan. Recuerda: «No imites la maldad de las mayorías»*.

Los demás no son los que tienen que tomar las decisiones de tu vida personal. No tienen ningún derecho a ordenar tu vida. Pero jamás debemos olvidar que ellos lo hacen si les dejamos. Deciden lo que debemos comprar y lo que no. Nos enseñan las carreras y las profesiones más importantes y nos dicen las actitudes que tenemos que tomar ante determinadas personas, incluso las decisiones más personales están influidas por lo que amigos y enemigos nos dicen.

A veces nos parece más cómodo dejarnos llevar. Para nadar contra corriente, se necesita decisión, fortaleza y valentía. Dejar que los demás tomen las decisiones puede llevarnos a una guerra interior, o incluso a perder todo lo que tenemos.

Déjame ponerte un ejemplo: hoy no está de moda hablar de Dios. Los medios de comunicación desprecian todo lo que tiene que ver con la vida espiritual, y no está bien visto oponerse a lo que los medios de comunicación dicen. Pero no solo eso, no está de moda amar a tu familia y disfrutar con tus amigos. No está de moda ser una persona sensible que se preocupe por las necesidades de los demás. No está de moda ser fiel y luchar por el honor, lo moralmente aceptable y lo que ayuda a los más desfavorecidos.

Lo que algunos quieren imponernos es que no creamos en nadie ni en nada, que hagamos todo lo que nos dicen, que no seamos leales y que intentemos ser los primeros en todo, pasando por encima de quien sea para alcanzar nuestros objetivos. Lo más peligroso es que no lo hacen de una manera aparentemente «dictatorial» (¡Todos lucharíamos contra eso!), sino bajo el casi irreconocible disfraz del desprecio, la burla y la soledad obligada si no haces lo que te dicen y no piensas como ellos quieren.

No cometas esos errores. No sigas órdenes toda tu vida, piensa por ti mismo/a.

* (Éxodo 23:2).

“No sigas órdenes toda la vida…”

Arthur Rubinstein fue un pianista norteamericano de origen polaco. Algunos creen que solo 4 ó 5 pianistas en toda la historia pudieron interpretar como él lo hacía. Dominaba todos los clásicos, y ¡por si fuera poco! sus composiciones estaban llenas de sensibilidad. Algo digno de admiración es que Rubinstein estuvo dando conciertos hasta abril de 1982, ¡cuando tenía 95 años!