Demente - Mario Ormaechea Lugones - E-Book

Demente E-Book

Mario Ormaechea Lugones

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Beschreibung

Estos textos los he escrito bajo la influencia de la esquizofrenia, durante mis recaídas. Los he reunido y dado un principio y un final. Traté de dar al lector, una vista más cercana a lo que realmente esta forma de discapacidad, alejándome de los mitos y resúmenes de mal descriptos que circulan en el imaginario colectivo, infundado por el cine y literatura de autores, que al no poder estar en la mente de alguien que sufre esta condición, han hecho un fuerte corte falso, alejado de la realidad, dando a los padecientes una irreal imagen monstruos peligrosos y transformando la palabra esquizofrenia en un insulto.

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Seitenzahl: 81

Veröffentlichungsjahr: 2016

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mario ormaechea lugones

DEMENTE

Editorial Autores de Argentina

Ormaechea Lugones, Mario 

   Demente / Mario   Ormaechea Lugones. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2016.

   Libro digital, EPUB

   Archivo Digital: descarga y online

   ISBN 978-987-711-711-0

   1. Novela. I. Título.

   CDD A863

Editorial Autores de Argentina

www.autoresdeargentina.com

Mail:[email protected]

Diseño de portada: Justo Echeverría

Prólogo

Leer este relato, te va a dar una aproximación a la mente de un esquizofrénico. Buena venturanza en esta desventura.

Marito

ÍNDICE

Prólogo

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Epílogo

Capítulo 1

Con mucho desdén le sirvió la taza del café y las medias lunas. El cliente, uno del los habituales, pretendió no reparar en lo rudo que fue atendido. Mario de temperamento apacible, no se caracterizaba por tratar mal a los clientes. Este buen señor hacía dos meses atrás, hizo mofa de las dificultades en el habla de Mario, al menos eso pensaba.

Marito recordaba cada palabra con las que había sido tratado como sub humano. Como era de esperarse, el rechoncho cliente no le dejó propina. Miró cada paso que daba el “gordo idiota”.

El dueño del café, llamó la atención.

- Vení para acá, Marito… Como mozo sos parte de la imagen de negocio. Sinceramente, a mí tampoco me cae bien ese tipo. Tiene la nariz parada. No le hagas caso. Tené en cuenta que ante todo hay mantener el buen trato al cliente. Sea quien sea.- El dueño no podía afirmar que Marito fue ridiculizado o solo era idea de él. El difunto padre de Marito fue el promotor del negocio que llevaba a delante. Repetidas ocasiones Mario le había dado motivo para ser despedido. Como guardaba una deuda con su finado benefactor, toleraba los deslices mentales Marito, su protegido. Siempre le rodaba el pensamiento de que haría sin este empleo. El padre no le había podido dejar ningún bien como sustento. Marito conservaba el trabajo mucho antes de la muerte del progenitor.

Miró a Marito, respiró profundo, y resopló para dejar de lado el tema de la precaria salud mental de su ahijado.

- Ese tipo me trato de minusválido.

- Tomate cinco minutos para fumar un cigarrillo y renovar el ánimo.

- No. Está bien.- Marito declino la oferta de darse un recreo.

Marito se esforzaba para dar charla a los clientes, o tan solo redondeaba los comentarios que le hacían al pasar. Era bien aceptado por toda la clientela. Excepto por el Gordo Idiota. Estos últimos días Germán, el dueño de la confitería, noto que Marito hablaba con fluidez, era jovial y siempre tenía algo para conversar. Se desenvolvía bien. Con el paso de los años, Germán, se percató, que las taras de su empleado, desmejoraban según la época del año, sobre todo en verano. Le hubiera gustado saber algo de psicología, para entenderlo con mayor precisión. El era la curatela de Marito, se encargaba de asistirlo cuando tenía recaídas, se ocupaba de pagar las deudas e impuestos cuando él no estaba en condición mental, y lo acompañaba todos los meses, al psiquiatra para la evaluación. Por suerte Marito ya había aprendido que debía tomar la medicación con regularidad, nunca dejar el tratamiento. Germán le daba dinero cuando no le alcazaba para comprar la medicación. Marito nunca le devolvía el dinero, pero como lo consideraba su propio hijo, nunca esperaba el retorno del préstamo.

Llegada la hora de menor clientela, invitó a tomar un café a su ahijado. Germán trato de llevar una conversación, pero Mario solo respondía con frases cortas no las terminaba. Germán se fijo la hora. Marito había tomado la medicación del medio día. Era por eso que estaba tan aplacado y conservador. Le tacaba tomar diez miligramos de haloperidol. Mario tomaba grandes dosis diarias de varios antipsicóticos. El médico le había subido la dosis después de una recaída que tuvo hace tres meses atrás.

Cuando Germán hubo terminado todos los temas de conversación fallidos, que intento tratar, Marito retiró las tazas y se preparo para la nueva oleada de clientes. Germán ocupó su lugar habitual detrás del mostrador.

El dueño de la confitería, notó que como le temblaban las manos a su ahijado. Sabía que era efecto secundario de la medicación. “Queda espantoso. Pero qué le vamos a hacer”. A Marito le temblaban las tazas al servir. Muchas veces derramaba en la mesa. Por suerte nunca se le caía el café caliente sobre la falda del cliente.

Entre tazas de café y cigarrillos, Marito termino el turno que debía cubrir. Era martes por la tarde, día de especial significancia. En el video club donde era cliente habitual, el costo del alquiler estaba rebajado. Apuro el paso por más que tuviera tiempo hasta el cierre del video club. Había memorizado varios títulos recomendados por una revista que consultaba. También guardaba todas las críticas del día jueves del diario. Las que no eran de cine de espectáculo, prefería verlas con tranquilidad en la comodidad de su PC. Las películas de cine de espectáculo, las prefería para la salida del miércoles a los cines de centro de la cuidad. En cambio el cine de director las reservaba para el sábado en la noche, para la gran panzada de películas. Cuando todos los hombres solteros de su edad, preferían salir a tomar algo con amigos, ir al billar a algún boliche o salir con su novia, él lo prefería para ver hasta entrada la madrugada del domingo, la selección películas.

Cenaba empanadas encargadas a la rosticería, junto con dos litros de gaseosa. Único día en la semana que se permitía comprar comida hecha; no por motivos de cuidar la línea. Era rechoncho. Asunto que le preocupaba poco. No era ni corpulento ni obeso. Solía perder mucho peso en las recaídas. Recuperaba los kilos cuando alcanzaba de nuevo los límites de la cordura socialmente aceptable.

Llegó al video club. Saludo al empleado del local, quien le contesto el saludo con un cordial gesto con la mano. Reviso las estanterías llenas con cajas de videos. Indeciso por cual llevar, concluyó que llevaría cinco. Volvió hacia las estanterías, se olvidaba de alquilar la clásica comedia, con que empezaba noches de películas. Abonó el importe, y saludó por el nombre al empleado.

Caminó varias cuadras, pasó frente al café donde trabajaba, solo por costumbre. Miró para adentro del local. Germán estaba entretenido con algo que no llegaba a percibir. De paso por el kiosco compro un atado de cigarrillos.

Llegó al edificio. El sereno, hombre rechoncho, dormitaba durante su monótona jornada. Llamo el ascensor. Abrió la puerta del departamento y la cerro con llave una vez dentro. Prendió la computadora. Mientras esta hacía el ciclo de encendido, puso a hervir agua para hacer arroz blanco con manteca y queso. Tomó un trago del pico de la botella de gaseosa de sabor lima limón. Se fijo en la tapa para ver si había ganado algo con la promoción.

- Mala suerte.- Nunca había ganado algo con una promoción. Lo único que había ganado en su vida, era una bikini, en un juego de bingo. La anfitriona del juego, le hizo pasar mucha vergüenza diciendo que debería vestir la bikini en la piscina del hotel.

Mientras terminaba de cocinar la sencilla receta, hizo copia de los videos en la memoria de masa de la PC. Cuando hubo terminado de almacenar las películas, ya era entrada la media noche.

Cambio de ropa, por un pantalón de gimnasia y una remera vieja, que usaba como pijama. Encendió la radio, buscó en el dial el programa de Alejandro Dolina. El humor ocurrente de Dolina lo desveló. Mando un e-mail al programa preguntado si le gustaba los libros de Tolkien. El locutor respondió al mensaje con una declinación por el no y que dejaran de preguntar esa recurrente cuestión.

Se levantó de la cama para fumar, notó que no le quedaban cigarrillos. Se cambió nuevamente con la ropa de calle. Fue hasta la estación de servicio para abastecerse. Compro tres atados. Uno para la mañana, otro para la tarde y el tercero para las últimas horas del día. Germán, le había llamado la atención acerca de lo exagerada cantidad que fumaba al día. Repetidas veces le dijo que la cantidad que el cuerpo toleraba era de tres a cinco cigarrillos por día. No sesenta por día.

Mario, se despertaba en las mañanas con flema y respiración agitada. Reconocía que Germán tenía razón, pero no encontraba la voluntad que lo impulsara a fumar solo tres cigarrillos por día.

El programa de Dolina había terminado. Encendió la tele para acompañar el último cigarrillo del día. Una escena de sexo le dio ganas de masturbarse. Así que fue a buscar pornografía guardada en la computadora.

Limpió los restos dejados por la actividad de auto erotismo. Recordó que tenía una botella de cerveza en la heladera. Tenía prohibido el alcohol, “Que le hace una mancha más al tigre”. Destapó la cerveza fría, la acompaño con maní saldado.

Se inspiró para escribir. Abrió una instancia del procesador de texto, en la PC.

Desde en enfrente al castillo de la Diosa, mi familia agonizaba en su estirpe. Con mi hermana intentábamos dar orden a los libros de la familia, que al separarse nuestros padres restaban. Entre autoengaños y promesas de futuros mejores, intentamos renovar la forma de nuestro mundo. Desde el ventanal de la biblioteca de casa miré ese día, hacia la cuadra de enfrente a través de las rendijas de la persiana barrio… Era Ella, montaba una bicicleta casera en la que no hacia pie ni equilibrio. Una pequeña luz de esperanza endulzó mis labios. Supe que siempre quise estar su lado, La Diosa de la guerra, esa mujer que hoy, su imagen distante me da animo, para seguir alejándome.