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Un grupo de cuentos inéditos, escritos en los últimos 15 años, y que conformaban originalmente los libros que han recibido en ese lapso los premios más relevantes del país: Casa de las Américas, dos veces el Alejo Carpentier de cuento. Historias en las que el sexo, el amor, Cuba, la muerte, y la mujer como centro telúrico parecen sumarlo y resumirlo todo.
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Seitenzahl: 226
Veröffentlichungsjahr: 2025
Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org o entre la web www.conlicencia.com EDHASA C/ Diputació, 262, 2o 1a, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España. Este y otros ebook los puede adquirir en http://ruthtienda.com
Edición y corrección: Déborah García
Diseño: Marvelys Marrero Fleites
Foto de cubierta: Emefe
Conversión a ebook: Madeline Martí del Sol
© Rafael de Águila, 2024
© Sobre la presente edición:
Editorial Mecenas, 2024
ISBN 9789592204355
EDITORIAL MECENAS
Centro Provincial del Libro y la Literatura
Avenida 50 No. 3904 e/ 39 y 41, Cienfuegos
Teléfonos 43556955 - 43518210
e-mail:libro@azurina.cult.cu
Our bodies are our gardens
to wich our wills are gardeners.
W. Shakespeare
La historia y la felicidad rara vez coinciden
Federico Nietzsche
E per tal que los hòmens coneguessen, quan hauríem
passada aquesta vida mortal, ço que nós hauríem fet
Llibre dels feits del rei en Jacme
1276 /1343
La suerte, decía mi tío Julián, hermano de mi madre, suele ser veleidosa; a mi tío le seducía jugar con palabras raras, de niño me maravillaba escucharlas de su boca. La frase la recordé precisamente en Burgos, muy lejos de donde mi tío, fallecido años antes, podía esperar que su sobrino la invocara. Habían transcurrido entonces dos años desde que acudí a la Embajada española con los formularios de rigor, optaba por una Maestría en Historia Medieval a impartirse en la Universidad Complutense. La suerte, prostituta veleidosa de la que hablara el hermano de mi madre, introdujo sus levísimas manos y fui seleccionado. Llegué a Madrid una semana antes del inicio del curso; suficiente para deambular, con el fervor de un alucinado, alrededor de la Puerta de Alcalá; visitar dos veces el Museo del Prado y asistir, hastiado de sangre e injusticia, a expensas de un viejo pintor al que fui recomendado, a una matanza de toros. La Maestría, hecho que no dejó de asombrarme, no fue ardua; a mi habanera Licenciatura en Historia, aval que siempre había juzgado insuficiente, se adosaban mi inteligencia, la proverbial pasión que me animaba ante esos temas, mis enjundiosas lecturas y los estudios de medievalismo a los que me había arrastrado una chiquilla, no menos veleidosa, empeñada en desdeñarme. Así aparecieron trovadores provenzales, cátaros, occitanos, Provenza,minnesingers, vagantenlieders, goliardosycarminas buranas. Precisamente esa pasión me había llevado a la Complutense. Ya en Madrid perseguí un texto tras otro sobre el tema, asedié a expertos catedráticos,el cubano provenzal, acabó siendo mi radiante apodo, no fue raro que al llegar el momento de pensar en temas de tesis asomara quien sugiriera, con esa punzante delicadeza española, un tema afín a mi manía occitana. Ah, no faltaron, no podían faltar, los clásicosaffaires.Mester era il nomine de terra mia in alturas falzar, como diría Raymond, el escriba. Ya llegaremos a él. Henchido de medievalismo no rubricaba yo, sin embargo, cubano retinto, el casto voto de los frailes. Para todas aquellas españolitas era Cuba el más ominoso y codiciado lupanar del Universo; mi pasaporte fue elábrete sésamopara una buena provisión de civilizadas vaginas ibéricas. Para entendidos en vaginología comparada diré que, pese a distancia, raza mediterránea, clima y otros factores, en especial los alimenticios, no hube de establecer diferencia alguna: el misterio de la disposición amatoria no reside en las muy pudendas partes sino en los surcos verdaderamente pudendos y pecaminosos de la psiquis. Y esos, acá o acullá, no difieren. Apenas a dos meses de mi llegada conocí a Maruxa Fernanda, fuimos novios al instante; al acercarse los tiempos de tesis, ella, tan descerebrada como los jamelgos de Aragón, se había empecinado a emprenderla con la dominación visigoda en Castilla: vamos, tío, prométeme que vas a ayudarme, y ante el ruego en los negrísimos ojos de la hetaira, yo, desde luego, cubano sensible, prometí. Hija de un catedrático que le imponía el tema, a Marufer los visigodos le interesaban tanto como un talego de coles. Le seducía, eso sí, el pavoneo de poseer las pudendas partes de un servidor, pavoneo que la llevaba al nada sano impudor de llenar a todas las amigas el morral de insana envidia. A mí, ni que decir se tiene, me seducía cuanto conocimiento lograra extraer de su señor padre, muy especialmente cuanto llegara a desembolsarle de Historia Provenzal, tópico sobre el que aquel viejo calvo y panzudo se ufanaba de tener más libros que nuestra muy habanera Biblioteca Nacional. Una tarde hube de sondearle acerca del tema de mi tesis,El contexto lingüístico, influencias de la lengua de Oc sobre el castellano arcaico;se estrujó la barba —ignoro las causas por las cuales los catedráticos españoles se retuercen de tal suerte la perilla— y manifestó sus dudas: no eres filólogo, hijo, ni cursas semejante Maestría, desconoces el aragonés, el catalán, ¿cómo llegarías a lo leonés?, ¿a lo provenzal?, eso dijo el panzudo. Aduje que mis lecturas me autorizaban; podía leer y traducir el occitano, había estudiado los textos más famosos del castellano antiguo, los atribuidos a Alfonso el Sabio, los Cartularios de Valpuesta, las Glosas Emilianenses, poemas de trovadores como Arnaut Daniel de Ribeirac, ni que hablar del Cid, lo recitaba de pura memoria, estaba seguro de haber hallado sospechosos denominadores comunes, elementos vinculantes entre la lengua de Oc y el castellano de Alfonso el Sabio, ahí estaban para probarlo algunos de los textos de la Escuela de Traductores de Toledo, me extendí y expliqué al padre de Maruxa Fernanda durante horas. Quedó en silencio, en realidad casi se extirpaba la barba a mano limpia, eso para más adelante sostener, el muy energúmeno, que no podía llegarse a una tesis de docta Maestría con artes de atribulado diletante. Recordé que al hijo de puta de mi tío le encantaban semejantes palabrejas. Al final, concluyó, no hallaría quien me aceptara semejante tema, de profundo corte filológico, así dijo, para una tesis de Maestría en Historia. A bolina. Quedé sin tema. Más de la mitad del tiempo en Madrid lo agoté leyendo de Occitania, perdido en los vericuetos dialectales del Valle de Laciana, el endemoniadopatsuezu, en el que identificaba mucho de lo occitano; logré, en suma, asimilar los más oscuros secretos del provenzal; devoré, sin que restaran palabras en negro, cuanta creación de trovadores logré agenciarme, todo en la muy divina lengua original. El padre de Marufer, de seguro, pensé entonces, sobrecogido por mis discernimientos, sugirió como tema las influencias del catarismo provenzal en Castilla León. Desde el lodazal lingüístico se llega al vendaval histórico, me animó. Lo hizo y todavía se arrancaba la barba el muy anormal. Lo acepté, desde luego. Para la tesis visigoda de Marufer, la hetaira debía viajar a Castilla, a Burgos, no tardé en comprender que el padre no hacía sino asegurarle debida y pensante compañía. Tipo práctico el catedrático. Ahora, que escribo esto, comprendo que tras la presunta necedad maruferiana se escondían los más siniestros genes. Siempre he encontrado en la simbiosis la garantía natural de las temporales uniones humanas; poco restapro bonoen estos lares; aquello, por demás, me permitía no extraviar mi personalísimo tópico, viajar a Castilla, acercarme algo a mi amada Provenza, quién sabe si de la mano de las dotes monetarias de Maruxa Fernanda y las ventajas de aquella Europa unida alcanzaría a saltar al otro lado de los Pirineos; unatourneé,como malamente pronunciaba en su pésimo franchute Maruxa. Yo alucinaba una visita al mismísimo risco cátaro de Montségur, caminar por aquella explanada de los supliciados. Marufer, ni que decir se tiene, estaba radiante. Vaginalmente hablando, pese a todo su mayúsculo interés en sexualidad caribeña, no pasaba de resarcirme con un grado de disfrute de 3 menos. Si de materia gris se hablaba era un 2 en dificultades. O, al menos, eso discurría yo. El tema de mi tesis fue aceptado. Comencé a reunir datos, textos, citas, apuntes. Muy pronto logré el hilo conductor: el Camino de Santiago, pasaje que vinculó a Occitania con la península española, laVie Santa Jacobi, el peregrinaje de devotos a Santiago de Compostela, Burgos en mitad del camino,prima voz et fide, camino ese que, como puede esperarse, fue aliento de grandísimos cabrones y tantísimas aventuras. Canciones de Gilhem de Poitiers, por ejemplo, aluden a seres que salen al camino para embarazar a gentiles damas, damas que, creyéndole sordo y mudo, le toman con toda gentileza objeto de lujuria. Damas esas, para no desdeñar el lenguaje de mi tío, harto veleidosas, como puede inferirse. Imagino entre ellas a la muy digna Marufer. Premoniciones de Boccaccio desde la Provenza del sigloxii. Marufer no dejaba de elogiar las virtudes del Hostal en el que viviríamos; ensayo de nuestra vida en común, decía, visto bueno para la posibilidad de boda; en España ponerse a hablar mierda sobre bodas es la obsesión de cada atorrante. Yo cerraba boca ante semejantes divagaciones, España me seducía al instante que me hartaba. Me movía en ella como pez en el agua mas no olvidaba yo que aquella era agua ajena. Clara y no turbia como la mía, pero ajena. No me casaría con Maruxa Fernanda, desde luego, ni aún resultando ella la excelsa hija de algún egregio trovador provenzal; pese a sus ojos de odalisca la hetaira no me interesaba, al menos no más que el clásico puñado de coles. Llegó el anhelado viaje a Castilla; el padre dispuso para ello un coche —me pone cabrón eso de llamarle a los autos coches; a cada momento me veía sobre un quitrín tirado por jamelgos desahuciados—, un Fiat Viaggio del 2012; para mí, que nunca he tenido auto propio, era todo un BMW. Alfoz de Burgos nos recibió en todo su digno esplendor.La primera quincena fue difícil; Marufer insistiendo en convertir aquello en una tesis de sexo duro, preciso fue hacerle entender que constituíamos un dúo de dedicados historiadores, seres si bien no plegados a los castos votos, tampoco figurantes de rigor en algúnshowXXX deHot Channel. El euskera hablado por algunos en la zona me resultó desconsoladamente inextricable. Elpatsuezu, que en Madrid creí dominar, lo mismo. Marufer, feliz de demostrar superioridad en algún campo, se esforzaba en hallar vascuences y leoneses para hablarlo continuamente. El clima era soportable y el Fiat—bendito el padre catedrático, me decía entonces— nos llevó a derechas e izquierdas sin protesta alguna. A la tercera semana Marufer, devenida extrañamente devota del medievalismo, programó una visita a un Monasterio, Santo Domingo de Silos, famoso, dijo, y sonrió. Lo recorrí aplastado por tanta benedictina magnificencia. El claustro, de doble planta; la inferiorerigida en el mismísimo sigloxii, era una total maravilla. En elscriptoriummostré a un bibliotecario, ridículamente ataviado con hábitos de monje, mi carnet de estudiante extranjero de la Complutense, la carta de tesis me abrió todas las puertas, no quise abandonar el sitio y en hostal cercano acordamos dormir por una semana. Al segundo día la suerte, puta insigne y veleidosa de la que hablara mi tío, me favoreció con todas sus santas palpaciones. En la página 89 de un vetusto ejemplar del Tiranc Lo Blanc, libro tomado, he de decirlo, de un anaquel por Marufer; las mujeres, pensé entonces, por inútiles que sean, logran en benditas ocasiones ser medianamente útiles. Encontré el manuscrito. Era grueso, estaba ajado y oscuro, roto acá y allá, ciertas zonas ilegibles. Lo leí de un tirón, lo volví a leer, asombrado ante cada palabra, una, dos, tres veces. Lo indescifrable o no existente lo reconstruí a mi buen occitano arbitrio. No puedo decir cuántas veces lo he releído desde entonces, hoy puedo recordarlo palabra a palabra, difícil será borrarlo en lo adelante de la memoria:
I, Ramon de la Bour, in il anno deel Sennyor de 1222, a seismilsetçeientosveinte queel mundo ha, escrybo et doy fe. Que uisto lux en terras deel Poiçebot e morando post a la Conca de Barberá, grant regno do Iaime I, alla vera del Pyrynees, moro agora en Burgo, sendo abad il pater Martin II, do Juana di Aza faziera peregrinatio, et suo ixo Domingo tomara se nomine, et de maitines a completas in monastyr de Saint Domingo do Silos, deel lado do il sol uye. Escrybir es il mio mandato que e de dar fe do quant per questas eredades ten a byen Iesus, Nostre Sennyor, proqurar. Que si muy grant lo proqura I per divina graçya cuento le. Que parece me para tal ser nato. Fluctuat net mergitur est el mio penzar. Un dya destas myas letras saberan et loor serale dato al Sennyor, et fe do leydo dara se, mesmo donayre contar lo est de faber lo destos mis oxos vido que il que en sua eredat sera le dado de faber lo destas fuechas. Que en dyas deel venir quant escrybo sera leydo. Escrybe se para hómmes que a sus annos escrybiran et daran fe, que deste oficcio est anima il vivir et fe desa suerte non est morta. De menestral non sera escryto mais de sennoryo it onor que parte mesma est do mesmo olivo. Fe de fechos et dezires de Albi, terra do el Sennyor de Toix levanto se castells, morada de xente longa et emparentada, que contraryo a saberes et costumbres afan deel sennyor de Toix facerlo fue en mesmo castells, contaba se era per longo apego a sang, mais apego a palabra vera en questa fe maior que il bon sentir et diga se que non erant vastos dineros, sang abia et marabotin non, deber era vivir en iuntamenta, que la prima ixa caso se et marcho se, et cuatro in castells quedaron se, era il sennyor de Toix de uasto et longo orguio et fue del pater del suo pater portar armas a la vera del mesmo Carlomagn, grant imperator quem glorya abundosa more, fechos que per questas terras de Albi tenya se per tota veritas, mais non vive se de istoryas idas, et non dase falsa fe si escrybo que istoryas abya las mais dineros faltaban les, mais nonc mengua onor de cauallero, dineros non facen onor, et il sennyor de Toix tenya lo, onor, dineros dixo se faltaban le, et asy mandaba se a alongar muros per cada morador iegado do uientre de fembra o uientre do món, I, Ramon de la Bour dixo si non an deser uno entrambos, món y fembra mesmos, que segunt natura non se tyenen per contraryos et si per mesma cosa, et dellos en castells tenyan se uno, sabedor el de Toix qui venturas do prima ixa non serya la del resto, e aconteçyo que tuuo les per merced. Mais nonc eran vivir en mesnada cosuetumen et non est longa felicitat in homme, las cinq ixas deel sennyor de Toix casaron se, et esta sera fe de doix dellas, una caso se cum riç cauallero et tuvo fechos con Gaubertz de Mensac, homen do lux prima deel Lemosin, ixo de sennyor de Tolosa, et otra caso se cum cauallero deel Nord,et al Nord fuero se, I, Ramon de la Bour, dare a voacedes fe de la prima ixa, e a postrer, de la seconda. Escryto est qui prima ixa deel Sennyor de Toix tuuo fechos cum cauallero de Lemosin que per tempos de infante moro in monastyr de Sant Leonard, sançto lugar do muy sançtas manos fizo se monxe. Que de no ser parlas delque padeçyo en sant crux este que agora escrybe et da fe a lumbre deste fuego abrya de tales vestido. Que dar fe est primo et ser monxe est secumdo magno oficcio. Fue Gaubertz desçipulo do frayles que a corpo et entendimento lleuaron le letras et bon cantar. Agora que escrybo et doy fe do el fablar est destinto et il sol esconde se fresco como esplyego guardo me remembranzas, mais non est do olvidos quyen en dyas deel venir questa fe sea le a oxos dada. Era Gaubertz de bon parezer et en fervores de mocedad a mercet el ansya tuuo do respirar ayres tras la puent estrecha et sançtos postigos de Sant Leonard era do el mundo solazt. Fizo lo saber a los sançtos frayles, crystyanos queen doçtissimas parlas encomendaron le abrir postigos et cum crux aventaron le a do era deseo a la vox de faga semper el byen ixo myo. Que a mis annos non iegue se quyen presente me animas otras; el homme de fazer de su ansya consexo, que non est consexo mais sabyo que sabyos deseos, et uisto que grant las tentaçyones sunt et non totas negadas, si quyere lo un cauallero a byen, a byen el Sennyor lo a querer, et perdone me il Sennyor si questas parlas de blasfemya parecen le, que non est tal ansya desta fe, e iuro lo cum blanç vino de Sauternes in sancto nomine. Diga se et tome se per palabra vera que Gaubertz prendido de tant lectura et tant canto do mullier estaba et desu anelo era cum mullier encontrar se, que asy como el vyento a la mar velas infla mesma forza letras et bon trovar a falda de olor, que atuendos do mullier semper tyenen lo. Et cum ansyas del mullier tener fue del Monasteryo partido. E vago que est forma pulcra de vyaxar, e canto que est forma mexor deel vivir asta dominyos do Savaric de Jordains, sennyor que a puros et hómmes del bon trovar uituallas et mora daba les et amistaba et deel requiryo enseres, corcel como era mester delque andar faze. E dyo lo el de Jordains que hómmen como el non serant vidos en tempos questa fe a otros vido sea. E asy atavyado et provisto partyo se per tota corte Guabertc et canto sus canzos que non de mala vox et canzos fabya le dotado Nostre Sennyor. Et en dyas prendado quedo se de bella dama, e diga se presto prima ixa era deel sennyor de Toix, e non dira se donceia como est del comun destas istorias, en tempos ha caso se cum riç cauallero et quien questa fe da eccige se veritas, sed gentil era et de bon respeto, entrego la el sennyor de Toix in nupçyas al riç sennyor duenno de olivares et castells. Que de la dama non dira se nomine et dello libre me queste oficcyo myo, non dase fe de mullier si desa fe mengua onor, dama prendada quedo se deel mozo, e uisto que aquel a quyen abya en sançtas nupçyas dada per longo tempo per casus bellus ausentaba se dixo le al mozo si cauallero era serya ella su dama, oydo Gaubertc en llegando se do Savaric de Jordains que oyda prometensa de la dama et per la bona amistat que per el sentya tuuo a byen nominar le cauallero. E Gaubertc canto a la dama canzos qui non habyan se oydo, e el vergel florido visito en maitines para albas cantar, e asy fecho et visto per la dama tant grant constançya premyo le cum favore, e que de tal tuvo se tant longa pax non sea falso, e cada dya al cielo pedyan le lexanya para quyen armas erant, que ido fuera a otras si las primas eran finitas, e a tercias si erant questas las que finitas erant, e Gaubertc besaba le plantas en Maitines et repetya in Completas, quyen sabe si de uenideros dyas sera ese fervor vido, que modos pyerden se como verdor olivo, besaba le et deçía le nomine cum joie, que aquy per guarda de onor queda le oqulto, e Gaubertc tant de dulxor ieno do nostalgyas sufryo, que non queda cauallero a umbra aeterna de alegrya et festivitat, e quiso della dama venya per visitar Sant Leonard, sançto lar do sus niñeces. E a la dama nublaron se oxos mais dyo le consolament; e partyo se per do un dya, e non falto prometensa do presto ritorno, mais non bien prevista vida est et retorno fue del cauallero quei in bellus era, terras do Oriente et alongadas noctes fabyan le desuelado, e fue dolor grant de la dama, retornos ay qui non sont vidos cum mesmos oxos, los ay de zanecer et vigambre, et fablo la dama do calenturas e nego se a iacer per dyas asta que per forza fue lo, e de tal pensaba se que Gaubertc tendrya retorno do Sant Leonard et mando se en prevysyon priado recabdo et diga se que leydo fuent do abundosas tristezas fue, causas sont de amores, byen sabe lo Iesus, Nostre Sennyor, El que en mirando est, malaya quyen pyense axeno anda de fechos de hómmes, e resolvyo se a retorno et esperar tempo de fablar a la dama. E volvyo se Guabertc cum vituayas et a vera del castells aguardo se tempo en que fablar le pudyera, e non canto mais, segunt dase fe, olvidado do letras et bon trovar, umores de amores esquezan remembranzas per longas et vastas questas, e fenecio se el mozo, que amor si es negando mata corpo et anima, et su parla postrera fue de la dama il nomine, e paso se il tempo que como ave est, non queda nunca quyeto et supra rama, vola se aunque il longo dolor lance, et midoms de nomine que non est il aquy acer myentes aquexada de mal deel corpo quedo se, mal do esa parte muxeril que dyçece vyentre, e fue de doçtos hómines en femencia acudir cum remaseras et xaropes, po çimas et ierbas mil, et encomendo se preces, sanamento tant grant ese del corpo et deel anima, diga se queen sanando se anima sana se corpo et veritas est, e en lecho quedo se, salvo en dyas do sol, non vastos per tempos tales, e queel dezir non falso est et la calamitat bonas femoras porta, a la dama inflamo se mas il vyentre, e temya se per mal severo quant atrevyo se a dezir acontecya le lo que a mullier quant cum homme iace, este que dentro levanta se, Sennyor Myo, dixo le, a mercet de mi extravyo non est de su sang, baxo le testa et el sennyor in lapidem mutatur fascie e irrito se, que si en tempos que moran lexos a alguno questa fe sea sea le dada que hómme non aya le tocado mullier, pensaba en dyas que al Oryente de su mullier erant pensamyentos, mesmos dyas que cum Gaubertc iacya, que si tal acontece a voacedes hómmes deel porvenires non sufra, creencya est de quyen desto da fe que sic semper, annos e annos del Sennyor et sera se mesma ventura, mullier est mullier, quiso lo tal Iesus, Mallum quidem nullum ese sine aliquo bono, Sennyor do cielos, tudo qui a nos acontece El dispuso lo, perdones si de blasfemya son questas parlas, librese me dellas, que causa est la tant mengua deel saber et non la devoçyon que bona est et longa et grant, e la dama sin repentençia partida fue a forza del castells et non fue per verecundia su querer ritornar al padre, il sennyor de Toix, partida fue al mundo, et sabe se que nunc moran solos males, asy ubo se de feneaçer dyas ha el cauallero, raro umor gasto le corpo et fyzo le largar deel malos olores et asy la dama vago a Sant Leonard do conto a los frayles pena, et dixo les que de begarda era ida et los frayles besaron le blanc frent tenga se per vera palabra et encomendaron le cum sançt esmero a Abadya do Carcassons do fue sin grita entrada.De gustibus et colon bus non est disputandum. Et doy fe, I, Ramon de la Bour, queel infante que inchaba le vyentre per los monxes dado fue al Sennyor do Lavannne, hómmen riç et bono, que en grant estima tuuo le et dyo per nomine Bebocs de Lavanne et fue Bebocs grant et docto cauallero, mais sera se otra fe nont esta.Que sancto facer est para quyen escrybe et da fe el gozar fembra et sea le asy el postrer dya. E quede vido que I, Ramon de la Bour, per plena gratia de Iesus, escryba, doy fe que desas ermanas inquirirse ha, et el castells de lechos gimyentes buscar se e dellas e deel dara se fe si cum prestanza buscan les, que I, Ramon, escrybo a solatz questa fe, et sera leyda per hómmes et siç semper, e perdones mil per latines, lingua de Oc et Barbera et questa fablada en Monastyr do agora moro, iuro per sançto Pater que non falsos sunt fechos et dezires et que si falto le morta sea onra e onor.Beatus ille. De parvus grandis acervus erit. Scriptus est. I, Ramon de la Bour, en anno deel Sennyor de 1223, ad perpetuam Iesus memoriam, escrybo et doy fe, que fe sense obres, morta est, et voacedes, bons hómmes deel venyr, desta sançta fe iacundos et sine bile testis sunt.
A mi favor he de decir que mucho más difícil que el euskera o elpatsuezulo era el provenzal, y yo lo leía más raudo de lo que Marufer la emprendía con sus parloteos. Hubiera podido servir de traductor al mismísimo Arnaut Daniel allá en su sigloxii. Él con su laúd y yo gozando pudendas partes. Llevé el manuscrito al bibliotecario. Grande fue el asombro al descubrir que el documento no estaba registrado. Usted, joven, me espetó con voz ridícula y solemne, por obra de la muy divina providencia, quizá ha descubierto un manuscrito invaluable. La vida demostraba ser una puta todavía más veleidosa que la suerte; un cubano imberbe acababa de develar un vetusto legajo medieval. Ante las autoridades del Monasterio el documento fue revisado por enésima vez, finalmente se llamó a Madrid, en mitad de toda aquella barahúnda abracé a Marufer: llama a tu padre, le dije. Papá, contestó ella, pálida como una muerta, pensaba yo que de la emoción, está en Verona, en un ciclo de conferencias. Vaya mala suerte la del viejo, se perdía el acontecimiento. Casi tuve entonces, negado a esa hora a los consejos de mi tío, la intención de querer un tanto a Marufer. No se aprobaron fotocopias, pero se me permitió reproducir, letra a letra, el texto. Al final acudió la prensa, multitud de reporteros, he ahí la foto, ese soy yo, sonriente, ahí estoy, sostengo el manuscrito, a mi lado el regente del Monasterio, la hetaira con rostro de cumpleaños al otro lado es Marufer. No tardé en forjar toda una sacra hipótesis para el texto. El escriba, Ramon de la Bour, era, nadie se atrevería a dudarlo, oriundo de Provenza, él mismo lo escribió: “visto la lux en terras del Poceibot”. Ramón era entonces nombre común, especialmente en zonas limítrofes con los Pirineos españoles; no obstante, me inclinaba yo por Raymond, nombre todavía más usual en Provenza, el cruce de montañas lo transmutaría; el apellido de la Bour garantizaba el origen occitano. Tres lenguas se alternaban en rarísima mixtura en aquel texto: latín,limousin; dialecto dominante en la lengua de Oc, dialecto cuya región base fuera Tolosa, y el castellano leonés arcaico, a lo anterior se adicionaban francos deslices de ortografía y mudanzas propias de toda lengua mixturada. No dejé de juzgar posibles rudimentos sajones, no pocos britanos entonaron en Provenza suscanzos.
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