Dime dónde te duele, y te diré por qué - Michel Odoul - E-Book

Dime dónde te duele, y te diré por qué E-Book

Michel Odoul

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Beschreibung

Alergias, anorexia, bulimia, cáncer, exceso de peso, fiebre, inflamaciones, quistes, lumbago, dolores de garganta, de oídos, de nariz, de ojos, migraña, nódulos, ciática, espasmofilia, tumores, vértigos, etc. son señal de que en nuestro interior hay tensiones más profundas que están buscando cómo expresarse. Abrid este libro y sabréis por qué. Profesional de la salud y fundador del Instituto Francés de Shiatsu, autor asimismo de numerosos libros (Dis-moi où tu as mal - Le Lexique, Dis-moi pourquoi cela marrive maintenant, Shiatsu fondamental en tres volúmenes, etc .), Michel Odoul nos transmite toda su experiencia recogida de la psicología y del mundo de las energías, así como su confianza en la vida.

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MICHEL ODOUL

Dime dónde te duele, y te diré por qué

Elementos de Psicoenergética

Prefacio del doctor Thierry Médynski

Si este libro le ha interesado y desea que le mantengamos informado de nuestras publicaciones, escríbanos indicándonos qué temas son de su interés (Astrología, Autoayuda, Ciencias Ocultas, Artes Marciales, Naturismo, Espiritualidad, Tradición...) y gustosamente le complaceremos.

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Los editores no han comprobado la eficacia ni el resultado de las recetas, productos, fórmulas técnicas, ejercicios o similares contenidos en este libro. Instan a los lectores a consultar al médico o especialista de la salud ante cualquier duda que surja. No asumen, por lo tanto, responsabilidad alguna en cuanto a su utilización ni realizan asesoramiento al respecto.

Colección Salud y Vida natural

DIME DÓNDE TE DUELE, Y TE DIRÉ POR QUÉ

Michel Odoul Título original: Dis-moi où tu as mal, je te dirai pourquoi

1.ª edición en versión digital: mayo de 2023

Traducción: Susana Cantero

Maquetación: Juan Bejarano

Corrección: Elena Morilla

Diseño de cubierta: Enrique Iborra

Maquetación ebook: leerendigital.com

© 1994, Éditions Dervy © 2002, 2018, 2022, Éditions Albin Michel

(Reservados todos los derechos)

© 2023, Ediciones Obelisco, S.L.

(Reservados los derechos para la presente edición)

Edita: Ediciones Obelisco S.L.

Collita, 23-25. Pol. Ind. Molí de la Bastida

08191 Rubí - Barcelona - España

Tel. 93 309 85 25 - Fax 93 309 85 23

E-mail: [email protected]

ISBN EPUB: 978-84-9111-993-7

Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada, trasmitida o utilizada en manera alguna por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación o electrográfico, sin el previo consentimiento por escrito del editor. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

Índice

 

Portada

Dime dónde te duele, y te diré por qué

Créditos

Prefacio

Introducción

Primera parte. Algunos datos filosóficos ¿Cuál puede ser el juego de la vida?

Segunda parte. ¿Cómo ocurre? ¿Cómo conectar las cosas dentro de nosotros?

El concepto de «El hombre entre el Cielo y la Tierra»

La distribución Yin/Yang dentro del cuerpo

Tercera parte. Recapitulación. Mensajes simbólicos del cuerpo

Del uso de cada órgano o parte del cuerpo

Conclusión

A ese Maestro Interior que tan bien sabe

inspirarnos cuando dejamos que la vida viva

y respire en nosotros…

Prefacio

Para la medicina occidental, determinado mapa genético predispone a determinada enfermedad. Esta predisposición puede ser congénita (mapa genético del HLA)[01] o adquirida (mutación cromosómica). Para Oriente, la enfermedad atestigua la presencia de un obstáculo en la realización del Camino de Vida. La consciencia expresa así, mediante trastornos energéticos generadores de enfermedades, las trabas con las que se tropieza para su plena expansión.

Estas dos visiones no son forzosamente incompatibles, sobre todo cuando sabemos que en los ratones, por ejemplo, ciertas experiencias de estrés provocado pueden generar alteraciones cromosómicas. Por ello, aun teniendo exactamente el mismo mapa genético, un individuo expresará la enfermedad, mientras que otro gozará de buena salud.

Para no meternos en complejas y azarosas manipulaciones genéticas, parece más simple, más lógico y menos costoso (en este período de restricciones presupuestarias) comprender los mecanismos psicoenergéticos que subtienden la enfermedad, con el fin de recuperar el estado de salud.

En lo que atañe a esto, el libro de Michel Odoul representa un perfecto manual práctico para uso de todos aquellos que busquen claves que les permitan descodificar el lenguaje del cuerpo. Con su lectura, tal vez aprendamos a dejar de ver la enfermedad como fruto del azar o de la fatalidad, y a verla como un mensaje de nuestra consciencia, de nuestro ser interno, de nuestro Maestro Interior. Quizá seamos capaces de descubrir detrás de determinado padecimiento una «enfermedad creadora», en el sentido de un medio de progresión en nuestra evolución.

Desvelándonos con claridad y sencillez los mecanismos psicoenergéticos que rigen la organización del macrocosmos y del microcosmos según la perspectiva taoísta, el autor nos va guiando por el descubrimiento del sentido, dependiendo de la localización del síntoma. Nos aporta el fruto de su experiencia en lo que respecta al delicado problema de la lateralidad de los síntomas. Esta cuestión ha sido para mí durante mucho tiempo un amplio tema de interrogantes, rara vez abordados o bien oscurecidos por conclusiones contradictorias. La respuesta aportada en este libro ha iluminado mi experiencia de la enfermedad como paciente, al igual que puede proporcionar una inestimable guía en el ejercicio médico. Me parece tanto más acertada cuanto que está en concordancia con la visión de las tradiciones occidentales, tal como lo ha señalado, por ejemplo, Annick de Souzenelle.

Este proceso tiene, a pesar de todo, un coste, porque nos cuesta crecer y adquirir nuestra responsabilidad y nuestra libertad. A ese precio cobra la vida todo su sentido, pero para ello necesitamos renunciar a refugiarnos detrás de la imagen omnipotente del médico «salvador-sanador».

Este libro puede ser útil también para médicos que deseen ampliar su campo de conciencia, más allá de un simple acercamiento mecanicista del hombre, para guiar a cualquier ser en la comprensión y la realización de su camino. Dado que el objetivo capital del siglo XXI reside en la reconciliación de los opuestos, quizá podamos soñar con un día en el que medicina alopática, homeopatía, acupuntura, enfoque psicosomático y medicina oriental (o por lo menos los principios filosóficos subyacentes) convivan en armonía.

DOCTOR THIERRY MÉDYNSKI

El doctor Médynski, médico homeópata y psicosomatista, es asimismo coautor del libro Psychanalyse et ordre mondial publicado en las ediciones Montorgueil.

[01]. El sistema HLA es el complejo principal de histocompatibilidad humano. (N. de la T.)

ADVERTENCIA

Todos los ejemplos citados en este libro son reales.No obstante, por razones de anonimato, se identifica a las personas solamente con nombres propios que, a su vez, han sido modificados. Cualquier parecido con alguien que lleve el mismo nombre y esté viviendo la misma situación es, sin duda, señal de que lo que está escrito en este libro es acertado, pero en ningún caso de que se trate de esa persona.

«Ningún hombre te puede revelar nada, a no ser aquello que ya reposa adormilado en el alba de tu conocimiento…»

—KHALIL GIBRAN—

Introducción

«Vivimos una época moderna», decía un locutor de radio de los años 70. Vivimos una época en la que la comunicación y sus medios nunca han estado tan desarrollados, ni han sido tan potentes y «competentes». La imagen del hombre moderno es la de ese «ejecutivo dinámico» que tiene encima de su escritorio teléfonos fijos o móviles, smartphone, tabletas y ordenador, accesorios estos que representan el poder de comunicarse con el mundo entero y en todo momento.

No obstante, el cuadro dista mucho de ser así de idílico. Esa comunicación, en efecto, con demasiada frecuencia está vacía y no mantiene viva otra cosa que la ilusión de sí misma. Todos esos artilugios no son, de hecho, más que prótesis, excrecencias, compensadoras de nuestra incapacidad de ser y de conversar de verdad. Cada vez que los usamos nos permiten hacer un poco más de trampa o transcender nuestro miedo al otro. Basta con constatar el éxito fulgurante de los SMS o de los correos electrónicos para convencernos de ello.

Nuestro modo de vida actual, la omnipresencia y el poder soberano de los medios, la trampa del materialismo y del consumo y la aceleración permanente de nuestro día a día nos han ido conduciendo poco a poco a confundir vida con existencia, vida con agitación, vida con frenesí. Esto se ha hecho con nuestro consentimiento implícito, incluso a petición nuestra. Cada vez más, cada vez más deprisa, pero ¿para qué? ¿Para despertarnos un día, sea cual sea la edad, enfermos o deprimidos y realizando la triste constatación de haber pasado de largo por nosotros mismos, por nuestra vida?

Nuestra sociedad, la educación que hemos recibido y también cierta facilidad nos han conducido a buscar la pura satisfacción de nuestros deseos. De modo que aprendemos a gestionar, controlar, dominar, poseer o comunicar. Esta carrera del señorito[02] nos aleja cada día un poco más de nosotros mismos y nos vacía de nuestra propia sustancia. Tan sólo la muerte o la enfermedad, por obligación y por fuerza, vuelven a ponernos de cara a nosotros mismos.

¿Quién es ese hombre al que, en ese momento, descubrimos tristemente en el espejo? ¿Qué significa ese cuerpo que nos duele? ¿Quién es ese ser prácticamente desconocido que yace ahí, en esa cama? Es, sin embargo, nuestro primer y único interlocutor auténtico. Aquel con el que nunca hemos hablado de verdad, ni nos hemos tomado el tiempo de reconocerlo, es decir, ¡nosotros mismos! Este descubrimiento es tan intolerable, que le pedimos a nuestro médico que nos dé algo para obligar a callar a esos padecimientos que no deben tener sitio en nuestra vida. No obstante, ¡si supiéramos! Estas dolencias no son, de hecho, sino gritos desesperados que la vida y nuestro cuerpo nos envían. Son señales de alerta, testigos de nuestros desequilibrios, pero nosotros no podemos oírlos y mucho menos comprenderlos.

El propósito de este trabajo es paliar esta carencia permitiéndonos volver a abrir los oídos.

Vamos a recolocar al ser humano en su contexto de vida y en su globalidad. Vamos a estudiar las razones y las reglas de funcionamiento de ese juego extraordinario que es la vida. Vamos, finalmente, a aprender a reconocer y a comprender nuestros dolores, tensiones y padecimientos, con el fin de poder acusar recibo del mensaje y hacer lo que convenga para que la cosa cambie.

Tras numerosos años de práctica de las técnicas energéticas, y en particular del shiatsu, he podido constatar hasta qué punto el cuerpo de cada uno de nosotros habla (grita, incluso) de aquello que realmente padecemos en el fondo de nosotros mismos. Nuestra realidad profunda, nuestro inconsciente, nuestra psique, nuestra alma (que cada cual elija), nos hablan, están permanentemente diciéndonos lo que no funciona. Pero nosotros no escuchamos y no oímos. ¿Por qué?

Las razones de nuestra «sordera» son dobles. Para empezar, no somos capaces de estar a la escucha de los mensajes «naturales» que se nos envían (sueños, intuiciones, premoniciones, sensaciones físicas, etc.), o no nos apetece hacerlo. Así pues, estos tienen que volverse cada vez más fuertes y potentes (enfermedades, accidentes, conflictos, muerte, etc.) para que por fin los oigamos o para obligarnos a parar por la fuerza. La segunda razón es que, si bien la mayor parte del tiempo no podemos evitar percibir el dolor (¿cómo hacer otra cosa?), no sabemos descodificarlo, leerlo. Él entonces, tan sólo puede servir para detener momentáneamente el proceso inadaptado en el que estamos, pero no para comprenderlo ni para cambiarlo radicalmente. Nadie nos ha enseñado, en efecto, a traducir todo esto. Nuestra parcelaria ciencia ha separado nuestro cuerpo de nuestro espíritu. Lo considera, lo diseca y lo estudia como una máquina, y nuestros médicos, en su mayoría, se han convertido en excelentes mecánicos. Somos como marineros que reciben mensajes en morse, cuando nunca lo han aprendido. El bip-bip incesante acaba siendo desagradable y nos incomoda, nos molesta. Llegados ahí, recurrimos al mecánico de a bordo para que bloquee el sistema, o bien, todavía más grave, corte los cables para hacerlo callar y así tener una paz aparente. Lo único: resulta que el bip-bip nos estaba avisando de que había una brecha en el casco y el barco se estaba yendo a pique.

Este lenguaje es el que vamos a aprender a descodificar en este libro. Pero también vamos a intentar comprenderlo. No me parecería bueno espetar simplemente que, si te duele en tal sitio, eso quiere decir tal cosa. Eso sería hacer sintomatología elaborada. Creo importante explicar también por qué esto funciona así. Por eso este libro está dividido en tres partes muy claramente perceptibles.

En la primera, propondré un acercamiento filosófico global al hombre y a su existencia, recolocándolos a ambos dentro de un conjunto coherente en el que los elementos están vinculados entre sí. Con eso podremos comprender mejor «las razones de la elección», conectando la psique, el alma y la psicología consciente e inconsciente con ese cuerpo físico del que hemos hablado. Descubriremos así hasta qué punto las conexiones que pueden establecerse entre el cuerpo y el espíritu no son ni mágicas ni esotéricas, sino la pura traducción biológica de nuestros estados psíquicos.

En la segunda parte de este libro, me voy a basar en la codificación de las energías realizada por la M.T.C. (Medicina Tradicional China) y voy a recolocar al hombre en su entorno energético, el Yin, el Yang y los meridianos de energía conocidos por la acupuntura. A través de ellos, veremos cómo están conectadas esas manifestaciones entre sí dentro de nosotros.

En la tercera y última parte, haré un «balance de la situación». Daré la explicación sencilla del papel que desempeñan cada parte y cada órgano de nuestro cuerpo. Mostraré, finalmente, qué efectos son producidos por qué «causas», es decir, ofreceré la simbología de los mensajes del cuerpo.

[02]. Carrera en la que el de detrás lleva al de delante agarrado del cuello y de los fondillos del pantalón. (N. de la T.)

PRIMERA PARTE

Algunos datos filosóficos

¿Cuál puede ser el juego de la vida?

«Aquel que tiene una idea acertada de la providencia no se queda al pie de una pared que amenaza ruina».

—MONG TSÉ­—

Me parece difícil comprender las relaciones entre el cuerpo y el espíritu –y, por consiguiente, el significado de las dolencias del cuerpo en relación con los moretones del alma– si no ampliamos la mirada que dirigimos hacia lo humano y hacia la vida. Si, en efecto, nos quedamos en el estadio del hombre «máquina», es decir, compuesto de piezas independientes e intercambiables en función de los progresos técnicos de la ciencia, las relaciones que voy a establecer más tarde, o bien que han sido establecidas por algunos otros autores, parecerán contener magia, videncia o rasgos de lo imaginario puro y simple.

Porque, en efecto, ahí es donde se sitúa la cuestión, a saber: cómo y por qué conectar las manifestaciones físicas, los síntomas, las enfermedades o los accidentes con lo que ocurre, con lo que está en juego dentro de nosotros. La observación mecanicista no puede hacerlo, porque su mirada está demasiado «pegada» al síntoma, su campo de observación es demasiado restringido, tanto en el tiempo como en el espacio. Esto le impide ir a la auténtica causa, que desde su perspectiva solamente puede justificarse por el azar (accidente) o por elementos que son externos a nosotros (virus, microbios, alimentación, entorno, etc.).

Ampliando nuestra mirada y observando al hombre en su globalidad física y temporal, podremos volver a conectar las cosas de nuevo. Eso es lo que se suponía que hacían las religiones (del latín religere, que significa ‘vincular’), dando al ser humano su verdadera dimensión, que es antes que nada espiritual. Con esto quizá podremos comprender la razón de ser del hombre y, por consiguiente, también las razones de su malestar.

El proceso de encarnación

Según la codificación oriental, la vida salió del Caos. Magma informe, desorden aparente que la ciencia moderna y en especial la mecánica cuántica están «descubriendo» hoy, el Caos se ordenó bajo la acción de una fuerza estructuradora, el Tai Chi. Este, a su vez, se estructuró manifestándose mediante el Yin y el Yang, cuyas representaciones terrestres son el Cielo (Yang) y la Tierra (Yin) (véase ilustración del apartado «Cómo funcionan, se estructuran y se equilibran las energías»).

Situado entre estos dos polos, el hombre es la reunión de estas dos expresiones energéticas del Tao, sobre las que tendré ocasión de volver posteriormente. Procedente del magma caótico, el ser humano no es, visto así, sino una vibración energética sin forma aparente, a la que los taoístas llaman el Chenn Prenatal, y a la que nosotros, según nuestras creencias, calificamos de espíritu o de alma. Para poder existir, este Chenn elegirá sustentarse en las vibraciones Yin de una mujer (la madre) y las vibraciones Yang de un hombre (el padre). La sabia mezcla de estas tres energías (Chenn + energía de la madre + energía del padre) le permitirá encarnarse, es decir, existir dentro de un cuerpo físico.

Este proceso de encarnación, por supuesto, es mucho más elaborado. Escribí sobre este tema otro libro más completo, y en un capítulo posterior explico cómo sucede esto en el plano de las energías. La explicación nos basta aquí para permitirnos comprender la continuación. Pero nos resulta interesante estudiar cómo se desarrolla este proceso sustentándose en las nociones de Cielo Anterior y de Cielo Posterior, siguiendo una especie de hilo conductor que es lo que la Tradición llama «el Camino de Vida». Me gusta también mucho el término que utiliza Paulo Coelho en su bellísimo libro El Alquimista. Lo llama «la Leyenda Personal». Expresa bien también el significado profundo e iniciático de lo que es el Camino de Vida.

El Camino de Vida o la Leyenda Personal

El Camino de Vida es una especie de hilo conductor que todo ser humano va siguiendo en el transcurso de su existencia. Lo podemos comparar con el guion de una película o con la «hoja de ruta» de los corredores de rallies actuales. Nosotros avanzamos por ese camino utilizando un vehículo particular, que es nuestro cuerpo físico. Los orientales nos proponen una imagen muy interesante para ese ve­hículo y ese Camino de Vida. Somos, dicen, como una carreta, una calesa que representa nuestro cuerpo físico y que circula por un camino que simboliza la vida o, más bien, el Camino de Vida. Veamos hasta dónde podemos forzar esta imagen.

El camino por el que circula la calesa es un camino de tierra. Como todos los caminos de tierra, comporta «socavones», baches, jorobas, piedras, roderas y cunetas a ambos lados. Los baches, las jorobas y las piedras son las dificultades, los topetazos de la vida. Las roderas son los esquemas ya existentes que nosotros recogemos de los demás y reproducimos. Las cunetas, más o menos profundas, representan las reglas, los límites que no hay que rebasar so pena de accidente. Este camino a veces comporta curvas que impiden la visibilidad o a veces atraviesa zonas de bruma o tormentas. Estas son todas esas fases de nuestra vida en las que estamos «sumidos en la niebla», en las que tenemos dificultad para ver claro o para podernos anticipar, porque no podemos «ver por delante».

De esta calesa tiran dos caballos, uno blanco (Yang), que va a la izquierda, y uno negro (Yin), que va a la derecha. Estos caballos simbolizan las emociones, lo cual nos muestra hasta qué punto son ellas las que tiran de nosotros, incluso las que nos conducen por la vida. La calesa la conduce un cochero, que representa nuestro mental, nuestro consciente. Posee cuatro ruedas, dos delante (los brazos), que marcan la dirección o más bien significan la dirección dada por el cochero a los caballos, y dos detrás (las piernas), que llevan y transportan la carga (además, siempre son más gruesas que las de delante). En el interior de la calesa hay un pasajero al que no se ve. Se trata del Maestro o Guía Interior de cada uno de nosotros, de nuestro No-Consciente, de nuestra Consciencia Holográfica. Algunos lo llaman «el Ángel de la Guarda».

Nuestra calesa personal va avanzando, pues, por el camino de la vida, dirigida en apariencia por el cochero. Digo en apariencia, sí; porque, si bien es él, en efecto, quien la conduce, de hecho es el pasajero el que ha indicado el destino. Volveremos a encontrar esta explicación posteriormente en el tema del Cielo Anterior y del No-Consciente y en el de las opciones establecidas por el Chenn Prenatal, y después por el Chenn encarnado. Así pues, el cochero, que es nuestro mental, conduce la calesa. De la calidad de su vigilancia y de su conducción (firme pero con suavidad) dependerán la calidad y la comodidad del viaje (existencia). Si trata con brutalidad a los caballos (emociones) y los hostiga, estos se pondrán nerviosos o se desbocarán en un momento dado y correrán el riesgo de llevar la calesa hacia el accidente, del mismo modo que nuestras emociones nos conducen a veces a actos irrazonables, incluso peligrosos. Si el conductor va demasiado relajado, si le falta vigilancia, el tiro se meterá en las roderas (reproducción de los esquemas parentales, por ejemplo), y con ello nosotros seguiremos las huellas de los demás, exponiéndonos a acabar en la cuneta como ellos, si ellos acabaron así. Del mismo modo, si no está vigilante, el cochero tampoco sabrá evitar los baches, las jorobas y los socavones (golpes, errores de la vida) y el viaje será incomodísimo para la calesa, para el cochero y para el Maestro o Guía Interior.

Si se duerme o no sujeta las riendas, entonces serán los caballos (emociones) los que dirigirán la calesa. Si el más fuerte es el caballo negro (porque lo hemos alimentado mejor…), la calesa tirará a la derecha y será guiada por las imágenes maternas emotivas. Si el que domina y al que mejor tratamos es el caballo blanco, la calesa tirará a la izquierda, hacia las representaciones paternas emotivas. Cuando el cochero conduce demasiado rápido, cuando fuerza en exceso, como a veces hacemos, o si se desbocan los caballos, nos caemos a la cuneta, se produce el accidente que detiene todo el tiro de modo más o menos violento y con más o menos estragos (accidentes y traumas).

A veces se suelta una rueda o una pieza de la calesa (enfermedad), ya sea porque era frágil, ya sea porque la calesa pasó por demasiadas jorobas y se metió en demasiados hoyos (acumulación de comportamientos, de actitudes inadecuadas). En ese caso hay que reparar, y, según la gravedad de la avería, podremos hacerlo nosotros mismos (reposo, cicatrización) o tendremos que recurrir a alguien que nos saque de apuros (medicina alternativa, natural) o, si es aún más grave, a un mecánico (medicina moderna). Pero, de todos modos, será importante que no nos conformemos con cambiar la pieza. Será esencial que reflexionemos sobre la conducta del cochero y sobre la manera en la que vamos a modificar nuestros comportamientos, nuestras actitudes frente a la vida, si no queremos que se repita «la avería».

A veces, la calesa atraviesa zonas de escasa visibilidad, o sea, que no vemos realmente adónde vamos. Puede tratarse de una simple curva. Podemos verla y prepararnos para su llegada anticipándola. Para ello tenemos que reducir velocidad, identificar en qué sentido tuerce el camino y seguir la curva sujetando bien a los caballos (dominar por ejemplo nuestras emociones cuando estamos viviendo una fase de cambio voluntaria o impuesta). Cuando se trata de bruma o de tormenta, nos es más difícil conducir nuestra calesa. Tenemos que «navegar sin instrumentos», refrenando la marcha y fiándonos de los bordes inmediatos del camino. En esta fase tenemos que tener confianza total –por no decir «ciega»– en el Camino de Vida (leyes naturales, reglas de la Tradición, fe, etc.) y en el Maestro o Guía Interior (No-Consciente) que ha elegido ese camino. Son esas fases de la vida en las que estamos perdidos «en la niebla» y en las que ya no sabemos adónde vamos. En esos momentos, no podemos hacer otra cosa que dejar que la vida nos muestre el camino.

A veces, en fin, llegamos a encrucijadas, a bifurcaciones. Si el camino no está jalonado, no sabemos qué dirección tomar. El cochero (el mental, el intelecto) puede tomar una dirección al azar. Grande es el riesgo de equivocarse, incluso de perderse. Cuanto más seguro esté de sí mismo el cochero, cuanto más convencido esté de conocerlo todo y de dominarlo todo, más querrá y creerá saber qué dirección elegir y más grande será el riesgo. Estamos en este caso en el imperio de la «tecnocracia racionalista», en la que la razón y el intelecto creen poder resolverlo todo. En cambio, si es humilde y sincero consigo mismo, le preguntará al pasajero (Maestro o Guía Interior) qué camino tomar. Este sí sabe adónde va, conoce el destino final. De modo que podrá indicárselo al cochero, el cual lo tomará, a condición de que haya sido capaz de oírlo. En efecto, la calesa a veces, al ir rodando, hace mucho ruido, y es necesario detenerse para poder dialogar con el Maestro o Guía Interior. Esto son las pausas, los retiros que hacemos a veces para localizar dónde estamos, porque en ocasiones nos perdemos.

He ahí una imagen sencilla pero que representa realmente bien lo que es el Camino de Vida. Gracias a ella podemos comprender fácilmente de qué manera ocurren las cosas en nuestra vida y qué es lo que puede provocar un derrape. Vamos a ampliar un poco esta presentación abordando las nociones de Cielo Anterior, de Cielo Posterior, de Consciente y de No-Consciente, que pertenecen a la estructura del Camino de Vida, de la Leyenda Personal.

El Cielo Anterior y el Cielo Posterior

La filosofía taoísta considera que existen dos planos en la vida de un hombre. El primero es el que precede a su nacimiento y el segundo el que se sitúa después. El nacimiento marca, en efecto, el paso del umbral existente entre estos dos «Cielos», tal como los califica esta filosofía. El Cielo Anterior representa todo lo que «es» o sucede antes del nacimiento, es decir, del momento en el que el hombre se manifiesta en nuestro mundo. El Cielo Posterior simboliza todo lo que «es» o sucede después, hasta la muerte. El esquema que sigue nos permite visualizarlos mejor. Basándonos en él, vamos a detallar estos diferentes niveles.

El Cielo Anterior

¿Qué ocurre en su nivel? ¿Qué es lo que está en juego en ese estadio? El Cielo Anterior representa toda la fase preexistencial de un individuo. Ahí es donde existe y se estructura el Chenn Prenatal, ese Chenn que puede ser considerado como lo que más se acerca, conceptualmente hablando, a nuestra alma occidental. Este Cielo corresponde al mundo de lo infinito, porque no tiene límites, ni en el tiempo ni en el espacio. Lleva dentro de sí todas las potencialidades de la vida y se puede representar mediante un círculo (en el que todos los puntos que lo componen están a igual distancia del centro). Estamos en el nivel del Caos, del magma original. El Chenn Prenatal individual pertenece a este mundo igual que la gota de agua al océano. Esta conserva su «consciencia» individual de gota de agua, sin dejar de tener presente en su memoria su pertenencia a lo global.

Me gusta utilizar, para ilustrar esta consciencia, la imagen del holograma. En un holograma, en efecto, todos y cada uno de los puntos se sitúan de manera coherente (luz) porque «conocen», porque llevan dentro de sí todos los datos, la memoria, de los demás puntos. Esta es la razón por la que yo utilizo para el Chenn o la Consciencia, con C mayúscula, el término de «Consciencia Holográfica». Encontramos esta Consciencia Holográfica en el nivel más sutil del ser humano. Permite comprender mejor cómo puede ordenarse el crecimiento celular desde el huevo hasta el hombre (o el animal), así como el proceso permanente de renovación celular. Permite también adelantar una hipótesis interesante para esos extraordinarios misterios que son, por un lado, la cicatrización, y, por el otro, las enfermedades «estructurales», como los cánceres, las enfermedades autoinmunes o el sida.

El objetivo de cada Chenn individual es realizar su Leyenda Personal, y para ello tiene que vivir todas las polaridades existenciales, con el fin de transcenderlas y de convertirse en lo que llamamos un ser «realizado». Todos tenemos nuestros «trabajos de Hércules» que realizar (Dis-moi pourquoi cela m’arrive MAINTENANT, Albin Michel, 2016). Dado que los límites materiales del mundo manifestado (tiempo, espacio, materia) no permiten una vivencia simultánea de todas las potencialidades, el Chenn tendrá que rectificar cierto número de veces para agotar la paleta disponible. Esta realización pasa por lo vivido. De modo que tendrá que encarnarse, es decir, aprender en una escuela particular, que es la de la vida. Pero, al igual que en la escuela, ciertas clases o ciertas lecciones pueden ser a veces muy difíciles de integrar, de aceptar o incluso simplemente de comprender. El Chenn en esos casos tiene que repetir curso. Tendrá que reencarnarse para continuar la lección en el punto en el que esta fue abandonada. Este es el principio mismo de la reencarnación. Veremos, por otro lado, más adelante que existe un principio equivalente, la «reproducción de los esquemas», para el Cielo Posterior, la vida consciente y presente.

Estamos en presencia del concepto «kármico» de la vida, del que ya han hablado algunos autores. Yo tan sólo quisiera recordar enérgicamente el argumento de base del karma, porque a veces se propone de una manera poco satisfactoria. Se trata, en efecto, de una conceptualización evolutiva de la vida y no de una filosofía punitiva, como a veces hablan de él, lo creen o lo hacen creer ciertas mentes, culpables ellas mismas, marcadas por su cultura judeocristiana. No regresamos para expiar, pagar o sufrir el castigo de comportamientos pasados. Todo esto es maniqueo y en modo alguno corresponde al nivel energético de las cosas, en el que no existen las nociones de bien y de mal. Por otro lado, todo esto no puede tener sentido «histórico» en la concatenación de los karmas, ya que las nociones de valor cambian según las épocas, las tradiciones y las culturas. El principio kármico es mucho más simple y descansa en la necesidad de experimentación y de integración de todas las potencialidades de la vida. La escuela de la vida se desarrolla como todas las escuelas (qué casualidad), es decir, con clases, recreos, lecciones que aprender y que comprender hasta que las hayamos integrado, y también, por supuesto, con «facturas» para nuestros comportamientos no apropiados (o sea, si no respetamos las reglas del juego, si tenemos mala conducta).

En esto es en lo que pueden existir la confusión y la amalgama con lo punitivo. Pero factura no quiere decir castigo. Factura significa que a cada cosa le va asociado un efecto, que para cada comportamiento existe un resultado, y que si ese comportamiento no está en concordancia con las reglas de funcionamiento de las cosas, produce un resultado que no es satisfactorio o agradable. Tomemos un ejemplo sencillo. Si nos apetece algo dulce, sabemos que ese dulce nos lo dará un pastel. Nos lo comemos y, efectivamente, nuestra necesidad de dulce queda satisfecha. Si estamos cerca de una placa calefactora y tenemos frío en las manos, iremos a calentarnos a esa placa. Pero también sabemos que una placa calefactora puede quemar y que, por eso mismo, debemos respetar cierta distancia en relación con ella. No obstante, si, por ejemplo, llevamos prisa, y para calentarnos las manos más rápido las acercamos demasiado a la placa, la factura de esta actitud será una quemadura. Esta quemadura, por consiguiente, en ningún caso es un castigo, sino simplemente el resultado de un comportamiento inadaptado, que no respeta uno de los criterios de la situación. El proceso es exactamente similar en el plano psicológico. No hay en todo esto castigo alguno –es decir, sanción establecida, decidida y aplicada por alguien o algo externo o transcendente–, sino sencillamente el efecto, el resultado lógico de un procedimiento comportamental dado. En este caso concreto, ese comportamiento no estaba en concordancia con las leyes del contexto. De modo que produjo una factura negativa, el sufrimiento, la quemadura. En el caso del pastel, el comportamiento de compra sí está en concordancia y produce una factura positiva que es la satisfacción de la apetencia. Pero si el comportamiento de compra se vuelve excesivo (bulimia), pierde su concordancia con las leyes naturales y se convierte en portador de una factura negativa, que es la ganancia de peso.

Volvamos ahora al Cielo Anterior. ¿Cómo transcurren las cosas? El Chenn decide vivir, realizar su Leyenda Personal, su Camino de Vida, y aprender así una lección de esa vida. Esa lección, para que pueda aprenderse, debe disponer de los medios adecuados para esa realización. Su elección se hará en función de la meta determinada, del trabajo que haya que ejecutar, pero también en función de las experiencias ya vividas e integradas, que no necesitarán repetirse. Todos estos datos «anteriores» están «inscritos» en lo que se llama los Registros Akáshicos, una suerte de mitología interior, de memorias holísticas (holográficas) propias de cada uno y que los taoístas califican de «memorias antiguas» o «memorias anteriores». El Chenn, con el fin de tener los medios para vivir esas nuevas potencialidades, elegirá estructuras y límites que le permitirán vivir sus opciones en las mejores condiciones, es decir, las más favorables, pero también las más eficaces.

Y esta noción de eficacia es temible, porque dista mucho de significar cómoda o agradable. Tocamos aquí en un punto crucial de la noción de Camino de Vida. En efecto, como vimos anteriormente, todos los caminos pueden presentar roderas o giros en los que el vehículo de nuestra existencia dará tumbos o vivirá momentos de pérdida de visibilidad, de la misma manera que todas las leyendas se realizan mediante superación de pruebas. Son elementos que la astrología, y en particular la astrología kármica, pueden ayudarnos a aprehender. La elección de las condiciones de realización instalará los datos de la opción de encarnación, es decir, de todas las condiciones físicas y del entorno. Época, familia, país, región, sexo, raza, etc., se convierten en ese momento en encuadre estructural de la encarnación y ponen límites materiales a la realización del ser con cuya forma y dentro del cual ha elegido encarnarse el Chenn.

El Cielo Posterior

Con la encarnación y luego el nacimiento, abandonamos el plano del Cielo Anterior para pasar al del Cielo Posterior. El Chenn Prenatal acaba de imantarse en un soporte (huevo fecundado) que se corresponde con su frecuencia vibratoria, con su búsqueda. Se suma en ese momento a las energías de los padres que acaban de fecundar ese huevo eternamente mágico que se va a convertir en un ser humano. Estas energías se suman a su vez a las energías del entorno (planetas, lugar, época) para componer el Chenn individual. Este, aún «no activo», continuará enriqueciéndose acumulando informaciones hasta el momento del nacimiento, del corte del cordón, en el que se vuelve realmente activo. Por esta razón se calculan las cartas astrales a partir de la fecha de nacimiento y no a partir de la fecha de concepción.

¿Cómo transcurren las cosas en el plano del Cielo Posterior? Estamos en el plano del mundo finito. Los límites de las cosas son los del mundo materializado y tangible. El ser se ha encarnado y vive su existencia a través de un cuerpo físico y de coerciones materiales. La supervivencia de ese cuerpo implica cierto número de reglas y de obligaciones que son a la vez universales (comer, beber, dormir, etc.) y locales (cultura, lugar, clima…). Estos límites le imponen al individuo un marco de funcionamiento muy preciso, que es el más adaptado a la realización de su opción de encarnación. Su realidad física, su cuerpo, sufre totalmente las coerciones de ese encuadre, mientras que sus realidades psicológica y emocional tienen un poco más de libertad en lo que a él se refiere.

El interés de conocer estos límites materiales reside en el hecho de que –al ser ellos los puntos de apoyo de nuestra realización, aquello a través de lo que esta se realiza y se expresa– pueden ser, por otro lado, un notable medio de descodificación y de comprensión de la partida que estamos jugando, de lo que ocurre en nosotros. Esto es verdad para nuestro cuerpo, para nuestras emociones, nuestra psicología, nuestro entorno y todo lo que «nos ocurre». Tenemos en ello, de hecho, una extraordinaria herramienta de conocimiento; tan sólo que hay que procurar descifrarla.

Dentro de estos límites, las lateralidades corporales y sintomáticas se convierten en un elemento capital de identificación.

La cuestión de las lateralidades en el cuerpo

La cuestión de las lateralidades es una cuestión capital cuando queremos darle sentido al sufrimiento de una zona del cuerpo. Torcerse el tobillo derecho o el tobillo izquierdo tiene, ciertamente, un significado global común. Pero ¿por qué me lesiono yo más bien de tal o tal otro lado? ¿Por qué son mi pulmón derecho, mi ovario izquierdo, mi nervio ciático del lado derecho los que me hacen sufrir? Esta es una verdadera pregunta a la que tenemos que contestar de manera circunstanciada, precisa y explícita, si queremos que la respuesta sea «racional» y aceptable y que la reflexión que de ella se desprende sea pertinente. Afirmar una simbología de manera abrupta o en términos de magia no es, pues, ni suficiente ni satisfactorio para ello.

Así pues, veamos juntos cómo vamos a poder argumentar nuestra respuesta a esta pregunta. Vamos a recordar en primer lugar lo que propone el paradigma de la Medicina Tradicional China (M.T.C.). Recordaremos después, siempre según los principios orientales, la explicación que nos ofrece el campo psico-filosófico. Continuaremos finalmente con la respuesta aportada por la observación de la arquitectura física del cuerpo, y luego terminaremos con el punto de vista espiritual, oriental y judeocristiano.

Según la lógica energética

En M.T.C., la respuesta a la cuestión de las lateralidades es clara y sin ambigüedad. La lateralidad derecha, en el cuerpo y en las manifestaciones corporales, hay que ponerla en relación con el Yin, y la lateralidad izquierda con el Yang. Y, dentro de este paradigma, el Yin representa, entre otras cosas, lo femenino y lo materno, mientras que el Yang representa lo masculino y lo paterno.

Los textos fundadores de la M.T.C., como el Su Wen Nei Ting, son precisos sobre este tema (cap. 131, Su Wen, les 11 premiers traités, por Élisabeth Rochat de la Vallée y el Padre Claude Larre, ediciones Maisonneuve, 1993).

Lo son igualmente los escritos de los especialistas indiscutidos del ámbito de la M.T.C., como André Faubert (Traité didactique d’acupuncture traditionnelle, ediciones Guy Trédaniel, 2005) o Jacques André Lavier (Histoire, doctrine et pratique de l’acupuncture chinoise, ediciones Tchou, 1966). Dentro del mismo orden de ideas, un documental, titulado La voie du Tao, dirigido en 2010 por Yves de Peretti (producción Arte e Idéale Audiance), trae a colación también ese vínculo de lateralidad, tal como se lo precisa en los textos fundamentales de la filosofía taoísta y de la M.T.C. Descubrimos en él a un maestro taoísta que explica de qué modo fueron concebidos los 8 trigramas fundamentales (asociación ternaria de los principios Yin y Yang) según la necesidad de representación de las posiciones espaciales. En él, la derecha, la parte trasera y la parte baja se asocian nominalmente al Yin, y la izquierda, la parte delantera y la parte alta se asocian nominalmente al Yang.

Se da el caso de que algunos errores de autores o de copistas, chinos u occidentales, mantengan viva una confusión respecto a esta cuestión. Esta suele deberse al desconocimiento del tema y a que no se toma en cuenta el plano de referencia utilizado (véanse más adelante las nociones de Cielo Anterior o de Cielo Posterior). Porque, según el plano del que se trate, se produce un «vuelco», una inversión de los polos y, por incidencia, de las lateralidades. A veces nos encontramos esto en la famosa imagen que representa el Yin y el Yang, que en ocasiones se invierte, según el plano de referencia (volveré a mencionar esta cuestión más abajo en este mismo capítulo).

¿En qué se sustentaron los antiguos chinos para definir esta lateralización? La primera manera, la más «antigua» y la más «macrocósmica», fue la de la observación del mundo. Tras haber definido los polos Yin y Yang, en analogía con las dimensiones de la Tierra y del Cielo, definieron que para «observar» el mundo de manera coherente, había que hacerlo mirando hacia el Cielo y al punto cardinal que le está asociado, el Sur. Esta elección se refería al principio fundador que considera que todo depende del Cielo y es iniciado por él y por lo que en él sucede. Se expresa esta idea, en M.T.C., diciendo que «el Cielo ordena y la Tierra ejecuta». En efecto, toda vida y toda manifestación son engendradas por el Cielo. El día y la noche, las estaciones, la actividad y el reposo, las cosechas, etc., son «determinadas» por lo que ocurre en el Cielo (luz, temperatura, planetas, etc.). Y todas esas manifestaciones se traducen sobre la Tierra (actividades, cosechas, clima, etc.). De este principio emergió la idea de que la dirección de referencia tenía que ser el Sur. Para observar el mundo de manera «atinada», había que orientarse, pues, hacia ese polo «portador» de la dinámica más Yang (el Cielo, véase el cuadro que aparece en la segunda parte de esta obra). Posicionados así, con la mirada hacia el Sur, encontramos el Este a nuestra izquierda y el Oeste a nuestra derecha. Recordemos a continuación que el sol, el día y la luz son Yang, y que la luna, la noche y la oscuridad son Yin. Si me giro hacia el Sur y observo el día que amanece, constato que la emergencia del Yang (el sol) se hace a mi izquierda. Cuando se muestra la noche, constato que el sol se pone por mi derecha para luego desaparecer en la oscuridad. Así pues, el Yang emerge por la izquierda y se manifiesta en su mayor intensidad en el cénit, mientras que el Yin nace a la derecha y se manifiesta con su mayor intensidad a media noche.

Innegablemente, la observación del campo macrocósmico conduce a considerar que el Yang es asociable a la izquierda y el Yin a la derecha. El principio de coherencia, tan apreciado por la M.T.C., implicó que debía ocurrir lo mismo para toda manifestación que se diera en nuestro universo, no pudiendo el cuerpo humano constituir una excepción.

Según el plano anatómico

Contrariamente a lo que se podría pensar, los antiguos chinos tenían un conocimiento particularmente avanzado en anatomía. Con terrible pragmatismo, habían llegado incluso hasta disecar a individuos vivos con el fin de poder observar lo más exactamente posible su funcionamiento. Pudieron constatar que el corazón es el órgano central que conduce la vida. Es él el que permite la actividad, genera calor con la activación de la circulación y tiene un vínculo privilegiado con el cerebro.

Por esta razón, el sistema circulatorio es particularmente locuaz respecto a la cuestión de las lateralidades. Es, en efecto, el ventrículo izquierdo quien lleva la carga de la sangre arterial (Yang), y el sistema arterial (aorta, activo, Yang) está situado de manera dominante en el lado izquierdo del pecho y del cuerpo. En cambio, la sangre venosa (Yin) la gestiona el ventrículo derecho, y las principales venas abdominales y torácicas (vena cava, pasivo, Yin) están en la parte derecha del cuerpo.

De facto, los antiguos chinos consideraron que el cuerpo humano respondía de manera coherente a la lógica macrocósmica. Su lado izquierdo está en conexión con el Yang, mientras que su lado derecho está en conexión con el Yin.

Podemos entonces preguntarnos sobre el porqué de ciertas hipótesis o concepciones según las cuales las lateralizaciones parecen estar «invertidas». Aquí también es clara la respuesta de la M.T.C.

La cuestión de las inversiones de lateralidad

Todo lo que acabamos de traer a colación en el capítulo anterior afecta al «aquí y ahora», a lo manifestado, a lo que los taoístas llaman el Cielo Posterior (véase