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El autor realiza una serie de entrevistas a figuras emblemáticas del deporte cubano, que han puesto en varias ocasiones el nombre de Cuba en lo más alto del podio de premiaciones en Juegos Deportivos Centroamericanos, Panamericanos, Olimpiadas y Campeonatos Mundiales. En estas páginas conocerá parte de la vida de estos hombres y mujeres de disímiles disciplinas, como boxeo, judo, béisbol, voleibol, entre otros.
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Seitenzahl: 344
Veröffentlichungsjahr: 2025
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Cuidado de la edición:
Lic. Mariana Venero Domínguez
Corrección:
Yohana Esquijarrosa Hechevarría
Diseño de cubierta e interior y diagramación:
Luis Rodríguez García-Casariego
Transcripción:
Daniel Peñalver Lazcano y Yohana Esquijarrosa Hechevarría
Fotos:
Armando Hernández López y Mónica Ramírez Ferrer
Conversión a ePub:
Valentín Frómeta de la Rosa y Ana Irma Gómez Ferral
© Sobre la presente edición:
© Aurelio Prieto Alemán, 2018
© Editorial enVivo, 2024
ISBN:
9789597276364
Instituto Cubano de Radio y Televisión
Ediciones enVivo
Calle 23 No. 258, entre L y M,
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CP 10400
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Queridos lectores, aficionados que con su aliento y apoyo han estimulado y propulsado nuestro proyecto, contra viento y marea:
Hoy podemos presentarles, tras un esfuerzo mancomunado de muchas personas de buena voluntad, y con elevada satisfacción, las Confesiones de GRANDES a personalidades del deporte en Cuba y más allá de nuestras fronteras.
Como podrán apreciar, este segundo tomo abre el diapasón de especialidades en relación con el primero. Muy amplia es la actividad deportiva y muchos los atletas que logran destacarse en ella. Todos los que hoy incluimos, sin discusión, han alcanzado grandeza en sus trayectorias y son ejemplos de los valores que el deporte inculca y reafirma en quienes lo practican.
Cada uno de nuestros invitados ha accedido a contarnos, sin los límites ni la presión de las habituales entrevistas para los noticieros cotidianos, necesariamente breves, sus vivencias, satisfacciones, aquellos pesares que les han marcado, en fin, la vida de entrega, sacrificios, dolores y alegrías que no siempre podemos apreciar en quienes constituyen, sin duda alguna, ejemplos que nuestros niños y jóvenes admiran e imitan.
Esperamos que disfruten este mano a mano con hombres y mujeres que han dejado su impronta en nuestras vidas con la sencillez de quien, a base de esfuerzo y voluntad, convierte lo extraordinario en habitual. Si lo conseguimos, los objetivos que nos propusimos se verán premiados y se renovará el compromiso de seguir dando el máximo para ustedes, nuestra razón de ser.
Equipo de trabajo de Confesiones de GRANDES.
¿Me permitís que ponga,
junto al metal del héroe
y la palma del mártir,
me permitís que ponga
estos nombres sin pólvora y sin sangre?
Nicolás Guillén
La trascendencia social, económica, política y cultural del deporte en la vida contemporánea es algo fuera de toda discusión. Vivimos inmersos en un mundo audiovisual saturado de espectáculos deportivos; las cadenas de radio, televisión e internet, y sus transmisiones permanentes, nos traen en directo las competencias o desafíos de los más variados deportes en cualquier rincón del planeta. Una poderosa maquinaria publicitaria, de patrocinadores y dueños de equipos ha conformado una verdadera telaraña de intereses, donde se destacan grandes emporios financieros como la FIFA en el caso del fútbol o la MLB para el béisbol. Campos tan disimiles como la educación, la industria, la moda, la arquitectura o el periodismo, muestran una presencia del deporte de primera magnitud en la sociedad moderna. El deporte ha devenido en una de las mayores fuerzas materiales y simbólicas de las naciones y en muchos países ha alcanzado dimensiones míticas, que bien podrían catalogarse como una religión laica.
En Cuba el fenómeno deportivo, presente como hecho cultural desde mediados del siglo xix, tuvo una formidable expansión durante la República Burguesa Neocolonial (1902-1958) y una no menos relevante presencia en la vida social y cotidiana de millones de personas tras el triunfo popular de 1959. Producto de un gigantesco esfuerzo del Estado revolucionario, se diversificaron y democratizaron las prácticas deportivas en un grado nunca antes visto, y sus resultados son visibles desde hace medio siglo en la condición de Cuba de potencia mundial en torneos regionales, campeonatos mundiales y juegos olímpicos.
Una parte de esa riquísima historia del deporte en las últimas décadas, nos es presentada en forma de inteligentes y amenas entrevistas, realizadas por el periodista Aurelio Prieto Alemán a una pléyade de glorias del deporte insular y también de otras latitudes. Aurelio es un hombre culto y con una sólida formación en el medio televisivo, y el origen de estas pláticas ha estado en su exitoso programa Confesiones de Grandes, de larga trayectoria ya en nuestra pantalla chica. En sus preguntas, no indaga por el deporte propiamente dicho, sino por el lugar de esta práctica en la vida de las personas, y específicamente en sus corolarios para quienes dedicaron los mejores años de su existencia a la actividad deportiva sistemática, con el añadido de haber alcanzado resultados de primer orden mundial u olímpico en sus respectivos deportes.
En la muestra seleccionada, veinticinco deportistas de diferentes épocas y diversas disciplinas dialogan con el entrevistador, que los invita con generosas interrogaciones para que narren sus vidas y experiencias de una manera diáfana y desprejuiciada, para que cuenten sus glorias y hazañas pero también sus faltas y caídas, para que muestren no solo la fuerza de sus músculos, sino también, y esto es quizás lo más importante, la grandeza de sus almas.
El béisbol, en su condición de narrativa nacional por excelencia, sobresale con el mayor número de entrevistas, realizadas al brillante jugador y polémico director Victor Mesa, al perseverante Alexander Ramos, al no menos consistente lanzador Carlos Yanes, al valeroso y tenaz Enrique Diaz, al penetrante lanzador Julio Romero y al poderoso bateador Alejo O’Reilly. Todos ellos contribuyeron de manera sensible, desde sus posibilidades y motivaciones personales, a que el béisbol cubano entre las décadas de 1970 y 1990 viviera su momento de mayor esplendor, y sus proezas en los terrenos de juego, perdurarán como ejemplo de entrega, humildad y abnegación deportiva.
Un deporte que compite en tradición y popularidad con la pelota es el boxeo, desde los tiempos del inmortal Kid Chocolate hasta los de los multicampeones Teófilo Stevenson y Félix Savón. Como sabemos, es la disciplina que mayor número de medallas ha aportado a Cuba en torneos internacionales y Olimpiadas, y algunos de sus mejores exponentes como el exquisito Adolfo Horta, el virtuoso Mario Kindelán y el estilista Héctor Vinent, nos cuentan sus avatares sobre el ring, en esa pelea vital que el maestro Victor Joaquín Ortega ha bautizado poéticamente como «El látigo del jab sobre los rostros», y que Nicolás Guillén cantó en memorables versos:
Gloria de cuando ellos
piafaban en sus guantes, relinchaban,
altos los puros cuellos,
húmedo el ojo casto
y la feroz manera
de retozar en un pasto
de soga y de madera.
De altísimos resultados en la arena internacional ha sido el voleibol, tanto masculino como femenino, y en este caso se dividen las entrevistas entre tres jugadoras y dos entrenadores: dos de estas féminas, Regla Torres y Mireya Luis, están consideradas las mejores jugadoras del planeta en el siglo xx, y de igual modo las acompaña la legendaria pasadora Ana María García. Junto a ellas no podía estar ausente su padre espiritual, el inolvidable Eugenio George Laffita, también reverenciado entre los principales directores de todos los tiempos, un hombre que derrochaba sabiduría y nobleza, y por eso pudo forjar aquella generación maravillosa de voleibolistas, a las que otro destacado periodista y narrador deportivo, René Navarro, inmortalizó como «Las espectaculares morenas del Caribe». Otro gran entrenador, el argentino Julio Velasco, nos devela su actuación con elencos de varios países, en páginas de gran meditación y conocimiento del llamado deporte de la malla alta.
El atletismo es otra práctica donde Cuba ha tenido resultados admirables, desde los antológicos corredores Rafael Fortún y José Barrientos hasta el intrépido Enrique Figuerola y el magnífico Alberto Juantorena. Aquí se reúnen dos de esos príncipes del campo y pista, la corajuda corredora Ana Fidelia Quirot y el emperador de las alturas Javier Sotomayor. Ambos fueron casi invencibles durante sus carreras en el deporte y han tenido que enfrentarse a pruebas dificilísimas en la vida, y por lo tanto sus entrevistas revelan una sensibilidad y un humanismo singulares, que enaltecen todavía más a esas dos criaturas extraordinarias.
Menos espectacular que las prácticas del béisbol, el boxeo o el atletismo, el ajedrez es también una pasión de los cubanos, que tiene su mayor símbolo en la figura del campeón mundial José Raúl Capablanca, y también en la de ese gran entusiasta e inspirador del juego ciencia que fue el comandante Ernesto Guevara. En el libro se dialoga con Silvino García, un joven humilde seducido por el ajedrez, que gracias a su capacidad y constancia devino en el primer Gran Maestro cubano de la etapa revolucionaria; y con Leinier Dominguez, en plena madurez deportiva y quizás el más grande ajedrecista de Cuba después de Capablanca, elogiado por Silvino como un «ajedrecista total», amén de sus grandes virtudes morales y humanas. Otro Gran Maestro del juego ciencia, el ruso Anatoli Karpov, venerado en el Olimpo del ajedrez mundial, narra sus vivencias en el difícil arte de los trebejos, donde coincidió con figuras de la talla de Bobby Fischer, Victor Korchnoi y su archirrival Garri Kasparov.
El judo y la lucha son deportes que han dado grandes satisfacciones al pueblo de Cuba en los últimos lustros, tanto entre las mujeres en el caso del judo, comandadas por el sabio entrenador Ronaldo Veitía, como la lucha en sus dos estilos entre los hombres. De este modo se recogen las impresiones de la multimedallista olímpica Driulys González, considerada la mejor judoca cubana de todos los tiempos, y de los gladiadores Filiberto Azcuy y Yordanys Arencibia, dos formidables y talentosos atletas en los tatamis. Un arte marcial de origen coreano y gran espectacularidad, el taekwondo, tiene aquí su máximo exponente en Ángel Volodia Matos, primer y único campeón olímpico cubano en este deporte hasta hoy.
Dejo para el final a dos atletas, cuyos deportes no suelen tener siempre el reconocimiento de la afición. La primera es Deborah Andollo, una excelente interlocutora, quien tuvo destacadas actuaciones tanto en el nado sincronizado, como en el deporte extremo de la inmersión, y en este último demostró no solo su temeridad y valor, sino también su inteligencia emocional y capacidad de concentración. La segunda es una atleta discapacitada visual, Liudys Massó, con relevantes resultados en el atletismo paralímpico, en la especialidad de lanzamiento del disco. Su limitación física en este caso no ha sido obstáculo para que el deporte constituya una actividad de gran motivación en su vida personal, lo que la llevó a ser la primera mujer cubana que obtuvo una medalla de oro paralímpica.
Más allá de la narración de anécdotas, recuerdos, impresiones y anhelos, lo que más aprecio de este hermoso libro de entrevistas de Aurelio Prieto Alemán a grandes glorias del deporte, es su calidez humana, su honda sensibilidad y su acendrada cubanía. Este último aspecto, el de honrar a su patria y recibir el cariño y la devoción de su pueblo, creo que es el mayor mérito de este haz de conversaciones con gentes humildes y sencillas, que con sus medallas y su ejemplo vivirán siempre en la memoria colectiva de todos los cubanos.
Dr. Félix Julio Alfonso López
La Habana, 20 de octubre de 2015
Mujer que se define como amante de la ecología, de la música, del baile y de los animales. Multi recordista mundial, electa dos veces entre los mejores deportistas del año en Cuba y entre los mejores atletas de nuestro país en el siglo xx. Seleccionada como el mejor buzo del universo y ganadora del Oscar marino en 1996.
Muchas gracias, ante todo, por invitarme a este programa, que me parece muy necesario para la información del pueblo que nos sigue y, además, creo que es alegría para todos nosotros el poder estar entre el grupo de personas entrevistadas. Ahora mismo mi vida está súper agitada, llena de un montón de cosas, cumpliendo tareas sociales muy necesarias e importantes y tremendamente emotivas con el grupo de atletas retirados que conformamos la Cátedra de Atención a Atletas. Algo bien lindo porque nunca lo habíamos hecho. Sabíamos que la gente nos quería, que necesitaba de nuestros patrones sociales, pero hasta que no tienes la posibilidad de palpar directamente cuán informada está la gente de nuestra vida, de nuestros éxitos, cuán necesario es para la sociedad establecer contacto con nosotros y no vernos quizás de una manera tan distante o virtual, porque somos como todas las demás personas, sensibles y tenemos nuestras virtudes y nuestros defectos como todos los seres humanos y tenemos una vida casi igual a la de todo el mundo. Esto creo que es muy necesario y muy lindo porque primero nos hace muy reales. Como decía, estoy inmersa en todo un grupo de actividades sociales a las que hay que responder y que siempre son bien lindas, entre otras cosas porque nos reencontramos un grupo de campeones, que entrenamos juntos en las escuelas de alto rendimiento y que hicimos la carrera de Licenciatura en Cultura Física; estos encuentros con las glorias del deporte cubano siempre son bien lindos. Además de esto, estoy involucrada en programas que tienen que ver con el desarrollo de la educación ambiental en Cuba. Desafortunadamente no soy bióloga marina, una carrera que me hubiera encantado hacer, pero sí lo soy de corazón. Voluntariamente me he ofrecido para conducir algunos programas de educación ambiental y de llamado a la protección del medio ambiente, no sólo de la barrera coralina, sino también de algunas especies amenazadas en nuestra franja costera debido a la infraestructura hotelera. Obviamente esto responde a una política del Estado cubano, ante la protección del medio ambiente. Paralelamente a esto, también estoy trabajando en la creación de la metodología didáctica de una academia de apnea que he tenido la esperanza siempre de poderla hacer algún día aquí, en mi país. Esto lleva muchísimo tiempo, pues justamente ahora, cuando me introduzco didácticamente a darle un diseño a toda esta metodología, me doy cuenta de que no basta únicamente con la experiencia personal, sino que hay un montón de recursos que ya no los tenía en mi mano y que, gracias a muchos profesores de la cátedra de metodología del Instituto de Cultura Física como son Eduardo Medina y Armando Forteza, estoy enriqueciendo estos conocimientos y dándole una forma al diseño de metodología didáctica para la academia.
¿Cómo fue tu infancia y esa rápida vinculación con el mar?
Yo creo que fue de siempre. Mi primer contacto con el agua fue antes de los tres años de edad. Tengo fotos de cuando tenía un año y ya estaba metida casi en el agua. Yo no creo que fue únicamente una intuición y un deseo personal, allí está involucrada también la educación que mis padres me dieron, que estuvieron siempre muy definidos y muy determinados en que yo no solamente tenía el carácter para estar interactuando con el medio ambiente, sino que además esto era muy necesario para mí. Y tuve la fortuna de poder contar con unos padres que me dieron no sólo la educación, sino también la posibilidad de poder estar en contacto con el mar. Recuerdo que desde los cuatro o cinco años me tiraba del techo de un barco sin saber nadar. Después mis padres se dieron cuenta que era más conveniente perfeccionar la técnica para quizás convertirme en una nadadora y bueno, la historia fue que empecé a nadar con cuatro años en un club para niños, en una escuela de niños de natación en la Ciudad Deportiva y después comencé el nado sincronizado. Luego de los Juegos Panamericanos decidí dejar el nado sincronizado y comencé mi carrera como modelo submarina.
Tenía buenos resultados académicos pero no me gustaba ir a la escuela, sin embargo comprendí que para poder ser nadadora y estar tan enamorada del nado sincronizado debía estudiar ya que, gracias al sistema deportivo cubano, para ser buen deportista tienes que ser buen estudiante; y entonces una cosa fue compensando la otra. Hubo una etapa de mi vida, en la adolescencia, que me ayudó a delimitar gustos, determinar tendencias y definir mi vida. Una etapa difícil donde el sacrificio era la primicia para obtener logros en la carrera deportiva. La voluntad de nadar más, de querer hacer más técnica, con 14 y 15 años, es algo bien complicado.
¿Cómo llega el final del nado sincronizado y comienza la inmersión?
Yo creo que estaba un poquito aburrida del nado sincronizado. Este es un deporte técnico que básicamente la perfección radica en la repetición, sobre todo es un deporte de resistencia en el que hay que combinar muchos factores que son muy complicados, incluso desde el punto de vista físico, y una carrera de doce años para una muchacha es muchísimo. Además, con 23 años, una atleta en el nado sincronizado se considera vieja y yo tuve la posibilidad de que un amigo mío me propusiera ser modelo de fotos submarinas. Era un reto muy tentador para mí, he sido siempre bastante osada, yo creo que estaba decidida a buscar otra cosa que motivara mi vida, pero eso fue un poco al azar. Pedí mi retiro en el Equipo Nacional de nado sincronizado y entonces comencé mi carrera como modelo de fotos submarinas sin la esperanza de que pudiera vincularme nuevamente a volver a practicar un deporte. Prácticamente cuando dejé el nado jamás se me ocurrió pensar que iba a ser de nuevo una atleta de alto rendimiento.
Te despides de los Juegos Panamericanos con una medalla de bronce.
Sí, yo creo que fue el mejor resultado de Cuba en el nado sincronizado. Pero bueno, comencé mi carrera como modelo de fotos submarinas, empecé a conocer el mar, que ya lo conocía porque viviendo siempre en el Vedado, la playita de 16 era mi punto de referencia, siempre iba con mis amigos y comienzo un poco a abandonar los temores a los tiburones, a las corrientes porque el mar es mucho más hermoso de lo que uno piensa, de lo que escucha; es un mundo lleno de una densidad espiritual tremenda y yo me decidí por el mar. Tuve la posibilidad de bajar sin tanque y entonces sorpresivamente pude hacer la primera inmersión a 38 metros en apnea sin tanque, yo fui la primera sorprendida, no sabía compensar la máscara de las presiones hidrostáticas y entonces hice muchos metros, pero desde el punto de vista técnico hice un papelazo porque como no había compensado, la máscara me había ocasionado un golpe de ventosa y tenía esos puntitos rojos que salen encima del párpado, pero era un reflejo vivo de una persona que no sabía a lo que se estaba enfrentando. De nuevo sale a relucir la muchacha temeraria, que no comprendía ciertas cosas, pero que sobre todo tenía unos deseos tremendos de aventurarse ante algo, de explorar un mundo nuevo al cual le iba a poner mucho empeño y pasión. Tenía un físico con el cual podía contar para desarrollarme. Este es un deporte que es muy diferente a lo que la gente piensa, que uno se lanza a hacer 100 metros sin haberlo probado antes y no es así, es un deporte muy serio donde hay que enfrentar entrenamientos muy tediosos y extensos, de mucha repetición; independientemente del factor miedo, creo que debe haber alguna proporción entre adrenalina, ser humano, pensamiento y determinación pues cuando para muchos determinada inmersión puede ser un temor, para mí no es así. Yo no creo que me lanzaría de un avión en paracaídas, aunque he coqueteado con la idea, pero no creo que tenga el coraje para hacerlo, sin embargo hacer una inmersión a 40 metros sin haber entrenado, incluso para mí no representa ningún temor; más que nada es una manera muy placentera que tengo de poder interactuar con la profundidad. Se puede rebasar el factor miedo cuando se está hablando de grandes profundidades y condiciones muy adversas –me refiero a una tempestad, a veces hay que entrenar con ciclón o sin ciclón, con mar fuerza cinco–; hacer récord mundial en estas condiciones –con frío, con el estrés de muchas cámaras y micrófonos y sobre todo con el estrés tremendo de las expectativas de millones de personas que no debes defraudar–, puede desarrollar determinados temores y en mi caso, no sucedía, porque yo hacía un entrenamiento muy repetitivo, nunca fui de una marca a otra así como una loca, siempre hice preparaciones de determinada profundidad muy repetitivas para sentirme cómoda. Antes de llegar a 70 metros, hice muchas veces 60 metros, así como estereotipar mis reflejos y la manera de comportarme en la profundidad.
¿Qué se siente cuando estás en las profundidades?
Hacer una inmersión en la profundidad es como hacer una inmersión al alma, es muy lindo, reconfortante y espiritual. Pero hay que ser prácticos, hay que abandonar esa onda mística y adentrarnos en un concepto físico. Te puedo decir que se dan sensaciones físicas muy intensas, hay que probarlo para sentirlo, sensaciones como el infinito, la oscuridad, la soledad y esa sensación de que el mundo no termina ahí, que va mucho más allá de lo que tus ojos pueden ver. Y entonces piensas que tú tienes la posibilidad que te da la naturaleza de estar ahí un ratico, pero que eso está mucho más poblado y lleno de belleza de lo que tú estás imaginando. Esas son las sensaciones que se pueden describir.
Hablabas al principio que el nado sincronizado también te dio una férrea voluntad. Creo que también tuviste una férrea voluntad en la parte psíquica.
Yo estuve llena de contradicciones internas y de remordimientos porque no comprendía por qué, los primeros 4 años de mi carrera como campeona mundial, no obtuve ningún reconocimiento y a duras penas lograba un poco de apoyo material del Ministerio del Turismo, que siempre fueron mis padrinos por decirlo de alguna manera. Por determinadas razones que yo comprendo absolutamente, este no es un deporte olímpico y lleva un montón de recursos que son altamente costosos y en los cuales el Instituto Deportivo Cubano no se podía involucrar. Yo no pertenecía al Instituto, yo era trabajadora del turismo porque me preparaba en los centros de buceo que pertenecían al mismo; en cierta medida, yo siempre trataba de involucrarme con el Instituto Deportivo Cubano porque consideraba que, a pesar de todo, cuando salía de Cuba a competir yo era el reflejo del deporte cubano; aunque era incomprensible el tema de cómo eran patrocinados los entrenamientos. Afortunadamente desde el año 1996 el Instituto comenzó a tener una actitud de reconocimiento, de cooperación, yo me sentí muy bien. Sinceramente, para mí fue una sorpresa no solo porque era asumida paternalmente como una atleta cubana, algo que yo deseaba mucho, sino porque justamente comencé a ser vista de otra manera por la prensa cubana. Un grupo de gente estaba apoyando mi carrera deportiva y mi único deseo era que las personas supieran lo que yo estaba haciendo y pudieran ver lo que estaba pasando cuando yo iba a competir en Cuba y fuera de ella. El día del reconocimiento fue muy lindo, pero lo más sorprendente es que aún sigue siendo así, no solamente por mí, porque yo en cierta medida ya dejé de competir, sino por la salud de la apnea cubana, que yo estoy convencida que Cuba tiene todos los elementos para defender uno de los primeros lugares en el mundo en un campeonato por equipos y creo que los atletas cubanos de la apnea se lo merecen. Estoy abogando porque se acabe de estructurar la Federación Cubana de Actividades Subacuáticas que ya tiene su comité gestor y está encaminándose, pero estos son pasos que necesitábamos que se dieran. Yo fui la protagonista de un comienzo un poco deficiente, pero de una mitad de la carrera muy glamorosa y muy linda, con un final muy hermoso y que yo creo que no ha terminado.
¿Qué opinión te merece tu equipo de seguridad?
El equipo de seguridad no solo vale la pena mencionarlos, sino destacar que son pilares en el desarrollo de un récord y un entrenamiento. La particularidad de mi equipo es que éramos como hermanos; seguimos siendo muy amigos y yo creo que únicamente una fusión de estas características puede permitir el desarrollo de un deporte o un rompimiento de récord tan victorioso, tan virtuoso. Nosotros teníamos una manera de interactuar, de comunicarnos bajo el agua que era sorprendente y ellos conocían mi manera de moverme bajo el agua y eso únicamente se logra con muchos años de trabajo, con mucha repetición y con un vínculo muy estrecho.
He visitado el Santuario de la Caridad del Cobre y dos cosas me han llamado poderosamente la atención, la presencia del escritor Ernest Hemingway y la de Déborah Andollo. ¿Qué me puedes confesar de eso?
Yo lo he visitado, primero porque yo soy cubana y tú sabes que los cubanos somos muy frágiles para las creencias, es decir muy creyentes visceralmente. Yo no tengo una cultura religiosa en absoluto, de hecho me considero una muy mala creyente porque no lo sé hacer muy bien, pero yo lo que defiendo, desde el punto de vista de las creencias es la espiritualidad, estar en contacto con esa espiritualidad que puede ser una ola, un delfín, una piedra, ahí está todo. Obviamente las imágenes religiosas tienen forma y como buena cubana y mujer osada que soy, en cierta medida no solo la prensa, sino la gente me vincularon mucho con estas deidades cubanas, tanto Yemayá como la Virgen de la Caridad del Cobre, y yo la visité y le regalé algunas piedras en las que yo creo. Porque te decía que yo más bien creo en esos elementos naturales que me hacen darle respuesta a muchas cosas en la vida. Creo mucho en la Luna, en las mareas, en las corrientes, en el Sol, en los comportamientos de los seres humanos. Fue una manera de agradecerle ya que ella siempre, aun cuando yo no la invocara, me permitió el billete de ida y vuelta, de ir abajo y regresar.
Si bien hablamos del equipo de la seguridad en tu carrera deportiva también estaba el otro equipo que es tu familia: mamá, papá, tu esposo, el niño.
A ellos los vitalicio. Tengo un niño pequeño llamado Ernesto que es el sol de mi vida y mi madre pues obviamente me ayudó muchísimo, mi esposo Erick, también tengo a mi amiga Any que siempre está ahí ayudándome incondicionalmente y a mi padre. Este es el equipo vitalicio, así les llamo; siempre incondicionales, siempre muy atentos a lo que es mejor para mí. Todos saben que soy muy activa, llena de energía y que necesito siempre estar haciendo algo.
Esa energía, esa chispa, esa alegría que te distingue siempre le abre las puertas al pueblo, siempre el deseo de saludar, de poderle dar un beso a Déborah Andollo. ¿Qué le puedes decir a ese pueblo que tanto te ha alentado y que hoy siente el deseo de felicitarte y de reconocer tu carrera deportiva?
Pienso que más que nunca estoy muy cerca del pueblo. Me han permitido estar involucrada en muchas actividades sociales en la Cátedra de Atención a Atletas y estoy más que nunca cerca de las escuelas, los círculos infantiles, incluso de los centros penitenciarios, algo que yo nunca había hecho y me sorprende muchísimo todo lo que se hace allí, que la gente sepa de ti y te quiera. También he estado en misiones en Venezuela para darle apoyo a otros entrenadores que están allí cumpliendo misión, y es siempre muy lindo porque te permite estar cerca de la gente, te permite mostrar a las personas que eres real, que no eres intocable y entonces yo me siento muy bien cuando me veo tan cercana a ellos.
Distinguido por su perseverancia, disciplina, profesionalidad y coraje. Estos atributos lo convirtieron en el cubano más laureado en la historia de nuestro judo.
Siempre has expresado que el judo ha sido tu gran pasión.
Ha sido parte de mi vida, lo llevo en la sangre. Me inicié con siete años en este deporte, en el colchón de mi pueblo natal Amancio Rodríguez, pasé por allí un día y vi cómo practicaban, después fui y me matriculé.
¿A tu mamá le gustaba verte pelear?
A ella no le gustaba que yo practicara judo, hasta en el final de mi carrera me estuvo preguntando cuándo pensaba retirarme del deporte, no le gustaba mucho. De hecho fui a un campeonato nacional en Las Tunas en la categoría de quince a dieciséis años y hasta que no se acabó la competencia ella no fue a verme.
Te diferenció tu absoluto aprovechamiento de cada minuto. Cuando íbamos a verte al entrenamiento veíamos que siempre estabas puesto para el entrenamiento.
Yo siempre tuve metas trazadas desde que entré al Equipo Nacional, yo quería ser campeón, quería ser grande en el judo. Por eso me caracterizó la disciplina.
Esa profesionalidad, ¿quién te la inculcó?
Mis entrenadores de Las Tunas, Armando, Manuel, Héctor Sánchez que era el comisionado en ese tiempo de la provincia, todos ellos hicieron un buen trabajo conmigo. Justo Noda que fue mi entrenador en la preselección nacional durante dieciséis años, me inculcó también mucho sobre todo la parte de la disciplina y de la responsabilidad. Aun siendo muy joven yo tenía la responsabilidad de ir a Juegos Centroamericanos, Campeonatos Mundiales y ganar, de ir a Juegos Panamericanos y no quedarme sin medalla. Eso requiere disciplina, pero también audacia y saber lo que uno realmente quiere.
Hoy en tu nueva faceta como entrenador, ¿cómo te sientes y qué les inculcas a tus discípulos?
Como entrenador me siento muy bien, es algo diferente, no es lo mismo ser atleta que entrenador, aunque los atletas piensan que es fácil, no es nada fácil. Tienes que tener muchísima responsabilidad sobre las cosas y más cuando estás en el Equipo Nacional. Yo les exijo mucha disciplina a los atletas, mucha dedicación, que se tracen metas para saber lo que quieren en la vida, que no pierdan el tiempo que es oro. Que amplíen su arsenal técnico, que mientras más técnica tenga un atleta más facilidades tiene de ganar un combate.
Desde tu óptica como entrenador, ¿cómo valoras el judo cubano?
Siempre hemos estado en la élite mundial aun con las restricciones económicas. Nosotros tenemos mucha garra y siempre estamos en un primer nivel por la dedicación que tenemos y por el trabajo que se está haciendo. El judo cubano para mí es uno de los mejores del mundo y sentimos que estamos al nivel de cualquier país, hasta del más desarrollado.
Eres el judoca cubano más laureado, obtuviste medalla en todos los torneos, sin embargo nunca ganaste un título olímpico ni mundial.
Realmente hice todo lo que estaba en mis manos para lograrlo, de vez en cuando todavía me hago la pregunta de por qué no pude hacerlo. Me preparaba bien para las competencias, hacía todo lo que tenía que hacer, entrenaba fuerte, descansaba, me concentraba, todo lo hacía, no sé por qué no cayó la medalla de oro. Pero realmente siento que sí fui un campeón, porque gané y perdí con los mismos campeones olímpicos aunque no haya tenido la medalla de oro en la mano como siempre la soñé.
¿Qué te ha brindado el judo dentro y fuera del tatami?
Me ha enseñado mucho, he conocido el mundo, he tenido el honor de representar a Cuba en competencias y eventos grandes. Me ha brindado muchas cosas, he conocido mucha gente tanto en el exterior como aquí.
¿Cómo fue tu relación con tu entrenador Justo Noda?
Fue muy buena, aunque ambos tenemos un carácter difícil. Él para mí ha sido como un padre, ha sido mi patrón todo el tiempo que estuve en la selección nacional. Me exigía a «rajatabla» para lograr los resultados, pero tuve muy buenas relaciones con él.
¿Te dio toda la confianza para hablar de todo?
Te digo que aún ahora que somos compañeros de trabajo es maravillosa la relación que tenemos, todo marcha perfecto.
¿Por qué el judo en su rama masculina ha obtenido sólo un título olímpico que fue Héctor Rodríguez en Montreal en el año 1976?
Yo pensé que iba a ser campeón olímpico, pero no pude lograrlo. Van a hacer casi 40 años que no ha existido un campeón olímpico masculino. El judo se ha convertido en un deporte muy caro, la preparación y el roce que hay que mantener para estar en la élite es muy duro económicamente y creo que es una de las cosas que han interferido en eso. En estos momentos, desgraciadamente el judo sin dinero no puede avanzar, en eso se ha convertido el judo y pienso que ha influido negativamente, si te vas quedando atrás y no corres al mismo ritmo, no avanzas. Otro ejemplo es que en el judo masculino hay hombres que hacen seis técnicas y no ganan un torneo, pienso que eso también ha sido una limitante.
En tu criterio, ¿dónde radica la diferencia entre los judocas cubanos y el resto de la élite?
Se diferencian primero por la audacia y la combatividad que tenemos, somos unos guerreros y eso lo llevamos en la sangre, no tenemos mucho y salimos a buscar, siempre adelante. Es una de las cosas que yo veo que marcan la diferencia ya que nosotros nos mantenemos al mismo nivel de los países más poderosos que tienen el dinero y todo lo que hace falta y pienso que se ha logrado gracias a la voluntad y los deseos que tenemos.
¿Cuál es el triunfo que recuerdas con más agrado?
La segunda medalla olímpica en los Juegos de Beijing en el año 2008. Con ella sentí gran satisfacción. A pesar de haber perdido en la semifinal con el japonés me sentí realmente un judoca de élite.
Después de los Juegos Olímpicos de Beijing en el año 2008 cuando alcanzaste tu segundo bronce olímpico en estas lides, pensaste asistir a Londres, sin embargo no fue así. ¿Qué ocurrió?
Existieron algunos factores que influyeron. Yo pensé volver con 66 kg, tenía que bajar unos cuantos kilogramos. Empecé a entrenar y siempre estuve preguntándome si realmente iba a entrar en la preselección nacional porque no quería hacerlo por gusto, y hubo criterios encontrados. Pensé en un momento determinado competir en los 73 kg pero parece que tampoco pudo ser. Al final el por qué no lo llegué a saber, pero a raíz de todo esto tomé la decisión de ser entrenador y no competir más.
¿Crees que en este aspecto no se habló claro contigo?
Exactamente, nunca vi las cosas claras, empecé a dudar. Después competí en los 73 kg en París donde obtuve la medalla de plata, solo perdí con el campeón olímpico de ese peso, el coreano. Después fui al Panamericano y cogí el tercer lugar, perdí con un canadiense, ya después vino la decisión de no competir más.
¿Qué debe distinguir a un buen judoca?
La disciplina y el coraje, el deseo de nunca rendirse en un combate aunque estés perdiendo, que te sientas motivado y contento y que logres tus grandes metas.
¿Cómo asimilabas los reveses? ¿Te costaba trabajo recuperarte de ellos?
Me costaba mucho trabajo. Después al cabo del tiempo, cuando fui madurando, fui aprendiendo. Me acuerdo que cuando la Olimpiada de Sidney yo sufrí mucho porque era joven, pero estaba muy bien preparado, allí hubo un poco de inexperiencia, de hecho todos los torneos en que participé en Europa, los gané; y en Australia perdí el primer combate contra un georgiano que me estranguló en el newaza. Esa técnica a mí no me gustaba mucho, pero a partir de ahí tuve que empezar a trabajar en ella, fue un revés muy difícil porque yo había entrenado muy duro y empecé a sentir decepción hasta del judo, ahora pienso que eso fue cosa de muchachos. Ya después empecé a sacar las conclusiones de por qué perdía un combate.
El revés de Atenas también me afectó mucho, yo iba a ser campeón olímpico en esos juegos porque me sentía motivado a ganar, fui con todo. Perdí con el eslovaco en la semifinal, el año anterior habíamos discutido el Campeonato Mundial Universitario en Corea y le gané. No culpo al entrenamiento, pero ese año fue una de las peores giras que hice por Europa, por ejemplo en Rusia me mandaron a buscar de Cuba y me dijeron que no podía competir cuando estaba listo y en el peso. El día antes por la noche llamaron de la embajada y me dijeron que no compitiera que debía regresar a Cuba, no entendí por qué y el hombre que me ganó en la Olimpiada, ganó ese torneo en Rusia. A lo mejor en esa competencia me hubiera ganado, pero ya yo iba conociendo. Casi siempre los años antes de las olimpiadas, los que ganan los torneos de Europa andan cerca del cuadro de medallas.
Muchos consideran el torneo Villa de París tan o más fuerte que un Mundial. ¿Qué crees tú?
En mis tiempos yo lo consideraba más fuerte que un Mundial, competían cuatro europeos por país, los rusos tenían una excelente calidad cualquiera de los cuatro te podía ganar. Gané ese torneo en los años 2000 y 2002, los gané todos por ippon, ninguno llegó a los cinco minutos.
¿Qué es lo que atesoras con más agrado?
La medalla en la Olimpiada del 2004. También el Mundial del 2007, yo estaba compitiendo contra el húngaro en varios torneos de preparación para el Mundial y en los últimos tres me había ganado y me dije a mi mismo que él en el Mundial no me podía ganar. Le hice un ippon que salió entre los más espectaculares del Mundial. El Mundial de 1999 donde contaba con sólo diecinueve años y estaba muy bien preparado y discutiendo la medalla de bronce contra el coreano, le realicé la misma técnica (soe suri), me sentí muy satisfecho.
La técnica soe suri, ¿cuándo surgió y a partir de qué momento la aplicas?
Desde mi entrada al Equipo Nacional yo siempre tuve buen arsenal técnico, me considero bastante técnico pero siempre fui a buscar más, veía muchos videos de Toshiro Koda, el campeón Olímpico y Mundial japonés que para mí fue un ídolo, él hacía muchas técnicas de hombro y esta la realizaba a la perfección. Yo lo miraba y así aprendí a hacerla. Él hacía soe y empujaba con la mano, yo hacía soe y agarraba la pierna porque yo lo practicaba empujando, pero en el aire el contrario se me viraba y yo busqué cambiar la táctica y en vez de agarrarlo le agarraba el pie y así me fue mejor. Después empecé a practicar muchísimo hasta perfeccionarla, en la semana lo llegué a hacer unas 3000 veces, me salvó la campana en unas cuantas competencias.
¿Qué significó para ti participar en torneos en Japón y qué aprendiste de este judo?
Es un honor para cualquier judoca del mundo participar en un torneo en Japón porque esa es la cuna del judo mundial. Aprendí mucho de ellos, la disciplina, el coraje que tienen, los japoneses son bravos y fuertes en el judo y son muy honestos, educados y respetuosos con el contrario, eso también lo aprendí de ellos. El coraje en un cubano es nato pero en el judo, por ejemplo, los distingue la rapidez, la técnica y la perseverancia. Ellos aunque salgas del colchón en área que no vale siguen realizando su técnica muy fuerte, nosotros estuvimos analizando muchos combates y tuvimos que empezar a hacerlo, esa fue otra de las cosas que aprendí de los japoneses.
A nadie le gusta perder, pero en especial ¿contra quién no te permitías perder?
Nunca me gustó perder contra Joao Verli, el brasileño. Él me ganó en los Juegos Panamericanos y en el Campeonato Mundial de Río de Janeiro, en lo personal es mi amigo pero nunca me gustó perder contra él porque el estilo de judo que él practicaba era lucha y a mí no me gustaba mucho, ahora todo el sistema de judo de agarrar las piernas cambió. También nunca me gustó perder contra el iraní que fue dos veces campeón mundial, que de hecho nunca me ganó.
En los últimos años tuviste que lidiar con responsabilidades en la casa, ya tenías hijos y también la responsabilidad del tatami. ¿Cómo te las arreglabas?
Son difíciles las dos tareas. Aprovecho el momento para agradecerle a muchas personas, entre ellas a mi esposa Laura Isabel Rebollo que me ha apoyado mucho, ha sido mi compañera y consejera todo el tiempo y ha tenido que asumir muchísimas responsabilidades. También a todos mis hijos, Yordan, María Carla y María Laura que son excelentes muchachos. A todos los amigos del pueblo cubano que son muchos que influyeron y colaboraron en mis resultados.
¿Te sientes identificado y reconocido por el pueblo?