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En la marea de información que circula y el hecho de que todas las personas que pisan esta tierra tienen algo apra opinar sobre el embarazo, el parto y las crianzas ajenas, quienes gestan suelen quedarse sin recursos. Julia Gentile comparte todas sus herramientas para que este libro sea tu propia doula.
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Seitenzahl: 325
Veröffentlichungsjahr: 2024
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Las familias que deciden tener una doula establecen con ella una relación de confianza y le consultan todo tipo de cosas. ¿Y qué hacen las doulas? Si bien no hacen consultas médicas, sí saben muchas cuestiones relacionadas con el nacimiento y los primeros años de vida. No dan consejos, sino que acompañan decisiones.
En la marea de información que circula y el hecho de que todas las personas que pisan esta tierra tienen algo para opinar sobre el embarazo, el parto y las crianzas ajenas, quienes gestan suelen quedarse sin recursos... o más bien se confunden con la variedad de recursos existentes. Frente a este escenario, Julia Gentile, conocida cariñosamente por sus colegas como “la doula de las doulas”, comparte todos los conocimientos y recursos que ofrece a sus consultantes para que este libro sea tu propia doula.
“Doulear es recibir, albergar, dar espacio y cobijo, abrir preguntas que nos lleven a sintonizar y a dar lugar a la expresión de lo desconocido, de lo misterioso. Dejar la ilusión del control y sumergirnos en la vida.”
Julia Gentile
Es una de las doulas más reconocidas del país, profesora de yoga integral y prenatal y mamá de Sofía. Se dedica a acompañar a familias y personas en procesos vitales, especialmente el embarazo, el parto y el puerperio. Desde 2020, dirige junto a dos colegas una formación para doulas, Fecunda Doulas, y otra para acompañantes perinatales, Fecunda Nurturing.
“Estoy embarazada, ¡necesito info!” es la frase que más aparece en los mensajes directos que me llegan por Instagram, intercalada con “no entiendo bien qué hacen las doulas, ¿debería contratar una?” y “¿cómo puedo hacer para elegir bien a mi obstetra?”.
En la marea de información que circula en redes sociales y la web en general, más la bibliografía existente y el hecho de que todas las personas que pisan esta tierra tienen algo para opinar sobre el embarazo, el parto y las crianzas ajenas, las personas gestantes nos quedamos sin recursos… o más bien nos mareamos en la variedad de recursos existentes.
Este libro intenta brindar herramientas útiles para los diferentes momentos de la gestación, parto y posparto, para que puedas, de a poco, encontrar tu deseo y delinear el camino hacia su consecución.
Las familias que deciden tener una doula establecen con ella una relación de confianza y le consultan todo tipo de cosas. Si bien las doulas no hacemos consultas médicas, sí sabemos bastantes cuestiones relacionadas con el nacimiento y los primeros años de vida. El doulaje es una suerte de consultoría permanente. Además, dado que el vínculo que se genera con la familia es muy cercano, podemos saber cuáles son los recursos más adecuados para cada caso. Sin embargo, no damos consejos: acompañamos decisiones. Y para eso, el rol de cada persona y familia es el de encontrar su camino en función de las posibilidades, recursos e historia de cada bebé.
De hecho, en la mayoría de las consultas que recibimos, tenemos el rol de interlocutoras. Si nos escuchamos con atención, ya sabemos lo que necesitamos y deseamos. Entonces, una premisa que propongo desde el inicio de estas páginas es que cuando aparezca una pregunta, te preguntes: ¿qué harías?, ¿qué harías si no tuvieras miedo? ¿Qué harías si no hubiera voces distrayéndote? ¿Qué haría tu cuerpo? ¿Dónde te sentirías mejor, sin tensiones agregadas? Muy probablemente ya sepas la respuesta.
Doulear es recibir, albergar, dar espacio y cobijo, abrir preguntas que nos lleven a sintonizar y a dar lugar a la expresión de lo desconocido, de lo misterioso. Dejar la ilusión del control y sumergirnos en la vida. Aprender a bucear profundo y a hacer la plancha cuando sea propicio, observando y respetando los ritmos de cada uno y cada momento de la vida. Estar flexibles y disponibles al cambio, dar la mano fuerte para animarnos a saltar. Ser red de contención y aprender a soltar de a poco, valorando la autonomía y honrando el camino propio y ajeno. Y, sobre todo, tener una mirada limpia y compasiva.
Mi deseo es que puedas encontrar aquí opciones, ejercicios e información para inspirarte y encontrar tu voz. Que este libro te doulee, que te sientas contenida y abrazada por él en cada momento y que sepas que podés preguntarle cualquier cosa: siempre va a estar disponible para acompañarte.
La invitación es a que te acompañes de un cuaderno a modo de una bitácora de viaje, para que puedas ir plasmando tus sensaciones e ideas a lo largo del camino.
Gestar podría ser una aventura sin precedentes, pero, a veces, nos olvidamos de que ya gestamos proyectos y probablemente hayamos hecho algo de investigación al respecto. Quizás no estuviste embarazada, pero sí pusiste el cuerpo a algún tipo de gestación, es decir, pusiste la energía creativa en algo, puede ser una persona o no.
Es posible que, al estar enfocada en tu proceso creativo, las personas de tu entorno hayan querido contarte sus historias en situaciones similares. Algunas anécdotas te habrán guiado mucho, preferirías olvidar otras o quizás no haberlas escuchado jamás.
Cuando nos metemos en el mundo del nacimiento, anunciamos que estamos embarazadas o cuando la panza comienza a ser visible, sucede algo muy curioso: la mayoría de las personas (aun si no nos conocen, puede ser en la fila del supermercado, en una fiesta, en la calle) van a querer contarnos su historia de parto o nacimiento. Con detalles: es impresionante cómo las personas que parimos narramos nuestros partos una y otra vez. Incluso si la historia contiene una tragedia o experiencia traumática. Considero que el miedo que algunas tenemos sobre el escenario del parto (o al dolor o a que algo suceda con mamá o bebé) está enraizado en este tipo de historias. No comprendo muy bien por qué alguien que atravesó una experiencia traumática necesita contársela a una gestante, salvo por el hecho de no haber podido integrar esa experiencia ni tratarla en un espacio terapéutico. Lo cierto es que una mujer embarazada no es la persona indicada para recibir esa información. Si estás a punto de contar esa historia a esa gestante, antes de hablar, te sugiero respirar profundo y preguntarte si esa información le sirve realmente a quien va a recibirla. Preguntate cómo te sentirías si estuvieras gestando y alguien te contara esa historia. Preguntate, con amor y compasión hacia vos misma, si no sería un buen momento para buscar ayuda para trabajar esa herida. Volveré sobre esto en algunos capítulos.
Hace algunos años, leyendo a la partera estadounidense Ina May Gaskin en su libro Guía para el nacimiento, ella decía que debíamos contrarrestar el efecto de estas historias, contando historias bellas y empoderantes, de partos libres y salvajes, de mujeres que han disfrutado de gestar, parir y maternar. Me gusta esta idea, ser honestas y contarnos a todas esta parte de la historia, que contenga experiencias reales que nos ayuden a conectar con nuestro poder, poder que ha sido vedado, sobre todo desde que el parto pasó a ser un evento médico y desde que silenciamos el mandato de la maternidad abnegada y lo cambiamos por la maternidad todopoderosa. Mi deseo es que cada una de nosotras pueda encontrar entre esas historias su propia voz y que pueda darle cauce a un deseo gozoso y vibrante, y a una maternidad real, liberada de mandatos y de experiencias ajenas. Sobre todo de las que no pudieron ser integradas por sus protagonistas.
Lo cierto es que la mayoría de las personas que nos quieren van a buscar recomendarnos aquello que les resultó mejor. Puede ser un buen camino para nosotras, pero vale la pena preguntarnos si queremos ir por ese sendero o armar el propio con las herramientas que hayamos descubierto en nuestras otras “gestaciones”.
Si alguna vez tuviste una idea y la llevaste a cabo, si desarrollaste algún proyecto laboral, de estudio o un viaje y te dio un resultado satisfactorio, podés preguntarte qué cosas te sirvieron, cuáles no, qué características personales considerás como fortalezas y cuáles como puntos a trabajar, y comprender que gestar una vida y tomar decisiones sobre el acompañamiento y el nacimiento, o los primeros meses de vida y la crianza, tiene que ver con todo esto. Esto que sos, en equipo con la persona que hayas elegido para cocriar, y con la persona que está en camino, es lo que va a ir definiendo cuál es el mejor escenario para atravesar esta vivencia.
Después de todo, la gestación de un ser involucra la misma energía creativa que la gestación de cualquier otro proyecto laboral o artístico, y muchas veces ya sabemos cómo hacerlo. No somos siempre primerizas.
Quizás, si te animás, podés realizar una lista de tus fortalezas y puntos a trabajar. Otra, de recursos y posibilidades reales. Otra, de las personas que querés que te acompañen y asistan en este viaje, de los escenarios posibles y los deseados. Y otra, de deseos, de cómo te gustaría vivir este proceso. Y empezar por ahí la bitácora del viaje.
El embarazo es un escenario de apertura. Para que pueda bajar un ser y habitarnos, primero debe haber espacio. Un vacío que invite a ser llenado. A veces este espacio se expresa en términos de ir más despacio o en una novedosa flexibilidad mental; otras, en nuevas inquietudes o en mayor lugar de conexión con el alma del bebé que deseamos. A veces, el cuerpo mismo nos pide enraizar y dar lugar, nos pide alimentarnos mejor, obtener suficiente aire y luz natural, dormir más tiempo y en consonancia con el ritmo circadiano (no es casual que muchos bebés sean concebidos en vacaciones). Puede pedirnos también dejar alguna actividad que nos genere angustias o estrés, alejarnos de algún vínculo, establecer límites y comunicarlos.
Como vemos, podemos trabajar desde varios lugares para convocar a esta alma y preguntarnos desde dónde queremos conectar con la maternidad y la paternidad.
He conocido muchas familias en estos años de acompañar como doula, y siempre me gusta preguntarles cuál es el inicio de la historia de este bebé. Incluso si aún no estás gestando, el inicio puede remontarse muchos años atrás: cuando apareció el deseo o la idea o la pregunta.
Esta pregunta, la del inicio, me ha permitido escuchar las historias más maravillosas. Algunas almas se han encontrado con su mamá muchos años antes de llegar a la gestación. Otras fueron convocadas por sus hermanitos, otras fueron soñadas, o aparecieron en alguna terapéutica ritual con plantas o sesiones de reiki o trabajo con la energía. A veces, se aparecen en meditaciones, en viajes, en ciudades que nunca recorrimos, pero de alguna manera nos estuvieron “llamando” toda la vida. Y cuando llegamos allí, supimos que había algún mensaje destinado a encontrarnos. No siempre el alma del bebé se le manifiesta a la mamá o persona gestante. A veces es a la pareja: he escuchado casos de parejas que sienten la presencia de su hijo muchos años antes incluso de conocer a su compañera. O se aparece el nombre, de manera misteriosa, y ya saben que, en algún momento, ese nombre será parte de su descendencia.
Varios años después de ser mamá, me encontré con un cuaderno en el cual había escrito algunos poemas. Yo creía que no estaba pensando en la maternidad en el momento en el que fueron escritos. Sin embargo, había uno que describía mi puerperio tal como lo estaba viviendo al momento de encontrarlo. Como si una yo del pasado pudiera haber viajado en el tiempo a espiar mi presente. Como si ella supiera perfectamente cómo me sentía. Me encontré en mis propias palabras, y me sentí abrazada.
¿Te animás a escribir o dibujar el inicio de esta historia en tu cuaderno de viaje? ¿Cuándo fue la primera vez que te sentiste “llamada” por tu bebé? ¿Qué emociones o sensaciones podés evocar? ¿Qué estabas haciendo en esos tiempos? ¿Dónde estabas? ¿Lo compartiste con alguien? ¿Qué te llamó la atención? ¿Qué, de toda esa información, te gustaría que quedara escrito o plasmado de alguna manera?
Habilitar estas preguntas nos pone cara a cara con ese espacio. Nos permite entrar en contacto con planos más sutiles, aguzar la percepción y la intuición y conectar con nosotras mismas y nuestro bebé. Aun si todavía no está en este plano, de esto se trata dar espacio. Y si ya estás gestando o tu bebé ya nació, tener el registro del inicio puede ser un ejercicio conmovedor, también para cuando quieras contarle su historia.
Si estás en la búsqueda de un embarazo, podés tomarte unos minutos al día para poner los pies en la tierra y respirar. En este sencillo acto de enraizar, de estar presente, elegí una frase que invite al vacío, al no hacer, y observá qué pasa.
Colocá tus pies (mejor descalzos, y de ser posible sobre tierra o pasto) alineados con el ancho de caderas, paralelos entre sí, y asegurate de tener las rodillas con una microflexión (esta es la mejor manera de pararnos para que fluya la energía sin trabas. A medida que te vayas acostumbrando a esta postura, podés llevarla a otros momentos de tu vida y tu día). Luego, alineá tu pelvis con el suelo, como si quisieras acercar el pubis al ombligo, que el sacro quede alineado con el centro de la tierra. Imaginá que desde ahí sale un hilito hacia abajo que te permitirá estar bien anclada.
Cerrá los ojos y tomate un momento para observar tu respiración. Si notás que está muy corta, tratá de respirar más profundo, sin forzar, y llevá el aire bien abajo, al abdomen. Cuando exhales, liberá todo el aire antes de volver a inhalar con la intención de hacer una renovación completa del aire.
Mientras respirás con esta conciencia, permití que los pensamientos pasen de largo. Si alguno quiere instalarse, no luches contra él, invitalo a seguir como si fuera una nube en un día con apenas viento… No te preocupes si las primeras veces te cuesta, en la constancia y la práctica vas a encontrar tu manera. Concentrate en respirar y en estar presente.
Aflojá la mandíbula, la lengua adentro de la boca, el entrecejo, el cuello, los hombros. Permanecé de pie haciendo el menor esfuerzo posible para no caer, estás sostenida por tus huesos, aflojá cualquier musculatura que esté activa de manera innecesaria. Para realizar esto y no sentir que caés, necesitarás de práctica. No te desanimes, no dejes de hacerlo, en algún momento te va a salir natural como caminar. Y desde ese día en adelante es posible que sientas cambios significativos en el fluir de tu energía.
Ahora, elegí tu frase, por ejemplo: “Estoy disponible para alojarte como tu mamá, cuando quieras podés venir”. Podés repetirla hacia adentro o en voz alta. Cuando sientas que terminaste, da las gracias. A vos, a tu bebé, al universo.
Si después de realizar este ejercicio de grounding te llega alguna idea o información, podés registrarla en tu cuaderno con fecha. Con el tiempo, leer todos estos registros quizás te traiga información importante. No es necesario escribir mucho, ni darle demasiadas vueltas. A veces es simplemente una palabra, una emoción, una frase. Cuanta menos interpretación le pongas, mejor. Te doy un ejemplo de una frase que me bajó luego de un ejercicio similar: “Yo soy mi lugar seguro”. Fue tan contundente y clara que a partir de ese momento comencé a usarla en círculos de mujeres con diferentes objetivos. Ahora te la regalo para que la uses cada vez que sientas que la necesites.
En la sociedad en la que vivimos, sobre todo quienes vivimos en la ciudad, no solemos conectar con los ciclos naturales ni poder observar el vacío. El silencio, a menudo, nos hace sentir incómodos. En la invitación a observar sin esperar nada a cambio, muchas veces las cosas suceden sin que tengamos que hacer demasiado para que pasen. Puede que nos cueste soltar el control y la expectativa, pero al tener alguna práctica para hacer, no necesitamos estar incómodos en el vacío, tenemos una práctica para hacer. Y mientras tanto, lo que tenga que suceder, sucederá.
A lo largo de este libro, vas a encontrar invitaciones para ir al cuerpo. El cuerpo es aquello que no puede disfrazarse, que nos invita siempre a ser honestos con nosotros mismos y que nos conecta con la energía de la tierra, que nos desnuda en la vulnerabilidad más profunda, aquella que ninguna máscara puede esconder. Que nos cuenta quiénes somos y qué necesitamos. Y nos regala la fantástica oportunidad de sanarnos y de darnos aquello que necesitamos.
Pequeña aclaración para quienes han sentido presencias o soñado con sus partos o hijos y no desean la maternidad. Puede que el alma se presente y que no sea nuestro deseo albergarla: pues bien, que se presente no significa que tengamos que hacer lugar a que llegue. Hace algunos años, una amiga me contó que en sus meditaciones se le aparecía una nenita. Ella sentía que no quería ser mamá, pero sentía muy fuerte su presencia y se preguntaba si no estaba silenciando su propio deseo por miedo. En varias sesiones con su terapeuta abordaron el tema y finalmente decidió “hablarle”. Igual que en el ejercicio de invitar a venir, pero al revés. Ella le dijo que no sentía deseos de maternar, que comprendía que su ser quisiera bajar, pero que no estaba disponible para ella, le dio las gracias y la invitó a seguir su viaje. Desde ese día sintió un gran alivio y la gratitud de haber podido, gracias a su presencia, indagar más en profundidad el deseo de maternidad en su terapia. Entonces comenzó a percibirla solo en algunos momentos de su vida, cuando siente que necesita una guía o una compañera, pero no con la presencia de ese tiempo. Ahora, a veces, le gusta creer que es otra versión de ella misma, acompañándola en los momentos en los que no quiere estar sola. Me encanta su relato y lo comparto porque me gusta traer el libre albedrío a la mesa. Podemos elegir. Con los años y el estudio de los sistemas familiares, me encontré muchas veces sintiendo que nuestras elecciones están muy condicionadas por el sistema (familiar y de creencias) al cual pertenecemos. Pero también creo que podemos buscar nuestra manera, nuestro norte, si tomamos conciencia de nuestra historia y nos permitimos, con el corazón en la mano, mirar a nuestros dragones a los ojos y seguir adelante, con y a pesar de ellos.
Acerca del primer trimestre hay mucho para contar. Hay embarazos que pasan completamente desapercibidos en este momento, y otros que se hacen sentir más que nunca. Hay personas que lo transitan sin saber siquiera que están gestando, y otras que desde la concepción se sienten habitadas, aunque no haya aún intercambio de movimientos con el bebé. Es también el trimestre más temido. En algunas culturas, hasta la semana 12, nadie cuenta su embarazo. Y esto puede ser complejo, ya que, si hubiera una interrupción, tendríamos que pasar por el proceso sin apoyo del entorno.
En cualquier caso, el primer trimestre es un momento de anclar. De empezar a ir más despacio y comprender que el cambio ya está sucediendo. A veces sobreviene mucha ansiedad por elegir el equipo obstétrico, hacer las primeras ecografías, empezar a pensar en los movimientos de la vida a partir de ahora. Y muchas veces, vislumbrar ese horizonte que se presenta en forma de “fecha probable de parto”. Primera certeza (de las pocas) que quiero compartirte: se trata de un mes probable de parto o de una fecha improbable de parto. Te cuento esto porque, muchas veces, en el inicio nos quedamos en una fecha, un número, y se lo comunicamos a todo el mundo. Si la ansiedad nos juega una pasadita, a veces nosotras mismas nos animamos a imaginar que quizás se adelanta, y cuando llega el mes en el que se supone que nuestro bebé va a nacer, todo el mundo ya está ansioso. Esa energía, que en los primeros meses puede parecer súper lejana y que no va a afectarnos, en ese momento sí afecta, y mucho.
Puede servirte pensar en la fecha más/menos dos semanas, y comunicar la más lejana… Así, si tu bebé decide nacer pasada la semana 40, no hay tanta ansiedad dando vueltas. Ni tuya, ni de tu familia, ni de tu doc. Y, sobre todo, no depositar en esa fecha límite todas las expectativas de cambio. El cambio, los cambios, ya están sucediendo, y el apego y vínculo comienzan en la gestación.
Es impresionante la cantidad de familias que eligen mudarse o hacer obra en la casa antes del nacimiento. Esto tiene una razón de base, obvia, que es adaptar el espacio a la llegada del nuevo integrante. Sin embargo, la mayoría de los bebés pequeños no necesitan un cuarto propio en los primeros meses de vida (incluso años), y la mayoría de los adultos nos estresamos muchísimo con este tipo de cambios enormes. A veces vale la pena preguntarse si es conveniente hacer todo ese movimiento durante la gestación. O si quizás hay alguna alternativa más pequeña, para poder enfocar nuestra energía en la enormísima labor de gestar. Y esto vale para las parejas. Me encuentro con muchas parejas y la persona no gestante suele manifestar que “va a sentir más conexión cuando el bebé nazca”. Por supuesto que poner el cuerpo y atravesar todos los cambios que conlleva el embarazo es el ticket dorado hacia ese vínculo, pero todas las personas involucradas pueden conectar con este ser, si dedican tiempo y energía a hacerlo.
También es habitual que las familias que ya tienen hijos tengan menos tiempo para conectar con el embarazo. ¡Es normal! Los hijos que ya están de este lado, y creciendo mucho, nos llevan gran parte de la energía. Por eso puede ser lindo que dediquemos algún espacio semanal (o con la frecuencia que podamos, sin exigencias más que la idea de disfrutar) a este proceso. Los embarazos pasan muy rápido, ¡sobre todo cuando ya hay otros hijos en casa! El trabajo con una doula suele otorgar este espacio de conexión, de calma, de poner foco en la gestación y el bebé en camino. Recordá que tu hijo no solo está en camino…, ya está acá.
Así no te sientas “superembarazada” al inicio, de todas formas en tu cuerpo están pasando cosas. Desde la concepción se inicia un intercambio energético entre tu cuerpo y el de tu bebé. Las hormonas que sostienen la gestación y la posibilidad de que tu cuerpo se abra y no rechace a tu bebé generan un lenguaje sostenido que tiene la impronta de una orquesta; se va organizando de manera armoniosa para sostener la salud y tender a la homeostasis, al equilibrio. Se trata de un equilibrio dinámico, que se desregula y se vuelve a regular con frecuencia, generando por momentos algunos desbalances que pueden expresarse en forma de síntomas. En el primer trimestre las desregulaciones son más abruptas, esto tiene una impronta fisiológica: el cuerpo gestante sufre un desorden ante el impacto hormonal que se desencadena para dar espacio de anide al recién llegado. Es una reacción biológica de crisis y nueva adaptación, y como ocurre en un tiempo relativamente corto para todo lo que sucede, es posible que nos sorprenda. La biología, además, nos guía hacia el apego seguro (ya lo veremos en diferentes momentos) también en el inicio de la gestación, con su invitación a bajar el ritmo para dar espacio a que se desarrolle este nuevo ser. Estos cambios y adaptaciones se expresan en el cuerpo, en el comportamiento, en cambios de gusto y olfato, en modificaciones de los patrones de sueño y descanso y en modificaciones del sistema inmunológico de la persona gestante.
La placenta es el único órgano del cuerpo que nace con una misión temporaria y específica, y muere cuando ya no lo necesitamos. A partir del momento en que el embrión se implanta en el útero, aproximadamente una semana después de la fecundación, comienza a desarrollarse la placenta; hacia la semana 20, mitad del embarazo, la placenta ya se encuentra totalmente formada. Este órgano fascinante comparte información genética con el bebé, y es filtro y protector de su sistema inmunológico desde el estadio de embrión hasta un par de horas después del nacimiento. Actúa como una verdadera barrera de las hormonas del estrés, y genera un ambiente beneficioso para el desarrollo del bebé. En un principio se sitúa más abajo en el útero y va creciendo y modificando su posición conforme crecen el útero y el bebé.
La placenta hace el trabajo que más adelante van a hacer los órganos del bebé: pulmones, hígado, aparato digestivo, sistema excretor y las dos cavidades del corazón, que durante la vida intrauterina aún no han entrado en funcionamiento.
Cuando tu hijo ya está listo para nacer, la placenta comienza a perder sus funciones, por lo que se pone en funcionamiento el sistema adrenal del bebé. Ya veremos que esto es muy importante, porque le permite a tu hijo o hija adaptarse al nuevo medio. Después del nacimiento, la placenta alumbra también, acompañando este pasaje hacia el otro lado de la piel, impulsando toda la sangre y nutrientes que le corresponden al neonato. La placenta funciona entonces como un puente entre el organismo de la madre y del bebé, como un hilo invisible que nos une para siempre con nuestros primeros momentos y con la energía creativa de la propia madre tierra. Dice Robin Lim, en su libro La placenta, el chakra olvidado, que funciona como un nexo inquebrantable entre madre e hijo y que, a lo largo de la vida, es como nuestro ángel guardián, ya que contiene la fórmula para protegernos de posibles enfermedades. Este potencial se desarrolló cuando estábamos en el útero materno, a partir del enorme oficio de nuestra placenta, nuestro doble.1
Poner el cuerpo al servicio de la vida es un trabajo, requiere energía, y, en el primer trimestre el o la bebé se desarrolla con gran velocidad, pasando de ser tan solo un conjunto de células a un embrión, a haber conquistado el estadio de feto al cabo de 12 semanas. El crecimiento y la transformación son sorprendentes y abrumadores. Es por eso que muchas veces en este trimestre nos sobreviene un cansancio nunca antes vivido. El aumento de progesterona (hormona que sostiene el embarazo) colabora con el cansancio inicial del primer trimestre. Si tenés la posibilidad de hacer una pausa en tu día y descansar, o de soltar algunas actividades (sobre todo las que te generen estrés) este primer momento de adaptaciones es un buen punto de partida para reenfocar la energía. Es habitual, en la sociedad en la que vivimos, que sintamos que descansar o pasar tiempo ocioso es “hacer nada”. Me gusta decirles a las personas gestantes que están haciendo un montón: están haciendo un ser humano, desarrollando sus órganos. Si pudiéramos verlo así, valoraríamos los tiempos de “no hacer” y quizás, solo quizás, transitaríamos mejor estas semanas.
Está comprobado que uno de los disruptores principales de la salud es el estrés2 y las hormonas que se generan cuando nuestro organismo interpreta que estamos en peligro. El sistema nervioso simpático se pone en marcha para protegernos y segrega adrenalina y cortisol. Son hormonas muy valiosas, nos permiten huir o defendernos cuando alguna situación compromete nuestra vida. Sin embargo, estos mecanismos están diseñados para actuar por períodos cortos. Si el peligro potencial se instala, el sistema deja de funcionar de manera adecuada y el estrés se cronifica, lo que genera un impacto importante en todos nuestros sistemas: endocrinos, metabólicos, de recuperación y descanso, pero, sobre todo, inmunológico. Es importante aclarar que no siempre el peligro es real, y la intensidad de la reacción tiene que ver con nuestra ventana de tolerancia al estrés. Muchas veces este mecanismo se pone en marcha a través de la idea que tenemos sobre una situación, o es gatillado por una experiencia que hace resurgir un evento traumático del pasado de la persona, incluso a veces tan lejano en el tiempo que no podemos recordarlo desde la conciencia o la razón. Sí puede estar la huella en el cuerpo, y esa huella, movilizada por la nueva situación, detona el mecanismo de lucha/huida y genera toda esta respuesta hormonal.
Por otro lado, y en la vereda opuesta y complementaria, aprendimos que las meditaciones nos ayudan a activar el mecanismo de calma y recompensa, gobernado por el sistema nervioso parasimpático, y que segrega hormonas tales como la oxitocina y las betaendorfinas.3 La práctica sostenida de meditaciones activa, estimula y desarrolla estos sistemas de calma, aumenta la energía vital, regula las hormonas y da un impulso importante al sistema inmunológico. Con esto no quiero decir que prescindamos de medicamentos, terapias o prescripciones médicas cuando sean necesarios. Lo que quiero es ofrecerte una herramienta sencilla, que no posee contraindicaciones, para invitarte a que la incorpores a tu vida y puedas explorar por vos misma los resultados que tiene para aportarte.
Muchas veces, las personas más “mentales” (aunque no me gusta definirnos en una categoría estática, las personas podemos ser muchas cosas) nos resistimos al concepto de meditar. Nos parece tiempo perdido, se nos ocupa la mente con un montón de pensamientos y preocupaciones, y la sola idea de dejar la mente en blanco nos parece un objetivo imposible de alcanzar. Es que posiblemente lo sea. Por eso me gusta trabajar con meditaciones guiadas: son propuestas a seguir, como cuando usamos una pista para hacer nuestra propia música encima. Después de un tiempo, si sentís que necesitás silencio o te gustaría adaptarlas, sentite libre de hacerlo.
Cuando trabajo con personas gestantes en las clases de yoga prenatal, suelo acompañar los cierres de clases con una meditación que me gustaría compartirte, que se puede hacer incluso desde antes de la gestación, pero es hermosamente efectiva una vez que estamos habitadas. La idea es que la hagas desde los primeros meses, y si la sostenés durante todo el embarazo, vas a notar cómo tu bebé reacciona y responde. Aun cuando no sientas los movimientos, el lazo que se forma entre ambos es notorio y se puede registrar.
Buscá una postura en la que puedas estar cómoda unos minutos. Podés estar acostada, sentada en la pelota de esferodinamia, en una silla con los pies apoyados en el piso, sentada contra la pared o como quieras. Evitá tener las piernas o brazos cruzados y cerrá los ojos. Siempre que trabajes en alguna meditación, buscá el espacio y el tiempo para que te permitas ser. Ayuda tener el teléfono en modo avión y poner alguna música que te acompañe. Son solo unos minutos.
Sintonizá con tu respiración, inhalando y exhalando cómodamente por la nariz, y observando con conciencia el recorrido del aire que entra y sale del cuerpo. Al inhalar, permití que el aire ocupe espacio, que expanda las costillas hacia los lados y llegue a cada órgano, a cada célula. Al exhalar, hacelo lento y suave. Si en algún momento te dan ganas de bostezar, no reprimas el bostezo ni el sonido.
Aflojá cuello, entrecejo, mandíbula, lengua.
La próxima vez que inhales, vas a imaginarte que desde la base de tu columna sale un hilo hacia el centro de la tierra, bien derecho, que te permita estar en conexión con esta gran madre, que te sostiene y te acuna mientras realizás este trabajo. Y desde tu coronilla (tapa de la cabeza) otro hilo sale hacia arriba, para que puedas también estar en contacto con toda la energía cósmica, dispuesta a recibir cualquier información que esté allí para vos.
Ahora, cada vez que inhales, vas a imaginarte que el aire expande en todo tu cuerpo una luz dorada de protección. Esta energía va llegando a cada órgano y lo va pintando de dorado, le permite brillar y resplandecer. En este acto, cada uno de ellos puede trabajar de manera correcta y armoniosa con todos los otros órganos y con todos los sistemas del cuerpo.
Dorá (pintá con energía dorada) entonces cada órgano (podés detenerte un momento más en aquellos en los que tengas alguna tensión o dolencia), y postulá (pensá, la energía responde a lo que pensamos y decimos) que al exhalar se pueda ir del cuerpo aquella tensión o traba que impida que este órgano se dore. Sentí el cuerpo más liviano cada vez que exhales.
Ahora vas a prestar especial atención a dorar tu pelvis, cada uno de los huesos que conforman esta cavidad. Dorá las crestas (huesos de la cadera), el pubis, el sacro, el cóxis, los isquiones, el suelo pélvico. Dorá tu vejiga, tu vagina y tu vulva. Dorá tu útero, el cuerpo y el cuello o cérvix. Dentro del útero, vas a pintar de energía dorada la placenta, el líquido amniótico, las membranas de la bolsa, el cordón umbilical y vas a sentir cómo esta expansión de luz llega a través del cordón a tu bebé. Tomate un momento para respirar profundo y sentí cómo tu bebé la recibe y reacciona. Prestá especial atención al centro de su cabecita; imaginate ahí una bola dorada y conectá con ella. Ese es el ser de tu bebé. Aprovechá para comunicarle lo que sientas, lo que desees compartirle. Aprovechá para escuchar aquello que tu bebé quiera manifestarte. Escuchalo desde tu propio centro, la bola dorada en el centro de tu cabeza. Ustedes tienen comunicación fluida y sin interrupciones. Es momento de incentivarla y aprovecharla.
Cuando sientas que todo tu cuerpo físico está dorado, y funciona de manera correcta y en armonía, empezá a expandir esa energía hacia el campo energético de alrededor, hasta que dores por completo un huevo del tamaño de tus brazos extendidos en todas las direcciones alrededor de tu cuerpo físico. Postulá que con este baño vas a estar libre de fisuras, con la energía disponible para vos y tu bebé, y delimitá un borde energético que nadie puede cruzar sin tu permiso.
Una vez que hayas terminado, tocá el piso con las manos para devolver a la tierra cualquier exceso de energía, agradeceles a la tierra y al universo por sostenerte, agradecele a tu bebé y a tu ser por haberse entregado a este trabajo, repetí tu nombre hacia tus adentros o en voz alta para traerte de regreso y volvé despacito a moverte y a abrir los ojos.
Al finalizar, tomá tu bitácora y anotá impresiones, palabras o lo que desees, a modo de registro del trabajo realizado. Podés hacerlo cada día en que hagas la meditación, o aquellas veces en las que sientas que hay algo valioso allí que te gustaría recordar en el futuro.
Una de mis premisas favoritas para todo es escuchar al cuerpo, porque ahí siempre está el camino correcto para cada momento. Pero, claro, a veces el cuerpo se pierde y necesita un GPS. Esto se debe a los años y generaciones que pasamos desconectadas y alejadas de la naturaleza. Si queremos escuchar al cuerpo, pero el cuerpo está intoxicado o inflamado, es posible que no podamos obtener respuestas de mucha ayuda. Sin embargo, los cambios rotundos tienden a no sostenerse, y para que algún cambio se haga hábito y veamos un impacto en la salud, este debe ser sostenible y sustentable, disfrutable y posible.
En embarazos sanos, que son la mayoría, no existe ninguna contraindicación sobre la actividad física (de hecho, es muy beneficiosa). Es posible que, si veníamos teniendo una actividad muy intensa, el propio cuerpo nos pida bajar un poco el ritmo y buscar algo más acorde, pero esta no es una indicación general anclada en poner en riesgo el embarazo, sino que parte de las características habituales de este trimestre y debería evaluarse en cada caso en particular. Aunque algunos obstetras van a recomendar esperar a la semana 12 para comenzar una actividad física, si ya la venías realizando y tu cuerpo está cómodo con ella, no hay razón para no hacerla durante el primer trimestre. En asuntos médicos, tendemos a poner todo el conocimiento afuera, como si una persona ajena a nuestro cuerpo pudiera conocerlo más que nosotras mismas. Se nos educó para desconfiar de nuestro saber y desoír nuestra intuición, para seguir recetas e instrucciones y nos sentimos más cómodas o bien haciendo todo lo que nos dicen, o haciendo todo lo contrario. Pues bien, en este asunto, que implica un estadio de salud y no de enfermedad, cada persona gestante sabe, si puede conectarse, lo que necesita a cada momento. Es superaliviador tener un equipo en el cual poder confiar, y te invito a que te encuentres con varios hasta que des con el tuyo, pero no esperes que el equipo sepa más sobre tu cuerpo que vos, que conozca más a tu bebé que vos y que pueda decirte cada día cómo es esperable que te sientas. Es probable que esa expectativa no sea nunca correcta ni totalmente satisfecha.
Deportes extremos o de alta competición requieren consulta particular.
Con esto no quiero decir que si nunca hiciste nada físico el mejor momento para empezar es el primer trimestre. En realidad, el mejor momento para empezar es cuando te sientas con ganas. Si estás viviendo un primer trimestre gozoso y sin sintomatología, podés comenzar cuando quieras. Siempre que comenzamos una actividad nueva, es mejor ir de menos a más, es decir, comenzar por actividades más suaves. En el embarazo, clases específicas prenatales de yoga, eutonía, esferodinamia, baile o expresión corporal son apropiadas, aunque sea tu primer encuentro con ellas y estés en el primer trimestre. Si tenés dudas, consultalo con un profesional de la salud. Si por alguna razón de este embarazo en particular, te indican reposo, podés comenzar luego de terminado el primer trimestre, o cuando tengas el alta del reposo. Otras actividades, como caminatas, gimnasia postural, entrenamiento de baja intensidad, natación, tai chi, stretching, pilates (con profe que sepa de embarazo) también son muy apropiadas y seguras.
Transitar el embarazo en movimiento nos ayuda a aliviar las molestias asociadas a cada momento de este, libera serotonina, oxitocina y endorfinas para mantener una mente calma y el buen humor, ayuda a los procesos circulatorios, metabólicos, hormonales y favorece el buen descanso.
Si además realizás la actividad al aire libre y con luz solar natural, el impulso inmunológico de la vitamina D se fortalece, lo que trae beneficios amplificados para vos y tu bebé.
Si tenés que transitar un embarazo en reposo, sea parcial o total, sea por algunas semanas o por todo el tiempo, hay algunos ejercicios muy suaves de eutonía y automasaje que son indicados para aquietar la mente y lograr un correcto flujo de la energía en tu cuerpo. Sirven también para aliviar los dolores que puede causar la quietud.
Respecto de la actividad física: la idea es ¡que no se vuelva una exigencia! Por eso me parece fundamental, dado que tenemos una gran oferta de recursos, que elijas aquel/aquellos que te haga/n más feliz y con el/los que te sientas más a gusto. Hay embarazos que nos piden ir lento, conectar con movimientos sutiles y con la posibilidad de pasivizarnos (ya vivimos demasiado activos en las sociedades actuales) y otros que quieren ritmo y fuego. Si prestás atención, es posible que lo que pida el cuerpo en el embarazo tenga más que ver con quién es tu bebé y cómo es su energía que con vos misma. Después de todo, los bebés se manifiestan de múltiples maneras: en antojos, en ritmos, en mayor o menor sensibilidad, en novedosas y sorprendentes habilidades mentales o flexibilidades nunca antes experimentadas, en historias y deseos. Solo es cuestión de aguzar el oído interno y escuchar qué necesitan.
En el mundo de las experiencias del cuerpo, pocas veces nos detenemos en la nutrición completa de la vida. Hemos hablado de nutrirnos con buena alimentación, con movimiento y luz solar, alimentar una mente calma a través de las meditaciones. Hemos hablado de nutrirnos de historias bellas y poner un límite claro en las historias trágicas que no nos pertenecen, para no ser el punching ball energético de nadie, menos en un momento tan permeable como el embarazo.