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Darlo todo y no dar nada es una comedia palaciega, abundante en canciones, escrita por Pedro Calderón de la Barca a mediados del siglo XVII. En ella se narran las peripecias de un triángulo entre Alejandro Magno, la bella Campaspe y el pintor Apeles, quien ha sido escogido como pintor oficial de la Corte. En esta obra Alejandro Magno convoca a tres grandes pintores para que hagan un retrato de su persona: Timantes, Zeuxis y Apeles. Cuando le muestran los tres retratos; el de Timantes esconde un notorio defecto del soberano. El cuadro hecho por Zeuxis, ha resaltado el defecto. Sin embargo, el retrato hecho por Apeles, el finalmente escogido, muestra el defecto del rey sin exagerar ni hacer mofa.
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Seitenzahl: 115
Veröffentlichungsjahr: 2010
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Pedro Calderón de la Barca
Darlo todo y no dar nada
Barcelona 2024
Linkgua-ediciones.com
Título original: Darlo todo y no dar nada.
© 2024, Red ediciones S.L.
e-mail: [email protected]
Diseño de cubierta: Michel Mallard.
ISBN tapa dura: 978-84-9897-321-1.
ISBN rústica: 978-84-9816-401-5.
ISBN ebook: 978-84-9897-175-0.
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Créditos 4
Brevísima presentación 7
La vida 7
Personajes 8
Jornada primera 9
Jornada segunda 59
Jornada tercera 123
Libros a la carta 185
Pedro Calderón de la Barca (Madrid, 1600-Madrid, 1681). España.
Su padre era noble y escribano en el consejo de hacienda del rey. Se educó en el colegio imperial de los jesuitas y más tarde entró en las universidades de Alcalá y Salamanca, aunque no se sabe si llegó a graduarse.
Tuvo una juventud turbulenta. Incluso se le acusa de la muerte de algunos de sus enemigos. En 1621 se negó a ser sacerdote, y poco después, en 1623, empezó a escribir y estrenar obras de teatro. Escribió más de ciento veinte, otra docena larga en colaboración y alrededor de setenta autos sacramentales. Sus primeros estrenos fueron en corrales.
Lope de Vega elogió sus obras, pero en 1629 dejaron de ser amigos tras un extraño incidente: un hermano de Calderón fue agredido y, éste al perseguir al atacante, entró en un convento donde vivía como monja la hija de Lope. Nadie sabe qué pasó.
Entre 1635 y 1637, Calderón de la Barca fue nombrado caballero de la Orden de Santiago. Por entonces publicó veinticuatro comedias en dos volúmenes y La vida es sueño (1636), su obra más célebre. En la década siguiente vivió en Cataluña y, entre 1640 y 1642, combatió con las tropas castellanas. Sin embargo, su salud se quebrantó y abandonó la vida militar. Entre 1647 y 1649 la muerte de la reina y después la del príncipe heredero provocaron el cierre de los teatros, por lo que Calderón tuvo que limitarse a escribir autos sacramentales.
Calderón murió mientras trabajaba en una comedia dedicada a la reina María Luisa, mujer de Carlos II el Hechizado. Su hermano José, hombre pendenciero, fue uno de sus editores más fieles.
Alejandro
Diógenes
Chichón, gracioso
Efestión
Estatira, infanta
Siroés, su hermana
Campaspe, dama
Apeles, pintor
Zeuxis, pintor
Timantes, pintor
Un sacerdote de Júpiter
Nise, dama
Clori, dama
Soldados
Suenan por una parte cajas, y por otras instrumentos músicos, y mientras dicen los primeros versos, sale Diógenes, viejo venerable, vestido pobremente, con una botija de barro en la mano.
Unos (Dentro.) El grande Alejandro viva...
Música Viva el gran Príncipe nuestro...
Unos cuyos lauros...
Música cuyos triunfos...
Unos siempre invictos...
Música siempre excelsos...
Unos a voces van diciendo...
Música que a su imperio le viene el mundo
estrecho.
Todos pues todo el mundo es línea de su imperio.
Alejandro (Dentro.) Haga el ejército alto
en estos campos amenos,
a vista de Atenas, griega
patria de ciencias e ingenios.
Uno (Dentro.) Haga repetida salva
la música, confundiendo
en instrumentos sonoros
militares instrumentos.
(Toca la caja.)
Unos Alto, y pase la palabra.
Otros Alto, y prosigan los versos.
Todos El grande Alejandro viva,
viva el gran Príncipe nuestro.
Diógenes ¡Qué contrarias armonías,
en no contrarios acentos,
aquí de estruendos marciales,
aquí de dulces estruendos,
la esfera del aire ocupan,
hasta penetrar el centro
deste pobre albergue, donde
yo, reino y rey de mí mesmo,
habito solo conmigo,
conmigo solo contento!
Mas ¿quién me mete en dudarlo,
sea lo que fuere, puesto
que no me puede añadir
ni gusto ni sentimiento
el saber con qué razón
su media razón del eco
suena en su cóncavo espacio
una y otra vez diciendo:
(Cantan Diógenes y todos.)
Todos que a su imperio le viene el mundo estrecho,
pues todo el mundo es línea de su imperio.
(Sale Chichón.)
Chichón Por esta parte me dicen
que una fuente hay, y aunque tengo
trabada lid con el agua
por haber mi casa hecho
alianza con el vino,
la he de buscar con todo eso;
que el cansancio con que entramos
en Grecia marchando, muertos
de sed y calor, bien puede
honestar la tregua, siendo
en Grecia agua mi socorro
mientras no hallo vino greco.
¿Por dónde irá la bellaca?
Pero aquí hay gente. Buen viejo,
decidme hacia dónde corre
una fuente, que deseo,
por más que corra, alcanzarla,
bien que dudando y temiendo,
cuando la busco rabiando,
el que la he de hallar riendo.
Diógenes Venid conmigo, que yo
allá voy, a cuyo efecto
me halláis, ya lo veis, cargado
deste rústico instrumento.
Chichón «Moza de cántaro» ya
dijo no sé qué proverbio;
viejo de cántaro, no
lo dijo hasta hoy; pues ¿qué es esto?
¿No hay quien venga en vuestra casa
por agua sino vos?
Diógenes Necio
debéis de ser.
Chichón ¿Y de qué
lo inferís?
Diógenes De que, si puedo
servirme yo a mí, culpéis
que otro no me sirva, puesto
que solo está bien servido
el que se sirve a sí mesmo.
Chichón ¿Mal fardado y sentencioso,
pobretón y circunspecto?
¿Sois filósofo?
Diógenes No sé
más de que quisiera serlo.
Chichón Pues, en tanto que llegamos,
decid, ansí os guarde el cielo,
¿cómo, cuando estas campañas
están con tantos diversos
aplausos de paz y guerra
cubiertas, vos, acudiendo
a tan civil ejercicio,
vais penetrando lo espeso
destos montes, apartado
de tanto heroico comercio,
sin que la curiosidad
os lleve siquiera a verlo?
Diógenes Pues ¿qué hay que ver?
Chichón ¿Qué hay que ver?
Cuando no fuera el inmenso
aparato, con que vuelve,
coronado de trofeos,
un ejército triunfante
de toda Persia, trayendo
prisioneras a las hijas
de Darío, su supremo
rey, que, puesto en fuga, él solo
escapó su vida huyendo;
cuando no fuera el aplauso
con que le recibe el pueblo
en estas montañas, donde
ha de alojarse este invierno;
¿el ver no más a Alejandro
no bastaba, a cuyo esfuerzo,
como estas canciones dicen,
viene todo el mundo estrecho,
(Cantan Chichón y la Música pues todo el mundo es línea de su imperio.)
Diógenes Necio te llamé una vez,
y ahora a llamártelo vuelvo.
¿Alejandro es más que un hombre,
tan vanamente soberbio,
que llora que hay solo un mundo
para verle a sus pies puesto?
Pues ¿por qué me he de mover
a verle, cuando mi afecto
más fuera, si fuera un hombre
tan sabio, prudente y cuerdo
que llorara que no había
otros muchos mundos nuevos,
solo para despreciarlos,
más que para poseerlos?
Pero esta filosofía
no es para ti, a lo que infiero
de tu traje y tus razones.
Chichón ¿Por qué?
Diógenes Porque al culto atento
de ese humano dios aplaudes
su ambición, no conociendo
que con cuanto puede, no
puede enmendar un defecto
con que, para desengaño
de lo poco que es su imperio,
le dio la naturaleza
en los ojos.
Chichón Yo confieso
que, atravesados, es grande
la fealdad que tiene en ellos,
mayormente encarnizado
y lagrimoso el izquierdo,
sobre cuyo hombro derriba
la cabeza quizá el peso
del laurel; pero ¿qué importa
ser horroroso su aspecto,
si no le pasan al alma
imperfecciones del cuerpo?
Diógenes Sí; mas debiera sin ellas
pasar al conocimiento
de que es todo su poder
caduco y perecedero;
pues con cuanto puede, no
puede enmendarse a sí mesmo.
Y dejando para otra
ocasión el argumento
(que no acaso este principio
quizá a mejor fin asiento),
aquésta es la fuente; toma,
este vaso es cuanto puedo
ofrecerte.
Chichón ¿Para qué?
Diógenes Para que bebas, cogiendo
el agua con más descanso.
Chichón Mano con que beber tengo.
(Llega a un lado del tablado, donde habrá una fuente, y bebe con la mano.)
Mi señora doña Clara,
cuyo corriente despejo
entre esotras flores vierte,
buscando la flor del berro,
en forma de besamanos,
como suelen desde lejos
los que afectan cortesías,
a usted saludo y protesto
la nulidad de la fuerza
que la sed me hace, advirtiendo
que no sirva de ejemplar
para otra vez.
Diógenes ¿Qué es aquello?
Con la mano al labio sirve
el cristal. Al fin, es cierto
que no hay loco de quien algo
no pueda aprender el cuerdo;
pues si la naturaleza
me dio más noble instrumento
que el deste barro, de quien
servirme pueda, no quiero
ofenderla más, pues basta
el agravio que la he hecho
en no saberlo hasta ahora.
Quiebra el barro.
Chichón Yo he bebido. Mas ¿qué es eso?
Diógenes Romper ese inútil barro.
Chichón Pues ¿por qué?
Diógenes Porque no tengo
de tener nada que sea
para la vida superfluo.
Si puedo vivir sin él,
ya que de tu sed lo aprendo,
¿para qué le quiero yo?
Chichón ¿De suerte que de provecho
no es lo que no es tan forzoso
que no se viva sin ello?
Diógenes Claro está; pues para sola
una vida que tenemos
cuanto en ella está de más
está en el juicio de menos;
y ya que de ti enseñado
hoy en una parte quedo,
vélo tú en otra de mí,
considerando, advirtiendo
qué caso hará de Alejandro,
ni de todos sus anhelos,
sus aplausos, sus victorias,
sus conquistas y trofeos,
quien se embaraza con solo
un tosco vaso grosero,
el día que llega a ver
que no tenerle es lo mesmo
que tenerle. Y porque más
se esmere el conocimiento
desta verdad, di a Alejandro
que Diógenes, un viejo
mísero y pobre que en estas
soledades vive atento
más a saber que a adquirir,
no solo va a verle, pero
por no verle, al tiempo que
con tanto heroico festejo,
según esas voces dicen,
viene atravesando al templo
de Júpiter (donde yace
el hadado nudo ciego
de Gordio), huyendo su vista,
va penetrando lo espeso
destas rústicas montañas.
Y añade que, si él es dueño
del mundo, lo soy yo más;
pues, en contrarios extremos,
él lo es porque le estima
y yo, porque le desprecio;
por más que esas voces digan
una y otra vez al viento...
(Cantan Diógenes y todos.)
Todos que a su imperio le viene el mundo estrecho,
pues todo el mundo es línea de su imperio.
(Vase Diógenes.)
Chichón Extrañas borracherías
son las de todos aquestos
filósofos; pues por solo
haber dicho muy severo
cuanto en la vida es más
está en el juicio de menos,
se andará toda la vida
por aquesos vericuetos
con su filosofía a cuestas,
padre conscripto del yermo.
Ruido dentro. Pero ¿qué ruido es aquél
que hacen al umbral del templo
Alejandro y un anciano
sacerdote, a lo que veo,
de un yugo asidos los dos?
(Salen Alejandro y un Sacerdote, asidos de un yugo, enredadas las coyundas, y Gente.)
Sacerdote Advierte...
Alejandro Yo nada advierto.
Sacerdote El agüero teme.
Alejandro Aparta;
que para mí no hay agüero.
Sacerdote Pues óyeme, y haz después
tu gusto.
Alejandro Di; ya te atiendo.
Sacerdote Grecia, esta parte del Asia,
sin rey se vio mucho tiempo,
sujeta a las sediciones,
parcialidades y encuentros
de tiranos que querían,
alegando los derechos
de las armas, serlo a costa
de robos, muertes e incendios;
en cuyo común desorden,
necesitado el consejo,
más que corregido, vino
a este inhabitado templo
de Júpiter a pedirle
en tantas ruinas remedio.
él, o agradecido al voto
o compadecido al ruego,
en voz de su estatua dijo
que entregasen el gobierno
de Asia al que en un monte hallasen
labrando el inculto seno
de sus bárbaras entrañas,
dos blancos novillos puestos
en el yugo de su arado;
por señas que en medio dellos
un águila abatiría
su más remontado vuelo.
¡Tan antiguo es en el mundo
el dar el águila imperios!
Sucedió así; pero apenas
los que le buscaban, viendo
el oráculo cumplido
en Gordio, un galán mancebo,
a sus plantas se arrojaron,
las señas obedeciendo,
cuando los novillos, que antes
el yugo arrastraban tiernos,
embravecidos lidiaron
por arrojarle violentos
de sus cervices; que un bruto
aun se desdeña de serlo
el día que llega a ver
con majestad a su dueño;
si ya no fue que al jurarle
rey, el yugo sacudieron,
como quien dice: «Más le has
menester para otros cuellos,
pues ya los de un vulgo debes
domar, antes que los nuestros».
Rompidas, pues, las coyundas,
dellas este nudo hicieron,
tan sin principio en sus lazos,
tan sin fin en sus extremos,
que no fue posible que
se les desatase. Y siendo
así, que a sacrificarlos
entraron con él al templo,
segundo oráculo en él
dio el gran simulacro inmenso;
pues en segunda voz dijo
que el que deshiciese el ciego
nudo, no solo del Asia
tendría el dilatado imperio,
pero de la ignota parte,
que impide el peloponeso
monte descubrir, sería
monarca también, rompiendo
lo impenetrable de tanto
altivo, tanto soberbio
escollo armado de hiedra,
como se le pone en medio.
Con esta noble codicia
muchos, de ser los primeros
que abriesen el arduo paso
para esotro mundo nuevo,
el ciego nudo intentaron
deshacer osados; pero
no solo de su ambición
consiguieron el efecto,
mas de su ambición quedaron
castigados; pues es cierto
que nadie lo intentó que,
a pesar de su despecho,
no quedase desde allí
a mil desdichas expuesto,
como en venganza de tanto
sacrílego atrevimiento.
Tradición es que ninguno
vivió feliz, y que muertos
con violencia fueron todos,
ya a la ira del acero,
ya a la ruina del acaso,
o a la traición del veneno.
Y así a tus plantas postrado,
humildemente te ruego
adviertas que...
Alejandro ¡Calla, calla!
Que de escucharte me ofendo.
Por el mismo caso que
es tan repetido el riesgo,
le he de despreciar.
(Hace fuerza a desatar el nudo.)
En vano,
en vano (¡ay de mí!) lo intento,
si ya no es que haga la industria
lo que la fuerza no ha hecho.
¿Dijo el oráculo más
que el que deshaga este ciego
nudo será vencedor
de ignotas gentes?
Sacerdote Es cierto.
Alejandro Pues yo lo seré, pues yo
dejaré el nudo deshecho.
(Saca la daga y rompe la coyunda.)
Sacerdote ¿Qué haces?
Alejandro Cortarle, pues tanto
monta, para deshacerlo,
cortar, como desatar.
Chichón