Cristianismo verdadero - Dr. Paul G. Caram - E-Book

Cristianismo verdadero E-Book

Dr. Paul G. Caram

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Beschreibung

Este excelente y edificante estudio del Dr. Paul Caram sobre el tema del Cristianismo verdadero es un enfoque sobre los temas más importantes que transforman nuestra vida. Los discursos de nuestro Señor se concentran únicamente en los asuntos más importantes del corazón, y de esta manera debe hacer todo verdadero creyente. El Dr. Caram ha escudriñado las Escrituras con el fin de encontrar los temas que determinarán nuestro destino eterno para que podamos obtener la herencia plena que Dios tiene reservada para nosotros.

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CRISTIANISMO

VERDADERO

PAUL G. CARAM

Título original:

“True Christianity: Paths that Take Us to Glory”

Versión 3.0 en inglés revisada en 2016

Título en español:

“Cristianismo Verdadero: Sendas que nos llevan a la gloria”

Versión 2.1 en español revisada en 2022

Copyright © por Paul G. Caram

Libro de texto de Zion Christian University

Usado con permiso

Todos los derechos reservados

Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada o transmitida en

manera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctrico o mecánico, sin permiso por escrito del editor, excepto en el caso de citas breves en artículos o reseñas.

A menos que se indique lo contrario, las citas son tomadas de la Santa Biblia,

versión Reina-Valera © 1960, propiedad de las Sociedades Bíblicas Unidas.

Traducción al español: 

Edición: Luisa B., Equipo de trabajo de IBJ, Guatemala.

Publicado en formato e-book en 2023

En los Estados Unidos de América.

ISBN versión electrónica (E-book) 978-1-59665-856-1

Para obtener más información comuníquese a:

Zion Christian Publishers

Un ministerio de Zion Fellowship, Inc

P.O. Box 70

Waverly, NY 14892

Tel: (607) 565-2801

Fax: (607) 565-3329

www.zcpublishers.com

www.zionfellowship.org

Dedicatoria

Con profunda gratitud y amorosa estimación, dedico la Serie Madurez Cristiana, al honorable

Brian J. Bailey

Presidente de la Confraternidad Internacional Sion

Desde mi juventud, él ha sido mi padre espiritual y hábil maestro en los sagrados misterios del reino de los cielos. Su vida y ministerio ejemplares han inspirado mi amor por Cristo y por Su verdad. Para todos los que le conocemos, ha sido siempre el caballero cristiano ideal, irreprensible y caritativo.  Pero ante todo, es un hombre aprobado por Dios, alguien a quien Dios muestra Su rostro.

PREFACIO

CRISTIANISMO VERDADERO es un enfoque sobre los temas más importantes de la vida. Las disertaciones de nuestro Señor se centraron exclusivamente en los asuntos más trascendentales del corazón, y en ellos debe centrarse también todo genuino creyente. El autor ha escudriñado las Sagradas Escrituras, seleccionando para este libro los versículos que, a su criterio, describen con mayor acierto las disposiciones absolutas de Dios para cada seguidor. Acaso surjan estas interrogantes: “¿Cuál es el blanco? ¿Cuál es el premio? ¿Cuál es el supremo llamamiento que perseguimos? Revisemos a continuación este listado espiritual y subrayemos los objetivos más valiosos de la vida.

• ¿Qué nos podremos llevar al partir de este mundo?

• ¿Cómo podemos hacernos atractivos para Dios?

• ¿Qué debemos procurar alcanzar, y en qué debemos invertir durante nuestra breve trayectoria por esta tierra?

• ¿De qué manera podemos evaluar nuestro caudal espiritual o la carencia de él?

• A los ojos de Dios, ¿qué es grandeza y qué es éxito verdadero?

• ¿En dónde se pueden encontrar la verdadera felicidad y la realización personal?

• ¿Cómo resumió Cristo los 31,102 versículos de la Biblia?

• ¿Cómo podemos medir la espiritualidad de un individuo? ¿Y la nuestra?

• En nuestra vida cristiana, ¿cómo avanzamos del punto C al punto D?

• ¿En qué lugar del mapa de Dios estamos ubicados? ¿Hacia dónde nos dirigimos y cómo llegamos a ese lugar?

• ¿Cuál es el deber número uno del hombre?

• ¿Cuáles sacrificios impresionan a Dios y cuáles rechaza?

• ¿Cuáles sacrificios destruyen a Satanás?

• ¿Qué es la gracia y cuáles son las condiciones para recibir más de ella?

• ¿Cómo podemos medir nuestra fortaleza espiritual y crecimiento?

• ¿Cuáles son los distintivos de la madurez?

• ¿Cuáles son las claves para llegar a la unidad y al amor no fingido de unos por otros?

• ¿Qué siete cosas deben añadirse a nuestra fe?

• ¿Sobre la base de qué ley seremos juzgados o recompensados?

• ¿Qué es más importante, sentir la presencia de Dios o hacer Su voluntad?

• ¿En qué hemos centrado nuestros afectos?

• ¿Sobre qué pondremos el énfasis en esta vida?

El uso que hagamos de nuestro tiempo, energía, talentos y posesiones, depende exclusivamente de una cosa: de la agudeza de nuestra visión espiritual. Proverbios 29:18 advierte: “Sin profecía [visión progresiva], el pueblo se desenfrena”. A menos que tenga una visión clara y específica, el creyente deambulará por la vida sólo para descubrir al final de la jornada, que ha sido desviado del propósito principal.

El cristianismo verdadero reduce nuestra caminata a la razón suprema de nuestra existencia. Hace que todos los temas fundamentales de la Biblia converjan en un empeño central que nos da una meta claramente definida hacia la cual avanzar. Es nuestra oración, que en cada página de este libro Dios enriquezca y bendiga su vida a través de Jesucristo nuestro Señor. ¡Amén!

CRISTIANISMO VERDADERO

Introducción

Cristianismo Verdadero es la primera de una serie de cuatro partes basadas en el tema del crecimiento cristiano. Es nuestro propósito inspirar al lector a avanzar de 1 Pedro 2:2 a Apocalipsis 19:7-8; de ser un bebé en Cristo, a ser una esposa gloriosa y madura, preparada para el Esposo Celestial. Por lo tanto, para heredar el trono y todo lo demás que Dios ha dispuesto para nuestra vida, es indispensable que después de nacer de nuevo, mantengamos un saludable compás de crecimiento espiritual (Ap. 3:21).

Por un momento pensemos en lo grave que sería que una inmensa fortuna testada a nuestro favor pasara a manos ajenas tan sólo por no haberla reclamado nosotros (por cualquier razón). Esto nos dejaría devastados si se tratara únicamente de una herencia terrenal. Entonces, ¿podemos imaginar cuán terrible sería tratar con irresponsabilidad una herencia eterna? Lamentablemente, muchos creyentes quedan destituidos de lo que Dios ha planificado para sus vidas, quizás por ataduras que no pueden o no quieren superar, o por pruebas que continúan reprobando año tras año.

El Israel en el desierto es un buen ejemplo de esto

Dios había libertado bondadosamente a Su pueblo de la rigurosa esclavitud de Egipto. Él lo salvó del juicio y de la muerte por medio de la sangre del cordero de la Pascua, y lo compró para que fuera de Su propiedad. Luego, puso delante del pueblo, una bella extensión de colinas y arroyos, y dijo: “Todo lugar que pisare la planta de vuestro pie será vuestro. Solamente confiad en Mí de todo corazón y guardad Mis mandamientos”. Desgraciadamente, los pies de esa generación nunca tocaron la Tierra Prometida.

¿Por qué no recibieron las promesas los israelitas?

Canaán les pertenecía por herencia. Desde el principio del mundo se había dispuesto que Israel heredara la Tierra Prometida a Abraham. ¡Hebreos 4:3 lo indica claramente! Pero, aunque esa promesa se les había hecho repetidas veces a sus antepasados, ellos nunca la recibieron porque endurecieron sus corazones en el trayecto hacia la tierra gloriosa y menospreciaron los retrasos que se suscitaron en el camino. Israel no quiso obedecer el plan de batalla ni marchó al paso del liderato de Dios. Ante cada contingencia del viaje, Israel puso resistencia al Espíritu del Señor. Israel reprobó cada una de sus pruebas en el desierto. Por lo tanto, esa generación nunca entró en la tierra de reposo. Este es el tema evidente en los capítulos tres y cuatro de Hebreos. Esa generación nunca alcanzó su destino, mas caminó pesadamente y sin rumbo a través del desierto, hasta morir. Así, Israel fue a la tumba con promesas no cumplidas (ver 1 Co. 10:11).

Hoy, la Iglesia enfrenta la misma situación como en toda generación. Dios le está ofreciendo una rica herencia espiritual a cada integrante de Su pueblo. Cristo [ya] nos ha bendecido con toda bendición espiritual en los lugares celestiales (Ef. 1:3). Cada una de estas bendiciones nos pertenece en potencia. Sin embargo, si no seguimos a Dios por el desierto, si no aprobamos nuestras pruebas ni obedecemos el plan de batalla, no seremos capaces de obtener lo que por herencia ha sido testado a nuestro favor. Los vencedores son los únicos herederos de las promesas de Dios (Ap. 21:7). En Hebreos 4:1 se nos exhorta a temer para no ser destituidos de las promesas de Dios al igual que Israel. Cada uno de nosotros continúa siendo amonestado por las palabras que el Señor dijo por boca de Josué: “Queda aún mucha tierra por poseer, ¿hasta cuándo seréis negligentes para venir a poseer la tierra que os ha dado Jehová el Dios de vuestros padres?” (Jos.13:1, 18:3). Recordemos que las promesas de Dios tienen condiciones; las recibimos hasta haber hecho la voluntad de Dios, y sólo hasta entonces (He.10:36).

Por consiguiente, no sólo se trata de lograr llegar al cielo, sino también de cumplir los propósitos de Dios para nuestra vida. Hay un blanco que alcanzar, una carrera que correr, un premio que obtener, una herencia que ganar o perder. Están en juego las recompensas de un reino eterno. Muchos cristianos entrarán por las puertas del cielo dejando atrás una carrera incompleta, un llamamiento no cumplido, y una corona que no pueden reclamar. ¿Estamos conscientes de que nuestro trabajo en la tierra y nuestro llamamiento nos están preparando para una posición eterna en el cielo? ¿Vemos que el incumplimiento de nuestra tarea en la tierra nos inhabilitará para poseer ese lote de herencia especial que Dios nos ha deparado, y que nuestra corona pasará a otro? (Ap. 3:11).

Entrar en el reposo

El tema principal de los capítulos tres y cuatro de Hebreos es entrar en el reposo. Se trata del viaje de Israel desde Egipto hasta Canaán, un recorrido que todo creyente debe hacer. Para el Israel de antaño, el reposo significaba lograr cruzar el desierto, graduarse de las pruebas, someter a sus enemigos y ganar otras numerosas batallas. Por eso Pablo exhorta a los creyentes neotestamentarios diciendo “procuremos, pues, entrar en aquel reposo”. Reposo quiere decir llegar a nuestro destino. El destino de Israel dependía de que cruzaran el Jordán, entraran en la tierra de Canaán y finalmente tomaran posesión del monte de Sion. Por lo tanto, reposo es sentir haber tomado posesión de la plenitud del llamamiento y de los propósitos de Dios para nuestra vida. Reposo significa también guardar el día de reposo espiritual, “cesar en nuestras propias obras” (cesar en nuestras propias ideas, opiniones y métodos). Otro símbolo de reposo es el matrimonio, en el cual ya no somos independientes, ni andamos solos, sino que estamos bajo la protección, señorío y guía de Otro, nuestro Esposo Celestial (Rut 3:1).

El reposo es:

1. Llegar a nuestro destino: graduarnos de nuestras pruebas; no quedar aniquilados en el desierto, sino aprender nuestras lecciones y avanzar. Es someter enemigos, ganar batallas y acudir a Dios para resolver todos los asuntos de nuestro vivir. Reposo es madurar en nuestro llamamiento y tomar posesión del plan completo de Dios para nuestra vida.

2. Experimentar el día de reposo espiritual: cesar en nuestras propias obras (en nuestros propios afanes, pensamientos, métodos y palabras). Ver Hebreos 4:4, 4:9,10, Isaías 58:13. Es una obra espiritual que se lleva a cabo en nuestro corazón.

3. El matrimonio: estar bajo la protección y guía de Otro, en donde ya no somos independientes ni andamos solos, sino que cada parte de nuestro ser está completamente casada con Él y bajo Su señorío. El reposo es un símbolo del matrimonio (Rut 3:1).

“Glorioso será el lugar donde repose” (Is. 11:10 NVI)

 

EL VIAJE DE ISRAEL: NUESTRO MAPA

De Egipto a Sion en siete etapas

1. La Pascua: la salvación en Egipto por la sangre del Cordero.

2. Los Panes sin Levadura: alimentarnos para siempre con la Palabra pura de Dios.

3. El mar Rojo: un símbolo del bautismo en agua.

4. El monte Sinaí: un símbolo de Pentecostés, ser llenos del Espíritu.

 * Después de reprobar su décima prueba en Cades-barnea,  Dios dijo que nunca entrarían en Su reposo. Vagaron otros 38 años.

5. La muerte de Moisés en el monte Pisga: el toque de trompeta para proseguir del desierto a la Tierra Prometida.

6. El paso del Jordán: limpieza profunda, circuncisión y la derrota de los 31 reyes.

7. En Sion: la plenitud de la presencia de Dios, el reposo supremo (Sal.132:13-16)

La primera generación murió en el desierto. Después, una nueva generación guiada por Josué entró en la Tierra Prometida, pero fue negligente y aceptó convivir con sus enemigos (Jueces, capítulo 1). Hebreos 4:8 muestra claramente que Josué no introdujo a los israelitas en un pleno reposo. Fue sólo hasta  los días de David, unos 443 años después del éxodo de Egipto, que Sion fue por fin sometida. Entonces Israel entró en un pleno reposo. (Ver el libro de Brian J. Bailey El viaje de Israel).

 

La importancia de acabar nuestra carrera

Esta serie, Madurez Cristiana, está dedicada a Brian J. Bailey, un padre espiritual en la fe tanto para mí como para muchos otros hijos e hijas alrededor del mundo. En varias ocasiones él ha relatado la extraordinaria experiencia que tuvo con la muerte hace muchos años. Creo que vale la pena contarle una vez más al Cuerpo de Cristo universal, este “encuentro con la eternidad”.

Antes de la era del movimiento carismático, Brian Bailey era un joven incorporado al ministerio y vivía en cierta ciudad norteamericana. En ese tiempo, no era muy común ser bautizado en el Espíritu Santo ni manifestar Sus dones. Lamentablemente, la comunidad cristiana de esa ciudad se dividió por esta razón, encontrándose Brian Bailey en medio de la polémica. Una noche, cuando la presión parecía insoportable, él dijo: “Señor, ya es suficiente para mí, llévame a casa”. Dios le contestó la oración, ¡Esa noche falleció! Una vez fuera del cuerpo, permaneció en el lugar por unos momentos contemplando su propio cadáver. Un ángel del Señor que había venido por él estaba de pie a su lado, sin hablar. Luego, a una enorme velocidad, viajaron hacia el cielo. Pero cuanto más se aproximaba él a las puertas celestiales, más se compungía su corazón. Entonces, ante sus ojos, en sólo una fracción de tiempo, pudo ver toda su vida extenderse ante sí como en breves escenas. Pudo ver su etapa de lactante, su niñez y su adolescencia, y aun el momento en que partió de esta vida. Desde allí, las escenas cesaron y hubo solamente espacios en blanco.

La angustia de ir al cielo sin haber acabado la misión

Sólo entonces se dio cuenta de la agonía de morir antes del tiempo señalado, o de ir al cielo con una carrera incompleta. Todavía eran muchas las cosas que Dios proyectaba hacer en su vida y a través de ella. Dios le hizo comprender de una manera sumamente realista, que no sólo es importante lograr llegar al cielo, sino también cumplir la misión y tarea que tenemos en la vida. De otro modo, no estaremos preparados para ocupar nuestra posición celestial, y tendremos que aceptar un lugar inferior en el reino eterno de Dios, renunciando a nuestra corona. Al hombre o mujer que sólo haya cumplido una parte de la obra asignada a su vida, Dios no le podrá decir: “¡Bien hecho, siervo bueno y fiel!”

Brian Bailey recibió también un nuevo entendimiento de lo expresado en Apocalipsis 21:4: “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos”. Así comprendió que muchos santos llorarán angustiosamente delante del tribunal de Cristo, cuando vean todas las recompensas eternas que no podrán reclamar por haber perdido el derecho a ellas, y que han sido dadas a otros. Por lo tanto, Apocalipsis 3:11 nos exhorta a retener lo que Dios nos ha dado, “para que ninguno tome tu corona”.

Seremos llamados a comparecer para dar cuenta de nuestra vida

Un llamado no es sólo una invitación, también es una citación. Es una orden para comparecer ante el Juez para dar cuenta de lo que hemos hecho con la vida, los talentos y las posesiones. Las parábolas del Señor explican esto con mucho realismo (Mt. 25:14-30; Lc.19:12-27). La obra que hacemos durante nuestra existencia aquí en la tierra nos está moldeando para una posición eterna en la vida venidera. Los pocos años que pasamos en la tierra son simplemente una preparación para la eternidad. Incluso nuestras ocupaciones terrenales desarrollan cualidades espirituales en nuestro interior para reinar con Cristo. Por consiguiente, nunca debemos despreciar el trabajo secular. Moisés fue instruido en la corte de Faraón, pero esto creó en él la capacidad de ser el administrador de la Ley. Dios nunca hizo uso de la educación terrenal de Moisés, sino de la habilidad que ésta forjó. David, como pastor de ovejas, se entrenó en los asuntos terrenales del diario vivir. Dios lo estaba preparando para pastorear y alimentar a Su pueblo (Sal. 78:70-72).

Además de estar adiestrando a David en su quehacer terrenal para un ministerio espiritual, Dios también lo estaba preparando para un ministerio en la vida venidera, porque David resucitará en el Milenio para ser pastor de Israel (Jer. 30:9; Ez. 34:23-24, 37:24-25; Os. 3:5). Recordemos que nosotros también estamos recibiendo formación de reyes y sacerdotes para reinar con Cristo por toda la eternidad (Ap. 5:9-10, 1:6,  20:6).

Naturalmente, habiendo recibido la misericordia del Señor, Brian Bailey regresó de su funesta experiencia para hablarnos sobre esa noche aterradora. Desde entonces, con su vida y su mensaje, insta a todos sus oyentes a ser personas que finalizan la obra que comienzan. Pablo era un finalizador, y dijo: “He acabado la carrera”. Jesús declaró: “He acabado la obra que me diste que hiciese”. Al fiel Daniel se le dijo que iría hasta el fin y que se levantaría para recibir su heredad al fin de los días (Dn.12:13; Jos.14:8; Hch.13:25, 20:24; 2 Ti.4:7). ¡No permitamos que ninguno tome nuestra corona!

Las dos preguntas de Pablo en su conversión

Cuando Pablo se encontró con Cristo en el camino a Damasco, hizo las dos preguntas más importantes de la vida. Primero inquirió:

1.) “¿Quién eres, Señor?” y después,

2.) “¿Qué quieres que yo haga?” (Hch. 9:5-6).

Sus dos preguntas enfocan de cerca el corazón mismo del cristianismo. La primera: “¿Quién eres, Señor?” denota relación, conocimiento de Dios. La segunda, “¿Qué quieres que yo haga?” señala la tarea que Dios ha planeado para nuestra vida. La primera es interior; la segunda es exterior. Este orden nunca se debe alterar. Conocer a Dios es la búsqueda número uno y la más importante de la vida (Jn. 17:3). Porque de nuestra relación con Dios, de conocerle, procede la capacidad de cumplir con nuestra tarea y revelar a Jesús al mundo.

Conocer a Dios

Es interesante que por el resto de su vida, el apóstol Pablo continuó preguntando: “¿Quién eres, Señor?” Veintiocho años después de su conversión, clamó: “A fin de conocerle” (Fil. 3:10). Aunque Pablo había visto a Dios en varias visiones y revelaciones (Hch. 26:16; 2 Co.12:1), anhelaba que en su corazón se siguiera desarrollando el conocimiento de Dios. Por lo tanto, el conocimiento de Dios tiene niveles.

¿Qué tan bien conocemos al presidente de la República? Lo vemos todos los días en la televisión, y conocemos su postura frente a todos los asuntos importantes. Pero ¿le hemos dado la mano alguna vez o platicado con él personalmente? ¿Lo conocemos de la misma manera que los miembros de su gabinete e igual que los senadores que dialogan frecuentemente con él? ¿Y lo conocemos tan bien como su esposa? ¡Claro que no! Entonces, es fácil comprender que hay diferentes niveles en el conocimiento de una persona, y esto es especialmente cierto acerca de nuestra relación con Dios.

Diferentes niveles en el conocimiento de Dios

• Como un siervo: (circunstancialmente) el que sólo sabe ir de acá para allá, y hacer esto o aquello.

• Como un amigo: (estrechamente) el que conoce la mente y propósito del otro.

• Como una esposa: (íntimamente) el que es realmente una parte integral del otro.

Niveles En El Conocimiento De Dios

(Como un siervo, como un amigo, como una esposa)

Un siervo: “Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer” (Jn. 15:15). En cierto sentido, debemos siempre tener el espíritu de un siervo en lo que se refiere a la buena voluntad de servir a los demás con una actitud humilde. Ésta es una cualidad que debemos procurar tener y mantener.

En los países tercermundistas se aprecia con más facilidad lo que el Señor está tratando de comunicar a través de Juan 15:15. Por lo general, los servidores domésticos provienen de la extrema pobreza y es muy escasa su capacidad de recibir elogios o pequeños obsequios. ¡Normalmente eso los corrompe! Agar sería un buen ejemplo. Tan pronto como la esclava Agar fue llamada para dar a luz un hijo a Abram, vio con desprecio a Sarai, que era estéril. De inmediato la menospreció (ref. Gn. 16:1-6).

Los servidores domésticos se contentan con salarios bajos. Se les indica hacer esto y aquello, ir de acá para allá; no se les ofrece ninguna explicación. Nadie hace preguntas. Ellos sencillamente llevan a cabo lo que se les manda. Muy raras veces existe algún diálogo entre patrón y siervo. El siervo no sabe ni entiende las meditaciones íntimas del corazón de su patrón. Cuando mucho, la relación entre un siervo y su patrón es circunstancial y superficial.

Un amigo: Dios quiere que nuestra relación con Él exceda a la de un siervo. Un siervo no conoce la mente de su patrón. El patrón solamente comparte sus pensamientos íntimos con amigos cercanos. Abraham fue llamado “amigo de Dios” (2 Cr. 20:7,  Is. 41:8,  Stg. 2:23). El Señor le mostró a Abraham sus secretos por ser Abraham su amigo cercano: “Y Jehová dijo: ¿Encubriré yo a Abraham lo que voy a hacer? (Gn.18:17). Dios le informó a Abraham lo que haría en Sodoma y Gomorra (Gn.18:17-33).

Una Esposa: la relación conyugal es todavía más íntima que la de un amigo cercano. Una verdadera esposa aprende a conocer instintivamente a su pareja. Sin mediar palabra, ella casi siempre sabe lo que él está pensando y sintiendo. Más que oír las palabras de su marido, ella oye por intuición lo que dice el corazón de éste. Reflexionemos sobre lo que Dios dijo para Sí en Génesis 8:21, (lea Génesis 8:21). No lo dijo en voz alta. Alguien era tan cercano a Dios, que oyó lo que Él decía en Su interior.

En Éxodo 32:9-14, Dios le ordenó a Moisés apartarse mientras destruía a Israel por sus perversidades. Moisés no se apartó ni dejó a Dios solo. Por el contrario, se paró en la brecha y dijo: “Señor, yo sé que esto no es realmente lo que deseas hacer. Yo sé que preferirías mostrar misericordia”. Enseguida, con estas palabras, Moisés le rogó a Dios salvaguardar Su prestigio: “¿Por qué han de hablar los egipcios [y las otras naciones] cuando oigan que sacaste a Israel de Egipto y que después lo destruiste en el desierto?” Moisés oía el corazón de Dios, aún más que Sus palabras. De esta manera hizo que Dios cambiara de parecer y que Israel no recibiera daño.

Así, nosotros estamos llamados a ir más allá de una relación mecánica de siervos, porque el siervo conoce a su patrón solamente a distancia. Los amigos están mucho más cerca del patrón y perciben con claridad lo que Él está diciendo y haciendo. Mas la esposa conoce el corazón del patrón, porque ella es hueso de sus huesos y carne de su carne. Por lo tanto, procuremos calificar para convertirnos en Su Esposa (Ap.19:7-8, Jer. 9:24). Hay requisitos específicos. Averigüemos con diligencia cómo prepararnos para ser atractivos y deseables para Él.

Creados para Dios

“Señor, digno eres de recibir la gloria, y la honra y el poder, porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas” (Ap. 4:11).

Ante todo, cada ser humano debe entender que fue creado para otro: para Dios. Estoy convencido de que el hombre no tendría una “crisis de identidad” si tuviera una correcta comprensión de esto. El corazón humano está inquieto e insatisfecho porque trata de ser algo por sí mismo, separado de Dios. El corazón está lleno de ambición y de autopromoción. Sin embargo, Dios no creó a nadie para que fuese el mejor maestro del mundo, o el mejor atleta, músico o empresario. ¿Qué ganaríamos con eso? Sólo lograríamos atraer la atención hacia nosotros y no hacia Dios. Y aun así, no nos sentiríamos realizados.

Entonces, ¿cómo nos podemos sentir realizados? La respuesta es realmente simple. Lo primero que tenemos que hacer es descubrir por qué fuimos creados. Apocalipsis 4:11 nos dice que Dios nos creó para Sí Mismo. Fuimos creados por Él y para Él. Fuimos creados para satisfacerlo. Por lo tanto, sentirnos realizados es el resultado directo de satisfacer a nuestro Creador.

Fuimos creados para Dios. No nos pertenecemos a nosotros mismos, le pertenecemos a Él (1 Co. 6:19-20; Sal.100:3). Comprender esta verdad es esencial para tener un corazón satisfecho y contento. Entonces, debemos preguntarle a Dios lo siguiente: “¿Qué puedo hacer para complacerte intensamente? ¿Cuál es Tu voluntad para mi vida? ¿Cómo puedo ganar Tu aprobación? ¿Qué puedo hacer para engrandecerte y darte satisfacción?” Recordemos que lo que Dios más desea en el mundo, es una esposa que lo ame y comprenda (Ap.19:7-9; Jer. 9:24).

Hacernos atractivos para Dios

Nuestra actitud debe ser: “Señor, yo fui hecho para ser una bendición para Ti”. Sin embargo, muchas veces escuchamos lamentaciones como ésta: “Esta mañana vine a la iglesia, pero no recibí nada en el culto”. Pero ¿con qué propósito venimos a la iglesia? ¿Venimos sólo para ver qué conseguimos, o venimos para traerle a Dios una ofrenda de gratitud? Una cosa que hace a una esposa atractiva ante su pareja es la gratitud. Un espíritu alegre y positivo hace a una mujer seductora ante el hombre. Y esto es perfectamente cierto en nuestra relación con Dios.

Una manera segura de lograr entrar en la Tierra Prometida (o de alcanzar las promesas de Dios), es tener la actitud de Caleb y Josué, quienes dijeron: “Si Jehová se agradare de nosotros, él nos llevará a esta tierra” (Nm. 14:8). Lo que decían era: “Si ganamos su aprobación, entraremos”. El resto de la congregación fue negativo, crítico, desagradecido e incrédulo, actitud que decepcionó enormemente a Dios. Es por esta razón que la gente no recibe el favor de Dios y deja de tomar posesión de Sus promesas.

Dios quiere ser entendido. Fuimos creados con ese propósito. “Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme” (Jer. 9:24). Dios quiere exponerle Su corazón a una persona, y la está buscando. Alguien de Su nivel, con quien compartir Sus secretos más profundos. Él está buscando personas que deseen ser hechos compatibles con Él, y que estén dispuestos a ser conformados a Su imagen (Ro. 8:29). Dios no puede abrir totalmente Su corazón a un niño. Por consiguiente, anhela que Su pueblo salga de la etapa infantil (1 P. 2:2), para que pueda estar en Su propio nivel de comunicación, el nivel de una esposa madura (Ap.19:7-8).

Recuerdo muy bien el testimonio de un hombre que tenía un hijo de quince años que nunca creció desde su nacimiento. Aunque quinceañero, era un bebé. El padre dedicó tiempo a describir detalladamente el dolor de tener un hijo que nunca había crecido ni desarrollado. Pero luego dijo algo que jamás olvidaré. Dios le habló al hombre, diciendo: “Así como ves a tu hijo, te veo Yo a ti. Tú jamás has crecido en tu vida espiritual y por eso no le has dado gozo a mi corazón”. Indiscutiblemente, el Señor no puede estar satisfecho con nosotros si no continuamos creciendo hasta llegar a la madurez espiritual.

Creados para ministrarLe

Dios creó al hombre para tener comunión con él. Deseaba gente sobre la cual depositar Su afecto; personas que con libertad le correspondiesen, que voluntariamente le amasen. Por lo tanto, nuestro primer llamamiento no es a un ministerio, sino a Dios. Recordemos las dos preguntas que hizo Pablo. En primer lugar: “¿Quién eres, Señor?” Y después “¿Qué quieres que yo haga?”

Éxodo 30:30 nos revela una unción especial. Esta unción no era para ministrar al pueblo, sino al Señor. “Ungirás también a Aarón y a sus hijos, y los consagrarás para que sean mis sacerdotes”. Esta preciosa unción es portadora de amor y ternura especiales, que capacitan al creyente consagrado para consolar, amar, entender y adorar al Señor. A medida que ministramos al Señor, fluyen desde el trono la guía, la dirección y el ministerio. “Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo…” (Hch.13:2).

La soledad, la necesidad de tener más de Dios

La soledad es un problema espiritual. El simple amor humano no puede curar la soledad. Tanto el hombre como la mujer pueden sentirse terriblemente solos aun en medio de una muchedumbre. Tampoco el matrimonio puede remediar la soledad, porque como esposos podemos sentirnos separados e insatisfechos. Si tratamos de encontrar nuestro “todo” en una persona, sospecho que jamás encontraremos la felicidad (Sal. 62:5). Si no conquistamos la tristeza antes, el estar casados no nos proporcionará satisfacción, ya que un problema espiritual sin resolver ha sido trasladado a la unión.

La soledad es la necesidad de tener más de Dios. Solamente Dios puede llenar ese vacío. Cuando estemos solitarios o apesadumbrados, acerquémonos más a nuestro Esposo Celestial, el Señor Jesucristo. Las Escrituras declaran: “Vosotros estáis completos en Él” (Col. 2:10). El matrimonio en sí, no completa a nadie. Solamente en Cristo nos encontramos completos. La mujer del pozo se había casado cinco veces, y el hombre con quien vivía no era su marido (Jn. 4:16-18). En el interior de su alma, ella tenía sed de sentirse realizada, y había andado de un hombre en otro buscando amor y satisfacción. Jesús la reorientó, diciendo: “El que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna” (Jn. 4:14).

Uno de los títulos de Cristo es “Fuente de agua viva” (Jer. 2:13). Él es la única respuesta efectiva para la soledad. Cuando el hombre y la mujer beben abundantemente de la “Fuente de agua viva”, experimentan vida y satisfacción, sintiéndose verdaderamente realizados, independientemente de su estado civil.

Mi esposa y yo somos de floración tardía. Teníamos aproximadamente cuarenta años de edad cuando nos casamos. No planificamos nuestra vida de esta manera, simplemente fue así que Dios bondadosamente nos guio. Sin embargo, quisiera decir en nombre de Betsy y mío, que aprendimos a tener contentamiento y a sentirnos realizados antes de nuestro enlace matrimonial. Y me gustaría decir a los solteros ya mayores, que no importa si la selección se reduce más y más. Ustedes no necesitan una amplia selección para tener de dónde escoger; sólo necesitan una persona, la elegida por Dios. En cierta ocasión, un excelente conferencista dijo: “Cuando Dios ve que seremos felices y que podremos servirle mejor estando casados, Él trae la persona correcta a nuestra vida”. Creo que esta declaración es muy sabia. Sólo Dios sabe qué persona nos conviene. Y también sabe cuál es el mejor momento para el matrimonio.

Resumen:

• El amor humano no cura la soledad.

• La soledad es un problema espiritual, es la necesidad de tener más de Dios.

• Nosotros estamos completos en Él. El matrimonio en sí no nos completa.

• La tristeza prenupcial es un problema no resuelto que a menudo se traslada al matrimonio.

• Beber de la “Fuente de agua viva” es la única solución para la soledad.

• Los solteros no necesitan una larga selección para tener de dónde escoger; sólo necesitan una persona, la elegida por Dios.

• Cuando Dios ve que seremos más felices estando casados, y que así podremos servirle mejor, trae la persona correcta a nuestra vida. No necesitamos salir desesperadamente a buscar cónyuge.

Edificar sobre buenos cimientos

“Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca” (Mt. 7:24).