El grito armenio - Mariano Gustavo Saravia - E-Book

El grito armenio E-Book

Mariano Gustavo Saravia

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Este libro recopila los resultados de una sólida investigación sobre el genocidio de más de un millón y medio de armenias y armenios a manos del ejército turco entre 1915 y 1923. Mariano Saravia explica con claridad los antecedentes y desencadenantes de ese primer genocidio del siglo XX. Recupera documentos gubernamentales, crónicas de la época y testimonios de sobrevivientes que despejan toda duda sobre la magnitud de lo sucedido, sobre las responsabilidades alrededor del crimen y de su encubrimiento posterior. También se preocupa por reconstruir la historia de aquel pueblo, sus costumbres y sueños que siguieron en pie pese al intento de exterminio –y cuenta cómo aún hoy los descendientes de las víctimas luchan para que se lo reconozca como tal–. Editado en 2007, El grito armenio tuvo un prólogo altamente elogioso de Osvaldo Bayer y fue traducido a varios idiomas.

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Seitenzahl: 453

Veröffentlichungsjahr: 2022

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Mariano Gustavo Saravia

El grito armenio

Crónica de un genocidio y de la lucha por su reconocimiento

Saga

El grito armenio

 

Copyright © 2007, 2022 Mariano Saravia and SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726975628

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

Agradecimientos:

Al Consejo Nacional Armenio de Sudamérica, sin cuyo apoyo este libro no hubiera sido posible.

 

A las comunidades armenias de Córdoba y Buenos Aires.

 

Al Ing. Eduardo Torosian, quien fue el motor y la gasolina.

 

A Arturo Ohannesian, Pedro Mouratian, Eduardo Kozanlian, Kevork Dolmadjian y Martín Simonian.

 

A Gyro Manoian, que me organizó todo en Armenia; a Hovik Virabyan que más que traductor y asistente, fue un compañero de viaje por Karabagh, Djavajk y la Armenia usurpada.

 

A Lena Avakian, que me enseñó algunas palabras en armenio, y a Agustín y Martín Analian, que me ayudaron en el tipeo de documentos históricos.

“Sin miramientos hacia las mujeres, niños e inválidos, por trágicos que sean los medios de traslado, se debe poner fin a sus existencias”, Talaat Pashá, ministro de Interior del Imperio Otomano. 15 de mayo de 1915.

 

“El comité, esperanzado hacia el futuro, ha decidido aniquilar a todos los armenios que viven en Turquía, sin permitir que siquiera uno permanezca vivo, y para esta finalidad, ha conferido al gobierno la más amplia autoridad”. Telegrama de Talaat Pashá a Djemal Bey, delegado del Partido Unión y Progreso en Adaná (Imperio Otomano). 28 de febrero de 1915.

 

“El gobierno dará las instrucciones necesarias a los gobernadores de provincias y a los comandantes del Ejército para las disposiciones relacionadas con la matanza”. Idem anterior.

 

“Nos es difícil, para hacer excepciones entre los dos millones de armenios, discernir entre inocentes y culpables, suprimiéndolos a todos estamos seguros de alcanzar a los culpables”. Enver Pashá, ministro de Guerra del Imperio Otomano.

 

“No permitiré que quede aquí ni el olor de los armenios, vayan a los desiertos de Arabia y funden allí su Armenia”. Gobernador de Cesárea. Artículo del diario Balkanian Mamul, de Ruschuk, Rumania.

Pese al tiempo, la verdad siempre triunfa

por Osvaldo Bayer

 

Un trabajo inmenso y profundo. Es como la prueba definitiva de lo que fue el Genocidio Armenio en manos, no ya sólo del gobierno, sino también del pueblo turco. En ese crimen más que cobarde estuvieron todos: los gobernantes turcos, sus organizaciones civiles y religiosas, el ejército, la policía, pero también el propio pueblo turco que, o vio con placer la matanza de seres humanos o ayudó al crimen. Más todavía, se quedó con las pertenencias de las víctimas.

En este trabajo profundo y científico se traen todas las pruebas históricas: los documentos oficiales, las crónicas periodísticas turcas, armenias, estadounidenses, alemanas, italianas y de todos los países que se hicieron eco de los crímenes. También, la opinión de grandes pensadores, políticos, intelectuales y religiosos que vivieron esa época. Amén de la secuencia de todas las discusiones habidas posteriormente, principalmente en cuerpos colegiados internacionales y nacionales.

Nadie ya puede decir que no sabía o que le faltan pruebas. Es que aquí se concentra la investigación de los diversos sectores de los derechos humanos como también el trabajo increíble que a través de los años se tomaron, como misión insoslayable, las comunidades armenias de todo el mundo. No olvidaron a sus mayores. No olvidaron jamás lo que el pueblo turco llevó a cabo contra miles de seres desarmados y sorprendidos por la avidez y la crueldad indescriptible del país turco.

Desde las primeras páginas, la historia del pueblo armenio. Increíble su vocación de libertad y de independencia dentro de un mundo cerrado de religiones y pueblos e idiomas distintos. Sin olvidar sus propios defectos y sus errores. Paso a paso, hasta que entre 1894 y 1896 se producen las matanzas de trescientos mil armenios por orden del llamado Sultán Rojo, ya un genocidio en sí hasta llegar a aquel 1909 con los crímenes de treinta mil armenios en Adaná, Cilicia. Hasta que llegará la primera guerra mundial, los cambios en Turquía, y el anunciado y bestial genocidio. Son increíbles los discursos y documentos dejados a la posteridad por los gobernantes turcos: “esta vez el procedimiento debe ser el aniquilamiento total”, dirá, por ejemplo, el turco Nazim Feehti. En las páginas de este libro se van sumando una a una declaraciones del mismo tenor de los ejecutivos turcos, lo dicen con todas las letras, ni siquiera tratan de disimular sus crímenes, matar como programa nacional. Asesinar pensando en el futuro. Matar hasta en el vientre de las madres armenias, como lo dirá el máximo asesino, el ministro del Interior Talaat Pasha.

Los testimonios de los sobrevivientes nos llevan al más profundo dolor y al deseo de justicia. Y hay una frase fundamental del autor en el texto. Señala: “Hubo coincidencias en el Genocidio Armenio y el Holocausto Judío. Por empezar, los dos planes se ejecutaron durante las dos guerras mundiales, en las cuales, ambos estados genocidas eran aliados entre sí”. Y por eso nace la pregunta: ¿Por qué entonces siempre se informó y se repudió el Holocausto judío pero, en cambio, se trató de silenciar los padecimientos mortales sufridos por el pueblo armenio? En este libro se explica paso a paso ese silencio, especialmente por parte de Estados Unidos. Y eso que el comandante general James Harbord, estadounidense, había comunicado a su país que lo que habían cometido los turcos con los armenios “era el crimen más colosal de todos los tiempos”. Y a pesar también que el “New York Times” describirá así el genocidio, el 14 de diciembre de 1914: “Son ahorcados en calles y plazas, sin ser juzgados. Sus cadáveres quedan semanas colgando de las columnas de alumbrado. Los turcos, al pasar, escupen sobre los cuerpos y obligan a los cristianos a hacer lo mismo”.

¿Y qué hicimos en la Argentina? Todo está escrito aquí. Pero debemos resaltar en esta introducción la actitud mezquina y negativa de Carlos Saúl Menem, quien vetó el proyecto de declaración votado por unanimidad por Diputados y el Senado, por el cual se declaraba el 24 de abril –día del Genocidio Armenio– como “Día de lucha y repudio contra la discriminación del hombre por el hombre”. Pero Menem vetó la ley sancionada diciendo que había que buscar una fecha que “comprenda a la humanidad toda”. Pretexto. El veto también fue firmado por Eduardo Bauzá, secretario de la Presidencia, y el canciller Guido Di Tella. Nombres para no olvidar

Hasta que llegó el 11 de enero del 2007, en que el presidente Néstor Kirchner promulgaba la ley 26.199 –previa aprobación por el Congreso– por el cual se reconoce el genocidio cometido por los turcos contra el pueblo armenio.

Es que la Historia, tarde o temprano, reivindica la Verdad y la Ética, y proclama con toda las pruebas, que los asesinos quedarán para siempre como asesinos, y sus víctimas serán reivindicadas. Y este libro justamente lo logra en todos sus aspectos. Prueba el genocidio, con nombres y apellidos. Con traiciones y grandezas.

Capítulo uno

A falta de justicia...

El 28 de enero de 1973, Kourken Yanikian, de 75 años, paseaba frente a la plácida bahía de Santa Bárbara, California. Disfrutaba de sus últimos años con un muy buen nivel de vida y nadie habría desconfiado de ese anciano de aspecto frágil, tanquilo y bondadoso.

Sin embargo, Kourken Yanikian se acercó por atrás, sigilosamente sacó su arma y ejecutó al cónsul general de Turquía en Los Ángeles, Mehmet Baydar, y a su asistente Bahadir Demir, quienes también paseaban tranquilamente y discutían asuntos de sus funciones diplomáticas.

Yanikian lo tenía todo pensado y planificado, hasta el último detalle. Y no sólo la operación de ajusticiamiento, sino también la propia decisión y la que sería luego su reacción. No era en ningún sentido un arrebato de furia juvenil de un hombre llegando al final de su vida, sino un mensaje que estaba dando a todos los armenios del mundo, en el sentido de que ninguno podría vivir tranquilo después de lo que su pueblo había sufrido, y otro mensaje al mundo: que inevitablemente, cuando no hay justicia hay venganza.

Quizá también este hecho haya sido en realidad un sacrificio voluntario y hasta un martirio, sabiendo que inevitablemente sería aprehendido y llevado ante los tribunales. Tal vez estaba entregando su propio bienestar, su tranquilidad y hasta su libertad a cambio de poner nuevamente la cuestión armenia en la consideración de un mundo que había hecho todo por olvidarla en los últimos 60 años.

Por último, Yanikian estaba dejando una posta a las siguientes generaciones, contradiciendo a todos aquellos politólogos y sociólogos que desde sus castillos teóricos predecían que a medida que fueran muriendo los sobrevivientes del Genocidio Armenio, el problema iba a ir desapareciendo porque los hijos y nietos de aquellos no habían vivido el horror y se irían asimilando a sus lugares de acogida en la diáspora.

Nada de eso pasó. Muy por el contrario, en la actualidad es sorprendente la constancia y militancia de los descendientes que en cualquier lugar del mundo siguen luchando como el primer día por el reconocimiento del Genocidio Armenio.

El Tribunal Supremo de California, en el juicio a Yanikian, declaró que “probablemente no era peligroso para nadie salvo para personas de origen turco”.

Pero la del viejito Kourken Yanikian no es la primera ni la última de ajusticiamiento de diplomáticos turcos. Con la asunción de Kemal Atatürk (1919), hubo un juicio y condena a los responsables del gobierno genocida de los Jóvenes Turcos (Talaat Pashá, Djemal Pashá y Enver Pashá). Pero pronto esa condena quedó en la nada y los principales responsables de la tragedia se escaparon sin ningún problema para instalarse plácidamente en distintas ciudades de Europa. Por eso, la modalidad de justicia por mano propia no empezó en los ‘70, sino mucho antes.

El 14 de marzo de 1921, Talaat Pashá, viejo y gordo, caminaba lentamente apoyándose en su bastón por el barrio Charlottemburg, del sur de Berlín. Soghomón Tehlirian, un joven de 24 años, se le acercó por atrás y le disparó mientras gritaba: “¡Esto es para vengar la muerte de mi familia!”.

Cuando Tehlirian gritó “mi familia”, quizá estaba queriendo decir “mi pueblo”, “mi gente”, “mi nación”, y tantos otros “mi”.

Para ese entonces, la Federación Revolucionaria Armenia había dictado sentencia para los responsables turcos del exterminio de los armenios.

Luego de la ejecución de Talaat Pashá, Soghomon Tehlerian fue juzgado por la Justicia alemana bajo el cargo de asesinato. Primero fue condenado en instancias inferiores, pero al apelarse el caso, finalmente la Corte de Berlín lo declaró “inocente por homicidio justificado”.

En ese momento, Rafael Lemkin –un judío polaco nacido en Varsovia– tenía 21 años y era estudiante de Derecho en la universidad. Cuando se enteró del caso, Lemkin le preguntó a su profesor por qué se había arrestado a Tehlerian por asesinar a un hombre, y en cambio no se había arrestado antes a Talaat por la masacre de millones de armenios.

Dicen que el profesor le contestó así: “Piensa en un granjero que tiene un gallinero. Si mata a las gallinas, eso es asunto de él. Si tú te metes, invades su propiedad”.

La diferencia que en ese momento no veía el profesor, es que los armenios no eran gallinas sino seres humanos, y que tampoco eran propiedad de Talaat sino ciudadanos del Imperio Otomano gobernado por él y por el resto de los Jóvenes Turcos.

El principio de soberanía que impedía juzgar estos crímenes contra la humanidad es el mismo que alegaron Chile y Gran Bretaña para impedir que Pinochet fuera extraditado a España para ser juzgado por Baltasar Garzón. Eso ya era inaceptable para Lemkin en 1921 y se abocó entonces a estudiar las barbaries de los Jóvenes Turcos y, más adelante, las de Adolf Hitler.

En cuanto a su profesor, Lemkin cerró la discusión diciéndole: “¿Es un crimen que Tehlirian mate a un hombre pero no que su opresor mate a más de un millón? Es totalmente contradictorio”.

Actualmente, Tehlirian está enterrado en Fresno, California, y es considerado un héroe por el pueblo armenio.

Ajusticiamiento (Operación Némesis)

Además de este ajusticiamiento, muchos otros armenios cumplieron la misión de hacer justicia por mano propia contra los resposables del genocidio. A principios de los años ‘20, y a la vista de la impunidad de que gozaban los principales responsables turcos, la Federación Revolucionaria Armenia encaró la Operación Némesis. A falta de justicia, se apeló al ajusticiamiento de mano de militantes tashnags:

*** En la primavera del 1920, Khan Khoyski, primer ministro y ministro de Asuntos Exteriores de Azerbaijan, fue ejecutado en Tiflis (Georgia) por Aram Yerganian y Misak Garabedian. Khan Khoyski, y a su ministro de Interior Jivanshir eran los resposables de la masacre de armenios en Baku (Azerbaijan). *** El 19 de julio de 1921, Misak Torlakian ejecutó a Jivanshir Khan en Constantinopla (hoy Estambul). Misak Torlakian fue detenido y juzgado en Roma, y declarado inocente. *** El 6 de diciembre del mismo año Arshavir Shirakian mató en Roma a Said Halim Pasha, primer ministro que había supervisado y llevado a cabo numerosas deportaciones y masacres de armenios. *** El 17 de abril de 1922, el mismo Arshavir Shirakian y Aram Yerganian ejecutaron a Behaeddin Shakir y Jemal Azmi en Berlín. Ambos eran los líderes de la Organización Especial, una brigada extremista turca que había llevado a cabo masacres bajo la orden del Gobierno de los Jóvenes Turcos. *** Tres meses después, Stephan Dzaghigian mató a Djemal Pashá, ministro de Obras Públicas y segundo miembro más importane del Triunvirato Ittihadista (Partido de los Jóvenes Turcos). En ese momento Djemal Pashá estaba en Tiflis, capital de Georgia. *** Stephan Dzaghigian estaba en Tiflis con Petros Der-Boghosian y Artashes Kevorkian. Estos dos últimos ajusticiaron también al tercer líder del partido de los Jóvenes Turcos, Enver Pashá, ministro de Guerra.

Pero después de esos ajusticiamientos de los responsables del primer genocidio del siglo 20, el tema volvió a su manto de olvido al cual parecía haberlo relegado el mundo occidental.

Esa actitud abierta y encubiertamente cómplice permitió a Adolf Hitler decir el 1° de setiembre de 1939 a sus oficiales, antes de invadir Polonia: “No se preocupen por lo que pueda pasar porque, ¿quién recuerda hoy la matanza de los armenios?”.

Yerganian, el justiciero que descansa en Córdoba

Aram Yerganian nació en Garín (Erzerum), Armenia Occidental, el 20 de mayo de 1900. Fue el tercer hijo de Sarkís Yerganian y Mariam Sogoian. En 1915 logró sobrevivir al genocidio, y buscó refugio en las montañas del Cáucaso.

A fines de 1917, cuando el Ejército Ruso abandonó el frente luego de la revolución bolchevique, jóvenes voluntarios se tuvieron que encargar de la defensa de las provincias occidentales. Uno de los primeros en enrolarlse como voluntario fue Aram Yerganian, que a pesar de su corta edad marchó al frente de batalla.

A principios de 1918, Aram ya era jefe de una guarnición en la ruta de Mamajatún a Garín. Estaba encargado de proteger el material bélico abandonado por los rusos. Bravo, audaz y temerario, su fama cundió rápidamente entre sus superiores.

Pronto comenzó la gran retirada y las ciudades armenias de Erzingá, Mamajatún y Papert fueron cayendo sucesivamente. Le había llegado el turno a Garín y Aram luchó por cuidar las posiciones armenias. Después del repliegue, fue incorporado al regimiento de voluntarios comandado por el general Tro e intervino en la heroica batalla de Pash-Abarán, una de las tres que cimentaron la independencia de la república. Participó como oficial de comando en el cuerpo mecanizado del destacamento de caballería de Zemliak, y figuró siempre en la primera línea de combate.

Después de la independencia, Aram fue incorporado al grupo de misiones especiales de la Federación Revolucionaria Armenia (FRA), que concretó la Operación Némesis, que consistió en ajusticiar a los responsables turcos que perpetraron el genocidio de 1915.

Luego de la sovietización de Armenia, viajó a Tiflis, donde se le encargó la misión de ejecutar a Khan Khoyski (Jan Juisky), ex primer ministro de Azerbaijan y responsable del asesinato de más de 30 mil armenios. Luego de cumplir exitosamente con su tarea junto a su amigo Misak Garabedian, Aram se trasladó a Constantinopla, Viena y posteriormente a Berlín, donde llegó con la finalidad de eliminar al genocida turco Behaeddín Shakir.

Un día después de Pascua, justo siete años después de que el Estado turco comenzará el genocidio, el 17 de abril de 1922, Behaeddín Shakir y Djemal Azmí, dos responsables de la Organización Especial, caían víctimas de las balas certeras de Aram Yerganian y Arshavir. Los dos pudieron salir de Alemania sin ser apresados. Aram se dirigió a Austria y luego pasó a Rumania, donde se encontró con Misak Torlakian, y en la ciudad de Constanza compraron una granja. Ocho meses después Aram viajó a Bucarest y de allí, en 1927, a Buenos Aires.

Ya instalado en la Argentina, en 1931 contrajo matrimonio con Zabel Paraguian, y tuvieron una hija. Pero él ya tenía encima los tempranos síntomas de la tuberculosis que lo obligaron a trasladarse a Córdoba, donde el clima era más seco y favorable. Durante los dos años y medio que permaneció internado en el hospital Tránsito Cáceres de Allende, fue visitado a diario por representantes de la FRA y otros armenios.

Aram era optimista y se interesaba siempre por las actividades de sus compañeros. Sus últimos meses de vida fueron una demostración de fe que inspiró confianza a los que se le acercaron a su lecho de enfermo. Y así, con la paz que no había conocido en vida, el 2 de agosto de 1934 murió y se constituyó en un símbolo de valor y sacrificio para las nuevas generaciones armenias y para toda la humanidad. Sus restos descansan hoy en la sede del Club Antranik, de la Asociación Cultural Armenia de Córdoba.

Después de 50 años

Después de la ejecución de Enver Pashá, pasaron 50 años hasta que Kourken Yanikian, aquel viejito de Santa Bárbara, retomara la tarea de buscar con sus armas la justicia negada y llamar la atención del mundo a su manera.

A partir de 1975 se conformaron tres organizaciones armadas: los Comandos Justicieros del Genocidio Armenio, el Ejército Secreto Armenio para la liberación de Armenia (Asala) y el Ejército Revolucionario Armenio (ERA), cuyas acciones armadas tuvieron gran repercusión mediática en todo el mundo.

Su lucha estaba destinada a que Turquía reconociera y pidiera perdón por aquel exterminio, y devolviera los territorios históricos de Armenia Occidental, que hasta el día de hoy siguen integrados en la República de Turquía.

Los blancos de sus ataques eran principalmente los intereses turcos en todo el mundo: embajadas, consulados, empresas turcas y sus socios, entre otros objetivos bien definidos.

*** 22 de octubre de 1975. Es ejecutado el embajador turco en Viena (Austria) Danis Tunaligil. *** 24 de octubre de 1975. Son ejecutados el embajador turco en Paris (Francia) Ismail Erez y su ayudante Talip Yener. *** 16 de febrero de 1976. Es ejecutado el primer secretario de la embajada turca en Beirut (Líbano) Oktay Cerit. *** 28 de mayo de 1976. La oficina diplomática de Turquía en Zúrich (Suiza) es destruida con un atentado.El armenio Noubar Soufoyan fue detenido y condenado a 15 años de prisión. *** 29 de mayo de 1977. Atentado en el Aeropuerto Yesilkoy de Estambul, mueren 4 personas y una treinena de heridos. *** 9 de junio de 1977. Es ejecutado el embajador turco en el Vaticano Taha Carim. *** 3 de enero de 1978. Destruida la embajada de Turquía en Bruselas (Bélgica). *** 2 de junio de 1978. La mujer del embajador de Turquía en España, Necla Kunaralp, y el ex-embajador Becir Balcioglu son ejecutados. *** 8 de julio de 1978. Destruida la oficina diplomática de Turquía en París (Francia). *** 6 de agosto de 1978. Es destruido el Consulado General de Turquía en Ginebra (Suiza). *** 17 de diciembre de 1978. Atentado en la oficina de las Aerolíneas Turcas en Ginebra (Suiza). *** 22 de agosto de 1979. El asistente del cónsul turco en Ginebra es ejecutado junto a otras tres personas. *** 27 de agosto de 1979. La oficina de las Aerolíneas Turcas en Frankfurt (Alemania) es destruida. *** 4 de octubre de 1979. La oficina de las Aerolíneas Turcas en Copenhague (Dinamarca) es destruida. *** 12 de octubre de 1979. Ozdemir Benler,hijo del embajador turco en Amsterdam, Ahmet Benler, es ejecutado en La Haya (Holanda). *** 22 de diciembre de 1979. El consejero de turismo de la embajada turca en París,Yilmaz Copan, es ejecutado. *** 10 de enero de 1980. Atentado en la oficina de las Aerolíneas Turcas en Teheran (Irán). *** 6 de febrero de 1980. El embajador turco Dogan Turkmen es gravemente herido en un atentado en Berna (Suiza). *** 10 de marzo de 1980. Atentado en la oficina de las Aerolíneas Turcas en Roma, mueren 4 ciudadanos italianos. *** 17 de abril de 1980. El embajador turco en el Vaticano Vecdi Turel y su guardaespaldas son gravemente heridos en un atentado. *** 19 de abril de 1980. Atentado en el Consulado turco en Marsella (Francia). *** 31 de Junio de 1980. Son ejecutados el empleado administrativo turco Galip Ozmen y su hija Neslihan Ozmen. *** 5 de agosto de 1980. El Consulado Turco en Lyon (Francia) es destruido y mueren 4 funcionarios turcos: Kadir Atligan, Ramazan Sefer, Kavas Bozdag y Husein Toprak. *** 26 de septiembre de 1980. Un periodista turco en París, Selcuk Bakkalbasi es gravemente herido en un atentado. *** 10 de noviembre de 1980. El Consulado Turco en Estrasburgo (Francia) es objetivo de un atentado. *** 17 de diciembre de 1980. Son ejecutados el embajador turco en Sidney (Australia), Sarik Arkyan, y su guardaespaldas, Engin Saver. *** 13 de enero de 1981. Bomba en el coche del Consejero de Finanzas Ahmet Erbeyli en la Embajada Turca de París, quien sobrevivió. *** 4 de marzo de 1981. Son ejecutados el Consejero Administrativo de la Embajada Turca en París, Resat Morali y el imán Tecelli. *** 3 de abril de 1981. Es tiroteado el consejero admninistrativo de la Embajada Turca en Copenhague (Dinamarca), Cavit Demir, quien sobrevivió con heridas graves. *** 9 de junio de 1981. Es ejecutado el Secretario de la Embajada Turca en Ginebra (Suiza) Mehmet S. Yerguz. *** 24 de septiembre de 1981. Asaltan el Consulado General de Turquía en Ginebra, ejecutan al policía turco Cemal Ozen. *** 3 de octubre de 1981. El segundo Secretario de la Embajada Turca en Roma (Italia) es gravemente herido. *** 28 de enero de 1982. Los armenios Harry Sasunyan y Kirkor Saliba ejecutan al Cónsul General turco Kemal Alikan en Los Ángeles (EEUU). *** 8 de abril de 1981. El Consejero de Asuntos Comerciales de la Embajada Turca en Ottawa (Canadá), Kemalttin Kani Gungor, es herido gravemente por arma blanca. *** 5 de mayo de 1982. El Cónsul honorario turco en Boston (EEUU) Okan Gunduz es ejecutado. *** 7 de junio de 1982. Erkut Akbay, agregado administrativo de la Embajada Turca en Lisboa (Portugal), es ejecutado. Su esposa murió por la gravedad de sus heridas el 8 de enero de 1983. El mismo día también son atacados Atilla Altikat, agregado militar en Ottawa (Canadá); Bora Süelkan, agregado administrativo de la Embajada Turca en Bulgaria; Yurtsev Mihciouglu y su mujer Cahide Mihcioglu, encargado de Asuntos Exteriores de la Embajada Turca en Lisboa (Portugal); y Coskun Kirca, embajador turco en Canadá. *** 7 de agosto de 1982. Atentado en el Aeropuerto Esenboga de Ankara (Turquía), 3 policías y 9 civiles muertos. El armenio Levon Ekmekciyan es detenido 6 meses después y condenado a muerte. *** 29 de enero de 1983. El embajador turco en Belgrado (Yugoslavia) sufre un atentado. *** 12 de marzo de 1983. Asaltan la Embajada Turca en Ottawa (Canadá), muere un guardia y el embajador turco Coskun Kirca es gravemente herido. *** 15 de junio de 1983. Atentado en la oficina de las Aerolíneas Turcas en el Aeropuerto Orly de París. Mueren 8 personas y 60 resultan heridos. *** 27 de junio de 1983. Mueren 5 terroristas armenios que asaltan la Embajada Turca en Lisboa (Portugal). *** 14 de julio de 1983. Dursun Aksoy, agregado administrativo de la Embajada Turca en Bélgica, es asesinado en Bruselas. *** 27 de julio de 1983. La esposa del consejero del Consulado turco en Lisboa (Portugal) es ejecutada. *** 28 de abril de 1984. La esposa del secretario contractual del Consulado turco en Teheran (Irán), Isik Yönder, es ejecutada. *** 20 de junio de 1984. Es asesinado el agregado de Trabajo del Consulado Turco en Viena (Austria), Erdogan Özen. *** 19 de Noviembre de 1984. Es ejecutado el delegado de Asuntos Exteriores de la Embajada Turca en Viena (Austria), Evner Ergun. *** 7 de octubre de 1991. Es ejecutado el consejero de prensa de la Embajada Turca en Atenas (Grecia), Çetin Görgü. *** 11 de diciembre de 1993. Es ejecutado el consejero administrativo de la Embajada Turca en Bagdad (Irak), Çaglar Yücel. *** 4 de julio de 1994. Es ejecutado el subsecretario de la Embajada Turca en Atenas (Grecia), Haluk Sipahioglu.

“No nos dejaron otra vía que la lucha armada”

En 1984, el Consejo Mundial de Iglesias, en un documento llamado “Armenia, la interminable tragedia”, dice: “Es lamentable que la atención mundial hacia las reivindicaciones no satisfechas del pueblo armenio no hayan podido o querido hacer caso de las súplicas de una generación entera de víctimas y que, increíblemente, escuche ahora las palabras de sus hijos, que valiéndose de la violencia y el terror, causan a su vez víctimas”.

Ante el Tribunal de Justicia de Ginebra, AlecYenikomshian, uno de los pocos justicieros armenios que han sido arrestados hasta el momento, explicó las razones de sus actividades en los siguientes términos:

“Armenia Occidental, es decir, la parte de Armenia ocupada por los turcos, fue vaciada de sus habitantes autóctonos y sólo algunos cientos de miles de armenios pudieron huir de las matanzas. Una parte de ellos se refugió en Armenia Oriental –la parte de Armenia ocupada por el Imperio de los zares, que es actualmente la Armenia soviética– y el resto se dispersó a través del mundo entero, formando lo que se llama hoy la Diáspora Armenia.

El problema armenio no consiste solamente en el reconocimiento del Genocidio o la indemnización a las víctimas.

Es escencialmente un problema de derechos territoriales, es decir, del derecho del pueblo armenio a volver a su tierra natal, actualmente usurpada por Turquía, así como su derecho a la libre determinación, que puede conducir a la fundación de un Estado independiente armenio.

La razón de Estado ha prevalecido siempre sobre la justicia. Los intereses económicos y estratégicos han prevalecido siempre sobre los derechos legítimos de un pueblo. Después de 60 años de esfuerzos y de lucha pacífica, después de tantos años de humillación, el pueblo armenio se ha dado cuenta al fin de que no recibirá nada gratuitamente; se ha dado cuenta de que si quiere recuperar sus derechos legítimos tiene que pagar con su sangre. Es así como han nacido las organizaciones de lucha armenias.

Sabemos quién es nuestro enemigo y nuestra lucha está dirigida contra él. Nuestro enemigo es el Estado turco.

El problema armenio existe y hay que encontrarle una solución. Todas las vías imaginables que podrían haber conducido hacia una solución del problema han sido obstruidas, salvo la vía de la lucha armada, porque es imposible suprimir esta vía.

Si se quiere también eliminar esta vía, entonces habrá que borrar al pueblo armenio del mapa. He aquí la razón de que el pueblo armenio haya optado por la lucha armada...”.

Esta es una realidad que se repite en muchos conflictos armados, que han comenzado como reivindicaciones pacíficas de justicia, de igualdad, de seguridad, de libertades, etc. Cuando esas reivindicaciones son no sólo no escuchadas ni respondidas, sino directamente ninguneadas, esas personas que se habían organizado para una lucha pacífica, terminan pensando en otra vía. Es decir, muchas veces a los pueblos se los empuja hacia la violencia y no les queda otra opción digna que no sea la toma de las armas para no abandonar la lucha.

El Ejército Revolucionario Armenio, el Ejército Secreto Armenio para la Liberación de Armenia, al igual que los Comandos Justicieros del Genocidio Armenio, lograron en las décadas del ’70 y del ’80 que el Estado turco tuviera que pasar de su política de silencio a una de negación, lo que lo obligó a toda una elaboración teórica al respecto.

Luego, estas dos formaciones armadas desaparecieron paulatinamente en los años ’90 y el pueblo armenio continuó su lucha por la memoria, la verdad y la justicia pero con métodos pacíficos.

Ayudó a esta situación el hecho de que nuevamente los armenios tenían un Estado, algo fundamental para dar seguridad a un pueblo nación. Si los armenios hubieran tenido un Estado en 1915, quizá la humanidad se hubiera ahorrado un genocidio.

Capítulo dos

Una nación milenaria

Se cree que los armenios han estado en el Asia Menor desde hace por lo menos tres mil años y en cierta forma, junto con los caldeos, son los aborígenes de esta región. Desde entonces hasta el presente alternaron épocas en que fueron libres e independientes, con Estado propio, y otras en que vivieron dominados por otros pueblos, con mayor o menor grado de convivencia.

Históricamente, se ubicaron entre tres mares: el Mediterráneo, el Negro y el Caspio. Es la altiplanicie que actualmente ocupa la Anatolia Oriental y Transcaucasia. Para ser más simple y claro: ese territorio histórico comprende lo que hoy es todo el este de Turquía, el sur de Georgia, parte de Azerbaiján y el norte de Irán. Además, por supuesto, del territorio de la actual República de Armenia.

Esta meseta está situada estratégicamente en la ruta que une Occidente con Oriente, y durante siglos fue invadida, conquistada y colonizada por distintas tribus y pueblos, entre ellos los medos, los persas, los griegos, los romanos, los árabes, los mongoles, los turcos y los rusos. Sin embargo, los armenios siempre mantuvieron su identidad nacional.

Entre el año 1270 y el 850 a.C. existió el reino de Urartú, que se extendía entre los valles del río Arax y el lago de Van. Ya en las inscripciones de Salmanasar I, en pleno siglo XIII, aparecen las primeras referencias asirias de Urartú; sin embargo, recién en el siglo IX se configura concretamente el reino, consecuencia de la unificación política de distintas aldeas para defenderse de las rapiñas asirias. Éste es considerado por los armenios como su primer Estado histórico y hasta arriesgan algunos que el nombre Ararat es una derivación de Urartú. Su capital era la ciudad de Tushpa, hoy Van.

Ente el año 785 y el 760 a.C., gobierna el rey Aryitis, quien manda construir la fortaleza de Erepuni en el 782 a.C., que aún hoy se puede visitar en uno de los suburbios de Yerevan.

En el año 612 a.C. Armenia fue conquistada por los medos, que la gobernaron hasta el año 549 a.C., cuando fue invadida por Ciro II el Grande, el fundador del Imperio Persa, tras lo cual se convirtió en una satrapía de Persia. Los sátrapas eran una especie de virrey que gobernaba en nombre de los shas de Persia.

Esta época de Armenia fue descripta por los primeros historiadores, Heródoto y Jenofonte. Este último, en su obra La Anábasis, describió la retirada de 10 mil griegos de Armenia en el año 400 a.C. En esa obra, Jenofonte también testimonia que Armenia tenía una agricultura próspera, pero también horticultura y ganadería, y que era rica en frutas y vinos. Y describe la que podría ser la primera cerveza conocida en el mundo, hecha de una gramínea del lugar.

Más tarde, toda Persia (y por consiguiente la satrapía de Armenia) fue conquistada por el macedonio Alejandro Magno. A su muerte en 323 a.C., Armenia se independizó y permaneció independiente poco más de un siglo, hasta el 212 a.C., cuando fue invadida por Antíoco III Megas, rey de la dinastía de los seléucidas (griegos), y la dividió en dos satrapías regidas por sendos sátrapas armenios. El Estado helenístico de los seléucidas cayó en manos de los romanos en el año 190 a.C. y Artashés I se proclamó rey de la Gran Armenia.

Pero en el año 94 a.C., Tigran el Grande reunió a todas las regiones de habla armenia bajo un gobierno armenio unificado. Fue la época dorada de Armenia como Estado independiente, y su territorio se extendía desde el mar Caspio al Mar Negro y el Mediterráneo con comarcas de la actual Siria, configurando uno de los imperios más importantes de la época. Este período de independencia finalizó en el 69 a.C. con una nueva invasión de los romanos, esta vez junto a los partos. Como consecuencia de ello, Armenia se convirtió en una provincia del imperio.

Sobrevinieron entonces conflictos entre los romanos y los partos, que dominaban lo que hoy es Irán. En el año 53 d.C., Tiridates I, al mando de las tropas partas y con el apoyo local, derrocó al rey Radamisto, de origen georgiano (hijo del rey de Iberia) y protegido por el Imperio Romano. Luego de años de lucha se firmó finalmente un tratado de paz, por el cual los armenios aceptaban la supremacía de Roma, pero con un rey parto, designado por el emperador parto y reconocido por el emperador romano. En cumpliento de este pacto Tiridates I recibió en el año 66 la corona de manos de Nerón en la propia Roma. Él gobernó hasta el año 75, pero estableció la Dinastía Arsácida, que gobernó el reino de Armenia hasta el año 428.

Cuando los persas sasánidas derrocaron a los partos en el siglo III d.C., conquistaron Armenia, pero el rey arsácida Tiridates III, con la ayuda del emperador Diocleciano, liberó el país. Fue justamente Tiridates III el que cristianizó a su gente, convirtiendo al reino de Armenia en el primer Estado en adoptar el cristianismo, 20 años antes que la mismísima Roma. Esto es lo que cuenta la historia, pero los verdaderos motivos de la cristianización se entremezclan con la leyenda.

Gregorio el Iluminador

En el año 226, el príncipe Artashir, pertenceciente a la dinastía de los persas sasánidas, organiza una rebelión contra los partos, y saliendo victorioso, se proclama rey de Persia. Artashir intentaba eliminar también a la dinastía de los partos de Armenia, quienes se habían armenizado. Entonces, en el año 240 d.C. instiga a un príncipe parto-armenio de nombre Anak para conspirar contra Armenia, con la misión de asesinar al rey armenio Josrov.

Anak se involucra en la conspiración y llega al palacio del rey de Armenia y diciendo que ha escapado de las persecuciones de Artashir, pues éste ha decidido asesinar a todos los príncipes partos. El rey cree en las palabras de Anak y lo recibe con todos los honores. Sin embargo, un día de cacería, en un rincón del bosque, Anak el conspirador clava su espada en el pecho del rey de los armenios y huye.

Cuando los soldados llegan al lado del rey, éste, en su último aliento, les confiesa que su asesino es Anak. Entonces, los soldados persiguen a Anak y cuando lo encuentran, lo matan junto a toda su familia. Sin embargo, el hijo menor de Anak, de un año de vida, se salva gracias a su nodriza, quien se lo lleva fuera de las fronteras de Armenia a Cesarea de Capadocia.

Ese niño se llamaba Surén-Gregorio, y sería con el tiempo el Gran Iluminador de los armenios.

El rey Artashir de Persia, luego de la muerte de Josrov, ataca Armenia y asesina a toda la familia de Josrov, excepto a sus dos hijos: un varón de nombre Tirídates y una mujer de nombre Josrovidujt, que son salvados por unos príncipes armenios y llevados a Roma.

En Cesarea, Gregorio recibe una educación cristiana, mientras que en Roma, Tirídates recibe una formación militar, destacándose por su valentía. Roma quería arrebatar Armenia de manos de los persas, y por ese motivo se organiza un plan para que Tirídates ocupe el trono de su padre.

En el año 287 Tirídates, junto con una legión de soldados romanos, invade Armenia. Dentro de su ejército participó también Gregorio, que colaboró como su secretario personal. El destino había querido reunir al hijo del rey Josrov con el hijo del matador del rey, Anak.

En la campaña, Tirídates comenzó a demostrar su valor y la organización romana para la guerra, y ganó una batalla tras otra. Cuando llegaron a Erzincan, allí donde se encontraba el templo pagano de la diosa Anahit, Tirídates quiso rezar y agradecer a la diosa. Mandó preparar hermosas ofrendas florales y ordenó a su secretario personal, Gregorio, que él personalmente realizara la ofrenda. Gregorio entonces se negó, explicando que él era cristiano y no podía adorar a diosos paganos, sino que solamente adoraba al verdadero Dios que era Jesucristo.

Tirídates, sorprendido de la respuesta de Gregorio, trató de convencerlo de buenas maneras, y al persistir Gregorio en sus creencias cristianas, se irritó y lo sometió a terribles torturas.

El temple de Gregorio para soportar los tormentos llamó la atención a los príncipes; uno de ellos, llamado Tadjat, que anteriormente había vivido en Cesarea, comenzó a sospechar y finalmente confirma quién es Gregorio y se lo comunica al rey: “Este hombre Gregorio es el hijo de Anak, quien mató a tu padre”.

El enojo de Tirídates ya no tenía límites, y entonces ordena redoblar las torturas y crueldades hacia Gregorio, y lo arroja a la mazmorra de las serpientes en la ciudad de Artashat. Estas mazmorras eran muy profundas y había todo tipo de alimañas, insectos venenosos y serpientes. Los que eran arrojados allí morían con brutales padecimientos y ni siquiera se rescataba sus cuerpos. Pero según la leyenda, Gregorio sobrevivió dentro de la mazmorra por gracia de Dios, porque todos los días, una mujer cristiana le tiraba desde arriba un trozo de pan.

Hoy, sobre esa mazmorra se encuentra el monasterio medieval de Jor Virab, que se puede visitar. Bajar los 15 metros hasta el pozo en el que Gregorio convivió 13 años con todo tipo de alimañas es impresionante, como lo es también volver a la superficie y a la salida del monasterio encontrarse de frente con el monte Ararat, del otro lado del alambrado.

Las vírgenes cristianas

Eran 37 vírgenes cristianas y su educadora se llamaba Gayané. Escapando de la persecución del emperador romano Diocleciano, llegaron a Armenia, pero entonces empezaron a ser perseguidas por el rey armenio Tirídates. Pasaron un tiempo cambiando permanentemente de refugio, hasta que finalmente en los campos de Vagharshapat fueron aprhendidas por los soldados de Tirídates y llevadas al palacio real. Entre ellas había una joven muy bella, de nombre Hripsimé, que inmediatamente cautivó a Tirídates por su belleza. Cuando el rey la solicitó en matrimonio, inesperadamente Hripsimé le contestó: “Yo soy cristiana y no me caso con alguien que es pagano y adora a ídolos hechos por el hombre”.

El rey se enfureció por esta contestación, mandó llamar a la superiora Gayané y le ordenó que convenciera a Hripsimé de convertirse en su esposa; pero Gayané, al contrario, alentó a Hripsimé a que se mantuviera en su fe, y, si fuera necesario, llegara hasta el martirio. Tirídates ordenó entonces cortar la lengua de Gayané, sacarle los ojos y quemarla viva. Y luego fue matando a las 37 vírgenes, incluida la bella Hripsimé. Sólo pudo escapar Santa Nino, que más tarde habría de cristianizar Georgia.

El rey no podía concebir que hubiera seres que se le pudieran oponer y empezó a pensar que los cristianos tenían algún poder oculto que los hacía soportar cualquier castigo, incluso la muerte. Con esos pensamientos fijos, atravezó períodos de gran depresión que coincidieron con su contagio de lepra. Atormentado, se escapó a los bosques y vagabundeó durante varios días. Sus cortesanos, soldados y familiares no lograban ni siquiera acercársele por la inmensa ira conque reaccionaba Tirídates.

La leyenda, que aquí se mezcla con la realidad, dice que el rey se tranformó en hombre lobo y así pasó una semana en el bosque, asediando a todas las criaturas, incluso a sus súbditos.

Entonces, su hermana Josrovidujt tuvo un un sueño en el que un ángel de Dios le revelaba que solamente Gregorio, que estaba en la mazmorra de Artashat, era capaz de curar a su hermano.

Al repetirse el sueño de Josrovadujt, los príncipes del palacio se dirigieron incrédulos a la mazmorra y comprobaron con estupor que Gregorio estaba vivo, luego de 13 años de encierro.

Inmediatamente lo sacaron y lo llevaron a la corte del rey, donde bautizó al cristianismo al rey Tirídates y con sus oraciones lo curó de todos sus males.

Una vez recuperado, el rey, arrepentido de sus pecados, ordenó que en toda Armenia se adopte el cristianismo como religión oficial. De esta manera, en el año 301, Armenia se convirtió en el primer Estado cristiano del mundo.

Identidad lingüística

En el año 387 las dos grandes potencias del momento: los imperios de Persia y de Roma, firmaron un tratado que estableció la división de Armenia. Ambos imperios desarrollaban una política de sometimiento a los reinos armenios y propugnaban su asimilación; los romanos por medio de la cultura y los persas por medio de la conversión a su religión nacional: el mazdeísmo, una religión filosófica basada en las enseñanzas del profeta Zoroastro o Zaratustra y en la alabanza de un único dios, Ahura Mazda.

Al haber perdido su independencia política, la identidad de Armenia se encontraba en peligro, por lo que se asentó mucho sobre su religión, y ya desde ese entonces la iglesia tuvo un carácter nacional. El otro signo fuerte de identidad era su idioma, pero basado en una tradición oral que no tenía escritura, o que usaba el alfabeto griego. La corte y la nobleza utilizaban como idiomas oficiales el persa o el griego, según las condiciones políticas; y en las monedas armenias se pueden ver inscripciones de nombres armenios pero con el alfabeto griego.

En esas condiciones, tener un alfabeto propio no sólo era una necesidad política, sino también religiosa y cultural que debía contribuir a fortalecer al cristianismo, unir a los armenios y resistir al peligro de la asimilación a otras culturas.

El problema de tener letras propias era una preocupación fundamental para la Iglesia y el Estado, lo que quedó manifiesto en el grado de compromiso que sostuvieron en esta empresa el rey Vramshapuh y el catolicós (autoridad máxima de la Iglesia armenia) Sahak Partev.

Y para esa tarea pensaron en Mesrop Mashotóts, un monje que había nacido en la aldea de Hatsekats, en Armenia occidental. Antes de ser monje fue soldado y secretario del rey.

Mesrop viajó a Edesa, Aimid y Samosata, estudió numerosos alfabetos, se entrevistó con sabios siríacos y griegos y luego se recluyó en Odessa (Urfá), donde luego de varios años inventó un alfabeto con tanta precisión, que no solamente satisfizo los requerimientos del sistema fonético del idioma armenio, sino que hasta hoy no ha sufrido modificación fundamental alguna, más allá del agregado de las letras o (o) y fe (efe).

Cuando Mesrop Mashtots regresó a Armenia con el alfabeto en el año 406, el catolicós, la corte real, los eclesiásticos y el pueblo entero salieron a recibirlo con júbilo y alegría, pues todos estaban convencidos de que la salvación del pueblo armenio se hallaba en la preservación de su idioma y cultura.

El primer trabajo de Mesrop fue traducir la Biblia del griego al armenio, lo que le llevó 29 años de trabajo, desde el 404 hasta el 433. Sus discípulos tradujeron al armenio la mayoría de las obras de los filósofos e intelectuales eclesiásticos y abrieron escuelas en distintas zonas del país mientras que Mesrop se dedicó a predicar entre el pueblo.

La obra de Mesrop dotó al pueblo armenio de unidad espiritual, que tendría una enorme importancia nacional y política en los siglos venideros, plagados de invasiones, largos períodos de dominación y hasta grandes matanzas. Pero los armenios tenían un arma cultural invencible, el alfabeto propio, que en el correr de los siglos iba a ser la mayor defensa contra la asimilación y la desaparición total.

Mesrop Mashtots falleció el 17 de febrero de 440 y fue enterrado en la aldea de 0shakán, hoy dentro de la República de Armenia y centro de peregrinación. Se le dio el título de Santo Traductor y el pueblo armenio lo considera no sólo como el inventor del alfabeto, sino el fundador de la cultura escrita, el primer maestro de armenio y el primer traductor, cuya colosal obra dio origen al luminoso renacimiento del siglo V conocido como Siglo de Oro.

Identidad religiosa

Como centro de la cristiandad, Armenia se opuso a los persas que alababan al dios Zoroastro. En su intento por hacerlos cambiar de religión, los persas atacan en el año 451 (batalla de Avarair), donde muere el general armenio Vartán Mamigonian. Sin embargo, los armenios no se resignaron y encararon una larga guerra de guerrillas que luego de 30 años les garantizó la libertad religiosa a las provincias de la Armenia oriental.

En las provincias de la Armenia occidental, bajo el dominio del Imperio Bizantino, también se producen persecuciones. En el siglo VI, Justiniano I divide Armenia en cuatro distritos para quitarles poder a los príncipes armenios. Luego, a principios del siglo VII, el emperador Heraclio intenta una unión de la Iglesia Apostólica Armenia con la de Bizancio, pero sin éxito. Por contrapartida, en el 618 el catolicós Gomidás hace construir la iglesia de Santa Hripsimé en Echmiadzín. Más tarde, a fines del siglo VII, el emperador Justiniano II vuelve a la carga con la idea de su padre de unir a la Iglesia Apostólica Armenia con la Iglesia Nacional Bizantina.

En el 630, por una decisión del profeta Mahoma, los árabes entregan a la Iglesia Armenia el control de los lugares santos del cristianismo en las ciudades de Jerusalén, Belén y Nazareth. Esa decisión es refrendada siete años más tarde por el emir Omar Ibn Jatib.

Sin embargo en el año 642 los árabes conquistan Armenia.

La relación histórica de los armenios con los árabes ha sido siempre contradictoria, con momentos buenos y malos. En este caso, la conquista árabe adoptó forma de tutela cuando en el año 653 el califa escogió a un príncipe armenio, al que designó patricio de Armenia, para administrar el país. En poco tiempo los patricios se convirtieron en reyes y en el año 885 la dinastía Bagratuni restableció en su totalidad el Reino de Armenia con la coronación de Ashod I.

Su tataranieto, Ashod III construye su capital: la ciudad de Ani, a orillas del río Ajurian.

Hacia el cambio de milenio, Armenia vive un período de paz y prosperidad, con el gran florecimiento arquitectónico de la capital Ani.

Los turcos selyúcidas eran un clan perteneciente a los uguz, tribu turcomana de Asia central, que en su proceso migratorio se convirtieron al islam en el siglo X y se establecieron en la provincia iraní de Jurasán a comienzos del siglo XI.

Entre 1040 y 1055, su jefe, Tugrïl Beg, conquistó la mayor parte de la zona del actual Irán e Irak y se convirtió en protector del califa de Bagdad, líder espiritual de los musulmanes sunitas. Tugrïl logró ser nombrado sultán por el califa y luchó contra los chiítas, que se agrupaban en Persia y rechazaban a los sunitas por considerarlos traidores al Islam.

Los sucesores de Tugrïl, Alp Arslan y Malik Sha, extendieron el Imperio Selyúcida hacia Siria, Palestina y Anatolia. La victoria de Alp Arslan sobre los bizantinos en la batalla de Mantzikert (1071) alarmó al mundo cristiano, y la agresividad selyúcida junto con sus éxitos expansionistas fue una razón importante para lanzar la primera Cruzada.

Los armenios, en tanto, se refugiaron en Cilicia, donde en 1080 el príncipe Rubén se declaró independiente como gobernador de Partsr Pert.

En el año 1199, en la ciudad de Tarso, sobre el Mar Mediterráneo, fue coronado el rey armenio León III, con la presencia del delegado del Papa, y las noblezas europeas, bizantina y árabes.

En 1292, la ciudad de Hromglá cae en poder de los mamelucos bahríes (turcos y mongoles que habían abrazado el islam), que toman prisionero al catolicós Stepán, que tenía sede allí.

Finalmente, en 1375 los mamelucos toman la ciudad de Sis y hacen prisioneros al rey León V y a su familia, que parten al exilio. Ese fue el fin del último reino armenio.

600 años de Imperio Otomano

En esos años los mongoles arrasaban gran parte del Asia Menor y derrotaron a los selyúcidas, conquistando su último sultanato, el de Rum. Bajo su soberanía, se fueron formando una serie de principados de tribus nómadas turcomanas.

Esta amalgama de pueblos vivía en medio de la anarquía, y en conflicto permanente entre sí y contra lo que quedaba del Imperio Bizantino.

En esa lucha contra los bizantinos en Anatolia occidental se fueron destacando los otomanos, que se colocaron a la cabeza de los principados turcomanos.

Osmán I, fundador de la dinastía otomana, finalmente prevaleció por sobre los mongoles, supo aprovecharse al máximo de la debilidad del enemigo y asegurarse buenos botines en sus incursiones a territorio cristiano, atrayendo a su servicio a miles de nómadas turcomanos. Las conquistas de Osmán en Anatolia estuvieron coronadas con la ocupación, en 1326, de la capital provincial de Bursa por parte de su hijo Orjan, lo cual permitió a los otomanos controlar el sistema administrativo, financiero y militar de la zona.

Así comenzó a expandirse el poder otomano a costa de los estados cristianos occidentales en declive, pero no en contra de los principados turcomanos situados al este, con los que se alcanzaron acuerdos mediante compras o matrimonios, lo que sirvió para que los otomanos tomaran posesión de todos los territorios de Anatolia occidental.

Hacia 1347, el rey otomano Orjan decidió estratégicamente prestarle mercenarios al emperador bizantino Juan VI Cantacuceno, quien pudo así asegurar su posición en el trono. A cambio, los otomanos ocuparon varios territorios bizantinos en Tracia y Macedonia y la hija del emperador fue entregada a Orjan en matrimonio.

Sin embargo, eso no impidió que los otomanos ocuparan Gallípolis en 1354 y que llevaran a cabo continuos ataques a las posesiones bizantinas que quedaban en Europa. Después de derrotar a los diferentes príncipes cristianos de Serbia y Bulgaria, los otomanos establecieron una administración directa que se extendió hasta el Danubio.

Esta política de conquistas se consolidó con el reinado de Mehmet II el Conquistador, quien acabó con la toma de Constantinopla y la caída del Imperio Romano de Oriente, o Bizantino, en 1453.

Por ello, entre los siglos XIV y XVI el principado otomano se convirtió en un vasto imperio que abarcaba el sureste de Europa, Anatolia y el mundo árabe.

En 1517, los otomanos les arrebataron Siria a los mamelucos, Palestina, Egipto y Arabia, incorporando así a su imperio el corazón del antiguo califato islámico. Solimán I el Magnífico completó la expansión del imperio al cruzar el Danubio para conquistar Hungría en 1526 y asediar Viena en 1529. Por el este, conquistó el antiguo centro selyúcida de Irak y los últimos reductos de Anatolia. Luego de un brebe período en que Irán controló Armenia, los otomanos se la arrebataron y estalló una guerra interminable entre el Imperio Otomano y Persia. Los armenios quedaron repartidos a ambos lados y los de Irán fueron deportados hacia la capital Isfahán y hacia Afganistán. Los que habían quedado del lado turco tuvieron más suerte y recibieron un alto grado de autonomía religiosa, cultural y política.

Además de todas sus conquistas, el sultán Solimán I legó al imperio una serie de códigos que perduraron hasta fines del siglo XIX. Esos códigos regulaban la vida política, económica, cultural y administrativa y según ellos, la sociedad quedaba sometida a la voluntad del sultán, que imponía su autoridad sobre todo el Imperio, y era considerado la sombra de Dios en la tierra.

El sultán tenía derecho a explotar la riqueza del Imperio, que era dividido en unidades administrativas gobernadas por representantes gubernativos, considerados esclavos del sultán, que constituían la clase dominante de la sociedad.

Las funciones del sultán eran la explotación de la riqueza del Imperio y la expansión y defensa del Estado. En tanto, la clase dominante se organizó en cuatro instituciones básicas: la corte imperial, en la que se encontraban los sirvientes personales del sultán y otros funcionarios; el ejército; el tesoro público, que asesoraba al sultán en el establecimiento y cobro de los impuestos, y por último la institución religiosa, que otorgaba el liderazgo al sultán, y que era responsable también de la educación y la justicia.

La clase dominante estaba constituida por dos grupos diferenciados y, en ocasiones, enfrentados: por un lado los musulmanes turcomanos, árabes e iraníes, quienes formaban la aristocracia que dominaba la administración durante los siglos XIV y XV. Por otro lado, los prisioneros y esclavos cristianos luego convertidos al Islam y que, a mediados del siglo XVI, pasaron a controlar las principales instituciones del poder.

El resto de las funciones sociales eran desempeñadas por comunidades creadas con criterios religiosos y que se llamaban “millets”, y otras con criterios sociales y económicos. A los millets de judíos, griegos ortodoxos, armenios y musulmanes se unieron con posterioridad los formados por católicos, protestantes y búlgaros ortodoxos, que contaban con autonomía religiosa y cultural.

Durante siglos, los armenios, que recibieron la categoría de millet, convivieron en relativa armonía en el seno de una sociedad multirreligiosa y multinacional, aunque siempre dominada en última instancia por los turcos.

Hay que destacar que si bien los armenios pudieron mantener su idioma y su religión, eran considerados ciudadanos “de segunda” y las mayores pruebas de esto era la recarga de impuestos especiales, la nulidad de su testimonio jurídico y la prohibición de portar armas.

En las ciudades había comerciantes, artesanos y negociantes prósperos, pero la mayoría eran campesinos empobrecidos, y no tan visibles a los ojos extranjeros.

Durante los siglos XVII, XVIII y XIX, el Imperio Otomano mantuvo distintas guerras contra Austria y contra Rusia, sobre todo por el control de los Balcanes y la costa norte del Mar Negro.

En 1774 se firmó el Tratado de Kuchuk-Kainarzhi entre Rusia y el Imperio Otomano, por el que Rusia, además de recibir una indemnización, se quedó con Valaquia, Moldavia y la península de Crimea, conseguió libertad de navegación por el mar Negro, el derecho a que sus barcos mercantes atravesaran los estrechos y el de peticionar en nombre de la Iglesia ortodoxa por los súbditos otomanos cristianos.

El Tratado mostraba la debilidad del Imperio Otomano y apuntaba a Rusia como la gran potencia que asomaba como la heredera del Imperio en Europa. Además, no ocultaba sus ambiciones sobre los estrechos de los Dardanelos y el Bósforo. Por esos motivos, las potencias europeas, principalmente Gran Bretaña y el Imperio Austríaco, sostuvieron al Imperio Otomano para mantener el débil equilibrio en la región.