No puedo vivir sin ti - Pat Casalá - E-Book

No puedo vivir sin ti E-Book

Pat Casalà

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Beschreibung

La vida ha separado irremediablemente a Julia y Zack, y ahora solo quedan las piezas rotas de su corazón, un mensaje en un móvil, los efectos de una bala y una decisión trascendental capaz de destruirlos sin remedio. Julia está en una encrucijada: no sabe cómo reaccionar, su cuerpo parece petrificado, le falta el aire y de sus siguientes acciones dependen demasiadas vidas. Quizás es demasiado peligroso dejarse llevar por los sentimientos, pero puede que no exista ninguna otra posibilidad de rehacer su vida y que el abismo se trague su única opción de sobrevivir al mañana. O quizás el destino le tiene preparada una sorpresa. Amar significa entender, confiar y superar los obstáculos, aunque atente contra cualquier lógica.

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Pat Casalà

Primera edición digital: Septiembre 2022

Título Original: No puedo vivir sin ti

©Pat Casalà, 2022

©EditorialRomantic Ediciones, 2022

www.romantic-ediciones.com

Diseño de portada: Olalla Pons – Oindiedesign

ISBN: 978-84-18616-97-6

Prohibida la reproducción total o parcial, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, en cualquier medio o procedimiento, bajo las sanciones establecidas por las leyes.

ÍNDICE

1Julia

2. Terry

3. Penny

4. Julia

5. Zack

6. Julia

7. Zack

8.Julia

9. Zack

10. Julia

11. Zack

12. Julia

13. Zack

14. Julia

15. Zack

16. Julia

17. Zack

18. Julia

19. Zack

20. Julia

21. Zack

22. Julia

23. Zack

24. Julia

25. Zack

26. Julia

27. Zack

28. Julia

29. Zack

30. Julia

31. Zack

32. Julia

33. Zack

34. Julia

35. Zack

36.Julia

37.Zack

Epílogo. Julia

Agradecimientos

Para mi familia, con todo mi corazón.

Sin vosotros no sería capaz de encontrar la luz para sonreír cada día.

Os quiero mucho.

CDTEAT.

Y entonces empezó nuestra historia de amor.

Un amor clandestino, con regalos y códigos secretos

que solo podíamos entender nosotros.

Un amor que traspasa la carne y te sacude por dentro.

Un amor que es EL AMOR DE TU VIDA.

Me imagino que todo el mundo sueña

con tener una historia de amor así una vez en su vida.

Sara Miranda

¿Sabes una cosa?

Que no puedo volver a imaginar mi vida sin tenerte a mi lado,

y que no puedo dejar de mirar tus ojos…

A veces recuerdo lo que te he hecho sufrir,

rompiéndome por dentro al no poder besarte,

deseando sentirte siempre cerca de mí,

bloqueado muchas veces, pero con el corazón a mil,

sufriendo por si dejabas de quererme,

pidiéndote todo sin entregarte nada,

negándolo siempre, pero soñando con tu boca,

y que dos palabras salieran de tu boca...

Lucas Fernández

1

Julia

Miro una y otra vez la pantalla del móvil con la sensación de que el mundo se derrumba a mi alrededor. Soy incapaz de decidir sin romperme en mil pedazos, pero el mensaje de Dick Sullivan no me deja otra alternativa, debo tomar un camino y atenerme a las consecuencias.

«Así acabarán tus amigos esta noche si no cumples mis deseos. He minado el lugar con bombas y no dudaré en hacerlas explotar si se te ocurre dar un paso en falso. Te observo. No avises a nadie, tira el móvil al suelo, camina hacia los coches sin que te vean y súbete al Subaru plateado. Tú decides si esta noche morís todos o solo Zack. No puedes salvarlo, él ya no importa».

La foto que Dick me ha enviado junto al mensaje se ensaña con mi corazón, acelerándolo. Me muestra a Zack estirado en el suelo, con una herida de bala en el vientre, tapándosela con ambas manos, y una mirada llena de desesperación. Agoniza en algún lugar cercano, pero yo no tengo la potestad de encontrarlo si no quiero cargar con más cadáveres en mi conciencia. Son treinta y pico muertes contra una, la más importante para mí y la que no podré salvar. Me cuesta respirar, es como si el aire no llegara a mis pulmones y las lágrimas se ocuparan de ahogarme con un desgarro en el pecho.

Recorro el recinto con la mirada ansiosa. La música se acompasa a mi respiración agitada, como si quisiera recordarme la cantidad de personas que dependen de abandonar a Zack a su suerte y entregarme a un cabrón sin escrúpulos que hace unos meses intentó forzarme; el mismo que mató a mi madre y ha torturado a mi familia y a Zack para hacernos sufrir hasta el infinito.

Hace pocos minutos estaba junto a mis amigos celebrando la fiesta del dieciocho cumpleaños de Penny en el jardín de una casa en Canyon Lake. Mi amiga ha invitado a más de treinta almas que bailan al ritmo de canciones actuales, sin intuir la existencia de explosivos bajo sus pies. No puedo condenarlos, jamás superaría la culpabilidad.

Bryan me observa desde la pista de baile con dolor y deseo, como si no acabara de asimilar nuestra reciente ruptura. Le devuelvo el gesto con una sonrisa triste y observo a Penny, una de las personas a las que más quiero. Está bailando frente a su querido Ethan, provocándole con movimientos sexys. Wyatt abraza a Austin contoneando las caderas en un gesto divertido y Luke le sonríe a su última conquista. Me encojo con una descarga de dolor atravesándome el pecho. No hay salida, lo sé. Por muchas vueltas que le dé, solo puedo actuar de una manera. Y Zack va a morir.

Es como si varias armas atentaran contra mi serenidad, como si acabara de condenarme a una muerte en vida. Debería buscarlo, avisar a alguien, conseguir salvarlo. No puedo vivir sin él. A pesar de sus últimas decisiones, de su aventura con Diane y de la manera vil y despiadada en la que me apartó de su lado al descubrir el oscuro secreto del pasado de su padre, lo amo y no me imagino despertar un día sin él en la ventana de enfrente. Lo he comprendido mientras bailaba con Bryan y las frases de las canciones que sonaban a toda potencia me recordaban una y otra vez la situación, como si se hubieran confabulado con Zack para hacerme reaccionar.

Mientras Justin Bieber suplicaba perdón con su éxito Sorry mi mente ha rebobinado a unos minutos atrás, cuando he abandonado a Zack destrozado, sin darle importancia a sus palabras, fingiendo que ya no me importa. Se había confabulado con Penny para encerrarme en una habitación de la casa y declararme su amor, pero en vez de escucharlo, le he pegado, gritado e insultado hasta que me ha inmovilizado sobre la cama para explicarme cuánto me ama. Pero estaba demasiado enfadada para aceptar sus disculpas. Recuerdo cada una de sus palabras y me siento desfallecer.

—Antes de conocerte no sabía qué era amar. —Su cuerpo estaba pegado al mío. Sentía su calor, su cercanía, su corazón acelerado a través de las manos que me sujetaban las muñecas. El deseo de besarle se ha expandido por mi interior, pero el enfado no remitía y no he querido ceder. No se lo merecía—. Nunca me había sentido solo ni con la necesidad de compartir mi vida con otra persona. Hasta que apareciste y empezaste a conquistarme con tus provocaciones. Me negaba a estar contigo porque iba en contra de las normas, de mi forma de ver la vida, de cualquier lógica. —En ese momento mi respiración ha alcanzado una agitación intensa, sin embargo, he mantenido una expresión dura e inflexible, sin ofrecerle a Zack ni un ápice de compasión—. Intenté dejar de quererte, lo intenté con todas mis fuerzas. Pero no puedo, Julia, no puedo porque cuando estoy contigo me siento vivo, capaz de superar cualquier obstáculo, de conseguir vencer mis límites. Me llenas como nadie lo había hecho. Y no quiero renunciar ni un segundo más a ti.

¿Por qué no lo he perdonado cuando cada átomo de mi ser suspiraba por besarlo? He preferido levantarme y regresar con Bryan, sin pararme a pensar en el significado de esa preciosa declaración ni en el alcance de mis sentimientos por él. Amar significa entender, confiar y buscar la forma de superar los errores, aunque sean imperdonables y atenten contra cualquier lógica. Sin embargo, los últimos actos de Zack me han abocado a mantenerme firme. ¿Lograré sobrevivir a lo que me espera? ¿A la decisión que debo tomar para evitar una masacre? ¿A la sensación de ser la única culpable de la muerte de Zack? Si él muere, no quiero vivir.

Tiro el móvil al suelo y empiezo a caminar rumbo al Subaru plateado sin avisar a nadie. El dolor se ensaña conmigo. No puedo salvar a Zack, no sé cómo hacerlo sin poner en peligro a la treintena de personas que bailan al son de Chandelier, una canción de Sia que pegó fuerte hace unos años. Los observo moverse despreocupados, sin conocer una verdad que me agarrota los músculos, y me ahogo, es como si me faltara el aire en los pulmones, como si dar mi siguiente paso fuera el peor de los castigos.

Una última mirada a la improvisada pista de baile frente a la casa de los padres de Ethan en Canyon Lake me muestra a Penny riendo con nuestro grupo de amistades. Su felicidad me llena de la ansiosa necesidad de protegerla. No es la primera vez que Dick coloca bombas para obligarnos a obedecer sus órdenes, no puedo obviar ese dato. Quizá cuando llegue al coche puedo ablandarlo para salvar a Zack.

Necesito saber si lo hubiera perdonado. Quiero tener la posibilidad de hablarlo con él, de verlo de nuevo, porque un amor como el nuestro es difícil de olvidar. Ahora los sólidos argumentos para no aceptar sus disculpas se desmoronan como si fueran un castillo de naipes azotado por el viento. Me abandonó, se lio con otra, dejó de hablarme y no me permitió compartir con él los malos momentos. Pero jamás ha dejado de amarme, sus ojos me han hablado siempre de esa pasión incontrolable, del anhelo, del dolor y del padecimiento al mantenerse alejado de mí.

Recuerdo el día en el que lo conocí. Mi madre acababa de morir asesinada por Dick y él apareció en el entierro. Yo estaba a punto de cumplir diecisiete años, nos separan once, mi padre es su general y mi hermano uno de sus mejores amigos. Nunca debí fijarme en él, ni enamorarme ni perseguirlo hasta que traicionó sus principios en mis brazos. Es capitán de la base donde vivo, uno de los mejores pilotos del lugar y la persona más recta que conozco. Pero el amor es algo indómito y nos llevó a saltarnos todas las normas para encontrar la felicidad en momentos robados al día, con encuentros clandestinos y códigos secretos.

—No soplará viento nunca más —susurro al recordar nuestro pequeño juego dialéctico.

Nos gustaba equipar el amor a la fuerza del aire, como si un huracán se asemejara a nuestros sentimientos y la brisa fuera una pequeña declaración de amor. Llego al improvisado aparcamiento donde hace unos minutos he compartido con Bryan una ruleta rusa de muffins sobre el capó de su coche. Al pasar junto al Fort Ranger cierro los ojos un segundo e inspiro hondo. Lo he intentado, he luchado con todas mis fuerzas por enamorarme de Bryan, por olvidarme de Zack, por ser feliz con otra persona. Pero mi corazón ya tiene dueño, no puedo obligarlo a dejar de latir por Zack, a pesar de los deseos y de las mil razones lógicas para hacerlo. El amor surge sin atender a pensamientos racionales y se apodera de tu alma sin concederte la potestad de decidir si es la persona adecuada.

Las lágrimas surcan mis mejillas sin cesar. Estrujo las manos cerca del vientre, con un estremecimiento. El futuro se convierte en un lugar cavernoso sin él en la casa de enfrente, sin la posibilidad de colgarle notas en el cristal, sin observar su despertar. Necesito verlo cada día, sentirlo, descubrir su mirada llena de deseo. No sobreviviré sin él.

—Cada día te espero a ti —musito mirando el bosque, sin dejar de recordar nuestro código secreto, las siglas de mi canción escritas en el anillo de compromiso que hace una eternidad me regaló tras robar un avión de la base para volar de noche cerca de las estrellas. CDTEAT. Pensar en esas seis letras me llena de gemidos angustiados. Quiero volver a escribirlas en un cartel adornado con corazones y caritas sonrientes. Necesito creer que todavía existe la posibilidad de hacerlo porque la idea de no encontrarlo al otro lado de la ventana cada mañana me destroza.

Avanzo un par de pasos más hacia el final del aparcamiento y no tardo en distinguir el Subaru cerca del camino de salida. Tiene los faros delanteros encendidos para ocultar a su conductor en la penumbra. Niego con la cabeza, resollando. Volver a caer en las manos de Dick me llena de ansiedad. Evoco sus sucias manos rasgándome la camiseta cuando intentó forzarme, mi impotencia cuando me lanzó sobre la cama, tocándome sin detenerse, sus palabras lascivas, su manera de inmovilizarme para demostrar su superioridad. Si vuelve a intentarlo, moriré. Entrar en ese coche significa el fin de mi vida. No creo que sea capaz de enfrentarme otra vez a su aliento en la cara, a sus besos húmedos, a la fuerza de su cuerpo sobre el mío. Tiemblo. De miedo, de angustia y de desolación.

Me detengo de golpe a cuatro pasos del Subaru, me rodeo el cuerpo con los brazos bajo los pechos y me rindo al llanto. Las primeras notas de una canción lenta llenan el silencio. Imagino a mis amigos bailando en parejas. A Penny con Ethan, a Wyatt con Austin, a Luke con Sarah, la chica que más le ha durado después de mí, a Bryan solo con su dolor. Un escalofrió me recorre el cuerpo al desear estar con Zack en el jardín bajo los farolillos, sin la existencia de Dick, de los Caruso o de los sucesos de este último mes y medio. Ojalá pudiera borrarlo, dar marcha atrás, construir una máquina del tiempo para reescribir las últimas seis semanas de mi vida. Canto la letra de Photograph, de Ed Sheeran, con un lamento. Parece que las canciones quieran describir mis sentimientos.

Amar puede hacer daño,

algunas veces amar puede hacer daño,

pero es la única cosa que conozco.

Y cuando se pone difícil,

sabes que algunas veces se puede poner difícil,

es la única cosa que nos hace sentir vivos.

Guardamos este amor en una fotografía,

construimos estos recuerdos para nosotros mismos,

en donde nuestros ojos nunca se cierran,

los corazones nunca se rompen,

y los momentos quedan quietos, congelados para siempre.

Los faros del coche emiten un par de ráfagas. Debo ponerme en marcha, olvidarme de mí para pensar en los demás. Pero pensar en estar con Dick a solas me sacude como si acabaran de pegarme en el estómago con un bate. Cuando cierro los ojos veo su expresión libidinosa de la última vez que estuve con él y unos espasmos nerviosos me asaltan.

Amar puede curar,

amar puede remendar tu alma,

y es la única cosa que conozco.

Juro que será más fácil,

recuérdalo con cada pedazo de ti,

y es la única cosa que nos llevamos cuando morimos.

Zack no podrá salvarme esta vez. Me doblo por la mitad presa de un llanto angustiado, con la desesperanza invadiéndome. Al cerrar los ojos recuerdo sus últimas palabras, su declaración de amor, su expresión arrepentida, sus ansias de perderse en mis labios y el dolor en su mirada cuando se ha dado cuenta de que no iba a perdonarlo. Debería haberle escuchado en vez de pelar con él. Ahora estaría entre sus brazos y no en un descampado, a punto de entrar en el coche de un depravado.

Y si me haces daño,

bueno, está bien, cariño, solo palabras que se disipan.

Dentro de estas páginas, puedes guardarme,

y nunca te dejaré partir.

Espérame a que vuelva a casa.

Otra vez los faros emiten destellos estresados. Me seco las lágrimas con la manga del jersey y empiezo a caminar hacia el coche de Dick con la sentencia clavándose en mi pecho. El miedo me invade, estar a su merced va a ser la más dura de las condenas. Si como mínimo supiera que Zack se salvará, si tuviera la esperanza de volver a verlo... Llego al Subaru en diez pasos, abro la puerta y entro en el asiento del copiloto con una taquicardia del quince.

Cuando me haya ido,

recordaré cómo me besabas,

bajo la farola, de vuelta en la calle sexta.

Oyéndote susurrar a través del teléfono.

—¡Al fin! —Siento los ojos de Dick en mi cara, pero apenas lo veo por culpa de la oscuridad—. ¿Me tienes miedo?

—Llama a una ambulancia, por favor —suplico—. No puedes dejar a Zack en medio del bosque con una bala en el vientre.

—Soy un capullo insensible, ¡qué le vamos a hacer! —Emite una risotada—. Estoy aquí para joderte la vida, princesa, y tu campeón está a punto de diñarla. Has tenido que elegir: o tus amigos o una vaga esperanza de salvarlo. Y estás aquí, eso significa un adiós para Zack.

—Tú no matas a sangre fría. —Sorbo por la nariz—. Nunca habías disparado a alguien. No puedes dejarlo morir.

Enciende el motor como única respuesta. Mido mis posibilidades de luchar contra él, pero me doy cuenta de las pocas que tengo. Dick posee entrenamiento militar, hasta hace pocos meses formaba parte de los estudiantes de Fort Lucas que se preparaban para convertirse en pilotos de élite de la Fuerza Aérea de Estados Unidos y, a pesar de que yo he vivido desde mi nacimiento en la misma base y de las horas obligatorias de instrucción de mi colegio, me gana en fuerza y en conocimientos de lucha cuerpo a cuerpo.

—¿Piensas que me conoces? —Su tono es cínico—. No me asusta utilizar una pistola ni estallar las putas bombas que he colocado en la fiesta de tu amiga. Vas a pagar el desprecio de la última vez y voy a joderos a toda la familia. Los Nelson no os merecéis nada.

—Dick, por favor. —Cuando el coche empieza a circular mi respiración se vuelve agitada—. No lo dejes morir, él no tiene la culpa de quererme. Por favor.

—Llora, patalea; grita si quieres. —Me asusta su tono glacial—. Pensaba que eras una mujer más fuerte, acabas de cambiar mi imagen de ti.

—Deja que Zack viva —ruego rompiéndome otra vez—. Pídeme cualquier cosa y la haré, pero llama a emergencias. Sálvalo.

—Mi primer plan era matarte para ver cómo sufrían tu padre, tu hermano y el hijo de puta de Zack. —Se me hiela la sangre al enfrentarme a la ferocidad de su voz—. Quería devolverle cada uno de los golpes de la paliza que me dio. Pero ahora mis planes han cambiado. Voy a disfrutar viendo cómo te deshaces de dolor porque a partir de este instante vas a odiarte por dejarlo morir, por elegir a tus amigos en vez de a él.

Subo los pies encima del asiento y me encojo sobre las rodillas, abrazándomelas, con una losa aplastándome los pulmones. Sus palabras certeras me azotan. He decidido. A pesar de los remordimientos, de la culpa y del desgarro de mi corazón, he optado por salvar el mayor número de vidas. ¿Y si me he equivocado? ¿Podré vivir sabiéndome responsable de la muerte de Zack?

El coche se aleja de la fiesta a toda velocidad, sin detenerse en ningún momento. Dick mantiene la mirada al frente, con un silencio angustioso. Estoy como si acabaran de pasarme varios camiones por encima para dejarme tirada en la cuenta. Nunca me había sentido así, con deseos de morir, de alejarme del sufrimiento, de encontrar la manera de escapar a este desasosiego. Saber que Zack no volverá a sonreírme ni a intentar recuperarme es peor que cualquier idea desagradable de Dick. Acaba de condenarme al ostracismo sentimental, a una muerte en vida.

—¿Por qué haces esto? —pregunto al llegar a la carretera—. No lo entiendo. Primero mataste a mi madre, luego lo intentaste conmigo, conseguiste que Zack me dejara y que Tess abandonara a mi hermano a pocos meses de la boda. ¿Qué te hemos hecho?

—¡Los Nelson sois unos malditos cabrones hijos de puta! —masculla con rabia—. Sin vosotros este mundo sería mejor.

—Hemos buscado algo que explique este odio, pero no tengo ni idea de cuál es tu razón para destrozarnos así. —No logro reprimir las lágrimas—. Es macabro hacernos tanto daño, ¿qué ganas dejando morir a Zack? ¿Y destrozando a mi familia?

Golpea el volante con los dedos, con suavidad, y sonríe.

—Os creía más listos. —Una sonrisa glacial le curva los labios—. Pero no te preocupes, no tardarás en averiguarlo todo.

2

Terry

El mensaje parpadea en el monitor para demostrarme el grado de maldad de Dick, junto a la foto de Zack a punto de desangrarse. Golpeo la mesa con rabia y luego me coloco las manos en la cabeza para intentar ahogar el sentimiento de impotencia. Me niego a aceptar su muerte, ha de haber una manera de salvarlo.

Pienso un segundo en Julia enfrentada a una decisión difícil y me es imposible culparla por no aceptar las disculpas de Zack hace una hora, cuando la ha encerrado en una habitación de la casa con intención de recuperarla. Mi amigo no afrontó bien las amenazas de Dick, el miedo pudo con él, y en vez de seguir con Julia a escondidas, de buscar la esperanza a su lado, acabó en brazos de otra mujer para intentar alejarla. Para Zack fue un golpe descubrir que su padre lleva cuarenta años en un programa de protección de testigos del FBI por testificar en contra de su tío, un miembro de la mafia de New Jersey. Tony, mi suegro y el padre de Zack, había sido testigo del asesinato de sus padres y no había dudado en escapar de la organización tras delatar al culpable. Y Johnny, su primo y actual capo, juró vengarse de su familia.

Hace seis semanas las dotes informáticas de Dick lo llevaron a descubrir el secreto y utilizó la información para obligar a Zack a abandonar a Julia. Si seguía con ella, podrían acabar todos bajo tierra tras una cruel tortura. Johnny Caruso es un hombre despiadado, sanguinario y sádico que nunca olvidará su afán de venganza. Tony lo conoce lo suficiente como para ponerse a temblar al pensar en él. Julia le propuso a Zack seguir viéndose en secreto, encontrar la manera de afrontarlo juntos; se negaba a anular el compromiso para casarse a principios de julio y a ceder ante las extorsiones, pero los riesgos eran demasiado elevados para intentarlo.

Cuando ella empezó su relación con Bryan, Zack se dio cuenta de que no podía perderla y empezó a pelear por recuperarla, aunque la amenaza de Dick seguía vigente y Julia no quería verlo ni escucharlo. Una sola palabra de Dick podría acabar con muchas vidas, incluida la de Julia. En ese momento mi amigo ingenió un plan para deshacernos de la amenaza de los Caruso y concederle la posibilidad de reconquistarla. Pero esta noche esa posibilidad se le ha escurrido de las manos, aunque su amor es indestructible y deberían estar juntos.

Hace media hora la falta de noticias de Zack me ha llevado a llamarlo una y otra vez, sin obtener respuesta. Quizá si hubiera comprobado enseguida el móvil de Julia, ahora tendría una oportunidad de llegar a tiempo, pero no podía imaginarme esta situación, era algo impensable. Han pasado veinte minutos desde que Dick ha enviado el mensaje, ¿y si es demasiado tarde para salvar a Zack? Esa posibilidad me aplasta los pulmones.

Llamo a emergencias para que envíen una ambulancia a Canyon Lake, junto a un equipo de artificieros. Por suerte el móvil de Zack emite una señal rastreable y he localizado su ubicación exacta. Es un punto que parpadea en la pantalla del iPhone en medio de la naturaleza. Me levanto con una furiosa aceleración de mis sentidos. Cada minuto cuenta para llegar a tiempo, es importante conseguir ayuda enseguida. Con el iPad bajo el brazo subo las escaleras del sótano hasta la cocina de dos en dos, sin dejar de correr.

—¡Lisa! —llamo a mi mujer—. Voy a casa de los Nelson.

—¿Pasa algo? —Ella asoma por la puerta del salón, donde está mirando la tele—. Pareces preocupado.

Dudo unos segundos si contarle la verdad. Zack es su hermano y merece saber a qué se enfrenta, pero no quiero asustarla.

—Voy a solucionarlo —musito indeciso—. Confía en mí.

—¿Qué vas a solucionar? —Lisa se acerca—. Estás sudando y es tarde para ir a casa de Rob. Habla conmigo, Terry.

—Zack ha recibido un balazo en el estómago, está en algún lugar de Canyon Lake y no sé si estoy a tiempo de hacer algo. —Suelto un suspiro exasperado—. ¡El cabrón de Dick le ha disparado y ha obligado a Julia a irse con él! Te juro que cuando lo encuentre le partiré su puta cara de cabrón.

Ella se desmonta.

—Vengo contigo. —Camina hacia el recibidor—. Necesitarás toda la ayuda posible.

—Alguien debe quedarse con Phoebe. —La abrazo y ella tiembla entre mis brazos—. Zack es un luchador. Vamos a mantener la esperanza.

—Tráemelo de vuelta —solicita con la voz temblorosa—. Ese loco no puede destrozarnos así. Desde que destapó el pasado de mi padre no para de intentar despedazar la vida de Zack. No puede morir, Terry.

—Lo encontraré. —Asiento con contundencia—. Te juro que removeré cielo y tierra hasta dar con él y meter al capullo de Dick entre rejas.

Salgo a la calle corriendo. No tardo ni dos minutos en recorrer la distancia hasta casa de los Nelson y aporrear la puerta. La visión de la vivienda vacía de Zack, justo enfrente, desata mi taquicardia. Con el móvil le mando un par de mensajes a Swan para que se reúna con nosotros en casa de su padre. El hermano de Julia puede ser de utilidad en Canyon Lake. El general tarda un minuto en abrir la puerta con un rictus poco amigable.

—¡A qué viene este alboroto! —ruge—. Es tarde para molestar.

—Dick tiene a Julia —suelto sin darle tiempo a hablar—. Zack está agonizando en algún lugar cerca de casa de Ethan, o podría estar muerto. El cabrón de Sullivan le ha disparado en el estómago y ha minado la zona con bombas. He llamado a emergencias para que manden una ambulancia y a los artificieros. Swan está avisado, no tardará en llegar.

—¡Vamos a buscar a Sam! —Rob sale al exterior con rapidez—. Iremos los cuatro a Canyon Lake. ¿Tienes alguna idea de dónde está Julia?

—No. —Niego con la cabeza—. Dick le ha mandado la foto de Zack desangrándose y la ha obligado a decidir entre dejarlo morir e irse con él para proteger a sus amigos o quedarse para intentar salvarlo.

—¡Entonces no tienes ni idea de si está con él!

—Si hubiera optado por Zack, lo sabríamos; tengo su móvil pinchado. La he llamado tres veces y no ha contestado nadie. Y tampoco ha avisado a emergencias. Está con Sullivan, ha optado por salvar la mayor cantidad de vidas posibles. —Aprieto los labios—. Llevo un rato intentando contactar con Penny sin éxito. ¿Cómo podemos encontrarla? Necesitamos ayuda.

Vuelvo a marcar su número desde el teléfono indetectable por tercera vez, pero la chica sigue sin contestar. En ese instante llega Swan, con la mirada asustada tras leer mi mensaje. Abraza a su padre y los tres nos encaminamos a casa de Sam y Cora, los padres de Penny. Los nervios de acero del general se contraen agarrotándole los músculos. Por suerte la disciplina militar lo ayuda a mantener un estoico control, aunque en su interior se desata un torbellino de furia e inquietud. Igual que en el mío y en el de Swan. Los tres nos aferramos a la posibilidad de que Julia no haya cedido al chantaje de Sullivan, pero en el fondo sabemos que no es una cobarde y habrá tomado la decisión menos mala, a pesar de condenarla a subirse al coche de ese hijo de puta.

Mi mente se llena con recuerdos de cómo Zack describió lo sucedido la última vez con Dick, cuando estuvo a punto de forzarla. Si no llega a ser por él, ahora Julia estaría en ruinas. ¿Lo volverá a intentar? Me sacudo esa idea de la cabeza. Si quiero proteger a los asistentes a la fiesta e intentar salvar a Julia y a Zack, no es el momento de descontrolarme. Debo tomarme las cosas con la mayor serenidad posible y atacar los problemas uno a uno.

—Coge el arma —le indica el general a Sam al verlo al otro lado de la puerta—. Dick ha colocado bombas en la fiesta de Penny, vamos a sacar a los chicos de ahí. Tiene a Julia y Zack está herido de bala.

—¡Cora! —Sam llama a su mujer sin levantar la voz como clama el brillo asustado de sus ojos—. Llama a la AFOSI y coordina la operación desde aquí.

En cuatro palabras sencillas los pongo al corriente de lo sucedido. Ella reacciona con una impasible serenidad. Es una de las mejores oficiales de Fort Lucas gracias a ese control de sus emociones que la ayuda a tomar decisiones en frío.

—Si las bombas hubieran estallado, lo sabríamos —deduce—. No creo que las detone, la última vez solo fueron disuasorias.

—¡Dios te oiga! —exclama Sam con las manos en la cara—. Conduzco yo, vamos en mi Range.

De camino al coche marco dos veces más el número de Penny para localizarla, pero la chica no da señales de vida. Le envío un mensaje escueto pidiéndole que se ponga en contacto conmigo cuanto antes y subo al asiento de atrás del vehículo de Sam.

3

Penny

«Soy Terry. Necesito que me llames a este número cuanto antes. Es urgente».

No tardo ni dos segundos en marcar, con un mal presentimiento agarrotándome los músculos. Estoy nerviosa, nunca había recibido tantas llamadas seguidas de un móvil desconocido para luego enfrentarme a las palabras escritas del cuñado de Zack. Busco a Julia con la mirada, pero no la encuentro. Está claro que ha discutido con Bryan, el chico lleva un rato largo bailando con nosotros y bebiendo un poco más de la cuenta, con una expresión destrozada. ¿Dónde se ha metido Ju? No suele desaparecer sin decir nada, aunque tras nuestra última discusión he intuido que necesitaba distanciarse de mí, para enfrentarse de una vez por todas con sus sentimientos. Quizás ha reflexionado sobre las palabras de Zack y está con él. ¿Puede ser?

—¿Terry? ¿Pasa algo? —pregunto cuando escucho la voz del hacker al otro lado de la línea—. Lo siento, no suelo contestar a números desconocidos.

—Dick ha minado la zona con bombas. —Las palabras me golpean con fiereza—. No te pongas nerviosa, seguro que no las va a detonar. Tu padre, Swan, Rob y yo estamos de camino, en un rato llegarán los de emergencias. Y tu madre se ha quedado en la base para coordinar la operación de rescate con la AFOSI.

—¿Bombas? —repito alarmada—. ¡Joder! Tenemos que salir de aquí.

—Intenta no desatar un ataque de pánico. Que la gente se suba a los coches de manera ordenada y se aleje lo máximo posible.

—Okey. Coches… alejarse… tranquilidad. —Mi tono denota mi estado agitado—. ¿Algo más?

—Necesito saber si ves a Julia, llevo un rato llamándola y no me coge el teléfono.

Recorro el lugar con la mirada en busca de mi amiga, antes de caminar hacia el último lugar donde la he visto. Mi corazón parece empeñado en latir al triple de velocidad y respiro con resuellos roncos.

—Hace rato que no la veo —admito con ansiedad—. Me ha parecido raro, pero como he ayudado a Zack a acorralarla en la habitación, hemos discutido, y ya la conoces...

—La tiene Dick —La afirmación de Terry me arranca un grito asustado—. Has de ser fuerte y demostrarme que tienes madera para entrar en la Fuerza Aérea. No te desmontes ahora y ayúdame.

—¡Acabas de decir que Sullivan tiene a Ju! —Meneo la cabeza mientras me detengo en el claro del bosque donde estaba mi amiga hace unos minutos—. La última vez de poco la fuerza, si no llega a ser por Zack… ¿Dónde está Zack? ¿No va a venir con vosotros?

—Vamos por partes. —Emite un profundo suspiro que me hace temer lo peor—. Pídeles a tus amigos que se vayan y quédate con Luke y Wyatt, uno tiene preparación militar y el otro estudia medicina.

—¿Por qué te interesan sus habilidades? —Mis ojos descubren el móvil de Julia tirado en el suelo y pierdo el hilo de mis pensamientos—. ¡Joder! —exclamo al enfrentarme a la foto y al mensaje de Dick. Ahora la petición de Terry cobra sentido—. ¿Dónde está Zack?

Mis pensamientos imaginan la dolorosa decisión de Julia, sus sentimientos alterados al enfrentarse a la situación, su necesidad de tomar un rumbo, cómo se ha roto al elegir. Suspiro y me agarro a la necesidad de superar la ansiedad para centrarme en sacar a todo el mundo de aquí, en salvarlos…

—No lo sé. —La voz de Terry me obliga a volver al presente, está llena de inquietud—. Saca a todo el mundo de la casa y ayúdame a buscarlo. —Espira con mucha fuerza—. No sé si llegaremos a tiempo, pero no podemos tirar la toalla sin luchar.

—De acuerdo —contesto con un asentimiento de cabeza—. Julia nunca me perdonaría que no fuera a por él. Dame unos minutos y te llamo. Lo encontraremos.

—Espero que con vida.

Cuelgo e inspiro hondo tras escuchar la despedida de Terry. Soy fuerte, lo suficiente para acatar mi tarea sin dejarme arrastrar por la ansiedad. Suelto el aire por la boca con lentitud, apago la pantalla del iPhone de Julia y aprieto los labios para alejar mis temores y dedicarme a lo importante. Mi primer movimiento es reunir a mis amigos y a los cuatro militares de primer año en Fort Lucas que han venido a la fiesta. Los llevo al interior de la casa para hablar en privado y no me amilano a la hora de prepararme para delinear la cruda realidad. Cierro los puños, espiro de nuevo y me lanzo con carrerilla.

—Dick ha llenado el lugar con bombas y se ha llevado a Julia —suelto a bocajarro—. Acabo de hablar con el Terry Hackman. La situación está controlada, no tardarán en llegar los equipos de emergencia con los artificieros. De momento Sullivan no tiene previsto detonar las bombas, solo era una medida disuadiría para que Julia se fuera con él. Vamos a marcharnos por precaución, pero no hay peligro. ¿Podéis ayudarme a evacuar el lugar sin un ataque de histeria colectiva?

Durante los siguientes minutos discutimos entre todos la mejor estrategia, aunque nos cuesta ponernos de acuerdo, y más al enfrentarnos a la situación de Ju. Uno de los cuatro cadetes propone hablar con grupos pequeños de manera ordenada, pidiéndoles que desalojen el lugar, dándoles una pincelada de lo sucedido, pero sin explicarles el verdadero alcance de la situación.

—Es la mejor solución —comento dándole vueltas a la búsqueda de Zack—. ¿Podéis ocuparos vosotros?

Cuando los cuatro soldados asienten y se van hacia la explanada para iniciar el éxodo de mis invitados, resoplo con rabia. La novia de Luke parece a punto de echarse a llorar, su cara está contraída y el pánico le agarrotan los músculos faciales.

—¡No me puedo creer que tenga a Ju! —exclama Bryan con rabia—. Quizá si me hubiera quedado con ella, ahora estaría bien.

—Lo dudo. —Mi mente funciona a mil por hora y parece una olla a presión—. Si Dick tenía planeado llevársela, que estuviera contigo no hubiera solucionado nada. Las bombas siguen aquí. —Chasco la lengua y repaso a la rubia que Luke tiene abrazada. La chica tiembla entre sus brazos y no parece dispuesta a dejar de llorar—. Alguien debería llevarse a Sarah de aquí, en este estado no puede ayudar demasiado. Bryan, quizá deberías acompañarla.

—¿Y qué vais a hacer vosotros? —Me mira con un gesto interrogativo.

—Buscar a Zack. —Inspiro hondo antes de encarar esta parte—. Dick le ha disparado en el estómago y le ha mandado una foto a Julia para joderla. La ha obligado a elegir entre la vida de Zack y la suya o la del resto. Terry me ha pedido que localicemos a Zack antes de que lleguen los sanitarios para averiguar su estado.

—¡Cabrón! —Luke golpea el aire con el puño cerrado—. ¡Como le toque un pelo me lo cargo!

Sarah profiere un gritito asustando y solloza.

—Llévame a casa —suplica mirando a Luke.

—¡Luke no puede irse! —Niego con el cuerpo—. Está en tercero de medicina, puede serle útil a Zack si todavía está con vida.

—Me quedo —afirma él con un contundente golpe de cabeza—. Os voy a ayudar a encontrarlo. Lo siento, nena, mi amiga me necesita. Si dejo morir a Zack, me zurra… ¿La acompañas tú, Bryan?

—Prefiero quedarme.

—Austin acompañará a Sarah —propone Wyatt—. Se marea con la sangre y no nos será de mucha utilidad aquí. —Busca a su novio con la mirada, quien asiente con la cabeza, agradeciéndole el gesto.

—Llamadme cuando sepáis algo —solicita caminando con Sarah hacia la puerta—. Tened cuidado.

—Vamos en busca del capitán Stevenson. —El brazo de Ethan me rodea por la cintura—. Si Julia estuviera aquí, no dudaría en salvarlo.

La mirada de Bryan se llena de celos, y me da mucha pena. No debería haberse dejado llevar por sus ganas de salir con Julia ni por sus sentimientos, apenas había pasado poco más de un mes desde su ruptura con Zack, era imposible que ella olvidara una historia como la suya en tan poco tiempo. Fue un grandísimo error implicarse emocionalmente porque ahora está devastado. Y Julia no se ha portado bien con él, aferrarse a la intención de enamorarse de otro no es la manera de superar una rotura de corazón.

He visto el momento exacto en el que mi amiga ha comprendido su error, la manera absurda en la que se había internado en una historia imposible. Cada una de las señales durante su corto noviazgo anunciaban con luces de neón la realidad, pero ella prefirió no verlas, apartarlas a un lado, obligarse a sentir algo inexistente. Es una chica excepcional, valiente, divertida, luchadora y obstinada. A su lado es imposible aburrirse, siempre tiene alguna idea para disfrutar del momento. Pero lleva demasiados meses enamorada de Zack, se habían prometido, se querían. Se siguen amando a pesar de las circunstancias. Por eso lo he ayudado a encerrarla en una habitación para intentar recuperarla, Julia debía entrar en razón, no seguir ahogándose en su intención nada saludable de amar a otro cuando su corazón ya estaba ocupado.

Bryan gruñe con los dientes apretados, como si acabara de percatarse de la realidad. Porque todos sabemos que Julia acabará perdonando a Zack. Están destinados a quererse, a pesar de los mil obstáculos, el suyo es un amor de los que se te agarran en el pecho y te impiden respirar, y no puedes luchar contra el destino ni darle la espalda a los sentimientos. Me apoyo en el pecho de Ethan y camino junto a él hacia el exterior. La música ha desaparecido y la gente abandona el recinto de manera ordenada, siguiendo las instrucciones de los cuatro soldados. A lo lejos se ven las luces de los vehículos alejándose por el camino de tierra que conecta con la carretera. Me detengo un segundo en el porche y marco el móvil de Terry.

—Estamos listos —anuncio al escuchar su voz al otro lado del hilo telefónico.

—La ambulancia tardará diez minutos en llegar. Les he mandado la localización exacta de Zack al móvil para que sigan el GPS —explica Terry—. Voy a enviártela a ti y también, me iría bien seguirte por si os perdéis. ¿Qué móvil tienes?

—Un iPhone.

—Okey. Necesito tus contraseñas de iCloud para rastrear vuestros pasos.

No dudo en facilitarle los datos mientras anuncia que va a poner el altavoz para que sus amigos también lo oigan.

—Estoy utilizando la Tablet para conectarme a tu iCloud —informa Terry—. Voy a localizar su señal en el mapa gracias a la aplicación «buscar mi iPhone». ¡Lo tengo! Ahora configuraré el Google Maps para ver los dos puntos en la pantalla: el lugar donde se encuentra Zack y tu ubicación. —Calla un segundo—. Ya estamos conectados. ¿Cómo están el resto de los invitados?

—En los coches. No tardarán en estar lejos de aquí.

Se escuchan un par de palabras inquietas de mi padre y su voz llena el aparato.

—Penny, ¿estás bien? —pregunta asustado—. ¿Puedes hacerlo? ¿O prefieres salir de aquí?

—Voy a encontrar a Zack. —Asiento con la cabeza, aunque mi padre no pueda verlo—. Si fuera Ethan, sabes que Julia no dudaría ni un momento. Se ha sacrificado por nosotros, ha dejado a un lado sus sentimientos y ha decidido irse con Dick, a pesar de condenarse a ella y a Zack. Se lo debo. Ojalá hubiera estado con ella.

Mi padre emite un breve ruidito de aceptación y vuelve a pasarle la palabra a Terry.

—Estáis a cinco minutos de Zack —explica—. No entiendo por qué se ha alejado tanto, la última vez que he hablado con él iba en busca de Dick por el bosque. Supongo que el muy cabrón de Sullivan le ha atacado sin previo aviso.

Nos dicta unas indicaciones rápidas para que caminemos hacia la espesura, donde nos adentramos en el bosque, iluminados con las linternas de los móviles. Hace una temperatura agradable, pero a mí me atacan los escalofríos. Si Julia está en manos del depravado de Dick, quizá nada de lo que pueda hacer ahora por ella va a servir de algo. Sullivan intentó matarla, se cargó a su madre y estuvo a punto de forzarla. ¿De qué será capaz ahora? ¿Hasta dónde llegará para herirla?

Sigo las instrucciones de Terry con la mayor serenidad posible, aunque estoy a punto de explotar de tensión. Como mínimo espero llegar a tiempo para encontrar a Zack con vida; si él sale de esta, seguro que Julia consigue superar con más entereza lo que le suceda en manos de ese criminal. La forma de actuar de Bryan muestra claramente que ella ha roto su relación.

4

Julia

No sé dónde estamos. Dick me ha vendado los ojos al llegar a la carretera. No quería darme pistas acerca de la ubicación de su guarida y ha preferido mantenerme aislada, sin molestarse en explicarme por qué odia a mi familia. Tengo la venda empapada. No paro de darles vueltas a la situación de Zack, a la mía, a la de Penny, a la de Bryan, a la de mi familia. Los imagino angustiados, con deseos de saber algo de mí, y me hundo un poco más en el asiento porque no sé hasta qué punto voy a lograr mantener la compostura a partir de ahora.

Pensar en Zack desata un dolor demasiado intenso para hacerle frente. No voy a sobrevivir a su muerte, sin él ya nada tiene sentido. Pero he tomado una decisión, he consentido en sacrificarnos a ambos para salvar muchas vidas. Sé que he hecho lo correcto, que él en mi situación hubiera actuado igual. Aunque no sé hasta dónde está dispuesto a llegar Sullivan para herirme ni si lograré enfrentarme a su manera de destrozarme.

Llevamos unos cuarenta minutos en el Subaru. Dick apenas ha pronunciado algunas palabras sueltas, a pesar de mis múltiples preguntas y ruegos. No me resigno a dejar a Zack sin ayuda ni a no preocuparme por mis compañeros. Necesito averiguar si están a salvo, si tiene la intención de detonar las bombas y si mi decisión ha valido la pena. El coche circula durante diez minutos por una zona llena de socavones que lo hacen zozobrar. El pánico me golpea. Estoy en sus manos, en algún lugar perdido donde nadie podrá encontrarme. Escucho cómo Dick apaga el motor, pone el freno de mano y quita las llaves del contacto. Cada uno de sus movimientos incrementa mi ansiedad.

—Hemos llegado —anuncia antes de acercase para liberarme de la venda—. Baja del coche, es hora de que conozcas mi casa.

Obedezco en silencio. Estamos frente a una cabaña de madera situada en algún lugar boscoso y apartado de la civilización. Se escucha el sonido de la naturaleza, sin rastros de una ciudad cercana o de un río. Me abrazo con las manos por la cintura y observo los alrededores valorando la posibilidad de huir. No le permitiré adueñarse de mi serenidad, he de encontrar la manera de recuperar la calma, a pesar de mi dolor, del miedo y de los últimos sucesos.

Detrás del coche se extiende un bosque espeso, oculto entre la oscuridad de la noche. Hace un poco más de fresco que en Fort Lucas, debemos estar a más altura. Se respira un aroma fresco, floral, limpio. El silencio solo se ve empañado por los rugidos de la fauna local, como si estuviéramos muy lejos de un entorno urbano. Dick está a varios centímetros de mí, al otro lado del coche, mirándome con una expresión sarcástica, como si la situación lo divirtiera. No habla ni parece interesado en darme prisa para entrar en la casa, pero tarde o temprano va a llegar el momento de la verdad y no estoy preparada para quedarme a solas con él sin batallar hasta mi último aliento. No soportaré que me toque ni que intente herirme. Debo escapar.

Inspiro una bocanada de aire para insuflarme valor y empiezo a correr hacia los árboles sin pensar demasiado en qué voy a hacer a continuación, ni en cómo me mantendré a salvo ni en cómo me ubicaré sin luz. Escucho las pisadas de Dick persiguiéndome y mi cuerpo se tensa, forzándose a aumentar la velocidad para apartarme de él y llegar a la espesura, donde la oscuridad puede ocultarme durante la noche. Apenas hay luz, solo las sombras que proyecta una lámpara colocada en la entrada de la casa y que apenas roza la arboleda.

—¿Piensas de verdad que puedes escapar? —Su voz es fría y se llena de notas mordaces que buscan demostrarme que nada lo impedirá atraparme—. No sabes dónde estás, el bosque es espeso y no tienes comida, ni agua ni una puta linterna. No vas a llegar muy lejos. Siempre te encontraré.

Tiene razón. La perspectiva de pasar la noche en el bosque no es demasiado alentadora, pero es mil veces mejor que compartirla con él en esa cabaña. Niego con la cabeza, sin dejar de correr. Las lágrimas me llenan la cara, tiemblo y jadeo, con la sensación de que mi meta cada vez es más inalcanzable. Oigo las pisadas furiosas de mi perseguidor a poca distancia, su respiración acelerada, la manera en la que gana terreno a cada paso. No llegaré a tiempo.

—¿Dónde te crees que vas? —Es como si un cuchillo me partiera en dos—. Julia, haz el jodido favor de quedarte quieta.

Corro a la máxima velocidad que mis piernas me permiten, sin dejar de mirar la linde del bosque, el lugar donde me voy a sentir protegida. Su aliento está a pocos centímetros, escucho sus resuellos cada vez más cerca, noto cada uno de sus movimientos, como si friccionaran el aire, y me desespero porque no voy a conseguirlo. De repente siento sus brazos en la cintura, abrazándome desde la espalda e inmovilizándome. Me levanta en el aire, se acerca a mi oído y me susurra unas palabras.

—Estás en mis manos. No vas a escaparte con tana facilidad, antes tendrás tu merecido.

—¡Suéltame, hijo de puta! —grito retorciéndome para soltarme—. No vas a joderme otra vez, eres un cabrón.

Se carcajea un instante y me arrastra hacia la cabaña. Yo no se lo pongo fácil, lucho con él, lo muerdo en el brazo, como hace casi un par de horas he hecho con Zack. Reprimo un sollozo al recordarlo y me estremezco con un conato de pánico. Esta vez él no va a salvarme porque lo he dejado morir. Me retuerzo entre los brazos de Dick. Vuelvo a clavarle los dientes con más furia, en busca de rebajar un poco la sujeción. Bajo los pies hasta el suelo para pisarlo y muevo las piernas en busca de un contacto contra su cuerpo, pero nada consigue disuadirlo de que me suelte y me arrastre con fuerza hacia la cabaña.

—¡Deja de resistirte, Julia! —brama—. Vas a entrar en esa casa conmigo y vas a elegir si quieres libertad de movimiento o prefieres que te ate a la cama.

Esa última palabra la pronuncia con lascivia y me contraigo de ansiedad.

—¡Como me toques un pelo te mataré! —Muevo la cabeza hacia atrás para asestarle un golpe en la suya—. Juro que no pararé hasta verte bajo tierra.

Consigo darle y él profiere un grito, soltándome. Aprovecho la ocasión para correr hacia el bosque de nuevo, pero Dick no tarda en reponerse y se lanza en plancha sobre mí, tirándonos a los dos al suelo, donde yo me muevo sin parar, asestándole patadas en la cara.

—¡Maldita zorra! —grita cuando le doy en la nariz y le empieza a sangrar.

Repele tres intentos míos por golpearle de nuevo y en un movimiento rápido se sitúa sobre mí, a horcajadas, sin dejarme demasiadas posibilidades de seguir resistiéndome. Me agarra las muñecas al lado de la cabeza y me mira con odio, como si le molestara mi presencia. Yo muevo la cara de un lado a otro, sin dejar de recordar el paralelismo con la situación vivida en la habitación con Zack hace apenas dos horas. Parece como si el destino se confabulara para evocar las palabras de mi piloto, sus disculpas, mi enfado y la decisión que me ha llevado a este momento.

—Vas a venir conmigo a esa casa. —Dick la señala con los ojos—. Y dejarás de joderme o te juro que lo lamentarás.

—¡Te odio! —Le escupo en la cara—. No voy a ponértelo fácil, jamás conseguirás nada de mí.

—¿Piensas que quiero follar contigo? —Se ríe con malicia—. Eso sería asqueroso.

—¡Ya lo intentarse una vez!

—¿Nunca te han contado que las violaciones son actos de guerra? —Lo miro a los ojos con rabia y asiento con la cabeza—. Es algo brutal, una de las mejores maneras de destrozar emocionalmente al enemigo.

—¿Haces todo esto solo porque te rechacé? —Contraigo la cara—. Eres un cabrón vengativo.

—No te lo tengas tan creído. —Sonríe con tanta frialdad que mi cuerpo empieza a temblar—. ¿De verdad piensas que me interesas de esa manera? Tú solo eres una pieza en mi plan de venganza. Vi la oportunidad de hacerte daño y la aproveché. Eso fue todo.

—¿Por qué? —grito—. ¿Qué coño te he hecho para joderme así?

—¡Basta de cháchara! Puedes hacer las cosas sencillas o te meteré en esa casa por la fuerza. Tú decides.

Cuando se mueve para levantarse vuelvo a mover las piernas para golpearle y me escurro hacia el bosque. Él me agarra por los pies para tirar de mí. Me arrastra hacia la casa con un esfuerzo visible en su cuerpo en tensión.

—¡Suéltame! —Me rebelo en el suelo intentando detenerlo, pero él consigue avanzar demasiado rápido—. ¡Te he dicho que me sueltes!

Al llegar a la puerta se agacha para sujetarme por la cintura, sin soltarme los pies hasta el último segundo. Lo miro con rabia y le golpeo con el puño en el estómago. Su expresión furiosa me asusta. Levanta el brazo, junta el puño y me descarga un derechazo en la mejilla derecha. El mundo se funde en la negrura llevándose mi conciencia.

Despierto estirada en una cama. Siento el párpado derecho hinchado, un dolor palpitante en la nariz y en la mejilla y la cabeza a punto de reventar. Abro los ojos despacio para ubicarme. La luz natural se cuela por una ventana situada a poca distancia de mí. Tiene barrotes demasiado gruesos para romperlos con facilidad. Estoy en una habitación pequeña con el suelo de parqué, paredes blancas un poco desconchadas y muebles antiguos de madera. Hay una puerta abierta que muestra un baño, una mesilla de noche con un vaso de agua y un par de analgésicos y un gran armario de madera labrada frente mi mirada. Voy descalza, sin calcetines.

Por suerte todavía visto igual que ayer, con mis vaqueros, una camiseta y el jersey fino de algodón. Está claro que he pasado aquí la noche. Una vez me deshago del aturdimiento, me levanto despacio. Me tomo uno de los analgésicos para rebajar el dolor que siento. El puñetazo de Dick me ha dejado un enorme dolor de cabeza. Tengo hambre, las tripas rugen con fiereza. En mi reloj de pulsera descubro que son las tres de la tarde. Llevo demasiadas horas inconsciente como para no pensar que quizá tengo una pequeña conmoción cerebral. Aunque tampoco estoy segura.

Al caminar hacia el baño cada uno de los sucesos de ayer regresa a mi memoria con rapidez, llenándome de inquietud. Zack ocupa mi pensamiento durante unos minutos. No me deshago de la impresión que me causó enfrentarme a la foto de él en el bosque, a punto de morir, ni de la dolorosa decisión que tomé. Me doblo por la mitad con un acceso de llanto. Quizá Dick no quiere forzarme, pero ha conseguido destrozarme al obligarme a elegir.

Utilizo el baño y me miro en el espejo. Tengo el pelo revuelto, lleno de suciedad, con rastros de tierra después de la pelea de ayer. El maquillaje me ensucia cada rincón de la cara, llenándola de rastros negros y aumentando la sensación del ojo hinchado. Tengo un hematoma feísimo en la mejilla derecha que llega hasta la nariz, repleta de sangre seca. Con las manos me mojo la cara con abundante agua fría. No tardo en borrar los rastros de maquillaje y de sangre, pero nada consigue cambiar mi aspecto. Me recojo el pelo en una coleta baja, sin un peine no soy capaz de deshacer los nudos, así que lo mojo para sujetarlo.

Me siento en la cama, apoyada en el cabezal de madera labrada, levanto las piernas y escondo la cara en las rodillas, sin saber muy bien qué hacer a continuación.

—Buenos días. —Dick abre la puerta en ese instante con una bandeja llena de comida en las manos—. Has dormido mucho. ¿Te gusta la habitación?

—Vete a la mierda.

—¿Qué manera es esa de tratarme? —Habla con cortesía, como si estuviera aquí por voluntad propia—. Intenta ser amable a partir de ahora.

—Entonces déjame marchar, dime cómo está Zack y asegúrame que mis amigos están a salvo.

Coloca la bandeja en la mesilla de noche y se sienta a mi lado en la cama. Tiemblo, tenerlo a pocos centímetros de distancia me dispara un tic nervioso en el párpado derecho.

—No detoné las bombas —explica con una sonrisa fría—. Tu padre se ocupó de los invitados a la fiesta, no temas por ellos. En cuanto a soltarte… Tengo planes para ti, solo has de tener un poco de paciencia.

Le aguanto la mirada con rabia y resentimiento.

—¿Ha muerto? —La voz se me quiebra, a pesar de mis esfuerzos por mantenerla firme—. Dímelo por favor. Necesito saber si está vivo.

—No te entiendo. El cabrón te dejó tirada y se lio con otra, ¿cómo puedes preocuparte por él? —Niega con la cabeza y me acaricia un segundo la mano—. Deberías seguir con tu cowboy.

—He dejado a Bryan. —No entiendo por qué se lo cuento, pero hablar me mantiene serena. Retiro la mano y la aparto al máximo de él, como si ese gesto pudiera disuadirlo de no volver a tocarme—. Ten un poco de compasión y dime si se ha salvado. Por favor.

—¡Uy! Pareces agobiada, princesita. —Su tono es sarcástico—. Ya viste cómo lo dejé. Si crees que se puede sobrevivir a un disparo en el estómago sin asistencia médica rápida… —Levanta las cejas y chasca la lengua—. Saca tus propias conclusiones.

Aprieto la boca con rabia y el dolor se expande por mi cuerpo. Contengo las lágrimas para ofrecerle una mirada dura e inflexible. No voy a darle la satisfacción de ver cómo me derrumbo, prefiero conservar al máximo la frialdad.

—Tarde o temprano mi padre me encontrará y vas a acabar en la cárcel el resto de tu vida —amenazo levantando el índice para enfatizar mi discurso—. Te mereces pudrirte en un agujero.

—Tranquila, princesa —Se acerca un poco más a mí, alarga el brazo y me acracia la mejilla con un dedo. Mi cuerpo recibe una descarga de ansiedad—. Nadie vendrá a buscarte aquí y pronto te irás. Si te portas bien, no voy a tocarte ni un pelo. Seguro que mis planes te parecerán una obra de arte.

Me levanto para alejarme al máximo de él, con los recuerdos nítidos de la última vez que estuvimos solos en una habitación. Con las manos me abrazo por la cintura, obligándome a dejar de temblar para no mostrar fragilidad. Él sigue en la cama, sonriendo y siguiendo mis pasos con la mirada.

—¿Qué planes? —Me paro cerca de la puerta y la observo con el rabillo del ojo, evaluando las posibilidades de salir por ella corriendo—. Explícamelos.

—Todo a su debido tiempo. —Mira a la puerta y después me repasa con los ojos—. Si quieres huir, no te lo recomiendo. La puerta solo se abre desde fuera o con la llave que tengo en el bolsillo. Hay barrotes en las ventanas y sensores de movimiento por toda la casa conectados a mi móvil. Dentro de la habitación hay tres cámaras y dos en el baño. Si intentas escapar, voy a castigarte como ayer. Tú decides cómo vamos a pasar estos próximos días.

—¿Vas a contarme por qué haces esto? —Me quedo quieta al descubrir las pocas posibilidades que tengo de escapar—. No le encuentro ninguna lógica a tu comportamiento. Quieres ver sufrir una y otra vez a los miembros de mi familia. No tienes suficiente con herirnos, nos machacas, juegas con nosotros y pareces dispuesto a jodernos en bucle. Me gustaría entenderlo.

Durante un segundo observo una sombra de tristeza en su mirada, como si guardara un secreto horrible. Me siento en el suelo, cerca de la puerta, con la espalada apoyada en la pared, y levanto las piernas para abrazármelas. Sentir el calor de cada parte de mi cuerpo me ayuda a mantener al máximo la serenidad.

—Tu padre es un hijo de puta —afirma con una voz glacial—. Fue el culpable de que mi madre me abandonara en un puto orfanato y de que me adoptaran los Sullivan. Si él se hubiera portado como tocaba, yo no me habría pasado la infancia en una casa donde no me entendían, siempre con las putas broncas y sus normas absurdas. Quiero que sufra como yo, que su vida sea un infierno.

—¿Qué te relaciona con mi padre? —Espiro con fuerza antes de mirarlo a los ojos con rabia—. Este último mes hemos buscado alguna conexión entre él y tu familia, pero no tenemos ninguna.

Dick se aprieta el mentón con la mano derecha, inspira y contrae los músculos faciales.

—No era fácil encontrar la conexión ni voy a darte pistas. —Se levanta para caminar hacia la puerta—. Quizá no habéis buscado en todas partes, ¿te lo has planteado?

—Dime dónde mirar.

—Si te portas bien, te dejaré en paz hasta el momento de llevar a cabo mi plan maestro contigo. No intentes escaparte ni hacerme daño y tu encierro será fácil de sobrellevar.

Recupera la llave del bolsillo del pantalón, abre la puerta y sale sin darme más explicaciones. Cuando me quedo a solas me abrazo el cuerpo con más fuerza y lucho por no mostrarle las lágrimas que me queman en los ojos a través de las cámaras. Me acerco a la mesilla de noche para comer algo. En la bandeja hay un sándwich de pavo, un café con leche y una manzana roja. Cojo el bocadillo, pongo un poco de azúcar en la bebida y empiezo a comer con la mirada ausente. Repaso las palabras de Dick en busca de una explicación lógica de la mano de mi padre en su desgracia.

Al terminar examino otra vez el lugar con la mirada, atenta a cualquier posibilidad de huida, pero no la hay. No me queda otra posibilidad que trazar un plan para quitarle las llaves y dejarlo encerrado en la habitación si quiero marcharme. Durante veinte minutos me dedico a caminar de un lado a otro en un intento de rebajar la tensión. Por suerte el dolor de cabeza ha remitido bastante gracias al analgésico. Imagino unas cuantas posibles maneras de conseguir mis propósitos, las delineo en mi mente, sin dejar de ponderar las variables que pueden acabar en fracaso. Cuando tengo claras un par de ideas la puerta vuelve a abrirse.

—Voy a salir. —Dick entra cargado con una bolsa, una guitarra española y unas toallas—. Te he traído algo de ropa de tu talla y un par de libretas de partituras para que pases el rato distraída. Voy a controlarte por las cámaras, si intentas escapar, te castigaré. ¿Queda entendido?

Asiento y me acerco a ver qué hay dentro de la bolsa que ha colocado sobre la cama. Ropa interior, un pijama bastante modosito, un par de vaqueros, varias camisetas, tres vestidos y un neceser con útiles de aseo.

—¿Y los zapatos? —pregunto.