Cuando el trauma habla... - Mira Valeeron - E-Book

Cuando el trauma habla... E-Book

Mira Valeeron

0,0
12,99 €

-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.

Mehr erfahren.
Beschreibung

Algunas experiencias dejan cicatrices que nadie puede ver, pero los afectados las sienten cada día. Esta colección de conmovedoras historias de casos lleva al lector a los momentos más oscuros de la experiencia humana: La sensación de impotencia, el miedo agobiante, el eco de un horror que no desaparece. Ya sea un niño que, tras una sola hora fatídica, teme a la oscuridad, una joven que ya no es la misma después de un accidente o un hombre cuyo pasado le persigue una y otra vez, cada historia es real, profundamente conmovedora y muestra cómo lo invisible puede moldear nuestras vidas. Pero este libro no solo habla de trauma, sino también de la fuerza para seguir adelante. De pequeños pasos para salir del miedo, de personas que se enfrentan a su pasado y de la esperanza que existe incluso en la más profunda oscuridad. Un libro que conmueve, sacude y resuena, porque las cicatrices del alma nos afectan a todos.

Das E-Book können Sie in Legimi-Apps oder einer beliebigen App lesen, die das folgende Format unterstützen:

EPUB
MOBI

Seitenzahl: 207

Veröffentlichungsjahr: 2025

Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



MIRA VALEERON

Cuando el trauma habla...

22 estudios de casos narrativos con consideración analítica

Contenido

Introducción

¿Qué es un trauma?

¿Cómo se produce el trauma?

Situaciones que pueden desencadenar un trauma

¿Por qué las personas reaccionan de forma diferente ante las experiencias traumáticas?

¿Qué efectos pueden tener los traumatismos?

¿Cómo se puede superar un trauma?

Qué ocurre durante un traumatismo: las conexiones neurobiológicas explicadas de forma sencilla

¿Cómo puedo integrar lo que he vivido en mi vida cotidiana y afrontarlo?

Afrontar las escenas retrospectivas y los sentimientos intensos: Desarrollo de estrategias

Los afectados cuentan...

El análisis narrativo de casos

Un grito silencioso

La última carta

El fuego extinguido

La sombra que llevo dentro - La historia de Sophie

Cuando la noche no termina nunca - La historia de Paul

Marius y el dolor sin causa

El pájaro que se atrevió a volar

No deseados - La carga que nunca se hizo más ligera

Las olas te llevan

(Elena, 27 años)

El suicidio de Markus

Astillas de vidrio

A la sombra de Sarah

El dramático rescate de Bettina

Las ruinas de la vida

El largo camino para salir de la secta

En el espejo de las expectativas

¿Es todo mentira?

La historia de Jannik

Helmut y las sombras de la noche

El sonido de los frenos

Encerrado en la oscuridad

La zambullida en la oscuridad

Atrapados en el fuego

Palabras de clausura - Las cicatrices del alma y el poder de la curación

Introducción

¿Qué es un trauma?

Todo el mundo experimenta momentos difíciles en su vida: momentos llenos de miedo, dolor o desesperación. Sin embargo, algunas experiencias son tan abrumadoras que dejan profundas cicatrices en el alma.

Un trauma es precisamente eso: una lesión psicológica causada por un acontecimiento extremadamente estresante o amenazador. Tales experiencias pueden sacudir el mundo de una persona de un momento a otro y destruir por completo su sensación de seguridad y control.

Pero el trauma no es sólo el recuerdo de un acontecimiento malo: cambia nuestra forma de sentir, pensar y reaccionar. Puede hacer tambalear nuestra confianza en los demás, poner nuestro cuerpo en alerta permanente y afectar a nuestras vidas de formas que no siempre comprendemos inmediatamente. Algunas personas desarrollan ansiedad grave o problemas de sueño, otras se sienten vacías por dentro y aisladas del mundo. Algunos reaccionan con ira, otros se retraen. Lo especial del trauma es que no sólo duele durante la experiencia en sí, sino que se arraiga profundamente en el cuerpo y la mente.

No todo el mundo procesa una experiencia traumática de la misma manera. Lo que para una persona es impactante pero "soportable", para otra puede dejar una herida profunda. Esto depende de muchos factores, como las experiencias previas, la edad, la resistencia personal y, por último, pero no por ello menos importante, el apoyo de la familia y los amigos.

Los traumas pueden adoptar muchas formas. Algunos son causados por acontecimientos repentinos e impactantes, como un accidente, una catástrofe natural o una agresión. Otros se desarrollan lentamente, a lo largo de meses o años, por ejemplo a través del abuso, la violencia o la negligencia emocional en la infancia. Los traumas que se producen en las relaciones íntimas son especialmente profundos porque sacuden hasta la médula la confianza fundamental en otras personas.

Los traumas no sólo afectan al alma, también repercuten en el cuerpo. Muchas personas experimentan un estrés persistente tras sucesos traumáticos, lo que puede provocar trastornos del sueño, dolor crónico u otras dolencias físicas. Esto se debe a que el sistema nervioso permanece en alerta y ya no es capaz de descansar adecuadamente.

Pero un trauma no es un juicio para toda la vida. Es una herida y, como cualquier herida, puede curarse. La curación es posible, pero requiere tiempo, paciencia y apoyo. Mediante terapia, relaciones afectuosas y un enfoque consciente de uno mismo, los afectados pueden aprender a recuperar la confianza y recuperar sus vidas poco a poco.

Superar un trauma no significa olvidar la experiencia, sino encontrar la manera de vivir con ella sin que defina el presente.

¿Cómo se produce el trauma?

El trauma se produce cuando una persona experimenta una situación tan estresante, abrumadora o amenazadora que supera su capacidad de afrontamiento. No se trata sólo del acontecimiento objetivo en sí, sino sobre todo de la experiencia personal y las emociones asociadas a ella. Un acontecimiento se convierte en traumático cuando desencadena un fuerte sentimiento de impotencia, miedo o pérdida de control.

Se puede considerar como un shock psicológico: en situaciones normales de estrés, podemos calmarnos, encontrar consuelo o buscar activamente soluciones. Sin embargo, en las experiencias traumáticas, nuestro sistema nervioso está literalmente "inundado": el shock es tan profundo que el cuerpo entra en un estado de alarma extrema.

Si la tensión es demasiado grande, nuestro sistema puede sobrecargarse y no volver a su estado normal. Esto tiene consecuencias psicológicas y físicas a largo plazo.

Situaciones que pueden desencadenar un trauma

Las experiencias traumáticas pueden surgir en muchas situaciones diferentes. Algunas causas típicas son

Sucesos repentinos e inesperados:

Accidentes de tráfico o lesiones graves.

Catástrofes naturales como terremotos, inundaciones o incendios.

Pérdida repentina de un ser querido.

Actos de violencia, agresiones o atentados terroristas.

Violencia y abusos:

Violencia física o sexual, ya sea puntual o prolongada.

La violencia doméstica, a menudo asociada al miedo, la inseguridad y la dependencia.

Violencia emocional, como humillación, control extremo o manipulación.

Negligencia y trauma del apego:

Los niños que crecen sin cercanía emocional ni cuidados suelen desarrollar profundas inseguridades.

El abandono puede ser tan traumatizante como la violencia activa, porque falta el sentimiento básico de seguridad.

Los padres que han sufrido traumas pueden transmitir inconscientemente sus miedos e inseguridades.

Guerra, huida y grandes pérdidas:

Las personas que sufren guerras, torturas o desplazamientos suelen perder no sólo sus hogares, sino también su sensación de seguridad.

Huir no es sólo un reto físico, sino también una prueba mental, a menudo acompañada de miedo, hambre e incertidumbre.

La pérdida de un progenitor en la infancia puede sacudir profundamente la sensación de seguridad de un niño.

Experiencias de traumas médicos y de parto:

Enfermedades graves u operaciones de urgencia, sobre todo si van asociadas a dolor intenso o impotencia.

Las experiencias traumáticas del parto pueden dejar profundas cicatrices tanto en la madre como en el niño.

Abortos espontáneos o complicaciones inesperadas durante el embarazo.

Estrés repetido o prolongado:

Estrés prolongado que se desarrolla como consecuencia del acoso escolar, la pobreza o los conflictos familiares.

Las personas que sufren violencia o abusos repetidamente suelen desarrollar un "trauma complejo" que está más arraigado que una experiencia de choque única.

Si una situación amenazadora no termina, sino que se prolonga durante años, puede instalarse un sentimiento de desesperanza.

¿Por qué las personas reaccionan de forma diferente ante las experiencias traumáticas?

No todas las personas que sufren un acontecimiento terrible desarrollan un trauma. Hay varios factores que determinan cómo afronta alguien una situación estresante:

Experiencia previa

Las personas que ya han pasado por momentos difíciles o inseguros en su infancia suelen ser más susceptibles a la traumatización.

Resiliencia personal

Algunas personas tienen mayor resiliencia psicológica y son capaces de estabilizarse más rápidamente tras una crisis.

Apoyo social

Las personas que encuentran apoyo en la familia, los amigos o la terapia tras una mala experiencia suelen ser más capaces de aceptar lo ocurrido.

Importancia del acontecimiento

Un accidente puede ser "sólo un susto" para una persona, mientras que para otra destroza su sensación de seguridad para siempre.

Por lo tanto, el trauma no es sólo una cuestión de "qué ocurrió", sino sobre todo de "cómo se vivió" y qué consecuencias a largo plazo tiene para la persona.

¿Qué efectos pueden tener los traumatismos?

Los efectos del trauma son profundos y polifacéticos. Afectan no sólo a la psique, sino también al cuerpo y a la vida cotidiana de una persona. El trauma cambia nuestra percepción de nosotros mismos y del mundo que nos rodea.

En muchos casos, las consecuencias son a largo plazo y los efectos pueden durar años o incluso décadas. Es importante comprender que estos cambios no desaparecen en un instante: la curación requiere tiempo y, a menudo, apoyo profesional.

Efectos psicológicos del trauma

El trauma puede tener un profundo efecto en la psique y cambiar la forma en que una persona piensa, siente y se ve a sí misma. A menudo, estos efectos psicológicos son sutiles al principio y sólo se hacen patentes al cabo de un tiempo, cuando el cuerpo y la mente empiezan a "luchar" contra la experiencia. Los efectos psicológicos más comunes del trauma incluyen

Trastorno de estrés postraumático (TEPT):

El TEPT es uno de los trastornos más conocidos y frecuentes tras un trauma. Se produce cuando alguien experimenta repetidamente recuerdos angustiosos tras un suceso extremo, que se manifiestan en flashbacks, pesadillas o constantes recordatorios del suceso traumático.

La persona siente que "vuelve a la situación", como si reviviera el trauma. Estos flashbacks pueden ser tan intensos que limitan enormemente la vida cotidiana de la persona afectada.

Otros síntomas son el embotamiento emocional, la evitación de situaciones que recuerdan el trauma y un sentimiento general de alienación del mundo.

Ansiedad y ataques de pánico:

Los traumas intensifican los síntomas de ansiedad. La persona afectada suele tener la sensación de estar en peligro constante, aunque no exista ninguna amenaza. Los ataques de pánico pueden producirse de repente y sin previo aviso.

Suelen asociarse a síntomas físicos como taquicardia, temblores o dificultad para respirar, y pueden mermar considerablemente la calidad de vida.

Depresión y tristeza:

El trauma puede causar una profunda tristeza y desesperanza. Los afectados suelen sentirse aislados del mundo y tienen dificultades para experimentar alegría. Pueden perder el interés por actividades que antes les gustaban.

Una visión constantemente negativa del futuro y la sensación de no volver a ser "normal" son otras características comunes.

Disociación:

Algunas personas experimentan una especie de "separación" de sí mismas para afrontar mejor el trauma. Es lo que se conoce como disociación. En esos momentos, la persona afectada se siente "como en una película", como separada de su propia realidad.

La disociación también puede presentarse en forma de amnesia: la persona olvida partes del suceso traumático o periodos enteros de su vida.

Baja autoestima y sentimientos de culpa:

Los traumas relacionados con el abuso o la violencia, en particular, suelen conducir a una imagen distorsionada de uno mismo. Los afectados suelen sentirse culpables o responsables de lo que les ha ocurrido. Piensan que deberían haberse comportado de otra manera para evitar el trauma. Esto puede afectar gravemente a su autoestima y llevarles a una autocrítica interna constante.

Efectos físicos del traumatismo

El trauma no sólo afecta a la psique: el cuerpo también reacciona al estrés. El sistema nervioso y las reacciones físicas pueden sufrir alteraciones permanentes.

Los efectos físicos más frecuentes son

Estrés crónico y sobreactivación del sistema nervioso:

Una experiencia traumática pone al sistema nervioso autónomo en alerta permanente. Esto significa que el cuerpo está constantemente en "modo huida o lucha", aunque no haya peligro real.

Este estado de alerta constante no sólo es agotador, sino que también puede tener efectos a largo plazo en el organismo. Las personas que han sufrido traumas suelen padecer estrés crónico, trastornos del sueño, irritabilidad y un nivel de tensión generalmente elevado.

Trastornos del sueño:

Muchas personas traumatizadas tienen dificultades para descansar por la noche. Experimentan pesadillas, padecen insomnio y tienen la sensación de que nunca duermen realmente "relajados". Esto, a su vez, aumenta el agotamiento físico y el estrés psicológico.

Dolor físico:

Las molestias físicas que no tienen un origen orgánico suelen aparecer tras un traumatismo. Muchas personas sufren dolores crónicos, como dolores de espalda o de cabeza, tensión muscular o incluso problemas digestivos. A menudo se habla de "somatización", cuando el trauma se almacena en el cuerpo y se manifiesta como malestar físico.

Trastornos del sistema inmunitario:

El estrés crónico causado por un trauma también puede debilitar el sistema inmunitario. Esto hace que las personas afectadas sean más susceptibles a infecciones, dolencias y enfermedades crónicas.

Las hormonas del estrés, como el cortisol, pueden alterar el funcionamiento normal del organismo y aumentar masivamente el riesgo de enfermedades como los problemas cardiovasculares.

Efectos sobre la vida y las relaciones:

Los efectos del trauma no son sólo internos: también afectan a la forma en que interactuamos con otras personas. Muchas personas que han sufrido un trauma descubren que su vida ha cambiado tras la experiencia. Los efectos más comunes en la vida social incluyen

Problemas de confianza y temores en las relaciones:

Si el trauma se ha vivido en una relación cercana (por ejemplo, por abuso o traición), la confianza en otras personas puede verse gravemente afectada. Los afectados suelen tener dificultades para entablar o mantener relaciones con otras personas por miedo a que les vuelvan a herir o decepcionar. Esto puede conducir a la soledad y al aislamiento social.

Comportamiento de evitación:

Las personas que han sufrido un trauma tienden a evitar situaciones o lugares que les evocan recuerdos del suceso traumático. Esto puede llevarles a restringir su vida, realizar menos actividades y aislarse cada vez más del mundo. Esto aísla aún más el trauma y dificulta el proceso de curación.

Dificultades en el trabajo y en la vida cotidiana:

Los traumas también pueden afectar al rendimiento profesional y a las tareas cotidianas. La tensión y el estrés constantes causados por la ansiedad o la depresión dificultan a menudo la concentración en las tareas o el desempeño de la vida laboral cotidiana. En algunos casos, esto puede llevar al absentismo o al fracaso profesional, lo que supone una carga adicional para la autoestima.

Mecanismos de supervivencia:

Algunas personas desarrollan estrategias de afrontamiento que no son útiles a largo plazo. Por ejemplo, el consumo excesivo de alcohol o drogas, la alimentación compulsiva u otros comportamientos adictivos.

Estas estrategias sirven inicialmente como "escape" de los sentimientos dolorosos, pero no ofrecen una solución a largo plazo e incluso pueden exacerbar el trauma.

Los traumas dejan profundas cicatrices que afectan a muchos ámbitos de la vida. Las consecuencias psicológicas, físicas y sociales pueden estar interrelacionadas y tener un gran impacto en la vida cotidiana.

Pero hay esperanza: los traumas pueden curarse, aunque el proceso de curación suele ser largo y requiere mucha paciencia y apoyo.

Es importante darse cuenta de que cada paso hacia la recuperación es valioso y que la ayuda profesional y el apoyo de amigos y familiares son cruciales para encontrar el camino de vuelta a una vida plena.

¿Cómo se puede superar un trauma?

El trauma no es algo que se "supera"; es una herida que cala hondo en el alma, y la curación no se produce en un instante ni con un truco rápido.

Es un proceso largo, a menudo doloroso, que no está escrito en un libro de texto, sino en la experiencia real de persona a persona. Superar un trauma no es tanto una meta que se alcanza como un camino que se recorre paso a paso, y este camino es cualquier cosa menos recto.

No existe una "receta" para curarse. Pero hay formas que pueden ayudar a las personas a volver a confiar en sí mismas, a curarse poco a poco y a superar la oscuridad que el trauma ha dejado tras de sí.

Pero este camino no es sólo cuestión de técnicas o estrategias, sino de conexión humana, tiempo y, sobre todo, una fe inquebrantable en uno mismo.

El poder de la aceptación y la compasión:

Quizá el primer paso en el camino hacia la curación sea el más difícil:

La aceptación:

Es el momento en que abrazas todo lo que has pasado y te dices a ti mismo: "Está bien ser como soy ahora mismo".

El trauma deja huella, y eso no significa ser débil o frágil: significa ser humano. Este primer paso no consiste en negar o reprimir el trauma. Se trata de darse permiso para sentirse herido sin juzgarse por ello.

La verdadera curación a menudo sólo comienza cuando nos tratamos a nosotros mismos con el mismo cuidado y paciencia con que trataríamos a un ser querido que está sufriendo.

A veces hace falta tiempo para comprender que está bien necesitar tiempo, que está bien sentirse inseguro o desamparado. Tenemos que aprender a tratarnos con una compasión que nos ayude a dejar de aumentar las heridas y a reconocer que estamos en un proceso de curación.

Acepta ayuda y ábrete:

Uno de los mayores errores que cometen muchas personas traumatizadas es intentar afrontar todo solas. La vergüenza que conlleva el trauma puede ser tan abrumadora que te alejas de los demás por miedo a que no te comprendan o a que te consideren "débil".

Pero el camino hacia la curación pasa por lo que más nos asusta:

La conexión:

La verdadera curación no se produce sola. Ocurre cuando encontramos el valor para abrirnos, ya sea a un terapeuta, a un amigo o incluso a un completo desconocido. No se trata de poner toda la carga en la otra persona, sino de sentirnos vistos y escuchados.

Cuando compartimos nuestra historia -sin vergüenza, sin miedo, sin la sensación de ser juzgados- a menudo encontramos no sólo apoyo, sino también una profunda conexión con otras personas que arrastran heridas similares.

A veces son los demás quienes nos muestran la verdad: "No estás solo. No estás roto. Eres una persona que ha pasado por una experiencia terrible, pero no eres sólo esa experiencia."

El camino del tiempo y la paciencia:

La curación lleva tiempo. No es un proceso lineal y a menudo se tiene la sensación de volver a caer en la oscuridad antes de dar otro paso adelante . Pero es en esos momentos cuando reside la verdadera fuerza: en seguir adelante, aunque sea difícil. Cada día puede parecer una lucha, pero incluso el progreso más pequeño es un progreso.

Un buen día es un día en el que quizá te aceptas un poco más a ti mismo o te recuerdas que aún eres capaz de experimentar pequeños placeres.

Un día difícil es un día en el que aún recuerdas que está bien caerse y volver a levantarse.

La curación no consiste en olvidar el trauma. Se trata de integrar el dolor y darle un lugar en tu propia historia.

Esto no significa que el dolor desaparezca por completo: seguirá formando parte de nosotros, pero no tiene por qué definirnos. Con el tiempo, aprendemos a aceptar el dolor de tal manera que ya no nos impide seguir viviendo plenamente.

Autocuidado y vida consciente:

El camino de la curación requiere la voluntad de cuidar de uno mismo, centrándose amorosamente en las propias necesidades. El autocuidado no es sólo una palabra de moda vacía, sino una práctica que está profundamente arraigada en la curación.

Al principio, permitirnos disfrutar, vivir y crecer puede parecer un acto de rebelión contra el trauma. Pero es precisamente en esos momentos en los que nos permitimos un poco de alegría -ya sea a través de pequeños tiempos muertos, una buena conversación, un baño caliente o el valor de salir a la calle- cuando experimentamos la curación.

Otro aspecto importante de la curación es la vida consciente.

Mindfulness no es sólo un método, es una invitación a vivir el aquí y el ahora sin pensar constantemente en el pasado ni temer el futuro. Se trata de sentir el momento, de reconocer tus propios sentimientos y tu propio cuerpo sin juzgarlos.

En mindfulness, aprendemos a aceptarnos a nosotros mismos, aunque aún tengamos cicatrices.

La importancia de la esperanza y la reorientación:

Sanar tampoco es volver a lo que era. No es luchar por una versión "perfecta" de nosotros mismos que nunca haya sido herida.

Se trata más bien de reorientación. La cuestión no es cómo deshacer el trauma, sino cómo volver a encontrar el sentido y la alegría de vivir, aunque la vida nunca vuelva a ser la misma.

El camino de la curación significa reescribir la propia historia de vida, con las heridas y la sabiduría que han dejado tras de sí.

La esperanza es la clave. Aunque la oscuridad parezca abrumadora, aunque el camino sea largo y pedregoso, la esperanza es la chispa que nos permite resurgir.

La esperanza no es la ingenuidad de creer que el dolor desaparecerá, sino la convicción de que somos capaces de encontrar un poco de luz en la oscuridad, día tras día.

Superar un trauma es una experiencia profundamente humana. Es un proceso que nos invita a encontrarnos a nosotros mismos mientras navegamos a través del dolor. Es un viaje de curación, de vuelta a nosotros mismos, no a través de la perfección, sino aceptando nuestras imperfecciones y nuestra capacidad de levantarnos una y otra vez.

Y al final de este viaje no sólo está la superación del trauma, sino el descubrimiento de una versión nueva, más fuerte y más profundamente conectada de nosotros mismos.

Qué ocurre durante un traumatismo: las conexiones neurobiológicas explicadas de forma sencilla

El trauma no es sólo una experiencia emocional o psicológica, sino que también tiene profundos efectos en nuestro cerebro y nuestro cuerpo. La forma en que nuestro cerebro reacciona ante un acontecimiento traumático puede ayudarnos a entender por qué un trauma puede tener consecuencias tan profundas y duraderas.

Los procesos neurobiológicos que tienen lugar durante un trauma son complejos, pero intentaré describirlos aquí en términos sencillos para entender por qué el trauma puede quedar tan profundamente arraigado en nosotros.

El mecanismo de estrés y alarma: la respuesta de "lucha o huida

Cuando nos exponemos a un peligro, ya sea físico o psicológico, nuestro cuerpo reacciona inmediatamente para protegernos. Esta reacción automática está controlada por el sistema límbico de nuestro cerebro, en particular por una estructura llamada amígdala, que funciona como una "central de alarma".

La amígdala:

Es nuestro "centro emocional" y reconoce las amenazas. En cuanto percibe una amenaza, la amígdala pone en marcha inmediatamente el mecanismo de "lucha-huida-congelación". Esto significa que desconecta otras funciones menos vitales del cuerpo y canaliza toda su energía en una respuesta inmediata a la amenaza.

La amígdala se encarga de que huyamos (huida), nos defendamos (lucha) o caigamos en un estado de insensibilidad total (congelación), en función de lo que el cuerpo considere la respuesta más sensata a la amenaza en ese momento.

El sistema nervioso simpático:

Esta reacción está controlada por el sistema nervioso simpático, que forma parte de nuestro sistema nervioso autónomo. Se encarga de que nuestro cuerpo se ponga en "modo lucha o huida": El ritmo cardíaco aumenta, la frecuencia respiratoria se acelera, los músculos se tensan, la presión arterial sube... todo esto ocurre para que podamos actuar con rapidez. Es lo que se conoce como respuesta al estrés.

El papel del hipocampo: memoria y orientación:

El hipocampo es la región del cerebro responsable de la memoria, especialmente la memoria a largo plazo y la orientación espacio-temporal. Nos ayuda a almacenar y organizar las experiencias para que podamos recordarlas más tarde. Sin embargo, la función del hipocampo puede verse alterada durante un acontecimiento traumático.

Supresión de la memoria:

Cuando se experimenta un trauma, el hipocampo no puede categorizar todos los detalles del suceso como es habitual. La activación extremadamente fuerte de la amígdala y el miedo abrumador hacen que el recuerdo del trauma no se almacene de la forma normal. En su lugar, los acontecimientos se fragmentan y se transfieren a una especie de "memoria emocional o corporal", lo que hace que el trauma se reviva más tarde como un flashback o una sensación repentina e intensa.

El efecto en el proceso de aprendizaje:

Los traumatismos pueden hacer que el hipocampo tenga dificultades para procesar adecuadamente la información o las experiencias nuevas, lo que en algunos casos provoca alteraciones de la memoria o desorientación.

Esto significa que la persona afectada puede tener dificultades para distinguir entre la experiencia traumática y el presente.

Cortisol: la hormona del estrés:

Cuando el cerebro percibe una amenaza, se activa la corteza suprarrenal, que libera cortisol, una hormona que prepara al organismo para el estrés y el peligro.

En pequeñas cantidades, el cortisol es útil, ya que proporciona energía y prepara al organismo para una reacción rápida.

Estrés prolongado y cortisol:

Durante una experiencia traumática, se produce una gran cantidad de cortisol para activar el organismo. Sin embargo, con el estrés repetido o extremo, como es el caso del trauma, se libera demasiado cortisol. A largo plazo, este elevado nivel de cortisol puede dañar el hipocampo y mermar su capacidad para favorecer procesos de memoria saludables.

Esto explica por qué las personas traumatizadas sufren a menudo problemas de memoria, dificultades de concentración o un estado de alerta excesivo.

El sistema nervioso autónomo y la respuesta de congelación:

El sistema nervioso autónomo controla muchos procesos inconscientes de nuestro cuerpo, como la respiración, la digestión y los latidos del corazón. Tiene dos ramas principales que están estrechamente relacionadas con las experiencias traumáticas:

Sistema nervioso simpático

Se activa cuando entramos en modo "lucha o huida".

Sistema parasimpático:

Esta rama se utiliza cuando el cuerpo cae en un estado de agotamiento o en la reacción de "congelación", la llamada "parálisis de choque".

Ante un trauma extremadamente estresante, nuestro cuerpo puede "congelarse" (reacción de "congelación"). En este estado, podemos sentirnos inmóviles, abrumados o paralizados, y nuestra capacidad para tomar decisiones racionales se ve gravemente limitada.

Esta reacción es una medida de protección natural destinada a minimizar la amenaza haciéndose invisible o "haciéndose el muerto".

Efectos a largo plazo en el cerebro y el cuerpo

Los traumas dejan profundas huellas en el cerebro que pueden permanecer visibles mucho tiempo después del suceso. El estrés crónico, especialmente el derivado de experiencias traumáticas repetidas, puede cambiar permanentemente el cerebro de diversas maneras:

Acortamiento del hipocampo

Los estudios demuestran que las personas con trastorno de estrés postraumático (TEPT) suelen tener un tamaño reducido del hipocampo. Esto puede provocar trastornos de la memoria y el aprendizaje a largo plazo.

Alteración de la actividad de la amígdala

La amígdala suele estar hiperactiva en las personas traumatizadas. Esto significa que el cerebro permanece en un estado de alerta constante, aunque ya no exista ninguna amenaza.

Esto explica por qué las personas traumatizadas suelen reaccionar de forma muy sensible ante posibles amenazas y se sienten rápidamente desbordadas en situaciones de estrés.

Efectos

El estrés crónico y la liberación constante de cortisol pueden debilitar el sistema inmunitario y aumentar la propensión a las enfermedades.

También aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares, ya que el organismo está constantemente en "modo alarma" y, como consecuencia, se dificultan importantes procesos de regeneración.

Resiliencia y posibilidad de curación: