Dramaturgas españolas en la escena actual -  - E-Book

Dramaturgas españolas en la escena actual E-Book

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Actualmente el teatro creado por mujeres se publica y se estrena más que nunca y en el panorama nacional contamos con grandes autoras y magníficos textos. Como muestra de ello, esta antología ofrece cinco obras fundamentales, escritas por Lourdes Ortiz, Carmen Resino, Paloma Pedrero, Lluïsa Cunillé y Laila Ripoll; cinco dramaturgas de primer nivel, todas en activo, con importantes éxitos en escena y traducidas a varios idiomas.  La violencia de género, la trata y el tráfico de personas, el maltrato infantil, la violación de derechos humanos o la falta de implicación en la ayuda humanitaria son algunos de los temas que tratan estas obras. Así, las piezas aquí incluidas destacan por la universalidad de sus escenas y la actualidad del conflicto desarrollado. Una antología que, además, gracias a la cuidada edición de Raquel García-Pascual, te invita a disfrutar de una selección del mejor teatro de mujeres de hoy.

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DRAMATURGIAS ESPAÑOLAS

EN LA

ESCENA ACTUAL

DRAMATURGAS ESPANOLAS EN LA ESCENA ACTUAL

EDICIÓN DE

RAQUEL GARCÍA-PASCUAL

En nuestra página web: www.castalia.es encontrará el catálogo completo de Castalia comentado.

es un sello editorial propiedad de

Primera edición impresa: agosto de 2011

Primera edición en e-book: febrero de 2016

© de la edición: Raquel García-Pascual, 2011

© de los textos:

El local de Bernardeta A., Lourdes Ortiz, 1994

A vueltas con los clásicos, Carmen Resino, 2008

Los ojos de la noche, Paloma Pedrero, 1998

Après moi, le déluge, Lluïsa Cunillé, 2007

Los niños perdidos, Laila Ripoll, 2005

© de la presente edición: Edhasa 2011, 2016

Avda. Diagonal, 519-521

08029 Barcelona

Tel. 93 494 97 20

España

E-mail: [email protected]

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público.

ISBN: 978-84-9740-657-4

Depósito legal: M.31.410-2011

Composición digital: Newcomlab, S.L.L.

EL LOCAL DE BERNARDETA A.

Lourdes Ortiz

ActoPrimero

(Una habitación con cristales donde se multiplican los reflejos. En el centro, una gran mesa cubierta por un tapiz. Sobre ella un cuenco con frutas, una gran raja de sandía, plátanos y manzanas. Unas mujeres de pie rodean la mesa. Están medio desnudas. Algunas pueden llevar máscaras africanas, deformes. Una versión casi naturalista, pero fría y dura, de Les demoiselles de Aviñon. Sobre la mesa y durante toda la obra cuelgan del techo unos pies descalzos, los pies de Adelita. Música de gramófono, cortinas blancas y grises. Cuando se levanta el telón, se oye desde lejos la voz de BERNARDETA.)

BERNARDETA.- Una no puede estar en todo. Una no puede estar en todo... Hacerme esto a mí... a mí...

(Entra en la habitación.)

BERNARDETA.- (Madama cincuentona, todavía de buen ver. Encorsetada y pulcra, tras el carmín discreto. Rasgos duros de jefa del consejo de administración. Lagartona y sabia, con varios repliegues.) ¿Qué hacéis ahí pasmadas? Hoy no es día de luto. El negocio es el negocio y hay que abrir como todos los días, como todas las noches. Meli, ayúdame tú. Eres la más sensata.

MARTI.- (Unos veintisiete. Envidiosa y mal hablada. Espera favores y ya ha perdido la poca gracia que alguna vez tuvo. Delgada y chiquitina, pero con grandes tacones y labios muy rojos. Nunca fue del todo joven.) La más sensata o la más tonta. Perdona, nena, pero es que tú nunca dices nada y así te va. Como te descuides, te endosan al Romano por esta noche. (A BERNARDETA.) Lo que es conmigo, no cuentes. Estoy en huelga de piernas caídas. Es lo menos que puedo hacer por la Adelita. Mira que se lo tenía dicho: paciencia, niña, paciencia. Pero no, la muy tonta tenía que...

GUS.- (Unos cuarenta.Ajada y triste. Con mala leche de siglos en cada arruga y en las grandes ojeras.) ¡La muy tonta, la muy tonta! Ha hecho lo que tenía que hacer... Lo que tenía que haber hecho yo hace mucho tiempo. Yo me meto, si tú quieres, en la cama del Romano, cariño. Pero ya no doy el pego. Me tiene muy vista.Al Romano le gustan jóvenes, así que vete preparando, al burro muerto... Hasta que llegue la próxima. Quinceañera, ¿qué te apuestas?

BERNARDETA.- Niñas, no maldigáis la mano que os da de comer. ¡Qué sería de vosotras sin el Romano! ¡Qué sería de esta casa!

MAGDA.- (Unos treinta años, fría, calculadora, esquelética, una de esas putas simbolistas, lúbrica y ambiciosa.) ¡Y qué sería del Romano sin nosotras! Últimamente no estoy de acuerdo con los porcentajes. Todo sube y nosotras seguimos aumentando las plusvalías, mientras él... ¿Habéis visto las últimas corbatas de seda, y el coche que se ha pimplado...? A mí me parece bien que él gane lo suyo, pero no me gusta que nuestros sueldos estén congelados.

GUS.- (Avejentada y pesarosa.) Una mujer sin hombre no es nada, y menos en este oficio, nena. Si no fuera por el Romano y su protección... Y es jodido, porque le va a saber a cuerno lo de Adelita, estaba encaprichado...

MELI.- (A veces MELIA.Treintañera, regordeta y bonachona.) Si no fuera el Romano, ya vendría otro. Macarras nunca faltan. Además, me da que el Romano está de capa caída. (Se ríe.) Le falta convicción, y cuando un tipo se amaina…

MAGDA.- (Se ríe.) Es que le hemos comido la moral... y ya era hora... Un tipo a sus años tendría que retirarse.

MARTI.- Él es como el vampiro que se regenera con la sangre joven. ¡Pobre de la que llegue! Mira lo que le ha pasado a la Adelita. Cuanto más engordaba él, más menguaba ella. Y cuanto más se ablanda, más tiene que chupar... A buen entendedor... (Se ríe.)

BERNARDETA.- Nunca estáis contentas. El caso es quejarse: si es duro, porque es duro; si es blando, porque es blando. El Romano es el Romano, y punto.

MARTI.- Y tú, su vicario en la tierra.Amén. Pero yo te lo advierto, mientras llega la nueva, que seguro que tiene que llegar, no cuentes conmigo.A ver cómo te las apañas. Yo estoy hasta la coronilla del Romano y... no estoy dispuesta a limpiar babas, ni a fingir estertores con ese cerdo. Búscale una sulamita que le caliente el miembro. Conmigo no cuentes.

MAGDA.- Conmigo puedes contar, pero si subes la tarifa. Esta menda no se acuesta gratis ni con Papá Noel, y menos con el Romano. Le tengo ya muy visto, y tiene razón Meli. ¡Chulo de pacotilla! ¡Chulo de mierda que ni para lo que tiene que valer vale ya! Además, por mucho que patrocine esta santa y venerable casa, no tiene por qué disfrutar gratis de la mercancía. No está en el contrato, que él, por otro lado, siempre se ha saltado a la torera.Así que si no paga él, pagas tú. Y tarifa especial, de domingo o de luto, como prefieras.

GUS.- Al Romano no le gustan esqueléticas, maja. Así que, ni cobrando. Yo tengo la suerte de que tampoco le gustan maduritas. Paso por esta vez.

(Todas miran hacia MARTI.)

BERNARDETA.- (Con voz cálida y celestinesca.)Mi niña, te ha tocado a ti.Tienes que hacerlo por todas nosotras. Él mismo se encargará pronto, te lo aseguro, le conozco bien, de buscar la suplencia... pero... mientras tanto... (Se da una vuelta y la mira.) No estás mal... nada mal... carne prieta, como a él le gusta, pezoncitos morados, que pueden resaltarse con un poquito de colorete... Podrías, además, ponerte el camisón que solía usar Adelita. El Romano es un sentimental. Y se le acentúa con los años.

MARTI.- ¡Y una mierda! ¡Para vosotras y para él! Yo ya tuve mi ración y descansé cuando llegó la nena... Una cosa es la iniciación y otra el servicio extra.

GUS.- Colgadita estabas por él. ¡Y mal que te supo que te sustituyera la nena!

MARTI.- (Suelta una carcajada.) ¡Qué poco me conoces, Gus, tú, la de la experiencia! ¡Loca yo por el Romano! Deseando estaba que alguien tomara la alternativa. Conozco mi oficio y lo hago bien. Pero no hay cosa peor que encima tengas que... Fingir para el cliente es una cosa y creo que... bueno, creo que no soy mala en el oficio. Lo que quieran. Pero fingir para un chulo que no sabe cumplir con su papel y que encima está pendiente de... vamos, tía... a otra con ese hueso... Ya he dicho que hoy estoy de huelga. Un respeto, tías, que Adelita está aún de cuerpo presente, y que se joda el Romano que tanta culpa tiene...

GUS.- Ssssh... No blasfemes, que las paredes oyen... (Señala a BERNARDETA.) Y aquí está la voz de su amo.

BERNARDETA.- Ni amo, ni puñetas. Lo sabéis todas, como yo. Cuando se entere no va a gustarle... Es la primera vez que...

MAGDA.- (Riéndose.) ... Se le estropea la mercancía. Y en su mejor momento...

GUS.- Antes o después, tenía que pasar. No se puede estirar tanto del hilo... La Adelita era un encanto y no es justo que la tratara como la trataba... hay que tener mucha cuerda para aguantar al Romano...

MELIA.- Y muchas tragaderas.Tiene razón, Marti, lo peor es que tienes que representar y ponerle alma. A mí a actriz no me gana nadie, pero... fingir amor, y el me muero por tus huesos, todas las noches, ya es otra cosa... Cansa a cualquiera. El cliente, hasta el más pesado, no te pide más que lo que paga: termina y se va tan contento y, si ese día no estás inspirada, pues santas Pascuas, se conforma y se las apaña como puede. Pero el Romano, no; el Romano necesita pleitesía, carantoñas. «¡Ay, que me muero por ti!». ¡Joder!, ya tenía que haberse acostumbrado con el tiempo...Adelita me lo dijo, que ya no podía más, que le faltaban fuerzas y eso que ella al principio...

GUS.- Al principio, como todas, buscaba un papá.

MELIA.- Yo creo que Adelita estaba enamorada. Era muy cría...

MARTI.- ¿Enamorada? Menuda pécora la Adelita, y que Dios me perdone. (Se santigua.) Picaba alto y estaba contenta la muy mema con ser la Favorita. Pobre tonta. Me hubiera gustado explicarle que todas habíamos pasado por lo mismo y que ya llegaría el tío Paco con la rebaja. Pero no te oía o no quería oír, y además a mí no me gusta quitarle la ilusión a nadie. Cada cual aprende lo suyo cuando llega la hora.Aunque ahora me da lástima.

MELIA.- ¿Tú crees que lo ha hecho por amor?

MAGDA.- ¡Por amor! Lo ha hecho porque estaba hasta el coño y porque… (Baja la voz y mira a BERNARDETA, desafiante.) estaba asustada. Por eso lo ha hecho.

BERNARDETA.- (Nerviosa y conciliadora.) Venga, niñas, dejémoslo. Bastante tenemos ya. Ha sido una desgracia y sanseacabó. No hay que darle vueltas. La vida sigue, la casa sigue y vosotras... Conviene que estemos todas unidas, como siempre. Yo soy la más afectada; sabéis cómo la quería, pero el trabajo es el trabajo. Me he esmerado en tener un negocio limpio y boyante, un negocio que da envidia verlo. Pero no sólo por mí, y mucho menos por el Romano..., sobre todo por vosotras. ¿Os he tratado mal alguna vez? ¿No contáis siempre con la Bernardeta? La Adelita era demasiado joven...

GUS.- Y demasiado colgada...

MELIA.- (Mirando hacia el techo.) Es una broma pesada. No deberías haberlo dicho.

GUS.- Tan colgada como tú, guapa. Lo que pasa es que unas lo llevan mejor y otras... Demasiada mezcla. Papá Romano se ha pasado esta vez, ¿o fuiste tú, madama?

BERNARDETA.- Eres una cabrona resentida. Adelita sabía lo que se hacía.Aquí a nadie se le fuerza a nada.Tenía sus pecadillos, como todas, pero era una buena muchacha. Demasiado sensible, tal vez... Le ha faltado tiempo, siempre hace falta tiempo... Pero todas sabemos que al Romano no va a gustarle.Volviendo a lo que iba: tú, Marti, podrías... ser amable con él. Es tozudo, pero se le camela pronto. Cuando llegue se va a llevar un disgusto, pero tú sabes cómo contentarle.

MELIA.- ¡Ujujú!... Es fácil de contentar, ¡para qué vamos a engañarnos! Basta con que se le adore y... se le siga dando confianza, pero es un mamón de mierda y con los mamones... yo paso...

BERNARDETA.- No te estoy hablando a ti. Hablo con Marti.

MARTI.- ¿Y qué me darás a cambio? Yo no quiero tarifa especial, sino vacaciones de fin de semana... con dieta, claro. Pero de ponerme el camisón de nena, ni hablar... ¡Serás macabra!

BERNARDETA.- Es sólo un juego, Marti, para que se sienta más... Ya te he dicho que es un sentimental. Últimamente está muy deprimido. Y le necesitamos, Marti, le necesitamos.

MAGDA.- ¿Para qué le necesitamos? El negocio marcha solo. Y tú eres la primera que deberías quitártelo de encima. Puedes llevar el local sin él perfectamente. ¿O no?

BERNARDETA.- Las formas son las formas, Magdalena. ¡Cuántas veces tengo que repetírtelo! Una casa que se precie, una casa con honra, tiene que tener un protector, una cabeza visible... Las mujeres solas no... Hacia fuera es él quien cuenta. Él es el que impone respeto, el que tiene los contactos, el que... en fin, el Romano es una garantía, nuestra seguridad y...

MAGDA.- Hay muchos Romanos y bastante más decorativos, si es sólo la planta lo que importa.

BERNARDETA.- La planta y la experiencia. Él todavía es alguien y los años trabajan a su favor.

MAGDA.- Un vejestorio que se cree...

BERNARDETA.- Basta. Estaba hablando con Marti. Marti, haznos ese favor a todas. Cuando él llegue, tú le recibes. Estate cariñosa, cuéntale lo de Adelita poco a poco, te digo que últimamente se siente...

MARTI.- ¿Y cómo me siento yo? La nena nos ha hecho una faena a todas y ahora soy yo la que tengo que apencar con la más fea.Además, ni siquiera está claro que el Romano se contente con eso. Me tiene ya muy vista, ya te lo he dicho, y él no es de los que se conforman. Y si le da por pegar, yo no estoy para palizas. La última vez me dejó el cuerpo... y todo porque se le cruza el cable...

BERNARDETA.- Él viene aquí a relajarse y a sentir que...

MAGDA.- Que es importante, imprescindible. No lega sus favores para sentirse satisfecho... el muy imbécil.

BERNARDETA.- Eres injusta. Siempre se ha portado bien con vosotras. No tenía por qué...

GUS.- Su dinerito le aportamos. Y cuando llega el momento, la patada. Y sin jubilación.

BERNARDETA.- Tú también eres injusta. Bastante hace con conservarte aquí, cuando ya...

GUS.- ¿Vas a llamarme vieja otra vez? Esa es tu táctica y la del Romano. Por eso envidio a la Adelita, que os ha dado a los dos en los morros. Primero nos sacáis el jugo bien sacado y luego, cuando ya no rendimos... a la puta calle y...

MAGDA.- (Carcajada.) Y sin pensión, cariño. Por eso hay que abrir los ojos, cuando una todavía está a tiempo. Hay mucha competencia, pero si una es lista, siempre hay soluciones. Yo creo que la Adelita lo había entendido a tiempo, lo que pasa es que a última hora la entró el canguelo.

MELIA.- ¿Qué quieres decir?

MAGDA.- Nada. Yo me entiendo.

BERNARDETA.- No todas son como tú. Adelita estaba contenta con la casa. Ella era fiel y estaba agradecida. Quería al Romano.

MAGDA.- ¡Y un cuerno! Tenías que haberla oído hablar. Puede que le quisiera al principio. Bien que se encargaba él de darle la dosis adecuada. Pero luego... yo la he visto vomitar, después de que él saliera del cuarto. Y no es que la niña tuviera muchos melindres, no, es que el Romano es mucho Romano.

(Entra JOSEFINA, la antigua madama. Es una puta vieja chiquitina y simpática, envuelta en colorines y pelucas rojas.)

JOSEFINA.- Mis niñas todas juntas... ¿Quién se nos casa hoy? Tengo que cepillar las pieles y buscar aquel sombrero, el de los pájaros y las flores. Seguro que tú, Bernardeta, me lo has escondido. El conde se volvía loco cuando me lo ponía. Trabajito primoroso... ¿por qué tenéis esas caras tan tristes, estamos en día de fiesta? Esta casa ya no es lo que era. Y todo desde que quitaste los divanes rojos. Cuestión de estilo. A un local de categoría, a un meublée de calidad le va el terciopelo granate... mira que te lo dije, mira que te lo dije... (Se acerca al tocador y pone música. MARTIse acerca irritada y lo apaga.) ¡Ay, la de bodas a las que he asistido...! Parece mentira cómo se pasa el tiempo. ¿A quién casamos hoy?

BERNARDETA.- Tú, tú te casas de nuevo. Las niñas estaban preparándolo todo.

JOSEFINA.- ¿Y cómo no me habéis avisado a tiempo? Tengo las pieles sin cepillar y no consigo recordar dónde dejé el sombrero.

GUS.- La polilla se comió tu sombrero. Pero no importa. Tenemos otros. Meli te buscará un sombrero adecuado.Vas a casarte esta noche con el Romano. (Suelta una carcajada.) Y te pondremos un camisón blanco de lacitos de color rosa, el bonito camisón de la nena, que a él tanto le gusta.

JOSEFINA.- ¿El Romano? Menudo pingo está hecho ese Romano. No. Josefina mira más alto y no se casa con el Romano. Un tipo sin educación, sin maneras. Un chaval demasiado orgulloso, que se cree que se va a comer mundo y que... ¿cuál de vosotras me ha escondido el sombrero?

MAGDA.- Estamos de funeral, abuela. Mejor te vendría la toca negra.

JOSEFINA.- ¿De funeral? Todavía no me he muerto. (Se toca y se palpa y luego se ríe.) De las mejores familias, de las mejores casas. Los he tenido a todos y he hecho con ellos... Local de postín... Ministros, embajadores, ¡si yo contara...!

MELI.- Maravillas. Fina, no estamos hoy para batallitas. Yo sé dónde está el sombrero. (La agarra de un brazo y se la lleva.)

MAGDA.- ¿Ves cómo el Romano es también humano? Joder, he hecho un verso. Gus, no sé por qué te preocupas. Con el tiempo, convertiremos esta casa en una amable residencia para ancianas. Nadie va a quedarse en la calle, gracias a la bondad de Bernardeta y a la caridad del Romano. Eso sí, siempre que te jubiles después de los setenta. Si el cuerpo aguanta y consiente el cliente.

BERNARDETA.- Josefina es el alma de...

MAGDA.- Ya, un bien muerto que heredaste con la casa y a costa de despojarla de todos los derechos. Madama muerta, madama puesta. Fue una bonita operación. ¿O crees que no sé que la conservas porque el local todavía sigue a su nombre y no puedes quitártela de encima? Te cedió el puesto, pero... se negó a firmar. Si no, ¿tú crees que estaría todavía aquí para contarlo?

BERNARDETA.- Sólo ves mierda por todas partes. Yo le debo mucho a Josefina.

MAGDA.- Ya, ya. Ella te acogió, te amamantó en sus generosos pechos, hizo de ti lo que hoy eres. Luego, entre el Romano y tú...

BERNARDETA.- Era muy mayor para seguir ocupándose del negocio. Fue ella la que quiso...

MARTI.- Oye, estoy ya de la vieja y de sus manías hasta...

MELIA.- (Regresando.) Cállate. Ella es la única persona decente de esta casa. La vieja no hace ningún daño y es una buena persona... es...

GUS.- Tenías que haberla conocido como yo la conocí, hace ya veinte años. ¡Un angelito! ¿Sabes que eso de las bodas iba en serio? Era su numerito extraordinario. El más buscado. Cuando yo llegué aquí ya tendría sus sesenta años y seguía poniéndose el traje de novia. En realidad, se lo ponía siempre para el mismo. El conde ese de las pelotas. Daba grima verla cuando se acicalaba porque el vejete iba a venir.

BERNARDETA.- Todas tenemos nuestro corazoncito. Yo le debo mucho a Josefina.

MAGDA.- ¿Crees que no sé lo que le debes? La mamita complaciente. Tú fuiste para Fina lo que querías que Adelita fuera para ti… el consuelo de tus noches y de tus penas. Pero te salió el tiro por la culata.

BERNARDETA.- Estás diciendo muchas idioteces esta noche. Será mejor que cada cual se retire a su cuarto.

MARTI.- Creía que esto era un velorio y que estábamos de guardia.

GUS.- Ni boda ni velorio.Ahí os quedáis, yo ya no aguanto más. Ya me contaréis mañana de qué iba la cosa. Para una noche que una puede descansar no voy a pasármela de palique.

MARTI.- ¿Por una noche? Guapa, si tú últimamente no das ni clavo. Esa es otra cosa que tendríamos que revisar. Yo trabajo a destajo y... Habría que volver a plantear lo de las comisiones.

GUS.- Todas tenemos un sueldo. Es lo que acordamos. No vas a revisar eso ahora.

MARTI.- ¿Ah, no? ¿Así que es justo que si yo me hago tres y tú ninguno cobremos las dos lo mismo al final de mes?

GUS.- Piensa en tu futuro, nena. Ya llegarás a los cuarenta.

MELIA.- Marti tiene razón. Ahora hasta que no venga la nueva se nos va a multiplicar el trabajo. Deberíamos cobrar por obra realizada, por cliente atendido, vamos. No es justo que las que más trabajamos, las más jóvenes, cobremos lo mismo. En otros sitios no es así. Y hay más estímulo.

BERNARDETA.- En la calle es donde no es así: la libre competencia, nenas. Pero vosotras habéis elegido la seguridad y la seguridad tiene sus ventajas.

MARTI.- Sobre todo para ti, que no te mueves y sólo abres la faltriquera.

BERNARDETA.- Pues vuélvete a la calle. Búscate un buen chulo y una buena esquina y a lo que salga. Págate luego el hotel, la pensión y descuenta lo del chulo. Y piensa en el invierno. Y en los precios tirados con los que vas a competir. Hay mucha extranjera por ahí suelta que ha puesto el mercado por los suelos, mucha extranjera y mucha hambre y mucha chavala que lo hace por la dosis mínima. Así que lárgate si estás tan descontenta.

MAGDA.- No irrites a mamá, Marti. Nosotras somos las reinas del mercado libre... Casi, casi funcionarias, que comemos igual en invierno que en verano y tenemos asegurada ropita limpia y cuartito caliente. A cada cual lo suyo. Bernardeta tiene razón. Pero eso no quita que...

MARTI.- Pues yo no le veo tantas ventajas. Aquí una tiene un techo, cien mil al mes. Ni subes, ni bajas. Mírala, a Gus. En la calle una puede aprovechar los años buenos y montárselo por su cuenta, en la calle una puede subir...Tengo alguna amiga, como la Emma, que ha puesto un piso de lujo en la Avenida del Generalísimo, o como se llame ahora, y tendrías que ver qué ropa y qué abrigos y qué joyas. Y tiene mi edad.Ahora se lo monta por teléfono y es dueña de su cuerpo. No sé si seremos funcionarias o... más bien somos esclavas. (Señala a GUS.) Eso es lo que nos espera. Ningún futuro. Siempre lo mismo hasta que...

GUS.- En la calle puedes subir o hundirte. Y la mayoría, te lo digo yo, lo pasan duro y acaban... Yo elegí cuando podía elegir y... no creo que me equivocara. Tengo mis ahorros, no mucho, pero...

MARTI.- Porque no tienes ambición. A mí no me da la gana mirarme en tu espejo. ¿Qué vida has tenido, di? Aquí encerrada, como si fueras una monja, siempre lo mismo. Y siempre aguantando al Romano y a la Madama. El Romano, buena ropa, buenos coches, y la Madama, dos chalecitos, uno en la montaña y otro en la playa. ¿O es que crees que me chupo el dedo? Y Gus, ¿hasta dónde llegan tus ahorritos después de casi treinta años de trabajo?

BERNARDETA.- Basta ya. No tenéis vergüenza, ¡y la pobre Adelita de cuerpo presente!

MARTI.- Ella pensaba como yo. Y con más razón todavía, porque últimamente no paraba.Tengo que reconocer que... bueno, tenía su aquel... había aprendido y... trabajaba como la que más. Y lo hacía bien. Sabes que hemos tenido nuestros encontronazos, que... Pero reconozco que en lo suyo era única, que ponía el alma... por algo –y mira, lo reconozco ahora que ya no está– era la más buscada y... no es justo que cobrase como Gus, por ejemplo, que últimamente no da bolo.

BERNARDETA.- Nadie te obligó a firmar el contrato. Ni a ti, ni a ninguna. Ahí estaban puestas las condiciones. Y bien contenta que firmaste, después de tu experiencia en Albacete.

MARTI.- Deja Albacete ahora. Eso es harina de otro costal. No cambies de tema. ¿Así que es justo que Gus cobre como cualquiera de nosotras?

GUS.-Ya tendrás mi edad, nena. Muérdete la lengua.

MARTI.- No me da la gana morderme la lengua. Y no me chupo el dedo. ¿O crees que no sé que hay y ha habido siempre situaciones de favoritismo? Regalitos, comisiones... (Se vuelve hacia MELIA.) No seas mema; ¿crees que la Adelita con esa cara de niña buena que nunca ha roto un plato cobraba igual que tú y que yo? Bien que se encargaban el Romano y la señora (Señala a BERNARDETA.) de engrosar a escondidas su cuenta corriente. El ojito derecho de mamá. Pero te salió rana. Ella quería picar más alto.

BERNARDETA.- Cállate, Marti.

MARTI.- ¡Que me calle! Bien que me diste la patada en cuanto llegó la nena, y que se te derretían las entrañas con sólo mirarla. Me extraña que estés tan... tan entera... ¿O es que las que son como tú usáis y tiráis?

MELIA.- Nunca tragaste a la Adelita. Respeta un poco, tía. Está caliente.

MARTI.- ¡Que respete un poco! ¿Y quién me respeta a mí? ¿Crees que ella me respetó cuando se metió en la cama de esta (Señala a BERNARDETA.) para...? Menuda zorra...

GUS.- Son celos, guapa. La Adelita tenía su aquel. Hay que reconocerlo. No creo que fuera ella la que buscaba favores... Simplemente...

MARTI.- ¿Que no los buscaba? Sabía manejarte, ¿verdad, encanto? (A BERNARDETA.) A ti y al Romano, aunque luego devolviera. ¡Mosquita muerta! Pero sabía muy bien por qué lo hacía... Ella me lo tenía muy dicho: cuatro añitos y me largo. Quería volar más alto. Pero, eso sí, antes apañar deprisa para poder largarse.

BERNARDETA.- Ella estaba contenta aquí. Esta era su casa. Sabía que se la quería.

MARTI.- Claro que sabía que se la quería. Y sabía también sacar tajada. No era tonta, no. Era una gran prima donna que sabía meterse a todo el mundo en el bolsillo.

BERNARDETA.- Para ser buena en esto, y tú lo has dicho antes, hay que ser buena actriz... pero hace falta algo más... algo que o se tiene o no se tiene. Lita era una profesional. Por eso no entiendo que... (Se tapa la cara.)

MARTI.- Lagrimitas ahora. No lo pensaste mucho antes, ¿eh? Hasta diez y quince trabajos por noche... Ella, la niña de tus ojos...

BERNARDETA.- Ella disfrutaba con el trabajo. Era concienzuda y...

MAGDA.- Ambiciosilla. ¿Qué comisión llevaba?

BERNARDETA.- ¿Comisión? Ella era tratada como todas las demás.Tenía su contrato y su sueldo. Lo que pasaba es que... amaba su trabajo, estaba contenta y... le gustaba dar amor.

MAGDA.- Ja, ja, ja... Era buena, sí, tengo que reconocerlo.Tan buena que a veces me ponía los pelos de punta. Hay quien tiene arte y... le sale de natural. Yo entiendo que los clientes se la disputaran, claro que lo entiendo. Lo que no entiendo es que tú dejaras que acabara agotándose.

BERNARDETA.- Ella sabía lo que hacía. Nunca decía que no... Era...

MARTI.- Un mirlo blanco.

BERNARDETA.- (Irritada.) Tenía algo que tú no tendrás nunca. Le gustaba, ¿sabes? Le gustaba de verdad...

GUS.- Una perfeccionista. Tenía algo que yo tuve alguna vez, aunque no te lo creas. El cliente se quedaba contento porque...

MAGDA.- También mis clientes se quedan contentos.

BERNARDETA.- Es otra cosa...

MAGDA.- ¡Qué coño otra cosa! Aquí cada cual cumple su oficio y nunca he tenido quejas. Yo no soy Adelita, soy Magda y a mucha honra... cubro un campo muy amplio y específico, y para muchos soy insustituible. Tú lo sabes muy bien.

BERNARDETA.- Todas sois buenas, todas sois buenas... Cada cual en su especialidad. Estamos un poco nerviosas. No es el momento ahora de... deberíamos hacer algo, deberíamos...

MAGDA.- (Pensativa.) No te he visto llorar. Pensaba que ibas a llorar, pero no te he visto llorar.

MELIA.- Ya vendrá la nueva.

BERNARDETA.- ¿Qué quieres decir?

MELIA.- Eso, que ya vendrá la nueva.

MAGDA.- Pero mientras tanto todavía no hemos decidido quién apenca hoy con el Romano. Conmigo no contéis.

MELIA.- Deja al Romano ahora.A lo mejor Madama puede complacerle. ¿Es cierto que de jóvenes...? Fina me ha contado que tú y él...

BERNARDETA.- Fina chochea.

MELIA.- ¿No íbais juntos en el negocio desde el principio? Conociendo al Romano me extraña que no... Con veinte años menos... bueno, a lo mejor entonces tenía su aquel. ¿Fue alguna vez un chulo de verdad, un macarra que...?

BERNARDETA.- Con treinta años no estaba mal.

MAGDA.- Yo no me creo que fuera muy distinto de lo que es ahora. Pura fachada. Mucho cigarro puro, mucha camisa de seda y zapatitos de punta, chalecos cruzados y... plaf...

GUS.- Bueno, nunca fue gran cosa. Pero te daba seguridad. Sabía cómo tratar a una mujer.

MAGDA.- Vale, a otras con el cuento. El que tuvo, retuvo. Sin su navaja, un pobre tío que no tiene media bofetada.

MELIA.- ¡Como te oiga!

MAGDA.- ¿Me va a cruzar la cara otra vez? Conmigo ya no se atreve. Con la Adelita, sí. A la Adelita la engatusó primero y luego... Los hay que compensan con jeringa lo que no...

GUS.- Se lo rifaban las mujeres.

MAGDA.- Y un cuerno. Ha sido siempre un lince para el negocio. Eso nadie se lo discute. Sabe llevar las cuentas y... tiene contactos. Pero un chulo de verdad es otra cosa.

GUS.- ¿Y tú qué sabes de un chulo de verdad si nunca lo has catado?

MAGDA.- Pues anda que tú... Entraste aquí cuando tenías quince años, nena, de la manita del Romano y con el patrocinio cariñoso de doña Bernardeta. Me lo has contado muchas veces, no te olvides.

GUS.-Y ha llovido desde entonces. ¡Jooo que si ha llovido! Pero, como dice el tango, veinte años no es nada. Se me ha pasado el tiempo sin darme cuenta y... ya ves... todavía me parece que estoy empezando. Aunque no te lo creas el Romano tenía su aquel. Sabía encandilarte. Si no llega a ser por él, yo no estaría aquí. Hace mucho que me habría largado.

MELIA.- Pues no ha sabido retirarse a tiempo, porque lo que es ahora...

MAGDA.- No es cuestión de años.

BERNARDETA.- Nunca te quiso en su cama.

MAGDA.- Suerte que tuve. Las dos veces que lo probé, casi vomito yo también. Y eso que era de los fáciles. Bastaba con que pusieras la boquita muy abierta y los ojos desmayados. He visto muchos tipos en mi vida, tú, y a todos les derrite el desmayo, pero ninguno tan creído como el Romano. Mucha pistola, mucha bofetada, pero detrás...

MELIA.- Magda tiene razón.Todo fachada.

MARTI.- Y lo peor es que tienes que multiplicarte, porque a pesar de que es facilón, no se conforma con poco. Quiere sentirse dueño y señor. Ay... que me derrito por tus huesos... que me haces feliz, que no hay otro como tú, dame, dame... Ja, ja, ja. Mira, eso Adelita lo hacía bien. Sabía tenerle contento y, desde que ella llegó, las demás descansamos.

MELIA.- Sí, pero ahora no está y algo hay que hacer.

GUS.- Que se pase sin su ración por una noche. Yo creo que, tal como está, va a agradecérnoslo.

MARTI.- Podemos echarlo a cara o cruz. Si tengo mala suerte, me lío la manta a la cabeza y apechugo... ¿De acuerdo?

MAGDA.- Jugad vosotras. Como dice Bernardeta, a mí no me quiere en su cama, así que... paso...

MARTI.- No, guapa, no pasas. Aquí nos pringamos todas, y si tú no le gustas, que se aguante. Como hemos tenido que jodernos todas.

BERNARDETA.- Cría cuervos. El Romano ha sido como un padre, un amigo para todas vosotras.

MAGDA.- (Riéndose.) Pero quiere ser amante. Mira, a los que son como él son a los que menos trago. A todos les gusta quedar como dioses, pero no tienen la pretensión de ser tu salvador, de hacerte mujer y todas esas pamplinas.

MELIA.- ¿Sabes lo que fue antes de dedicarse al negocio? Me lo contó Fina, que a veces se acuerda de muchas cosas. Cuando está lúcida es un pozo sin fondo.

GUS.- ¡Vaya noticia! Todas lo sabemos.

MARTI.- No. Yo, no.

MELIA.- Hacía estriptís en un cabaret de cuarta. Como tenía tamaño se creía el rey del mambo. De ahí le vino la idea.

(Todas se ríen.)

MARTI.- (Fingiendo la voz.) Nena, te voy a hacer feliz.Verás lo que...

MAGDA.- Sí: la puntita y sostenida. Conozco el tema. La pobre Adelita me contó que…

BERNARDETA.- (Nerviosa.) Punto en boca.

MAGDA.- Calla. Si no voy a descubrir nada que no se sepa. Es de los que piensan que todo se les da por antonomasia.

MARTI.- Creo que no voy a echar la moneda.Te ha tocado, Melia, así que... perfúmate y ponte el camisoncito.

BERNARDETA.- Sois injustas. Él lo ha hecho todo por vosotras. Podría retirarse con lo que ha ganado, pero sabe que sin su protección...

MARTI y MAGDA.- (A coro.) Nos hace felices. Nos hace mujeres.

MAGDA.- (Termina la frase.) Y se lleva buenos beneficios. Eso es lo que más me fastidia, tía. Un cliente viene, paga y te da las gracias. No pide más. Que le hagas el numerito y se va contento. Agradecido. Pero el Romano, no. El Romano, como un marido, te pide sumisión y reconocimiento. No te jode... Este es un oficio duro, pero un oficio... Lo demás...

BERNARDETA.- Si no te gustaba podías haberte largado hace tiempo. Hay mucho macarra por ahí suelto, que está dispuesto a promocionar cualquier mercancía.

MAGDA.- Más vale lo malo conocido. Yo, como Gus, prefiero la seguridad. Claro que podía haberme largado. Pero lo otro ya lo había probado. Y la sarna sin gusto sí pica. Yo nunca estuve colgada, y tú lo sabes muy bien, como la pobre... Eran otros tiempos. Pero yo no necesitaba la jeringa. Sabía lo que hacía y por qué lo hacía. Por eso no trago al Romano y desde el principio le puse los puntos sobre las íes: Esto es un contrato; tú, tu parte, y yo, la mía. Cada cosa en su sitio.

GUS.- A ti lo que te pasa es que no te van los hombres. Ni el Romano, ni ningún otro. Nunca te han ido.

MAGDA.- Mira, no vas mal encaminada. Por eso, precisamente, soy buena para este oficio. Lo contrario de la pobre Lita. Cuanto más te van, más jodida. Es como lo del actor, o por lo menos eso dicen; cuanto más se separe del personaje, más... profesional y más resultón. Si te implicas y te cuelgas...

MELIA.- A mí sí me gustan los hombres, siempre me han gustado, y... sin embargo tampoco trago al Romano.

BERNARDETA.- Sí. Te gustan demasiado. Y en eso tiene razón Magda. Ya te lo he advertido muchas veces, eso no es bueno para este oficio. Hay que tener los ojos muy abiertos y la cabeza muy despejada. Lo del otro día fue una...

MARTI.- ¿Qué pasó el otro día?

BERNARDETA.- Nada. No es asunto tuyo.

MARTI.- Aquí nada es asunto nuestro, ¿no? Llevo aquí metida siete años y no es asunto mío. ¿Qué coño te pasó el otro día?

GUS.- Deja a la chica. Cada una tiene derecho a sus propios asuntos. Un poco de intimidad, ¿no?

MARTI.- No, si intimidad, toda. Si no fuera por tanta intimidad, no estaría Adelita donde está. A mí lo que le pase a esta o deje de pasarle me la trae floja. Lo que pasa es que entre compañeras...

MELIA.- No es nada importante.

MAGDA.- ¿Volviste a meterla?

BERNARDETA.- ¡Que si la metió! Se presentó en casa del tipo y tuvo una charla con su mujer. El tipo vino indignado y tuve que hacer milagros para que no llamara a la policía y me cerraran el local.

MARTI.- ¿Tan fuerte te dio?

MAGDA.- ¡Si es que esta se lo cree todo! ¿Cuántas veces le habías visto?

MELIA.- (Avergonzada.) Llevaba un año viniendo. Me quería. Yo sé que me quería. Iba a dejar a su mujer y...

MAGDA.- Ya empezamos. Oye, que no llevamos babero, ni chupete: a estas alturas no me vas a decir que te creíste el rollo más sobado del mundo...

MELIA.- Son cosas mías.

MAGDA.- Ya. Pero te joden. Ya eres mayorcita para...

MELIA.- Esas cosas se notan...

MARTI.- ¿Qué?

MELIA.- Que un tipo te quiere, que está cogido. Es como una fuerza, como un...

GUS.- Mira con lo que nos sale ahora...

MELIA.- Que nunca lo hayáis sentido no quiere decir que no exista. Lita sí me entendía, porque ella...

BERNARDETA.- ¡No digas tonterías!

MELIA.- No te gusta oírlo, ¿verdad? Pues tendrás que oírlo. Lita me entendía, porque ella también... Y tenía suerte, porque él, el tipo, iba a sacarla de aquí... iba a llevársela, y tú... tú lo sabías, y el Romano lo sabía, y... (Se tapa la cara con las manos.)

BERNARDETA.- Pamplinas. Cosas de niñas.Tú eres la que tienes la cabeza llena de pájaros. Tú eres la que nunca aprenderás. ¿De cuántos te has colgado, cuántos te han jurado ya en estos cinco años amor eterno y rescatarte? (Con ironía.) Pero no toques a Lita, no me toques a Lita. Ella era muy distinta. Sabía lo que quería y no se dejaba engañar. Era una buena profesional, una...

MELIA.- Así es como tú la veías, así es como querías verla, pero Lita no te soportaba... como no soportaba al Romano.Tampoco ella. Y menos desde que conoció a...

BERNARDETA.- (Se ríe.) El salvador. Eso te lo decía para consolarte, para que no te sintieras ridícula con tus absurdas historias. Adelita nunca hubiera caído en la trampa, tenía las ideas muy claras y sabía que un cliente es sólo un cliente.

MAGDA.- ¿Y si no fuera así? ¿Y si Meli tuviera razón? La verdad es que últimamente estaba muy rara, parecía otra. Le venían como ardores, sofocos; de pronto se quedaba como pensando en las musarañas y... Yo lo atribuía a la dosis, pero... a lo mejor... (Se ríe.) Esa es la peor droga, ¿verdad?, la que puede destruirte, la que podía arrebataros para siempre a ti y al Romano de mierda la querida muñeca. ¿Cómo era él, Meli?

MELIA.- Un chaval. Un crío. La primera vez vino por... no sé, algo de una fiesta de solteros, una despedida o algo así. A él no le iba esto. Pero luego volvió, ¡vaya si volvió! Venía siempre a por Lita, y ella... hacía planes. Al principio, no se lo creía. Se reía de él o hacía como que se reía cuando me lo contaba, pero... luego... se le fue metiendo dentro y... yo la entendía. Claro que la entendía.Vosotras, en cambio, no podéis entenderlo. ¿Qué vais a saber vosotras de...?

GUS.- Oye, para, para. ¡Que en todas partes cuecen o han cocido habas!

MARTI.- Ahora la Gus nos va a contar sus amores románticos, aquel amor imposible y ardiente de su juventud perdida.

GUS.- Vete a la mierda.A ti no podrá pasarte nunca, porque...

MAGDA.- ¿Hacemos concursos de amores perdidos? Claro que todas hemos pensado alguna vez que el tío aquel iba a rescatarnos. Es el manual de la puta, el primero que se aprende. Lo que es idiota es seguir creyéndoselo a los cinco o a los diez años. Y la verdad es que en Adelita me sorprende bastante.

BERNARDETA.- ¡Como que es una memez! Pamplinas de esta idiota.

MELIA.- Ella no quería que tú lo supieras.

BERNARDETA.- ¿Crees tú o creía ella que yo no me entero de todo lo que pasa?

MELIA.- ¿Lo ves? Lo sabías y la torturaste.

BERNARDETA.- Yo no sabía nada, porque no había nada que saber.

MAGDA.- Y entonces ¿cómo te explicas tú...? (Señala hacia el techo.)

BERNARDETA.- Una bajada de tensión, un desfallecimiento.Todas hemos pasado por eso.

MAGDA.- Pero no todas hemos...

BERNARDETA.- Las hay más sensibles, las hay más fuertes. Una se mata por muchas cosas, pero no por amor.

MELIA.- O sí.Tú no, desde luego. Pero estarías dispuesta a matar para no perderlo.

MARTI.- ¡Eh, eh, eh! No nos pongamos en plan culebrón. Dentro de nada llegará el Romano. Voy a tomarme una tila y a prepararme para el recibimiento. Esta me la debéis. (A BERNARDETA.) Y ya sabes: vacaciones de fin de semana, con dietas y…

(Se retira. MAGDAle sigue.)

MAGDA.- Yo me largo también.Aquí huele mal.

GUS.-Y yo, si no se me necesita. Ha sido un día agotador y era de descanso. ¿Qué hacemos con...?

BERNARDETA.- Mañana será otro día. Ya me encargo yo de todo. Y una puede decir muchas tonterías si se pierden los nervios. Parece mentira, lo menos que le debemos a la Adelita es respeto... respeto y...

(Sale BERNARDETA. GUSva a retirarse y MELIAla retiene.)

MELIA.- Gus... yo...

GUS.- ¿Qué pasa?

MELIA.- ¿Podrías...? Me gustaría hablar contigo. Con las otras…

GUS.- Me gustaría también descansar un poco... pero larga. ¿Es de Adelita?

MELIA.- No, no.Aunque con ella sí hablaba de estas cosas.

GUS.- ¿Qué cosas?

MELIA.- (Confusa y torpe.) Del... placer... y... Pero eso no es placer, es... como quitarse el hambre o tomarse un analgésico, o como rascarse un brazo cuando te pica mucho. Es una necesidad física, y comprendo que paguen por... bueno, va, me entiendes. Pero lo otro...

GUS.- Acabáramos. Estás hablando de enamoramiento.

MELIA.- (Poniéndose colorada.) Si quieres llamarlo así...

GUS.- Mira. Yo de eso entiendo poco. Si alguna vez me pasó, ya lo he olvidado. Y lo que para ti no es placer, a mí me relaja. Llámalo como quieras. Oye, nos queda una larga noche. Yo me voy a dormir. Tienes la cabeza llena de pájaros y no te conviene. En este oficio el placer es... el placer. Y conviene que no se te olvide.

MELIA.- Adelita decía: «Quien lo probó lo sabe». Era una frase que decía su chico. A mí no se me borra.

GUS.- Piensa dónde está ahora la Adelita y vete aplicando la goma. Llevo aquí muchos años, y el único modo de tirar p’alante es no darle muchas vueltas al coco. Nosotras damos placer, niña. Y lo otro, si existe, como dice la canción, ni se compra ni se vende... Pero aquí, en esta casa, no conviene mezclar las cosas. Anda, vamos a dormir.

(GUSagarra a MELIApor el hombro y ambas salen.)

FIN

DEL

PRIMER ACTO

ActoSegundo

(El mismo lugar. Las luces, apagadas. En un sofá, MAGDAse pinta las uñas de los pies. Hace un difícil ejercicio con el pincel mientras coloca algodoncitos entre los dedos. Entra PONCINA, la criada. Unos cincuenta años, gorda y majestuosa, maternal y cálida.)

PONCINA.- A ti quería verte, mi niña. En esta casa no hay quien pare últimamente. Huelo la desgracia, niña.Todavía tienen que pasar cosas, y Madama... no quiere enterarse.

MAGDA.- ¿Qué novedades tienes? ¿Cómo van las cosas en el santuario?

PONCINA.- Nada bien, pero que nada bien.

MAGDA.- ¿Llegó la nueva?

PONCINA.- Llegaron, querrás decir.

MAGDA.- ¿Cómo que llegaron?

PONCINA.- Son dos esta vez. Parecidas como dos gotas de agua:Ade y Delia. ¡Angelitos míos! No tendrán más de quince años. Ahora están con Madama, que las está, ya sabes... explicando cómo funcionan las cosas, dándoles confianza...

MAGDA.- ¿Y el otro?

PONCINA.- ¡Ay, niña de mi corazón! El otro es el que me preocupa. No sale del cuarto desde lo de... Allí encerrado. Trajo a las chicas y... ha traído al otro.

MAGDA.- ¿Qué otro?

PONCINA.- Uno que parece el cajero del banco: de traje y corbata, muy atildado, un niño pera con muchas pretensiones... su segundo a partir de ahora, dice Madama.

MAGDA.- ¿Segundo?

PONCINA.- Ajajá. Un Romanito, porque el viejo está cansado. ¿Ves como eran muchas las novedades? Un Romanito por esta casa.

MAGDA.- Éramos pocos y parió la abuela...

PONCINA.- (Sentándose.) Pa mí que va a haber cambios... muchos cambios. Dice Madama que el nuevo viene a poner orden, a hacer más rentable el negocio... a...

MAGDA.- ... a modernizar...

PONCINA.- Esa es... esa fue la palabra... Dice (Baja la voz.) que todo va a ir mejor, que el nuevo es un lince que sabe mucho de esto de la organización y de las rentas y que... ya ha empezado: dos por el precio de una... ¡y son una monada! ... y se dice que va a... (Baja otra vez la voz.) a poner en la calle a las que ya no... Le oí gritarle a la señora que estaba criando su propia ruina, que en este negocio no caben, como en ninguno, ni ternurita ni piedad, que había que remozarlo todo, empezando por la mercancía... que doña Fina era una antigualla que espantaba a la clientela, que habría que llevarla a un asilo o encerrarla en su habitación...

MAGDA.- ¿Y el Romano qué decía a todo eso?

PONCINA.- Eso es lo más raro, que el Romano, achantadito, y le dejaba decir, y Madama toda sorprendida y algo picada, que yo la conozco bien, y dijo que doña Fina tenía que quedarse, que esta era su casa, y entonces el tipo ese saca una cartera y le enseña unos papeles y dice que lo primero es hacerle firmar a doña Fina la renuncia y que si no se la amenaza con que se la encierra por incapacitada o algo así. Y a doña Bernardeta yo veía que se le iba un color y le venía otro. Pero, en vez de ponerle en su sitio, dijo que tenía que pensarlo y empezó a gritarle al Romano, y el Romano callado, y dijo que no quería saber nada, que delegaba en su secretario y nuevo socio, y que no tenía nada más que añadir, y doña Bernardeta, que casi le da un soponcio, dijo que iba pensarlo, y entonces...

MAGDA.- (Reflexiona.) Así que va a haber cambios...

PONCINA.- (Bajando la voz.) Sí. Quieren poner en la calle a la señorita Gus, y...

MAGDA.- ¿Hablaron de mí?

PONCINA.- No, qué va. De usted no dijeron nada. Yo creo que a usted la temen. Y no debe achantarse, mi niña, que vienen tiempos malos. Por eso he querido avisarle, que yo le estoy muy agradecida por cómo trató usted a Yolanda, cuando se puso enferma. ¿Sabe usted? Cada vez que pienso en la Adelita, y en lo que hizo, me acuerdo de mi Yolanda.

(MAGDAse pone en pie.)

MAGDA.- Gracias, Poncina, gracias. ¿Lo sabe alguien más?

PONCINA.- Yo creo que todavía no. Las dos nuevas están en la tercera planta. Ya sabe usted, no creo que bajen hasta dentro de una o dos semanas. Periodo de adaptación, como lo llama la señora.

MAGDA.- Sigue con el oído atento y cuéntame lo que haya.

PONCINA.- Descuide usted. Usted es de lo mejorcito de esta casa, que últimamente anda patas arriba.

(Sale PONCINAy entra GUS.)

GUS.- ¿Qué decía la vieja?

MAGDA.- Que se están poniendo las cosas feas. Han llegado dos nuevas por el precio de una y va a haber «reconversión». Tú y yo lo tenemos crudo; sobre todo, tú.

GUS.- A mí no se atreven a ponerme en la calle. Sé muchas cosas.

MAGDA.- Hemos parido un Romanito.

GUS.- ¿Qué?

MAGDA.- Que el viejo se retira y busca ayuda. Un capataz o algo así. Un tipo con papeles y corbata. Estoy deseando echarle el ojo.

GUS.- El Romano no se ha repuesto.

MAGDA.- No, y Bernardeta está muy rara... El Romano piensa que Bernardeta… y Bernardeta piensa que... fue el Romano. Pero yo sé que no fue ninguno de los dos. Yo sé cómo fue la cosa.

GUS.- ¿Lo de Adelita?

MAGDA.- Uumm...

GUS.- Está claro que fue ella sola.

MAGDA.- No me hagas hablar.

GUS.- La que se va a llevar un disgusto es Marti. ¿Has visto cómo ha cambiado desde...? Mucho protestar al principio y en cuanto... aires de reina, que no hay quien la aguante, y todo porque goza de los favores del Romano, ella que tanto...

MAGDA.- Pues que se vaya preparando para el recambio, está idiota si piensa que...

(Entra MARTI. Algo ha cambiado desde el primer acto. Segura y ufana, con aires de marquesa.)

MARTI.- ¿Quién piensa aquí?

MAGDA.- Aquí pensamos todas o ninguna. Hablamos de los cambios.

MARTI.- ¿Qué cambios?

MAGDA.- Dos nenitas nuevas y... un capataz. El jefe busca refuerzos. Le has dejado agotado en sólo tres días. (Se ríe.)

MARTI.- ¿Qué es eso de un capataz?

MAGDA.- Un Romanito para llevar la batuta. Ya puedes empezar a dirigir tus carantoñas hacia otro lado. ¡Con lo que te habías esforzado! Lo siento por ti.

GUS.- Se habla de que hay alguna que va a salir por piernas. Sobramos. Mercancía nueva y barata.

MARTI.- Es normal que el local se renueve. Yo en eso estoy con el Romano.

GUS.- Qué fuerte te ha dado, ¿eh? Pero haces mal en besarle la mano, no creo que se acuerde cuando tenga que darte la patada.

MARTI.- Hablemos claro. Si alguien sobra en esta casa, no soy yo. Cuando falta el trabajo, conviene... ya me entiendes.

GUS.- No, no te entendemos en absoluto. ¿A qué te refieres?

MARTI.- Todas sabemos a qué me refiero. Las hay que harían bien en jubilarse. Están quitando el sitio a las más jóvenes.

GUS.- Ah... ya estamos otra vez con esa... Primero te quitas de en medio a la Adela y ahora...

MARTI.- (Se echa hacia ella.) Te voy a...

(Forcejean.)

GUS.- Hija de perra, las que son como tú...

(Entra MELIA.)

MELIA.- ¿Por qué las dejas pegarse? ¿Qué pasa?

MAGDA.- (Alza los hombros.) A mí ni me va ni me viene.

(MELIAintenta separarlas.)

MARTI