La virgen y el vecino - una novela corta erótica - Sara Agnès L. - E-Book

La virgen y el vecino - una novela corta erótica E-Book

Sara Agnès L.

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  • Herausgeber: LUST
  • Kategorie: Erotik
  • Serie: LUST
  • Sprache: Spanisch
  • Veröffentlichungsjahr: 2021
Beschreibung

Mylène tiene solo 18 años, pero está ávida de orgasmos. No hay cosa que desee más que perder la virginidad, ¡pero no piensa confiarle esa tarea al primer torpe que pase! ¡Quiere correrse, quiere un hombre! Así que es muy oportuno que David, el nuevo vecino, haga que los gemidos de su nueva conquista resuenen más allá de su habitación. ¡Será él y ningún otro! Solo queda convencerlo de que acepte su propuesta...-

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Seitenzahl: 72

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Sara Agnes L.

La virgen y el vecino

 

LUST

La Petite Vierge et le Voisin

Translated by Estíbaliz Montero Iniesta

Copyright © 2021 Sara Agnes L. and LUST, an imprint of SAGA, Copenhagen All rights reserved ISBN: 9788726585254

 

E-book edition, 2021 Format: EPUB 2.0

 

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrieval system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

La virgen y el vecino

 

—No, para.

Alejé su mano, molesta por la forma brusca en la que me tocaba el clítoris, lo que pareció volverle loco:

—¡Oye! ¡Dijiste que lo haríamos! ¡Ahora no puedes echarte atrás!

—¡Sí, pero creía que sabías lo que hacías!

Me deshice de lo que en realidad no era un abrazo y me eché hacia atrás en el asiento trasero de su coche para colocarme bien la falda. ¡Mierda! ¿Por qué no podía encontrar a un tío que supiera lo que había que hacer entre mis muslos? ¡Incluso yo misma me provocaba orgasmos mucho más rápidos que todos esos bobos que se jactaban de saber qué hacer!

—¡Oye, que yo tengo polla, no coño!

—¡Eres el capitán del equipo, se supone que te has tirado a la mitad de las animadoras! —le reproché, molesta porque no supiera hacerlo mejor.

—¡Espera a que te folle antes de decir algo así! ¡Acabamos de empezar!

Eché un vistazo al reloj. No. Había estado frotándome el clítoris durante veinte minutos. Maltratándolo, de hecho.

—¡Vamos, ven aquí! —dijo, bajando el tono y abriendo los brazos—. Quería ser amable porque eres virgen, pero si quieres llevarlo al siguiente nivel...

—¡No sabes ni tocarme y dices que me vas a follar!

Abrí la puerta para salir de allí, un poco disgustada por estar perdiendo el tiempo, pero no la virginidad. ¡Joder! Debería haberme acostado con Paul el año pasado cuando estaba borracho como una cuba. ¡Así no habría acabado en aquella situación!

Yo y mis exigencias demasiado altas...

—¡Eso eran solo los preliminares! —se defendió—. Cuando te haya desvirgado, ya verás lo que soy capaz de hacer.

Puse los ojos en blanco y lo dejé allí plantado. ¡Eran solo palabras! Me encaminé hacia mi coche y él, a cuatro patas en el asiento trasero del suyo, levantó la voz:

—¡Mylène! ¡Vamos! ¡No tengas miedo! ¡No duele tanto!

—¡Cállate!

—¡Podrías chuparme al menos!

Sin mirar atrás, le hice una peineta. Ya se la había chupado hacía dos días, y para lo que había sacado a cambio, ¡ya podía haberse hecho una paja! ¡Mierda, mierda, mierda! ¡La verdad es que me sentía como una imbécil rematada! Y pensar que todos decían que era bueno en la cama. ¿En qué cama? ¡Estaba a punto de que me entrara una tortícolis en el asiento trasero de su coche! ¡Y ni siquiera me estaba tocando como es debido! ¡No creo que estuviera pidiendo tanto!

Mi coche arrancó de inmediato. Conduje hasta casa, reflexionando sobre la ruina de noche que había tenido por culpa de un idiota no demasiado feo, pero que ni siquiera me había tocado como hay que hacerlo. No era tan difícil hacer que una mujer se corriera, ¿verdad? ¡Incluso yo sabía cómo hacerlo! Qué idea haberme marcado como objetivo darle mi virginidad solo a un hombre que pudiera hacer que me corriera en menos de cinco minutos. Después de todo, ¡yo lo conseguía en tres! ¿Y por qué iba a aceptar acostarme con un absoluto incompetente?

La virginidad es una tontería. Encontrar un hombre que te la quitara era fácil, pero averiguar qué hacer con el resto de mi cuerpo... Para ser sincera, no creía que fuera a costar tanto.

Dieciocho años y seguía siendo virgen. Si no me sintiera tan tonta, me habría desflorado yo misma con un trozo de plástico hace mucho tiempo. ¡Acabaría antes! Pero una parte de mí todavía esperaba encontrar un hombre. Tener una primera vez a la altura de mis expectativas. Hacía mucho que buscaba, alrededor de siete u ocho meses, ¡no había esperado un príncipe azul, por supuesto! ¡Ni siquiera un chico romántico! Solo hábil... ¡Al menos un poco! Y no demasiado estúpido, si era posible, pero...

Me estaba volviendo loca. Era probable que fuera la frustración lo que me hacía decir ese tipo de tonterías. Había esperado demasiado. ¿Podía ser que no estuviera lista? ¡Y un cuerno! Ese idiota me acababa de hacer dudar de mis propias convicciones. ¿A lo mejor debería haberme acostado con él solo para pasar página? Cabreada, le di un golpe al volante del coche mientras soltaba un gemido. ¡A la mierda mis exigencias! Era el momento de dar el siguiente paso. Me daba pena por mi fantasía de la primera vez. ¡Estaba harta de esperar, hacer mamadas y fingir que no estaba lista para acostarme con imbéciles!

Aparqué frente a mi casa e intenté recuperar la compostura. La casa contigua a la mía estaba iluminada. Alquilada, de nuevo, lo más probable que a gente que trabajaba en el mundo del cine. Había escuchado al propietario hablar con mi padre y decirle que estaba dando sus frutos. Dando sus frutos, tal vez, pero también haciendo ruido, sin duda. ¡Escuchaba la música desde donde estaba!

Tras las habituales banalidades de mis padres: «¿cómo ha ido la noche?», «¿te has divertido?» y todas las mentiras que me apresuré a inventar, subí a mi habitación. Un polvo fallido era una cosa, pero ahora necesitaba relajarme y solo conocía una forma de hacerlo. Me puse el albornoz, corrí al baño y me sumergí en agua caliente. Nada mejor para relajar el cuerpo que aquel idiota había maltratado con tanta torpeza. Dejé que la espuma desapareciera de la bañera antes de salir, decidida a alejar de mi piel el recuerdo de esa noche desperdiciada. Otra más. ¡Ya había perdido la cuenta!

¿Qué tenía que hacer? ¿Actuar como si ya no fuera virgen? ¿Comportarme como una zorra? No era complicado, pero ¿por qué narices no podía ser sincera? ¿Aunque solo fuera para que me trataran con algo de cuidado la primera vez? ¡Las fantasías eran una mierda! No tenía que haber fantaseado con perder la virginidad en un escenario bien establecido. ¿Cómo era posible que un tío que se había tirado al menos a cuatro chicas del equipo de animadoras no supiera cómo hacer que me corriera? ¡Que yo no era tan complicada!

De vuelta en mi habitación, me acaricié con suavidad, envuelta en el albornoz y tumbada en la cama, con los muslos abiertos. Bastaba con cerrar las piernas si se oían pasos, aunque mis padres siempre se molestaban en llamar antes de entrar. Era mi derecho de adolescente, al parecer. Tanto mejor, porque esa noche estaba decidida a correrme, ¡y rápido! Además, a fuerza de presionarme el clítoris, ese idiota me lo había dejado todo irritado. A la mierda con su recuerdo. Lo ahuyenté y me concentré en la lentitud de mis movimientos. Me dejé llevar por un placer sutil pero extrañamente agradable.

El orgasmo fue rápido. Quizás demasiado, ya que no sentí ninguna satisfacción. Mi cuerpo no estaba satisfecho. Quería más. Algo que solo encontraba en los libros y aun más en mis caricias. Algo que ese idiota tampoco me había podido dar.

Algo, sí, pero ¿qué?

La música de la casa de al lado me molestaba y solté un gemido de disgusto. Puede que no se tratara solo de la fiesta que se estaba celebrando cerca, sino de mi propia frustración. Molesta, me levanté para cerrar la ventana de mi dormitorio y me quedé helada cuando otro ruido se mezcló con la música rockera. ¡Vaya mierda! ¡Había una pareja follando! ¡Qué asco de suerte la mía! ¿Por qué tenía que pasarme aquello a mí? ¡Justo esa noche, cuando yo también debería haber gemido de esa manera! En lugar de cerrar la ventana, me arriesgué a mirar desde la parte superior de mi ventana hacia el patio trasero de la casa de al lado. No había nadie. Una señal de que la fiesta no estaba abarrotada. Quizás incluso fuera una pequeña fiesta para dos. De cualquier manera, las ventanas estaban abiertas, porque los jadeos femeninos no podrían haber sido más elocuentes y me alteraron más de lo que habría deseado. Sobre todo aquella noche...