Curso de Teología Patrística - Xabier Pikaza - E-Book

Curso de Teología Patrística E-Book

Xabier Pikaza

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Beschreibung

El Curso de teología de los padres de la iglesia recorre la historia de la iglesia primitiva y los líderes que fueron cabeza y parte del movimiento del cristianismo, es una recopilación desde los Apóstoles de Cristo hasta los Padres de la Iglesia Oriental. Elaborado en una estructura de tiempos, el autor divide el contenido en: Padres apostólicos. Recoge la vida y obra de los primeros cristianos, desde el I d. C. a finales del II, llamados apostólicos y protagonista de la primera iglesia, los cuales son testigos privilegiados del surgimiento y teología del cristianismo, que muestra desde el comienzo una gran libertad. Padres apologistas Obra de los primeros teólogos estrictamente dichos, de finales del siglo II hasta mediados del s. III d. C., que escribieron en griego (Justino, Ireneo…), menos Tertuliano, que lo hace en latín. Padres alejandrinos, iglesia copta/egipcia (siglos III?IV d. C.). Fueron los primeros teólogos estrictos en diálogo con el pensamiento griego (empezando por Clemente de Alejandría y Orígenes. Padres sirios, Iglesia oriental (siglos IV?V d. C.). Junto a los alejandrinos (y en contraste con ellos) se elevan los padres orientales, más en concreto los de Siria. Padres Latinos (siglos III?VII d. C.). Estuvieron más interesados en cuestiones de moral y de organización jurídico?administrativo de la Iglesia que en temas de estricta teología o exégesis de la Biblia. Patrística latina tardía (siglos VIII?XII d. C.). En sentido restringido la patrística acaba con el despliegue del monacato celta y la reforma o renacimiento carolingio (entre el VIII y IX d. C. Patrística griega tardía (siglos VIII?XIV d.C.), se sitúan los últimos Padres de la Iglesia oriental, cuya primera etapa culmina en los grandes pensadores del VII y principios del VIII (Dionisio Areopagita, Máximo, Juan Damasceno).

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Curso de Teología

PATRÍSTICA

Historia y Doctrinade los Padres de la Iglesia

Colección Raíces

Xabier Pikaza Ibarrondo

Editorial CLIE

C/ Ferrocarril, 8

08232 Viladecavalls

(Barcelona) ESPAÑA

E-mail: [email protected]

http://www.clie.es

© 2022 por Xabier A. Pikaza Ibarrondo

«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 917 021 970 / 932 720 447)».

© 2022 por Editorial CLIE. Todos los derechos reservados.

CURSO DE TEOLOGÍA PATRÍSTICA

ISBN: 978-84-19055-29-3

eISBN: 978-84-19055-30-9

Teología cristiana

Historia

Acerca del autor

Doctor en teología y filosofía, Xabier Pikaza Ibarrondo es uno de los más reconocidos teólogos españoles del momento.

Estudió en la Universidad Pontificia de Salamanca, la Universidad de Santo Tomás (Roma) y el Instituto Bíblico (Roma). Amplió sus estudios en las universidades de Bonn y Hamburgo, en Alemania. Obtuvo el Doctorado en Teología en la Universidad Pontificia de Salamanca (1965) y un Doctorado en Filosofía en la Universidad de Santo Tomás en Roma (1972). Ha desempeñado funciones docentes en diferentes universidades europeas y americanas.Desde 1972 fue profesor en la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia de Salamanca, y Catedrático 1975-1984. Entre 1985 y 1989 realizó una investigación en el Pontificio Instituto Bíblico de Roma y en otras universidades preparando algunas publicaciones.

De 1989 a 2003 fue profesor titular de Teología Dogmática en la Universidad Pontificia de Salamanca, y tuvo a su cargo la enseñanza de la Fenomenología de la Religión. En 2003 dejó este puesto debido a las diferencias doctrinales y se retiró a la vida privada con su esposa, continuando con la investigación y escribir libros y dar conferencias en España y América.

Continua su labor como investigador y escritor, y ha publicado más de treinta obras en los campos de la teología, ética e historia de la religión.

Las principales editoriales religiosas cuentan con él en su lista de autores. Ha impartido numerosos seminarios y dictado conferencias sobre temas religiosos en España y América.

Índice

PRÓLOGO

IPADRES APOSTÓLICOS

I.PUNTO DE PARTIDA. PRIMEROS GRUPOS Y ESCRITOS

1. Grupos y trayectorias

2. Apócrifos y gnósticos. Primera literatura cristiana

a. Evangelios no canónicos, de tipo judaizante

b. Evangelios apócrifos, línea gnóstica

c. Otros apócrifos

II.CLEMENTE DE ROMA

1. Orden romano–cristiano, obediencia en la Iglesia

2. Aplicación cristiana. Origen e identidad de la iglesia romana

III.DIDAJÉ. PRIMERA GUÍA DE VIDA CRISTIANA

1. Apóstoles y/o profetas: itinerantes y sedentarios

2. Obispos y diáconos: ministerios de la comunidad establecida

3. Nuevo culto eucarístico

IV.IGNACIO DE ANTIOQUÍA

1. Obispo de Siria

2. Análisis de textos. Esquema básico

3. Visión de conjunto: unidad mística eclesial

V.OTROS AUTORES Y LIBROS

1. Carta de Bernabé (siglo II d. C.)

2. Carta a Diogneto (siglo II d. C.)

3. Pastor de Hermas

4. Segunda de Clemente

5. Carta de Policarpo a los filipenses

6. Papías

EVALUACIÓN Y ACTUALIZACIÓN

PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR

IIPADRES APOLOGISTAS

I.TRASFONDO GNÓSTICO

1. Dualidades divinas

2. Tríadas gnósticas, ruptura intradivina

3. Mito de fondo, caída de Sofía

4. Salvación interior, búsqueda divina

5. Prostituta y santa, el alma caída

6. El envío del Cristo esposo

7. Conclusión, el camino de la anti–gnosis

II.JUSTINO (100–165)

1. Vida y obra

2. Testigo de la Iglesia, un camino histórico y social

III.IRENEO DE LYON (±140-200)

1. Fuentes del pensamiento cristiano

2. Hijo y Espíritu: dos manos de Dios

3. Estructura eclesial

IV.MONTANISMO Y TERTULIANO

1. Montano y montanismo

2. Tertuliano (160-225). Vida y teología trinitaria

a. Credo quia absurdum? (porque es absurdo)

b. Monoteísmo trinitario. Terminología teológica

V.OTROS APOLOGISTAS

1. Atenágoras de Atenas (siglo II)

2. Taciano (siglo II)

3. Teófilo de Antioquía (siglo II)

VI.IDENTIDAD SOCIAL DEL CRISTIANISMO. CONCLUSIÓN.

1. Raíces culturales: helenismo e imperio

a. Cultura helenista. Visión místico-jerárquica de la realidad

b. Orden social. Estructura de poder

2. Un caso especial. La iglesia de Roma

3. Importancia y poder de los obispos

EVALUACIÓN Y ACTUALIZACIÓN

PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR

IIIPADRES ALEJANDRINOSLA IGLESIA EGIPCIA

I.EN EL PRINCIPIO. CLEMENTE Y ORÍGENES

1. Una iglesia rica en textos

2. Clemente de Alejandría (± 150- 220)

a. Protréptico

b. Pedagogo

c. Strómata (Misceláneas)

3. Orígenes (185-254)

a. Una vida teológica

b. Fe cristiana y trayectoria personal

c. Fuente bíblica, la Hexapla

d. Generación eterna del Hijo, riesgo de subordinacionismo

e. Problemas abiertos

II.ARRIO Y EL CONCILIO DE NICEA

1. Arrio (256-336), vida y pensamiento

a. Historia de un conflicto

b. Pensamiento

2. Dos visiones. Arrio y Nicea

III.ATANASIO Y CIRILO DE ALEJANDRÍA

1. Atanasio (295-377)

2. Cirilo de Alejandría (370-441)

IV.ALEJANDRÍA Y SIRIA. DE ÉFESO A CALCEDONIA, DOS TEOLOGÍAS

1. Éfeso (431), un concilio discutido

2. Concilio de Calcedonia (451) y cisma de los patriarcados

V.OTROS PENSADORES. LA NUEVA IGLESIA COPTA

1. Dídimo el Ciego (310-393)

2. Evagrio Póntico (345-399)

3. Fin de la Iglesia alejandrina. Iglesia copta

EVALUACIÓN Y ACTUALIZACIÓN

PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR

IVPADRES ORIENTALESSIRIA Y CAPADOCIA

I.INTRODUCCIÓN. CONSTANTINOPLA I (381) A CALCEDONIA (451)

1. Credo de Constantinopla I

2. Fórmula cristológica de Calcedonia (451)

II.EN LAS RAÍCES DE LA IGLESIA DE SIRIA. HERMENÉUTICA BÍBLICA

1. Eusebio de Cesarea (275-339)

2. Eudoxio de Constantinopla (300-370)

3. Marcelo de Ancira († 374)

4. Cirilo de Jerusalén (315-387)

5. Apolinar de Laodicea (310-390)

6. Diodoro de Tarso († 392)

7. Eunomio (335-393)

8. Epifanio de Salamina (315-403)

9. Juan Crisóstomo (347-407)

a. Predicador y obispo mártir

b. Famoso por sus sermones

10. Teodoro de Mopsuestia (350-428)

11. Nestorio (380-451)

12. Teodoreto de Ciro (±393-465)

III.PADRES CAPADOCIOS

1. Basilio de Cesarea (330-379)

a. Reglas monásticas

b. Teología trinitaria

2. Gregorio de Nacianceno, el teólogo (330-390)

a. Dios, más allá de toda imagen

b. Experiencias y poemas

3. Gregorio de Nisa (335-395)

a. Teología mística

b. Doctrina trinitaria y cristológica

IV.CAMINO DE ORIENTE: IGLESIA NESTORIANA, “HEREJÍA” MANIQUEA

1. Iglesia siro–aramea. Visión general

a. Efrén el Sirio (306?–373)

b. Narsai († 502)

c. Isaac de Nínive (640–700)

2. “Herejía” maniquea

a. Experiencia fundacional

b. Una iglesia espiritual

c. Maniqueísmo, un cristianismo anti–cristiano

d. Una religión dualista. Maniqueísmo y patrística

EVALUACIÓN Y ACTUALIZACIÓN

PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR

VPADRES LATINOS IETAPA ANTIGUA (SIGLOS II–VII)

I.COMIENZOS DE LA IGLESIA LATINA

II.PRIMEROS PADRES

1. Marción de Sinope (±85-160). Dos biblias o una

2. Hipólito († 235). Un problema de administración eclesial

3. Cipriano (205-258). Teología africana

4. Novaciano (siglo III). Una iglesia pura

5. Mario Victorino. Poeta de la Trinidad (siglo IV)

6. Hilario de Poitiers (315-367)

7. Zenón de Verona (±300-380)

8. Pelagio (354-420)

9. Severino Boecio (480-525)

10. Casiodoro (485-580)

III.LOS CUATRO DOCTORES. SAN AGUSTÍN

1. Ambrosio de Milán (339-397)

2. Jerónimo y la Vulgata (343-420)

3. Agustín de Hipona (354-430)

a. Confesiones. El “pecado” de Agustín

b. Vida fraterna en comunidad. La Regla

c. Pesimismo histórico–social: Ciudad de Dios

d. Conocimiento y amor interno: sobre la Trinidad (De Trinitate)

4. Gregorio Magno. Monje y Papa (540-604)

IV.ROMA, UNA TEOLOGÍA “MAGISTERIAL”

1. Dionisio de Roma († 268)

2. Dámaso (366-384). Símbolos vinculados a su magisterio

3. León Magno (siglo V)

4. Quicumque. Símbolo pseudo-atanasiano (siglo V)

V.TEÓLOGOS Y PADRES DE LA IGLESIA HISPANA

1. Prisciliano (340-385)

2. Prudencio (348-405)

3. Idacio de Chaves (400-469)

4. Martín de Braga (515-579)

5. Isidoro de Sevilla (560-636)

6. Ildefonso de Toledo (607-667)

7. Concilios de Toledo

EVALUACIÓN Y ACTUALIZACIÓN

PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR

VIPADRES LATINOS IIETAPA TARDÍA (SIGLOS VIII–XII)

I.PRIMER DESARROLLO. REFORMA CAROLINGIA

1. Una Iglesia de poder. Los estados pontificios

2. Iglesia de los francos. Reforma carolingia

3. Derecho eclesiástico. Las pseudo-isidorianas

II.PENSADORES O PADRES FUNDAMENTALES

1. Un precursor. Beda el venerable (673-735)

2. Un organizador. Alcuino de York (730-804)

3. Un adversario. Elipando de Toledo (717-807)

4. Un pensador. Juan Escoto Erígena (810-877)

III.RENACIMIENTO DEL SIGLO XII

1. Introducción histórica. Reforma gregoriana

2. Anselmo de Canterbury (1033-1109)

a. Una fe que busca entendimiento

b. Monologion. El argumento ontológico

c. Trinidad

d. Cur Deus Homo. Encarnación de Jesús

3. Bernardo de Claraval (1090-1153)

a. Vida cristiana, un camino de Dios

b. Un tema crucial: milicia de Jesús, los templarios

c. Excurso sobre las cruzadas guerra en defensa de la fe

4. Ricardo de San Víctor († 1173)

a. El amor exige pluralidad de personas

b. Necesidad de un tercero. Aplicaciones

5. Otros padres. Ocaso de la patrística latina

a. Abelardo (1079-1142). Un buscador de razones

b. Guillermo de San Thierry (1085-1148). Un espiritual

c. Hugo de San Víctor (1097-1141)

d. Hildegarda de Bingen (1098-1179)

EVALUACIÓN Y ACTUALIZACIÓN

Preguntas para reflexionar

VIIPATRÍSTICA BIZANTINAHISTORIA, AUTORES Y TEMAS

I.ACONTECIMIENTOS BáSICOS

1. La era de Justiniano (527–565)

a. Derecho común. Un cristianismo social

b. Cristianismo sagrado. Culto glorioso

2. Separación de las iglesias (1054)

II.PADRES FUNDAMENTALES

1. Dionisio Areopagita. Jerarquía eclesial

2. Máximo el Confesor (580-662)

3. Juan Damasceno. Una “summa” teológica (650-750)

4. Focio. Un autor discutido

5. Simeón. El Nuevo Teólogo (949-1022)

6. Gregorio Pálamas (1296-1359)

III.TEMAS QUE PERMANECEN. UNA TEOLOGÍA ACTUAL

1. Imagen de Dios, los iconos. Concilio de Nicea II

a. Tema histórico

b. Interpretación actual. Una patrística ampliada

2. Madre de Jesús: sabiduría de Dios

3. Trinidad, perijóresis y Filioque

a. Perijóres. Comunión divina

b. Experiencia del Espíritu Santo (Filioque)

4. Inmersión en Dios. La oración hesicasta

EVALUACIÓN Y ACTUALIZACIÓN

PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR

BIBLIOGRAFÍA

Siglas y colecciones de textos:

Colecciones de textos

Diccionarios

Patrologías

Historias de la iglesia antigua (de la teología, de los concilios…)

Temas particulares: ministerios, Trinidad

Prólogo

Este curso expone y razona el itinerario antiguo y la importancia actual de los Padres de la Iglesia, centrándose en los orientales (de lengua griega) y en los occidentales (de lengua latina), desde el siglo I al VIII d. C., con una ampliación hasta el XII/XIV, siguiendo la Patrología de J. P. Migne (1800–1875), editor francés que publicó una serie extensa de textos de los Padres, dividida en dos partes: Latina (París 1844–1855) con 218 volúmenes, desde comienzo hasta finales del siglo XII; y Graeca (París 1857–1866) con 166 volúmenes, desde el comienzo hasta el XV1.

Estrictamente hablando, la Patrología podría terminar en el siglo VIII d.C., tanto en occidente (renacimiento carolingio), como en oriente (grandes cambios vinculados al islam y a la disputa de los iconoclastas), tras lo cual se inicia, en un lado y en otro de la Gran Iglesia, una vida y teología nueva en un plano social y religioso, antes de la separación de las dos cristiandades (siglo XI). Pero en sentido extenso, como indicará este curso, la era patrística se dilata y mantiene a lo largo del primer milenio, y de un modo más preciso hasta el siglo XII, antes de la escolástica latina (en occidente) y hasta el XIV, con el desarrollo del palamismo y la oración hesicasta (en oriente).

En ese tiempo, por más de mil años, el único texto (curso) de teología cristiana era la Biblia, la Escritura por excelencia, que, siendo libro de historia y literatura, de liturgia, oración y derecho, de economía, geografía y política etc., era también y sobre todo el libro de la Palabra de Dios (=teo–logía), no solo para los judíos (Torah o Ley nacional), sino para los cristianos que la tomaban e interpretaban como “curso” de la revelación de Dios, tal como culmina Jesucristo. Desde ese fondo he querido destacar en este “curso” el trayecto (itinerario) de los Padres de la Iglesia a lo largo de más de un milenio.

J. P. Migne publicó su Curso (Patrologiae Cursus completus), con cientos de textos, a gran formato, en las series ya dichas. Yo me limito a ofrecer un esquema básico de Teología de los Padres de la Iglesia, retomando materiales que empecé a catalogar con mi amigo E. Tourón del Pie (1934–1996), primer Decano de la Facultad de Teología de San Dámaso, Madrid, cuando impartimos juntos un curso de historia de la teología en la Universidad Pontificia de Salamanca (1979-1980), él la parte moderna, yo la antigua2. Años después (2017–2018) preparé el tema para la Facultad de Pedagogía Religiosa del Instituto Raspanti de Morón, Buenos Aires. En recuerdo de Eliseo Tourón, por gratitud al Instituto Raspanti y por fidelidad a la Editorial Clie, que mantiene vivo el legado de los Padres de la Iglesia, he querido redactar por fin este.

En principio, los cristianos no tenían textos de teología, pues ni siquiera los tratados principales de los Padres de la Iglesia (Orígenes, Agustín, Juan Damasceno…) se tomaban como tales, el único libro y texto de teología y vida cristiana era la Biblia, con su Antiguo y Nuevo Testamento, leído en hebreo y, sobre todo, en griego, tanto en la traducción de los judíos alejandrinos (los LXX) como en la versión original del Nuevo Testamento. Los cristianos tradujeron además la Biblia a otros idiomas (sirio y latín, copto y etíope, árabe, armenio y georgiano, gótico, viejo eslavo etc.), manteniendo así viva su memoria y adaptando su teología a las diversas culturas de la antigüedad.

En esa línea, los libros de la Biblia fueron por siglos el único texto o curso de teología. En principio, esos escritos no tuvieron autoridad independiente, sino que se entendieron como ampliación o comentario poético, litúrgico, místico o moral y doctrinal de la Escritura, que se siguió tomando como “sacra página”, texto sagrado de la revelación, Libro por excelencia, que podía leerse en varias perspectivas o sentidos:

–Sentido histórico–literal. Los Padres de la Iglesia quisieron descubrir y explicar la Biblia, siendo fieles a ella, contando de nuevo su historia y explorando su sentido. Así lo hicieron especialmente los de la escuela de Antioquía y, por extensión, los de Siria, que han sido y siguen siendo, como indicaremos, los mejores expositores de la Biblia a lo largo de la historia del cristianismo.

–Sentido alegórico, fundamento de una teología más racional. Otros Padres pusieron más de relieve la doctrina o mensaje básico de la Biblia, en una línea que será básicamente contemplativa, no de discusión, sino de expansión del misterio. Esa perspectiva ha sido especialmente desarrollada por los autores de la escuela de Alejandría, que siguen siendo los iniciadores de una reflexión más honda del contenido doctrinal de la Escritura.

–Sentido moral, Biblia práctica. Los Padres han insistido en la Biblia como libro de experiencia personal y compromiso social, elaborando así, a partir de ella, una comprensión bíblica y cristiana del sentido de la vida humana. Esta perspectiva que ha sido cultivada por todas las escuelas, aunque ha recibido un desarrollo especial en la patrología latina y después en la teología de occidente, católica y protestante.

–Finalmente, los Padres descubrieron en la Biblia y desarrollaron a partir de ella un sentido anagógico o contemplativo, que trata de explorar la experiencia orante de la Biblia y su culminación mística y escatológica. Esta línea ha sido también desarrollada por todas las escuelas, aunque ella es más propia de la escuela bizantina, como pondré de relieve al final de este curso, al ocuparme de la oración hesicasta (de pacificación interior).

Según eso, la patrística no tenía más libro o curso de teología que la Biblia. Solo a partir del siglo XIII, por interés de sistema (dogma) y de organización (vida eclesial) se empezaron a elaborar en el occidente latino (y en menor medida en oriente) unos libros autónomos, con valor propio, de Derecho y Teología Dogmática, de Moral y Eclesiología o pastoral práctica, y se fueron imponiendo, como normativos, mientras la Biblia quedaba (y se olvidaba) en el fondo como lectura arcana o cantera sagrada de la que se extraían propuestas, normas o doctrinas para una Iglesia que empezaba a producir su propio cuerpo legal y doctrinal, diciendo que seguía apelando a la Escritura, pero separándose de hecho de ella.

La Patrística se extendió a lo largo de más de doce siglos de la Iglesia, cuando la Biblia era la norma inmediata de su vida, de manera que no había al lado de ella (y mucho menos por encima) unos libros y tratados independientes de Derecho, Moral, Eclesiología y Dogma. Pues bien, ella termina, de un modo consecuente (con los valores y pérdidas que ese cambio implica) a partir del siglo XIII, cuando la Biblia dejó de ser fuente inmediata de vida cristiana, de manera que los nuevos teólogos no fueron ya “padres”, fundadores de Iglesia, sino pensadores autónomos, responsables de su propio pensamiento.

Lógicamente, ese esquema de los cuatro sentidos de la Biblia, iniciado por los alejandrinos (con Orígenes) y culminado en los últimos latinos del siglo XII tuvo también sus riesgos, con alegorías separadas de la letra y doctrinas místicas, morales o canónicas superpuestas al mensaje fundante de los textos, como pusieron de relieve los Reformadores del XVI, volviendo a la Escritura, en una línea histórico–literal (más conforme con la escuela antioquena de Siria), no en contra de la tradición patrísticas, sino para refundarla3. Ellos no quisieron abandonar la patrística, sino volver a ella de un modo más Bien, para redescubrir y recrear con su ayuda el mensaje de la Biblia como texto inmediato y directo de vida y doctrina.

No todas las lecturas bíblicas de la patrología son iguales; por eso habrá que discernir entre ellas, como quiero hacer en este curso. Pero todas pueden ser ilustrativas e iluminadoras, para volver a la Biblia, es decir, a Jesús, como quisieron los reformadores y muchos católicos “romanos” del siglo XVI, recuperando la experiencia y tradición de los Padres, no en contra de la Biblia (ni para sustituirla), sino para entender y aplicar mejor su sentido, en cada momento de la vida de la iglesia. En esa línea, la patrística ofrece un elemento común de unidad entre ortodoxos, católicos y protestantes, para el mejor conocimiento de Jesús y su mensaje, conforme a la Escritura.

Teniendo eso en cuenta, he querido recoger en este curso las aportaciones fundamentales de los padres de la Iglesia, elaborando una teología fundamental, con dos ramas o vertientes principales (griega y latina). Seguirán estando en la base otras tradiciones (en especial y de un modo sobresaliente la alejandrina/copta y la antioquena/siríaca), pues ellas son fundamentales para entender la tradición griega y latina, en el principio de la iglesia. Pero dejo luego a un lado sus formulaciones posteriores (a partir del VII–VIII d. C.), para centrarme al fin en la patrística latina y bizantina, conforme al esquema que sigue:

1. Padres apostólicos. Recoge la vida y obra de los primeros cristianos, desde el I d. C. a finales del II, todos de lengua griega, aunque puede haber ya en ese tiempo textos en lengua aramea (siríaca), copta e incluso latina. Estos Padres, llamados apostólicos porque recogen la primera experiencia de la iglesia, son testigos privilegiados del surgimiento y teología del cristianismo, que muestra desde el comienzo una gran libertad. Ellos son la base de toda la patrística, entendida en forma testimonial, expositiva y contemplativa, más que argumentativa. A ellos debemos volver, para conectar con Jesús, en la raíz de la Escritura cristiana. Nos fijamos especialmente en Clemente Romano, Didajé e Ignacio de Antioquía.

2. Padres apologistas. Este capítulo expone la obra de los primeros teólogos estrictamente dichos, de finales del II hasta mediados del III d. C., que escribieron en griego (Justino, Ireneo…), menos Tertuliano, que lo hace en latín. Con ellos pasamos de la experiencia inmediata al primer testimonio razonado de la Gran Iglesia, con elementos de exposición argumentativa, utilizando el pensamiento de su tiempo, en línea social, cultural y administrativa. Estos nuevos maestros de la su fe empiezan a razonar de un modo organizado sobre la experiencia y obra de Jesús, situándola dentro del contexto sapiencial del helenismo y del espacio político–social del Imperio romano. Son “apologistas” porque defienden la validez intelectual y social del evangelio, en contra de los gnósticos de dentro y de los paganos de fuera de la iglesia.

3. Padres alejandrinos, iglesia copto/egipcia (siglo III–IV d. C.). Fueron los primeros teólogos estrictos, en diálogo con el pensamiento griego (empezando por Clemente de Alejandría y Orígenes), y en su contexto surge la “herejía” arriana y la respuesta ortodoxa, expresada en el Concilio de Nicea (año 325) y expandida en la teología posterior de Atanasio y Cirilo Alejandrino. Este ha sido, en un sentido intelectual, el momento más brillante de la patrística cristiana, centrada en la identificación de Jesús de Nazaret con el “logos”, esto es, con el pensamiento o “palabra” de Dios, como sentido del cosmos y principio de la historia humana. Estos padres siguen siendo los teólogos de base de las iglesias, desde la perspectiva de la encarnación de la Palabra, de tal forma que todos los cristianos posteriores podemos llamarnos en algún sentido “alejandrinos”.

4. Padres sirios, Iglesia oriental (siglo IV–V d.C.). Junto a los alejandrinos (y en contraste con ellos) se elevan los padres orientales, más en concreto los de Siria, cuyo centro eclesial y cultural es Antioquía, insistiendo más en Jesús–hombre histórico, mesías de Israel, que en Jesús–Logos de Dios, entendido como divinización del ser humano. En este contexto pueden situarse los padres capadocios (Basilio, Gregorio de Nisa y Gregorio Nacianceno), en torno al Concilio de Constantinopla I (año 381), con Juan Crisóstomo y los comentaristas sirios de la Biblia, que insisten más en su sentido histórico–literal que en el alegórico o teológico, evidentemente sin negarlo. Por la variedad de sus propuestas y la riqueza de sus perspectivas esta es quizá la tendencia patrística que más puede influir en nuestro tiempo. Como he dicho, todos podemos ser alejandrinos; pero todos somos también siro–antioquenos, formamos parte de un camino eclesial que sigue abierto hacia el lejano oriente (India, China), como la iglesia siria antigua.

5. Padres latinos (siglo III–VII d. C.). Estuvieron más interesados en cuestiones de moral y de organización jurídico–administrativo de la Iglesia que en temas de estricta teología o exégesis de la Biblia. En esta línea empiezan destacando autores como Cipriano e Hipólito, con Hilario de Poitiers, Jerónimo y Ambrosio, pero el pensador más significativo fue sin duda San Agustín, cuyo influjo (con sus limitaciones) ha sido determinante en la iglesia y teología de occidente, no solo en la era patrística, sino también en la Escolástica del XIII–XIV y en la Reforma de XVI. En esa línea, el futuro de las iglesias occidentales se juega y se decide en torno a la actualización crítica del legado agustiniano con sus preguntas esenciales y sus problemas abiertos. Todos somos discípulos de Agustín, sin olvidar que en el momento final de la patrística latina antigua sobresale la aportación jurídica y doctrinal de la teología hispana (concilios de Toledo).

6. Patrística latina tardía (siglo VIII–XII d. C.). En sentido restringido la patrística acaba con el despliegue del monacato celta y la reforma o renacimiento carolingio (entre el VIII y IX d. C.), que marcará la Iglesia posterior de occidente, con sus rasgos jurídicos y jerárquicos, centrados en el “primado” del obispo de Roma. De todas maneras, esa reforma y la misma teología del primado de Roma quedaron al principio sin desarrollar, pues a lo largo de casi dos siglos (desde mediados del IX al principio del XI d. C.) la iglesia de occidente cayó en una especie de letargo para despertar en el siglo XII con grandes intelectuales como Anselmo, Bernardo, Ricardo de San Víctor, los últimos “padres” de la iglesia latina. Después en el siglo XIII, con la escolástica, empieza una historia y teología diferente, ya fuera de la patrística.

7. Patrística griega tardía (siglo VIII–XIV d. C.). En un contexto distinto, pero complementario, se sitúan los últimos Padres de la Iglesia oriental, cuya primera etapa culmina en los grandes pensadores del VII y principios del VIII (Dionisio Areopagita, Máximo, Juan Damasceno), con quienes se desarrollan o al menos se plantean los grandes temas y las aportaciones finales del oriente cristiano: la experiencia sacral de las imágenes, la visión pneumatológica de la Madre de Jesús, la experiencia comunitaria de la Trinidad, la oración como inmersión y despliegue en lo divino. Después, tras la crisis de los iconoclastas (resuelta en sentido “ortodoxo” en Nicea II, 787 d. C.), quizá tras un tiempo de latencia, viene el desarrollo final de la patrística de oriente, a pesar de la ruptura entre la iglesia católica romana y la ortodoxa bizantina (mediados del siglo XI). En ese contexto, antes y después de la ruptura, he presentado a los dos últimos “padres” de la iglesia de oriente, Simeón Nuevo Teólogo y G. Pálamas, evocando el tema de la oración hesicasta.

Divididos así, estos capítulos del libro no ofrecen solo un curso de conjunto de la teología patrística (en la línea de algunas obras que citamos en la bibliografía final), sino una introducción a la primera teología de la Iglesia, tomada en un sentido extenso, no como dogmática o estudio general de la doctrina, sino como despliegue de la vida de la Iglesia, abarcando pensamiento y experiencia, recuerdo de Jesús y compromiso creyente, en una perspectiva de gran variedad y libertad de las iglesias, entendidas a modo de comunión de comunidades, como relectura vital y razonada de la Biblia, que ha seguido siendo el único “texto” base de teología de la Iglesia.

En esa línea he querido insistir en la unidad y diversidad de la teología patrística, a pesar de que ella ha podido desembocar en la ruptura entre las comunidades de oriente y occidente (siglo XI) antes de la nueva ruptura y recreación de la Reforma Protestante del XVI. Como he dicho, en las iglesias había muchas diversidades, pero se mantenía una fuerte experiencia y compromiso de comunicación teológica (doctrinal) y práctica (de diálogo). En esa línea, este curso quiere ser un “canto” a la diversidad de la teología, pero también una llamada a la unidad más honda de las iglesias, en el reconocimiento mutuo y en el compromiso común por el evangelio.

Teniendo eso en cuenta es bueno (necesario) volver en nuestro tiempo (año 2020) a la Patrística, no solo para conocer lo que fueron las iglesias, en plano de recuerdo del pasado, sino para asumir su testimonio de fidelidad y creatividad creyente, dentro de unas circunstancias cambiantes, de tipo cultural y político, personal y eclesial, para recuperar de esa forma su impulso. Como indica el título del libro, me interesa la doctrina (teología) de los Padres, en forma de “curso”, como desarrollo unitario de doctrinas (no de historias y obras particulares) en una línea de pensamiento y vida cristiana.

Ciertamente, al tratar de la teología he de ocuparme también de otros aspectos de las comunidades, de forma que el libro podría titularse Introducción a la historia de la Iglesia primitiva. Pero más que la vida de la iglesia en general he presentado aquí su pensamiento, tal como se expresa en sus “padres”, entendidos como líderes intelectuales, en gran parte varones, dirigentes de comunidades, sin tratar de las mujeres, no porque carezcan de importancia, sino porque su obra intelectual y su memoria, expresada de otras formas, no ha sido recogida hasta ahora con igual interés por las iglesias. En esa línea, este curso ha querido ser voluntariamente limitado, siguiendo la perspectiva de la historiografía actual:

–Me fijo en las personas (los “padres”) más que en los procesos y escuelas generales, aunque tengo siempre al fondo esos procesos. Evidentemente, he debido situar las líneas de pensamiento y vida de las iglesias, para entender e interpretar su visión de Cristo, sobre todo en tiempos de cambio (crisis arriana, renacimiento carolingio o ruptura entre oriente y occidente). Pero, como he dicho, insisto más en las personas, de forma que este libro podría tomarse como un diccionario de padres de la iglesia, en la línea de un libro que he dedicado al tema (Diccionario de Pensadores Cristianos, Verbo Divino, Estella 2010) y de los diccionarios específicos que cito en la bibliografía final.

–Quiero ofrecer una visión abierta y positiva de esa historia, siendo, en lo posible respetuoso ante todas las opciones, sin apoyar en las disputas a unos más que otros. Pero, al mismo tiempo, he querido ser confesionalmente cristiano, en el sentido originario de ese término, pues creo que en el fondo de esta “historia patrística” del pensamiento y vida de la iglesia se manifiesta y despliega el Espíritu de Cristo, aunque no he querido imponer nunca mi visión, a fin de que el lector (ortodoxo, protestante, católico, agnóstico, de otra religión…) se sienta en libertad para optar por una perspectiva u otra, sin imponer un “dogmatismo” histórico de base.

–Sin decirlo a cada paso, pienso que hay una línea unitaria que lleva de los Padres Apostólicos de cap. 1 a los Bizantinos (cap. 7), en forma de continuidad y avance básico. Esa es una línea de “lectura” unitaria y múltiple que, conforme al ritmo del libro, desemboca en los padres latinos del siglo XII y en los “ortodoxos” (bizantinos) del siglo XII–XIV, con temas y trabajos abiertos todavía, para que sigamos caminando con (desde) ellos en el momento actual (siglo XXI). No hemos superado los temas y caminos que ofrecía la Patrística, en ellos seguimos viviendo como cristianos, tanto ortodoxos como católicos y protestantes, no para anular nuestras diferencias (o renunciar sin más a nuestras singularidades), sino para caminar desde ellas, mirándonos, esto es, aprendiendo unos de otros y ayudándonos mutuamente4.

Los siete capítulos del libro están escritos con una orientación didáctica más que de investigación puramente académica, con esquemas, resúmenes y comentarios que situarán a los lectores ante el despliegue de la revelación bíblica, retomada y transmitida por los “padres” o testigos antiguos, no en contra de la Biblia, sino desde el fondo de ella. Lógicamente, este Curso no quiere sustituir al texto base (la Escritura), sino ayudar a entenderla mejor desde las nuevas circunstancias histórico–culturales de la cristiandad. La Patrística es, por tanto, un patrimonio y valor común de las iglesias (ortodoxo, católica y reformada), pues todas asumen el tesoro de su historia y tradición.

Los siete temas, semejantes en extensión, son de algún modo independientes, de manera que pueden estudiarse de un modo separado. Pero, al mismo tiempo, van marcando un progreso (un curso) de tipo temático y cronológico, y de esa forma ofrecen una visión de conjunto del principio del cristianismo, hasta el siglo XIV d. C.

He querido que este libro tenga un orden académico con un desarrollo temático que pueda seguirse y entenderse de un modo interactivo, con estudios y propuestas de los mismos lectores, interesados en recorrer este camino. No quiero solo enseñar cosas, sino recrear lo que ha sido y sigue siendo el despliegue de la iglesia, que se puede concretar desde el esquema del ver–juzgar–actuar:

–Ver–conocer. No seremos cristianos cultos (ni podremos transformar nuestra iglesia) sin un conocimiento básico de su primera teología, representada por los “padres”, iniciadores y testigos del primitivo cristianismo, como muestra el desarrollo de los siete temas, cuyo contenido puede y debe ser completados con la bibliografía final.

–Juzgar–interpretar. Este curso ofrece no solo materiales para conocer, sino cauces y motivos para valorar lo conocido. No ofrece un conocimiento total, no trata de la aportación de mujeres (excepto de alguna como Hildegarda de Bingen), ni expone por extenso los debates entre iglesias, con disputas, herejías y concilios, sino que se ocupa básicamente de los autores (padres), aunque sus aportaciones y ausencias (sobre todo de mujeres) harán que valoremos el pasado y presente de la teología y vida de las iglesias.

–Actuar. Además de conocer y juzgar, como todo verdadero curso, este libro nos invita a seguir caminando. Para ello se atreve a volver al principio, no para quedar en el pasado, sino para recrear desde allí el camino actual de las iglesias, que debemos recorrer, de formas complementarias, para conocernos y colaborar mejor (ortodoxos y evangélicos, católicos y los restantes cristianos), pues todos venimos (dependemos) de la fe y la vida de aquellos primeros Padres de la Iglesia.

Es importante el conocimiento básico de los contenidos, no para quedarse en ellos, sino para recrearlos, en forma de reflexión y actualización personal y eclesial. En esa línea ofrezco al final de cada capítulo unos esquemas de evaluación y aplicación, con preguntas sobre la comprensión e importancia de cada unidad, que servirán para medir el grado de conocimiento y para transitar de un modo más activo por los caminos antiguos, abriendo quizá nuevos, desde el principio de Jesús, en nuestro tiempo. La bibliografía final (con las notas a pie de página sobre cada autor y sus obras principales) servirá para situar y ampliar el conocimiento de los temas.

La renovación de la catequesis, la teología y la práctica cristiana, depende del mejor conocimiento de Jesús y de la Biblia. Pero, al mismo tiempo, ese nuevo conocimiento resulta inseparable de la vida y teología de los Padres, no para quedarnos en su pasado, sino para actualizarlo, en Jesucristo, Mesías de Dios y Señor de las Iglesias. En esa línea resulta esperanzada y muy prometedora la atención que se ha venido dando a la Patrología, no solo en España sino en los países de lengua castellana, en los últimos treinta años, desde que mi amigo Eliseo Tourón era decano de la Facultad de San Dámaso en Madrid, donde se fomentaron desde entonces los estudios de patrología.

Especial mención merece en ese campo el esfuerzo de algunas editoriales especializadas, como la Biblioteca de Autores Cristianos (BAC, Madrid) con sus ediciones clásicas de Padres (desde los Apostólicos hasta Agustín, Anselmo y Bernardo…). Es también importante la aportación de Ciudad Nueva (Madrid), con sus tres colecciones principales: Fuentes Patrísticas (=FP), Biblioteca de Padres de la Iglesia (=BPI) y La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia.

Finalmente, quiero destacar el esfuerzo de la Editorial CLIE, con las colecciones dirigidas por A. Ropero (Lo mejor de los Padres, Grandes autores de la fe) y su proyecto de una Biblia Patrística, con introducciones y notas tomadas a partir de los Padres de la Iglesia. Desde ese fondo he querido elaborar este Curso, en cuyo planteamiento y desarrollo ha influido especialmente mi mujer, Mabel, a quien interesa y emociona toda la tradición patrística, especialmente oriental (bizantina), con el “culto” a los iconos y la oración contemplativa, formulada como la lectura y experiencia orante de la Biblia.

San Morales de Salamanca, EspañaPrimavera 2022

1. La Patrología Latina (PL) comienza con Tertuliano (siglo II-III d. C.) y termina con Inocencio III (1161-1216), en el momento del paso de los Padres del siglo XII a los escolásticos del XIII, como pondré de relieve en cap. 6º. La Griega (PG), comienza con Clemente de Roma (siglo I d. C.) y llega hasta el XV, con B. Besarión (1403-1472) y los padres del tiempo de la caída de Constantinopla (1453) en manos de los turcos; a pesar de ello, no llegaré al siglo XV, sino que solo al XIV, con G. Palamas (1296–1359), en quien desemboca y culmina, a mi juicio, la patrología ortodoxa antigua del oriente cristiano.

2. Cf. X. Pikaza, “Memoria bio-bibliográfica de Eliseo Tourón”, Boletín de la Merced, Madrid 1997. Cf. también A los profesores Juan Luis Ruiz de la Peña y Eliseo Tourón del Pie in memoriam, Revista Española de Teología, Madrid 57 (1997).

3. Para el estudio de la exégesis patrística y medieval de la Biblia sigue siendo básica la obra de H. de Lubac, Exégèse médiévale: les quatre sens de l’Écriture I-II, Aubier, Paris 1959

4. Como verá el lector, en la base de la Patrística siguen estando los Padres Apostólicos del siglo I–II d. C., que vienen muy pronto, tras la Biblia, cuyo mensaje, testimonio y doctrina recogen, y los Apologistas del III, que son los primeros defensores y expositores de la tradición cristiana, en contra de aquellos que rechazan o critican su mensaje. Siguen estando también en el principio de la patrística las dos grandes teologías de los primeros patriarcados: La alejandrina (egipcia), de carácter más doctrinal; La siríaca (de Antioquía, Asia Menor…), de carácter más histórico. Muchos de nosotros, cristianos occidentales, seguimos viviendo y avanzamos a lomos de la patrística latina, cuya figura más significativa sigue siendo Agustín, con las reformas posteriores de la iglesia carolingia (siglo VIII–IX) y la reforma gregoriana (siglo XI). Pero, al mismo tiempo, somos deudores de la patrística bizantina, cuyos herederos directos, los cristianos ortodoxos del siglo XXI, viven inmersos en un tipo de patrística ampliada, que sigue formando parte de la tradición universal de las iglesias.

I

PADRES APOSTÓLICOS

Los cristianos vivieron más de un siglo (de la muerte de Jesús a la segunda mitad del II) sin Escritura propia, pues su Biblia era la misma de Israel, hasta que añadieron su Nuevo Testamento, formado por libros que se habían ido escribiendo, desde 1 Tesalonicenses, hacia el 49/50, hasta 2 Pedro, hacia 130/150 d. C. En ese largo siglo se sitúa la obra de los Padres Apostólicos, cuya temática divido en cinco partes:

1. Primeros grupos y escritos. A modo de introducción, presentaré en forma esquemática algunos textos antiguos, que no se consideran apostólicos, ni forman parte del Nuevo Testamento, pero que nos ayudan a entender el pensamiento, vida y problemas de la primera iglesia. Entre ellos se sitúan de un modo especial los llamados apócrifos.

2. Primera de Clemente, secretario y quizá presbítero (algunos dicen Papa) de la Iglesia de Roma. Su carta, escrita en torno al 96 d. C. a la comunidad de Corinto, expone temas de administración eclesial, que parecen especiales de Corinto, pero que pueden darse en otras iglesias del imperio. Clemente define y sanciona (partiendo de Rm 13:1-7) la organización de comunidades con vocación de pervivencia dentro del orden de Roma.

3. Didajé. Es una especie de catecismo y ritual judeocristiano, escrito en Siria, unos años después, en torno al año 100 d. C., en un contexto cercano al evangelio de Mateo. Refleja la actividad y experiencia de pequeñas comunidades rurales que reciben la visita y dirección de carismáticos itinerantes, ofreciendo el mejor testimonio de la antigua misión cristiana, atendiendo a Jesús y al Antiguo Testamento más que a Roma.

4. Ignacio de Antioquía, Obispo de Siria, acusado y trasladado a Roma, donde fue martirizado entre en el 120–130 d. C. Del ámbito rural antiguo, muy tradicional (Didajé) pasamos a la novedad “abismal” de Ignacio, con sus grandes valores y sus fuertes riesgos, donde la mística de la jerarquía y el orden sacral del conjunto parece importar más que la vida y libertad interna de las comunidades Sus cartas han destacado por vez primera el sentido “místico” de la jerarquía, como medio para expresar la novedad de Cristo, expresada de un modo especial por obispos, presbíteros y servidores de las comunidades.

5. Otros Padres apostólicos: Hermas, Pseudo–Bernabé, Papías, Pseudo–Clemente, Policarpo, carta a Diogneto… Todos ellos trazan, desde perspectivas distintas y complementarias, el perfil de la nueva Iglesia que interpreta y actualiza, desde la Pascua de Jesús, el mensaje abierto de la Biblia, trazando así caminos de despliegue del Cristianismo.5

5. Edición de los Padres Apostólicos en PG 1-2, con ediciones y traducciones en diversas lenguas. En español, cf. Padres Apostólicos, BAC, Madrid 2002; A. Ropero, Obras escogidas de los Padres apostólicos, Clie, Viladecavalls 2018; J. Ayán, Padres apostólicos, Ciudad Nueva, Madrid 2010; Padres Apostólicos. Siglo I-II, Kindle, Ivory Falls 2018. Bibliografía en R. Trevijano, Patrología, BAC, Madrid 2005, 6. Cf. J. González, Historia del Pensamiento Cristiano, Clie, Viladecavalls 2010, 67-94.

I

Punto de partida Primeros grupos y escritos

Antes de exponer los grandes textos (Clemente, Didajé, Ignacio) evocaré el contexto eclesial en que han surgido, presentando, de un modo rápido y casi simbólico, el primer despliegue de las iglesias. Así lo haré en dos momentos diferentes, pero complementarios.

Presentaré primero los itinerarios eclesiales, empezando por el testimonio del libro de los Hechos, para esbozar después las “trayectorias”, esto es, los espacios y caminos de expansión e identificación de las iglesias (Siria, Egipto, Asia, Roma…). De ellas seguirá tratando, de algún modo, todo ese curso de patrología.

Me ocupará después de los primeros escritos conocidos de la iglesia, que no son bíblicos (no están incluidos canon del NT), pero tampoco se pueden llamar “apostólicos”. Son en gran parte apócrifos y gnósticos, y pueden catalogarse como literatura extrabíblica cristiana. Sin tener en cuenta ese trasfondo no podrán entenderse los Padres de la Iglesia.

1. Grupos y trayectorias6

El libro de los Hechos (Hch 2) vincula el nacimiento de la Iglesia con la fiesta de Pentecostés, a los cincuenta días de Pascua (diez tras la Ascensión del Señor). Esta es una fecha simbólica, pero con un fondo histórico. Es normal que los discípulos se reunieran en Pentecostés, conmemorando el “nuevo Pacto” de Dios con su pueblo, celebrando la resurrección de Jesús y esperando su próxima venida (culminación de Pascua de Resurrección). Pero Jesús no vino de una forma externa para instaurar el Reino (como sus discípulos esperaban), sino que les ofreció su Espíritu, para iniciar el camino de la Iglesia. En ese contexto del Nacimiento de la Iglesia, el libro de los Hechos cita los lugares de procedencia de los primeros cristianos:

Cuando se produjo este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confundidos, porque cada uno les oía hablar en su propio idioma. Estaban atónitos y asombrados, y decían: Mirad, ¿no son galileos todos estos que hablan? ¿Cómo, pues, les oímos nosotros cada uno en nuestro idioma en que nacimos? Partos, medos, elamitas; habitantes de Mesopotamia, de Judea y de Capadocia, del Ponto y de Asia, de Frigia y de Panfilia, de Egipto y de las regiones de Libia más allá de Cirene; forasteros romanos, tanto judíos como prosélitos; cretenses y árabes, les oímos hablar en nuestros propios idiomas los grandes hechos de Dios (Hch 2: 6-11).

Este pasaje ofrece un mapa de iglesias, pues evoca los lugares de donde provenían (y donde se ubicaban) los judeocristianos helenistas del comienzo, que estaban en Jerusalén para celebrar la fiesta, entendida y cumplida ya, desde y con, Jesús resucitado. En un nivel, Lucas (=autor de Hechos) supone que todos los participantes eran judíos de la diáspora, venidos según Ley a Jerusalén para celebrar la segunda de las fiestas establecidas por el Pentateuco (la tercera será Tabernáculos, con la Llegada del Reino). Pero, en otro plano, él supone que ellos venían de todas las naciones (lenguas) del mundo a las que estaba llegando en su tiempo (o debía llegar pronto) el evangelio, y así ofrece la primera geografía de los los cristianos, divididos en seis grupos:

1. Partos, medos, elamitas; habitantes de Mesopotamia. No son del Imperio romano, sino de la diáspora oriental del judaísmo. Este es el único lugar del NT en que ellos aparecen, a no ser que estén al fondo del relato de los magos (Mt 2), donde se abre el abanico misionero de la Iglesia hacia el Oriente, en la línea del judaísmo posterior del Talmud de Babilonia (=Imperio persa, entre los siglos IV-VIII). Parece claro que en tiempos de Lucas (hacia el 100 d. C.) había cristianos de esa procedencia. Así los evoca el comienzo de Hechos.

2. (Habitantes) de Judea: Iglesia de Palestina. No se sabe si «Judea» se toma aquí en sentido estricto, aplicándose a Jerusalén y a su entorno, o si incluye también Galilea y lo que llamaríamos hoy «las tierras de Israel». Es claro que en esos lugares había cristianos no solo cuando escribe Lucas, sino en tiempos anteriores (cf. 1 Ts 2:14; Gá 1:22; Hch 9:31). De todas formas, resulta extraño que el texto no cite a Galilea, aunque ello se debe quizá al hecho de que los que hablan son “todos galileos”. En ese contexto se puede afirmar que la Iglesia está fundada en unos galileos que hablaron y anunciaron el mensaje pascual a todas las naciones.

3. De Capadocia, Ponto y Asia, de Frigia y Panfilia. Esas regiones forman parte del Asia Menor (actual Turquía), donde se sitúa gran parte de la misión de Pablo y en esos lugares residen también las comunidades a las que se dirige 1 P 1:1, formando un espacio importante en el despliegue de la Iglesia primitiva. Resulta extraño que Lucas no aluda a Siria, Cilicia y Galacia y a las regiones más griegas (Macedonia, Acaya) donde Pablo había misionado.

4. De Egipto y de las regiones de Libia más allá de Cirene. Sobre los cristianos de la diáspora del Norte de África habla poco el Nuevo Testamento, aunque por otros datos sabemos que los hubo desde muy pronto y que fueron significativos (cf. Hch 18:24). La cristiandad egipcia será después muy importante, como muestra el desarrollo de la Iglesia de Alejandría.

5. Forasteros romanos, tanto judíos como prosélitos. No se sabe si alude a los habitantes del Imperio en general o solo a los de Roma capital (lo que parece más probable). Tampoco se sabe si son forasteros (epidêmountes) en Roma o si lo son en Jerusalén, donde habrían venido para las fiestas de Pentecostés. Sea como fuere, las comunidades de Roma (formadas por judíos y prosélitos) son muy antiguas, como sabemos no solo por el NT (Rm 1:7; 15:22-33; Hch 28), sino por testimonios paganos (Tácito y Suetonio).

6. Cretenses y árabes. La presencia de los grupos anteriores parecía más previsible en Hechos. Esta resulta más extraña, aunque debe tener un sentido. A la misión entre los árabes alude Pablo en Gá 1:17 (cf. Hch 9:19-22). De los cristianos de Creta tenemos noticia por la carta a Tito (Tt 1:5, 12), vinculada a la memoria de Pablo. No sabemos por qué se han unido estos grupos. Creta es una isla griega del Imperio; los árabes pueden formar parte del Imperio (reino nabateo) o quedan fuera (igual que los partos, medos, elamitas y mesopotámicos del primer grupo).

Según este esquema, el cristianismo parece vinculado a la diáspora judía, que acude a Jerusalén para volver a sus raíces y descubrir en ellas (en el judaísmo pentecostal de Jerusalén) la novedad del evangelio. Eso significa que la Iglesia nace por el Espíritu de Cristo como experiencia carismática. Quedando eso firme y pasando del texto de Pentecostés a la historia posterior, podemos decir que hubo al principio diversas tendencias o trayectorias eclesiales, entre las que pueden y deben insertarse los Padres Apostólicos, o primeros teólogos cristianos. Conforme a esta visión, la iglesia nace a modo de comunión de Iglesias, con diversas trayectorias, entre las que destacan:7

1. Trayectoria judeo-cristiana. Fue la primera, y a ella pertenecen todos los autores del Nuevo Testamento, desde Pablo y Mateo, hasta el autor de Hebreos y del evangelio de Juan. En esta línea se pueden citar obras cristianas de fondo judío, escritas en diversos lugares, como el Pastor de Hermas y la Carta de Bernabé, con algunos autores gnósticos (partidarios de un cristianismo más intimista, de experiencia interior, pero muy vinculados al judaísmo), que en general siguieron caminos propios, separados de la “gran Iglesia”.

2. Trayectoria siria. Es la más importante y rica en el despliegue posterior de la Iglesia, como informa Lucas, en Hechos 13–15. En ese contexto surgieron, desde tendencias distintas, la Didajé y las obras de Ignacio de Antioquía, con otros textos de orientación gnóstica, como el Evangelio de Tomás y las Odas de Salomón, que han tenido mucho influjo en el cristianismo posterior, no solo en Siria, sino (y sobre todo) en Egipto (100-150 d. C.).

3. Trayectoria egeo/griega. Está vinculada a los centros de misión de Pablo (Corinto, en Acaya-Grecia, y Éfeso, en Asía), que actúan como focos de irradiación en el entorno. Aquí se escribieron probablemente algunos textos importantes del Nuevo Testamento como las cartas de la Cautividad (Colosenses y Efesios) que ponen de relieve la “unidad mística” de la Iglesia, lo mismo que el Apocalipsis de Juan y la obra de Lucas (Lc-Hch). En esa línea se sitúan, ya fuera del Nuevo Testamento, autores como Policarpo de Esmirna y más tarde Ireneo de Lyon.

4. Trayectoria romana (judeo-cristianos, Pedro, Pablo). El mejor testimonio de esa iglesia lo ofrece 1 Clemente (100 d. C.), texto clave que acentúa la exigencia de organización social del cristianismo. Una generación más tarde, los escritos de Hermas (Pastor, 130 d. C.) muestran el carácter judeo–apocalíptico de esta iglesia, impregnada de un fuerte moralismo, que conserva la memoria de Pedro (y de Pablo) y que recibirá más tarde una gran importancia.

5. Trayectoria alejandrina o egipcia. Apenas conocemos el origen y los rasgos de esa primera Iglesia, aunque podemos distinguir en ella una tendencia más proclive al gnosticismo (tradición de los apócrifos, con Tomás y Felipe) y otra de tipo sapiencial; en esa línea avanzarán, en perspectiva ortodoxa, los primeros catequistas–teólogos del cristianismo: Clemente (150-215) y Orígenes (185-254).

6. Trayectoria gnóstica. Sus manifestaciones más explícitas pertenecen a tiempos posteriores, pero ellas aparecen pronto, empezando probablemente en Samaria y Siria. En esa línea, la Iglesia corrió el riesgo de convertirse en una escuela filosófica, de carácter intimista, interpretando la experiencia apocalíptica y mesiánica de Jesús como un despliegue espiritual propio de cada creyente, sin iglesia estrictamente dicha. De ese tiempo son ya las especulaciones de los primeros gnósticos (representados simbólicamente por Simón Mago), cuyas doctrinas desembocarán más tarde en tratados como los de Valentín, Basílides y Carpócrates.

Esas trayectorias conservan la certeza de que la Iglesia es una, conforme a la confesión de Ef 4:5: “Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo…”. Pero entre ellas había gran variedad de tendencias e interpretaciones. Eso significa que la Iglesia y la teología nace siendo una y múltiple, al mismo tiempo, no en forma de imposición de una sobre otras, sino de comunión de comunidades, de manera que la misma fe se expresa a modo de comunión creyente en Cristo, en una línea que desembocará en la confesión “trinitaria”, conforme a la cual la experiencia de Cristo Dios se entiende y despliega en forma de comunicación no de imposición de unos sobre otros.8

2. Apócrifos y gnósticos. Primera literatura cristiana

Como he dicho, los cristianos vivieron más de un siglo (del 30 d. C. a la segunda mitad del s. II) sin Escritura propia, pues su Biblia era la misma de Israel (AT), tanto en su canon corto (hebreo, texto masorético) como en el largo (los LXX: Biblia Griega). Pero, en un momento dado, tras el 150 d. C., a medida que crecía su identidad dentro (a partir) del judaísmo, los cristianos fueron creando (fijando) su Escritura propia (NT) que añadieron al canon del Antiguo Testamento.

El canon cristiano fue creciendo a partir de las cartas de Pablo y de sus seguidores (Corpus Paulino), con evangelios sinópticos, Hechos de Apóstoles, evangelio y cartas del Discípulo Amado (Corpus Juaneo), y Cartas Católicas (Santiago, 1–2 Pedro, Judas) con el Apocalipsis. La composición y límites de ese canon se fue trazando por comunicación y pacto entre iglesias (Antioquía y Éfeso, Roma y Alejandría…). En ese sentido, el NT proviene de un acuerdo fáctico de comunidades e incluye solamente libros que, según la tradición, provienen de los apóstoles y cumplen dos normas básicas: Universalidad y carnalidad:

–Origen apostólico. El NT quiere mantener el testimonio de la primera iglesia de Jesús, de la que provienen y con la que desean vincularse todas las posteriores, aceptando así el testimonio de los “apóstoles”, como transmisores de la doctrina y experiencia pascual de Jesús.

–Universalidad. El canon excluye a los que aceptan solo un tipo de iglesias (judíos sin gentiles, gentiles sin judíos etc.), de forma que quiere ser “católico”, en el sentido original de la palabra (incluye a los diversos grupos cristianos), siendo “ortodoxo”, excluye a los exclusivistas radicales, como algunos judeo-cristianos, que parecen expulsar de la iglesia a los gentiles.

–Carnalidad. El canon excluye también a los que ponen en riesgo la encarnación de Jesús y rechazan la apertura social del evangelio (como algunos gnósticos). De esa forma rechaza una espiritualización anti–carnal del cristianismo, que niega la afirmación básica de Jn 1:14: El Verbo de Dios se hizo carne.

En esa línea quedan fuera del canon no solo los libros de los Padres Apostólicos (que son buenos, pero no provienen de los apóstoles), sino también aquellos que pretenden ser de los apóstoles (se dice que han sido escritos por algunos de ellos como Tomás, Santiago o Juan…), pero no recogen la doctrina universal del evangelio. Lógicamente, estos últimos libros no forman parte de la patrología, ni pueden ser estudiados entre los “padres apostólicos”, pero son significativos, y tienen que ser citados aquí, pues forman parte de la literatura y teología del primitivo cristianismo.

Entre esos libros no apostólicos los más significativos son los “apócrifos” o escondidos, pues se dice que lo han sido precisamente por su santidad, porque son “esotéricos”, propios de iniciados, en contra de los “exotéricos”, que son públicos, para todos (es decir, que pueden ser utilizados, leídos y comentados, abiertamente en la iglesia). Los textos no canónicos ni apostólicos más significativos de este primer período son, como he dicho, los apócrifos.9

a. Evangelios no canónicos, de tipo judaizante

Fuera del canon quedan algunos evangelios considerados tardíos (no apostólicos), exclusivistas (solo para judeo–cristianos) o de carácter devocional y/o legendario, para entretener a los lectores, no para fundar la iglesia de Jesús, escritos entre finales del I y finales del II d. C. En principio no son gnósticos, sino más bien judaizantes.

Ev. Pedro

De tipo judeocristiano,

origen sirio y contenido básicamente “ortodoxo”, que recoge la historia de la pasión de Jesús. Parece que deriva de los sinópticos, especialmente de Mateo. Ofrece una visión simbólica y muy plástica del descenso de Jesús a los infiernos y de su resurrección. En principio podría haber sido incluido en el canon, junto al evangelio de Mateo. Pero las iglesias no lo juzgaron necesario, y así ha quedado olvidado hasta los últimos decenios, en los que ha recibido gran atención por parte de los especialistas

Ev. Hebreos

El más conocido de los evangelios judeo-cristianos

(citado por Clemente de Alejandría, Orígenes, Dídimo, Jerónimo, etc.). Parece vinculado a la tradición de Santiago, hermano del Señor (de quien se conserva en el Canon la carta de su nombre), y defiende una teología que parece adopcionista. Más que el Hijo de Dios, en sentido estricto, Jesús aparece aquí como un hombre transformado (adoptado) por Dios en el bautismo. Algunos piensan (pensamos) que podría haber sido aceptado en el canon, con ciertas adaptaciones, como el evangelio de Juan, pero la iglesia no lo hizo, quizá por tomarlo como exclusivo para hebreos o judaizantes.

Ev. Nazareos

Suele llamarse de los Nazarenos (por la patria de Jesús) o de los Nazareos,

por interpretar a Jesús como nazareo, perteneciente a un grupo de judíos más nacionalistas. Es un texto judeo‑cristiano, citado por varios Padres de la Iglesia y puede relacionarse con el evangelio de los

Ebionitas

(los Pobres). Insiste en el carácter israelita de Jesús, en una línea que ha terminado pareciendo heterodoxa no solo para los cristianos (por exclusivista, en línea nacional), sino para los judíos rabínicos (por ser muy cristiano).

Proto–evangelio Santiago

De tipo devocional y muy ortodoxo

. Atribuido a Santiago (hermano del Señor). Combina y recrea tradiciones de la infancia de Jesús (Mt 1-2; Lc 1-2), desde una perspectiva judeocristiana. Defiende el nacimiento virginal de Jesús y la virginidad de su madre, diciendo que los “hermanos” de Jesús fueron hijos de un primer matrimonio de José, que sería viudo y con familia al casarse con María. Texto de cierta tendencia doceta. Ha tenido gran influjo en la tradición ortodoxa oriental, y ha sido la fuente de inspiración de una parte considerable de la devoción mariana de las iglesias antiguas. Presenta a Joaquín y Ana como padres de la Virgen María y ha servido para extender un tipo de intensa devoción mariana, de tipo sentimental y moralista, en las iglesias antiguas. Actualmente, los católicos lo toman como evangelio “devocional”; los protestantes, en general, no le dan importancia.

b. Evangelios apócrifos, línea gnóstica10

En el comienzo de la Iglesia, entre finales del I y comienzos del III se extendió por la iglesia, especialmente en oriente, un tipo de “gnosis”, esto es, una visión intelectual, intimista, de Jesús, como pondré de relieve en el capítulo siguiente (padres apostólicos). Aquí citaré solo unos pocos más significativos. Algunos tienen mucho valor histórico e incluso doctrinal (teológico), pero no han sido reconocidos por la Iglesia, especialmente porque no destacan (o no aceptan) la “carne” de Cristo y el compromiso social–comunitario de la Iglesia

Evangelio de Tomás

Consta de 114 logias o dichos,

que pueden compararse con los dichos de un documento llamado Q (del alemán Quelle, fuente) en el que parecen inspirarse los evangelios de Mateo y Lucas. Muchos de sus dichos provienen de una tradición antigua, pero han sido recreados o transmitidos en una línea gnóstica, es decir, de identificación intimista de Jesús. Se atribuyen al apóstol Tomás (=el Mellizo), que parece identificarse con Judas, vinculado a la tradición de Santiago, hermano del Señor, quien se eleva aquí como dirigente y guía máximo (espiritual) de la Iglesia. Este evangelio se conocía solo en parte, pero se ha encontrado el texto entero, en idioma copto, en una biblioteca de monjes antiguos (en Nag–Hammadi)

Evangelio de Felipe

Colección de dichos sobre temas éticos y sacramentales

, en la línea del evangelio anterior de Tomás, pero con tendencia más gnóstica. Es muy significativo el hecho de que el Evangelio de Juan haya destacado la figura de estos dos “apóstoles” (Tomás y Felipe), diciendo que dialogaron con Jesús y le preguntaron cosas importantes (secretas) en la Última Cena (cf. Jn 14:5, 8; 20:24-29). Este evangelio destaca el misterio de la cámara nupcial o unión interna del discípulo con Cristo, con imágenes matrimoniales, que no han de entenderse en sentido físico externo, sino contemplativo, de unión del alma con el Dios interior. En esa línea pone de relieve la relación mística entre Jesús y María Magdalena, en forma de identificación espiritual.

Ev. María Magdalena

Es un evangelio pascual (como los siguientes: de Santiago, Juan, el Salvador y Judas). No habla de la vida y muerte de Jesús, sino de la enseñanza secreta que él habría compartido con María Magdalena, después de la resurrección, como indicando que su doctrina y vida histórica ha sido secundaria (carnal y ya pasada), pues lo que importa en la fe es la experiencia directa de su encuentro con Jesús resucitado. Este evangelio aparece así como iluminación espiritual, para creyentes “iniciados”, es decir, para sabios, que tienen un contacto directo con Jesús, sin necesidad de Iglesia. Es normal que no hayan sido aceptados en el canon.

Apócrifo de Santiago y evangelios de Juan, el Salvador, de Judas…

El

Apócrifo de Santiago

recoge la doctrina secreta que Jesús resucitado habría ofrecido a su hermano, que así aparece como el gran Gnóstico o Sabio de la Iglesia antigua, acompañado por Pedro, a quien él debe iniciarle en la sabiduría secreta de la salvación. Santiago y Pedro quedan así descritos como como garantes de la gnosis dentro de la iglesiaEn esa misma línea, se conserva un evangelio con enseñanzas ocultas que Jesús resucitado habría ofrecido a

Juan Evangelista

, recreando en forma gnóstica un tipo de mito de la creación, a partir de símbolos de Gn 1-2, en una línea platónica más filosófica que bíblica.Por su parte, el

Evangelio del Salvador

forma parte de los diálogos, de Jesús con sus discípulos, conforme a un tipo de literatura iniciada ya por Jn 14-16, en el relato de la Última Cena, en el que Jesús va respondiendo a las preguntas de sus discípulos.En una línea algo distinta se sitúa el Evangelio de Judas, de tipo gnóstico y origen más tardío, de un grupo llamado

setiano,

porque pone de relieve la figura de

Set

, el hijo bueno de Adán y Eva, engendrado en lugar de Caín (cf. Gn 4, 5). Este evangelio ha sido “descubierto” y editado con gran propaganda (año 2006). No contiene datos nuevos sobre la historia de Jesús.

c. Otros apócrifos

Con los evangelios de tendencia gnóstica, podemos citar otros apócrifos, de diverso tipo, en su mayoría más tardíos, que dividimos en tres grupos, que son en general de un momento posterior, del siglo III al IV d. C.:

Apócrifos de la Navidad y de la Asunción de la Virgen

Fueron quizá los más conocidos y extendidos y quisieron llenar un “hueco” importante de la historia cristiana:

a.Hay apócrifos del Nacimiento. El más importante es el ya citado (Proto–evangelio de Santiago). Pero a su lado aparecieron, desde el siglo III–IV en adelante una serie de evangelios, entendidos como lectura piadora y novelada, entre los que destacan el Pseudo–Mateo y el Árabe de la Infancia, del que Mahoma tomó algunos relatos simbólicos sobre María y Jesús, conservados en el Corán y admitidos como “palabra de Dios” por los musulmanes.

b.Apócrifos Asuncionistas. A partir del siglo IV d. C. se crearon y extendieron diversos evangelios de tipo simbólico y edificante sobre la muerte y asunción de la Virgen María, atribuidos a Juan Evangelista y a