Curso de sociología general 2 - Pierre Bourdieu - E-Book

Curso de sociología general 2 E-Book

Pierre Bourdieu

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Beschreibung

Entre 1982 y 2001, Pierre Bourdieu dictó clases en el Collège de France. En un esfuerzo impresionante de síntesis reflexiva y divulgación, dedicó los primeros cinco años de enseñanza a una introducción general a la sociología, algo muy infrecuente en esa institución. Convencido de que lo propio del oficio científico es el arte de reconocer problemas teóricos en los hechos más banales de la vida cotidiana, en cada encuentro Bourdieu destina la primera hora a la exposición y discusión conceptual, y convierte la segunda en un seminario abierto en el que el tema y el tono cambian por completo para mostrar –con ejemplos y situaciones concretas o hipotéticas, con humor y complicidad con los participantes– cómo se puede construir un objeto, elaborar un método y poner a prueba esas formulaciones teóricas. El presente volumen, que corresponde al ciclo lectivo 1983-1984, está centrado en el concepto de capital y en sus vínculos con las nociones de campo y habitus. Clase a clase, Bourdieu desarrolla las diferentes formas de capital (el económico, el simbólico) para poner el foco en los diferentes estados del capital cultural según su nivel de estabilidad y codificación, que varían según se trate de sociedades precapitalistas o de sociedades altamente diferenciadas. Partiendo de estas precisiones –y con una formidable revisión de clásicos de las humanidades–, se adentra en el campo cultural para explicar cómo funcionan los golpes de autoridad y los circuitos de legitimación o desacreditación simbólica. Atento a los cruces entre el mundo intelectual y el periodístico, observa cuáles son las estrategias para determinar quién existe como pensador o escritor (y qué cosa es un buen escritor), quién merece ser leído y comentado, mientras pone en evidencia los criterios arbitrarios y prefijados de los balances habituales en la prensa cultural ("las mejores novelas del año", "las nuevas voces"). Como no hay una clasificación objetiva respecto de qué es bueno o no, quién existe o no, y esa ausencia es un hecho social, sobrevienen la angustia y el temor a ser excluido del reconocimiento. En ese sentido, con reveladores análisis de El proceso de Kafka y otras obras literarias en las que ve un modelo dramatizado de la sociedad, Bourdieu señala que los universos intelectuales, donde circula y da rentas el capital simbólico, son un espacio hipercompetitivo, lleno de incertidumbre: allí, los ingresantes hacen sus apuestas vitales al tiempo que sienten amenazada su identidad y su existencia misma. Mirando con lupa ese universo, sin dar nada por sentado, este esperado libro se revela ineludible para comprender la vida social y los sobresaltos que conlleva. Con la experiencia del investigador y la generosidad del docente, en diálogo con otras disciplinas como la antropología y el psicoanálisis, Bourdieu demuestra acabadamente que las ciencias sociales están llenas de experimentación.

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Índice

Cubierta

Índice

Portada

Copyright

Presentación (Alicia B. Gutiérrez)

Nota de los editores

Curso de sociología general. Año 1983-1984

Clase del 1º de marzo de 1984

Primera hora (lección): preámbulo sobre la enseñanza de la sociología

Lector y auctor

El par campo-habitus

Sistema, campo y subcampos

El campo de los campos

La estructura de distribución del capital específico

La institucionalización del funcionamiento del campo

Segunda hora (seminario): el hit parade de los intelectuales (1)

Un golpe de fuerza simbólico

La sobrerrepresentación de las categorías vagas y la cuestión de la competencia

Instituir a los jueces

Toma de posición sobre las tomas de posición

La universalización del juicio particular

Productores para productores y productores para no productores

Clase del 8 de marzo de 1984

Primera hora (lección): el hit parade de los intelectuales (2)

Falsas preguntas y verdaderas respuestas

Los modelos del mercado y el proceso

Individuo concreto e individuo construido

La apuesta de la visibilidad y del título

La invención del jurado

Posición del subcampo periodístico en el campo de la producción cultural

Definir las reglas del juego

Segunda hora (seminario): el hit parade de los intelectuales (3)

El modelo del proceso

El modelo del mercado

Juicio de valor

La institución de las diferencias

La producción de los productores

Clase del 15 de marzo de 1984

Primera hora (lección): preámbulo sobre la comprensión sociológica

¿Un campo tiene un comienzo?

Reglas y regularidades

El proceso de objetivación

El interés en ponerse en regla

La posición espontaneísta y la posición continuista

Paso de los universos discontinuos a los universos continuos

Segunda hora (seminario): el hit parade de los intelectuales (4)

El margen de libertad de la acción simbólica

El efecto de redoblamiento del poder simbólico

La especificidad de la acción simbólica

La previsión política

Clase del 22 de marzo de 1984

Primera hora (lección): respuestas a preguntas

El interés en sentido amplio

¿El subcampo es un simple cambio de escala?

¿La empresa es un campo?

El campo como sujeto de las acciones sociales

Segunda hora (seminario): El proceso de Kafka (1)

El proceso y la búsqueda de la identidad

El reconocimiento en los campos débilmente objetivados

Clase del 29 de marzo de 1984

Primera hora (lección): el modelo del jugador

Tendencias inmanentes a la reproducción del mundo social

Comparación entre sociedades y continuidad del mundo social

Diferenciación de los campos y objetivación del capital

La violencia y su eufemización

Segunda hora (seminario): El proceso de Kafka (2)

La manipulación de la illusio y las posibilidades

El poder y el tiempo

Clase del 19 de abril de 1984

Primera hora (lección): campo y especie de capital

La relación con el tiempo

Las especies y las formas de capital

Las tres formas del capital cultural

Capital humano y capital cultural

El capital cultural como capital incorporado

Paréntesis sobre la filosofía y el mundo social

Segunda hora (seminario): Esperando a Godot de Samuel Beckett

Temporalidad de quien nada tiene que esperar

El mundo social que se da por sentado

Principios de continuidad del mundo social en las diferentes sociedades

Clase del 26 de abril de 1984

Primera hora (lección): espacio y formas escolares

Distribución del capital y beneficios de distinción

El capital cultural objetivado y su apropiación

Medios de producción y capital cultural

La apropiación legítima de las obras culturales

Segunda hora (seminario): tiempo y poder

La acción sobre las estructuras y la acción sobre las representaciones

La acción simbólica

El rol de reaseguro de la regla

Tiempo y ejercicio del poder

Clase del 3 de mayo de 1984

Primera hora (lección): Sartre y el “pensamiento en conserva”

Pensar lo trivial

La reapropiación del capital cultural

Alienación genérica y alienación específica

El estado institucionalizado del capital cultural

Segunda hora (seminario): la delegación y la representación (1)

La relación de delegación

La relación de representación

La fábula de la sociedad de Agrégés

Clase del 10 de mayo de 1984

Primera hora (lección): títulos escolares, discontinuidades y burocracia

El “capital informacional”

Codificación y control lógico

El efecto de oficialización de la formalización

La vis formae, fuerza de la forma

Segunda hora (respuestas a preguntas y seminario): para una historia de las tecnologías del pensamiento

La delegación y la representación (2)

La hipocresía estructural del mandatario

La homología y la jugada doble

Mandantes y cuerpo de los mandatarios

Clase del 17 de mayo de 1984

Primera hora (lección): el efecto de las formas

Un análisis de la disciplina

La ambigüedad de la disciplina

Un etnocentrismo de lo universal

Segunda hora (respuestas a preguntas y seminario): el problema de las comparaciones históricas

La coherencia de este curso

Las comparaciones históricas (“eso me hace pensar en…”)

La falsa eternidad de los debates académicos

Situación del Curso de sociología general en su época y en la obra de Pierre Bourdieu (Julien Duval)

Una coherencia a escala de cinco años

Los “impromptus” de la segunda hora

El anuncio de trabajos posteriores

El Collège de France como entorno

El campo intelectual en la primera mitad de los años ochenta

El subespacio de la sociología

El contexto político

Anexo. Resumen del curso 1983-1984, publicado en el Annuaire du Collège de France

Pierre Bourdieu

CURSO DE SOCIOLOGÍA GENERAL 2

El concepto de capital Collège de France, 1981-1983

Edición establecida porPatrick Champagne y Julien Duval

con la colaboración deFranck Poupeau y Marie-Christine Rivière

Edición en castellano al cuidado deAlicia Beatriz Gutiérrez

Traducción deHoracio Pons

Bourdieu, Pierre

Curso de sociología general vol. 2 / Pierre Bourdieu.- 1ª ed.- Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores, 2021.

Libro digital, EPUB.- (Biblioteca Clásica de Siglo Veintiuno)

Archivo Digital: descarga

Traducción: Horacio Pons // ISBN 978-987-801-091-5

1. Sociología. I. Pons, Horacio, trad. II. Título.

CDD 301.01

Cet ouvrage, publié dans le cadre du Programme d’aide à la publication Victoria Ocampo, a bénéficié du soutien de l’Institut français d’ArgentineEsta obra, publicada en el marco del Programa Victoria Ocampo de Ayuda a la Publicación, cuenta con el apoyo del Institut Français d’Argentine

Título original: Sociologie Générale. Volume 2. Cours au Collège de France (1983-1986), primera parte: 1983-1984

© 2016, Éditions Raisons d’agir / Éditions du Seuil

© 2021, Siglo Veintiuno Editores Argentina S.A.

<www.sigloxxieditores.com.ar>

Diseño de colección: Tholön Kunst

Diseño de cubierta: Departamento de Producción Editorial de Siglo XXI Editores Argentina

Digitalización: Departamento de Producción Editorial de Siglo XXI Editores Argentina

Primera edición en formato digital: julio de 2021

Hecho el depósito que marca la ley 11.723

ISBN edición digital (ePub): 978-987-801-091-5

Presentación

Alicia B. Gutiérrez[1]

Los volúmenes del Curso de sociología general, que comenzaron a publicarse en Francia recién en 2015, recuperan los primeros años de enseñanza de Pierre Bourdieu en el Collège de France, donde impartió clases durante casi veinte años, entre 1982 y 2001. Curiosamente, las ediciones iniciales de esta parte fundamental de la obra de Bourdieu, la que documenta su experiencia docente, se concentraron en su primera clase y en el curso final (que corresponde al año académico de 2000-2001) en la prestigiosa institución. Tardía pero felizmente aparecieron los cursos que nos ocupan ahora y que tienen un vínculo orgánico y decisivo tanto con la lección inaugural, titulada Leçon sur laleçon, como con el último curso.

Algunas precisiones sobre esto. La clase inaugural fue pronunciada ante autoridades y colegas el viernes 23 de abril de 1982 y publicada en Francia ese mismo año.[2] Su texto fue traducido al castellano en dos oportunidades: en 1990, con el nombre de, precisamente, “Clase inaugural”, dentro de la compilación Sociología y cultura, y en 2002, como pequeño libro que recupera el título Lección sobre la lección.[3] Por su parte, el último curso –en versión resumida y preparada especialmente por el propio Bourdieu, poco después de dictarlo en 2000-2001– fue publicado bajo el título Science de la science et réflexivité y traducido al castellano dos años más tarde.[4] Como se ve, el ejercicio de la cátedra en el Collège de France está marcado por una preocupación central sobre el ejercicio de la reflexividad, independientemente de la atención dedicada a diversos objetos de indagación.[5]

Detengámonos brevemente en la “lección sobre la lección”, que se define como “un discurso que reflexiona sobre sí mismo en el acto del discurso”[6] y, desde luego, preanuncia lo que desarrollarán las clases posteriores. Casi al comienzo, Bourdieu recuerda uno de los fundamentos de su sociología: “Todas las proposiciones que enuncia esta ciencia pueden y deben aplicarse al sujeto que hace la ciencia”.[7] Es decir, si la sociología pretende un estatus científico, no solo debe evitar dejarse llevar por las apariencias, sino que también debe tomarse a sí misma como objeto. Más específicamente, tiene que tomar como objeto “la lucha por el monopolio de la representación legítima del mundo social, esa lucha de las clasificaciones que es una de las dimensiones de cualquier tipo de lucha de clases, bien sea de clases etarias, sexuales o sociales”[8] y analizar con particular atención la posición del sociólogo en ese espacio de luchas y respecto del espacio mismo. De ninguna manera esta tarea fundamental implica destruir a la ciencia en el relativismo ni condenarse a la resignación. En efecto, el conocimiento de los mecanismos que afectan socialmente la producción de conocimiento permite dar cuenta de las condiciones y de los medios para dominarlos. Así, tiene un efecto liberador y, por ello, “en todos los casos se justifica el rechazo del sociologismo que trata lo probable como un destino”.[9] Aún más –señala Bourdieu–, “si hay una verdad, esta es que la verdad es objeto de lucha”; pero para que esa lucha resulte efectiva y conduzca a la verdad científica, debe obedecer “a una lógica tal que la única forma de vencer al adversario sea empleando contra él las armas de la ciencia”.[10]

De allí en más, Bourdieu presenta brevemente su propuesta analítica. Señala que el principio de la acción no está en las cosas ni en las conciencias de los agentes, sino en la relación entre dos estados de lo social: la historia objetivada en las cosas e instituciones y la historia incorporada en los agentes bajo la forma de disposiciones. Más adelante, recuerda sus conceptos clave: campo, habitus, capital, illusio, creencia. Por último, vuelve su mirada sobre la sociología y sobre la posición misma desde la cual enuncia su toma de posición: “La empresa paradójica que consiste en utilizar una posición de autoridad para decir con autoridad lo que es hablar con autoridad, para dar una lección, pero una lección de libertad respecto a todas las lecciones, sería simplemente inconsecuente, incluso autodestructiva, si la ambición misma de hacer una ciencia de la creencia no supusiera una creencia en la ciencia”.[11]

Cinco días después, Bourdieu comienza a desarrollar su Curso de sociología general, nombre que mantiene durante los primeros cinco años del ejercicio de su cátedra. Ciertamente –como el propio autor menciona en la primera de estas clases–, se trata de presentar los lineamientos principales de su perspectiva teórica, de “exponer la articulación entre los conceptos fundamentales y la estructura de las relaciones que los unen”.[12] Pero este Curso también es una reflexión permanente sobre la sociología, su objeto, el oficio de sociólogo y las relaciones que trazan una separación entre este y otros modos de conocimiento, incluido el conocimiento práctico que los agentes sociales legos comprometen en sus acciones y representaciones. En sus páginas, vemos la “cocina” de las categorías bourdieusianas en plena construcción: surgen de la relación inseparable entre la discusión teórica y su puesta en obra en problemáticas específicas de la realidad social. En este sentido, las clases que dicta Bourdieu son mucho más que una simple reseña de su teoría.

Gracias a un exhaustivo y cuidadoso trabajo de edición, con referencias aclaratorias y con invitaciones a profundizar las diferentes dimensiones involucradas en los análisis (incluidas las que remiten a obras y artículos publicados posteriormente), podemos acceder a esta especie de introducción magistral a la sociología, a su lógica de pensamiento y a sus maneras de proceder, plasmada en dos volúmenes en la versión francesa.[13]

Respecto del plan de publicación de esta obra inmensa en la Biblioteca Clásica de Siglo XXI, recapitulamos que el volumen 1 –Conceptos fundamentales, de 2019– abarca los dos años iniciales del curso. En el primero –ocho clases dictadas entre el 28 de abril y el 16 de junio de 1982– Bourdieu focaliza en un aspecto fundamental de su sociología reflexiva, la relación entre el sujeto científico y su objeto; más específicamente, entre las clasificaciones que produce el científico social y las que los agentes sociales comprometen en sus prácticas y representaciones. En el segundo –trece clases pronunciadas entre el 5 de octubre de 1982 y el 25 de enero de 1983– desarrolla minuciosamente dos de las nociones clave de su sociología y el modo como se relacionan: habitus y campo.

El volumen 2 de la edición francesa, que testimonia los tres años siguientes, supera las mil doscientas páginas. Pensando en nuestro público lector y en las condiciones de edición y circulación de estos textos en lengua castellana, y luego de un examen atento de las unidades temáticas relativamente independientes que integran ese volumen, hemos considerado lo más conveniente organizar la publicación en tres libros sucesivos. Cada uno de ellos corresponde a un año de curso, lo que garantiza que el hilo conductor de la reflexividad no se vea sometido a cortes arbitrarios. Hemos respetado fielmente el original, reduciendo nuestra intervención a lo estrictamente necesario, con ajustes indispensables en las referencias de los editores franceses que recuerdan o adelantan algunas reflexiones. El plan que completa el Curso de sociología general se delinea de esta manera:

El presente volumen, El concepto de capital, reúne diez clases, desde el 1° de marzo hasta el 17 de mayo de 1984, y se centra en el tercer concepto clave de la sociología de Bourdieu: el de capital y sus diferentes formas, y sus relaciones con campo y habitus. En este volumen se incorpora también la situación del segundo bloque del curso (que –como dijimos– se desarrolló a lo largo de tres años lectivos), en que Julien Duval proporciona el marco necesario para su comprensión.El volumen 3, Cómo se define la visión legítima del mundo social, suma las nueve clases pronunciadas entre el 7 de marzo y el 30 de mayo de 1985, cuando Bourdieu desarrolla la idea de que el campo es un campo de luchas entre las percepciones de los diferentes agentes sociales, lucha que tiene como apuesta fundamental la imposición de una visión legítima del mundo.Por último, el volumen 4, Campo de fuerzas, campo de luchas, incluye las ocho clases impartidas entre el 17 de abril y el 19 de junio de 1986, en las que Bourdieu profundiza el análisis del año anterior, para luego mostrar las dos dimensiones del campo –como ámbito de fuerzas y de luchas–, gracias a la puesta en relación con sus otros dos conceptos fundamentales, habitus y capital.

[1] Doctora en Sociología por la École des Hautes Études en Sciences Sociales y en Filosofía y Letras (área Antropología) por la Universidad de Buenos Aires. Profesora titular regular de la cátedra de Sociología (FFyH, Universidad Nacional de Córdoba) e investigadora principal del Conicet, ha publicado libros, capítulos de libros y artículos en revistas científicas nacionales e internacionales sobre diferentes aspectos de la obra de Pierre Bourdieu –parte de la cual también ha traducido– y sobre pobreza urbana y desigualdad social.

[2] Pierre Bourdieu, Leçon sur la leçon, París, Minuit, 1982.

[3] P. Bourdieu, “Clase inaugural”, en Sociología y cultura, trad. de Martha Pou, México, Grijalbo, 1990, pp. 55-78; Lección sobre la lección, trad. de Thomas Kauf, Barcelona, Anagrama, 2002.

[4] P. Bourdieu, Science de la science et réflexivité, París, Raisons d’agir, 2001 [ed. cast.: El oficio de científico. Ciencia de la ciencia y reflexividad, trad. de Joaquín Jordá, Barcelona, Anagrama, 2003].

[5] Después de la muerte de Bourdieu y antes de la publicación de este Curso, fueron editados Sur l’État. Cours au Collège de France 1989-1992, París, Seuil - Raisons d’agir, 2012 [ed. cast.: Sobre el Estado. Cursos en el Collège de France (1989-1992), trad. de Pilar González Rodríguez, Barcelona, Anagrama, 2014] y Manet, une révolution symbolique. Cours au Collège de France 1998-2000, suivis d’un manuscrit inachevé de Pierre et Marie-Claire Bourdieu, Seuil - Raisons d’agir, 2013. Posteriormente se publicó Anthropologie économique. Cours au Collège de France 1992-1993, París, Seuil - Raisons d’agir, 2017.

[6] P. Bourdieu, “Clase inaugural”, cit., p. 56.

[7] Íd.

[8] Ibíd., p. 58, con leves retoques.

[9] Ibíd., p. 61.

[10] Ibíd., p. 63.

[11] Ibíd., p. 78.

[12]Curso de sociología general 1. Conceptos fundamentales, trad. de Ezequiel Martínez Kolodens, Buenos Aires, Siglo XXI, 2019, clase del 28 de abril de 1982, p. 19.

[13] P. Bourdieu, Sociologie générale, vol. 1, Cours au Collège de France 1981-1983, París, Seuil - Raisons d’agir, 2015 [ed. cast. cit.] y Sociologie générale, vol. 2, Cours au Collège de France 1983-1986, París, Seuil - Raisons d’agir, 2016, cuya primera parte se traduce en el presente volumen.

Nota de los editores

Este libro se inscribe en la iniciativa de publicación de los cursos de Pierre Bourdieu en el Collège de France. Meses después de su última clase en esta institución, en marzo de 2001, Bourdieu publicó, con el título de Science de la science et réflexivité,[1] una versión resumida de su último año de enseñanza (2000-2001). Tras su muerte se publicaron Sobre el Estado (2012) y Manet, une révolution symbolique (2013), que correspondían a los cursos que había dictado en los períodos 1989-1992 y 1998-2000, respectivamente.[2] A continuación se emprendió la publicación del Curso de sociología general que Pierre Bourdieu impartió durante sus cinco primeros años de enseñanza en el Collège de France, entre abril de 1982 y junio de 1986. Un primer volumen aparecido en 2015[3] reunía los ciclos lectivos universitarios 1981-1982 y 1982-1983. Este segundo volumen inicia la publicación de los tres años restantes. Lo integran diez clases de alrededor de dos horas cada una, dictadas en 1983-1984. En los siguientes dos volúmenes, se presentarán las nueve clases de 1984-1985 (vol. 3: Cómo se define la visión legítima del mundo social) y las ocho de 1985-1986 (vol. 4: Campo de fuerzas, campo de luchas).

La edición del Curso de sociología general se ajusta a las decisiones editoriales que se tomaron durante la publicación del curso sobre el Estado y que apuntan a conciliar fidelidad y legibilidad.[4] El texto corresponde a la transcripción de las clases tal como se dictaron. En la gran mayoría de los casos, esa transcripción se efectuó sobre la base de las grabaciones en el marco de la presente publicación. En algunos casos, sin embargo, no fue posible encontrar grabaciones y el texto aquí presentado se respalda con transcripciones integrales realizadas por Bernard Convert para su uso personal. Por último, en un caso (parte de la clase del 7 de marzo de 1985, incluida en el vol. 3), dada la completa falta de transcripciones y grabaciones, las palabras de Pierre Bourdieu se reconstruyeron a partir del único elemento disponible: los apuntes tomados por Bernard Convert, a quien agradecemos muy calurosamente su amabilidad.

Tal como en los volúmenes anteriores, el paso de lo oral a lo escrito fue acompañado por una leve reescritura que se esforzó por respetar las disposiciones que el propio Bourdieu tomaba cuando revisaba sus conferencias y seminarios: revisión de estilo, pulido de las impurezas del discurso oral (repeticiones, muletillas, etc.). De manera muy excepcional, se eliminaron algunos desarrollos cuando el estado de las grabaciones no permitía reconstruirlos de manera satisfactoria. Las palabras o pasajes poco o nada audibles (o que correspondían a una interrupción momentánea de las grabaciones) se señalaron con puntos suspensivos entre corchetes, […], en el caso de ser imposibles de reconstruir, y se insertaron entre corchetes cuando se deben a conjeturas.

La segmentación en secciones y párrafos, los intertítulos y la puntuación son de los editores. Los “paréntesis” mediante los cuales Bourdieu se aparta de su exposición principal se tratan de diferentes maneras en función de su longitud y de la relación que sostienen con su contexto inmediato. Los más breves van entre guiones. Cuando esos desarrollos cobran cierta autonomía o implican una ruptura en el hilo del razonamiento, se señalan entre paréntesis y, cuando son demasiado extensos, pueden constituir un apartado.

En su mayoría, las notas a pie de página son de tres tipos. Unas indican los textos a los que Bourdieu hace una referencia explícita (y a veces implícita), cada vez que fue posible identificarlos; cuando pareció útil, se añadieron breves citas de dichos textos. Otras se proponen señalar al lector los textos de Bourdieu que, anteriores o posteriores a los cursos, incluyen desarrollos sobre los puntos abordados. Un último tipo de notas aporta elementos de contextualización; por ejemplo, respecto de alusiones que podrían resultar oscuras para lectores actuales o poco familiarizados con el contexto francés.

La mayoría de las clases publicadas en este volumen difieren levemente, en cuanto a forma, de las reunidas en las publicaciones previas: mientras la primera hora se destina al curso propiamente dicho y se sitúa en continuidad directa con las clases publicadas en el volumen anterior, la segunda se emparienta más con un “seminario”, en que Pierre Bourdieu, como explica en la clase con que se inicia el volumen, decide presentar sus investigaciones en pleno desarrollo (sobre un “hit parade de los intelectuales” o un análisis de El proceso de Kafka, por ejemplo, en las primeras clases incluidas en este volumen). Para sostener una línea editorial homogénea con los volúmenes ya publicados, así como para preservar los “puentes” que Bourdieu suele tender entre sus análisis teóricos y sus investigaciones en desarrollo, el volumen respeta el orden en que se dictaron esas horas de enseñanza. Así, el lector tendrá la libertad de encarar cada curso como lo desee. Podrá efectuar una lectura lineal que lo acerque a la situación en que estaban los oyentes originales, pero si le molesta la alternancia entre lecciones “teóricas” y análisis surgidos de investigaciones in progress que hacen las veces de “seminario”, podrá “saltear” los estudios de casos para leer la exposición del sistema teórico o, a la inversa, leer en bloque las horas relativas a una misma investigación y dejar de lado la clase en sí.

En anexo de cada volumen se reproduce el resumen del curso correspondiente, tal como se publicó en su momento en el Annuaire du Collège de France - Cours et Travaux.

Los editores agradecen a Bruno Auerbach, Amélie y Louise Bourdieu, Pascal Durand, Johan Heilbron, Remi Lenoir, Amín Pérez, Jocelyne Pichot y Louis Pinto su colaboración. Y, más específicamente, a Bernard Convert y Thibaut Izard por su constante ayuda, que a menudo fue decisiva.

[1] Pierre Bourdieu, Science de la science et réflexivité. Cours du Collège de France 2000-2001, París, Raisons d’agir, 2001 [ed. cast.: El oficio de científico. Ciencia de la ciencia y reflexividad. Curso en el Collège de France, 2000-2001, trad. de Joaquín Jordá, Barcelona, Anagrama, 2003].

[2] P. Bourdieu, Sur l’État. Cours au Collège de France 1989-1992, París, Seuil - Raisons d’agir, 2012; reed., col. “Points Essais”, 2015 [ed. cast.: Sobre el Estado. Cursos en el Collège de France (1989-1992), trad. de Pilar González Rodríguez, Barcelona, Anagrama, 2014], y Manet, une révolution symbolique. Cours au Collège de France 1998-2000, suivis d’un manuscrit inachevé de Pierre et Marie-Claire Bourdieu, París, Seuil - Raisons d’agir, 2013; reed., col. “Points Essais”, 2016.

[3] P. Bourdieu, Sociologie générale, vol. 1, Cours au Collège de France (1981-1982), París, Seuil - Raisons d’agir, 2015 [ed. cast.: Curso de sociología general 1. Conceptos fundamentales, trad. de Ezequiel Martínez Kolodens, Buenos Aires, Siglo XXI, 2019].

[4] Véase la nota de los editores en P. Bourdieu, Sur l’État…, ob. cit., pp. 7-9.

Curso de sociología general Año 1983-1984

Clase del 1º de marzo de 1984

Primera hora (lección): preámbulo sobre la enseñanza de la sociología • Lector y auctor • El par campo-habitus • Sistema, campo y subcampos • El campo de los campos • La estructura de distribución del capital específico • La institucionalización del funcionamiento del campo • Segunda hora (seminario): el hit parade de los intelectuales (1) • Un golpe de fuerza simbólico • La sobrerrepresentación de las categorías vagas y la cuestión de la competencia • Instituir a los jueces • Toma de posición sobre las tomas de posición • La universalización del juicio particular • Productores para productores y productores para no productores

Primera hora (lección): preámbulo sobre la enseñanza de la sociología

Los comienzos siempre suscitan angustias y reflexiones, y me veo en la necesidad de interrogarme sobre lo que enseñaba y sobre el sentido de lo que podía hacer en las condiciones de enseñanza en que estoy. Sin mencionar todas las reflexiones que esa ansiedad me inspira, querría simplemente dar algunas referencias acerca de mi manera de enseñar y las conclusiones que he sacado. En efecto, la sociología, como todas las ciencias, puede enseñarse de dos maneras: pueden enseñarse principios, formalismos, o bien aplicaciones de esos formalismos. Por temperamento intelectual, yo preferiría la segunda fórmula, que consiste en hacer ver la ciencia en acción en operaciones de investigación, pero como sin duda las condiciones en que voy a situarme me prohíben hacerlo realmente, busqué una suerte de solución de compromiso entre la intención de transmitir formas y la intención de transmitir aplicaciones de esas formas. Por eso, dividiré en dos partes las dos horas de enseñanza que imparto; en la primera presentaré, conforme a la lógica y como prolongación de lo que hice en el pasado, análisis teóricos, y en la segunda procuraré dar una idea de lo que sería un seminario, exponiendo cómo se puede construir un objeto, elaborar una problemática y (sobre todo) poner en práctica en operaciones concretas esas formulaciones y fórmulas teóricas, lo que en mi opinión es lo propio del oficio científico: el arte de reconocer problemas teóricos en los hechos de la vida cotidiana más singulares, más banales, y poner realmente en práctica ese aparato teórico al transformar el objeto tal como se da a la percepción en un verdadero objeto científico. Por supuesto, esto no es una cosa común, y lo que presentaré tendrá siempre algo un poco artificial. Tendrá la apariencia de una suerte de experiencia ex post, reconstruida. Tal vez carecerá de lo esencial, es decir, de los tanteos, las vacilaciones, los balbuceos confusos –para llamar las cosas por su nombre– de la investigación real. Sin lugar a dudas, a veces realmente no acertaré siquiera en lo mínimo, porque creo que, pese a todo, persistirá una parte de las incertidumbres y debilidades que implica cualquier investigación.

Vuelvo a lo que será la exposición de esta primera hora: la continuación de los análisis que presenté en el pasado. Reitero aquí que las condiciones de comunicación en que estoy no son del todo adecuadas, y lo que presentaré es como una solución de compromiso, que no me satisface mucho, entre esa suerte de intención abstracta y las condiciones reales en que debo realizarla. De paso, querría darles a conocer una pequeña reflexión que nada tiene de genial pero, según creo, es importante. Lo propio de una comunicación, sea cual fuere, consiste en poner frente a frente una intención expresiva y lo que llamo un mercado, vale decir, una demanda;[5] lo que se produce en la comunicación es resultado de una suerte de transacción entre la intención y las condiciones de recepción. Incluso si cada hablante intenta controlar, mediante estrategias metadiscursivas, las condiciones de recepción de su discurso, en la práctica no controla completamente lo que produce. Una intención pedagógica científicamente controlada debería dominar las condiciones de su propia recepción. Entrego esta reflexión a quienes, entre ustedes, estén en situación pedagógica. Además, no existe la certidumbre de que la reflexión sobre lo que uno hace facilite la práctica. Puede incluso suceder lo contrario –creo que mis vacilaciones de este momento lo testimonian–, pero, a pesar de todo, si hay un precepto pedagógico, es que uno tiene que saber lo que hace, vale decir, intentar ajustar siquiera un poco las condiciones de producción de un discurso y las condiciones de recepción. Uno de los principios de mis vacilaciones es el desfase entre mi intención de producir un discurso cuya coherencia se ponga de relieve a escala de varios años y el hecho de saber que el público es discontinuo: ¿qué significa un discurso continuo ante un público discontinuo o, peor, ante un público que es parcialmente continuo y parcialmente discontinuo? Para las personas que se inclinan por la continuidad, tal vez parezca que lo que digo conlleva reiteraciones, repeticiones, vueltas atrás y hasta contradicciones; en algunos casos soy consciente de ellas y en otros, se me escapan. Y para quienes son discontinuos, la lógica misma de mi discurso amenaza constituir un problema, visto que las segmentaciones horarias, en su arbitrariedad, no corresponden necesariamente a unidades teóricas lógicas, autonomizables.

Lector y auctor

Esta es una de las contradicciones analizadas por la sociología: la contradicción entre los roles sacerdotales –la misa dicha en días y horas fijas– y las situaciones proféticas. Al otorgarme una presencia discontinua, ustedes me sitúan en un rol profético, ya que el profeta surge en la extracotidianidad, sin momento ni hora previstos, para producir un discurso extracotidiano y, como quien dice, milagroso.[6] La situación pedagógica en esta institución [el Collège de France][7] exige la extracotidianidad y por lo tanto el estatus profético; pero al mismo tiempo el perfil semanal, regular, repetitivo, requiere algo que de ningún modo es profético. El profeta debe poder elegir su momento: no quiere hablar cuando le duele la cabeza o cuando está cansado; antes bien, se hace oír en períodos de efervescencia, de crisis, de situación crítica, en los cuales el mundo sufre un vuelco, nadie sabe ya qué pensar, todos callan y él es el único capaz de hablar. La escolástica ya denunciaba esta contradicción cuando oponía el auctor, que produce y lleva hacia un auge gracias a su discurso, y el lector, que habla, hace lecturas y en esencia es un comentarista.

En el rol pedagógico hay un problema de estatus: las situaciones carismático-burocráticas –es decir, ambiguas– como esta en la cual me veo son muy difíciles de vivir tan pronto como se toma conciencia de las contradicciones que implican, y sobre todo cuando se quiere evitar valerse de una de las posibilidades. Allí tenemos análisis sociológicos que no lo parecen: las situaciones, las posiciones ambiguas, favorecen y exigen el doble juego que puede ser muy fecundo. Pero muchas situaciones dobles –según creo, es el caso de muchas situaciones pedagógicas en Francia, lo cual explica el estatus de la pedagogía en el país– permiten obtener los beneficios de las dos posibilidades sin pagar los costos. Las situaciones dobles –por ejemplo, “investigador-profesor”– permiten aprovechar las ventajas de ser profesor al invocar que uno es también investigador, y permiten aprovechar… no sigo con el análisis, que llevaría a reflexiones a veces un poco trágicas…

Si uno siente las restricciones implicadas por las dos posiciones y procura sostenerlas, nota que son prácticamente insostenibles, lo cual genera una ansiedad no desdeñable. Me extiendo un poco. Hoy en día, enseñar sociología es una tarea considerable. Para los detractores de la sociología –que a menudo se reclutan entre los sociólogos, ya que aquellos a quienes les cuesta sostener ese rol tienen interés en desacreditarla–, la sociología parece una ciencia confusa, incierta, la recién llegada de las ciencias, etc. Pero si la observamos de otra manera, con un esfuerzo de formación –ya que no exhaustivo, siquiera mínimo–, tenemos la sensación de que la sociología cuenta con logros tales que el simple papel de lector, comentarista, podría permitir ya transmitirlos con claridad y coherencia. Ese es el rol del lector, que es quien canoniza: los juristas fueron los primeros en hacer ese tipo de trabajo. Desde hace ya un siglo, los sociólogos produjeron un corpus de actos de jurisprudencia. Todos los días se producen trabajos, conceptos, experimentaciones, investigaciones, las revistas avanzan, etc. Otro rol para el lector consistiría en hacer una suerte de recapitulaciones sintéticas que, no reductivas, no destructoras –los actos pedagógicos corrientes suelen serlo–, en cierto modo provocaran el avance del saber al tornarlo más fácilmente acumulable. Ese formidable trabajo no sería cosa de un solo hombre, sino tarea de todo un equipo.

Es propio de Francia que no hagamos el trabajo de canonización, de codificación, que me parece una de las condiciones del avance científico. Por razones sociológicas que podría explicar, no tenemos manuales, no tenemos readers. Las herramientas acumulativas requieren modestia y competencia, y esta tradición no es socialmente recompensada en Francia, donde vale más hacer un mal ensayo de tercera mano y dar entrevistas a los semanarios. No tenemos herramientas acumulativas que requieran modestia y solvencia. No tenemos traducciones: Max Weber sigue sin ser traducido, o está traducido parcialmente y muy mal.[8]

El rol opuesto al de lector consistiría en hacer avanzar el saber y presentar los últimos resultados o el último estado del saber, al menos en lo referido a tal o cual punto. Esta tarea tampoco es fácil, porque la sociología (como cualquier ciencia, según creo) tiene seudópodos, avances en direcciones muy diferentes. A partir de ese basamento de competencias comunes a personas en apariencia muy opuestas –a quienes la doxa, sobre todo parisina, se deleita en oponer–, hay posiciones de punta, avanzadas. Pero ¿pueden comunicarse esas avanzadas si se da por conocido el corpus de logros? Las reflexiones de ese tipo no solo son una precondición retórica. Me parece que pueden resultar útiles para orientar el uso que ustedes sean capaces de hacer de lo que yo pueda decir.

El par campo-habitus

Por eso, haré algo que es una solución de compromiso: seguir desarrollando los análisis que había propuesto de un sistema teórico, de un cuerpo de conceptos que me parece coherente e importante para construir la realidad social, los objetos científicos, etc. Esos conceptos no son producto del trabajo teórico.[9] En su mayor parte, antes de constituirse como tales se emplearon prácticamente en investigaciones. A menudo, funcionaron un poco casi a mi pesar sin estar completamente controlados desde un punto de vista teórico, y el control lógico que haré en este curso me llevará a plantear unas cuantas autocríticas o, para decirlo simplemente, correcciones a los conceptos que pude poner de relieve. Por ende, siempre que los análisis que propondré sean útiles, lo serán en la medida en que funcionen también en investigaciones, y, sin estar seguro de conseguirlo porque resultaría demasiado difícil, intentaré hacer que las aplicaciones que les presentaré en la segunda hora se correspondan, mal que bien, con los análisis teóricos que expondré en la primera. Esto, para evitar que ustedes tengan la sensación de que se trata de un ejercicio conceptual abstracto y también evitar el error en el cual me vi obligado a caer en el pasado, error que consiste en inmensas digresiones en que la inquietud de proporcionar ejemplos empíricos hace que el discurso teórico pierda coherencia. Para quienes estuvieron presentes, recuerdo el ejemplo del campo literario que tomé el año pasado:[10] en parte, el árbol no dejó ver el bosque, en el sentido de que, como la casi totalidad de las últimas clases se refirieron a ese ejemplo, ustedes tal vez hayan perdido el hilo del conjunto de mi discurso teórico.

Lo que voy a presentar ahora es la continuación de mis análisis [del año pasado]. Voy a recordar muy brevemente su línea sin entrar en detalles. En un primer momento, explicité los usos teóricos de la noción de habitus. Intenté exponer en qué aspecto esta noción permite escapar a varias alternativas filosóficas tradicionales, en especial la alternativa entre el mecanicismo y el finalismo, que me parecen funestas desde el punto de vista de un análisis realista de la acción social. En un segundo momento, tras indicar que las nociones inseparables de habitus y campo debían funcionar como un par, comencé a analizar la noción de campo, entendido como espacio de posiciones. Insisto un segundo en la relación entre habitus y campo para disipar cierto tipo de equívocos que me parecen muy peligrosos. Quienes me leen o utilizan conceptos como habitus o campo tienden a disociar estos dos conceptos. Por ejemplo, cuando se trata de explicar una práctica (el hecho de mandar a los hijos a tal o cual escuela, el de cumplir una u otra práctica religiosa, etc.), los sociólogos tienden a dividirse –más inconsciente que conscientemente– entre quienes pondrán el acento sobre lo que está ligado a la trayectoria, a las condiciones sociales de producción del productor de la práctica –es decir, el habitus– y quienes pondrán el acento sobre lo que está vinculado a lo que podemos llamar “situación” –aunque el año pasado demostré que era una palabra inadecuada–, lo que está ligado al campo como espacio de relaciones que imponen una serie de coacciones en el momento en que se efectúa la acción.

Por ejemplo, el análisis que hice un momento atrás acerca de la relación pedagógica ponía más el acento sobre el campo que sobre mis propiedades, mientras que, para dar cuenta plenamente de mis angustias y vacilaciones, habría que tomar en cuenta la situación tal como la analicé y las propiedades asociadas a mi trayectoria, a las condiciones sociales de mi producción, etc. Según los objetos, los momentos y las inclinaciones intelectuales de los distintos productores de discursos sociológicos, puede tenderse a poner el acento sobre uno u otro, cuando en realidad lo que está en cuestión en cada acción –ese era el principio inicial de mis análisis– es siempre la relación entre, por un lado, el agente socialmente constituido por su experiencia social, por la posición que ocupa en el espacio social, y dotado de una serie de propiedades constantes –disposiciones, inclinaciones, preferencias, gustos, etc.–, y, por otro, un espacio social en el cual esas disposiciones encontrarán sus condiciones sociales de efectuación. Desde la perspectiva que propongo, la acción en un sentido muy lato (que puede ser tanto la formulación de una opinión como la producción de un discurso o la realización de una acción) siempre es producto de la efectuación de dos potencialidades, dos sistemas de virtualidades: por un lado, las virtualidades ligadas al productor, por otro, las potencialidades inscriptas en la acción, la situación, el espacio social. Esto quiere decir que en cada uno de nosotros hay potencialidades que quizá nunca se revelen, porque jamás encontrarán sus condiciones sociales de efectuación, el campo en el cual podrían efectuarse. Así, por ejemplo, lo demuestran los escritos sobre la guerra de 1914, que fue una suerte de conmoción colectiva sobre la cual los escritores de la década de 1920 no dejaron de reflexionar: una situación como la guerra es la oportunidad de revelación de potencialidades que, sin ella, habrían quedado sepultadas en las disposiciones de los agentes. Y uno de los estupores provocados por las situaciones de crisis obedece al efecto de revelación que pueden tener al inducir o autorizar la expresión, la revelación de potencialidades ocultas, debido a que estaban previamente reprimidas por las situaciones corrientes.

Veamos un ejemplo que aclara esa relación y también muestra que pensar de manera profundamente relacional –como el habitus y el campo son sistemas de relaciones, cada acción es una puesta en relación de dos sistemas de relaciones– lleva a pensar en la lógica de la variación imaginaria: si tal sistema de disposiciones produce tal efecto en tal campo, podemos preguntarnos qué efecto habría producido en tal otro campo y proceder a distintos tipos de experimentos. Los manuales repiten que la sociología y la historia no pueden hacer experimentos, pero la posibilidad de una cuasi experimentación se ofrece de manera constante; cabe muy bien imaginar que se procede por variación imaginaria, como decía Husserl, pero sobre la base de experiencias reales.[11] Así, podemos preguntarnos cómo se ponen de manifiesto las disposiciones del intelectual advenedizo de primera generación en el campo intelectual francés en 1984, cómo se manifestaban en un campo dotado de otra estructura en la década de 1830, cómo se manifestaban en el campo artístico y el campo literario, cómo se manifiestan actualmente en Francia y en China comunista. Por ende, tenemos la posibilidad de hacer que, con los campos de referencia, varíen las posibilidades de actualización de habitus supuestamente constantes. Esto equivale a atribuir un sentido fuerte a la fórmula de Durkheim que asociaba la sociología al método comparativo.[12] La experimentación del sociólogo es el método comparativo. Evidentemente, la puesta en práctica de este método comparativo adoptó formas muy diferentes: Max Weber, por ejemplo, no podía escribir una frase sin agregar de inmediato “pero entre los griegos [o entre los] fenicios… pero entre los australianos… pero entre los bambaras”, mientras que, en Durkheim, el modo de variación privilegiado era en verdad más estadístico.[13] Sin embargo, la intención fundamental –forma parte del corpus común que mencioné al comenzar– es profundamente la misma. Solo que, habida cuenta de los límites de las capacidades humanas, se actualiza de manera diferente según las competencias específicas de los productores de sociología.

Sistema, campo y subcampos

La relación entre el habitus y el campo es una cuestión fundamental, incluso si, por las necesidades de la exposición, [el año pasado] me fue indispensable proceder por etapas y analizar en primer lugar lo que compete al habitus y luego lo que compete al campo, para más tarde exponer cómo funcionan ambos. En efecto, tras plantear esta relación fundamental entre habitus y campo, pasé al análisis de las funciones científicas cumplidas por la noción de habitus, y los problemas que esta permite plantear. A continuación, traté la noción de campo. Intenté presentar sus propiedades, procediendo de la misma forma que en el caso de la noción de habitus: expuse las funciones teóricas que desempeña, los problemas que permite plantear y los falsos problemas cuya desaparición posibilita. Recordaré y especificaré un poco la definición provisoria de la noción a la cual llegué entonces, y la conectaré con lo que voy a decir este año.

Definí el campo como un espacio de posiciones, cuestión que ya mismo querría aclarar en un intento por demostrar la diferencia entre campo y sistema. Este desarrollo merecería mucho tiempo, pero, como no es central desde el punto de vista de mi análisis, voy a atenerme a lo que puede ser útil para algunos de ustedes, habida cuenta de que en sociología hay una corriente que se inspira en la teoría de los sistemas para pensar el mundo social, y que extrapola al mundo social el pensamiento en términos de teoría de los sistemas,[14] con el peligro fundamental, a mi juicio, del organicismo incluido en esa teoría y en cualquier transferencia de modos de pensamiento inspirados, en sentido lato, por la biología (los efectos de autorregulación, de homeostasis y demás).

Hablar de campo es pensar el mundo social como un espacio cuyos diferentes elementos no pueden pensarse al margen de su posición en ese espacio. Por ende, el espacio social se definirá como el universo de relaciones dentro de las cuales se definirán todas las posiciones sociales. Para dar una idea simple de lo que entiendo por esto, podríamos decir que la cuestión que se le planteará al sociólogo que estudia un universo social (el universo del periodismo, de la medicina, de la universidad, etc.) será la de construir el espacio de relaciones donde estén definidas las posiciones ocupadas por cada uno de los agentes o las instituciones consideradas. De inmediato, una cuestión que plantean los usuarios de la noción de campo –y que yo no planteé el año pasado– es la de los límites de los campos y las condiciones en las cuales esos campos pueden definirse en concreto. Por lo demás, la práctica misma impone esa cuestión. Por ejemplo, el año pasado hablé de un campo literario, pero a veces también de un campo de producción cultural en el cual englobaba, además de los escritores, a los periodistas, los críticos, etc. Además, al pasar, hablé de un campo de los críticos como subcampo: habría motivos para preguntarme si esta manera de obrar no es arbitraria y cómo construí concretamente esos espacios y sus límites.

Respecto de esta cuestión, la distinción entre campo y sistema se afirma de manera muy simple y muy clara. Un sistema se define por su finitud y su cierre, y no es pensable definirlo de otra manera que como un sistema de relaciones entre un conjunto finito de elementos que sostienen relaciones completamente definidas, y donde cada cual se define como parte constituida en su realidad relacional por su posición en el espacio del sistema. La noción de campo, al contrario, se define por ser abierta: un campo es un espacio cuyas fronteras mismas están realmente en tela de juicio en el espacio considerado. (En este momento explico el malestar al cual me refería al comienzo: bastaría con tomar un ejemplo concreto para que todo se vuelva luminoso; pero ese ejemplo concreto tomaría diez minutos y ustedes perderían por completo el hilo. Creo que unas cuantas de las cosas que digo en este momento van a aclararse en los últimos momentos de la clase). Un subcampo no es una parte de un campo. Cuando se pasa de un campo a un subcampo hay un salto, un cambio cualitativo, y así ocurre en cada nivel de división. Por ejemplo, el subcampo de la crítica tiene una lógica distinta a la del campo literario. Sus leyes de funcionamiento son diferentes, no pueden deducirse del conocimiento del campo que lo engloba: las apuestas son diferentes, al igual que las formas de capital que funcionan en él. El subcampo, por lo tanto, no funciona según la lógica de la parte.

A continuación, la cuestión de las relaciones del subcampo con el campo que lo engloba va a plantearse en forma de relaciones de dominación, luchas entre partidarios de la autonomía y partidarios de la heteronomía. Me limito a elucidar este punto, y dentro de un rato [en la segunda hora] daré un ejemplo de un análisis concreto en el cual una de las apuestas es la relación entre el campo del periodismo y el campo intelectual. Podemos decir que en sí mismos esos dos campos son subcampos del campo de producción cultural. Entonces, desde un comienzo veremos que la relación entre los dos universos no puede definirse en términos de fronteras jurídicas y que, precisamente, una de las apuestas fundamentales de cada uno de los subcampos es la lucha por la definición de las fronteras entre los campos.

Por consiguiente, el sociólogo no construye de manera arbitraria sus campos, y cambiar de campo no es simplemente cambiar de escala. Podría decirse, desde una perspectiva constructivista, idealista, que la construcción de un campo depende del nivel en el cual se sitúe el analista. No es falso: por ejemplo, cuando me sitúo en el nivel del crítico, estoy en una escala más pequeña que cuando paso al nivel del campo de la crítica en su conjunto. Al cambiar de escala, el sociólogo transforma el estatus de los elementos de los que se ocupa: cosas que podrían presentarse como todos se convierten en partes. Por ejemplo, una vez constituido el campo literario, se puede cambiar de escala y pasar al campo de un género: digamos, el campo del teatro, donde encontraré oposiciones homólogas a las que encontraba en el campo en su conjunto.

Pero esta visión operacionalista y constructivista deja escapar una propiedad de la noción de campo que, como dije varias veces el año pasado, me parece fundamental: el enfoque [en términos de campo] lleva a plantear con referencia a cada caso una serie de cuestiones generales sobre las relaciones en juego en el espacio social, pero lo que va a permitir responder a esas cuestiones es el caso particular. En otras palabras, la noción de campo permite plantear cuestiones generales con referencia a cada campo; pero la experimentación y el trabajo van a proporcionar el conjunto de las respuestas, en especial acerca de los límites y las fronteras. Tomo un ejemplo: un gran principio de diferencia entre los campos radica en el hecho de que algunos de ellos tienen fronteras definidas, fronteras rígidas, con numerus clausus, muy fuertemente controladas por las personas que los dominan; por el contrario, otros tienen fronteras muy permeables, muy mal definidas, muy vagas. Por ejemplo, las luchas dentro de un campo pueden tener por objeto, en determinados momentos, la disolución de un subcampo en un campo o, al contrario, la reconquista de la autonomía de un campo.[15] De paso, se advertirá que la autonomía, que es una de las propiedades mediante las cuales se define un campo, no puede constituirse de una vez y para siempre: la autonomía o la heteronomía de un campo están a cada instante en tela de juicio en él. Tienen ustedes ahí el ejemplo mismo de la cuestión universal: se puede plantear a cualquier campo la cuestión de su autonomía, para la cual solo hay una respuesta histórica y particular. En el fondo, la principal virtud de este método es la de plantear cuestiones universales a las cuales solo puede responderse mediante la investigación, la historía,[16] la experimentación empírica.

La relación entre autonomía y frontera me parece importante: los límites de los campos no son sino por excepción fronteras jurídicas. En cierto modo, la mayoría de las veces –esta es una cuestión universal más, que puede plantearse a cualquier campo– son frentes, lugares, loci incerti[17] donde la lucha es particularmente acalorada. Por ejemplo, podríamos recordar la historia de las disciplinas [y mencionar] las relaciones entre la psicología y la sociología en el siglo XIX, o las luchas por la división del trabajo entre los biólogos de nuestros días. Las fronteras son lugares donde se juega la definición misma del campo. Por consiguiente, la postura operacionalista que consiste en decir “tengo todo el derecho de decir que la crítica es un subcampo porque, en el fondo, la noción de campo es un puro constructum, pura construcción teórica, y yo construyo y cambio de escala como quiero” solo es parcialmente verdadera: si bien es indudable que todo concepto científico es construido (en el sentido de que no se lo extrae inductivamente de la realidad), es operación constructora en cuanto cuestión general que recibirá su realidad del trabajo científico de construcción empírica y de la confrontación con las observaciones.

En otras palabras, podríamos decir que una de las maneras de zanjar la cuestión de los límites de un campo es conocer el lugar donde, en cierto modo, se debilita lo que podemos llamar “efecto de campo”. Pienso en un artículo de Actes de la Recherche en Sciences Sociales sobre las relaciones entre centro y periferia en la pintura italiana,[18] que se pregunta si es legítimo poner a los pintores aviñoneses en el campo de esa pintura, por ejemplo, en los siglos XIV y XV. Para empezar, no hay respuesta universal: la pintura aviñonesa puede estar en el campo en cierto momento y luego dejar de estar, lo cual es una información sobre el campo y su extensión. Al mismo tiempo, en sí misma, su presencia o no en el campo está de algún modo en función de la potencia del campo, su capacidad de producir efectos de campo y efectos de dominación. Hoy en día, por ejemplo, podrá decirse que la pintura francesa está en el campo de la pintura estadounidense: se ponen de manifiesto efectos de campo, por ejemplo, en el hecho de que los pintores se vean obligados a exponer al menos una vez en los Estados Unidos. Por consiguiente, solo podría responder a esta cuestión de los límites por medio de la investigación empírica, que me informará sobre la extensión de los efectos de campo.

Dicho esto, volvamos una vez más a la oposición entre campo y sistema: cabe suponer que en cada campo hay una tendencia al cierre, que cada campo tiende a constituirse en sistema o, para ser más exacto (porque aquí cometo un error que siempre denuncio: he puesto una abstracción como sujeto de una proposición), que en cada campo los dominantes tienden a cerrarlo, esto es, a transformarlo en sistema. Se necesitarían horas para explicitar esta proposición: el numerus clausus es una manera de constituir como barrera jurídica lo que es una frontera, en el sentido fuerte del término, un frente permeable con personas que lo atraviesan, que salen, que, si pueden pagar el derecho de entrada, podrán ser aceptadas y convertirse en agentes del campo.[19] Por ende, la tendencia a formar un sistema cerrado, a cerrarse, está presente siempre como una posibilidad del campo y es más fuerte, me parece, cuando los agentes que lo dominan tienen más medios para excluir a los nuevos ingresantes, es decir, para erigir lo que los economistas llaman barreras de entrada: de hacer que, en cierto modo, sea más alto el costo de instalación. Aquí, una vez más, las nociones de autonomía relativa, frontera y efecto de campo son absolutamente inseparables. En el fondo, estos son interrogantes generales.

El campo de los campos

Otra pregunta que me hicieron respecto de las clases del año pasado: ¿hay algo así como un campo de los campos? Aquí, para quienes no las tengan presentes, debo especificar las premisas de lo que cuento: la noción de campo nace del esfuerzo por explicar que dentro de esa cosa complicada que llamamos “sociedad” hay subuniversos pensables por analogía con juegos, y en los cuales suceden cosas diferentes de lo que sucede al lado. Algo importante: de ningún modo es propiedad universal de las sociedades; hay condiciones históricas y sociales de posibilidad de la aparición del funcionamiento en campos. Desde hace mucho, los sociólogos han observado, dándole nombres diferentes, ese proceso que asimismo se menciona en la tradición marxista o weberiana (retomaré esto muy pronto),[20] pero que, con Durkheim,[21] podríamos llamar de “diferenciación”; es el proceso que lleva al “mundo social” a dividirse en subuniversos dotados de autonomía y leyes propias de funcionamiento relativamente independientes de lo que los rodea. Pero entonces ¿hablar de campo no lleva a anular la noción de “mundo social”? ¿Aún es legítimo hablar, como mucha gente hace, de un “sistema social”? A mi juicio, la pregunta es importante. La responderé una vez más en el plano abstracto y teórico, lo cual acaso parezca arbitrario, pero puede justificarse. No es una simple opción metafísica, aunque a esta pregunta que acabo de plantear la mayoría de la gente que escribe sobre el mundo social responde sin saber que está mal planteada. Lo digo con arrogancia, pero es verdad.

Voy a responder a esa pregunta: creo que el espacio social, como espacio de los espacios, campo de los campos, es aún menos cerrado que cada uno de los campos. Es precisamente una suerte de lugar de todos los campos sociales. Y resulta difícil de pensar por muchas razones. Como repito todo el tiempo (pero creo que en este caso la repetición no es inútil), así como Bachelard hablaba de psicoanálisis del espíritu científico con referencia a las ciencias de la naturaleza,[22] a cada instante habría que hablar de psicoanálisis del espíritu científico con referencia a las ciencias del hombre. Si la terapia psicoanalítica es larga y ardua y –pese a mis declaraciones del comienzo– es verdad que la sociología no es una ciencia como las demás, se debe en gran parte a que ese psicoanálisis es tremendamente difícil.

Todos tenemos una filosofía del espacio social que nos costaría mucho enunciar en un discurso. Si repartiera entre ustedes unas cuartillas y les dijera “díganme qué entienden por sociedad”, ustedes se sentirían muy molestos o harían disertaciones, y sin duda ya las habrán hecho sobre este tipo de tema. Dicho esto, en expresiones comunes, en decisiones corrientes, en las decisiones científicas que toman los sociólogos al construir el objeto de una manera o de otra, en frases del tipo “la sociedad francesa, etc.”, no dejamos de involucrar y traer a escena una filosofía del mundo social. Esta filosofía también tiene su coherencia y no es lo que era ciento cincuenta años atrás. Nuestra filosofía del mundo social está ligada al estado del mundo social, pero creo que uno de los obstáculos al pensamiento [científico] de ese mundo, a su construcción adecuada, es la filosofía del mundo social de tipo arquitectónico que, con sus infraestructuras, sus superestructuras, sus instancias y demás, el marxismo refuerza formidablemente. En otras palabras, sobre el mundo social tenemos prenociones, como decía Durkheim,[23] esquemas espontáneos que la visión científica del mundo social de las generaciones anteriores constituye y refuerza. Si la cuestión que acabo de plantear acerca del espacio de los espacios, el campo de los campos, es difícil, se debe en gran parte a que hace ruido en estructuras de nuestro inconsciente social, que tiende a representar el mundo social como una casa en la cual hay cimientos (la infraestructura) y superestructuras. Entonces, el mundo social se concibe como algo bien estructurado, que puede dibujarse: la sociedad es como una pirámide con una élite necesariamente más pequeña que una “base” (el vocabulario está lleno de filosofía social…) más amplia. Es también algo que está terminado, cerrado, es un conjunto de individuos, lo cual carece por completo de sentido.

La noción de campo pone todo esto en tela de juicio. Ya es un poco mejor hablar (como se hizo mucho durante los años sesenta, en el período estructuralista) de un “sistema de sistemas”, un “sistema de estructuras”, una “estructura de estructuras”. Pero en ese entonces la pregunta era cómo “articular” las estructuras (con la metáfora de las “articulaciones”, el “cuerpo”, no estamos lejos de una forma de organicismo); cuando se habla del “sistema de sistemas”, se supone una cabeza, pies, se encuentra una infraestructura, una superestructura, etc. Está muy bien visto –y se incluye en las disertaciones– que Bachelard diga que hay una polémica de la razón científica;[24] pero si empiezo a llevar un poco más lejos el análisis y a hacerlos sufrir, voy a parecerles malvado. Por lo tanto, prefiero dejar que ustedes mismos continúen su autoanálisis y el análisis de su propia representación del mundo social. Si los divierte, un muy lindo ejercicio consiste en tomar una hoja de papel y preguntarse cómo van a dibujar el mundo social. Les recomiendo hacerlo; pero ahora, como ya dije, ¡no van a hacer más pirámides! [risas en el auditorio].

Decir “espacio de los espacios” significa que hay un universo de espacios cuyas fronteras no se conocen muy bien –lo cual es penoso: nos encanta trazar líneas que delimiten, cada cosa en su lugar–, ni se sabe cómo están jerarquizadas, dado que a cada instante se desplaza la jerarquía. Una propiedad de esos subespacios es precisamente la de luchar por su posición en el espacio. Puede pensarse en cosas fabricadas por los artistas: móviles que se desplazan con mucha suavidad, por una suerte de deslizamiento imperceptible (cuando nos damos cuenta, ya ha pasado) o, a veces, mediante cambios bruscos de posición.[25] Pero es algo que está abierto, que no se define en el instante ni en su evolución, lo cual es también algo muy importante: entre los diversos fantasmas sociales que tomamos de la cultura ambiente, está también la idea de que hay un sentido, que la cosa va hacia alguna parte, que está orientada. También retomo esta cuestión: decir que ese universo no es finito, que no está definido (y que construirlo es plantear cuestiones definitorias pero que solo reciben su contenido de la confrontación con lo real) es poner en tela de juicio un conjunto de cosas tranquilizadoras sobre las cuales se basan las operaciones científicas corrientes.

En el ejemplo que mencionaré dentro de un momento, verán que esos problemas se plantean de la manera más concreta del mundo, pero, también aquí, todas las operaciones de la investigación científica llevan a resolverlos sin plantearlos: si soy sociólogo empírico, necesito una población y por tanto hay que definirla; si estudio a los profesores, ¿a qué se llama “profesor”? Todas las operaciones científicas me ordenan volver a una tendencia corriente que lleva a pensar en [términos de] límites. Me detengo aquí, pero también habría que pensar en la noción de “en última instancia”,[26] que es una magnífica noción metafísica; todo lo que acabo de denunciar se resume mediante la expresión “en última instancia”: decir que el campo de los campos es abierto quiere decir que[, para poder decir] el “en última instancia”, habrá que esperar mucho.

La estructura de distribución del capital específico

Voy un poquito más lejos. Los campos son espacios. Sus lógicas tienen invariantes; pero aquellos se definen tanto por sus variaciones, sus singularidades, sus especificidades, como por sus invariantes. Esas variaciones están ligadas a coyunturas históricas y, en especial, al estado de las relaciones, en determinado momento, entre los diferentes campos (que, en cierta medida, rige las relaciones dentro de cada campo). Ustedes me dirán que aquí hago intervenir una noción de “campo de los campos”; pero recordar que en cada momento la noción de autonomía relativa implica que los otros campos actúen sobre cada campo en cierta medida –que es necesario medir– de ningún modo es plantear que en cada momento hay una suerte de integral ideal de todos los campos que yo pueda calcular.