COVID-19: ¿más allá del Antropoceno? - Michelle Becka - E-Book

COVID-19: ¿más allá del Antropoceno? E-Book

Michelle Becka

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Este número de Concilium es una contribución al discurso global en curso sobre los cambios políticos, económicos, biomédicos, ecológicos, filosóficos, científicos y socioculturales, y -dentro de un marco cristiano- ontológicos, éticos, eclesiales y teológicos que se ven afectados por la COVID-19. Añadimos nuestras voces y nuestra praxis como interlocutores con el objetivo de engendrar una humildad y una resistencia nacidas del reconocimiento de que estamos profundamente interconectados unos con otros y con el ecosistema en general.

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Seitenzahl: 250

Veröffentlichungsjahr: 2022

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CONTENIDO

Nuestra misión y visión

1. Tema monográfico: COVID-19: ¿MÁS ALLÁ DEL ANTROPOCENO?

Sharon A. Bong, Michelle Becka y Carlos Mendoza-Álvarez: Editorial

Reflexiones sobre las crisis

1.1. Carlos Mendoza-Álvarez: El fin de una era: sobre los destellos de redención en medio de la noche oscura planetaria

1.2. Juan José Tamayo Acosta: La compasión en tiempos de pandemia

1.3. Hilda P. Koster: Cambio climático, COVID-19 y justicia de género: pecado y redención en el Antropoceno

Perspectivas glocales e interdisciplinares sobre la COVID-19

1.4. Toussaint Kafarhire Murhula: La COVID-19 en África y la violencia de los prejuicios en las representaciones occidentales

1.5. Johannes Wallacher: La COVID-19 y la necesidad de una transformación socio-ecológica de la economía y la sociedad

1.6. Daniel J. Fleming: Desigualdades y bioética en la sanidad pública durante la COVID-19: una perspectiva australiana

Reflexiones teológicas sobre la COVID-19

1.7. Philippe Lefebvre: La peste, la espada y el hambre: reflexiones bíblicas sobre la pandemia

1.8. Keun-joo Christine Pae: La teología de la afirmación de la vida en los tiempos de la COVID-19: teología feminista antiviolencia cuando el odio antiasiático nos mata

1.9. Stan Chu Ilo: La politización de la raza en la época de la COVID-19: visión teológica para el futuro

1.10. Martin Stuflesser: ¿El coronavirus como punto de inflexión (también) para la práctica del culto?

1.11. Raúl Domingo Pariamachi Fonseca: Diaconía social y cuidado: una reflexión patrística desde el Perú

2. Foro teológico:

2.1. Michael Czerny: El mensaje de Fratelli tutti para los religiosos contemporán

2.2. Kristine Meneses: Las personas sordas y las personas con discapacidad son nuestro kapwa: una respuesta a Fratelli tutti

Créditos

Consejo

Suscripción

Contra

NUESTRA MISIÓN y VISIÓN

1. Qué es Concilium

Concilium es una revista de reflexión teológica católica y ecuménica. Fundada a raíz del Concilio Vaticano II, busca reinterpretar y re-aplicar esa visión de apertura en nuevos contextos culturales y en realidades sociales y religiosas cambiantes. Guiada por el Espíritu, la revista acoge múltiples expresiones de fe y espiritualidad que emergen de la pluralidad cultural como marca de su catolicidad.

2. El objetivo de la revista

El objetivo de Concilium es contribuir a la transformación del mundo y de la Iglesia a la luz del Evangelio. La revista está particularmente comprometida con el desafío a las estructuras de opresión y discriminación, y con hacer teología desde la perspectiva de las víctimas de la desigualdad social, económica y ecológica. De este modo apoya una nueva imaginación eclesial más allá del patriarcado, del clericalismo, del racismo, del antropocentrismo, de la hegemonía monocultural y de la explotación de los recursos de la tierra.

3. La forma en que hacemos teología

La misión de Concilium se refleja en la forma conciliar de hacer teología que adoptamos como comunidad de teólogas y teólogos de diversos contextos. Inspirándonos en la visión de las personas fundadoras de la revista, proporcionamos un lugar de encuentro para una conversación global que acoge diversas perspectivas sobre temas teológicos importantes. Teologizar desde la perspectiva de los márgenes y del cuidado ecológico son compromisos centrales de Concilium. Así, la revista y sus conferencias buscan llamar la atención sobre las voces y las cuestiones y preocupaciones teológicas de las comunidades locales y regionales con un espíritu de escucha. Nuestras reuniones y estructuras procuran representar la colegialidad, el liderazgo compartido, la reciprocidad y la transparencia en la toma de decisiones. Como editores y editoras, estamos comprometidos con relaciones justas y sostenibles entre nosotros/as y con nuestros/as editores/as, lectores/as y autores/as.

4. Estándares académicos y presencia digital

Los temas tratados en Concilium procuran mantener estándares académicos. Al mismo tiempo estamos conectados y nos basamos profundamente en las experiencias y en la sabiduría de las comunidades marginadas. Para promover nuestra misión, buscamos expandirnos más allá de los medios impresos tradicionales y desarrollar una presencia digital consistente para mejorar el acceso y la participación.

* * *

El consejo editorial de la revista Concilium ha elaborado este documento para revisar y planificar su misión y visión.

La presidenta de Concilium, Susan Abraham, presenta el significado de este texto en la siguiente entrevista (en inglés, con subtítulos en español): https://www.youtube.com/watch?v=GqGyy81kLLY.

TEMA MONOGRÁFICO

COVID-19: ¿más allá del Antropoceno?

EDITORIAL

La COVID-19 fue reconocida mundialmente como una pandemia en el primer trimestre de 2020. Al tratarse de una enfermedad potencialmente mortal provocada por un nuevo coronavirus y sus implicaciones de gran alcance a nivel individual y colectivo, nos aventuramos a añadir que muy pocos de entre nosotros —lo que incluye no solo a los seres humanos sino también a nuestro ecosistema— hemos permanecido indemnes a ella. Lo que diferencia el impacto que hemos experimentado es quizás el grado de pérdida de vidas, de salud, así como de medios de subsistencia, la seguridad familiar y humana en general.

Somos conscientes de que ningún número especial o temático de la revista puede ofrecer deliberaciones que aborden fiel y adecuadamente la amplitud de los cambios políticos, económicos, biomédicos, ecológicos, filosóficos, científicos y socioculturales —y dentro de un marco cristiano—, ontológicos, éticos, eclesiales y teológicos que se ven afectados por la COVID-19. Pero ofrecemos humildemente este número como nuestra contribución al discurso global en curso y añadimos nuestras voces y nuestra praxis como interlocutores con el objetivo de engendrar una humildad y una resistencia nacidas del reconocimiento de que estamos profundamente interconectados unos con otros y con el ecosistema en general.

Hay un estallido de cuestiones que no son diferentes de los tejidos conectivos de los organismos vivos para explorar más allá del modelo antropocéntrico de la civilización. Sabemos que la cuestión fundamental sobre la crisis de la civilización se mueve entre los polos del Antropoceno y el Capitaloceno, con la intersección del patriarcado, el capitalismo y el colonialismo, y queremos aportar nuevos elementos de análisis. Y esta lista no es exhaustiva y se matiza aún más en función de las particularidades de los contextos vividos de los que surgen. Los campos multidisciplinares de los expertos en ciencias y ciencias sociales hacen hincapié en la «ecología de la enfermedad», es decir, en la interconexión de las interacciones entre el ser humano y los animales y entre el ser humano y el medio ambiente que dan lugar a enfermedades emergentes que pueden desembocar en brotes epidémicos, como la COVID-19. La politización de la COVID-19 supuso la ampliación de las brechas existentes entre los que tienen y los que no tienen (por ejemplo, los que tienen libertad para viajar, los que están más predispuestos a trabajar o estudiar desde casa en función de la brecha digital), Occidente y Oriente en particular a través de la política de la mascarilla, las tensiones raciales en las que los asiáticos parecidos a los chinos (en EE.UU., Canadá y Europa) fueron receptores de abusos y ataques racistas por haber iniciado supuestamente la pandemia.

El colapso económico de los estados-nación más pobres, incluso los más ricos, sigue siendo un efecto paralizante de la COVID-19, ya que los primeros tienen muchos menos recursos a largo plazo (incluso a corto plazo) para contener la propagación del coronavirus, con implicaciones en espiral para la asistencia sanitaria y, esencialmente, para la supervivencia. Los economistas también señalan el fenómeno de la «secesión», en el que las consecuencias económicas de la pandemia afectan de forma desproporcionada a las mujeres.

Desde el punto de vista biomédico, el ímpetu por salvar o prolongar vidas ha dado lugar a que las grandes empresas farmacéuticas compitan por acelerar la creación de una vacuna apta para el ser humano que, con toda probabilidad, no será ni universalmente asequible ni accesible. Social y culturalmente, en una realidad cotidiana, los ciudadanos del mundo se están ajustando, con diversos grados de conformidad, al estribillo y la práctica de la «nueva normalidad» en cuanto a la observancia de los Procedimientos Operativos Estándar, por ejemplo, el distanciamiento social que exacerba el aislamiento del confinamiento y la desesperación psicológica a largo plazo y el colapso de la salud mental que esto conlleva inadvertidamente.

Desde el punto de vista ecológico, el cese total de la actividad humana en el primer semestre de 2020 supuso el regreso de la vida salvaje a los entornos urbanos y el descenso de los índices de contaminación en las grandes ciudades.

¿Qué forma y configuración tendrían nuestras deliberaciones teológicas sobre la perenne cuestión de nuestra existencia y su sentido, en particular, si se sigue insistiendo de forma arrogante y miope en un antropocentrismo a la luz de esta sacudida ontológica? O en términos de eclesiología, ¿cuáles son los efectos a largo plazo de la desconexión sacramental con las misas transmitidas en línea, es decir, la falta de experiencia con la comunión? ¿Cómo está descubriendo el pueblo de Dios nuevas formas de sacramentalidad? En la perspectiva ética, ¿hasta qué punto estamos motivados para repensar las ideologías de género opresivas que han exacerbado la violencia sexual y de género en los hogares, especialmente contra las mujeres, cuando los supervivientes de la violencia sexual y de género y los miembros de la familia LGBTIQA+ también se ven confinados con sus agresores, que en su mayoría encarnan la masculinidad tóxica? Y, por último, pero no por ello menos importante, de qué manera puede nuestra teología conducir a cambios de mentalidad y a la conversión de los corazones para mitigar el endurecimiento de las fronteras que han privado de derechos a las personas más excluidas de la Tierra, como los pueblos indígenas, los refugiados, los trabajadores migrantes, tanto documentados como indocumentados, los niños, los enfermos y los ancianos, todos los cuales se hacen más vulnerables con la COVID-19. En el espacio temporal del coronavirus, de desconfianza y alienación en el que cada extraño es un vector potencial de la enfermedad, prevalecen las contranarrativas de la vida, el fenómeno de los cuidadores y los colectivos que han aprovechado las redes sociales para impulsar los hashtag y el activismo juvenil que ofrecen narrativas de esperanza, inclusión y justicia social.

Los enfoques y perspectivas de este número son muy diversos. Esto da lugar a veces a tensiones y contradicciones, y no todos los planteamientos son compartidos por todos los autores. Pero esta diversidad, la disparidad y la dinámica, y a veces también una desarticulación, también caracterizan la situación de la pandemia. Comenzamos con la primera parte, que nos ofrece deliberaciones generales sobre la crisis. Carlos Mendoza-Álvarez esboza el escenario apocalíptico del fin del Antropoceno en su figura de Capitaloceno, para trazar los signos del tiempo mesiánico y escatológico que emerge en las grietas del mundo hegemónico en el contexto de la pandemia de la COVID-19. ¿Qué hay más allá del Antropoceno? Destellos de redención ofrecidos por la Sabiduría divina, resistencia de un pueblo justo a la violencia sistémica y atisbos de un mundo post-humano, se proponen, mientras una nueva etapa de redención es ofrecida por el dinamismo de la kénosis-theosis del cristianismo al mundo. Juan José Tamayo Acosta continúa el hilo de la fragilidad del ser humano en el contexto de la pandemia de la COVID-19 que es síntoma de crisis civilizatorias más profundas y revela las inequidades del mundo globalizado; desde la migración a gran escala hasta la crisis climática y de gobernabilidad que aparece en diversas latitudes. Tamayo Acosta propone la compasión como una virtud ética y espiritual junto con la justicia social y la solidaridad política.

Pasamos a la segunda parte, que enmarca nuestro tema desde la perspectiva glocal (global-local) e interdisciplinar de la COVID-19. El hilo conductor de las contribuciones en esta parte es la propuesta de mejores estrategias que complementan las propuestas de esperanza de la primera parte. Toussaint Kafarhire aborda la vacilación sobre las vacunas desde un marco decolonizador, ya que sostiene que, en el contexto de África, esta constituye una resistencia popular contra las políticas no participativas. Lejos de idealizar la vacilación sobre las vacunas, que es una preocupación mundial, aboga por un tipo diferente de justicia social que incluya la escucha de las voces africanas y el empoderamiento del pueblo para leer, interpretar y contar sus propias experiencias e historias. Johannes Wallacher, al escuchar la lección aprendida sobre la COVID-19, nos exhorta a dirigir las intervenciones políticas y las contramedidas hacia la consecución de un desarrollo sostenible para todos. Esto requiere una transformación socio-ecológica de la economía y la sociedad para que todas las personas puedan vivir bien ahora y, en el futuro, respetando los límites planetarios. Daniel Fleming aboga por una bioética de la salud pública que no haga oídos sordos a los más vulnerables por la pandemia en su reflexión sobre los estudios de casos de cierre de apartamentos de viviendas públicas y de trabajadores de hoteles en cuarentena durante la experiencia australiana de la primera y segunda olas de la pandemia de la COVID-19. Se trata de una bioética que garantiza no solo el buen fin de la contención de la COVID-19, sino también que no se sacrifiquen los bienes morales esenciales.

La tercera parte se centra en cuestiones teológicas y éticas que ponen de relieve las opresiones sistémicas que se agravan en la época del coronavirus. Philippe Lefebvre describe con una narración sorprendente cómo la Biblia evoca las grandes plagas que se abaten sobre los seres humanos, utilizando incluso el vocabulario griego referido a la pandemia. Las catástrofes son momentos de reordenación de la sociabilidad en los que aparecen quienes no se esperaban y que a veces proponen algo nuevo. El arca de Noé o el santuario del desierto ofrecen en tiempos de crisis lugares alternativos donde circula la Palabra. Cristo inscribe el don de su persona en una reversión «pandémica» hasta los confines de la tierra. Keun-joo Christine Pae se pregunta: «¿Cómo pueden las teólogas feministas arrojar luz sobre la violencia racista y sexual de género durante la COVID-19?». Ofrece una teología cristiana feminista que afirma la vida analizando críticamente el impacto de las metáforas bélicas de la COVID-19 sobre la violencia de género racializada (es decir, el tiroteo de Atlanta de 2021 que se cobró la vida de seis mujeres asiáticas estadounidenses), y las raíces históricas de la hipersexualización del cuerpo femenino asiático. Stan Chu Ilo rastrea de forma similar las raíces históricas del racismo que encuentran una expresión flagrante en la práctica de la medicina colonial en el contexto africano y una expresión más sutil, pero no menos dañina, en la politización de la salud global que conduce a las «muertes de latinos y negros» más desproporcionadas relacionadas con la COVID-19. Recurriendo a las declaraciones litúrgico-teológicas de la Constitución Litúrgica Sacrosanctum concilium del Vaticano II, Martin Stuflesser intenta trazar nuevos comienzos desde el punto de partida de la interrelación del coronavirus y la liturgia en Alemania.

Para continuar el debate con nosotros, también hemos preparado un material en nuestra página web, con una entrevista al Dr. Víctor Manuel Toledo Manzur1. Concilium desea promover en esta conversación online un debate abierto e informado, desde diversas experiencias locales a cargo de las comunidades en sus contextos culturales.

Concluimos este número con las contribuciones en el Foro teológico, que se centra en Fratelli tutti. El cardenal Michael Czerny hace un llamamiento a los religiosos y religiosas para que pongan su catolicismo en diálogo con otras religiones: para que abandonen un estilo colonial de evangelización y abracen un diálogo interreligioso que proclame la Revelación desde la perspectiva de muchas culturas. Kristine C. Meneses nos pide que evitemos un apartheid de nosotros contra ellos al reconocer la dignidad de los «exiliados ocultos» —personas sordas y personas con discapacidad— que surge de su propio compromiso con este grupo, como un gesto de amistad social, en el espíritu de Fratelli tutti.

(Traducido del inglés por José Pérez Escobar)

1https://concilium-vatican2.org/es/covid-19/

REFLEXIONES SOBRE LAS CRISIS

Carlos Mendoza-Álvarez *

EL FIN DE UNA ERA

Sobre los destellos de redención en medio de la noche oscura planetaria

Este artículo delinea el escenario apocalíptico del fin del Antropoceno en su figura de Capitaloceno, para rastrear ahí las señales del tiempo mesiánico y escatológico que surge en las grietas del mundo hegemónico en el contexto de la pandemia de COVID-19. El papel de las personas justas de la historia en tiempos de crisis global —representadas por personas y pueblos en resistencia a diversas violencias sistémicas— es propuesto aquí como indicio de una nueva temporalidad que recibe y recrea los destellos de la redención ofrecida por la Sabiduría divina, desde las heridas del mundo, a toda la creación. Finalmente, se plantea el escenario del mundo post-humano como nueva etapa de la redención en el dinamismo divino de la kénosis-theosis que el cristianismo ha recibido como don y tarea, tanto profética como escatológica, para anunciar el amor sobreabundante divino a toda la creación.

Prólogo

La sindemia1 revelada por la COVID-19 puso en jaque a la humanidad ya entrado el siglo XXI, mostrando los disfuncionamientos civilizatorios del Antropoceno en su fase más reciente bajo la figura del Capitaloceno2. El homo sapiens et demens del que hablara Edgar Morin hace algunas décadas —retomando a los filósofos griegos con una nueva perspectiva propia del pensamiento complejo— ha mostrado ser la especie más depredadora en la historia del planeta Tierra.

Nos encontramos hoy en la inaplazable encrucijada civilizatoria de corregir el rumbo como especie humana, o bien desaparecer de la faz de la tierra. Los estertores de la bestia serán prolongados porque una minoría privilegiada de la humanidad buscará mantener con todo su arsenal político, económico y tecnológico el gobierno mundial, cercando territorios geográficos y virtuales para protegerse, dejando a la intemperie a la mayoría de la población humana.

Se trata, en verdad, de un escenario apocalíptico como fin de una era, pero tal vez inicio de otra si logramos ir al fondo de la crisis global y superarla como sobrevivientes. Tanto las religiones milenarias como las ciencias modernas y las artes se encuentran en entredicho en medio de esta crisis civilizatoria sin precedentes que pone en riesgo a la casa común tanto como a la humanidad3. «O nos salvamos todos o ninguno se salva» sentenció con sabiduría apocalíptica Leonardo Boff hace poco tiempo.

En particular el cristianismo —que fue una de las fundaciones vitales de Occidente— también se encuentra en crisis porque en su versión moderna clerical se identificó con esta civilización antropocéntrica en una complicidad que ha generado devastación. El anuncio de la encarnación del Verbo como corazón de su mensaje de compasión se corrompió cuando dejó «la projimidad»4 o, en palabras de Ivan Illich, «la proporción» que revelara la encarnación del Logos, dejando el amor al prójimo en manos de una burocracia sagrada.

Por eso hemos de pensar ahora, precisamente cuando se derrumba el edificio del progreso, en la presencia inefable pero cercana, en el cara a cara del Buen samaritano, del Dios misericordioso en Jesús de Nazaret y los resplandores que brillan en las personas justas de la historia. Este amor compasivo humano-divino no se agotó en el cristianismo occidental, sino que ahora está llamado a ir más lejos de la racionalidad que lo atrapó pervirtiéndolo. La «deconstrucción del cristianismo» propuesta por Jean-Luc Nancy no solamente es un problema filosófico, sino que es también un proceso epistemológico y espiritual que permite explorar nuevos modos de experimentar, narrar y contar la historia de Dios-con-nosotres, en tanto designio amoroso que redime a la humanidad y la creación heridas de muerte por la codicia humana, al vivificarlas por la Ruah divina que las habita y las rescata de la muerte.

En las siguientes líneas trataremos de explorar el fin de una era para otear indicios del mundo otro. Lo haremos a partir de la idea maestra del «tiempo contraído»5 que es anticipación escatológica de amor universal vivida como temporalidad «por donde se cuela el Mesías», como decía Walter Benjamin. Pero se trata, en su novedad escatológica, de una grieta en la historia que alcanzó su expresión radical en Jesús de Nazaret y su comunidad mesiánica. Y desde entonces, se expande en la historia como una «comunidad de comunidades» insertas en las grietas de la historia violenta, sembrando ahí mismo semillas de dignidad con justicia, memoria y verdad, para alumbrarmundos nuevos precisamente ahí donde hay corrupción y muerte, por medio de una «red de redes» que tejen los sobrevivientes, cuando van conformando el tejido vital de la creación nueva por medio de la solidaridad compasiva.

Los estertores de la bestia

Algunos pueblos mayas del sureste mexicano llaman a esta crisis civilizatoria «la cuarta guerra mundial»6. Otros grupos de la sociedad civil mundial le llaman crisis del estado de derecho. La academia occidental inventa conceptos para describir los «dispositivos de control» hegemónico que exponen a la nuda vida7 en manos de una minoría rapaz de la humanidad para someter a las mayorías. Las mentes más brillantes de Occidente vislumbran el fin de una era que comenzó con el descubrimiento del fuego, más tarde evolucionó con el uso del metal y, en décadas recientes, alcanzó la sofisticación matemática y tecnológica del algoritmo8. Todas ellas herramientas, dispositivos y ahora algoritmos se fueron adueñando del cuerpo, la mente y el alma de personas y pueblos.

El pensamiento crítico, sobre todo desde el Sur epistémico9, desde hace ya varias décadas analiza esa tecnología hegemónica en sus elementos constitutivos. Los ha caracterizado con precisión como un entramado de poder capitalista, patriarcal, colonial y racista, entre otros hilos que tejen sus redes de poder, tales como la heteronormatividad y la religión que justifica esos nuevos sacrificios humanos.

Hace medio siglo, un pensador visionario como Ivan Illich —en diálogo con colegas de diversas latitudes del planeta que coincidieron por un tiempo en Cuernavaca, México y en otros foros en Estados Unidos y Alemania— habló de «la era de los sistemas»10 como desintegración de la comunidad humana por el predominio de la técnica, la pérdida de la proporcionalidad en la vida urbana sometida al poderío del automóvil, la némesis médica que somete los cuerpos al control tecnológico del sistema de salud, y la educación escolarizada que genera autómatas como subsistemas de una red global. Gustavo Esteva11 en Oaxaca, México, junto con colegas de la India, Brasil, Francia y Kurdistán, entre otras naciones, ha continuado esta reflexión. Tales conversaciones descoloniales van configurando nuevas ideas surgidas desde las resistencias de los pueblos originarios en todo el mundo para desmontar las ideas de progreso, salud y gobernanza con que gobiernos locales y regionales controlan a su población para someterla a los roles establecidos en la cadena de producción-consumo y basurización de la vida a escala planetaria.

Pero no podemos olvidar que uno de los estertores más cruentos del fin de una era es «la guerra contra las mujeres» que subyace en la base como principal motor de la expansión del Capitaloceno. Tal como lo ha analizado con agudeza crítica Rita Laura Segato12, la colusión entre capitalismo y patriarcado produce la basurización de la vida de las mujeres, haciendo de sus cuerpas territorios de conquista, dominio y sometimiento. Por lo que no se trata de un tema exclusivo de género, como si este estuviese desligado de las otras violencias sistémicas. Sino que la violencia contra las mujeres es expresión de la interseccionalidad del sistema patriarcal, colonial y racista que llega a su paroxismo en los feminicidios.

Los dolores de parto

¿Qué nos queda vivir y esperar en medio de tal escenario apocalíptico de devastación originada por el Capitaloceno? Vivimos como pueblos separados por muros que se erigen para protección de los «de arriba». Pero también descubrimos grietas en esos muros, aquellas que abren, por ejemplo, las personas y comunidades migrantes en movilidad forzada. Ellas vienen desde sus «no lugares», atravesando desiertos y mares, viajando del Sur al Norte global, seducidas por el ideal moderno, pero atrapadas por mafias internacionales de traficantes. A veces sobreviven la travesía inhóspita, otras veces perecen en una playa de infeliz memoria que es vergüenza para la humanidad entera. Pero, de manera asombrosa, en esos muros y grietas hay también «cuerpas que se acuerpan» para decir ¡basta! al patriarcado. En esos intersticios también se organizan familias que buscan a sus familiares desaparecidos, encontrando a algunes, pero luego buscando con más ahínco a los cientos de miles de personas desaparecidas en el mundo por violencia criminal. Ahí también sobreviven pueblos originarios que, desde hace siglos, resisten la vorágine de la codicia de imperios coloniales antiguos y nuevos, hoy llamadas empresas de globalización transnacional sean mineras canadienses, empresas españolas de energía eólica o constructoras de ingeniería chinas.

El cambio climático denota el paroxismo de la crisis. Representa el grito de la tierra y de los pobres, como escribió Leonardo Boff con inteligencia cordial para repensar la teología de la liberación ante nuevos desafíos globales. En íntima relación con este «grito que se eleva al cielo» desde el fratricidio del primer ser humano contado por la Biblia, el papa Francisco, en su Carta Encíclica Fratelli Tutti,remite a la ecología integral como un cambio de paradigma al que está llamada la humanidad para cumplir con la encomienda de ser la «administradora» o cuidadora de la casa común.

En este torrente de inspiración profética del cristianismo, la «santidad ecológica» es también política. No es casual que los mártires de hoy sean, tanto en las iglesias como en la sociedad civil, personas de los pueblos originarios13 que entregan su vida hasta el último aliento por defender la tierra, como madre, hermana y compañera en esta aventura de la existencia donde «todo está conectado», como lo recuerda Ernestina López Bac14 desde las tierras altas de Guatemala.

El alumbramiento

Desde esos no-lugares del mundo hegemónico, los pueblos y colectivos sociales en resistencia nombran esa crisis con metáforas claras, tales como «un mundo que se derrumba», o bien «el violador eres tú». Pero ahí precisamente, en medio de la distopía de nuestros tiempos inciertos, surge también un punto de quiebre, como un tiempo contraído, como una potencia para vivir como sobrevivientes y revertir la fatalidad del ciclo de la violencia sistémica.

En lo hondo de la memoria viva de las familias de personas desaparecidas, o de las comunidades campesino-indígenas en defensa del territorio, en los cuerpos de las personas en movilidad forzada hay dolores de parto. También los viven quienes son basurizados por el capitalismo y la sociedad extractivistas, pero claman y se organizan para edificar las tres T (trabajo, tierra y techo)15. Así, poco a poco, desde las sombras del mundo, se va acuerpando una humanidad resiliente, dignificada por el dolor compartido y potenciada por sus sueños colectivos. En efecto, el dolor compartido y la indignación ético-espiritual16 ante tantas violencias se va revelando, de manera paradójica, como fuente de sentido y esperanza para todes, primero para quienes han padecido la exclusión, pero también para los perpetradores como llamado a la conversión.

De esta manera, personas y comunidades resilientes están recreando un mundo otro desde las ruinas de un mundo que se está viniendo abajo. Por eso el papa Francisco llamó a los movimientos populares «poetas sociales»17, cuando sobreviven, se organizan, se cuidan mutuamente, crean comedores comunitarios, escriben sus memorias, celebran sus fiestas seculares y religiosas como otro modo de detener la espiral violenta y crear otros mundos posibles.

Como reflexión de segundo grado, en la retaguardia de estas resistencias, deseamos concluir este artículo señalando algunas pistas para pensar teológicamente esa temporalidad mesiánica y kairológica18otra que surge en las grietas del mundo hegemónico.

Primero cabe destacar que se trata de otro modo de vivir la temporalidad. No se trata de seguir creyendo en el progreso como un futuro que nunca llega para todos, sino que se trata de hacerse cargo de la realidad personal y comunitaria en un tiempo contraído, en su fondo teologal mesiánico, que hacen posible quienes «dan muerte al odio en su propia carne» (Efesios 2,14).

En el seno de esa espiral de tiempo contraído —que es expresión del tiempo mesiánico vivido a contrapelo de la historia hegemónica— se vive la anticipación escatológica como un destello de redención en el más acá de la historia violenta. Destello que se expresa como digna rabia ante la exclusión secular, pero también como memoria dichosa de quienes siguen conectados con sus ancestros.

Esos destellos son también acuerpamientos19 desde el dolor compartido y la esperanza gozosa en medio de la noche que viven las familias de personas desaparecidas. Sin triunfalismos espiritualizantes, ni sueños revolucionarios pasados, esta vivencia de «la potencia de los pobres» y excluidos, señalada por Jean Robert y Rajid Rahmena, surge desde las heridas que curan de la vulnerabilidad humano-divina, aquella potencia de vida plena que fue revelada en el Crucificado-que-despertó. Por eso, esas experiencias de resistencia son expresión de la revelación del misterio de la sobreabundancia divina que es amor gratuito que consuela a las víctimas y «las levanta de la mierda» (1 Samuel 2,8-10; Sal 113,7-8; cf. Lc 1,52b) para acuerparlas en el mundo otro del Viviente que el cristianismo recibe como don inefable para ser vivenciado siempre de maneras nuevas por espiritualidades de la encarnación.

Por último, el escenario post-humano será un rasgo predominante de la nueva era en la que podremos contemplar, recibir y acuerpar la gracia divina de la kénosis del Logos en su creación diversa, bajo nuevos destinatarios de la creación toda, en el misterio de la carnalidad y de la virtualidad. Ese dinamismo de gracia que significa la encarnación expresa el amor de sobreabundancia que conduce también a la theosis, yendo siempre hasta lo más recóndito del mundo herido de muerte, invisibilizado por poderes antiguos y nuevos.

Se tratará de descubrir, en esa era digital y post-humana que está naciendo con dolores de parto, nuevas maneras de reconocer y celebrar la gracia que procede como reescritura de la historia, siempre desde los pobres y excluidos, las víctimas y los invisibilizados por cualquier sistema hegemónico, sea el capitalismo patriarcal o el algoritmo que todo lo gobierna.

«Los cielos nuevos y la tierra nueva» (Ap 21,1-5) serán así metáfora apocalíptica del espacio-territorio de la dignidad liberada de lo humano y lo post-humano, la creación cósmica y el mundo virtual, donde la gracia como amor sobreabundante siempre será don y tarea para «hacernos cargo de la realidad», como dice Jon Sobrino, con memoria, verdad, justicia y esperanza. Una existencia vivida como temporalidad kairológica, siempre desde las subjetividades vulneradas y vulnerables, podrá ir en pos de una reconciliación universal siempre anhelada, nunca del todo alcanzada, pero siempre vivida como tiempo contraído por las personas justas de la historia que, en las grietas de la historia rota de la humanidad, siembran semillas de vida nueva.

* CARLOS MENDOZA-ÁLVAREZ