Cuadernos de un viajador 2 - Mariano Gustavo Saravia - E-Book

Cuadernos de un viajador 2 E-Book

Mariano Gustavo Saravia

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Beschreibung

Cuadernos de un viajador. Donde confluyen el viajero y el trabajador, volumen 2, prosigue la colección de crónicas escritas por Saravia durante su paso por distintas naciones con historias agitadas a principios del siglo XXI. Hay un repaso de su recorrido por países sudamericanos como Uruguay, Chile y Paraguay, también un viaje intenso a la Sudáfrica que lleva todavía las marcas del apartheid. Al recuerdo del levantamiento del gueto mientras visita Varsovia le sigue el panorama de la vida actual de los palestinos en Ramallah, Belén y Jerusalén. Dice el autor en el prólogo que haber terminado de escribir este libro durante la cuarentena de 2020 fue a la vez un refugio y un escape, una posibilidad de volver a viajar e invitarnos a viajar con él.

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Seitenzahl: 434

Veröffentlichungsjahr: 2022

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Mariano Gustavo Saravia

Cuadernos de un viajador 2

Donde confluyen el viajero y el trabajador

Saga

Cuadernos de un viajador 2

 

Copyright © 2020, 2022 Mariano Saravia and SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726975604

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

Para todas y todos los que me precedieron. Uno por ahí se larga al viaje de la vida sin demasiada conciencia de lo que significa.

 

Pero para que yo esté en este viaje y vos lo compartas conmigo a través de este libro, vos y yo tuvimos que tener 2 padres, 4 abuelos, 8 bisabuelos, 16 tatarabuelos, 32 chosnos, 64 pentabuelos, 128 hexabuelos, 256 heptabuelos, 512 octabuelos y 1024 nonabuelos.

Limitándonos a solo 10 generaciones, estamos hablando de 2046 personas atrás tuyo y 2046 personas atrás mío que nos respaldan.

Pero que en realidad no están atrás sino adelante, marcándonos el sendero por donde seguir el viaje.

 

Para ellas y ellos es este libro.

 

También para Nuné y Aní, que son el presente. Y para sus hijos y los hijos de sus hijos. Porque el viaje es permanente. Viene de lejos y tiene larga vida.

PRÓLOGO

Venía escribiendo este libro desde hacía años. Pero venía lento. Y tomó el impulso definitivo en la cuarentena impuesta por la pandemia del coronavirus, durante gran parte del 2020.

Fue una protección y un escape. Fue abroquelarse y también salir de mí al mismo tiempo.

Por un lado, un refugio, una coraza contra la saturación que me produjo la sobrecarga de información, de estímulos electrónicos y virtuales: la avalancha de mensajes de whatsapp con todo tipo de cosas, cadenas, opiniones, polémicas, chistes, fotos, videos, audios, pornografía, cosas ciertas, cosas falsas, cosas incomprobables, mentiras descaradas (fake news), diatribas, mensajes de odio para un lado, mensajes de odio para el otro, y la lista sigue.

Incluso algo bueno como podría ser una nueva forma de comunicarnos y seguir produciendo arte y cultura a distancia, también fue agobiante. Todo el tiempo llegaban propuestas para participar de una charla, un concierto, una exposición, un debate, un curso, una actividad. Que la política, que la ecología, que la actividad física, que el yoga, que pilates, que fitness, que aprender a hacer macramé, trenzado, carpintería, pintura, manualidades de todo tipo. Con la sensación de obligación de «aprovechar» tanto tiempo libre y aprender todo, leer todo, escuchar todo. El resultado era justamente el contrario, el tiempo desaprovechado.

Por otro lado, la catarata de películas, y una mención especial a las series, una obligación impuesta. Que una te recomendaba una serie, que otro te preguntaba si no viste tal otra serie, un formato nefasto porque genera adicción, más allá de lo buena o mala que pueda ser.

Hasta algo tan bueno como el arte escénico, terminó saturando. De golpe, tuvimos a disposición una cantidad inusitada de obras de teatro, óperas, sinfonías y música clásica de todo tipo. Todo en una pantalla.

Tanto material a disposición me generó una sensación de agobio, de que las pantallas me engullían. Y al no poder salir a la calle, ni a un río, ni a una montaña, la forma que encontré para protegerme fue un libro. Un libro objeto, un libro de papel, un libro que pudiera tocar, oler, mojarme un dedo y dar vuelta una página, rayarlo, anotar en él, llevármelo a la cama y quedarme dormido con él en el pecho.

También me refugié en la contraparte de leer que es escribir un libro, este libro. Armarme una rutina y escribir, con todo el tiempo del mundo, pero también con la disciplina y la sistematicidad necesarias. Levantarse a las seis, armar el mate y ponerse a escribir, mientras amanece. Notar cómo avanza el otoño en los árboles según evolucionan los tonos de ocres. Y repartir el día entre la escritura, la lectura, la cocina y las tareas escolares. Fue un refugio porque no quedó mucho resquicio para la inundación digital. Fue una buena defensa contra los grupos de whatsapp y la televisión.

Pero en una estrategia (pongamos deportiva) hay que combinar defensa con ataque, no podemos vivir a la defensiva. Así que este libro también fue una buena forma de pasar al frente en unas circunstancias en las que parecía imposible, sobre todo en relación a esto de viajar. No se podía ir libremente ni al almacén, por lo que nos hicimos la idea de que pasaría mucho tiempo antes de volver a subirse a un avión, o a un tren, o un colectivo, o agarrar el auto y salir a la ruta.

Entonces, una forma de viajar, una forma de salir del encierro, fue este libro. Volver a recorrer estos 10 países, pero esta vez con vos. Compartir estos viajes con vos, sin tiempo ni espacio, y sobre todo sin pantalla, ni fotos ni videos. Con la magia de las letras y de nuestra imaginación.

La mayor ilusión es que para vos también este libro sea un refugio y un escape, ambas cosas. Que vuelvas a sentir el gusto de tenerlo en tus manos, sentirle el olor a tinta y mojarte los dedos para dar vuelta una página. Sentarte en tu sillón preferido con un mate o una copa de vino y refugiarte de tanta pantalla y de tanta conectividad que nos desconecta y nos fragmenta. Volver a conectar con la lectura y quizá, llevártelo a la cama para conciliar el sueño con el libro en tu pecho. Y que al mismo tiempo sea un escape. No sé si cuando lo leas seguiremos de cuarentena o no, o si habrá otra pandemia y otra cuarentena. Si volveremos a abrazarnos y besarnos sin barbijo. Pero, en cualquier caso, que este libro también sirva para volver a conectar con lugares y gentes de otros lados, que siempre han tenido sueños, sufrimientos, alegrías y luchas parecidas a las nuestras. Solo que con la pandemia fue más evidente que hay una condición humana que nos vincula, que siempre estuvo ahí, y sobre todo la hermandad que genera es sabernos todos trabajadores, gente que intenta vivir dignamente de su fuerza de trabajo, sin especular y sin explotar a otros.

Cesare Pavese decía: "Los viajes son una brutalidad. Le obligan a uno a confiar en extraños y a perder de vista toda la comodidad familiar de la casa y de los amigos. Se está en continuo desequilibrio. Nada le pertenece a uno". Pero ahora podemos viajar sin esa sensación de desamparo, sin salir de la casa y de la cuarentena.

También es cierto que viajar ejercita y potencia la memoria. Aunque esta vez es desde la memoria desde donde vamos a viajar.

Vamos a ir a Chile, donde seguiremos las huellas de San Martín, O’Higgins y Manuel Rodríguez, pasando por la experiencia de la Unidad Popular hasta las luchas actuales de un Chile que despertó, antes y después de la pandemia.

Vamos a cruzar el Río Uruguay como quien cruza una calle para estar en el barrio de al lado. Allí recorreremos los caminos de Artigas, vamos a reencontrarnos con los tupamaros, con sus sueños e ideales intactos, y vamos a terminar en un tablado con la murga La Trasnochada.

Vamos a viajar hasta Palestina, para ver la contracara del capítulo sobre Israel, del primer tomo. Vamos a llorar en el muro, pero no el de los Lamentos sino el Muro de la Vergüenza que construye el Estado ocupante para "guetizar" a los palestinos. Vamos a recorrer la capital de la Autoridad Nacional Palestina, Ramallah. Vamos a flotar sobre las aguas más saladas del mundo, las del Mar Muerto. Vamos a recorrer la ciudad enjaulada de Hebrón, para luego pasar una Navidad en Belén y sentir en carne propia la humillación del sistema de Apartheid imperante en Cisjordania.

Y hablando de Apartheid, vamos a viajar a Sudáfrica, para surfear en las playas del Índico e ir de safari por las sabanas, pero principalmente para encontrarnos con el verdadero Nelson Mandela, no con ese personaje edulcorado que nos venden, conocer las complicidades de la Argentina con ese sistema racista y la actuación fundamental de Cuba para su final.

En Polonia y Lituania volveremos a aquel maravilloso mundo compartido con el pueblo judío que se perdió con el Holocausto y también compararemos la época socialista con la actual.

A Marruecos vamos a llegar desde Andalucía y vamos a recorrer los zocos de Fez y la plaza de Marrakesh. Vamos a conocer cómo se inició la Guerra Civil Española, acercarnos al drama colonialista sufrido por los marroquíes a manos de los españoles y también al drama colonialista que hoy los marroquíes infligen al pueblo saharaui.

En Escocia vamos a ir desde los duendes y hadas hasta William Wallace y Robert de Bruce para derivar en la continuidad actual de la lucha contra la opresión inglesa.

En Bélgica descubriremos un país nacido del elevado espíritu de la ópera y que luego fue capaz de descender a los infiernos para cometer las peores aberraciones en sus colonias africanas.

Y por último, en el Paraguay entenderemos mejor al primer Belgrano y también al genocida Bartolomé Mitre con su Guerra de la Triple Alianza, pero descubriremos un pueblo vivo, en su música y en sus comidas.

¿Tenés ganas, te entusiasma? Ya tenés el pasaje, está en tus manos.

Ajustate el cinturón, o como decimos siempre, soltátelo. Allá vamos.

CHILE

Cada vez que voy a viajar a Chile en avión, pido ventanilla del lado derecho. Porque la ruta aérea pasa al sur del Aconcagua, y es una vista inigualable tener al Centinela de Piedra (eso significa Aconcagua en quichua) al alcance de la mano. Se destaca del resto de los cerros. Es impresionante ver la cordillera cuando está despejado durante la media hora que dura el cruce. Y mientras uno la mira, piensa cómo hicieron aquellos hombres para cruzarla a caballo, a pie, en burro, o en camilla como lo hizo San Martín enfermo en muchos tramos.

También es imponente cruzar la cordillera por tierra, aunque no sea a pie como aquel Ejército de Los Andes.

En una oportunidad lo hice en bicicleta. Claro, tenía 18 años. Fueron tres días: Santiago - Los Andes; Los Andes - Uspallata; y Uspallata - Mendoza. Lo más difícil, sin dudas, fueron los caracoles del lado chileno, una subida tan empinada que hay que hacerla totalmente parado sobre los pedales.

En auto, en cambio, uno lo disfruta mucho más. Y no solamente por el Paso Los Libertadores, el que une Mendoza con Santiago, sino también por otros, tanto hacia el norte y como hacia el sur.

Hay muchos. Pero yo recorrí dos muy especiales.

Uno al norte, el paso de San Francisco, desde Copiapó, cerca del puerto de Caldera, hasta Fiambalá, en la provincia de Catamarca. Este paso ofrece un paisaje cuasi lunar, de una hermosura muy extraña. Con una sequedad absoluta y el blanco que avanza sobre las montañas, pero no desde las cumbres para abajo sino al revés, desde la base hacia arriba, porque ese blanco no es de la nieve, sino de la sal.

Es 31 de diciembre de 1999, víspera del Año Nuevo más esperado de la historia. Antes de la frontera bajamos a refrescarnos en la Laguna Verde. Más que verde es de un color turquesa intenso, profundo, que contrasta con un cielo limpísimo, celeste avasallante. Y el blanco del suelo. Nos mojamos la cara para combatir el calor y la altura y con la brisa se nos seca en dos segundos, dejándonos blancos de sal. Es una sensación única que nos atrapa. Nos sentamos un rato en una piedra, embelesados por esta magnificencia y por el silencio más absoluto que escuché en mi vida. Ni siquiera hay pájaros que molesten a este silencio total, omnipotente, prepotente. Y pasa el rato y otro rato, pensando en nada, embobados. Hasta que Horacio me sugiere que retomemos, porque la idea es llegar a Aimogasta para la noche y poder encontrar donde dormir, y sobre todo donde comer algo y levantar una copa por el nuevo año y milenio, el 2000.

A los pocos kilómetros un cartel indica la frontera y el consolidado se transforma en asfalto. Nos paran unos gendarmes argentinos para revisarnos. Pero la requisa se alarga y nos damos cuenta de que lo que quiere en realidad el gendarme es conversar un rato con alguien. Por ahí no pasan muchos viajeros y hace dos semanas que está sin bajar, compartiendo solamente con su compañero de guardia. Ambos nos cuentan cómo se aburren, que la única tarea que los saca de la abulia es perseguir a algún cazador furtivo de guanacos o a algún pescador de truchas. Está prohibido. Y finalmente nos invitan a comer algo. ¿Qué nos convidan? ¡Truchas!!!

Seguimos viaje, nos despedimos de estos "centinelas de la Patria", pero nos acompañan por un buen rato otros dos centinelas de piedra (como el Aconcagua). En este caso aparecen a la derecha del auto: son dos volcanes extintos que se levantan imponentes: el Nevado de San Francisco, y más allá el Incahuasi (en quichua Casa del Inca).

El otro paso que me impactó está al sur, el paso de Pino Hachado, que une la zona de Junín de Los Andes y Aluminé, en Neuquén, con Temuco. Es el único que aún tiene los típicos pehuenes (araucarias). Es el único paso de la Patagonia que se ha salvado del avance arrasador de los pinos, tan bonitos para las postales pero tan dañinos para el ecosistema, por ser exóticos, traídos de afuera y por competir con las especies autóctonas.

Esta vez voy desde Argentina hacia Chile, pero de un lado y del otro de la divisoria de aguas, por donde los Estados marcaron su frontera, se ve el mismo pueblo haciendo lo mismo: los mapuches en la "veraneada".

Todos los años, en los meses de verano se repite esta tradición ancestral y las familias suben a sus rucas (casas) en las montañas con varios objetivos: buscando pastos nuevos para sus ganados mientras se recuperan los suelos de los valles bajos, que se repongan sus caballadas, acopiar leña para el próximo invierno y recolectar piñones, el fruto del pehuén, una especie de castaña más alargada. Tan importante es el piñón que está en la base de la alimentación y hasta en la base de su identidad, porque pehuenche significa "gente de los pehuenes", dentro de la gran familia de los mapuches, "gente de la tierra".

Sea por donde fuere que yo llegue a Chile, lo primero que me gusta hacer en el primer pueblo o ciudad es ir a un mercado o a algún restaurante bien popular y pedirme una paila marina, una especie de sopa de pescado y mariscos. Si es en el pueblito de Los Andes (hoy ya una ciudad), mejor, apenas se baja de los caracoles por el paso que va desde Mendoza. Y después de eso, sí, el último tramito hasta Santiago.

Yo pisaré las calles nuevamente…

Salgo a caminar por Santiago. Está nublado. En realidad, uno no sabe si son nubes o si es el smog típico de esta ciudad. Es que Santiago es un pozo en las faldas de la cordillera.

Para mí siempre fue extraño, porque aquí la montaña está al Este. Y me desorienta, es rarísimo, yo crecí con una sola referencia: en Mendoza la montaña siempre está al Oeste. Los ríos, como el Mapocho, también me confunden. Aquí, a diferencia de Mendoza, las aguas bajan hacia el Oeste, buscando el Pacífico.

Estamos parando en Plaza Baquedano (luego sería rebautizada como Plaza Dignidad, epicentro de las protestas y las represiones del estallido social de fines de 2019 y principios de 2020). Esta es una virtual triple frontera dentro de la ciudad. Hacia el Oeste empieza la famosa Alameda que va hacia el centro. Para el otro lado, la Avenida Providencia, que más adelante será Avenida Apoquindo y el barrio rico de Las Condes. Y si desde la plaza, uno cruza el Mapocho, está el Barrio de Bella Vista, hoy sobre explotado, como suele suceder en todo el mundo con los barrios que alguna vez fueron bohemios, refugios de artistas, estudiantes y obreros. Hoy, si bien se pueden encontrar resquicios de aquella bohemia, lo que pululan son los bares y restaurantes caros y las modas que lucran con el consumo de las distintas tribus urbanas.

A pesar de ser noviembre es una mañana fresca. Voy por la Alameda y enfilo para el centro. Paso por el frente de la Universidad Católica, donde los estudiantes en 1967, en medio de un conflicto con las autoridades por la democratización de su sistema (tardíamente influenciados por la Reforma Universitaria de 50 años antes en Córdoba) colgaron un cartel que haría historia: "ElMercurio miente". Con ese cartel, los estudiantes denunciaban el cerco informativo del diario más importante de Chile. Y fue la inspiración de una de las consignas más repetidas en la Argentina a partir de 2008: "Clarín miente".

Aquel conflicto estudiantil de 1967 fue tan importante que sirvió como catapulta de la Unidad Popular que ganaría las elecciones en 1970, llevando al gobierno a Salvador Allende y a la primera experiencia de la llamada "vía democrática al socialismo".

Eso ocurrió en las elecciones del 4 de setiembre de 1970. Al día siguiente viaja a los Estados Unidos Agustín Edwards, dueño de El Mercurio y entonces presidente de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP). En Washington, se reúne con Richard Helms, director de la CIA y con Henry Kissinger, por entonces asesor en seguridad del presidente Richard Nixon. Desde allá se vuelve a Chile con un millón seiscientos mil dólares para usar a través de El Mercurio en un plan de desestabilización de Allende.

Y así se llega a la explosiva situación de 1973, con un lock out patronal, un desabastecimiento que obligaba a la gente a hacer colas larguísimas para comprar pan o leche, y una guerra económica muy parecida a la vivida en Venezuela contra los gobiernos bolivarianos.

Y así llegamos nosotros a la intersección de las calles Agustinas y Morandé, esquina emblemática del Tancazo, el fallido intento de golpe militar del 29 de junio de 1973.

Esa mañana, un equipo de la televisión sueca estaba a la vuelta, en el Hotel Crillón, por comenzar una entrevista. El camarógrafo era el argentino Leonardo Henrichsen. Cuando se escucharon los primeros disparos de la sublevación militar salió corriendo hacia esta esquina de Agustinas y Morandé, a una cuadra de La Moneda, y empezó a grabar a los militares bajando de las tanquetas. Uno de ellos se percató de la presencia de Leonardo. En las imágenes se ve cómo el militar le apunta a sangre fría. Cómo aprieta el gatillo. Fue lo último que filmó Leonardo… su propia muerte. Sucedió aquí mismo, en esta esquina de Agustinas y Morandé, donde hoy hay un banco.

Cruzamos Agustinas y caminamos por la Plaza de la Constitución. Vaya paradoja, Plaza de la Constitución. Tantas veces pisoteada, con golpes de Estado y masacres. Enfrente está el edificio donde hoy funciona el Ministerio de Justicia, y antes, el Seguro Obrero. Aquí, en 1938 el gobierno de Arturo Alessandri masacró a 59 activistas nacionalistas. El supuestamente demócrata masacrando a los supuestamente nazis.

Enfrente está la estatua de Salvador Allende, y siguiendo por Morandé, cruzando la calle Moneda, está la Casa de Gobierno y la famosa puerta de Morandé 80, por donde sacaron el cuerpo ya sin vida del presidente mártir.

Arriba de esa puerta hay un balcón por donde se asomó Allende un rato antes del desenlace, y enfrente una pequeña plazoleta con un mural del gran artista Alejandro "El Mono" González.

Nos quedamos acá, frente a la emblemática puerta de Morandé 80. Hacemos silencio. Y ponemos la grabación del último mensaje de Salvador Allende a su pueblo, antes de inmolarse.

"Seguramente, esta será la última oportunidad en que pueda dirigirme a ustedes. La Fuerza Aérea ha bombardeado las antenas de Radio Magallanes. Mis palabras no tienen amargura sino decepción. Que sean ellas un castigo moral para quienes han traicionado su juramento: soldados de Chile...

Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad al pueblo. Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que hemos entregado a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente. Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos.

Me dirijo a la juventud, a aquellos que cantaron y entregaron su alegría y su espíritu de lucha. Me dirijo al hombre de Chile, al obrero, al campesino, al intelectual, a aquellos que serán perseguidos, porque en nuestro país el fascismo ya estuvo hace muchas horas presente; en los atentados terroristas, volando los puentes, cortando las vías férreas, destruyendo los oleoductos y los gaseoductos, frente al silencio de quienes tenían la obligación de proceder.

Estaban comprometidos. La historia los juzgará.

Seguramente Radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi voz ya no llegará a ustedes. No importa. La seguirán oyendo. Siempre estaré junto a ustedes. Por lo menos mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal con la Patria.

El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse.

Trabajadores de mi Patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.

¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores!

Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano, tengo la certeza de que, por lo menos, será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición".

¡Qué convicción! ¡Qué valentía! Teniendo la certeza de lo que se avecinaba, con los aviones fascistas bombardeando la democracia y dejando este lugar en llamas.

Salgo de La Moneda, cruzo la Avenida Bernardo O’Higgins, paso por la Universidad de Chile y camino unas cuadras hasta Elrincón de los canallas, un restaurante típico que en aquellos años servía de refugio y encuentro.

Para entrar, cuando te agarraba la noche en pleno toque de queda, había que golpear la puerta. Desde adentro una voz preguntaba quién era y había que responder "un canalla".

El nombre surgió cuando por televisión, Pinochet dijo que los que habían votado en contra de "su" constitución, eran unos canallas. Y ellos lo asumieron.

Esa constitución de Pinochet siguió rigiendo a todos y todas las chilenas hasta el estallido social del 2020, aunque usted no lo crea.

Hoy, El rincón de los canallas mantiene la estética de aquellos tiempos, con pintadas y graffitis por todos lados. "Chile libre". "Viva Chile". "Estamos en Chile, canallas". "Arauco vive". "Con tu presencia somos más". "No temas ir despacio, solo teme no avanzar". "Viva Chile, mierda".

Adentro, en los mensajitos escritos en servilletas o directamente sobre las paredes, se siente la presencia de los miles y miles de canallas que pasaron por aquí. Mientras te pedís un pisco sour y algunos de los platos típicos rebautizados: caudillo, vietnamita, guerrillero, terrorista, atentado, Barrabás, entre otros.

Aquí nos juntamos con José Luis Gutiérrez Recabarren, José Cademártori, último ministro de economía de Salvador Allende, y con Rafael Kries, quizá uno de los intelectuales orgánicos más importantes de la izquierda chilena.

Cademártori ya pasa largamente los 80, pero está impecable en todo sentido.

-¿Cómo fue aquella guerra económica contra elgobierno legítimo de la Unidad Popular?

-Fue despiadada. Comenzó antes de que asumiera el Chicho (Allende). Intentaron que no asumiera. Por un lado se dio el asesinato del jefe del Ejército, René Schneider. Por otro lado, bloqueos y embargos, que se verificaban concretamente en la exportación del cobre, nuestro más importante comodity. Nixon había dicho: "Haremos aullar a la economía chilena". Después de la asunción de Allende, esta agresión económica se incrementó, sumándose la financiación de grupos terroristas que buscaban el desabastecimiento y generar las condiciones propicias para el golpe. A partir de 1972 ya fue una guerra económica total, parecida a la que ha sufrido Venezuela durante los gobiernos bolivarianos.

Rafael Kries, por su lado, es economista y doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de Kassel, Alemania. Pero sobre todo, fue uno de los creadores de los cordones industriales con los que la clase trabajadora intentaba contrarrestar esa guerra económica del Imperio y la oligarquía chilena. Ellos crearon almacenes populares para evitar el desabastecimiento de productos básicos. Rafael fue uno de los redactores de la mítica carta de principios de setiembre de 1973 de los cordones industriales al "compañero presidente". En ella, los trabajadores alarmados reiteraron su exigencia para que Allende se apoye en esa fuerza social y política para que, sin abandonar el programa de la Unidad Popular, se salve el gobierno.

-¿Cómo fue aquel proceso social y político Rafael? ¿Y cómo deberíamos leerlo hoy?

-Hubo novedad y mucha voluntad, pero no alcanzó. En ese momento se confrontaban distintos proyectos sociales, organizativos, culturales y políticos. Crujían las formas lineales de pensar, las formas existentes de las organizaciones. El verdadero poder popular que habíamos empezado a construir crecía. Pasamos de 5 a 50 cordones industriales. Existía la posibilidad concreta de que nos transformáramos en una fuerza. Pero las dirigencias de los partidos de la Unidad Popular (Partido Comunista, Partido Socialista, e incluso el Movimiento de Izquierda Revolucionaria) no confiaron y no apoyaron los cordones industriales, ese poder popular que se estaba gestando directamente desde las asambleas de las organizaciones de los trabajadores. Yo no los acuso de contra revolucionarios ni los culpo, fueron procesos de conciencia y de experiencias que no supimos manejar bien. Lo importante es tomar nota y aprender. Yo sigo intentando formar cuadros sindicales, en un país como Chile cuya clase trabajadora no llega al 10 por ciento de sindicalización.

 

Hacemos el último brindis, con el último pisco sour. Nos abrazamos y nos vamos caminando por la Alameda.

Y mientras lo hacemos, voy cantando interioriormente:

"Retornarán los libros, las canciones

Que quemaron las manos asesinas

Renacerá mi pueblo de su ruina

Y pagarán su culpa los traidores

Un niño jugará en una alameda

Y cantará con sus amigos nuevos

Y ese canto será el canto del suelo

A una vida segada en la moneda

Yo pisaré las calles nuevamente

De lo que fue Santiago ensangrentada

Y en una hermosa plaza liberada

Me detendré a llorar por los ausentes".

En el Barrio Franklin está Chile y el Mono lo pinta

"No vayas al Mercado Central, que está demasiado bonito para los turistas. Si quieres ver al verdadero Chile ve a la Vega", me había dicho mi amigo José Luis Gutiérrez Recabarren.

Las vegas son los mercados persas, que pululan, en una ciudad con cada vez más extranjeros, no siempre totalmente integrados a la sociedad. Entonces hay mercados con mayoría de peruanos, hay de colombianos, de venezolanos, etcétera.

Pero en el Barrio Franklin hay uno enorme y esto sí que es el Chile más profundo. Gritos por todos lados, vendiendo desde mote con huesillo (una bebida típica hecha con almíbar, mote de trigo y duraznos secos), hasta televisores de 50 o 60 pulgadas, pasando por cubiertas para el auto o un violín usado. Nosotros buscamos el mercado persa Víctor Manuel, adonde nos espera Alejando "el Mono" González, artista emblemático de Chile.

Fue uno de los creadores de las Brigadas Ramona Parra, que allá por fines de los ’60, desde el arte, contribuyeron en la campaña de la Unidad Popular y luego en el gobierno de Salvador Allende. Consumado el golpe fascista de Pinochet, las brigadas siguieron pintando murales por todo Santiago, denunciando y resistiendo desde el arte. Tomaron su nombre de Ramona Parra, una joven militante comunista asesinada en 1946 en la Masacre de Plaza Bulnes, una de las tantas matanzas del Estado chileno contra su propio pueblo.

Dentro del mercado nos recibe el Mono González. Sonrisa amplia, brazos abiertos. Bigote tupido y delantal manchado. "Es que nunca estoy quieto, ahora estaba pintando justamente", nos dice.

Está recién llegado de París, adonde estuvo exponiendo. Y para nuestra cabeza formateada en los prejuicios clasistas, hay algo que no cierra. Entre las galerías de arte de París y el mercado persa Víctor Manuel hay mucho más de 15 000 kilómetros de distancia.

"Mira, yo podría estar en cualquier lugar de Santiago, o de otro lado. Pero estoy cada vez más convencido de que mi lugar es aquí, adonde viene el pueblo. Hemos hecho una galería de arte aquí porque sabemos por y para quién trabajamos", dice el Mono.

Y es cierto, al lado de su galería, que tendrá unos siete metros de largo, está el que vende películas pirateadas, del otro lado el que vende ropa usada, más allá el de los libros, el del café. Y la gente va y viene, pasa todo el tiempo entre los gritos, los colores y los olores. Lo más alejado simbólicamente a lo que tenemos incorporado en nuestra cabeza sobre una galería de arte. Pero justamente por eso, por todo lo que sabemos de las galerías de arte, esos son lugares casi sagrados, a los que no acceden los simples mortales. En cambio aquí sí. Aunque no quieran, los chilenos de a pie pasan y se topan con algo que quizá no conocían.

-¿Y da resultados Mono? ¿Cómo reacciona la gente?

-Es emocionante cuando ves que alguien que nunca tuvo acceso al arte se logra conmover con un simple dibujo, o una acuarela. Eso ya ha pagado todos los esfuerzos que uno ha hecho y hace.

-El arte para vos es una militancia, y después de tantosaños es increíble tu consecuencia y constancia…

-Bueno, antes salíamos a pintar paredes y arriesgábamos la vida. Hoy la militancia está aquí, son otros tiempos, otros métodos, otras tácticas, pero dentro de una misma estrategia. Antes decíamos: si todos los medios de comunicación están en manos de la derecha que apoya a la dictadura, nosotros tenemos que adueñarnos de los muros y transformarlos para comunicar otra cosa. Ahora quizá no haya cambiado mucho, sigo tratando de comunicar otras cosas y sigo tratando de llegar al pueblo, desde el pueblo. Por eso estoy aquí.

Salimos del barrio Franklin y el Mono nos lleva a comer. "Vas a comer en el mejor lugar de Chile", me dice.

No es un restaurante cinco tenedores. Es El Hoyo, una cantina, un bodegón, como los que me gustan. Aquí se comen los mejores perniles, los mejores arrollados, los mejores pasteles de choclo. Y aquí se ven desde los trabajadores que hacen un descanso en la tarea hasta la familia que ha hecho un esfuerzo para salir a comer afuera. Por ahí se acerca un cantor popular con una cuequita. Para llegar a la mesa hay que pasar por la cocina, y en una de las paredes, como al pasar, un recorte de revista enmarcado lo tiene al mediático chef y viajero Anthony Bourdain con una sentencia hecha título que coincide con la del Mono: "El Hoyo es el mejor restaurant de Chile".

Las dos izquierdas

Si hay un concepto que podría identificar a Chile es el de estabilidad, de orden. El lema de Carabineros es: "Orden y Patria". El del escudo nacional es: "Por la razón o la fuerza".

Si los combinamos, tenemos un lema que uno siente, ve y vive en Chile. Por eso las represiones han sido tan cruentas a lo largo de la historia, desde la Masacre de Santa María de Iquique hasta la dictadura de Pinochet. Por eso el grado de sindicalización es menor al 10 por ciento en los trabajadores chilenos. Y por eso el movimiento social que zamarreó a la sociedad chilena a partir de 2006 es la llamada "marcha de los pingüinos", surgida de los estudiantes secundarios y luego extendida a los universitarios, profesores y padres, exigiendo una educación pública, gratuita y de calidad.

Por eso también llama la atención que exista en Chile y crezca cada vez más un movimiento social con distintas aristas, entre ellas una vía piquetera, como el Movimiento de Pobladores Ukamau, que lucha por construir el primer Proyecto de Vivienda Social La Maestranza, en el barrio San Eugenio, una zona pobre de Santiago, pero muy apetecida por los desarrollistas inmobiliarios.

Hoy nos esperan los integrantes del Movimiento de Pobladores Ukamau, entre ellos Doris González Lemunao y Aland Castro.

Estamos en la Casa Ukamau, el nudo del movimiento, en el corazón de esta población que ellos les disputan de igual a igual a los desarrollistas inmobiliarios. Aquí le dicen población a lo que nosotros llamamos villa miseria, y pobladores a los villeros.

Doris me cuenta: "Vengo a Casa Ukamau desde que tengo uso de razón. El lugar comenzó a funcionar como centro cultural en la población Los Nogales en 1987. Uno de los fundadores fue Antonio González, frentista y tío mío, ya fallecido".

Ella asistía al taller de folklore. Pero en 1990, luego de la muerte de su tío por un enfrentamiento con carabineros, la familia comenzó a tomar resguardos y a tener miedo. Su tía, Myriam Lemunao, agrega: "Incluso hasta el día de hoy, cuando salen a marchar, llamamos a la Doris a cada rato para saber cómo está, si le pasó algo. Siempre existe ese miedo".

Hoy, Doris es licenciada en Trabajo Social y Aland, sociólogo. Ella es la cara visible del Movimiento Ukamau, y juntos son los responsables de haber hecho el tránsito desde la protesta social a la construcción partidaria dentro del sistema político chileno.

Fue candidata a alcaldesa de la comuna de Estación Central, y en las elecciones generales de 2017 estuvo a las puertas de entrar al Congreso como diputada por el Frente Amplio.

Dice que hubo dos viajes que le cambiaron la visión de la lucha política. Uno que hicieron con Aland en 2003 a Venezuela. "Cuando vimos ese proceso verdaderamente revolucionario y popular, volvimos con la idea fija de que debíamos hacer algo por Chile", cuenta. El otro viaje fue a Bolivia en 2015, donde pudo estar con Evo Morales y con el Papa Francisco.

Sin embargo, no descuida su objetivo principal: la construcción de casas dignas para 424 familias en el barrio San Eugenio de Estación Central.

Es un primer paso que cuesta y a su vez forma parte de otra lucha que no tiene techo: la vivienda como un derecho humano en Chile y no más un bien de consumo y un negocio inmobiliario.

Ese ya es un paso más largo y ambicioso que, además, forma parte de otra lucha aún mayor: luchar, crear, poder popular.

Para esa estrategia, Ukamau, Doris y Aland, seguirán combinando distintas tácticas: desde ir al centro de Santiago a cortar una calle, hasta aparecer en las boletas de candidatos.

 

Esa noche vamos al Café Brasil, otro reducto de la militancia de izquierda, de ayer y de hoy. Allí nos encontramos con Pedro López y con Mauricio, "el Pichu". Son dos ex militantes del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, hoy dentro del Partido Comunista en la Nueva Mayoría, la coalición política que gobernó hasta principios de 2018 con Bachelet.

El Café Brasil es un lugar acogedor, donde uno no puede sentirse extraño o extranjero. Las paredes se te vienen encima, cargadas con fotos y posters. Desde Salvador Allende hasta el Che, desde Evo hasta Chávez. Desde Víctor Jara hasta Inti Illimani.

Después de un primer brindis con un pisquito, viene un segundo y un tercero, con un buen Carmenere, la cepa tinta emblemática de Chile en los últimos años. El Carmenere es para Chile lo que es hoy el Malbec para Argentina.

De pronto llegan las empanadas y luego la comida: porotos con riendas, una especie de guiso que mezcla porotos con fideos y verduras.

La conversación va hamacándose, entre el pasado y el presente. Nos cuentan historias del Frente, de la resistencia a la dictadura de Pinochet, de la clandestinidad, y también de por qué seguir apostando a la construcción de Nueva Mayoría, dentro de la izquierda tradicional. Nueva Mayoría es la coalición de partidos que antes se llamó Concertación, y que gobernó tanto con los democratacristianos Ayllwin y Frei, como con los socialistas Lagos y Bachelet.

El Frente fue responsable del fallido atentado contra Pinochet el 7 de setiembre de 1986 en la zona del Cajón del Maipo. Pedro era uno de los responsables de logística del frustrado tiranicidio.

"Estábamos convencidos de que matando a Pinochet aceleraríamos la caída de la dictadura, y con eso ahorraríamos muchas vidas", dice serio.

En el atentado murieron cinco escoltas de la comitiva oficial, que volvía desde la casa de descanso de Pinochet, en la precordillera, hacia Santiago.

-¿Y qué fue lo que falló?

-Todo salió bien, solo que el lanzacohetes que impactó en el auto de Pinochet no explotó, porque fue lanzado desde muy cerca. Solo eso.

¿Quién sabe qué hubiera pasado si se lograba el objetivo? Lo cierto es que tres años más tarde, la dictadura convocó un referéndum para ver si la población avalaba la continuidad de Pinochet y el NO ganó por escaso margen.

Valparaíso, colgada de un balcón

Chile es muy largo pero muy angosto. Desde Santiago, en una hora podés estar en la montaña, pero en una hora también podés estar en el mar. Eso es fantástico.

Y en el mar están dos hermanitas mellizas, pero muy distintas entre sí: Viña del Mar y Valparaíso. Una turística, otra obrera. Una playera, otra portuaria. Una pulcra, otra mugrienta. Una inventada, otra auténtica. Las dos muy fiesteras, pero con distinta onda. En Viña están los boliches de moda, y más todavía si te vas para el lado de Reñaca. En Valparaíso están los tugurios, desde los lugares para tomar algo hasta los antros del punk, la salsa o el tango.

Durante muchos años veraneé en Viña del Mar o en Reñaca y tengo recuerdos maravillosos, de todo tipo, con gente maravillosa, amigos con los que fui y amigos que allá encontré. Y esos recuerdos están ahí, y muy bien conservados. Pero dejálos ahí nomás.

Hoy elijo Valparaíso. Caminar por sus callejuelas. Dejarme sorprender en cada esquina o en cada escalera. Ver la bahía desde esos balcones colgados de los cerros.

Antes me gustaba ver los atardeceres sobre el Pacífico en la playa de Reñaca, con alguien al lado o con un grupo y una guitarra.

Hoy prefiero ver los atardeceres sobre el Pacífico en un balcón de un cerro de Valparaíso.

Al día siguiente desayunamos frente al mar, algo impagable para un montañés como yo. Y apuramos la marcha porque en la Alcaldía nos espera el alcalde más joven de Chile: Jorge Sharp, que está revolucionando la política chilena.

Por varios motivos, principalmente porque pertenece al Frente Amplio, un frente de partidos de izquierda que venían siendo muy críticos de los gobiernos de la Concertación primero y de Nueva Mayoría después. En las elecciones presidenciales de 2017 en los que ganó la derecha esa fuerza quedó tercera, con 20 puntos y a solo dos de Nueva Mayoría.

Jorge Sharp tiene 32 años y viene de la militancia universitaria. Pero está revolucionando la política chilena desde sus posiciones, desde su discurso, pero sobre todo desde su gestión. Por ejemplo, oponiéndose a las corporaciones inmobiliarias que habían puesto en peligro la belleza y la identidad de Valparaíso.

Nos recibe en una biblioteca antigua del viejo edificio de la alcaldía, junto a sus colaboradores. Parecen los responsables de un centro de estudiantes, pero manejan la tercera ciudad de Chile. Y muy bien. Pero no se contentan con administrar sino que gobiernan de verdad. Y no se contentan con estar cambiando Valpo, quieren cambiar a Chile.

-¿Qué hace que no puedan estar con Nueva Mayoría?

-La verdad es que la izquierda tradicional, en alianza con la Democracia Cristiana y otros sectores del establishment, han gobernado mi país la mayor parte del tiempo desde la vuelta de la democracia. Y no ha cambiado gran cosa. Seguimos teniendo un sistema educativo basado en el lucro económico, seguimos padeciendo la estafa de las AFP (el equivalente a nuestras AFJP) y seguimos viviendo en una sociedad regida por la constitución de Pinochet. Si esa herramienta política no pudo, no supo o no quiso cambiar, debemos intentarlo con otra herramienta política, con otro tipo de construcción más sólida, más horizontal, más plural y más democrática. Eso estamos intentando.

 

Salimos de la alcaldía de Valparaíso y necesitamos un pastel de jaiva y un buen vino blanco para digerir tanta información y tantos conceptos, para reflexionar, masticar y discutir todo. Una caleta y la brisa del mar ayudan, mientras a lo lejos se mezclan los graznidos de las gaviotas con la bocina de un carguero que busca alta mar.

Enfilamos para el norte. Pasamos por Viña, cruzamos el Estero Marga y seguimos hacia Reñaca, Playa Amarilla y Concón.

Quiero ver, aunque sea de lejos, la entrada del Fuerte Aguayo, la base militar de los marines estadounidenses para instruir a los militares chilenos en la lucha contrainsurgente.

Una cosa es leerlo y otra muy distinta ver de frente la invasión del Imperio en el marco de una nueva Doctrina de la Seguridad Nacional. En los años ’50 y ’60, la excusa era el comunismo internacional. Hoy, el terrorismo y el narcotráfico. El objetivo sigue siendo el mismo: disciplinar a nuestras sociedades para aplastar cualquier atisbo de resistencia popular o de protesta social.

Luego de ver la entrada del Fuerte Aguayo en un cerro escondido bajamos nuevamente hasta la costa y estacionamos frente al club de yates. Un lugar paradisíaco.

Corroboramos la dirección y tocamos el timbre. Subimos en un ascensor externo, que parece más un funicular que un ascensor y va inclinado, siguiendo la línea del edificio que está construido en terrazas sobre la misma ladera del cerro.

Cuando entramos al departamento, atravesamos una gran biblioteca y allá lo vemos, en el balcón-terraza, sentado y apoyado contra la baranda, mirando al mar.

Es Patricio Manns, uno de los próceres de La Nueva Canción Chilena. Autor de obras emblemáticas como El cautivo de Til Til o Arriba en la Cordillera.

Mientras vemos el atardecer sobre el Pacífico, desde su balcón, nos cuenta las innumerables historias que hay detrás de sus canciones, que como él, han dado vuelta al mundo entero. Pero siempre vuelven a este balcón de Concón.

La tumba de la tiranía

Ahora estamos de nuevo en Santiago. Pasamos por el barrio de Ñuñoa a buscar a Jorge Baradit, joven, mediático y brillante historiador chileno, que desde hace unos años está pateando el tablero de la historia oficial, tan arraigada en Chile como en Argentina, o en cualquier otro país.

"Aquí me quieren matar cuando digo que Chile fue liberado por argentinos" –cuenta Jorge mientras pasamos frente al Estadio Nacional–. "Eso es muy fuerte para la identidad nacional construida durante tanto tiempo; para el orgullo local. Hay muchas cosas que no cierran en el discurso histórico que nos cuentan, porque se sabe del cruce de la cordillera desde Mendoza por parte del Ejército de Los Andes, que era comandado por José de San Martín, pero nos siguen diciendo que el libertador es Bernardo O’Higgins".

Jorge es autor del libro La Historia Secreta de Chile, y conductor del ciclo de televisión del mismo nombre, una especie de Felipe Pigna del otro lado de la cordillera, para que se entienda. Se emociona cuando escucha las respuestas de por qué un grupo de argentinos se preocupan tanto por la historia de Chile.

Llegamos a Maipú, en el sur de Santiago, donde se libró la última batalla que selló la independencia del Cono Sur, el 5 de abril de 1818. La tumba de la tiranía, como la llamó San Martín. Sobreviven las ruinas de un viejo convento de aquella época y el Templo Votivo, la basílica más grande de Chile, construida por orden de O’Higgins y en votos a la Virgen del Carmen, que había sido designada por San Martín patrona del Ejército de Los Andes.

Es muy conmovedor estar en este lugar, tan importante para nuestra historia, sentir la viva energía que nos transmite, pensar cómo fue y qué pasó aquella vez.

-¿Cómo se dieron los hechos ese día, Jorge?

-Bueno, recordemos que los patriotas habían vencido a los realistas en Chacabuco, el 12 de febrero de 1817, justo luego de terminar el cruce. Un año después, el 12 de febrero de 1818, se juró la independencia. El Ejército de Los Andes es sorprendido en el llamado desastre de Cancha Rayada, en las afueras de Talca, el 19 de marzo.

Después de eso, los realistas utilizaron algo muy común hoy: la guerra psicológica, usando la mentira como arma, hoy les llamamos fake news. Hicieron correr los rumores de que O’Higgins había muerto y que San Martín había huido cobardemente hacia Argentina. Fue entonces que Manuel Rodríguez ("el Guerrillero de la Libertad"), asumió temporalmente el poder en Santiago, convocó al pueblo y pronunció su famosa frase: "Ciudadanos, aún tenemos Patria". Con esa actitud, logró calmar las ansiedades y llevar un poco de orden. Luego llegaron los jefes patriotas y todo se calmó, pero los realistas avanzaban hacia Santiago a paso firme.

Dos semanas después, a principios de abril, se preanunciaba el choque definitivo. Era como la final del Campeonato del Mundo, a todo o nada. Si ganaban los patriotas, se garantizaba la independencia de Chile, pero también de Argentina. Si ganaban los realistas, todo volvería atrás. Y eso lo sabían ambos bandos, imaginémonos los nervios, el miedo, el estrés de esos hombres.

-¿Luego del triunfo patriota se produjo aquí el famosoabrazo de San Martín y O’Higgins que está en todos loscuadros?

-Sí, claro. Pero hay que decir la verdad, O’Higgins llegó para el abrazo, cuando la batalla ya estaba ganada por San Martín. Es que él había sido herido en un brazo en Cancha Rayada, y por eso se presentó en el campo de batalla de Maipú con el brazo vendado, pero prácticamente no participó.

Luego dejamos a Jorge nuevamente en su casa y seguimos ahora hacia el norte, unos 40 kilómetros, hasta la cuesta de Chacabuco, ya casi en la precordillera, para sentir la misma energía que en Maipú.

Estas fueron las dos batallas más importantes que libró San Martín en su campaña para liberar tres países: Argentina, Chile y Perú. De hecho, en el Perú prácticamente no tuvo que pelear, le bastó con su estrategia que mezclaba la presión y la paciencia. Y en lo que hoy es Argentina, solo libró una batalla que en términos militares es menor, la de San Lorenzo.

Las más importantes, tanto militar como políticamente, fueron Chacabuco y Maipú.

Corre un viento permanente que se arremolina en la quebrada y mirando a los cerros circundantes podemos incluso ver el vivac de San Martín.

Ahí está el general la noche previa a la batalla, jugándose un partido de ajedrez con el sargento blanco, que es un esclavo negro.

San Martín se toma una grapa. Está por mover un alfil pero desiste. Levanta la mirada y pregunta:

-Dígame sargento, ¿por qué estamos peleando?

-Por la libertad, mi general.

-¿Por la libertad de quién Sargento???

Silencio. El sargento no contesta. No sabe qué contestar. Y San Martín, enojado, golpea la mesa y le dice: "Que le quede claro sargento, y dígaselo a sus hombres, cuando conquistemos la libertad de la Patria, también tendrán su libertad todos los esclavos".

Cuánta conciencia, cuánto amor…

Y pensar que a más de 200 años, otros negros, negros simbólicos, seguimos luchando contra diferentes tipos de esclavitud…

Wall Mapu

La Feria del Libro de Santiago es una de las más importantes de Latinoamérica. Se hace en el Centro Cultural Estación Mapocho, a orillas del río, cerca del Mercado Central. Allí nos espera Fernando Pairican, historiador mapuche.

Fernando debe sobrepasar apenas los 30 años, es parte de la Comunidad Historia Mapuche, y su libro Malón es el más conocido. Allí cuenta la rebelión del pueblo mapuche entre 1990 y 2013. Pero por supuesto, para llegar a analizar la actualidad del conflicto, él detalla previamente la invasión de su territorio, tanto en la colonia como, y especialmente, en la época en que el Estado chileno masacró, invadió y ocupó el territorio a fines del siglo 19, contemporáneamente a que el Estado argentino lo hiciera también del otro lado de la cordillera.

"El Capitalismo se funda utilizando la violencia hacia los pueblos originarios. Nosotros lo hemos denominado como el inicio del colonialismo. Son un conjunto de políticas con el objetivo de subordinar al pueblo mapuche e incorporarlo al Estado chileno", cuenta.

-Pero eso continúa…

-Hay sectores de la Elite que siguen pensando en la opresión, en la dominación y potencialmente son violadores de Derechos Humanos.

-¿Cuál es el principal reclamo hoy del pueblomapuche?

-La autonomía de los territorios y en definitiva, la autodeterminación.

-Eso suena a independencia, algo que pone los pelosde punta tanto en Chile como en Argentina…

-Aquí es que no aceptan esa demanda porque coloca en jaque aspectos cruciales del Estado Chileno, como es el modelo extractivista y como es el centralismo. Hay una elite económica, sobretodo en la Araucanía, donde el mundo ideal es el mundo del latifundio, donde ellos mandaban y el mapuche era la servidumbre, eran sus nanas, sus jardineros, sus inquilinos. No aceptan que hay un cambio cultural, histórico y político hoy día en el pueblo mapuche, en el cual sencillamente no queremos seguir viendo que nuestras mamás, nuestras abuelas sigan siendo sus nanas, no queremos. Queremos independencia económica, social y política, no queremos desprecio, queremos ser un pueblo soberano.

-Pero eso parece algo muy lejano e improbable…

-Sí, sabemos que el Estado chileno no nos va a dar esos derechos fundamentales, entonces tenemos que conquistarlos, la autodeterminación es una conquista histórica, no va a ser otorgada por el Estado chileno. El Estado chileno puede abrir espacios de autonomía, que un poco está fundamentado en el Convenio 169 de la OIT o la Declaración de los Pueblos Originarios, pero la conquista de la autodeterminación, es una conquista que nuestro pueblo va a llevar adelante.

-Pero la reacción del Estado, tanto en Chile como enArgentina, es cada vez más violenta…

-En Chile tenemos una Ley de Seguridad Interior del Estado que persigue a los actores políticos mapuches por asociación ilícita terrorista. Significa que un vocero político de las comunidades en conflicto no puede dar una conferencia, ya que a ello lo podrían calificar como delito. Tomar una estrategia creada durante la Guerra Fría para perseguir a los actores políticos que piensen distinto al discurso oficial, me parece que atenta contra la democracia y contra la libertad. Y nuestra lucha es por democracia y por derechos.

 

Unos 15 años atrás, en 2005, había recorrido Gulumapu, que es la tierra del oeste, como llaman los mapuches a su territorio bajo soberanía chilena.

Del otro lado de la cordillera está Puelmapu, es decir, la tierra del este, bajo soberanía argentina.

Así, los guluches serían los mapuches del "lado chileno" y los puelches del "lado argentino".

Todo es parte de Wall Mapu: la tierra. Y mapuche, significa gente de la tierra, porque mapu es tierra y che es gente, en su idioma mapudungun.

Pero también están:

Chartiches: hombres de las salinas grandes

Pehuenches: hombres de las zonas altas, donde hay pehuenes, como vimos al principio de este capítulo, cuando contamos sobre el paso de Pino Hachado.

Lafquenches: hombres del agua.