Cubanas resilientes, empoderadas y exhaustas. - Marta Núñez Sarmiento - E-Book

Cubanas resilientes, empoderadas y exhaustas. E-Book

Marta Núñez Sarmiento

0,0

Beschreibung

Tribulaciones del empoderamiento femenino cubano, de la socióloga y profesora universitaria retirada Marta Núñez Sarmiento, evidencia el complejo camino por el que aún transitan las cubanas para asumir decisiones en sus vidas. En muchos casos esta capacidad se relaciona con los avances y retrocesos del empoderamiento femenino, que, por demás, no se agota en los temas tratados en el libro. En la esfera del empleo femenino cubano este proceso tiene matices con respecto a sus características otros países, que la autora aborda desde investigaciones propias, así como se apoya en datos obtenidos por investigaciones de colegas del gremio. Los textos combinan el lenguaje directo y la profusión de datos con diafanidad, por lo que se trata de una lectura informada, rigurosa, pero muy grata.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 199

Veröffentlichungsjahr: 2024

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos,www.cedro.org) o entre la webwww.conlicencia.comEDHASA C/ Diputació, 262, 2º 1ª, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España.

Edición: Lic. Melissa Martín Martín

Diseño de cubierta: Israel Moya

Composición y conversión a ebook: Idalmis Valdés Herrera

 

 

© Marta Núñez Sarmiento, 2024

© Sobre la presente edición:

Ruth Casa Editorial, 2024

Todos los derechos reservados

 

ISBN 9789962740551

 

 

Prohibida la reproducción total o parcial, por cualquier medio, sin la autorización de Ruth Casa Editorial. Todos los derechos de autor reservados en todos los idiomas. Derechos reservados conforme a la ley.

 

 

Ruth Casa Editorial

Calle 38 y Ave. Cuba,

Edif. Los Cristales, oficina no. 6

Apdo. 2235, zona 9A, Panamá

www.ruthtienda.com

www.ruthcasaeditorial.com

[email protected] 

Sinopsis

Tribulaciones del empoderamiento femenino cubano, de la socióloga y profesora universitaria retirada Marta Núñez Sarmiento, evidencia el complejo camino por el que aún transitan las cubanas para asumir decisiones en sus vidas. En muchos casos esta capacidad se relaciona con los avances y retrocesos del empoderamiento femenino, que, por demás, no se agota en los temas tratados en el libro. En la esfera del empleo femenino cubano este proceso tiene matices con respecto a sus características otros países, que la autora aborda desde investigaciones propias, así como se apoya en datos obtenidos por investigaciones de colegas del gremio. Los textos combinan el lenguaje directo y la profusión de datos con diafanidad, por lo que se trata de una lectura informada, rigurosa, pero muy grata.

Índice de contenido
Sinopsis
Introducción
Sección Primera
La Revolución según las cubanas
1959-1989
1990-2005
2006-2015
Conclusiones
La cara de género del cuentapropismo habanero
Los contextos del cuentapropismo
Señales de discriminación de género
Motivos para abrir los negocios
Origen y desarrollo de los negocios
Éxitos y fracasos
¿Sector informal?
Algunas consideraciones finales
Estudios de género en Cuba, un libro de la revista Temas
Sección Segunda
Resiliencia cubana ante la COVID-19: las profesionales de la salud
Los servicios de salud
Las ciencias
Cooperación internacional
La COVID-19, el aislamiento y las trabajadoras cubanas
Violencia vs. las mujeres y dos telenovelas cubanas que la enfrentaron85
Fronteras de la educación universitaria que la COVID-19 rompió
Miradas de género a la COVID-19: el Informe de OXFAM90
Otra vacuna cubana vs. las desigualdades de género92
La COVID-19 no paralizó la lucha cubana contra la homofobia
De cómo la “letra con género” contribuirá a que los comunicadores hagan ciencia con conciencia: el caso cubano99
La campaña de alfabetización y las cubanas
Ciencia, conciencia y gobierno para enfrentar los contratiempos del empleo femenino cubano109
Mitos y realidades sobre el Código de las Familias de Cuba definitivamente aprobado121
Bibliografía
Datos de la autora

Introducción

Este libro es una continuación deYo sola me represento, publicado en 2011. La editorial Ruth me permitió recopilar los textos que publiqué de 2014 a 2022 en esta obra. Compartiré con un auditorio dentro y fuera de Cuba los vericuetos que sufrimos las cubanas en estos difíciles años en aras de erradicar el patriarcado en una sociedad que transita a un socialismo posible dadas las duras condiciones en que vivimos.

En este volumen hurgué las vicisitudes que enfrentaron las cubanas en sus empleos y subrayo cuánto crecieron en su empoderamiento, esto es, cómo prosperaron sus habilidades para tomar decisiones en todos los ámbitos de sus vidas. Traté también sus capacidades para ser resilientes en las difíciles condiciones que las mantuvieron exhaustas.

Dividí los trabajos en dos secciones. La primera sección comienza con el capítulo «La Revolución según las cubanas», incluido en el libro La Revolución Cubana. Algunas miradas críticas y descolonizadas, que coordinó Luis Suárez Salazar para la Editorial Ciencias Sociales en 2018. Analicé las estrategias vigentes de 1959 hasta 2015 para, primero, lograr la igualdad de las mujeres y, después, asegurar que continuaran avanzando hasta que superaron a los hombres en muchos aspectos. Las mujeres tuvieron que batallar contra todo tipo de discriminaciones para convertirse en agentes de sus propios cambios, en un proceso que les confirió un trato diferenciado. La sustentabilidad de las estrategias de empleo femenino significó que a medida que cambiaban las mujeres, las políticas que promovieran estas transformaciones tenían que adecuarse a las nuevas mujeres y a las nuevas condiciones del país.

«La cara de género del cuentapropismo habanero» lo publicó la revistaTemasen su número 80 dedicado a la temáticaGénero en transición. En este estudio de caso profundicé en las peculiaridades del trabajo femenino y masculino en un grupo de dueños de los nacientes pequeños negocios privados, que aportó juicios previos y dudas para continuar estudiando este tema. Abordé los laberintos del sector privado y las actitudes genéricas de los propietarios. Comparé los motivos que llevaron a cubanas y cubanos a abrir pequeños negocios privados, las formas con las que acumularon su capital inicial, sus modos de dirigir, y sus éxitos y fracasos, para indagar si existían diferencias de género en sus procederes.

En «Estudios de género en Cuba, un libro de la revista Temas» reflexioné sobre los 29 artículos que la revista publicó entre 1995 y 2014. Fueron, en mi opinión, los años más duros de la transición socialista cubana que comenzó en 1961. A lo largo de este período los autores analizaron, principalmente, lo que ocurrió a las mujeres cubanas en comparación con los hombres cubanos, con el fin de extraer las particularidades de lo que significó ser mujer y, por supuesto, lo que las diferenciaba de aquellos. Llamé la atención que solo a fines de los 90 aparecieron en la revista dos ensayos que incluyen por primera vez lo que denominaron «homosexualismo», y en 2014 apareció un artículo que se dedicó a tratar científicamente el tema de las personas LGBTIQ+ en Cuba, específicamente, a las transexuales y transgéneros.

En la segunda sección aparecen varios de los artículos que publiqué en la revista digital cultural Lectambulos de Mérida, Yucatán, entre septiembre de 2020 y septiembre de 2022. Comprenden los años de la pandemia y la pospandemia, esos que casi toda la humanidad quiere borrar por los sufrimientos que provocaron.

No sé a quién atribuir la frase «de las grandes crisis salen grandes soluciones», pero sus significados los apliqué a lo que experimentaron las cubanas en esos tiempos. Lo hice mientras sufría la COVID-19 en Cuba para, primero, aclararme qué experimentaban las mujeres, primordialmente las asalariadas cubanas, y si las estrategias para que ellas avanzaran se estancaron. Estudié sus repercusiones en lo que significa ser hombres cubanos, así como personas de la amplia gama calificada de LGBTIQ+.

Los textos aparecen cronológicamente según los publicóLectambulos. Su directora Verónica García favorece escribir empleando la «letra con género» que promovió la cubana Isabel Moya, por lo que me sentí en casa. Dicha revista nació en septiembre de 2020 cuando la COVID-19 confinó a la humanidad en sus hogares, si los tenía. La partera fue Verónica, quien desde su Mérida maya convocó a colegas de Yucatán y Cuba a enviar contenidos que ilustraran el confinamiento en sus países. Después se unieron autores de España.

Escribí testimonios sociológicos sobre cuestiones de género que la pandemia desafió mundialmente para analizar sus improntas en los contextos cubanos justo en los momentos en que sucedieron, esos que yo también padecí y que me dificultaron mantener el equilibrio entre el compromiso y eldistanciamiento. Analicé los sucesos cotidianos que la pandemia alteró en el empleo, la salud, la educación, los medios de comunicación, la violencia de género, las identidades de género, las orientaciones sexuales y las desigualdades para entender cómo se enfrentaron en Cuba.

Empleé mis versiones del enfoque de género y de la «letra con género», en combinación con mi pensamiento crítico marxista de manera que los acontecimientos que expliqué se parecieran a cómo ocurrieron realmente.

Isabel Moya enseñó que la estrategia comunicativa de la «letra con género» incluye tres reglas.1 La primera consiste en indagar las situaciones sociales concretas en que se manifiestan las cuestiones que relatamos. Esto me permitió explicar los escenarios en que se produjeron los conflictos, diagnosticar sus causas y ofrecer soluciones posibles.

La segunda regla sugiere a las comunicadoras y a los comunicadores que acudan a las ciencias sociales para que conozcan sus propuestas sobre cómo eliminar las discriminaciones detectadas, no solo las de género. La usé para que los lectores identifiquen las discriminaciones patriarcales enraizadas en mujeres y hombres y, sobre todo, contribuyan activamente a erradicarlas.

La tercera pauta promueve evaluar sistemáticamente cómo impactan las políticas sociales referidas al género para constatar los errores y los beneficios que aparecen cuando se implantan. Siempre estimé que esta sugerencia no solo se adscribe a los temas de mujer y relaciones de género, sino que los medios tienen que aplicarlos a cualquier tópico.

Lectambuloscomenzó con lectores de la península yucateca y se extendió a diversos rincones del mundo a través de las redes digitales. Por eso revelé resumidamente en cada trabajo por qué los efectos de la pandemia sobre las cubanas y las relaciones de género asumieron matices diferentes a los de otros países.

En los últimos 64 años la población cubana experimentó una movilidad social ascendente provocando que sus necesidades materiales y espirituales fueran más altas que las posibilidades de convertirlas en realidad. Ello se debe, entre muchas razones, al empeño de realizar una transición socialista que se parezca a Cuba a pesar de los efectos de un omnipresente bloqueo de EUA.

La pandemia agravó las condiciones de vida en Cuba al aumentar la escasez de ofertas de todo tipo, mantener las precariedades en las infraestructuras y acrecentar las desigualdades. Ello me obligó a reflexionar sobre los temas de las cubanas y las relaciones de género aún más críticamente que mi manera de hacerlo habitualmente. Lo hice practicando una flexibilidad de análisis mayor para entender con inmediatez las inseguridades y los miedos que la pandemia provocó en Cuba. Estudié las políticas públicas que se generaron en esos años para no detener los avances en las mujeres y las relaciones de género y, para comprobar si promovían cambios positivos en las caducas gestiones administrativas ejercidas desde las instancias nacionales hasta las comunitarias. Observé una vez más cuán arraigada está la burocracia que desestima la necesidad de eliminar las discriminaciones y las desigualdades para mantener el rumbo socialista.

Escribí los textos con un estilo de periodismo investigativo y literario, por lo que eludí las obligadas referencias bibliográficas de los artículos científicos. Confieso que respiré al redactarlos y disfruté esta experiencia. Pero siempre llevé dentro la necesidad de relatar lo que descubrí en mis investigaciones y en las de otros colegas.

Redacté estas líneas admirando las repuestas de la profesora cubana Giselle Armas en una entrevista. 2 Manifestó que la Revolución cubana tiene que incorporar los feminismos para lograr una sociedad socialista que asegure dignidad, felicidad y liberación para todas las personas. Aclaró que «Hay diferencias entre ser feliz un hombre y una mujer. Las mujeres tenemos muchas opresiones, incluso en el socialismo, y la necesidad de ser felices pasa porque luchemos contra el patriarcado». Coincido con ella cuando dice que «Cada vez que se trate una política pública debe focalizarse no solo en las mujeres, sino en que tenga un sentido feminista».

Habló de la opresión que sufrimos las cubanas cuando asumimos las tareas domésticas sin que participen los hombres, idea con la que coincido porque reproduce un modo de familia patriarcal y capitalista. Ponderó el Código de las familias aprobado en Cuba en el año 2022, que suscita trabajar para deconstruir ese modelo de familia y desarrollar otro tipo de relaciones, donde los cuidados se realicen colectivamente. Dicho código creó pautas legales para esa participación colectiva, mas, cómo convertirlas en realidad depende de efectuar un diálogo desprejuiciado entre sus miembros, promover una transformación educativa desde los medios y un programa de educación sexual efectivo en el sistema educativo, así como de garantizar el acceso a infraestructuras materiales que faciliten la reproducción de la vida.

Mis artículos revelaron cuántos obstáculos sobrellevaron los progresos de las cubanas y de las relaciones de género durante la pandemia y la pospandemia. Demostré que lo capitalista y patriarcal que perdura en nuestra transición socialista genera sufrimientos a las cubanas, en sus actuaciones como piezas claves para enfrentar la pandemia. El empoderamiento femenino sufrió porque las cubanas nos sentimos exhaustas ante las tensiones que se recrudecieron en el empleo, el hogar y las comunidades. Sus dolorosas consecuencias se manifestaron en el aumento de la violencia de género, la emigración y las desigualdades en las condiciones de vida.

Por tanto, las políticas públicas para renovar los avances de las cubanas que se introdujeron antes de que concluyera la pandemia tienen que ejecutarse con inmediatez y deben incorporar los cambios que dicten las realidades.

Concluyo la introducción con una cita de Giselle Armas: “Hay muchos problemas que no pueden solucionar porque son de recursos, pero hay otros en [los] que necesitamos [que] se participe diferente. Esa visión de la participación popular me quita el sueño. Es complejo”.

 

Marta Núñez Sarmiento

La Habana, agosto de 2023

1Moya Richard, I. (2010).El sexo de los ángeles: una mirada de género a los medios de comunicación. Editorial Acuario, Centro Félix Varela, La Habana.

2Dovale, D. (2023). Giselle Armas: la filósofa marxista que baila ballet en las paradas.Juventud Técnica. Disponible enhttps://medium.com/juventud-t%C3%A9cnica/giselle-armas-la-fil%C3%B3sofa-marxista-que-baila-ballet-en-las-paradas-1c8ce16629d(consultado el 20 de julio de 2023).

Sección Primera

La Revolución según las cubanas3

Las cubanas se emanciparon tanto en los últimos cincuenta y siete años que innovaron las relaciones de género y enriquecieron la identidad cultural nacional en lo que significa ser mujer, ser hombre y ser una persona de la gama de orientaciones sexuales e identidades genéricas. En este devenir las mujeres se convirtieron en figuras clave del entramado del proyecto anticapitalista y socialista de la Revolución.

Decidí concentrarme en la evolución del empleo femenino como parte de las medidas para incorporar a las mujeres a la vida del país con equidad e igualdad desde 1959 hasta hoy, porque ha sido una clave para cambiar sus conductas e ideologías, convirtiéndose en el hecho que más ha influido en la revolución de las cubanas.

Cuba demostró que las mujeres solo serían capaces de luchar por su plena equidad y alcanzarla si toda la sociedad se transformaba simultáneamente con ellas. Si los cambios poscapitalistas se hubieran detenido y las mujeres hubieran intentado desmontar la cultura patriarcal, a la larga hubiera sobrevenido un retroceso en este empeño. Y si los programas para revolucionar la sociedad hubieran desconocido la necesidad de cambiar a la vez las discriminaciones que sufren las mujeres y, en general, las relaciones de género, o la hubiera postergado por considerar que no era una prioridad, entonces no habría sido una verdadera revolución.

La experiencia cubana indicó igualmente que las transformaciones en la sociedad y en las mujeres no son un proceso lineal pues están sometidas a presiones externas, a la urgencia de la población de suplir sus necesidades y, a la necesidad de rectificar en todo momento los errores propios de este enorme experimento socialista en un país latinoamericano y subdesarrollado. Esta «no linealidad» se tradujo en lo que ocurría —a grandes rasgos— con los cambios en las condiciones de ser cubanas en las diferentes etapas de la transición socialista cubana.

La FMC ha sido la principal promotora de estas transformaciones desde su creación en 1960, tras aunar a organizaciones de mujeres y secciones femeninas de los movimientos que derrocaron a la dictadura y ha logrado, gracias a la voluntad política de perseguir la equidad e igualdad de las mujeres, que las estrategias para lograrla se extiendan a todas las instituciones gubernamentales, la sociedad civil y sus organizaciones. Ha sido un proceso de experimentos y de aprendizajes constante para subsanar errores, que no ha estado exento de dogmatismos y de insuficiente participación popular.

Desde 1959 Cuba ha transitado por varias etapas de transición socialista que reagrupé en tres momentos para evaluar cómo las políticas económicas y sociales propiciaron la participación laboral femenina y los cambios en las relaciones de género en cada uno de ellos. Estudié de 1959 a 1989 para recapitular cómo transcurrieron los primeros cambios en la sociedad y en las mujeres, y comprender cómo arribaron a la crisis de los años 90. El segundo período (1990-2005) abarca los años de crisis y reajustes del modelo de supervivencia. Por último, estudié la etapa más cercana (2006 hasta 2015) en la que aparece el nuevo modelo económico y social.

1959-1989

A diferencia de las concepciones de desarrollo y progreso que midieron los logros según el crecimiento económico, desde 1959 Cuba fue el primer país de América Latina que incorporó de forma explícita el mejoramiento social en sus estrategias de desarrollo económico. Tuvo, a la par, rasgos originales con relación al repertorio de las políticas sociales y al manejo de la pobreza que resultó el más extendido en los países subdesarrollados, que consideraban la pobreza como una situación social que siempre existió y que siempre existirá.4 Las concepciones cubanas de desarrollo vigentes hasta hoy concibieron al ser humano con sus necesidades materiales y espirituales como la meta a desarrollar, lo que hizo que la idea de progreso implicara que las transformaciones económicas tuvieran como propósito proporcionar bienestar material a todos y que contribuyeran a cambiar los patrones de desigualdad y discriminación en la ideología y en la cultura.

Las mujeres estaban entre las personas más pobres y fueron beneficiadas desde los inicios por las estrategias para cambiar las relaciones sociales que condicionaban la pobreza. Los primeros documentos que trazaban las metas políticas de la naciente Revolución en el poder reconocían que las féminas estaban en franca desventaja social y declaraban que era imprescindible otorgarles un tratamiento especial.5

La Dirección del país y la FMC canalizaron desde 1960 la participación de las mujeres como agentes de su propio desarrollo. Se comprendió que para revertir la discriminación de la mujer y para incorporarlas plenamente a la sociedad había que introducir medidas específicas en los programas que eran parte del proyecto general de la Revolución. Vilma Espín sintetizó este ideal en el II Congreso de la FMC: «Para la mujer la Revolución significaba la oportunidad de elevarse en su dignidad humana».6

El Estado formuló y puso en práctica las políticas sociales que desde un inicio rompieron con enfoques economicistas de desarrollo y organizaron la economía de manera que los crecimientos del PIB alimentaron de inmediato las políticas sociales que universalizaron la educación, la salud, la seguridad social, la asistencia social, la cultura y el deporte, áreas definidas por la socióloga cubana Mayra Espina como «espacios de igualdad». Son áreas que cubren necesidades básicas de la población, a las que tienen acceso todos por igual: son gratuitas, se brindan facilidades para alcanzarlas y la accesibilidad universal está refrendada legalmente. Resultaron unas vías efectivas para romper el ciclo de reproducción de las desigualdades en la sociedad y en el hogar, y se feminizaron casi de inmediato. La indiferencia con respecto a los géneros que se promovió desde siempre en estos espacios de igualdad benefició mucho más a las mujeres que a los hombres porque estas habían sido históricamente las más discriminadas. Además, aunque tales beneficios se gestaron «desde arriba», la manera en que se introdujeron instó a que beneficiarios y beneficiadores interactuaran y se convirtieran en agentes de sus propias transformaciones.

La campaña de alfabetización de 1961 fue una de las primeras políticas sociales que propició la feminización de la educación, la cual redundó en la futura alta calificación laboral femenina. Las mujeres representaron 59% de las fuerzas alfabetizadoras y 55% de los alfabetizados de ambos sexos.7 En un solo año se propició que alumnos y maestros aprendieran unos de otros a medida que inauguraban uno de los espacios de igualdad más importantes: el de la educación. La nacionalización de la enseñanza se produjo ese año y favoreció también la feminización de la educación porque las niñas y las jóvenes se incorporaron a la enseñanza y permanecieron en ella de manera creciente. Veinte años después las muchachas comenzaron a participar mayoritariamente en la matrícula y en la retención escolar de la secundaria y del preuniversitario. Una de las razones para esto en el nivel preuniversitario fue que los muchachos matricularon preferentemente en cursos de educación técnica y profesional con el objetivo de acceder más rápidamente al mercado de trabajo, a la vez que adquirían un nivel de instrucción de duodécimo grado. Desde los años 80 comenzó en el país una paulatina feminización de la enseñanza universitaria.8

Las mujeres que se incorporaron a la política social del pleno empleo se fueron transformando a sí mismas a medida que toda la sociedad cambiaba. Desde inicios de los años 60 se aplicaron medidas que en aquel momento no se calificaron como «acciones afirmativas» para eliminar las desventajas sociales de las mujeres en materia de empleo, pero que al analizarlas retrospectivamente cumplieron ese objetivo de manera diferenciada. Entre 1961 y 1969 existieron varios programas de la FMC con los ministerios de Educación, Trabajo, Salud, las Fuerzas Armadas y el Instituto Nacional de la Reforma Agraria, que experimentaron diferentes vías para convertir a las mujeres en asalariadas.

Así, una vez concluida la Campaña de alfabetización, el plan de las escuelas para campesinas “Ana Betancourt” trasladó a la capital a decenas de miles de muchachas de las montañas —las zonas más atrasadas del país— para estudiar cursos de corte y costura. Se perseguía entrenarlas en un corto tiempo en una actividad remunerada que les produjera ingresos propios y que ampliara su visión del mundo. Otro plan fue el que propició que las empleadas domésticas estudiaran en escuelas nocturnas y se entrenaran como conductoras de taxi, empleadas bancarias y operadoras telefónicas. Hubo varios planes para incorporar a las mujeres de zonas urbanas a empleos agrícolas: en unos las trasladaban diariamente a los campos, como fue el caso de la cosecha de algodón en las provincias occidentales; mientras que en otros las mantenían albergadas por varios días en los campos, como fue el caso del plan Banao en el centro del país. Ambos planes fueron creados para favorecer la participación de mujeres en la fuerza laboral. Las brigadas sanitarias de la FMC propiciaron que las brigadistas, entrenadas para ofrecer los primeros auxilios en caso de agresión y para realizar campañas sanitarias en zonas intrincadas, comenzaran a trabajar como enfermeras y técnicas de la salud. Por último, durante los años 1969 y 1970, las cubanas sustituyeron a los hombres en los puestos de trabajo cuando estos marcharon como voluntarios a la zafra azucarera de los 10 millones de toneladas. Cuando concluyó esta enorme movilización y los hombres retornaron a sus empleos, se mantuvieron como asalariadas y no fueron devueltas a sus hogares para que volvieran a su condición previa de amas de casa, lo cual marcó una diferencia con experiencias similares en otros países.9

Las cifras de cada una de estas actividades no dicen mucho. Su valor reside en que nutrieron a los dirigentes del país y a la organización femenina de vías distintas para que las mujeres accedieran al empleo en las condiciones concretas de la Cuba de los primeros diez años posteriores al triunfo de 1959, y para que a partir de 1970 las mujeres se incorporaran a la fuerza laboral activa de manera permanente y creciente.

Según el censo de 1953, menos de la quinta parte de los ocupados eran mujeres (17,6%). De las mujeres ocupadas, casi una tercera parte (30%) trabajaba en el servicio doméstico y en trabajos del grupo ocupacional de conserjes, lava pisos, barrenderos y porteros, 14% realizaba labores de oficinistas y 12% eran maestras. Solo 16% de las ocupadas se desempeñaba como profesional y técnicas y 2% ocupaba cargos de dirección. El censo de 1981 demostró que prácticamente la tercera parte de los ocupados (31%) eran mujeres y de ellas más de la mitad (55%) correspondía a ocupaciones intelectuales, 12% a al comercio y a la alimentación pública y 10% a la industria. En 1953, 74% de las mujeres en edad laboral eran amas de casa; en 1981 esta proporción se redujo a 47%.10