Cómo ganar las elecciones - Quinto Tulio Cicerón - E-Book

Cómo ganar las elecciones E-Book

Quinto Tulio Cicerón

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Beschreibung

Esta breve obra, datada en torno al año 64 a. C., atribuida a Quinto Cicerón, mantiene la misma actualidad que hace 2000 años, durante la Roma de Julio César. Los consejos que ofrece a su hermano sorprenden por su actualidad, y servirían a cualquier político para manipular, embelesar y convencer al gran público durante unas elecciones, por su profundo conocimiento del alma humana.

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quinto tulio cicerón

Cómo ganar

las elecciones

[Notas sobre la candidatura al consulado]

Edición, traducción y notas de Eduardo Fernández

EDICIONES RIALP S. A.

MADRID

©2017 de la versión española y de la edición, traduccióny notas de Eduardo Fernández, investigador del Institutode Investigaciones Filológicas de la UNAM

by EDICIONES RIALP, S. A.

colombia, 63 — 28016 Madrid (www.rialp.com

Preimpresión: Jorge Alonso Andrades

ISBN: 978-84-321-4809-5

Depósito legal: M-10890-2017

No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright.

Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita reproducir, fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

Table of Contents

PRESENTACIÓN

Cómo ganar las elecciones

NOTAS SOBRE LA CANDIDATURA AL CONSULADO

PRESENTACIÓN

En palabras de Antonio Fontán, «Marco Tulio Cicerón, hijo de Marco, de la tribu Cornelia, (106-43 a. C.), político, filósofo, orador y abogado, brillante prosista y aceptable poeta, es la personalidad de la antigua Roma que ha ejercido una influencia más honda y duradera en la cultura occidental». Su vida, sus palabras y sus obras son más las de un estadista que las de un político y, desde luego, hoy en día sería considerado como un conservador moderado, un intelectual preocupado por analizar los problemas de fondo de un Estado en absoluta decadencia. Este tipo de comentarios críticos se podrían comparar en nuestros tiempos con los que hacen algunos de esos periodistas que jamás han tenido opción de participar en la política activa, y precisamente por eso parece que están llenos de un resentimiento inútil. Parte de esa impotencia y desencanto ciceroniano se percibe en algunas de sus actuaciones políticas y en algunos comentarios negativos, quizá porque, a pesar de sus indudables cualidades personales, intelectuales y políticas, le tocó vivir en una época en la que los gigantes proliferaban a su alrededor y dejaban poco espacio de actuación para los demás: Sila, Pompeyo, César, Octavio Augusto... Ellos fueron desplazando y alejando sucesivamente a Cicerón del Estado ideal que concebía en su mente y en sus obras hasta su consciente inmolación por la libertad, tras enfrentarse a su enemigo mortal, Marco Antonio, en sus famosas Filípicas. Estas le costaron la vida en el año 43 a. C., como muy bien recoge un texto de las Suasorias de S­éneca el viejo.

Aun así, Cicerón tuvo su momento de gloria durante el consulado del año 63 a. C. cuando, de modo inesperado y sorprendente, como homo novus del orden ecuestre, pudo acceder al poder gracias a su indudable talento personal. Un talento ganado con el prestigio de su elocuencia entre los senadores, équites romanos, los grupos de presión más importantes representados en las centurias y tribus que debían elegir cada año con sus votos a los cónsules encargados de regir el Estado. Con el apoyo de Pompeyo y con un delicado equilibrio entre la clase dirigente y el partido popular, supo ganarse la voluntad del pueblo con promesas, discursos y contactos en todas las facciones políticas, sociales y económicas. Finalmente logró ganar las elecciones ante otros dos candidatos nobles, corruptos y degenerados, como eran Antonio y Catilina, aliados frente al enemigo común. La situación llegó a ser tan desesperada que Catilina, una vez perdidas las elecciones, intentó dar un golpe de estado, apoyado incluso por Julio César. Solo el empeño personal de Cicerón logró retrasar en unos pocos años el final de la república romana y el exceso de las guerras civiles, que finalmente desembocó en la instauración del nuevo régimen personalista y monárquico del principado.

El caso es que en el año 63 a.C. Cicerón ejerció el cargo de cónsul junto a Cayo Antonio Híbrida, después de ganar unas reñidas elecciones que comenzó a preparar tras sus éxitos judiciales y políticos al menos dos años antes. Y así este hombre provincial y senador de primera generación, lo que los romanos denominaban un homo novus, alcanzó la máxima magistratura, pese a no pertenecer a las pocas familias nobiliarias encargadas de esta tarea desde el origen de la ciudad. Antes de Cicerón solo se cuentan unos pocos casos de hombres excepcionales, pertenecientes a la clase plebeya de la generación anterior, que alcanzaron este honor: Cayo Mario, cónsul por primera vez en el 107, que fue también un novus homo, o Celio Caldo, cónsul en el 94, y Catón el Censor mucho antes.

De esa época previa a las elecciones del 64 a.C. debe de datar precisamente esta obra, tradicionalmente atribuida a su hermano Quinto Cicerón. (Dado su carácter retórico y escolar, la crítica moderna ha cuestionado su autoría, aunque tiene tiene a su favor el encabezamiento de los códices de los siglos XI y XII, igual que ocurre con la segunda parte del epistolario Ad familiares). Sin duda, incide sobre una serie de elementos que desde entonces se consideran fundamentales a la hora de influir en las decisiones que dominarán las posturas del pueblo; por ese motivo, parece lógico que alguien cercano a Cicerón le aconsejara sobre cómo preparar su campaña electoral durante los años 65 a.C. y 64 a.C., previos a las elecciones que elegirían los cónsules del año 63 a.C.