Cenicienta trabaja en Wall Street - Maena González - E-Book

Cenicienta trabaja en Wall Street E-Book

Maena González

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Beschreibung

Cenicienta trabaja en Wall Street es una ventana al autoconocimiento a través de nuestra relación con el dinero. Creencias, herencias y emociones inciden en nuestra situación económica. Explorarlas y cuestionarlas puede ser de gran ayuda para sintonizar las finanzas con nuestros objetivos vitales. Si piensas que tus finanzas y tus ilusiones se mueven por caminos diferentes, este libro puede acompañarte a coordinarlas. El trabajo de la autora de esta obra se publica en la prensa nacional (España) y en revistas especializadas de finanzas, así como en su web (http://econoviva.es/).

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Cenicienta trabaja en Wall Street

Maena González

© Maena González

© Cenicienta trabaja en Wall Street

Septiembre de 2021

ISBN papel: 978-84-685-6092-2

ISBN ePub:  978-84-685-6159-2

Editado por Bubok Publishing S.L.

[email protected]

Tel: 912904490

C/Vizcaya, 6

28045 Madrid

Reservados todos los derechos. Salvo excepción prevista por la ley, no se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio (electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros) sin autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. La infracción de dichos derechos conlleva sanciones legales y puede constituir un delito contra la propiedad intelectual.

Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).

A los cenicientos y cenicientas que con generosidad y confianza compartisteis las vivencias que han hecho posible este libro.

A mis hijos, mis mejores maestros de vida.

Índice

PRÓLOGO

INTRODUCCIÓN

CAPÍTULO 1: EL PODER DE LAS CREENCIAS

CAPÍTULO 2: LAS EMOCIONES

CAPÍTULO 3: LA SOMBRA DEL DINERO

CAPÍTULO 4: TU HERENCIA GENÉTICA

CAPÍTULO 5: EL CUERPO COMO MENSAJERO

CAPÍTULO 6: IRRACIONALMENTE ADORABLES

CAPÍTULO 7: INTEGRANDO EMOCIÓN Y RAZÓN

BIBLIOGRAFÍA

AGRADECIMIENTOS

PRÓLOGO

Iguales no somos. Y en la diferencia está la gracia.

Nuestros cerebros son distintos (eso nos lo cuenta muy bien la neurociencia) y por tanto nuestra forma de decidir y actuar tiene matices diferentes.

Tópicos aparte y prescindiendo de estadísticas que a día de hoy inundan los medios, sospecho que además parte de la diferencia tiene que ver con nuestra educación… ¿Qué cosas nos contaban de pequeñas? ¿Qué nos animaban a hacer? ¿Cuáles eran nuestros modelos?

Si empezamos con una mirada a la infancia, los cuentos de niñas son bastante diferentes, también en lo que respecta a nuestra relación con el poder y el liderazgo: Cenicienta, Rapunzel, Blancanieves, la bella durmiente Aurora… son mujeres que esperan «mirando por la ventana» (o echándose una larga siesta) a que otros resuelvan sus problemas. Y claro, con este currículum no les hables de ETF, hedge funds o PPA cuando sean mayores. Eso es cosa de príncipes azules. Es cierto que en todos estos cuentos aparecen también mujeres astutas y bien preparadas: las madrastras o el hada Maléfica no tienen un pelo de tontas ni de pusilánimes, pero se nos presentan como modelos de vida poco deseables, movidas por valores como el egoísmo, la venganza o la envidia. ¿Quién querría ser así?

Estos modelos están cambiando, y las protagonistas de las nuevas películas de Disney son chicas más emprendedoras: Mulan o Vaiana son buenas noticias para nuestros hijos. Sí, en masculino. Los príncipes estaban también muy cansados de tener que hacerlo todo en la peli para acabar teniendo un papel secundario en el guion.

¿Ha sido siempre tan pasivo el papel de la mujer en nuestros arquetipos sociales?

•Nuestra bíblica Eva tomó la iniciativa de probar la manzana, y hasta animó a su compañero a dar un mordisco. Experta en salir de su zona de confort, si hubiera vivido en el siglo xxi sería feliz invirtiendo en tecnológicas (¿tal vez Apple?).

•Morgana, discípula del mago Merlín, era famosa entre otras hazañas por preparar pócimas sanadoras. Sería la perfecta presidenta de Pfizer o Moderna en 2021.

•También en la mitología griega aparecen figuras femeninas muy traviesas, como Pandora. Los dioses del Olimpo le entregan una caja que debía regalar al titán Epimeteo. Prohibido abrirla. Pandora no pudo resistir la tentación de echar una miradita y dejó escapar todos los males que hoy acechan a los humanos. Solo la esperanza quedó atrapada en el fondo de aquel recipiente. Si Pandora existiera hoy invertiría en todos los derivados existentes en el mundo, que según el señor Warren Buffet son «armas de destrucción masiva».

Y travesuras aparte, ¿qué podemos hacer para animar a las futuras inversoras a asomarse a los mercados financieros? Te sugiero algunas ideas:

1.Más Evas que Cenicientas: Invitar a nuestras futuras Janet Yellen a explorar nuevos arquetipos. Dos libros inspiradores:

a.Nunca beses a una rana de Fiona Waters. Historias de princesas de andar por casa que resuelven sus problemas con mucha gracia y valentía.

b.Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes de Francesca Cavallo. Biografías de mujeres deportistas, artistas o científicas que alcanzaron sus sueños profesionales. Espejos en los que vernos reflejadas.

Ni que decir tiene que estos cuentos son igualmente recomendables para niños, aunque tengan protagonistas femeninas.

2.Educación financiera en las escuelas. Existen diversos programas en nuestro país de carácter voluntario, aunque en esto el mundo anglosajón nos lleva bastante ventaja. Desde 2014 en Reino Unido la educación financiera se incluye en el currículum académico. Los alumnos de secundaria aprenden sobre gestión del dinero, presupuestos, gestión de riesgos, pensiones, y cálculos relacionados con las finanzas. Me sorprendió leer que el 82 % de los alumnos de estos programas deseaban más horas de formación al respecto. Y también que el 69 % de ellos sigue considerando a su familia como la principal fuente de educación financiera. Y eso nos lleva al siguiente punto.

3.El papel de los padres. Se puede educar en confianza y en finanzas. Al cumplir los dieciocho años es habitual abrir una cuenta corriente a los hijos para que aprendan a manejar su dinero. Son varios los amigos con hijos de esta edad que han querido compartir la experiencia y sensaciones de sus hijos en este «primer contacto serio» con el dinero: desde la ansiedad de no saber qué hacer y encontrarse de golpe con un montón de conceptos desconocidos (IBAN, tarjetas, descubiertos, transferencia, MIFID…) hasta la total indiferencia con algo de miedo.

Aprender las bases de la planificación e inversión es más sencillo de lo que parece (lo hacía mi abuelita en una libreta, y ahora tienes herramientas mucho más sencillas y avanzadas) y es algo que te será de utilidad toda la vida.

El programa EFEC del IEF lleva desde 2012 haciendo esta labor con alumnos de primaria. EFPA imparte estos programas entre colectivos profesionales. En mi web Econoviva encontrarás algunos recursos sencillos para explorar la parte humanística y técnica en tu relación con el dinero. La iniciativa de BDE y CNMV en Finanzas para todos a nivel nacional es otra muestra del creciente interés en nuestro país por la educación financiera.

Como ves, el título del libro —como el saber —no tiene sexo ni raza. Escribir la historia de tu relación con el dinero en clave masculina o femenina no es lo importante: lo que importa es que el relato te lleve allá donde quieras ir.

Hoy Cenicienta trabaja en Wall Street. Especialista en el sector automoción. Resolvió los problemas de aparcamiento en la gran manzana con aquel coche eléctrico que se transformaba en una calabaza de bolsillo… y viceversa. A nadie le importa cómo va vestida ni qué zapatos lleva puestos. Ya no necesita hada madrina ni príncipe azul, pero quedan de vez en cuando los tres en la Quinta Avenida para recordar viejos tiempos.

Maena González

Economista. Coach. Comunicadora. Madre. Mujer

CAPÍTULO 1: EL PODER DE LAS CREENCIAS

Síntesis: tus creencias inciden en tu relación con el dinero. En este capítulo exploramos su origen y finalidad. Verás que todas tienen una intención positiva. Te propongo tres caminos para revisarlas: cuestionarlas, entender su utilidad e inventar nuevas premisas.

“Las personas no se alteran por los hechos, sino por lo que piensan acerca de los hechos”. Epícteto

Encontré un precioso cuento de Jorge Bucay acerca de las creencias que te cuento en primera persona, ya que me sentí muy identificada al leerlo.

El elefante encadenado

Cuando era pequeña, me encantaba ir al circo, y dentro del circo, lo que más me gustaba eran los animales… y en concreto ¡¡el elefante!! ¡En una ocasión le vi levantar al peso a seis humanos sin inmutarse! Lo que más ilusión me hacía era que me llevaran al terminar la función a ver a los elefantes. Y siempre me sorprendía ver a tan poderoso animal atado al terreno con una diminuta estaca de madera. «¿Por qué el elefante no se escapa?». «Porque está amaestrado», me respondían. «Y si está amaestrado, ¿por qué es necesario atarlo?». Nunca había respuestas convincentes, pero para mi mente infantil era más que evidente que aquel pequeño palito era muy poca cosa para contener a un elefante… Hasta que leí el cuento de Jorge Bucay. El elefante no se escapa porque le ataron de pequeño a una estaca similar. Imagino al pequeño elefantito revolviéndose y tratando de liberarse de sus cadenas, siempre sin éxito. Hasta que un día se rindió. Decidió que sus cadenas eran demasiado pesadas como para resistirse. El elefante creció, pero nunca más volvió a intentarlo.

¿Cuántas cadenas invisibles nos hemos puesto a lo largo de nuestra vida? ¿Cuántas veces nos negamos a intentar cosas nuevas, simplemente porque en el pasado no lo conseguimos o decidimos que no éramos lo suficientemente hábiles (fuertes, inteligentes, valientes…) como para seguir intentándolo? ¿Cuánto tiempo más queremos seguir así?

Las creencias son axiomas, principios en nuestra vida que nos parecen inamovibles. Muchas de ellas se formaron en nuestra infancia (generalmente antes de los seis años), o las recibimos de las personas que nos educaron. Algunas son inconscientes, y nos hacen vivir la vida de un modo poco flexible.

Si cuando eras niño tus padres te contaban «El dinero no crece en los árboles», tendrás una actitud frente al dinero diferente que si el mensaje fue «Mereces disponer de todo cuanto necesites». No juzgo si un mensaje es mejor que otro. Solo aventúrate a pensar cuál de los dos niños tendrá una actitud más natural o desprendida con el dinero.

¿Somos víctimas de nuestras creencias? ¿Qué hacemos con ellas?

En cierto modo, las creencias son el GPS de nuestra vida. Venimos al mundo sin manual de instrucciones y necesitamos unas «guías» para orientarnos. Nuestros padres, tutores, amigos… y en general las personas importantes de nuestro entorno nos van dando directrices que muchas veces adoptamos sin cuestionarnos. Esto no es bueno ni malo, simplemente es parte de nuestra naturaleza humana. Pero ¿qué pasaría si intentaras moverte por el Madrid del 2021 con un mapa de 1950? Seguramente el mapa te valdría para poco. Esto mismo ocurre con nuestras creencias: nos sirven durante un tiempo, pero si no las actualizamos/revisamos/cuestionamos periódicamente se pueden convertir en un compañero de viaje muy incómodo. Te cuento un ejemplo extraído de una sesión de coaching.

Natalia es una mujer de treinta y cinco años recién divorciada y con un hijo. Acaba de empezar una relación con una nueva pareja, ha cambiado de ciudad y de trabajo. Se siente incómoda porque su nuevo compañero de vida se ofrece a hacerse cargo de los gastos familiares más importantes (casa, colegio) hasta que ella consolide su nueva situación laboral. A ella la educaron en la cultura del esfuerzo (y se sigue esforzando muchísimo en su trabajo y con su familia). No concibe «que la mantenga tu pareja». Además, recuerda en la sesión que su madre le repetía con frecuencia la frase «Nunca dependas de un hombre». Por un lado entiende que actualmente la única forma viable de venir a vivir con su pareja a otra ciudad es dejar que él la ayude económicamente. Pero esto choca con su mensaje materno de ser independiente.

Todas nuestras creencias tienen una intención positiva

Estas ideas sobre el dinero nos las cuentan para conseguir «algo bueno» para nosotros. Tratan de protegernos, o de incitarnos a conductas que nos vienen bien. En el caso de Natalia, reconoce que el mensaje de su madre le ayudó a esforzarse mucho para estudiar su carrera y conseguir un buen trabajo… y esto le vino muy bien. ¿Cuál es el problema? Como el pequeño elefante, en ocasiones nos convertimos en esclavos de nuestras propias creencias y perdemos nuestra libertad de decidir. A Natalia le costó entender que era compatible «dejarse apoyar» por su pareja con ser independiente (mensaje materno).

Así que tal vez la clave es estar atento al territorio (la vida real) y cuestionar cada cierto tiempo el GPS (nuestras creencias) para ver si nos siguen siendo útiles o toca actualizarlas (revisarlas).

Revisar nuestras creencias no consiste en romperlas. Está de moda hablar de las creencias limitantes (cosas que creemos y limitan nuestra vida). Yo no creo que existan. Más bien somos nosotros los que nos autolimitamos a través de las creencias. En el caso de Natalia, «como una mujer tiene que ser independiente, no permito que mi pareja me ayude económicamente». La creencia «Debo ser independiente» no es la que te limita, sino tu interpretación del mensaje. Si aprendes a ser independiente entiendes que eso no es incompatible con pedir ayuda habrás «reorientado/actualizado» el GPS y te sentirás libre de hacer lo que quieras:

•Tal vez (como hizo Natalia) con un compromiso con su pareja para aportar en un futuro más dinero a la familia.

•O aportando otro tipo de ayuda a cambio del apoyo económico (recoger a los niños del cole, hacer la compra).

Una creencia como «Los vascos son buenos cocineros» puede ser limitante para ti si eres vasco y te sientes obligado a cocinar cada vez que ves a tus amigos (si cocinar no es de tu agrado, puede ser un suplicio). Y puede ser potenciadora si te anima a mejorar tus dotes culinarias, convencido de tu capacidad innata para la cocina.

En definitiva, que una creencia te limite o te potencie depende principalmente de ti y la interpretación que hagas de ella.

¿Dónde nacen nuestras creencias? ¿Cómo se forman?

Conocer el origen de tus creencias es una de las vías más sencillas y rápidas para transcenderlas y/o reorientarlas.

Es importante hacer de detective, conocer su origen y su «intención positiva» (¿para qué te sirve creer eso?) para integrarlas en nuestra vida sin juzgarlas.

Aquí te propongo tres posibles fuentes de creencias que puedes explorar en tu biografía:

1.Los mensajes de nuestra infancia

Julia veía a menudo a sus padres discutir por temas de dinero. Ni siquiera se molestaban en disimular en su presencia para echarse en cara lo mucho que costaba el colegio, o la casa donde vivían, o lo que comían cada día. Ella, en medio de estas discusiones acaloradas se sentía perdida. A los cuarenta años vino a la consulta porque era incapaz de ahorrar dinero. Así descubrió que el dinero le causaba miedo (si tengo dinero, mi pareja peleará conmigo, así que prefiero no tenerlo).

Hacer consciente esto le supuso una liberación, y pudo empezar a organizar su vida financiera. Se dio cuenta de que era compatible tener una buena relación de pareja y unas finanzas sanas. Incluso pueden ser tremendamente complementarios.

Lo que nos dicen de pequeños nuestros padres, tutores y figuras importantes de nuestro entorno se queda grabado en nuestro inconsciente. Si tu padre te decía a menudo «El dinero no llueve del cielo» o «Para ser rico hay que esforzarse» tu actitud ante el dinero será muy diferente que si el mensaje recibido fue: «Mereces tener todo lo que desees» o «Todo lo que hay en casa está a tu disposición». No juzgo si un mensaje es mejor o peor, solo invito a reflexionar sobre la importancia de los mensajes recibidos en nuestros seis primeros años de vida y su impacto en nuestra relación con el dinero y la abundancia.

Y a ti, ¿qué te decían de pequeño sobre el dinero?

2.Los hechos impactantes en nuestra infancia (incluso lo acaecido antes de que naciéramos)

Te comparto la historia de Warren Buffet, un magnate nonagenario que sale cada año en la lista Forbes de hombres más ricos del mundo. Warren fue concebido durante la crisis del 29, uno de los momentos económicos más difíciles de la historia contemporánea de EE. UU. El padre de Warren trabajaba en Wall Street. Era corredor (intermediario) en la bolsa y perdió todo su patrimonio en esta época. Cuando Warren nació, su familia atravesaba momentos difíciles. Su historia ha sido siempre un ejemplo de cómo ganarse la vida y ser autosuficiente: empezó de niño vendiendo periódicos. Desde muy joven conocía el mundo de las inversiones y realizaba sus apuestas bursátiles. Y acabó, de acuerdo con su deseo, estudiando los más modernos métodos de inversión de la mano de su admirado Benjamin Graham. El crecimiento exponencial de su fortuna personal ha sido una constante en su vida hasta hoy. Presidente de Berkshire Hathaway, uno de los fondos de inversión más grandes del mundo, controla empresas tan importantes como Apple, Coca-Cola o General Motors. Con más de noventa años y una fortuna de miles de millones de dólares, no tiene previsto retirarse del mundo laboral. Tal vez, esclavo de esta herencia genética, se siente en la necesidad de irse al otro mundo «con las botas puestas».

3.Las sombras

La sombra es todo aquello que ocultamos de nosotros, por juzgarlo feo, sucio o poco deseable. A todos nos gusta mostrar algunos aspectos de nuestra personalidad que consideramos agradables: inteligencia, sentido del humor. Y hay otros aspectos que consideramos feos u oscuros y decidimos esconder a las personas de nuestro entorno: egoísmo, ansiedad. Aunque hablaremos detenidamente de ello en otro capítulo, te comparto un ejemplo de sombra que viví en mi infancia:

Desde muy pequeña, mis padres me instaban a ser generosa, compartiendo juguetes y libros con mis hermanos. Éramos cuatro hermanos y los comportamientos «egoístas» (hacer lo que tú quieres sin tener en cuenta a los demás) estaban castigados. Así que aprendí a «contener» a la Maena «egoísta»