El apagón - Marta González Álvarez - E-Book

El apagón E-Book

Marta González Álvarez

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Beschreibung

Tienes en tus manos una herramienta combinada de juego, lectura y actividades cuyo objetivo es potenciar tu bienestar emocional y tus competencias personales para enfocar tu vida hacia una existencia más consciente y, por tanto, más feliz. La lectura te llevará a un mundo a oscuras, cuyos pobladores tienen que encontrar la manera de sobrevivir. Se trata de un apagón cósmico. El Universo exige a los habitantes de la Tierra una mejor relación interpersonal, que redundará en un bienestar planetario, social y medioambiental. Esta situación extrema te interpelará sobre tu relación contigo mismo y con el mundo. ¡Descubre quién eres y qué es lo que realmente te importa en la vida! Date el gusto de detenerte. ¡Este aprendizaje solo lo puedes hacer tú!

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EL APAGÓN

Tu vida en juego

 

MARTA GONZÁLEZ ÁLVAREZCARMEN GARCÍA GALLARDO

 

Categoría: Crecimiento personal

Colección: Autoayuda, coaching, mindfulness, neurociencias y psicología

Título original: El apagón. Tu vida en juego

Primera edición: Marzo 2023

© 2023 Editorial Kolima, Madrid

www.editorialkolima.com

Autoras: Marta González Álvarez y Carmen García Gallardo

Dirección editorial: Marta Prieto Asirón

Maquetación de cubierta: Valeria Hernández

Maquetación: Carolina Hernández Alarcón

ISBN: 978-84-19495-44-0

Producción del ePub: booqlab

No se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea este electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares de propiedad intelectual.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 45).

ÍNDICE

PRÓLOGO

PRESENTACIÓN

NOTA DE LAS AUTORAS

I. EL MUNDO SE APAGA

II. CON SU VIDA A CUESTAS

Estrella (48 años)

Marysol (41 años)

Lucas (41 años)

Marcial (62 años)

Candela (55 años)

Tomás (48 años)

III. ARRANCA LA AVENTURA

Unos días antes del apagón

IV. EN PENUMBRA

Entrando en las carpas

Estrella

Lucas

Marcial

Marysol

Tomás

Candela

V. EN LA OSCURIDAD

VI. EL DESPERTAR

VII. LOS SEIS REGALOS VITALES

1. Alegría

2. Ilusión

3. Tranquilidad

4. Seguridad

5. Inspiración

6. Motivación

VIII. ACTIVIDADES

Actividades para conectar contigo

Actividades de autoconocimiento y conexión con tu energía emocional

Orientación a resultados

Proactividad

Perseverancia

Flexibilidad

Adaptabilidad

Congruencia

IX. EJERCICIOS PARA ENTRENAR LOS SEIS REGALOS VITALES

Alegría

Ilusión

Tranquilidad

Seguridad

Inspiración

Motivación

X. REPASO MENTAL DE TU PROCESO

XI. RESUMEN PERSONAL

XII. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

PRÓLOGO

Frente a apagón, lucidez y elogio de la pregunta

Hace no tantos años, cuando se producía un apagón; y una vez se había superado ya el inevitable momento del desahogo, del consabido exabrupto y del rebote, más o menos escatológico –«¡vaya, otra vez se nos fue la dichosa luz!»–, lo sensato era raspar una cerilla y encender aquel cabo de vela, previsto ad hoc al lado del fregadero, y que, con frecuencia, a falta de candelero o de palmatoria formal, solía estar encajado en la boca de una botella vacía dispuesta para tal fin. Una vez se había encendido la primera candela, en una suerte de vigilia pascual casera, se iba produciendo aquella especie de emanación plotiniana, de vela a vela, y de habitación a habitación, hasta que se podía andar por la casa sin tropezar demasiado con los muebles o las alfombras.

En el día de hoy, mucho más modernizados –¡dónde va a parar!–, si de golpe se apagan las luces, algún electrodoméstico pita y la tele se queda muda, si no hay piloto con luces de emergencia, suele la gente sacar el smartphone, esto es: tirar de telefonillo móvil. Pero en este caso, no para llamar con urgencia al electricista. Tampoco para atender por enésima vez a la penúltima de las cantamañanadas distractoras –algún nuevo mensaje todavía más inane, irrelevante, impertinente que el anterior– por la que, quienes manejan la barca de las redes sociales cibernéticas, tanto interés demuestran en querer enredarnos para, quizás, tenernos bien controlados.

Nosotros lo sabemos, que tontos del todo no somos, pero hétenos ahí… Ahí nos vemos, jugando una partida de la que no sabemos con certeza a qué intereses responde, pero que –el pálpito nos da– que, con gran probabilidad, no lo habrá de hacer con referencia a los nuestros; precisamente a los nuestros: «¡No me quieras tanto, que no te he pedido ayuda, compadre! ¡Déjame tranquilo y no invadas con tanta insistencia mi intimidad! ¡Mira que te denuncio a la Agencia de Protección de Datos y ya verás el paquete que te meten!». Pero, como el que oye llover. Y ahí nos las vemos nosotros, en este cuarto de luna, impotentes, aceptando los hechos como inevitables, haciendo de la necesidad virtud, resignados –algunos, en su ingenuidad, incluso satisfechos, cuando no contentos– en una suerte de servidumbre voluntaria. Ahí estamos, en todo caso, bailándole el agua no sabemos bien a quién y haciéndoles el caldo gordo a intereses no explicitados de manera suficiente.

Pero no: ahora no iba la cosa por ahí. En este trance del apagón, sacamos el telefonillo portátil para algo verdaderamente útil. De hecho, tras buscar de manera más o menos atolondrada el icono de la linterna, pulsamos encima de él y –¡oh, nuevo milagro del fiat lux!– con ello conseguir alumbrar la estancia. Unos pasos al cuadro eléctrico para comprobar si es que ha sido el automático el que ha saltado en casa –«¡seguro que se fundió otra bombilla o que hay algún cortocircuito!»–, con lo cual la cosa tendría arreglo, sin mayor complicación; o tener que acabar asumiendo que puede que se trate de una avería general, de algo de mayor alcance y envergadura, que habrá de requerir paciencia, conformidad. Y sobre todo el concurso de la empresa suministradora del servicio de electricidad.

¿Y si el apagón fuera grande de veras? ¿Si tuviera alcance planetario e incluso ultra estratosférico? ¿Si no hubiera maestro armero a quien reclamar, ni en Iberdrola ni en Red Eléctrica, ni en ninguno de los múltiples negociados que imaginar se pueda en el Ministerio de Transición Ecológica o en cualquier otra instancia internacional?... Entonces, ¿qué?... ¡Ahí te quiero ver, escopeta!

¿Distopía? ¿Heurística? ¿Juego mental? ¿Experimento teórico? ¿Metáfora, como describen las autoras el tenor de su obra?... De todo ello hay; de aquello e incluso de alguna otra cosa más que irás tú mismo descubriendo trata este libro. Y tú, lector amigo, ¡estás de enhorabuena!

¿Que por qué? Primero, porque sigue siendo verdad aquella tautología que nos advierte de que «principio quieren las cosas» y, a lo que se ve, en ello andas. Pero sobre todo porque, a tenor de lo que yo barrunto mientras te imagino con el volumen entre las manos –la mirada inquisitiva y el interés pintado en el leve rictus de tu semblante– pienso que difícilmente podrías haber escogido una tarea más aleccionadora y edificante a la que dedicar un tiempo de cierta calidad que esta que te dispones a acometer. Y ello, a mayor abundamiento, cuando nos paramos a considerar el cariz de los momentos que nos está tocando vivir –y que más arriba van ya aludidos–, con el trepidante ritmo de una aceleración in crescendo que nos lleva a matacaballo y galope tendido, pero de forma atropellada, no se sabe muy bien a dónde. Por eso mismo, nunca como ahora parece haber resultado tan deseable el empeño por hacerse con las riendas de la propia vida; para, con ello, tratar de conducir el carro de la existencia por las vías que a uno mejor le parezcan.

La altura de los tiempos que vivimos está dejando, si cabe, aún más nítido el fondo de un eterno mensaje en clave: el que apunta hacia la dimensión moral del ser humano; es decir, al quehacer, o mejor dicho, al quehacerse uno a sí propio: cifra señera, por lo demás, de la tarea ética a la que, por el mero hecho de haber venido a este mundo, todos los humanos nos vemos convocados inexorablemente. Aquella habrá de resultar siempre personal e irrenunciable, esencialmente intransferible; y, por fortuna, va a estar siempre sujeta a unas posibilidades y restricciones bien tasadas. Eso, al menos, mientras el ser humano siga siendo tal; esto es, en tanto no hayamos de quedar arrumbados en la cuneta de la historia, supuesto –¡no lo permita Dios!– el advenimiento de lo que el relato posthumanista parece querernos meter en vena. Porque, mutatis mutandis, de seguir las cosas en lo humano como hasta ahora, el quehacer(se) moral, la tarea ética habrá de atenerse ontológicamente a una suerte de doble forzosidad metafísica. A saber: de una parte, a la restricción que imposibilita el aplazamiento temporal, la dilatación del nunc, del ahora, puesto que el momento está siempre en sazón en el hoy, único de los días que vivimos con certeza. Nada, pues, de excusarse con el «mañana le abriremos», cuando de lo que se trata es de hacerlo –o de no hacerlo–, pero… ¡ya! De otra parte, se tiene que contar con otro límite. En este caso, con el que veda el desplazamiento del hic, del aquí, hacia cualquier tipo de realidad fantasmagórica o metaversial que pudiere acabar configurándose desde la tecnocracia del presente o del más inmediato futuro.

Las bondades de estos mundo virtuales –estoy convencido de que las tienen, las tendrán aún mayores y de que habrán de acabar resultando ampliamente munificentes, cuando se las acierte a poner a favor de obra y a beneficio de lo humano–, digo que aquellas virtualidades que nos cabe esperar del concurso de la digitalización, la cibernética, el experimentalismo y el gusto por las nuevas sensaciones, haríamos bien, en todo caso, en reservarlas –al menos, por el momento–, para aplicarlas a terrenos pragmáticos y en ámbitos axiológicos de índole menos esencial. Tal vez, por ejemplo, para la esfera de los valores estéticos y el espacio de lo lúdico; pero no, por el contrario, para lidiar con otros aspectos más sustanciales e idiosincráticos de lo humano: aquellos en los que se habría de aplicar con toda propiedad el menshliche, zu menshliche de nietzscheano: aquello que, para bien o para mal, nos singulariza y humana, dejándonos lirondos –ni divinos, ni meramente animales– con nuestra agenda a cuestas y sin opción para no atenderla, ya sea de manera entusiasta y proactiva, ya lo acabe siendo por omisión y desidia, desde una actitud desencantada o pusilánime.

En todo caso, una atención medianamente crítica a la realidad y al discurso tecnocrático no debiera tampoco pasar por alto el hecho de que, junto a las loables ventajas que, probablemente, habrán de derivarse del metaverso –en cualquiera de los niveles en los que se le quiera imaginar y construir– sería preciso contar también con la presencia de los enormes intereses económicos que están en juego, toda vez que, de una parte, no se suelen explicitar –como si, de hecho, se tuviera reparo en declarar la jugada, siquiera fuere a toro pasado: «¡hay cosas de las que no es elegante hablar!»–; y que, de otra, resulta fácil en extremo encubrirlos bajo el vistoso ropaje del manto ideológico de un relato fabuloso y, con frecuencia, increíble, en el más pleno sentido etimológico del término.

Va ya dicho –y me parece conveniente reiterarlo– que la tarea moral, la vida ética, la humana vivencia de cada quien, ni puede ni debe ser subcontratada a otro para que la viva por el sujeto agente el actor irreemplazable. Y ello es y habrá de seguir siendo así, por más que –¡ay, aquellos patrones y marineros de la barca a la que nos referíamos más arriba!; ¡ay, de aquellos artistas que nos llevan enganchados en las redes, mientras las sirenas que les hacen coro nos regalan las orejas y ellos pescan a río revuelto!–; digo que debe seguir siendo así, por más que haya de hecho actores, muy secundarios, bien dispuestos a arrogarse el papel del protagonista, si este se deja o se descuida lo suficiente. Mal negocio haremos –tú, lector amigo; y yo, que vengo compartiendo contigo estas reflexiones prologales– si se nos ocurre abdicar de lo más propiamente nuestro; a saber: el poder escoger de manera responsable nuestro destino y el de labrárnoslo –bien o mal, mejor o peor– a golpe de decisión y con el ejercicio consciente de nuestra libertad deliberada. En ello, básicamente, radica la madurez humana: en el despliegue psíquico y espiritual en busca de la excelencia y en pos de la felicidad como principio y meta de la vida. El éxito en tal aspiración, de sobra lo sabemos, no está nunca garantizado y requiere –aparte de algo de suerte– de una voluntad firme y perseverante para, cuando menos, hacerse digno de llegar a ser feliz.

Obstáculos por el camino, haylos y son muchos. Uno, particularmente insidioso, es el que viene representado por los –llamémoslos– atajos, y otro, por falsos fines y sucedáneos de la verdadera eudaimonía. Tanto frente a los unos, cuanto frente a los otros, haríamos muy bien en estar prevenidos. Pero, claro es, ello requiere, entre otras cosas, de lucidez suficiente y de un trabajo asiduo sobre uno mismo. Un trabajo como el que vas a poder llevar a efecto, si estableces un compromiso firme contigo mismo y te atienes, con sistema y asiduidad, a los ejercicios espirituales que las autoras de este libro te proponen. Porque tales son –ejercicios espirituales– y no otra cosa, como acabarás comprobando, los que vas a poder ir haciendo, a medida que te sumerjas en la dinámica que el libro ofrece. Ponte a jugar, y ya que te dicen que te imagines que así la tienes, decídete a poner la vida en juego… Hazlo, eso sí, desde la doble seguridad de que, de un lado, no se trata de aquel juego vil que don Mendo aconsejaba no jugar nunca a ciegas; y de otro, desde el convencimiento de que, con ello, te estarás haciendo un verdadero favor, ejerciendo de ti mismo, conociéndote un poco mejor, animándote y cargándote de aquella energía psíquica a partir de la cual se generan aspiraciones y entusiasmos.

Conocido es –y no de ahora– el hecho del paternalismo. O sea, de cómo proliferan muchos candidatos muy bien dispuestos –tal vez no siempre tan bien intencionados– a prescribirte las maneras según las cuales tú –¡tú mismo, tú!... ¿habrase visto mayor desfachatez?– debieras actuar; y la forma en que habrías de vivir tú tu propia vida. Sin empacho alguno –y sin cortarse un pelo, que diría el castizo–; y sin que se lo hayas preguntado ni mostrado interés alguno en conocer su punto de vista, te dicen abiertamente cómo sería bueno –sobre todo, para ellos– que tú te condujeras en la vida. Parece como que nos quisieran suplantar y vivirla por nosotros. ¿Haciéndonos un favor? ¡Quia! ¡Haciéndoselo a sí propios, y Ad Maiorem Gloriam de ellos mismos, of course!

No te dejes engañar. Recuerda lo que te digo: has nacido biológico pero vas a acabar muriendo biográfico. Si quieres, te lo digo con palabras de San Agustín –«Dios, que te creó sin ti, no te salvará sin ti»– para que tú las traduzcas a tu propio contexto vital. En todo caso, mira a ver si consigues escribir el relato de tu vida, en primera persona; aquel que habrá de acabar dando lugar a tu biografía. Tómate tu tiempo; no te aceleres: hazlo con sosiego y con las mayores dosis posibles del mejor tino. En ello –¡puedes creerme!– te va la vida. Por eso, no es cosa de menor momento –sino más bien de gran transcendencia y calado– el empeño por vivirla bien; esto es, de manera consciente y forma responsable, huyendo de subterfugios y excusas, y sobre todo, de subcontrataciones para que sean otros los que escriban el guion y nos marquen el ritmo, toquen la música y nos hagan bailar al son que a ellos les interese. Porque nunca deberíamos olvidar que cualquier narrativa de cualquier tipo, ante todo, sirve a los intereses del propio narrador; y no tanto a los del que escucha el cuento u oye el cantar.

Por todo lo que va dicho, quienquiera que seas tú, la persona que, atraída quizás por lo sugestivo del título, con su aquel de reto y su pizca de enigma, has empezado ya a pasar sutilmente las hojas y echarle una primera mirada al texto, acabas de entrar por senda deleitosa: ¡no lo dudes, ni des marcha atrás! Las autoras del libro –al modo como lo hicieran en su día las Helíades que guiaban al bueno de Parménides de Elea en aquel, su viaje iniciático y filosófico, por la vía de la verdad en busca del Ser–; digo que las autoras de este libro que tienes entre tus manos están a punto de conducirte como por camino real –en lugar de llevarte atraillado como galgo por la angosta vereda del ruido mediático que nos envuelve y enreda, según arriba va dicho–, hacia aquellas cumbres mágicas de la doble y simultánea visión.

Porque, una vez que, embarcado en la aventura, hayas arribado a la cumbre, si miras al horizonte desde la cresta, vas a poder contemplar panoramas apacibles que te harán sosegar. Desde ellos podrás solazarte, encontrarás recreo y, sin duda, alcanzarás la paz que esté a tu alcance. Ahora bien, si se te ocurre cambiar de perspectiva y optas por abismarte en las honduras de tu propia alma, tampoco habrías de tardar en toparte con tu yo más creativo y entusiasta: ese tú mismo al que quizás hayas podido haber echado de menos en los últimos tiempos y que te está esperando para responderte a tantas preguntas como seas capaz de formularle.

Por eso, te harías un gran favor si te decidieras a pensar por ti mismo. ¡Ay, de aquel Sapere aude, el «atrévete a saber», que en su día había puesto en circulación Horacio y que, andando el tiempo adelante, hubo de recoger Kant siglos más tarde cuando quiso definirnos el concepto de Ilustración y nos lo dejó descrito como el empeño del hombre por salir de la minoría de edad, en la que los padres y tutores piensan por nosotros y hacen lo que proceda… naturalmente, por nuestro bien!

Tampoco sería chico el regalo que te estarías haciendo a ti mismo si, aplicándote a los ejercicios de este manual, dedicaras un tiempo recurrente a entrenarte en el sutil y aleccionador arte de formular preguntas poderosas y no retóricas. Como cabe suponer, ni se trata de cosa sencilla ni constituye una habilidad menor. Antes, al contrario: resulta ser una pieza tan esencial, que por sí misma es ya capaz de marcar la diferencia entre quienes optan por seguir, contra viento y marea, cuestionando la realidad –la tangible y la intangible, la etérea y la material– y lo hacen de manera crítica; y aquellos otros que ya parecen haber desistido y, como bajando los brazos, en una suerte de great resignation intelectual, acabarán dando por bueno todo lo que les echen, mostrándose incluso dispuestos, si a mano bien, a comulgar con las ruedas de molino que en cada momento interese a los interesados.

¡Ojo, que puede uno también formar en la misma fila que aquellos! La clave estaría en hacerlo desde la lucidez, situada, por definición, en las antípodas de cualquier apagón que, por pequeño que sea, siempre vendrá definido por la falta de luz.

Como epítome de esta especie de elogio de la pregunta que, a mi entender, este libro constituye, termino encareciendo una vez más su valor y, en consecuencia, prescribiéndome a mí mismo –y a quien le parezca oportuno el tratamiento–, una abundante dosis de preguntas diarias –de por qué y de para qué, más que de cómo y de cuánto–. En ellas estriba, a mi entender, el mejor de los antídotos contra la superficialidad y el papanatismo: máxime en un contexto en el que las respuestas afluyen a la pantalla a golpe de un simple clic; y donde los algoritmos y el deep–learning de estructuras tipo OpenAI o ChatGPT son incluso capaces de redactar un ensayo original, con todas las características del que podría escribir el más avezado de los escritores y el más conspicuo de los expertos.

Por eso, en definitiva, pararse a pensar un poco cada día en nosotros mismos para discernir el sentido de lo que nos pasa cuando nos pasa lo que nos pasa, nunca será tiempo perdido. Al contrario: redundará, a no tardar, en un mayor y un mejor autoconocimiento –el gnozi seautón del templo de Delfos, vertido al latín por la consigna insuperable de gnosce te ipsum, el conócete a ti mismo–; a partir del cual será factible avanzar algunos pasos hacia la meta asintótica rotulada con el lema de «Felicidad». ¡Adelante!

JOSÉ LUIS FERNÁNDEZ FERNÁNDEZCátedra Iberdrola de Ética Económica y EmpresarialUniversidad Pontificia Comillas

PRESENTACIÓN

Tienes en tus manos una herramienta combinada de juego, lectura y actividades didácticas complementarias. Su objetivo es potenciar tu bienestar emocional y tus competencias personales, para enfocar tu vida hacia una existencia más consciente y, por tanto, más feliz.

En este libro encontrarás una metáfora sanadora: seis regalos vitales, inspirada en el neurojuego Litemotion1, y un conjunto de actividades didácticas para fortalecer tu talento y tu bienestar. Todo ello incluido en nuestro Método de Desarrollo Humano y Actitud Vital (Deav System), que combina herramientas de coaching y programación neurolingüística con apoyo tecnológico.

Se trata de un método visionario, en el que nos adelantamos a un malestar que estaba por venir. Buscábamos potenciar el autoconocimiento personal a través del juego reflexivo, la lectura y la implicación activa con la realización de actividades complementarias que asentarían los conocimientos que las dinámicas de juego y la metáfora de sanación propician. De ahí el nombre El apagón: tu vida en juego. Esta metodología se emplea con éxito como coadyudante en sesiones terapéuticas y de coaching desde 2008.

Ya entonces, nuestro trabajo como consultoras en desarrollo humano sostenible nos tenía en guardia. Muchos de nuestros clientes decían sentirse incapaces de desarrollar su trabajo con éxito, a pesar de estar preparados y conocer bien su oficio. Se lamentaban de vivir en una prisa constante, sin tiempo para ellos ni para sus familias. La vida les tenía absorbidos y decían necesitar encontrarse. Habían perdido la chispa de la vida, lo que nosotras llamamos los «Seis Regalos Vitales»: la ilusión, la inspiración, la motivación, la tranquilidad, la seguridad y la alegría. Sentimientos que nos hacen ver que la vida merece la pena, que podemos con ella, aún en los momentos más oscuros.

En el mes de mayo de 2018, la OMS declaró que el síndrome del burnout, o «síndrome de estar quemado», era una enfermedad profesional. Esto no fue una sorpresa para nosotras: en el mundo ya había un 67 % de la población con estrés y un 20 % de ese porcentaje estaba medicado para paliar sus efectos.

La pandemia, la guerra y la crisis económica y energética que hoy padecemos no han mejorado la situación. La OMS estima que una de cada 5 personas padecerá una afectación mental en los próximos años en todo el mundo. Esto incluye depresión, ansiedad, estrés postraumático, mayor consumo de alcohol y violencia familiar.

¿No habrá llegado el momento de pararse a pensar? Estamos convencidas de que esta sensación de desamparo empezará a desvanecerse cuando la población mundial decida emprender el viaje hacia la felicidad, meta que únicamente se alcanza a través del autoconocimiento. Para ello hemos hilado las herramientas que ponemos a tu disposición. Disfrútalas.

La lectura de los Seis Regalos Vitales te llevará a un mundo a oscuras, en el que sus pobladores tendrán que encontrar la manera de sobrevivir. Se trata de un apagón cósmico. Es el Universo quien exige a los habitantes de la Tierra una mejor relación interpersonal, que redunde en el bienestar planetario, a nivel social y medioambiental. Esta metáfora te interpelará sobre tu relación contigo mismo y con el mundo. El texto está preparado para interactuar contigo: te facilita un espacio físico para anotar tus respuestas y reflexiones.

Por su parte, el neurojuego Litemotion te sumergirá en un entorno desconocido en el que habrás de tomar decisiones sobre cómo proceder y por dónde avanzar hacia nuevos estados de relajación, cada vez más profundos.

En tu recorrido, no solo irás tomando conciencia de las actitudes limitadoras que te hacen infeliz, sino que podrás entrenar habilidades que te ayuden a encontrarte contigo, a través de la curiosidad y tu libertad de elección. Sin juzgar ni juzgarte.

En tu experiencia de juego estarás en soledad, aunque un avatar irá guiando tu caminar y te ayudará a conectar con tu energía vital y tus recursos internos: tu respiración, tus emociones y tus competencias para ser más y mejor persona.

Entendemos que es una herramienta ideal para potenciar las sesiones de terapia o de coaching, aunque también puedes utilizarlo a título particular. Empleamos un lenguaje sencillo y metafórico que te ayudará a generar pensamientos profundos sobre tu manera de vivir.

Del mismo modo, las actividades didácticas te permitirán reforzar tus competencias, pues todas ellas se ajustan a los contenidos que encontrarás en el juego.

Juegues o no juegues a Litemotion, anota tus respuestas en los espacios que este manual te ofrece para ello y disfruta de los testimonios de los personajes de los Seis Regalos Vitales. Ellos te acompañarán en tu proceso. Esperamos que sus reflexiones iluminen las tuyas.

Aprovecha esta experiencia combinada para encontrar la luz en un apagón y analizar tu vida a través del juego. Descubre quién eres y qué es lo que realmente te importa en la vida. Date el gusto de detenerte. Este aprendizaje solo lo puedes hacer tú.

Si te dedicas profesionalmente a la psicología o al coaching y quieres conocerlo en profundidad y estás interesado en emplear nuestro Desarrollo Humano y Actitud Vital (Deav System), consúltanos.

www.gallardoymurillo.com

 

 

*El neurojuego Litemotion no está incluido en la compra de este manual.

Si quieres conocer Litemotion y sus condiciones de acceso, puedes escribir a [email protected]

____________

1   Resultado de la colaboración entre el personal investigador de la Universidad de Burgos junto con el equipo de la consultora Gallardo&Murillo, en el marco del programa operativo Plan TCUE 2015-2017, V Edición de la Convocatoria Prueba Concepto, cofinanciado por el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER) y la Junta de Castilla y León.

NOTA DE LAS AUTORAS

Estás a punto de zambullirte en una metáfora sanadora, de la que espero que saques conclusiones enriquecedoras para tu vida.

Sus protagonistas son personan que viven y sueñan, como tú y como yo, y que, aún sin saberlo, están programadas para ser felices. Todas ellas van a pasar por una experiencia renovadora que cambiará el curso de sus vidas y, a lo mejor, también de la tuya.

Acompaña a estas personas en su proceso de cambio.

Aprende con ellas, crece con ellas.

Pero, antes de empezar… respira profundamente y abre tu corazón, déjate guiar por él.

Dibuja cómo te sientes:

I. EL MUNDO SE APAGA

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