Cuentos calientes de navidad - para adultos - Sara Agnès L. - E-Book

Cuentos calientes de navidad - para adultos E-Book

Sara Agnès L.

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  • Herausgeber: LUST
  • Kategorie: Erotik
  • Sprache: Spanisch
  • Veröffentlichungsjahr: 2023
Beschreibung

La Navidad es un época mágica en la que la bondad inunda los corazones de todo el mundo. Aunque también puede convertirse en una etapa fría en la que busquemos incansablemente algo caliente...Acompaña en este volumen a Bella, Helena y demás en un recorrido por las vacaciones navideñas donde situaciones inesperadas dan lugar a tórridos encuentros que sin duda te harán creer en los milagros navideños.Este volumen incluye: 4 de diciembre: Abeto frondoso12 de diciembre: La celebración de Santa Lucía15 de diciembre: Todo lo que quiero para Navidad - un calendario erótico de Navidad21 de diciembre: Vuelvo a casa por Navidad - un calendario navideño eróticoLa duendecilla navideña - una novela corta eróticaEl calendario de advientoLucía-

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Seitenzahl: 211

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Malin Edholm, Lisa Vild, Elena Lund, Elise Storm, Sara Agnés L.

Cuentos calientes de navidad - para adultos

Translated by Marta Cisa Muñoz, Adrian Vico, Olga Vizán, Carolina Gandia, Carlos Osvaldo Rocha, Estíbaliz Montero

Lust

Cuentos calientes de navidad - para adultos

 

Translated by Begoña Romero, Javier Orozco, Maria Elena Abott

 

Original title: Cuentos calientes de navidad - para adultos

 

Original language: Swedish

 

Copyright © 2020, 2023 Katja Slonawski, Malin Edholm, Camille Bech, Virginie Bégaudeau and LUST

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726775075

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

4 de diciembre: Abeto frondoso

La nieve brilla blanca en pinos y abetos,

La nieve brilla blanca en los tejados

Solamente el T omte está encuerado.

 

Fredrik se rio para sus adentros ante su propio pensamiento infantil. Era el uno de diciembre y durante los días anteriores los medios de comunicación habían dicho que una fuerte nevada azotaría la capital.

Aquel sábado, Fredrik salió a caminar con Anna por el paisaje nevado de Sörmlandsleden. Había un gran silencio, el silencio que se produce cuando las ramas se quedan quietas por el peso de la nieve fresca sobre ellas.

— ¿No crees que sería buena idea traer un ramito de abeto a casa? Un poco de espíritu navideño — dijo Anna.

Se apartó del sendero y caminó con dificultad a través de la nieve. Fredrik estudió a su compañera de aventuras. Trece años de una relación que parecía agradable y gratificante, pero que se sentía algo estancada. Ambos estaban cerca de cumplir cincuenta años. Anna estaba en buena forma y los pantalones de campismo le quedaban ajustados sobre el culo redondo que se movía con sus grandes pasos enérgicos. La siguió con los ojos durante un rato antes de seguirla por el bosque.

Él trabajaba demasiado y ella también. Tenían relaciones sexuales de vez en cuando, pero no eran tan excitantes como antes. Ambos lo pasaban bien, pero era como si faltase el brillo de antaño.

Se detuvo en un abeto de buen aspecto y cortó un ramo con la navaja multiherramientas que siempre llevaba en su bolsillo cuando salía a andar en el bosque. Avanzó entre la nieve siguiendo sus pasos. La encontró inclinada hacia adelante en otro abeto y la vista de aquel culo despertó algo en él.

A pesar del frío en sus extremidades, se calentó. Un impulso lo invadió y paseó su mirada entre el culo y el ramo que sostenía en su mano una y otra vez. Levantó el ramo y tragó saliva al sentir aquella ola de calor. Ella era fuerte y él la amaba enormemente .

El ramo le golpeó directamente las nalgas y ella gritó sorprendida. El calor aumentó en intensidad y su polla se abultó dentro de los pantalones. Pero cuando ella se levantó lentamente, le entró más temor del que había tenido antes. ¿Pero qué había hecho? ¿Había echado algo a perder? ¿Cómo podía hacer algo así sin preguntar primero? Estaba esperando la mirada recriminatoria, seguramente no le perdonaría: «¿Pero qué coño estás pensando, Fredrik?»

Anna se dio la vuelta, pero su mirada no parecía enojada o decepcionada, sino traviesa. Entonces sonrió.

— ¿Qué coño haces?

Ella se rio. ¡La fantástica mujer que amaba se estaba riendo!

Se acercó a ella y la sujetó contra su cuerpo.

— El caballo en el establo tiene ganas de algo — ella se rio disimuladamente y acarició con la mano la polla que empujaba desde dentro de los pantalones.

¿Qué había sucedido en realidad?

Olvidó que estaban a poca distancia de una ruta de senderismo muy concurrida y la besó hambriento. Ella se bajó los pantalones, se dio la vuelta y se inclinó hacia delante apoyando ambas manos contra un árbol. Había pocas cosas tan emocionantes como ver su coño desde atrás, con sus labios asomándose apenas debajo del culo seductor. La clara luz del sol se reflejaba en su humedad.

— Fóllame ahora — dijo ella— . Rápido, alguien puede vernos.

Él dudó. En su interior resonó el mantra que decía ella tenía que correrse al menos dos veces antes de que él pudiera hacerlo. Pero cuando se bajó los pantalones y cogió su dura polla, con el glande brillando de líquido preseminal, no pudo contenerse. Insertó su polla y sintió lo húmeda que estaba. La penetró y la metió en su coño caliente. Se deslizó con facilidad.

Ella comenzó a gemir suavemente. En realidad, solía gemir y gritar mucho durante el sexo, pero ahora se contenía. ¡Dios mío, de lo contrario se oiría en la distancia!

La idea de que otros paseantes a poca distancia los pudieran escuchar , o que tal vez incluso los vieran entre los troncos, le emocionaba y le estresaba al mismo tiempo. Se dejó llevar y pensó que sus tímidos gemidos y su continua humedad aún le daban permiso para más. Y tan pronto como notó que había un par de finas líneas rojas en una de sus nalgas, donde golpeaba su pierna cada vez que la penetraba y temblaba de manera tan provocadora, no pudo contenerlo más. Dejó que sucediera, entró en cascada dentro de ella, presionando su boca contra el cuello de Anna para no gemir en voz alta.

Se quedaron de pie un rato. Él tenía los brazos alrededor de la cintura de ella, y entonces besó su cuello con ternura. Ella se rio un poco en voz baja.

— Es mejor que nos vistamos, cariño — dijo ella.

Él soltó una risa.

Se vistieron en silencio, pero él se detuvo a mirar cómo ella se limpiaba el semen de la parte interior del muslo con una mano y lo untaba en el tronco del árbol en el que acababa de apoyarse. Como si fuera una especie de conjuro antiguo.

Durante el resto de la caminata, no pudo evitar mirar ocasionalmente el ramo de abeto en su mano y luego su culo. Se preguntó si estaría incómoda. Ella notó sus miradas y le sonrió ligeramente. A pesar de que había pasado poco tiempo desde la eyaculación, volvió a ponerse duro varias veces.

***

Un par de días después caminaban a casa juntos desde el supermercado, donde habían hecho las compras después del trabajo y ella había recogido un paquete. Anna no pudo evitar sonreír mientras caminaban el uno al lado del otro .

El recuerdo de lo que había sucedido en el bosque había vuelto a su mente una y otra vez durante la semana. Había estado fantaseando en la silla de la oficina y al cabo de un rato se había dado cuenta de que se estaba mojando. Otro día en la oficina había comprado en línea el mismo paquete que acababa de recoger. Estaba excitada y un poco irritable.

La sensación del ramo de abeto golpeando sus nalgas era algo completamente nuevo para ella. El dolor y la excitación podían estar tan cerca el uno del otro. El dolor inmediato en la piel se había extendido muy rápido a la ingle y la entrepierna. Es como si hubiesen presionado un botón de mojado. Y que luego la tomara con fuerza y determinación, tal como ella le había pedido, había sido increíble. Era algo así como su propia película porno, que reproducía una y otra vez para sí misma.

Entraron al apartamento. El ramo de abeto estaba en un jarrón junto a la puerta del balcón. Inmediatamente sintió cómo su coño reaccionaba, se contraía, y el calor latía de adentro hacia afuera.

Una vez que terminaron de desempacar la comida y guardaron todo lo demás, Fredrik preguntó mirando de cerca el paquete:

— ¿Qué has comprado?

— Un calendario navideño, para nosotros — dijo ella con una sonrisa.

Él la miró a los ojos, pero en realidad no captó la travesura que ella intentaba transmitirle.

— Oh, como un calendario de regaliz, o prosecco, vi que ahora también hay de esos.

— Jaja. Sí, algo así.

Inclinó la cabeza hacia un lado y la miró con los ojos entrecerrados. Ella se rio. Era viernes, así que sirvió dos copas de vino y se acercó a él con las copas en las manos.

— Abre el paquete — dijo ella.

Dudó un momento, pero luego se dispuso a abrirlo. Después de un instatne levantó una caja negra, grande y brillante con decoración dorada. La giró y la miró por todas partes. Ella se acercó y le entregó una copa. Dejó la caja sobre la mesa y miró los números dorados que brillaban en veinticuatro huecos grandes.

— ¿De qué se trata esto entonces? — dijo, tomando un sorbo de vino.

— ¿Quizás deberías abrir la primera casilla? — se rio en voz baja.

Tocó la abertura por un momento antes de abrir la casilla número uno. Ambos se inclinaron hacia adelante para mirar. La excitación caliente y palpitante que Anna sentía comenzó a extenderse por todo su cuerpo, desde los pezones hasta la entrepierna.

Detrás de esta casilla había un pequeño vibrador.

Ella aprovechó la oportunidad para apartar su copa de vino, deslizarse detrás de él y poner sus brazos alrededor de su cintura. Él carraspeó ligeramente y empezó a decir algo, pero se detuvo.

— De hecho, hoy es seis de diciembre, ¿quizá deberíamos abrir algunas más? — dijo ella mientras se acariciaba la entrepierna con una mano.

La polla de Hendrik se había puesto dura dentro de sus pantalones.

Se turnaron para abrir más casillas y fueron descubriendo los juguetes que se escondían en ellas. La mayoría eran de color negro o dorado. Tenían un aire exclusivo y pecaminoso.

— ¿Qué te gustaría probar? — preguntó él con voz suave.

Anna señaló el vibrador, la venda para los ojos y el pequeño látigo. Entonces agarró el bodi .

— Voy a ponerme esto primero.

Tomó un sorbo de vino y caminó lentamente hacia el cuarto de baño. Miró brevemente por encima del hombro y notó cómo Fredrik tomaba los juguetes que ella había seleccionado y los examinaba por todas partes. Una vez dentro, se desnudó por completo. La piel le hormigueaba y los pezones se le habían puesto rígidos. Se puso la prenda y se quedó un buen rato mirándose en el espejo. Tenía el traje puesto, pero no ocultaba nada; el área genital también estaba completamente abierta.

Se excitó al mirarse a sí misma en el espejo y acarició fugazmente sus pezones. Dejó que sus dedos se deslizaran entre su vulva y acarició su clítoris con movimientos ligeros. Estaba resbaladizo y pegajoso.

Podía oír que Fredrik estaba haciendo algo en la cocina y parecía que se dirigía al dormitorio. Apartó sus dedos, aunque quería seguir tocándose, y salió del cuarto de baño. Él estaba de pie en la puerta del dormitorio.

— Cierra los ojos.

Ella hizo lo que le dijo y Fredrik le cubrió la cabeza con la venda. Cuando volvió a abrir los ojos, todo estaba oscuro.

— Te ves tan sexy, cariño.

Percibió que se acercaba y luego sintió sus labios presionados contra los de ella. La sensación de perder el control y la vista le excitaba. Podía hacer cualquier cosa con ella. Se besaron, hambrientos. Luego la condujo hacia delante y empujó suavemente la parte superior de su cuerpo contra la cama. Fredrik no hizo nada durante un buen rato y ella se quedó allí con la cara entre las sábanas, preguntándose qué estaba haciendo. ¿Acaso le estaba mirando el culo?

Fredrik le puso una mano en el hombro, y ella se sacudió. Entonces se acercó a su oído.

— Si quieres que me detenga por completo, di «rojo»; si quieres que baje la intensidad, di «amarillo».

— Vale.

— Muy bien.

Se preguntó si estaba tan preparado como ella. Se sentía así porque el episodio con el ramo de abeto era la primera vez que Fredrik había golpeado a alguien, según reveló él mismo más tarde. ¿También él había esperado toda la semana para continuar con lo que habían hecho en el bosque? Sus expectativas habían crecido al saber que él estaba tan ansioso como ella por probar nuevas cosas.

Acarició su espalda, sus nalgas y sus muslos. Le provocó durante un rato acariciando su ingle solo con las yemas de los dedos. Ella sintió cómo pasaban tan ligeros como plumas sobre su coño. Entonces jadeó, lista para cualquier cosa. Al menos así lo creía. Luego sintió una fuerte palmada en una de sus nalgas. Gritó. Dolía, pero apenas lo notaba en medio de toda esa emoción. Su piel se puso caliente y dolorida. Fredrik deslizó su mano de nuevo y comenzó a acariciar el clítoris de manera suave y traviesa. Ella gimió. Quería ver lo que estaba haciendo, pero la venda en sus ojos no le permitía ver nada.

Las caricias ligeras se volvieron más rápidas y ella comenzó a ponerse muy caliente y excitada. Entonces todo se detuvo y quedó en silencio de nuevo. Ella se tensó porque esperaba más azotes, pero no importaba . Exhaló y luego recibió tres golpes rápidos en la misma nalga de antes. A continuación, escuchó el zumbido del vibrador y apenas tuvo tiempo de reflexionar sobre el dolor de sus nalgas antes de que Hendrik lo llevara a su clítoris y fuera inundada de placer por las vibraciones. Comenzó a respirar más rápido y a gemir más fuerte, sintiendo cómo su excitación llegaba cada vez más alto.

La sensación de no tener que asumir la responsabilidad del sexo le hizo relajarse hasta el punto de acelerar el orgasmo. Le sorprendió lo rápido que iba todo incluso antes de estar a punto de correrse.

Justo cuando estaba a punto de llegar a la cima, Fredrik apartó el vibrador y le golpeó ambas nalgas varias veces. El dolor era fuerte, pero podía aguantar mucho más. Ella gimió decepcionada, tan cerca como estaba de correrse. Pero pronto el vibrador volvió a su coño y ella siguió acercándose al orgasmo. Entonces Fredrik apartó el vibrador nuevamente, justo antes de que ella se corriera.

Esta vez le pasó los hilos del látigo por la espalda, haciéndole sentir cosquillas. Cuando volvió a acercar el vibrador y ella comenzaba a relajarse, le azotó con el látigo alrededor del omóplato.

El primer azote no fue exitoso, pero el segundo le pegó directamente en la piel y el tercero la hizo gritar. El dolor del cuarto latigazo hizo que intentase acurrucarse para evitar el siguiente golpe, pero de manera extraña la puso aún más cachonda y con el quinto golpe llegó el orgasmo. Fredrik simplemente le dejó disfrutarlo. El dolor se esfumó en el aire, ya no se sentía. Todo explotaba de placer y brillaba en su campo de visión. El calor latía desde el clítoris y hacia el cuerpo, el coño se contraía una y otra vez.

Se estiró en la cama, se quitó la venda de los ojos y miró a Fredrik. Tenía las mejillas enrojecidas y los ojos fulgurantes. Parecía haberse olvidado del vibrador en su mano, que seguía zumbando al mismo tiempo que los Jingle Bells sonaban en el altavoz.

— ¿Qué pasa? — dijo ella.

Entonces volvió en sí mismo y apagó el vibrador.

— Me siento satisfecho. Quería que fuese tu momento, y me encanta verte disfrutar.

Ella se apoyó en un codo. Todo esto era fascinante. Qué fácil había sido lanzarse a este juego y qué fácil era hablar de ello.

— Y vaya si lo he disfrutado.

— ¿Te ha dolido?

— Puedo aguantar más — dijo ella, sonriendo.

Le acarició la espalda y el culo. Las nalgas estaban calientes y doloridas. El dolor le hacía sentirse satisfecha consigo misma, con lo que su cuerpo podía soportar. Cogió un trozo de la punta de su bodi .

— De verdad me gusta todo esto. Te ves tan guapo.

***

Después de abrir aquella primera casilla del calendario tuvo que pasar algún tiempo para que llegase la siguiente ocasión. Hubo cenas de Navidad y reuniones y compras de regalos de Navidad para sobrinas y sobrinos. Pero Fredrik fantaseaba todo el tiempo. Miraba el calendario sobre la mesa, reviviendo aquellas escenas juntos muchas veces. Incluso hubo un día en el trabajo que tuvo que pajearse en el váter porque se sentía demasiado cachondo.

Finalmente llegó una noche en la que ambos iban a estar en casa. Fredrik era consciente y se aseguró de llegar primero a casa para preparar el vino y algunas velas. Puso un disco con viejos villancicos. Anna parecía cansada cuando entró por la puerta, pero se animó de inmediato cuando lo vio. La recibió en el pasillo. Cogió sus bolsas y su cartera y le puso una copa de vino en la mano.

— ¡Cariño! — dijo ella.

— He estado esperando ansiosamente toda la semana para esto — dijo él, y se besaron.

— ¡Qué bien huele!

— Está en el horno, así que tienes tiempo de darte un baño mientras tanto.

Después de dos copas de vino y una buena cena, se tomaron de la mano y se besaron todavía sentados en la mesa en la cocina. Todo el estrés navideño se había esfumado y había sido reemplazado por una agradable calidez. Y una creciente calentura. Pero quizá ella estaba cansada, así que él no pensaba insistir en nada.

— ¿Quizás podríamos abrir alguna casilla del calendario? — dijo él entonces con una expresión de incomodidad en el rostro.

— ¿Quieres?

— Mmm. ¿Y tú?

«¡Sí!» pensó con alegría, pero lo disfrazó un poco. No quería sonar demasiado desesperado.

— Mmm, sí, me gustaría. ¿Qué te parece si me pongo la venda, abres una casilla del calendario, y luego puedes hacer lo que quieras conmigo? — dijo ella.

Anna inclinó la cabeza y le sonrió. Fredrik se quedó un tanto perplejo al principio. Era asombroso cómo podían pasar de lo cotidiano a lo sexual de esa manera. Se puso caliente y su escroto comenzó a hormiguear. Su polla comenzó a hincharse y a ponerse dura, presionando contra la tela de sus vaqueros. Ella le puso las manos en los muslos y las movió hacia su entrepierna, como si sintiera lo que estaba sucediendo allí dentro. Aquel movimiento hizo que el calor pulsara hacia arriba a lo largo de la polla. Empezó a volverse insoportable. Deseaba tenerla de inmediato.

Entonces carraspeó un poco.

— Tus deseos son órdenes, mujer pecadora.

Ambos se rieron. Los ojos de Anna brillaban intensamente. Cogió la venda, la puso sobre sus ojos y se quedó de pie a su lado en silencio. Fredrik, por su parte, cogió el calendario y abrió un par de casillas. Respiró profundamente. ¡Vaya, esto tenía pinta de emocionante! Esposas para pies y manos. Levantó una de las esposas, un brazalete suave con velcro y un gancho. Lo sacudió un poco para que ella escuchase.

La respiración de Anna se volvió más pesada. Él percibió sus ansias, le excitaba muchísimo que ella no tuviera la menor idea de lo que iba a suceder.

Comenzó a desnudarla, lentamente, prenda por prenda. Finalmente, ella se quedó allí de pie, completamente desnuda. Tenía la piel de gallina. Fredrik se quitó la camisa y se colocó detrás de ella. Acarició sus hombros y sus brazos, cogió sus muñecas con suavidad y las llevó a su espalda.

— Quédate así.

Abrió las esposas y las cerró alrededor de sus muñecas, uniendo los ganchos. En esa posición, con los brazos cruzados detrás de la espalda, los senos eran más prominentes y los músculos de la espalda eran más visibles. Dejó que su mirada paseara por ese cuerpo, el cuerpo de la mujer que amaba. Cogió las esposas para los pies y las sujetó alrededor de los tobillos, conectando los ganchos. Siguió las piernas hacia arriba con las manos, luego más lentamente sobre las nalgas y hacia el costado del abdomen, hasta alcanzar finalmente los senos.

Al principio solo le tocó el costado de los senos y le acarició la parte superior del pecho y los hombros. Besó su cuello y bajó a lo largo del hombro.

Ella hacía pequeños sonidos de satisfacción a medida que él tocaba sus puntos sensibles, y comenzó a gemir cada vez más cuando él rodeó sus pezones. Luego la soltó y retrocedió hacia la habitación tan silenciosamente como pudo. Ella inclinó la cabeza y pareció escucharlo. Giró su cabeza hacia donde él estaba.

— ¿Dónde estás? — dijo y se rio en voy baja.

Ella intentó caminar hacia él, pero solo pudo dar pasos muy cortos, ya que las esposas le impedían moverse. Aquellos pasos cortos e inestables hacían que sus pechos saltaran. Una parte de él temía que fuera demasiado. Anna no podía ver y apenas podía moverse. Pero ella sonreía e incluso se rio cuando chocó con el sofá. Fredrik lo tomó como una señal de que no había ningún problema, y que podía permitirse el goce erótico que todo esto le provocaba.

Fredrik se le acercó sigilosamente por detrás y ella saltó cuando sintió sus manos sobre los hombros. La empujó hacia abajo sobre el respaldo del sofá. Se desabrochó el cinturón y se bajó la bragueta. Ella pudo escuchar lo que estaba haciendo y soltó un ligero gemido. Dejó caer sus pantalones al suelo provocando un sonido estridente que rompió el silencio. A continuación aflojó los ganchos que le aprisionaban los pies a Anna y empujó sus piernas hacia los lados. Se inclinó sobre ella, presionando su dura polla contra el culo que ahora estaba a su merced.

— Tienes las piernas abiertas, según veo. ¿Acaso quieres algo? — le susurró al oído.

— Mmm, quiero tu polla — dijo ella con voz excitada.

Fredrik estaba totalmente erguido. Ella estaba de pie con la cabeza hacia abajo en el sofá y la parte superior del cuerpo doblada sobre el respaldo. Ambos pies en el suelo, un poco separados. Sus manos todavía esposadas detrás de la espalda. El ligero sofá casi se volcó debido a su peso y entonces tuvo que ponerse de puntillas y moverse un poco hacia adelante. Él observó por un momento mientras ella luchaba por evitar que el sofá se volcara. Frotó su polla hacia arriba y hacia abajo. La polla había liberado ya un poco de líquido pegajoso que le permitía un buen deslizamiento. Sentía un hormigueo que subía desde el escroto hasta el glande. Se preguntó si era buena idea pedirle que le chupara la polla. Le encantaba verla con la polla entre los labios y a ella le gustaba mucho chuparla. Pero en vez de eso decidió dar un paso adelante y frotó su polla contra sus piernas, contra su coño, contra su clítoris.

«¡Dios, qué mojada está!».

Puso su glande contra el coño de Anna y lo penetró lentamente, pero solo un poco, luego sacó su polla. Penetró un poco más esta vez, pero luego volvió a sacarla rápidamente.

— Me estás provocando — gimió ella— . La quiero toda.

— Como tú digas.

Esta vez se la metió hasta el fondo. Al escucharla gemir de satisfacción, no pudo contenerse más. La cogió por las caderas y la folló una y otra vez. Sus gemidos se hicieron más fuertes. Sintió un cosquilleo cada vez mayor desde la raíz de la polla, un calor que le irradiaba desde el estómago hasta el glande. Todo esto se acumuló y se desbordó. Le sacó la polla y se corrió a chorros sobre sus nalgas, gimiendo en voz alta.

Estaba completamente aturdido y tuvo que apoyarse en el respaldo del sofá. Mientras luchaba contra este aturdimiento, le limpió las nalgas con una camiseta y abrió las esposas.

— Qué buena follada — dijo ella.

— Todavía no hemos terminado — respondió.

La llevó al sofá y la sentó. Todavía tenía los ojos vendados. Luego se dejó caer de rodillas en la alfombra y comenzó a besarle el vientre. Le separó las piernas y dejó que su lengua vagara por la ingle hacia el coño. Cuando la lengua tocó uno de sus labios, la respiración de Anna se volvió más rápida y soltó un suave gemido. Entonces le cogió del cabello y le guio hacia su clítoris.

Hizo lo que a ella le gustaba: suaves movimientos circulares con la lengua. Besó todo su coño como si fuera su boca. Luego usó los dedos y la lengua alternativamente. Ella saboreaba su propia excitación y el semen de Fredrik y él disfrutaba de lo húmeda que estaba. Se puso duro de nuevo al ver lo excitada que se había puesto. Su pecho subía y bajaba rápidamente, sus gemidos se hacían más fuertes y más rápidos, y gotas de sudor comenzaban a correr entre sus senos.

Escuchó un último gemido fuerte y luego sintió cómo aquel coño latía bajo su lengua y sus dedos, cómo se apretaba una y otra vez.

— ¿Crees que diciembre pueda ser siempre así de bueno? — susurró ella.

— ¿Por qué solo diciembre? Probemos todo el año.

Se quedaron acostados juntos en el sofá, besándose y riéndose. Una nueva era había comenzado en sus vidas. Todo gracias a un inocente ramo de abeto.