Dragonomics: integración política y económica entre China y América Latina - Carol Wise - E-Book

Dragonomics: integración política y económica entre China y América Latina E-Book

Carol Wise

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La presente publicación explora el impacto del crecimiento de China sobre América Latina desde inicios de la década de 2000. Cerca de 20 años atrás, empresarios chinos se dirigieron al Hemisferio Occidental en búsqueda de ganancias y de productos, especialmente aquellos de los cuales China carecía y que algunos países latinoamericanos poseían en abundancia –cobre, mineral de hierro, petróleo crudo y frijol de soya. Concentrándose mayormente en Argentina, Brasil, Chile, Costa Rica, México y Perú, la autora rastrea la evolución de vínculos políticos y económicos entre China y estos países, y analiza cómo ha variado el éxito por sector, proyecto y país. Asimismo, evalúa los costos y beneficios del reciente giro hacia China; y sostiene que aunque las oportunidades para una integración económica más estrecha con China son aparentemente infinitas, lo son también los riesgos. De acuerdo con la autora, los mejores resultados provienen de intentos donde el Estado de Derecho, la supervisión regulatoria y una estrategia clara existen del lado de América Latina.

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Título original en inglés: Dragonomics: How Latin America is Maximizing (or Missing out on) China’s International Development Strategy

© 2020 Carol WisePublicado por Yale University Press

De esta edición:

© Universidad del Pacífico Jr. Gral. Luis Sánchez Cerro 2141 Lima 15072, Perú

Dragonomics: integración política y económica entre China y América LatinaCarol Wise

1.ª edición: diciembre de 2021Diseño de la carátula: Ícono ComunicadoresTraducción: Luis Enrique BossioISBN ebook: 978-9972-57-480-1 Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú: Libro disponible en fondoeditorial.up.edu.pe

BUP

Wise, Carol

Dragonomics: integración política y económica entre China y América Latina / Carol Wise. -- 1a edición. -- Lima: Universidad del Pacífico, 2021.

300 p.

1. América Latina--Relaciones--China2. China--Relaciones--América Latina3. América Latina--Política económica--Siglo XXI4. China--Política económica--Siglo XXI5. Política económica6. Relaciones internacionalesI. Universidad del Pacífico (Lima)

303.48 (SCDD)

La Universidad del Pacífico no se solidariza necesariamente con el contenido de los trabajos que publica. Prohibida la reproducción total o parcial de este texto por cualquier medio sin permiso de la Universidad del Pacífico.

Derechos reservados conforme a ley.

Prefacio

Este no es un libro sobre China. Se trata más bien de un libro sobre la reacción de América Latina hacia China y sobre la interacción de la región con ese país asiático en términos de economía política durante las últimas dos décadas. Este es ciertamente un tema tanto colosal como relativamente nuevo. Desde el repentino auge del comercio, los préstamos y las inversiones entre la República Popular China (RPCh) y la región de América Latina y el Caribe (ALC) a inicios de la década de 2000, políticos y gestores de políticas en China han procurado caracterizar la naturaleza de esta pujante relación como principalmente económica. No obstante, la propia magnitud de estos lazos económicos está erosionando el giro apolítico asignado por la RPCh. Las cifras son de hecho significativas: en 2018, el total de transacciones entre China y ALC (exportaciones e importaciones) llegó a US$ 306.000 millones: un salto respecto a los pocos miles de millones que estas transacciones habían representado en el año 2000. El total correspondiente a la inversión extranjera directa (IED) de salida proveniente de China hacia ALC en 2018 ascendía a unos US$ 129.800 millones, lo que representa cerca del 15 por ciento del ingreso total de ALC correspondiente a IED. En 2017, el monto total de préstamos para desarrollo otorgados desde 2005 por los dos principales bancos de desarrollo en China a la región de ALC bordeaba la cifra de US$ 150.000 millones. ¿Cómo debemos interpretar estas cifras? ¿Por qué ahora y por qué América Latina? ¿De qué manera una integración económica más estrecha con China desde inicios de la década de 2000 está moldeando las economías políticas de sus socios más importantes en ALC?

Mi primer impulso fue investigar las maneras en que las exportaciones chinas se habían abierto camino rápidamente en el mercado norteamericano tras el ingreso de China a la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 2001. De la noche a la mañana, en 2003, China hizo que México bajase un puesto en su clasificación como socio comercial de los EE. UU., y la exportación de insumos intermedios manufacturados chinos tanto hacia México como hacia los EE. UU. desplazó a productos y productores en ambos mercados. ¿Fue este solo un fenómeno singular relacionado con el estatus de nación más favorecida obtenido por China en la OMC? En violación de las normas de la OMC, México respondió con la imposición de aranceles de cuatro dígitos a más de 1.000 importaciones chinas, pero la medida tuvo escaso efecto. ¿Se estaba convirtiendo China en un miembro de facto del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), sin que importaran los esfuerzos de México por cerrarle el paso con altos aranceles? Tales preguntas podían haber sido apremiantes en ese momento, pero las casas editoriales más importantes las consideraron demasiado estrechas. Había que pensar en temas mayores, dijeron todos.

Saltemos ahora siete años hacia adelante. A consecuencia de la crisis financiera global (CFG) de 2008-2009, este cuadro se había ampliado considerablemente. En primer lugar, con una breve interrupción durante la CFG, se hizo evidente que, desde el año 2003, se había venido produciendo el mayor superciclo de materias primas, impulsado por la creciente necesidad de China precisamente de aquellos productos que algunos países en América Latina poseían en abundancia, como cobre, mineral de hierro, petróleo crudo, grano de soya y harina de pescado. Dada la escasez en China de recursos naturales, estas materias primas resultaban esenciales para impulsar a niveles nunca vistos el ambicioso modelo chino de manufactura basado en exportaciones. En segundo lugar, aunque América Latina ingresó al nuevo milenio con un nivel anémico de crecimiento, la demanda de China por materias primas de la región ayudó a impulsar el crecimiento promedio anual para la región en su conjunto entre el año 2003 y el fin del auge, ocurrido en 2013, hasta en un 4,8 por ciento: casi el doble de su tasa histórica de crecimiento. En tercer lugar, aunque la mayor parte de América del Sur se recuperó rápidamente de la CFG, los países de América Central y del Norte apenas estaban sobreviviendo. Las importaciones chinas habían inundado los mercados de México y de América Central, pero estos países no tenían gran cosa que China quisiera comprarles como contrapartida. Los déficits comerciales en Norteamérica se convirtieron en la imagen especular y contrapuesta de los superávits comerciales que se acumulaban en Sudamérica.

Esta mayor complementariedad entre China y los países productores de materias primas en Sudamérica ayuda a explicar la rápida recuperación de estos últimos tras la CFG. En realidad, la crisis financiera afectó a estos países del lado comercial, y una vez que China restableció su crecimiento con un enorme estímulo fiscal, estuvieron nuevamente operativos en 2010. Entre los años 2003 y 2013, debido a su abrumadora dependencia del mercado estadounidense, México sufrió un serio revés tanto en su cuenta corriente como en su cuenta de capital, registrando el crecimiento más bajo de la rentabilidad respecto al ingreso total y per cápita entre los seis principales países en América Latina. Aunque para 2014 ya se había enfriado el ciclo de precios de las materias primas que rigieron durante una década, en el año 2017, los precios del cobre, la harina de pescado y el mineral de hierro se mantenían al doble o triple de los niveles que habían ostentado en 2000. No obstante, esta situación no impidió que Argentina y Brasil entrasen en una caída económica en espiral sin salida aparente, mientras México seguía tratando de mantenerse a flote. Y, sin embargo, dos países sudamericanos más pequeños, Chile y el Perú, se mantuvieron firmes con tasas positivas de crecimiento del PBI total y per cápita.

Ahora tenía una visión de los vínculos entre China y ALC que justificaba escribir un libro, pero ¿cómo dar sentido a estas vinculaciones desde la perspectiva de América Latina? Empecé con la premisa de que China, pese a proyectar la imagen de un gigantesco Estado desarrollista en Asia, enfrenta serias limitaciones en cuanto a recursos naturales. Sus líderes enfrentan la urgente necesidad de alimentar a la población doméstica más numerosa del planeta y de impulsar la que pronto será la más grande economía a nivel mundial. Por necesidad, China ha tenido que internacionalizar su estrategia de desarrollo. En su notable trabajo Chinese Economic Statecraft (Gobernanza económica de China), William Norris analiza desde una perspectiva china cómo este país estructura hábilmente su política económica en el extranjero para cumplir estos fines. La tarea que me he planteado aquí es la de plasmar las maneras en que las políticas económicas estratégicas de China en el exterior se han cristalizado en el interior de América Latina, región que desde inicios del nuevo milenio ha servido como uno de los diversos escenarios regionales donde se desenvuelve esta estrategia internacionalizada de desarrollo. Esta estrategia es viable debido a que China ha acumulado el mayor nivel de reservas en moneda extranjera en todo el mundo: y es la primera economía emergente en lograr tal hazaña.

¿Qué ocurre con el componente de América Latina en esta ecuación? Una vez disipada la polvareda de la bonanza de precios por las materias primas, en términos del ingreso de IED proveniente de China, surgieron como ganadores Brasil, el Perú y, en un distante tercer lugar, Argentina. México ostentaba los más fuertes vínculos comerciales con China, aunque el grueso de estos se encontraba del lado de las importaciones, seguido por Brasil, Chile y el Perú, en ese orden; más aún, desde 2001 estos tres países han mantenido una balanza comercial más equilibrada con China. Al presente, China ha desplazado a los EE. UU. como el socio comercial más importante de Brasil, Chile, Perú y Uruguay. El otro ingreso importante de capital proveniente de China consiste en préstamos otorgados por dos bancos de desarrollo. Desde el año 2017, los préstamos más grandes fueron a parar a Venezuela (US$ 67.200 millones), Brasil (US$ 28.900 millones), Ecuador (US$ 18.400 millones) y Argentina (US$ 16.900 millones). Todas estas cifras destacaban algunas interrogantes iniciales. ¿Por qué, por ejemplo, Ecuador y Venezuela obtenían préstamos tan cuantiosos de bancos de desarrollo chinos pero aparecían en posiciones bastante inferiores en cuanto a IED de la RPCh? ¿Cómo podía una economía pequeña y abierta como la del Perú atraer casi el doble de la IED procedente de China que la recibida por Argentina hasta el año 2017? Por último, ¿por qué México, donde los bienes manufacturados de alto valor agregado representan casi el 80 por ciento de las exportaciones, ha quedado virtualmente paralizado ante la competencia china y ha recurrido más bien a un contraproducente proteccionismo?

Abordé estas interrogantes con un triple enfoque. En primer lugar, busqué lecciones y temas que pudieran consolidar y actualizar teorías y modelos de larga data sobre desarrollo. En segundo lugar, construí una base de datos macroeconómicos comparativos que medían todas las variables, desde crecimiento per cápita hasta formación de capital y desempeño institucional de largo plazo. En tercer lugar, compilé tres narrativas analíticas de desarrollo similares al enfoque metodológico asumido en la colección de trabajos editados por Dani Rodrik, titulada In Search of Prosperity (En busca de la prosperidad). Es demasiado pronto para plantear atribuciones de causalidad en el contexto de la relación entre China y la región ALC. Sin embargo, la bibliografía sobre economía del desarrollo ofrece sustanciosas maneras de entender la situación, que ayudan a enmarcar los escenarios que surgen en los respectivos países.

Empiezo con tres economías pequeñas y abiertas –Chile, Costa Rica y el Perú–, las cuales mostraron mejor desempeño por un amplio margen respecto a Argentina, Brasil y México durante el auge de China y a partir de ese momento. Esas tres naciones más pequeñas habían logrado considerables avances en cuanto a reformas macroeconómicas e institucionales antes de que se produjese el auge y, por consiguiente, estaban en una buena posición para aceptar el ofrecimiento de China de negociar individualmente un tratado de libre comercio (TLC) bilateral. La proliferación de TLC entre países desarrollados y en vías de desarrollo en la década de 1990 desencadenó una ola de análisis primordialmente neoliberales que publicitaban sus beneficios sobre la base de modelos de equilibrio general calculable y ventajas comparativas. Tal como lo muestra mi análisis, ingresar a un TLC Sur-Sur con China abrió nuevas opciones para estos países, al mismo tiempo que cuestionó estrechos parámetros neoliberales. Los TLC suscritos por China con Chile y con el Perú permitían numerosas excepciones en el sector de manufactura en cada país, y los tres TLC ofrecían acceso inmediato hasta al 90 por ciento del mercado chino. Estos tres acuerdos bilaterales comprendían los sectores de servicios e inversión, lo cual constituía un avance significativo para China.

A continuación, vuelco mi atención hacia Argentina y Brasil, países que aparentemente lo tienen todo en términos de una rica dotación de factores y sólidas complementariedades comerciales con China. Estos son los países que están más estrechamente integrados a la estrategia de desarrollo internacionalizado de China, y que están aparentemente industrializados en grado tal que han evitado un episodio cabal de la «maldición de los recursos». El auge, sin embargo, encontró a ambos países en la secuela inmediata de la crisis económica y la desilusión con la reforma. Recurrí a trabajos recientes sobre la maldición de los recursos que amplían su definición para incluir el panorama institucional. Desde este ángulo, durante el auge de precios en China, ambos países sufrieron una maldición de recursos de carácter institucional, por así decirlo, caracterizada por la erosión del Estado y de instituciones económicas, la adopción de políticas públicas gravemente descaminadas, y el estancamiento de reformas esenciales. Preguntas amplias para analizar una maldición de recursos de carácter institucional incluyen indagar cómo opera una coyuntura crítica como el auge de China para fortalecer (o debilitar) instituciones domésticas; para reducir (o elevar) el umbral para alcanzar reformas significativas; y para abrir (u obstruir) el camino a nuevos liderazgos, cambio organizacional, e innovación en políticas. Tanto Brasil como Argentina aparecen en la columna negativa del balance. Por ejemplo, en Brasil el auge fue el telón de fondo para uno de los mayores escándalos de corrupción en el mundo –una defraudación de miles de millones de dólares perpetrada contra la empresa petrolera Petrobras, de propiedad mayoritariamente estatal–, mientras que en Argentina permitió la interferencia y la apropiación de recursos por parte del Ejecutivo en un puñado de entidades públicas y privadas, incluyendo las reservas del Banco Central de Argentina.

México es mi tercera narrativa de país. Con el acceso de este país al TLCAN en 1994, los gestores de políticas descartaron la icónica escalera al desarrollo a la cual hace referencia Ha-Joon Chang (Kicking Away the Ladder: Development Strategy in Historical Perspective [Pateando la escalera: estrategia de desarrollo en una perspectiva histórica]), prescindiendo de políticas industriales e intervenciones del Estado. Irónicamente, el logro de asegurar este trascendental acuerdo distrajo a los Gobiernos mexicanos subsiguientes de llevar a cabo las considerables tareas pendientes en cuanto a reformas que se requerían para que el país prosperara en la economía global, con TLCAN o sin él. El tratado comercial por sí mismo, y los enfoques neoliberales de políticas macro- y microeconómicas que lo enmarcaban, simplemente no desencadenaron el tipo de transformación prometida por los gestores de políticas del partido gobernante. En lugar de ello, produjeron corrupción rampante, regulaciones onerosas, escasez de créditos y un descomunal déficit de infraestructura. Tal como México ha aprendido a golpes, un TLC es un escenario posible para el desarrollo, pero no un destino final. Los resultados dependen en gran medida del trabajo arduo de actores públicos y privados en el ámbito doméstico. Con la renegociación por parte de Washington del TLCAN (con el nuevo nombre de Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá, T-MEC), convertido en un manifiesto mercantilista que favorece al mercado estadounidense, y mientras China continúa desplazando las exportaciones mexicanas en el exterior, los gestores de políticas en México literalmente tienen que empezar de nuevo. Ello significa volver a escalar posiciones con un mejor liderazgo por parte del Estado, articulando una formidable estrategia comercial y de competencia alineada con China (y no con los EE. UU.) y, por último, concretar algunos acuerdos mutuamente favorables de inversión con la RPCh aparte del sector petrolero.

Al menos una de las personas a quienes se encargó la revisión de este manuscrito cuestionó mi decisión de excluir los casos de Venezuela y Ecuador como una cuarta narrativa. Mi justificación para tal decisión es la siguiente: dado que ninguno de estos países ricos en petróleo ha realizado un intento convincente por diversificar su base económica, y que ambos han rechazado el tipo de reformas institucionales y macroeconómicas que podían haber ayudado a aprovechar más productivamente el auge de China, no hay mucho más que una convencional maldición de los recursos sobre la cual basar la narrativa. Ninguno de los dos casos contribuye al desarrollo teórico ni al conjunto más amplio de bibliografía sobre este tema producida por académicos pioneros como Terry Karl y Michael Ross. En momentos en que este manuscrito es enviado a imprenta, una Venezuela postauge sigue atrapada en la hiperinflación, la reincidencia en el autoritarismo y una trágica crisis humanitaria. El entorno postauge en Ecuador no es tan aciago, aunque, según ciertos cálculos, el Gobierno ha hipotecado a China el grueso de reservas de petróleo del país.

Para China, ingresar a ambos países era cosa fácil, un sencillo expediente de entrar a la región de ALC con contratos de infraestructura con un alto contenido proveniente de dicho país (fuerza laboral, equipos, etc.) y bajo contenido en cuanto a precauciones ambientales. Venezuela tiene pocos resultados que mostrar en conexión con los miles de millones en préstamos provenientes de bancos de desarrollo chinos. En su trabajo pionero sobre el «capital paciente», Stephen Kaplan encuentra que tanto en Venezuela como en Ecuador estos fueron préstamos de Estado a Estado otorgados por China sin transparencia ni condiciones. Algunos fueron contratos de «préstamos a cambio de petróleo», en cuyo cumplimiento ambos países se encuentran actualmente sumamente atrasados; en los dos países, los expresidentes derivaron otros préstamos de China a través de proyectos especiales que al presente son virtualmente imposibles de rastrear. Ecuador tiene por lo menos algunas carreteras y puentes para justificar sus préstamos de China. Pero también tiene la represa de Coca Codo, financiada por China al costo de US$ 19.000 millones, que ya es tristemente célebre por sus escándalos de corrupción y por ocasionar un corto circuito en la red eléctrica del país. El escenario general es de derroche de capital y corrupción. Trágicamente, ello no es nada nuevo en América Latina. Aunque, en Washington, Trump ha acusado a China de hacer caer a países en desarrollo en la trampa de la deuda, la situación en Venezuela es la inversa: a falta de condiciones, y con un terrible retraso en el pago de su deuda, Venezuela tiene a China atrapada como acreedora. La situación en Ecuador no es muy distinta.

El auge de China puso claramente de manifiesto las brechas en cuanto a reformas y las debilidades institucionales en la región de ALC, al mismo tiempo que resaltó múltiples caminos para el muy diverso abanico de países aquí considerados. Aunque las oportunidades para una integración económica más estrecha con China son aparentemente infinitas, también lo son los riesgos. Este libro muestra que el «éxito» entre estos países ha variado de acuerdo con áreas de tema, sectores y proyectos. Por razones que se analizan a lo largo del libro, las tres economías pequeñas y abiertas corrieron con mejor suerte debido al impulso de reformas institucionales y macroeconómicas durante y después del auge, mientras que Argentina, Brasil y México no pudieron aprovechar las oportunidades a su alcance para realizar reformas y reestructuración. El trabajo del economista Douglass North, ganador del Premio Nobel (Institutions, Institutional Change, and Economic Performance [Instituciones, cambio institucional y desempeño económico]), nos recuerda que el tedioso patrón venezolano de un pasado que se repite recurrentemente en el presente está lejos de ser inevitable. Destaco el tremendo margen de maniobra que el auge de China permitía, y las posibilidades al alcance de los actores para emprender el tipo de reformas y políticas de promoción que podrían fortalecer la capacidad de un país determinado para beneficiarse al máximo del incremento de sus vinculaciones económicas con China.

Aunque China se ha convertido en una constante del panorama económico y político en América Latina, este libro deja en claro que la relación entre China y ALC es aún un proceso en curso. Inevitablemente, los mejores resultados han surgido de iniciativas relacionadas con China donde existen el Estado de derecho, la supervisión regulatoria y una estrategia clara del lado de América Latina. Mientras las relaciones entre China y ALC entran en su tercera década, este análisis sugiere que los líderes políticos, los gestores de políticas y las élites económicas a lo largo de la región de ALC tienen que redoblar la intermediación de acuerdos centrados en las abundantes oportunidades comerciales, crediticias y de inversión que China viene ofreciendo, y al mismo tiempo encontrar formas creativas de minimizar los riesgos.

Agradecimientos

Escribir este libro me ha requerido bastante tiempo. Hice el trabajo de campo en los seis países considerados como casos para estudio y me reuní con los representantes de Argentina, Brasil, Chile, México y el Perú en sus embajadas en Pekín. Cuando estaba por finalizar el libro, realicé presentaciones sobre la investigación en numerosas universidades e instituciones, entre ellas la Universidad Renmin en Pekín, la Universidad de Carleton (Ottawa), la Universidad de Chicago, la Universidad de Boston, el Carleton College, la Universidad de Virginia, la Universidad de Alberta (Canadá), la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign, la Universidad del Pacífico (Lima, Perú), Flacso – Buenos Aires (Argentina), la Universidad Eafit (Medellín, Colombia), Flacso-Quito (Ecuador), la Universidad Sergio Arboleda (Bogotá, Colombia) y la Universidad de los Andes (Bogotá, Colombia). Los colegas del Instituto Latinoamericano en la Academia China de Ciencias Sociales en Pekín han sido de gran ayuda. Recibí otros valiosos comentarios durante presentaciones que realicé en el Banco Central de Reserva del Perú, la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, el Ministerio de Comercio Internacional de Canadá, la Asociación Nacional de Industriales de Colombia y el Diálogo Interamericano en Washington D. C. Aunque simplemente no es posible mencionar individualmente a cada persona, quiero expresar mi gratitud a todos por su hospitalidad y camaradería.

Mi departamento académico de origen, Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales en la USC, no hubiera podido brindarme más apoyo en este proyecto. Desde financiamiento, apoyo para la investigación y hasta un seminario para analizar el manuscrito, mis colegas realmente cumplieron conmigo. En mi departamento (y sin un orden especial), agradezco a Erin Baggott Carter, Gerry Munck, Pat James, David Kang, Ben Graham, Joshua Aizenman, Brett Carter y Wayne Sandholtz por su comentarios, apoyo y aliento a mi trabajo. Ben Graham y su asistente de investigación, Claire He, emplearon su magia para dar formato a la información cuantitativa del libro. David Kang coordinó el seminario para analizar el manuscrito en nuestro Centro para Estudios Internacionales, y convocó a Richard Feinberg y Barbara Stallings como ponentes externos para el debate. Quiero agradecer los reveladores comentarios de Richard y Barbara, así como la retroalimentación de nuestros estudiantes de doctorado que participaron en el seminario: Jennifer Roglá, Victoria Chonn Ching, Mariana Rangel y Stephanie Kang. Muchos de mis estudiantes de doctorado actuales y pasados también ayudaron a aguzar mis ideas, entre ellos Christina Faegri, Cintia Quiliconi, Fabián Borges-Herrero, Hai-vu Phan, Shiming Yang, Juvenal Cortés y Nicolás Albertoni.

En términos de asistencia durante la investigación, me enorgullece decir que me apoyé casi exclusivamente en nuestros brillantes estudiantes de maestría en la USC. La oficina del decano me destinó generosamente dos investigadores de la maestría cada año mientras duró el proyecto. La oficina del decano también entró a tallar con la provisión de fondos para investigación bajo los auspicios de nuestro programa de Oportunidades para Estudiantes en Investigación Académica. Agradezco a David Glasgow del Decanato en la USC y a Steve Lamy en la oficina del decano en el Dornsife College por su compromiso con estos programas y su apoyo en enviarme tantos estudiantes de maestría, repletos de entusiasmo, como asistentes de investigación. Como se trata de programas de tutoría académica, muchos de estos asistentes de investigación empezaron durante su segundo año y trabajaron conmigo hasta su graduación. Tuve fantásticos expertos en hacer cálculos, como Vijeta Tandon, Chengxi Shi, Scotty Huhn y Hannah Kwon; prodigiosos editores bilingües, como Dawn Powell, Erin Piñeda, Daniel Paly, Lucy Santora y Qiong Wu; y otros genuinos talentos como Becky Turner, Brittney Kidwell, Savannah Wiseman, Nick Engler, Chris Roman, Susan Ye, Felix Tam, Víctor Paredes, Michael Lampe, Lauren Deife, Maureen Clougherty, Jason Tse y Chenyan Zhou. Scotty Huhn, quien dejó el proyecto para ir a trabajar a Silicon Valley, compiló la base de datos final para este proyecto, y generosamente accedió a colaborar conmigo como consultor hasta la publicación del libro. Gracias por todo, Scotty.

Cinco amigas cercanas –Debby Brautigam, Helen Shapiro, Cynthia Sanborn, Monica DeHart y Erin Baggott Carter– leyeron todo el manuscrito, palabra por palabra. Fueron duras críticas, y aprecio muchísimo sus honestos comentarios. Otros colegas que colaboraron con el proyecto incluyen a Kevin Gallagher, Rebecca Ray, Tom O’Keefe, Shaun Breslin, Jonathan Fox, Leonardo Stanley, Margaret Myers, Guo Jie, Manuel Pastor, Michael Shifter, Stan Rosen, Rolando Avendano Jeff Dayton-Johnson, Diana Tussie, Clay Dube, Shoujun Cui, Carol Graham, Stephen Kaplan, Alison Brysk, Martín Monsalve y Benjamin Creutzfeldt. Enrique Dussel Peters ha sido una fuerza infatigable en la recolección de datos sobre las relaciones entre China y América Latina y en promover el estudio de estas relaciones. Mi trabajo aprovecha ampliamente el análisis de datos realizado por Enrique. Dado que yo sabía muy poco acerca de China antes de emprender este proyecto, quiero agradecer a algunos de los autores y académicos cuyos trabajos fueron clave para mi cada vez mayor comprensión sobre este asombroso y complejo país. Los he citado a todos en el libro: Yasheng Huang, Minxin Pei, Yuen Yuen Ang, Justin Yifu Lin, Xiaolan Fu, Hu Angang, Susan Shirk, Barry Naughton, William Norris, Elizabeth Economy, William Overholt, Arthur Kroeber y, finalmente, Ezra Vogel, por su magistral biografía de Deng Xiaoping.

Tuve la enorme suerte de conocer a Jaya Chatterjee, mi editora en Yale University Press, justo cuando ella estaba lanzando una nueva serie de publicaciones sobre América Latina. Gracias, Jaya, por tu entusiasmo e inquebrantable apoyo para guiarme a lo largo de este proyecto. Eva Skewes y Dorothea Halliday en Yale University Press fueron de gran ayuda para alistar el manuscrito para su publicación. Lawrence Kenney hizo la corrección del texto, Bill Nelson finalizó las ilustraciones y Jeff Schier dio vida a las pruebas de galera. Todos ellos son perfeccionistas, y les agradezco inmensamente por ello. El editor de Pacific Affairs, Hyung-Gu Lynn, tiene la paciencia de un santo. Me tomó bajo su tutela en el proceso de mi primera publicación en una revista sobre Asia Pacífico, y le estoy muy agradecida.

Por esta edición estoy eternamente agradecida con la Universidad del Pacífico, especialmente con mi editora, María Elena Romero, quien ha publicado ya tres de mis libros. Por otro lado, Kique Bossio ha realizado una traducción impecable del inglés al español, y la cubierta fue diseñada por Carlos Ascasibar, quien fusionó el simbólico dragón chino con la bella artesanía peruana. Gracias al equipo del Fondo Editorial, a Kique y a Carlos por su esfuerzo conjunto para crear esta bonita edición en español.

Introducción

Debatiendo el nuevo terreno

[Los] Estados Unidos [...] han dejado de ser nuestros socios privilegiados. Ahora el socio privilegiado para América Latina es China.

Ricardo Patiño, exministro de Asuntos Exteriores de Ecuador1

Desde el inicio de la década que inauguró el presente milenio, cuando la mayor parte de la región aún no se recuperaba del estallido de la burbuja puntocom en los EE. UU. y de la profundización de dicha recesión a causa de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington D. C., China se convertía en un actor mucho más importante en América Latina y el Caribe (ALC). Aunque el crecimiento en ALC estaba por los suelos en 2001, esta tendencia se revirtió casi de la noche a la mañana (figura I.1). Quiso la Madre Naturaleza que la región de América Latina dispusiese de las materias primas que China precisaba para propulsar hacia una etapa más madura su modelo de desarrollo de alto crecimiento basado en exportaciones. Bajo el impulso de la voraz demanda de China, se dispararon los precios del petróleo, del cobre, del mineral de hierro, del grano de soya y de la harina de pescado (tabla I.1). Para Sudamérica en particular, la década que corre entre los años 2003 y 2013 se convertiría en la más grande lotería de las materias primas. La tasa de crecimiento promedio anual para la región en su conjunto fue de 4,8 por ciento entre los años 2003 y 2013: casi el doble de su tasa histórica2. Aunque ciertamente hay más elementos en esta historia que el simple auge de China en América Latina, la demanda comercial y el suministro de capitales provenientes de China han ayudado a facilitar el crecimiento económico en ALC desde el inicio del nuevo milenio.

Figura I.1Crecimiento porcentual del producto bruto interno (PBI), 1998-2017

Fuente:The Conference Board Total Economy DatabaseTM (versión ajustada), marzo de 2018.

El súbito crecimiento de América Latina se produjo inmediatamente después de un importante impulso de reforma que se había venido dando en la región desde finales de la década de 1980 e inicios de la siguiente. Bautizado por el economista John Williamson como el Consensode Washington (CW), este enfoque centrado en el mercado se basaba en tres pilares: privatización, liberalización y desregulación (Williamson, 2003). Casi tres décadas después, la evidencia acumulada muestra que, efectivamente, los países de la región de ALC han tenido significativos avances en cuanto a privatización de activos en manos del Estado; los regímenes comerciales han sido liberalizados, y se ha producido una diversificación de socios comerciales; los mercados financieros se han abierto, profundizado y desregulado; se han reducido las deudas externas de los países; y varios países han desarrollado grandes reservas de divisas (Armijo, Wise, & Katada, 2015; Lora, 2001). Se trata de una realidad completamente insólita en los antecedentes de América Latina, donde un alza de precios efímera y repentina procuraba enormes ganancias para la región, pero escaseaban políticas macroeconómicas sensatas e instituciones económicas robustas. Este último fue, por ejemplo, el escenario de la crisis de la deuda latinoamericana en 1982 que empujó a ALC hacia la «década perdida» de inflación elevada, fuga de capitales y crecimiento cero durante la década de 1980.

Si damos un salto de cinco lustros y consideramos las respuestas de la región de ALC a la crisis financiera global (CFG) en 2008-2009, la diferencia entre ambos escenarios es como la noche y el día: ningún país se vio obligado a recurrir a la ayuda del Fondo Monetario Internacional (FMI). La región de ALC tampoco se había restablecido jamás de una crisis de esta magnitud tan plenamente como lo hizo en 2010, sin depender de una reactivación del motor de la economía estadounidense. Aunque la CFG fue esencialmente una crisis financiera, esta golpeó a América Latina, China y a la mayoría de las demás economías emergentes (EE) por el lado comercial. Ello se debe a que los bancos de las EE habían evitado en gran medida los imprudentes instrumentos financieros de alto riesgo que llevaron al sistema bancario estadounidense al borde del abismo en 2008. Los impactos de la CFG fueron claramente variados a través de las EE y de los países desarrollados, pero las respuestas fueron bastante similares. Tanto China como los EE. UU. hicieron rápidos cambios, donde los gestores de políticas de ambos países inocularon a sus respectivas economías domésticas con un enorme estímulo fiscal. Solo en 2009, los EE. UU. gastaron el 5,9 por ciento de su PBI en intentos para evitar una completa depresión económica, mientras que el estímulo fiscal en China ese mismo año ascendía al 4,8 por ciento de su PBI (Armijo, Wise, & Katada, 2015, p. 212).

Tabla I.1Tendencias anuales del precio de materias primas en dólares reales (2010), 2000-2018

Año

Cobre, US$ / tonelada métrica

Petróleo crudo, precio al contado,US$/barril

Frijol de soya, US$ / tonelada métrica

Harina de pescado, US$ / tonelada métrica

Mineral de hierro, US$ / tonelada métrica seca

2000

2.279

35

266

519

36

2001

2.061

32

256

636

39

2002

2.061

33

281

801

39

2003

2.235

36

332

767

40

2004

3.371

44

360

763

45

2005

4.195

61

313

833

74

2006

7.475

71

299

1.297

77

2007

7.459

75

402

1.234

129

2008

6.764

94

508

1.102

152

2009

5.339

64

453

1.275

83

2010

7.535

79

450

1.688

146

2011

7.955

94

487

1.385

151

2012

7.226

95

537

1.414

117

2013

6.682

95

491

1.592

123

2014

6.354

89

455

1.582

90

2015

5.645

52

400

1.596

57

2016

5.192

46

433

1.601

62

2017

6.834

61

387

1.477

72

2018

6.075

54

381

1.480

69

Fuente: Monitor Económico Global (GEM) del Banco Mundial. Disponible en http://databank.worldbank.org/data/views/variableselection/selectvariables.aspx?source=global-economic-monitor-%28gem%29-commodities

Argentina, Brasil, Chile y el Perú pudieron capear el período de recuperación sujetándose al faldón de China, lo que igualmente le permitió a cada uno emprender políticas para contrarrestar el ciclo negativo de la CFG (Pastor & Wise, 2015). Investigaciones recientes llevadas a cabo por el economista Ambrogio Cesa-Bianchi y sus colegas del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) han determinado que «el impacto de largo plazo de un shock [positivo] del PBI chino sobre la economía típica de América Latina se ha incrementado tres veces desde 1990» (Cesa-Bianchi, Pesaran, Rebucci, & Xu, 2012, p. 32). Por consiguiente, para todos, a excepción de México, el rápido repunte del crecimiento en China y la demanda de materias primas de ALC llevaron a esos países a estar operativos mucho antes de la recuperación de los EE. UU. Por estar más estrechamente integrado al mercado de los EE. UU., México estaba ligado a la recuperación económica estadounidense y, por lo tanto, su restablecimiento fue más lento. El panorama general, sin embargo, lucía prometedor. El 9 de noviembre de 2009, Brasil aparecía en la portada de la prestigiosa publicación TheEconomist bajo el título «Brazil Takes Off» (Brasil despega). Incluso Argentina, la pesadilla de los mercados financieros internacionales tras su turbia suspensión del pago de bonos por valor de US$ 100.000 millones en 2001, fue elogiada por el FMI por lograr una recuperación de la CFG más vigorosa de lo esperado (Buenos Aires Herald,2011).

Pero en el mundo de los auges de precios de materias primas, inevitablemente, todo lo que sube tiene que bajar. A excepción del petróleo crudo, los precios de todos los productos empezaron a caer en 2014-2015 (véase la tabla I.1); a inicios de 2016, los precios del petróleo habían entrado en su propia caída libre, hundiéndose hasta un nivel justo por debajo de US$ 30 por barril (Kraus, 2016). En 2019, los precios se habían estabilizado alrededor de US$ 62 por barril. Evocando la caída del precio del petróleo de 1986, la combinación de un excedente de producción y la retracción del ritmo de crecimiento de China, de 9-10 por ciento anual en promedio que habían mantenido durante tres décadas, a aproximadamente 6,5 por ciento, mostraba cuán rápidamente un shock negativo del PBI de China podía enfriar el crecimiento mundial. Para la región de ALC, del mismo modo que el shock positivo del PBI de China había sido una bendición durante el período 2003-2013, este revés significaba una sacudida nefasta. El efecto fue agudo para aquellos países que fueron los más celebrados apenas tres años antes: Brasil y Argentina. En ambos casos, la economía se había contraído, los déficits crecían rápidamente y las tensiones sociales eran palpables (Ribeiro, 2018; McNamara, 2019). Tras cancelar su deuda al FMI en 2006 y declarar una guerra de relaciones públicas contra esa entidad, una humillada Argentina se vio obligada a recurrir nuevamente al Fondo a mediados de 2018. El FMI demostró no guardarle rencor, armando un nuevo paquete de créditos para Argentina de alrededor de US$ 57.000 millones (The Guardian, 2018).

Según Pekín, la contracción del ritmo de crecimiento de China ha sido parcialmente intencional, dado que los gestores de políticas de este país buscan distanciarse de una excesiva dependencia de exportaciones de manufacturas y grandes proyectos de inversión a nivel doméstico, y orientarse más hacia servicios, tecnología y consumo doméstico. Pero un crecimiento más lento de China también refleja trabas en cuanto a reformas domésticas en todo el sistema, especialmente en los sectores financiero (desmesuradas deudas de empresas estatales y otros préstamos en cartera vencida) y de bienes raíces. La repercusión para la región de ALC en su conjunto ha sido una contracción del ritmo de crecimiento de 1-2 por ciento en promedio desde el año 2014 (Focus Economics, 2019). Más aún: en la medida en que se desvanece la aureola de abundancia, las antiguas brechas en cuanto a reformas se han hecho más notorias en ambas orillas del Pacífico. Tanto China como la región de ALC enfrentan severos retos en los campos de eficacia gubernamental, calidad regulatoria, Estado de derecho y control de la corrupción. Pero es en ALC, mucho más que en China, donde los indicadores de eficiencia, competitividad e inversión productiva se encuentran más agudamente rezagados (Perry & Forero, 2014).

La presente coyuntura es el factor que impulsa a escribir este libro. La lotería de las materias primas es aparentemente fortuita e impredecible y, una vez que se disipa, rara vez deja un impacto positivo. Antaño, los productores del guano peruano (usado como fertilizante) y los barones del caucho brasileño descubrieron a duros golpes esta realidad. Respecto a oscilaciones de precios en materias primas más cíclicamente volátiles como el petróleo, los actuales aprietos económicos postauge de una Venezuela productora de petróleo equivalen a volver a ver una mala película (Labrador, 2019). Pero, a diferencia de auges anteriores, la presencia de China en la región de ALC se mantiene firme. De hecho, según declaraciones formuladas por el presidente de China, Xi Jinping, en un foro organizado en Pekín en enero de 2015 con 33 países miembros de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), el Gobierno chino está comprometido a duplicar a US$ 500.000 millones el comercio entre China y ALC para el año 2025, y a invertir US$ 250.000 millones en América Latina durante la próxima década (Cepal, 2015). Es este compromiso para mantenerse en la región el que ha desencadenado debates respecto a las «verdaderas» intenciones de China en ALC. Al mismo tiempo, académicos y analistas de políticas han expresado abiertamente sus inquietudes sobre las asimetrías en cuanto a comercio e inversión que han llegado a caracterizar las relaciones económicas entre China y ALC.

Debatiendo el nuevo terreno

Pese a la aparición de abundante bibliografía sobre la economía política de las relaciones entre China y ALC, aún estamos arañando la superficie en términos de nuestra comprensión de este fenómeno3. ¿Fue el reciente auge de China simplemente otro éxito pasajero para América Latina, o habrá cierta permanencia en los aparentemente consistentes vínculos comerciales y de inversión que se han forjado? ¿Es acaso cierto, como lo han sostenido recientemente los gurús realistas John Mearsheimer y Stephen Walt, que Washington necesita enfocarse más en «preservar la preponderancia de los EE. UU. en el hemisferio occidental»? (Mearsheimer & Walt, 2016, p. 71). Esta invocación ha recibido una respuesta parcial desde el advenimiento de la Administración de Donald Trump, en tanto los partidarios de la línea dura en el Departamento de Estado y el Consejo Nacional de Seguridad han tratado de presentar las relaciones entre China y ALC como una amenaza a la hegemonía estadounidense en el hemisferio occidental. En círculos intelectuales, un gran número de artículos recientes señalan los patrones emergentes de asimetría comercial y de inversión entre China y la región de ALC, caracterizándolos como una forma de «neodependencia»4.

Similarmente, una nueva ola de investigaciones advierte que los vínculos comerciales más fuertes con China pueden llevar a una convergencia de posturas en política exterior entre países de la región de ALC y China que representen un retroceso para los primeros. Por ejemplo, aunque se basan en datos muy escasos, Gustavo Flores Macías y Sarah Kreps reportan que dentro la Asamblea General de la ONU se ha producido una difusión de las preferencias menos favorables de votación de China respecto a temas específicos de derechos humanos en países que son sus más importantes socios comerciales en ALC (Flores-Macías & Kreps, 2013). Al mismo tiempo, otro estudio cuantitativo realizado por Georg Stuver encontró que «la comparación de patrones de convergencia en cuanto a políticas entre China y países en Sudamérica […] a nivel de relaciones bilaterales y multilaterales no reveló ningún panorama consistente» (2014, p. 148). En cuanto a la difusión de las intenciones políticas más ocultas de china hacia sus socios en ALC, aparentemente las opiniones al respecto llevan a un empate, y por ahora quizás es mejor dejar así las cosas.

Mi respuesta a las otras tres preguntas planteadas arriba es la siguiente. Pese a algunos escépticos que gozan de alta credibilidad, la relación entre China y ALC constituye actualmente un elemento persistente del panorama de la economía política en ALC; ello, antes que amenazar, complementa la hegemonía estadounidense en el hemisferio occidental; y la teoría de la dependencia, con su enfoque en la estructura del capitalismo internacional, tiende a pasar por alto las consecuencias divergentes a nivel doméstico que vienen surgiendo en estos países como resultado de su involucramiento más estrecho con China (Frieden, 1991, p. 235). Por lo tanto, la teoría de dependencia sigue siendo una descripción lúcida de los rasgos del subdesarrollo y evita que incurramos en errores, señalando como problemáticas las considerables asimetrías entre China y sus socios en ALC; sin embargo, este enfoque sistémico no puede dar cuenta del desempeño diferenciado de las EE dentro de la economía política internacional (EPI).

Este libro trata precisamente de la variación en los resultados referidos a la economía política, que surge como consecuencia de una integración más estrecha de China con 6 de los 10 países que ellos han designado como «socios estratégicos» (SE) en América Latina: Argentina, Brasil, Chile, Costa Rica, México y Perú. Al igual que muchos gestos de la diplomacia china, la designación de un país como SE está abierta a interpretaciones. Aunque la práctica de China de nombrar países como SE empezó en 1993, no existe una lista formal de SE de China, dado que los funcionarios del Ministerio de Relaciones Exteriores temen que «ello podría llevar a confusión e innecesario descontento para países importantes que no están considerados como socios estratégicos de China» (Zhongping & Jing, 2014, p. 8)5. El uso que hago del término aquí sigue la línea del trabajo de Yanran Xu, quien extrae una definición a partir de los discursos del ex primer ministro Wen Jiabao: «estratégico» significa que la cooperación es de largo plazo y estable, y que transciende la ideología y los eventos particulares; «socio» sugiere que el vínculo entre China y un país determinado es mutuamente beneficioso, una relación en la que ambos lados ganan, y que se ha establecido en condiciones de igualdad (Xu, 2017). En el capítulo 1, defino claramente la naturaleza de la integración de China con estos SE y analizo los efectos de este involucramiento a través de la lente de diversas teorías y modelos de desarrollo económico. Pero, antes de ir al meollo del tema, permítaseme dar mi propia interpretación sobre los debates antes mencionados.

¿Es China simplemente un amigo oportunista?

En este punto, se ha vuelto costumbre recitar de paporreta la información que confirma que la relación entre China y ALC es mucho más que un capricho pasajero. De hecho, en el prefacio recurrí a ese enfoque relámpago. Ahora, permítaseme replantear el argumento que recorre todo el libro. China, pese a proyectar la imagen de un inmenso Estado asiático desarrollista, enfrenta graves limitaciones en cuanto a recursos naturales. Lo más apremiante son sus urgentes necesidades de alimentar a la población doméstica más numerosa del planeta y de adquirir los recursos para impulsar la que pronto será la más grande economía a nivel mundial. Por necesidad, China ha internacionalizado su estrategia de desarrollo. Lo que empezó como la promoción de Deng Xiaoping de la estrategia de «reforma y apertura» del Partido Comunista de China (PCCh) a finales de la década de 1970, ha evolucionado gradualmente hacia un modelo de desarrollo que se basa en la incorporación de EE selectas, ricas en recursos y ubicadas en África, el Sudeste Asiático y, cada vez más, en América Latina. Esta estrategia internacionalizada de desarrollo ha sido posible gracias a la acumulación por parte de China del más alto nivel de reservas en divisas, que en marzo de 2019 se ubicaba en US$ 3,09 billones. El estatus singular de China como EE que a la vez ostenta abundancia de capitales refleja su tenaz búsqueda de un modelo de desarrollo impulsado por las exportaciones –muy parecido a las estrategias empleadas por Japón y Corea del Sur en el pasado–, basado en una enorme reserva de mano de obra barata, bajo consumo doméstico, una moneda subvaluada y, en el caso de China, enormes economías de escala. Sin embargo, al igual que en Japón y Corea del Sur, este enfoque ha llegado a su fin en China. Con los resultados variados y la saturación de la inversión doméstica en grandes proyectos industriales y de infraestructura, los gestores de políticas y empresarios en China actualmente se ven en apuros para encontrar un uso más productivo y eficiente para esos fondos. En momentos en que los bancos multilaterales de Occidente se enfocan en la reducción de la pobreza y en los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, China ha entrado a financiar proyectos que llenan brechas cruciales de infraestructura en otras EE como parte de su propia estrategia internacionalizada de desarrollo (Gallagher, 2016).

Bushra Bataineh y sus colegas estiman que los préstamos de China para proyectos de infraestructura se han incrementado «de una cuarta parte del sector de préstamos para el desarrollo en 2002 (medidos en activos totales) a más de tres cuartas partes de este monto en 2016» (Bataineh, Bennon, & Fukuyama, 2018). Estos mismos autores señalan que el enfoque de China hacia las inversiones en infraestructura en el exterior es una derivación del crecimiento del país a nivel doméstico durante los últimos 30 años y, contrariamente a los prestamistas occidentales, los proyectos de China «son evaluados más por su impacto que por la viabilidad específica del proyecto en cuestión». Como tales, estos proyectos de infraestructura están estrechamente vinculados a la producción de bienes y a la extracción de recursos que a continuación son enviados para estimular el desarrollo en China. El énfasis de China en el comercio, préstamos e IED relacionados con todos los aspectos de la extracción de recursos del exterior refleja su continua condición de EE.

Inadvertidamente o no, China está promoviendo el desarrollo de sus antes mencionados SE en ALC, la mayoría de los cuales ostentan dotaciones de factores complementarias a la de China. Reiteremos en este punto las considerables cifras que apuntalan la pujante relación entre China y ALC: el nivel total de comercio entre China y ALC, que llegó a US$ 306.000 millones en 2018, se ha incrementado exponencialmente desde los pocos miles de millones de dólares a los que ascendía en el año 2000; en cuanto a los seis países considerados en este estudio –Argentina, Brasil, Chile, Costa Rica, México y Perú–, en 2017, China representaba el 9 por ciento de sus exportaciones y el 16 por ciento de sus importaciones6. Respecto a la inversión de China en ALC, el monto total de inversión extranjera directa de salida (IEDS) de China hacia ALC-5 (omito aquí a Costa Rica, por cuanto el ingreso de IED de China hacia este país es insignificante) de 2000 a 2018 se estima en US$ 129.800 millones, que representan cerca del 15 por ciento del flujo total de IED hacia ALC.

Según datos oficiales de China, el grueso del ingreso de IED proveniente de este país hacia América Latina es canalizado a través de las Islas Caimán y las Islas Vírgenes Británicas, principalmente para efectos tributarios, lo cual dificulta estimar el monto preciso que ha sido invertido realmente en cada país. En consecuencia, me baso en datos compilados por Enrique Dussel Peters en la Universidad Nacional Autónoma de México en Ciudad de México (Dussel Peters, 2018b). En cuanto al país de destino, los mayores beneficiarios han sido Brasil, Perú y Argentina, en ese orden (tabla I.2). En promedio, las materias primas representaban cerca del 60 por ciento de la IEDS de China hacia ALC en el período 2000-2017; la IEDS de China en manufactura fue menor hasta el año 2017, cuando se incrementó casi 14 veces por encima del nivel que ostentaba en 2010 (tabla I.3). La IEDS de China en servicios se intensificó en 2016, promediando un 33 por ciento del total entre 2000 y 2017. La asistencia de China hacia ALC fue de aproximadamente US$ 560 millones en 2013, fondos que fueron asignados en una combinación de subvenciones tradicionales y préstamos blandos o sin intereses (Stallings, 2016, p. 78).

En el intervalo 2010-2019, varios países de ALC han recibido asimismo préstamos de dos grandes bancos de desarrollo chinos, el Banco de Desarrollo de China (China Development Bank, CDB) y el Banco de Importación y Exportación de China (Export-Import Bank of China), cuyos compromisos conjuntos hacia ALC desde el año 2005 ascienden a unos US$ 150.000 millones (Gallagher & Myers, 2019). Solo durante el año 2015, los préstamos a América Latina provenientes de estos bancos de desarrollo chinos fue casi el doble de los fondos combinados totales prestados a la región por bancos multilaterales de Occidente (Ray, Gallagher, & Sarmiento, 2016). La mayoría de los proyectos que China ha financiado en ALC tienden a hacer uso intensivo de capital, con enormes economías de escala y altas barreras de salida. Ejemplos de estos proyectos incluyen la construcción de ferrocarriles y represas en Argentina; una represa, carreteras, puentes y hospitales en Ecuador; y la modernización de importantes puertos en Brasil, México y Perú (Aisch, Keller, & Lai, 2015). Activos fijos, elevados costos indirectos y empresas mixtas son otros rasgos del rápido crecimiento de los vínculos entre China y ALC. Dado el caos político y económico en que ha sucumbido Venezuela, un proyecto auspiciado por China para la construcción de un ferrocarril de alta velocidad colapsó a mitad del proceso. Stephen Kaplan y Michael Penfold reportan que «los talleres del ferrocarril ubicados a los lados del corredor de la construcción fueron saqueados para llevarse los generadores de energía, computadoras, revestimientos metálicos y cables de cobre» (Kaplan, & Penfold, 2019, p. 27). No obstante, «elefantes rojos» chinos como este no desmerecen el hecho de que el compromiso de China con la región de ALC es de largo plazo y que ahora forma una parte integral de su propia estrategia internacionalizada de desarrollo (Kynge, Peel, & Bland, 2017).

Tabla I.2Flujos de salida de la inversión extranjera directa de China hacia América Latina

2000-2005

2010

2014

2015

2016

2017

2000-2017

Argentina

Número de transacciones

0

3

3

0

3

3

19

Monto (millones de US$)

0

5.597

523

0

215

1.283

11.870

Empleo

0

2.601

480

0

670

3.874

11.210

Brasil

Número de transacciones

6

10

13

19

16

13

107

Monto (millones de US$)

3.565

12.867

1.747

5.139

13.309

2.902

48.021

Empleo

6.303

15.208

7.128

13.950

37.163

32.955

138.613

Chile

Número de transacciones

0

1

2

1

3

4

22

Monto (millones de US$)

0

18

36

286

215

2.764

6.091

Empleo

0

0

43

175

4.284

5.691

10.721

México

Número de transacciones

4

4

10

9

4

19

68

Monto (millones de US$)

563

84

1.140

1.001

81

2.498

6.010

Empleo

6.354

478

2.470

4.915

1.455

17.524

40.615

Perú

Número de transacciones

0

4

5

1

0

3

33

Monto (millones de US$)

0

296

518

2.500

0

1.635

19.347

Empleo

0

3.552

5.381

3.000

0

8.300

34.090

Fuente: Dussel Peters (2018b).

Tabla I.3Flujos de salida de la inversion extranjera directa de China hacia América Latina por actividad (2000-2017)

2000-2005

2010

2014

2015

2016

2017

2000- 2017

Materias primas

Número de transacciones

40,00

36,67

19,05

11,43

25,71

13,33

29,88

Monto (millones de US$)

85,35

61,47

54,89

68,29

28,72

23,61

57,93

Empleo

50,69

76,64

60,70

15,22

27,35

18,13

41,04

Manufactura

Número de transacciones

26,67

23,33

40,48

48,57

34,29

51,11

36,28

Monto (millones de US$)

2,67

2,61

3,66

19,76

1,90

35,82

8,58

Empleo

6,86

5,00

14,29

74,44

13,80

26,16

25,27

Servicios y mercado doméstico

Número de transacciones

33,33

40,00

40,48

31,43

40,00

33,33

32,62

Monto (millones de US$)

11,98

35,91

41,45

11,25

69,38

38,36

33,19

Empleo

42,45

18,36

25,01

7,80

58,85

53,39

32,89

Compra de tecnología

Número de transacciones

0,00

0,00

0,00

8,57

0,00

2,22

1,22

Monto (millones de US$)

0,00

0,00

0,00

0,70

0,00

2,21

0,29

Empleo

0,00

0,00

0,00

2,54

0,00

2,32

0,80

Fuente: Dussel Peters (2018b).

La inversión extranjera directa de salida proveniente de China hacia proyectos enormes relacionados con recursos dentro de otras EE se ha venido dando aproximadamente desde el año 20107. Una vez más, y tal como es el caso en estas otras EE, ALC está empezando a ver un cambio en la composición sectorial de la IEDS, apartándose de la explotación de recursos y vinculándose con la manufactura y los servicios. Tal como se indica en el 13.er Plan Quinquenal de China, el presidente Xi está buscando lanzar una iniciativa de los «Próximos 30 Años» en busca de la modernización del país hacia un Estado desarrollista más maduro. Proyectos adicionales de infraestructura buscarán desarrollar economías regionales de escala y una integración más estrecha mediante redes de transporte. En Asia, ello queda ejemplificado por la Iniciativa de la Franja y la Ruta (Belt and Road Initiative, BRI) lanzada en 2013 bajo el Gobierno de Xi y que incluye la Franja Económica de la Ruta de la Seda y la Ruta Marítima de la Seda del Siglo XXI. La pieza central financiera es el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (Asian Infrastructure Investment Bank, AIIB), lanzado por China en 2015. Un manifiesto sobre desarrollo emitido por el Comité Central del PCCh, integrado dentro del 13.er Plan Quinquenal, indica que la competencia y la eficiencia sustentarán la consideración de políticas chinas referidas a los campos fiscal, financiero, de comercio exterior e IEDS.

En relación con América Latina, las reformas en China podrían tener significativos efectos multiplicadores y de repercusión. Al parecer, la asignación de la BRI se ha convertido en sinónimo de la anterior política china de «abrirse al mundo». ALC está involucrándose en parte del asunto, aunque pareciera que la BRI ha servido para dar visto bueno a proyectos que marcharían con o sin ella. Tal es el caso de un contrato por valor de US$ 2.100 millones obtenido en 2018 por la Corporación Estatal de Ingeniería de la Construcción en China para hacer carreteras en Argentina (Ge, 2018). Tal como ocurre con muchos proyectos chinos en Argentina, dicho Gobierno ha aceptado un alto porcentaje de insumos procedentes de China con este proyecto, incluyendo los referidos a ingeniería, construcción, actualizaciones y mantenimiento operativo (Stanley, 2018). Otros acuerdos entre China y ALC parecen coincidir con este perfil, como la construcción de un cuarto puente sobre el Canal de Panamá por parte de la compañía China Communications Construction por valor de US$ 1.420 millones. Aunque actualmente son 19 los países de América Latina que han firmado memorandos de entendimiento (MdE) con China referidos a la BRI, la terminología empleada en la mayoría de los acuerdos es imprecisa. Tal es el caso del MdE firmado por China y el Gobierno de Guyana para el otorgamiento de un préstamo relacionado con BRI para construir obras de infraestructura pública (Reuters, 2018; Departamento de Información Pública de Guyana, 2018).

Cabe resaltar que ni Brasil ni México participan por el momento de la BRI, y que en la reunión del Grupo de los 20 celebrada en Buenos Aires en 2019, Argentina declinó el ofrecimiento del presidente Xi para suscribir cualquier proyecto adicional referido a la BRI. Dadas las inquietudes respecto a la sostenibilidad de la deuda para países participantes de la BRI fuera de ALC (por ejemplo, Malasia, Pakistán, Sri Lanka y Montenegro), y las controversias sobre la naturaleza turbia y explotadora de algunos de estos contratos, probablemente sea mejor que la BRI aún no haya echado raíces importantes en la región de ALC. Citando un editorialde Financial Times: «El 89 por ciento de los contratistas de proyectos de transporte financiados por [la BRI de] China provenían de ese país. Los proyectos chinos son conocidos adicionalmente por incumplir con dar a conocer sus estudios de impacto» (Opinion: The FT View, 2018).

Ya la falta de evaluaciones serias de impacto ambiental y los efectos nocivos de algunos proyectos relacionados con la BRI han empañado la imagen de esta iniciativa. Pero aquí hay mucho más de lo que se ve a simple vista. Un estudio realizado por el Grupo Rhodium identificó que, en 38 renegociaciones de deuda entre China y 24 países en desarrollo durante la década pasada, «se encontraron condonaciones de deuda en 14 casos, prórrogas en 11 casos, y refinanciamiento y cambios en los términos de la deuda en la mayoría de los otros casos» (Hancock, 2019). Al no contar con cláusulas de condiciones, China tiene escasas opciones excepto negociar con sus deudores, algunos de los cuales han arrastrado a China hacia una trampa para acreedores. De hecho, la única confiscación de activos llevada a cabo por China durante este tiempo fue la del puerto de Hambantota, en Sri Lanka, realizada en 2017, una decisión de cuyas consecuencias Pekín aún no puede librarse.

Ahora que el proceso de profundización de relaciones entre China y ALC ha ingresado a su tercera década, se han estabilizado los flujos de salida de IED provenientes de China hacia la región. Parte de esta estabilización se debe a la propia desaceleración del crecimiento de China, pero también a su deficiente historial de debida diligencia. Del mismo modo, infracciones ambientales, conflictos con comunidades locales y numerosas acusaciones de corrupción han pasado la factura a los inversionistas chinos (Myers, 2019). Al mismo tiempo, el comercio entre China y ALC alcanzó en 2018 su más alto nivel histórico, US$ 306.000 millones, y el poder de atracción de China viene abonando los vínculos a través del Pacífico, incluyendo unas 41 sedes del Instituto Confucio que ofrecen instrucción en idioma mandarín en la región y programas de intercambio estudiantil entre China y ALC. El primer ministro chino Li Keqiang ha planteado la posibilidad de reubicar la producción industrial china en América Latina, incluyendo propuestas para formar empresas mixtas entre las compañías chinas (estatales y privadas) y firmas latinoamericanas locales en los sectores de alta tecnología y manufactura (por ejemplo, telecomunicaciones, logística, ferrocarriles y construcción naval). Incluso si estos proyectos propuestos, relacionados o no con la BRI, resultan ser nada más que sueños de opio, no hay dudas respecto a que China continúa echando raíces en América Latina, y al parecer este proceso será permanente.

Hegemonía de los EE. UU. sobre ALC – ¿Buscando amenazas en el lugar equivocado?

En especial desde que China accedió en 2001 a la OMC, este país se involucró activamente en cada región de la economía global, y en países desarrollados y en desarrollo por igual. Se ha convertido en el principal destino de mercados emergentes para la IED, y ha ascendido a los primeros lugares del comercio mundial más rápidamente que cualquier otro país en desarrollo durante el período post Segunda Guerra Mundial. Por ejemplo, China ha desplazado a Alemania como el principal exportador de productos al resto del mundo en apenas una década, y en este proceso «ha pasado de ser uno de los exportadores más insignificantes en cuanto a alta tecnología, a ser el fabricante número uno de alta tecnología en el mundo» (Gallagher & Porzecanski, 2010, p. 8). Ello no debe confundirse con independencia tecnológica. Tal como vimos en 2018, cuando ZTE, uno de los mayores fabricantes de equipos de telecomunicaciones de China, estuvo a punto de colapsar debido a las sanciones impuestas por los EE. UU. a China en respuesta a la violación de un acuerdo de detener exportaciones con usos tanto comerciales como militares a Corea del Norte e Irán, China aún depende de proveedores externos (y en particular de compañías estadounidenses) para el 95 por ciento de los circuitos integrados y componentes de manufactura de alta gama (Yang & Hornby, 2018, p. 3). Pese al esperanzado mensaje del exministro de Asuntos Exteriores del Ecuador en el epígrafe de esta introducción, los EE. UU. todavía son la principal economía en el mundo, el principal intermediario político y económico en América Latina, y China sigue dependiendo de compañías estadounidenses para sus insumos tecnológicos.

Los datos que he presentado hasta el momento delinean las maneras en las cuales se ha concretado la llegada global de China a América Latina, todo lo cual corresponde al marco de la diplomacia económica convencional. Como evidencia adicional de su creciente compromiso hacia la región, China obtuvo estatus de observador permanente en la Organización de los Estados Americanos (OEA) en 2004, y en 2008 pagó la cuota de ingreso de US$ 300 millones para convertirse en miembro pleno del BID. En virtud de un acuerdo entre el Chexim y el BID, China también estableció un Fondo para América Latina de US$ 1.800 millones para estimular inversiones de capital en infraestructura, empresas de mediana escala y recursos naturales en la región (Mueller & Li, 2018). Tal como se ha señalado, la cumbre Celac-China celebrada en 2015 en Pekín resultó en compromisos por parte de la República Popular de China (RPCh) sobre niveles cada vez mayores de comercio e inversión en la región. China ya ha establecido tres plataformas financieras regionales independientes que en conjunto totalizan US$ 35.000 millones en créditos para cooperación industrial, infraestructura y otros proyectos productivos (Ray, Gallagher, & Sarmiento, 2016, p. 5).

Desde el punto de vista de los EE. UU., sin embargo, el meteórico auge de China en el hemisferio occidental ha provocado frecuentes llamados de alarma. El ascenso de China y el proyectado relegamiento de los EE. UU. hacia el año 2027 (si no antes) como el país con el mayor PBI en el mundo han generado preocupación sobre el deterioro de la hegemonía estadounidense y, con ello, la mengua del prestigio y liderazgo de dicho país a nivel internacional8