El amor después del amor - Ricardo Capponi - E-Book

El amor después del amor E-Book

Ricardo Capponi

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Beschreibung

¿Por qué aspiramos a enamorarnos de la misma persona para toda la vida? Comprender el sentido de esta pregunta es uno de los desafíos más interesantes de la historia de nuestra civilización, porque la vida en pareja es una alternativa de desarrollo personal en el mundo. El psiquiatra Ricardo Capponi nos invita a recorrer, a través de las páginas de El amor después del amor, el proceso dinámica que existe desde que nos enamoramos irracionalmente de otro, hasta que decidimos libremente comprometernos y construir una relación de calidad, que satisfaga todas nuestras necesidades. Sabremos, entonces, por qué optamos por la monogamia única, la poligamia o la promiscuidad. Con el objetico de contribuir a mejorar las posibilidades de éxito de las parejas y disminuir los factores de riesgo de este proyecto en común, el autor introduce los elementos antropológicos y psicológicos que han influido en el actual modelo de relaciones, donde el compromiso y la libertad adquieren un sentido más profundo.  El reconocido psiquiatra chileno presenta una sólida e innovadora teoría acerca del camino para lograr el amor sexual estable. En ella tienen injerencia los primeros enamoramientos adolescentes, la consolidación de la identidad, la influencia de los padres y principalmente la actitud de los jóvenes de hoy, quienes persiguen una mayor autenticidad en las relaciones interpersonales. Todo ello se analiza en el contexto de una sociedad que ha creado condiciones necesarias para la construcción de la pareja genuinamente monógama, lo que sólo puede darse en verdadera libertad amorosa, considerando siempre la posibilidad de partir.  Si creemos que en el matrimonio para toda la vida, sabremos que su logro no dependerá de las leyes y normativas que lo custodien, sino de la preocupación seria y mediada de toda la sociedad por el tema. La posibilidad de que el proyecto de pareja fracase involucra el futuro desarrollo de los hijos y una nueva concepción de familia, diferente, pero no menos valiosa para nuestras comunidad. Por esa razón, el autor, ofrece, también las herramientas para enfrentar de manera adecuada el escenario de una separación matrimonial.

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Ricardo Capponi

EL AMOR DESPUÉS DEL AMOR

EL AMOR DESPUÉS DEL AMOR

© 2003, Ricardo Capponi

ISBN Edición Impresa: 956-258-158-6

ISBN Edición Digital: 978-956-9946-45-5

Diagramación digital: ebooks Patagonia

www.ebookspatagonia.com

[email protected]

Inscripción en el Registro de Propiedad Intelectual Nº 134.695

Reservados todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ella mediante alquiler o préstamo públicos.

Para mis hijas

Valentina, Francisca y Magdalena

Índice

AGRADECIMIENTOS

PRÓLOGO

INTRODUCCIÓN

El matrimonio en nuestro país

El proyecto de pareja: búsqueda de nuevas perspectivas

Desarrollo del libro

PRIMERA PARTE: ¿UNA PAREJA O VARIAS?

CAPÍTULO I: LA REVOLUCIÓN DE LOS JÓVENES HOY: UN MUNDO AUTÉNTICO

CAPÍTULO II: ¿CÓMO INFLUYE NUESTRA HERENCIA ANIMAL EN LOS DISTINTOS TIPOS DE UNIÓN?

1. Promiscuidad

2. Poligamia

3. Monogamia

A. Monogamia en serie

B. Monogamia única infiel

C. Monogamia única fiel

CAPÍTULO III: CONDICIONANTES SOCIALES Y CULTURALES DE LOS DISTINTOS TIPOS DE PAREJA

1. Desde la era de los primates hasta el eslabón perdido

2. Período del eslabón perdido

3. Período de los homínidos y de los humanos gregarios

4. Desde la invención del arado hasta la consolidación social de la Iglesia Católica

5. Desde la consolidación de la Iglesia Católica hasta el Renacimiento

6. Desde el Renacimiento hasta la Revolución Industrial

7. Desde la Revolución Industrial hasta comienzos del siglo XX

8. Desde el año 1900 hasta la década de los 60

9. Desde la década de los 60 hasta el siglo XXI

CAPÍTULO IV: ¿UNA PAREJA PARA TODA LA VIDA? ELEMENTOS PARA UNA REFLEXIÓN DESDE LAS CIENCIAS HUMANAS

1. La realización personal prolongándose y trascendiendo en otros

2. La realización personal, construida por la comunicación verbal y física, y por el desarrollo de la intimidad

3. La realización personal por medio del autoconocerse y autoelaborarse

4. El acopio de recursos creativos provenientes de la integración masculino-femenina

SEGUNDA PARTE: DEL ENAMORAMIENTO AL AMOR SEXUAL ESTABLE

CAPÍTULO I: EL ENAMORAMIENTO

1. Evolución hacia el enamoramiento

2. Características del enamoramiento

3. Exclusividad del enamoramiento

4. Creatividad del enamoramiento

5. Fuerza del vínculo en el enamoramiento

6. Revolución y refugio grupal del enamoramiento

7. Sentido filogenético del enamoramiento

8. Mecanismos psicológicos básicos del proceso de enamoramiento

9. El enamoramiento estructura el “yo” del adolescente

10. La capacidad de enamorarse

CAPÍTULO II: EL AMOR SEXUAL ESTABLE

1. Los proyectos comunes

A. Proyectos materiales

B. Tener hijos

C. Inserción grupal y social

D. La búsqueda de sentido trascendente

E. La construcción de una moral común

2. La comunicación

3. La contención mutua

4. La vida sexual

CAPÍTULO III: EL CAMINO DEL ENAMORAMIENTO AL AMOR SEXUAL ESTABLE

1. Características de cada etapa

A. Etapa de satisfacción parcial

B. Etapa de preenamoramiento

C. Etapa de enamoramiento

D. Etapa del amor sexual estable

2. Variables que determinan la calidad de cada etapa

A. Calidad de las identificaciones en el estado mental de satisfacción parcial

B. Tolerancia a la incertidumbre en el preenamoramiento

C. Grado de autenticidad en el enamoramiento

D. Creatividad en el amor sexual estable

CAPÍTULO IV: PROCESOS DE CAMBIO MENTAL EN LA CONSOLIDACIÓN DEL VÍNCULO

1. Exigencias psíquicas del cambio

2. Diferencias entre el hombre y la mujer

A. Separación y duelo de los padres

B. Idealización y dependencia

C. Renuncia al narcisismo

3. Tipos de relaciones que se construyen

A. Enamoramientos

B. Amores sexuales estables

CAPÍTULO V: ENAMORAMIENTOS SIMULTÁNEOS Y POSTERIORES AL MATRIMONIO

1. Enamoramiento durante los primeros diez años de matrimonio

2. El enamoramiento en la edad media de la vida

3. El enamoramiento en la tercera edad

CAPÍTULO VI: LA PAREJA ENAMORADA: UN PELIGRO PARA LA SOCIEDAD

CAPÍTULO VII: LA IMPORTANCIA DEL ENAMORAMIENTO EN EL DÍA A DÍA DEL AMOR SEXUAL ESTABLE

TERCERA PARTE: ELEGIR PAREJA

CAPÍTULO I: HISTORIA DE LA ELECCIÓN DE PAREJA

1. Elección por deseo erótico

2. Elección por conveniencia

3. Elección por romanticismo (ideales desexualizados)

4. Elección para realizar el amor sexual estable

CAPÍTULO II: SABER ENAMORARSE

1. Elementos previos

A. Flexibilidad o rigidez de los determinantes del pasado

B. Calidad de la identidad

C. Fortaleza afectiva

2. Elementos actuales

A. En el inicio de la relación

B. En el desarrollo de la relación

CAPÍTULO III: ¿CASARSE ENAMORADO O EN AMOR SEXUAL ESTABLE?

CAPÍTULO IV: LIBERTAD Y TRAGEDIA EN LA ELECCIÓN DE PAREJA

CUARTA PARTE: LA SEPARACIÓN: UNA ALTERNATIVA VIABLE

CAPÍTULO I: LA DECISIÓN DE SEPARARSE CUANDO NO HAY HIJOS

1. Evaluación de los cuatro pilares de la relación de pareja

2. Los desafíos de la pareja a consecuencia de la separación

A. La forma de poner término a la relación

B. Hacer el duelo

C. Rehacer una nueva relación de pareja

CAPÍTULO II: LA DECISIÓN DE SEPARARSE CUANDO HAY HIJOS

1. Efectos de la separación en los hijos

2. Comparación de las consecuencias de la separación versus los efectos de vivir en una familia de alto conflicto

A. Efectos en los hijos de familias con alto nivel de conflicto

B. Comparación de las consecuencias de vivir en familia de alto nivel de conflicto versus vivir en familia separada

3. Tareas y desafíos relativos a los hijos, en caso de separación

A. Disminuir el efecto traumático del anuncio de la separación conyugal

B. Tranquilizar las ansiedades de rechazo y abandono

C. Ayudar a elaborar la culpa generada por la separación de los padres

D. Ayudar a elaborar la rabia con los progenitores

E. Permitir la expresión de pena y evitar las defensas negadoras

F. Asumir los compromisos económicos y afectivos con los hijos tal como, o mejor, que en el caso de tener una familia intacta

G. Reconstruir una relación con la ex pareja para mantener el grupo familiar

H. Generar confianza para lograr amar comprometidamente y a largo plazo

CAPÍTULO III: HACIA UN CAMBIO EN LA COMPRENSIÓN Y EN EL APOYO SOCIAL A LA SEPARACIÓN

APÉNDICE: CONCEPTOS PSICOANALÍTICOS ACTUALES

1. La revolución de Freud y los aportes de Klein y Bion

2. Génesis de los síntomas y la patología psíquica

BIBLIOGRAFÍA

Agradecimientos

Quiero agradecer a Javiera Navarro por su valiosa ayuda en la búsqueda bibliográfica de las tres primeras partes del libro. La cuarta parte se configuró a partir de la asesoría a la tesis para obtener el título de psicóloga de Consuelo Líbano, quien tuvo una participación importante. También, por el aporte a ese capítulo quiero agradecer las valiosas sugerencias que me hizo Patricia Cordella. Leyeron y comentaron posteriormente los borradores de este libro: Mónica Domínguez, Victoria Marshall y Valentina Capponi. En la medida de mi capacidad he incorporado la mayor parte de los comentarios críticos recibidos.

Quiero agradecer especialmente la ayuda de Paulina Matta en la corrección idiomática del texto. Lissette Sepúlveda fue una entusiasta editora y Adelaida Neira se encargó con esmero de todos los afinamientos y correcciones.

Finalmente, quiero expresar mis agradecimientos a Miriam Vargas, mi secretaria, por su paciente ayuda en la digitación del texto y las múltiples correcciones sobre el mismo.

EL AUTOR

Prólogo

por Paulina Kernberg

El propósito de este libro es dar respuesta a una de las inquietudes más generalizadas y profundas en la vida privada del individuo. Actualmente se dan muchas interrogantes sobre la naturaleza de la pareja, y de la familia a la que dará origen en el transcurso del tiempo. Es un viaje que la mayoría emprende con expectativas que se verán modificadas por las realidades que surgen en el camino y que configurarán el destino de cada pareja. En nuestra actualidad se comienza a reestudiar el tipo de vínculo que une a la pareja; las funciones de cada miembro en cada fase de esta relación, desde el inicio a través del enamoramiento hasta su concreción en el amor sexual estable, y cómo han influido nuestros antepasados desde los orígenes del hombre hasta la actualidad.

La necesidad de poner esta relación de pareja en un contexto biológico, antropológico, social-histórico y político dentro del desarrollo del individuo, es urgente. La familia nuclear es una configuración que en los países económicamente más desarrollados ha dejado de ser la forma mayoritaria, siendo reemplazada por familias de un progenitor solo, o de otras reorganizaciones familiares. Así, en esta época en que la procreación y la relación de amor, sexual y estable, aparecen cada vez más disociadas las unas de las otras dentro y fuera de la tradicional pareja, este libro presenta una base amplia para reflexionar sobre el tema, y para reconocer los múltiples factores puestos en juego, aunque muchos de ellos no puedan ser planificados o controlados.

La pareja tiene una oportunidad en siete de lograr en el nivel de amor sexual estable una relación satisfactoria. El hecho de que este ideal universal sea logrado por tan pocos, reflejaría por una parte la dificultad de un gran sector de la población para resolver los múltiples desafíos y obstáculos que se interponen en la vida de la pareja; por otra parte, podemos apreciar el efecto traumático que la separación deja frecuentemente como secuela, de tal modo que en ambos sexos las parejas subsiguientes también se separan en el 60 a 80% de los casos.

Pudiera decirse que no son los votos matrimoniales para toda la vida, sino el divorcio o la separación los que terminarán siendo lo duradero y marcarán para siempre la vida de cada miembro de la familia disuelta. (Un niño de 8 años se presentaba a sus nuevos amigos de campamento de verano diciendo: “Yo soy un niño divorciado”.)

El Dr. Capponi, autor de amplia visión psicoanalítica, enfrenta al lector con la pregunta de cómo hacer que el amor en sus diferentes fases sea comprendido en su dimensión subjetiva. Para ello recurre a conceptos psicoanalíticos y también acude a Pablo Neruda. A través de su poesía, ilustra complejas vivencias del adolescente, del amor sexual estable, de la relación entre la pareja y el grupo, etc. Como resultado, encontramos una feliz confluencia del autor con un colaborador sin par que, al mismo tiempo, permite que se familiarice con la mirada poética de amor que ha descrito Pablo Neruda a lo largo de su vida.

¿Qué intervenciones puede efectuar el profesional de la salud mental para que el amor de la pareja sea menos ciego, más durable, menos destructivo, más creativo y más auténtico? ¿Cómo ayudar en un breve lapso al desarrollo de una relación de amor verdadera?

Es aquí donde el clínico aplica sus conocimientos sobre identidad, conflictos inconscientes y mecanismos de defensa que distorsionan la percepción mutua. Y es en esta área donde la necesidad de investigación debe enfatizarse: cómo se elige la pareja y cómo se termina una relación contemplando y manejando sus consecuencias.

Aquí nos encontramos con factores ideológicos entre los investigadores que tienden a minimizar la seriedad del efecto de la separación en los miembros de la pareja y en los niños. Si bien ello está basado en las buenas intenciones de no contribuir más al sufrimiento de la familia en transición, ya sea en el proceso de separación o disolución legal de los lazos conyugales, dicha minimización puede confundirnos. Por el contrario, a mi parecer, darnos cuenta del alto riesgo de los problemas ocasionados a corto y largo plazo nos permitirá ofrecer a estas familias en forma realista y fundamentada, la comprensión y los recursos de ayuda que ellas requieren.

Nadie elige divorciarse; ello se experimenta como algo que simplemente ocurre a la pareja. Y tanto esta como sus niños necesitan el apoyo de la familia, del círculo social y de la escuela, pues las relaciones de pares son un factor beneficioso esencial para el niño cuyos padres se separan.

La preparación para elegir pareja debería comenzar desde los años de escuela, a través de un currículum que describa el ciclo de la relación de pareja desde la selección hasta los desafíos subsiguientes. Cómo ofrecer al menos un mapa de orientación al adolescente...

El poder establecer una relación de amor sexual estable en toda la riqueza que ofrece a la pareja, a la familia y a cada individuo dentro de esta organización familiar, es una proposición que bien vale el esfuerzo y los riegos que este anhelo impone. El autor logra establecer las razones de este ideal y los azares que lo circundan. Su esfuerzo debe ser apreciado.

P.K.

❈ ❈ ❈

PAULINA KERNBERG es profesora de psiquiatría y directora del programa de formación de psiquiatría de niños y adolescentes de la Universidad de Cornell (Nueva York).

Introducción

Desde las épocas de organización tribal de nuestra especie, las instituciones encargadas por la sociedad de regular el orden público han ejercido su tarea a través de la aplicación estricta de una normativa que prohíbe, sanciona y castiga. Vale decir, específicamente, por un sistema de policía.

Las instituciones que velan por la recta moral y las costumbres lo han hecho aplicando severos y estrictos sistemas normativos que determinan qué conductas están permitidas y cuáles son desviadas, reñidas con la ética y las buenas costumbres, o con las creencias ordenadas en un sistema doctrinario cuya transgresión es considerada pecado y generadora de culpa.

En ambos casos, el objetivo es cumplir con un comportamiento que garantice un orden o una adhesión a valores doctrinarios. La buena conducta está garantizada por el temor a la condena. Se opera en el supuesto de que si la sanción y el castigo se debilitaran, la sociedad sería presa del caos. Subyace a tal concepción un permanente temor al descontrol y al desorden, basado en el prejuicio de una condición humana frágil e infantil, incapaz de hacer experiencia de sus errores y truncada en la posibilidad de crecer con márgenes de libertad progresivamente mayores.

A partir del siglo XX, ese panorama comienza a cambiar y se consolida el valor absoluto de la persona, sus derechos humanos inalienables, su igualdad frente a un otro cualquiera, y sus capacidades de aprendizaje, talento e inteligencia, las que se consideran independientes de la raza, situación económica o social. Se agrega a esto la conciencia de cuán importante es integrar los aspectos negativos, conflictivos, carenciados y a veces enfermos, a los procesos sociales y personales; ello, a partir de la valoración del aporte en realismo, creatividad y profundidad que comporta la elaboración de los estados de aparente caos, desorden o enfermedad, en el desarrollo de los individuos y grupos sociales. En este proceso se va develando como causa del simplismo y artificialidad de ciertas aproximaciones a la realidad, una suerte de fobia a todo lo que pudiese ser o parecer negativo. Por último, se valora como un ideal el desarrollo de interacciones sociales, familiares y personales en relaciones respetuosas y simétricas, por sobre estilos de dominio-sumisión.

En concordancia con lo anterior, cuando se trata de construir una sociedad garante del orden público y cumplidora de una moral adecuada a la concepción humana de hoy, el acento se va desplazando de lo restrictivo-sancionador, hacia lo comprensivo-reparador. Y este puede ser el desafío que deben asumir las instituciones que deseen ejercer una influencia de algún peso en la dinámica social del siglo que comienza.

En este sentido, si pensamos el matrimonio en el marco de estos parámetros, debemos concluir que su logro como un proyecto para toda la vida dependerá menos de la normativa que lo custodie, que de una preocupación seria y meditada por el tema. Una preocupación que tome en cuenta todos los aportes del conocimiento humano, desde sus vertientes más científicas hasta las más artísticas, filosóficas, teológicas y políticas. Conjugando esos saberes y perspectivas, se avanza en la comprensión del complejo proyecto del matrimonio y se proponen caminos para “reparar” y prevenir las dificultades que atentan a su realización en el largo plazo. En este contexto se sitúa mi aporte entregado en este libro.

El matrimonio en nuesto país

La actitud de nuestra sociedad frente a la relación de pareja, la convivencia, el matrimonio, la separación y el divorcio, es sumamente heterogénea y un tanto confusa.

En Santiago de Chile, un 60% de las personas considera que la calidad de su matrimonio se mantuvo respecto de cuando se casó. Un 25%, que empeoró; y sólo un 12% estima que su matrimonio mejoró. Muñoz y Reyes señalan en su libro Una mirada al interior de la familia (1997) que la vida conyugal parece ser satisfactoria para el 65,4% de los maridos, y para el 49,5% de las esposas (84).

Las investigaciones descritas por Carlos Cousiño en su trabajo Divorcio y opinión pública, realizadas en 1993, demuestran que el 87,2% de los encuestados en un estudio, y el 83,7% en otro, están de acuerdo con que “el matrimonio es un compromiso para toda la vida” (32). Sin embargo, las rupturas conyugales hablan de cifras que van desde un 15,3 a un 22,6% (48). Algunos centros de estudios dedicados al tema señalan que el 50% de los matrimonios terminan en separación, cifra que coincide con las de países europeos y de Estados Unidos (116). Por otro lado, según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), en Chile las nulidades matrimoniales han aumentado un cien por ciento en comparación al año 1980 (61).

La interpretación de estas estadísticas no es fácil. Por una parte, parece existir la idea de que la relación de pareja y el proyecto de matrimonio constituyen una alternativa convincente. Por otra, apenas un 12% de las parejas encuestadas en el estudio de Cousiño considera que ha vivido un proceso de crecimiento, en un proyecto que solamente puede ser calificado de bueno cuando se da esa evolución positiva.1 Además, la mitad de las mujeres, y un poco menos los hombres, no valora su relación conyugal al interior de la familia. Y por último, las cifras duras de rupturas conyugales alcanzan montos cercanos al 25%; esto es, un cuarto de la población fracasa ostensiblemente en el proyecto matrimonial, aunque se comparte la opinión de que la mitad de las parejas terminan separándose (116).

También la institución del matrimonio como alternativa para realizar un proyecto de familia ha sufrido un grave deterioro durante los últimos años en nuestro país. Así, las cifras oficiales del INE demuestran que el número de matrimonios ha bajado a la mitad entre 1988 y el 2000. Por su parte, en la encuesta del Centro de Estudios de Opinión Pública (CEP), publicada en julio de 2003, sobre el tema “Mujer y trabajo, familia y valores”, un 68% de los encuestados estuvo de acuerdo con la afirmación: “Es aceptable que una pareja conviva sin tener la intención de casarse”; y un 66% estuvo de acuerdo con la afirmación: “Es una buena idea para una pareja que tiene intención de casarse vivir juntos primero” (30). El año pasado, la mitad de los niños nació fuera del matrimonio en Chile, cifra significativamente menor en la década de los 90, cuando —de acuerdo al INE— llegaba a un 33% (62).

Todos estos son datos empíricos que nos deben motivar a reflexionar en torno a los temas relacionados con la constitución de la pareja. Qué significa el pacto del matrimonio por sobre las uniones de hecho, qué ventajas y desventajas tiene la convivencia previa, en qué momento estamos mejor capacitados para elegir pareja, qué responsabilidades subyacen a la decisión de tener un hijo y construir una familia, y qué tipo de compromiso es más conveniente asumir: civil, religioso, ambos, o sólo de palabra. También debemos incorporar al análisis de este complejo proceso de hacer pareja, el rol que juegan la sexualidad, la planificación familiar, los preservativos y los métodos anticonceptivos.

El proyecto de pareja: búaqueda de nuevas perspectivas

La desarmonía entre la valoración, las intenciones y los resultados de las uniones conyugales, está relacionada con diversos factores que comienzan a adquirir peso a partir de fines del siglo XIX y comienzos del XX. En la práctica, se vincula con el cuestionamiento al concepto tradicional de la familia, producto —entre otros— de la incorporación de la mujer al trabajo y a los derechos civiles; la importancia que adquieren la subjetividad y las relaciones simétricas en la pareja, que cuestionan el machismo tradicional; la preocupación creciente por el desarrollo y crecimiento psicológico de los hijos, y su relación con la calidad de la cercanía y trato por parte de sus padres. A todo ello se agrega que la prolongación de la vida de las personas crea un nuevo marco temporal al compromiso conyugal. Asimismo, el descubrimiento de los anticonceptivos redunda en que la sexualidad ya no sólo se practica con fines procreadores. Sobre todo en la perspectiva societal, a lo anterior se suma el debilitamiento del poder de la cristiandad como fuente normativa, y la globalización, industrialización y urbanización, que imponen la cultura de consumo y crean una mentalidad que fácilmente sustituye e intercambia, toma y desecha... Y así, sumándose estas a otras variables que han influido en el proceso de cuestionamiento del concepto tradicional de familia, nos encontramos en un momento de transición entre una noción de proyecto matrimonial que ya no parece responder a las sociedades actuales, y otra que aún no cristaliza. En esta situación, nos vemos exigidos a recrear la relación de pareja y el matrimonio como proyectos coherentes con la etapa de desarrollo de la modernidad que nos encontramos viviendo.

Avanzar en este tema implica entrar en diálogo con las generaciones jóvenes, de forma que podamos entregar nuestro criterio y experiencia en un lenguaje comprensible. Este debe incorporar los elementos centrales de la modernidad, la metodología científica como abordaje esencial de los problemas, la importancia de la variable subjetiva en la descripción y comprensión de los fenómenos relacionados con la humanidad, y los principios incuestionables de respeto democrático como concreción del valor absoluto del ser humano, cualquiera sea su condición.

Pienso que sólo a través de una reflexión fundamentada en los aportes de la disciplina científica, vinculada a las ciencias humanas, a la psicología —y al interior de esta, a los conceptos psicoanalíticos modernos—, a la etología y a la sociología, podremos ordenar y dialogar con cierta rigurosidad en esta materia, insertándola en el debate público de la sociedad actual. En este sentido, advierto al lector que se encontrará con ideas que tal vez requerirán de él un cierto esfuerzo por entenderlas. Mas eso es inevitable si queremos ir un poco más allá en la comprensión de un tema de por sí complejo, evitando los lugares comunes y los asuntos obvios que tiende a plantear el convencionalismo social, vía los medios de comunicación masivos.

Así, hemos elaborado los conceptos planteados en este libro en el marco teórico de los términos psicoanalíticos actuales, sumados a los aportes de Otto Kernberg sobre las relaciones amorosas en la pareja; a los de Henry Dicks y la teoría de las relaciones objetales en las tensiones maritales y las formas inconscientes de vincularse; a los aportes de Puget y colaboradores respecto del estudio psicoanalítico del funcionamiento de la pareja; a los de Willis en relación con las formas de colusión que unen a las parejas de manera inconsciente, y a los estudios de Eiguer sobre la clínica psicoanalítica de la pareja. A esta mirada desde la psicología psicoanalítica, añadí los aportes de diversos autores a la historia de la cultura, la antropología y las ciencias cognitivas, integrando al modelo los datos observados por estas disciplinas. Con el fin de familiarizar al lector respecto de algunos temas psicoanalíticos que atraviesan todo el texto, he agregado al final del libro un apéndice sobre conceptos psicoanalíticos actuales.

Desarrollo del libro

En El amor después del amor comienzo tras la comprensión de por qué creemos que el matrimonio debiera ser para toda la vida. Tras toda intención hay un modelo, y el que subyace a esta es el que intento describir aquí. Los modelos, tal como los ideales del yo, son muchas veces irritantes, pues tienen un carácter coherente y perfecto que nunca podemos cumplir. Por eso deben ser tomados “simplemente” como proposiciones a las que aspiramos, de carácter transitorio, que se modifican ante los nuevos aportes de las ciencias y del conocimiento humano. El asumirlos como tales nos permite ser flexibles y comprensivos cuando, desde nuestras limitaciones, no podemos alcanzarlos.

Pero como la tendencia de la sociedad occidental en su conjunto es a sacar adelante el proyecto de relación de pareja como monogamia única, me extiendo en lo que considero tiene un papel importante en la prevención de los fracasos matrimoniales: la elección de pareja. Para entender los factores en juego en dicha elección, es necesario revisar el proceso que va desde el enamoramiento al amor sexual estable. Estos dos temas serán el contenido de la segunda y tercera parte de esta obra.

Finalmente, como tantas veces no logramos estar a la altura de los modelos que ordenan nuestra conducta, y ni la elección de pareja ni los procesos que de ello se derivan se cumplen y elaboran de la manera que hubiéramos querido, la cuarta parte del libro está dedicada a las consideraciones relativas a las condiciones en que una separación puede ser recomendable; es decir, cuando el modelo del matrimonio para toda la vida no pudo alcanzarse.

La familia separada es una alternativa en sí misma —como lo es una familia intacta—, pero con un grado de complejidad diferente. Esta requiere, entre otras cosas, un lugar definido en la sociedad actual, la que debe afinar cada vez más los instrumentos de ayuda y apoyo a las diferentes formas de funcionamiento en que puede desplegarse, incluidos obviamente los casos en que los cónyuges intentan con nuevas parejas un nuevo matrimonio para toda la vida. Son tantos los cambios que han incidido sustancialmente en la forma de realización del vínculo matrimonial en las últimas décadas, que el desafío que enfrentamos en este siglo XXI es indagar en ellos, intentar comprenderlos, y buscar respuestas a las exigencias que nos plantean.

PRIMERA PARTE

¿Una pareja o varias?

CAPÍTULO I

La revolución de los jóvenes hoy: Un mundo auténtico

Cuando inspeccionamos las variables en juego en la relación de pareja proyectada para perdurar, nos damos cuenta de la tremenda complejidad, exigencia y dificultad que tal camino implica. De hecho, por ahora podemos decir que sólo entre un 15 y un 20% logra, en mayor o menor medida, realizar de manera exitosa un matrimonio para toda la vida (115).

Los asuntos humanos complejos exigen arduos procesos de desarrollo, con estrategias y tácticas planteadas a largo plazo. Y aquí nos enfrentamos con un elemento central: a veces es tan a largo plazo, que consume a varias generaciones.

Es muy distinto abordar un problema social con el objetivo de resolverlo en un determinado período de gobierno que durante toda una promoción y, más aún, proponerse un camino que implique sucesivas generaciones. Por ejemplo, salir del subdesarrollo en los países latinoamericanos necesariamente nos ha tomado y nos va a tomar varias generaciones. Los procesos de duelo social habitualmente involucran también a varias generaciones (22).

Lo anterior significa que el traspaso del problema que hagamos a la generación siguiente, es clave en el desarrollo progresivo del tema en cuestión. El progreso en la justicia social a partir de la Revolución Francesa en Europa ha significado una permanente tensión entre generaciones de jóvenes y adultos mayores: las generaciones más adultas entregan los problemas con su perspectiva ya acotada a las nuevas estirpes, las que los cuestionan y proponen cambios a veces peligrosamente rupturistas.

Por las razones que ya hemos esbozado y otras que expondremos en el desarrollo del libro, estamos recién expuestos al desafío de construir una relación de matrimonio según el modelo de amor sexual estable que plantea la monogamia única con fidelidad. Lo interesante es que la nueva generación parece haber recogido el guante y está dispuesta a asumir el desafío. Pero esto también nos exige a nosotros, como sus padres, ayudarlos responsablemente.

Pero, ¿cuál es la revolución de los jóvenes hoy?

El surgimiento de los países y naciones cumplió con el anhelado sentido de pertenencia que requerían las sociedades en el siglo XIX, y las ideologías totalitarias lo hicieron en su medida durante el siglo XX. Frente al fracaso de esta última alternativa, la búsqueda de sentido y de pertenencia está encaminada por otro sendero y, por supuesto, quienes la lideran son las generaciones actuales, cuya característica más común es, quizá, el perfil individualizante.

Los jóvenes sospechan de las proposiciones que vienen de las instituciones —llámense Iglesia o Estado— o de las ideologías y partidos políticos. Esta búsqueda de respuestas desde una perspectiva no grupal, no social, si bien favorece el desarrollo de soluciones individuales creativas —disminuyendo la natural coerción y limitación que significa la pertenencia a un grupo—, implica el riesgo de perderse entre derroteros personales estériles. Además, es una alternativa solamente para quienes tienen una identidad más o menos estable y sólida.1

Debemos precisar cuál es el contenido de esta modalidad más bien individual de enfrentar los conflictos propios de la adolescencia, en relación con las ansiedades que ese período de la vida despierta, la necesaria ruptura con la generación anterior y la agresión rebelde que ello implica.

¿Qué pretende?, ¿hacia dónde va encaminada la revolución generacional a la que hoy asistimos?

La generación de los padres de los adolescentes de hoy en día participó de la revolución que significó denunciar a sus propios padres por no haber asumido el ideario —develado a fines del siglo XVIII y desarrollado durante el siglo XIX— que facultara una modificación de las estructuras sociales y la construcción de una sociedad más justa (concepción que se concretó en las ideologías de corte socialista y en las de carácter totalitario). La rebelión de los jóvenes actuales, en cambio, consiste en culpar a la generación de sus padres por no llevar a cabo, por no asumir y no cumplir el ofrecimiento de una forma de existencia más elaborada y auténtica, propuesta y declarada durante el siglo XX. Nos referimos a la corriente de pensamiento que impregna toda la cultura de Occidente, y que dice relación con el mundo interno y las relaciones interpersonales, con el existencialismo y los aportes de la psicología profunda. Son estas las visiones que instituyen la importancia de la relación íntima con otro, de la crianza de los hijos, así como de las variables emocionales que esta supone. De ahí las exigencias psicológicas en que se enmarca el desarrollo del mundo interno para procurar la estabilidad afectiva de la persona y la elaboración requerida para evitar la tendencia al autoengaño, junto a la valoración de la autenticidad y la búsqueda de la verdad en su sentido amplio (25).

En resumen: la revolución de los jóvenes del siglo XX buscaba la justicia social; la de los del siglo XXI persigue la autenticidad.

Insistimos en el carácter individualista de la búsqueda emprendida por las nuevas generaciones, donde las figuras de líderes o de conducciones grupales en torno a propuestas ideológicas sobre el tema en general no interesan. Todo esto, con las desventajas que recién señalábamos propias de aquellas identidades más frágiles, con poca tolerancia a la incertidumbre, que terminan canalizando la agresividad en grupos que tienden a despreciar al resto de la sociedad. Estos adolescentes acaban en sectas fanáticas, poseedoras de “la verdad”, con respuestas rígidas e irracionales, o en tendencias autodestructivas como las drogas, la promiscuidad, la violencia, el suicidio abierto o solapado.

Pero la mayor parte de los adolescentes de hoy —criados en la importancia de una relación familiar afectuosa, preocupada de su educación, de su bienestar emocional y psicológico, con un padre más cercano y una madre menos sobreprotectora y, por lo tanto, desarrollados con una identidad más sólida, más sana y menos reprimida que las generaciones pasadas— quiere llevar a la práctica lo que les ofreció un pensamiento elaborado durante el siglo XX, el cual las generaciones anteriores no hemos sido capaces de implementar, encandilados aún por las ideologías “salvadoras”. La proposición que se ha ido cristalizando a fines del siglo XX y comienzos del XXI, es la del camino de realización personal a través del conocimiento del mundo interno, que solamente puede ser llevado a cabo por medio de las interacciones afectivas profundas, íntimas y comprometidas con un otro. Entre estas relaciones, las más importantes son las familiares —paternales, filiales, fraternales— de amistad y, por sobre todo, dado el carácter especial que ocupa en el concierto social, la relación de pareja.

La revista francesa Psychologies, en su número de febrero del 2003, trae un artículo que titula “Mariage d’amour ou amour du mariage?” (¿Matrimonio por amor o amor por el matrimonio?) (98). Allí, el sociólogo François de Singly, propone una reflexión ante un curioso fenómeno acontecido el año 2002 que sorprendió a los franceses:

Hacía veinte años que Francia no había visto lo siguiente: trescientos mil matrimonios celebrados el año pasado... Si nuestros ancestros se decían “sí” para alejarse del grupo familiar, satisfacer los deseos de la familia o de la sociedad, tener autorización para realizar la sexualidad, ¿qué empuja a los jóvenes de hoy a este consentimiento? ¡el amor! “Es el regalo más hermoso que me ha hecho Juan!”, confiesa Sandrina, de 28 años. El día que me dijo me quiero casar contigo, valió por todas las declaraciones de amor imaginables.

De Singly destaca el hecho de que en una época donde abundan la infidelidad, la separación y el divorcio, existen parejas que subrayan su voluntad de querer comprometer su amor, “en las buenas y en las malas”, a ojos de todos. Y la ceremonia del matrimonio es un óptimo medio. El anhelo de fundar una familia (expresado en la idea de “encargar un hijo”) también moviliza a la pareja hacia la decisión de casarse. Otra razón es la que ilustra el testimonio de Martín (28 años): “Nos casamos para ser una pareja diferente. De esas que duran toda la vida”.

En este mismo volumen de la revista Psychologies, el psicoanalista Jaques-Antoine Malarewicz menciona: “Los jóvenes están más conscientes que nunca de la fragilidad de la pareja actual, y de que una forma de fortalecerla es por medio del matrimonio”. En opinión del especialista, el aumento continuo del divorcio no constituye un freno para el sueño del “amor para siempre” en las parejas actuales. “Por el contrario —afirma— es porque ven amenazada su relación por este fenómeno por lo que quieren asignarle el compromiso del matrimonio”.

No se debe confundir esta actitud con una vuelta a los comienzos del siglo XX. En esos años el matrimonio era una obligación, una necesidad. Hoy es una elección entre varias opciones. Para el sociólogo De Singly, es por esta libertad de elección que el matrimonio va teniendo cabida en forma creciente en la juventud. “Hoy se dice ‘sí’ para toda la vida, pero sabiendo que el matrimonio no es más una cadena perpetua y que, en el peor de los casos, se puede disolver.”

Para el psiquiatra, psicoanalista y terapeuta de pareja Robert Neuburger, hoy el matrimonio ha adquirido un verdadero compromiso simbólico. La pareja quiere estar junta, pero libre. Buscar seguridad y libertad, dos exigencias tal vez paradójicas, pero que hoy los jóvenes, al casarse, persiguen con autenticidad.

Este es el desafío para las nuevas generaciones: construir relaciones personales de calidad. Especialmente, construir una relación de pareja auténtica, comprometida, que integre todos los elementos importantes de la vida personal, las pasiones, los instintos, el deseo sexual, en una unión simétrica, en libertad y profunda. Asimismo, en el compromiso de una preocupación por el cuidado afectivo y la crianza de los hijos dentro de un clima de armonía, y donde ambos padres se dediquen a su desarrollo emocional y cognitivo.

Por todo lo anterior, forma parte de nuestra responsabilidad el ayudar a los jóvenes en este camino de búsqueda.

Aunque para algunos puede resultar un poco árido, me parece importante revisar el pasado biológico que nos condiciona a un tipo de comportamiento, como también la influencia de la cultura que promueve determinadas conductas. Una vez precisadas estas variables, estaremos en condiciones de entender la curiosa e interesante aspiración del hombre a casarse para toda la vida.

Que el matrimonio fuera un compromiso para siempre era un asunto sobre el cual se estaba en general de acuerdo hasta mediados del siglo XX. Sin embargo, por distintos motivos que pasaremos a examinar, la pregunta de ¿por qué para toda la vida? está en boca de casi todo el mundo a partir de la década del 60. En nuestra sociedad, si bien alrededor de un 85% de personas se muestra de acuerdo con que el matrimonio sea para toda la vida (32 y 84), dicha postura proviene de un sostener la tradición, y no de un argumento personal. Por otra parte, el 15% que se cuestiona esta alternativa tampoco fundamenta su posición.

Las respuestas a aquella pregunta se han construido desde los valores de la sociedad —de fuerte raigambre religiosa, y para el caso de la sociedad chilena de la religión católica— a través de la institución de la Iglesia.

Sin embargo, desde la modernidad, toda cuestión que dice relación con aspectos de la existencia humana, exige —sin excluir una inspiración religiosa— una respuesta científica, ya sea de orden psicológico, etológico, sociológico o histórico. O sea, necesitamos construir un modelo que responda a esta interrogante desde una concepción antropológica basada en los datos y observaciones que las ciencias humanas nos proveen.

Como toda hipótesis científica, aquella respuesta será transitoria, y se modificará en virtud de nuevos antecedentes y de nuevos progresos en la ciencia. Quiero decir que lo sostenido en este libro es pertinente al momento actual; no sabemos si será adecuado para formas de organización sociales y culturales futuras. En todo caso, a pesar de su carácter hipotético, dicha respuesta es necesaria: enriquece los aportes valóricos que cultiva la sociedad y limita el carácter a veces peligrosamente ocurrencial de estos, lo cual podría estar reñido con la naturaleza humana. Ayuda a una exégesis realista de la palabra de Dios para los grupos religiosos que administran en forma significativa los valores morales de un pueblo, y, al proponer modelos antropológicos coherentes, exige a la comunidad construir una sociedad más humana (20, 21 y 23).

Quiero aclarar que muchos segundos matrimonios se enmarcan dentro de lo que denomino monogamia única, pues su intención al comprometerse es vivir juntos para toda la vida, aunque sea en una segunda oportunidad.

CAPÍTULO II

¿Cómo influye nuestra herencia animal en los distintos tipos de unión?

Es cierto que el descubrimiento del funcionamiento mental inconsciente por parte de Freud fue uno de los hallazgos más relevantes del siglo XIX. Pero no ha sido menos trascendental el aporte de Darwin, que devela crudamente el pasado animal, más específicamente primate, del ser humano. La historia de la evolución del hombre no es sino una cadena de modificaciones en los instintos y en la biología de quienes fueron en un momento dado los más aptos para su sobrevivivencia. Nuestra conducta está condicionada por la satisfacción del deseo instintivo. Y los instintos son tendencias y conductas ya habitadas por una información, la cual se transmite a través de los genes. Por ejemplo, el potro tiene la información en su instinto sexual de que este se satisface con una yegua y no con una oveja.

La historia de nuestra especie se remonta a varios millones de años, período en que nuestros antepasados fueron optando por ciertos modos de conformar pareja y familia, algunos de los cuales resultaron más adaptativos que otros, facultando que quienes escogían las primeras sobrevivieran, a diferencia de los otros que murieron sin poder reproducirse. Las tendencias instintivas que modelaron a esos sobrevivientes nos han sido transmitidas por medio de los genes, marcando biológicamente una inclinación hacia ciertas formas de comportamiento sexual, que veremos a continuación.

Hace catorce millones de años nuestros ancestros divergieron de los antepasados de los orangutanes. Hace nueve millones de años lo hicieron de los gorilas. Y hace cerca de siete millones de años divergieron de los chimpancés y bonobos.2

Los antepasados que, finalmente, van a terminar constituyendo la raza humana, son llamados homínidos u hominoides. Estos son los más antiguos precursores, después del mono, que conducen al hombre moderno. Se han descubierto huellas y fósiles suyos que datan de tres a cuatro millones de años. El aspecto de estas criaturas era parecido al del chimpancé actual, con un cerebro del tamaño de una tercera parte del nuestro, dientes centrales hacia fuera y colmillos afilados. Caminaban erguidos.

Describiremos a continuación las cinco formas vinculares de pareja heterosexual que han existido en el ser humano —la promiscuidad, la poligamia, la monogamia, la monogamia en serie y la monogamia única con sus dos variantes, infiel o leal—, atendiendo tanto a sus ventajas como desventajas, desde sus ancestros más primitivos hasta hoy. No hemos incorporado al análisis las formas homosexuales de pareja, dado que constituyen un tema muy importante y complejo que requiere un tratamiento aparte.

1. Promiscuidad

La vida sexual de los primates que antecedieron a la raza humana se caracterizaba por ser promiscua: todos los miembros de cada grupo social tenían relaciones, a su vez, con todos. La promiscuidad como forma de apareamiento fue abandonada por la línea evolutiva humana hace más de veinte millones de años, considerando que la divergencia con nuestros antepasados más remotos, los gorilas, se produjo hace catorce millones de años atrás, y que incluso el eslabón perdido que dio origen a la especie de los gorilas ya vivía en harenes y no en promiscuidad.

Hay evidencias de parejas monogámicas en homínidos desde hace tres y medio a cuatro millones de años atrás, lo cual nos puede llevar a suponer que la relación de pareja monogámica empieza a coexistir con la vida en harenes hace por lo menos cinco millones de años.

La promiscuidad como forma vincular de pareja, desde el punto de vista del funcionamiento mental, nos induce a pensar a los especialistas, en una alteración psicopatológica en estructuras mentales narcisistas o borderline o sintomáticas a estados de exaltación maniformes o de erotomanías psicóticas.3 Sin embargo, algunos movimientos místicos del siglo XIX en Estados Unidos practicaron el “amor comunitario”, que es una forma relativamente organizada de promiscuidad. Un regla se erigía infranqueable entre sus miembros: de dichas relaciones no debían nacer hijos. La eyaculación estaba prohibida a los hombres. A decir verdad, estos movimientos de masas estaban promovidos por un gurú delirante.

También durante los años 60 a 70 en el oeste de Estados Unidos, los grupos hippies plantearon un modo de vida familiar comunitario libre que incluía la promiscuidad, como “matrimonios grupales” o “amores en comunidad”, a manera de alternativa a la organización familiar judeo-anglicana predominante. Algunos de estos grupos se organizaban en torno a un jefe carismático que imponía ciertas normas y, en realidad, no todo estaba permitido. Otros se abrieron a una total y completa promiscuidad, agregando drogas al poco andar; mas estos grupos fueron pronto disgregados por considerárseles insalubres (16).

Otra forma enmascarada de un actuar promiscuo, que se ejerce en algunos sectores de nuestra sociedad, es el “intercambio de pareja”. La idea es que esta se permita tener aventuras con otros partners, a condición de que no haya mentiras ni engaños en tales procedimientos, y que habitualmente sean compartidos. El riesgo de estos intercambios —a menudo impuestos por uno de los miembros de la pareja al otro, que no se niega a la proposición por miedo de perder a su compañero(a)— es la degradación progresiva del vínculo sexual maduro a formas pervertidas de relación, o al establecimiento de un nuevo vínculo con un partner “que se encontró en el camino” (66).

Una modo de promiscuidad que el profesor de Psiquiatría de la Universidad de Ginebra, Willy Pasini, denomina “perversión soft”, es la que se da entre grupos de jóvenes que en una fiesta o en una ocasión aislada, y con un carácter lúdico y ocasional, se permiten experiencias eróticas múltiples y comunicativas entre ellos. No tienen el carácter perverso de la repetición, y quedan en la memoria, a la manera de los carnavales, esas grandes fiestas anuales que alteran el orden establecido, especialmente en cuanto a las prohibiciones sexuales, y permiten —por un día— aquello reprimido todo el año. Vale decir, la perversión soft ofrece una promiscuidad liberadora ocasional, acompañada de una fidelidad monogámica el resto del año (90).

2. Poligamia

Es posible que desde la promiscuidad habitual en nuestros ancestros, poco a poco se fuera instalando el rechazo a tener relaciones con los propios padres, y de parte de estos, con sus hijos. Ello pudo suceder tras la constitución de los harenes: relaciones poligámicas que conforman la primera forma de vida sexual surgida en reemplazo de la promiscuidad, y que aparecen por primera vez con la especie que conocemos con el nombre de “eslabón perdido”. Este dio origen a los chimpancés, a los orangutanes y a los hominoides, que más tarde se desarrollaron en los ancestros de donde proviene la raza humana. Tal proceso, ocurrido hace nueve millones de años, lleva a pensar que los gorilas y los hominoides simplemente mantuvieron este sistema de apareamiento. Y mientras los chimpancés reinventaron la promiscuidad, los hominoides inventaron la monogamia.

En esta forma vincular, la poligamia, el hombre debe tener la capacidad de mantener varias relaciones íntimas en forma paralela, sin sentir que son incompatibles.

Además, debe poder relacionarse rápidamente con cada esposa y separarse de ellas con la misma facilidad, lo que supone una gran capacidad para los desplazamientos y sustituciones del objeto de deseo.

La mujer, por su parte, debe ser capaz de tolerar las separaciones y el abandono, con el agravante de no tener la posibilidad de sustituir a su pareja por otro hombre. También debe estar capacitada para aceptar la exclusión, cuando es otra la preferida del harén. Los celos y la competencia entre mujeres que lo integran les exige el buen manejo de la agresión al servicio de la defensa. Además, deben ser sumisas y resignarse a que el hombre posea el control.

En el vínculo poligámico, el hombre resuelve las “ansiedades de separación” teniendo a varias mujeres a su servicio, evitando de esta forma el contacto con angustias, ligadas a la soledad y el abandono. Se gratifica en la omnipotencia y en el poder de poseer a su antojo a la mujer que quiere, cuanto quiere y cuando quiere.

Ellas, a su vez, no tienen que hacerse cargo en forma exclusiva de las demandas afectivas y de servicio sexual de un hombre, sino compartirlas con otras mujeres, dejando así tiempo y energía para los hijos. Se gratifican en la relación con un hombre idealizado, poderoso, que protege y que es, además, valorado por las otras mujeres.

La forma poligámica de relación tiene varias limitaciones: los miembros que componen este vínculo conocen al otro más en extensión que en profundidad; la relación es asimétrica: el hombre lleva el control y maneja más poder a la hora de la toma de decisiones; refuerza en el hombre los rasgos de actividad de independencia y de superioridad; refuerza en la mujer los rasgos de pasividad, sometimiento, dependencia e inferioridad.

Para el psiquiatra y antropólogo Phillipe Brenot, la poligamia institucionalizada es un tipo de poligamia al que sólo tienen acceso los ricos y poderosos, quienes se imponen, o imponen la idea que detentan, por la fuerza (16).

3. Monogamia

La evolución hacia la monogamia no es exclusiva de los hominoides; también evolucionan a esta forma de relación varios primates superiores: además del hombre, los jibones y por lo menos cinco grupos distintos de monos. La forma de apareamiento propia de los harenes también evoluciona en al menos ocho grupos de primates. Y, como ya señalamos, la promiscuidad es retomada por los chimpancés y por otras dos especies de monos.

La pareja monogámica es poco frecuente en la naturaleza y es bastante rara entre los mamíferos, porque al macho le conviene esparcir al máximo sus genes, en distintas hembras y en lugares distantes. Y tanto la promiscuidad como el apareamiento en harenes facilitan este objetivo (46).

También para las hembras es mejor vivir con otras hembras y copular con los machos que las vienen a visitar. Hacerse cargo de un macho más bien les trae complicaciones…

¿Qué sucedió y qué hipótesis se han planteado para entender la evolución del sistema de harenes hacia la monogamia en los hominoides, nuestros parientes más cercanos?

Como decía, la monogamia en la naturaleza es poco frecuente. Si bien el 90% de las aves hace parejas, sólo el 3% de los mamíferos se vincula a largo plazo con un solo cónyuge. La mayor parte de las parejas de aves y mamíferos se constituyen para cuidar y criar a los vástagos, que nacen muy indefensos y requieren de un período de ayuda para conseguir el alimento y protegerse frente a los depredadores (36).

Los estudios arqueológicos han revelado que hace tres o cuatro millones de años un tipo de hominoides, los australopitecus afarensis —nuestros ancestros más remotos después del eslabón perdido— ya se desplazaban en parejas monógamas.

Algunos de los factores que empujaron a este tipo de relación son los siguientes:

• El canal pélvico se hizo estrecho para el grado de crecimiento que fue adquiriendo la cabeza del hombre, que debía alojar una masa encefálica cada vez mayor, por las necesidades del uso de la mente. Por ello los bebés nacen muy inmaduros y necesitan al menos cuatro años de protección, apoyo, alimentación y crianza antes de poder ser autónomos.

• La rapidez del crecimiento de las habilidades mentales en la especie humana requiere de la experiencia y aprendizaje en relación con el medio ambiente, pues no todo viene inscrito biológicamente. Este aprendizaje aumenta la variabilidad adaptativa, más allá de las condiciones que favorecen la de carácter genético. Esto hace necesario que parte del crecimiento mental se realice en el vínculo con la madre y con el padre desde temprano.

• Debido a los cambios climáticos, disminuyó la dimensión de la selva y nuestros antepasados fueron desplazados hacia la llanura, hacia la sabana. En estas circunstancias, debieron cargar alimentos para llevarlos a lugares protegidos de los depredadores, y portar ramas y piedras tanto para atacar como para defenderse. Se hizo necesaria, entonces, la bipedestación. Adoptando esa postura corporal, los hijos ya no pueden colgar de sus madres; estas deben llevarlos en los brazos y, además, vigilarlos constantemente, pues en espacios abiertos y sin la protección de los adultos, las crías quedan indefensas frente a ataques inesperados. En estas condiciones la hembra no puede dedicarse tranquilamente a acopiar vegetales y a coger raíces. Se hace necesario que entre en escena el esposo y padre.

• El macho, en la sabana, a campo abierto, por la exposición y el desguarecimiento que este medio implica, no puede hacerse de un territorio y proteger a un número grande de hembras —que es la base de los harenes—; por lo tanto, opta por tener una sola pareja (28).

A. Monogamia en serie

El cambiar de pareja una vez que se ha tenido un hijo tiene ventajas para la especie, en cuanto produce una variedad genética que favorece su sobrevivencia cuando se ve enfrentada a demandas ambientales difíciles y extremas para su adaptación. La condición genética distinta aumenta las probabilidades de la especie para sobreponerse a dichas exigencias y, así, para sobrevivir y perpetuarse.

Los machos pueden elegir permanentemente a las hembras más jóvenes y más sanas, capaces de dar a luz hijos, a su vez, más saludables. Por su parte, las hembras pueden elegir mejor a sus machos, entre los más fuertes y más capaces de darles provisiones y protegerlas.

La monogamia en serie también reporta ventajas culturales y sociales, pues los nuevos matrimonios eran los medios que tenían las tribus primitivas para crear y mantener alianzas entre distintos grupos de la vecindad. Mientras más nuevos vínculos se crean, más negociaciones y asociaciones se realizan.

Una base en parte biológica que da sustento a la monogamia en serie es que el enamoramiento es pasajero, el estado psíquico de exaltación correlacionado con la producción de anfetaminas naturales no puede sostenerse con el paso del tiempo, el cerebro no puede tolerar esa estimulación continua y las terminaciones nerviosas se agotan o se vuelven inmunes. El estado de enamoriento no puede durar más de dos a tres años.

A lo anterior se suma otro factor motivador del cambio de pareja, como es la saturación que se experimentaría en ese estado de paz y tranquilidad sostenido en el tiempo, que es propio del estado de apego posterior al enamoramiento. O sea, también se crearía tolerancia e inmunidad a la secreción de endorfinas, esto es, los neurotransmisores relacionados con los estados propios del apego. Esta es la que Bischof llama “respuesta por empacho”, a la que llega estudiando el comportamiento de las aves (97).

Construir una relación de pareja, separarse, posteriormente conocer y armar otra pareja, y así sucesivamente, requiere la capacidad de perder vínculos mantenidos por un tiempo, e invertir en nuevas relaciones que reemplazan a las anteriores. Las pérdidas inherentes a dejar la relación previa requieren de un duelo que permita construir una nueva. Pero, aun así, tal como concebimos la familia hoy, el cónyuge tendrá que integrar a la nueva relación al ex marido o a la ex esposa, por cuanto ellos siguen a cargo de los hijos en común. Además, los miembros de la nueva pareja deben ser capaces de realizar el paternaje y maternaje necesarios ante hijos que no son los propios (biológicos), lo cual exige mucho tiempo y energía. Por último, este tipo vincular requiere mantener compromisos de crianza, aunque no se viva en el mismo espacio físico con los hijos.

La motivación que subyace a tener parejas en serie es la de llenar la expectativa del preenamoramiento, enamorándose y creando una relación intensa y apasionada con otro, pero limitada en el tiempo, para después quedar en libertad y adquirir un nuevo compromiso. La tarea de la crianza se extiende más allá del tiempo que dure la relación de pareja, pero no se realiza en el triángulo familiar original.

La pareja de la monogamia en serie limita la relación al cumplimiento de una tarea. Esta relación carece del desprendimiento y la gratuidad que expresa un compromiso incondicional y sostenido en el tiempo. Disminuye la posibilidad de sentirse contenido y protegido. Tranquiliza en menor medida las “ansiedades persecutorias”4 básicas que todos los seres humanos padecemos. El hombre pierde las posibilidades de desarrollar una paternidad más profunda y cercana, ya que habitualmente es despojado de los hijos, aunque gane en libertad para incorporar a su vida a una nueva pareja. La mujer, en cambio, mantiene a los hijos a su lado y puede realizar una maternidad más comprometida, pero pierde en libertad para incorporar a una nueva pareja.

B. Monogamia única infiel

La monogamia única es una forma de apareamiento que previene tanto el abandono de los hijos genéticos como su entrega al cuidado de otro progenitor, o tener que hacerse cargo de los genes de otro padre. Y, dado que en la especie humana el período de cuidado de un hijo antes de que pueda hacerse autónomo e incorporarse a otro tipo de cuidado grupal es de cuatro años, cuando se tiene más de dos hijos predominan los factores de apego por sobre la búsqueda de diversidad. En este proceso, del enamoramiento se pasa a un estado psíquico caracterizado como de estabilidad, en el cual la producción de endorfinas —según Liebovic— aporta con las sensaciones de bienestar y paz. Su origen está en la necesidad de que macho y hembra se encariñen durante el tiempo suficiente como para permanecer juntos durante una crianza prolongada más allá de los cuatro años (46).

A lo anterior debe agregarse que, a partir del descubrimiento del arado, el hombre y la mujer dependen recíprocamente, y esto facilita la creación de un lazo permanente. Al respecto, es necesario recordar que en los vínculos adultos la relación de cuidar y ser cuidado en un solo sentido, es más débil que cuando se da en ambas direcciones. Con el aumento de la edad cronológica, conviene a la pareja hacerse cargo mutuamente uno del otro y ver crecer a los nietos como un sustituto del instinto de tener hijos.

Sin embargo, esta relación para toda la vida, sustentada en el proyecto común de criar a los hijos, de dar cumplimiento a un mandato social, de la dependencia mutua y del afecto, no exige de por sí la lealtad sexual tal como la entendemos hoy. En muchos hombres, la tendencia filogenética a la infidelidad se vive de diversas maneras según lo permitan la sociedad y la cultura, implícita o explícitamente. Dicha disposición proviene tanto del impulso primitivo promiscuo que subyace en nuestra condición animal, como de los largos períodos de evolución de la especie en que los machos vivieron en poligamia, en harenes, y las hembras sostenían relaciones paralelas para reasegurarse el apoyo, la protección y la provisión de un macho en caso de faltar o morir el padre de sus crías.

Esta forma vincular tiene exigencias, motivaciones y limitaciones parecidas a las de la monogamia única fiel que describiremos a continuación, pero con la diferencia de que el mundo afectivo-sexual se vive disociado. Ello daña la relación por el carárter de mentira que la atraviesa, por la asimetría con que se plantea y por la pérdida de toda la fuerza y atractivo que potencia a una relación de pareja con una sexualidad exclusiva. Además, no sólo se ve afectada la sexualidad; también la comunicación, la pasión y, en parte, los proyectos y compromisos acordados. El o la amante consume los recursos, la energía psíquica y la preocupación a ese miembro de la pareja, restándoselos a su cónyuge.

Por otro lado, contiene un riesgo: perder el control del aspecto sexual disociado, que el cónyuge se enamore y la pareja se haga trizas (106).

C. Monogamia única fiel

La lealtad a la relación monogámica es un agregado cultural que exige la renuncia de la pulsión, el sacrificio de la tendencia natural a la infidelidad. Esta exigencia de fidelidad es de tal monta, que la sociedad se la plantea como posible de cumplir sólo recién a partir de fines del siglo XX. Antes no era sino una intención loable, coherente con la doctrina planteada por la religión católica, pero únicamente exigida a la mujer.

De todas las formas evolutivas de hacer pareja, ha predominado la monogamia. La sociedad y la cultura occidental han privilegiado la monogamia única; sin embargo, por la carga filogenética que portamos en nuestros instintos, el abanico de posibilidades las congrega a todas. Hay personas promiscuas y otras que aún mantienen harenes (o a varias concubinas o amantes simultáneas). La monogamia en serie múltiple es casi la regla entre los famosos del espectáculo. La monogamia en serie doble es opción de casi el 40 a 50% de la población mundial, y las ocurrencias de monogamia única leales y desleales son entre el 30 y 40% respectivamente (95).

Hemos descrito los determinantes filogenéticos, la herencia de nuestros antepasados, quienes, por la forma en que fueron resolviendo el dilema de hacer pareja y familia, tuvieron mayor capacidad de sobrevivir y nos legaron sus genes con dichas tendencias instintivas grabadas. Pero la cultura sacrifica el placer de gratificar el instinto, en pro de obtener formas de vida más “refinadas” o más sublimadas o, tal vez, podríamos decir con un mayor grado de “realización”.

Estar casado con la misma persona toda la vida y mantener la fidelidad afectivo-sexual, exige ser capaz de sostener la investidura libidinal y el atractivo del vínculo a través del tiempo sin que este se agote. Para que ello ocurra, es necesario elaborar la ambivalencia extrema de amor-odio que se activa en toda relación cercana, resolver el agobio que se despierta en la relación íntima, y tener la creatividad suficiente para superar el tedio que emerge inevitablemente en la rutina.

La motivación que subyace al compromiso leal con otro para toda la vida, es la posibilidad de resolver las ansiedades de separarse mediante la creación de un vínculo, no circunscrito a un tiempo limitado y que tiene carácter de incondicional, con la confianza, desprendimiento y gratuidad que ello implica. Se busca en este encuentro permanente un camino de realización personal, con la idea de que sólo se accederá a él en una relación con otro para toda la vida, como veremos a continuación en este mismo capítulo. Los riesgos de este ambicioso compromiso son equivocarse en la elección de la pareja, o vivir circunstancias que lleven a que la relación se transforme en una experiencia insoportable y, a pesar del fracaso, se siga insistiendo en el cumplimiento de aquel compromiso inicial, con consecuencias negativas tanto para los miembros de la pareja como para sus hijos.

Este tipo de relación vincular se da entre las partes con mayor simetría que las descritas antes, lo que a veces implica mayor grado de confusión en cuanto a los roles, los deberes y derechos de los cónyuges. Por tal razón, esta forma de hacer pareja requiere de una elaboración mutua permanente. Como veremos, es la alternativa escogida por el mayor número de parejas a partir del siglo XXI, aunque por ahora este exigente proyecto sólo es logrado, en su propósito, por un porcentaje relativamente bajo.

Las parejas que eligen constituirse como monogamias únicas leales pueden formar parte del grupo de parejas modernas que Philippe Turchet, en su libro Pourquoi les hommes marchent-ils à la gauche des femmes? Le sindrome d´amour