De mujeres históricas a historiadoras - Carolina Abadía Quintero - E-Book

De mujeres históricas a historiadoras E-Book

Carolina Abadía Quintero

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Beschreibung

En 75 años de historia, la Universidad del Valle se ha destacado por ser líder en la formación de nuevos profesionales y en la generación de conocimiento continuo con gran impacto a nivel regional, nacional e internacional. Nuestro compromiso como institución universitaria en dicho tiempo ha sido no solo el de garantizar los procesos educativos, sino también asegurar una educación de calidad que posibilite la creación de mejores oportunidades de vida profesional a nuestros egresados. En este discurrir misional, la universidad se ha destacado por ser una de las primeras instituciones de educación superior en preocuparse por formar y apoyar a las mujeres de distinta condición y privilegio. No se puede dejar de lado que cuando fue fundada el 11 de junio de 1945 como Universidad Industrial del Valle del Cauca, nuestra alma mater ofertó programas académicos propicios para la educación femenina como fue el caso del programa de Enfermería. No obstante, a medida que se dieron avances en la apertura de espacios de formación y ciudadanía femenina, la universidad se convirtió, y aún lo sigue siendo, en una institución que promovió la aceptación de mujeres en diversos espacios de conocimiento, demostrando que sus programas académicos tienen como principio de ingreso la aceptación por méritos y no por estrategias de sexualización. Con esto, la posibilidad de que las mujeres se formaran en las ingenierías, las ciencias básicas, las ciencias de la salud, las artes, las ciencias sociales y humanas ha sido una realidad y un principio rector de esta institución.

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Abadía Quintero, Carolina

De mujeres históricas a historiadoras. Investigaciones y aportes femeninos a la historia de Colombia, siglos XVIII al XXI / Carolina Abadía Quintero, Caroline Hung, Mariana Rivera Zapata, Camila Ruíz Portela, Paula Andrea Franco, Editoras.

Cali : Universidad del Valle-Programa Editorial, 2023.

408 páginas ; 24 cm. -- (Colección: Ciencias Sociales-Historia)

1. Mujeres-2. Mujeres en la historia-3. Liderazgo Femenino-4. Estudios de género-5. Historia de Colombia

305.4 CDD. 22 ed.

A116

Universidad del Valle-Biblioteca Mario Carvajal

Universidad del Valle

Programa Editorial

Título: De mujeres históricas a historiadoras. Investigaciones y aportes femeninos a la historia de Colombia, siglos XVIII al XXI

Editoras: Carolina Abadía Quintero, Caroline Hung, Mariana Rivera Zapata, Camila Ruíz Portela, Paula Andrea Franco

ISBN: 978-628-7617-36-0

ISBN-PDF: 978-628-7617-37-7

ISBN-EPUB: 978-628-7617-39-1

DOI: 10.25100/PEU.7617360

Colección: Ciencias Sociales-Historia

Primera edición

© Universidad del Valle

© Editoras, Autoras

Diseño de carátula: Ángela María Arboleda Mera

Diagramación: Jorge Alejandro Soto Pérez

Corrección de estilo: Juan Carlos García (G&G Editores)

_______

Esta publicación fue sometida al proceso de evaluación de pares externos para garantizar altos estándares académicos. El contenido de esta obra corresponde al derecho de expresión del autor y no compromete el pensamiento institucional de la Universidad del Valle, ni genera responsabilidad frente a terceros. El autor es el responsable del respeto a los derechos de autor y del material contenido en la publicación, razón por la cual la universidad no puede asumir ninguna responsabilidad en caso de omisiones o errores.

Prohibida la reproducción total o parcial en cualquier forma, o por cualquier medio, sin autorización escrita de la Universidad del Valle.

Cali, Colombia, abril de 2023

Diseño epub:Hipertexto – Netizen Digital Solutions

PRÓLOGO

UNIVERSIDAD DEL VALLE 75 AÑOS: LÍDER REGIONAL EN LA FORMACIÓN DE MUJERES CIENTÍFICAS

Édgar Varela Barrios

Rector, Universidad del Valle

En 75 años de historia, la Universidad del Valle se ha destacado por ser líder en la formación de nuevos profesionales y en la generación de conocimiento continuo con gran impacto a nivel regional, nacional e internacional. Nuestro compromiso como institución universitaria en dicho tiempo ha sido no solo el de garantizar los procesos educativos, sino también asegurar una educación de calidad que posibilite la creación de mejores oportunidades de vida profesional a nuestros egresados. En este discurrir misional, la universidad se ha destacado por ser una de las primeras instituciones de educación superior en preocuparse por formar y apoyar a las mujeres de distinta condición y privilegio. No se puede dejar de lado que cuando fue fundada el 11 de junio de 1945 como Universidad Industrial del Valle del Cauca, nuestra alma mater ofertó programas académicos propicios para la educación femenina como fue el caso del programa de Enfermería. No obstante, a medida que se dieron avances en la apertura de espacios de formación y ciudadanía femenina, la universidad se convirtió, y aún lo sigue siendo, en una institución que promovió la aceptación de mujeres en diversos espacios de conocimiento, demostrando que sus programas académicos tienen como principio de ingreso la aceptación por méritos y no por estrategias de sexualización. Con esto, la posibilidad de que las mujeres se formaran en las ingenierías, las ciencias básicas, las ciencias de la salud, las artes, las ciencias sociales y humanas ha sido una realidad y un principio rector de esta institución.

Si bien es mucho el camino que falta por recorrer para lograr una educación de equidad, libre de violencias contra la mujer, desde distintas iniciativas la Universidad del Valle ha venido trabajando para apoyar y visibilizar a profesoras, egresadas, estudiantes y funcionarias que en el día a día se destacan desde sus ámbitos profesionales en la generación de conocimiento científico, tecnológico e innovador, en los procesos de formación educativa con calidad, y en la creación de iniciativas de investigación y extensión en las que se denotan los liderazgos femeninos.

Este libro nos remite a las experiencias, reflexiones y propuestas de investigación de nuestras historiadoras de la Universidad del Valle, así como a todas las mujeres que en 75 años de fundación han hecho historia por y para nuestra alma mater. Con esto quiero plantear que este libro, con sus editoras y autoras, reivindica el quehacer profesional y el aporte científico realizado por todas y cada una de las mujeres que han hecho parte de nuestra historia institucional. Ahora bien, hay que resaltar que el Departamento de Historia, que en el 2022 cumple 60 años de creación, es una de las unidades académicas que en la Facultad de Humanidades se ha destacado por la formación de historiadoras, muchas profesoras e investigadoras en otras instituciones universitarias de prestigio a nivel nacional e internacional. Esto, aunado con la apertura crítica de líneas de investigación en Historia y Género e Historia de las Mujeres, más la inserción femenina en otros campos historiográficos y del conocimiento social, es muestra de la importancia en términos de calidad académica y de impacto en la generación de saberes históricos que sin duda dicha unidad aporta a la memoria histórica de nuestra región y de nuestro país.

De mujeres históricas a historiadoras es relevante no solo porque resalta las iniciativas de nuestras investigadoras, indiferente del nivel de formación u ocupación, sino también porque demuestra la actualidad del conocimiento historiográfico, de las investigaciones histórico-sociales, y de las posibilidades de estudio y problematización que de manos de nuestras estudiantes, profesoras, investigadoras y egresadas constituyen una agenda de reflexión disciplinar. El libro surge de un evento realizado en conmemoración del Día de la Mujer en el año 2020, y ambos —libro y evento— son ejemplo del liderazgo de nuestra universidad en la formación de mujeres profesionales a lo largo de estos 75 años de historia. Como tal, el texto contiene 15 artículos que son producto de las investigaciones y tesis de 16 investigadoras vinculadas por formación, acción y ejercicio a la historia univalluna, los cuales evidencian la complejidad de la acción femenina en la historia, de los diversos roles, resistencias, procesos vividos por las mujeres, así como también de las experticias de las historiadoras que no temen hablar de la guerra, de los contextos políticos y económicos. Quiero resaltar además que este es sin duda un texto destacado para la historia regional no solo vallecaucana sino del suroccidente colombiano, en tanto da cuenta de devenires históricos que se remontan al siglo XVIII hasta llegar a la primera década del siglo XXI, y que pasan por diversos ámbitos de estudio como la experiencia de las mujeres en la independencia, en los espacios educativos y literarios, la vida conventual femenina, los estudios de historia económica, política y arte, la agencia histórica femenina y los estudios sobre género y violencia.

Como rector de la Universidad del Valle invito a la comunidad univalluna, a la sociedad vallecaucana y a los lectores en general a valorar este esfuerzo académico y editorial que, apoyado desde nuestra alma mater, reivindica y visibiliza los trabajos de las mujeres en el campo intelectual e histórico-científico, y que nos posiciona como institución líder en la formación de historiadoras, docentes, investigadoras y profesionales.

CONTENIDO

INTRODUCCIÓN

PARTE 1VISIBILIZANDO HISTORIAS MUJERILES

CAPÍTULO 1

AUTO ACUSATORIO DE REBELDÍA EN EL MONASTERIO DE LA PURA Y LIMPIA CONCEPCIÓN. PROVINCIA DE PASTO, 1764-1789

Marcela Criollo Sánchez

CAPÍTULO 2

ESTADO E IDENTIDAD FEMENINA EN LA NUEVA GRANADA: DE LA COLONIA A LA REPÚBLICA, 1800-1820

María José Mosquera Ruiz

CAPÍTULO 3

PARTICIPACIÓN ECONÓMICA DE LAS MUJERES EN LA INDEPENDENCIA, EL CASO DE CALI, 1816-1818

Paula Andrea Franco Salazar

CAPÍTULO 4

EL APURO DEL CÁLIZ DEL DOLOR.LA EXCLAUSTRACIÓN Y EL DIARIO DE VIAJE A QUITO DE LAS MONJAS DEL CONVENTO DE NUESTRA SEÑORA DE LA ENCARNACIÓN DE POPAYÁN, 1863-1864

Carolina Abadía Quintero

PARTE 2LAS MUJERES COMO AGENTES DE CAMBIO

CAPÍTULO 5

LA REPRESENTACIÓN DE LA MUJER EN LAS NOVELAS REGIONALES VALLECAUCANAS DE FINALES DEL SIGLO XIX

Diana Yesenia Colina

CAPÍTULO 6

APROXIMACIÓN HISTORIOGRÁFICA SOBRE LA PARTICIPACIÓN DE LAS MUJERES EN LOS PROCESOS DE ESCOLARIZACIÓN FEMENINA EN COLOMBIA (1886-1930)

Mónica Lizeth Alonso Ramírez, Angie Andrea Gómez Lemos

CAPÍTULO 7

RECONSTRUCCIÓN DE LA MEMORIA DEL CAMPO POÉTICO FEMENINO EN GUADALAJARA DE BUGA: NORA PÓLTER (1897-1990)

Camila Ruíz Portela

CAPÍTULO 8

DERECHOS PATRIMONIALES DE LAS MUJERES CASADAS EN COLOMBIA: UN DEBATE DE OPINIÓN PÚBLICA LIBERAL (BUGA Y CALI, 1930-1932)

Judith C. González Eraso

CAPÍTULO 9

IMAGINARIOS EN TORNO A LAS MUJERES CALEÑAS: UNA REVALORIZACIÓN HISTÓRICA, 1960-1980

Catalina Ortiz Echeverry

PARTE 3LAS HISTORIADORAS Y OTRAS FORMAS DE HACER HISTORIA

CAPÍTULO 10

CAMILO TORRES RESTREPO: CONFLICTO Y RADICALIZACIÓN, 1965-1966

Mariana Rivera Zapata

CAPÍTULO 11

¡TINAS Y REGISTROS DE MARCAS! TRANSFORMACIONES EN LAS PRÁCTICAS GANADERAS Y USOS DEL GANADO EN CALI, 1910-1940

Mónica Tatiana Méndez González

CAPÍTULO 12

UNA APROXIMACIÓN AL TEMA DEL CARNAVAL EN EL CONTEXTO DE GUERRA (LA HORMIGA, PUTUMAYO)

Lina Marcela Ospina

PARTE 4GÉNERO E HISTORIA

CAPÍTULO 13

ESTUDIOS DE LA MUJER Y LA CONSTRUCCIÓN DE EQUIDAD DE GÉNERO EN LA HISTORIA

Nancy Motta González

CAPÍTULO 14

GILMA MOSQUERA TORRES Y SU HÁBITAT PACÍFICO: NUEVOS RELATOS DE LA ARQUITECTURA EN COLOMBIA

Nayibe Katherine Arboleda Hurtado

CAPÍTULO 15

LO ESCRITO NO CUENTA LAS VIOLENCIAS CONTRA NOSOTRAS. EL CONCEPTO DE FEMINICIDIO EN COLOMBIA

Caroline Hung

NOTAS AL PIE

LAS AUTORAS

INTRODUCCIÓN

A pesar de los avances de la participación femenina en diversos espacios laborales y académicos, es mucho lo que falta para que las mujeres que nos dedicamos a la ciencia, la tecnología y la investigación seamos más y mejor visibilizadas en los centros e instituciones de educación superior. Superar la barrera del “techo de cristal”, metáfora que describe los continuos obstáculos de diversa índole que impiden el reconocimiento a nuestro trabajo y a nuestra labor, es tal vez uno de los tantos retos por enfrentar en la actualidad. Es de advertir que en Colombia se denota un consecuente empoderamiento científico femenino que es significativo por cuanto permite superar los estereotipos sexistas que circulan en el medio educativo. Aun cuando falta fortalecer las políticas científicas universitarias que posibiliten la visibilización de los aportes de las mujeres investigadoras y científicas, es fundamental que entre nosotras se gesten iniciativas de trabajo, de creación de redes de colaboración que evidencien que son muchas las posibilidades, retos, agendas y acciones existentes para destacar nuestro protagonismo.

Este libro surge con el propósito de exponer la riqueza de las investigaciones de varias historiadoras vinculadas a la Universidad del Valle por ser estudiantes, profesoras, investigadoras y egresadas, quienes no solo se han dedicado al estudio de la historia de género o de las mujeres, sino que demuestran la especialización en otras líneas historiográficas como la historia económica, la historia política, la historia cultural o la historia de la iglesia en diversos periodos temporales, demostrando los amplios campos en que las historiadoras hemos participado. Este libro es la unión de un grupo de investigadoras que, reunidas en una iniciativa denominada “Mujeres haciendo Historia”, queremos mostrar nuestras agendas de reflexión y estudio que en suma constituyen un aporte significativo para la historia del suroccidente colombiano. Así nos unimos en una red colaborativa, de solidaridad científica, que nos permite reconocer nuestros talentos y reflexiones. Si bien la historiografía tradicional ha invisibilizado con frecuencia los aportes científicos y tecnológicos de las mujeres en los diversos campos del quehacer científico, por su condición de sexo, raza, grupo étnico e identitario, clase social, edad y niveles de conocimiento, esta es una ventana que deja entrever el trabajo de científicas sociales de trayectoria como de aquellas que inician su camino en la investigación.

Con esto, los artículos que componen este texto exponen la riqueza de nuestros trabajos constituidos por interpretaciones, fuentes, análisis, balances historiográficos y conceptuales, metodologías que manifiestan las perspectivas con las que de manera cotidiana enfrentamos nuestros procesos y proyectos de investigación. Los temas y problemas que este libro aborda muestran los diversos tipos de agencia, participación y liderazgo de las mujeres en diversos acontecimientos de la Historia, los cuales no han sido abordados de manera amplia y problemática por la historiografía, y que por ende requieren atención; a la vez, se exponen reflexiones analíticas en los que el conflicto, la vida política, económica, local y regional, se nutren de nuevas visiones y explicaciones brindadas por las fuentes históricas. Desde esta perspectiva no solo se presentan problemas ligados a la agencia y devenir histórico femenino en Colombia, sino que también se muestran las reflexiones que se están haciendo desde otras formas de hacer Historia. Con esto, la mujer es concebida como sujeto y objeto de estudio, como protagonista de historias e intérprete de estas, como agente y científica.

Desde una visión de conjunto es necesario mencionar que los procesos históricos que se abordan en este libro abarcan desde el siglo XVIII hasta el siglo XXI, y que, si bien la perspectiva predominante es la del análisis micro, destacándose los trabajos sobre Cali, hay interpretaciones ubicadas en la escala regional y nacional. Sobresalen, así mismo, una gran variedad de métodos y metodologías entre las que se encuentran la hermenéutica documental, el método etnográfico, el análisis visual, la historia oral o la biografía; así como una propuesta clara de interdisciplinariedad pues varios análisis planteados surgen del diálogo entre la Literatura, la Antropología, la Sociología y, por supuesto, la Historia. No sobra decir que existe también una importante riqueza documental que se exhibe con el análisis de diversos tipos de fuentes históricas que pasan por la prensa, documentos de archivo, obras literarias, diarios de viaje, fotografías y fuentes orales. Este libro es la expresión, entonces, de nuestros liderazgos en el campo del conocimiento, de nuestras experiencias y experticias, de nuestros aportes significativos al escenario científico de la Historia y las Ciencias Sociales.

ACERCAMIENTOS REFLEXIVOS A LAS MUJERES HISTORIADORAS Y LAS MUJERES EN LA HISTORIA

¿Cómo la mujer se apropió de su figura de investigadora de la Historia en el campo de las Ciencias Sociales? Anteriormente se hablaba que solo por el hecho de ser mujer se debía de investigar sobre mujeres, esta visión fue cambiando con el tiempo por lo que en la actualidad el rol no condiciona el quehacer disciplinar, y desde los escenarios de formación profesional se tiene la intención de seguir aportando y formando futuras profesionales que tengan otras salidas disciplinares, teóricas, conceptuales, metodológicas, analíticas, y hasta pedagógicas propias del quehacer histórico, favoreciendo el ejercicio autónomo de aportar a la investigación y a la producción propia de saberes en las Ciencias Sociales y Humanas. Así, a inicios del siglo XX, por los esfuerzos del gobierno nacional y de la Academia Colombiana de Historia, surgen las primeras iniciativas institucionales por ahondar en la Historia de Colombia; de esta época destaca la figura de Soledad Acosta de Samper, primera mujer en ser reconocida como parte de la mencionada Academia, que como institución fue la encargada, en la primera mitad del siglo XX, de fomentar los estudios históricos en el país, y de orientar los contenidos de enseñanza y divulgación de la historia en los espacios educativos1. Sin embargo, fue hasta la década de los sesenta del pasado siglo XX que empezaron a surgir las primeras escuelas de Historia profesional, vinculadas poco después al ámbito universitario, desarrollo intelectual y profesional que vislumbró un nuevo horizonte para las investigadoras en Historia:

El nacimiento de las modernas Ciencias Sociales y Humanas en el país se dio a partir de la Escuela Normal Superior, allí se formaron los primeros y primeras profesionales de tales disciplinas, convirtiéndolas, simultáneamente con los hombres y por primera vez, en pioneras de la docencia e investigación de las ciencias sociales y la cultura, y en formadoras y paradigmas de otras mujeres que a su vez se encargaron de multiplicar, a través de la cátedra universitaria, lo aprendido con sus maestras.2

Lo anterior sirve para observar cómo en un principio y antes de la aparición de estas instituciones, la Historia fue concebida solo como masculina y androcéntrica, pues la academia desde sus espacios afirmó y visibilizó personajes masculinos; es decir, los padres fundadores de la nación colombiana, ignorando las valiosas participaciones de las mujeres en la historia nacional. Así, desde que las mujeres investigan y analizan científicamente diferentes aspectos de la humanidad, cada enfoque disciplinar que se le da a la investigación histórica es significativa, como lo fue en Colombia a la mitad final del siglo XX y comienzos del siglo XXI, con la participación de las profesionales en el nacimiento, crecimiento y desarrollo de las Ciencias Sociales y Humanas en los entornos universitarios y científicos, lo cual constituye una influencia clara en las reflexiones sobre la sociedad colombiana3.

A pesar de esta vinculación, los aportes femeninos a la ciencia y sus disciplinas todavía son mayoritariamente desconocidos, sin contar con que en la realidad actual siguen marcadas por la brecha de género en las actividades académicas y profesionales de dicho campo. La escasa participación de mujeres en áreas de debate público sigue siendo un tema recurrente en el ámbito académico, en relaciones interpersonales, institucionales y laborales. Por ello, con la creación de “Mujeres haciendo Historia”, en el año 2019, surgió un escenario seguro que pretende sumarse a las iniciativas sustentadas en la evidencia del trabajo de las investigadoras en Historia pues la academia se ha acostumbrado a hablar desde una mirada androcéntrica, que apenas hace unos años, con la apertura de los primeros enfoques feministas, logró enfrentar los vacíos y la visión excluyente de la llamada Historia con H mayúscula, de la que aún se espera, por ser escenario donde se construye conocimiento, sea libre de prejuicios y subestimaciones4. Así, pues, este libro da la oportunidad de dejar sustentadas las investigaciones presentes a través de una propuesta política de género5, cuyos pilares son la sororidad entre colegas. Es decir, una complicidad donde se piensa en conjunto, se forman relaciones horizontales, se cree en la colectividad y se aprecian los saberes y autorías de cada integrante. Lo anterior, aunque pueda resultar básico en cualquier trabajo colaborativo, se enaltece, porque recoge una genealogía de mujeres que deciden aportar su perspectiva a la historia.

Otro aspecto que resulta de este trabajo es observar y explicar la ausencia6. Si bien la mejor manera de darles protagonismo a las mujeres que construyen y hacen parte de la historia es contar sus presencias, también se deben narrar sus ausencias. ¿Cómo se están explorando los discursos para superar brechas de género?, ¿qué pensamiento crítico se está produciendo e integrando?, ¿dónde se ve mayor ausencia historiográfica?, o ¿qué restringe que las mujeres hagan historia?, ¿cómo pensamos nuestra participación para la producción y divulgación de la historia? Todos estos interrogantes tratan, además, esa distancia entre la práctica, el discurso y la realidad.

Para fortalecer una propuesta de visibilización es fundamental partir de las premisas del reconocimiento de los saberes, las potencialidades, ampliar los significados en torno a la construcción de nuevos sujetos y a la renovación teórica y metodológica. Esta es una clara invitación a descolonizar los elaborados cuerpos teóricos y a cuestionarnos la historia tradicional que nos ha llevado a verdades universales, heteronormadas y patriarcales. Como sujetos históricos y también productoras de conocimiento, la capacidad de agencia nos habla de que no es solo un rescate de las mujeres en las fuentes sino de generar estudios con perspectiva de género y de potencializar la producción y participación académica, con el fin de brindar herramientas, espacios de reflexión y situarnos en un lugar central dentro de la disciplina histórica.

Somos nosotras quienes enfrentamos una serie de obstáculos estructurales que se manifiestan de manera diferencial para lograr nuestros derechos y por ende alcanzar una ciudadanía plena, es el momento de empezar a discutir los obstáculos que diariamente este mundo patriarcal impone en los diversos escenarios donde nos desenvolvemos. En este caso desde la producción histórica intentamos contar con mayores herramientas para derribar el “techo de cristal” desafío que enfrentamos como mujeres en nuestros trabajos, hogares, en las calles y en todos los escenarios que habitamos. Pese a los obstáculos que nos impone el patriarcado, muchas mujeres a través de la historia siempre han asumido posiciones de resistencia y lucha contra el rol de la subordinación y por el reconocimiento de nuestros derechos.

Por ello, la influencia de los feminismos para nuestra disciplina se convierte en una apuesta política y de posicionamiento de nuestra agenda para despatriarcalizar paulatinamente las bases hegemónicas de la academia; aquellos intereses de las investigadoras por vincular a más colegas y dentro del ejercicio de escritura, nombrar y proponer nuevos sujetos en las narrativas históricas desde un lenguaje incluyente y equitativo que articule nuevos discursos y, sobre estos, la presencia de categorías renovadas para la discusión en aras de nutrir el debate histórico, esto es, ir más allá de nombrar al género como la categoría útil dentro del debate histórico.

Todo esto nos lleva a concluir que la apuesta académica de este colectivo es tanto en la divulgación de la investigación histórica como en la participación política de las mujeres en los espacios públicos. Esto es una clara evidencia de la necesidad de construir espacios seguros y formativos para el avance de nuestra disciplina y renovación de los caminos transitados de todas aquellas compañeras que siguen reivindicando la importancia de la presencia activa de las mujeres en los escenarios académicos. Con este libro se evidencian los aportes comentados, con lo cual pretendemos contribuir y trabajar para incentivar otros enfoques y líneas de investigación.

ESTRUCTURA DEL TEXTO

Este libro lo hemos estructurado a partir de temáticas que identificamos como afines entre los escritos y propuestas postulados por las autoras, situación que es expresión de las agendas de investigación que se presentan en la actualidad en el escenario investigativo; estas unidades temáticas son: ‘Visibilizando historias mujeriles’, ‘Las mujeres como agentes de cambio’, “Las historiadoras y otras formas de hacer Historia’ y ‘Género e Historia’. La primera parte está conformada por el artículo de Marcela Criollo Sánchez dedicado al estudio de un conflicto en el interior del convento de la Concepción de Pasto y a los recursos de apelación y rebeldía a los que podían apelar las monjas para conseguir beneficios e indulgencia; seguido se encuentra el texto de María José Mosquera quien presenta un balance historiográfico en el que se problematizan los trabajos e investigaciones dedicados a la reflexión de la participación femenina en los procesos de independencia en la Nueva Granada con el fin de exponer un marco explicativo que facilita los estudios de intervención de las mujeres en el periodo enunciado; luego está el documento de Paula Andrea Franco, quien a partir del análisis de las fuentes de Cabildo del Archivo Histórico de Cali analiza cuál y cómo fue la intervención de las mujeres de élite en la guerra de independencia en Cali; y cierra este segmento el texto de Carolina Abadía Quintero que describe el diario de viaje de las monjas agustinas desterradas del convento de la Encarnación de Popayán en el siglo XIX.

Mosquera y Franco demuestran tanto desde la producción historiográfica como desde el análisis histórico la fortaleza que han tomado las reflexiones sobre la participación de las mujeres en uno de los acontecimientos paradigmáticos de nuestra historia; mientras Criollo y Abadía exponen el fortalecimiento de los estudios de vida conventual, en el suroccidente colombiano, línea de investigación que se viene fortaleciendo en el Departamento de Historia, gracias a la identificación de nuevas fuentes documentales en archivos y bibliotecas; así, en ambos casos, se demuestra la relevancia de los estudios conventuales por cuanto es posible identificar la agencia histórica de las religiosas, sus mecanismos de participación, desobediencia y expresión escrita. Esta primera parte tiene entonces como propósito visibilizar en conflictos determinados a mujeres vinculadas a instituciones del orden tradicional, y quienes a pesar de su subordinación cumplieron con roles determinantes en estos escenarios de tensión.

La segunda parte está compuesta por cinco capítulos en los cuales se demuestra cómo la mujer fue agente de cambio histórico en Colombia entre los siglos XIX al XX. En el primero, de autoría de Diana Colina, se explora la representación literaria que sobre la mujer se hizo en tres novelas decimonónicas: María, de Jorge Isaacs; El Alférez Real, de José Eustaquio Palacios; y Julia, de Adriano Scarpetta; el siguiente escrito, de Mónica Alonso y Angie Gómez, es una reflexión historiográfica sobre los textos, autores y estudios que existen acerca de los procesos de escolarización de las mujeres en Colombia de fines del siglo XIX hasta la segunda década del siglo XX; seguido se presenta el texto de Camila Ruíz Portela, quien evidencia, a partir del análisis de la producción y propuesta literaria de la poeta bugueña Nora Pólter, la constitución de un campo poético femenino local; en su artículo Judith C. González expone cómo desde la prensa de Buga y Cali surgieron opiniones diversas sobre la adquisición de derechos patrimoniales de las mujeres; y, finalmente, se presenta el texto de Catalina Ortiz, quien a través del uso de entrevistas a diversas mujeres habitantes de la Cali de los años setenta en el siglo XX, devela los estereotipos e imaginarios que se recrearon sobre las caleñas y su feminidad.

La tercera parte de este libro lo constituyen tres capítulos que brindan diversas visiones sobre la violencia, el conflicto y los procesos económicos en la Colombia del siglo XX, y que representan los aportes interdisciplinares de las autoras a otras líneas de estudio histórico, que son muestra de la importancia de los roles científicos que cumplimos las mujeres en otras áreas. En el primer capítulo, Mariana Rivera Zapata indaga por el último año de vida del padre Camilo Torres Restrepo con el fin de entender el proceso de radicalización política que lo llevó a las filas del ELN; en el siguiente texto, Mónica Tatiana Méndez expone cómo a partir de los estudios de marcas quemadoras de ganado es posible analizar los cambios y la modernización de la práctica ganadera en la primera mitad del siglo XX en Cali; y en el tercer artículo, Marcela Ospina, a partir del análisis conceptual del carnaval, analiza esta celebración festiva en un espacio de conflicto para demostrar la adaptación simbólica de la guerra a las prácticas locales carnavalescas.

La última parte del libro contiene tres capítulos: el de Nancy Motta González, quien presenta un análisis epistemológico del uso de la categoría género en los estudios históricos; el de Katherine Arboleda, quien demuestra el problema de reconocimiento de académicas negras en el contexto universitario, evidenciando la necesidad de visibilizar sus aportes científicos y trayectorias; y el texto de Caroline Hung, quien plantea una propuesta histórico-conceptual para reflexionar sobre el feminicidio en Colombia.

Queremos con este libro evidenciar la actualidad de las investigaciones que muchas nos encontramos realizando no solo en la Universidad del Valle sino en otras instituciones locales, regionales, nacionales e internacionales. Así, nos vinculamos con nuestros saberes y nos unimos en una red amplia, compleja y extensa, en la que nos reivindicamos a nosotras mismas y también a otras profesoras e investigadoras quienes, siendo egresadas de la Universidad del Valle, destacan en el medio académico nacional e internacional demostrando cómo el Departamento de Historia y la Facultad de Humanidades de nuestra alma mater son líderes en la formación y cualificación femenina a lo largo de estos 75 años.

Fortalecer los vínculos por medio del conocimiento de nuestra historia y de nuestras posibilidades, y proyectarnos a nuevos escenarios en el nuevo milenio, es el espacio esperado de difusión y circulación de estos avances y desafíos, tales como conservar la unidad dentro de la heterogeneidad que nos caracteriza. Pensamos que este libro es de lectura obligada para quienes estamos empeñadas(dos) en construir democracia con equidad de género en nuestra región.

Las editoras de este libro agradecemos en especial al profesor Antonio J. Echeverry, en su momento, Secretario General de la Universidad del Valle, quien desde un principio apoyó su edición y publicación, así como las iniciativas que venimos realizando desde el proyecto “Mujeres haciendo Historia”, al entender la importancia de visibilizar el trabajo de las investigadoras de nuestra alma mater. Agradecemos al rector Édgar Varela por su apoyo incondicional a nuestras propuestas; al igual que a la jefatura del Departamento de Historia. Gracias a los aportes de la profesora Nancy Motta González, pionera y líder en nuestra universidad del reconocimiento de las mujeres como objeto de estudio y como profesionales; nuestro mayor homenaje a sus enseñanzas es seguir alumbrando con dedicación y respeto como profesionales, docentes e investigadoras el camino de las historiadoras y científicas sociales del futuro. Consideramos como editoras que caminar las sendas de la reivindicación femenina en el universo científico requiere de mayores y mejores esfuerzos institucionales por crear espacios de reconocimiento de nuestros aportes, novedades e ideas. Seguiremos trabajando juntas —y ojalá de manera masiva, conjunta y solidaria— por que estos espacios de vindicación y reivindicación surjan, se fortalezcan y se mantengan en nuestra universidad.

LAS EDITORAS

(Escrito a diez manos entre Bogotá, Cali, Buga, Jamundí y Sevilla, 2021)

BIBLIOGRAFÍA

Alcázar, Lorena, María Balarin y Grupo Sofía, eds., Desigualdad en la academia: mujeres en las ciencias sociales peruanas, Primera edición. Lima: Grupo Sofía, Grupo de Análisis para el Desarrollo, Instituto de Estudios Peruanos, Universidad del Pacífico, Pontificia Universidad Católica del Perú, 2018.

Clavo Sebastián, María Josefina y María Ángeles Goicoechea Gaona, eds., “Género e historia: Una perspectiva didáctica”, en Miradas multidisciplinares para un mundo en igualdad: ponencias de la I Reunión Científica sobre Igualdad y Género, 147-176. Logroño: Universidad de La Rioja, Servicio de Publicaciones, 2010.

Rueda Enciso, José Eduardo. “Las mujeres y las ciencias sociales y humanas. Contexto histórico”. Antropol. sociol. n.o 10 (2008): 80-81.

Serret, Estela. Qué es y para qué es la perspectiva de género: libro de texto para la asignatura: perspectiva de género en educación superior. Oaxaca: Buenas Prácticas, 2008.

PARTE 1

VISIBILIZANDO HISTORIAS MUJERILES

CAPÍTULO 1

AUTO ACUSATORIO DE REBELDÍA EN EL MONASTERIO DE LA PURA Y LIMPIA CONCEPCIÓN. PROVINCIA DE PASTO, 1764-17897

Marcela Criollo Sánchez

RESUMEN

Por medio del análisis de un auto acusatorio entre la religiosa concepcionista de Pasto María de Santa Elena y la viuda quiteña Juana de Benavidez, en el presente texto se expondrá la adaptabilidad de lo normado por la Corona en territorios indianos entre los años 1764 y 1789, junto a los diversos recursos cotidianos a los cuales las mujeres, aun siendo parte de congregaciones católicas, apelaron para conseguir réditos, indulgencias o beneficios personales y jurídicos. Este caso resulta importante para la historiografía contemporánea porque ejemplifica la agencia en la que algunos grupos femeninos se apoyaron desde finales del siglo XVIII para subvertir o habitar de forma particular lo establecido por las autoridades.

Palabras clave: vida cotidiana conventual, plurifuncionalidad, normativa, agencia.

INTRODUCCIÓN

“Es el claustro una agregación de diversos genios,una copulata de naturales distintos”8

La imagen tradicional que posiciona el claustro como un espacio de aislamiento social y de ‘fuga mundi’ femenino ha sido rebatida en los últimos años por la historiografía hispanoamericana9, ya que contrario a la aparente relegación de las mujeres tras muros de piedra, se ha consolidado la idea de estudiar a monjas y beatas como un particular grupo que por medio del acceso conventual, participaron activamente de oficios administrativos, realizaron negocios con la élite local, constituyeron diversas redes intelectuales y, sobre todo, fueron pilar del orden social en el periodo colonial neogranadino. El trabajo que se desarrolla a continuación plantea aportar a esta visión del claustro y de las mujeres que lo habitaron, siguiendo la propuesta metodológica sobre la plurifuncionalidad10 del espacio conventual y la teoría de redes11. Desde este enfoque, se evidencia la necesidad de reivindicar los lazos que ataban el convento a la sociedad civil y, en esa medida, perfilar la idea de que las comunidades religiosas femeninas en el Nuevo Reino de Granada cumplieron actividades que respondían tanto a factores espirituales como a diversas esferas de la vida secular. Por medio de la descripción y posterior análisis del auto acusatorio entre la señora Juana de Benavidez, viuda quiteña, y María de Santa Elena, religiosa de coro del Monasterio de la Pura y Limpia Concepción de Pasto, quedará en evidencia la adaptabilidad de lo normado por la Corona y los diversos recursos cotidianos a los cuales las mujeres apelaron en este periodo para conseguir réditos, indulgencias o beneficios personales y jurídicos. A su vez, se observará la amplia red económica que circundaba el Monasterio de la Pura y Limpia Concepción durante el siglo XVIII y la gran interacción que llegó a construir con la Provincia. La plurifuncionalidad del claustro servirá en este momento como un elemento metodológico para acercarnos a la historia de una de las comunidades religiosas más antiguas y a su cotidianidad, pero, además, dará elementos para ahondar en el espinoso camino de la legislación indiana y su adaptación en el Nuevo Reino de Granada.

Con el interés de dar desarrollo a esta propuesta bajo una perspectiva histórica, se ha decidido estructurar el trabajo en dos partes. La primera de ellas estará dedicada a contextualizar temporal, espacial y cotidianamente la Congregación Concepta y el Monasterio fundado bajo esta advocación. Para ello, se hará uso de diversos documentos que desde el siglo XVI hasta el siglo XVIII custodia el archivo privado del Monasterio en la ciudad de Pasto. Acto seguido, para llegar al estudio del auto acusatorio contra la religiosa María de Santa Elena, se pretende describir la adaptabilidad postridentina en diversos territorios hispanoamericanos durante el siglo XVIII y, con ello, la flexibilidad con la que se asumió lo normado por la Corona en el interior de las comunidades religiosas femeninas neogranadinas. Este apartado requirió la consulta de legajos que reposan en el Archivo Arzobispal de Quito12, el análisis del Concilio de Trento, la lectura detenida de las Leyes de Indias y una reflexión sobre la adaptación de las Reformas Borbónicas en el territorio.

MONASTERIO DE LA PURA Y LIMPIA CONCEPCIÓN DE NUESTRA SEÑORA DE PASTO

El primer espacio congregacional femenino que se erigió en las fértiles tierras de San Juan de Pasto fue designado a la Segunda Orden de San Francisco y tuvo por nombre Real Monasterio de la Pura y Limpia Concepción. Desde 1588, fecha de su fundación, se consolidó como una representativa institución religiosa enmarcada en la iglesia católica postridentina, donde doncellas, viudas y niñas encontraron refugio al margen de los avatares que traía la empresa colonizadora en el Nuevo Mundo. De acuerdo con el historiador Sergio Ortiz, este fue el único claustro para mujeres que se abrió en la ciudad, el tercero que se creó en la actual Colombia y uno de los quince conventos femeninos fundados en el territorio durante el periodo colonial13.

La fundación de conventos y monasterios en las Indias estuvo relacionada con los principios y prácticas de buenas obras en el camino a la salvación que Trento impulsó14. Desde dicho afán por consolidar un tránsito terrenal honorífico, numerosos fieles, personajes poderosos o conquistadores sumaron esfuerzos para edificar ‘obras pías’ que sirvieran tanto de sustento personal ante la divinidad, como también de encuentro a mujeres criollas —y en pocos casos peninsulares— que no podían acceder vía matrimonial al estatus social que ameritaba su condición económica.

Desde esta perspectiva y teniendo en cuenta que el Patronato Regio destinaba gran parte de sus recursos a las congregaciones religiosas masculinas, la fundación del monasterio de Conceptas estuvo expuesta a múltiples dificultades en sus inicios. De acuerdo con los documentos fundacionales, luego de diez años de solicitudes fallidas ante la Audiencia de Quito para llevar a cabo la construcción del monasterio, el prebendado Andrés Moreno de Zúñiga, por medio de una solemne ceremonia de bendición del lugar escogido para el claustro, presidida por el Vicario de la ciudad, Licenciado Diego de Bracamonte, y acompañado por el distinguido señor Juan Bautista de Reina, siete damas —dos de ellas viudas de conquistadores del Reino de Quito y de la Gobernación de Popayán— y cinco hijas de pobladores de San Juan de Pasto, consiguió la edificación del monasterio sin la contribución legal y monetaria del Cabildo Eclesiástico de Quito15, ya que para la época el presidente de dicha Audiencia no tomaba en serio las pretensiones ‘santas’ del vecindario de Pasto, argumentando que era este un territorio muy rico que podía solventar autónomamente las obras pías que deseaban.

Durante la ceremonia, el Vicario llamó a dichas damas monjas de la Pura y Limpia Concepción de Nuestra Señora y les dio como hábito un sayal blanco, escapulario, manteo azul y un velo negro; designó provisionalmente a doña Leonor de Orense como Superiora de la comunidad con calidad de abadesa y a doña Ana de Vergara como vicaria16, dejando especial constancia de que todo ello se hacía hasta tanto el Cabildo Eclesiástico de la ciudad de Quito —sede vacante— aprobase la institución y le diese hábito, constituciones e impartiese la orden necesaria para recibir la obediencia de la comunidad, lo que se solicitaría con la mayor brevedad a dicho cabildo17.

De ese momento en adelante, y luego del reconocimiento oficial por el Cabildo Eclesiástico de Quito hacia el año 158918, el monasterio fue una reunión de damas distinguidas19 dedicadas a trabajos manuales como el hilado y las labores de bordado, que llegaban a contrastar hábilmente con el rezo de las oraciones comunes. En este apartado vale la pena recordar la dualidad política que enmarcó a dicha Provincia, pues durante la Colonia, la jurisdicción de Pasto estuvo dividida entre Popayán y Quito. La primera ciudad se encargaba de los asuntos económicos, militares y políticos, y la segunda era responsable de los temas judiciales y administrativos; igualmente, todos los religiosos y las monjas de Pasto dependieron tanto del obispo de Quito como de las casas provinciales ubicadas en esa ciudad20, razón por la cual las mujeres que ingresaron al monasterio se vieron en la tarea de adaptar a su cotidianidad lo que ambas corrientes jurisdiccionales demandasen.

Bajo dichas autoridades civiles y eclesiásticas, esta comunidad religiosa fue instituyendo su vida espiritual al margen de las funciones sacramentales y la evangelización directa21 —al ser dichas labores propias de conventos masculinos— y fueron encontrando, como camino para acercarse a Dios, el resguardo y la clausura. Sin embargo, vale la pena destacar que el monasterio de Conceptas, al igual que la mayoría de los monasterios coloniales hispanoamericanos22 tuvo, como lo menciona la historiadora Asunción Lavrin, una cercanía con la sociedad civil que quebrantó en muchos casos la determinante regla claustral.

Las fuentes evidencian datos al respecto, pues las comunidades religiosas femeninas desempeñaron distintos papeles que no estaban relacionados precisamente con el cumplimiento del oficio divino, entre ellos: organizaban celebraciones religiosas, prestaban dinero, eran propietarias de numerosos bienes inmuebles y contribuían a la educación de niñas23. En el caso concreto del Monasterio de la Pura y Limpia Concepción de Pasto, tanto los documentos como la historiografía justifican que desde su fundación —y en lo corrido del periodo colonial— debido a la producción de las fincas, al alto número de indios que trabajaba en ellas y a los ingresos que recibían de los censos24, “la importancia de este recinto en la economía local era innegable”25. Por otro lado, en la población, ante la ausencia de establecimientos de instrucción femenina, las religiosas se encontraron entre las mujeres más estudiadas de su entorno, ya que para profesar debían saber leer, escribir, rezar en latín y elaborar obras manuales. Las anteriores características contribuyeron a que las enclaustradas tuvieran un estatus social y económico alto dentro de su territorio y a que gozaran del respeto de sus coetáneos26.

De esta breve descripción sobre los orígenes y funcionalidades que vivió el primer monasterio de Pasto, podríamos decir que, durante el periodo colonial, el recinto fue una familia adoptiva y una manera de vivir alternativamente para las mujeres que trataban de refugiarse de la sociedad temporal. Siguiendo a Soeiro, los monasterios hispanoamericanos entre el siglo XVI y el siglo XVIII, reflejaron las actividades de su entorno, desde las más comunes hasta las más extravagantes, a pesar de su apariencia como instituciones distintas del mundo ordinario27.

LIMITACIONES Y ADAPTABILIDAD DE LA NORMATIVA ESPAÑOLA EN EL CLAUSTRO INDIANO: EL CONCILIO DE TRENTO, LAS LEYES DE INDIAS Y EL REFORMISMO BORBÓNICO

La historiografía hispanoamericana ha asumido con poca profundidad el éxito de tres cuerpos normativos que tuvieron incidencia en todo el periodo colonial, a saber: el Concilio Ecuménico de Trento, las Leyes de Indias y las posteriores Reformas Borbónicas; sin embargo, una exploración detenida de los documentos evidencia grietas en dicho asunto, que vale la pena revisar. De acuerdo con el historiador Francisco García, ya desde el siglo XIV se alzaba la voz de ‘relajamientos espirituales’28 en conventos y monasterios del clero regular femenino y en esa medida los métodos de control por parte de vicarios, obispos y superiores masculinos no se hicieron esperar. No obstante, y pese a los múltiples esfuerzos por consolidar rigidez y disciplina en el claustro, las comunidades religiosas de la época continuaron navegando por un terreno normativo incierto, siendo solo hasta el Concilio de Trento, en 1545, donde se constató una reforma más contundente, pero con una aplicabilidad deficiente, como se verá a continuación.

Las prácticas del Concilio priorizaban un refuerzo de la clausura y la custodia de las religiosas tanto por parte de los obispos diocesanos como de los príncipes católicos29, lo que terminaba generando una limitación de la vida activa de las mujeres en el claustro que en muchas ocasiones no coincidía con las necesidades sociales, económicas y culturales que el momento histórico de estas demandaba. Ahora bien, si este panorama originaba ruido en el clero regular español podríamos intuir que la adaptación en las Indias no se dio sin contratiempos. Evidentemente, las diferencias entre las disposiciones españolas y aquellas traídas a territorio indiano en materia religiosa saltaron a la vista en los primeros años de la Conquista, pues como lo demuestra Solange Alberro, la institución eclesial fue una de las herramientas más exitosas de negociación y sincretismo30, que posibilitó la empresa colonizadora y en esa medida, las rígidas normas instauradas desde Trento para contrarrestar el relajamiento que dejaba el periodo medieval tardío en España, tuvo matices importantes en los albores del Nuevo Mundo.

Desde el siglo XVI hasta el siglo XVIII son constantes los registros sobre el quebrantamiento de la vida monacal contemplativa principalmente en los virreinatos de la Nueva España, Perú y Nuevo Reino de Granada, en los cuales no solo se evidenció una recurrente violación de la observancia espiritual sino que además se comprobaron casos de solicitación, amancebamiento31 y negocios ilícitos en diversos monacatos. Si bien los escándalos que circundan claustros y monasterios femeninos fueron más álgidos en los territorios donde se realizaron numerosas fundaciones de estos, vale la pena mencionar que durante el periodo colonial, la flexibilidad y la adaptación de las normativas españolas terminó permeando todo el territorio indiano. Claro está que el objeto del presente ensayo no es enlistar el número de leyes incumplidas o aludir los artículos tridentinos que transgredieron las autoridades y órdenes religiosas, pero sí resulta conveniente enunciar que contrario a lo promulgado por la legislación indiana y la misma rigurosidad conciliar, iglesias, puertas reglares y locutorios fueron nichos de seducción y profanación, como también escenarios económicos que quebrantaban constantemente la inmunidad eclesiástica32, sitios de recogimiento para niñas o mujeres seglares y centros de lujos y ostentosidades que contrariaban los votos de pobreza, castidad y obediencia.

Estos sincretismos, adaptaciones o atropellos frente a lo normado en los monasterios indianos no menguaron en el ocaso colonial, por el contrario, las Reformas Borbónicas implementadas en el siglo XVIII tuvieron sobre sus espaldas la difícil tarea de implementar orden en un espacio que nunca había interiorizado por completo las reglas, proporcionando con ello una ola de críticas que surgieron desde el pensamiento ilustrado dentro del ámbito católico y de la propia Iglesia. El aspecto reformador mencionado puso el acento en el cumplimiento del voto de pobreza, la adhesión a la «vida común» y una mayor sujeción a la autoridad episcopal33, con la intención de controlar los relajamientos de larga data que hacían presencia en el claustro.

De acuerdo con la historiadora Alicia Fraschina, entre 1765 y 1778 fueron comunes las disposiciones obispales en Puebla, Lima, Santafé y Charcas en torno a la reelaboración de la cotidianidad monacal. El impacto Borbón demandaba en general que las comunidades religiosas femeninas guardaran modestia, establecieran con rigor las horas de silencio, registraran gastos por escrito, redujeran el número de visitas, incluyeran un fondo de dinero compartido para la comunidad, hicieran estricto cumplimiento de los votos que Trento impulsó, entre otros. Sin embargo, de las múltiples intenciones consignadas en cuatro Concilios Provinciales que el reformismo Borbón decretó, pocos frutos tangibles se obtuvieron en los conventos y monasterios hispanoamericanos34, pues dichas mujeres lejos de desprenderse de los excesos barrocos y mundanos que atacaban el pensamiento ilustrado, terminaron haciendo de la norma una herramienta moldeable a sus deseos, como se verá a continuación.

PLEITOS ENTRE EL MONASTERIO Y LA SOCIEDAD

Si bien el claustro ha mantenido una relación y sintonía constante con la sociedad en la cual se ubica, vale la pena recordar que las interacciones surgidas de esta estrecha red no siempre fueron las más cordiales. María Constanza Toquica señala que gran parte de los procesos en los que se vieron involucradas las comunidades religiosas femeninas durante el siglo XVIII estaban relacionados con cuestiones económicas tales como deudas no pagas, compraventas ilícitas, o incumplimiento de censos, pero también hubo razones sociales al momento de litigar, entre ellas se destacan pleitos por linajes, pureza de sangre o difusión de imágenes sagradas35. El auto que se describe enseguida no solo contiene una pequeña muestra de los conflictos acontecidos entre el Monasterio y los habitantes —o vecinos— de Pasto, sino que además permite contrastar las normativas mencionadas líneas atrás con el acontecer cotidiano.

El 24 de febrero de 1764 doña Juana de Benavidez, viuda y vecina de la Provincia de los Pastos, presenta ante el juez provisor y vicario general de la Audiencia de Quito un auto donde solicita le sea reintegrado, por parte de la religiosa de coro María de Santa Elena, el dinero que bondadosamente invirtió en la compra de unas tierras de páramo, nombradas la loma de Pujilí y la estancia del Placer36. Este primer enunciado nos remite a cuestionar el alcance económico y el nivel de riqueza que pudo llegar a tener una monja en el siglo XVIII para verse inmiscuida en un litigio por dos terrenos de una Provincia ajena a la suya como lo fue Quito; sin embargo, el documento irá mostrando que el pleito, más allá de corresponder a cuestiones de poder individual, hacía referencia a una red familiar con significativa incidencia local. Remontando esta historia años atrás, se evidencia que el 11 de abril de 1758 la señora de Benavidez compró, por el valor de 300 patacones en especie de oro labrado, dos terrenos que pertenecían al cura de la Provincia de Sapuyes, don Antonio Suárez37 (hermano de la religiosa María de Santa Elena). Dichas tierras, al ser baldíos en el momento de venta, debían pasar por el reconocimiento de títulos en el Tribunal Privativo, pero infortunadamente, una vez el cura Suárez se dirigió a dicha diligencia, se enteró de que los indios de aquel país, haciendo uso de un representante legal, habían conseguido la propiedad y posesión de dicha estancia y tierras38, dejando a ambos negociantes en una situación de tensión irresuelta, pues solo dos meses después de aquella noticia don Antonio Suárez fue trasladado de su parroquia en Sapuyes hacia el pueblo de Cusubamba, en donde falleció de forma sorpresiva.

Bajo estas penosas circunstancias y reconociéndose doña Juana de Benavidez mujer sola, pobre y sin amparo alguno39, decidió interponer un auto contra la religiosa María de Santa Elena, hermana del fallecido don Antonio Suárez y supuesta albacea de este para que haciendo uso de la herencia dejada por su familiar, finiquitara el negocio fallido por medio de la cancelación de los 300 patacones, más los intereses y gastos que fueron devengados en el tiempo de espera. Las narraciones que se tienen desde el acta inicial en adelante hacen alusión a las insistentes peticiones de la viuda quiteña ante el juez provisor y vicario general. Este elemento llama mucho la atención, pues las primeras páginas del documento que componen el litigio corresponden al testimonio de la demandante, mientras que la monja demandada brillaba inicialmente por su ausencia, razón por la fue acusada de manera temprana como malintencionada y alzada en rebeldía.

Solo cuatro meses después de interpuesto el auto acusatorio, la religiosa María de Santa Elena hizo el primer pronunciamiento en donde presentó que el motivo de su silencio había sido el poco entendimiento de una demanda mal dirigida, pues ella no era la albacea de su hermano fallecido, sino el padre Torrejón, de la Compañía de Jesús40, quien quedó a cargo de los bienes del difunto y por tanto de los asuntos que este dejó pendientes. Ante tal noticia, la señora Juana de Benavidez expuso en una comunicación que la religiosa no estaba actuando con total sinceridad, y pidiendo al juez provisor que procediera conforme a la ley, manifestó que la monja no solo debía lo enunciado, sino que además poseía sin licencia y dentro del claustro siete cadenas, nueve gargantillas y una pluma de oro41 que eran propiedad de la familia Benavidez y fueron dadas como garantía de pago al cura Suárez antes de iniciado el conflicto.

Después de dicha acusación María de Santa Elena volvió a guardar silencio ante el tribunal, por lo cual la señora de Benavidez hizo la solicitud de emplear testigos que confirmasen: 1. Que la dicha religiosa Sta. Elena tiene en su poder cadenas, gargantillas y una pluma de oro que usó por la muerte de su hermano D. Antonio Suárez; 2. Si saben, que habiendo cobrado dichas alhajas y expuesto el caso ante el juez, la religiosa trató de negociar por 30 pesos dichas alhajas; 3. Que declare el señor Ramón Suárez si tiene en poder el testamento del difunto como lo mencionó la religiosa en la visita que le hice al claustro42. Seguido a ello y para terminar su comunicación, anunció que algunas religiosas de dicho monasterio son sabedoras de los hechos cometidos en el interrogatorio y por amor o respeto puede exculparse a declarar la verdad43. Por razones desconocidas, después de la solicitud hecha por la viuda, el pleito parece caer en un letargo de 16 años y solo hasta 1780 se retoma la presentación de testigos entre los que estaban las señoras Estela Ledesma, Josepha Ledesma, María Vanegas, Ascencia Fernández y Sor Isabel de los Seraphines. En términos generales, las cinco mujeres que juraron exponer la verdad absoluta sobre lo acontecido coincidieron en que la monja tenía en su posesión las alhajas mencionadas y que estas fueron dispuestas a una niña que la religiosa crio en el claustro. También expresaron haber visto que ante el reclamo hecho por parte de la señora de Benavidez frente a las alhajas, la monja implicada le dio 30 pesos como monto para saldar la falta. Llama la atención en las narraciones hechas que ningún testigo aportó elementos frente al destino del testamento, enunciando que si bien estaban diciendo la verdad, habían escuchado por parte de la religiosa, que debido al tiempo transcurrido se hallaba trastornada de la cabeza y olvidada de muchos sucesos de años anteriores44, razón por la cual dudaban que su palabra valiese ante el poco reconocimiento que argumentaba sufrir María de Santa Elena.

Si bien hasta el momento el pleito no reveló más agentes involucrados, en el mes de noviembre de 1780 un nuevo auto interpuesto por la viuda de Benavidez añadió elementos que darían un vuelco a la situación. La mujer manifestó que los argumentos planteados hasta la fecha por la religiosa eran falsos y contradictorios, pues lejos de encontrarse trastornada de la cabeza, como lo señaló a sus compañeras de claustro, se hallaba valiéndose de artimañas familiares para salir bien librada del asunto. Tal acusación estaba soportada en el hecho de que, poco después de que los testigos declarasen, se acercó a su casa el señor Ramón Suárez, sobrino de la religiosa Santa Elena y clérigo presbítero de Quito, para proponerle composición en nombre de dicha monja45 y asegurando que en la Caja Real poseía unos ahorros de los cuales podría pagar la suma correspondiente a su deuda; le pidió a la señora de Benavidez que retirase los cargos contra su tía. Los dos años siguientes a esta declaración transcurrieron en medio de autos acusatorios entre Ramón Suárez y la demandante, pues el cura desmintió la versión de la mujer y aseguró —hasta el año 1782— que el único motivo para interceder en dicho litigio fue la consideración espiritual que tuvo con su tía, ya que esta no podía vivir tranquilamente bajo clausura si seguía inmiscuida en tal conflicto. Por su parte, Juana de Benavidez insistió en el cumplimiento de la palabra del cura, sobre la cual yacía su esperanza de la cancelación monetaria que tantos años de pena le había causado.

Desde tal momento en adelante, los pronunciamientos de la religiosa Santa Elena, la presentación de pruebas o testigos, o el cumplimiento del pago prometido a la señora de Benavidez, sufrieron altibajos que implicaron la renovación de los términos consecutivamente y la delegación jurídica, por la parte demandante, al representante Juan Ruiz del Domingo. Un elemento que llama la atención a partir de esta delegación es que una vez Juana de Benavidez dejó encargado del caso al señor Ruiz del Domingo, la voz de la religiosa Santa Elena cobró un protagonismo significativo. Desde el año 1783 y aunque hasta la fecha la demandada solo había presentado dos autos —el primero de contestación y el segundo de prórroga— empezó a escribir ante el juez provisor y vicario general una defensa que terminó concediéndole la victoria del pleito. En primer lugar, la religiosa señaló que la acusación de rebeldía debía ser revisada a la luz de su condición claustral, pues encerrada, sola y sin auxilio humano más allá de aquel prestado por su sobrino, no podía hacer seguimiento del pleito46. Igualmente, y aunque las pruebas demostrasen lo contrario, se declaró mujer insolvente, mereciendo con ello la restitución de la demanda e incluso una indemnización de esta. Al final llegó a exponer, valiéndose de la lectura detenida sobre códigos de derecho civil, la inviabilidad de las acusaciones hechas. Según Santa Elena el juez provisor y vicario general incurrió en negligencia al no nombrar un albacea dativo que diera resolución al pleito, pues como ella aseguraba, no era heredera legítima de su hermano y el real albacea nombrado por el fallecido Antonio Suárez, al ser un cura jesuita, fue expatriado del vecindario47. Con lo anterior, en el año 1789 fue concluido el pleito, la familia Suárez salió con el honor, la fortuna y el prestigio intactos, mientras que la viuda Juana de Benavidez perdió todas las esperanzas de recobrar el dinero y las alhajas invertidas en un negocio fallido.

El desarrollo del auto acusatorio deja en evidencia algunas generalidades importantes, entre ellas, ratificar que la economía espiritual fue uno de los factores más comunes y eficaces en el periodo colonial neogranadino, pues la familia Suárez no solo fue decididamente religiosa, sino que también constituyó, alrededor de monasterios e iglesias, un grupo que puso sus esfuerzos en edificar una red parental que respaldara sus bienes y dinero.

Así mismo, a partir de las narraciones hechas por la demandante de Benavidez y las testigos presentadas, queda expuesta la flexibilidad y quebrantamiento de la norma tridentina, las Leyes de Indias e incluso las mismas Reformas Borbónicas, ya que todas estas coincidían en la limitación de las religiosas para asuntos financieros48, la sacralidad del claustro, el cumplimento del voto de pobreza, la erradicación de niñas y sirvientas49, la expedición de licencias por parte de los superiores para obtener beneficios o réditos, y la supresión de excentricidades barrocas como joyas y demás suntuosidades50. El documento permite apreciar el espinoso y largo camino que atravesó la administración jurídica eclesial en la Audiencia de Quito, pues pese a las pruebas y testimonios presentados durante 25 años, el juez provisor y vicario general terminó pasando por alto las solicitudes realizadas, actuando en beneficio unilateral para la demandada. Por último, como se puede observar en el diagrama relacional (Figura 1), este caso demuestra la circulación y movilidad en la que participó activamente la mujer durante el periodo colonial; bajo las personalidades femeninas centrales que generaron el pleito, fue posible apreciar todo un entramado mediador que propició redes entre el Monasterio y el espacio exterior.

Figura 1. Circulación y redes del auto acusatorio entre la María de Santa Elena y Juana de Benavidez.

Fuente: Elaboración propia (software UCINET).

CONCLUSIÓN

Estudiar el claustro desde la perspectiva plurifuncional y la teoría de redes, hace posible constatar que el primer monasterio edificado en la Provincia de Pasto si bien cumplió con la imagen espiritual para la cual fue creado, también sirvió como elemento unificador de la economía local, ordenador de intereses familiares, proveedor de recursos intelectuales y promotor de importantes redes sociales, que le permitió a la mujer circular por esferas distintas al confinamiento al que tradicionalmente había sido relegada.

Vale la pena enunciar que gran parte de la historiografía sobre derecho indiano se ha encargado de revisar en detalle el papel de la justicia eclesiástica en el ámbito indígena, desde dicho espacio se ha podido evidenciar el uso que los naturales hicieron de los tribunales diocesanos para conseguir indulgencias o prebendas; pero poca atención se ha prestado al uso multifacético que llegó a tener este tipo de administración judicial en la vida cotidiana de mestizos, criollos, peninsulares, o como se evidenció en el auto estudiado, mujeres religiosas. El pleito que puso en disputa por más de 20 años a una viuda quiteña contra una monja de coro, demuestra la relación con la justicia y la norma que pudo llegar a tener una religiosa, pues como bien se ha descrito, hubo casos en que dichos grupos femeninos apelaron a una resistencia de la reglamentación, y haciendo uso de sus posibilidades económicas, sociales o familiares, ajustaron la legislación a conveniencia personal.

Lo mencionado hasta el momento se encuentra en vía de aportar a una visión renovada en la historiografía del siglo XVIII, ya que lejos de las consideraciones tradicionales que posicionaron a los habitantes del Nuevo Mundo como receptores pasivos de las demandas hechas por la Corona, los documentos muestran grietas importantes en materia de cumplimiento, adaptación y aprobación de lo normado en todo el territorio indiano.

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