De las formas de vida a los valores - Claude Zilberberg - E-Book

De las formas de vida a los valores E-Book

Claude Zilberberg

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Beschreibung

El autor de esta obra descubre qué valores están detrás (o delante, como meta, como horizonte) de las "formas de vida". Todos los trabajos incluidos son claros y didácticos, que nos permiten valorar y apropiarnos de los fines, así como de los medios de estudio concretos para aplicarlos a otros corpus. Los análisis de Zilberberg son siempre penetrantes, y sus métodos fácilmente extrapolables.

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De las formas de vida a los valores

Claude Zilberberg

Título original: Des formes de vie aux valeurs

Colección Biblioteca Universidad de Lima

De las formas de vida a los valores

Primera edición digital, septiembre de 2016

© Claude Zilberberg, 2011

© De la edición francesa: Presses Universitaires de France, 2011

© De la traducción: Desiderio Blanco

© De esta edición:

Universidad de Lima

Fondo Editorial

Av. Javier Prado Este N.° 4600

Urb. Fundo Monterrico Chico, Lima 33

Apartado postal 852, Lima 100

Teléfono: 437-6767, anexo 30131

[email protected]

www.ulima.edu.pe

Diseño, edición y carátula: Fondo Editorial de la Universidad de Lima

Versión ebook 2016

Digitalizado y distribuido por Saxo.com Peru S.A.C.

https://yopublico.saxo.com/

Teléfono: 51-1-221-9998

Avenida Dos de Mayo 534, Of. 304, Miraflores

Lima - Perú

Se prohíbe la reproducción total o parcial de este libro sin permiso expreso del Fondo Editorial.

ISBN versión electrónica: 978-9972-45-361-8

Índice

Prólogo

Introducción

Capítulo I.- La hipótesis tensiva: ¿punto de vista o teoría?

1. Los préstamos

2. Los modos semióticos

2.1 El modo de eficiencia

2.2 El modo de existencia

2.3 El modo de junción

3. Los valores

4. La sintaxis tensiva

5. Para terminar

Capítulo II.- Tocqueville y el valor del valor

1. Fisonomía del sentido

2. La semántica

2.1 El tempo

2.2 La tonicidad

2.3 La temporalidad

2.4 La espacialidad

2.5 Balance

3. La sintaxis

3.1 La sintaxis intensiva

3.2 La sintaxis extensiva

3.3 La sintaxis juntiva

4. Otras direcciones de sentido

4.1 La estética

4.2 La ética

5. Para terminar

Capítulo III.- Retrato del dandi por Baudelaire

1. La semántica intensiva

2. La sintaxis intensiva

3. La semántica extensiva

4. La sintaxis extensiva

5. La semántica juntiva

6. La sintaxis juntiva

7. El tratamiento de la intensidad

8. El tratamiento de la extensidad

9. El tratamiento de la junción

10. Para terminar

Capítulo IV.- «Las multitudes» de Baudelaire

0. Segmentación

1. Cuestiones previas

2. La competencia

3. La performancia

4. La realización

5. Reparación del sujeto

6. Validación

7. Resorte de la concesión

8. Entre Balzac y Poe

Capítulo V.- Figuras y valores en «El agua dulce» de Guillevic

1. La segmentación

2. La estrofa A

3. La estrofa B

4. La estrofa C

5. La estrofa D

6. El pivote

7. La estrofa E

8. La estrofa F

9. La estrofa G

10. Para terminar

Capítulo VI.- De los estilos semióticos a los estilos pictóricos

1. Fisonomía elemental de los estilos semióticos

2. Aproximación valencial a los estilos semióticos

3. El análisis de Claudel

3.1 El tempo

3.2 La tonicidad

3.3 La temporalidad

3.4 La espacialidad

4. El análisis de Deleuze

4.1 El tempo

4.2 La tonicidad

4.3 La temporalidad

4.4 La espacialidad

5. Para terminar

Glosario

Bibliografía

Prólogo

En el primer capítulo de esta obra, Claude Zilberberg plantea una cuestión fundamental, siguiendo el pensamiento del maestro L. Hjelmslev cuando dice:

En el ámbito científico, es lícito hablar acertadamente de resultados definitivos, pero no lo es tanto hablar de puntos de vista definitivos1.

En tal sentido, el autor ha venido sometiendo, desde la década de los ochenta, las conquistas definitivas (?) de la semiótica de A. J. Greimas al nuevo punto de vista de la tensividad con progresos indudables para la semiótica general. El lector interesado debería leer (o releer) el ensayo titulado El esquema narrativo puesto a prueba, incluido en el libro Ensayos sobre semiótica tensiva2, para observar cómo funciona concretamente ese nuevo punto de vista. Y a partir de ahí, en todas las demás obras el autor sigue aplicando el mismo punto de vista.

No se trata con eso de negar los resultados adquiridos, sino de someterlos a la prueba de la tensividad, de comprobar sus falencias, de ampliar, en suma, su campo de acción y de incorporar aspectos que no tenían cabida en el modelo de la «narratividad generalizada», tales como el mundo de lo sensible, del afecto, de los estados de alma, al lado de los estados de cosas y del cuerpo como sede de la sensibilidad.

Lo que propone Zilberberg en este primer capítulo es, pues, un nuevo punto de vista y no una nueva semiótica. Para hacerlo, era preciso elaborar una renovada mirada epistemológica, construir nuevos modelos metodológicos que pudieran dar cuenta del comportamiento de la tensividad en el discurso. Toda la obra de Zilberberg se ha dedicado a esta tarea. Con cada uno de sus ensayos y análisis ha ido perfeccionando sus intuiciones iniciales hasta obtener un corpus3 teórico-práctico de enorme coherencia.

***

En la presente obra, De las formas de vida a los valores, Zilberberg nos va a mostrar cómo diferentes formas de vida cultivan y promueven diversos tipos de valores valiéndose de estilos y de estrategias particulares. Así, Tocqueville examina las formas de vida aristocrática y democrática y descubre, según Zilberberg, que la forma de vida aristocrática prefiere y cultiva los valores de absoluto, valores de fuerte intensidad, destellantes y exclusivos; mientras que la forma de vida democrática cultiva y prefiere los valores de universo, participativos, aunque de baja intensidad, apagados.

Igualmente, en el retrato del dandi que construye Baudelaire, la forma de vida que se crea el dandi elige valores exclusivos de alta intensidad para él, y desdeña los valores de universo, que considera indeseables por chabacanos y comunes.

En cambio, otro texto de Baudelaire, el poema en prosa «Les Foules» [Las multitudes], presenta una situación singular:

Muy pocos son los que logran darse un baño de multitud: gozar de la multitud es un arte. Multitude, solitude. [Multitud. Soledad].

Con este oxímoron, cuyos «términos son iguales y convertibles» según Baudelaire, se enfrenta Zilberberg para hacer un análisis tensivo ejemplar. Para ello, se ve obligado a ampliar el modelo tensivo: «Hasta ahora, la hipótesis tensiva concebía la intensidad como una dimensión cuya base reguladora era la medida (…), mientras que la extensidad recaía sobre el número, y proponía como razón reguladora la pregunta: ¿cuánto? De inmediato este dispositivo nos ha parecido incompleto y otras distinciones se nos han impuesto. En primer lugar, hemos creído que era prudente (…) distinguir entre una sintaxis intensiva que procediese a efectuar aumentos y disminuciones, y una sintaxis extensiva que realizara selecciones y mezclas a fin de determinar la densidad, y en consecuencia, la fisonomía del campo de presencia» (p. 102). Esta determinación pone en claro que el modelo metodológico no se puede aplicar ciegamente al texto analizado, sino que el texto exige siempre, si no encaja en el modelo, su modificación correspondiente.

Introduce además un nuevo modo semiótico: la junción, cuyos funtivos son la implicación y la concesión, nociones centrales en el punto de vista tensivo propuesto por el autor. Este nuevo modo le proporciona una nueva sintaxis: la sintaxis juntiva, y una nueva semántica: la semántica juntiva. De tal manera que ahora dispone de tres sintaxis y de tres semánticas, o, como Zilberberg preferiría decir, de tres estilos sintácticos y de tres estilos semánticos.

Así, el análisis zilberberguiano avanza coherentemente para hacernos descubrir los valores de la forma de vida del hombre que sabe poblar su soledad en medio de una multitud apresurada.

El análisis del poema «L’eau douce» [El agua dulce] de Guillevic, en el que el autor del poema convierte el agua en actante enunciador, nos hace ver que el agua encierra valores de absoluto, intensos, destellantes, porque es elemento de vida, y al mismo tiempo, valores de universo, participativos, ya que aquellos valores exclusivos que ella posee, los expande por todo el mundo. De esta manera, el agua correlaciona exitosamente la más alta intensidad –la vitalidad– con la más amplia difusión –la universalidad–, logrando con ello la utopía de los valores de apogeo.

Finalmente, en el último ensayo: De los estilos semióticos a los estilos pictóricos, Zilberberg acude a dos grandes pensadores: Claudel y Deleuze, para hacer un análisis del análisis que cada uno de ellos realiza sobre la pintura holandesa (Claudel)4 y sobre la pintura de Francis Bacon (Deleuze)5. Interesante desde todo punto de vista este meta-análisis sobre el análisis de otros autores que han utilizado métodos y modelos distintos, o la simple, aunque penetrante intuición, descubriendo la tensividad fórica que trabaja detrás de esos estudios.

Obra clave esta que redondea la ruta semiótica recorrida por Claude Zilberberg, y que, felizmente, no termina todavía.

Desiderio Blanco

Introducción

Para mejor o para peor, la modernidad se define por la búsqueda desesperada de la novedad. Sin embargo, no hay ninguna razón para suponer que el camino por seguir para alcanzarla sea única. A modo de hipótesis provisional y después de haber recorrido por encima los caminos seguidos por unos y por otros, tenemos el sentimiento sin más de que se nos abren dos vías: o bien la modificación del campo de presencia o bien el desplazamiento del acento de sentido (Cassirer). Por modificación del campo de presencia entendemos el hecho de que una magnitud, hasta entonces desconocida, se introduce en el campo de presencia, en el discurso mismo, y se instala allí como regente. El ejemplo que se impone es sin duda el descubrimiento y la promoción del inconsciente por Freud. Este último no se contenta con descubrir la existencia del inconsciente: trata además de establecer que las magnitudes adquiridas entran ahora en relaciones de vasallaje con el inconsciente.

En cuanto al segundo proceder, el que consiste en el desplazamiento del acento de sentido, nos referiremos al proceder saussuriano. Saussure no descubre el carácter arbitrario de la relación del significante al significado; pero lo convierte en el centro de su teoría. El campo de presencia no fue ampliado con algún añadido deliberado, fue distribuido de otra manera. Lo mismo se puede decir del proceder greimasiano: Greimas no inventó ni descubrió la narratividad; la convirtió en el centro de su teoría, al punto de que en un cierto momento la teoría semiótica pudo ser caracterizada como una «narratividad generalizada». Las estructuras, tanto las profundas como las superficiales, ¿no son reconocidas sobre todo como narrativas?

En la escala que nosotros nos ubicamos, el término de «tensividad» se presta a un doble malentendido. En primer lugar, el término está atestiguado en Semiótica 1*, que lo considera la marca de una dinámica aspectual, pero no es en ese sentido como nosotros lo entendemos. En segundo lugar, lejos de significar de cualquier manera una novedad, indica, conforme a la exigencia hjelmsleviana que considera las magnitudes como intersecciones, la compenetración de dos dimensiones: la intensidad como suma de los estados de alma, y la extensidad como suma de los estados de cosas. O lo que es lo mismo: la dualidad de las dimensiones es por reciprocidad el análisis de la tensividad. En consecuencia, la hipótesis tensiva no constituye ni un descubrimiento ni una invención, sino que consiste en un desplazamiento de las magnitudes atestiguadas. [O sea en la proyección de un nuevo punto de vista sobre lo ya conocido].

El estudio titulado La hipótesis tensiva: ¿punto de vista o teoría? se propone discernir las diferencias que se nos imponen al comparar las maneras de proceder. Para ser breves, retendremos tres: (i) la problemática de los modos semióticos; (ii) el esbozo de una tipología de los valores propiamente semióticos; (iii) la abertura del paradigma de la sintaxis tensiva. La noción de modo semiótico permite profundizar la relación sujeto/objeto. Para que una magnitud sea recibida como objeto debe, de ser posible, sobrevenir –modo de eficiencia–. Debe captar al sujeto, que se convierte por contigüidad en sujeto del padecer. Finalmente, debe ser autentificada como tal –modo de junción–. Si estas condiciones se cumplen, estamos en condiciones de proponer el evento**, que es a la semiótica discursiva lo que es el esquema narrativo a la narratividad. Por lo que se refiere al segundo punto, la aproximación semiótica al valor es plural. Trataremos de tres cuestionamientos: (i) la reflexión de Saussure en el Curso de lingüística general que entiende sustituir el concepto de significación por el de valor; (ii) los valores modales indispensables para hacer «girar» la narratividad; (iii) la cuestión de la transición de los valores formales hacia los valores existenciales. Sobre este último punto, la hipótesis tensiva tiene algo que decir: los valores son tributarios de las intersecciones de la intensidad y de la extensidad. A partir de la diferencia básica de la intensidad [fuerte vs débil] y de la diferencia también básica de la extensidad [concentrado vs difundido], la intersección [débil - difundido] produce el valor de universo; la intersección [fuerte - concentrado] proyecta el valor de absoluto.

El tercer punto se refiere a la sintaxis tensiva. En el estado actual de la semiótica tensiva, la sintaxis, en la medida en que ignora la exigencia de la alternancia, sigue en parte impensada.

La hipótesis tensiva reconoce tres sintaxis, tres «estilos» sintácticos: la sintaxis intensiva de los aumentos y de las disminuciones; la sintaxis extensiva de las selecciones y de las mezclas; la sintaxis juntiva que enfrenta la implicación con la concesión.

El estudio titulado Tocqueville y el valor del valor analiza un capítulo del libro De la democracia en América cuya fineza en el análisis deja pensar que la distancia entre el lenguaje-objeto y el metalenguaje es menor de lo que se supone. La reflexión de Tocqueville en esta obra tiene por objeto la comparación de dos universos de discurso: la sociedad aristocrática en vías de virtualización, de extinción, y la sociedad democrática en vías de actualización, de instalación. No basta con decir que contrastan vivamente la una con la otra; se trata de saber si su devenir adopta las vías que la teoría ha previsto. Si tenemos en cuenta las diversas alternativas formuladas por la teoría, es claro que la aristocracia está del lado de la intensidad y del destello, que mide y preserva, mientras que la democracia está del lado de la extensidad y del número.

La aristocracia tiene por atractor el valor de absoluto, destellante y exclusivo; la democracia tiene como atractor el valor de universo, mediocre y compartido. Como el valor hay que dividirlo por el número de los que lo desean y el número de estos últimos es ilimitado, cada cual, en un sistema democrático, no recibirá más que una ínfima parte. El valor aquí es un cociente.

El análisis de la intensidad convoca el tempo y la tonicidad. Por eso Tocqueville insiste en la lentitud, o sea, en la inmovilidad propia del mundo aristocrático, el cual conjuga la concentración familiar con la duración. Por su parte, el mundo democrático coloca la rapidez por encima de la búsqueda de la perfección. El contraste es nítido entre la lentitud aristocrática y la prisa democrática. En cuanto a la tonicidad, si la aristocracia manifiesta el gusto de la perfección, la democracia se contenta con objetos bon marché, rápidamente producidos. En lo relativo a la temporalidad, sub-dimensión extensiva, la sociedad aristocrática aprecia la duración que la perenniza; a la inversa, la sociedad democrática, en razón del tempo rápido que la presiona, prefiere la brevedad. La concordancia entre los valores objetales y las formas de vida subjetales es muy fuerte.

El ensayo titulado Retrato del dandi por Baudelaire comienza por recordar el sistema de las categorías propias de la hipótesis tensiva; luego, considera el proyecto que se propone el dandi según Baudelaire: fundar una especie nueva de aristocracia. El camino seguido por Baudelaire hace del dandi el portador de un valor de absoluto, es decir, una excepción. Las manifestaciones de esa búsqueda son la autoridad, el rechazo de toda reciprocidad, la impasibilidad y el rechazo del lamento, la reflexividad inmanente al culto de sí mismo, el gusto de los límites. El dandi es sobre todo una figura de la extensidad en la medida en que está permanentemente obsesionado con la distinción, es decir, con una operación continua de selección. El trabajo que tiende hacia la universalidad es rechazado por el dandi con toda la energía de que es capaz.

En relación con el modo de junción, es decir, con la tensión entre implicación y concesión, el dandi opta por la concesión, en la medida en que el enunciado concesivo –en virtud del contra-programa que contiene–, es más tónico que el enunciado implicativo. A propósito del peinado, el dandi practica incluso una doble concesión, puesto que, si su peinado es extremadamente rebuscado, debe no obstante pasar desapercibido. Incluso favorable, la mirada del otro es ignorada. En fin, el enunciador no comparte las miras del sujeto enunciado: la figura última del dandi no es la de un vencedor, sino la de un vencido. El universo personal del dandi sigue siendo dirigido por la decadencia y por la clausura.

En el poema en prosa «Les foules» de Baudelaire, el «poeta activo y fecundo» con miras a la comunión con los demás, es una figura simétrica e inversa de la del dandi «obsesionado ante todo por la distinción» a título de la forma de vida; de la rareza, a título del valor. Las dos formas de vida suponen el control del tempo y de la duración. El tratamiento de la tonicidad, por concordancia de estructura, está confiado a la concesión pues los dos sintagmas decisivos «estar solo entre una multitud» y «poblar su soledad» son menos oposicionales que concesivos. Cada uno de estos sintagmas está en concordancia con un valor semiótico director: «estar solo entre una multitud» con el valor de absoluto, «poblar su soledad», con el valor de universo.

La espacialidad semiótica, resumida por la tensión entre lo /cerrado/ y lo /abierto/ permite pensar el tránsito de la «soledad» a la «multitud», y también pensar la coordinante «y» del sintagma capital «ser sí mismo y otro». La virtualización de la cesura entre el «yo» y el «otro» es descrita desde el punto de vista de la intensidad como una «ebriedad»; desde el punto de vista de la extensidad, como una inmersión «en el número». Para configurar esas transferencias, esas traslaciones, Baudelaire apela a la porosidad. En el microuniverso de Baudelaire, una magnitud es definida por su coeficiente de porosidad. Lo «poroso» figurativo y lo /abierto/ figural permiten acceder a la foria hiperbólica de las operaciones de mezcla. Si Baudelaire recurre a la concesión tomando en cuenta la «santa prostitución del alma», es sin duda porque estima que solo ella tiene la capacidad de cambiar una alternancia en coexistencia primero, en compenetración fusional después.

El estudio que versa sobre el poema El agua dulce de Guillevic plantea otros problemas. La poesía moderna es un desafío para el semiotista. En efecto, con relación al siglo diecinueve, que vio cómo se sucedían movimientos poéticos como el romanticismo, el parnaso y el simbolismo, la poesía moderna –dejando aparte el caso del surrealismo– es una colección de individualidades fuertes, de idiolectos, de «planetas» separados, para Proust. La lectura no puede ignorar este dato. ¿Cómo? El método es simple: si tal magnitud-ocurrencia es introducida en el espacio tensivo, las categorías reconocidas como pertinentes se transforman en preguntas: ¿cuál es el valor director?, ¿cuáles son las valencias y las sub-valencias que son afectadas?, ¿cuál es la semántica operante: la intensiva, la extensiva, la juntiva? La misma pregunta vale igualmente para la sintaxis. Si nos detenemos en la pregunta: ¿cuál es la semántica puesta en marcha? El título del poema, El agua dulce, responde sin dudarlo: la semántica extensiva, aquella que tiene por funtivos sintácticos la selección y la mezcla. Como figura de la selección, El agua dulce tiene como mira la pureza y por ese título es un valor de absoluto, pero al mismo tiempo, esa pureza es la condición de una mezcla que es indiferente al tamaño de las magnitudes, ya que la mezcla tiene lugar tanto con el «geranio» como con los «continentes». La ubicuidad del agua constituye también un valor de universo. Una vez más, la alternancia cambia en coexistencia, la divergencia en colaboración. Asumida por el enunciador, la negatividad de la sintaxis extensiva operando por selecciones proporciona a la concesión su resorte: por no ser más que agua, se convierte en la «eficiencia» misma.

El poema de Guillevic expresa la amplitud de la asimetría existente entre la concentración del valor de absoluto, inmanente al «agua dulce», y la presencia difundida del agua como valor de universo, motivado por la «sed» universal.

El punto de partida del estudio titulado De los estilos semióticos a los estilos pictóricos es una convergencia entre la aproximación estética, principalmente de lengua alemana, y la aproximación semiolingüística. En los dos casos, no se estudia un solo objeto, sino dos, o más precisamente una diferencia. Hemos escogido dos discursos cuya pertinencia es reconocida: el análisis de la pintura holandesa hecho por P. Claudel y el de la pintura de F. Bacon realizado por G. Deleuze. Nuestro propósito se centra en la dependencia que tienen los estilos pictóricos respecto de los estilos semióticos. Estos últimos están constituidos por combinaciones estabilizadas de valencias concordantes.

Consideramos aquí solamente dos estilos semióticos importantes: el evento y el ejercicio. Lo que hace de estas dos magnitudes estilos es la base existencial de las valencias y de las sub-valencias que contienen, especialmente las sub-valencias de tempo y de tonicidad, que nos gobiernan en lugar de gobernarlas nosotros a ellas. El análisis cuidadoso de Claudel muestra que la pintura holandesa clásica se coloca del lado del ejercicio, a pesar de que Claudel indica que, aquí o allá, La Ronda de Noche de Rembrandt y algunas naturalezas muertas manifiestan sutilmente la inminencia de un evento. Allí donde Claudel discierne una dirección tensiva colocada bajo el signo de la atenuación, Deleuze coloca la obra de Bacon bajo el signo del redoblamiento en la medida en que las sub-valencias de tempo y de tonicidad son orientadas hacia el paroxismo, y esa orientación tensiva indica que las valencias no están adheridas a un plano de la expresión particular: existe una velocidad y una tonicidad en pintura no menos eficaces que aquellas que nos trasmiten los textos. Así, el reparto del plano del contenido a prorrata de los planos de la expresión enumerados se convierte en la condición de posibilidad de la comparación que hemos tanteado.

Capítulo I

La hipótesis tensiva: ¿punto de vista o teoría?1

La expresión «diferencia de intensidad» esuna tautología. La intensidad es la formade la diferencia como razón de lo sensible.

DELEUZE.

1. LOS PRÉSTAMOS

En Semiótica 1, en la entrada «teoría», se lee:

Se entiende habitualmente por teoría un conjunto coherente de hipótesis, susceptibles de ser sometidas a verificación: hipótesis, coherencia y verificación son los términos claves para una definición del concepto de teoría, y sirven como criterio de reconocimiento para distinguir lo que es realmente teoría de lo que no lo es2.

Esta definición razonable reúne dos direcciones que a nosotros nos parecen distintas: (i) la pareja hipótesis-verificación apunta a la formulación de una pertinencia que perdura cualquiera que sea la calidad de la verificación, siempre provisional. Para las infortunadas ciencias humanas, los resultados definitivos son raros y la mayor parte de los conceptos avanzados desaparecen no bajo los golpes de una refutación rigurosa, sino simplemente por indiferencia. (ii) Si la pareja hipótesis/verificación es transitiva y afecta al lenguaje-objeto, la coherencia es reflexiva y recae sobre lo que se convierte, por desplazamiento de la atención y del interés, en un metalenguaje. ¿Esta unicidad es fatal?

Conviene subrayar que así es como se piensan y se presentan las teorías ellas mismas, pero nosotros sabemos que la parábola lévi-straussiana del bricolaje vale igualmente para los trabajos del espíritu3. Así, la teoría greimasiana conjuga dos modelos, cuya escala de aplicación es, en principio, diferente. Por una parte, el modelo fonológico propuesto por Troubetzkoy y Jakobson; por otra parte, el análisis del cuento popular ruso realizado por V. Propp. Ahora bien, es claro que el modelo fonológico no tenía en su inicio vocación de tratar el cuento popular: los rasgos fonológicos no son del mismo orden que las características propias de los actores del cuento popular. Propp mismo toma en cuenta «funciones» y no «rasgos». A propósito del número de modelos, nos contentaremos con indicar que la física está regulada por dos modelos distintos: la teoría newtoniana y la física quántica.

Tal como nosotros la concebimos, la hipótesis tensiva toma en préstamo de Hjelmslev, aunque dándoles la vuelta, dos parejas de categorías que no son mencionadas en los Prolegómenos: (i) la pareja [intenso vs extenso], a los que les modificamos las valencias. Según Hjelmslev4, la magnitud extensa afirma una «dirección», lo que no es el caso de la magnitud intensa. En líneas generales, para Hjelmslev, las magnitudes extensas conciernen al aparato del verbo; para la semiótica tensiva, las magnitudes intensas son del orden del afecto, y con ese título, rigen las magnitudes extensas. Por otra parte, nosotros vinculamos la pareja [intenso vs extenso] con la distinción entre los estados de alma y los estados de cosas, reconocida en Semiótica de las pasiones5:

intensidad regente

estados de alma

extensidad regida

estados de cosas

El segundo préstamo se refiere a la distinción [intensivo vs extensivo] que concierne a la estructura paradigmática de los sistemas. A partir de la división de una zona semántica en tres casillas, Hjelmslev introduce la distinción siguiente:

Esta elección de un solo término de la zona como base del sistema depende de un principio según el cual una sola casilla debe ser elegida como intensiva, mientras que las otras casillas son extensivas. La casilla elegida como intensiva tiene tendencia a concentrar la significación, mientras que las casillas elegidas como extensivas tienden a expandir la significación sobre las otras casillas hasta invadir el conjunto del dominio semántico ocupado por la zona6.

Esta distinción permite ampliar el dominio de pertinencia de la elasticidad: esta no se limita a la praxis discursiva puesto que es parte comprometida en la constitución de los sistemas. Si la intensidad tiene como articulación elemental el contraste [fuerte vs débil], la extensidad por su lado tiene el contraste [concentrado vs difundido]. Así:

intensivo

extensivo

concentrado

difundido

Si admitimos ahora que estamos a cada instante en presencia de un análisis, entonces conviene postular un término /x/ anterior a dicho análisis, término que se convierte en condición del análisis en cuestión. A ese término /x/ que el análisis viene a escindir lo designamos como tensividad a fin de marcar en la terminología la jerarquía de las categorías. Esta distinción sirve de base a la tipología de los valores que será esbozada más adelante. La tensividad, pues, no tiene contenido propio: no es más que el lugar de encuentro, el punto de fusión, la línea de batalla donde la intensidad se apodera de la extensidad, donde un plano del contenido intensivo se une a un plano de la expresión extensivo. La teoría misma se convierte en semiosis.

Semiótica 1, en el mismo artículo mencionado anteriormente alude a la presencia del metalenguaje en la teoría, e identifica esta última como una «jerarquía de metalenguajes». Sin embargo, en la medida en que la intensidad subjetal de los estados de alma se anticipa a la extensidad de los estados de cosas, se trata más bien de un protolenguaje, tal como lo deja entender Cassirer: «Sin el hecho de que un sentido se manifieste en algunas vivencias perceptivas, la existencia permanecería muda para nosotros»7. Todo pasa como si el enunciado fundador enunciase: «En el principio era el afecto…».

2. LOS MODOS SEMIÓTICOS

La noción de modo es abordada por la lingüística, la gramática y la semiótica, pero cada vez con un matiz particular. En el Curso de lingüística general (CLG), Saussure distingue, con el propósito de señalar la diferencia entre las relaciones paradigmáticas y las relaciones sintagmáticas, los términos in praesentia, efectivos, de los términos in absentia, virtuales. Semiótica 1 añade un tercer modo: la actualización. Finalmente, Tensión y significación8 lleva esta cifra a cuatro, confiando a la potencialización la tarea de recoger y guardar las trazas del discurso. Desde el punto de vista gramatical, en el estudio titulado Ensayo de una teoría de los morfemas, Hjelmslev demanda a los modos que «administren» la realidad:

En los modos, la dimensión más resistente es la de no-realización/realización (significación dubitativa o asertiva, expresada en muchas lenguas por la entonación, por ejemplo la interrogación), y la segunda dimensión es la de realización deseada y la de su negación (hay, por ejemplo, realización deseada en el imperativo)9.

Este recuerdo sucinto requiere dos observaciones: (i) la cuestión de los modos es una cuestión abierta; (ii) los modos aparecen como el plano de la expresión de una semiosis que tiene por plano del contenido las modalidades, y singularmente la modalidad estructurante del poder-hacer, la cual distribuye dos esferas existenciales: la esfera transitiva del «yo puedo» y la esfera intransitiva del «yo no puedo». Así, los modos afectan a la narratividad por cuanto esta última tiene por pivote la carencia.

2.1 El modo de eficiencia

Tarde o temprano, la reflexión necesita imágenes. Nosotros representamos la actividad discursiva como un campo de presencia en el cual las magnitudes semióticas entran y salen. Si permanecen fuera del campo de presencia que, en nombre de alguna regla vigente, las rechaza, las declara prescritas, se las considera virtualizadas; si permanecen en el interior del campo de presencia, se dice que están actualizadas, a la espera de ser realizadas. El tratamiento de estas significaciones constituye un capítulo completo sobre el sentido.

La entrada en el campo de presencia puede realizarse de dos maneras diferentes: según el «sobrevenir» [survenir], o bien según el «llegar a» [parvenir]. En esta dupla de modalidades aspectuales, el «sobrevenir» es el término marcado. Para darnos cuenta de la medida de su importancia, conviene suponer, siguiendo a Cassirer, la primacía de la afectividad, que recibe la denominación, discutible en francés, de fenómeno de expresión: «Pues toda realidad efectiva que captamos no es, en su forma primitiva, la de un mundo preciso de cosas, erigido ante nosotros, sino más bien la certeza de una eficiencia viviente, experimentada por nosotros»10. En razón de esa prevalencia del «sobrevenir», el sujeto es primero un sujeto del padecer, es decir, después de catálisis, un sujeto que no puede no padecer [dicho de otro modo, que no puede dejar de padecer].

Si la intensidad del afecto es fácil de notar puesto que tiene por plano de la expresión la exclamación, el plano del contenido es difícil de constatar y de desenmarañar: ¿cuál es la receta, es decir, el análisis de esa culminación, de ese éxtasis? En los Cuadernos, Valéry vuelve con frecuencia al análisis del afecto, y especialmente del afecto, sin duda cardinal, que constituye la sorpresa, y que él la vincula con la «velocidad de propagación»: «Sorpresa es el efecto de una velocidad de propagación». Esa velocidad depende de la intensidad y del estado (de espera)11. De una manera general, según Valéry, la rapidez comanda el aparecer, y por lo tanto, la catálisis de la sub-valencia de tempo es a sus ojos de derecho:

La velocidad máxima en el mundo real absoluto es la del reflejo (la de la luz es una pura noción, una escritura-). Pero el hombre no puede sentir nada más rápido que su propio cambio más rápido. Esa velocidad es la que hay que introducir en las ecuaciones psicológicas universales. Y tomarla como unidad.

Esa velocidad actúa en todos nuestros pensamientos, está implicada en todas nuestras ideas- y no puede ser de otra manera12.

Bajo esta premisa, el tempo dirige el modo de eficiencia:

rapidez

lentitud

«sobrevenir»

«llegar a»

La velocidad por sí sola no da cuenta de ese misterio epistémico: la vivencia de la intensidad. La interdependencia estructural de la elasticidad de la velocidad y de la elasticidad de la duración es la que permite comenzar a pensar. En otro fragmento de los Cuadernos titulado La noción de Brusco. El Choque, Valéry escribe:

Mecánicamente –el choque es una variación consumada de velocidad en un tiempo infinitamente breve– y por tanto durante un desplazamiento infinitamente pequeño. La fuerza resulta infinita –es decir, inversa al tiempo infinitamente pequeño. Las fuerzas distintas a las desarrolladas por el choque se convierten en desdeñables13.

El tempo, bajo las modalidades de la aceleración y de la ralentización, se convierte en una de las condiciones del aparecer. Con seguridad, unas líneas clarividentes no constituyen una teoría pero si leemos este fragmento literalmente, es decir, adhiriéndonos a él, sale a la luz la hipótesis según la cual el tratamiento de la significación concierne a lo que nosotros designaremos, por el momento, como una cantidad no numérica. En esta perspectiva que se deja entrever, algunas magnitudes tendrán, según el caso, el estatuto de productos en el caso de correlaciones conversas; de cocientes en el caso de correlaciones inversas; pero todavía no estamos ahí. Esta cantidad no numérica es a su vez una estructura, puesto que la formulación más abstracta del sentido que nos aventuramos a proponer quisiera que el sentido se presentase como el comercio oscuro de la medida y del número, y después de catálisis de nuestra opción categorial: de la medida intensiva y del número extensivo.

El reconocimiento de la preeminencia del tempo encierra aun dos méritos: (i) en el principio de la distancia posiblemente «infinita» entre el «sobrevenir» y el «llegar a», la diferencia de tempo discrimina las magnitudes que para el sujeto tienen valor de evento: tendrá valor de evento la magnitud que marque un sobrevenir validado por las morfologías y los procesos que ella controle. (ii) La diferencia de tempo regula, controla la compostura modal del sujeto, es decir, desde el punto de vista semiótico, su identidad: «Todo lo que vemos en la vigilia está, en alguna medida, previsto. Esa previsión hace posible la sorpresa. Si una intensidad suficiente, o una rareza suficiente, nos cogen desprevenidos, eso quiere decir que con menos [intensidad, rareza] estaríamos preparados»14. Por lo que se refiere a la terminología, diremos que la esfera del «sobrevenir» es la del evento; la del «llegar a», la esfera del ejercicio. El último capítulo de De la imperfección, de Greimas, titulado La espera de lo inesperado se inscribe en esta perspectiva.

Considerado como tensión entre el «sobrevenir» y el «llegar a» en cuanto a la función; como tensión «entre lo que adviene espontáneamente, solamente actúa por su instantaneidad, y lo que soporta ser desarrollado»15, el modo de eficiencia tiene por base la elasticidad, la deformabilidad de las magnitudes, gráficamente:

Lo que distingue el punto de vista semiótico es la fidelidad a la semiosis, a la «función semiótica (Hjelmslev), la cual afirma la solidaridad de un plano del contenido y de un plano de la expresión. La afirmación de que la detonación del «sobrevenir» se halla en la base del evento se refiere al plano del contenido. ¿Pero qué pasa en el plano de la expresión? Una vez más, los Cuadernos de Valéry nos proporcionan elementos de reflexión: el evento activa el «sistema PR», es decir, «pregunta-respuesta» a partir del postulado: «Todo hecho mental no es más que pregunta y respuesta»16. Las dos magnitudes acopladas no tienen la misma importancia, pues otro fragmento subraya la facticidad de la pregunta: «Incluso cuando él pregunta, el espíritu es respuesta»17. El no-yo dirige una pregunta al yo, el cual responde con otra pregunta cuya respuesta, en el mejor de los casos, es diferida. La respuesta es, pues, el término marcado, y la gravitación existencial del evento radica justamente en la no-actualización de toda respuesta: «Estupor es supresión de respuestas. El ser queda reducido a la primera mitad de los tiempos –nada de respuestas– mientras que la regla es siempre respuesta (cualquiera que sea)»18. Pensamos que la fenomenología debería tomar en cuenta esta intrincación de la dimensión evenemencial del sobrevenir con el «sistema PR».

2.2 El modo de existencia

Articulado según [mira vs captación], el modo de existencia formula las consecuencias subjetales de la autoridad del modo de eficiencia. Para pensar la relación del sujeto al objeto, la semiótica ha admitido tácitamente la intencionalidad fenomenológica, tal como aparece principalmente en la obra de Merleau-Ponty, pero es difícil, como hemos indicado, conjugar la evenemencialidad con la intencionalidad fenomenológica. Lo que caracteriza a esta última es su indiferencia al tempo, a la virtud ontológica, «poética» del tempo, mientras que las conmutaciones afectivas y las conmutaciones perceptivas están en nuestra opinión, a su merced:

Desde el punto de vista actancial, en la esfera del «sobrevenir», la voz pasiva prevalece sobre la voz activa. Según Cassirer: «Este pensamiento [el pensamiento mítico] no es impulsado por la voluntad de comprender el objeto, en el sentido de abarcarlo con el pensamiento y de incorporarlo a un complejo de causas y de consecuencias: es simplemente poseído por él»19. En esas condiciones, la captación ajusta tres estratos significantes: la vivacidad del tempo, la pasivación del sujeto y la religiosidad en la medida en que lo religioso potencializa un evento prodigioso. El modelo de la «exclusa»20 (Deleuze) permite subordinar el ejercicio al evento. Lo religioso se relaciona ante todo con la vehemencia de la intensidad: «El único núcleo firme que nos queda para definir el «mana» es la impresión de extraordinario, de inhabitual y de insólito. Lo esencial aquí no es lo que encierra el término, sino esa determinación misma, ese carácter de insólito»21. Lo religioso no es tal vez más que eso. No porque importa es potencializado: importa porque es potencializado. Si la hipótesis de los modos semióticos es validada, debería conducir a relativizar el dominio de la sincronización sobre la proyección de la significación. La conexión del tempo y de la voz se presenta así:

2.3 El modo de junción

Articulado según [implicación vs concesión], el modo de junción formula las consecuencias objetales de la autoridad del modo de eficiencia. El modo de junción aborda la praxis discursiva como una modificación del contenido del campo de presencia, la cual se produce brusca, brutalmente, en el caso del evento, o bien en progresión, o sea, de manera insensible, en el caso del ejercicio. Eso puede ocurrir también por una operación de selección, por retiro de una magnitud que «un buen día» deja de cumplir la función prevista. Pero puede llegar asimismo por una operación de mezcla, por la razón inversa. En efecto, cualquiera que sea su orientación, esas operaciones les interesan a los sujetos en el más alto grado para que las demanden, para que las exijan, si tienen los medios, las razones y las justificaciones para ello. Aquí interviene la alternancia propia del modo de junción: si una justificación de buena fe, consensual, puede ser producida, diremos que el modo de junción seleccionado es la implicación; el hecho y el derecho están en concordancia, en resonancia el uno con el otro. En cambio, si el hecho y el derecho son discordantes; si el hecho prevalece sobre el derecho, manifestándose principalmente por las locuciones conjuntivas adversativas: «a pesar de que», o «aunque», o «sin embargo», diremos que el modo de junción operante es la concesión. Sea gráficamente:

Por lo que respecta a la semiosis, el modo de eficiencia concierne al plano del contenido; el modo de junción, al plano de la expresión.

Imprevisto, intempestivo, el evento subsume la concesión. En principio, el evento es un islote perdido en el océano de las implicaciones habituales, y afecta fundamentalmente a los procesos, mucho más que a los estados de cosas. Sin embargo, Valéry, espíritu profundamente sensible a la punzada de la concesión, considera a veces su generalización: «Todo lo que existe, si no existiera, sería altamente improbable»22. El autor de los Cuadernos enlaza con el thaumazein de los primeros pensadores griegos. A la extensión indefinida de esa modalidad juntiva, Valéry le da el nombre de «extraño»:

Un hombre no es más que un poste de observación perdido entre lo extraño. De golpe, se da cuenta de que está hundido en el sinsentido, en lo inconmensurable, en lo irracional; y todo le parece infinitamente extraño, arbitrario, inasimilable. Su mano delante de él le parece monstruosa. –Deberíamos decir: Lo Extraño– como se dice el Espacio, el Tiempo, etc.23

3. LOS VALORES

En el CLG, Saussure afirma la centralidad del valor, es decir, que debe constituir el punto de vista que ha de prevalecer: «[…] la lengua es un sistema de puros valores a los que nada determina fuera del estado momentáneo de sus términos»24