Diabetes, te voy a ganar - Jorge Genesir - E-Book

Diabetes, te voy a ganar E-Book

Jorge Genesir

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Beschreibung

La "enfermedad dulce" puede ser un trago muy amargo, pero hay formas de afrontarla. Es perfectamente posible ser diabético y lograr una buena salud. Lo sabe el Dr. Jorge Genesir, que lleva décadas asistiendo a diabéticos en su clínica diaria. Su libro, escrito desde la mayor claridad, se dirige tanto a los pacientes como a sus colegas. Genesir nos explica por qué la clave es educar para (y educarse en) un cambio de hábitos, lo cual implica más que simplemente acceder a la información adecuada. A fin de orientar a la persona con diabetes en este camino, formula diez preguntas básicas, a las que responde de manera precisa. Este es entonces un llamado esperanzador y fundamentado científicamente a recobrar la salud, sabiendo que los controles periódicos permiten evitar las complicaciones mayores y que para "ganarle" a esta enfermedad lo principal es sostener el tratamiento.

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Seitenzahl: 114

Veröffentlichungsjahr: 2022

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Jorge Genesir

Diabetes, te voy a ganar

 

Saga

Diabetes, te voy a ganar

 

Copyright © 2012, 2022 Jorge Genesir and SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726903164

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

“Cuando ponemos lo mejor de nosotros mismos en algo, nunca sabemos qué milagro se produce; en nuestra propia vida y en la de los demás”.

HELEN KELLER

Quiero agradecer a todas las personas que confiaron en mí, como médico, la atención y el cuidado de su salud a lo largo de muchos años. Privilegiada consideración que procuré siempre merecer, brindándoles mi mayor empeño, dedicación y afecto.

De esas personas, mis estimados pacientes, aprendí tantas cosas de inmenso valor, humano y profesional, que el término agradecer no alcanza en sí mismo a expresar todo mi genuino reconocimiento en tal sentido.

Además de otras actitudes destacables, me enseñaron de un modo ejemplar, en sucesivas consultas, cómo y hasta dónde se vuelve posible superar cualquier adversidad —llámese “diabetes” o como se llame— toda vez que un ser humano adopta la firme determinación de lograrlo.

De igual modo, a cambiar voluntaria y conscientemente un camino equivocado por otro mejor; a desterrar prejuicios pesimistas sobre su enfermedad, tanto propios como ajenos. Y, muy especialmente, a disfrutar de la vida por valorar lo que se tiene, en lugar de padecerla por lo que a uno le falta…

Por todo ello, ¡muchas gracias!

PRÓLOGO

El anhelo y la decisión de escribir este libro surgieron en mí de manera espontánea, en base a expectativas personales que más adelante comentaré.

No sucedió lo mismo con el título que elegí para denominarlo, el cual en cierta forma me fue inspirado —sin que ella misma lo pudiera imaginar siquiera— por una de mis queridas pacientes, Nélida, quien luego de muchos años de padecer diabetes y mantener estoicamente un largo y esforzado tratamiento, pudo disfrutar de la recuperación de sus riñones, afectados por la misma enfermedad. Y cuando le informé una vez más que los análisis de laboratorio reafirmaban aquella buena noticia, exclamó:

—Doctor, ¡le ganamos a la diabetes!

Afortunadamente, no fue la única vez que pude observar, en personas con diabetes, una rehabilitación equivalente. Pero nunca como en aquel instante sentí que un episodio tan alentador como el referido —al igual que muchas otras situaciones semejantes, en las que se aunaban la colaboración activa del paciente con el empeño del médico— merecía quedar impreso de manera perdurable… ¿Y qué mejor modo de grabarlo que en la portada misma de un libro?

INTRODUCCIÓN

¿Será posible escribir un libro destinado a las personas con diabetes que no se limite a proporcionarles información sobre la enfermedad, sino que los oriente y, especialmente, los ayude frente a las dificultades e inconvenientes que encuentran a diario, para tratar de alcanzar un buen control de la misma?

¿Resultará factible, además, que el contenido de su texto sea a un mismo tiempo atractivo, didáctico y esperanzador; claro, simple, ameno… y de probada utilidad práctica para el lector?

Estas dos preguntas, amplias y desafiantes, me acompañaron de manera continuada en los últimos años y aún no he podido elaborar una respuesta certera, en uno u otro sentido. Pero tan ambiciosas cualidades confluyen, idealmente, en el libro que soñé escribir… ¡que a partir de estos párrafos preliminares trataré de hacerlo realidad... con lo mejor de mí mismo!

¿Por qué quise escribir este libro?

Esencialmente, por mi firme convicción de que, a través de sus páginas, conseguiré hacer realidad lo que anhelo y ha sido mi esperanza perdurable: orientar y ayudar a numerosas personas con diabetes que “no saben qué hacer”, en el afán de poder controlar o sobrellevar esta enfermedad. Que dilapidan tiempo, energías y dinero buscando una “solución mágica” que no encuentran, o tan siquiera la posibilidad de que “se les haga menos complicado” tener que enfrentarse con un adversario que, a un mismo tiempo, temen pero descuidan, en una actitud casi tan provocativa como irracional.

En parte, quizá, porque se han ido dejando convencer con ideas erróneas, incorporadas en el inconsciente colectivo de la población, según las cuales para dominar la diabetes se necesita hacer tantos sacrificios que en la práctica se vuelve poco menos que imposible llevarlos a cabo… ¡Y renuncian a intentarlo!, llegando de tal forma a convalidar la genuina convicción de los médicos expertos, según la cual “el tratamiento de la diabetes es fácil; lo difícil es el tratamiento del diabético”.

¿Por qué? Con mucha frecuencia, porque estas personas, en general, se resisten a “obedecer órdenes” en procura de lograr que se normalicen los valores del azúcar en la sangre (glucemia).

Pero, además, porque reciben tantas recomendaciones —y no poca vigilancia familiar— respecto de la forma en que deben comer; deben hacer ejercicios o caminatas, deben evitar el trabajo excesivo… ¡y hasta las preocupaciones de la vida cotidiana!, que se sienten empujados a embarcarse tras lo que imaginan una verdadera hazaña, que presuponen muy difícil de lograr y, más aún, de mantener en el tiempo.

Consejos, consejos y más consejos que, en la práctica, todos los individuos desoyen o desatienden —niños, jóvenes o adultos, con diabetes o sin ella—, en razón de que, por ser unidireccionales (“haz esto” o “no hagas lo otro”), encierran verdaderas órdenes disfrazadas, “elegantemente envueltas en papel de celofán”.

¿Y esto tiene solución? ¡Por supuesto que sí! El tratamiento moderno de la diabetes, conducido por profesionales experimentados en la asistencia médica de estas personas, logra ayudarlas en lo que más les cuesta y necesitan: que se les haga más sencillo y posible el cambio de viejos hábitos, perjudiciales para su salud, por hábitos nuevos que sean beneficiosos. Sin tener que realizar esfuerzos sobrehumanos para conseguirlo.

¿Cómo lograrlo? En mi experiencia asistencial he aprendido que la comunicación persuasiva, sin reprimendas ni reproches, señalando alternativas a elegir libre y voluntariamente por cada persona, es capaz de producir verdaderos milagros en el cambio de conducta de los individuos.

Entre otras cosas, hay que enseñar a usar ese don prodigioso llamado inteligencia, del que por su propia naturaleza están dotados todos los seres humanos, incluidos aquellos que no lo advierten.

También hay que sacarle provecho al subconsciente, maravilloso y oculto legado de mayor poder aún que la más moderna computadora creada por el hombre, a pesar de lo cual este último poco conoce y menos lo emplea.

Asimismo, haciéndoles sentir y tener presente que los diabéticos no son diabéticos, sino que tienen diabetes o padecen diabetes. Son personas.

¡Elemental, Watson!, tan elemental que —vaya paradoja— resulta con frecuencia olvidado de manera inconsciente por muchos allegados que, sin advertirlo y con el noble afán de ayudar, les exigen que realicen una serie de cambios en su conducta de vida, muchas veces de manera impaciente o imperativa. Como si se tratara sólo de hacer zapping con un control remoto, para desterrar costumbres adquiridas la mayoría de las veces a lo largo de toda una vida.

Y dado que, por lo general, les cuesta demasiado dejar los viejos hábitos, las personas con diabetes suelen ser muchas veces rotuladas —arbitraria e injustamente— como cabezaduras, mentirosas, irresponsables, rebeldes, tercas o incorregibles, sin que se logre otra cosa que herirlas en su amor propio o autoestima, y sin conseguir tampoco cambios favorables de ninguna especie.

Por tal motivo, resulta de enorme importancia que se entienda con claridad este concepto: muchos individuos, sanos o enfermos, pueden resultar merecidos acreedores de aquellas u otras etiquetas por su comportamiento habitual o frecuente… pero nunca por el hecho de tener diabetes. Esta afección no convierte a nadie en caprichoso, falaz o testarudo.

 

Como corolario y en términos prácticos, con el tiempo me fui adiestrando en el empleo de 10 PREGUNTAS 1 simples, claras, breves y sugerentes, cuyas respuestas me permiten la posibilidad de guiar al paciente y, de manera especial, poner a su alcance una ayuda efectiva, con miras a conseguir y afianzar como objetivo un adecuado control de la diabetes, en el sentido más amplio y perdurable de la expresión.

Y me ayudan, asimismo, a prescribir el tratamiento de cada paciente conociendo las limitaciones y dificultades que el mismo pueda encontrar, estimulando siempre su mejor disposición para superarlas.

Por último, es mi ferviente anhelo personal que el lector se sienta ampliamente recompensado por la lectura de este libro. De ser así, mi acariciado sueño se habrá cumplido en plenitud.

Con afecto.

Doctor Jorge Genesir

PRIMERA PARTE

DIEZ PREGUNTAS PARA AYUDAR A LAS PERSONAS CON DIABETES

“La educación no es una parte del tratamiento de la diabetes; es el tratamiento“.

ELLIOT JOSLIN

Pregunta 1 ¿En qué puedo ayudarlo?

—No le va a ser fácil, doctor... Mi diabetes anda medio loca; sube y baja cuando se le ocurre, y no sé si usted va a poder dominarla.

—Lo que importa no es si resulta fácil o difícil, sino que, en la actualidad, es posible. Pero yo solo, no puedo. Sí, en cambio, entre los dos.

—¿…?

—Usted podrá contar siempre con mi mayor empeño por ayudarlo, pero necesito de su colaboración, como le explicaré enseguida. De todos modos, tranquilícese. Los altibajos de la glucemia, que a usted le parecen alocados, tienen siempre una causa que los provoca. Se trata de encontrar la misma en cada caso y aplicar la solución que corresponda. Y esto se puede lograr.

 

Con esta pregunta comienzo mi relación profesional con una persona con diabetes que me consulta por primera vez. Antes que nada, para darle al paciente la oportunidad de empezar relatando el motivo de su consulta, vale decir, los síntomas o molestias que lo decidieran a buscar asesoramiento, como también las dudas o inquietudes que la diabetes pudiera generarle; el avance de su enfermedad y eventuales complicaciones que advirtiese; distintos aspectos o interrogantes sobre el tratamiento que esté llevando a cabo y sus resultados a veces cambiantes; etcétera.

Naturalmente, tales relatos pueden ser más concisos o más extensos de acuerdo, entre otras cosas, con el tiempo transcurrido desde el comienzo aparente de la enfermedad (días, meses o años), además de la mayor o menor espontaneidad y locuacidad de cada individuo. Y el médico debe estar siempre dispuesto a aportar su experiencia en este tipo de interrogatorio para que el paciente se explaye sobre los aspectos de mayor trascendencia, aun aquellos relegados a un segundo plano por la conciencia o la memoria.

Con frecuencia, el enfermo manifiesta una comprensible preocupación por los altibajos pronunciados de la glucemia, con valores a veces muy elevados y por momentos bastante más bajos, a lo largo de un mismo día, semanas o meses, a pesar de los diferentes tratamientos efectuados, lo que suele generarle incertidumbre, confusión, desaliento y hasta justificados temores.

Tal eventualidad me permite empezar a conocer aquello que a cada paciente aqueja, aflige o atemoriza de modo particular, así como posibles insatisfacciones o frustración por no observar que sus esfuerzos en favor de un mejor control de la glucemia estén siendo debidamente recompensados.

La segunda razón de esta pregunta —dirigida, reitero, a una persona que recién comienzo a asistir— radica en la necesidad de destacarle, con total honestidad, que la ayuda que le ofrezco no basta por sí sola para obtener un resultado exitoso. Es imprescindible contar con su colaboración activa tras el objetivo señalado.

En otras palabras, que pese a saberme dispuesto a ofrecer todo lo que mi experiencia y formación médica me permite, esto en sí mismo no es suficiente (“yo solo no puedo”) si el interesado no aporta lo suyo: la mejor disposición para hacer, también, todo lo que esté a su alcance.

A renglón seguido, le propongo conformar una sociedad entre médico y paciente, con diferentes roles pero con una responsabilidad compartida. Aquí cada socio deberá poner en juego lo mejor de sí mismo, en una misión acordada entre ambos.

Con otra aclaración de enorme importancia práctica, particularmente destinada a los allegados al paciente: no es aconsejable pedirle a una persona que modifique de un día para el otro sus hábitos de vida, exigiéndole que se comporte de manera perfecta o intachable. La perfección no es una meta, es un camino.

Mejor resulta orientar un individuo hacia la superación personal, comenzando por aplicar un cambio paulatino de aquellos hábitos de conducta (alimentarios, etcétera) que son nocivos para la salud, por hábitos nuevos que resulten favorables. Pero en forma gradual, con paciencia, comprensión, acompañamiento y perseverancia. No es el camino más fácil ni el más corto. Es el mejor.

¿Un ejemplo sencillo e ilustrativo? ¿Cómo es factible ayudar a aquellos adictos a comer pan en exceso? ¿Acaso prohibiéndoles hacerlo? ¿Reprendiéndolos cada vez que reinciden? ¡Jamás! Por el contrario, esta es la forma más fácil de fracasar en el intento por vencer cualquiera de las adicciones, sean genuinas o supuestas, como en el ejemplo mencionado.

Es posible, en cambio, lograr muy buenos resultados mediante la persuasión (“inducir, con razones, a creer o hacer”), apelando a estimular en el sujeto afectado el empleo de su inteligencia y el poder del subconsciente; con el agregado imprescindible de atributos tan valiosos como la paciencia y la perseverancia, si se desea alcanzar cambios positivos que sean auténticos y perdurables.

En términos sencillos, es conveniente imaginar que la inteligencia funciona de manera semejante a lo que acontece con la luz eléctrica: ilumina a una persona respecto de lo que está hablando, haciendo o proyectando hacer, siempre y cuando el interesado se decida a encenderla. De lo contrario es como permanecer a oscuras, tropezando a cada momento con los mismos obstáculos o adversidades que se presentan en el camino.

¿Cómo se enciende