La duendecilla navideña - una novela corta erótica - Sara Agnès L. - E-Book

La duendecilla navideña - una novela corta erótica E-Book

Sara Agnès L.

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Beschreibung

En Nochebuena, Steve, un policía soltero contento de estar de patrulla y de escapar de la cena familiar en casa de su hermana, se encuentra con un regalo bastante peculiar: Aline, una duendecilla traviesa. Entre ellos, la temperatura sube y no tarda nada en establecerse un juego de rol y de dominación. ¿Quién controlará el juego? ¿El que tiene las esposas o la que le hace las proposiciones indecentes?

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Seitenzahl: 34

Veröffentlichungsjahr: 2021

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Sara Agnes L.

La duendecilla navideña

 

LUST

La Lutine de Noël

Copyright © 2021 Sara Agnes L. and LUST, an imprint of SAGA, Copenhagen

Translated by Estíbaliz Montero Iniesta All rights reserved ISBN: 9788726585148

 

E-book edition, 2021 Format: EPUB 2.0

 

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrieval system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

La duendecilla navideña

 

Era Nochebuena. Todos se estaban preparando para las fiestas y yo estaba patrullando junto a la carretera. En lugar de atiborrarme de pavo, que mi hermana y sus ruidosos niños habían preparado, decidí ganar algo de dinero extra. Es cierto que no acabaría demasiado tarde y que podría haberme reunido con ellos antes de medianoche, pero ¿para qué molestarme? Todavía quedaba la velada familiar en casa de mi madre la noche siguiente.

Estaba haciendo mi ronda, recorriendo la sección de la carretera que me habían asignado sin preocuparme demasiado por el exceso de velocidad. Mientras nadie hiciera maniobras peligrosas y todos tuvieran cuidado, yo fingía no ver nada. Después de todo, ¡era Navidad!

Un coche aparcado junto a la carretera me obligó a cambiar de carril y detenerme. Las carreteras aún no estaban llenas de gente, ¡pero podía volverse peligroso! Aparqué detrás de aquel coche, salí de mi vehículo y me acerqué a la puerta del conductor. Al volante había una mujer cuyos muslos me llamaron poderosamente la atención. Al percatarse de mi presencia, bajó la ventanilla y me sorprendió ver a una mujer bonita, a pesar de los ojos hinchados y las mejillas manchadas del maquillaje que se le había corrido.

—¿Qué pasa? ¿No se me permite ni siquiera detenerme unos minutos? —gruñó con voz temblorosa.

Levanté una ceja, sorprendido por su mordaz saludo. La mayoría de las veces, la gente se esforzaba en ser educada con la policía.

—¿Tiene algún problema con su coche? —le pregunté.

—¡Tengo un problema con los hombres! —gruñó en respuesta.

Golpeó el volante y se sorbió los mocos. De acuerdo, esa Nochebuena esperaba gente borracha y multas por exceso de velocidad, pero una joven llorando… la verdad es que no. De hecho era la primera vez que presenciaba una escena semejante desde el inicio de mi carrera como policía.

—No debería estar aquí. No es seguro —le repetí.

—¿A dónde quiere que vaya? ¿Ha visto cómo voy vestida?

Le tembló la voz y me incliné para verla mejor, aunque ella intentó ocultarme sus lágrimas. Si con el primer vistazo solo me había fijado en sus piernas, ahora entendí por qué iba tan ligera de ropa. Debajo de la gabardina abierta llevaba una especie de conjunto verde lima. Me di cuenta de que era un disfraz de duende sexy. ¡Vaya idea tan graciosa! Con una mano, levantó un sombrero con una campanita y me lo mostró.

—Estoy ridícula, ¿no?

—He visto mejor lencería antes —admito con cautela—, pero estoy seguro de que su prometido no se lo reprochará.

No mencioné que el cuerpo que vestía ese horrible disfraz estaba lejos de ser desagradable a la vista. En respuesta, la joven golpeó el volante y ahogó un grito.

—No hay prometido. Solo un imbécil que se tira a su secretaria.

Ella empezó a gemir y a mostrar su ridículo disfraz.

—¡En Nochebuena! ¿Se da cuenta? Parezco una estúpida, ¿eh?

En lugar de responderle, me obligué a dejar de comerme con los ojos ese escote, que era aún más visible desde mi posición. Un poco de compasión, ¡maldita sea! No sin dificultad, me obligué a mirarla a los ojos y logré hablar en un tono tranquilo:

—Señorita, no puede quedarse aquí. Este carril está reservado para vehículos de emergencia.

Se secó los ojos con el dorso de la mano, emborronándose el rímel un poco más, y luego levantó la cara hacia mí, con la expresión perdida.

—¿Es que no tiene corazón? ¡Es Navidad!

Fruncí los labios y señalé el final de la carretera.

—A unos dos kilómetros de aquí hay una zona de descanso con un pequeño restaurante. ¿Puedo invitarla a una taza de café?