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Esta obra amena y útil está llamada a ser un libro de cabecera para los ingenieros y futuros profesionales de esta disciplina. Escrita por Santiago Barcón quien ha dedicado su vida laboral a ser cada vez mejor profesional y a formar a otros, siempre compartiendo con gran generosidad sus experiencias y conocimientos. Desarrolla 10 mandamientos que pueden aplicarse a todas las profesiones sea cual sea la disciplina en la que se desenvuelve la persona; la dignificarán además de que buscaran crear un mundo mejor en donde impere el respeto a los demás y a uno mismo. Los 100 consejos que ofrece el libro se pueden agrupar en las siguientes temáticas: Competencias y valores, desarrollo personal-profesional y ejercicio de la profesión. Además de explicarlos presenta ejemplos reales que ilustran la importancia de lo enunciado.
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#CómoSerUnBuenIngeniero
Solo un ingeniero de «casta» como mi amigo, colega y compañero, Santiago Barcón, podría atreverse a abordar un tema tan importante y necesario hoy en día como devolver la ilusión y el orgullo de ser ingeniero. Y lo hace de forma muy amena y de fácil lectura, ofreciendo al lector un impresionante compendio de consejos y sugerencias que, indudablemente, constituyen la columna vertebral de lo que debería ser nuestra profesión.
Eduardo Marchesi
Ingeniero y presidente ejecutivo
EuroSMC S. A.
Cuando conocí a Santiago Barcón, entendí que ser un ingeniero va más allá del conocimiento y la dedicación: es también entender las necesidades y la búsqueda de soluciones; es profesionalismo y amistad.
Este libro enumera sus experiencias vividas y transmitidas a los amigos, un legado sin duda importante para las generaciones venideras. Es el regalo de una visión de vida que muestra el camino del éxito y de todo lo que implica ser un buen ingeniero.
Mario González Melo
Ingeniero y director general
Phoenix Contact
En una vida profesional, que ya abarca cuatro décadas, es imposible incluir a todos a los que debo lo que he logrado. Inicio con mi familia: abuelos, padres, hermanos, esposa e hijos. A los maestros, en especial a los que me hicieron sufrir, quienes sin duda son apóstoles de la educación.
A mis compañeros de ingeniería, con los que afortunadamente aún tengo un contacto muy estrecho. En la vida laboral son cientos los colegas de los que aprendí, pero destaco a Johann Inge Westman y a mis socios: Rodolfo Maza, Genaro Maza y Ramón Delgadillo (los dos primeros, por desgracia, ya ausentes), por tener fe absoluta en los proyectos que les propuse.
A Rafael Guerrero, con el que soy coautor de otro libro, por elaborar el prólogo de este; a Eduardo Marchesi y Mario González, por sus recomendaciones en la contraportada y su valiosa amistad.
A Thania Rodríguez, quien me apoyó en la transcripción del manuscrito a formato electrónico. Por supuesto, también a Ada Laura Luna, Claudia Herrán, Norma Ramos y Bertha Herrerías —de Editorial LID—, quienes me guiaron para llevar esta obra a buen puerto.
A mi familia: esposa, mamá, hijos, nuera, yerno y hermanos, pero en especial a Almudena, Fátima, Lorea, Lucía, Marina y Santiago, mis nietos; espero que alguno decida seguir esta profesión tan apasionante.
También a todos los ingenieros jóvenes y a los que ya tienen más experiencia, ojalá obtengan beneficios que les permitan, como menciona el título de esta obra, ser buenos ingenieros.
Agradecimientos
Dedicatoria
Prólogo
Introducción
Los diez mandamientos de un ingeniero
100 consejos para ser un buen ingeniero
Competencias y valores
01. Perseverancia
02. Habla inglés
03. Tolerancia
04. No construyas ídolos
05. Experiencia
06. La probidad, el valor civil y la denuncia
07. La diversidad entre ingenierías
08. Humildad
09. No mientas
10. No adulteres los productos
11. Se dice: «nosotros», no «yo»
12. Invierte en ti toda la vida
13. Sobre la lealtad
14. Relaciónate con personas que te hagan mejor
15. Polímata
16. Capacítate y estudia de manera permanente
17. La importancia de la práctica
18. Escritura
19. El valor de la lectura y la expresión oral
Desarrollo personal-profesional
20. Mejora tu trato personal
21. Busca un mentor
22. No dejes de sentir curiosidad
23. El poder del «no»
24. Controla el ego
25. Dedícate a pensar
26. Haz ejercicio
27. El valor de preguntar
28. El «no» ya lo tienes
29. Aprende de la experiencia
30. La educación superior
31. La resiliencia
32. Ríete de ti mismo
33. Comunica tus debilidades
34. Si A entonces B
35. Hay que creérsela
36. El esparcimiento y la ociosidad
37. Metanoia
38. «Nunca desperdicies una buena crisis»
39. De cómo creer
40. Viaja, viaja, viaja
41. El problema de las buenas intenciones
42. Todo cambia (mucho más de lo que imaginas)
43. ¿Bala de cañón o cohete?
44. Tu determinación define el resultado
45. La responsabilidad moral de estudiar en una institución pública
46. Prepárate para el futuro, no para el pasado
47. Saber abandonar un problema
48. ¿Qué puedes controlar?
49. La importancia de pensar
50. Sobre las decisiones
51. «Al águila no le ganas»
52. Hay que acercarse a los polinizadores
53. La felicidad no es una meta
54. ¿Cuáles son las formas de creer?
55. No sentir arrepentimiento
56. Tres reglas para evaluar si la información es veraz
57. Enfrenta la evidencia
58. ¿Cómo obtener la atención de la audiencia?
59. De la variedad de opiniones
60. Crea analogías
61. ¿Cómo construir el futuro?
62. La actitud
63. No confundas deseos con necesidades
64. Debes proponer, no quejarte
65. Sobre la diversidad
Ejercicio de la profesión
66. La seguridad
67. Los jefes
68. Las normas
69. Las sociedades y los institutos
70. Amor a la profesión
71. Trabajo en equipo
72. El descanso
73. Usa las manos
74. Los detalles
75. El retiro
76. «Oreja a tierra»
77. Los productos mágicos
78. Ingenieros al frente de organizaciones ingenieriles
79. Los asesores
80. Sé responsable socialmente, siempre
81. Presiones comerciales
82. No des lugar a equívocos
83.
Premeditatio malorum
84. Valora las aportaciones de la ingeniería al progreso humano
85. «Quítate tu sombrero de ingeniero y ponte el de gerente» (no olvides nunca tu responsabilidad)
86. Al iniciar tu actividad profesional elige una empresa enfocada en la ingeniería (posteriormente, también)
87. Sorpresas al llegar a la vida profesional
88. Sobre la planeación y el riesgo
89. El medioambiente y dónde trabajar
90. Sobre las simulaciones y la ciencia
91. Vivimos en una colmena
92. Sé el mejor ingeniero que puedas… y no caigas en la dulce inercia
93. Usa el razonamiento, no las herramientas
94. Ciencia ficción
95. Competir con grandes rivales te hace mejor
96. Conocer y respetar la fuerza de la naturaleza
97. «Me repetiré hasta que me entiendas»
98. La confianza que generas
99. En defensa de la profesión y del sector
100. ¿cuántos ingenieros hay en México? (la inclusión del talento femenino)
Museos que todo ingeniero debe visitar antes de morir
Epílogo
Bibliografía
Notas
Cubierta
Portada
Créditos
Agradecimientos
Dedicatoria
Comenzar a leer
Bibliografía
Notas
Autor
Después de terminar la lectura del libro Cómo ser un buen ingeniero. Diez mandamientos y 100 consejos para lograrlo, me reconocí en varias páginas del texto. Durante mis años de estudiante, me hubiera «caído de perlas» una orientación en este tenor o el cúmulo de consejos contenidos en estas páginas.
Al dedicarle unas palabras resulta difícil detener la mano que, por sí sola, tiende a elogiar al amigo entrañable. No obstante, consciente de este riesgo, para hablar sobre el autor recurro a la siguiente figura retórica. En el siglo VII (a. de C.), había un cronista y poeta ciego que narró una leyenda micénica ocurrida en el siglo XIII (a. de C.). En ella aparece el gran maestro artesano de la Edad de Bronce, anticipándose a los conocimientos actuales de ingeniería eléctrica, de control, de inteligencia artificial, de fenómenos transitorios, entre otros. Este personaje diseñó y construyó una serie de artefactos, todos ellos útiles. El ingeniero en ciernes habría fabricado las sandalias y el casco alados de Hermes, la armadura de Aquiles, el arco y las flechas de Eros, las castañuelas de Hércules y, por si fuera poco, el cetro de Agamenón y forjó también los rayos de Zeus.
Quizá lo más interesante, desde el punto de vista de la robótica y la inteligencia artificial, fue que diseñó y fabricó dos doncellas doradas (κομραι χρμσεαι), dos autómatas con una extraordinaria apariencia de mujeres jóvenes que atendían con dulzura y amoroso cuidado no solo al ingeniero, sino también a sus invitados, y que además cantaban con voces hermosas. Cierro la figura retórica.
Así veo a Santiago Barcón Palomar: tenaz, buscando siempre la mejor solución, dirigiendo una revista acreditada y navegando en ese mar bronco y turbulento que es la competencia industrial, donde evolucionan y prevalecen solo los más aptos.
Volviendo al texto. El libro Cómo ser un buen ingeniero. Diez mandamientos y 100 consejos para lograrlo asume que el lector, seguro beneficiario de su contenido, ha terminado la carrera. Debido a ello, presenta un Decálogo aplicado a los ingenieros, oportuno e impecable. Estos preceptos se organizan en tres secciones —Competencias y valores, Desarrollo personal-profesional y Ejercicio de la profesión— que, a su vez, se fragmentan en una especie de «cápsulas de conocimiento», de pequeñas dosis de saberes sobre la importancia de una formación ingenieril holística.
La lectura induce a que mis recuerdos se deslicen sobre el plano inclinado de la memoria. En la escuela de ingeniería donde obtuve mi título como ingeniero mecánico electricista, jamás vi caminar por los pasillos a un asesor, guía o tutor; todo quedaba bajo la responsabilidad y el riesgo del estudiante. Si la clase impartida era mala, regular o solo deficiente, el alumno debía hacerse cargo de complementarla. En mi memoria también se aloja un buen recuerdo de mis maestros de Termodinámica, Álgebra y de Geometría Descriptiva. La materia clave, Máquinas Eléctricas, me obligó a comprar el libro y a estudiar por mi cuenta.
En charla informal con el autor, y frente a una taza de buen café, me comentó sobre la preparación de un segundo volumen. En él se abordaría de manera similar lo que ocurre durante el periodo transcurrido entre el ingreso a la facultad y la titulación profesional. Decía Santiago que ahí se daría importancia al papel multiplicador de ese tutor (mentor), ya que por cada uno habría entre veinte y cuarenta tutorados. Lo que no es un asunto menor si se considera que la capacitación impartida por dicha figura confiere una gran solvencia profesional, encaminada al éxito de sus estudiantes.
Los invito a disfrutar de una lectura amena plagada de ejemplos reales, citas inspiradoras y consejos prácticos derivados de las vivencias del autor. De un enfoque que ofrece una nueva mirada al papel del ingeniero en su campo de acción. Sin duda, un abordaje interesante para ingenieros de todos los niveles, desde estudiantes hasta profesionales consolidados.
Rafael Guerrero Cepeda
Ingeniero exjefe de la
Unidad de Ingeniería Especializada de la CFE
Es sorprendente que en la carrera de Ingeniería Eléctrica, mi carrera, no exista como materia obligatoria la historia de nuestra profesión. Lo mismo aplica para las otras disciplinas. Tengamos en cuenta que al finalizar el siglo XX, la Academia de Ciencias de Estados Unidos de América consideró que el cambio más importante del siglo pasado fue la construcción del sistema eléctrico interconectado que, como nos gusta pavonearnos a los ingenieros eléctricos, es la máquina más grande que ha construido el hombre.
Revisar la historia de la ingeniería no solo aumenta la cultura general que tenemos sobre finales del siglo XIX y XX, sino que nos permite entender los retos enfrentados y cómo algunas tecnologías se impusieron a pesar de no ser las mejores; también nos llevaría a observar cómo, por desgracia, la ambición de algunos capitalistas privó de beneficios económicos a los verdaderos creadores de las innovaciones de la época. Sirva como ejemplo que la radio fue patentada por Tesla, pero Marconi, junto con sus socios, la usurparon. No obstante, uniendo el robo con la desfachatez, regresaron la licencia el día que expiraba.
Por otro lado, sorprende que nombres como Charles Proteus Steinmetz, Edwin Harder, y otros más, permanezcan en el anonimato, ignorados por los colegas que continuamos con su labor.
Creo firmemente que un concepto es más sencillo de comprender si se conoce de dónde viene, y de ahí mi insistencia en estudiar los orígenes de la ingeniería; si lo hiciéramos, seguramente le tomaríamos un cariño más profundo a nuestra profesión.
Hay que leer —aunque sea en Wikipedia— sobre personajes «gigantes» poco reconocidos: Jean Marie Ampère, William B. Shockley, John Bardeen y Walter H. Brattain, James Clerk Maxwell, Heinrich Hertz, Alessandro Volta, Benjamin Franklin, Zénobe Théophile Gramme, Charles Brush, William Stanley jr., Thomas Murray, Frank Sprague y Lee De Forest. No todo es Edison o Tesla.
Conocer y entender la historia de nuestra profesión nos permitirá comprender mejor la ingeniería, actividad que comenzó hace 400 años en Francia. Su lugar de nacimiento no debe sorprendernos porque la etimología de la palabra ingeniero no es ni griega ni latina, sino que es mucho más reciente. En aquella época, a los artefactos se les llamaba engines y eran mecanismos complejos que evidenciaban inteligencia en su diseño.
En sus inicios, la ingeniería estaba relacionada con cuestiones y necesidades militares. En 1676, los primeros ingenieros —franceses— formaban parte de la infantería del ejército, pero ese mismo año se organizaron en unidades especiales llamadas corps du génie. Estas eran un centro de desarrollo y de ingeniería al mismo tiempo. También eran un sitio donde se entrenaba a los «ingenieros», a los que llamaban officeurs du génie.
En menos de dos décadas, estos grupos se hicieron famosos en toda Europa por sus logros en las construcciones relacionadas con la milicia. Era algo muy similar a lo que hoy vemos como una organización de maestros y aprendices, y no tenían —ni de cerca— un currículum.
Otros países, deseosos de no quedar rezagados, tomaron la palabra del francés (ingénieur) para definir a este tipo de personas y así llegó hasta nuestros días. Para finales del siglo XVIII —transcurridos noventa años, aproximadamente—, ya contaban con una trayectoria muy similar a la que conocemos ahora.
El origen militar marcará para siempre esta profesión: la confiabilidad, la velocidad y la facilidad de uso de lo que hacían eran prioritarias. Dado que la formación de los primeros ingenieros era esencialmente castrense, la disciplina para ejercer la profesión también es un legado. A estas características se suma la preparación en matemáticas y física.
Toda esta orientación profesional fue asumida por la École de Travaux Publics creada en 1794, que al año siguiente cambió su nombre a École Polytechnique. Su plan de estudios (de tres años) estableció los lineamientos que seguimos hasta ahora: teoría y después práctica (aún se pueden reconocer de inmediato las semejanzas entre los planes de estudio de aquella época y los actuales).
Esta brevísima historia se completa con un crecimiento geométrico de los que nos decantamos por esta profesión. En 1850, en Estados Unidos, el primer censo que registró el número de ingenieros arrojó un total de 2000, en una población de 23 millones: uno por cada 10 000. Para 1980, la proporción fue de 1/100, es decir, creció 1000 veces.
Los invito a adentrarse en la historia de la ingeniería, es un tema fascinante y que, además, nos permite recordar los conceptos que estudiamos en nuestra juventud. Les aseguro que el conocimiento de nuestra profesión nos diferenciará de nuestros colegas y nos hará más confiables ante los clientes.
Les pongo un ejemplo: cuando platico que la primera norma para limitar los armónicos fue la interferencia telefónica —dado que los conductores de electricidad y los de comunicación iban en el mismo circuito—, el cliente (o jefe) se percata de que no soy «uno más», y también demuestro algo que es contagioso: la pasión por la ingeniería.
Amarás tu profesión por sobre todas las actividades.
No minimizarás las decisiones que debas tomar.
Tomarás los descansos que te permitan ser productivo y seguro.
Honrarás a tus colegas y competidores.
No pondrás en riesgo a tus semejantes.
Regresarás a la sociedad más de lo que has recibido.
No robarás ni corromperás.
No mentirás.
No basarás tu éxito profesional en el resultado económico.
Seguirás preparándote hasta el último día de tu vida profesional.
Como ingeniero, debes de tener una pasión absoluta por tu profesión. Esta debe ser el punto cardinal de tus actividades laborales y no debes permitir que exista otra prioridad.