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Un reportero recorre durante varias semanas el frente de batalla en el sureste angolano. Los testimonios de combates terrestres y aéreos, el peligro de las caravanas, el cruce del río Cuito y misiones en el territorio enemigo, se suman a sus experiencias en la primavera de 1988. Escrito y fotografiado desde abajo, desde el soldado, el piloto, el oficial y el jefe en el campo de batalla, en este libro el lector escuchará y verá con sus propios ojos a los héroes de Cuito Cuanavale, esos sencillos combatientes angolanos y cubanos que contribuyeron, con su valor y su sangre, a forjar aquella indiscutible victoria, calificada por el líder africano Oliver Tambo como "el Waterloo de Sudáfrica".
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Seitenzahl: 272
Veröffentlichungsjahr: 2024
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Edición:Olivia Diago Izquierdo
Corrección:Mirta Suárez Solé
Diseño de cubierta e interior:Albert Zayas Alarcón
Realización de cubierta:Albert Zayas Alarcón
Realización:Idis Manals Casañas
Digitalización de imágenes:Miguel Ángel Castillo
Fotos:Leonel Gil, Carlos Cánovas, Juan Luis Aguileray Archivo Verde Olivo
Conversión a ebook:Grupo CreativoRuthCasa Editorial
©César Gómez Chacón, 1989
©Sobre la presente edición:
Casa Editorial Verde Olivo, 2024
isbn: 9789592247482
(Segunda edición corregida yampliada)
Todos los derechos reservados. Esta publicación
no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte,
en ningún soporte sin la autorización por escrito
de la editorial.
Casa Editorial Verde Olivo
Avenida Independencia y San Pedro
Apartado 6916. CP 10693
Plaza de la Revolución, La Habana
www.verdeolivo.co.cu
A Tony, Marquitos y Eduardito, corresponsales de guerra;
hermanos caídos en el cumplimiento del deber,
quienes también hicieron elviaje
y habrían podido escribir este libro.
“A partir de ahora, la historia de África tendrá
que escribirse antes y después de Cuito Cuanavale”.
Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz
La Habana, 31-5-1988
“En Cuito Cuanavale brilló con toda su intensidad
la estrella del internacionalismo”.
Presidente José Eduardo Dos Santos
Luanda, 10-1-1989
“Cuito Cuanavale fue el viraje para la lucha de liberación de mi continente y de mi pueblo del flagelo del apartheid”.
Nelson Mandela
Matanzas, 26-7-1991
Todavía están hoy muy claros en mi memoria el campo de batalla en Cuito Cuanavale y todo el movimiento que entonces iniciaba y concluiría con el exitoso avance de nuestras tropas por el frente sudoccidental de Angola. Recuerdo también, con orgullo, la mirada extraviada de sudafricanos y norteamericanos y la frente en alto, la serenidad y la modestiade nuestros generales, los vencedores de Cuito Cuanavale y de la guerra en Angola, mientras la televisión trasmitía el histórico momento cuando fueron firmados los Acuerdos de Paz en Nueva York, aquel 22 de diciembre de 1988.
Sin embargo, dos décadas después, es obvio que aquella historiano ha sido bien escrita aún por nuestra parte. A lo largo de todo este tiempo, sudafricanos, norteamericanos y otros dudosos historiadores y analistas de todo tipo, salvo honrosas excepciones, se han encargado de minimizar e incluso ignorar la contundente victoria angolano-cubana en Cuito Cuanavale, que constituyó, como afirmó Nelson Mandela, el viraje en la lucha de liberación del continente africano contra el flagelo delapartheid.
El recuerdo de los tanques sudafricanos abandonados, todavía humeantes ante nuestras trincheras, es una imagen imborrable y suficientemente reveladora de quién venció a quién en Cuito Cuanavale, aquel 23 de marzo de 1988, cuando por última vez los racistas intentaron tomar el poblado.
Semanas más tarde, el 27 de junio, entre las ruinas de la represa de Calueque, los propios soldados de Pretoria se encargarían de escribir, en las piedras calcinadas por el fuego de nuestra aviación, aquella frase históricamente lapidaria:“MIK 23 ak van die kart”(Los Mig-23 nos partieron el corazón). Fue el epílogo de la derrota, el fin de su aventura militar de quince años en suelo angolano.
¿Acaso no sucedió todo aquello? En el discurso pronunciado en el acto conmemorativo por el trigésimo aniversario de la Misión Militar Cubana en Angola, el 2 dediciembre de 2005, el Comandante en Jefe Fidel Castro explica lo ocurrido hasta hoy:
“Aquella extraordinaria epopeya nunca ha sido narrada cabalmente [...] El imperialismo yanqui realiza un extraordinario esfuerzo para que el nombre de Cuba no aparezca siquiera en los eventos conmemorativos. Para colmo, pretende reescribir la historia: Cuba al parecer nunca tuvo absolutamente nada que ver con la independencia de Angola, la independencia de Namibia y la derrota de las hasta entonces invencibles fuerzas del ejército del apartheid; Cuba ni siquiera existe, todo fue obra de la casualidad y la imaginación de los pueblos.
”[...] Esto constituye un insulto a los pueblos de Angola, Namibia y Sudáfrica, que tanto lucharon, y una grosera injusticia contra Cuba, el único país no africano que combatió y derramó su sangre por África y contra el oprobioso régimen del apartheid.
”[...] Las ridículas pretensiones yanquis de ignorar el honroso papel de Cuba indignan a los pueblos africanos. Ello se debe, en parte, a que nunca se escribió la historia de todo lo ocurrido.
”Prestigiosos investigadores se esmeran en buscar información. Cuba, por su parte, que nunca ha querido escribir y se resiste a hablar de lo que hizo con tanto desinterés y espíritu solidario, está dispuesta a prestar su modesta cooperación, abriendo progresivamente sus archivos y documentos a escritores serios y prestigiosos que deseen narrar la verdadera e irrebatible historia de aquellos acontecimientos”.
Coincido con el Comandante. Una de esas honrosas excepciones, que aprovechó con seriedad y profesionalismo el camino a la investigación abierto por Cuba, y acotejó cada entrevista e información recibida aquí, con documentos y otras fuentes angolanas, namibias, norteamericanas y sudafricanas, es el prestigioso profesor estadounidense, de origen italiano, Piero Gleijeses. Sus apuntes, ya varias veces publicados, pero todavía no suficientemente publicitados, hacen justicia a la historia. Extraigo unos fragmentos suyos, recientemente aparecidos en el periódico Granma:
“[...] Soldados cubanos reforzaron a Cuito Cuanavale y aviones cubanos ganaron la superioridad en los cielos de Cuito. Los jefes del Estado Mayor Conjunto de EE.UU. (JCS) señalaban que era ‘impactante’ cómo la fuerza aérea sudafricana desapareció del área. El 23 de marzo los sudafricanos lanzaron el último asalto de mayor envergadura contra Cuito. ‘Desde el primer momento todo le salió mal a la SADF’, informaban los jefes militares norteamericanos. En palabras del coronel sudafricano Jan Breytenbach, el asalto ‘fue frenado abrupta y definitivamente’ por los defensores. Los jefes del Estado Mayor Conjunto de los Estados Unidos advirtieron: ‘la guerra en Angola ha dado un viraje dramático y, para las SADF, muy poco deseable’.
”La estrategia cubana era salvar a Cuito y luego atacar en otra dirección [...] A mediados de marzo, poderosas columnas cubanas empezaron a avanzar en el suroeste de Angola hacia la frontera de Namibia. Las acompañaban tropas angolanas y 2 000 guerrilleros de la SWAPO. Los sudafricanos retrocedieron porque –explicaban los servicios de inteligencia de Estados Unidos– estaban impresionados por la rapidez y la fuerza del avance cubano y porque consideraban que un combate de mayor envergadura ‘hubiera acarreado grandes riesgos’. El 26 de mayo el jefe de las SADF anunciaba que ‘fuerzas cubanas y de la SWAPO fuertemente armadas... han avanzado hacia el sur a unos 60 kilómetros de la frontera’ y que MIG-23 cubanos estaban volando sobre Namibia. El 8 de junio advertía que los cubanos habían llegado a 20 kilómetros de la frontera. ‘El avance cubano y el crecimiento de sus fuerzas han cambiado el statu quo de manera decisiva, con serias implicaciones militares y políticas’. Asimismo, la CIA señalaba que Cuba había logrado la superioridad aérea en el sur de Angola y el norte de Namibia.
”[...] El 24 de junio, en El Cairo, el subsecretario adjunto de defensa de EE.UU. James Wood, le explicó al canciller sudafricano Pik Botha y a los altos jefes de la SADF que el ‘avance cubano hacia el sur... había sido objeto de mucha atención por parte de los servicios de inteligencia de EE.UU. Un hecho clave era que Fidel Castro estaba personal y profundamente involucrado. Era él quien estaba tomando todas las decisiones importantes y por ende era necesario leerle el pensamiento a Castro, algo que era muy difícil aún en las mejores circunstancias’ [...]”.
El profesor Gleijeses, los dirigentes políticos y militares sudafricanos y norteamericanos y hasta la CIA, no dejan lugar a dudas de quiénes fueron los vencedores y quiénes los derrotados en Cuito y en Angola.
El papel desempeñado por el Comandante en Jefe Fidel Castro en la dirección de las tropas cubanas, no solo en Cuito Cuanavale, sino desde el mismo inicio de nuestra presencia en Angola, en 1975, hasta el día de la retirada del último de los combatientes de Cuba del suelo africano, en 1989, fue determinante.
Durante todos los meses que duró la defensa de Cuito, y el posterior avance de nuestras columnas por el frente sudoccidental, se mantuvo diaria la comunicación entre el Estado Mayor en Cuba, dirigido por él y por el general de ejército Raúl Castro, con nuestra jefatura en Angola. Ello obligaba a nuestros jefes en el frente a estudiar una y otra vez, y a informar con lujo de detalles cada movimiento en el terreno, tanto del enemigo como nuestro. Toda decisión importante era consultada y aprobada por La Habana.
La experiencia político-militar y la visión estratégica de Fidel y Raúl, sus evaluaciones de la situación en el frente, sus críticas y decisiones en el momento oportuno, fueron decisivas en los combates de Cuito y propiciaron, con el menor costo humano y material, el éxito definitivo de nuestras tropas en el sudeste angolano.
La fe en la victoria que Fidel trasmitía en cada una de sus cartas y mensajes llegaban hasta el último de nuestros soldados. Todos sentíamos seguridad al sabernos dirigidos por aquellos mismos comandantes que nos llevaron al triunfo en la Sierra Maestra, en Girón y en muchas otras batallas dentro y fuera de Cuba.
Prefiero entonces que sea el propio Fidel quien cuente su versión de los hechos. A lo largo de estos veinte años, él se ha referido a ellos en algunas de sus intervenciones. Para su mejor comprensión, extraigo y empalmo fragmentos de dos de ellas: la ya mencionada del 2 de diciembre de 2005, y el discurso pronunciado en el Mandela Park, de Kingston, Jamaica, el 30 de julio de 1998.
Se trata de una parte importante de esa historia sin escribirse, narrada por aquel que, a la larga, resultó el comandante invicto de la batalla por Cuito Cuanavale, y de la guerra por la defensa de la integridad de Angola.
“Como es conocido, a finales de 1987 se produjo la última gran invasión sudafricana a suelo angolano, en circunstancias que ponían en peligro la propia estabilidad de esa nación.
”[...] Nosotros sosteníamos una teoría, frente a determinados consejeros [...] que estaban allá en el Estado Mayor y aconsejaban ofensivas hacia lugares lejanos, en el sudeste de Angola [...] distantes de toda fuente de suministros, en terrenos arenosos, de modo tal que cuando las tropas angolanas avanzaban largo trecho en aquella dirección, agotando combustible y suministro, desgastando sus fuerzas y equipos, intervenían los sudafricanos con sus tanques, sus aviones, su artillería de largo alcance y derrotaban unidades angolanas en operaciones militares absurdas,mal aconsejadas y asesoradas, a las que nosotrosnos oponíamos categóricamente y en las cuales no participábamos.
”Por la fecha mencionada Sudáfrica y Estados Unidos lanzaron el último y más amenazador golpe contra una fuerte agrupación de tropas angolanas que avanzaba por terrenos arenosos en dirección a Jamba, en el límite suroriental de la fronterade Angola, donde se suponía radicabael puesto de mando de Savimbi [...]
”Los asesores [...] eran asesores soviéticos y creían que estaban librando la batalla de Berlín, con Zhukov al frente, que contaba con miles de tanques, con 40 000 cañones. Una mentalidad académica, formada en el más puro estilo de guerra convencional. No entendían ni podían entender los problemas del Tercer Mundo, el escenario de la lucha y el tipo de guerra que debe librarse en ese escenario. Cuando se ganó la guerra en 1976, expulsándose al ejército sudafricano de Angola, como la victoria tiene muchos padres, entonces nuestros amigos soviéticos se interesaron por la cuestión, decidieron apoyar generosamente a los angolanosy les suministraron las armas para sus fuerzas armadas en formación.
”Desde luego, nosotros podíamos disponer de las armas que empleaba nuestro ejército y no teníamos posibilidad alguna de suministrar las que necesitaba el ejército angolano, que eran muchas. Acordamos que fuesen ellos los que asesoraran el Estado Mayor angolano. Nosotros formábamos combatientes en las escuelas, formábamos oficiales ydefendíamos, con nuestras tropas ya reducidas a menos de 20 000 hombres, la extensa frontera del sur contra cualquier ataque en profundidad de Sudáfrica. Pero quien asesora estados mayores y suministra las armas de un ejército adquiere mucha influencia [...]
”No obstante, siempre prevaleció entre militares cubanos y soviéticos un gran respeto y profundos sentimientos de solidaridad y comprensión [...]
”Nosotros les decíamos a los soviéticos: ‘Si quieren aconsejarles a los angolanos esas ofensivas, hay que prohibirle a Sudáfrica intervenir’, sencillamente, y se lo dijimos una y otra vez durante tres, cuatro o cinco años, hasta que en un momento dado se desata una grave crisis militar.
”En esa ocasión, el ejército sudafricano no se conforma con atacar para destruir aquellas columnas en ofensiva asesoradas por los soviéticos [...] El enemigo, sumamente envalentonado, avanzaba después en profundidad hacia Cuito Cuanavale, antigua base aérea de la OTAN, y se preparaba para asestar un golpe mortal contra Angola [...] Contaba en el interior del país con el apoyo de las bandas que se habían organizado durante más de doce años y se creaba una situación muy compleja [...]
”Desesperadas llamadas de apoyo a la Agrupación de Tropas Cubanas se producían por parte del gobierno angolano ante el desastre creado, sin duda el mayor de todos en una operación militar en la que, como otras veces, no teníamos responsabilidad alguna.
”Fue en ese momento que tuvimos que tomar la decisión más difícil, jugarnos prácticamente la vida de la Revolución [...] En un esfuerzo titánico, pese al serio peligro de agresión militar que también se cernía sobre nosotros, la alta dirección política y militar de Cuba decidió reunir a las fuerzas necesarias para asestar un golpe definitivo a las fuerzas sudafricanas [...] Calculamos qué hacía falta para prohibirles a los sudafricanos intervenir y derrotarlos definitivamente.
”Se toma la decisión de enviar desde Cuba todas las fuerzas y equipos necesarios para ello. Fue cuando se produce la famosa batalla de Cuito Cuanavale [...]
”Nuestra patria repitió de nuevo la proeza de 1975. Un río de unidades y medios de combate cruzó rápidamente el Atlántico y desembarcó en la costa sur de Angola para atacar por el suroeste en dirección a Namibia mientras, 800 kilómetros hacia el este, unidades selectasavanzaron hacia Cuito Cuanavale y allí, en unión de las fuerzas angolanas que se replegaban, prepararon una trampa mortal a las poderosas fuerzas sudafricanas que avanzaban hacia aquella gran base aérea [...]
”En aquel lejano punto, distante de las bases de abastecimiento y de las posiciones defendidas por nuestras fuerzas situadas muy al oeste, tropas cubanas enviadas de refuerzo por aire y por tierra entran en acciónjunto a las tropas angolanas que en difícil y desigual lucha, ofreciendo desesperada resistencia, venían replegándose [...] Había que ganar un mínimo de tiempo mientras arribaban desde Cuba los equipos y las armas para organizar el golpe principal desde el suroeste de Angola en dirección a Namibia.
”Habíamos analizado cuántos cañones hacían falta, cuántos tanques, cuántos combatientes, armas, sobre todo armas antiaéreas, incluidos grupos completos de cohetes tierra-aire, aviones de combate. Realmente, muchas de las mejores armas que teníamos en nuestro país para defendernos de cualquier ataque las enviamos para Angola, las enviamos en nuestros barcos, en nuestra flota mercante, que por esos días se dedicó a transportar armas y tropas. La cifra total de combatientes cubanos en Angola ascendió a 55 000 hombres en aquellos meses críticos. La isla quedaría defendida por el pueblo y el resto de las armas y unidades disponibles. Contaba todavía con millones de hombres y mujeres dispuestos a combatir. Pero las fuerzas internacionalistas en Angola no estarían expuestas a la derrota ni el país sería ocupado por Sudáfrica.
”Nuestros vecinos vigilaban desde los satélites; nosotros teníamos que mover las unidades de noche, llevarlas a los puertos y embarcarlas rumbo a Angola, hacia un país situado a mayor distancia de la que existe entre Cuba y Moscú: 14 horas de viaje en avión para llegar a Luanda y, por lo menos, 15 horas en avión para llegar desde La Habana hasta el sur de Angola. Pero se reunieron todos los hombres, se les hizo la trampa de Cuito Cuanavale, se estrellaron las fuerzas racistas contra aquellas defensas angolanas y cubanas, mientras que con el puño derecho–usando una imagen boxística–, con el jab, los manteníamos a distancia y con el gancho de derecha amenazábamos con aniquilarlos [...]
”De este modo, mientras en Cuito Cuanavale las tropas sudafricanas eran desangradas, por el suroeste40 000 soldados cubanos y 30 000 angolanos, apoyados aproximadamente por 600 tanques, cientos de piezas de artillería, 1000 armas antiaéreas, y las audaces unidades de Mig-23 que se apoderaron del dominio aéreo, avanzaban hacia la frontera de Namibia, dispuestas a barrer literalmente a lasfuerzas sudafricanas que se acuartelaban en aquella dirección principal.
”Avanzaban las tropas. Nuestros amigos de la URSS y otros países socialistas no nos quisieron suministrar los tanques auxiliares para los Mig-23. Hubo que construir en cuestión de semanas un aeropuerto militar cerca de la frontera de Namibia para aumentar el alcance de los aviones y hacernos dueños del aire, gracias a la pericia de nuestros pilotos que volaban a ras de tierra. En esas condiciones nos apoderamos del agua, tomamos las presas, que estaban en la frontera de Angola y de Namibia, de las cuales tenía que abastecerse el enemigo. Unos breves combates y un golpe aéreo limitado fueron suficientes. El ejército del apartheid no aceptó el reto.
”Nos alegramos, una gran batalla podía haber costado miles de bajas [...]
Un detalle, un detalle importante que estaría todavía por investigar a fondo [...] Sudáfrica contaba entonces con siete armas atómicas. Nosotros lo sospechábamos; no teníamos la seguridad, pero adoptamos las medidas pertinentes. Las tropas avanzaban de noche, con gran cúmulo de armas antiaéreas, abrían refugios subterráneos en las arenosas tierras del suroeste de Angola y se atrincheraban sólidamente. Avanzaban en grupos tácticos no mayores de 1 000 hombres, fuertemente equipados con diversos tipos de armas, en distintas direcciones, a la distancia conveniente, siempre previendo el empleo por el enemigo del arma nuclear. Hace poco tiempo, ya desaparecido el régimen delapartheid, los militares sudafricanos confesaron que en aquel momento disponían de siete armas nucleares, suponemos que aproximadamente de la capacidad destructiva de las bombas de Hiroshima y Nagasaki.
”¿Qué quiere decir esto? Que, a pesar de sus armas nucleares, el apartheid fue derrotado; y esto fue realmente el fruto de la combinación de la lucha del pueblo heroico de Sudáfrica, del espíritu que le inculcó Mandela, del apoyo de la opinión pública mundial y en no poca medida la acción noble y abnegada de los angolanos y cubanos, quehoy Occidente, tantas veces complaciente con el apartheid, no quisiera siquiera recordar.
”Nosotros habíamos sacado una conclusión: si usan las armas nucleares contra las tropas angolanas y cubanas, si es que sus aviones lograban pasar, si es que podían alcanzar con cierta precisión algunos objetivos, al no existir grandes concentraciones de tropas, y a partir de todas las medidas tomadas y la elevada moral de los hombres, el daño se habría reducido considerablemente. ¿Y qué iba a hacer después el apartheid con sus armas nucleares? ¿Utilizarlas contra el pueblo africano en Sudáfrica? ¡Ni siquiera con esas armas pudo sostenerse el apartheid! [...]
”Las contundentes victorias en Cuito Cuanavale y, sobre todo el avance fulminante de la potente agrupación de tropas cubanas en el suroeste de Angola, pusieron punto final a la agresión militar extranjera [...]
”Fue tal el respeto que inspiraron con su acción resuelta y heroica los combatientes angolanos, namibios y cubanos, que entonces se iniciaron las negociaciones de paz [...]
”El enemigo tuvo que tragarse su habitual prepotencia y sentarse a la mesa de conversaciones. Las negociaciones culminaron con los Acuerdos de Paz para el Suroeste de África, firmados por Sudáfrica, Angola y Cuba en la sede de la ONU en diciembre de 1988 [...] en virtud de lo cual se aplicó la Resolución 435 de las Naciones Unidas, que reconocía la independencia a Namibia, y el ejército del apartheid sufría un golpe político, militar y moral demoledor [...]”
Poco más tendría que agregarse, que no sea la exhortación a continuar los esfuerzos por que siga saliendo a la luz la verdad acerca del significado de la batalla por la defensa de Cuito Cuanavale y la contribución cubana a la salvaguarda de la integridad de Angola, a la independencia de Namibia y al fin del apartheid.
A ese objetivo se suma ahora el esfuerzo de la Casa Editorial Verde Olivo por la reedición de Cuito Cuanavale: Viaje al centro de los héroes, escrito también veinte años atrás, al calor de los acontecimientos en el frente.
Recuerdo también, a los autores de estas páginas: fusil al hombro, agenda, cámara y grabadora en mano, a veces con la cantimplora vacía, otras con un pedazo de pan en el bolsillo (su almuerzo), yendo felices de trinchera en trinchera, no importaba si bajo los bombardeos enemigos, en busca de los héroes y sus historias.
Se trata, por eso mismo, de un testimonio valioso, porque está escrito y fotografiado desde abajo, desde el soldado, el piloto, el oficial, el jefe en el campo de batalla. Como diría uno de los protagonistas del libro y del triunfo en Cuito: el lector escuchará y verá con sus propios ojos a esos combatientes que van “en la punta de cada flecha trazada en los mapas militares”. En esto radica su mayor importancia.
Reeditarlo hoy es un merecido homenaje a todos los angolanos y cubanos que, en las trincheras de Cuito Cuanavale, en Menongue o en cualquier otro lugar de la hermosa geografía angolana, contribuyeron con su sudor y su sangre a forjar aquella victoria indiscutible.
Es también un acto de justicia muy especial hacia quienes nacieron durante y después de aquellos años y no conocen bien estos hechos, es bueno que lo sepan hoy: muchos de esos heroicos hombres y mujeres que defendieron Cuito y Angola, son sus padres.
Carlos E. Valdés de la Concepción
Dos tremendas explosiones levantaron sendas columnas de humo blanco muy cerca de las torres de agua. “Son los cañones sudafricanos; es la guerra, periodista”, me explicó enseguida un joven soldado cubano, mientras dibujaba dos nuevas rayitas en su libreta de observador. Subido en lo alto de aquel árbol, rayé como pude en mi agenda de trabajo:
Cuito Cuanavale, 31 de marzo de 1988.
La guerra.
Para mí todo había comenzado trece días antes. El 18 de marzo, de la revista Verde Olivo me enviaron a reportar la primera reunión de oficiales de mando de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, que se iniciaba esa mañana en el teatro de la academia de las FAR.
Como de costumbre, la prensa tenía reservadas las primeras filas a la izquierda de la sala. Allí me detuve a conversar con un grupo de colegas.
Faltaban pocos minutos para el inicio de la reunión, cuando una ola de silencio, seguida por otra de murmullos, descendió desde el fondo de la platea. Todas las miradas hicieron blanco en cuatro desconocidos que se habían atrevido a romper la armonía de uniformes de diario, con sus atuendos de campaña poco comunes.
En la esquina de los periodistas las especulaciones no se hicieron esperar: “Son nicaragüenses”, dijo alguien a mi lado. “No, de la brigada fronteriza”, apuntó otro. Los acordes del Himno Nacional interrumpieron el juego a las adivinanzas.
Después, no hubo tiempo para nuevos comentarios hasta el primer receso. Íbamos a levantarnos de los asientos cuando trajeron el periódico Granma, aún con la tinta fresca. En primera plana, ocupando casi un cuarto de la página, había un comunicado del Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Jamás olvidaré su comienzo: “Se ha producido un cambio sustancial en la situación de Angola [...]”.
Leí con avidez aquel parte de guerra. Algo grande había sucedido. En el comunicado se hablaba de “[...] amplio empleo de infantería, tanques, artillería pesada de largo alcance y aviación [...]” por parte de Sudáfrica, y del envío de “[...] un grupo de nuestros más experimentados pilotos [...] unidades cubanas de infantería mecanizada, tanques y artillería [...] para reforzar a los heroicos combatientes de las Fuerzas Armadas Populares de Liberación de Angola (FAPLA) que, con la colaboración de un limitado número de asesores y especialistas cubanos, defendían la posición”. En aquellas líneas se repetía catorce veces el nombre de un poblado del sudeste angolano desconocido hasta ese momento, Cuito Cuanavale había entrado en la historia de Angola, Cuba, África y del mundo.
Un rato después supimos la identidad de los cuatro combatientes vestidos con uniforme de camuflaje de las FAPLA. Fue el general de ejército Raúl Castro quien, al hacer las conclusiones de la reunión, los presentó oficialmente: “Cuito Cuanavale nos envió a sus heroicos representantes”, dijo con orgullo el ministro de las FAR.
Qué lejos estaba yo de imaginar que luego de trece días, trepado en la copa de un árbol, enmudecería ante la vista del letrero pintado con grandes letras negras, en lo alto de una de las dos torres de agua de aquel poblado fantasma. Era el mismo nombre que había leído catorce veces en el parte de guerra del Minfar: Cuito Cuanavale.
Cayeron entonces aquellos dos cañonazos… “La guerra, periodista...”
En esta ocasión, estuve solamente tres días en Cuito. Mandé a la redacción decenas de trabajos de urgencia, todos escritos desde las primeras trincheras de combate. También reporté desde Menongue, ciudad situada a doscientos kilómetros del frente, a la sazón base de operaciones principal de nuestra aviación de combate.
“¿Por qué no escribes un libro?”, me preguntó inesperadamente la colega y amiga Sahily Tabares, entusiasmada por la lectura de mis reportes; pero mucho más fascinada por los recuerdos de la guerra, que yo no paraba de contar a mi regreso a La Habana.
Con el bichito en el cuerpo y sin muchas esperanzas, me fui a ver al general de división Rogelio Acevedo, entonces jefe de la Dirección Política de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.
“¿Y qué necesitas para eso?”, me preguntó. “Regresar a Angola”, le respondí sin titubeos. “Hazme llegar tu propuesta”, dijo con una sonrisa cómplice, mientras ponía su mano en mi hombro. A él agradezco, veinte años después, la posibilidad de haber hecho el viaje imprescindible, que dio como resultado este libro.
Un mes más tarde aterricé nuevamente en el aeropuerto de Luanda, como parte de un grupo de corresponsales de la prensa nacional, enviados a cubrir los últimos acontecimientos, tanto en Cuito como en el frente sudoccidental del país, donde unidades angolano-cubanas operaban victoriosamente.
Los cientos de testimonios obtenidos en ambos viajes, algunos publicados en el periódico Bastión y en la revista Verde Olivo, sumados a las experiencias inolvidables, vividas durante varias semanas en el escenario de los hechos, son la base del libro de testimonio que vio la luz en 1989, y se agotó en pocos días.
Para esta segunda edición he tenido en cuenta algunas correcciones, la adición de croquis y de reflexiones imprescindibles luego de dos décadas. Agradezco también ahora, como entonces no lo hice, a los dos fotógrafos que me acompañaron: Leonel Gil y Carlos Cánovas. La mayoría de las fotos de este libro fueron tomadas por ellos en el momento y lugar de los hechos.
En mis “palabras al lector” que encabezan la primera edición, aclaré que Cuito Cuanavale: Viaje al centro de los héroes no pretendía –ni podía– abarcar todos los acontecimientos desde finales de 1987 hasta la segunda mitad de 1988, cuando poco a poco fueron cesando las inútiles acciones racistas contra el poblado y sus alrededores, y los sudafricanos, convencidos de su derrota, se retiraron por completo.
Tampoco están presentes en el libro todos los protagonistas de las acciones, ni la totalidad de las especialidades militares que, de una forma u otra, contribuyeron a la gran victoria, lo cual de ninguna manera tiene que ver con que se minimice el papel jugado por cada uno, sino porque escribí solamente sobre lo que vi o me contaron mis entrevistados, aquellos que fui encontrando por el camino.
Afirmé entonces, y lo confirmo veinte años después, que la historia de Cuito Cuanavale y de la heroica misión de nuestros aguerridos combatientes, durante casi quince años en la hermana República Popular de Angola, está aún por escribirse.
Agradezco sinceramente al Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y a mi querida Editorial Verde Olivo, la posibilidad de reeditar este libro. Minutos antes de salir para Angola, en marzo de 1988, besé la frente de mi hijo dormido. Este 2008, él también celebra sus veinte años. Una nueva generación podrá hacer ahora el viaje al centro de los héroes y aquilatar, en su modestia y altruismo, tan bello capítulo de la hermandad entre los pueblos de Cuba y del África Austral.
Siga siendo este mi más sincero homenaje a todos aquellos que alguna vez vistieron el glorioso uniforme del internacionalismo y, en especial, a todos los que murieron con él.
El autor