Contradicción, sin frenos y sin ti - Pat Casalá - E-Book

Contradicción, sin frenos y sin ti E-Book

Pat Casalà

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Beschreibung

Kristie sigue sin tener las cosas claras, no quiere volver a confiar en Luke ni perdonarle otro desliz, pero tampoco es capaz de olvidar sus sentimientos por Dennis. Necesita poner distancia, pensar, dejarse mecer por las olas y aprender a hacer surf mientras consigue encontrar una forma de centrarse. Parece que el verano en California para alejarse de Texas no es suficiente, Luke intenta recuperarla, va en su busca, quiere convencerla con palabras, ya que se ha dado cuenta de su equivocación al sabotear la única relación de verdad de su vida, pero la ha herido demasiado y no sabe si ya es tarde. Los recuerdos de su relación con Dennis la bombardean. Él fue el amor de su vida, la persona que estuvo a su lado durante todos los difíciles años de su infancia a cargo del sistema estatal de tutela de menores y, aunque no sabe si podrá perdonarle algún día cómo acabaron, tampoco puede quitárselo de la cabeza. Tras enfrentarse a un giro inesperado y descubrir que Dennis guarda demasiados secretos peligrosos acerca de su pasado, Kristie deberá decidir a quién pertenece su corazón.

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Pat Casalà

Primera edición digital: Diciembre 2022

Título Original: Contradirección, sin frenos y sin ti

©Pat Casalà, 2022

©EditorialRomantic Ediciones, 2022

www.romantic-ediciones.com

Diseño de portada: Olalla Pons – Oindiedesign

ISBN: 978-84-19545-15-2

Prohibida la reproducción total o parcial, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, en cualquier medio o procedimiento, bajo las sanciones establecidas por las leyes.

ÍNDICE

Prólogo

1Kristie

2Luke

3Kristie

4Dennis

5Kristie

6Dennis

7Kristie

8Dennis

9Kristie

10Joseph Spring

11Dennis

12Kristie

13Dennis

14Kristie

15Dennis

16Kristie

17Dennis

18Kristie

19

20Kristie

21Dennis

22Kristie

23Dennis

24Kristie

25Dennis

26Kristie

27Dennis

EpílogoKristie

Agradecimientos

Dedico esta novela a Carmen, por ayudarme,

por estar ahí siempre,

por su amor por la serie desde el primer momento

y por un personaje en especial.

Aprendemos a amar

no cuando encontramos a la persona perfecta,

sino cuando llegamos a ver de manera perfecta

a una persona imperfecta.

Sam Keen

¿Cómo te amo?

Déjame contarte las maneras.

Te amo con la profundidad,

la anchura y la altura

que mi alma puede alcanzar.

Elizabeth Barrett Browing

Prólogo

Hace seis años

DENNIS

Soy un auténtico pringado. Estoy loco por Kristie, enamorado de ella hasta las trancas, pero sigo tan acojonado que prefiero liarme con otras a no lanzarme y enfrentarme a la posibilidad del rechazo. Hoy, como de costumbre, la espero en la esquina, con esa sensación en el estómago que dispara mis latidos y me llena de una respiración jadeante. No sé cómo gestionar mis sentimientos por ella sin que el abismo se abra bajo mis pies. Steff y Kristie son mi familia, sin ellas mi vida se llenaría de oscuridad y me jode un huevo estar enamorado de Kris desde que era un crío porque no quiero arriesgarme a perderlas. Sin embargo, aquí estoy, esperándola, a tiempo para verla salir del instituto, ansioso por compartir unos minutos de charla insubstancial mientras le rozo el cuerpo con disimulo y escucho su risa. ¡Joder! Kris está metida en mi piel, en mi puto corazón, en cada rincón de mi cuerpo. Cuando la miro solo pienso en besarla, tocarla, acariciarla, hacerla mía.... Eso sería brutal. Si pasara, nunca volvería a sentirme libre para besar a otra tía. Porque ella es mi único para siempre.

No tardo en verla aparecer junto a Steff y el capullo de mi corazón se dispara. Mis ojos repasan sus largas piernas esbeltas, apenas tapadas con un short vaquero, suben hasta los pechos que la camiseta de tirantes azul muestra ciñéndose sin pudor y se detienen en la boca curvada en una de sus preciosas sonrisas mientras escucha a su hermana. Gimo cuando sus ojos se agrandan al descubrirme andando hacia ellas. Son como dos putas antorchas brillando en la oscuridad. Prenden en mi interior calentándome con un fuego imposible de apagar sin poseerla. Y sí, joder, me pongo duro como una piedra. Ella tiene ese efecto en mí.

Llevo colgado de Kris desde el primer día que la vi en el orfanato, cuando la salvé de unas abusonas. Fue algo extraño porque al mirarla mi cuerpo reaccionó con una aceleración de la hostia, y desde ese instante he protegido a las hermanas Edwards, me he convertido en su hermano mayor, en su amigo, en su confesor, en su sombra. Mis sentimientos por Kristie se han asentado, han crecido y se han convertido en una bomba nuclear en plena explosión. Pero me da un miedo de la hostia enfrentarme a un final, a que no salga bien, a perderla para siempre. No me imagino caminar por el mundo sin tenerla a mi lado, sin ver su sonrisa cada día, sin hablar con ella, sin poder tocarla con disimulo. Prefiero conservarla como amiga a que se largue tras una relación fallida. Y soy un puto desastre, un huérfano sin casa, un tío con un miedo de narices a no estar a la altura, alguien con un pasado chungo y un futuro todavía más negro. Por eso lucho cada día contra mi amor por Kristie, contra mis deseos, contra mi necesidad.

KRISTIE

Mi corazón se acelera al descubrirlo en la esquina y llena cada rincón de mi cuerpo susceptible de sentir el pulso de latidos acelerados. Reprimo un jadeo antes de que mi respiración se vuelva loca porque cada paso me acerca más a él. No aguanto ni un segundo más sin probar sus labios, por eso llevo una semana buscando el valor para confesarle mis sentimientos. Ya le he mandado todas las indirectas posibles, ahora toca ser valiente, no amedrentarme y lanzarme a por el premio, porque esta situación es absurda. Nos amamos, ¿por qué Dennis se niega a asumirlo? ¿A estar conmigo? ¿A permitir de una maldita vez que seamos felices juntos?

Está guapísimo con la cazadora de cuero, el vaquero negro ceñido, la camiseta oscura ajustándose a su torso para marcar los músculos trabajados… Me muerdo el labio y camino con rapidez hacia él sin atender a las palabras de Steff. Llevo enamorada de Dennis demasiados años como para esperarlo un día más. O avanzamos hasta la última base a toda potencia o me alejaré de él para siempre. Estoy cansada de remar a contracorriente.

La necesidad de besarlo es como una apisonadora que revienta cualquier obstáculo con su fuerza arrolladora. Mis ojos se detienen en esos labios voluptuosos, en esa sonrisa torcida, en la punta de la lengua que se los humedece… Suelto un suspiro con los recuerdos de nuestro primer encuentro. Solo tenía ocho años, era una cría que acababa de perder a su madre y había aterrizado en un orfanato con una hermana un año menor a su cargo. Apenas sabía nada de la vida, pero cuando Dennis se erigió en nuestro salvador mi corazón lo reconoció como su dueño. Han pasado cinco años desde ese día. Steff, Dennis y yo hemos entrado y salido de mil casas de acogida y hemos pasado temporadas en el orfanato. Y, a pesar de todos los malos momentos, hemos construido una familia y no hemos dejado nunca de querernos, de acercarnos, de tenernos. Somos como los tres mosqueteros, un puto equipo de remo. Ahora toca ir a por todas y ser algo más.

—¡Nena! —Den me abraza y me planta un beso en la mejilla que me deja temblando de anhelo—. ¿Preparada para flipar? En el taller de George hay un Dodge Charger del sesenta y nueve modelo superior R/T XS. ¡Es El Coche nena! ¡En mayúsculas, joder! ¡Me flipa ese puto cacharro!

—¡Tiene un motor V8! —Steff salta de emoción—. Admisión y carburador de cuatro bocas Mopar Performance, transmisión TorqueFlite automática de tres marchas, llantas de aleación de aluminio medida 14" con neumáticos radiales, butacas delanteras con apoyabrazos centrales y en este modelo son de piel. ¡Mola, Den! ¡Es el coche que deseas desde siempre!

—Cuando tenga pasta me lo compraré.

—¿Me llevarás en él? —Me acerco a su mejilla para darle un beso suave, lento, sensual. Él se estremece, pero lo disimula—. Podríamos salir juntos a pasar el día en el coche y estrenarlo.

Tenerme tan cerca le dispara un tic en el ojo. Quiero sentir cómo me rodea con sus brazos, cómo me besa hasta que los labios nos queman, cómo me toca, me abraza, me posee. En sus ojos leo avidez, pero como siempre se separa de mí para no ceder a la tentación y mi cara se crispa en una mueca frustrada.

—¡Eh, Edwards! —Jennifer Frye, una de mis compañeras de clase más populares, se acerca con una sonrisa ladina. Es una tía odiosa—. ¿No me vas a presentar a tu amigo?

—Lárgate Jenny —le espeto con rabia—. Dennis no tiene nada que hablar contigo.

Él capta mi tono ansioso, cómo mi cuerpo se sacude ante la aparición de Jennifer y, en vez de ceder a la atracción que crepita entre nosotros, me hace pedazos al actuar como un auténtico capullo y acercarse a ella para insinuarse con una de sus sonrisas más seductoras.

—Jenny, no le hagas caso. —La rodea por la cintura y ella suspira emocionada—. Está gilipollas de la hostia. —Se gira hacia mí con una expresión taimada—. Nena, no seas maleducada y preséntame al bombón de tu amiga.

—¡No es mi amiga! —Aprieto los labios aguantándole la mirada con desafío.

—Vamos a la misma clase. —Jenny le dedica a Den una sonrisa embobada—. Pero tiene razón, no somos amigas.

—¡Joder, nena! Tener estas colegas en clase y no hacerles caso es de imbéciles. —Se acerca al oído de Jenny para susurrarle bajito—. ¿Te vienes a dar una vuelta? Podemos pasar una tarde de puta madre.

—Vete a la mierda, Den.

Doy media vuelta y me alejo de ahí con Steff siguiéndome a pocos pasos, sin mirarlo ni atender a cómo se liga a la capulla de Jennifer. ¡Estoy tan harta! Y sí, acabo dándome la vuelta a pesar de mis deseos de no hacerlo y viendo cómo tras un flirteo rápido se marchan juntos a pasar la tarde dándose el lote.

—Tranquila —susurra Steff de camino al autobús—. Ella solo es un pasatiempo.

—¡Estoy hasta las narices de sus pasatiempos! —Resoplo—. Esta noche voy a ir a por él y o admite que me quiere o lo largo de nuestra vida, Steff. No voy a seguir así ni un día más.

—Pero es Dennis… ¿Qué haremos sin él?

—Te necesito a mi lado ahora. —Aprieto los labios y resoplo de nuevo—. Estoy enamorada de él y no puedo segur así. Llevamos cinco años queriéndonos y en vez de estar juntos el muy cabrón se lía con una tía diferente cada día. Si no va a luchar por nosotros, debo olvidarlo o acabaré volviéndome loca.

—Eres mi hermana, Kris. —Me abraza por la cintura—. Siempre te apoyaré. Pero Dennis también es mi hermano mayor, casi como un padre para mí. Sin él no hubiéramos sobrevivido en el orfanato y nunca dejaré de quererlo en mi vida. Entiendes que necesito seguir teniéndolo en ella, ¿verdad?

—Solo prométeme que, si lo de hoy no sale bien, lo mantendrás alejado de mí.

—Te quiero, Kris. —Me da un beso en la mejilla y me achucha para transmitirme su calor—. Si tomas la decisión de no verlo más, la respetaré. Ya buscaré la manera de no perderos a ninguno de los dos.

DENNIS

La estoy cagando de pleno; mientras mis labios, mi lengua y mis manos se pierden en Jennifer, mi cabeza solo tiene a una tía presente, y es agotador. Cuando cierro los ojos la veo a ella; si inhalo con fuerza, huelo su aroma; al unir mi lengua a su compañera de clase, es a Kristie a quien beso. Y encima no consigo deshacerme de la mierda de sensación de que se está alejando de mí, como si mi actitud estuviera socavando nuestra relación. Hoy la he notado más tensa de lo normal. ¿Y si la estoy perdiendo?

Dejo a la chica en su casa con la promesa de llamarla pronto, aunque no lo haré ni de coña, y me encamino al hogar de acogida del momento perdido en mis liosos pensamientos. No es una de las peores casas, mis «padres» no me comen el coco con gilipolleces ni me agobian, pero no suelo durar mucho en un lugar, siempre acabo jodiéndola por culpa de mi carácter y mis ansias de hacer lo que me sale de las narices. Aunque ya me queda poco más de un año para salir del sistema estatal de tutela y me la suda mi peregrinación hasta entonces.

¡Maldita Kris! Me paso la cena recordando su cara crispada de esta tarde, su dolor, la mueca de estar a punto de perder la paciencia, y eso me acojona. Sin ella sería como vivir en el desierto, sin agua ni esperanza. Lavo los platos, arreglo la cocina y no me pongo a la familia de acogida de culo para evitarme problemas. He quedado con ella y con Steff en un par de horas en el callejón para ir al taller a ver el Dodge. Es nuestro lugar secreto, uno que guarda los recuerdos de una vida perdida, de mis años felices, de mi padre y de lo que ocurrió con él. Mientras espero el momento de pirarme sin levantar sospechas escucho un poco de música y esa cabeza de sentimentalucho que se asienta sobre mis hombros se dedica a repasar mi vida con Kristie. Cuando estamos juntos el aire parece llenarse de electricidad y un campo magnético nos acerca. Somos capaces de entendernos con una sola mirada y nuestra conexión va más allá del amor porque es jodidamente perfecta.

Miro el reloj y suelto un suspiro exagerado de la hostia. La única tía capaz de hacerme parecer un pringado es ella, y no me sienta nada bien. Quedan diez minutos para verla y, como no, mis latidos parecen decididos a subir el Everest. ¡Mierda! Me descuelgo por la ventana para llegar al callejón con rapidez. Camino en círculos un rato, con las manos en los bolsillos, comiéndome la cabeza de tanta ansiedad. Subirme al Dodge de mis sueños con Kristie puede joderlo todo porque cuando la vea montada en los asientos delanteros no podré controlarme. ¡Ver mis dos mayores deseos juntos será un jodido imán para las locuras! Y sus labios lo son, joder. Tres minutos después la veo aparecer sola al final del callejón. Camina con rapidez y aceleración, como si estuviera muy cabreada, y sus ojos lanzan chispas. La repaso con ese subidón de hormonas de siempre. Está increíble con esos shorts cortitos y el top tapándole apenas los pechos y dejando su vientre plano al descubierto.

—¡Eres un cabrón! —me espeta y me empuja con las palmas abiertas sobre el pecho. Apenas me da tiempo a reaccionar o a entender qué cojones pasa—. ¡Estoy harta de tus gilipolleces! ¡Se acabó! ¿Me oyes? ¡Basta de tirarte a tías para joderme! —Me obliga a caminar de espaldas hacia la pared sin darme tregua—. ¡Me quieres, Den! ¡Y yo también te quiero a ti! ¡Es una gilipollez pasarse la vida liándose con otras!

—¿Dónde está Steff? —suelto en un intento de no contestar a la provocación. Es mejor disimular, a pesar de que acabo de chocar contra la pared y de que la cercanía del cuerpo de Kristie me endurece hasta la desesperación.

—¿Por qué te empeñas en joder nuestras posibilidades? —El cuerpo de Kris se arrima al mío y, joder, la bragueta se me clava en la dura erección—. ¿Quieres jodernos la vida? ¿Es eso? ¡Llevamos años enamorados! ¡Tú eres mi único para siempre! ¿Y no tienes huevos para quererme? ¿Eres un puto cobarde de mierda?

Los puños de Kristie no se detienen. Me tiene acorralado, cachondo perdido y con una ansiedad del copón. Sus ojos refulgen desafío, avidez, furia. Tiembla, frunce los labios y su respiración impacta contra mi boca para provocarme un cortocircuito. Mi mano actúa sola, la muy traidora, y se posa en su mejilla.

—No podemos estar juntos, nena. —Se estremece al contacto—. Sería un jodido error.

—¿Por qué? —Inspira con fuerza por la nariz pegando su frente a la mía—. ¡No lo entiendo! ¿Me amas una milésima parte de lo que yo te amo a ti?

—Eres la única en mi puto corazón. —Cierro los ojos para frenar la necesidad que me consume—. Contigo conduciría mi Dodge en contradirección y sin frenos. A toda hostia, nena. Pero es peligroso porque podríamos acabar estrellados contra una pared y lo perderíamos todo.

—¡Joder, Den! —Me pega con la palma abierta en un brazo—. Yo me subiría a tu Dodge y dejaría que me llevaras en contradirección, sin frenos y a toda hostia sin importarme hasta dónde llegáramos. ¿No lo entiendes? ¡Te quiero, joder!

—¡Pero es una puta locura! Si no sale bien…

—¿No vas a aceptar lo que sientes? —Impacta su puño cerrado contra mi pecho—. ¿Prefieres seguir probando otros labios? ¿Es eso? Porque si piensas seguir liándote con otras, no voy a quedarme a tu lado ni un segundo más. Es o todo o nada, Den.

—No puedo arriesgarme…

—¡Vete a la mierda! —Se da la vuelta para largarse, y mi corazón, ese capullo desagradecido, se rompe en trocitos muy pequeños, se astilla, se agrieta. ¿Vivir sin ella? ¡Joder, no!

Alargo el brazo con un subidón de desasosiego al procesar sus palabras, la agarro del brazo, tiro de ella y la coloco de nuevo pegada a mi cuerpo. Respiro con dificultad, mis pulsaciones parecen un puto tambor y la necesidad de comerle la boca es demasiado intensa para ignorarla. La rodeo por la cintura con la otra mano y la estrecho hacia mi cuerpo; ella emite jadeos roncos llenos de deseo. Y toda mi contención se rompe cuando Kristie choca su boca con la mía. El contacto es explosivo, me impacta en la entrepierna y se propaga por mis venas con una fogosidad implacable. Abro la boca para recibirla, le ofrezco hasta la última migaja de mí. Mis besos se vuelven codiciosos, se convierten en una sucesión de ardientes y perversos «te quiero». Ella se queda sin aire, jadea en mi boca, me rodea el cuello con los brazos y se entrega sin reservas.

—Contradirección y sin frenos, nena —susurro—. A toda hostia. Contigo. Ahora y siempre.

Hace tres años

KRISTIE

El domingo despierto tarde, me desperezo en la cama y lo busco a mi lado, pero Dennis no está. Hace seis meses conseguimos alcanzar uno de nuestros sueños más importantes: compartir piso, y cada día es una paleta de nuevos y excitantes momentos. Dennis trabaja en un taller de mecánico y ha conseguido acogernos a las dos para convertirnos en una familia de verdad. Me gustaría tanto gritar a los cuatro vientos nuestro amor, pero todavía soy menor de edad y el nuestro es un amor prohibido.

La almohada de Dennis está fría, como si hiciera horas que se ha ido. Me levanto para buscarlo, pero no hay rastro de él en la casa, ni una nota ni ningún indicio de su paradero. Steff duerme en su habitación. Ayer nos fuimos las dos tarde a la cama por culpa de una película que nos mantuvo en vilo en el salón, esperé a Den hasta muy tarde, pero acabé quedándome dormida antes de su aparición. ¿Dónde está? Una sensación ansiosa se aposenta en mi estómago. En mi móvil hay un silencio absoluto, ni siquiera consigo establecer la conexión cuando lo llamo, como si el suyo estuviera apagado. Me comunico con su jefe en el taller, pero no conoce su paradero, y la desesperación me atrapa. Nuestra vida apenas se concentra en estas cuatro paredes, no sé dónde más buscarlo.

Entro en la cocina, donde también reina la soledad, y me preparo una taza de leche con cacao caliente para combatir mi angustia. Camino hasta el salón y me siento en una de las butacas frente a la ventana a observar la calle, en su busca, con el presentimiento acucioso de que mi vida está a punto de saltar por los aires. No debería ser tan dramática, ¿verdad? El sonido del teléfono me sobresalta y dispara mis latidos. Es un número desconocido…

—Estoy en la cárcel, nena, y no voy a salir en mucho tiempo. —Estas dos frases de Dennis me hacen añicos el corazón—. Me han trincado en un robo para los The Black Faces, hace un par de meses que estoy en la banda. No intentes venir a verme ni hagas nada que te relacione conmigo o saldrás salpicada. Steff y tú volvéis al sistema.

DENNIS

Mi voz se apaga por momentos. ¡Estoy en el trullo, joder! Y no voy a salir en una larguísima temporada. Mi corazón se fragmenta al enfrentarme a los sollozos de Kristie al otro lado de la línea, a su dolor, a su desesperación. Y, como el cobarde de mierda que soy, cuelgo el teléfono para no escuchar sus preguntas fatídicas, para no contestarlas, para no enfrentarme a la realidad. Si la quiero, debo dejarla libre.

Impacto uno de mis puños contra la pared y el dolor me desgarra por dentro mientras me acompañan a mi celda. La imagino esperándome en nuestra cama, esa que hemos compartido los últimos seis meses, y se abren grietas más profundas en mi interior. Dejarla es la decisión más difícil que he tomado en la vida, pero no me queda otra opción. Si solo me hubieran detenido por un robo…, pero la he jodido bien y no he sido capaz de explicárselo. Dos policías han acabado muertos esta noche. No he disparado, ni siquiera tenía un arma, sin embargo, eso no me librará de pasarme muchos años a la sombra.

La noche se llena de pesadillas donde mis mayores temores se materializan, y al alba todavía no he encontrado las energías para superar la situación. Mientras acompaño al madero de turno a la cita con mi abogada de oficio, la soledad que me espera me golpea de lleno. ¡Hostia puta! Duele que te cagas. Recuerdo la vida con mi padre antes de ver cómo lo mataban frente a mis ojos, la felicidad, la tranquilidad de una rutina exenta de ansiedades. Hasta que su socio se vendió a unos prestamistas por culpa de sus deudas de juego y uno de esos cabrones apretó el gatillo para castigarlo. Fue mi padre quien recibió el disparo y cayó al suelo a cámara lenta. Después George me lo arrebató todo y acabé en el orfanato, donde me sobrevino una soledad durísima durante tres años. Me endurecí, perdí la candidez y cambié hasta convertirme en un superviviente. Hasta la llegada de Kris y Steff todo eran tinieblas, pero ellas tintaron mi soledad y, joder, acabo de destruirlo todo.

La abogada habla acerca de mis escasas opciones. Una de ellas me tienta, quizá podría denunciar a mis compañeros y quedar libre. Pero si hago algo parecido, las pondría en peligro. Además, he trazado otros planes que no pienso compartir con la abogada. Nadie puede conocer mi verdadera motivación para continuar adelante con este plan suicida. Solo necesito asegurarme de que Kristie y Steff estarán a salvo lejos de mí.

—No quiero verla en el juicio ni en la cárcel —contesto cuando la letrada me pregunta por Kris—. Ni a ella ni a su hermana.

—Podrían hablar en tu defensa.

—¿No le queda claro? —Golpeo la mesa con el puño—. ¡Quiero a las hermanas Edwards alejadas de toda esta mierda!

Me despido de ella con la sensación de haber conseguido mi propósito, pero esto no impide que los días y las noches se llenen de un tormentoso dolor de mierda. El sábado es día de visitas y cuando uno de los guardias viene a buscarme a la celda me enfrento a la mayor inquietud de mi vida. Es Kristie, lo sé, la intuyo, huelo su fragancia, siento sus dulces palabras acariciarme y me rebelo contra mi necesidad de verla. Si lo hago, si hablo con ella ni que sea una vez, si intento agarrarme a su amor, la condenaré, y la quiero demasiado para destrozarla así. Acompaño al carcelero con un ataque de nervios del copón, y me quedo en la puerta.

—No quiero la visita —anuncio observándola. Está sentada a una de las mesas, con el dolor contrayendo sus facciones. Ojalá mi mierda no la cubriera y ahora pudiera abrazarla, pero mi única opción es asestarle un golpe mortal.

Nuestros ojos se cruzan. Los de Kris suplican una oportunidad para hablar, los míos claman a gritos la dolorosa necesidad de apartarme de ella. Aprieto los puños, golpeo la pared y aparto la mirada. Es la acción más difícil de toda mi jodida vida. Dejarla ahí sin correr a abrazarla, sin probar sus labios, sin estrecharla contra mi cuerpo… Doy media vuelta para marcharme. Debo hacerlo, no me queda otra opción.

—¡Dennis! —El grito de Kristie me alcanza como si fuera una flecha directa a mi corazón—. ¡Por favor, Den, háblame! —Se le quiebra la voz, se llena de lágrimas. Escucho sus pasos desesperados, sus gritos, se rotura total, pero no me detengo—¡Te quiero! ¡No me dejes! ¡Den! ¡Joder! ¡No te atrevas a largarte! ¡Habla conmigo! —Las súplicas de Kristie se enfrentan a la negativa de los guardias a dejarla pasar más allá de la puerta—. ¡Ibas a conducir en contradirección, sin frenos y conmigo! ¿No lo vas a cumplir? ¿Vas a joderlo todo?

Ahora mi vida será contradirección, sin frenos y sin ti, pienso antes de desparecer rumbo a mi celda.

1

Kristie

En la actualidad

Aprender a surfear con un profesor como Liam es increíble y me ayuda a evaluar día a día lo sucedido con Luke, con Dennis y con mi vida estos últimos años. Llevo tiempo navegando a la deriva, con demasiados líos en la cabeza y sin centrarme, por eso tomé la decisión de irme a Santa Mónica sola durante cinco semanas, a un campamento de surf que me está ayudando a desconectar, a pensar, a alejar de mí los nubarrones que me impedían ver más allá de la ansiedad, de cómo me había convertido en alguien incapaz de actuar, de digerir los reveses y de tomar un camino directo hacia la superación. Me subo a la tabla para remar hacia las olas. Las lecciones me han convertido en casi una experta, por eso me levanto sobre la tabla con agilidad, me enfrento a la ola y grito extasiada al comprobar cómo logro aguantarme más que nunca.

—¡Bien, Kris! —aplaude Liam, mi profesor y el dueño del campus donde me he instalado—. ¡Lo has conseguido!

El resto de mis compañeros también reciben sus palabras de aliento, entre nosotros hay una camaradería genial. Es bonito sonreír sin sentir el peso de las dudas y de las heridas sin cicatrizar en un corazón dividido. Los dos hombres de mi vida lo han traicionado, lastimado y desintegrado, se han encargado de destruirme de forma contundente, pero estas semanas lejos de casa, sumida en una rutina exenta de ansiedad, dolor o angustia, libre, sonriente y alegre en todo momento me han servido para desconectar, para reencontrarme y para empezar a trazar un rumbo.

Recuerdo el día de la boda de Steff con un nudo en el estómago. Dennis la acompañó al altar como su padrino y lo eché tanto de menos en ese instante... Su mirada se iluminó mientras la llevaba hacia Swan, orgulloso de entregarla a un hombre que la ama. Ojalá algún día pudiera sentirme como mi hermana en aquel momento. Feliz, ilusionada y con un futuro excitante abriéndose ante mis ojos. Ese día crucé un par de miradas con Dennis; fue como si regresara a la coraza de la antigua Kris y pudiera sentir el embiste de nuestro amor con una fiereza indomable. Pero a los pocos segundos evoqué la sala de visitas de la cárcel donde acudí cada semana durante meses y reviví cómo su ausencia había creado un vacío en mi corazón.

Con el tiempo conseguí olvidar el dolor, la sensación de caer en un pozo profundo donde solo existía la oscuridad, la necesidad de sentirlo cerca, y arrinconé nuestro amor hasta convertirlo en ascuas porque era la única forma de continuar con mi vida, aunque perdí demasiado por el camino porque dejarlo marchar me costó una importante parte de mí. Recuerdo cada uno de los días trascurridos desde entonces, esa necesidad dolorosa y asfixiante de recuperarlo, mi lucha constante para reconstruir pieza a pieza un corazón completamente desmigado, la sensación de pasar de puntillas por mi vida, como si solo fuera un espectro arrastrándose por los días sin saborearlos.

Cuando entré en el reformatorio para proteger a Steff me prometí superarlo de verdad. No podía subsistir ahí encerrada sin apagar la llama que me consumía porque necesitaba toda mi energía para sobrevivir a la situación. Y poco a poco mitigué su recuerdo hasta convertirlo en una parte remota en la memoria. Al salir del correccional necesitaba verlo de nuevo, reconstruir a marchas forzadas nuestra amistad. Y lo hice, me armé de valor y aparecí en la cárcel dispuesta a todo por intentarlo de nuevo, por recuperar esa parte de mi vida. Mis latidos se detuvieron cuando apareció en la sala de visitas, se me quedaron los pulmones sin aire y mi cuerpo se inmovilizó, preso de una devastadora emoción. Estaba cambiado, una dureza implacable cubría sus ojos y mantenía las distancias conmigo, pero por primera vez en mucho tiempo estaba ante mí, me hablaba, me miraba y no rehuía el contacto. Fue como si el mundo se abriera bajo mis pies y por fin pudiera salir a él para absorber cada brizna de aire.

Nuestra primera conversación fue forzada, ansiosa y sin la profundidad de antaño. Los dos estábamos incómodos y esquivamos muchos temas, pero superamos ese primer día y empecé a visitarlo una vez a la semana, con interacciones correctas, pero a la vez bastante distantes, como si todo cuanto habíamos compartido se hubiera fundido entre las sombras de sus actos y apenas tuviéramos algo en común. Aun así, ignoré mis sentimientos desbocados, mi dolor, el tormentoso laberinto por el que deambulaba al verlo y sentirlo de nuevo parte de mí.

En medio de esa vorágine de nuevas y aterradoras sensaciones del reencuentro conocí a Luke y me enamoré de él. Nuestra historia fue preciosa, una de esas que parece sacada de una película romántica, con clichés de novela del género y mil momentos preciosos, aunque también acabó destruyendo mi corazón de manera implacable. Quizá debería replantearme cómo hace diana porque siempre elijo al tío más complicado. Luke es alto, rubio, guapo, el guitarrista de un grupo musical en auge, divertido, con unos padres forrados y un capullo con odio al compromiso. Me arriesgué con él porque la idea de perdonar a Dennis no entraba en mis planes, y lo quería, pero sus continuas infidelidades me llevaron a la devastación. Me convirtieron en alguien ajeno a mí. Me hicieron pedazos. O quizá fue algo diferente…

—¿Quieres ir a dar una vuelta esta tarde? —propone Liam cuando salimos del agua—. Podríamos acercarnos a la fiesta de la espuma. Hay baile en la playa.

—Perfecto. —Arrincono las elucubraciones acerca de mi vida para sonreírle. Liam es un buen tipo y me está ayunado a ver las cosas desde una perspectiva más sana—. Solo me quedan cuatro días de campamento. Os echaré de menos cuando vuelva a Texas.

—Quédate dos semanas más. —Clava la plancha en la arena para alcanzar una toalla y secarse un poco el pelo—. La uni no empieza hasta finales de agosto y tu hermana vuelve entonces, ¿no? Estarás mejor aquí y tendrás más tiempo para pensar en qué quieres hacer con tu vida.

—No tengo pasta para quedarme más tiempo. —Sonrío—. ¡Tu campus es caro de cojones!

—Quédate en mi casa. —Me guiña un ojo con una insinuación muy clara de su propuesta—. Te dejo gratis las clases.

—Necesito pensarlo, Liam —replico un poco tensa—. No me gustaría empezar algo complicado mientras sigo hecha un lío.

—Podríamos pasarlo bien sin hacer planes de futuro. Unas semanas juntos y luego cada uno por su lado. A veces estas cosas funcionan para olvidarnos de los malos rollos. —Me abraza por la cintura en un gesto tierno. Llevamos casi cinco semanas de tira y afloja, aunque sin llegar a nada. Le he contado mis problemas, mi pasado, mis dudas, y él sabe escuchar sin juzgar—. No me van las relaciones a largo plazo, prefiero algo pasajero.

El resto de compañeros se acercan con sus parloteos emocionados. Me alejo un poco de Liam para centrar mis pensamientos. Steff me sugirió que me liara con otro tío para olvidarme de mi necesidad de descubrir si estoy enamorada de Luke o de Dennis. Y Liam sería perfecto para eso. Es guapísimo. Alto, moreno, con dos ojos negros llenos de luz, bronceado, con una sonrisa demoledora, musculado… Tiene veintisiete años, hace cuatro montó este chiringuito y consiguió sacarlo adelante con su manera práctica de ver la vida. Antes de instalarse en Santa Mónica competía en surf. Tenía patrocinadores potentes y solía ganar muchas competiciones, pero se cansó de dar tumbos por el mundo. Invirtió casi todos sus ahorros en el Surf Camp y lo da todo por transmitir su ilusión a los alumnos, sin descuidar nunca su simpatía natural.

Me gusta. Si no tuviera a Dennis y a Luke metidos en mi piel podría enamorarme de él. Por suerte Liam no quiere una relación estable. Estuvo viviendo con una surfista, compartieron cama, horas de entreno, competiciones y forma de vida durante cinco años y cuando él decidió dejarlo todo para montar su negocio ella lo abandonó. Desde entonces se entrega a relaciones esporádicas sin carga emocional. Estaría bien pasar un tiempo en su cama para alejarme después. Sería una manera increíble de dejar de lado mis agobios para vivir una aventura. Sin embargo, no quiero complicarme la vida con una tercera persona.

Camino hacia mi cabaña cerca de la arena tras dejar la plancha en su sitio. El campamento está frente a la playa y sus instalaciones son perfectas para pasar unas semanas aislada del mundo, sin pensar en lo que he dejado atrás. Ocupa una gran extensión de terreno, tiene diez cabañas idénticas a la mía y una más grande para Liam. Hay un barracón común frente a la cocina, con mesas de madera alargadas y bancos, otro frente a la puerta de salida al recinto con sillones cómodos para ver la televisión juntos y una zona común al aire libre donde nos sentamos muchas noches a conocernos mejor.

—Kris. —Liam me llama antes de llegar a la puerta—. Hablo en serio. Me gustaría pasar más tiempo contigo. Quédate, no vuelvas todavía a tu complicada vida, date ese capricho.

—Tengo a esos dos metidos aquí dentro. —Me señalo el corazón—. No quiero confundirte, nunca voy a dejar pasar a otra persona.

—Sin ataduras. —Sus ojos transmiten el mismo mensaje, solo quiere pasarlo bien—. Ya me conoces.

—Lo pensaré. —Y lo haré, porque quizá ya es hora de pensar en disfrutar del momento sin esperar nada a cambio.

Cuelgo el traje de neopreno en la entrada antes de perderme rumbo a la ducha. Él me observa quieto en la arena, con una media sonrisa. La cabaña individual donde duermo no es muy grande: un amplio dormitorio y un baño al aire libre en un pequeño jardín trasero, pero tiene todo cuanto necesito para sentirme a gusto. Tiendo el bikini mojado en el extendedor y entro en una ducha con el agua casi helada para deshacerme del calor, de la sal, de la sensación de volver una y otra vez al mismo punto de partida.

Me enrollo una toalla en el cuerpo y otra en el pelo mojado cuando apago el grifo. En el espejo veo mi rostro tostado por el sol, con más color que nunca, y me gusta. El pelo pajizo ha cogido un tono más dorado y mis ojos resplandecen con ilusión. Le prometí a Maggi regresar a mi trabajo en su bar a finales de agosto. Antes quería pasar dos semanas libres, sin pensar demasiado en el futuro. Vivir en casa de Rob Nelson es una ventaja porque está en Ford Lucas, una base militar de la Fuerza Aérea con suficiente seguridad para evitar visitas no deseadas. Steff y yo nos mudamos ahí hace casi un año y medio, cuando Dennis decidió cerrar un trato con el FBI para inculpar a los miembros de la banda con la que se había enredado a cambio de su libertad, y a mí me apuñalaron para disuadirlo de cambiar de opinión. Gracias a la intervención de mi cuñado, su padre nos acogió dándonos refugio y acabó convirtiéndose en un verdadero padre para nosotras.

Poco después cumplí los dieciocho y el general me invitó a seguir bajo su techo mientras se ocupaba de sufragar los gastos que no cubre la beca para acudir a la Universidad de San Antonio. Entonces Steff vivía con nosotros y todavía tenía diecisiete años. Rob tenía otorgada su acogida hasta su mayoría de edad y quedarme con ellos fue un sueño porque al dejar de estar bajo la custodia del estado el general no tenía la obligación de seguir acogiéndome. Por fin teníamos una estabilidad, un hogar de verdad y solo la relación ilícita de mi hermana con nuestro hermano de acogida podría haber acabado con ello, pero lo suyo terminó en boda y yo me quedé en Fort Lucas construyendo un futuro inimaginable. Durante casi toda nuestra vida Steff y yo hemos cambiado de casa de acogida con demasiada frecuencia. Encontrar un lugar donde nos ofrecieran cariño incondicional parecía misión imposible hasta llegar a casa de los Nelson.

Camino descalza hacia la habitación donde el móvil suena insistente. Contraigo la cara al llegar frente la mesilla de noche, con deseos de no ver el nombre de Luke en la pantalla. No he contestado ni una de las llamadas del último mes, y han sido bastante insistentes. Por suerte está de gira con su grupo de música y no puede venir a por mí. Necesito distanciarme de él. Sonrío al descubrir la foto de Steff iluminándose. Es una videollamada por FaceTime. Coloco el móvil sobre el tocador para ver la cara de mi hermana y empiezo a moverme por la habitación en busca de mi ropa.

—¿Qué tal la instrucción? —pregunto con emoción al descolgar. Está sentada en lo que se intuye es una litera. Lleva el pelo recogido en un moño, un traje militar de camuflaje y parece muy cansada—. ¿Ya te has adaptado?

—¡Es una jodida mierda! Nos despiertan a las cinco y cuarto y apenas tenemos tiempo para descansar. Y lo de acatar órdenes se me da mal. ¡Todavía no entiendo cómo se me ocurrió alistarme!

—Porque eres cojonuda a los mandos de un caza y quieres entrar a formar parte del cuerpo de pilotos de élite de Fort Lucas. —Sonrío al ver su expresión airada—. Ánimos. Ya te falta menos, dos semanas más y vuelves a casa.

—Con mi marido… —Da dos saltitos de los suyos—. ¡Todavía no me lo creo! ¡Estoy casada! —Me enseña la alianza, junto a su diamante de pedida—. Suerte que Charleen y Edward están aquí, te juro que como uno de esos tíos vuelva a meterse conmigo lo capo. Cuando se enteran de que estoy casada entran al trapo.

Le mando un beso y me visto con un bikini de cortina y una falda corta de gasa estampada.

—Y tú no te quedas corta, ¿verdad? —Su mueca traviesa me da una idea de cómo contesta a las provocaciones—. Como si lo viera… ¡Pobres chicos!

—No necesito hacer demasiado. El apellido Nelson impone. Cuando se enteran de quiénes son mi marido, mi cuñado y mi suegro… ¡Joder, Kris! ¡Es que el padre de Swan es el general de Fort Lucas! ¡Una leyenda en la Fuerza Aérea! ¡Y mi cuñado es Zack Stevenson! ¡El número uno de los pilotos! Además, Swan es un ingeniero con renombre en el ejército. Es flipante, la verdad.

Charleen se acerca un segundo a la pantalla para saludarme.

—Es una kamikaze —explica—. El otro día un poco más y llega a las manos con uno que insinúo que había entrado en Fort Lucas por méritos familiares.

Suelto una carcajada al imaginarme la situación. Mi hermana tiene mucho carácter y no soporta según qué comentarios.

—Confío en ti para mantenerla a raya.

—¡Eso es imposible! ¿Acaso no la conoces? —Levanta la mano para despedirse y desaparece tras decirle algo a Steff.

—Cuéntame qué tal en Santa Mónica —solicita mi hermana—. En pocas semanas volveremos a vivir a pocos metros de distancia.

—Liam me ha invitado a quedarme quince días más —suelto con un suspiro.

—¿Le has dicho que sí? —Aplaude con emoción—. Porque necesitas darle un garbeo a ese cuerpo y dejar de pensar en el capullo de Luke un tiempo.

—No me he liado con Liam. Le gusto y a mí me parece atractivo, pero sigo hecha un lío. Luke, Dennis… ¡Solo me falta un tercero en discordia!

—No se trata de enamorarte, solo de pasarlo bien y conseguir distanciarte de tus problemas sentimentales. —Chasca la lengua—. Vamos, Kris, ya basta de estar jodida. Luke se metió en la cama con dos tías a la vez y acabó de cargarse lo vuestro. Si todavía lo quieres, deberías averiguar si eres capaz de perdonarlo otra vez. Y Dennis sigue loco por ti. Lo sabes tan bien como yo. Lo vuestro fue la hostia y la cagó. ¿Con cuál te quedas?

—Los quiero a los dos, ya te lo he dicho mil veces. —Busco el sombrero de paja en el armario para protegerme del sol e ignoro los pensamientos cada más recurrentes de mi mente donde clarea una respuesta distinta—. No tengo ni puta idea de a quién elegir. Echo de menos a Luke, cuando lo descubro en la tele o en carteles de su gira mi corazón se vuelve loco. Y Dennis… ¡Joder! Cuando lo vi en tu boda con Lenora me rallé un montón. Me hubiera lanzado a sus brazos, pero entonces recordé los meses de visitas a la cárcel, su rechazo, aquella primera vez que me dejó sin hablarme y me vi incapaz de volver a pasar por algo parecido.

Me estiro en la cama boca arriba con un suspiro y el móvil en la mano derecha. Esta conversación es repetitiva y no puedo seguir así.

—¡Ya basta, Kris! Tírate a Liam, pasa dos semanas más aquí y olvídate de ellos un tiempo. Pareces un puto disco rayado, y es muy cansado. Aunque te digo lo de siempre: Luke la cagó de verdad, en cambio Dennis acabó saliendo de la cárcel tras entregar a los miembros de la banda y está arrepentido.

—Siempre lo defiendes.

—Porque os quiero un montón a los dos y me revienta veros separados. Pero ya eres mayorcita para tomar una decisión sin mí. Si elijes a Luke, me parecerá bien mientras no vuelva a joderla. —Me guiña un ojo—. ¡Dile sí a Liam! ¡Necesitas un polvo salvaje!

—¡Steff!

Suelta una de sus risotadas felices. Se me hace difícil estar separada de ella.

—Tengo que colgar o no me quedará tiempo para llamar a Swan. —Se muerde el labio al pensar en él—. No seas tonta, Kris, aprovecha la oportunidad de pasarlo bien antes de volver. A veces liarte con otro ayuda a aclarar las ideas.

Cuelga y yo suelto un suspiro. Abro los brazos en cruz con una sonrisa. Mi hermana siempre tiene una visión optimista de la vida y Dennis seguirá siendo su preferido. Mi historia con Luke fue preciosa, un cuento de la cenicienta hecho realidad. Me enamoré como una tonta de él, a pesar de conocer su currículo con las chicas y ese odio al compromiso que le hace cagarla una y otra vez. Fue un flechazo por ambos lados. Sé que me quiere, pero a veces no basta con eso. Lo intentamos durante un año. Lo elegí a él a pesar de que acababa de serme infiel y me alejé de Dennis cuando salió de la cárcel dispuesto a recuperarme. Fue una decisión poco pensada porque creía de verdad que mis sentimientos por Luke eran fuertes.

Todavía recuerdo su primer te amo en el Maggi’s, el día del decimoséptimo cumpleaños de Steff. Fue precioso. Durante un par de meses lo nuestro fue idílico, hasta que su grupo saltó a la fama y en uno de sus conciertos pasó la noche con otra. No entiendo cómo fui capaz de perdonarlo otra vez, quizás en ese instante debí dejarlo para siempre. Unos meses después se repitió la misma historia. A la mañana siguiente lo etiquetaron en las redes sociales y mi mundo se derrumbó de nuevo, pero como una idiota volví a tolerarlo. Hasta esa última vez, a seis días de la boda de mi hermana, cuando se marcó un trío —o como mínimo eso anunciaban las redes sociales a bombo y platillo— y ya no fui capaz de encontrar excusas a su comportamiento. En la boda de Steff me arrinconó a la salida del baño para obligarme a hablar con él.

—No me acosté con ellas, Kris. —Sus ojos centelleaban con dolor mientras me hablaba—. Necesito que me creas. Quería hacerlo, tenía intención de follar con las dos a la vez y no pude porque eres el amor de mi vida. No me dejes.

—¿Cuántas veces más lo has hecho sin que te pille? —Me encaré a su mirada—. Nunca te entregarás a lo nuestro por completo. Tu abuelo te compró una casa hace meses y todavía no me has pedido que me traslade contigo. ¿No te das cuenta? Siempre vamos a seguir al borde del abismo. No quiero vivir así.

—¿Es por el cabrón de Dennis? —Me agarró del brazo para llevarme a un recodo de The Hole, alejados de los invitados—. ¿Sigues colgada de él?

Cerré los ojos y bajé la cabeza para encontrar fuerzas.

—Lo quiero muchísimo, como a ti. Si fueras diferente, si nunca me hubieras traicionado, si lo nuestro funcionara… —Levanté la vista con una profunda inspiración—. Te elegí, pero te lo has cargado. No puedo pasarme la vida con miedo a descubrir otra tía en tu cama. Has conseguido destrozarme, convertirme en alguien que no quiero ser. Y no soy feliz contigo, Luke. Eso es lo que cuenta en realidad.

—Te amo, Kris. No me imagino mi vida sin ti.

—Tienes una manera muy jodida de demostrarlo. —Sonreí con amargura y me alejé de él—. Necesito espacio, tiempo, saber qué quiero y qué quieres tú. Se acabó perdonarte, vivir siempre con miedo a volver a pescarte con otra, atada a una relación dolorosa. Me hace falta recuperar mi visión feliz de la vida y contigo me siento desdichada. Por mucho que te quiera, no puedo seguir así.

Lo dejé allí plantado para no seguir hablando con él sin darme un tiempo. Necesitaba pensar en lo sucedido, en nuestra relación, en las mil razones para no seguir anclada a él otra vez. Tampoco le cogí el móvil las siguientes semanas, ni me acerqué cuando vino a buscarme a la salida de la Universidad de San Antonio ni las veces que aparecía por Maggi’s suplicando un perdón que me era imposible ofrecerle de momento. Lo había conseguido demasiadas veces y no quería volver a caer en ese juego macabro.

Agarro las sábanas con los puños y aprieto con fiereza. Lo echo de menos y me apetecería encontrar la manera de confiar en él, porque lo nuestro fue precioso. Pero también siento algo muy fuerte por Dennis. Verlo en la boda de Steff acompañado de Lenora me llenó el cuerpo del veneno letal de los celos. Se los veía felices, riendo, con una complicidad como la nuestra cuando estábamos juntos. Y esa realidad me partió el alma.

—¿Kris? —La voz de Liam me devuelve al presente. Entreabre la puerta y me levanto de un salto para que no me vea así—. ¿Estás lista? Robert, James, Rose y Marsha se vienen a la fiesta.

—Voy. —Me acerco a la puerta—. Solo necesito dos minutos.

—Te esperamos en el salón.

En el baño me recojo la larga melena rubia en un moño antes de ponerme el gorro de paja. Un toque de brillo de labios, unas gotas de perfume, crema protectora en la cara y lista. No tardo nada en ir a por ellos. El grupo de personas apuntadas al campamento cambia cada semana, con excepción de mis cuatro compañeros, quienes como yo aprovecharon la oferta de cinco semanas a mejor precio. Entre nosotros ha surgido una conexión perfecta. Salimos muchas veces los seis por ahí, adoptando a los nuevos que quieran incorporarse a nuestras salidas. Robert y Rose son un matrimonio de Arkansas muy divertido. James y Marsha una pareja de jóvenes de mi edad con ganas de pasarlo en grande pillando olas. Salimos a la playa con los zapatos en la mano. Hace una tarde perfecta, con una temperatura agradable.

—¿Estás bien? —Liam camina a mi lado—. Antes me ha parecido que acababas de llorar.

—Estaba pensando en Luke y en Dennis —explico con un poco de congoja en la voz—. Mi hermana me ha llamado para saber cómo me va y me ha aconsejado que me olvide de los dos un tiempo.

—Me cae genial tu hermana. —Sonríe con picardía—. Podrías presentármela a ver si conectamos.

—¡Está casada! —Me carcajeo porque él ya lo sabe—. Y enamorada como una tonta de Swan. Nunca la imaginé en el ejército ni casada con un soldado trece años mayor que ella. Pero solo hace falta verlos juntos para saber qué es el amor. ¡Joder! ¡Entre ellos saltan chispas!

Me pasa un brazo por los hombros en un gesto de camaradería que no me molesta. Nos hemos acercado mucho estas semanas. Me gusta hablar con él, es alguien objetivo porque no conoce a nadie de mi entorno.

—Pues si ella está ocupada, podría cortejarte a ti. ¿Qué te parece?

—Mal. —Resoplo con una sonrisa—. Tengo la cabeza hecha un lío, solo me faltaría añadir más leña al fuego. ¿Crees que se pueden querer a dos personas a la vez?

—En eso le doy la razón a tu hermana, siempre hay uno al que amas. Solo necesitas descubrir cuál es. —Esboza una sonrisa—. Aunque tú ya lo sabes, ¿verdad?

Nuestros compañeros se acercan para unirse al debate con interés. Es parte de nuestra rutina cuando salimos por ahí. Yo les cuento mis penas de amor y ellos intentan dar su punto de vista. Llegamos a la zona de la playa donde se celebra la fiesta, al lado de uno de los bares más concurridos. Hay mucha gente expectante, música discotequera y los organizadores armados con mangueras para llenar el lugar de espuma en unos minutos. Sobre la tarima, situada a varios metros frente a nosotros, el presentador explica el funcionamiento del evento.

—¿Tomamos algo? —Robert señala la barra del bar—. Me apetece un ron con piña.

—Yo prefiero bailar. —Empiezo a mover el cuerpo al son de una canción de moda—. Id vosotros. Va a empezar la lluvia de espuma y me apetece pringarme.

—Me quedo contigo. —Liam se quita la camiseta, la lanza dentro de una de las cajas herméticas que presta la organización y se acerca para bailar a mi lado—. El ron con piña puede esperar.

Vemos cómo nuestros amigos caminan hacia la barra unos segundos antes de que las primeras gotas de espuma llenen el lugar. Suena una canción de The Band, el grupo musical de Luke. La voz de Julia describe cómo su querido Zack le pidió la mano volando de noche en un avión descatalogado de la Fuerza Aérea. Cierro los ojos para recordar cómo bailé esta pieza en el escenario en el concierto de Los Ángeles. Ese día pensaba que Luke pediría mi mano y acabé siendo testigo de otra proposición en directo. Reprimo un suspiro y bailo, alejando de mí esos recuerdos.

2

Luke

Llevo tiempo sumido en la mierda, recriminándome mi manera estúpida de actuar, con deseos de cambiar muchas de mis decisiones y la sensación de haberla cagado sin solución, pero también soy consciente de mis limitaciones emocionales. Camino por la playa con ansiedad y una necesidad extrema de tenerla de nuevo en mi cama, y no acabo de centrar mis deseos o de entenderme. Tan pronto la echo de menos como me lanzo en brazos de una aventura capaz de hacerme arder en la pasión sin comprometerme.

La gira está siendo dura a nivel de horas de dedicación. Cada día tenemos más fans, llenamos más los estadios y sumamos una mayor cantidad de descargas en la red y de ventas de CD’s. Apenas he contado con tiempo para llamarla, ir a por ella o aclarar la situación, pero al fin tengo un par de días de descanso y pienso dedicarlos a recuperarla, aunque solo sea como amiga.

Kristie es importante para mí, a pesar de mi incapacidad de arrinconar el miedo al compromiso, mis ansias de libertad o cada una de las salidas con otras. Sigo sintiéndome enjaulado en una relación, por eso no le pedí compartir casa ni fui capaz de mantenerme fiel a lo nuestro, pero a la vez la quiero y la idea de perderla para siempre me aterra. No puedo continuar hiriéndola o boicoteando lo nuestro, mis charlas con Julia me han abierto los ojos a mi estupidez, y ha llegado la hora de asumir mis errores.

El jet privado me ha dejado en el aeropuerto hace un par de horas. He conducido el coche de alquiler con rapidez hasta el hotel que he reservado para esta noche y allí me he disfrazado para ocultarme de fans indiscretos. Me he vestido de playa, con unas bermudas claras sobre el bañador y una camiseta ceñida de manga corta. Pensaba encontrarla en el campus de surf, a pocos minutos andado del hotel, tenía previsto sorprenderla en su cabaña para recitar el discurso ensayado durante las horas de vuelo para llegar otra vez a su corazón, pero unos chicos muy amables me han indicado que está en la playa, en una fiesta, con varios «amigos». ¿Solo lleva unas semanas aquí y ya tiene amigos? Cuando salíamos juntos no solía intimar con demasiadas personas, se limitaba a nuestro círculo no es demasiado proclive a abrirse a los demás. Kris ha sufrido mucho en su vida y le cuesta confiar en las personas.

Me calo las gafas de sol oscuras y me bajo la gorra para cubrirme. Un bigote postizo acaba el disfraz que debería mantenerme alejado de los fans mientras avanzo por la arena con las playeras en la mano, sin dejar de observar el tumulto de gente que baila bajo la lluvia de gotas de espuma al ritmo de Volando contigo, uno de nuestros éxitos más rotundos. La voz de Julia me acompaña cuando la busco con la mirada. No tardo demasiado en descubrirla con una de sus arrebatadoras sonrisas bajo la espuma, moviendo el cuerpo con una sensualidad impactante. Lleva un bikini negro, una falda corta de gasa estampada en rojos y negros, baja de cadera, que le deja al aire el vientre plano, un sombrero de paja tapándole los ojos y un collar largo con una piedra azul. Y está muy arrimada a un tío moreno muy musculado.

La ponzoña de los celos me golpea. No debería ponerme así, llevo tirándome a una distinta casi cada noche desde nuestra ruptura, pero me cabrea pensar que ha pasado página. Abandono los zapatos, la camiseta y las bermudas en una de las cajas herméticas que hay al lado de la improvisada pista de baile, con el corazón disparado, y camino hacia ella con ansiedad. Inspiro una bocanada de aire por la nariz y la suelto con mucha lentitud por la boca. Nada puede detenerme a la hora de abordarla, ni siquiera el capullo que la abraza por la cintura para arrimarla mucho a él. Acobardarme ante el difícil reto no entra en mis planes porque soy un tío muy lanzado.

Me detengo a pocos pasos de ella, mis latidos están acelerados al enfrentarme a su felicidad. Brilla, es como si hubiera recuperado ese resplandor de cuando la conocí, como si por una vez no mostrara la desdicha que le causaba estar conmigo. Los últimos meses sentí una distancia cada vez más grande entre nosotros, como si una grieta nos hubiera alejado tras mi segundo desliz, y poco a poco se expandía, separándonos. Y luego estaba Dennis. Nunca olvidaré cómo se encienden los ojos de Kris al mencionar su nombre, cómo se ruboriza, cómo se ilumina las veces que la he sorprendido hablando de él con Steff, o ese día, cuando la encontré frente a su taller espiándolo… Entonces los celos me cegaron e inicié otra de mis odiosas discusiones en las que nos decíamos barbaridades.

Me hipnotizan los bamboleos de Kris, sus sonrisas, cómo agita los brazos al aire mientras recibe la espuma. Me caldea el corazón hasta despertar la necesidad de mantenerla para siempre a mi lado, pero después de un año y pico de relación sé cómo funciona esa sensación. Solo dura un tiempo y luego desciendo al abismo de la angustia, me siento atrapado, preso de una relación que no deseo, y acabo pasando la noche con otra, sin calibrar las consecuencias, y entonces la rueda vuelve a empezar… Me acerco a ella bailando las notas de mi guitarra, sin dejar de mirarla, con la necesidad de envolverla entre mis brazos para llevármela a un lugar apartado donde suplicarle perdón.

—Estás guapísima. —Me acerco a su oído y la separo del moreno atrapándola por la cintura—. Tenía tantas ganas de verte...

Ella se detiene, da un paso atrás para deshacerse del abrazo, levanta la mirada y la clava en mí con una mueca de sorpresa.

—¡Luke! —Me retira un poco el sombrero de la cara—. ¿Qué haces aquí?

—No contestas a mis llamadas, te niegas a hablar conmigo y pareces decidida a olvidarte de lo nuestro. —Avanzo hasta volver a quedarme a escasos centímetros de ella—. Tenía que verte. Es importante hablar, Kris, no puedes desaparecer de mi vida sin más.

Aprieto el brazo en su cintura para acercarla al máximo y evitar su huida. Su calor me enciende con un fuego que me quema hasta la última fibra. Mis ojos se detienen en los labios de Kristie, con una aceleración de la respiración. Me llaman. Me llenan de una necesidad extrema de besarlos.

—Escuchar más excusas no es algo que me apetezca demasiado, por eso dejé de hablar contigo. —Me coloca una mano en el pecho para retirarme hacia atrás otra vez, pero su voz tiembla, como si el contacto también la hubiera afectado—. Lo nuestro no funcionaba. Te lo dije en The Hole, se acabó, y apareciendo aquí no lo haces más fácil.

Camina un par de pasos hacia la zona donde la espuma no cae. El chico que bailaba con ella hace unos minutos la acompaña con una mueca de interrogación.

—¿Te está molestado este tío? —pregunta colocándose entre los dos.

—Es Luke. —La sonrisa torcida de Kristie refleja su estado de agitación—. Tranquilo, Liam, estoy bien. Vuelve a la pista, en unos minutos estaré de vuelta con vosotros.

Mi sangre hierve con la frenética sensación de que ese capullo la mira con demasiado deseo. Liam da un paso a un lado, le da un beso en la mejilla a Kristie y camina hacia un grupo de dos parejas que observan la escena con curiosidad desde la pista de baile.

—Vamos a hablar a algún sitio tranquilo —anuncio agarrándola del brazo para llevármela—. Aquí hay demasiado ruido.

—No quiero escucharte ni que vuelvas a convencerme. —Se resiste con contundencia. Sus ojos muestran dolor y desconfianza, me desarman, me demuestran hasta qué punto la he herido—. Durante un tiempo nuestra historia fue preciosa, me hacías feliz y eso compensaba tu primer desliz, pero volviste a caer, una y otra vez, y me convertiste en alguien que no quiero ser, Luke. Yo nunca había perdonado algo así antes, y no lo haré nunca más. —Coloca una mano encima de mi antebrazo para intentar deshacerse del agarre—. Antes de tu última traición llevaba meses sintiéndome mal, triste, infeliz, pero tú ni te dabas cuenta, ni siquiera me preguntabas por mis ojeras, mi desánimo, mi falta de entusiasmo. No te importó, porque en tu mundo solo tú eres relevante. Y no quiero volver ahí, necesito estar con alguien que me valore, y tú no lo haces.