Con sentido - Carlos Rafael Cadet - E-Book

Con sentido E-Book

Carlos Rafael Cadet

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Beschreibung

En tiempos donde las "urgencias" marcan toda la agenda diaria, Carlos nos invita a permitirnos detener un rato el mundo (el de cada uno). Nos propone reflexionar sobre nuestra sociedad, sus valores y hábitos, a partir de pensamientos, emociones, reacciones que a él le generan; lo hace compartiéndolos con todos nosotros a corazón abierto. El respeto a los mayores, la ambición, el ser agradecido; la paciencia y el trabajo como llave para el éxito; la moda y el buen gusto, la educación, el buen uso de la libertad; el amor propio en contraposición a la soberbia; los miedos, la autocrítica, la tecnología y la despersonalización, la obsesión y la meticulosidad, los vínculos sanos, la experiencia, la transparencia, los fracasos y el aprendizaje, el sentido del humor, la vida con pasión, el silencio cuando dice mucho, la austeridad, la resolución de los problemas y el trinomio suerte/esfuerzo/destino. Estos son algunos de los muchos tópicos y postulados que desarrolla en Con sentido; animándose, con humildad, a sugerir qué actitudes o conductas debieran tomarse frente a distintos conflictos y situaciones de la vida cotidiana.

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Producción editorial: Tinta Libre Ediciones

Córdoba, Argentina

Coordinación editorial: Gastón Barrionuevo

Diseño de tapa: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones.

Diseño de interior: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones.

Cadet, Carlos Rafael

Con sentido / Carlos Rafael Cadet. - 1a ed. - Córdoba : Tinta Libre, 2021.

188 p. ; 21 x 14 cm.

ISBN 978-987-708-954-7

1. Desarrollo Personal. I. Título.

CDD 158.1

Prohibida su reproducción, almacenamiento, y distribución por cualquier medio,total o parcial sin el permiso previo y por escrito de los autores y/o editor.

Está también totalmente prohibido su tratamiento informático y distribución por internet o por cualquier otra red.

La recopilación de fotografías y los contenidos son de absoluta responsabilidadde/l los autor/es. La Editorial no se responsabiliza por la información de este libro.

Hecho el depósito que marca la Ley 11.723

Impreso en Argentina - Printed in Argentina

© 2021. Cadet, Carlos Rafael

© 2021. Tinta Libre Ediciones

En honor a la lucha y a la resiliencia.

Agradecimientos

Quiero fundamentalmente agradecer a Dios, fuente y dador de vida.

También es un homenaje a mis padres, Jean Verdieu Cadet y María del Rosario Olagaray de Cadet, que me entregan y entregaron su amor a tal punto de darme la vida.

Decirles también gracias a mis hermanas, María Gabriela Cadet y María Clara Cadet, que me han apoyado siempre y a las cuales amo profundamente.

A mi tía abuela María Esther Luisa Otero, que me cuida desde el cielo y que ha hecho todo lo posible para que yo siempre estuviera bien y fuera feliz, y que con su vida dio un claro ejemplo a toda la familia de integridad, conducta y corrección.

A mi tía Marta María Olagaray y a mi tío Jaime Miguel Olagaray, que son dos pilares incondicionales de soporte para mí y a los cuales amo con el alma.

A Daniel Falco de Castro, un amigo que conozco de aquellos años “mozos” de Medicina, desde nuestra más tierna juventud, un amigo que es incondicional, me alienta, me quiere, me respeta, me apoya y me comprende.

A Pablo Vernazza, con quien comenzamos esta franca amistad desde nuestra más pura y tierna infancia y con él he vivido momentos inolvidables.

A David Cardone, amigo generoso, atento y de fierro, siempre está, con él hablo todos los días, me escucha, debatimos, intercambiamos opiniones, nos reímos, y muchos de los temas vertidos en este libro surgieron de esas ricas charlas.

A Diego Pitiot, por creer y apostar por mí, por su apoyo y afecto sincero.

A mi primo Pierre André Pierre Louis, por la contención siempre brindada y ofrecida.

A mis amigos de la Patagonia, Salta, Santa Rosa, Buenos Aires y Córdoba.

Sin todas estas personas, nada de esto hubiera sido posible, son ellos los que a diario me ayudan a pensar y me enseñan a vivir...

Gratitud, ¡una palabra hermosa y enorme!

CON SENTIDO

CARLOS RAFAEL CADET

Prólogo

Por Pablo Rafael Vernazza

Si hay algo lindo que la vida te puede regalar, es poder compartir la felicidad de un amigo, su momento de goce, su éxito. Estoy agradecido de tener la oportunidad y el privilegio de prologar este primer libro de Carlos, conociendo todo el esfuerzo y la pasión que ha puesto a lo largo de los años. Me llena de placer poder participar, aunque sea en una mínima parte, de este logro.

En realidad, tengo que reconocer que es un motivo de orgullo formar parte de la vida de Carlos desde hace tantos años. Es una de esas personas que ya por el solo hecho de tenerla cerca, habla bien de uno. Y es así porque es una buena carta de presentación tener como amigo a un ser íntegro, buena gente, desinteresado, que se entrega de lleno, querido por todos.

Antes de hablar brevemente del contenido de la obra que el lector está por comenzar a disfrutar, tengo la obligación moral de referirme al autor. Porque Carlos es motivo de admiración para mí, y no puedo dejar de asombrarme todos los días por su entereza, su hombría de bien, su entrega al prójimo. Yo lo considero un triunfador, por la manera en que dejó atrás duros momentos con que la vida lo enfrentó, y por cómo salió adelante aún más fuerte que antes. Con su ejemplo, no para de enseñarnos a todos, todo el tiempo.

Podría hablar mucho sobre lo que Carlos significa para mí, pero no es la idea de esta introducción, sino que el objetivo —estoy acotado por el género— es anticiparle a quien se encuentra con estas páginas lo que está por venir, y darle mi humilde opinión, a modo de presentación. Y lo primero que tengo para decir es que nos enfrentamos a una obra que intenta algo que no es común en estos tiempos, ya que se anima a PENSAR.

Uno puede coincidir o no con las ideas que Carlos plasma en esta colección de pensamientos que nos ofrece, ya que no es necesario estar de acuerdo para disfrutarlo. Su libro no es una “bajada de línea”, sino una expresión de su parecer, una enumeración de los temas que lo movilizan, pero con un hilo conductor que está siempre presente, que es la argumentación. Te dice lo que piensa, pero además por qué piensa de ese modo, es decir, lo fundamenta.

Estamos ante la obra de un pensador contemporáneo, y no es una exageración lo que digo. Claro que quizás debemos sacarnos los prejuicios que vienen desde nuestra cuna, que nos pueden llevar a creer erróneamente que solo están autorizados a esta actividad los grandes filósofos clásicos, o los ilustres nombres que nos han enseñado en la universidad.

Carlos es un pensador de la vida cotidiana, no estudió ni filosofía, ni epistemología, ni tiene un doctorado en sociología. Simplemente es un tipo como todos nosotros, que ha leído, se ha cultivado, pero que sobre todo tiene la virtud de reflexionar, de buscarle sentido a las cosas. Su territorio de trabajo no es el aula magna de ninguna cátedra, sino los momentos libres de su trabajo, sus viajes en colectivo, sus paseos a pie por su Córdoba querida, sus visitas a librerías, sus desayunos en los bares del centro, y por qué no, algunas horas de madrugada e insomnio.

Pero tengo que agregar algo para mí mucho más importante, lo más destacado a tener en cuenta. Y es que todo lo que el autor expresa en la obra sobre la manera en que se debe ver y sentir la vida, sobre la conducta que se debe seguir ante cada situación, sobre cómo se debe tratar a la gente, sobre cómo se debe ser sincero con lo que uno siente, es lo que él aplica día a día en la práctica cotidiana.

Quienes conocemos a Carlos de tantos años sabemos que lo que escribe es lo que piensa realmente, que no la “caretea”. Lo que plasma en estos textos es lo que hace siempre, por lo que logra algo dificilísimo: lo que proclama a viva voz está en sintonía con lo que hace, con su conducta. Y eso es lo que admiro, porque es el sustento de lo que se conoce como una persona ÍNTEGRA.

Leer este libro es conocer cómo piensa Carlos —o Charly, como lo conocemos cariñosamente muchos de sus íntimos— y también es saber cómo es Carlos. Porque lo que escribe es lo que hace habitualmente. Cuando habla de cómo afrontar los problemas a los que te somete la vida, los miedos, el estrés, la injusticia, por citar algunos ejemplos, uno no puede dejar de reconocer que él así lo aplica en su vida cotidiana de manera permanente.

En sus temas de análisis, Carlos deja expresado un código de ética, y es inflexible. Nos somete a todos a un espejo, en el que no podemos evitar mirarnos a nosotros mismos y preguntarnos si somos capaces de asumir semejantes valores, que son los que él pregona y pone en práctica. Nos habla de ser agradecidos, de ser respetuosos, de admirar la belleza, de ejercer la simpleza, la humildad, la elegancia.

Como él mismo asegura sin faltar a la verdad, da un valor enorme a la palabra, que en su caso es un contrato. Y así es en la vida real: Carlos no miente, no la “dibuja”, no se desdice. Sus valores son muchos, y varios están expresados en este libro: el culto a la paciencia, la entrega desinteresada al otro y también al entregarse a una pasión. Precisamente, yo alguna vez lo definí como un apasionado, algo que a él le enorgullece escuchar. Y no me equivoco, ya que este libro es una prueba de ello. Cuando Carlos se juega por algo, lo hace de lleno. Se entrega sin miramientos, no tiene grises, nunca es a medias tintas. Y así es con sus opiniones, que en muchos casos son viscerales. No busca complacer ni tampoco convencer, sino dar su visión, que es fruto de una ardua reflexión.

Este libro es un acontecimiento, porque en estos tiempos de “maratones” de series televisivas, de inagotables horas de pantalla de celular en las que la mayoría de las veces no se dice nada interesante, en el reinado de las superfluas redes sociales repletas de fotos que en muchos casos quieren vender una realidad aparente, hay que destacar que haya alguien que invierta su tiempo en pensar sobre las cosas profundas: el sentido de la vida, lo oculto, la vocación, la religión, la fe, el trabajo.

Hoy casi nadie se dedica a eso, y esto convierte al autor en un revolucionario sin proponérselo. Ponerse a pensar, reflexionar, meditar, argumentar no son acciones que estén de moda en los días que corren. Carlos es contracultural, va a contramano de su época, y seguramente eso es destacable de por sí. No busca la comodidad, sino que buscar ser fiel a lo que siente, le guste a quien le guste.

No voy a decir mucho más sobre la obra, que está aquí al alcance de todos y se basta por sí misma. No necesita exégetas ni aduladores. Solo concluyo en destacar que el trabajo de Carlos es producto de una pasión, del esfuerzo y la dedicación, y que el resultado refleja lo que él es de manera acabada. Es como una charla o un diálogo con el pensamiento del autor, que a veces puede ser caótica, porque es su estilo. Puede saltar del amor al trabajo, de la vocación al deporte, de la moda a la metafísica. Es una especie de Aleph en el que está todo junto, pero a la vez tiene su propio orden.

Festejo ser partícipe de la realización de este proyecto, y que Carlos haya podido plasmar en una obra todo lo que es y lo que siente. Sé de todas las horas que ha dedicado con esfuerzo y también con placer a cumplir su sueño, que seguramente será el primero en una larga cadena de éxitos, palabra engañosa que no debe medirse en cifras de ventas, en montos dinerarios, en fama, sino en respetar los propios valores, ser fiel a uno mismo y compartirlo con los seres queridos. Brindo por más gente como Carlos Cadet en este mundo. Y ojalá disfruten de su obra.

Prólogo

Por Daniel Falco de Castro

¿Qué decir de estos pensamientos? Después de muchos años de conocernos, tantos que ya no me acuerdo cómo empezaste con esto. Puedo ver, con orgullo y felicidad, que diste nacimiento a tu primer libro, Con sentido.

Ambos pasamos momentos hermosos y otros no tanto; momentos tristes y difíciles pero que con el tiempo supimos usar para construir nuestra gran amistad. Admiro el esfuerzo y constancia que le dedicás a cada uno de estos pensamientos, sé que son cuestiones de análisis y organización meticulosa y casi obsesiva, obsesión que compartimos en distintas formas de vida.

Un día me contaste sobre tus escritos y la posibilidad de publicarlos, pero fue tremenda la noticia cuando me pediste que escribiera un prólogo. Corriendo fui a la calle Santa Rosa, frente a nuestro querido Hospital de Clínicas; terrible fue la noticia cuando me dijeron que no tenían aún tu resumen.

Dejo las palabras para vos, que sos el que sabe hacer que queden bonitas...

Luchá y defendé lo que querés, soñá y concretá esos sueños. No hay como un corazón y un alma que han vivido y que lo han dado todo, porque buscaron en cada cosa que hacían que su paso por esta vida no fuera en vano.

Carlos Rafael Cadet

En ocasiones, los jóvenes creen que siempre van a ser jóvenes, y en esa tesitura no pueden ver más allá, es decir, no se ponen a mirar a las personas mayores y no comprenden sus dolencias, sus afecciones, sus sensibilidades, sus limitaciones, precisamente porque no se ponen en lugar de los mayores, creen y viven mirándose solo a sí mismos y viviendo esa juventud que piensan, a veces equivocadamente, que será eterna.

Muy por el contrario, no se dan cuenta de lo que es y significa la lucha diaria contra el propio cuerpo del adulto mayor, no tienen en consideración que él a veces sufre y le pesa llevar adelante el trajín cotidiano, precisamente porque ha envejecido y la vejez trae aparejada cambios significativos en el cuerpo y en la mente del adulto.

Cambios que a veces imposibilitan hacer lo mismo que se hacía de joven, con soltura, con rapidez, con agilidad, sin dolor, y eso a veces pesa y resulta difícil, adverso.

Por eso la realidad que les toca vivir y que nos va a llegar a todos, tanto a ellos como a nosotros que estamos “viniendo”, nos corresponde aceptarla y comprenderla, para poder así entenderlos y brindarles el acompañamiento que merecen en sus años longevos.

Debemos ayudar al adulto mayor. Muchos de ellos, la inmensa mayoría, han vivido una vida de trabajo, de sacrificio, y es necesario saber ponerse en el lugar del otro.

En esa etapa de vejez, son otros los objetivos, otras las prioridades, y tienen el derecho a vivir la vejez con calidad de vida y tener una ancianidad digna.

Todos tenemos que hacernos eco de esto y tomarnos un momento, para pensar en ellos y ver de qué modo podemos ayudar y mejorar su vida. Primeramente nos corresponde hacerlo con nuestros padres y también tenemos que hacer lo mismo con cualquier adulto mayor.

Merecen nuestro respeto, cuidado y atención.

Muchas veces nos preguntamos ¿casualidad o causalidad? Todo responde a una razón: en el universo todo está concatenado, nada está librado al azar.

Al vivir experiencias de la propia vida, aparecen episodios sobre los cuales nos preguntamos ¿por qué? O pensamos ¿tiene esto que ver de alguna manera o está relacionado con lo que viví anteriormente? Y todo tiene una respuesta: el destino está marcado.

No obstante, no hay que quedarse a esperar que las cosas sucedan, tenemos que trabajar para que el destino conspire a nuestro favor.

En esa búsqueda y acción de trabajo, aparecen episodios que no sabemos explicar, que son coincidentes, que tienen una conexión, y es allí donde surge el interrogante casualidad o causalidad.

Se fundamenta la respuesta en la causalidad, aunque tiene como primera explicación a través de la incomprensión y la generación de la duda la casualidad. Vivimos en el universo y no somos un ente aislado, toda la materia y lo inmaterial está conectado, fluye a través de la energía.

Los que tenemos un sustento espiritual creemos en un plan perfecto de Dios. Otros seguirán llamándole casualidad y seguirán “tentando al destino”.

Para realizar cualquier trabajo, se requiere de paciencia. En la vida misma es necesario emplearla. Tener paciencia es saber esperar y en ocasiones también es mucho más, ya que hay que trabajar de forma constante, incesante y persistente para poder ver resultados, y uno debe armarse de paciencia para que esos resultados sean tangibles y se puedan vislumbrar en la vida real.

Lo contrario de ella es la ansiedad, y esta última te altera. Debemos trabajar para adquirir y armarnos de paciencia. En la vida, gracias a ella y al trabajo sostenido se puede triunfar y alcanzar el éxito.

Practicarla representa todo un ejercicio, bajar los decibeles, las revoluciones, los aceleres, hacer y actuar desde ese trabajo interior y mental.

Una persona puede ser muy inteligente, puede ser muy linda/o, pero si no sabe agradecer, si no se acoge a normas de cortesía y urbanidad, se deslucen total y vertiginosamente todos esos atributos que pueda tener. Son muy importantes la cortesía, los buenos modales, los buenos modos.

Eso realza y le da otro vuelo a la persona. Por tanto, el que es descortés, maleducado o que tan solo no sabe agradecer, degrada de por sí la condición de ser humano, de galante, de caballero, de hombre o mujer educada.

Proporcionar los buenos actos, buenas costumbres y acciones encuadra a la persona dentro de un rango que abarca, comprende y concierne a la educación. Y ello no solo está bien y es lo que corresponde, sino que da gusto ver a una persona que se ajusta y lleva una vida de acuerdo a esos patrones y parámetros.

La gente que experimenta un crecimiento “normal” en algún momento de su vida madura evoluciona. Y va aprendiendo a partir de la experiencia de vivir.

Además, en esa evolución puede que comience a aceptar pensamientos que consideraba erróneos o erráticos y cambie de postura, o que, en su aprendizaje, pase a considerar como equivocado aquello que consideraba como correcto. Otras veces, se sigue asintiendo la enseñanza que se recibe y esta se perfecciona.

No necesariamente rebatir o denegar significa crecer. Se puede asentir y recibir y eso te lleva también a crecer. La evolución debe servir para madurar y desarrollarnos, lo que implica haber aprendido, haber sacado lecciones.

Se debe evitar recurrir a la violencia física, verbal o psicológica. Ya que no conduce a nada bueno.

La violencia engendra violencia. Actuar siempre con la cabeza fría cuando existan discrepancias en una relación, en un vínculo, ya sea amoroso, de amistad, de familia, incluso laboral. Corresponde sentarse a hablar como dos personas adultas, racionales, sensatas, cuerdas, ese es el camino que permite aportar una solución. Los conflictos deben resolverlos las personas intervinientes y eso se resuelve dialogando, planteando lo que uno siente y cómo se siente, no tomar decisiones impulsivas o apresuradas, sino pensar la decisión y los actos que se van a tomar.

La impulsividad te lleva a obrar mal. A todos, en algún momento, nos hierve la sangre, sin embargo uno debe controlarse y controlar esa impulsividad.

Aprestarse a resolver los dilemas y problemas a través de la palabra, que no debe ser en ningún momento agresiva ni descontrolada, por el contrario, tiene que ser usada siempre con respeto. Aprender a controlarse y dominarse.

La palabra increpante, ofensiva y agresiva solo engendra más violencia y no se debe incurrir en ella. La palabra, por el contrario, debe ser utilizada con suavidad, con docilidad, con altura. Se puede hacer todo eso y proporcionarla también con seguridad. Es este último un rasgo que afianza a una persona consolidada. Es necesario trabajar este tipo de rasgos.

Ser dócil no significa ser blando o endeble, parte de esa docilidad refiere y apunta a la cortesía y contribuye a fomentar a través de ella la armonía.

Cuando las palabras se expresan con cuidado, con alegría, con sinceridad y con respeto, se establecen de esa manera vínculos sanos, que es necesario fomentar.

A veces el silencio es mejor que las palabras. Y en ocasiones es mejor callar… el silencio puede ser incluso la mejor respuesta. Un silencio puede decir mucho y habla por sí mismo.

Ante una pregunta impertinente, desubicada, inoportuna, fuera de lugar, desalojada de su centro, se puede responder con un silencio, y este lo dice todo.

Con una respuesta de silencio, lo dejás al otro pensando y es el otro el que debe ubicarse. Por eso muchas veces el silencio como respuesta o tan solo la indiferencia es una forma de poner en su lugar a una persona. Ciertas personas, en su ignorancia o adrede, se colocan en un lugar que no les corresponde y creen tener derecho a preguntar, a invadir, a indagar.