¡Silencio! - Sara Agnès L. - E-Book

¡Silencio! E-Book

Sara Agnès L.

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  • Herausgeber: LUST
  • Kategorie: Erotik
  • Serie: LUST
  • Sprache: Spanisch
  • Veröffentlichungsjahr: 2020
Beschreibung

Marie tiene dieciocho años recién cumplidos y no necesita que su hermano le haga de niñera. Una noche, este último invita a Samuel, un atractivo morenazo de ojos azules, objeto de las primeras masturbaciones de Marie. ¿Es el alcohol o el deseo lo que la abruma? En cualquier caso, Samuel la desea, puede percibirlo. ¿Se hará realidad su fantasía? Deben tener cuidado de no despertar las sospechas de su hermano, ¡así que silencio!-

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Seitenzahl: 58

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Sara Agnès L.

¡Silencio!

LUST

¡Silencio!

Original title:

Chut!

 

Translated by Estíbaliz Montero Iniesta

Copyright © 2020 Sara Agnès L., 2020 LUST, Copenhagen.

All rights reserved ISBN 9788726586138

 

1st ebook edition, 2020. Format: Epub 2.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrieval system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

¡Cállate!

 

En casa de Claire

 

Ese año, en febrero, mis padres se fueron de viaje al sur durante una semana. El problema era, que le habían pedido a mi hermano que viniera a casa a dormir para echarme un ojo. Sospecho que mis padres complementaron su petición para que hiciera de niñero con una cantidad de dinero nada desdeñable. Cuando eres estudiante y solo tienes un trabajo pésimo a tiempo parcial, supongo que aprovechas cualquier oportunidad.

La semana pasó rápido. Contrariamente a todas las expectativas, mi hermano fue mucho menos severo que mis padres, a pesar de que insistió en que estuviera en casa antes de las ocho todos los días de entre semana. Sin embargo, con dieciocho años recién cumplidos, ¡aquello era excesivo! El jueves por la noche se negó a dejarme ir al cine, alegando que era una noche de entre semana, pero aun así me permitió volver a casa a las once en punto el viernes, aunque se negaba a dejarme dormir en casa de mi amiga. Por suerte, solo quedaban dos días para que volvieran mis padres.

Esa tarde la pasé con mi amiga Claire, que acababa de cortar con su novio. Había robado una botella de vodka a sus padres y nos sirvió dos vasos llenos, mezclándolo con zumo de frutas. Por mi parte, bebí lo suficiente para sentirme achispada, pero ni de lejos tanto como mi amiga, que ya no se tenía pie. Con ayuda del alcohol, comenzó a arrepentirse de haberse peleado con su ex, sin saber si había hecho bien en romper porque él no estaba lo suficientemente presente (vivía a más de una hora en coche) y dio vueltas y más vueltas a sus recuerdos mientras bebía cada vez más.

Entonces, empezó a llamarlo por teléfono y a dejar largos mensajes en su contestador automático y, después de diez minutos, le preocupaba que no le devolviera ninguna de sus llamadas.

Alrededor de las diez, el ex se presentó en su casa. ¿Sabía él que su padre no estaba allí esa noche? En cualquier caso, mi amiga me pidió que me quedara en el dormitorio mientras charlaba con él en la cocina. A medida que pasaba el rato y se acercaba la hora de marcharme, me atreví a ir a ver qué tal. Me quedé congelada en el umbral de la cocina cuando vi a mi amiga semidesnuda en los brazos de su ex, apoyada firmemente contra la nevera, con una pierna alrededor de la cintura del chico y la boca en su cuello. En un primer momento creí que se estaban besando o, como mucho, que se estaban acariciando, luego me di cuenta de que él se movía sin ceremonias entre los muslos de ella y que el ruido resultante no ofrecía ninguna duda: se la estaba tirando allí, en la cocina, sin miedo a ser sorprendido por el padre o, como era el caso, por mí. ¿Se habían olvidado por completo de mi presencia? La falda que llevaba mi amiga ocultaba sus partes, pero sus gemidos se volvieron más definidos, y también sus embestidas. Debería haber retrocedido, pero me sentí petrificada ante el espectáculo de ver a mi amiga Claire haciéndolo de aquella manera. Y sin embargo, ella le suplicaba que continuara tomándola con montones de «más» que me llegaban entre gemido y gemido.

Él fue el primero en advertir mi presencia y disminuyó la velocidad sin llegar a detenerse. Giró la cabeza hacia mí y gruñó:

—¿Estás disfrutando del espectáculo, preciosa?

Su comentario me apuñaló como un cuchillo y me devolvió a la realidad.

Mi amiga giró la cara hacia mí con una expresión vidriosa. ¿Esa expresión la provocaba el alcohol o lo que el chico le estaba haciendo? Fuera como fuera, me di cuenta de que a ella no le importaba mucho mi presencia cuando golpeó las nalgas de su ex con un pie para que volviera a su ritmo anterior.

—Eh... Yo... tengo que... tengo que irme —balbuceé.

Aceleré sin añadir nada más, pero no creo que se dieran cuenta de que me iba a pesar de que pasé cerca de ellos para llegar hasta la salida. Mi amiga gemía ruidosamente mientras él repetía sin cesar cosas como «¡Oh, sí, vamos, nena!». Lo que hizo que mi corazón se elevara. Claire parecía encantada y de ninguna manera avergonzada de estar allí, contra una nevera, montándoselo con su ex mientras otra persona miraba.

A decir verdad, me sentí invisible.

Así que me fui a casa, frustrada, tengo que admitirlo. ¿Era porque mi amiga había vuelto con su novio? ¿Porque se dejaba follar sin vergüenza en mi presencia o por la excitación que creció por debajo de mi abdomen al verlos así? ¡Esa noche me arrepentí de estar soltera! Y, sin embargo, sabía que mi ex, Marc, no me daba ni la mitad de lo que había visto en los ojos de Claire, incluso estando borracha y haciéndolo contra una nevera. ¿Por qué mis relaciones no me proporcionaban tanta satisfacción? Era desesperante y frustrante.

Y más aún, volver a casa a las once de la noche de un viernes.

Especialmente para encontrarme con mi hermano, que seguiría haciendo de niñero durante el resto del fin de semana.

 

Samuel

 

Me sorprendí cuando entré en casa de mis padres y unas risas estallaron en la cocina. Una vieja canción reggae, la favorita de mi hermano, sonaba con fuerza. Entré en el salón y lo encontré sentado a la mesa de la cocina con su viejo amigo de toda la vida, Samuel. De inmediato, puse una sonrisa. De todos los amigos de mi hermano, Samuel era, con mucho, el más guapo: cabello castaño despeinado y ojos azules que causaban desmayos. Probablemente fuera el primero con el que había fantaseado al masturbarme por primera vez, con unos trece años. Mi hermano me dedicó una mirada vidriosa:

—¿Ya estás en casa?

—Eh… sí.

Sonreí mientras desviaba la vista hacia Samuel, que levantó una cerveza en mi dirección como si brindara por mí:

—Hola, Marie —me saludó con una sonrisa.

—Hola, Sam.

—He invitado a Sam a pasar el rato. No te importa, ¿verdad?

—No, no —dije con rapidez.

De inmediato, Samuel se levantó. Abrió la nevera y me ofreció una cerveza que rechacé con una negación de cabeza.

—Venga, Marie —insistió con una sonrisa devastadora.

—Es que... ya he bebido un poco —admití.

Comprobé la reacción de mi hermano, que obviamente parecía relajado esa noche.

Se rió e interpretó el papel de hermano mayor que quiere ser «guay»:

— ¡Tómate una cerveza! Por una más...

—Es que... no quiero mezclar...

—¿No? ¿Y qué has estado bebiendo? —me preguntó Samuel.

—Vodka. Por eso... una cerveza...

—¡Ah! Denis, ¿tienes algo fuerte?