Con quien vengo vengo - Pedro Calderón de la Barca - E-Book

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Pedro Calderón de la Barca

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Beschreibung

Con quien vengo vengo de Pedro Calderón de la Barca es una comedia de enredos amorosos con un argumento lleno de equívocos, cambios de identidades, disfraces y nocturnidad. Los personajes principales de la comedia son dos parejas de damas y galanes: - don Juan y Otavio - y Leonor y Lisarda; - un viejo, padre de don Juan,   - y un caballero, don Sancho, hermano de Leonor y Lisarda. - A ellos se suma la figura del gracioso, Celio.La acción se desarrolla en Verona, donde don Juan y Otavio —amigos desde los tiempos de estudiantes en Bolonia— se encuentran porque este último tiene que cumplir una misión secreta, para lo cual se aloja en casa de don Juan. La misión secreta de Otavio es vengarse de don Sancho, hermano de las dos damas, a causa de una antigua contienda amorosa. El personaje de don Juan se enfrenta con la tesitura de defender a su amigo Otavio; o a don Sancho, también amigo, hermano y guardián de la honra de Leonor. Don Juan acude con Otavio a una comprometida cita amorosa con Leonor, a medianoche, y son sorprendidos por don Sancho, en tal circunstancia. Don Juan resuelve el dilema que se le plantea en tal coyuntura poniéndose de parte de Otavio porque es con él con quien ha acudido a la cita. De ahí el título de esta obra: Con quien vengo, vengo.

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Seitenzahl: 101

Veröffentlichungsjahr: 2010

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Pedro Calderón de la Barca

Con quien vengo vengo

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: Con quien vengo vengo.

© 2024, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Michel Mallard.

ISBN rústica: 978-84-9816-400-8.

ISBN ebook: 978-84-9897-148-4.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

Personajes 8

Jornada primera 9

Jornada segunda 53

Jornada tercera 99

Libros a la carta 147

Brevísima presentación

La vida

Pedro Calderón de la Barca (Madrid, 1600-Madrid, 1681). España.

Su padre era noble y escribano en el consejo de hacienda del rey. Se educó en el colegio imperial de los jesuitas y más tarde entró en las universidades de Alcalá y Salamanca, aunque no se sabe si llegó a graduarse.

Tuvo una juventud turbulenta. Incluso se le acusa de la muerte de algunos de sus enemigos. En 1621 se negó a ser sacerdote, y poco después, en 1623, empezó a escribir y estrenar obras de teatro. Escribió más de ciento veinte, otra docena larga en colaboración y alrededor de setenta autos sacramentales. Sus primeros estrenos fueron en corrales.

Lope de Vega elogió sus obras, pero en 1629 dejaron de ser amigos tras un extraño incidente: un hermano de Calderón fue agredido y, éste al perseguir al atacante, entró en un convento donde vivía como monja la hija de Lope. Nadie sabe qué pasó.

Entre 1635 y 1637, Calderón de la Barca fue nombrado caballero de la Orden de Santiago. Por entonces publicó veinticuatro comedias en dos volúmenes y La vida es sueño (1636), su obra más célebre. En la década siguiente vivió en Cataluña y, entre 1640 y 1642, combatió con las tropas castellanas. Sin embargo, su salud se quebrantó y abandonó la vida militar. Entre 1647 y 1649 la muerte de la reina y después la del príncipe heredero provocaron el cierre de los teatros, por lo que Calderón tuvo que limitarse a escribir autos sacramentales.

Calderón murió mientras trabajaba en una comedia dedicada a la reina María Luisa, mujer de Carlos II el Hechizado. Su hermano José, hombre pendenciero, fue uno de sus editores más fieles.

Personajes

Octavio, galán

Don Juan, galán

Don Sancho, galán

Ursino, viejo

Celio, criado

Gobernador

Un Criado

Doña Lisarda, dama

Doña Leonor, dama

Nise, criada

Gente

Jornada primera

(Salen doña Lisarda y doña Leonor asidas de un papel.)

Leonor No le has de ver.

Lisarda Es en vano

defenderle ya.

Leonor Resuelta

estoy antes a hacer...

Lisarda Suelta.

Leonor ...un exceso en él villano.

Lisarda Ya el papel está en mi mano.

¿Cómo has de excusarte agora

de que le vea?

Leonor Señora,

hermana, Lisarda, advierte...

Lisarda Esto ha de ser de esta suerte.

Leonor ¿Quién mis desdichas ignora?

(Lee.)

Lisarda «Amor, señor don Juan, que de amor

no pasa a atrevimiento, indignamente

adquiere el nombre. Dígalo el mío;

pues me atreve a tanto que, sin mirar

el riesgo de mi vida, el temor de mi

hermano ni el recelo de Lisarda, os

suplico, vengáis esta noche por el

jardín, donde entraréis a hablarme;

y venga con vos el criado, porque,

cuando yo aventuro mi vida, trato

de asegurar la vuestra.»

(Aparte.) (¡Notable resolución!

Más mal hay del que pensé;

pues donde solo busqué

una sombra, una ilusión,

hallo un engaño, una acción

tan grave. No sé qué intente;

mas ya importa cuerdamente

disimular el agravio;

que parecer muda el sabio,

consejo toma el prudente.)

Leonor ¿Estás ya contenta, di,

de haberlo sabido?

Lisarda No;

porque de estas cosas yo

no he de estarlo, triste sí.

Leonor ¿Mil veces no te advertí

que no llegases a ver

el papel, que había de ser

de disgusto y de pesar?

Pues quien no lo ha de estorbar

¿por qué lo quiere saber?

Mira lo que has conseguido,

que, andando yo con secreto,

con recato y con respeto

huyendo de ti, has querido

perder el que te he tenido.

Pues cuando tú no entendiste

mi amor, respetada fuiste,

y ya que lo sabes, no;

porque no he de olvidar yo,

porque tú mi amor supiste.

Lisarda Sin prudencia y sin consejo,

dudosa, Leonor, estoy;

y cuando a un discurso voy,

más del discurso me alejo.

Dos veces de ti me quejo,

de parte de nuestro honor

una, y otra de mi amor;

que amar y callar te ofreces,

para ofenderme dos veces

con una culpa, Leonor.

Cuando tú te aconsejaras

conmigo, para querer,

la primera había de ser

que dijera que no amaras.

Mas si a decirme llegaras

que amaste una vez, yo fuera

la primera y la tercera

que echara el manto al amor;

que si aquello fuera honor,

estotro cordura fuera.

Leonor Has nacido sin empeño

en palabras y en acciones,

tan dueño de tus pasiones,

de tus discursos tan dueño

que no vi en ti el más pequeño

afecto a mi pena igual,

para que en desdicha tal

te descubriese la mía;

y hace mal quien su mal fía

a quien no sabe del mal.

¿Quién en libertad se vio

que se duela del cautivo?

¿Quién, estando sano y vivo,

se acuerda del que murió?

¿Quién en la orilla rogó

por el que en el mar fallece?

¿Quién del dolor se entristece

que a otro aflige y desalienta?

Nadie; que nadie hay que sienta

las penas que otro padece.

Yo así, esclava, no te hablé,

porque en libertad te vi;

muerta, no me llegué a ti,

porque con vida te hallé;

desde el mar no te llamé,

porque en la orilla vivías;

doliente en las ansias mías,

no te pedí que sintieras,

porque sé que no supieras

sentir lo que no sentías.

Pero ya que yo no he sido

quien te ha dicho mi cuidado,

y que la ocasión me ha dado

el lance que se ha ofrecido,

sabe que amor he tenido

y sabe que fue don Juan

Colona a quien lugar dan

mis favores en secreto,

por ilustre y por discreto,

por valiente y por galán.

Dos años ha que festeja

mi calle; dos años ha

que asido hasta el alba está

a los hierros de mi reja.

Al ruego, al llanto, a la queja

roca, monte y fiera fui.

Pero ¿quién pudo —¡ay de mí!—

resistirse tiempo tanto

a la queja, al ruego, al llanto

de un hombre que llorar vi?

Vida, hacienda y honra gano

con tal dueño; esto previno

mi esperanza, cuando vino

de la guerra nuestro hermano.

Y viendo que ya es en vano

hablar por la reja, quiero

que entre al jardín. No el primero

será mi amoroso error

que le enmiende otro mayor;

en él esta noche espero.

Mas pues te ha dicho el papel

a lo que mi amor llegó,

no es bien que te diga yo

lo que ya te ha dicho él.

Ésta es la causa cruel

de mi gran melancolía,

éste el fin de mi alegría;

y pues que tu hermana soy,

y humilde a tus pies estoy,

no estorbes la suerte mía.

Lisarda Aunque es verdad que pudiera

ofenderme de tu amor,

estás resuelta, y error

notable el reñirte fuera,

pues sé que con eso hiciera

mayor tu amor y tu fe

de lo que al principio fue;

que aunque de amor no he sabido,

que crece más resistido

amor, como es fuego, sé.

Cuentan que se hallan dos fuentes

cuyos templados cristales,

naciendo juntos e iguales,

son varios y diferentes;

pues contrarias las corrientes,

iris de oro, nieve y plata,

que una montaña desata,

contienen tanto rigor

que la una mata de ardor

y la otra de hielo mata.

Yo, que aborrezco el amor,

yo, que ni estimo ni quiero,

soy la de hielo; pues muero

a manos de mi rigor.

Tú, que adoras su sabor,

y tu mismo daño adquieres,

eres la opuesta; pues mueres

llena de ardor y de fuego.

Juntémonos, porque luego,

si soy hielo y fuego eres,

templaremos de manera

nuestra condición nociva,

que el cargo del amor viva,

y el de la opinión no muera.

Dime, pues, ¿quién es tercera

de tu amor?

Leonor Nise avisada

está de abrirle a la entrada.

Lisarda ¡Oh, qué infeliz a ser vienes,

Leonor, supuesto que tienes

que te calle una criada!

Mas oye lo que he pensado

para asegurarme a mí

y no embarazarte a ti

la esperanza de tu estado.

En traje disimulado

yo tu criada he de ser

de noche, porque he de ver

si es tan honesto el empleo

de tu amor y tu deseo

como me das a entender.

Seis cosas así consigo;

ser con nuestro honor leal,

ser contigo liberal,

y ser honrada conmigo;

dar a tu amor un testigo

que temas enamorada,

suspender después la espada

de don Sancho cuando venga

y excusar el fin que tenga

que callar una criada.

Envía, pues, el papel,

y empiece el engaño hoy.

Leonor Esperando un criado estoy

que aquí ha de venir por él

agora, y aun es aquél.

Lisarda Aunque de don Juan oí

la fama, nunca le vi,

ni a él conozco ni al criado.

Dale el papel, con cuidado

de que te guardas de mí.

(Salen Nise y Celio.)

Celio No faltará una cautela;

que a los audaces, sin duda,

dicen que Fortuna ayuda,

y a los tímidos repela.

Nise Ya te vio.

Celio ¡Triste de mí!

¡Y qué ojos!

Lisarda ¡Gentilhombre!

Celio Ése, señora, es mi nombre.

Lisarda ¿Cómo os atrevéis así

a entraros aquí?

Celio No sé

qué respuesta daros pueda;

término se me conceda

el de la ley, para qué

en tan estupendo exceso

halle de disculpa indicio;

y así digo que al oficio

de la querella el proceso

se lleve, porque mejor

fulminado el caso esté,

y que yo responderé

allá por procurador.

Lisarda No de burlas respondáis,

cuando de veras os hablo.

Celio (Aparte.) (¡Esta mujer es el diablo!)

Lisarda Decid presto ¿a quién buscáis?,

o haré que por atrevido

mil palos, villano, os den

dos esclavos.

Celio No harán bien

en darme lo que no pido.

Mi conciencia acomodada

corre, porque de esto gusta,

siempre abierta y nunca justa,

por no verse empalizada.

Y tanto se sutiliza

el temor que de mi casa

no salgo el día que pasa

por ella Mons de Paliza.

Y así, porque revoquéis,

diosa Palas, la paluna

sentencia, ved que ninguna

causa contra mí tenéis.

Buscando vengo al cajero

de don Nicolás Ursino,

este genovés vecino,

para que me dé el dinero

que de una libranza resta.

Dijéronme que vivía

pared en medio, y creía

que fuese la casa ésta.

Y así por ella me he entrado,

como quien viene a pedir;

mas con volverme a salir

se enmienda todo lo errado.

(Quiere irse Celio.)

Lisarda Llámale y dale el papel,

Leonor, sin que yo lo vea.

Leonor Oíd, soldado. Quien desea

castigar hoy tan cruel

vuestra osadía ha mandado

que os diga que aquí, advertid,

no volváis más.

(Dale el papel.)

Celio Pues decid

que yo lo pondré en cuidado

y, cumplida mi esperanza,

no vendré más donde estoy,

pues, Dios bendito, me voy

sin palos y con libranza.

(Al irse Celio, sale don Sanchoy le detiene.)

Sancho ¿Qué libranza?

Celio (Aparte.) (Esto es peor

lance; no me voy sin palos.)

Sancho ¿Qué buscáis?

Celio (Aparte.) (Indicios malos.)

No busco nada, señor.

Sancho ¿De quién sois criado vos?

Celio De Dios.

Sancho ¡Lindo desenfado!

Celio Si Dios todo lo ha criado,

¿quién no es criado de Dios?

Y si argumentos tan buenos

no os dejan asegurado,

pruebo que soy su criado

en que es a quien sirvo menos.

Y al cabo, por yerro entré

aquí, y ya me he disculpado

del yerro y de haber entrado.

No te lo digo, porqué

es contra el arte decir

alguna cosa dos veces.

Mas si a saberlo te ofreces,

mejor lo podrás oír

de esas damas, a quien yo

lo he dicho ya, y mi capricho

se atiene a «lo dicho, dicho».

(Vase Celio.)

Lisarda Déjale; que aquí se entró

preguntando si sabía

de un vecino a quien él viene