Creciendo más juntos - Ester Martínez - E-Book

Creciendo más juntos E-Book

Ester Martinez

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Beschreibung

El libro Creciendo más juntos se desarrolla desde una cosmovisión cristiana sobre cómo el matrimonio es un increíble "invento" que complementa la vida de las parejas, empezando desde las etapas de la relación del noviazgo hasta los últimos días de la vida. Una guía inspiradora para el desarrollo de la pareja que brindará herramientas para el crecimiento de la vida matrimonial, el matrimonio, brindando contenido sociológico y gran aplicación bíblica. En la Creación todo fue "bueno en gran manera" (Gn 2: 24), excepto una cosa: La soledad (Gn 2:18) y Dios quiso paliar ese problema tan importante y "creó al otro ser humano", muy diferente al resto de seres vivos, creados también por su mano. Nuestro Creador tuvo un plan maravilloso y una parte muy importante era la unión del hombre y la mujer y todo lo que se desprendería de ese hecho. Este libro está destinado de llevar muchos matrimonios a un desarrollo progresivo en todos los aspectos de la vida matrimonial. Este es un recorrido rápido y con la narrativa de usar las diferentes estancias del hogar, empezando por la entrada y así sucesivamente. Este libro te ayudará: En las cuestiones espirituales; la relación personal de la pareja con Dios Interpersonales; para que el matrimonio se fortalezca y se conozcan profundamente Crear un ejemplo para la familia; como un modelo genuino para el hogar y los hijos Disfrutar la intimidad; como un momento especial visible entre el hombre y la mujer Una lectura interesante que nos lleva a vivir vidas en plenitud con el Señor, la pareja y con todos los que os rodean.

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Seitenzahl: 491

Veröffentlichungsjahr: 2022

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Dedicatoria

a nuestros queridos hijos y nietos y a todos los matrimonios

que han pasado por nuestras casas

y a los que hemos intentado acompañar y ayudar.

Índice general

Portada

Portada interior

Dedicatoria

Prólogo

Introducción

1. Juntos en la entrada

1. Una primera aproximación a la relación matrimonial

2. El cuestionamiento en cuanto a los absolutos y a los valores

3. Una primera aproximación al verbo amar

4. El amor sometido a la autoridad divina

5. La necesidad de “dejar” para “empezar”

6. Dejando lo negativo atrás

7. La nueva construcción

8. Construir bien, sin dependencia patológica

IMAGINA LA ESCENA… JUNTOS EN LA ENTRADA 36

BIENVENIDOS A NUESTRA CASA… JUNTOS EN LA ENTRADA 41

PARA REFLEXIONAR Y ACTUAR [MPS – MATRIMONIO POSITION SYSTEM]

2. Juntos en la sala de estar

1. Aprendiendo a comunicarnos sin agredirnos

2. La ira y el cuerpo

3. El peligro de la desintegración familiar

4. No abandones la esperanza, lucha primero

5. Piensa en las repercusiones de una separación en la vida de tus hijos

6. El peligro de la infidelidad

7. Buscando la protección

8. Huir del “yoismo”

9. La violencia y el maltrato

IMAGINA LA ESCENA… JUNTOS EN LA SALA DE ESTAR 68

BIENVENIDOS A CASA… JUNTOS EN LA SALA DE ESTAR 72

PARA REFLEXIONAR Y ACTUAR [MPS – MATRIMONIO POSITION SYSTEM)

3. Juntos en la cocina

1. Los cónyuges, “cocineros” de las relaciones familiares

2. El gran mandamiento para el marido: AMAR

3. La gran recomendación para la mujer: Vivir con sabiduría

4. Las “cocinas” de las familias reconstruidas

5. Algunas claves para una mejor comunicación en la “cocina”

IMAGINA LA ESCENA… JUNTOS EN LA COCINA 95

BIENVENIDOS A CASA… JUNTOS EN LA COCINA 100

PARA REFLEXIONAR Y ACTUAR [MPS – MATRIMONIO POSITION SYSTEM]

4. Juntos ante el espejo

1. Cómo somos, de verdad, individualmente y como pareja

2. Volviendo a mirarnos con más detenimiento

3. La necesidad imperiosa de vivir “despacito”

4. El necesario cuidado del “templo del Espíritu Santo”

5. Y, de las emociones, ¿qué?

6. ¡Cuidado con la necesidad de ser “fantásticos/as”!

7. La obra necesaria: Rehacer la vasija

8. La necesidad de tener una alta autoestima, ¡un gran peligro!

IMAGINA LA ESCENA… JUNTOS ANTE EL ESPEJO 122

BIENVENIDOS A CASA… JUNTOS ANTE EL ESPEJO 126

PARA REFLEXIONAR Y ACTUAR [MPS – MATRIMONIO POSITION SYSTEM]

5. Juntos en el dormitorio

1. Conjugando el verbo amar en todos sus tiempos

2. El verbo amar en el tema de la sexualidad

3. Diferencias entre hombre y mujer en la forma de organizar la vida y los pensamientos

4. La cuestión hormonal y el deseo sexual

5. Huidas no necesarias y peligrosas

6. La reproducción y el control de natalidad

7. Los hijos adoptados, ¿es tan fácil?

IMAGINA  LA  ESCENA… JUNTOS EN EL DORMITORIO 158

BIENVENIDOS A CASA… JUNTOS EN EL DORMITORIO 163

PARA REFLEXIONAR Y ACTUAR [MPS – MATRIMONIO POSITION SYSTEM]

6. Juntos en el despacho

1. Planificando bien

2. Nuestros caracteres en el despacho

3. Vuestra economía, en concreto

4. El miedo y la salud

5. Algunas recomendaciones para gestionar mejor desde el despacho

6. Cuidado con el presupuesto mencionado

7. Una nueva visión de la economía

8. Unas recomendaciones especiales para tiempos de gran crisis y angustia financiera:

9. Las agendas, ¡revisadlas bien!

IMAGINA LA ESCENA… JUNTOS EN EL DESPACHO 188

BIENVENIDOS A CASA… JUNTOS EN EL DESPACHO 194

PARA REFLEXIONAR Y ACTUAR [MPS – MATRIMONIO POSITION SYSTEM]

7. Juntos en la terraza

1. El tiempo de terraza, un lugar para las emociones

2. Las emociones generadas por la culpa y la preocupación

3. Las emociones y el cuerpo

4. El Trastorno Explosivo Intermitente (TEI)

5. Somos seres emocionales, ¡Dios también!

6. Gestionando bien las emociones, siendo abnegados

7. ¿Hay solución de verdad?

8. Cuidar la forma en que vivimos los acontecimientos

IMAGINA LA ESCENA… JUNTOS EN LA TERRAZA 224

BIENVENIDOS A CASA… JUNTOS EN LA TERRAZA 228

PARA REFLEXIONAR Y ACTUAR [MPS – MATRIMONIO POSITION SYSTEM]

8. Juntos en la comunidad

1. Siendo “luz y sal”

2. Algunas ideas filosóficas

3. La iglesia local como comunidad de acogida

4. La “aldea global”

5. Y, ¿qué me decís de la alimentación en el mundo?

IMAGINA LA ESCENA… JUNTOS EN LA COMUNIDAD 250

BIENVENIDOS A CASA… JUNTOS EN LA COMUNIDAD 255

PARA REFLEXIONAR Y ACTUAR [MPS – MATRIMONIO POSITION SYSTEM]

9. Juntos hasta el final

1. La convivencia por años

2. ¡No abandonemos!

3. Ajustando las piezas del puzle

4. La ternura, imprescindible hasta el final

5. “El nido vacío”

6. El nido vacío no debe volverse a llenar de forma anómala

IMAGINA LA ESCENA… JUNTOS HASTA EL FINAL 276

BIENVENIDOS A CASA… JUNTOS HASTA EL FINAL 282

PARA REFLEXIONAR Y ACTUAR [MPS – MATRIMONIO POSITION SYSTEM]

10. Juntos en nuestros recuerdos

1. Padres de Cesca, fieles en compartir su fe

2. Padres de Víctor, fieles en abrir su hogar - discipulado

3. Padres de Eduardo, fieles en el dolor

4. Padres de Ester, fieles en la persecución

Créditos

Sobre los autores

PRÓLOGO

Huelga decir que siento un enorme privilegio, por poder prologar la presente obra y animar encarecidamente al potencial lector, a que disfrute de su lectura –como así me ha sucedido a mi–, haciendo acopio de la sabiduría que se encuentra en ella. Estoy convencido de que, una lectura reflexiva del texto, acompañada por una actitud constructiva, influirán decisivamente en el enriquecimiento de la propia experiencia de pareja.

Soy muy consciente, mientras redacto las palabras para este Prólogo, de que se ha escrito mucho –y probablemente se seguirá escribiendo todavía mucho más–, acerca del matrimonio y la familia.

Al final, el matrimonio tiene mucho de misterio. Así que, debido a su enorme complejidad, su gran profundidad y su extrema belleza, se continuará escribiendo, para poder, si cabe, acercarnos un poco más, a esa obra maestra de relación entre hombre y mujer, que un día al Creador le plació regalarnos.

La presente obra no solo está redactada desde el corazón y la sabiduría de los autores, sino también desde sus vidas íntegras y altamente comprometidas, con aquello de lo cual escriben. Esto le concede al libro un plus muy especial, un sello distintivo de calidad que hace que su contenido sea más creíble y veraz.

El estilo en que está redactado el libro facilita mucho su lectura. Se refleja en el mismo, una visión del matrimonio, desde la masculinidad y la feminidad, pero también desde el realismo de la cotidianeidad, la experiencia acumulada y la compasión por situaciones de crisis y dolor, que a menudo las parejas atraviesan. Sin lugar a dudas, los cuatro autores son excelentes comunicadores y conocedores del tema acerca del cual disertan. En ningún momento de la obra se desvirtúa el rigor que merece el tema, pero se sazona con abundantes experiencias y un excelente sentido del humor.

El contenido del presente libro integra tres disciplinas complementarias cuando hablamos del matrimonio y más específicamente del matrimonio desde una perspectiva cristiana. Estas tres disciplinas son: terapia de pareja, consejería y pastoral.

El contenido terapéutico del texto que estoy prologando es ofrecido por Ester Martínez, veterana terapeuta, de la cual se podría decir –acorde a su tradición familiar–, que ha navegado por muchos mares… y esto la convierte en una gran conocedora del alma humana y de la esencia de la pareja. Así que, con gran maestría profesional y salpicando con principios bíblicos sus enseñanzas, Ester nos ofrece el marco teórico, donde va desglosando importantes áreas de la vida en pareja.

La pastoral es ilustrada a través de variadas y sugestivas historias bíblicas de matrimonios. Eduardo Bracier, pastor y maestro, rescata historias antiguas, pero con principios relevantes para nuestros tiempos. Me recuerda, aquel hombre que describe el mismo Jesús, “Aquel escriba docto en el reino de los cielos, semejante a un padre de familia, que saca de sutesoro, cosas nuevas y cosas viejas” (Mateo 13:52). Su conocimiento sabio y humilde de las Escrituras nos obsequia con una teología práctica, repleta de profundas reflexiones y perspectivas –quizás para muchos de nosotros– jamás antes planteadas. Además, se puede añadir, en este caso con debida propiedad, que sus historias jamás carecen de un fino humor británico.

Víctor Miron y Cesca Planagumà, avezados y apasionados consejeros familiares, aportan al libro un contenido extraordinariamente práctico e interactivo para los lectores. Enriquecen el texto con historias tan reales como sugerentes, llevando al lector a la identificación y al emplazamiento del propio matrimonio en el mapa de la vida matrimonial. Nada de lo que nos proponen resulta ajeno ni desconocido en la experiencia de pareja. Nos hacen mirar hacia esas familias de las que todos procedemos –Familia de Origen–, para evidenciar que si no de forma determinante, al menos, si predisponente, sus ejemplos y modelos están siempre ahí. Nos proponen reflexión, análisis, diálogo y finalmente esperanza, en el que el cambio y la sanidad son posibles por la gracia de Dios y con una actitud constructiva.

El hilo conductor que atraviesa el libro, relacionando y complementando sus diversos temas resulta ser, la metáfora de la casa. Las diversas estancias o espacios que configuran un hogar (la entrada, la sala de estar, la cocina, el dormitorio…) son utilizados para ilustrar los temas a tratar.

Metáfora genial, sabiamente escogida, con gran poder didáctico y que nos recuerda algo muy entrañable. Un matrimonio y una familia no se fundamentan en un edificio –ni se deben confundir con él–, sino que la familia deriva su sentido de aquellas interacciones vitales que se dan entre sus miembros.

A grandes rasgos, el concepto de matrimonio que nos ofrecen sus autores, se sustenta en unos pilares que, de mantenerlos en buen estado, permitirán no solo la supervivencia de la pareja, sino la expresión de una vida preciosa e intensa; ya no solo para ellos, sino para sus futuras generaciones y para poder hacer un aporte extraordinario a la sociedad en que vivimos.

Estas columnas sólidas e imprescindibles se podrían sintetizar del siguiente modo:

-La esencia del matrimonio y la clave para su entendimiento está en Dios. Su carácter, su modelo de amar y su ayuda en momentos de fragilidad o desánimo.

-La comprensión del matrimonio como un pacto que Dios mismo instituyó en el huerto del Edén.

-Sustentar un compromiso de aceptación mutua, cariño, respeto, cuidado y ternura, hasta el final.

-Entender el amor más que como una emoción o un sentimiento temporal, como un esfuerzo mutuo en construir una estructura fuerte y sólida, que sostenga la relación a largo plazo.

-Todo ello implica tener un proyecto de pareja, una intencionalidad, una clara priorización de objetivos y un deseo constante de Crecer +Juntos.

-Y, sobre todo, jamás tirar la toalla; no dejar que ni nuestro narcisismo ni las constantes ofertas hedonistas a nuestro alrededor, malogren ese proyecto de amor que un día iniciamos.

Finalmente, lo que quisiera subrayar es que aquello que rubrica y avala el gran valor del presente libro, es ese sentido de coherencia entre la propia vida de sus autores, la vivencia de sus matrimonios a lo largo de los años y el material que es expuesto por ellos, en el libro. No siempre esto puede ser valorable en otros libros y escritos, pero no es este el caso en el presente texto.

Ester y Eduardo, Cesca y Víctor, no solo son matrimonios vitales y entrañables, sino que resultan ejemplares para todos aquellos, que les conocemos de cerca y les amamos con gratitud.

Josep Araguàs Reverter

Psicólogo clínico y terapeuta familiar.

INTRODUCCIÓN

El trabajo que os presentamos es un libro un poco diferente. Partimos de la idea de que el matrimonio es un increíble “invento” que nos complementa como seres humanos y que, en la mayoría de los casos (para los que no tenemos el don del celibato), nos lleva a sentirnos acompañados, idealmente, hasta que la muerte nos separe.

Mencionamos en páginas interiores que en la Creación todo fue “bueno en gran manera” (Gn 1:31), excepto una cosa: La soledad (Gn 2:18) y Dios quiso paliar ese problema tan importante y “creó al otro ser humano”, muy diferente al resto de seres vivos, creados también por su mano.

Nuestro Creador tuvo un plan maravilloso y una parte muy importante era la unión del hombre y la mujer y todo lo que se desprendería de ese hecho.

Hemos querido Cesca, Víctor, Eduardo y yo, desde la más absoluta humildad, pero también desde la experiencia de muchos años, dejar unos consejos bastante prácticos para poderos ayudar, un poco, en vuestra vida matrimonial.

Como veréis empezamos desde el noviazgo y seguimos hasta los últimos días de la vida en esta tierra. Es un recorrido rápido y hemos intentado hacerlo desde las diferentes estancias del hogar, empezando por la entrada....

Por otro lado cada uno de los diez capítulos constan de tres partes bien diferenciadas: Una parte más teórica y psicológica, una segunda en la que Eduardo hará, con un relato bíblico, una aplicación teológica del tema y, por último, Cesca y Víctor tendrán a su cargo un apartado práctico que os hará trabajar un poco.

Deseamos, de corazón, que Dios use las tres secciones para que muchos matrimonios podáis crecer en todos los aspectos de la vida:

Que las cuestiones espirituales, muchas veces olvidadas o semi abandonadas, tomen nueva relevancia. Sabiendo distinguir entre lo urgente y lo importante. Deseamos que las páginas de este libro sean, en un sentido, un manual de instrucciones en cuanto a lo verdaderamente urgente: La relación con Dios, el conocerle a Él de forma personal y que vuestro cometido sea, sobre todo, el darle a conocer especialmente en el seno de vuestra familia.

Que la relación entre vosotros se haga más fuerte cada día, llegándoos a conocer muy profundamente. Que ese conocimiento os lleve a ser los mejores amigos que hayáis podido imaginar jamás, y también que os conduzca por caminos de aceptación de lo que el Señor os ha dado, incluyendo cada uno a su cónyuge, desde los adjetivos del amor que San Pablo nos deja en 1 Cor 13.

Que vuestro ejemplo como matrimonio sea seguido por vuestros hijos que quieran tomar el modelo que habéis sido para ellos, viendo siempre el cuidado del uno hacia el otro y la felicidad con la que habéis vivido los años juntos, aunque os hayan visto pasar también por momentos de dificultades y problemas. Teniendo a Cristo permanentemente en vuestra unión podréis demostrar que “todo lo habéis podido superar porque Él os ha dado las fuerzas” (Flp 4:13).

Que el placer en la relación pueda ser una realidad visible cuando se cumplan las directrices del que inventó esa unión tan especial e íntima entre hombre y mujer que se ha venido a llamar matrimonio.

Os deseamos pues una lectura interesante pero, sobre todo, que os lleve a vivir vidas que valgan la pena, siendo ejemplo a todos los que os rodean.

CAPÍTULO 1

Juntos en la entrada

Iniciando la obra de construcción

1. Una primera aproximación a la relación matrimonial

“Amar es celebrar que lo amado está presente, cerca de uno” (Joseph Pieper).

Esta frase es muy bonita y es muy cierta, pero amar, como veremos en este libro, es mucho más que estar cerca. Veremos que implicará también un gran esfuerzo para construir una estructura fuerte a fin de que la relación se sostenga y sea de crecimiento para ambos cónyuges que, necesitarán, desde el principio de la relación, autoconocerse a fondo y conocerse también el uno al otro de forma muy profunda.

Antes de entrar en materia de todo lo que pretendemos dejar en este trabajo, es muy importante reconocer y recordar que, para conseguir ese crecimiento deseado y la conservación del matrimonio, tendremos que luchar contra un “adversario” que “busca a quien devorar a toda costa” (1 P 5:8).

Aunque en este capítulo hablaremos de la “entrada en el matrimonio”, lo importante será saber que el trabajo que tendrán que hacer los cónyuges será a largo plazo y la necesidad de confiar en Dios y en su ayuda, tendrá que mantenerse a lo largo de toda la vida.

Por lo tanto, al iniciar mi parte en esta publicación, quisiera hacerlo exponiendo muy brevemente mis ideas en cuanto a la importancia de la seriedad del matrimonio, para que los que estén pensando en entrar en él, o los que ya sean marido y mujer, vivan con mucho cuidado su relación, valorando lo que implica, o puede implicar, vivir juntos apoyándose mutuamente y confiando en Dios a fin de que la relación empezada dure, idealmente, para siempre.

Posteriormente, en capítulos sucesivos, estaremos estudiando distintos aspectos de este fantástico invento de Dios (el matrimonio) y expondremos casos que nos han ayudado a entender, mucho más, lo difícil que es vivir y mantener correctamente la relación conyugal.

Hoy no podemos negar que estamos padeciendo una pandemia en cuanto a rupturas de parejas. Esta triste realidad también nos hace conscientes de que no vamos bien y de que nuestra sociedad, sin familias fuertes, se desmorona.

Además, existe, debido a la falta de compromiso en muchas de las parejas actuales, una sensación de gran inseguridad y provisionalidad en una unión que debería ser la más estable y perdurable de todas.

2. El cuestionamiento en cuanto a los absolutos y a los valores

Todos somos conscientes de que, en occidente, la posmodernidad nos está dejando como herencia una lucha contra todos los valores tradicionales en general y especialmente los que tienen que ver con la familia y, por extensión, con el matrimonio. Las nuevas corrientes de opinión nos han llevado a vivir momentos históricos de gran confusión en cuanto a las relaciones en el seno familiar: ¿Quién compone la familia? ¿Cómo se relacionan sus miembros? ¿Qué papel ha de tener cada miembro de la pareja? ¿Es el matrimonio una institución que ha de durar para siempre? ¿Por qué?

Todo el mundo reconoce lo difícil que es dar respuesta a las preguntas mencionadas sin encontrarnos con serios ataques si nos posicionamos dentro de los parámetros bíblicos. Incluso, y debido a las nuevas formas de actuar y pensar, se hace difícil explicar el término matrimonio, y es curioso también escuchar las múltiples acepciones que se dan actualmente a la relación entre un hombre y una mujer, que intentan sustituir al concepto de relación matrimonial que contempla la Biblia.

En las últimas décadas el ser humano se ha preocupado más por rendir intelectual y económicamente que por elaborar afectos y sentimientos duraderos en las áreas sensoriales, vitales, psíquicas y espirituales (Clasificación de Max Scheler). En ese encuentro integral, hombre y mujer, se complementarán y ambos encontrarán la “complitud”, siendo el amor, manifestado en todas esas áreas, la base para la estabilidad del matrimonio.

Digo en “todas las áreas” porque amar de verdad no consiste en quedar atónitos ante la belleza, la inteligencia o, incluso, la espiritualidad de alguien. Esto puede ser solo el comienzo de un interés, que nos lleve a una ilusión en cuanto a esa persona concreta, pero el amor que viene para establecerse definitivamente requiere de absolutos que incorporarán no solo las emociones sino también el razonamiento y la espiritualidad porque “¿andarán dos juntos si no estuviesen de acuerdo?” (Am 3:3).

3. Una primera aproximación al verbo amar

La palabra “amor” tiene muchas acepciones y no es lo mismo que “desear” a una persona ni “convivir” con ella. El “ágape” cristiano, del que hablaremos en otros capítulos, tiene la connotación de compartir la vida de forma profunda y comprometida. Para llegar ahí necesitamos, como hemos mencionado al principio, conocernos y conocer al otro, de verdad, porque no se ama realmente si no sabemos muy bien cómo es el ser amado.

Además, ese amor se tendrá que ver en la convivencia que requerirá de un sacrificio continuado que hoy, desgraciadamente, no está de moda. Se tratará de “no tirar la toalla” a la primera de cambio, dejando el hedonismo y el narcisismo, tan propios de nuestro siglo, para construir algo juntos, sin egoísmo, a fin de que los hijos puedan ver modelos válidos en valores, en formas de vida, en altruismo, con metas muy determinadas en cuanto a tener algo valioso por lo cual vivir.

Alguien dijo que los niños y adolescentes de hoy están muy perdidos porque los padres tampoco saben dónde van.

Cuando los psicólogos atendemos a niños, una de las primeras cosas que les pedimos es que nos dibujen a sus padres y a su familia. Actualmente muchos de los niños responden con dibujos o preguntas de lo más curioso: “¿A quién dibujo?”. “¿Pongo a mi padre también?”. “¿Tiene que estar el marido de mi madre?”. “¿Dibujo a los que vivimos en casa?”. “¿A todos?”. “¡No quiero dibujar a mi madre/padre!”. Y un largo etcétera que nos inquieta y nos sorprende.

Pero nosotros los cristianos, seguimos pensando que la unión entre hombre y mujer fue una gran idea de Dios y como todo lo que Él “inventó” fue, y sigue siendo, “bueno en gran manera” (Gn 1:31) y hay que cuidar el amor y “regarlo” continuamente, recordando que la hierba no es más verde en el otro jardín, es más verde donde se riega cada día. Si no lo hacemos así, los vientos, las tempestades y el sol abrasador de las circunstancias exteriores, conseguirán secarlo, un día detrás de otro, en la difícil convivencia que, debemos aspirar, sea para siempre.

Lo que ocurre es que tenemos que ser muy conscientes de que el objetivo claro del Enemigo es luchar contra ese gran invento divino; ha luchado, desde el principio por destruir esa unión y sigue engañando a hombres y mujeres para que busquen otras formas de vivir en pareja, sin contar, en absoluto, con las leyes del Creador; resultando que la idea de Dios en cuanto a la indisolubilidad ha sido tirada por la borda y tenemos hoy, en ocasiones, múltiples rupturas y familias en las que los hijos viven, en muchas ocasiones, las dificultades que conllevan las nuevas relaciones de los padres, con el consiguiente desgaste en cuanto a la custodia parental: con quién vivir y dónde vivir, problemas económicos, dificultades en cuanto a los pactos hechos entre los padres biológicos, su trato después de la separación, las posibles “reconstrucciones” familiares y muchísimas otras cosas que ponen a toda la familia en una situación muy poco cómoda y con graves inseguridades casi permanentes.

¿Cómo les explicaremos a los niños las sucesivas rupturas? ¿Qué lugar dejamos para el padre o la madre biológicos? ¿Cómo encajarán en su vida a un Padre Celestial cuando el padre o la madre terrenal no han ocupado el lugar que les correspondía? ¿Qué modelos de compromiso dejaremos para poder ser imitados?

Como habéis podido ir vislumbrando parto de la base de que la Palabra de Dios tiene la autoridad y la clave para ayudar en la perdurabilidad y estabilidad del matrimonio. Hemos dicho que es el mismo Creador quien lo inventó y es Él mismo que dicta Su voluntad para los cónyuges para que eviten las rupturas y recordemos que, cuando Jesús da permiso para que se den, es debido a “la dureza del corazón humano”, no porque sea lo ideal para la familia. (Mr 10:5).

4. El amor sometido a la autoridad divina

Para los que somos cristianos, el vivir según las normas de Dios, no tiene que ver con una filosofía de vida sino con el sometimiento a un conjunto de normas establecidas por la autoridad de Jesús y que solo podemos cumplir con la ayuda del Espíritu Santo.

He mencionado la palabra autoridad sabiendo, de antemano, que ahí radica la mayor parte del problema. Muchas personas de nuestro entorno y de nuestro momento histórico no quieren saber nada de ningún tipo de autoridad y muchísimo menos de la que emana de Dios, al que muchos han erradicado totalmente de sus vidas.

Pero no podemos olvidar que la rebeldía ante la voluntad de Dios y a sus normas, han traído a la raza humana inmensos padecimientos y dolores. Incluso hoy no hay tapujos, ni da vergüenza alguna, al exponer que el matrimonio no solo no vale para nada sino que algunos se atreven, además, a decir que hasta puede ser perjudicial.

Sin embargo, el cristiano no se puede conformar a este mundo ni a sus ideas (Ro 12:2) pero, desgraciadamente esas actitudes morales anti-bíblicas se están infiltrando en ambientes de personas que un día fueron rescatadas de las “tinieblas” y trasladadas al “reino de la luz” (Col 1:13), llegando al extremo de “desalarse la sal” (Mt 5:13). Hemos de ser muy conscientes de que no podemos llegar a ser inútiles en la función que Cristo nos ha encomendado de ser “luz y sal” para los que nos rodean, debiendo ser ejemplo, con nuestras vidas, a las personas que viven en este mundo tan confuso y confundido.

Pero, además, cuando los creyentes nos apartamos de los valores morales, que emanan de Dios, no solo nos desconectamos de Él sino que también perdemos la conexión correcta con nuestros semejantes y pasamos a tener relaciones que pueden resultar muy crueles y dolorosas, especialmente en el matrimonio.

Por eso nuestro énfasis especial, en este libro, será que los creyentes, jóvenes y mayores, no caigan en la trampa de pensar que todo da igual y que no es tan necesaria una unión, de por vida, con un sello claro de compromiso con el Creador y con el cónyuge.

La voluntad de Dios, desde el huerto del Edén, fue que el hombre se uniese a su mujer y fuesen dos en uno; esa voluntad se expresó en un mandamiento antes de la caída (Gn 2:24-25). Dios buscó una compañera para Adán antes de que la tierra y sus moradores quedasen tocados por el pecado. Ese fue el plan perfecto del Creador para la primera pareja porque Dios quería para ellos una unión completa: Física, emocional y espiritual. Fue una unión perfectamente pensada. ¡Qué maravillosa idea!

Esa unión lleva aparejada la idea de “pegamento”; es como si hombre y mujer fuesen dos papeles que uniéndose “se pegasen” de forma muy fuerte. Sabemos, siguiendo esa metáfora, que si después de pegar dos papeles con pegamento, los queremos separar, siempre habrá ruptura grave, daño y lesión, no fácilmente recuperable.

Es por eso que, aunque la perfección de los designios de Dios para la creación se estropease después de la caída, Dios sigue instando al hombre y a la mujer a seguir su voluntad, a la que nos vuelve a llamar también desde las páginas del Nuevo Testamento. Encontramos en los escritos apostólicos argumentos, más que suficientes, para defender el matrimonio e incluso ponerlo al increíble nivel de la unión entre Cristo y la Iglesia (Ef 5:25).

5. La necesidad de “dejar” para “empezar”

Cambiando un poco el tema, no quiero olvidar, en este capítulo introductorio, un dato importante que dará aún más relevancia a la unión matrimonial. Consiste en que, antes de iniciar el camino del matrimonio, ambos cónyuges deben “dejar” la casa de la familia original: “Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. Grande es este misterio...” (Ef 5:31-32).

Ese “dejar”, es absolutamente imprescindible, sabiendo que, tanto el novio como la novia, lo harán con mochilas llenas de historia, de vivencias, de cosas aprendidas, de formas de ser, de maneras de actuar... Los dos llegarán al “sí quiero” desde familias diferentes, con contextos familiares que, muchas veces, condicionarán la entrada, la salud y la permanencia del nuevo matrimonio.

La influencia de los padres es algo muy importante a tener en cuenta para el futuro matrimonio. Déjame que te hable a ti (hombre o mujer) de forma personal:

Son muchos los acontecimientos traumáticos que puedes llevar a cuestas debido a tu historia de vida y debes conocer que pueden estar modelando, para bien o para mal, tus actitudes y la manera de vivir en tu propio matrimonio, y no solo por el trato que tus padres te hayan dado a ti —que también—, sino que te afectará incluso el trato que se hayan dado entre ellos mismos y si eres consciente de que han sido malos modelos, ¡no los imites!

En cuanto a cómo te han tratado a ti, en el peor de los casos, sabemos que tanto la violencia en la infancia como los abusos, nos seguirán a lo largo de los años, porque dejan una marca en el cerebro. Parece, según un estudio de la Universidad de Michigan (USA), que afecta de forma importante a los niños que pasan por circunstancias muy adversas y peligrosas; esos niños tienen reducida la conectividad entre la amígdala (zona del sistema límbico) y el córtex prefrontal. Aun no se conoce, exactamente, el impacto en la salud mental del estudio mencionado, pero es suficientemente importante como para evitar traumas en la infancia producidos por formas de malvivir de los padres y un entorno cercano problemático que, por otra parte, no afectará por igual a todos los hijos porque dependerá también de su propia forma de ser, sobre todo si son más o menos sensibles y porque, además, el trato nunca es igual con un hijo que con otro.

Por lo tanto, es importante que descubras los traumas que puedes llevar desde tu niñez y sería bueno que pensases también qué “piedras” llevas en tu “mochila”. Ese trabajo puedes hacerlo solo, con el Señor, y también con una adecuada consejería bíblica. Recuerda al salmista cuando le pide a Dios que le muestre cosas que le han quedado ocultas (Sal 19:12). Pero quizás también te será útil recurrir a un profesional de la psicología para ayudarte a dar respuesta a los síntomas que, muchas veces, aparecen y con los que tendrás que volver a conectar a fin de paliar el dolor que te produjeron. Estas señales de alarma pueden ser ganas de huir que tomen muchas formas como adicciones, no solo aquellas que nos parecen terribles como drogas o alcohol, sino que también pueden ser otras, mejor aceptadas socialmente, como el trabajo, las pantallas, el sexo..., padecer de ansiedad de forma crónica o llevar mal las relaciones interpersonales o con tu cónyuge. Además debes ser muy consciente cuando, algún hecho o actitud de alguien, deja ver en ti una respuesta exagerada y desproporcionada para la situación porque es posible que tengas que buscar, un poco más, en el fondo de esas reacciones extemporáneas.

Quizás estés pensando que tú nunca has pasado por abusos ni malos tratos, pero déjame decirte algo importante: Si con la figura materna no hubo un apego seguro (trauma de apego) puede ser que no sepas generar vínculos estrechos con personas que ames y/o que te cueste mucho expresar ternura y cariño. Por eso es muy importante trabajar este aspecto, generando seguridad en la relación conyugal. Está seguridad no estará exenta de miedos, y problemas, hasta que la persona llegue a saber que es digna de dar y recibir cariño, desde la confianza que le proporcionará una persona tan cercana y amante incondicional como el marido o la esposa.

6. Dejando lo negativo atrás

Lo más importante es que llegue el momento en que las viejas heridas se hayan convertido en cicatrices y ya no “sangren” e, incluso, lo importante sería poder llegar a tratar a tu padre y a tu madre sin agresividad y sin sentirte agredido/a por ellos; recuperando el control de las emociones en cuanto al pasado. Hablar, expresarte, tener buenos amigos, realizar cualquier tipo de actividad creativa y una buena relación con el Padre Celestial te va a ayudar muchísimo a salir de alguno de los traumas del pasado. Recupera la capacidad de ilusionarte, piensa con el filtro puesto de Flp 4:8. Tenemos miles de pensamientos al día, intenta mandar bien en cuanto a ellos. No permitas que los pensamientos horribles de tu historia pasada se regurgiten cada día. Lleva tus pensamientos cautivos a Cristo (2 Cor 10:5). Sustituye los que no te convienen por la meditación en la Palabra de Dios que, recuerda, tiene que morar en abundancia en tu memoria. No te quedes encadenada/o a viejos conflictos, malos tratos, ofensas... que te hayan llevado al rencor y a la amargura.

Recuerda que el pasado, que ya no puedes cambiarlo, no debe condicionar tu presente. Teniendo, sobre todo, en mente que “aunque tu madre y tu padre te hayan dejado, con todo Yo, dice el Señor, nunca te dejaré” (Sal 27:10) y olvidando lo que queda atrás, prosigue hacia delante, hacia la meta de un matrimonio unido y con una relación satisfactoria.

7. La nueva construcción

Después de “dejar” a los padres respectivos, y habiendo pronunciado el “sí, quiero”, la pareja se situará en el comienzo de la edificación de una nueva familia.

En la Biblia tenemos una metáfora fantástica sobre cómo se debe construir una casa (hogar). Todos sabemos que se puede construir muy mal si lo hacemos sobre poco fundamento y que “construir sobre arena” es muy peligroso. Cuando llegan las lluvias y los vientos pueden con la casa construida y todo se derrumba. En cambio, construir sobre fundamentos fuertes, “anclados en la roca”, nos proporcionará la seguridad de que será muy difícil que esa casa se la lleven los vientos, las lluvias o las tempestades de la vida (Mt 7:24-29).

Como hemos dicho los “derrumbes” matrimoniales están a la orden del día y van creciendo en número porque se construye muy mal desde el principio, pero, además, y a decir verdad, no debemos pasar por alto que no construimos una vez y para siempre, sino que vamos construyendo cada día, por acción y por omisión, pero, ¡ay de nosotros si no tenemos bien puestos los fundamentos! Y recuerda que nuestro fundamento es Cristo (1 Cor 3:11). Este hecho indiscutible es, especialmente relevante, en el matrimonio.

Pensemos en el texto bíblico de “cordón de tres dobleces no se rompe fácil” (Ecl 4:12). Si queremos hacer una trenza con dos dobleces se deshará fácilmente, en cuanto soltemos los cabos. En cambio, trenzar con tres cordones permite, mucho mejor, que lo unido permanezca. Marido, mujer y Cristo forman ese cordón fuerte que no se destruye fácil. Esta última palabra nos debe llamar poderosamente la atención; es como una gran señal de alerta, porque hemos de fijarnos en que no dice “nunca”, simplemente dice “fácil”. Es decir, será más difícil que se rompa, ¡pero no imposible!

Como hemos escrito arriba, tenemos un gran enemigo que va a intentar, por todos los medios, destruir nuestro matrimonio, ¡¡¡también entre los creyentes!!! Por eso no debemos despistarnos jamás ni descolgarnos del tercer “cordón”. Esa decisión y ese compromiso van a hacer que la solidez de la edificación esté mucho más asegurada.

El ataque puede venir de diversas formas y por muchos frentes, vendrán vientos y tempestades, nos dice la parábola (Mt 7: 25, 27), y “…en el mundo tendréis aflicción” (Jn 16:33), nos dirá Cristo. Él quiso dejarnos claro que nada en este mundo caído va a sernos fácil ya que, desde Génesis 3 hasta la segunda venida de Cristo, estamos en una lucha que “no es contra carne y sangre sino contra potestades de las tinieblas” (Ef 6:12). Pero Jesús mismo ya dijo: “Yo he vencido al mundo” (Jn 16:33). Y Él es capaz de proporcionarnos la victoria en nuestra vida matrimonial.

Los vientos y las tempestades hacen venir a mi mente otra escena bíblica fácil de visualizar y que tiene que ver con que Él fue, es y será, el auténtico vencedor: “Jesús calma la tempestad” (Mt 8:26) y ¡es capaz de calmarlas TODAS!

Por lo tanto, cuando un hombre y una mujer deciden navegar juntos, tienen que saber que es mucho mejor llevar a Jesús en su barca. Y aún diría más: Es imprescindible contar con Él si queremos que calme cualquier tormenta en la vida, recordemos que “…aún los vientos y el mar le obedecen…” (Mt 8:27). ¡Qué paz y consuelo nos produce este pensamiento!

Por todo lo mencionado hasta aquí, tenemos que volver a la idea de agarrarnos a Cristo, pero no solo en pareja sino también de manera personal, cada uno de los cónyuges tiene que poner en su vida el buen fundamento que es Cristo: “La Roca Eterna”. El mismo Señor nos dice: “Separados de mí, nada podéis hacer” (Jn 15:5). Ni siquiera manteneros unidos.

No sé cuál es tu situación matrimonial, no sé si estás recién casado o llevas años de matrimonio, pero sí sé una cosa: Separado/a de Cristo estás en gran peligro. Él es el tercer cordón imprescindible, ¡recuérdalo!

Quizás, pudiera ser posible que la vida haya ido enfriando tu vida espiritual y te estés apartando poco a poco de Él. ¡Busca de nuevo al Señor! El mayor éxito del Enemigo, en cuanto a tu vida espiritual, es conseguir tu tibieza. Quizás no estés del todo frío, pero tampoco estás caliente (Ap 3:15) y por lo tanto estás, ¡en gran peligro!

¿Has ido dejando aquel “primer amor” hacia tu Señor que tuviste al conocerle (Ap 2:4)? ¿Tu fervor hacia Él ha ido menguando con los avatares de la vida? Pues debes saber que, si eso es así, cualquier otro amor está en peligro porque los fundamentos, o no se han puesto bien o se han movido. Por lo tanto, ¡urgentemente has de volver al Señor si no quieres que todo, todo, incluido tu matrimonio, se tambalee y, lo que es peor: ¡Se hunda de forma definitiva!

Y, ¿cómo volver? Vivimos hoy en momentos en los que el orden de prioridades se nos ha dislocado. Lo verdaderamente importante ocupa un lugar poco privilegiado, vivimos para lo urgente. Esto hace que dediquemos mucho tiempo a casi todo menos a estar cerca del Señor.

Desplazamos la atención hacia lo colectivo y no nos damos cuenta que olvidamos lo íntimo y lo privado. Incluso como dice Nietzsche “nuestro cuidado de la salud ha sustituido al cielo”. El cuidado del cuerpo, el trabajo…, todo los que nos ocupa puede estar llenando la vida física, pero olvidando la espiritual. Pensamos mucho más en nuestro cuerpo que en nuestra alma y las ideas en cuanto a teorías sobre el “pensamiento positivo” han pasado a ser más importantes que la meditación en la Palabra de Dios.

Debemos retomar nuestro camino hacia Dios (Hag 1:5) por muchos motivos pero, en este libro, queremos enfatizar uno muy importante que sería entrar bien en el matrimonio y conservar el “cordón de tres dobleces”, mencionado arriba, hasta que la muerte nos separe.

¡Busca tiempo para estar a solas con Dios! Recuerda que “el amor siempre encuentra tiempo para estar con el amado”, P. Floyd. ¿Dónde ha quedado últimamente tu deseo de tener tiempo con el Señor?

Si no tienes tiempo para dedicarlo a Él, solo y en pareja, debes revisar con muchísimo cuidado tu agenda, por los peligros que eso pueda acarrear.

El gran engañador nos llevará a buscar alternativas en “pozos rotos que no retienen el agua” (Jr 2:13), pero solo Él es fuente de agua viva, solo Él es el origen de la paz verdadera, solo Él es el Dios de todo poder que nos permitirá avanzar a pesar de las muchas tormentas que puedan aparecer en nuestra vida matrimonial.

No es tanto, cuestión de cambiar las circunstancias, aunque a veces pueda ser también necesario. El elemento imprescindible es buscar a Dios, tener sed de Él, hacer de su presencia una constante sin tregua, ni momentos de vacío espiritual.

Recuerda que “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones: Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, aunque se traspasen los montes al corazón de la mar; aunque bramen y se turben sus aguas, y tiemblen los montes a causa de su braveza” (Sal 46:1-3).

Por lo tanto, y como vamos viendo, mucho antes del “sí quiero”, hemos de empezar a construir bien teniendo, muy en cuenta, al Señor y sus normas, pero queremos añadir otras cuestiones que, quizás sin tanta importancia como las anteriores, también harán que peligre la unión matrimonial. Una de ellas es la necesidad de que los jóvenes, antes de casarse, conozcan la cosmovisión de cada uno, sepan hacia dónde quieren ir como pareja y qué esperan ambos de la vida: Cómo van a organizarse, qué van a dejar atrás, qué ilusiones y qué motivaciones les mueven para construir un nuevo hogar.

8. Construir bien, sin dependencia patológica

Pero, para construir bien, en un principio, también es necesario que ambos cónyuges no se dejen llevar solo por las emociones y lo bonito del momento. Deben saber que les queda mucho trabajo por delante y que ambos tienen que ser suficientemente maduros para no depender, en exceso, el uno del otro generando una peligrosa relación, que no solo afectará a uno de ellos, sino que les afectará a ambos de forma muy negativa e, incluso, enfermiza.

Ya desde ese tiempo pre-matrimonial se debe buscar en el otro la complementariedad pero no la co-dependencia. No es bueno esperar que el otro se responsabilice de forma completa, a todos los niveles, de la felicidad y el equilibrio personal del cónyuge.

En el noviazgo o matrimonio en el que existe co-dependencia hay, muchas veces, un sustrato de malos tratos, ya que cualquier trauma infantil severo (abuso, violencia, abandono…) puede resultar posteriormente en una relación compleja y perjudicial para ambos en la que la persona co-dependiente se volcará en exceso cuidando al otro, que se auto-desprecia y se hiere con sus propias palabras y su adicción a la infelicidad, buscando siempre la valoración y la protección del cónyuge, sin ser capaz de depender de Dios y de coger las riendas de su propia vida no haciéndose cargo de sus necesidades y responsabilidades.

Este cuadro desemboca en una relación en el que el eterno “sufriente” pretende que el otro se responsabilice de su felicidad, de su éxito, de su tranquilidad e intenta controlar y manipular hasta llegar a una relación tóxica de dominante-dominado y, a veces, lo que ocurre es que el que parece más débil es el que, de verdad, domina al que queda atrapado en la co-dependencia.

Las mujeres, más que los hombres, podemos utilizar la estrategia, muchas veces inconsciente, de no estar bien nunca a fin de tener pendiente al novio o al esposo de forma permanente y agobiante.

Os puedo asegurar que es una vía muerta, que solo lleva a la frustración e, incluso, a la pérdida de ganas, por parte del novio o del marido, de estar cerca. ¡¡¡Nadie está bien con alguien quejoso, amargado y dolido continuamente...!!!

Por eso, y antes de seguir con el tema, quiero dar un primer consejo bíblico, seas hombre o mujer: “Que ninguna raíz de amargura inunde tu vida” (Heb 12:15) y la utilices erróneamente para que estén por ti de forma permanente y exclusiva.

Analízate en este momento, ¿qué raíces de amargura estás regando? ¿Tienes necesidad de dominar y controlar a través de demandas infinitas de atención, para sentirte segura/o?

Ten cuidado cuando necesitas dominar y hacer que los demás cubran del todo tus necesidades emocionales. En este caso puedes ejercer tres roles y ninguno correcto:

En primer lugar, puedes ser “víctima” que es el caso que explicábamos arriba. En este supuesto estarás mal, de forma consciente o inconsciente, casi continuamente. Utilizarás a menudo el “sí, pero... ”. Buscarás asiduamente ayuda, protección... Harás multitud de demandas de atención a fin de que estén por ti de forma total y absoluta.

La persona-víctima llega a pensar que cuánto peor esté, más caso le harán. Te puedo garantizar que este patrón tiene los días contados y, si perdura en el tiempo, la persona que hace tanto caso no lo hará de buen agrado y se convertirá en un co-dependiente enfermizo.

Como he dicho antes, es un papel poco sabio y que no lleva a ninguna parte, ¡todo lo contrario! Llega un momento en que el victimismo se instaura y es muy difícil salir de él porque parece tener beneficios secundarios al mantenerse en ese estado, pero debemos recodar que son beneficios falsos que duran poco y, en el caso de que duren, aún es peor porque establecemos una relación terriblemente dolorosa en la que domina la dependencia, el abuso y la falta de libertad para vivir equilibradamente.

El segundo rol que se puede tomar sería el de “dominante”. Este utilizará la intimidación y, a veces, el maltrato en sus diferentes formas. También se busca que el otro esté muy cerca y cubra las necesidades de todo tipo, pero utilizando otro método: El maltrato. ¿Te ves así? Recuerda que el maltrato se puede dar de marido a mujer o de mujer al marido. En este segundo caso puede ser quizás más sutil, pero igual de doloroso, dándose humillaciones, gritos, insultos que, en último extremo, termina también en dominio puro y duro... En el hombre ocurre igual pero, por su mayor fuerza física, puede pasar a agresiones corporales de gravedad variable y legalmente punibles. En este caso se utiliza más el poder controlador para que el cónyuge se adapte y acepte lo que la persona dominante pretende, llegando de nuevo, y de forma diáfana, a la situación dominante-dominado.

La tercera forma de ser, equivocada, es el de “rescatador”. En este caso se ahoga al novio/a o al cónyuge al intentar suplir todas las necesidades del otro hasta llegar a hacerle totalmente dependiente, convirtiéndose el rescatador en co-dependiente. Esta forma de actuar casi parece amor real y quizás lo sea, pero deja al otro sin oxígeno emocional y volvemos a generar dependencia enfermiza. Incluso podemos ver en este rol una necesidad tremenda de controlar.

Lo curioso de este tema es que en el matrimonio uno de los cónyuges puede pasar de un papel a otro o quedarse en uno de ellos, de por vida, para establecer un equilibrio desequilibrado y vivir, por años, en un estado de relación muy patológico y nada aconsejable porque en ninguno de ellos se siguen patrones correctos al interactuar con la pareja.

Cualquiera de los tres estados, los podemos resumir con la frase: “Lucha encarnizada por controlar al otro” lo que trae consecuencias nefastas que nunca van a dar a luz la seguridad, la confianza y la libertad en la que debería vivir el matrimonio.

Quizás te estés preguntando cuál es la solución, ¿cómo salgo de todo esto? ¿Cómo rompo el círculo vicioso de dominante-dominado?

No es tarea fácil, pero es imprescindible salir, cuanto antes, si de verdad quieres que tu matrimonio sea sano y duradero.

Lo más importante es hacer un buen diagnóstico de ti mismo. No diagnostiques a los demás. ¿Qué rol estás tomando tú? Si la repuestas es cualquiera de los tres mencionados: víctima, dominante o rescatador, debes inmediatamente pensar en cómo se ejerce ese rol. Una sugerencia es que lo escribas y lo pienses durante unos días.

Verás que debajo de cualquiera de esos papeles existe la necesidad de controlar y dominar, de alguna manera. Quizás ni te habías dado cuenta, pero es así. No busques excusas, ni hagas huidas del problema, ¡afróntalo cuanto antes! Toma decisiones de cambio tú, después háblalo con tu novio/a, o recién estrenado cónyuge.

También puede ser que sea él/ella la que esté tomando alguno de esos roles como su forma de vivir, déjale que lea este capítulo y que intente reflexionar.

Pero, en último extremo, es una cuestión personal. Es imprescindible tomar las medidas necesarias para buscar una relación sana en la que el esposo tome la decisión de amar a la esposa, como Cristo lo hace con su Iglesia, y que de ese amor surja en la esposa la decisión de respetar a su marido por amor y por cumplir con la voluntad de Dios que es “agradable y perfecta” para ambos (Ro 12:2).

9. Escoger bien, dando y recibiendo a la vez

Todo lo mencionado nos lleva a una decisión: Tenemos que escoger. Escoger para vivir correctamente desde antes del “Sí, quiero”, escoger para el bien del otro (que es el amor de verdad), escoger menguar, si fuera necesario o, incluso escoger crecer en madurez.

Sabemos que muchas veces al perder parte de nuestra soberbia ganamos guerras interpersonales. Despojarnos de cualquiera de los papeles mencionados arriba, arrepentirnos de haberlos utilizado, amar sin controlar, buscar al otro como decisión, sin necesitar sentirnos necesitados, cuidar sin ahogar, ser benignos y prudentes en nuestras expresiones y acciones, nos ayudará inmensamente en nuestro crecimiento personal y relacional.

Por lo tanto, ¡atención al peligro de no dar y solo querer recibir! No quiero dejar de hablar de este tema, en este primer capítulo, en el que nos encontramos en “la entrada”, a punto de ser unos “recién casados”.

Estar con otra persona, unidos por un fuerte vínculo, es una experiencia intensamente válida, pero a la que le hemos de dedicar mucho tiempo y esfuerzo para que todo funcione y para que todas las piezas del inmenso puzle, de la vida en común, se mantengan unidas y conexionadas.

En cuanto a dar y recibir, hemos de hacer un énfasis muy especial en la cuestión del tiempo. Sabemos que toda nuestra existencia está condicionada por el factor de temporalidad y consideramos las horas como una bendición cuando las poseemos y como una angustia cuando nos da la impresión de que se nos van entre los dedos. Todo pasa volando y los días, meses y años es como si se esfumasen y nos vamos dando cuenta de que, desgraciadamente muchas veces, por el camino, perdemos la vida y no dedicamos horas a gestionar bien lo que es nuestro matrimonio.

Desgraciadamente, en esta cuestión de las horas que dedicamos a nuestra relación, muchas parejas llegan a la ruptura por dejadez, por no invertir tiempo para construir bien, por no sacrificarse, por egocentrismo, por no cumplir con los roles que nos toca ejercer a cada uno.

Debemos recordar que la satisfacción en el matrimonio llega por muchas vías, pero, sobre todo, por la reciprocidad en la entrega mutua al estar dispuestos a dar y recibir desde la diferencia entre mujer y hombre. Si solo es uno de los dos cónyuges el que da, el pronóstico no será nunca favorable. Llegará el hastío, la sequedad y el cansancio.

Hemos de contribuir a satisfacer las necesidades del otro. La cantidad de palabras y acciones placenteras que queremos recibir estará necesariamente en relación directa con lo que damos y eso requerirá mucho tiempo y esfuerzo.

Muchas veces en este proceso paulatino de dejar de dar tiempo en calidad y cantidad al otro, nos pueden las pantallas. Dedicamos demasiadas horas a las nuevas tecnologías en detrimento de las relaciones interpersonales presenciales e importantes.

Todo en la existencia humana tiene su lugar, está bien dedicar tiempo a trabajar en el ordenador o a ver algo en la TV, o usar debidamente las redes sociales, pero el problema llega cuando esa actividad pasa por delante de nuestra vida conyugal y nos roba minutos y horas de relación que, difícilmente, se recuperarán.

Por lo tanto, debemos establecer una importante premisa: El tiempo que pasamos como matrimonio, juntos, sin pantallas, nunca es tiempo perdido. Lo invertimos teniendo presente la ley que se cumple siempre y que nos asegura que lo que damos será lo que recibiremos.

Es la ley de la siembra y la siega. Si no sembramos casi nada, será difícil que la cosecha sea abundante.

Pero a veces, si todo es monótono, si solo uno de los dos hace el esfuerzo diario de “regar” la planta de la relación y no hay ninguna sensación de reciprocidad, el deseo de estar juntos puede empezar a morir. En este caso se nos debe encender una gran luz de alarma porque es seguro que algo grave está a punto de pasar en nuestro matrimonio.

Si, en ese caso, no hacemos algo a tiempo, le daremos la razón a las opiniones que prevalecen, hoy día, en cuanto al matrimonio y que, desgraciadamente, no son muy favorables. Las estadísticas que nos llegan en cuanto al divorcio son tan elevadas que parece que no hay otra vía para el vínculo del matrimonio que el fracaso, a la corta o a la larga.

Pero no debemos ser ingenuos, ni pensar que la separación y el divorcio son la solución. Nunca es así. La separación tiene efectos posteriores muy devastadores para los dos miembros de la pareja y para toda la familia. Quedan muy afectadas, la economía, las amistades, los hijos y la vida en general. También aparecen enfermedades físicas y psicológicas debido al gran estrés que representa una ruptura.

Por otro lado, las actitudes negativas, de uno de los cónyuges o de ambos, después de la separación, generarán un ambiente muy desagradable en el hogar y se extenderá en círculos concéntricos al mini mundo de los dos miembros de la pareja, y a los hijos, y padres respectivos, generando mucho dolor y angustia.

Entonces, antes de que llegue el trauma de la ruptura, ahora, aun en “la entrada”, hay que hacer una seria reflexión y tomar decisiones para poder prevenirla, incrementando el nivel de intercambios recíprocos y mutuamente reforzantes.

Una buena interacción requiere una gran sensibilidad a las peticiones del otro y un esfuerzo importante ante las actuaciones positivas del cónyuge, teniendo muy presente la necesidad de dar tiempo al otro para este cometido.

Por eso me gusta mucho la frase que dice: “Redimiendo el tiempo” (Ef 5:16). Redimir es “comprar” pagar un precio de alguna manera. El tener tiempo juntos de calidad, en cantidad, va a tener un coste. Ya hemos dicho que tendremos que abandonar pantallas, pero quizás también otras cosas: Exceso de trabajo, algunos pasatiempos que no nos llevan a ninguna parte, amistades que a lo mejor no nos convienen… o incluso cosas que nos convienen pero que no deben ser prioritarias.

Piensa en cuántas horas a la semana pasas a solas con tu novio/a o con tu cónyuge. Analiza cómo son esos momentos. ¿Es tiempo de calidad? ¿Hay calidez en las acciones y reacciones? ¿Esperas esos momentos con ilusión? ¿Cómo te preparas para vivirlos?

Las interacciones en el matrimonio no han de estar limitadas a una sola área, por ejemplo, a hablar solo de los hijos o de la economía, y mucho menos deben servir para críticas o violencia. Se han de reforzar las habilidades de comunicación, olvidando los agravios del pasado y centrando la conversación en lo que se tiene en común en el presente, siendo asertivos, diciendo las cosas bien, sin herir ni maltratar y siempre con proyectos que nos puedan traer cierta ilusión para el futuro.

Relacionado con el párrafo anterior hemos de recordar que uno de los más potentes calificativos del amor es la benignidad. Por lo tanto, el que ama de verdad no debe hacer daño al otro. Muchas veces cuidamos las palabras con esmero para con los de afuera y olvidamos que la amabilidad debe ser para con todos (Flp 4:5), y ese todos incluye especialmente al propio cónyuge.

Cuando estamos juntos, como marido y mujer o novios, debemos evitar a toda costa hacernos daño, herirnos por cualquier cosa, hablarnos mal y menospreciarnos.

¡Empieza a dar! ¡Sé generosa/o tú!

Debemos intentar ser modelos en este arte de comunicarnos bien y construir correctamente desde antes del matrimonio y desde los primeros años en los que permanezcamos como marido y mujer.

IMAGINA LA ESCENA…JUNTOS EN LA ENTRADA

Manoa y su esposa: ¿por qué discutimos tanto? (Jueces 13)

Acabáis de casaros, apenas habéis entrado en casa y, contra todo pronóstico: “Una pelea”, no, ¡perdón! No es eso, es meramente “una discusión”. No, tampoco, es simplemente “un intercambio de opiniones” o, mejor dicho: “un compartir criterios”.

Realmente no importa tanto la palabra usada (aunque las palabras tienen mucho poder y tenemos que tener cuidado con su uso, puesto que cada uno colocamos dentro de un vocablo nuestra propia definición y contenido) pero lo importante a destacar es el hecho de que después del “Sí, quiero” se necesita tiempo, trabajo y paciencia para compaginar dos vidas, cada una con su trasfondo, su historia y su “mochila”. La gran aspiración es que el proyecto de vida de ambas personas sea para la gloria de su Creador, para el disfrute mutuo y para beneficio de (muchas) otras personas.

Así, te presento a Manoa y a su esposa. Lo siento no sé el nombre de la “reina de la casa” (aunque se menciona “la mujer de Manoa” siete veces en el capítulo 14) pero sin mencionar su nombre, no obstante, encontramos unos detalles que pueden ser instructivos al iniciar nuestra andadura juntos durante las próximas páginas.

1. Una mujer triste

Su presentación en Jueces 13:2 es la de una mujer estéril. La frase es “curiosa” puesto que en hebreo dice lo obvio “no podía quedarse embarazada, y no tenía hijos”. La segunda frase es obvia después de la primera, pero parece que el autor inspirado quisiera enfatizar que, a pesar de todos los intentos, no hubo ningún resultado positivo, con la consecuente tristeza de cualquier mujer casada al no tener hijos y aún más para la mujer hebrea. En su contexto cultural la esterilidad tuvo, además, un reflejo oscuro y dudoso sobre el estado espiritual del marido: “¿Es pecador y por esta razón no tiene hijos?”.

Después de tantos intentos, ¿habrán perdido toda esperanza? Lo que sí es seguro es que el Señor inicia Su obra “de la nada”. Una esterilidad total y desde siempre, pero esto no es ningún problema ni obstáculo para el Creador.

Parece que Manoa sería un hombre relativamente pobre, porque una manera de quitarse de encima el estigma hubiera sido tener una segunda mujer. Otra indicación de su posible pobreza se ve en que el sacrificio que ofrece al Señor (después de la tan buena noticia de su próxima paternidad) no va más allá de “un cabrito y una ofrenda de grano” (13:19). Pero, otra vez, la condición económica ni el estatus social no representan ningún problema ni obstáculo para el Creador.

Aunque pudiese haber otra consideración: Manoa amaba tanto a su esposa que quizás no quería que ella sufriera el dolor de tener “una rival” en casa. En este caso tenemos que dar “un diez” a Manoa, y es un ejemplo digno de ser imitado, puesto que buscaba el bienestar de su esposa por encima de su propia “reputación” que quedaba en entredicho en cuanto a su condición espiritual (véase lo dicho anteriormente) y su masculinidad.

De hecho, puede haber todavía otra explicación por la cual tendríamos que dar “otro diez” a Manoa. Había entendido claramente que el modelo divino era: “Un Adán con una Eva” y, por lo tanto, para honrar a su Creador no quiso romper el molde de Gn 2:22-24. “Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; esta será llamada Varona, porque del varón fue tomada. Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne”.

No obstante, podemos notar, con alegría, que su tristeza profunda era conocida por el Señor, como lo es el estado de ánimo de cada matrimonio, en cada momento; tanto las tristezas como las alegrías; las incertidumbres, como las certezas. La primera palabra en hebreo del versículo 3 es “Entonces…” o sea en aquella circunstancia de profundo dolor (y ¿duda?) el Señor entró en su vida, y lo cambió todo. Tal como el Señor puede hacer en tu/vuestra vida y matrimonio

2. Una mujer confiada

No nos dice dónde habló el ángel por primera vez a la esposa de Manoa, pero es obvio que su marido no estaba con ella puesto que se fue “corriendo” (NTV) para comunicar la buena noticia a su marido (13:6). Manoa suplicaba, imploraba, rogaba (es una palabra muy fuerte, oraba con gran intensidad) en oración para tener un segundo encuentro para que les diera “más instrucciones” (v. 8). ¡¡¡En otras palabras, quiso asistir a una “Escuela de Padres”!!!, cosa muy recomendable para cualquier matrimonio.

El segundo encuentro ocurrió “estando ella sentada en el campo” (El texto hebreo incluye la palabra “sentada”).  Imagina la escena…

Acabas de recibir la noticia que has estado esperando toda tu vida (especialmente después de la boda); tu marido ha hecho una intensa oración y ahora… esperas la respuesta y meditas y meditas y sigues meditando en tu nuevo futuro según la promesa dada por el ángel. ¿Me permites hacerte una pregunta?: ¿Tu Creador sabe que hoy vas a orar-con-intensidad rogando por un nuevo encuentro con Él, y sabe que después irás meditando, meditando, meditando en lo que te ha dicho?

Hay mucho que podemos sacar de los demás versículos de este capítulo, pero para nuestra reflexión pasamos al capítulo siguiente. Ya ha nacido el niño ¡¡Sansón!!, y la tremenda alegría de los padres empieza a nublarse puesto que su hijo no parece muy “dedicado al Señor desde su nacimiento” (13:5) puesto que pone sus ojos en mujeres paganas. Y durante el capítulo 14 se menciona siete veces que “su padre y su madre” siempreestabanjuntos…

3. Una pareja unida en el desconcierto

Supongo que los padres de Sansón, como todos los padres del mundo imaginan a sus hijos casándose bien, con la felicidad abundando en sus casas y llevándose bien con los parientes, etc. Pero, en este caso, esos sueños iban haciéndose pedazos con cierta frecuencia. Jueces 14:4 nos informa que “no sabían que esto venía del Eterno”. En otras palabras, en medio del desconcierto y las mil y una preguntas (como, por ejemplo: “¿No hay mujer en todo nuestro pueblo, para que vayas tú a tomar mujer de los filisteos?”), el Soberano Dios estaba cumpliendo Sus propósitos y planes, para la familia y para la nación (y ¡¡para nosotros al aprender cosas de la narrativa histórica!!).